Jue 21,1-12
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Pesar de los israelitas.
Los hombres de Israel habían jurado en Mispá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a Benjamín.» El pueblo fue a Betel y allí permaneció delante de Dios hasta la tarde clamando y llorando con grandes gemidos. Decían: «Yahvé, Dios de Israel, ¿por qué ha de suceder esto en Israel, que desaparezca hoy de Israel una de sus tribus?» Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Dijeron los israelitas: «¿Quién de entre todas las tribus de Israel no acudió a la asamblea ante Yahvé?» Porque se había jurado solemnemente que el que no subiera a Mispá ante Yahvé tenía que morir.
Los israelitas estaban apenados por su hermano Benjamín y decían: «Hoy ha sido arrancada una tribu de Israel. ¿Qué haremos para proporcionar mujeres a los que quedan? Pues nosotros hemos jurado por Yahvé no darles nuestras hijas en matrimonio.»
Las vírgenes de Yabés dadas a los benjaminitas.
Entonces se dijeron: «¿Cuál es la única tribu de Israel que no subió ante Yahvé a Mispá?» Y vieron que nadie de Yabés de Galaad había ido al campamento, a la asamblea. Hicieron el censo de la gente y no había entre ella ninguno de los habitantes de Yabés de Galaad. Entonces la comunidad mandó allá doce mil hombres valientes y les dio esta orden: «Id y pasad a cuchillo a los habitantes de Yabés de Galaad, incluidas las mujeres y los niños. Esto es lo que habéis de hacer: Consagraréis al anatema a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón, pero dejaréis con vida a las doncellas.» Así lo hicieron. Entre los habitantes de Yabés de Galaad encontraron cuatrocientas muchachas vírgenes que no habían conocido varón y las llevaron al campamento (de Siló, que está en el país de Canaán).
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Pesar de los israelitas.
Los hombres de Israel habían jurado en Mispá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a Benjamín.» El pueblo fue a Betel y allí permaneció delante de Dios hasta la tarde clamando y llorando con grandes gemidos. Decían: «Yahvé, Dios de Israel, ¿por qué ha de suceder esto en Israel, que desaparezca hoy de Israel una de sus tribus?» Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Dijeron los israelitas: «¿Quién de entre todas las tribus de Israel no acudió a la asamblea ante Yahvé?» Porque se había jurado solemnemente que el que no subiera a Mispá ante Yahvé tenía que morir.
Los israelitas estaban apenados por su hermano Benjamín y decían: «Hoy ha sido arrancada una tribu de Israel. ¿Qué haremos para proporcionar mujeres a los que quedan? Pues nosotros hemos jurado por Yahvé no darles nuestras hijas en matrimonio.»
Las vírgenes de Yabés dadas a los benjaminitas.
Entonces se dijeron: «¿Cuál es la única tribu de Israel que no subió ante Yahvé a Mispá?» Y vieron que nadie de Yabés de Galaad había ido al campamento, a la asamblea. Hicieron el censo de la gente y no había entre ella ninguno de los habitantes de Yabés de Galaad. Entonces la comunidad mandó allá doce mil hombres valientes y les dio esta orden: «Id y pasad a cuchillo a los habitantes de Yabés de Galaad, incluidas las mujeres y los niños. Esto es lo que habéis de hacer: Consagraréis al anatema a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón, pero dejaréis con vida a las doncellas.» Así lo hicieron. Entre los habitantes de Yabés de Galaad encontraron cuatrocientas muchachas vírgenes que no habían conocido varón y las llevaron al campamento (de Siló, que está en el país de Canaán).
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