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La séptima trompeta.
El segundo ¡Ay! ha pasado. Mira que viene en seguida el tercero. (Apocalipsis  11, 14) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 11

b) La medición del templo (11,1-2)

La pieza intermedia que sirve de preparación para los descubrimientos del séptimo toque de trompeta, se prolonga con una visión, en la que se describe una medición del templo; a continuación se habla de la aparición de dos testigos en la «ciudad santa» ocupada por los gentiles. Sobre todo la segunda parte de esta sección parece a primera vista muy oscura; la oscuridad se disipa un poco si se tiene en cuenta el puesto que ocupa en el conjunto. Con la entrega del librito se dirigió a Juan una segunda llamada y vocación especial para la contemplación de la fase final de la historia de la salvación, cuyo alborear era de prever con la séptima trompeta; así también se le impartió de nuevo el encargo (cf. 1,11) de no ocultar tampoco los cuadros de horror de este combate final de la Iglesia (10,11). A continuación tiene que hablar acerca de lo que le ha sido comunicado.

Antes de la apertura del séptimo sello, con la que había que esperar el fin, se había intercalado una pieza intermedia (7,1-17) que tenía por objeto preparar para lo que iba a venir y dar ánimos para soportar las tribulaciones más duras que eran de prever. El mismo objeto persigue sin duda también la visión previa que antecede al séptimo toque de trompeta. Esta conjetura se refuerza y se convierte en certeza práctica si se compara la doble visión de los sellados, con las dos imágenes presentadas aquí; su correspondencia se extiende, en efecto, no sólo al tenor de su contenido, sino incluso hasta a la contextura formal. La medición del templo en 11,1 es paralela en cuanto al significado con la impresión del sello en 7,1-8: en ambos casos se trata de medidas de protección en favor de los fieles; y en la historia de los dos testigos (11,3-13), el motivo dominante es, pese a la dureza de su combate, el apoyo sobrenatural en el cumplimiento de su misión, así como su salvación final; así, también aquí el motivo de la preservación pasa al motivo de la victoria (11,11-13), que constituye la segunda parte de la visión de los sellados (7,9-17).

1 Y se me dio una caña semejante a una vara y se me dijo: «Levántate y mide el santuario de Dios, el altar y los que en él adoran. 2 El atrio exterior del templo déjalo aparte y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles. Y pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses.

Como en 7,2s se había encargado una acción simbólica a un ángel, aquí se encarga la vidente mismo; se le entrega una vara de medir con la orden de medir una parte determinada del ámbito del templo. Aparte del recuerdo del templo de Jerusalén, que había sido destruido, dos modelos del Antiguo Testamento (Eze_40:3-43, 17; Zec_2:5-9) influyeron en la configuración externa de la visión. Por su contenido interno simbólico, el templo y la actividad del vidente representan una determinada situación escatológica del nuevo pueblo de Dios, situación que para la Iglesia de Jesucristo representaba una extrema amenaza, de resultas de la cual fue diezmada, pero que con el especial auxilio de Dios permanece salvada hasta el fin, de tal modo que se mantiene intacta en su ser: fe y culto (cf. Mat_16:18).

Una comparación con la especial medida protectora de la impresión del sello (Mat_7:1-8 ) -en el fondo, también en la medición se trata más que de espacios, de hombres- pone en claro la situación de la Iglesia que en el mundo, se había hecho entre tanto, más difícil y apurada; sobre todo la instrucción de dejar aparte en la medición un gran sector del templo, es decir, de la Iglesia, es un indicio de que la Iglesia no se ve simplemente resguardada por el poder de Dios contra el ataque de los enemigos; al final un grupo, reducido en número, pero purificado y fortalecido interiormente por la buena prueba dada en la lucha, permanece fiel en adorar a Dios.

El cuadro abarca como asilo seguro, además del santuario propiamente dicho, con sus dos espacios, el lugar santo y el lugar santísimo (sancta sanctorum), todavía el atrio interior, en cuyo centro se hallaba el altar de los holocaustos; en cambio, se deja fuera del ámbito del templo, abandonado a la devastación por los enemigos, el gran atrio exterior y con él en toda su extensión «la ciudad santa», es decir, Jerusalén (cf. Isa_48:2; Dan_9:24; Mat_27:53).

Como símbolo de la Iglesia habría bastado el ámbito del templo; si todavía aparece aquí suplementariamente un segundo símbolo y, por añadidura, no completamente homogéneo, «la ciudad santa», es de suponer que también éste tiene un significado especial. Parece obvio ver insinuada en el doble símbolo la doble referencia de la Iglesia a Dios y al mundo; esto da lugar en la interpretación un sentido aceptable: la Iglesia pierde completamente su posición cultural profana en el mundo, que de todos modos no forma parte directamente de su misión, y, relegada a un «cristianismo de sacristía», todavía se ve diezmada personalmente por una deserción de masas (la exclusión del atrio exterior); esto ultimo podría hallar una correspondencia en predicciones apocalípticas a este respecto formuladas en otros pasajes del Nuevo Testamento (Mat_24:10-12; 2Th_2:3).

También el apocalipsis sinóptico conoce tales «tiempos de los gentiles», que duran hasta que «se cumplan» ( Luk_21:24); esto mismo se expresa aquí con la indicación de un determinado espacio de tiempo. La indicación de 42 meses (Luk_11:2; Luk_13:5) = 1260 días (Luk_11:3; Luk_12:6) = tres años y medio (Luk_12:14) proviene del libro de Daniel, en el que la duración del reinado de terror de Antíoco IV Epífanes sobre Jerusalén se cifran en «un tiempo y tiempos y medio tiempo» (Dan_7:25; Dan_12:7) y en «medio septenario» (Dan_9:27), es decir, ambas veces en 3 1/2, o sea media semana de años. La mitad de siete, que en la apocalíptica representa la medida de infortunio de lo que es contrario a Dios, aparece también en cada caso en el Apocalipsis como la duración del señorío de poderes contrarios a Dios; si se tiene en cuenta que siete significa la integridad y la perfección (cf. comentario 1,4), el más importante enunciado simbólico del siete quebrado parece ser que todos los poderes contrarios a Dios se detienen siempre en el camino sin alcanzar el fin perseguido. Así, con este último dato de la visión previa se subraya una vez más el verdadero sentido de la pieza intermedia: la Iglesia, pese a las mayores tribulaciones de fuera y de dentro durante las épocas apocalípticas de su historia, se ve protegida y preservada por Dios mismo en su ser interno y en su propio ámbito. Cierto que tampoco debe pasar inadvertida en esta visión la puesta en guardia contra todos los intentos de llevar adelante la Iglesia en tiempos difíciles por medio de compromisos a costa de la verdad íntegra y de la franca religiosidad, como tampoco el juicio que se pronuncia aquí, anticipadamente, sobre toda clase de cristianismo puramente marginal y cultural.

c) Los dos testigos (11,3-13)

3 »Y encargaré a mis dos testigos que profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos de tela burda.

Ni siquiera en la época de mayor menoscabo o de represión práctica se encerrará la Iglesia autárquicamente en el ghetto que se le haya impuesto desde fuera, sino que, aun en medio de los mayores peligros y amenazas, confiando en la protección del Señor universal, desempeñará su encargo de misión en el mundo y para con el mundo. Este hecho se predice en la imagen de los dos testigos y se desarrolla en forma alegórica simbólica. Dado que a la Iglesia incumbe como quehacer supremo conservar el testimonio de Jesús (cf. 6,9; 12,11.17; 19,10) y anunciarlo a los hombres de todos los lugares y tiempos (cf. Mat_28:18 s), los dos representantes de los fieles de Cristo en medio del mundo descreído son llamados simplemente testigos. Conforme a una costumbre literaria frecuente en la antigüedad greco-romana y también en los escritos del Antiguo Testamento, de representar y caracterizar simbólicamente a comunidades, como, por ejemplo, una ciudad, en una figura individual ficticia, concebiremos nosotros a los dos testigos en primer lugar como símbolo de la Iglesia en su totalidad.

El duplicar aquí su figura no se debe a individualización diferenciante, pues todo lo que se enuncia acerca de su manifestación y su actividad se aplica indistintamente a ambos testigos. Exteriormente, el número de dos podría explicarse por una dependencia del modelo que se halla en el profeta Zacarías (Zec_4:2-14), aunque sus elementos suelen ser utilizados libremente por Juan para constituir un cuadro con consistencia propia y autónoma. Sin embargo, es probable que, conforme a un principio jurídico de la antigüedad: «Por boca de dos testigos aparece toda verdad» (cf. Deu_19:15; Mat_18:16; 2Co_13:1; 1Ti_5:19), al presentarlos aquí duplicados se quiere subrayar especialmente su peculiar credibilidad. El contenido capital de su testimonio es la llamada profética a la conversión, como lo indica su indumentaria (vestido de luto y de penitencia; cf. Gen_37:34; Isa_37:1; Isa_58:5; Mat_11:21) y como resulta por lo demás de la situación en que se presentan. La Iglesia, por consiguiente, no dejará enmudecer el requerimiento a la conversión ni siquiera durante el tiempo en que se vea entregada a los gentiles «la ciudad santa» (cf. la indicación concorde del tiempo en los v. 2 y 3), es decir, en la época de deserción en masa de los fieles.

4 »Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están puestos ante el Señor de la tierra.

En el modelo del profeta Zacarías, uno de los dos olivos simboliza al sumo sacerdote; el otro, al rey; allí sólo hay un candelabro, que tiene siete brazos y significa la omnisciencia de Yahveh. Los sumos sacerdotes y los reyes, las cumbres de la autoridad religiosa y secular respectivamente en Israel, eran ungidos («olivos») en señal de que ejercían su autoridad como representantes y delegados de Yahveh. Esto se aplica también a los dos testigos; con ello se especifica más concretamente su misión como sacerdotal y regia, como la de la Iglesia universal (cf. 1,6; 5,10); la comparación de los candelabros los describe por razón de su actividad como portadores de la luz de la verdad divina en el eclipse de Dios de la ciudad enteramente profanizada. Los ungidos y delegados del Soberano universal están también en su servicio bajo su especial protección («ante el Señor de la tierra»).

5 »Si alguno los quiere dañar, sale fuego de la boca de ellos y devora a sus enemigos. Y si alguno quisiera dañarlos, tendrá que morir así. 6 éstos tienen el poder de cerrar el cielo para que no caiga lluvia durante los días de su ministerio profético, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con cualquier plaga cuantas veces quieran.

Para que puedan desempeñar su encargo en un mundo hostil los ha equipado Dios con poderes taumatúrgicos para su propia protección y para acreditar su predicación. No hay poder de hombres o de demonios que contra la voluntad de Dios pueda hacer daño a la Iglesia o impedir su acción; siendo un signo de contradicción entre los hombres, como su mismo Señor y Maestro (cf. Luk_2:34), también en ella se manifiesta, como en él, la impotencia de los poderosos y el poder de los impotentes por Dios, el Todopoderoso. Su palabra rebota sobre aquellos que la rechazan, la difaman y la combaten. A todos los que atentan contra la Iglesia en el ejercicio de su encargo de misión los alcanza el destino de los enemigos de Elías (2Ki_1:9-14) y de Moisés (Num_16:25-35); conforme a una locución profética figurada (cf. Jer_5:14; Isa_11:4), se formula la amenaza de que una sentencia de la boca de los testigos los aniquilará. Ahora bien, Dios no sólo protege maravillosamente a las personas de sus testigos, sino que les facilita una acción imperturbada mediante ayuda sobrenatural, confiriéndoles el poder taumatúrgico de un Elías (lRe 17,1; cf. Luk_4:25; Jam_5:17) y de un Moisés (,33). Los diferentes rasgos particulares de la imagen quieren hacer marcadamente consciente que no hay fuerza del mundo o de los abismos capaz de extinguir la Iglesia y de impedir su testimonio; ella sobrevivirá a las más graves insidias.

Aquí se plantea la cuestión de si el simbolismo de los dos testigos queda expresado exhaustivamente con esta interpretación general en sentido de la Iglesia en cuanto tal o si se tiene en vista todavía otro simbolismo que haga necesaria una interpretación especial. Las palabras «mis dos testigos» (v. 3) introducen probablemente a éstos como dos figuras concretas conocidas. Su descripción se basa en situaciones reales de la vida y de la acción de Moisés y de Elías; éstos eran tenidos por la encarnación de «la ley y los profetas» (cf. Mat_5:17; Mat_7:12, etc.) y aparecen, por tanto, también en la transfiguración de Jesús (Mat_17:3). En el judaísmo existía una tradición, según la cual Elías volvería al final de los tiempos antes del gran día del juicio de Dios (Mal_3:23; Mat_11:10.14; Mar_6:5; Mar_9:11-13; Joh_1:21). Además, en base de una antigua predicación (Deu_18:15) se había desarrollado la idea de que el profeta allí anunciado aparecería antes de la manifestación del Mesías (cf. «el profeta», Joh_1:21; Joh_6:14; Joh_7:40). Así, en la descripción de los dos testigos se prestan al uno rasgos tomados de la historia de Elías, y al otro rasgos tomados de la historia de Moisés. Si el Apocalipsis dio a los dos testigos, además de su significado figurativo de la Iglesia en cuanto tal, todavía otro significado referido a dos personalidades individuales, en todo caso no quiso referirse a aquellos hombres históricos en persona; la entera descripción da más bien a entender que se piensa en dos profetas que han de aparecer antes del fin de los tiempos, los cuales estarán equipados «con el espíritu y el poder» de aquellos grandes hombres de la historia de Israel (Luk_1:17; cf. Mat_11:10.14). La decisión depende en esta cuestión de cómo haya de enjuiciarse el pasaje 11,3-13, en cuanto a su modalidad y contenido, en el marco de la composición global. En rigor, en esta sección no se describe ninguna visión en sentido estricto, sino que aquí, mediante diversos elementos tomados de visiones posteriores, que en su propio lugar son suficientemente claros (cf. 11,7 con 13,1 ss), se hace más bien una predicción que anticipa, tranquilizando e infundiendo ánimos, el feliz desenlace de la grave tribulación. Según, pues, que la bestia que sale del abismo haya de entenderse o no en 13,1 ss como individuo el Anticristo, lo mismo podrá suponerse también aquí tocante a los dos testigos, a los que da muerte la bestia. El ulterior desarrollo de su descripción en el pasaje siguiente parece favorecer la hipótesis según la cual la predicación de nuestro texto, si bien con toda seguridad describe en primer lugar, muy en general la suerte de la Iglesia en los tiempos finales, anuncia suplementariamente, para la situación especialmente difícil antes del fin de los tiempos, dos figuras proféticas concretas que asistirán a la Iglesia en su enfrentamiento con la figura no menos concreta del Anticristo.

7 »Cuando acaben su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, y los vencerá, y los matará. 8 Y sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que simbólicamente se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado.

La suerte final de los dos testigos y el fin de su testimonio serán causados por la bestia que sale del abismo, cuando Dios dé por cumplido su tiempo. Con esta indicación de la procedencia de la bestia queda ésta caracterizada como un poder diabólico; el artículo determinado indica con la mayor probabilidad que se presupone tratarse de un individuo conocido a los primeros lectores del Apocalipsis. Con la aparición de la bestia, que se describe por extenso en los capítulos 13 y 17, parece que la historia del mundo va a terminar ya en un triunfo total del mal, la victoria del Anticristo sobre la Iglesia de Cristo parece que viene a ser completa. Sus testigos mueren como mártires, y el odio de sus enemigos los persigue todavía después de su muerte, sus cadáveres son ultrajados al negárseles la sepultura. El lugar de su actividad, «la ciudad santa» (11,2) entregada en manos de los gentiles, se llama ahora, tras esta abominación, «la gran ciudad», como más adelante Babilonia, la capital del Anticristo (cf. 16,19; 17,18; 18,10.16-21). El aspecto de esta ciudad y lo que en ella sucede se insinúa ahora con los nombres de Sodoma y de Egipto calificados de simbólicos. Sodoma sirve en la literatura profética de arquetipo de perversión moral (cf. Isa_1:9; Isa_3:9; Eze_16:46-50), y Egipto es también allí figura de la tiranía y del empedernimiento (Wis_19:13-17).

También la observación adicional sobre la crucifixión de Jesús se ha de entender aquí, como todo lo demás, simbólicamente. Con la imagen de Jerusalén -al comienzo de la pieza intermedia (Wis_11:1-2), primeramente símbolo de la interpenetración de la Iglesia y el mundo- había representado Juan el relegamiento de la Iglesia fuera del mundo; la zona de la ciudad y parte del recinto del templo cayeron en manos enemigas. Ahora bien, la circunstancia de que en la Jerusalén histórica hubiera sido crucificado el Señor la toma ahora el vidente como motivo para hacer constar que los mismos poderes que habían sido causa de la muerte de Jesús están también en acción en la persecución de su Iglesia. La muerte de Jesús se continúa en el martirio de sus fieles; en efecto, la Iglesia se define ya por su esencia en los más antiguos documentos de la teología cristiana como el cuerpo de Cristo, del que los fieles forman parte como miembros (Rom_12:4 s; 1Co_6:15; 1Co_10:16 s; 1Co_12:12-14; Eph_1:23 s, etc.).

9 »Y gentes de todos los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres por tres días y medio, y no permiten colocar sus cuerpos en un sepulcro. 10 Y los moradores de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán mutuos regalos, porque estos dos profetas atormentaron a los moradores de la tierra.»

Cuán completo ha venido a ser el dominio de la bestia sobre la humanidad resulta del hecho de que el mundo entero (descrito antes conforme a la tétrada cósmica) respira y se regocija como liberado y las gentes se hacen mutuamente regalos como en las grandes fiestas, una vez que se ha hecho enmudecer la boca de estos profetas. El requerimiento a la conversión que Dios había efectuado por medio de ellos se había sentido como una incomodidad y un tormento; ahora «los moradores de la tierra» (cf. comentario a 6,10) respiran como liberados de una pesadilla. Resulta realmente turbador que el Evangelio de Dios puede sentirse como un tormento y la humanidad celebre fiestas porque Dios calla y sólo el infierno tiene todavía la palabra.

Sin embargo, el triunfo total de la maldad es sólo de corta duración (tras días y medio -la medida del tiempo del mal es la más breve división del tiempo); la sensación de poder mirar los cadáveres de los profetas como trofeos de victoria no dura mucho tiempo.

11 Y después de los tres días y medio un espíritu de vida procedente de Dios penetró en ellos, y se pusieron en pie; y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. 12 Y oyeron una gran voz del cielo que les decía: «Subid acá.» Y subieron al cielo en la nube y los contemplaron sus enemigos. 13 En aquella hora se produjo un gran terremoto; se derrumbó la décima parte de la ciudad, y murieron por el terremoto siete mil personas, y los demás quedaron aterrados y dieron gloria al Dios del cielo.

Así como Cristo crucificado resucitó a los tres días e hizo enmudecer el triunfo de sus enemigos, así sucede también a estos dos que tenían el testimonio de Jesús (cf. 6,9; 12,17; 20,4); como el Padre confiesa a Jesús su «Testigo fiel» (1,5; 3,14), y de la misma forma que a él, confiesa también a estos dos testigos suyos (1,3), que habían sellado su fidelidad con la muerte. Juan describe su resurrección de entre los muertos inspirándose en expresiones de la profecía de la resurreción de Ezequiel (Eze_37:5.10). El hecho de su resurrección, como el de su subsiguiente recepción en el cielo tiene lugar, diversamente que en el caso de Jesús, ante los ojos de los adversarios atemorizados. Dios se mostró en ellos más fuerte que todo el poder de la bestia, por la que habían tomado partido las masas; así, el júbilo de los «moradores de la tierra» se cambia bruscamente en terror, pues presienten el castigo de Dios, que se anuncia inmediatamente en acontecimientos externos. Al igual que en la resurrección de Jesús, se produce un gran terremoto (cf. Mat_28:2) que convierte en ruinas una décima parte de la ciudad y sepultura bajo los escombros un número correspondiente de personas. El intermedio termina con la consoladora comprobación de que como consecuencia de los acontecimientos sucedidos en torno a los testigos muertos se produce lo que estos mismos no habían logrado con su predicación: los sobrevivientes vuelven en sí, la gran apostasía de la cristiandad ha terminado (cf. comentario a 11,2) y se transforma en conversión.

Esta comprobación positiva confirma la intrínseca conexión entre las secciones 11,1-2 y 11,3-13. Todas las plagas que hasta aquí había descargado Dios contra la humanidad apóstata no dieron buenos frutos ahora se habla por primera vez de conversión, lo cual es un signo de que los acontecimientos de esta pieza intermedia quieren representar gráficamente algo único e inédito en comparación con las visiones de plagas; hasta la misma elección de Jerusalén como lugar simbólico de los acontecimientos es cosa sorprendente y, por tanto, seguramente muy significativa. Todas estas circunstancias permiten concluir que aquí se ha visto implícitamente, junto con los males que amenazan a la Iglesia desde fuera, su peligrosa y mucho más crítica situación interna. Desde luego, aquí se repiten también los peligros que surgen de las propias filas -por parte de cristianos que se acomodan a este mundo (cf. Rom_12:2) y, así, obscurecen la figura de la Iglesia ante el mundo- en el transcurso de la historia de la Iglesia, como también la vuelta a la salud gracias a un buen resto que se ha conservado y a un núcleo que se ha mantenido con vida. Sin embargo, la situación que se presupone en 11,1-3 es irrepetible por cuanto que aquí se trata ya, sin género de duda, de la época del Anticristo, que sólo más abajo se expondrá por extenso (13,1 ss). Pero también con respecto a la más grave crisis de la existencia, causada y determinada por la más fuerte presión de fuera, como también por la incredulidad y corrupción de las costumbres en el interior, se promete y se garantiza aquí a la Iglesia la salvación por las extraordinarias medidas de socorro tomadas por Dios. Así, esta pieza intermedia tiene la misma función que la que trataba de los «sellados» (7,1-17) y, al igual que aquélla, se adelanta a posteriores descripciones, aquí especialmente a la descripción de la era del Anticristo (13,1-18), para la que quiere preparar y armar de manera especial.

7. LA SéPTIMA TROMPETA (11,14-19)

14 El segundo «¡ay!» ya pasó. El tercer «¡ay!» viene en seguida.

El versículo tiene por objeto establecer de nuevo el enlace con el ciclo de las trompetas interrumpido con el anterior intermedio; por eso en esta indicación de transición tiene especial importancia la segunda parte de la frase, que anuncia la inminente aparición del tercer «¡ay!» al toque de la séptima trompeta; así pues, no afirma que la sección 10, 1-11,13 haya de considerarse como perteneciente todavía al segundo «¡ay!»

15 Y el séptimo ángel tocó la trompeta. Y hubo grandes voces en el cielo que decían: «El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Ungido y él reinará por los siglos de los siglos.» 16 Y los veinticuatro ancianos, los que estaban sentados en sus tronos ante Dios, se postraron en tierra y adoraron a Dios, 17 diciendo: «Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso, el que es y el que era, porque has recobrado tu gran poder, y has comenzado a reinar. 18 Las naciones se habían airado, mas llegó tu ira y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar la recompensa a tus siervos, los profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruían la tierra.»

Con el séptimo toque de trompeta, el tiempo llega a su fin, según la palabra del ángel (10,6s), y el «misterio de Dios», su plan eterno de salvación es llevado a su término; el reino de Dios comienza ahora a imponerse plenamente en la creación de Dios. Por el momento se aplaza la descripción del último «¡ay!», preparaciones y celebración del juicio final, oímos primero en un grito de júbilo venido del cielo que la historia del mundo ha llegado a su conclusión con el perfecto restablecimiento de la soberanía de Dios sobre el universo por toda la eternidad; desde ahora la soberanía de Dios es ya perceptible para siempre y de nuevo exteriormente y, así, ha venido a ser una realidad tangible para todas sus criaturas. Esta anticipación, que en cuanto a la forma y al contenido recuerda 7,9-17 y sin duda tiene también el mismo objetivo, viene a reforzar de modo concluyente la parenesis a que apuntaba todo el intermedio.

Los representantes de la Iglesia cerca del trono de Dios, «los ancianos», celebran la feliz consumación de la creación de Dios en un cántico de alabanza y de acción de gracias; porque ahora ha quedado ya atrás el combate que la Iglesia, como reino de Dios depositado en germen en el mundo, había tenido que sostener en su historia. Su promotor, Satán, consentido por Dios hasta ahora como «Príncipe de este mundo» (Joh_12:31), no tiene ya puesto alguno en el nuevo mundo de Dios; se ha ejecutado el juicio sobre él y sus adeptos. Dios, el «Todopoderoso, el que es y el que era», ha venido -por eso falta el tercer miembro, «el que ha de venir» (d. 1,8; 4,8)- y ha saldado las cuentas con toda la corrupción de su creación; las consideraciones que durante tanto tiempo había mostrado con ellos -signo de su absoluta superioridad y poder- habían sido con demasiada frecuencia piedra de escándalo para sus fieles y habían impuesto no pocas pruebas a su fe; ellos las han superado y ahora son recompensados muy por encima de sus méritos.

19a Y se abrió el santuario de Dios que está en el cielo, y apareció el arca le su alianza en su santuario.

Después que en el cántico de los ancianos sólo había oído Juan de la recompensa de los justos, ahora, al final, en una visión simbólica, se le muestra su morada actual y con ella la meta final bienaventurada de todo lo que existe. Ante sus ojos se abre el cielo, representado en la imagen del templo de Jerusalén, en el que en otro tiempo había estado Yahveh presente en la tierra en medio de su pueblo elegido. Juan puede penetrar con su mirada hasta el lugar santísimo, donde divisa el arca de la alianza, lugar de la presencia de Dios en el santuario de Israel. En esta arca se conservaron el documento y las prendas de la primera alianza pasajera, que según la intención de Dios debía ser modelo y preparación de la alianza nueva y eterna, con la cual se concluye la historia. La nueva alianza, la comunidad inmediata y sempiterna de Dios con su pueblo de la alianza, se ha hecho ahora realidad en su consumación bienaventurada. La descripción detallada de esta realidad insinuada aquí en cuanto a su núcleo esencial constituye el punto culminante y la conclusión de la profecía apocalíptica (21,1-22,5).

19b Y hubo relámpagos, voces, truenos, terremoto y una gran granizada.

Mientras que la presencia de Dios significa bienaventuranza para sus fieles, en cambio propaga el terror entre sus enemigos. Con signos precursores del juicio venidero (terremoto, tempestad) se vuelve a desviar la mirada del desenlace al comienzo de la fase final, que se ha iniciado con el último toque de trompeta.

Lo que el himno de los ancianos presuponía como ya acaecido, se describe a continuación en su desarrollo detallado. El contenido de la visión de la séptima trompeta está constituido por vaticinios «sobre pueblos, naciones, lenguas y reyes» (10,11) en el remate de la historia del mundo; aquí se hace la descripción del tercer «¡ay!», para la cual se había conferido a Juan una habilitación y vocación especial (10,8-11). Tras la notificación de la victoria, que se había anticipado con el objeto de fortalecer en la confianza de fe y de animar en vista de los estremecedores acontecimientos que tendrían lugar en el punto culminante del enfrentamiento entre la soberanía de Dios y el reino de Satán, puede ahora describirse el último asalto de los poderes contrarios a Dios (13,1-18), ponerse ante los ojos el tremendo juicio sobre ellos y sus adeptos en las diferentes etapas de su transcurso (14,1-20,10) y hacerse una pintura del juicio final (20,11-15); para concluir se presenta con vivos colores la consumación final, representada como ya realizada en el mensaje de victoria del cielo (11,15-18), con una descripción detallada de la nueva creación (21,1-22,5).



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 11.

Misión de los dos testigos, 11:1-13.
El episodio de los dos Testigos es uno de los más misteriosos del Apocalipsis. Sin embargo, si examinamos atentamente nuestro texto, veremos que San Juan ha querido contraponer el resultado de la actividad de los dos Testigos a las calamidades del azote precedente. Se trata simplemente de la antítesis periódica que el autor sagrado suele colocar después del sexto momento de los septenarios. El procedimiento es semejante al del sexto sello, en donde el vidente de Patmos oponía la postración de los impíos heridos por grandes calamidades 1 a la seguridad y triunfo de los 144.000 y de la gran multitud que afluía continuamente al cielo2. La plaga desencadenada al toque de la sexta trompeta había llevado al colmo de la desesperación a los infieles, porque había hecho desaparecer un tercio de la humanidad. No obstante, esta justicia vengativa no había logrado convertir a los paganos 3. Aquí, en cambio, San Juan contempla la solicitud providencial de Dios sobre su Iglesia, simbolizada por los dos Testigos. El la protege continuamente y la conduce al triunfo a través de luchas y dolores. Este asombroso espectáculo de la Providencia divina produce sobre los enemigos de la Iglesia un efecto que no habían logrado conseguir las calamidades precedentes: les hace abrir los ojos y dar gloria a Dios 4. El alcance del oráculo del capítulo n no ha de ser restringido hasta ver en él únicamente una predicción de la suerte de Jerusalén y de los judíos. Así lo piensan algunos autores, que creen encontrar aquí un documento judío adaptado por San Juan a su finalidad teológica. Las razones en que se apoyan son diversas. El templo de Dios es el de la ciudad de Jerusalén histórica, y no el templo celeste como en el resto del Apocalipsis. Jerusalén es llamada la gran ciudad, expresión que en otros lugares del Apocalipsis designa a Roma5. También es llamada Jerusalén la ciudad santa, que en otras partes se refiere a la Jerusalén celestial6. Los habitantes de la tierra son los que habitan en Palestina, y no los moradores de todo el mundo, como de ordinario se dice en el Apocalipsis. Es posible que la toma de Jerusalén por los romanos en el año 70 haya proporcionado a San Juan los elementos para componer la escena. Pero ha de ser interpretada en un sentido espiritual y como aludiendo a un hecho universal7. El templo de Jerusalén es el símbolo de la Iglesia, que será perseguida por los gentiles, es decir, por el Imperio romano y por todos los demás pueblos paganos. Mas la Iglesia será preservada de todos los males futuros, que, si en algo la pueden tocar, será únicamente en su aspecto exterior.

1 Fueme dada una caña] semejante a una vara, diciendo: Levántate y mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él. 2 El atrio exterior del templo déjalo fuera y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. 3 Mandaré a mis dos testigos para que profeticen, durante mil doscientos sesenta días, vestidos de saco. 4 Estos son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Señor de la tierra. 5 Si alguno quisiere hacerles daño, saldrá fuego de su boca, que devorará a sus enemigos. Todo el que quisiera dañarlos morirá. 6 Ellos tienen poder de cerrar el cielo para que la lluvia no caiga los días de su ministerio profético y tienen poder sobre las aguas para tornarlas en sangre, y para herir la tierra con todo género de plagas cuantas veces quisieren. 7 Cuando hubieren acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, y los vencerá y les quitará la vida. 8 Su cuerpo yacerá en la plaza de la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, donde su Señor fue crucificado. 9 Los pueblos, las tribus, las lenguas y las naciones verán sus cuerpos durante tres días y medio y no permitirán que sus cuerpos sean puestos en el sepulcro. 10 Los moradores de la tierra se alegrarán a causa de ellos, y se regocijarán, y mutuamente se mandarán regalos, porque estos dos profetas eran el tormento de los moradores de la tierra. 11 Después de tres días y medio, un espíritu de vida que procede de Dios entró en ellos, y los hizo levantarse sobre sus pies, y un temor grande se apoderó de quienes los contemplaban. 12 Oí una gran voz del cielo que les decía: Subid acá. Subieron al cielo en una nube, y viéronlos subir sus enemigos. 13 En aquella hora se produjo un gran terremoto, y vino al suelo la décima parte de la ciudad, y perecieron en el terremoto hasta siete mil seres humanos, y los restantes quedaron llenos de espanto, y dieron gloria al Dios del cielo.

San Juan tiene una visión en la cual se le entrega una caña para medir. Y una voz, probablemente la de Cristo, le ordena medir el templo de Dios, el altar y a los que adoran en él (v.1). La acción simbólica prescrita al vidente es la misma que encontramos en el profeta Ezequiel 8. El profeta, que se encontraba en Babilonia, es trasladado en rapto a Jerusalén y ve a un ángel que medía el templo y la ciudad de Jerusalén en orden a su restauración. Isaías también anuncia que Edom será medido para reducirlo a la nada 9. Por donde se ve que medir puede significar la preservación o la destrucción. En nuestro texto del Apocalipsis se hace la medición en vista de una preservación de la destrucción 10. Es una acción de significado semejante a la de marcar a los siervos de Dios en sus frentes H. Aquí ya no se trata del templo celeste, ni del altar del cielo 12, sino del templo terrestre de Jerusalén, que representa a la Iglesia. San Juan mide simbólicamente a la Iglesia para su preservación. La acción de medir es equivalente al sellado preservativo de los 144.000. La parte del templo que es medida será preservada de la profanación. Las partes que mide Juan son el santuario, el altar de los holocaustos y el atrio en donde éste se hallaba, o sea toda la parte limitada por una barrera de piedra en donde se leía una inscripción, colocada en diversas partes de la barrera: Que ningún extraño (a la religión judía) entre en el interior de la barrera del cercado que rodea el santuario. El que sea sorprendido incurrirá por su propia culpa en la pena de muerte 13. El templo de Jerusalén, edificado por Heredes, tenía cuatro atrios con pórticos: el de los sacerdotes, el de los israelitas, el de las mujeres y el más exterior, que era el de los gentiles. San Juan recibe la orden de dejar sin medir el atrio exterior y la ciudad santa, es decir, Jerusalén, porque no serán preservados, sino entregados a los gentiles durante cuarenta y dos meses, o sea durante tres años y medio (v.2).
¿Qué significa este número de cuarenta y dos meses? La respuesta la daremos en seguida. Pero antes hemos de observar que esta cifra es barajada constantemente por el autor del Apocalipsis. La ciudad santa será profanada durante cuarenta y dos meses 14. Los dos Testigos profetizarán por un espacio de tiempo de mil doscientos sesenta días (v.3), ï sea durante cuarenta y dos meses. La Mujer del capítulo 12 se refugia en el desierto durante tres años y medio 15, es decir, un tiempo equivalente a cuarenta y dos meses. Esa misma Mujer, que representa a la Iglesia, será protegida por Dios en el desierto por un tiempo, dos tiempos y medio tiempo 16, o sea por tres años y medio o cuarenta y dos meses. La Bestia blasfemará contra Dios y los santos cuarenta y dos meses 17. El libro de Daniel es el que nos da la clave para entender el significado del número cuarenta y dos meses o de tres años y medio, o también de un tiempo, dos tiempos y medio tiempo. El profeta nos habla de la persecución de Antíoco IV Epífanes, el cual desencadenó una terrible persecución contra la religión judía, y profanó el templo de Jerusalén durante un tiempo, dos tiempos y medio tiempo 18, es decir, por un período de tres años y medio (desde junio del año 168 hasta diciembre del 165 a. C.). Desde entonces la cifra de tres años y medio se ha convertido en la duración tipo de toda persecución, de toda época de crisis. Por eso, San Lucas 19 y Santiago 20 se han servido de esta expresión tradicional para designar la duración de una sequía que, en realidad, sólo duró tres años 21. Esto significa que el número de tres años y medio sirve para simbolizar todo período de persecución contra la verdadera religión, durare lo que durare. Tres años y medio es un número imperfecto, pues constituye la mitad de una semana de años, o sea de siete años, que es el número de la perfección en el Apocalipsis. Indica, por consiguiente, que la persecución contra la Iglesia no llegará a destruirla, no alcanzará el objetivo que se proponían sus perseguidores 22.
Es muy posible que San Juan aluda a la profanación del templo de Jerusalén por las tropas romanas de Tito. Los zelotes habían convertido el templo en una fortaleza, en el cual resistieron desde el año 68 hasta el 70. Las legiones romanas lograron desalojarlos primeramente del atrio exterior, pero la resistencia de los zelotes fue terriblemente tenaz y encarnizada en los atrios interiores y en el santuario. Mucho antes, los romanos ya se habían apoderado de la ciudad santa de Jerusalén. Pero hemos de tener en cuenta que San Juan se sirve de estas imágenes de la Jerusalén terrestre para simbolizar la Iglesia y la persecución del Imperio romano contra ella. El templo y los adoradores preservados de la profanación significan la Iglesia, que, como institución eterna 23, será preservada de los asaltos de los perseguidores. Estos solamente podrán perseguirla y herirla en su estructura y en su aspecto exterior. Esto es lo que parecen significar los atrios hollados por las naciones. Que a su vez parece ser un eco de la profecía de Jesús sobre la destrucción de la ciudad santa de Jerusalén: Esta será hollada por los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. 24
Durante mil doscientos sesenta días, o sea por un lapso de tiempo de tres años y medio, el Señor enviará dos Testigos vestidos de saco, encargados de profetizar (í.3) y predicar la penitencia. Su actividad apostólica dura tres años y medio, es decir, cuarenta y dos meses, que es el tiempo que dura la profanación del atrio exterior hollado por las naciones. Van vestidos de saco, como los profetas del Antiguo Testamento, en señal de austeridad ante un mundo corrompido por el pecado. Su misión será, pues, una protesta continua contra la victoria aparente del mal 25. Y profetizan, es decir, predican, como ya lo habían hecho los profetas antiguos, la penitencia, con el fin de excitar a los pecadores al arrepentimiento.
Se ha discutido mucho, ya desde antiguo, sobre la personalidad de estos dos Testigos. Los autores antiguos y medievales han identificado en su mayoría estos dos Testigos con Elías y Henoc. Otra interpretación, propuesta por Tyconius 26 y seguida por Alcázar, Bossuet, Swete, Alio, etc., ve en esos dos Testigos fuerzas colectivas de la Iglesia. Los dos Testigos representan, por consiguiente, a la Iglesia en su misión de dar testimonio. Este testimonio está simbolizado por dos testigos, en parte tal vez por referencia a la ley del Deu_19:15 27, en parte también por correspondencia con la imagen de Zac_4:2-14. El testimonio de la Iglesia, dado por sus mártires y confesores, por la palabra y la vida de todos aquellos en los cuales vive y habla Cristo, constituye una profecía continua, que dura a través de los 1.260 días del triunfo del paganismo28. Los dos Testigos apocalípticos representarían, por lo tanto, a todos aquellos que, en las persecuciones desencadenadas en tiempo de San Juan, darían testimonio de Jesucristo y de su Evangelio. Designarían la actividad apostólica y profética de la Iglesia durante la persecución. Para otros autores, en cambio, los dos Testigos de Dios representan a Moisés y Elías. Moisés, el profeta legislador, y Elías, el profeta debelador de la idolatría. Pero estos personajes estarían aquí como símbolos, el uno de la Ley y el otro de los Profetas. Serían los mismos que aparecieron en la transfiguración hablando con el Señor 29. La historia nos da bien a conocer cuál fue la vida de estos testigos, y cuan dura la lucha que tuvieron que sostener por la causa de Dios 30. Sin duda que el autor sagrado presenta los dos Testigos con los rasgos de Moisés y Elías, como se ve por los v.5-6. Pero esto es tan sólo un artificio literario, que no impide que esos dos Testigos descritos con los rasgos de Moisés y Elías designen a la Iglesia en su misión de dar testimonio. Esta nos parece ser la hipótesis que tiene mayor probabilidad, por estar en perfecta armonía con la temática del Apocalipsis. Mariana y algunos otros autores ven en esos dos Testigos a San Pedro y a San Pablo 31.
Los dos Testigos, que encarnan la acción de la Iglesia en medio del mundo pagano, son descritos bajo la imagen de dos olivos y dos candeleros, que están delante del Señor (v./j.). Esta imagen ha sido tomada de Zac_4:11-14, en donde el profeta ve dos olivos que están al lado de un candelero y le suministran aceite. El candelero simboliza el templo de Jerusalén en construcción. Y los dos olivos son el sumo sacerdote Josué y el gobernador civil Zorobabel, que trabajaban unidos en la reconstrucción del templo y del pueblo de Dios. San Juan se sirve de esta visión de Zacarías para expresar realidades cristianas. Los dos olivos y los dos candeleros del Apocalipsis representan los intereses espirituales de la Iglesia. El Señor los ha armado de su poder para que puedan defenderse de sus enemigos y neutralizar los portentos del anticristo. Si alguien quisiera dañarlos, saldrá fuego de su boca, que consumirá a sus enemigos (v.s), como hizo Elías con los enviados del rey Ocozías 32. También Moisés hizo que se abriera la tierra para que se tragara a Coré, Datan y Abirón, y consiguió que bajara fuego del cielo para abrasar a los doscientos cincuenta hombres que habían ofrecido el incienso 33. En la literatura apocalíptica judía se presenta asimismo al Mesías lanzando fuego de su boca contra sus enemigos 34. Fuego hay que tomarlo aquí en sentido simbólico, como lo exige el contexto: significa el efecto producido por la predicación de la Iglesia. En el Antiguo Testamento se compara a veces la predicación ardiente de ciertos profetas con el fuego. Porque habéis dicho todo esto exclama Jeremías mis palabras serán en vuestra boca fuego, y este pueblo cual montón de leña. Y los abrasará 35. Y el libro del Eclesiástico, refiriéndose precisamente al profeta Elías, escribe: Como un fuego se levantó Elías; su palabra era ardiente como antorcha 36. La comparación se asemeja bastante a la de los dos Testigos, considerados por el autor del Apocalipsis como dos candeleros que con su palabra de fuego han de encender e iluminar al mundo 37.
El autor sagrado sigue aplicando a los dos Testigos datos tomados de Moisés y Elías. Como éste, tendrán poder para suspender la lluvia (v.6) y para hacerla caer 38. Aún más, tienen poder para convertir el agua en sangre, como Moisés en Egipto, cuando hizo desencadenarse la primera plaga 39, y para hacer venir sobre la tierra todas las plagas con que Moisés castigó al faraón hasta obtener la libertad de Israel. La acción bienhechora de los dos Testigos, lo mismo que la de Moisés y Elías, está ordenada al provecho del pueblo de Dios, del verdadero Israel. Ellos buscan con su predicación la manera más apropiada para defender a la Iglesia contra sus enemigos, que querían destruirla.
Los dos Testigos serán defendidos y protegidos por Dios hasta que logren llevar a feliz término su ministerio. Al fin, Dios permitirá que surja una Bestia del abismo, es decir, una potencia extranjera antirreligiosa, que los perseguirá, los vencerá y les quitará la vida (v.7). Sin embargo, su victoria será momentánea40, porque Dios les hará revivir y reinarán con El para siempre 41. La Bestia que aparece por anticipación, sin haber sido presentada, simboliza el Imperio romano, y, más en particular, tal vez al emperador Nerón42, figura del anticristo y de todos los perseguidores de la Iglesia. San Juan describirá más en concreto, en los capítulos que siguen, las intervenciones de esta Bestia en contra de la Iglesia de Cristo. La Bestia debía de ser conocida de los lectores del Apocalipsis, ya que el autor sagrado nos la presenta precedida del artículo. La ve subir del abismo, porque es el infierno el que la suscita, o también del mar, porque representa al Imperio romano, y para el vidente de Patmos el poder de Roma procedía del lado del mar, es decir, de occidente. La imagen de esta Bestia está tomada del profeta Daniel, el cual nos presenta los imperios de Oriente bajo la figura de diversas bestias 43. Sobre todo nos pinta con muy vivos colores aquella cuarta bestia, terrible, espantosa, sobremanera fuerte, con grandes dientes de hierro, que devoraba y trituraba, y las sobras las machacaba con los pies.44 Esta bestia es el imperio seléucida, del cual salió un cuerno que hacía la guerra a los santos y los vencía45. Este no es otro que Antíoco IV Epífanes, el gran perseguidor del pueblo judío, que profanó el templo dedicándolo a Júpiter Olímpico.
La Bestia del Apocalipsis, como el cuerno de la cuarta bestia de Daniel, hará la guerra a los dos Testigos, íos vencerá y les quitará la vida. Con esto parece querer indicar San Juan que las persecuciones desencadenadas por el Imperio romano contra los cristianos vencerán aparentemente durante algún tiempo a la Iglesia. Los dos Testigos muertos son el símbolo de los cristianos martirizados durante las violentas persecuciones de Nerón y Domiciano 46. La Bestia, después de matar a los dos Testigos, deja abandonados sus cadáveres para mayor escarnio en medio de la ciudad, para que sean pasto de los perros y de las aves. Esta ciudad es designada con los epítetos de gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, donde su Señor fue crucificado (v.8). Es muy probable que dicha ciudad sea Jerusalén47; la Jerusalén que mata a los profetas y que apedrea a los enviados del Señor48. Así parece indicarlo San Juan al afirmar que es la ciudad en la que su Señor fue crucificado. Se la designa despectivamente con los nombres de Sodoma, a causa de sus abominaciones y corrupción de costumbres, y de Egipto, por ser la ciudad perseguidora y opresora de la Iglesia. Estos dos nombres son tipo de una ciudad malvada49, que pueden ser aplicados a cualquier urbe. Jerusalén, que había sido la ciudad elegida por Dios para poner en ella su morada, se había convertido en la ciudad deicida. Era el símbolo de la oposición al cristianismo. Por los Hechos de los Apóstoles y otros escritos del Nuevo Testamento sabemos cómo de Jerusalén salían órdenes, delegaciones de judíos y predicadores de la sinagoga, con el propósito decidido de combatir y destruir a la Iglesia naciente.
Sin embargo, a nuestro parecer, Jerusalén es aquí una figura simbólica como lo son también el templo y los dos Testigos que representa la Roma imperial, la gran Sodoma corrompida por innumerables crímenes, tipo del mundo en donde triunfan las fuerzas del mal. Esto se ve claramente en las secciones siguientes, en donde Roma es el centro de la persecución contra la Iglesia50. ¿Por qué entonces el autor sagrado, si alude a Roma, no emplea el nombre cifrado de Babilonia para designarla? Porque las visiones de medición habían tenido por escenario Jerusalén. Porque para San Juan, Jerusalén era la gran apóstata; y porque la destrucción de la ciudad el año 70 d.C. se mantenía viva en su memoria.
Los cadáveres de los dos Testigos permanecen insepultos tres días y medio (v.6) en la plaza de la gran ciudad. Este lapso de tiempo simboliza la corta duración del triunfo aparente y efímero de la Bestia y de los pueblos paganos. La victoria durará justamente tantos días cuantos años duró la actividad victoriosa de los dos Testigos, es decir, que el triunfo será trescientas sesenta veces más breve que la duración de la misión de los dos Testigos. Con esto, San Juan quiere significar que el tiempo de ilusión de los que se figuran haber matado a la Iglesia es siempre muy corto.
Los dos Testigos muertos habían predicado no sólo al pueblo de Israel, sino también a las naciones todas, a las que anunciaban los juicios de Dios51. Por esto, los pueblos, las tribus, las lenguas y las naciones, es decir, el mundo infiel, se asocia a la obra de la Bestia, no permitiendo que los cadáveres de los dos Testigos sean sepultados. Todos estos moradores de la tierra expresión empleada por el Apocalipsis para designar a los enemigos de Dios y de su Iglesia se alegrarán de ver muertos a los que los molestaban con su palabra. Y, en señal de alegría, se dan mutuamente el parabién (v.10). Los dos Testigos los atormentaban reprendiendo sus vicios y amenazándoles con los terribles juicios de Dios. Sus palabras eran como dardos encendidos que herían su vida disoluta. Ahora, la muerte de los dos Testigos será causa de gran regocijo, y se mandarán presentes entre sí como señal de victoria y alegría. En la muerte de los dos Testigos ven una prueba de que las divinidades no aprobaban su obra. Algo parecido hicieron los sacerdotes y escribas judíos a los pies de la cruz en el Gólgota 52. La duración de esta ilusión es, sin embargo, muy corta: tres días y medio. Al cabo de estos tres días y medio, un espíritu de vida que procede de Dios entra en ellos y les devuelve la vida (v.11). Es decir, resucitaron por la virtud de Dios, y sus enemigos pudieron contemplar el milagro. Entonces, ante semejante prodigio, los que los veían sintieron un gran temor. Y creció todavía más este temor cuando oyeron una voz que de lo alto los llamaba, diciendo: Subid al cielo. Obedecieron y subieron al cielo en una nube ante la mirada atónita de sus enemigos (v.12). Era el triunfo total de los dos Testigos. El mundo les había hecho la guerra, pero el Señor, cuya causa representaban en la tierra, había salido en su defensa y les había dado la victoria. La resurrección de los dos Testigos está descrita con palabras tomadas del profeta Ezequiel53. Este ve un campo cubierto de huesos secos, que en virtud de la palabra de Dios, predicada por el profeta, reviven y resucitan. La resurrección de estos huesos es una imagen de la resurrección del pueblo judío, es decir, de su restauración después del destierro babilónico. Por otra parte, el relato de la resurrección y ascensión de los dos Testigos parece inspirarse en la ascensión de nuestro Señor 54, en la historia de Elías 55 y en la leyenda judía de Moisés. Según Josefo Flavio 56, Moisés habría sido llevado al cielo en una nube desde las cercanías de Jericó 57. Los dos Testigos, que representan la Iglesia cristiana perseguida, vuelven como a encarnar a esos dos grandes personajes del Antiguo Testamento, que también habían tenido que sufrir por la causa de Dios. El triunfo de los dos Testigos coincide con la resurrección de los mártires, después de los tres años y medio de persecución 58. Simboliza la victoria de la Iglesia después de la persecución sufrida; e incluso podemos afirmar que simboliza el triunfo de la Iglesia después de cualquier persecución, porque, como decía Tertuliano, sanguis martyrum semen christianorum. Toda resurrección de la Iglesia, toda nueva manifestación suya exterior, ha debido de sorprender y atemorizar al mundo pagano59.
Los v.11 y 12 forman como un paralelo implícito con el milenio y ayudan a comprenderlo mejor.
El v.13 es digno de ser notado. El triunfo de los dos Testigos va acompañado de un grave terremoto en la ciudad, que destruye la décima parte de ella y mata hasta siete mil seres humanos. Estas cifras son simbólicas, para significar que un gran número de personas de todas las clases sociales perecieron, en castigo por no haberse aprovechado del mensaje de los dos Testigos. El castigo, relativamente moderado si lo comparamos con los precedentes, manifiesta la bondad y la misericordia del Señor, que da tiempo a los restantes para convertirse. Los evangelistas también nos hablan de un temblor de tierra que tuvo lugar a la muerte de Jesús 60. Y en los profetas, las conmociones cósmicas suelen acompañar a los juicios divinos sobre Israel o sobre las demás naciones61. El castigo divino del que nos habla el autor del Apocalipsis produjo en las personas que no perecieron en la catástrofe gran espanto. Y este terror fue el que les condujo al arrepentimiento y a la conversión. En efecto, los que se libran del castigo dan gloria al Dios del cielo, es decir, que se convierten al monoteísmo, a la religión del verdadero Dios. La actitud de estos convertidos nos recuerda al pueblo que bajaba del Calvario hiriéndose el pecho y reconociendo su pecado después de haber contemplado el temblor de tierra y la muerte de Cristo 62.



La séptima trompeta: establecimiento del reino de Dios,Zac_11:14-19.
14 El segundo ¡ay! ha pasado; he aquí que llega el tercer ¡ay! 15 El séptimo ángel tocó la trompeta, y oyéronse en el cielo grandes voces, que decían: Ya llegó el reino de nuestro Dios y de su Cristo sobre el mundo y remará por los siglos de los siglos.16 Los veinticuatro ancianos, que estaban sentados delante del trono de Dios, cayeron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: 17 Dárnoste gracias, Señor, Dios todopoderoso, el que es, el que era, porque has cobrado tu gran poder y entrado en posesión de tu reino. 18 Las naciones se habían enfurecido, pero llegó tu ira, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y destruir a los que destruían la tierra. 19 Se abrió el templo de Dios, que está en el cielo, y dejóse ver el arca del testamento en su templo, y hubo relámpagos, y voces, y rayos, y un temblor y granizo fuerte.

El segundo ¡ay! termina con la conversión de aquellos que habían sido librados del castigo, aunque propiamente sería mejor decir que el segundo ¡ay! es aquel que ha sido descrito en Rev_9:13-19. San Juan anuncia a continuación que el tercer ¡ay! está a punto de llegar (v.14). Este corresponde a la séptima trompeta. Y tendrá su realización en la caída de Babilonia (Roma), narrada en el capítulo 17. Como la apertura del séptimo sello había sido la señal de la ejecución de los decretos divinos, así también el toque de la séptima trompeta traerá consigo la consumación. Esta se llevará a cabo durante el toque de la séptima trompeta; y comprenderá todo el período final, que será bastante largo. Durante este período se realizará el misterio de Dios y se manifestará su soberanía efectiva.
San Juan, al percibir el sonido de la séptima trompeta, oyó decir en el cielo que todo había terminado. El vidente de Patmos, cuando habla de hechos cuya realización no ha tenido lugar en su tiempo, sino que se realizarán en el futuro, no los suele contemplar con sus ojos. Los conoce únicamente por haberlos oído. Los V.14-IQ son considerados por la mayoría de los autores como un intermedio y una anticipación a la descripción de la consumación anunciada por la séptima trompeta.
Al llegar la vez al séptimo ángel, éste toca la trompeta y se oyen en el cielo grandes voces (v.15). Estas grandes voces contrastan con el silencio impresionante que había seguido a la apertura del séptimo sello63. Estas voces tal vez sean las de los cuatro vivientes, que sostenían el trono de Dios ^4, ya que se hace mención de los veinticuatro ancianos, que suelen aparecer en unión con ellos. Esto se comprende todavía mejor si tenemos en cuenta que, a pesar del carácter flotante de las visiones, el fondo de la escena es siempre el mismo desde el capítulo 4 65. Las grandes voces que se oyeron en el cielo decían: Ya llegó el reino de nuestro Dios y de su Cristo sobre el mundo y reinará por los siglos de los siglos (v.15). Esta expresión no significa que el reino de Dios y de Jesucristo vaya a empezar, sino que ya consiguió su fin: ha logrado establecerse ya para siempre. El futuro reinara (âáóéëåýóåé) no puede significar aquí otra cosa que la continuación eterna de un reino, ya inaugurado, en toda su perfección y esplendor. Cristo había inaugurado este reino con su venida al mundo. Y ahora, aunque incipiente, se consolidará firmemente con el triunfo sobre los poderes de este mundo, representados por la Roma pagana y perseguidora. En adelante nadie podrá detener su expansión arrolladora. Y Dios reinará en su Iglesia por siempre jamás.
El anuncio del reino del Señor y de su Cristo, que aquí llevan a cabo las voces de los cuatro vivientes, nos introduce en el corazón de la segunda parte del Apocalipsis. Al llegar este momento del anuncio tan deseado en los cielos y en la tierra, los veinticuatro ancianos se postran, como en la entronización del Cordero, y adoran al Señor todopoderoso (v.16), dándole gracias por haber recobrado su poder y entrado en posesión de su reino (v.17). Por derecho natural, todo el universo y cuantos lo habitan, sin excluir los hombres, están bajo el poder soberano de Dios. Por algún tiempo Dios había permitido la rebeldía de los hombres, los cuales, en vez de reconocer a Dios como a su Señor y Hacedor, rendían culto a las obras mismas de Dios, trasladando a ellas los atributos divinos. Los ancianos dan por terminado todo esto. Dios ha recobrado su gran poder y ha entrado en posesión del reino que le tenían usurpado. Esta es la causa de que los veinticuatro ancianos entonen un himno de alabanza en el que cantan la intervención de Dios en el mundo con el fin de hacer triunfar definitivamente a su Iglesia. Dan gracias a Dios por esta suprema manifestación de su amor, de su gloria, y también de su justicia. En la fórmula el que es, el que era, se omite la frase complementaria í el que vendrá 66, porque el reino de Dios ya está presente, o porque para el autor sagrado es tan cierto su establecimiento que lo da ya por realizado. Es lo que anunciaba el ángel del capítulo 10:7 acerca de la consumación del misterio de Dios. Se considera como realizado todo el contenido del libro de los siete sellos67.
El himno de los veinticuatro ancianos no sólo canta el poder y la gloria de Dios, sino también su justicia, manifestada en contra de las naciones paganas. En el salmo 2, el mundo rebelde se levanta contra Yahvé y contra su Cristo. Pero Yahvé se ríe de estas bravatas de los pobres mortales, y, usando de su autoridad soberana, entroniza a su Hijo en Sión, dándole por heredad los confines todos de la tierra. El Apocalipsis también nos recuerda que las naciones se habían enfurecido contra la soberanía del Señor (v.18). Pero inmediatamente añade que llegó el tiempo de la ira justiciera de Dios contra ellas y el momento de devolverles lo merecido por las persecuciones desencadenadas contra la Iglesia y sus miembros. Por otra parte, es ya también hora de que sean juzgados los muertos, de que se dé la recompensa merecida a los profetas o predicadores del Evangelio, que tanto han trabajado por la causa de Dios, de que se premie a los santos que han muerto por Cristo, y a los que temen al Señor, sean pequeños o grandes. Los que temen al Señor son los que reverencian su nombre y observan sus mandamientos. De esta manera Dios cumplirá la justicia que le pedían las almas de los mártires 68. Y deshará a los que destruían la tierra santa, es decir, su Iglesia.
El autor sagrado parece aludir aquí a una lucha entablada entre la Iglesia y los enemigos de ella. Y, en efecto, en los capítulos 17-18, San Juan describirá el castigo de la Gran Prostituta (Roma), que corrompía la tierra. Después hablará del exterminio de los gentiles 69 y de su juicio70. Todos estos sucesos son preanunciados en el v.18 del capítulo 11. Los vencedores en esta lucha están divididos en tres categorías: los profetas, que tuvieron gran importancia en la Iglesia primitiva; los santos, es decir, aquellos que sufrieron por el nombre de Jesús 71, y todos los que temen el nombre del Señor.
San Juan no alude en este pasaje al juicio final. Es muy posible que, siguiendo el ejemplo de los profetas, anuncie el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra, con un juicio previo contra aquellos que antes le hacían la guerra72. En este juicio recibirán su premio todos aquellos que, en los tiempos pasados, fueron fieles a Dios y defendieron su causa, aun a costa de su sangre. La muerte de Cristo les abrió las puertas de la gloria. Con la implantación del reino de Dios en la tierra y con la perspectiva del triunfo de la Iglesia se termina esta sección profética del Apocalipsis. Los cristianos perseguidos han de regocijarse porque la victoria ya está al alcance de la mano.
La esperanza de triunfo de los fieles es corroborada por la apertura del templo de Dios, que está en el cielo, dejándose así ver el arca de la alianza (v.19). En adelante, Dios no estará separado de su pueblo, como sucedía en el Antiguo Testamento. Todos serán admitidos al santo de los santos del santuario celeste. De este modo se inaugura la vida de plena intimidad de los elegidos con Dios en el cielo. Esta es la nueva fase de triunfo inaugurada con la apertura del templo de Dios. El vidente de Patmos contempla en el cielo un templo semejante al que él había visto en Jerusalén, con su respectiva arca de la alianza. El arca de la alianza había sido el símbolo por excelencia de la presencia de Dios en medio de su pueblo y de la alianza entre Yahvé e Israel. También en el Apocalipsis el arca será el símbolo de la nueva alianza entre Dios y el nuevo Israel. Porque el arca es la imagen del Verbo de Dios, que se hizo carne y habitó entre nosotros.73 Según la tradición judía 74, el arca de la alianza volvería a aparecer cuando se restableciese el reino de Dios. El arca de la nueva alianza será prenda de una más estrecha vinculación de los fieles con Dios y de protección divina sobre su Iglesia.
Los relámpagos, rayos, temblores, granizo y voces son como las salvas con que la naturaleza saluda a su Señor al aparecer sobre la tierra para castigar a los enemigos de su Iglesia. Los signos que acompañan su aparición son semejantes a los que acompañaron la alianza del Sinaí. Las perturbaciones atmosféricas suelen acompañar a los momentos solemnes de alguna intervención de Dios en la historia, como si la tierra se hiciese eco de ella. El septenario de las trompetas termina como el septenario de los sellos 75, y, como sucederá con el septenario de las copas 76, con un terrible fragor de relámpagos, rayos, voces, granizo y temblores.
El v.19 forma como una transición entre la primera sección profética del Apocalipsis y la segunda. Y trata de explicar de qué manera se cumplió lo que se anuncia como la consumación del misterio de Dios y la llegada de su reino.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



(2') El Templo y los dos testigos (11,1-13).
Como el cap. 10, este pasaje es una inserción en la serie de las trompetas. No se sigue lógica(-)mente del cap. 10, sino que es simplemente co(-)locado tras éste como pasaje paralelo. 11,1-13 no forma una unidad, sino que es una combi(-)nación de dos elementos tradicionales original(-)mente independientes, w. 1-2 y 3-13. Como di(-)jimos anteriormente, el cap. 10 introduce formalmente los caps. 12-22. 11,1-13 nos pre(-)para para estos capítulos introduciendo dos motivos clave: el límite temporal fijado para el período de las desgracias escatológicas (w. 2 y 3) y la bestia que asciende desde el abismo (v. 7). 1. una vara de medir, semejante a un bastón:11,1-13, probablemente, no pretende presentar el contenido del rollo pequeño (véase 10,2), porque se presenta con su propia acción sim(-)bólica (R. Bultmann, TLZ, 52 [1927] 505-12). El significado de la medida aparece en el v. 2. 2. no midas: El patio de los gentiles del Templo no debe medirse porque a ellos se les permite pi(-)sar la ciudad santa; lo que sugiere que la medi(-)ción del mismo templo, del altar, y de quienes allí dan culto, significa que son preservados del acceso de los gentiles. Esta profecía se originó probablemente durante la guerra judía, cuando los rebeldes ocupaban el Templo y los romanos habían llegado hasta los muros del exterior del Templo. Josefo comenta que ciertos profetas anunciaban que Dios vendría inmediatamente en auxilio de los rebeldes y los liberaría de aquella situación terrible Bell. VI, 5,2 § 283-86); véase Yarbro Collins, Crisis [? 6supra] 64-669). Cuando la profecía no se cumplía literal(-)mente, se mantenía dándole una interpretación espiritual (alegórica). Juan, probablemente, reinterpretó la oposición exterior/interior del oráculo en términos de terrestre/celestial: el Templo terrestre ha sido destruido, pero su ti(-)po celestial perdura; hacia éste es al que dirigen su mirada quienes -dan culto auténtico a Dios. Cuarenta y dos meses: En el pasaje al que se alu(-)de en 10,2-6, el ángel dice al visionario que to(-)das estas cosas se cumplirían en «un tiempo, dos tiempos, y medio tiempo» (Dn 12,7). Un «tiempo» es, al parecer, un año (véase Dn 7,25; 8,14; 9,27; 12,11-12). 42 meses equivalen a los tres años y medio de Dn 12,7. En el Ap se refie(-)re al período de las desgracias escatológicas. Dado que es muy difícil relacionarlo con los acontecimientos históricos a los que se alude en el Apocalipsis, lo mejor es no entenderlo li(-)teralmente. 3. Será entonces cuando haga que mis dos testigos profeticen: Este versículo fue probablemente compuesto por Juan para unir las tradiciones antiguas independientes, ahora incorporadas en los w. 1-2, con 4-13. Hay indi(-)cios de que en 4-13 fue utilizada una fuente es(-)crita (Yarbro Collins, Combat Myth [? 15 supra] 195, n. 60). El término «testigo» se aplica también a Jesús (1,5; 3,14), a Antipas (2,13) y a otros que murieron por dar testimonio (17,6). En el Ap aún no era técnico el término (es de(-)cir, con el sentido de «mártir»); lo adquirirá ha(-)cia mediados del s. II (MartPol 2,2; 17,3; cf. N. Borx, Zeuge und Mdrtyrer [Múnich 1961]). mil doscientos sesenta días: Equivalente a los 42 meses del v. 2. 4. los dos olivos y los dos cande(-)labros: cf. Zac 4,12-14. 5. Fuego: cf. 2 Re 1,9-12; Eclo 48,3. La acción de los testigos recuerda a Elías (1 Re 17-18). 6. para que no llueva: Otra alusión a Elías (1 Re 17-18). con toda clase de plagas: Alusión a Moisés (Éx 7-11). 7. la bestia que sube del abismo: La imagen recuerda la quinta trompeta (9,1-11), pero aquí se refiere al adversario escatológico. 8-12. Es probable que el significado de los testigos fuera el de agentes escatológicos de Dios que entrarían en acción en el inminente futuro. Es significativo que el modelo de vida, muerte y vida futura de los tes(-)tigos recapitule el de Jesucristo, y exprese, de forma extraordinaria y pública, el destino que esperaba al autor y sus destinatarios. Indepen(-)dientemente de las referencias pretendidas, la función paradigmática del relato es clara.
42 (d) La séptima trompeta (11,15-19). Como la serie de los siete sellos, las siete trom(-)petas describen las aflicciones escatológicas, el juicio y la salvación en su totalidad. El tema de la persecución (aflicciones) aparece en la vi(-)sión que introduce las trompetas (8,3-5), me(-)diante la alusión a la visión de las almas bajo el altar (6,9-11). El juicio y la salvación definitiva se describen en la visión que sigue a la séptima trompeta. 15. el dominio del mundo: A la luz de I, 5, podríamos decir que el v. 15 describe lo que es ya una realidad presente para Juan. 12,12, sin embargo, indica que, para Juan, el presente está caracterizado por el dominio de Satanás sobre la tierra. Lo que sugiere que II, 15-17 describe lo que para Juan es el futuro escatológico. 18. se encolerizaron las naciones: Parece implicarse aquí el maltrato contra los justos, y, por tanto, las aflicciones escatológi(-)cas. ha llegado tu ira: El castigo divino definiti(-)vo de los malvados. El tiempo de juzgar a los muertos: Clara referencia al juicio general, que, probablemente, implica una resurrección tam(-)bién general. Premiar: El juicio es bendición (salvación) para el justo. Destruir: El juicio conlleva el castigo del malvado. Como en el clí(-)max de los sellos, la solución escatológica es aclamada por los seres celestiales (compárese 11,15 con 7,10-12). 19. se abrió entonces en el cielo el templo de Dios y dentro de él apareció el arca de su alianza: La apertura del santo de los santos expresa, en este contexto, una reve(-)lación extraordinaria de Dios, relámpagos... truenos y temblores de tierra: Típicas manifesta(-)ciones cósmicas de la automanifestación o teofanía de Dios (J. Jeremías, Theophanie [Neukirchen 1977]; L. Hartman, Prophecy Interpreted [ConBNT 1, Lund 1966]).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La profecía de los dos testigos. Aquí están envueltos principios de interpretación similares a los de los vv. 1, 2. El AT se cierra con una profecía del regreso de Elías para ministrar al fin de la era (Mal. 4:5, 6). El gran maestro rabínico Johanan ben Zakkai, contemporáneo del Juan que escribió el Apoc., declaró que Dios dijo a Moisés: Si mando al profeta Elías, ambos debéis ir juntos. Esa identificación se adecua a la descripción de los testigos descriptos en los vv. 5, 6. ¿Es que Juan quiere que entendamos que Moisés y Elías han de volver y cumplir el ministerio descripto en este pasaje? No, hay indicaciones de que, como en los vv. 1, 2, la visión debe interpretarse simbólicamente. En el v. 4 Juan presenta a los profetas testificadores en los términos de Zac. 4; allí los dos olivos representan al sumo sacerdote Josué y Zorobabel el gobernador, y el candelero es Israel. El candelero único se convierte en dos para adecuarse a los dos árboles y ellos retratan la iglesia en su capacidad profética. El candelero ya ha llegado a ser séptuplo para representar a las siete iglesias del Asia romana (1:12; 2:1); era una simple transición para hacer que se conviertan en dos y así adecuarse a los dos profetas. Así también, cuando en el v. 7 se afirma que la bestia ataca (mejor hace guerra a, como BJ y BA) a los dos testigos y los mata, y que la gente de los pueblos y de las razas y de las lenguas y de las naciones miran sus cadáveres y celebran el hecho mandándose regalos entre sí (9, 10), es evidente que un cuadro original de dos profetas martirizados en Jerusalén ha llegado a ser un símbolo de un esfuerzo mundial para aplastar la iglesia de Dios. Sin embargo, la celebración es prematura (11, 12).

3 Los testigos visten cilicio porque su mensaje es de juicio, llamando al arrepentimiento, y por lo tanto es paralelo a 14:6, 7.

5, 6 El extraordinario poder de la iglesia que testifica es planteado en términos que recuerdan a Elías y Moisés. El fuego destructor recuerda 2 Rey. 1:10, 11; la capacidad de evitar que caiga lluvia a 1 Rey. 17:1; la transformación de agua en sangre y la agresión a la tierra con toda plaga a Exo. 7:12.

7 Aquí está la primera mención en el Apoc. de la bestia que sube del abismo. Se habla de ella como de algo bien conocido, pero las descripciones más completas sobre ella aparecen en los caps. 13 y 17. Nótese la similitud del lenguaje en 13:7 al describir la guerra de la bestia contra la iglesia. En cuanto al abismo ver sobre 9:1.8 La gran ciudad originalmente indicaba a Jerusalén (cf. vv. 1, 2 y la cláusula final de esta frase), pero ha llegado a significar lo que Juan Bunyan llamó Feria de las Vanidades. A lo largo del resto del libro la frase se usa refiriéndose a la ciudad ramera de Roma (16:19; 17:18; 18:10-24). En un notable giro literario, Juan identifica a Jerusalén con Sodoma, Egipto, la ciudad del anticristo y el mundo que rechazó y mató al Hijo de Dios.

9, 10 Los judíos y los gentiles se combinan para celebrar su aparente victoria sobre la iglesia. La negativa de permitir el entierro de un cadáver significa la mayor vergüenza a la cual se puede sujetar una persona (ver Sal. 79:3). 11 La iglesia es sometida por sus enemigos por tres días y medio, un juego de palabras deliberado sobre los tres años y medio de la tribulación; sin embargo, ése es también tiempo del poderoso ministerio de los testigos. En comparación con la victoria del anticristo, no es victoria alguna. La declaración de que un aliento de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies cita Eze. 37:10, que se refiere al avivamiento espiritual de la nación israelita. Por lo tanto, la resurrección se debe ver como algo que significa un despertar tan grande que llenará al mundo de asombro; pero teniendo en cuenta la enseñanza apostólica sobre la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos (1 Cor. 15:51, 52; 1 Tes. 4:14-18) es más probable que se refiera a la primera resurrección (20:5). Junto con el grave terremoto del v. 13 cf. 6:12 y 16:18, implicando ambas cosas la llegada del fin antes de la revelación del reino. 13 El número 7.000 indica adecuadamente un décimo de la población de Jerusalén en el primer siglo a. de J.C. Al hacer que la ciudad represente la ciudad mundial, Juan no tiene necesidad de alterar su imagen porque 7.000 puede ser interpretado como que significa cualquier número grande. El hecho de que los sobrevivientes dieron gloria al Dios del cielo indica que estos hechos evocan el arrepentimiento de parte del populacho que lo había hecho hasta entonces (cf. Jos. 7:19).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XI.

[The two witnesses.]

3 The two witnesses Prophesie. 6 They haue power to shut heauen, that it raine not. 7 The beast shall fight against them, and kill them. 8 They lie vnburied, 11 and after three dayes and a halfe rise againe. 14 The second woe is past. 15 The seuenth trumpet soundeth.
1 And there was giuen me a reede like vnto a rod, and the Angel stood, saying, Rise, and measure the Temple of God, and the Altar, and them that worship therein.
2 But the Court which is without the Temple [ Greek: cast out.] leaue out, and measure it not: for it is giuen vnto the Gentiles, and the holy citie shall they tread vnder foote fourty and two moneths.
3 And [ Or, I will giue vnto my two witnesses that they may prophesie.] I will giue power vnto my two witnesses, and they shall prophesie a thousand two hundred and threescore dayes clothed in sackcloth.
4 These are the [ Zec_4:3 ; Zec_11:14 .] two oliue trees, and the two candlestickes, standing before the God of the earth.
5 And if any man will hurt them, fire proceedeth out of their mouth, and deuoureth their enemies: and if any man will hurt them, hee must in this maner be killed.
6 These haue power to shut heauen, that it raine not in the dayes of their prophesie: and haue power ouer waters to turne them to blood, and to smite the earth with all plagues, as often as they will.
7 And when they shall haue finished their testimonie, the beast that ascendeth out of the bottomlesse pit, shall make warre against them, and shall ouercome them, and kill them.
8 And their dead bodies shall lie in the street of the great citie, which spiritually is called Sodome and Egypt, where also our Lord was crucified.
9 And they of the people, and kinreds, and tongues, and nations, shal see their dead bodies three dayes and an halfe, and shall not suffer their dead bodies to be put in graues.
10 And they that dwell vpon the earth shall reioyce ouer them, and make merry, and shall send gifts one to another, because these two Prophets tormented them that dwelt on the earth.
11 And after three dayes and an halfe the Spirit of life from God, entred into

[An earthquake.]

them: and they stood vpon their feete, and great feare fell vpon them which saw them.
12 And they heard a great voyce from heauen, saying vnto them, Come vp hither. And they ascended vp to heauen in a cloud, and their enemies beheld them.
13 And the same houre was there a great earthquake, and the tenth part of the city fell, and in the earthquake were slaine [ Gr names of men.] of men seuen thousand: and the remnant were affrighted, and gaue glory to the God of heauen.
14 The second woe is past, and behold, the third woe commeth quickly.
15 And the seuenth Angel sounded, and there were great voyces in heauen, saying, The kingdomes of this world are become the kingdomes of our Lord, and of his Christ, and he shall reigne for euer and euer.
16 And the foure and twentie Elders which sate before God on their seates, fell vpon their faces, and worshipped God,
17 Saying, Wee giue thee thankes, O Lord God Almightie, which art, and wast, and art to come; because thou hast taken to thee thy great power, and hast reigned.
18 And the nations were angry, and thy wrath is come, and the time of the dead that they should bee iudged, and that thou shouldest giue reward vnto thy seruants the Prophets, and to the Saints, & them that feare thy Name, small and great, and shouldest destroy them which [ Or, corrupt.] destroy the earth.
19 And the Temple of God was opened in heauen, and there was seene in his Temple the Arke of his Testament, and there were lightnings, and voyces, and thundrings, and an earthquake, and great haile.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. Alusión a Dan_7:25; Dan_12:7. Los "cuarenta y dos meses" corresponden a los tres años y medio que duró la persecución de Antíoco IV Epífanes contra el pueblo de Israel (168-165 a. C.). A partir de Daniel, este período es presentado como la duración típica de toda persecución.

3. "Dos testigos": es posible que se trate de los Apóstoles Pedro y Pablo.

4. Zac_4:3, Zac_4:11, Zac_4:14.

6. Alusión a los relatos de Moisés y de Elías. Ver Exo_7:17-20; 1Re_17:1.

7. Dan_7:21. La "Bestia" es una personificación del Imperio Romano que perseguía a los cristianos, y se la presenta con más detalles en el cap. 13.

8. "Sodoma y Egipto" son figuras de los poderes hostiles a Dios.

11. Eze_37:5, Eze_37:10.

13. El número "siete mil" simboliza a las personas de todas las categorías sociales.

18. Sal_2:1; Amo_3:7; Sal_115:13.

19. En el Templo de Salomón, "el Arca de la Alianza" era el signo de la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Estos versículos contienen la profecía del vidente que ha comido el pequeño libro.

Se refieren a la tribulación de la Iglesia, como preámbulo de los acontecimientos finales: los que seguirán a la séptima y última trompeta (11,15 ss.). La Iglesia está simbolizada en el Santuario y en el altar de Jerusalén, a los que Dios protege. El resto de la ciudad es la humanidad que no pertenece a la Iglesia y ante la que ésta da testimonio hasta sufrir martirio. Los dos testigos simbolizan el testimonio de la Iglesia. La tribulación la causan en último término las fuerzas del mal, es decir, la bestia, figura del Anticristo, que hace su aparición en la Ciudad Santa (v. 7).

Durante un tiempo determinado -el tiempo de la historia simbolizado por los cuarenta y dos meses, los mil doscientos sesenta días o los tres días y medio- hay momentos en los que prevalecen las fuerzas adversas que llevan a muchos a la prevaricación.

Simultáneamente, aparecen los testigos del verdadero Dios, que predican penitencia (vv. 3-6), y por eso son martirizados con gran regocijo de sus adversarios (vv. 7-10). Pero Dios interviene en favor de esos mártires, subiéndolos al Cielo y diezmando de muerte a sus enemigos; por temor, los supervivientes reconocen a Dios (vv. 11-13).


La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Los dos testigos. La medida del templo es señal de la protección divina de la que goza el lugar santo (Ez 40-43; Zac_2:5-9). Los dos testigos tienen los rasgos de varias figuras bíblicas: como Moisés cambian el agua en sangre (Éxo_7:14-25); como Elías hacen bajar fuego del cielo (2Re_1:9-16); como Zorobabel y Josué (Zac 4) son dos testigos y ungidos que representan la misión sacerdotal y regia de la Iglesia; como Elías y Enoc, son dos personajes que se creía que habían ascendido al cielo sin morir, por lo que se esperaba que volverían al final de los tiempos y sufrirían la muerte. Hay quienes ven en los dos testigos una referencia a los apóstoles Pedro y Pablo, cuya predicación había resonado por todo el imperio, los cuales habían compartido ya la muerte y el triunfo de Cristo.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_8:13; Apo_9:12

NOTAS

11:14 Se reanuda la descripción interrumpida en Apo_9:21. El Segundo ¡Ay! ha sido descrito en Apo_9:15-19. El tercero será la caída de Babilonia (Roma), descrita en el cap. 17.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_8:13; Apo_9:12

NOTAS

11:14 Se reanuda la descripción interrumpida en Apo_9:21. El Segundo ¡Ay! ha sido descrito en Apo_9:15-19. El tercero será la caída de Babilonia (Roma), descrita en el cap. 17.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 11.2 La ciudad santa: Jerusalén. Cf. Is 63.18; Dn 8.13; Lc 21.24.

[2] 11.2 Cuarenta y dos meses: equivale a 1260 días (v. 3; Ap 12.6) o a tres años y medio (Ap 12.14), que es la mitad de siete años. Así como el número siete simboliza lo perfecto y completo, la mitad simboliza lo contrario; véase Ap 1.4 nota a, y cf. Dn 7.25; 12.7.

[3] 11.4 Cf. Zac 4.1-3,11-14.

[4] 11.6 Para que no llueva: Cf. 1 R 17.1.

[5] 11.6 Para cambiar el agua en sangre: Cf. Ex 7.17-24.

[6] 11.7 El monstruo: Cf. Ap 13.1-7; 17.8.

Torres Amat (1825)



[2] Se cree que éste será el tiempo del reinado del Anticristo. Dan 7, 25.

[4] Que comunicarán la gracia y unción del Espíritu Santo, y alumbrarán a los hombres. Zac 4.

[8] De estas palabras deducen varios expositores que el Anticristo vivirá en Jerusalén, llamada Sodoma yEgipto por sus maldades y abominaciones.

[19] La Humanidad gloriosa de Jesucristo.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Apo 8:13; Apo 9:12

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἰδοὺ ἡ οὐαὶ ἡ τρίτη WH Treg NA28 ] ἡ οὐαὶ ἡ τρίτη ἰδοὺ RP