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Entonces todas las islas huyeron, y las montañas desaparecieron. (Apocalipsis  16, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 16.
E ste capítulo nos presenta a los siete ángeles derramando las copas sobre el mundo pagano. La visión de las siete copas tiene gran parecido con la de las siete trompetas *, así como también con las plagas de Egipto 2. Sin embargo, hay que advertir que las siete copas están en relación más concreta con las Bestias y con Roma. Y son como una especie de introducción a los capítulos 17-19. Tanto en la visión de las trompetas como aquí, los cuatro primeros azotes se desencadenan sucesivamente sobre la tierra, el mar, los ríos y el sol. Estas cuatro primeras copas forman una unidad, en cuanto que sus plagas correspondientes afectan a todo el mundo. No obstante, se advierte una diferencia con el septenario de las trompetas: en el de las copas, las calamidades son más generales que en el de las trompetas. Las plagas abarcan a toda la tierra o a todos los vivientes, lo cual conviene a perfección a las postreras calamidades que traerán como consecuencia el colapso del mundo pagano 3. Así, la segunda copa hará perecer a todo ser viviente en el mar; en cambio, la segunda trompeta hizo perecer solamente a un tercio. Además, las calamidades de las copas parecen abatirse únicamente sobre los paganos, como se dice claramente a propósito de la primera, la tercera y la quinta copa, cosa que no sucedía con los azotes de las trompetas. Parece como que nos hallamos en un estadio más avanzado de la justicia divina contra las naciones paganas. Los castigos van creciendo en intensidad. Pero, por grandes que sean estos azotes divinos, se insiste por tres veces (v.q. 11.21) en que no consiguieron los efectos morales y medicinales pretendidos. Los paganos no quisieron arrepentirse y convertirse, sino que blasfemaron contra Dios. Por eso se anuncia la destrucción total del imperio de la Bestia4. El azote de la quinta copa hiere la capital de la Bestia. La sexta copa, lo mismo que la sexta trompeta5, es derramada sobre el río Eufrates. Allí se juntarán los ejércitos de los imperios paganos y se destruirán mutuamente. Y, finalmente, la séptima copa trae la destrucción de Roma y de su imperio.
San Juan se sirve, en este septenario de las copas, como en los demás del Apocalipsis, de imágenes que ha tomado del Antiguo Testamento o de la literatura apocalíptica de su tiempo, pero dándoles un sentido nuevo. Esto se verá claramente en el examen exegético-teológico que vamos a hacer del capítulo 16.
En el capítulo precedente quedaban los siete ángeles, salidos del templo de Dios, con las copas en sus manos, prontos a ejecutar el mandato divino. Del mismo templo sale ahora la voz fuerte e imperiosa de Dios, que les ordena derramar las copas llenas de la cólera de Dios sobre la tierra (v.1). Los ángeles ejecutan el mandato uno en pos de otro. El contenido de cada copa, al ser derramado sobre la tierra, produce su propia plaga. El primer ángel derramó su copa sobre la tierra, y ocasionó una úlcera maligna y dolorosa en cuantos llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen (v.2). Esta primera plaga nos recuerda la sexta plaga de Egipto, que hirió a los magos del faraón y les impidió presentarse en público6. También tiene cierta semejanza con la primera7 y la quinta8 de las trompetas. Es la ejecución de la amenaza del ángel contra los que llevaban la marca de la Bestia 9. La úlcera es el castigo de la idolatría y de la inobservancia de los mandatos del Señor 10. El pecado es castigado con desgracias temporales, como en el Antiguo Testamento. El castigo de los adoradores de la Bestia contrasta con la alegría de sus vencedores n. Como esta plaga afecta a los que están marcados con el tatuaje de la Bestia y a los adoradores de su imagen, parece lícito deducir que los cristianos quedaron libres de ella.
El segundo ángel derrama su copa sobre el mar, y su efecto fue el mismo que el de la primera plaga de Egipto 12: se convirtió el agua del mar en sangre (v.3). Aquí el autor sagrado acentúa la nota, diciendo que la sangre era como sangre de muerto, como sangre podrida. Es el mismo azote que el de la segunda trompeta 13. Pero con la diferencia de que la plaga no afecta sólo a un tercio de los vivientes del mar, como sucedía en la segunda trompeta 14, sino que aquí murieron todos los vivientes del mar. Esta copa forma un todo con la siguiente. Pues el tercer ángel, al arrojar el contenido de su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de la tierra, las convierte también en sangre (v.4). Las aguas dulces son, pues, heridas, aparte de las aguas saladas, como ya sucedía en la visión de la tercera trompeta 15. Por consiguiente, la tercera copa viene a ser como una repetición más completa de la tercera trompeta. Y es, a su vez, como una prolongación, una ampliación del azote de la segunda copa. Lo mismo que el río Nilo, con sus brazos y canales, se convirtió en sangre en la primera plaga de Egipto 16, así también sucede ahora con los ríos y fuentes de la tierra.
El ángel que tiene el imperio sobre las aguas aprueba el azote decretado por Dios (v.s) con un himno de alabanza lleno de serena reverencia al Creador. El ángel ve en la plaga una acción bondadosa del Creador, encaminada a la conversión de los infieles. El ángel de las aguas era el genio protector de este elemento, en conformidad con la teología judía, que colocaba al frente de toda criatura un ángel protector 17. Esta manera de pensar la encontramos también en el Apocalipsis. En Rev_7:1 se habla de los cuatro ángeles que tenían poder sobre los vientos; y en Rev_14:18 se hace referencia al ángel que ejercía poder sobre el fuego 18.
El ángel, en su cántico de alabanza, proclama ante todo la justicia de Dios. La actuación divina es intachable y plenamente justa, y está conforme con la petición de los mártires en Rev_6:10, para que el Señor ejerciese su justicia sobre los impíos. Después de llamar a Dios justo, el autor sagrado ensalza su eternidad, definiéndolo como el que es y el que era. En Rev_1:4, Dios era designado como el que es, el que era y el que viene. Aquí se omite el que viene, como en Rev_11:17, porque la venida del reino de Dios es considerada como ya realizada. Dios está ya presente y obrando como juez en el mundo y dirigiendo su Iglesia. Se le designa como el Santo, otra denominación que expresa la oposición de Dios al pecado y que tiene cierta afinidad con la justicia vengadora que aquí está ejerciendo. La razón de que Dios haya convertido el agua en sangre para castigar a los idólatras la ve el ángel en el hecho de que los impíos hayan derramado antes la sangre de los cristianos (v.6). Puesto que tanto amaban la sangre, bien merecida tienen la pena de no tener más que sangre para beber. Es una especie de ley del talión, de la cual se pueden percibir ciertos indicios en Rev_2:21-22 y en 14:8-10.
A la aprobación del ángel de las aguas se junta otra aprobación que procede del altar celeste: Sí, Señor, Dios todopoderoso, verdaderos í justos son tus juicios (v.7). La voz del altar era muy probablemente la súplica de las almas de los mártires que están bajo el altar y que clamaban a Dios pidiendo justa venganza de su sangre 19. Esta voz que sale del altar repite con otras palabras el himno de alabanza entonado por el ángel de las aguas. El castigo de los perseguidores mostrará a un mismo tiempo la justicia de Dios y la fidelidad a sus promesas. El altar personificado, o mejor, la voz que viene del altar, centro de las súplicas humanas y de la intercesión angélica, expresa la conformidad de la voluntad de la Iglesia con la de Dios 20. Por eso, en Rev_8:3-5 y 9:13, las oraciones que suben del altar aceleran los castigos, pues éstos contribuyen a la implantación del reino de Dios y a la salvación de la humanidad. Las alabanzas dirigidas a Dios por el altar y el ángel de las aguas, aprobando la justicia divina, están compuestas de reminiscencias de varios salmos 21.
El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol (v.8), cuyo calor se hizo más intenso para atormentar a los moradores de la tierra. Estos, lejos de reconocer sus pecados y hacer penitencia de ellos, se desahogan en blasfemias contra Dios (v.g). La cuarta copa tiene cierta semejanza con la cuarta trompeta, en cuanto que la plaga afecta al sol; pero aquí, en lugar de oscurecerse, parece brillar con mayor ardor 22. En la literatura judía, especialmente la rabínica, se enseñaba que Dios se serviría del sol para abrasar a los impíos 23. Tanto la plaga de esta cuarta copa como la siguiente constituyen una amonestación al reino de la Bestia y a sus adoradores. Sin embargo, el resultado de esta amonestación es nulo. Los hombres, en lugar de ver en el castigo una providencia medicinal de Dios, blasfeman de su manera de proceder. Tal vez el autor sagrado aluda aquí al endurecimiento de los paganos del Imperio romano, que atribuyeron, en diversas ocasiones, a la impiedad de los cristianos las numerosas catástrofes tanto naturales como políticas de los primeros siglos.
Dios se gobierna en su providencia principalmente por la misericordia. Este es el atributo divino que sobre todos los otros predica la Sagrada Escritura, así del Antiguo como del Nuevo Testamento. Las mismas obras de la justicia van templadas por la misericordia, pues en ellas el propósito del Señor es que los hombres, amonestados con el castigo, se vuelvan a El por la penitencia. Este es el fin que se propone el Señor al mandar sobre la tierra los azotes simbolizados por las copas.
La pausa marcada por la reflexión del v.q, después de la descripción de las cuatro primeras calamidades, parece indicar el corte habitual (4 -f 3) que se da en todos los septenarios del Apocalipsis. Las cuatro primeras copas alcanzaron directamente a la naturaleza, y por ella, a los hombres. Las tres copas restantes herirán más directamente a los hombres.
El quinto ángel vertió su copa sobre el trono de la Bestia. Y el efecto producido por esta plaga es el oscurecimiento del reino de la Bestia (v.10). Se trata de Roma y del Imperio romano, tipo del reino terrestre enemigo de Dios. El oscurecimiento parece aludir al decaimiento de la potencia romana y de su esplendor. Las catástrofes materiales y las guerras intestinas del Imperio romano trajeron como consecuencia la pérdida de prestigio. Y la inseguridad del mañana dio motivo a depresiones nerviosas y morales. Por consiguiente, este azote no sólo produce dolores físicos, sino también morales. El orgullo de Roma y de sus moradores es herido, las ambiciones desilusionadas, la prosperidad del imperio ha desaparecido. La plaga de la quinta copa nos recuerda el oscurecimiento de los astros y del aire de la quinta trompeta 24 y la novena plaga de Egipto 25. El autor del libro de la Sabiduría 26 comenta la novena plaga de Egipto, ponderando los tormentos que los egipcios padecieron envueltos en espantosas tinieblas y como aprisionados por ellas. Esto mismo hace nuestro autor al decirnos que de dolor se mordían la lengua y blasfemaban del Dios del cielo a causa de las penas y úlceras que sufrían (v.11).
Ahora la Bestia es herida en su misma sede, desde donde el anticristo gobernaba y deslumbraba al mundo. Pero, a semejanza del faraón, con estas plagas se endurecieron más los paganos, y, lejos de arrepentirse, se revuelven contra Dios rabiosamente y blasfeman de él.
La sexta copa, lo mismo que la sexta trompeta 27, hace referencia al río Eufrates y al azote de la guerra (v.12). Este río, al ser derramada la copa del ángel sobre él, se secó, como antiguamente el mar Rojo 28 y el Jordán 29, para dar paso a los reyes partos, terror del Imperio romano. San Juan presenta siempre la guerra como la mayor calamidad exterior que se puede abatir sobre el mundo 30, siguiendo en esto el ejemplo de los profetas del Antiguo Testamento y la experiencia dolorosa de la historia. En la época de San Juan, el río Eufrates formaba la frontera oriental del Imperio romano, que luego Trajano después de sus victorias sobre los partos trasladó al río Tigris, incluyendo en el imperio una parte de la Mesopotamia. Detrás de esta frontera estaba el imperio de los partos, que durante mucho tiempo fueron una continua amenaza para las provincias orientales del Imperio romano y constituían el terror de Occidente. San Juan amenaza con la invasión de los partos, la cual sería tanto más de temer cuanto que el Imperio romano había quedado debilitado con el azote de la quinta copa. Además, el camino de los ejércitos enemigos quedaba expedito una vez seco el río que de ordinario servía de valladar.
La invasión de los partos parece sugerir al autor sagrado una coalición de todos los reyes de la tierra, movilizados por el Dragón y las Bestias para dar la batalla definitiva contra la Iglesia. El Oragon vuelve a aparecer en el v.13. El vidente de Patmos lo había dejado sobre la arena herido y agotado 31; pero al mismo tiempo seguía vigilando y dirigiendo el trabajo de sus subordinados. La mención inesperada del Dragón muestra una vez más como dice el p. Alio la perfecta continuidad de toda esta parte del Apocalipsis 32. San Juan ve al Dragón, a la Bestia y al falso Profeta, el cual no es otro que la segunda Bestia, parecida a un cordero, pero que hablaba como el Dragón 33. De la boca de estos tres salen otros tantos espíritus impuros, demoníacos, que tienen la forma de ranas (v.15). Con esta gráfica imagen parece querernos indicar el hagiógrafo cuál es su modo de obrar. Son verdaderos charlatanes el rumor de su elocuencia recuerda un poco el croar de las ranas que, con sofismas, mucha palabrería y falsos prodigios, engañan a los pueblos. Su acción es tan seductora que inducen a los reyes a unirse al gran ejército que se prepara para combatir contra la Iglesia (v.14). La imagen de las ranas tal vez haya sido sugerida por una de las plagas de Egipto 34. La rana era un animal impuro 35. Por eso, muchos Santos Padres han visto en estas ranas el símbolo de las tentaciones sexuales impuras. San Agustín, sin embargo, ve en ellas más bien la representación de la vanidad: Rana est loquacissima vanitas. 36 La interpretación más común hoy día es la que ve en las ranas el símbolo de los seductores, que con gran maña se las arreglan para sembrar la desunión, las rencillas, la suspicacia y todo lo que pueda conducir a la guerra 37.
Los tres espíritus en forma de ranas corresponden, por contraste, a los tres grandes ángeles de Rev_14:6-12. Los tres espíritus demoníacos trabajan para el Dragón, lo mismo que los tres ángeles amones-tadores trabajan para el Cordero. Y como el Dragón hacía prodigios, así también sus auxiliares infernales los hacen 38. Tienen como misión el atraer a los reyes de la tierra a la causa del Dragón y juntarlos en la batalla final contra el Cordero 39. Pero, en realidad, se juntarán para el día grande del Dios todopoderoso, que domina a todos los ejércitos, tanto los ejércitos del bien como los del mal. El gran día de Dios es aquel en que el Señor vencerá y exterminará totalmente las fuerzas del mal40.
Ante el terror que este anuncio podía suscitar entre los mismos fieles, Jesucristo en persona interrumpe el septenario para dirigirles unas palabras que les infundan confianza. Cristo anuncia su propia venida (v.15), que será como el contrapeso de la invasión de los reyes de la tierra. La batalla del gran día, que sería el último de los episodios que habían de preparar la venida de Cristo 41, traía a la memoria de los cristianos el día de la parusía, el día de la recompensa, por el que suspiraban con paciencia. Ante la amenaza del Dragón y de los que sostienen su causa, el Salvador hace una advertencia invitando a la vigilancia, como ya lo había hecho en el Evangelio 42. La bienaventuranza de la vigilancia es una de las siete que se encuentran en el Apocalipsis43. El que vela se supone que está vestido, y de este modo guarda sus vestidos. En cambio, el que se acuesta a dormir se despoja de sus vestidos, y si luego, durante el sueño, suena una voz de alarma, no tendrá tiempo de vestirse y tendrá que huir desnudo 44. Los vestidos que el cristiano ha de guardar simbolizan las obras buenas, verdadero ornamento del alma, la fe que obra por medio de la caridad y la gracia45. Si no están vestidos con estas obras buenas se expondrán a la vergüenza de verse desnudos y a que queden al descubierto sus infidelidades al Señor 46.
El anuncio de la venida de Cristo es el intermedio o interrupción habitual que suele poner el autor del Apocalipsis en todos los septenarios. Es una amonestación colocada entre la sexta y la séptima copa, parecida a las consideraciones intercaladas entre el sexto y el séptimo sello 47, entre la sexta y séptima trompeta 48. Esto prueba la perfecta unidad y estructura literarias del Apocalipsis.
La batalla que preparan los espíritus demoníacos tendrá lugar en Harmagedón (v.16), que en hebreo significa montaña de Meguido (Har-Megidon) 49. Por consiguiente, parece tener relación con la ciudad de Meguido, situada en la llanura de Esdrelón, en Palestina, al pie de las montañas que prolongan el monte Carmelo. Esta ciudad era tristemente célebre en la antigüedad por ser un lugar de batallas y de desastres, ya que era lugar estratégico en la ruta caravanera que iba de Egipto a Siria, En este lugar se dio la batalla entre Barac y Sisara, que terminó con la derrota y la muerte de este último 50. A la ciudad de Meguido vino a morir Ocozías, rey de Judá, herido de muerte por Jehú 51. Y sobre todo era lugar de tristes recuerdos para los israelitas, porque en Meguido fue derrotado y muerto el piadoso rey Josías, en la batalla entablada contra el faraón Necao II (609 a. C.) 52. Desde entonces Meguido quedó como lugar proverbial para simbolizar un llanto nacional53 por la muerte del piadoso rey de Judá 54. Por todo lo cual, Meguido es un lugar simbólico de desastres, ya que anuncia con su siniestra fama la derrota que espera a las huestes del anticristo. Como la ciudad de Meguido estaba al borde de la llanura de Esdrelón y al pie de la montaña, el autor sagrado tal vez haya querido combinar la tradición del lugar en donde morían los reyes con la de Ezequiel55, en donde se habla del enemigo escatológico de Israel, exterminado sobre los montes 56.
El séptimo ángel derramó su copa en el aire (v.1v), para que todos los elementos experimentasen el efecto de la cólera divina. Además, hay que tener en cuenta que los aires, o el cielo atmosférico, son la región en que moran los espíritus malignos, a quienes el Señor quiere castigar. Después que el ángel vació la copa se oyó una voz que salió del templo, del mismo trono de Dios, y que, por lo tanto, hemos de considerar como pronunciada por Dios mismo. La gran voz decía: Hecho está, es decir, se acabó. No se trata precisamente del fin del mundo, sino de la ejecución de un decreto particular de Dios, que tendrá grandísima importancia para la Iglesia. Se refiere a la ruina de Roma, que era el más poderoso imperio de la Bestia y del Dragón. La ruina de Roma será a su vez símbolo de la ruina de otros imperios anticristianos que se le asemejarán. Al toque de la séptima trompeta, voces celestes proclamaban que se había realizado, que había llegado el reino de Dios 57. Con el derramamiento de la séptima copa ha quedado consumada la ira de Dios 58, dejando expedito el camino para el establecimiento del reino de Cristo59. Ante la obcecación de los paganos, que no quieren ver en los azotes la mano amorosa de Dios que los llama al arrepentimiento y a la conversión, el Señor se ve obligado a implantar el reino de Cristo por medio de la fuerza victoriosa 60.
Los fenómenos cósmicos que siguen a la efusión de la séptima copa (v.18), parecidos a los que siguieron al toque de la séptima trompeta 61, se han de interpretar en conformidad con el simbolismo apocalíptico. Los relámpagos, los truenos y terremotos constituyen un signo de una intervención especial de Dios en el mundo 62. El terremoto de que nos habla aquí San Juan fue extraordinariamente fuerte, con lo cual se quiere dar a entender la importancia trascendental del momento 63. Todos estos fenómenos meteorológicos y sísmicos, frecuentes en el estilo apocalíptico, significan el trastorno de las potencias humanas, necesario para llegar a una época de paz y de bendición.
El primer efecto de la intervención divina fue el desmoronamiento de Roma y de su poder (v.1q). La gran ciudad de Babilonia (Roma) quedó dividida en tres partes, es decir, fue abatida su potencia y su fuerza. Sus transgresiones fueron recordadas delante de Dios, por lo cual se le dio a beber el cáliz del vino del furor de su cólera. Dios, que había ido retardando el castigo de Roma perseguidora, en la esperanza de su conversión, desencadena ahora su ira concentrada contra ella. Juntamente con Roma se hundieron las ciudades de las naciones, que representan las capitales de las provincias del Imperio romano. Tal vez San Juan se refiera a ciertas ciudades del Asia Menor que él mismo había visto arrasadas por terremotos.
No es raro que los movimientos sísmicos hagan aparecer o desaparecer las islas en medio del mar. Las islas que huyen y las montañas que desaparecen (v.20) simbolizan la caída y la transformación de los grandes imperios64. En el azote del sexto sello, las islas se mueven de su lugar65; aquí, en cambio, huyen, y los montes desaparecen. Son expresiones hiperbólicas para expresar la magnitud de la catástrofe desencadenada por la séptima copa. La imagen de la turbación de las islas y, especialmente, de las montañas es un lugar común de la apocalíptica judía66. Pero en la mente del autor sagrado todo lo dicho no se refiere al fin del mundo ni al juicio final contra el Dragón; todavía no ha llegado el fin del cielo y de la tierra, sino que alude a la ruina de una realidad histórica, del Imperio romano, que revivirá bajo otras formas, pues la Bestia continúa subsistiendo. Además, el v.21 nos habla expresamente de hombres que aún continuaban viviendo sobre la tierra, los cuales fueron víctimas de una extraordinaria granizada. Durante esta tormenta de granizo cayeron piedras que pesaban cerca de cuarenta kilos. El talento era un peso equivalente a unos 39 kilogramos. Este azote corresponde a la séptima plaga de Egipto 67; y también nos recuerda las granizadas enviadas por Dios contra los enemigos de Josué en Bethorón 68 y contra las huestes de Gog 69. Estas piedras de granizo tan enormes representarían metafóricamente, según Bossuet, el peso aplastante de la cólera de Dios.
A pesar de todas estas calamidades, los hombres impíos, como el faraón del éxodo, lejos de convertirse a Dios, se levantan contra El y le blasfeman. Es una constatación dolorosa, de la cual ya se ha hablado al final de la serie de calamidades desencadenadas por las trompetas 70. Aunque la misericordia infinita de Dios busca mediante estos azotes la conversión del mundo pagano, los hombres malvados se endurecen en su impiedad. Esto nos trae a la memoria las misteriosas palabras de Yahvé a Isaías: Ve y di a ese pueblo: Oíd y no entendáis, ved y no conozcáis. Endurece el corazón de ese pueblo, tapa sus oídos, cierra sus ojos. Que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni entienda su corazón, y no sea curado de nuevo.71 Y también nos recuerda el dicho de Jesús a los fariseos: Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis discernir las señales de los tiempos.72
En la visión de las siete copas como en los demás septenarios del Apocalipsis tenemos un cuadro de la acción de Dios contra el reino de Satán. A pesar del grande aparato de la fuerza del Dragón, con el cual parece indicar que podría acabar fácilmente con la Iglesia, sus esfuerzos resultan vanos. La Iglesia tiene en su favor el poder divino, que en apariencia es flaco, pero en la realidad es fuerte. Por eso, los fieles deben confiar en que alcanzarán la victoria definitiva. Querer averiguar el significado concreto de los diversos efectos producidos por las copas, como por las trompetas y los sellos, no siempre nos es concedido. Tal vez, en la mente del autor sagrado, este cuadro no era más que una especie de parábola, en la cual hay que buscar sólo el sentido general del cuadro y no el especial de cada elemento. ¡En tantos otros cuadros semejantes de los profetas tenemos que seguir la misma norma!

1 Ap 8-9. 2 Ex 7-10. 3 Rev_15:1. 4 Gf. S. Bartina, o.c. p.743. 5 Rev_9:14-15- 6 Exo_9:8-12; Deu_28:27.35- 7 Rev_8:7. 8 Rev_9:3-5. 9 Rev_14:9-11. 10 Cf. Deu_28:15.27.35- 11 Rev_15:2. 12 Exo_7:14-24. 13 Rev_8:8-9. 14 Rev_8:8. 15 Rev_8:10-11. 16 Exo_7:14-25; Sal 78:44- 17 Gf. M. Hackspill, L'angélologie juive a l'époque néo-testamentaire: RB 11 (1902) 527-550. 18 Gf. Libro de Henoc 66:1-2. 19 Rev_6:9-11. 20 E. B. Allo, o.c. p.256. 21 Sal 19:10; 99:3; 119,137; 145:17- 22 Rev_8:12. 23 Cf. J. bonsirven, o.c. I p-527; strack-billerbeck, o.c. IV p.iioa. 24 Rev_9:2. 25 Exo_10:22-23. 26 Sab 17:1-18:25. 27 Rev_9:13-21. 28 Exo_14:21.29. 29 Jos_3:13-17. 30 Rev_6:4; Rev_9:13-21; Rev_14:19-20; Rev_17:16; Rev_19:17-21; 20:7-' 31 Rev_12:18. 32 E. B. Allo, o.c. ñ.259· 33 Rev_13:11.14; Rev_19:20. 34 Exo_8:1-10. 35 Lev_11:10-12. 36 San Agustín, In Psalmos 77:27. 37 M. García Cordero, o.c. ñ.À73· 38 Rev_12:15; 13:2-3; 13:13; 19:20. 39 Rev_17:14; Rev_19:11-21. 40 Rev_6:17; Rev_17:14; Rev_19:19-21; cf. 2Pe_3:12. 41 Rev_19:1933. 42 Mt 24:43; Luc_12:39-40. 43 Rev_1:3; Rev_14:13; Rev_16:15; Rev_19:9; Rev_20:6; Rev_22:7.14- 44 Cf. Mar_14:51-52. 45 Rev_3:4-5!Rev_19:8. 46 M. García Cordero, o.c. p.174. 47 Rev_7:1-17- 48 Ap 10:1-11:14. 49 Cf. J. Jeremías, "Ap Ìáãåäþí, en Teologisches Worterbuch zum í. Ô. é p.467-468; C. Watzinger, Tell el-Mutesellim (Leipzig 1929); C. Fischer, The Excavation of Armagedon (Chicago 1929); P. Guy, New Lightfrom Armageddon (Chicago 1931); F. Hommel-ch. C. Tor-Rey, Armageddon: The Harvard Theol. Review 31 (1938) 238-250; R. Lamon-g. Shipton, Megiddo: I-II Seasons 0/1925-1934 and 1935-1939 (Chicago 1939-1948); A. Alt, Megiddo.: Zatw 6o (1944) 67-85. 50 Jue 4-5- 51 2Re_9:27. 52 2Re_23:29-30; 2Cr_35:22. 53 Zac_12:11. 54 2Cr_35:20-24 55 £238:8.21; 39:2.4.17- 56 A. Gelin, o.c. p.644; E. B. Allo, o.c, p.261. 57 Rev_11:15. 58 Rev_15:1. 59 E. B. Allo, o.c. p.262. 60 Rev_20:4-6. 61 Rev_11:19. 62 Exo_19:18; Mar_13:19; Rev_7:12-17; Rev_11:13.19. 63 S. Bartina, o.c. p.752. 64 Cf. Rev_6:14. 65 Rev_6:14. 66 Sal_46:3; Eze_26:18; Eze_38:20; Nah_1:5; Rev_6:12-16. 67 Exo_9:22-25. 68 Jos_10:11. 69 Eze_38:22. 70 Rev_11:1-14; Cf. 9:20-21. 71 Isa_6:9-10. 72 Mt 16:3.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 16

b) La realización de las plagas de las copas (16,1-21)

El séptimo toque de trompeta, con el que había de comenzar el último «ay» (11,14) y ser «consumado el misterio de Dios» (cf. comentario a 10,6s), ha tenido ya lugar (11,15); sin embargo, no se ha dicho nada de los acontecimientos que con ello se pondrían en marcha. Ha seguido inmediatamente una mirada provisional al último fin de la creación como ya alcanzado (11,19), la cual da gracias en un himno al Todopoderoso por la salvación consumada en el reino de Dios consumado. Al final ha vuelto de nuevo la exposición a la realidad del mundo pasajero, insinuando, por lo menos simbólicamente (11, 19b), las catástrofes pendientes que había anunciado el último toque de trompeta. Allí empalma la serie de cuadros que ahora comienza y que reanuda la descripción del último «ay»; las diferentes exposiciones desarrollan el curso de la historia final hasta antes del fin último contemplado ya anticipadamente (11,15-19a).

En la forma de la exposición sigue el hagiógrafo su misma táctica; como de la apertura de los siete sellos surgió el nuevo septenario de las plagas de las trompetas, así de la visión de las siete trompetas surge el tercer grupo septenario de las visiones de las copas. Las visiones de las copas van completamente paralelas a las de las trompetas en cuanto a su desarrollo y a su contenido, como también unas y otras siguen muy de cerca el modelo bíblico, la descripción de las plagas de Egipto (cf. comentario a 8,7-12); sólo en cuanto al contenido y a la gravedad están éstas intensificadas hasta el extremo, como corresponde a la proximidad del fin del mundo.

1 Y oí una gran voz procedente del santuario, que decía a los siete ángeles: «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.»

Dios mismo («una gran voz procedente del santuario») da la orden de vaciar las copas; así la palabra misma del Creador inaugura el proceso final para la transformación de su creación, de su forma pasajera a su forma perfecta y definitiva.

2 Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra. Y sobrevino una úlcera maligna y dolorosa a los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen. 3 El segundo derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto, y todo ser vivo que había en el mar murió. 4 El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.

Las cuatro primeras plagas de las copas afectan, como las correspondientes plagas de las trompetas, a la tierra, al mar, al agua dulce y al sol.

De la primera plaga se dice que sólo afecta a aquellas personas cuya corrupción interior se manifiesta ahora también al exterior en úlceras malignas. La segunda cambia toda el agua del mar en sangre, concretamente en sangre de cadáveres en putrefacción, que hiere mortalmente toda vida en el mar. La tercera corrompe el agua dulce, transformándola en sangre; el que no quiera morir de sed, tiene que beberla.

5 Y oí al ángel de las aguas que decía: «Justo eres, el que es y el que era, el santo, por haber hecho así justicia. 6 Porque derramaron sangre de santos y de profetas, sangre les has dado a beber. Bien se lo merecen.» 7 Y oí al altar que decía: «Así es, Señor, Dios todopoderoso. Verdaderos y justos son tus juicios.»

Dos oraciones, a modo de responsorio, reconocen la justicia de estos juicios de Dios. Incluso el ángel al que se había confiado el cuidado del agua (cf. comentario a 7,1) no puede menos de reconocer que está justificada la perturbación de su elemento. Como anteriormente en 11,17, también aquí falta el tercer miembro de la fórmula con que se designa a Dios («el que ha de venir»), dada la inminencia de su venida. Los adeptos de la bestia han hecho la guerra a los «santos» (cf. 13,7) y a los «profetas» (cf. 11,7) y les han dado muerte; si ellos mismos tienen ahora que beber sangre, es éste el castigo debido a los homicidas.

Esta forma drástica de expresión, conforme al modo de hablar apocalíptico, debe naturalmente entenderse sólo en sentido figurado, y en sentido propio sólo quiere decir que en el juicio de Dios vige la norma de la estricta justicia. Del altar, al pie del cual las almas de los mártires habían implorado justicia (d. 6,9s), viene como un eco la confirmación de las palabras del ángel.

8 El cuarto derramó su copa sobre el sol, y le fue concedido abrasar a los hombres con fuego. 9 Y fueron abrasados los hombres con fuego intenso. Y blasfemaron del nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas plagas; pero no se convirtieron para darle gloria.

La cuarta copa es derramada sobre el sol; su contenido causa, como aceite que se derrama sobre el fuego, no la disminución de su claridad, como en la correspondiente plaga de las trompetas, sino una intensificación de su calor, como fuego que todo lo abrasa. En este ultimo tiempo, los castigos de Dios no mueven ya, como antes (cf. 11,13), a los hombres a penitencia y conversión; de los labios de los empedernidos en el mal, que seguramente saben quién les envía estos correctivos y por qué lo hace, sólo salen ya blasfemias y maldiciones.

10 El quinto derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas, y las gentes se mordían las lenguas de dolor. 11 Y blasfemaron del Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus úlceras; pero no se convirtieron de sus obras.

El quinto ángel derrama su copa sobre el trono de la bestia; el poder del mundo, que está al servicio de Satán, experimenta por primera vez cómo se han puesto limites a su violencia, pese a toda sagaz reflexión, a todo planeamiento consecuente y a todas sus amplias disposiciones. Su resplandor, manifestado como obvio y natural, se extingue; los hombres se sienten repentinamente inseguros al nublarse aquello en que habían puesto toda su fe y en que estribaba su esperanza; a ello se añaden como una plaga dolores físicos insoportables. Las insinuaciones son demasiado concisas para que se pueda deducir de ellas algo un tanto concreto. Probablemente no es posible utilizar para su inteligencia los detalles de la correspondiente plaga de las trompetas, ampliamente desarrollada (9,1-11). El empleo de correctivos más fuertes no da lugar a la conversión, sino que incrementa, con furor encarnizado, la rebelión contra Dios. El Dios que había sido declarado depuesto y «muerto» vuelve a aparecer de repente y es culpable de todo.

12 El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y su agua se secó, de modo que el camino de los reyes que vienen de Oriente quedó libre. 13 Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espíritus inmundos como sapos. 14 Son espíritus demoníacos que obran señales y acuden a los reyes de la tierra entera para congregarlos para la batalla del gran día del Dios todopoderoso. 15 Mirad que voy como un ladrón. Bienaventurado el que está velando sin quitarse los vestidos, para que no tenga que andar desnudo y vean sus vergüenzas. 16 Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Harmaguedón.

La plaga de la sexta copa está descrita más por extenso. La precedente afectaba al titular, mientras que esta otra se refiere a los aliados e instrumentos, del poder mundano, que está al servicio de Satán.

Con el desecamiento del río Eufrates (cf. Isa_11:15; Jer_51:36) se suprime la barrera que hasta ahora representaba un obstáculo para la reunión del entero contingente de poder del Anticristo. Los poderosos del mundo, que se habían puesto al servicio de la trinidad satánica (cf. comentario a 13,11), creen que ha llegado la ocasión propicia para dar ahora juntos el golpe de muerte definitivo a la Iglesia de Cristo en la tierra. La triga satánica redobla su propaganda a este objeto; se enganchan tres propagandistas y promotores de guerra suplementarios, espíritus diabólicos que emanan de ellos, espíritu de su espíritu. Los nuevos jefes de propaganda tienen la figura de sapos; en la religión de los persas, que residían al Este del Eufrates («los reyes que vienen de oriente»), se tenía a los sapos por instrumentos de Ahrimán, el dios de las tinieblas; ésta sería la razón de que los «tres espíritus inmundos» aparezcan en la figura de estos animales.

Su campaña propagandística tiene éxito. El mundo entero se incorpora como un solo hombre y todos los poderes del mundo entran en campaña contra Dios y contra los que se le mantienen fieles. Como campo de batalla, el Apocalipsis menciona Harmaguedón: «Montaña de Megidó» (cf. 2Ch_35:22). Junto a la fortaleza israelita de Megidó, al borde sudeste de la llanura de Esdrelón, tuvieron lugar muchos combates históricos 54; esto pudo ser el motivo por el que se aplicó este nombre simbólico al teatro de la decisiva batalla escatológica.

Hasta ese combate final de la historia es ya Harmaguedón actualidad histórica cada vez que los poderes del mal reunidos se dirigen contra Dios y contra la Iglesia de su Hijo, como, por otro lado el monte Sión es ya realidad dondequiera que la Iglesia se agrupa unida y fiel en torno a Cristo, su pastor (cf. 14,1-5).

La indicación del lugar -Harmaguedón- despierta el deseo obvio de la indicación del tiempo, sentida todavía como más apremiante. A este deseo responde la llamada de Cristo, que viene formulada de manera imprevista en la descripción y quiere decir: él vendrá con toda seguridad y aparecerá inesperadamente («como un ladrón», cf. 3,3) y de improviso, es decir, en un momento que no se puede predecir ni calcular por adelantado (cf. Mat_24:36 par; 1Th_5:2-11). Por eso repite el Señor glorificado la exhortación a estar vigilantes y prontos, que ya durante su vida había dirigido a sus discípulos en circunstancias semejantes (cf. Mat_24:42 par).

La vigilancia atiende llena de expectación a todos los indicios de la venida de Cristo que se manifiestan en la historia; en cada momento fugaz del mundo que camina hacia este futuro definitivo descubre la llamada a decidirse por el Señor que ha de venir, a responderle en cada momento, es decir, a estar preparados para su venida como uno que está en vela, vestido y preparado, esperando al que ha de recogerle.

Quien lleva así su vida es llamado bienaventurado, porque ha aprovechado en la debida forma la caducidad del tiempo para su propia eternidad.

...............

54. Cf. Jdg_4:4 ss; Jdg_5:19 ss; 2Ki_9:27; 2Ki_23:29 s; 2Ch_35:20-24.

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17 El séptimo derramó su copa en el aire. Y salió del santuario una gran voz que procedía del trono y que decía: «¡Hecho está!» 18 y hubo relámpagos y voces y truenos, y sobrevino un gran terremoto, cual no lo hubo desde que existe el hombre sobre la tierra; así de grande fue el terremoto. 19 La gran ciudad se partió en tres, y se derrumbaron las ciudades de los gentiles. Y Dios se acordó de Babilonia, la grande, para darle a beber la copa del vino de su terrible ira. 20 Huyeron todas las islas; los montes desaparecieron, 21 y una enorme granizada, con granos del peso de un talento, cae del cielo sobre los hombres. Y los hombres blasfemaron de Dios por la plaga de la granizada, porque la plaga es realmente grande.

El séptimo ángel derrama la última copa en el aire, o sea, sobre lo que rodea y envuelve a la tierra. Acto seguido, una voz que proviene del santuario -sin duda la del mismo que había dado el encargo (2Ch_16:1)- afirma: «¡Hecho está!», llegó el fin del mundo.

Los trastornos cósmicos llegan al colmo (cf. 6,12-17), de modo que después, apenas si se reconoce ya la tierra; sólo ha quedado un imponente montón de escombros. De las devastaciones que se han originado en la capital del Anticristo se menciona una en particular: a consecuencia del terremoto, la ciudad se partió en tres; con esto se ha dado el golpe decisivo contra la unidad externa y al mismo tiempo contra la concordia interna del poder mundano contrario a Dios. Hasta aquí había dado la sensación de que Dios había dejado olvidado este centro de la impiedad y de la corrupción. Ahora se le piden cuentas; a continuación se hablará por extenso del juicio que se ha ejecutado contra él (17,1-19,10). Como una granizada de piedras tan enormes acabaría con todo sobre la tierra, así ahora en estos últimos golpes demoledores queda hecho añicos todo lo que la naturaleza y la cultura habían producido sobre la tierra; en estas hecatombes de la tierra se anuncia el fin del mundo; ha pasado ya para siempre el tiempo de aquellos que habían resistido pertinazmente a todas las ofertas de gracia de Dios y que ahora lo maldicen obstinadamente.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



(a)
Siete ángeles con las últimas plagas (15,1.5-16,1). 1. vi en el cielo otra señal grande y maravillosa: La expresión es parecida a la de 12,1.3; el paralelismo indica que se está pre(-)sentando otra serie nueva, las siete últimas pla(-)gas: La misma palabra se utiliza para los efec(-)tos de la sexta trompeta (9,18.20), y se relacio(-)na con el Éxodo (Éx 11,1; 12,13, según los LXX). con las que había de consumarse la ira de Dios: En 14,6-13 el thymos, «desenfreno apasionado», de «Babilonia» se correspondía al thymos, «ira», de Dios. Aquí se reasume es(-)te tema, convirtiéndose en el tema fundamen(-)tal de esta serie (véase 15,7; 16,1.19; 18,3; cf. 19,15). El v. 1 es una introducción y sumario de 15,5-19,10. La auténtica descripción de la visión comienza en el v. 5. 7. siete copas de oro: Este tipo de copa (phialé) era utilizado en las ofrendas. La imagen es tomada del culto y de los utensilios del Templo (Éx 27,3). Advirta(-)mos que los ángeles salen del Templo (w. 5-6).16,1. Id a verter sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios: cf. 8,5.

51 (b) Las primeras cuatro copas (16,2-9). Es probable que en los caps. 8-9 y 16 el autor del Ap empleara fuentes que interpretaban escatológicamente las plagas del Éxodo. En las fuentes, la finalidad de las plagas puede haber sido llevar al arrepentimiento a la humanidad; en su contexto presente, las plagas son el casti(-)go divino de los pecadores (H. D. Betz, JTC 6 [1969] 134-56; A. Yarbro Collins, CBQ 39 [1977] 370-74; H. P. Müller, ZNW 51 [1960] 268-78). Las primeras cuatro copas están relacionadas con los elementos naturales: la tierra (v. 2), el mar (v. 3), los manantiales (v. 4) y el sol (cuerpo celeste) (v. 8). Estos elementos representan la cosmología tradicional judía (A. Yarbro Collins, CBQ 39 [1977] 375-76). 2. y los hombres que lle(-)vaban la marca de la bestia y adoraban su esta(-)tua se llenaron de úlceras malignas y dolorosas: El efecto de la primera plaga no incide directa(-)mente sobre la tierra, sino sobre los pecadores, es decir, sobre quienes dan culto divino a Roma y al emperador (véase 13,11-18; 14,9-11), en lu(-)gar de adorar al Dios verdadero (véase 14,7, donde también se mencionan los elementos na(-)turales). La primera plaga es una adaptación de la sexta plaga contra los egipcios (Éx 9,8-12). 3. [el mar] se convirtió en sangre como de cadáver: Esta plaga nos recuerda la primera de las que Moisés hizo venir contra los egipcios (Éx 7,14-24; cf. Ap 8,8-9). y perecieron todos los seres vi(-)vos que había en él: Este efecto intensifica los re(-)sultados de la segunda trompeta (8,9). 4. Al igual que la segunda, la copa tercera alude al Nilo y a todas las aguas de Egipto que se con(-)virtieron en sangre. El relato del éxodo es para(-)digmático para la situación del Ap: así como Dios liberó a los israelitas de Egipto, así tam(-)bién serán liberados de Roma los cristianos, y serán vindicados. 5-7. El v. 4 procede de una fuente utilizada por Juan, mientras que los w. 5-7 son fruto de su propia creación, a modo de comentario e interpretación de los datos narra(-)dos en su fuente (cf. la función de los w. 10-12 en el cap. 12). 5a. el ángel de las aguas: Este ángel es análogo al relacionado con el fuego (14,18); sobre las tareas de los arcángeles, véase I Hen 20. 5b-6. La intervención del ángel puede definirse como doxología de juicio o fórmula de vindicación escatológica (H. D. Betz, JTC 6 [1969] 139; P. Staples, NovT 14 [1972] 284-85; A. Yarbro Collins, CBQ 39 [1977] 368-69). Declara la justicia de Dios al anticiparse escatológicamente para castigar a quienes perseguían a los creyentes. 6. porque derramaron la sangre de cre(-)yentes y profetas, tú les has dado sangre a beber: Ofensa y castigo son correlativos en la perspec(-)tiva escatológica (cf. 22,18b-19; E. Kásemann, NTQT 66-81; A. Yarbro Collins, CBQ 39 [1977] 370). Cf. 17,6; 18,24; Is 42,26.

52 (c) Las últimas tres copas (16,10-21). Las primeras cuatro copas están unificadas por su relación con los elementos naturales que representan la totalidad del cosmos (cielo y tierra, ríos y mares). Las últimas tres copas están relacionadas por sus comunes connota(-)ciones históricas y políticas. Comparemos con la estructura de los siete sellos y las siete trom(-)petas. 10. el trono dé la bestia: En 13,2, se dice que el dragón (Satanás) dio su poder, trono y autoridad a la bestia (Roma y sus emperado(-)res). Aquí, como allí, el «trono» es, probable(-)mente, una imagen con el significado de do(-)minio o soberanía, su reino quedó sumido en tinieblas: «Reino» significa aquí el territorio o los dominios. Esta visión (la quinta copa) nos recuerda la novena plaga de Egipto (Éx 10,21-29). la gente se mordía la lengua de dolor: No se explica el paso de la oscuridad al dolor; en el v. II se mencionan unos dolores, que conectan la visión con la primera copa. Este nexo sugiere que los castigados por esta plaga son los mis(-)mos mencionados en el v. 2. 11. pero no cam(-)biaron de conducta: El mismo motivo aparece en el v. 9; cf. 9,20-21. En el contexto presente, no se espera que los afectados por las plagas (los no cristianos) se arrepientan (véase 22,11 y lo dicho sobre la primera copa, supra). Por el contrario, se espera que se conviertan los cris(-)tianos que han actuado mal (2,5.16.21-22; 3,3.19) . Los habitantes de Jerusalén son un ca(-)so especial (véase 11,13). 12. el sexto ángel ver(-)tió su copa sobre el gran río Eufrates: La men(-)ción del río Éufrates vincula esta visión con la sexta trompeta (9,13-21). Allí cuatro ángeles estaban atados junto al río. Cuando se toca la trompeta, son soltados para matar a un tercio de la humanidad. La visión combina, así, imá(-)genes militares con imágenes demoniacas. El significado de la visión no es explícito, aunque en los w. 20-21 se mencionan la idolatría y otros pecados. La sexta copa reasume el con(-)tenido de la sexta trompeta, presentando, al parecer, el mismo acontecimiento con imáge(-)nes más coherentes y de forma que queda más claro su contexto histórico, el cauce del río se secó y quedó convertido en camino para los re(-)yes que venían del este: La sexta trompeta y co(-)pa se refieren a una batalla desarrollada tanto por seres sobrenaturales (los ángeles y sus ex(-)traordinarios ejércitos de 9,13-21 y los tres es(-)píritus inmundos de 16,13-14), como por seres humanos (explícitos sólo en la sexta copa -los reyes del este y de la tierraw. 12 y 14). La ba(-)talla sinérgica o en dos niveles es típica de la antigua concepción de la guerra santa (Jue 5,20; Dn 10,13-11,1; 1QM 1; véase A. Yarbro Collins, JBL 96 [1977] 242). En la época en que fue escrito el Ap, los «reyes del este» podrían referirse principalmente a los partos (F. E. Peters, The Harvest of Hellenism, Nueva York 1970, 740-41). Véanse los comentarios sobre 6,1-2; 17,12-18. 13. La mención del dragón, la bestia V el falso profeta sugiere que se trata de la misma batalla que la descrita en 19,11-21 (véase, especialmente, w. 19-20). Tres espíritus inmundos que parecían sapos: Así como la pla(-)ga egipcia de saltamontes fue transformada en una plaga demoniaca en la quinta trompeta, ahora se alude sutilmente a la plaga de las ra(-)nas de Ex 7,25-8,15, que es también transfor(-)mada. 14. que realizaban prodigios: Véase el comentario sobre 13,13. la batalla del gran día del Dios todopoderoso: Este «gran día» parece ser el mismo al que se refiere 6,17. Este día pa(-)rece ser el primero de los acontecimientos del último estadio de los acontecimientos finales, que, probablemente, coincide con el regreso de Cristo resucitado (19,11-16). El «gran día», diversamente formulado en 6,17 y 16,14, no parece tener un sentido definido y fijo para Juan, aunque está relacionado con la idea tra(-)dicional del Día del Señor (véase IDBSup 209-10; cf. Rom 2,5; 1 Cor 1,8; 2 Tes 2,2). En el Ap, este día está relacionado con la gran batalla o guerra (cf. 1QM 1). 15. vengo como un ladrón: Repentinamente, Juan cambia de un relato narrado a un dicho profético, las palabras de Cristo. Este dicho tradicional (cf. Mt 24,43-44; Lc 12,39-40; 1 Tes 5,2,4; 2 Pe 3,10) apoya la hi(-)pótesis de que el gran día del v. 14 está rela(-)cionado con el regreso de Cristo. Sus vestidos: cf. 3,4.18. 16. El texto regresa a la narración: los espíritus inmundos reunieron a los ejérci(-)tos de los reyes de la tierra. Harmaguedón: El nombre del lugar probablemente significa «la montaña de Meguidó» (véase IDB, 1, 226-27). El relato se interrumpe bruscamente, para ser reasumido posteriormente (véase 17,12-14; 19,11-21). 17-18. La conclusión del juicio de Dios (la séptima copa) se describe en términos de teofanía (cf. 11,19). 19. El efecto de este jui(-)cio se describe también en términos políticos: La caída de Babilonia, y con ella todas las ciu(-)dades de los gentiles (cf. 14,8). 20-21a. El tex(-)to regresa al lenguaje teofánico. 21b. Aparece de nuevo el motivo de la negativa a arrepentir(-)se (cf. w. 9.11).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La descripción de las copas de juicio

1 Como nadie podía entrar al templo hasta que terminaran las copas de juicio (15:8) la gran voz ... desde el templo debe ser la de Dios. 2 El juicio de la primera copa repite la plaga egipcia de las llagas (Exo. 9:10, 11). 3-7 La conversión de los ríos y las fuentes de las aguas en sangre, como en los juicios de la segunda y tercera trompetas (8:8-11), divide en dos la plaga única en Egipto (Exo. 7:19-21). La declaración del ángel en los vv. 5, 6 tiene el mismo pensamiento que la Sabiduría de Salomón 11:5-14, pero aplicado al anticristo y sus agentes para derramar la sangre de los santos y los profetas. El altar interviene en este juicio (cf. 6:10; 8:3-5). Nótese la ausencia de ha de venir, como en 11:17; dado que Dios mismo actúa en los juicios que producirá su reino, no es conveniente hablar de su futura venida.

8-11 Una vez más una plaga egipcia (la de las tinieblas; Exo. 10:21) se divide en dos juicios de copas. El derramamiento que hace el ángel de la cuarta copa sobre el sol aumentó su calor sin extinguir su luz, pero la quinta copa se derramó sobre el trono de la bestia y así es como produce las tinieblas. Es posible que el dolor de esta plaga se deba a las langostas demoníacas de la quinta trompeta, que produjo tormentos a los adherentes de la bestia (9:1-6). Esta interpretación está de acuerdo con la relación de los juicios de la trompeta y la copa esbozados en la introducción a los caps. 15 y 16.

12-16 La sexta copa, como el juicio de la sexta trompeta, afecta al gran río Eufrates (cf. 9:13-16), pero mientras que la sexta trompeta hace surgir las huestes demoníacas, la sexta copa prepara para la invasión del imperio por los reyes del Oriente. Estos últimos son descriptos más en 17:12, 13; se ponen a las órdenes de las huestes del anticristo (17:17), saquean la ciudad de la ramera (17:16) y hacen guerra contra el Cordero (17:14). El impulso para hacer estas cosas es por medio de tres espíritus inmundos semejantes a ranas que salen de las bocas del dragón, la bestia y el falso profeta. En tiempos antiguos, las ranas eran consideradas seres impuros, y a veces aun como agentes de los poderes del mal. Aquí su misión, como la del espíritu mentiroso en la historia de Acab (1 Rey. 22:19-23), es la de persuadir a los gobernantes del mundo que se unan en una gran batalla final contra Dios, en el lugar que se llama en hebreo Armagedón. El significado del nombre es desconocido. Es una transliteración al gr. del heb. Har-Megiddo, los montes de Meguido, pero la ciudad está ubicada en la llanura de Esdraelón en Israel y no tiene montañas; la más cercana es el Carmelo hacia el norte. Tal como el número 666, tiene una historia en la tradición apocalíptica, pero no contamos con su secreto. Para Juan designaba no tanto un lugar como un hecho, o sea el último levantamiento de los malvados contra Dios que resulta en el establecimiento de su reino.

17-21 La séptima copa se derrama por el aire, lo que sugiere algo más terrible que el desastre provocado por los juicios previos; significa el golpe final contra las fuerzas del mal, por lo que una gran voz del santuario desde el trono (¿la voz de Dios?) proclamó: ¡Está hecho! No podemos dejar de pensar en el clamor de Jesús desde la cruz: ¡Consumado es! (Juan 19:30) y la declaración cuando el propósito de Dios en la nueva creación se realiza: ¡Está hecho! (21:6). Los relámpagos y estruendos y truenos sugieren, como en 8:5 y 11:19, la teofanía que concluye el juicio e introduce el reino de gloria. Pero mientras que el terremoto es un elemento integral de la venida de Dios (p. ej. Isa. 13:13; Hag. 2:6, 7; Zac. 14:4, 5), este terremoto es distinto porque sacude la gran ciudad y las ciudades de las naciones. La huida de las islas y las montañas simboliza la reacción de la creación ante la abrumadora gloria de Dios en su aparición (cf. 6:12-14). El juicio definitivo se produce por un enorme granizo (cf. la plaga en Egipto, Exo. 9:24; la destrucción de los ejércitos perseguidos por Josué, Jos. 10:11; y la condenación de las huestes de Gog, Eze. 38:22). Todas estas descripciones son eclipsadas por este evento, pero no produce arrepentimiento en la gente.

Una explicación más completa de lo que se trata en los dos últimos juicios de las copas es el contenido de los caps. 17-19.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVI.

2 The Angels powre out their Vials full of wrath. 6 The plagues that follow thereupon. 15 Christ commeth as a thiefe. Blessed are they that watch.
1 And I heard a great voyce out of the Temple, saying to the seuen Angels, Goe your wayes, and powre out the vials of the wrath of God vpo the earth.
2 And the first went, and powred out his viall vpon the earth, and there fell a noysome and grieuous sore vpon the men which had the marke of the beast, and vpon them which worshipped his image.
3 And the second Angel powred out his viall vpon the sea, and it became as the blood of a dead man: and euery liuing soule died in the sea.

[Blood to drinke.]

4 And the third Angel powred out his viall vpon the riuers and fountaines of waters, & they became blood.
5 And I heard the Angel of the waters say, Thou art righteous, O Lord, which art, and wast, and shalt be, because thou hast iudged thus:
6 For they haue shedde the blood of Saints and Prophets, and thou hast giuen them blood to drinke: for they are worthy.
7 And I heard another out of the altar say, Euen so, Lord God Almightie, true and righteous are thy iudgements.
8 And the fourth Angel powred out his viall vpon the Sunne, and power was giuen vnto him to scorch men with fire.
9 And men were [ Or, burned.] scorched with great heat, and blasphemed the Name of God, which hath power ouer these plagues: and they repented not, to giue him glory.
10 And the fift Angel powred out his viall vpon the seat of the beast, and his kingdome was full of darkenesse, and they gnawed their tongues for paine,
11 And blasphemed the God of heauen, because of their paines, and their sores, and repented not of their deeds.
12 And the sixt Angel powred out his viall vpon the great riuer Euphrates, and the water thereof was dried vp, that the way of the Kings of the East might be prepared.
13 And I saw three vncleane spirits like frogs come out of the mouth of the dragon, & out of the mouth of the beast, & out of the mouth of the false prophet.
14 For they are the spirits of deuils working miracles, which goe forth vnto the Kings of the earth, and of the whole world, to gather them to the battell of that great day of God Almighty.
15 [ Mat_24:44 .] Behold, I come as a thiefe. Blessed is he that watcheth, and keepeth his garments, least hee walke naked, and they see his shame.
16 And hee gathered them together into a place, called in the Hebrewe tongue, Armageddon.
17 And the seuenth Angel powred out his viall into the ayre, and there came a great voyce out of the Temple of heauen, from the throne, saying, It is done.
18 And there were voices and thunders, and lightnings: and there was a

[Great Babylon.]

great earthquake, such as was not since men were vpon the earth, so mighty an earthquake, and so great.
19 And the great Citie was diuided into three parts, and the Cities of the nations fell: and great Babylon came in remembrance before God, [ Jer_25:15 .] to giue vnto her the cup of the wine of the fiercenesse of his wrath.
20 And euery yland fled away, and the mountaines were not found.
21 And there fell vpon men a great haile out of heauen, euery stone about the weight of a talent, and men blasphemed God, because of the plague of the hayle: for the plague thereof was exceeding great.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Las copas de la ira. Las copas, como antes los sellos, son las últimas llamadas urgentes a la penitencia y a la conversión. Las plagas de las copas no tienen limitaciones de cantidad o espacio, y afectan a todo el universo; su finalidad es quitar los obstáculos para el establecimiento del reinado de Dios. Todas ellas son una reinterpretación escatológica de las plagas de Egipto del Éx 7-10. Las cuatro primeras plagas afectan a los elementos principales de la naturaleza y de la creación: tierra, mar, agua potable y el sol; las tres últimas plagas contienen alusiones a hechos históricos y políticos que estaban sucediendo o que se esperaba que iban a suceder pronto. La séptima plaga de las tres series es idéntica: mira hacia el futuro (8,1-5; 11,15-19; 16,17-21).
Desde los días del Éxodo, el pueblo oprimido ve un poder liberador en las calamidades de la historia; después de ellas se espera un futuro de libertad y felicidad. Los malos que no tienen nada que esperar se desesperan; lo que debía servirles de medicina se les convierte en castigo. «Har-Maggedon» (16) es literalmente el Monte de Meguiddó; era una ciudad fortificada del norte de Israel, cerca del Monte Carmelo, que guardaba la entrada a la fértil llanura de Esdrelón. Por su emplazamiento estratégico se convirtió en campo de batalla obligado y en lugar de desastres históricos (2Re_9:27; 2Re_23:29; Zac_12:11). Los malos van a sufrir un desastre definitivo.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. Ver Exo_9:8-11.

4. Ver Exo_7:14-24.

12. Los "reyes de Oriente" son los reyes de los partos. Ver nota 6. 2.

13. El "falso profeta" es la "otra" Bestia descrita en 13. 11-17.

15. Este versículo parece estar fuera de contexto, ya que interrumpe la continuidad de la descripción de la sexta plaga.

16. "Armagedón" es la transcripción de una expresión hebrea que significa "montaña de Meguido". Allí fue derrotado y perdió la vida el rey Josías ( 2Re_23:29-30). Ese lugar perdura como símbolo del desastre final de los ejércitos enemigos.

18. Dan_12:1. Ver Mar_13:19.

21. Estos fenómenos cósmicos son la manifestación de la ira divina. Ver Exo_9:22-26.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



La séptima copa responde a la séptima trompeta. Tanto allí como aquí se ha llegado a un fin: Es UN HECHO. Allí se da un índice de los últimos acontecimientos (Apo_11:17-18); aquí estos acontecimientos van a narrarse particularmente. La mención de BABILONIA (Apo_16:19) es el anuncio proléptico de los dos capítulos siguientes.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 16.2 Cf. Ex 9.8-11.

[2] 16.4 Cf. Ex 7.17-21.

[3] 16.10 Cf. Ex 10.21-23.

[4] 16.12 Cf. Is 11.15; Jer 50.38.

[5] 16.16 Harmagedón: En hebreo significa monte de Meguido, lugar de famosas batallas en la antig@uedad. Cf. Jue 5.19; 6.33--7.22; 2 R 9.27; 23.29-30; Zac 12.11.

[6] 16.19 La gran ciudad: Véase 14.8 nota c.

[7] 16.21 Cf. Ex 9.22-26.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*16 El septenario de las copas sigue el modelo dramático de las siete trompetas (Apo 8:7 ss), aunque ahora las copas afectan a la totalidad de la humanidad y de la naturaleza. Es la última oportunidad para la conversión.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_6:14

NOTAS

16:20 Estos fenómenos cósmicos simbolizan los poderes terrestres arrastrados por el soplo de la ira divina.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_6:14

NOTAS

16:20 Estos fenómenos cósmicos simbolizan los poderes terrestres arrastrados por el soplo de la ira divina.

Torres Amat (1825)



[16] Lugar famoso de la Palestina por la derrota de muchos ejércitos. Tal vez este nombre está puesto aquí sólo para denotar lugar de venganza. Jue 1, 16; 5, 19; 2 Re 23, 29.

[17] Llegó el fin del mundo.

[21] De extraordinario peso.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.i

i Apo 6:14.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

no fueron halladas...Apo 6:14.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Apo 6:12-14.

Jünemann (1992)


20 c. Desaparecieron en el cataclismo.