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Los diez cuernos que has visto son diez reyes que no han recibido aún el reino; pero recibirán con la Bestia la potestad real, sólo por una hora. (Apocalipsis  17, 12) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capítulo 17.
El Castigo de Babilonia, 17:1-19:10.
E n esta última parte del Apocalipsis, de gran trascendencia para los cristianos contemporáneos de San Juan, se nos describe el exterminio de los adversarios de la Iglesia. Primero será la ruina de Roma (17:1-19:10), después la derrota y la captura de las dos Bestias culto imperial y sacerdocio pagano (19:11-21) y, en fin, encadenamiento del Dragón (20:1-3).
La visión de los capítulos 17:1-19:10, que debía de tener una grandísima importancia para los primeros lectores del Apocalipsis, desarrolla lo que acaba de ser ejecutado por la séptima copa. San Juan nos va a describir en esta sección el aniquilamiento de la gran ciudad de Babilonia (Roma), la enemiga por excelencia de la expansión de la Iglesia en el mundo. Su caída ya había sido anunciada por dos veces en los capítulos anteriores *. El autor sagrado representa a la ciudad de Babilonia (Roma) bajo la figura de una mujer, según el uso bastante corriente en el Antiguo Testamento 2. Como ciudad, Roma se opone a Jerusalén, como mujer se opone a la Mujer del capítulo 12. Lo mismo que Jerusalén representa a la Iglesia, así Babilonia (Roma) simboliza la Iglesia del anticristo. Roma, la gran Prostituta que hace fornicar a los reyes de la tierra, es la antítesis de la Jerusalén nueva, la Esposa gloriosa del Cordero 3. Mientras Roma, la ciudad del lujo y del poder, será totalmente destruida, la ciudad santa, Jerusalén, durará por siempre.
El cuadro precedente de las siete copas de la cólera divina, derramadas sobre la tierra para castigo de los adoradores de la Bestia, no significa la ruina total de ésta ni de su imperio. La lucha de Dios contra la ciudad impía proseguirá hasta su definitiva destrucción, de la cual se habla en el capítulo 19:11-21.
La sección 17:1-19:10 se puede dividir en los siguientes puntos: i) La gran Ramera (17:1-7). 2) Simbolismo de la Bestia y de la Ramera (17:8-18). 3) Un ángel anuncia solemnemente la caída de Babilonia-Roma (18:1-3). 4) El pueblo de Dios ha de huir de Babilonia (18:4-8). 5) Descripción de la ruina de Babilonia mediante los lamentos de los que vivían en ella (18:9-19). 6) Regocijo de los santos (18:20-24). 7) Cántico triunfal en el cielo (19:1-10).



La gran Ramera, 17:1-7.
l Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo, y me dijo: Ven, te mostraré el juicio de la gran Ramera que está sentada sobre las grandes aguas, 2 con quien han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación. 3 Llevóme en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 La mujer estaba vestida de púrpura y grana, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación. 5 Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. 6 Vi a la mujer embriagada con la sangre de los mártires de Jesús, y, viéndola, me maravillé sobremanera. 7 Díjome el ángel: ¿De qué te maravillas? Yo te declararé el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, que tiene siete cabezas y diez cuernos.

Para mostrar el enlace del presente capítulo con el precedente, el vidente de Patmos nos presenta a uno de los siete ángeles de las copas, que dirige la palabra al profeta, diciéndole que quiere mostrarle el juicio de la gran Ramera sentada sobre las grandes aguas (v.1). Esta Ramera será pronto identificada con Babilonia (Roma)4, tipo de la ciudad del diablo. La prostitución, en lenguaje profético, era símbolo de la idolatría. Israel, la esposa de Yahvé, al entregarse al culto idolátrico, abandonaba a su legítimo esposo yéndose con otros 5. De ahí que la idolatría sea llamada fornicación. En Nahum 6, Nínive es representada como una meretriz, y lo mismo Tiro en Isaías 7. En Ezequiel 8 se describe a Israel bajo la forma de una mujer hermosa que se deja llevar del amor a los ídolos y abandona a Yahvé. En el Apocalipsis, esa fornicación será el culto idolátrico a Roma y a sus emperadores, sin excluir el culto pagano que en todo el imperio se tributaba a los dioses. El epíteto de Ramera que el autor sagrado da a Roma probablemente no sólo se refiere a su idolatría, sino también a la corrupción de costumbres y a los ritos licenciosos que se permitían en ciertos cultos paganos 9.
Las grandes aguas sobre las cuales estaba sentada Roma, representan los pueblos y naciones sobre los que ejercía su dominación, como nos declarará luego el autor sagrado en el v. 15. Las aguas de por sí indican inestabilidad. Por eso, Roma, asentada sobre las aguas inestables de las naciones, caerá y se arruinará. La imagen se inspira en Jeremías 10, que la aplica a Babilonia, sentada sobre el río Eufrates y sus canales, o también en Ezequiel u cuando habla de Tiro, que tenía su morada en medio de los mares. Pero al no convenir literalmente a Roma, que no estaba situada junto al mar ni junto a grandes ríos, San Juan la interpreta simbólicamente. A no ser que pensemos que para el vidente de Patmos, como para todo el que mirase a Roma desde Asia, aparecía sentada en medio del Mediterráneo. En cuyo caso habría que entender las palabras de nuestro texto en sentido literal.
Con Roma han fornicado los reyes vasallos, edificándole templos y celebrando fiestas en su honor. Y con su ejemplo arrastraron a las respectivas naciones a las prácticas idolátricas del culto imperial, embriagándolos con el vino de su fornicación (v.2). Un proverbio antiguo decía que Venus y Baco suelen andar juntos. Por eso, el ángel habla aquí del vino embriagador de la fornicación. Roma, por su parte, acogía con complacencia todos los cultos y dioses extranjeros que acudían a sus puertas. Una muestra de esto la tenemos en el Panteón, edificado precisamente para albergar a todos los dioses 12. Esto explica el que San Juan considere a Roma como la gran Meretriz que con su idolatría (fornicación) embriagaba a todos los moradores de la tierra.
El ángel lleva al vidente al desierto, como en 21:10 será trasladado también en espíritu a un monte muy alto desde el cual puede contemplar la ciudad de Jerusalén. El desierto es, por lo tanto, el escenario de la visión, porque, según la tradición judía, el desierto era el lugar en donde habitaban los espíritus impuros y las bestias salvajes 13. Otros autores, en cambio, interpretan esto en un sentido más espiritual: desierto significaría la soledad en que vive la Ramera entregada a la idolatría. Sería el desierto de la vida sin Dios, bien distinto de la soledad recogida en donde encontró refugio la Mujer de Ap 12. En este desierto el ángel le muestra a la Ramera sentada sobre una bestia bermeja, o sea de color rojo vivo escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos y el cuerpo cubierto de nombres de blasfemia (v.3), como en Rev_13:1. Esta descripción de la Bestia corresponde a la que ya encontramos en el capítulo 13, y parece ser la misma, es decir, Roma, no obstante alguna diferencia de detalle. Según el v.8, la Bestia parece identificarse con Nerón en persona, como veremos después. El color bermejo de la Bestia diría relación con la pantera, que, con el tigre, es la fiera más sanguinaria. El color rojo vivo escarlata también podría aludir a la sangre de sus persecuciones. O bien podría simbolizar la púrpura imperial, la magnificencia del Imperio triunfante sobre el cual cabalgaría Roma. La Ramera representa, por consiguiente, a Roma llevada por la Bestia-Imperio, que aparece toda cubierta de nombres de blasfemia, como en Rev_13:1. Los nombres blasfemos que cubren la Bestia son los epítetos divinos tributados a los emperadores romanos y las innumerables divinidades a las que se daba culto en el Imperio. La Bestia tiene siete cabezas, que simbolizan las siete colinas de Roma (cf. v.9), y diez cuernos, que designan a otros tantos reyes vasallos (cf. v.16). El arte asiático nos ofrece frecuentemente la imagen de dioses cabalgando sobre sus animales simbólicos. Así, la diosa Cibeles era transportada en un carro tirado por leones, y Zeus Doliquenus era representado de pie sobre un toro 14.
La mujer que cabalgaba sobre la Bestia iba vestida de púrpura y grana, adornada de todo género de joyas, y en su mano llevaba una copa de oro (v.4). La púrpura era un vestido de lujo, propio de los emperadores y de los reyes 15. Y la grana puede representar la sangre de los mártires derramada por la misma Bestia 16 y con la cual se embriagaba (v.6). La gran Ramera estaba adornada de oro y piedras preciosas y de perlas, que simbolizan las grandes riquezas que había acumulado con su meretricio. Las prostitutas de Roma y de Grecia tenían fama de adornarse hasta el exceso con púrpura, joyas y piedras preciosas. La suntuosidad del atuendo manifiesta claramente el lujo y la riqueza de la mujer, que, como reina, tenía la soberanía sobre todos los reyes de la tierra 17. Hasta qué extremo llegaron este lujo y riquezas nos lo indican bien los lamentos de los mercaderes en Rev_18:11-19. También se podrían ver en todos esos adornos los monumentos de Roma, verdaderas joyas arquitectónicas que adornaban a la capital del Imperio.
La Ramera llevaba, además, en su mano una copa de oro que contenía todas las abominaciones e impurezas de su fornicación. Es la copa que ofrece a todos los pueblos para embriagarlos, imponiéndoles el culto imperial18. Las abominaciones y suciedades que llevaba en la copa simbolizan los cultos idolátricos y las costumbres licenciosas de la Roma pagana. Tácito dice a este propósito: Quo cuneta undique atrocia aut pudenda confluunt celebranturque 19. La gran Ramera, adornada con todas las vanidades de la tierra, contrasta con la Mujer del capítulo 12, vestida de sol y coronada de estrellas 20.
San Juan puede leer también el nombre de la gran Meretriz, que llevaba escrito sobre su frente. Parece que era costumbre de las prostitutas romanas según el testimonio de Séneca y Juvenal llevar su nombre escrito en la frente. Conforme a tal uso, esta madre de las rameras llevaba también escrito el suyo (v.5). Pero el nombre que lee el vidente de Patmos está cifrado, no es el verdadero, que sería peligroso declarar, sino otro convencional, alegórico, misterioso. Es un secreto que sólo conocen los iniciados. El nombre escrito sobre su frente es Babilonia la grande. No se trata evidentemente de la Babilonia de Mesopotamia, que en aquel tiempo ya no existía, sino de Roma, la perseguidora de los cristianos. El designar a Roma con el nombre de Babilonia era un simbolismo ya conocido en aquellos tiempos 21. Lo mismo que la Babilonia histórica, opresora del pueblo judío y destinada por Dios a la destrucción 22, así también Roma sufrirá las consecuencias de la ira divina. En el Apocalipsis, siempre que se habla de Babilonia, se la llama la grande 23, como aquí. Roma, la segunda Babilonia, es la madre de las abominaciones de la tierra, porque tolera, crea y nutre en las demás naciones de su Imperio el culto idolátrico de los emperadores y todas las perversiones religiosas y morales inimaginables.
San Juan, al ver la mujer embriagada con la sangre de los mártires, se maravilló sobremanera (v.6). No puede menos de admirar la aparición imponente de Roma con todas sus riquezas y esplendor, que pronto será precipitada en el abismo. Porque la metrópoli de la idolatría se ha convertido en perseguidora de los cristianos. Esto debe de ser, probablemente, una alusión a la persecución de Nerón. Roma se ha hecho culpable del crimen de la idolatría y del asesinato de los fieles lo mismo que Jerusalén en el profeta Ezequiel 24. El embriagamiento con la sangre es una metáfora bastante común. Plinio el Viejo, hablando de Marco Antonio, dice que estaba ebrius iam sanguine civium. 25 La razón de que se dé a Roma tanta importancia en el Apocalipsis está en ser la perseguidora del nombre de Jesús en sus fieles. Sólo Roma se había levantado contra la Iglesia y contra lo que la Iglesia significaba en el mundo.
Ante la admiración de San Juan al ver a aquella gran reina que era Roma, el ángel se ofrece para explicarle el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva (v.7). Este es un procedimiento muy frecuente en la literatura apocalíptica. La admiración, dicen los psicólogos, supone alguna ignorancia de lo que se ve o se oye, y ésta es la que va a disipar el ángel intérprete. Pero, a la verdad, la explicación que se atribuye al ángel necesita mucha luz para entenderla, ya que muchas cosas permanecen bastante oscuras. El ángel se detendrá principalmente en la explicación de la Bestia que soporta a la mujer. Esto es explicable si se tiene en cuenta que la gran Ramera es sólo un instrumento de la Bestia. El ángel explica el misterio de la Bestia empleando fórmulas misteriosas que, si bien para sus contemporáneos resultarían más inteligibles, para nosotros resultan indescifrables. Es esto algo propio del género apocalíptico. Además, resultaba peligroso para Juan y los cristianos decir las cosas demasiado claras, ya que se trataba de la condenación de Roma y del anuncio de su próxima ruina. Sin embargo, la explicación que da el ángel prepara en cierto sentido el camino para una mejor comprensión del misterio. Algo semejante encontramos en el libro de Daniel, en donde el autor sagrado presenta a voces celestes que explican visiones con palabras misteriosas o enigmas difíciles de entender 26. Y en la literatura extrabíblica se encuentran descripciones apocalípticas muy parecidas. En el libro 4 de Esdras se presenta un águila con doce alas y tres cabezas, que representa a Roma y a su Imperio 27.



Simbolismo de la Bestia y de la Ramera,Rev_17:8-18.
8 La bestia que has visto era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdición; y se maravillarán los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, viendo la bestia, porque era y no es, y reaparecerá. 9 Aquí está el sentido, que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer, 10 y son siete reyes, de los cuales cinco cayeron, el uno existe y el otro no ha llegado todavía; pero, cuando venga, permanecerá poco tiempo. 11 La bestia, que era y ya no es, es también un octavo, que es de los siete, y camina a la perdición. 12 Los diez cuernos que ves son diez reyes, los cuales no han recibido aún la realeza, pero con la bestia recibirán la autoridad de reyes por una hora. 13 Estos tienen el solo pensamiento de prestar a la bestia su poder y su autoridad.14 Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con El, llamados, y escogidos, y fieles.15 Me dijo: Las aguas que ves, sobre las cuales está sentada la ramera, son los pueblos, las muchedumbres, las naciones y las lenguas. 16 Los diez cuernos que ves, igual que la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes, y la quemarán al fuego. 17 Porque Dios puso en su corazón ejecutar su designio, un solo designio, y dar a la bestia la soberanía sobre ella, hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18 La mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra.

Ante todo advertimos que la Ramera y la Bestia, sobre la cual cabalga, significan una sola cosa, la misma que la Bestia de Apo_13:1Ss, es decir, la Roma perseguidora de Cristo y de su Iglesia.
El ángel dice a Juan que la Bestia que ha visto era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdición (v.8). El versículo 8 contiene una alusión bien clara a la leyenda del Nero redux y redivivus. Por eso, la Bestia debe de simbolizar a Nerón, muerto ya desde hacía tiempo, pero que la creencia popular afirmaba que había de volver un día al frente de los partos para vengarse de Roma 28. Aquí parece que sube del Hades. El libro apócrifo la Ascensión de Isaías, en cambio, lo presenta descendiendo de su firmamento: Después de los días de la consumación descenderá Belial, el gran príncipe, el rey de este mundo, que lo ha dominado desde que existe; y descenderá de su firmamento bajo la forma de un hombre, rey de iniquidad, asesino de su madre, el cual es también rey de este mundo. Y perseguirá la plantación que habrán plantado los doce apóstoles del Muy-Amado. 29 Los Oráculos sibilinos 30 también lo presentan como el asesino de su madre, que viene de las extremidades de la tierra. Vendrá dice uno de estos Oráculos sibilinos 31 de la extremidad de la tierra el hombre que ha asesinado a su madre. Las extremidades de la tierra en este caso hacen referencia a las regiones de los partos, de donde se creía que vendría el anticristo bajo la forma de Nerón redivivo. En este sentido, Sulpicio Severo dice hablando de Nerón: Creditur. sub fine saeculi mittendus, ut mysterium iniquitatis exerceat. 32 Y San Agustín refiere que en su tiempo había bastantes que aplicaban a Nerón las palabras de San Pablo en su 2Te_2:9, y veían en él al anticristo que había de venir: Unde nonnulli ipsum resurrecturum et futurum antichristum suspicantur. 33
Las expresiones era y no es y reaparecerá del v.8 vienen a ser como un remedo del nombre divino, designado como el que era y el que es 34. Igualmente la herida que tenía la Bestia 35 era la parodia de la herida del Cordero. La reaparición de la Bestia constituye también una imitación de la parusía de Cristo. De esta manera, el autor del Apocalipsis nos da un paralelismo casi completo de la Bestia respecto del Cordero.
La reaparición de la Bestia que sube del abismo o seol es una especie de resurrección que maravillará a los moradores de la tierra cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo (v.8). Los moradores de la tierra designan aquí, como en general en todo el Apocalipsis, a los enemigos de Dios y de su Iglesia. Son los que adoraron a la Bestia, y como idólatras, su nombre no está escrito en el libro de la vida. Según el lenguaje de la Escritura, Dios tiene su libro, en el cual están escritos los que El tiene destinados para la vida. Aquí se trata del libro de los predestinados, donde se hallan escritos los nombres de los que están predestinados para la vida eterna.
Como con lo dicho aún queda bastante oscuro el misterio de la Bestia, el ángel va a añadir alguna aclaración más. Pero la explicación que da permanece todavía enigmática, pues motivos de prudencia no permitían aclararlo más. Por eso, la explicación va dirigida al que tiene inteligencia (v.9). Pues bien, el ángel afirma que las siete cabezas son las siete colinas sobre las cuales está sentada la mujer. Evidentemente se refiere a Roma, la ciudad de las siete colinas, urbs septicollis, de la que Horacio decía: Di, quibus septem placuere colles. 36 Y Pimío el Viejo, hacia el año 70 d.C., también escribe de Roma: Complexa septem montes. 37 Los siete montes o colinas sobre los cuales se asentaba Roma son los siguientes: Palatinum, Velia, Cermalus, Oppius, Cispius, Fagutal y Suburra 38. En realidad estos siete montes son más bien colinas, pero los mismos autores latinos los designan con el nombre de montes. Este es probablemente el texto más claro de todo el Apocalipsis, que nos demuestra cómo San Juan se refiere en sus visiones a la Roma imperial, perseguidora del nombre de Cristo.
Pero las siete cabezas designan, además, a siete reyes o emperadores, a los cuales se añade un octavo, que se identifica con la Bestia que era y ya no es (v.10-11). Por lo que se refiere a estos siete reyes, que encarnan al poder romano, conviene notar que el número de siete, en el lenguaje bíblico, se toma con frecuencia no en sentido aritmético, como suma de siete unidades, sino simbólico, como expresión de una totalidad perfecta. Esto conviene tenerlo en cuenta, porque tal vez nuestro autor toma aquí el siete en tal sentido.
Este pasaje ha dado lugar a muchos cálculos e interpretaciones. El vidente de Patmos parece que tiene en la mente ocho emperadores: los cinco primeros cayeron, es decir, han muerto; el sexto subsiste, el séptimo todavía no ha llegado, pero cuando llegue tendrá un reinado breve (v.10). El octavo, que forma parte de los siete precedentes, ha muerto; pero reaparecerá para ir a la perdición (v.11). Lo raro en esta visión de San Juan es que un emperador que ha de venir en octavo lugar ya había existido antes y era muerto cuando Juan tuvo la visión. Y, al mismo tiempo, ese octavo emperador se identifica con uno de los siete ya nombrados. Por consiguiente, una de las cabezas de la Bestia parece tener doble personalidad, pues representa a dos emperadores. Este es el enigma que exige un ejercicio agudo de inteligencia. Probablemente, para los lectores del Apocalipsis contemporáneos de San Juan era más fácil que para nosotros el comprender el enigma. A nosotros nos resulta casi imposible resolverlo satisfactoriamente. Las interpretaciones entre los autores modernos son variadísimas. La interpretación que nos parece más probable es la que ve en el octavo a Domiciano (81-96 d.C.), que fue considerado por sus contemporáneos como un nuevo Nerón: portio Neronis de crudelitate, diría Tertuliano 39; el séptimo sería Tito, que reinó sólo tres años (79-81 d.C.); el sexto, Vespasiano (69-79 d.C.), bajo el cual habría tenido la visión San Juan. En cuyo caso, Galba, Otón y Vitelio serían considerados por el autor sagrado no como emperadores, sino como usurpadores 40. Los cinco primeros, que ya habían muerto, corresponderían a Nerón (54-68 d.C.), Claudio (41-54 d.C.), Calígula (37-41 d.C.), Tiberio (14-37 d· C.) y Augusto (31 a. C.-14 d.C.)41. Para otros autores, en cambio, el primero de estos cinco emperadores sería Nerón; el sexto, que aún existe, sería Domiciano, al cual sucederá el séptimo, que durará poco, y que correspondería al anciano Nerva, el cual reinó sólo dos años. Los cuatro que sucedieron a Nerón serían Galba, Otón, Vespasiano y Tito, descartando a Vitelio, que no llegó a sentarse en el trono de la ciudad imperial. También esta solución tiene sus probabilidades.
Después que los siete emperadores hayan muerto, el vidente de Patmos nos da a entender que no desaparecerá el Imperio romano, sino que continuará con otro emperador. Juan no se pronuncia sobre el número exacto de emperadores romanos que reinarán después de la muerte del séptimo, probablemente porque no lo sabía. Pero sí nos dice que la Bestia durará todavía un tiempo indefinido, porque después de los siete llega un octavo emperador. El número ocho significa la plenitud desbordante, en cuanto que supera al número siete, que simboliza la plenitud. Este octavo emperador será una nueva encarnación de la Bestia, y con él volverá a comenzar la serie de los augustos42. San Juan advierte que el octavo camina hacia la perdición, porque, en suma, los que luchan contra Dios y son enemigos de su Iglesia están condenados a la ruina.
Tal podría ser la exposición de este difícil pasaje, de esta verdadera crux interpretum del Apocalipsis.
Explicado el significado de las siete cabezas, pasa San Juan a dar la explicación de los diez cuernos de la Bestia, Estos diez cuernos representan, según la interpretación del ángel, a diez reyes vasallos del Imperio romano, que en las guerras concurrirán con sus tropas auxiliares a reforzar las legiones romanas. Los diez reyes no han recibido aún la realeza cuando Juan tuvo la visión, pero se les dará la autoridad regia que ejercerán junto con la Bestia por espacio de una hora (v.1a), es decir, por un breve período de tiempo. Según algunos autores (Charles, Loisy), San Juan vería en la Bestia a Nerón redivivus, que, ayudado por diez reyes partos el número diez es una cifra estereotipada tomada de Dan_7:24 , sería restablecido en su trono. Y con el auxilio de estos mismos reyes destruiría Roma, y les haría partícipes por poco tiempo, porque el dominio de la Bestia duraría poco de su autoridad real sobre el territorio del Imperio romano. Otros autores (Swete, Alio, etc.), en cambio, ven en la Bestia al mismo Imperio romano, y en los cuernos, un cierto número de reyes bárbaros que en tiempo de Juan todavía no poseían el poder real dentro del Imperio. Estos reyes primeramente se asociaron con Roma y persiguieron a la Iglesia de Cristo, pero cuando vieron al Imperio debilitado por revoluciones intestinas, entonces se rebelaron contra Roma y cayeron sobre ella para destruirla (cf. v.16). P. Touilleux43 propone la hipótesis según la cual los diez reyes representarían el colegio sacerdotal de Atis, en Pesifonte (Galacia), que eran reyes titulares, pero no tenían poder real. No obstante, gozaban de una gran autoridad en la provincia de Galacia, en el Asia Menor. Sin embargo, es poco probable que la Bestia pudiera destruir a Roma con este puñado de sacerdotes de una provincia del Imperio44.
Los diez reyes solo piensan en prestar su apoyo y autoridad a la Bestia (v.13) para perseguir a los cristianos y luchar contra el Cordero. Pero el Cordero los vencerá, porque es el Rey de reyes y el Señor de señores (v.14). Con El vencerán los suyos, sus fieles y escogidos servidores que forman su ejército. Esta batalla y el triunfo del Cordero serán descritos en Rev_19:11-21; Rev_20:7-10. Será el cumplimiento de lo que decía San Juan en Rev_2:26-27. El cristiano que sea fiel a su fe y se mantenga firme en la lucha contra el demonio es llamado vencedor en el Apocalipsis45. El Cordero logrará con toda certeza la victoria, porque es el Señor de señores y el Rey de reyes, es decir, el señor supremo y el rey supremo de todo el universo 46. Estas expresiones se encuentran ya en el Antiguo Testamento. En un pasaje del Deuteronomio 47 se dice que Yahvé es el Señor de los señores, o sea el amo, el dueño supremo de todos los poderes y de todos los señoríos de este mundo. Y el profeta Daniel nos refiere que Nabucodonosor proclamó a Yahvé, Dios de Israel, como Señor de los reyes 48, para dar a entender que Dios es el rey supremo de todos los reyes de la tierra y que a El deben someterse y prestarle rendida obediencia. San Juan aplica estos títulos divinos, que el Antiguo Testamento daba únicamente a Yahvé, a Jesucristo. De donde se deduce claramente que para el autor del Apocalipsis Cristo es verdadero Dios, y como tal invencible49.
El ángel, que hasta aquí ha hablado del simbolismo de la Bestia, comienza ahora a explicar el significado de la gran Ramera. Las aguas sobre las cuales estaba sentada la Ramera representan la muchedumbre de los pueblos, naciones y lenguas (í.Àæ) que forman el Imperio romano50. El mayor peligro para Roma residía en ese conglomerado de pueblos sobre los que se asentaba su poder imperial. Porque Roma los dominaba imperfectamente, y era de prever que un día se rebelarían contra ella y la arruinarían. Por eso, el ángel dice a Juan que de la muchedumbre de pueblos dominados por Roma surgirían diez reyes, representados por los diez cuernos, que habían de acabar con ella. El Cordero vencerá a la Ramera y a los diez reyes, como ya se dijo en el v.14. Pero para obtener esta victoria se servirá de sus mismos enemigos. La Bestia sobre la cual cabalgaba la Ramera aborrecerá a ésta y se unirá a los diez reyes para combatir contra la Ramera y destruirla (v.16). Por consiguiente, serán los mismos partidarios de la Meretriz los que se convertirán en sus destructores. Estos manifestarán su odio contra la gran Ramera, dejándola desolada, desierta de habitantes y de riquezas; desnuda de sus atavíos y joyas arquitectónicas; consumida por el saqueo y el bandidaje y destruida por el fuego. La ruina será completa e irreparable.
El castigo de la gran Ramera se inspira en Ezequiel51, en donde el profeta representa a Israel y a Judá bajo la imagen de dos hermanas de malas costumbres, que serán condenadas a la pena impuesta a las adúlteras. El castigo que aquí el autor del Apocalipsis nos anuncia como futuro se nos cuenta en Rev_19:11-21 como ya realizado. Y precisamente en el capítulo 19 del Apocalipsis, el vidente recurre de nuevo a Ezequiel 38-39, de donde tomó la imagen para describirnos la victoria. En estos capítulos de Ezequiel vemos incorporados al ejército de Gog pueblos innumerables, todos unidos en el deseo de acabar con el pueblo de Dios. Este mora tranquilo en sus ciudades sin murallas de Palestina, porque, como dirá el profeta Zacarías 52, el Señor será para ellos como una muralla de fuego. En el momento de mayor peligro Dios viene en ayuda de su pueblo, suscitando en el vasto campamento enemigo el espíritu de discordia, la guerra civil, que acabará con todos los enemigos. Pues tal será la victoria del Cordero contra la Ramera. Los suyos mismos se levantarán contra ella, la despojarán de sus ricos vestidos y de sus joyas y la entregarán al fuego. Cuando las legiones de Vespasiano, mandadas por su hijo Tito, entraron en Roma, hubieron de luchar en la ciudad misma con las legiones de Vitelio, y, en el ardor de la refriega, muchos monumentos, entre ellos el templo de Júpiter Capitolino, quedaron reducidos a pavesas. Y en el siglo í los pueblos que habían estado al servicio de Roma fueron los que más contribuyeron a la caída del imperio de Occidente. Esto ya había comenzado a realizarse siglos antes. Tal debe de ser lo que aquí se propone significar el autor sagrado. El poder del Cordero se manifiesta haciendo que sus enemigos se destruyan unos a otros. Es la victoria más completa y la más barata.
La destrucción de Roma por sus propios aliados es, en la perspectiva teológica de San Juan, un efecto de un designio permisivo y providencial de Dios. El Señor es el que dirige la historia del mundo hasta el cumplimiento íntegro de sus designios. El, en los misteriosos designios de su providencia, queriendo castigar a la gran Ramera, ha dispuesto que los diez reyes se uniesen contra ella y la destruyesen. Pero, al mismo tiempo, también ha permitido que estos reyes cayesen bajo el dominio de la Bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios (v.17), con la destrucción de todas las potencias enemigas y la venida triunfal del reino de Jesucristo 53. San Juan considera la historia humana como una lucha continua entre las fuerzas del bien y del mal. Al fin terminarán por imponerse las fuerzas que defienden el bien.
El ángel termina revelando claramente la identidad de la gran Ramera (v.18). La mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra. En el siglo i, en el que escribía Juan el Apocalipsis, la ciudad que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra, es decir, la capital del mundo de entonces, sólo podía designar a Roma. Además, el título de ciudad grande es empleado habitualmente para designar a Roma. Esta declaración del ángel, junto con la del v.q sobre la ciudad asentada sobre siete colinas, permite una interpretación segura de estos pasajes y de todo el Apocalipsis 54.
El P. Alio ve en el v.18 un fino sarcasmo, como si el autor sagrado dijera: ¿Ves esa ciudad cuya suerte miserable acabo de mostrarte? Pues bien, ella se cree, en su potencia presente, la dominadora perpetua de la tierra 55.

1 Rev_14:8; Rev_16:19. 2 Isa_23:16-17; Nah_3:4. 3 Cf. Ap 21.2SS. 4 Rev_18:2-3. 5 Os 1-2', Ez 16; 23. 6 Nah_3:4. 7 Isa_23:16-17. 8 Eze_16:15-63. 9 Cf. Tácito , Amales 15:44. 10 Jer_51:13. 11 EZ28.2. 12 M. García Cordero, o.c. p.178. 13 Isa_34:9-15; Lev_11:24. 14 Cf. Daremberg-Saglio, Dtct. cíes antiq., art. Cybéle p.1687; Contenau, Manuel d'ar-chéologie oriéntale (París 1927) I fig.143; M. García Cordero, o.c. p.179. 15 Cf. Jua_19:2. 16 Rev_18:23-24- 17 Rev_17:18. 18 Rev_14:8; Rev_18:3.6.23; cf. Jer_51:7. 19 Tácito, Annales 15.44· 20 E. B. Allo, o.c. p.268. 21 Cf. 1 Pe 5:13- 22 Cf. Isa_21:1-10; Jer 51. 23 Rev_14:8; Rev_16:19; Rev_18:2. 24 Eze_16:36-38; Eze_23:37-45. 25 Plinio El Viejo, Historia Naturalis 14:22:28 26 Dan_7:15-27; Dan_8:15-26. 27 4 Esd_12:10-34. Cf. S. Bartina, o.c. 1x758-759. 28 Cf. Rev_17:16-17. Ver Tácito, Historia 2:8; Suetonio, Ñero 40.47.57. 29 Ascensión de Isaías 4:2-3. Este apócrifo fue compuesto parte en el siglo i y siglo Ji d.C. parte en el 30 Oráculos sibil IV 119-122.137-139; V 143-147.363. 31 Oráculos sibil VIH 71. 32 Historia sacra 2:29: PL 20:145. Acerca de la identificación de Nerón redivivo con el anticristo se pueden consultar R. H. Charles, The Ascensión of Isaiah (Londres 1900) p.LI-LXXIH; E. Tisserant, Ascensión d'Isaie (París 1909) p.29-31. 33 De civitate Dei 20, 19 : PL 41,686. 34 Rev_1:4.8; Rev_4:8. 35 Rev_13:3.14. 36 Horacio, Carmen saeculare 7. 37 Pumo el Viejo, Ilist. Nat. 3:9. 38 Cf. U. E. Paoli, Urbs. La vida en la antigua Roma (Barcelona 1944) p.310-311.360. 39 Apologeticum 5. Cf. R. Sghütz, Die Offenbarung des Johannes und Kaiser Domitian (Góttingen 1933); P. touilleux, L'Apocalypse et les cuites de Domitien et de Cybéle (París 1935); J- Moreau, A propos de la persecution de Domitien: La Nouvelle Clio 5 (1953) 121ss. 40 El reinado de estos tres emperadores abarcó complexivamente un año y medio. Suetonpe: del Apocalipsis. 41 A. Gelin, o.c. p.64y; L. Brun, Die Rómischen Kaiser in der Apokalypse: ZNTW 26 (1927) 128-151; L. Homo, Les empereurs romains et le christianisme (París 1931)· 42 E. B. Allo, o.c. p.271. 43 O.c. p.Sj. 44 Cf. Dom Guiu M. Camps, o.c. p.325-326; A. Gelin, o.c. p.647. 45 Rev_2:7.11.17.26; Rev_3:5.12.21. 46 Señor de señores y Rey de reyes son dos superlativos semíticos que expresan la señoría y la realeza supremas. 47 Deu_10:17. 48 Dan_2:47. 49 S. Bartina, o.c., p.765. 50 A propósito de esto se puede ver lo que dejamos dicho sobre Rev_17:1. 51 !; Eze_23:25-29. 52 Zac_2:5. 53 M. Sales, o.c. p.666. 54 Cf. J. Sickenberger, Die Johannesapokalypse und Rom: BZ 18 (1926) 270-282; Ñ. Êåô-Ter, Der rómische Staat in der Apokalypse: Trierer Theologische Studien (1941) 70-93; Ñ. Ì. Campos, Roma como corporificacáo do mal na literatura sibilina e apocalíptica: Revista de Historia 3:7 (1951) 15-47; S. Bartina, o.c. p.764-766; M. García Cordero, o.c. p. 180-184· 55 E. B. Allo, o.c. p.27S.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 17

3. EL JUICIO SOBRE BABILONIA (17,1-19,10) Con las plagas de las copas han terminado ya sin resultado las medidas tomadas por Dios que ante el juicio final, que se acerca debía dar a los impíos el ultimo impulso para entrar dentro de sí y convertirse; de resultas del obstinado empedernimiento de los adeptos de la bestia, estas medidas tienen ya en gran parte el carácter de castigos; con ellas comienzan ya al mismo tiempo las últimas disposiciones que han de dejar campo libre para la definitiva reestructuración del mundo. A continuación se lleva adelante la purificación de la creación de Dios de todo lo antidivino; la descripción se desarrolla aquí en sentido contrario al de la toma de posesión del mundo por el poder hostil a Dios. Primero se expone cómo su punto central de apoyo en la tierra, la metrópoli del Anticristo, queda destruido y aniquilado; luego se habla de cómo son puestos fuera de combate los poderes auxiliares del dragón y, finalmente, cómo es dejado definitivamente desarmado y desposeído el dragón mismo. Con esto se sienta también el prerrequisito para la separación definitiva del bien y del mal en el último juicio; con esta separación se cumple además la condición previa para el establecimiento de la plena soberanía de Dios.

a) La gran meretriz (17,1-18)

1 Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciendo: «Ven, te mostraré el juicio contra la gran meretriz, la que está sentada sobre muchas aguas. 2 Con ella fornicaron los reyes de la tierra, y con el vino de su fornicación se embriagaron los moradores de la tierra.»

La plaga de la última copa había iniciado ya el juicio sobre Babilonia (16,9), que antes había sido anunciado por un ángel (14,8). Sin embargo, antes de describirlo en una pintura sorprendentemente amplia e impresionante (18,1-19,10), traza el profeta un cuadro de la corte del Anticristo, que le viene mostrada en una representación simbólica por el ángel de las copas (17,1-6). A esta descripción del cuadro sigue una interpretación por el ángel (17,7-18), que, pese a su prolija exposición, tiene hoy para nosotros varios puntos obscuros y deja pendientes algunas cuestiones.

Los dos primeros versículos son de nuevo (como 15,1) un epígrafe que indica el tema y al mismo tiempo adelanta algunos esbozos de interpretación para inteligencia de la materia. Cuando en los escritos veterotestamentarios se quiere estigmatizar la impiedad y especialmente la hostilidad a Dios de una ciudad, se designa para ello la ciudad como una meretriz 55; el mismo objeto tiene también aquí esta designación.

La descripción del emplazamiento de Babilonia («sobre muchas aguas») se basa en Jer_51:13; exteriormente hace referencia a la extensa red de canales del Eufrates, que corría por la ciudad y los alrededores. Ya en Jeremías se entendía simbólicamente este detalle; de la misma manera se interpreta también simbólicamente más abajo en el Apocalipsis (v. 15), aplicándose al dominio de Babilonia sobre todos los pueblos del mundo; por lo demás, su estrecha relación con las «ciudades de los gentiles» se había insinuado ya en 16,19; la ciudad de Babilonia representa aquí su entera zona de influencia. De ello resulta que Babilonia es como una magnitud política de influjo mundial.

Como centro de influencia del mundo contrario a Dios ha contagiado a todos los «moradores de la tierra» (cf. comentario a 3,10) de su espíritu antidivino e inmoral (cf. 14, 8; 18,3); ella lo mantiene en vigor por medio de los «reyes de la tierra» que le están sumisos, que en todas partes ponen en juego su poder en la tierra en este sentido.

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55. Isa_1:21; Isa_23:17; Eze_16:15 ss; Eze_23:1 ss; Nah_3:4.

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3 Y me llevó en espíritu a un desierto. Vi a una mujer montada sobre una bestia de color escarlata, llena de nombres blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

Los datos del epígrafe se explican ahora mediante la descripción más detallada del cuadro contemplado en una visión y con la interpretación subsiguiente. La visión comienza con un rapto (cf. 4,1s); desde la plataforma del desierto que se extiende entre Palestina y Mesopotamia se muestra a Juan lo que él describe a continuación; desde este mismo desierto había contemplado también Isaías el juicio sobre Babilonia (Isa_21:1-10).

La metrópoli del Anticristo, en la que está como concentrado su dominio mundano contrario a Dios, aparece en la figura simbólica de una mujer. Está diseñada deliberadamente como imagen antitética de la otra mujer del capítulo 12, símbolo de la Iglesia de Dios, como también de otra figura simbólica de mujer, por la que más adelante se expresa la relación de la Iglesia con Jesucristo, la figura de la «esposa del Cordero» (21,9 ss). La entrega a la voluntad de Dios y de su señor Jesucristo caracterizan a la Iglesia, mientras que la entrega a la voluntad de Satán es la nota distintiva de la antiiglesia del Anticristo; por esta razón se representa ésta como meretriz en el cuadro de la pervertida entrega femenina (14,4).

La mujer cabalga sobre un animal; las diosas a caballo no son raras en las representaciones del antiguo oriente. De la descripción más detallada del animal se desprende inmediatamente su identidad con la bestia que sale del abismo (13,1-10). Su mismo color, pero sobre todo los nombres blasfemos con que está pintarrajeado su cuerpo entero, no ya solamente su cabeza (cf. 13,1), muestran su naturaleza afín con Satán. La bestia lleva sobre sus espaldas a la meretriz; el reino mundano escatológico y su capital se apoyan en el espíritu y en el poder de Satán.

4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata; adornada de oro y de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación.

La mujer es en todo su aspecto una monstruosidad y un esperpento; aditamentos groseros muestran al servicio de quién está.

El color de que va vestida es el de la soberanía (púrpura) y el de la bestia que monta (v. 3). Compuesta y sobrecargada con preciosas joyas, el ornato de la tierra -la mujer de 12,1 irradia un resplandor de luz celestial-, se exhíbe en posesión y disfrute ilimitado de los bienes de este mundo. La mera desmesura y ostentación del fasto la hace ya sospechosa a un juicio sereno: todo hace conjeturar que aquí la pobreza y vaciedad, fealdad e inseguridad del interior están compensadas en exceso. Finalmente, el contenido de la copa que lleva en la mano la meretriz confirma la sospecha de la más honda corrupción, con la que sin embargo embriaga a todas las gentes. Finalmente, el contenido de la copa da a entender lo que ya se expresaba con el símbolo de la meretriz, a saber, la impiedad, con la que no pocas veces va de la mano la inmoralidad que aquí no se expresa directamente 56.

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56. Esta imagen de la gran meretriz muestra con suficiente claridad que el Apocalipsis no concreta simple- mente en complejos de poder político la manera de manifestarse en la historia el poder del Maligno, hostil a Dios Aquí aparecen nuevos factores: prestigio económico en el mundo, civilización del bienestar, lujo desmedido y ansia irrefrenable de placer. La imagen global de lo demónico resulta del contenido de significado de tres imágenes, las de la primera y segunda bestia y la de la «gran meretriz», Babilonia. Según esto, apenas si es posible localizar y circunscribir geográficamente las formas de manifestarse el Anticristo.

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5 Sobre su frente había un nombre escrito -un misterio-: Babilonia, la grande, la madre de las meretrices y de las abominaciones de la tierra.

Las meretrices de la ciudad de Roma llevaban entonces una diadema con su nombre. En la diadema de la meretriz lee Juan el nombre de Babilonia con una aclaración suplementaria, por la que se da a conocer como origen y raíz última de toda hostilidad contra Dios y de toda depravación.

Acerca del nombre de Babilonia declara el vidente que es "un misterio"; no se refiere por tanto a la Babilonia histórica, que entonces había pasado ya a la historia; se trata más bien de un pseudónimo, bajo el que se oculta una ciudad de los tiempos históricos de Juan. En concreto se alude a Roma (cf. comentario a 14,8), capital del imperio romano, que en el culto al emperador imponía a la fuerza a todos los súbditos el culto idolátrico. Aquí, como casi siempre en el Apocalipsis, el símbolo va más allá de la situación histórica particular, convirtiéndose en pauta de validez supratemporal. La historia no se repite; la esencia de la historicidad consiste precisamente en que cada vez se trata de un acontecer único en circunstancias únicas. Sin embargo, pese a toda la unicidad, singularidad e irrepetibilidad concreta, puede por encima de esto producirse cada vez algo que en el fondo es lo mismo. En el proceso histórico -así lo ve la revelación, y esto es esencial para su concepto de historia- va implícita una realidad que es actual en cada actualidad concreta; en ella se cifra el acontecer propiamente dicho de todo transcurso de los acontecimientos. Ahora bien este hecho de profundidades no está a la vista directamente y sólo se puede captar y representar con signos. Con esto se halla íntimamente relacionada la representación de la apocalíptica; ésta destaca el carácter típico del acaecer mundano en base a acontecimientos históricamente únicos, de una vez, irrepetibles. Así, con la Roma del emperador Domiciano «se puede reproducir y reconocer la cruel y ebria ciudad mundana de todos los tiempos».

6a Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los testigos de Jesús.

Un último rasgo que se añade a la pintura de la gran meretriz completa el repelente cuadro: Está ebria, ebria de la sangre de los cristianos y de los mensajeros del Evangelio («testigos de Jesús»), a los que ella ha hecho matar.

La falsa virtud redentora atribuida a Satán, que en aquel tiempo se propagaba en el culto al César, reconocía al emperador divinizado, como el salvador del mundo. La realidad salvadora de Dios profesada por el cristianismo debía, por tanto, sentirse como una competencia peligrosa; con sangrienta violencia contra sus representantes se procuraba borrarla de la historia universal.

6b Y quedé grandemente asombrado al verla. 7 Díjome el ángel: «¿Por qué te asombraste? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, que tiene las siete cabezas y los diez cuernos.

Juan está espantado de la imagen desconcertante de la mujer y se pregunta cómo es posible semejante horror. El ángel que le ha mostrado la visión procura ayudarle a comprender lo contemplado mediante explicaciones de detalles.

8 »La bestia que viste, era y no es, y está para subir del abismo y va a la perdición. Y los moradores de la tierra, aquellos cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, quedarán atónitos, cuando vean la bestia: pues era y no es, y aparecerá. 9a Aquí está la manera de entender con sabiduría.

Las explicaciones del ángel comienzan por la bestia que monta la mujer; son más detalladas que las explicaciones que siguen sobre la figura de la meretriz, aunque la bestia había sido presentada ya en 13,1-10.17s y caracterizada en su ser; esto indica que hay que prestar mayor atención a la bestia como figura principal. Aquí se añaden algunas explicaciones complementarias, que tienen importancia para el reconocimiento de la bestia cuando se presente el caso; sin embargo, dado que por precaución estas explicaciones debían darse en forma cifrada, quedan algunas cosas en la obscuridad, sobre todo para los que vivimos hoy. Juan mismo se hace cargo de ello y así, como ya anteriormente en 13,18, indica que para entender se requiere aquí una penetración que no estriba sólo en la inteligencia natural del hombre, sino que viene otorgada a los fieles por gracia; sólo así se puede reconocer en cada caso al Anticristo 58.

Ya las primeras indicaciones aparecen notablemente obscuras Sin embargo, una cosa es suficientemente clara: estos datos se refieren a la historia de la bestia. Es una historia verdaderamente extraña; no encaja en el marco dentro del cual suelen transcurrir los hechos de la existencia humana, sino que más bien alterna en un sentido y en otro entre dos mundos diferentes, el visible y el invisible. En el enunciado trimembre («era y no es, y está para subir») merece notarse que parece construido a imitación del triple predicado de Dios ( «que es, que era, y que ha de venir», 1,4). Así pues, la bestia representa la tentativa de imitar a Dios; es el contrincante de Dios, aunque en realidad no le sale del todo su juego. En efecto, se dice de ella que ahora «no es»; la eternidad, propia de la esencia de Dios, no le corresponde a ella 59.

Además, en esta fórmula con que se caracteriza a la bestia se insinúa una nueva tentativa de imitación. El Anticristo querría imitar también a su manera la primera venida de Cristo, su partida del mundo en la Ascensión y su segunda venida para juzgar al mundo; pero también aquí se dice implícitamente que tampoco esta imitación se logra sino exteriormente; en efecto, la parusía de la bestia no tiene lugar a partir del ámbito de la gloria divina, sino del abismo de la perdición, al que finalmente tiene que volver para siempre.

No obstante, la reaparici6n de la bestia hará gran impresión a aquellos que no son capaces de discernir su naturaleza. Los elegidos poseerán el necesario don de discernimiento (cf. 13,8); los otros, en cambio, cuyo destino final será semejante al de la bestia (exclusión de la vida eterna), muestran asombro y devoción reverente a la bestia reaparecida (cf. 13,3).

El sentido de este enunciado sobre la bestia no se limita sin embargo a una referencia meramente formal a su parodia de Dios y de su Mesías; trata también de informar más en concreto sobre esta aparición de los últimos tiempos; con todo, los puntos concretos de referencia que aquí se ofrecen veladamente por prudencia, sólo pueden decir algo en cada caso a la penetración de fe.

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58. Aquí se confirma a los fieles que para la interpretación de las señales del tiempo no cuentan únicamente con la capacidad cognoscitiva natural y su radio de alcance, sino que además se le otorga el conocimiento más profundo y seguro de fe.

59. La interpretación en sentido exclusivamente de historia del tiempo tropieza aquí con la indicación «y no es»; esto quiere, en efecto, decir que en la época en que escribe Juan no está presente la bestia que había aparecido ya una vez en el pasado. Esto hace por tanto imposible su identificación con el imperio romano sin más. El ángulo visual es más amplio, el enfoque es más general: alcanza hasta los dominadores diabólicos anteriores al fin de los tiempos.

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9b »Las siete cabezas son siete colinas, sobre las que se sienta la mujer. Y son siete reyes.

Lo que aquí dice el ángel continuando la interpretación del cuadro, lo dice con tanta precaución, que sólo un cristiano que estuviera instruido por las experiencias de su tiempo, podía hallarse en condiciones de captar su significado en la historia de entonces. Para el cristiano de hoy, la interpretación relativa a la historia de la época sólo tendrá sentido en cuanto que en ella se contiene a la vez un punto de referencia más general para la inteligencia de fenómenos de la historia de los últimos tiempos; además tendría especial actualidad para la cristiandad de todos los tiempos si el autor hubiese querido que el acontecimiento histórico en cuestión fuese considerado como tipo de otro enfocado expresamente, a saber, un acontecimiento con el que sólo hubiera que contar en la última época precedente al fin de los tiempos. Dados los múltiples estratos de la profecía apocalíptica, no resulta descaminada la hipótesis de tal visión de largo alcance. En primer lugar se interpretan las siete cabezas, y ello de dos maneras. Primeramente representan siete montañas sobre las que está sentada la mujer; el cuadro primigenio pasa a otro, el de una ciudad que se asienta sobre siete colinas. Aquí resulta ahora claro que con el nombre de Babilonia se da a entender la ciudad de Roma, que ya en aquel tiempo se llamaba la «ciudad de las siete colinas» 60. La segunda interpretación casa con la primera; por los siete reyes había que entender entonces siete emperadores romanos 61.

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60. Septimontium (VARRON, De lingua latina 5,7).

61. El título de emperador se usaba raras veces en Oriente; en su lugar se empleaba la designación corriente de «rey» (cf. 1Pe_2:13.17; 1Ti_2:2).

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10 Cinco cayeron; uno está, y el otro no vino todavía, y cuando venga habrá de permanecer poco tiempo.

A primera vista, esta referencia da la sensación de que con ella se quiere dar al lector un asidero para poder dar con el emperador en cuestión. Si se quiere hoy intentarlo, habrá que partir sobre todo de la observación «uno está». Como ese uno que está y que en la serie viene a situarse en el sexto lugar habría que considerar a Domiciano, puesto que la composición del Apocalipsis tuvo lugar durante su reinado 62. Si a partir de él se cuenta hacia atrás hasta el primero, se viene a dar en Calígula. No hay razón convincente de por qué se comenzara precisamente por éste; entonces sería el último Nerva, al que nadie seguiría ya en el gobierno sino «la bestia», el Anticristo en persona. Así, una interpretación puramente de historia de la época se demuestra, sino imposible, por lo menos insuficiente. Por lo demás, el mismo número de siete, que en el Apocalipsis se emplea claramente como símbolo de la integridad, de la totalidad (cf. comentario 1,4) -nótese que siempre se da la conclusión con el séptimo miembro (cf. ibid.)-, veda circunscribir la profecía a un marco tan estrecho. Aquí se enfoca sin duda alguna el poder del Estado en cuanto tal, en cuanto que actúa como perseguidor de los cristianos; esto no excluye que referencias, a lo que parece, históricas, surjan aquí no sólo con vistas a una representación concreta, sino para dar a los primeros lectores indicaciones que les ayudaran a comprender lo que les amenazaba inminentemente por parte del Estado romano.

11 Y la bestia que era y no es, aunque hace el número ocho, es también de los siete y va a la perdición.

La serie entera apunta al octavo gobernante; a él también va dirigido el interés principal en el contexto. Como octavo es propiamente excedente, pues la serie de los reyes estaba cerrada con los siete y en sí era completa. Sin embargo, si se sigue contando después de siete, en ello se manifiesta, aun en sentido puramente formal, que con el octavo comienza seguramente algo nuevo, pero que por otro lado no representa algo totalmente aislado e independiente al lado de lo ya acabado, sino que más bien significa la consumación que corona todo lo demás 63. Ahora bien, esta relación entre la serie septenaria y el octavo rey viene señalada todavía expresamente: el octavo «es también de los siete», es decir que en cierto modo estaba ya presente en ellos. Además, la asociación se indica todavía simbólicamente por el hecho de que los siete aparecen como las cabezas de la bestia. Tienen por tanto afinidad con ella y en cierto sentido la encarnan.

Al mismo tiempo, sin embargo, el octavo aparece como de distinta naturaleza que los siete. La bestia había sido ya descrita en 13,1-10 como encarnación de Satán, como un ser demoníaco sobrehumano. Así pues, en el octavo no aparece ya un hombre como en representación del Anticristo, sino que aparece este mismo en persona; a éste, al octavo apuntaba la oposición contra Dios y contra Cristo, inmanente en todo el tiempo final; el Anticristo se había anunciado ya en todas las realizaciones históricas parciales y pasajeras de lo anticristiano (cf. 2Th_2:7; 1Jo_2:18.22). Con su aparición antes del fin de los tiempos, la hostilidad contra Dios y contra Cristo en la historia alcanza su punto culminante y al mismo tiempo su fin. El Anticristo, gracias a sus capacidades y posibilidades sobrehumanas, puede granjearse la soberanía universal del mundo antes de que Dios lo precipite para siempre en la perdición. Este fin del Anticristo se ha indicado ya dos veces en nuestra sección (cf. v. 8). Apunta, sin embargo, a lo largo un principio de la descripción de esperanza y de aliento.

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63. Ya del v. 8 se podía colegir que la venida de la bestia es en realidad su retorno; el v. 11 hace notar una vez más indirectamente esta circunstancia especial; ya en el cap. 13 había una referencia un tanto obscura (la herida de muerte sanada,1Jo_13:3.12). Para explicar este rasgo peculiar en la descripción de la bestia se refieren por lo regular los comentaristas a la leyenda de Nero redivivus (Nerón que vuelve), que debió de surgir poco después de su muerte (cf. SUETONIO, Nero 57). La idea de un Nerón que, según la antigua versión, sólo había salido del país y de nuevo volvería, o, según el desarrollo más tardío de la leyenda, había muerto y volvería a vivir, pudo haber influido como sugerencia en el diseño de la imagen, pero no sirve lo más mínimo para su interpretación .

...............

12 »Los diez cuernos que viste son diez reyes que todavía no han recibido su reino, pero con la bestia reciben potestad como reyes por una hora. 13 Estos tienen un plan común y entregan su poder y autoridad a la bestia.

Los diez cuernos de la bestia (cf. 13,1) son interpretados por el ángel como diez reyes; igualmente en Daniel (7,24), a quien se remonta este rasgo particular. Estos diez reyes sólo aparecerán en el futuro y están en el poder simultáneamente con la bestia, aunque sólo por breve tiempo («una hora») y, según el plan de Dios, para un objetivo muy determinado, del que se habla en el v. 16. Se acreditan fieles vasallos de la bestia, a cuya disposición ponen todo su poder, su capacidad de acción política, económica y militar.

14 »éstos lucharán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y rey de reyes; y también los llamados con él, y elegidos y fieles.»

Con la ayuda de estos potentados humanos, el Anticristo, que es a su vez vasallo demoníaco de Satán, lleva adelante su lucha contra Cristo y sus fieles. Como ya anteriormente en 14,1-5, también aquí vuelve a asomar por un momento una perspectiva de paz en medio de una situación desesperada para los cristianos. El ángel, para dar tranquilidad, anuncia ya anticipadamente el desenlace de la lucha, que luego se describirá en detalle (19,11-16): contra todo el poder del mundo, aunque se presente bajo las órdenes de Satán mismo encarnado en el Anticristo, saldrán triunfantes Cristo y sus elegidos. La razón de tal certeza de la victoria reside en lo absoluto: el Señor («el Cordero», cf. comentario a 5,1-14) tiene que vencer, porque ante la omnipotencia divina todo poder extradivino, y por tanto también el poder acumulado de la tierra toda y del infierno, se disuelve en la nada. En esta victoria se revelará el Cordero como el Señor de señores y Rey de reyes (cf. 19,16).

15 Y me dice: «Las aguas que viste, donde está sentada la meretriz, son pueblos, multitudes, naciones y lenguas.

La interpretación del ángel pasa ahora de la bestia a la mujer. Últimamente se había hablado de la suerte final de la bestia, por lo cual informa ulteriormente el ángel acerca de la suerte de la mujer, antes de explicar quién es ella.

El ejército mundial reunido en nombre del Anticristo y guiado por él contra Dios, Cristo y los fieles de Cristo, antes de ser aniquilado tiene que desempeñar por designio de Dios una misión en sí contradictoria. Es ironía divina el que Dios quiera utilizar el ejército enemigo -y efectivamente lo induzca a ello- al objeto de ejecutar su sentencia sobre Babilonia, la capital mundial anticristiana. Cuán extenso sea el poderío de esta metrópoli se da a entender en la interpretación de las muchas aguas (cf. Isa_8:7 s; Jer_47:2); domina sobre inmensas masas de hombres en el mundo entero (sigue la enumeración con el número cósmico); apenas si será pura casualidad el que en la enumeración cuadrimembre que repetidas veces recurre en el Apocalipsis (Jer_5:9; Jer_7:9, etc.), en lugar de la palabra «tribus» aparezca aquí otra -«multitudes»-, término al que, por lo menos en la sociedad moderna, responde la representación de una masa de gentes sin convicciones, teledirigidas y con la conciencia ofuscada.

16 »Los diez cuernos que viste y la bestia odiarán a la meretriz y la dejarán devastada y desnuda devorarán sus carnes y la abrasarán con fuego.

Sucede lo increíble: La bestia, el Anticristo, destruye con la ayuda de sus reyes vasallos su propia metrópoli; la meretriz, que hasta ahora había llevado sobre sus hombros, viene entregada cruelmente a la muerte con odio diabólico; los enemigos de Dios se ejecutan ellos mismos.

La descripción de su completo aniquilamiento (despojada... desnuda; devorarán... abrasarán) parece algo desordenada, pero ello se debe a que aquí dos imágenes (ciudad y meretriz) sirven alternativamente como representación al objeto de la descripción.

17 »Pues Dios ha puesto en sus corazones que ejecuten el plan divino, que cumplan aquel plan común y que entreguen su reino a la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.

Aquí se da la verdadera razón del desatentado proceder del Anticristo. Esta revelación significa para la Iglesia -que en tal mundo tiene que sentirse en un puesto aparentemente abandonado- no sólo un gran alivio, sino también una importante lección, con la cual pueden explicarse no pocas contradicciones incomprensibles con que se encuentra en el transcurso de la historia.

Sólo Dios llega absolutamente y siempre con todos y cada uno a la meta, aunque sea por grandes rodeos, a veces incluso en dirección aparentemente contraria, alejada de la meta. Los que creen guiar, son guiados; los que piensan que mandan, obedecen. Aquí se ha emprendido un desenmascaramiento del poder, que cuando se lleve totalmente a cabo en el juicio final dejará a los hombres mudos y petrificados de asombro.

18 »La mujer que viste es aquella gran ciudad, la que tiene imperio sobre los reyes de la tierra.»

La interpretación de la imagen de la meretriz, que se había insinuado en el v. 5, la repite ahora el ángel con toda claridad, poniendo así punto final al conjunto; se trataba, pues, de la poderosa metrópoli del mundo impío, el cual está erigido sobre un fundamento que ha sido puesto por el diablo mismo. A continuación se habla por extenso de su fin, cuyos promotores han sido ya mencionados.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



53 (d) Elaboración de la séptima copa: naturaleza y caída de «Babilonia» (17,1-19,10). Esta sección es la conclusión de las siete copas. El tema dominante de las copas es el juicio de la bestia, de sus seguidores y de la críptica ciudad, «Babilonia». La bestia fue introducida, de forma velada y fragmentaria, en 11,7, y plenamente descrita posteriormente en el cap. 13. De igual modo, la destrucción de «Babilonia» es misteriosamente anunciada en 14,8 y 16,19, pero la presentación de la na(-)turaleza, carácter y función de «Babilonia» se reserva para los caps. 17-18. Como las otras series de visiones, las copas con su conclusión expresan los tres temas principales del Ap: persecución (la tercera copa, 16,4-7), el juicio (la séptima copa, 16,19) y la salvación (el clí(-)max y conclusión de la sección conclusiva 19,1-10).

(1) Una mujer sentada sobre una bestia co(-)lor escarlata (17,1-18). 1. se acercó entonces a mí uno de los ángeles que tenían las siete copas y me dijo: El paso de 16,21 a 17,1 muestra que 17,1 y lo que sigue constituyen una conclusión para la serie de las copas. No se utiliza ningu(-)na fórmula de visión en 17,1 (p.ej., «yo vi»), y no hay cambio de contenido (compárese 17,1.5 con 16,19). La identificación de «uno de los siete ángeles» vincula también los dos pasajes. El ángel interpreta al visionario lo que ve; la función de un ángel intérprete o un mediador de la revelación es típica de los apocalipsis (un ejemplo protoapocalíptico se encuentra en Zac 1,9; véase Dn 7,16; 2 Esd 10,28-59; cf. Ap 5,5). la sentencia que voy a pronunciar sobre la gran prostituta, la que está sentada sobre aguas cau(-)dalosas: En el v. 5 la gran prostituta es identifi(-)cada con «Babilonia». Así pues, la prostituta representa una ciudad. Era bastante común entre los profetas hebr. la personificación de las ciudades (Is 1,21; 66,7-16; Jr 15,9; Ez 16). En ocasiones, Jerusalén fue denunciada por los profetas con la metáfora de la prostituta (Is 1,21; Éx 16,15-45). También se aplicaba esta metáfora a los enemigos de Israel y Judá (Nah 3,4 a Nínive; Is 23,16-17 a Tiro). Aquí, la pros(-)tituta es la ciudad de Roma (véanse w. 9 y 18). La identificación de Roma con una prostituta que es destruida no es una simple alegoría con correspondencia término a término entre sig(-)nificante y significado. Más bien, la metáfora condena no solamente la ciudad física e histó(-)rica, sino también todo cuanto el autor pensa(-)ba sobre ella: la divinidad de Roma, el dominio del emperador sobre toda la tierra, las injusti(-)cias del sistema económico romano (véanse w. 4 y 18,3) y la violencia que implicaba la impo(-)sición de la soberanía de Roma (18,24). Estas características eran manifestaciones de las erró(-)neas pretensiones de Roma de ser eterna y di(-)vina, produciendo los perversos frutos de la ex(-)plotación humana. La personificación de la ciudad como mujer y la imagen de la prostitu(-)ción para la idolatría y la inmensa riqueza, co(-)mo dijimos anteriormente, tenían sus raíces en la tradición hebrea. También constituyen una respuesta a la autocomprensión de Roma co(-)mo divinidad (R. Mellor, Thea Rome [Gotinga 1975]); ANRW II/7.2, 950-1030). En pleno s. XX no podemos utilizar acríticamente estas imá(-)genes, porque, por ejemplo, se ha comprobado su perverso efecto sobre la vida de las mujeres (T. D. Setel, «Prophets and Pornography», en L. Russell (ed.), Feminist Interpretation of the Bible [Filadelfia 1985] 86-95). Las «aguas cau(-)dalosas» es una caracterización de la histórica Babilonia (Jr 51,13), interpretada alegórica(-)mente en el presente contexto (v. 15). 3. [el án(-)gel] me llevó en espíritu a un desierto: cf. Ez 3,12-15; 8,2-3,7; 11,1; 40,2-4; Ap 1,10. una mu(-)jer sentada sobre una bestia color escarlata, que estaba llena de nombres blasfemos y tenía siete cabezas y diez cuernos: Aunque son diferentes los términos gr. utilizados, el color de esta bes(-)tia la vincula con el dragón del cap. 12. Los nombres blasfemos la vinculan con la bestia del cap. 13. Comunes a ambas son las siete ca(-)bezas y los diez cuernos. El contexto (17,8.10-18) sugiere que esta bestia es idéntica o equi(-)valente a la bestia del cap. 13. 4. una copa de oro en su mano: Los habitantes de la tierra be(-)ben de esta copa (v. 2); cf. Jr 25,15-29; 51,7; Ce(-)bes 5,1-2 (véase en J. T. Fitzgerald y L. M. White [eds.], The Tabula of Cebes [Chico 1983]). 5. en su frente: Las prostitutas romanas se ponían letreros en su frente con sus nombres (Charles, Commentary 2.65). Esta imagen también nos recuerda la caracterización de los seguidores del Cordero y de la bestia (7,3; 9,4; 13,16; 14,1.9; 20,4; 22,4). un misterio: En la literatura cristiana primitiva, mystérion era aplicado a un secreto celestial revelado por Dios a la huma(-)nidad. Este secreto podría tratar de realidades presentes ocultas, realidades futuras o de la in(-)terpretación de textos difíciles (normalmente la Sagrada Escritura); véanse Mc 4,11 y par.; Rom 11,25; 16,25; 1 Cor 2,7; 15,51; Ef 1,9; Col 1,26; 2 Tes 2,7; Ap 1,20; 10,7 (? Colosenses, 54:17; Efesios, 55:17). 6. los testigos de Jesús: Véase el comentario sobre 11,3; cf. A. A. Trites, NovT 15 [1973] 72-80). 8. la bestia que has vis(-)to era, pero ya no es; va a surgir del abismo: La bestia, como adversario escatológico, es una imagen falsa de Dios (cf. 1,8), como también de Cristo (cf. 13,3). Esta observación también sugiere que el «anticristo» del Ap está modela(-)do sobre la figura del emperador Nerón y las leyendas relacionadas con él (véase el comen(-)tario sobre 13,3). Nerón era (gobernaba Roma en su época), pero ya no es (ha muerto), y sur(-)girá del abismo (regresará del mundo inferior para conquistar de nuevo el poder), pero mar(-)cha hacia la perdición: Véase 19,20. 9. aguce aquí el ingenio quien se precie de sabio: Una ob(-)servación similar introdujo el enigma del 666 en 13,18. Esta «sabiduría» no es la del sentido común, la sabiduría experiencial de los prover(-)bios, sino una sabiduría celestial que es cono(-)cimiento de los misterios de Dios (véase el co(-)mentario sobre el v. 5; cf. 1 Cor 2,6-13; esta «sabiduría mántica» es característica de la apocalíptica; véase H.-P. Müller, «Mantische Weisheit und Apokalyptik», en Congress Volume: Uppsala 1971 [VTSup 22, Leiden 1972] 268-93). las siete cabezas son siete colinas: La ciudad de Roma era famosa como ciudad construida sobre «siete colinas» (véase Char(-)les, Commentary 2.69). siete reyes: Es probable que los w. 9b-10 procedan de una fuente que Juan reinterpretó para este contexto. Los siete reyes son emperadores romanos (véase Yarbro Collins, Crisis [? 6 supra] 58-64). 11. aunque es el octavo rey, forma parte de los siete: Esta ob(-)servación sugiere que Juan identificó al diabó(-)lico (relacionado con el mundo inferior) Nerón con el adversario escatológico: el que domina(-)rá en los últimos días es aquel que gobernó an(-)teriormente como emperador. 12. los diez cuer(-)nos que viste son diez reyes que aún no han recibido reino, pero como si fueran reyes com(-)partirán el poder con la bestia durante una hora: Cuando el Nerón histórico se dio cuenta de que ya no podía mantenerse en el poder, pensó en huir hacia la región de los partos (Suetonio, Nerón 47). Tras su muerte, surgió la leyenda de que no había muerto y de que regresaría con los aliados partos para reconquistar el poder del imperio y destruir a sus enemigos (Charles, Commentary 2.80-81). Los w. 12-14.16-17 re(-)flejan esta leyenda. De acuerdo con la leyenda, se esperaba que Nerón, con sus aliados orien(-)tales, destruiría la ciudad de Roma y que el oriente volvería a dominar el mundo medite(-)rráneo (véase Yarbro Collins, Crisis [? 6 supra] 89-90). Juan ha adaptado esta leyenda y la ha incorporado en su esquema escatológico. An(-)tes que nada tenía que ocurrir la batalla de Ne(-)rón y los partos contra Roma; éste es el juicio divino contra «Babilonia» (14,8; 16,19). A esta batalla se alude también, de forma velada, en (el primer sello) y 9,13-21 (la sexta trompeta). La sexta copa (16,12-16) sirve como introduc(-)ción tanto a la batalla de Nerón y sus aliados contra Roma (cuyas consecuencias se descri(-)ben en 17,16-18), como a la, inmediatamente, posterior batalla entre el Cristo exaltado y «la bestia» (el Nerón diabólico o «anticristo» y sus aliados). A esta batalla definitiva se alude en el sexto sello (6,12-17), la séptima trompeta (11,15-19) y la visión de la siega y la vendimia (14,14-20). 17,14 comienza a describir esta batalla definitiva; sin embargo, se interrumpe esta descripción hasta 19,11. Incluso aunque Juan, probablemente, vinculara los aconteci(-)mientos escatológicos a determinados aconte(-)cimientos históricos, lo hizo de tal modo que su visión del presente y del futuro puede apli(-)carse perfectamente a otras situaciones.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La interpretación de la visión: la condenación de Babilonia

Para explicar la visión de los vv. 1-6, el v. 8 es crucial. La bestia sobre la cual cabalga la mujer es claramente el imperio de la ciudad anticristiana, pero el lenguaje parece relacionarse con un individuo que era, y no es, y ha de subir del abismo (cf. 11:17). En realidad, esta expresión se aplica tanto al imperio como al emperador. El antiguo mito de la conquista del primitivo monstruo del mar llega a indicar por un lado la naturaleza de los poderes políticos que oprimían al pueblo de Dios (¡y por ende se oponían a Dios mismo!) y por el otro su segura derrota por Dios. En algunas versiones el monstruo aparece como habiendo sido muerto y en otros simplemente como dominado. Lo primero se tiene en cuenta en Isa. 51:9, 10 y se aplica a la derrota de Egipto en el éxodo; lo segundo aparece en Isa. 30:7 para indicar la impotencia de Egipto para ayudar a Israel. Aplicando todo esto al fin de los tiempos, puede decirse que el monstruo del abismo era, es decir era vencido y dejado aplastado, y por lo mismo no es, pero ha de subir todavía, de modo que el poder de Satanás se verá en otro poder político encabezado por otro gobernante malvado. En el tiempo de Juan una circunstancia peculiar dio a este concepto una fuerza extraodinaria. Cuando murió Nerón las noticias parecían demasiado buenas para ser verdad. Circulaban rumores de que aún estaba vivo y que volvería con un ejército para atacar Roma. Cuando pasaron los años se comprendió que había muerto, pero se esparció el temor de que podía levantarse de entre los muertos. De modo que, con un simbolismo apocalíptico, Juan combinó las dos expectativas para expresar la horrible realidad de la ciudad impía y su gobernante impío; ambos eran infernales en su naturaleza y ambos eran instrumentos del diablo. (Sobre este tema, ver luego en la nota sobre el imperio anticristiano al fin de la exposición del cap. 18).

9-11 La dualidad de la aplicación de estas figuras se expresa en el v. 9, pero con una identificación específica: las siete cabezas de la bestia son los siete montes sobre los cuales está sentada la mujer, o sea Roma, conocida comúnmente como la ciudad de las siete colinas. Roma estaba representando la parte de la madre de las rameras. Pero las siete cabezas también representan siete reyes. Sea lo que fuere que el número siete representa para otros escritores, para Juan es un símbolo de plenitud, de algo completo. De acuerdo con ello, cinco han caído, lo que quiere decir que la mayoría ha venido y se ha ido; uno es se relaciona con el gobernante del momento; y el otro (o sea el séptimo) todavía ha de venir, pero cuando lo haga debe quedar sólo por un breve tiempo, naturalmente porque el tiempo está cerca (1:3). Después de su partida, la bestia se revelará en toda su bestialidad como un octavo rey, que no es un recién venido, porque ya ha aparecido como uno de los siete, o sea Nerón. Pero no ha de ser temido, porque va a la perdición, como está condenado a terminar todo monstruo que se opone a Dios.

12-14 Los diez cuernos, en la línea de Dan. 7:7, se interpretan como diez reyes. En la visión de Daniel preceden al poder que se opone a Dios (algunos son derribados por él; Dan. 7:24), pero en la visión de Juan están confederados con el anticristo, los gobernantes de estados satélites o de provincias. Pero ellos todavía no han recibido reino y cuando lo reciban su autoridad, junto con la de la bestia, será por una hora. ¡Tan corto es el tiempo que se les permite ir en una agitación violenta! Su guerra contra el Cordero es infructuosa, porque él es Señor de señores y Rey de reyes, incluyendo los reyes del anticristo y sus llamados y elegidos y fieles compartirán la victoria (cf. las promesas a los vencedores en los caps. 2, 3).

15-18 Mientras que las aguas de Babilonia tenían un sentido lit. en la profecía de Jeremías (Jer. 51:13; ver nota sobre v. 1), Juan las considera como un adecuado símbolo de la gente sobre la cual gobierna la ciudad anticristiana. El anticristo que vuelve y sus confederados aborrecerán a la ramera y la dejarán desolada y desnuda (el lenguaje del v. 16 se toma de la descripción de Ezequiel del castigo de Israel; Eze. 23:25-29). No se da ninguna explicación de por qué el gobernante anticristiano se vuelve en contra de la ciudad anticristiana. La historia popular sobre Nerón esperaba que el emperador se levantara a dominar el Imperio, pero este capítulo, y el v. 13 explícitamente, da por sentado que gobernará sobre el Imperio y con su ira devastará las obras de Dios. Pero Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar su propósito. Los agentes del demonio ejecutan la voluntad de Dios. El mal se destruye por el mal y produce su propia cosecha. El anticristo y sus aliados, como el demonio a quien sirven, están en manos de Dios hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18 Ahora se identifica la mujer, por lo menos con la claridad que permite un escrito apocalíptico, y lo suficiente como para que los lectores de Juan sepan de quién está hablando: es la gran ciudad que tiene imperio sobre los reyes de la tierra, o sea Roma en los tiempos de Juan, la amante del mundo. En cuanto al significado de esta identificación para los cristianos modernos, ver la nota sobre el imperio anticristiano al fin de la exposición del cap. 18.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVII.

3-4 A woman arayed in purple and scarlet, with a golden cup in her hand, sitteth vpon the Beast, 5 which is great Babylon the mother of all abominations. 9 The interpretation of the seuen heads, 12 and the tenne hornes. 8 The punishment of the whore. 14 The victory of the Lambe.
1 And there came one of the seuen Angels, which had the seuen vials, and talked with me, saying vnto mee, Come hither, I will shew vnto thee the iudgement of the great Whore, that sitteth vpon many waters:
2 With whom the kings of the earth haue committed fornication, and the inhabiters of the earth haue beene made drunk with the wine of her fornication.
3 So he caried me away in the Spirit into the wildernesse: and I saw a woman sit vpo a scarlet coloured beast, full of names of blasphemy, hauing seuen heads, and ten hornes.
4 And the woman was arayed in purple and scarlet colour, and [ Greek: gilded.] decked with gold, and precious stone & pearles, hauing a golden cup in her hand, full of abominations and filthinesse of her fornication.
5 And vpon her forehead was a name written, Mystery, Babylon The Great, The Mother Of [ Or, fornications.] Harlots, And Abominations Of The Earth.
6 And I saw the woman drunken with the blood of the Saints, and with the blood of the Martyrs of Iesus: and when I saw her, I wondred with great admiration.
7 And the Angel saide vnto mee,

[Of the beast.]

Wherefore didst thou marueile? I will tell thee the mystery of the woman, and of the beast that carieth her, which hath the seuen heads, and ten hornes.
8 The beast that thou sawest, was, and is not, and shall ascend out of the bottomlesse pit, and goe into perdition, and they that dwell on the earth shall wonder, (whose names were not written in the booke of life from the foundation of the world) when they behold the beast that was, and is not, and yet is.
9 And here is the mind which hath wisedome. The seuen heads are seuen mountaines, on which the woman sitteth.
10 And there are seuen Kings, fiue are fallen, and one is, and the other is not yet come: and when he commeth, he must continue a short space.
11 And the beast that was, and is not, euen he is the eighth, & is of the seuen, and goeth into perdition.
12 And the tenne hornes which thou sawest, are ten kings, which haue receiued no kingdom as yet: but receiue power as kings one houre with the beast.
13 These haue one minde, and shall giue their power and strength vnto the beast.
14 These shal make warre with the Lambe, and the Lambe shal ouercome them: [ 1Ti_6:15 ; Rev_19:16 .] For he is Lord of Lords, and King of kings, and they that are with him, are called, & chosen, and faithfull.
15 And he saith vnto me, The waters which thou sawest, where the whore sitteth, are peoples, and multitudes, and nations, and tongues.
16 And the ten hornes which thou sawest vpon the beast, these shall hate the whore, and shall make her desolate, and naked, and shall eate her flesh, and burne her with fire.
17 For God hath put in their hearts to fulfill his will, and to agree, and giue their kingdome vnto the beast, vntil the words of God shall be fulfilled.
18 And the woman which thou sawest, is that great Citie which reigneth ouer the kings of the earth.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El toque de la séptima trompeta (11,15) ha revelado quienes son los protagonistas de la lucha (12,1-18), y cómo ésta se desarrolla mediante el testimonio de la Iglesia (13,1-18) salvada por Jesucristo (14,1-20), quien tiene el poder de juzgar y castigar (15,1-8). Ahora se presentan, contemplados más de cerca, los enemigos de Dios -la ramera y la bestia- y su castigo (18,1-24). La gran ramera es la ciudad de Roma, descrita como en enigma (v. 9) con imágenes que en el libro de Isaías se aplicaban a Tiro y Nínive (cfr Is 23,16-17; Na 3,4). Las muchas aguas, como se explica en 17,15, representan los pueblos sobre los que domina la gran ramera. Se le llama también Babilonia, por ser esta urbe el símbolo de las ciudades enemigas de Dios (cfr 17,5; Is 21,9; Jr 51,1-19), y prototipo de lujuria. La bestia, con sus cabezas y cuernos, designa al anticristo como encarnado en los emperadores que persiguen a la Iglesia. De ellos, el sexto, el que vive cuando escribe San Juan, sería Domiciano (años 81-96), y los cinco primeros: Calígula (37-41), Claudio (41-54), Nerón (54-68), Vespasiano (69-79) y Tito (79-81); el séptimo sería Nerva (96-98). La bestia hace el número ocho, aunque el autor la identifica con uno de los siete (v. 11): probablemente con Nerón, que según una leyenda del tiempo iba a reaparecer. Los diez reyes (v. 12) simbolizan a los que Roma constituía reyes en las naciones conquistadas, quedando bajo el poder y el control del emperador.


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Jer_51:13. "La famosa Prostituta" es la Roma pagana. Ver nota 14. 4.

9. Se trata de las "siete colinas" de Roma.

12. Dan_7:24.

14. Deu_10:17; Sal_136:3; 2Ma_13:4. "Señor de los señores y Rey de los reyes" son dos títulos de Dios que se confieren a Cristo. Ver 19. 16; 1Ti_6:15.

16. Eze_16:39-41; Eze_23:25-29.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El Juicio de la gran prostituta. Por su apertura a la idolatría, el imperio romano era la gran prostituta religiosa que todo lo contaminaba. Los romanos se creían salvadores del mundo. Para el autor del Apocalipsis eran los opresores y sus pervertidores. Roma, cabeza y encarnación del imperio, era conocida como la ciudad de las siete colinas (9), y gozaba de un poderío inmenso. Los siete reyes parecen ser los siete primeros emperadores: Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Vespasiano y Tito; el octavo, que se dice es uno de los siete, designa al emperador Domiciano, un nuevo Nerón que persiguió a los cristianos con gran crueldad.
El autor escribe en tiempos de Domiciano, pero aparenta vivir en tiempos de Vespasiano, el sexto emperador; así puede anunciar la brevedad del reinado de Tito -dos años-, y dar más credibilidad a sus predicciones. Algo semejante hizo el autor del libro de Daniel aparentando vivir durante la cautividad de Babilonia. En el Apocalipsis, el autor anuncia con seguridad la caída del poderoso imperio romano porque sabe por la historia bíblica que los poderes e imperios que oprimen al Pueblo de Dios acaban en la ruina.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 17.1 Prostituta: Véase 2.14 nota f.

[2] 17.3 Véase 13.1-2 n.

[3] 17.5 Babilonia: Véase 14.8 nota c.

[4] 17.8 Libro de la vida: Ap 3.5.

[5] 17.14 Ap 19.16; cf. Dt 10.17; Dn 2.47.

[6] 17.18 Véase 14.8 nota c.

[7] 18.1--19.5 Cf. Is 13--14; Jer 50--51; Ez 26--27.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes,g que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

g Dan 7:24.

Torres Amat (1825)



[2] Por esta ramera, que en el verso 5 se llamaBabilonia, varios intérpretes antiguos, entendieron la Roma pagana, entregada a la idolatría y a la persecución de la Iglesia.

[8] El reino del Anticristo sólo durará tres años y medio.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



DIEZ REYES SON: son los reyes o jefes de las naciones que, a consecuencia de las invasiones de los bárbaros, coexistirán por un tiempo con el Imperio romano, hasta que acabarán con él y le sucederán.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Dan_7:24

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

diez reyes...Dan 7:24.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Dan_7:24

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— durante muy breve tiempo: Lit. durante una hora: La fragilidad y provisionalidad de los poderes que se oponen a Dios y al Cordero es manifiesta.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Dan 7:24

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Dan 7:24