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Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. (Apocalipsis  18, 5) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 18.
E n el capítulo anterior se había anunciado la ruina de Roma (v.16). Pues bien, en el presente capítulo se cumple la destrucción de la gran Babilonia (Roma). Sin embargo, el autor sagrado no habla de la misma ruina de la gran ciudad, sino que anuncia la caída de ella en perfecto profetice, para destacar la certeza de su destrucción (v.1-3). A continuación, el vidente manda a los cristianos salir de la gran Babilonia (Roma) para que no sean envueltos en el castigo de ella (v.4-8). Después, el autor sagrado considera la ruina de Roma como ya realizada, y presenta a los reyes, a los comerciantes y marineros lamentándose de ella (v.9-19). Y, finalmente, en contraste con esos lamentos, presenta los cánticos jubilosos de los santos que celebran la justicia divina contra la gran Ramera (v. 20-24). ¡Roma no volverá a levantarse más!



Un ángel anuncia solemnemente la caída de Babilonia, 18:1-3.
1 Después de estas cosas vi otro ángel que bajaba del cielo con gran poder, a cuya claridad quedó la tierra iluminada. 2 Gritó con poderosa voz, diciendo: Cayó, cayó la gran Babilonia, y quedó convertida en morada de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y abominable; 3 porque del vino de la cólera de su fornicación bebieron todas las naciones, y con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los comerciantes de toda la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron.

San Juan ve otro ángel, diferente del que ha sido mencionado San Juan ve otro ángel, diferente del que ha sido mencionado en Rev_17:1.7, bajar del cielo con gran poder y lleno de resplandeciente claridad (v.1). Lo cual da a indicar la importancia del mensaje que trae a la tierra. Desde lo alto del cielo atmosférico grita con poderosa voz, de suerte que pueda ser oída en toda la tierra, anunciando la ruina de Babilonia (Roma): Cavó, cayó la gran Babilonia (v.2). El ángel habla en perfecto profético, en términos semejantes a los de Rev_14:8, para significar la certeza de la ruina de Roma. Esta, de ciudad rica, poderosa y llena de esplendor, se convertirá en un montón de ruinas en donde moraran los demonios, los espíritus inmundos y las aves de mal agüero. Las expresiones del ángel nos recuerdan el estilo de los antiguos profetas, mostrando con esto cuan deudor es Juan de los antiguos en su parte literaria. Las primeras palabras del v.2, que anuncian la caída de Babilonia, están tomadas de Isaías 1. Las que siguen describen la gran desolación de las ruinas de la ciudad, expresada con palabras de varios profetas. Isaías anuncia que Edom será destruida y en sus ruinas habitarán el pelícano y el mochuelo, la lechuza y el cuervo. Echará Yahvé sobre ella las cuerdas de la confusión y el nivel del vacío, y habitarán en ella los sátiros. En sus palacios crecerán las zarzas, y en sus fortalezas las ortigas y los cardos, y serán morada de chacales y refugio de avestruces. Perros y gatos salvajes se reunirán allí, y se juntarán allí los sátiros. Allí tendrá su morada el fantasma nocturno, y hallará su lugar de reposo. Allí hará su nido la serpiente y pondrá sus huevos, los incubará y los sacará. Allí se reunirán los buitres y se encontrarán unos con otros2. Y el mismo profeta, cuando habla de la ruina de Babilonia, se expresa en estos términos: Entonces Babilonia, la flor de los reinos, ornamento de la soberbia de los caldeos, será como Sodoma y Comorra, que Dios destruyó. Morarán allí las fieras, y los buhos llenarán sus casas. Habitarán allí los avestruces, y harán allí los sátiros sus danzas. En sus palacios aullarán los chacales, y los lobos en sus casas de recreo 3. También Jeremías nos presenta las ruinas de Babilonia convertidas en cubil de fieras y chacales, en morada de avestruces 4. Estas expresiones, empleadas por los profetas y San Juan, son lugares comunes literarios de la literatura profética que no hay que tomarlos al pie de la letra. Lo que se quiere significar con ellas es que Roma, como Babilonia y Edom, será terriblemente castigada a causa de su idolatría y de su aversión a la Iglesia de Jesucristo.
Por otra parte, era creencia popular que las ruinas y el desierto eran los lugares en donde vivían las aves nocturnas, los animales salvajes y los espíritus demoníacos e inmundos 5. El libro de Tobías nos cuenta que el arcángel Rafael arrojó al desierto de Egipto al espíritu maligno que daba muerte "a los maridos de Sara, y allí lo encadenó6. Los monumentos egipcios nos muestran el desierto poblado por estos espíritus malos y por animales fantásticos.
La causa de la ruinosa caída de Babilonia (Roma) es la misma indicada ya en varios pasajes de los capítulos precedentes7. La idolatría, con la que emborrachaba a todas las naciones que le estaban sometidas, y la disolución de costumbres de la Roma pagana son la razón de su caída (v.3). El lujo, el libertinaje, la seducción y la tiranía de la gran metrópoli han fomentado la idolatría, que será en definitiva a los ojos de Juan, como lo era a los ojos de los antiguos profetas, una de las causas principales de su ruina. El autor del Apocalipsis, siguiendo el ejemplo de los profetas del Antiguo Testamento, considera la idolatría como una fornicación, porque violaba el pacto establecido entre el único Dios y su pueblo. La caída de Roma constituirá un castigo para todo el mundo pagano, lo que explica bien los lamentos de todas las naciones de los que se habla en los v. 11.15.23. Los mercaderes de todo el Imperio romano también habían contribuido a que Roma llevara hasta límites inauditos el lujo, el despilfarro y la inmoralidad. Y con el comercio también se difundían los cultos paganos y toda clase de abominaciones.



El pueblo de Dios ha de huir de Babilonia,Rev_18:4-8
4 Oí otra voz del ciclo que decía: Sal de ella, pueblo mío, para que no os contaminéis con sus pecados y para que no os alcance parte de sus plagas; 5 porque sus pecados se amontonaron hasta llegar al cielo, y Dios se acordó de sus iniquidades.6 Dadle según lo que ella dio, y dadle el doble de sus obras; en la copa en que ella mezcló, mezcladle al doble; 7 cuanto se envaneció y entregó al lujo, dadle otro tanto de tormento y duelo. Ya que dijo en su corazón: Como reina estoy sentada, yo no soy viuda ni veré duelo jamás; 8 por eso vendrán en un día sus plagas, la mortandad, el duelo y el hambre, y será consumida por el fuego, pues poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado.

En la ciudad impía no todos participan de esa impiedad. También moran allí muchos que pertenecen al pueblo de Dios, como en la antigua Babilonia moraban los hijos de Israel. Pues a éstos se dirige otra voz del cielo, que puede ser la del Cordero, porque les llama pueblo mío (v.4), ordenando a los fieles que abandonen la ciudad para no contaminarse con sus pecados, no sea que les pueda alcanzar el castigo. O bien les marida salir de la gran urbe para que no se vean materialmente envueltos en las malas obras de los infieles y descarguen también sobre ellos los grandes castigos que se abatirán sobre Roma. En los Libros Sagrados encontramos advertencias parecidas, con las cuales el Señor avisaba a los suyos para que no fueran sorprendidos por el castigo que estaba a punto de caer sobre los impíos. Dos ángeles avisan a Lot para que salga cuanto antes de So doma y Comorra, a fin de no perecer en la catástrofe 8. El profeta Jeremías exhorta a los judíos a huir de Babilonia antes de que la ciudad fuera castigada: Huid de Babel, salve cada uno su vida, no perezcáis por su iniquidad. Es el tiempo de la venganza de Yahvé; va a darle su merecido. Dejémosla, vamonos cada uno a nuestra tierra, porque sube su maldad hasta los cielos y se eleva hasta las nubes. Sal de ella, pueblo mío. Salve cada cual su vida ante el furor de la cólera de Yahvé 9. El consejo de huir ante la inminencia del peligro es frecuente en la literatura apocalíptica. Jesús mismo manda a sus discípulos que huyan cuando vean que Jerusalén está a punto de ser cercada 10. Y de hecho sabemos que los cristianos huyeron a Pella, en TransJordania, al comienzo del asedio de Jerusalén por las tropas de Tito 11. En nuestro caso, la exhortación de San Juan pudiera tener también un sentido moral, en cuanto que aconseja a los cristianos aislarse de toda contaminación con los paganos 12.
Los pecados de Babilonia (Roma), como los de Sodoma, se han ido acumulando hasta llegar al cielo, y Dios, acordándose de su justicia, se dispone a castigarlos (v.5). El autor sagrado se sirve de una metáfora para significar los enormes y numerosos pecados de la Roma pagana: puestos unos encima de otros, alcanzarían la altura del cielo 13. Tan graves pecados no pueden quedar impunes; por eso Dios se acordó de sus iniquidades. Con lo cual quiere significar el autor sagrado que, llena ya la medida, Dios ha determinado actuar su justicia contra la gran ciudad.
La voz divina se dirige luego a los ángeles, ejecutores del castigo, ordenándoles que den a Roma el doble de lo que sus iniquidades piden (v.6). Justamente lo mismo que leemos en Jeremías 14 a propósito de Judá. Pide la voz divina que le apliquen la ley del talión duplicada 15, a causa de la gran impiedad de la ciudad. Ella ha hecho beber el vino de la idolatría a todas las naciones, pues ahora ha de beber en la misma copa el doble de lo que dio. Dios castiga a Roma movido no por espíritu de venganza, sino por espíritu de estricta justicia. El castigo está en conformidad con la gravedad de los pecados cometidos por la gran Ramera. Se le dio tiempo para arrepentirse y no ha querido. Ahora ha llegado el tiempo de la justicia. Es digno de notarse que por cuatro veces se repite la orden de castigar a la impía Babilonia (Roma).
Esto no es más que un modo de ponderar el rigor con que Dios castigará las iniquidades de la nueva Babilonia. Su orgullo y su lujo acarrearán sobre ella la ruina. En la medida en que se envaneció y se entregó al lujo, así será atormentada y tendrá que derramar abundantes lágrimas de llanto (v.7). El castigo divino mira sobre todo a la orgullosa seguridad y a la desmesurada jactancia de Roma, que se cree libre por siempre del dolor. En su insolencia creía que siempre seguiría siendo reina sobre todas las naciones, que nunca se vería abandonada como una viuda por los pueblos sus aliados y que nunca sentiría el llanto. San Juan se inspira en un texto de Isaías, que dice, refiriéndose a Babilonia: Tú decías: Yo seré siempre, por siempre, la reina, y no reflexionaste, no pensaste en tu fin.
Escucha, pues, esto, voluptuosa, que te sientes tan segura, que dices en tu corazón: Yo, y nadie más que yo; no enviudaré ni me veré sin hijos. Ambas cosas te vendrán de repente, en un mismo día: la falta de hijos y la viudez te abrumarán a un tiempo16. El autor del Apocalipsis también amenaza a Roma, que en su orgullo se creía segura en su trono de reina, con Zas plagas de la peste, del hambre y del fuego, porque, si ella se cree grande, más grande es el Señor que la ha juzgado (v.8). Dios, que se complace con los humildes y les da su gracia 17, rechaza a los soberbios y los castiga. Así hará también con la soberbia Roma. En un solo día, es decir, en un período brevísimo se abatirán sobre ella toda una serie de calamidades que la reducirán a un montón de escombros calcinados por el fuego. El fuego es el elemento destructor tradicional de los castigos divinos en el Antiguo Testamento 18. Las guerras en la antigüedad llevaban consigo la mortandad, la peste, el hambre, los incendios devastadores de ciudades y campos. A una guerra de este tipo parece aludir el autor sagrado. La destrucción de Babilonia (Roma) es el castigo de sus pecados de idolatría, de lujo desmesurado, de orgullo e injusticia, como ya antes lo había sido de la ruina de la opulenta Tiro 19.



Descripción de los lamentos de los mercaderes,Rev_18:9-19.
9 Llorarán, y por ella se herirán los reyes de la tierra que con ella fornicaban y se entregaban al lujo, cuando vean el humo de su incendio, 10 y se detendrán a lo lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una hora ha venido su juicio! 11 Llorarán y se lamentarán los mercaderes de la tierra por ella, porque no hay quien compre sus mercaderías,12 las mercaderías de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino, de púrpura, de seda, de grana; toda madera olorosa, todo objeto de marfil, y todo objeto de madera preciosa, de bronce, de hierro, de mármol, 13 cinamomo y aromas, mirra e incienso, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y coches, esclavos y almas de hombres. 14 Los frutos sabrosos a tu apetito te han faltado y todas las cosas más exquisitas y delicadas perecieron para ti y ya no serán halladas jamás. 15 Los mercaderes de estas cosas, que se enriquecían con ella, se detienen a lo lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose, diciendo: 16 ¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de lino, púrpura y grana, y se adornaba de oro, piedras preciosas y perlas, porque en una hora quedó devastada tanta riqueza! 17 Todo piloto y navegante, los marineros y cuantos bregan en el mar, se detuvieron a lo lejos 18 y clamaron al contemplar el humo de su incendio y dijeron: ¿Quién había semejante a la ciudad grande? 19 Y arrojaron ceniza sobre sus cabezas, y gritaron, llorando y lamentándose, y diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual se enriquecieron todos cuantos tenían navíos en el mar, a causa de su suntuosidad, porque en una hora quedó devastada!

Aquí parece que es el mismo San Juan el que habla para exponernos las consecuencias de la ruina de Roma. Habla en futuro, porque la caída de Babilonia (Roma), a pesar del tiempo perfecto empleado en el v.2: cayó, cayó, no se ha realizado todavía. La ruina es, sin embargo, muy inminente.
San Juan nos presenta los lamentos de todos los que prosperaban y se enriquecían a la sombra de la gran urbe. En primer lugar son los reyes de la tierra, aliados de Roma, que fomentaron el culto imperial para congraciarse los gobernantes romanos y así poder crecer más (v.9). Por eso, el autor sagrado dice que fornicaron con ella a causa de la idolatría 20. Pero, además, Roma será castigada por su inmenso lujo, que la llevó a excesos inconcebibles. Y los reyes que la imitaban también en esto se lamentarán desconsoladamente cuando vean subir al cielo el humo destructor que la consumirá. Llenos de terror se detendrán a lo lejos por el temor de ser envueltos en su destrucción y sin ánimos para ayudarla, diciendo: ¡Ay, ay de la dudad grande, de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una hora ha venido su juicio! (v.10). Tan terrible calamidad ha sobrevenido en brevísimo espacio de tiempo, casi repentinamente. El autor del Apocalipsis parece inspirarse aquí en las lamentaciones de Ezequiel sobre Tiro 21. El profeta nos presenta a los reyes de las islas bajando de sus tronos, vestidos de luto y lamentándose de la destrucción de la opulenta ciudad de Tiro: ¡Cómo! ¿Destruida tú, la poblada por los que recorrían los mares, la ciudad tan celebrada, tan poderosa en el mar? ¿Destruida con sus habitantes, que eran el espanto de todos los que la rodeaban? 22
Las lamentaciones públicas eran muy ordinarias en Oriente con ocasión de alguna calamidad, fuera nacional o particular. Solían ir acompañadas con muestras exteriores de dolor: con gritos angustiosos, alaridos, llantos y diversos gestos. Cuanto mayores y más intensas eran esas muestras exteriores de dolor, tanto más grave era la calamidad que se lloraba. Esta costumbre dio origen entre los hebreos a un nuevo género poético llamado Qinah, lamentación o elegía. Jeremías nos ha dejado sus lamentaciones sobre Egipto 23, y en modo especial sus lamentaciones sobre la ruina de Jerusalén. Muchos otros profetas emplean igualmente la Qinah para expresar su dolor en momentos difíciles 24.
A los lamentos de los reyes siguen los lamentos de los comerciantes. Estos, más bien que lamentarse de la ruina de Roma, se lamentan de la prosperidad perdida: porque no hay quien compre sus mercancías (v.11). San Juan presenta a continuación una lista bastante amplia de los valiosísimos productos que los comerciantes de las distintas partes del Imperio vendían a Roma (v.12-14). La relación de nuestro autor se basa indudablemente en la descripción que hace Ezequiel del comercio de Tiro con todos los pueblos de entonces 25. Para entender bien esta página del Apocalipsis es conveniente tener presente que Roma era la señora de un gran Imperio, compuesto de muchas y muy ricas provincias, que ella había conquistado, que ella regía y de cuyas riquezas se creía con derecho a disfrutar. Era ésta la concepción del mundo antiguo, y Roma la practicaba fielmente. Por eso acudían a ella las riquezas del Imperio, y estas riquezas alimentaban el lujo y los placeres. Orosio llamaría a Roma, siglos después, vientre insaciable que se tragaba todo lo que producía el universo. Esta sed de riquezas atraía a los mercaderes del mundo entero, seguros de hallar allí fácil y provechosa venta para sus artículos, sobre todo para los artículos exóticos y de mayor precio. La larga enumeración de los artículos comerciales que de todas partes afluían a la gran ciudad tiene como finalidad el dar a conocer el lujo, las riquezas y los placeres que imperaban dentro de sus muros. Según Plinio el Viejo 26, Roma gastaba anualmente unos cien millones de sestercios en el comercio de perlas con la Arabia, la India y la China. Lo que supone una suma muy elevada, pues cuatro sestercios valían un denario, que era el jornal de un obrero, con el cual podía sostener a su familia. La madera olorosa de tuya o citrum era importada del Atlas argelino. Con ella se hacían muebles de lujo, tan estimados en Roma, que en los primeros tiempos del Imperio se llegó a pagar por una mesa redonda de citrum hasta un millón cuatrocientos mil sestercios, que era el precio de un gran latifundio 27. Por eso decía con mucha razón Marcial 28 que los regalos de oro eran inferiores en valor y menos estimados que una mesa de citrum 29. El cinamomo y el amomo eran plantas aromáticas que servían para la fabricación de cosméticos, muy estimados por los romanos. Estos perfumes o ungüentos perfumados se empleaban para perfumar los cabellos (v.13). De ellos nos hablan los autores latinos, afirmando que eran cíe uso frecuente en los banquetes 30 y se vendían por muy alto precio. Según Plinio el Viejo 31, una libra de cinamomo podía valer hasta 300 denarios, y una libra de amomo 6o denarios. Al final del v.13 se nos habla de esclavos (óþìáôá) y de almas de hombres, o mejor, de í idas humanas. El término óþìá, cuerpo, es la expresión técnica para designar al esclavo. Es bastante empleado por la versión griega de los LXX para traducir la palabra esclavo 32. Se trata, por consiguiente, del comercio de esclavos, tan frecuente en el mundo antiguo. La crueldad de este comercio es acentuada por la última expresión øõ÷Üò áíèñþðùí, vidas humanas, ya que la sociedad romana abusaba tremendamente de la vida de los esclavos. Muchos de ellos eran empleados como gladiadores en los juegos del circo, y otros, destinados a las casas de prostitución. Esta abundancia de esclavos y de carne en los anfiteatros y en los lupanares constituye el colmo del egoísmo y de la corrupción romanas.
Pero este egoísmo es duramente castigado, pues cuando parecía que el trabajo de muchas generaciones daría frutos aún más espléndidos, todo se viene abajo. Roma ya no podrá complacerse con los sabrosos frutos que a ella eran transportados de todas partes (v.14). Tampoco podrá gozar de las cosas mas exquisitas y delicadas que confluían a sus mercados, bien surtidos de todo. Por eso, los mercaderes lloran y se lamentan, deteniéndose a lo lejos por temor, porque no hay quien compre sus mercancías (v.15). Y gritan con desesperación: / Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de lino, púrpura y grana, y se adornaba de oro, piedras preciosas y perlas! (v.16). Los lamentos de los comerciantes se comprenden mejor si tenemos presente que con la destrucción de Roma desaparecía la fuente principal de donde se enriquecían. Además, la ruina tan repentina de la gran ciudad probablemente había llevado también a muchos de esos mercaderes a un desastre económico irreparable.
Después de los comerciantes, San Juan nos presenta a la gente de mar: patronos, pilotos y marineros, lamentándose de la ruina de la gran ciudad. Désele lejos contemplan aterrados el incendio de la ciudad que para ellos no tenía semejante en el mundo (v. 17-18). Y repiten el mismo lamento de los comerciantes: ¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual se enriquecieron todos cuantos tenían navios en el mar! (v.19). En la época en que escribía San Juan, la flota mercante del Imperio romano que navegaba por el Mediterráneo era muy importante. El comercio con áfrica, Egipto y Asia se desenvolvía todo él a través de las naves mercantes. El personal, pues, empleado en este tráfico mercantil por mar era muy numeroso, y los intereses de los patronos de barcos y de las grandes compañías eran sumamente elevados. Pero todo esto se les vino abajo en un momento: la gran ciudad en una hora quedó devastada. Ante la desesperación se lamentan y gritan, echando ceniza sobre sus cabezas. Entre los semitas era signo de gran duelo y dolor el echar ceniza sobre la cabeza 33.
La lamentación de las gentes del mar viene a ser una réplica de un pasaje de Ezequiel 34 en donde los marineros fenicios también se lamentan de la ruina de Tiro. Al estrépito de los gritos de tus marineros dice Ezequiel temblarán las playas. Bajarán de tus naves cuantos manejan el remo, y todos, marineros y pilotos del mar, se quedarán en tierra. Alzarán a ti sus clamores y darán amargos gritos; echarán polvo sobre sus cabezas y se revolverán en la tierra. Se raerán por ti los cabellos en torno y se vestirán de saco; te llorarán en la amargura de su alma con amarga aflicción; te lamentarán con elegías y dirán de ti: ¿Quién había que fuera como Tiro, ahora silenciosa en medio del mar?35



Regocijo de los santos en el cielo, 18:20-24.
20 Regocíjate por ello, ¡oh cielo! y los santos y los apóstoles y los profetas, porque Dios ha juzgado nuestra causa contra ella. 21 Un ángel poderoso levantó una piedra, corno una rueda grande de molino, y la arrojó al mar, diciendo: Con tal ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y no será hallada. 22 Nunca más se oirá en ella la voz de los citaristas, de los músicos, de los flautistas y de los trompeteros, ni artesanos de ningún arte será hallado jamás en ti, y la voz de la muela no se oirá ya más en ti, 23 la luz de lámpara no lucirá más en ti, ni se oirá más la voz del esposo y de la esposa, porque tus comerciantes eran magnates de la tierra, porque con tus maleficios se han extraviado todas las naciones, 24 y en ella se halló la sangre de los profetas, y de los santos, y de todos los degollados sobre la tierra.

Cuando todavía parece que están resonando en los oídos los lamentos de los que hallaban su felicidad y riqueza en el trato con Roma, que acaba de ser devastada, San Juan invita a los moradores del cielo a regocijarse (v.20). El contraste es ciertamente bien marcado. La ruina de la gran ciudad, perseguidora de los cristianos, debe ser motivo de alegría para éstos, porque la justicia es de este modo restablecida. Los santos, los apóstoles y los profetas son invitados a regocijarse, porque han visto cumplida la justicia divina sobre la perseguidora del Cordero y de sus siervos. Su sangre ha sido vengada, y la verdad de su causa reconocida. Los santos del cielo responderán a esta invitación en el capítulo 19:6. El autor sagrado parece que quiere comprender, bajo la triple denominación de santos, apóstoles y profetas, a todos los cristianos sacrificados por el Imperio romano hasta la época en que San Juan escribía. Los santos son los fieles en general; los apóstoles deben de ser los Doce en sentido estricto, y los profetas probablemente serán los predicadores de la verdad cristiana, incluyendo entre éstos a profetas propiamente dichos, que en el Nuevo Testamento también transmitieron a la comunidad cristiana mensajes de parte de Dios. Los profetas cristianos tienen una importancia especial en el Apocalipsis 36.
En el v.21, un ángel anuncia, por medio de una acción simbólica, la ruina total de Babilonia (Roma): un ángel poderoso arroja una gran piedra al mar, diciendo: Así será arrojada Babilonia y no será hallada nunca más. Con lo cual se quiere significar la ruina total de la Roma imperial. Los términos y las expresiones empleadas son, sin embargo, hiperbólicas y no hay que tomarlas al pie de la letra. El acto simbólico del ángel se inspira en Jer_51:63-64, en donde el profeta entrega a Saraya un escrito conteniendo la predicción de la ruina de Babilonia. Jeremías le manda leerlo en alta voz en la misma ciudad de Babel, y cuando hayas acabado de leerlo, le atarás una piedra y lo arrojarás en medio del Eufrates, diciendo: Así se hundirá Babel, sin alzarse ya más del estrago y la destrucción que yo traeré sobre ella 37. La ruina de Roma, a semejanza de la de Babel, será rápida y violenta. Como consecuencia natural de su ruina cesará toda manifestación de júbilo popular. No se oirá la música ni la voz de los cantores, que alegraban con sus canciones las fiestas populares y familiares. Cesará también todo ruido de trabajo, y el chirrido de la muela de molino no se volverá a oír (v.22). Las antorchas que iluminaban las plazas, las calles y los templos en los días de fiesta se extinguirán para siempre. La voz alegre del esposo y de la esposa, que celebran felices el día de su esponsalicio, también desaparecerá (v.23). El vidente de Patmos se inspira en Jer_25:10, en donde el profeta anuncia la venida de Nabucodonosor y de los caldeos contra Jerusalén y contra todos los pueblos que la rodean. Yahvé los destruirá de este modo y hará desaparecer de ellos los cantos de alegría, las voces de gozo, el canto del esposo y el canto de la esposa, el ruido de la muela y el resplandor de las antorchas 38 El autor del Apocalipsis aplica a Roma lo que Jeremías había dicho de Jerusalén. Y termina señalando las razones que ocasionaron la ruina de la gran Babilonia (Roma). Las causas fueron tres: La primera fue el abuso de poder de los mercaderes de Roma, que se habían convertido en magnates del Imperio a causa de su gran influencia. Los grandes emporios o empresas comerciales romanas habían tiranizado horriblemente a las provincias del Imperio. La segunda de las causas fueron los maleficios, los sortilegios, la idolatría, en una palabra, de Roma, con la cual sedujo a todas las naciones. Y, en fin, la tercera causa la constituyen las persecuciones desencadenadas contra los cristianos, tanto en la misma Urbe como en las demás ciudades del Imperio. A la sangre de los cristianos hay que añadir la de otras muchas víctimas inocentes, que hicieron de Roma un monstruo de crueldad. El régimen político y social de Roma había sacrificado innumerables vidas humanas, no sólo entre los cristianos, sino también entre las gentes de otras religiones (v.24). La sangre de todos los degollados sobre la tierra exige venganza contra la cruel opresora. San Juan ve en la destrucción de Roma la mano de la Providencia divina, que vela por la justicia, por Roma tantas veces conculcada.

1 Si 21:9. 2 Isa_34:11-15. 3 Isa_13:19-22. 4 Jer 50.39; Isa_51:37 : Bar_4:35 5 Mat_12:43-45; Lev_11:24-26. 6 Tob_8:3. 7 Ap 1Tob_7:2.4-5- 8 Gen_19:12-22. 9 Jer_51:6.9.45. 10 Mat_24:16-20; Mar_13:14-18. 11 Eusebio, Hist. Eccl. 3:5:3. 12 2Co_6:14. Gf. M. García Cordero, o.c. p.18 13 Sal 73:9- 14 Jer_16:18; Jer_17:18. 15 Jer_50:29; Sal 137.8. 16 Isa_47:7-9 17 Isa_66:2, 18 Ì Isa_47:14; Jer_50:32; Jer_51:25.31-32.58. 19 Eze_28:17-19. 20 Gf. Rev_17:2; 18:3- 21 Ez 26-28. 22 Eze_26:17-18. 23 Jer 46:3-26. 24 Isa_32:11; Isa_58:3; Joe_1:13-15; Lam 3. 25 Eze_27:12-24. 26 Hist. Nat. 12:41:2. 27 Cf. Plinto El Viejo, Hist. Nat. 13:29:30; 16:56:3. 28 Epigramas 14:89. 29 Cf. Dom Guiu M. Camps, o.c. p.329-330; S. Bartina, o.c. p.?74. 30 Marcial, Epigramas 8:77. 31 Hist. Nat. 12:28; 13:2:81; 16:59:1. 32 Cf, Gen_36:6; Tob_10:10; 2Ma_8:11. 33 Cf. Job_2:12. 34 E-¿ 27:27-36. 35 Eze_27:28-32. 36 Rev_10:7; Rev_11:8; Rev_16:6. 37 Jer_51:60-64. 38 Jer_25:9-10.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 18

b) Juicio sobre Babilonia (18,1-24)

La visión no presenta ante los ojos la destrucción de la metrópoli del reino anticristiano en una sucesión de imágenes, como se había hecho, por ejemplo, en las plagas de los tres septenarios (6,1-11.19; 15,1-16,21); aquí nos hallamos ante un relato más auricular que visual. El reportaje mismo se hace en gran parte con medios intuitivos tomados del Antiguo Testamento64, pero aun así es realizado de manera impresionante como diseño de consistencia autónoma. La configuración literaria y la composición verbal alcanzan a trechos una gran fuerza de expresión poética y un elevado nivel artístico.

Por lo que hace al contenido, una vez más hay que tener presente que se enfocan conjuntamente la historia del tiempo y la historia del fin de los tiempos. Así ahora la Roma de los Césares viene a ser, como antes Babilonia, símbolo de la hostilidad hereditaria contra el pueblo de Dios y consiguientemente contra Dios, y así también como el compendio de toda hostilidad de Satán contra la Iglesia y de su resistencia contra la erección de la soberanía de Dios sobre el mundo.

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64. Cf. especialmente Jer_50:1-52, 58; también Isa_13:20 s; Bar_4:31-35.

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1 Después de esto vi otro ángel que bajaba del cielo y que tenía gran potestad, y por su gloria quedó iluminada la tierra. 2 Y gritó con voz potente, diciendo: «¡Cayó, cayó Babilonia, la grande! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus inmundos, en guarida de toda suerte de aves impuras y aborrecibles. 3 Porque del vino de la ira de su prostitución han bebido todas las naciones; con ella fornicaron todos los reyes de la tierra, y los mercaderes de la tierra se enriquecieron con el poder de su opulencia.»

La visión está destacada de la precedente como autónoma, formalmente con el «después», materialmente con la indicación de que ya no es introducida, como hasta ahora, por uno de los ángeles de las copas, sino por otro diferente; este mensajero del cielo aparece en el resplandor de la gloria de Dios que lo ha enviado (cf. Eze_43:2; Luk_2:9). La escena es grandiosa y a la vez siniestra. En efecto, la abundancia de luz del cielo que con el ángel se proyecta sobre el escenario, ilumina las extensas ruinas de la ciudad cubierta de cenizas y sumida en las tinieblas de la noche. En ella no se ve ya alma viva, entre sus escombros se cobijan los demonios, y bandadas de detestables pájaros nocturnos la han escogido como guarida (Lev_11:13-19 cuenta a todos los pájaros nocturnos, murciélagos, etc., entre los animales impuros).

Tal es ahora el aspecto de Babilonia, una vez que ha caído sobre ella el destino predicho anteriormente por un ángel (Lev_14:8) y que se describe a continuación. Para justificar esta suerte, recuerda el ángel una vez más la gran culpa (cf. 14,8; 17,2): Babilonia había seducido al mundo entero, induciéndolo a la apostasía de Dios, al lujo y a la frivolidad, a la corrupción moral, con lo cual había atraído sobre sí la ira de Dios. Ahora, una vez que se han derrumbado las fachadas exteriores, se hace pública su podredumbre interior. El juicio de Dios es siempre también el juicio de uno sobre sí mismo.

4 Oí otra voz que salía del cielo y decía: «Salid de ella, pueblo mío, para que no os hagáis cómplices de sus pecados y para que no tengáis parte en sus plagas. 5 Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades. 6 Devolvedle según lo que ella dio, y dadle el doble según sus obras. Mezclad para ella el doble en la copa en que ella mezcló. 7 Cuanto se glorificó y se dio al lujo, otro tanto dadle de tormento y llanto. Porque dice en su corazón: Estoy sentada como reina, y no soy viuda, y llanto jamás lo veré. 8 Por eso en un solo día vendrán sus plagas: peste, llanto y hambre, y será abrasada por el fuego; porque poderoso es el Señor, Dios, que la ha juzgado.

El cuadro introductorio de la caída de Babilonia era sólo una mirada profética anticipada; esto se desprende del requerimiento, que sólo ahora se dirige a los fieles, a abandonar la ciudad antes de su tremenda catástrofe (cf. Jer_51:6.45; Mat_24:15-20 par). Por razón de su motivación, este requerimiento es también una advertencia, una exhortación a no caer ellos mismos en el mal espíritu de esta ciudad, a no hacerse ellos mismos culpables con ella para no ser tampoco juzgados juntamente con ella. Por eso san Agustín entiende acertadamente en sentido espiritual el requerimiento a abandonar la ciudad y explica: «Queremos ponernos en marcha y salir de la ciudad de este mundo, caminando sobre los pies de la fe, que actúa en el amor, hacia el Dios vivientes 65.

El dilema del cristiano en el mundo consiste en que por un lado se le ha confiado el mundo como quehacer, y por otro lado debe él estar siempre en guardia, no sea que en el desempeño mismo de este encargo, adaptándose erradamente a las circunstancias, borrando los límites entre Dios y el mundo, entre el espíritu de éste y la voluntad de Dios, venga a hacerse esclavo del mundo (cf. Rom_12:2). Esta existencia cristiana en el mundo, sentida como una inserción entre dos polos opuestos que se repelen y por tanto a veces también como una dolorosa tensión, debe ser llevada adelante hasta el fin sin equívocos y con fortaleza de ánimo. Así, el cristiano debe también emprender constantemente un éxodo; sin la necesaria renuncia, viene absorbido por el mundo y perece juntamente con él, en lugar de mostrarse su salvador en nombre de Cristo.

Para la ciudad mundana de Babilonia, capital del Anticristo, se ha colmado hasta desbordarse la medida de su pecado, como también de la consideración de Dios con ella. A su provocación, que ha venido a alcanzar proporciones inmensas en la montaña de sus culpas que se eleva hasta el cielo, responde Dios con un juicio justo, sin misericordia. Los vengadores mencionados ya en 17,16s reciben la instrucción de arrancarla de raíz y de vengar sin contemplaciones sus desafueros incluso más allá del principio jurídico de la equivalencia y de la paridad (cf. Jer_16:18; Jer_17:18) 66. En un solo día (cf. Isa_47:8 s) saldrá a la luz con su ruina toda la falsía de su ser, y su mentirosa ostentación de seguridad y su vana mueca de poderío universal se hundirá en la nada. El Dios soberano y omnipotente la ha juzgado.

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65. La Ciudad de Dios,Isa_18:18.

66. La ley del talión, cf. Lev_24:19 s; Mat_5:38

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9 »Llorarán y por ella plañirán los reyes de la tierra, los que con ella fornicaron y se entregaron al lujo, cuando vean la humareda de su incendio, 10 de pie, a lo lejos, por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, de Babilonia, de la ciudad poderosa! Porque en una hora ha venido tu castigo. 11 Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra su cargamento; 12 cargamento de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino, de púrpura, de seda y de escarlata; toda clase de madera aromática y todo género de objetos de marfil; todo género de objetos de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; 13 canela y plantas olorosas; perfumes, mirra e incienso; vino y aceite; flor de harina y trigo; ganado mayor y ovejas; caballos, carros, esclavos, y personas; 14 y tus frutos maduros, tan apetecidos por ti, se fueron lejos de ti; todo lo precioso y espléndido se perdió para ti, y ya nunca lo encontrarán. 15 Los mercaderes de estas cosas, los que se enriquecieron con ella, se detendrán a lo lejos por miedo a su tormento, llorando y lamentándose, 16 y diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata, la que se adornaba con oro, piedras preciosas y perlas! 17a Porque en una hora quedó devastada tanta riqueza.

El volumen y lo tremendo de la destrucción se expresa -de nuevo en base a un modelo veterotestamentario (cf. Eze_26:15-27, 36)- mediatamente en lamentaciones de los que habían conocido anteriormente a Babilonia y ahora, para no ser arrastrados también con su ruina, se mantienen alejados, contemplando su devastación en medio de abrasadoras llamas y doliéndose por la pérdida de tan grandes riquezas. Como en una tragedia de la antigüedad clásica expresan en tres coros su estremecimiento.

En primer lugar claman: «¡Ay, ay!», por una destrucción tan de raíz los reyes de la tierra, que al abrigo del favor de la dominadora del mundo se le habían entregado en cuerpo y alma y como compensación les había sido dado tener participación en su poderío y en su fasto (cf. 17,2; 18,13). En realidad, tampoco pueden menos de reconocer que son testigos de un juicio de Dios, en el que sucumbe una potencia que en su descomunal frenesí había llegado hasta los límites más extremos.

El segundo coro lo forman los mercaderes de la tierra, que se habían enriquecido con sus engañosas riquezas y ahora lamentan la pérdida de aquel importante mercado de consumo. Ella les había comprado no sólo objetos de uso en la vida cotidiana, sino que, en un bienestar rebosante de prodigalidad, les había encargado los más costosos artículos de lujo destinados a una vida en medio de la molicie. La lista de artículos de importación en materia de indumentaria y de adornos, de cosméticos y mobiliario, de manjares y bebidas selectas, es característica de la sociedad altamente civilizada de la antigüedad. No sólo mercancías, animales y utensilios que hacían la vida agradable, cómoda y placentera, sino también personas, de las que se podía disponer libremente como de cosas y que se podían emplear en toda clase de servicios: todo esto se ponía allí a la venta; el tráfico de esclavos había venido a ser una buena fuente de ingresos en aquella tan grande y opulenta ciudad. Babilonia -piensan los comerciantes -habría podido ahora, en el apogeo de su poderío político y económico, gozar de los frutos de su posición tan desahogada; pero este cálculo no resultó. Como el abuso del poder, venga Dios también el abuso de la riqueza; ambos son igualmente engañosos en manos de los hombres.

17b »Todos los pilotos, todos los que se dedican al cabotaje, y las tripulaciones y cuantos bregan en el mar, se detuvieron a lo lejos, 18 y clamaron, contemplando la humareda de su incendio, diciendo: ¿Qué ciudad semejante a la gran ciudad? 19 y echaron polvo sobre sus cabezas y gritaban, llorando y lamentándose, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, de cuya opulencia se enriquecieron cuantos tenían las naves en el mar! Porque en una hora quedó devastada.

El tercer grupo que se lamenta por la ruina de la ciudad lo forma la gente de mar: armadores y capitanes, pilotos y marineros; todos los que vivían de la navegación y del trabajo en los puertos. La soberbia ciudad, en cuyos puertos entraban y salían cantidad de embarcaciones grandes y pequeñas con abundante cargamento, ha desaparecido. Cierto que su duelo, como el de los comerciantes, no es propiamente desinteresado; como éstos, lamentan la pérdida de la fuente de su propio bienestar.

Los tres grupos están especialmente afectados, y cada uno lo recalca al final de su lamentación, por el hecho de que tal fatalidad irrumpiera de manera tan brusca e imprevista sobre la metrópoli mundial y en un abrir y cerrar de ojos la redujera a escombros y cenizas. La seguridad es una de las primeras y más acuciantes aspiraciones de los hombres; la mayor seguridad posible contra todos los avatares de la existencia caracteriza el pensar moderno, y no poco se paga por ella. Pero así sólo la existencia misma queda a fin de cuentas en constante peligro, dependiendo de un factor que se substrae a todo cálculo; Dios es «en quien vivimos, nos movemos y somos» (Act_17:28). El espíritu de Babilonia, con el exclusivismo de su existencia meramente horizontal y la divinización de los valores de lo perecedero, viene juzgada en cada caso, pese a su negación, desde la vertical, y una vez lo será por fin definitivamente 67

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67. En los cantos de alabanza y de acción de gracias del Apocalipsis se expresa la interpretación teológica de las visiones, a las que dan respuesta (cf. nota 25). Lo mismo sucede en estas lamentaciones. éstas contienen importantes ideas sobre la antropología bíblica. El hombre, su existencia y sus realizaciones vienen notablemente rebajadas en su relatividad ante el fondo de lo absoluto

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20 »Regocíjate por ella, cielo, y también los santos, los apóstoles y los profetas. Porque Dios ejecutó la sentencia que reclamabais contra ella.»

La voz del cielo que había hecho oír al vidente la lamentación de los moradores de la tierra por la ruina de Babel, le notifica todavía al fin el juicio del cielo sobre lo acaecido. Este se expresa en forma de un requerimiento a reemplazar las elegías de la tierra por un canto de júbilo en el cielo. Todos los moradores del cielo, especialmente los apóstoles y los profetas, heraldos de la verdadera salvación del mundo, vienen invitados a ello, pues por fin ha escuchado Dios la oración de los mártires (6,9-11), haciendo que triunfara la verdad y la justicia. Antes de que el cielo dé la respuesta en una liturgia de acción de gracias revestida de especial solemnidad (19,1-10), se concluye todavía la visión del juicio sobre la destrucción de Babilonia.

21 Y un ángel poderoso levantó una piedra, como una gran rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: «Con este ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y no aparecerá jamás. 22 Ya no se escuchará más en ti voces de citaristas y de cantores, de tocadores de flauta y de trompeta. Ya no se encontrará más en ti artesano de arte alguna. Ya no se escuchará más en ti el son de la rueda de molino. 23 Y no brillará más en ti luz de lámpara. Y voz de esposo y de esposa no se escuchará más en ti. Porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra. Porque con tus maleficios se extraviaron todas las naciones. 24 Y en ella se encontró sangre de profetas y de santos, y de todos cuantos fueron degollados sobre la tierra.

En una acción simbólica, cuyo modelo se halla en Jer_51:60-64, sensibiliza el ángel lo que todavía queda de Babilonia después del juicio de Dios. ¡Nada! se ha hundido en un abrir y cerrar de ojos, como una gran piedra que se arroja en el mar.

Cuán completamente haya de quedar extinguida la metrópoli del Anticristo después del juicio de Dios, se pone todavía gráficamente ante los ojos con nuevos cuadros. En la descripción con acentos épicos, de la ciudad asolada vuelven a surgir numerosos motivos veterotestamentarios. Han quedado borrados todos los rastros de vida. Ya no se oye voz humana, cántico ni instrumento músico alguno: un vacío y un silencio deprimentes (cf. Isa_24:8; Eze_26:13). Han enmudecido todos los ruidos de la pasada vida cotidiana y de la aplicación al trabajo de sus habitantes; ya no hay faenas caseras ni oficios en Babilonia. Una cierta nostalgia melancólica por tantos valores de la existencia humana como han desaparecido también con Babilonia, no puede menos de percibirse en esta elegía. Con el arrogante delirio de la existencia se ha extinguido también la sana alegría; ningún joven habla ya de amor a la prometida de su corazón; ya no se fundan nuevas familias, ya no nacen más niños. Y sobre el silencio de muerte del campo de ruinas se extiende para siempre una noche tenebrosa.



Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Una maldición sobre Babilonia

Este capítulo está moldeado de acuerdo con las endechas de los profetas del AT sobre las naciones opresoras y arrogantes de su tiempo. A tal punto esto recuerda a aquéllas que se puede decir que resume todos los oráculos proféticos sobre la condenación de los pueblos injustos. Las profecías contra Babilonia (Isa. 13; 21; 47; Jer. 50; 51) y contra Tiro (Eze. 26; 27) parecen haber estado especialmente en la mente de Juan. La canción sobre la ruina de Babilonia es considerablemente más larga que la descripción que Juan hace del evento en 17:12-18, pero forma parte de esa historia y aporta un fuerte clímax.

1 La gloria del ángel que desciende del cielo se describe en palabras usadas por Ezequiel al hablar de la gloria de Dios que vuelve al templo restaurado en la nueva edad (Eze. 43:1, 2).2 ¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande! es una cita de Isa. 13:21, 22. Hablando estrictamente, este cuadro no es coherente con el de 19:3, pero son diferentes formas de retratar el juicio de Dios sobre una ciudad. Juan no tiene reparos en mezclar su simbolismo y espera que sus lectores lo interpreten a la luz de las escrituras proféticas. 3 Juan hace responsable a Roma de la corrupción de toda la tierra y, por lo tanto, esta nueva Babilonia debe ser arrasada de la tierra. 4 Cf. Isa. 52:11; Jer. 51:6, 45. 5 Cf. Jer. 51:9. 6 Ver Isa. 4:2; Jer. 16:18; 50:29. El clamor del v. 6 debe ser considerado como si se dirigiera a los ejércitos vengadores del anticristo y sus aliados. Ver 17:12, 13, 16. El juicio de Roma debe ser proporcional a su autoglorificación, desenfreno y orgullo; cf. Isa. 47:7-9. 8 De las plagas que cayeron sobre Babilonia, la muerte presuntamente significa pestilencia (ver sobre 6:8) y llanto significa calamidad, de modo que las tres plagas son pestilencia, calamidad y hambre. La destrucción por fuego se cumple por los ejércitos invasores a órdenes del anticristo; cf. 17:16.

Los lamentos sobre Babilonia son emitidos por los reyes de la tierra (9, 10), los comerciantes (11-17a) y los marineros (17b-19). Juan debe esto especialmente a la endecha de Ezequiel sobre Tiro (Eze. 26; 27). 9 Los reyes de la tierra son los que se mencionan en 17:18 y no los que están aliados con la bestia (17:16, 17; cf. Eze. 26:16, 17). 10 La sustancia de cada lamento es la misma: En una sola hora vino tu juicio (ver vv. 17, 19).

11-13 Cf. la lista de las naciones comerciantes que traficaban con Tiro (Eze. 27:12-24) y su asombro y temor (Eze. 27:35, 36). Los vv. 12, 13 aportan una lista de productos vendidos a Roma por los comerciantes; cf. las importaciones de Tiro (Eze. 27:12-24). La madera olorosa era una esencia de madera del Africa del Norte, usada especialmente para mesas muy costosas. El marfil era popular entre los romanos tanto para muebles decorativos como para ornamentos. El término usado para canela indica una planta aromática de la India, que se usaba en costosos ungüentos para el cabello. Los carros eran un tipo especial de carrozas, de cuatro ruedas y a menudo decorados costosamente. Se usan dos palabras para mencionar los esclavos (cuerpos y almas de hombres). La última expresión aparece en Eze. 27:13 y, si bien en el lenguaje común ambas era sinónimas, la última significa seres humanos. Sobre esto, Swete comenta: El mundo del tiempo de San Juan ministraba de mil maneras a las locuras y vicios de Babilonia, pero el clímax llegó en el sacrificio de vidas humanas que se reclutaban de las familias de los ricos, llenaban los burdeles y proporcionaban los brutales placeres del anfiteatro.

17-19 La preocupación de los marinos, así como la de los comerciantes, no era por la ciudad, ni por los que perecieran con ella, sino por sus propias pérdidas de ingresos. 20 El llamado a alegrarse por el juicio sobre Babilonia debería separarse del lamento de los marinos. Se lo ve mejor como cumplimiento de la afirmación del ángel que comienza en el v. 4 e incluye los lamentos de los reyes, comerciantes y marinos. Sea o no intencional, 19:1-7 resulta ser una respuesta adecuada al clamor. 21 La acción simbólica del ángel se sugiere por una similar cumplida sobre Babilonia por Jeremías (Jer. 51:63, 64). Los vv. 22, 23 recuerdan a Eze. 26:13 y Jer. 25:10 en sus descripciones del cese de las artes, la industria, las alegrías del matrimonio y todos los medios de iluminación. Sus comerciantes eran la nobleza del mundo fue dicho por Isaías referente a los mercaderes de Tiro (23:8). Se aduce que una de las razones para el jucio de Roma fue porque, a juzgar por el v. 3, sus comerciantes habían promovido la corrupción de la ciudad y de ese modo ellos mismos estaban implicados con los vicios lujuriosos de la ciudad. Isaías ya había comentado las brujerías de la Babilonia original (47:12) y Nahúm condenó las de Nínive (Nah. 3:4). Hechicerías, o brujerías, puede traducirse como encantamientos o maleficios (NC); término que armoniza con el criterio de que no está hablándose tanto de la hechicería literal como hechicería de alegres vicios lujuriosos y las idolatrías que acompañan por las cuales el mundo era fascinado y desviado (Swete). 24 Cf. Mat. 23:35, donde nuestro Señor acusó a Jerusalén del mismo modo. La declaración de Juan se justifica no sólo por las persecuciones del pasado y la tribulación futura, sino también por su interpretación de Roma como encarnación del espíritu del mal que siempre ha atacado al pueblo de Dios (ver notas sobre 17:7-18).

Notas sobre el imperio anticristiano. Una pregunta apremiante surge de la lectura de los caps. 13, 17 y 18. En estas descripciones de la condenación de la ciudad y el imperio del anticristo hay poca duda de que Roma estaba en la mente de Juan. En 17:9, 18 lo único que no hace es nombrarla y para ello apela al nombre místico de Babilonia. Sus profecías presentan la aparición pendiente de un anticristo que incorpora su maldad, pero cuyo reino duraría sólo un breve tiempo, terminando con la destrucción de la ciudad y la aparición del reino de Cristo. Es una suprema ironía que Roma, en vez de llegar a ser la esfera del gobierno del anticristo, capituló ante el Cristo de Dios y llegó a ser un centro mundial del cristianismo. Muchos han llegado a la conclusión de que las profecías de Juan recibieron su verdadero cumplimiento en ese entonces; pero el profeta, al anticipar la venida de Cristo y el descenso de la ciudad de Dios desde el cielo, difícilmente hubiera admitido esa interpretación.

Aquí es necesario recordar que la visión de Juan está relacionada fundamentalmente con las de los profetas del AT. Todos ellos, en sus descripciones del derrumbe de las naciones opresoras de su tiempo, esperaban el establecimiento del reino de Dios luego de esos juicios (p. ej. Isaías esperaba la liberación mesiánica después del juicio de Dios sobre Asiria, Isa. 10, 11; Habacuc esperaba la destrucción de Babilonia, Hab. 2:2, 3; Jeremías y Ezequiel esperaban que fuera después del regreso de los judíos bajo Ciro, Jer. 29-31; Eze. 26; y todas la visiones de Daniel la esperaban después de la caída del tirano Antíoco Epífanes; ver especialmente Dan. 7-9, 11, 12). En el NT los evangelistas colocaban la enseñanza del Señor sobre la segunda venida cerca de sus profecías relativas al juicio sobre Jerusalén (Mat. 24; Mar. 13; Luc. 21), y ese advenimiento se espera en un futuro no muy distante, aunque nunca con fecha (cf. Rom. 13:11, 12; Heb. 10:37; Stg. 5:8; 1 Ped. 4:7; 1 Jn. 2:18). En esto Juan no era una excepción. En su opinión podía haber dos realidades: por un lado, el Señor había llevado a cabo una redención que traería el reino de Dios al mundo, y él llegaría pronto para su consumación; por el otro lado, el misterio de la iniquidad era obviamente algo que actuaba en el mundo (2 Tes. 2:7) y Roma estaba jugando ya el papel del Anticristo. El escenario estaba dispuesto para el fin y Juan describe el drama como fue enseñado por los profetas, por Cristo y por sus apóstoles. Aplica esa doctrina a la situación de su tiempo. La escala cronológica era demasiado breve, pero la esencia de su profecía no era invalidada por ello. Los muchos anticristos (1 Jn. 2:18) de los días de Juan se han incrementado tal como muestra su cuadro y culminarán en uno que cumplirá perfectamente ese papel.

El simbolismo usado en este cuadro del Anticristo es tan evidente como el que se emplea en el retrato de Satanás, la ciudad y el Imperio y su uso en el cap. 12. Juan adapta la expectativa contemporánea de la resurección de Nerón para describir al anticristo que venía como otro Nerón. Hay un paralelo a esto en su aplicación de la profecía de que Elías vendría antes del día del Señor (Miq. 4: 5). Juan habría conocido cómo Jesús aplicó esta profecía al ministerio de Juan el Bautista (Mar. 9:12, 13); él mismo la coloca en un uso aun más amplio en relación con el ministerio de toda la iglesia (cap. 11). Para él era tan natural representar al anticristo como alguien que actuaba con el espíritu y poder de Nerón (cf. Luc. 1:17), empleando la historia del Nero redivivus sin mayores explicaciones, en la misma medida que podía usar la profecía del Elías redivivus sin explicaciones.

Así como no debemos tratar de definir la venida de Jesús sin otros cálculos, sino prestar atención más bien a lo que el gobierno providencial crea delante de nuestros ojos, así debemos permitir que Dios cumpla la profecía de Juan a su tiempo y forma.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



54 (2) Predicción apocalíptica del juicio divino contra «Babilonia» (18,1-24). En 17,1, el ángel ofreció a Juan mostrarle «la condena(-)ción y castigo» de «Babilonia». 17,17 alude a la condenación o sentencia divina con su ob(-)servación de que los diez reyes estaban cum(-)pliendo la voluntad de Dios, el v. 16 describe brevemente el castigo (la destrucción). El cap. elabora ambos temas de forma ingeniosa e irónica. 1. otro ángel: Además del que tenía una de las siete copas (17,1). Véase también y Ex 43,2. Los w. 1-3 constituyen el infor(-)me de una visión o epifanía de un ángel. El centro lo ocupa el discurso del ángel (w. 2b-3). Respecto a la forma, el discurso es una en(-)decha, pero aquí es utilizado como anuncio de juicio (A. Yarbro Collins, «Revelation 18: Taunt-Song or Dirge?», en J. Lambrecht (ed.). VApocalypse johannique et lapocalyptique dans le Nouveau Testament [BETL 53, Lovaina 1980] 192-93). 2. cayó, cayó: cf. Ap 14,8; Is 21,9; Jr 51,8. se ha convertido en mansión de demonios, en guarida de espíritus inmundos y de toda clase de aves inmundas y detestables: cf. Is 13,19-22; 34,11-15; Jr 50,39-40; Bar 4,35). 3. las naciones todas han bebido el vino ardiente de su prostitución: Véase el comentario sobre 15,1. Esta imagen significa que los pueblos de la tierra, esp. los ricos y políticamente podero(-)sos, han reconocido las pretensiones de Roma a una posición divina o casi divina, y al impe(-)rio, por el beneficio que podían obtener con ello (véase el comentario sobre 17,1). con su lujo desenfrenado se han enriquecido los nego(-)ciantes del mundo: cf. Is 23,18. Los w. 4-20 es(-)tán formados de pequeñas unidades, que con(-)juntamente forman una extensa y poco trabada audición (una voz celestial, v. 4). 4b-5. El v. 4b es una advertencia, y el v. 5 da la razón de ella. Ambos versículos aluden a la antigua profecía (Jr 51,45; 51,9). En el contexto actual, sin embargo, el aviso funciona como llamada a la exclusividad cultural, es decir, como re(-)chazo a la asimilación (véanse los comentarios sobre 13,16-17; 2,14). 6-8. Esta pequeña uni(-)dad es una orden para ejecutar la sentencia contra «Babilonia». Las órdenes se dan en los w. 6-7a; en los w. 7b-8 aparece la explicación de estas órdenes. Dado el carácter de la guerra santa a dos niveles, podríamos, con toda pro(-)babilidad, admitir que tanto el que habla co(-)mo su(s) destinatario(s) son seres celestiales (cf. Ez 9,1.5-6), cuyas acciones constituyen la contrapartida celestial de 17,16 (la mención del fuego vincula 17,16 con 18,8). En el v. 6 opera la lex talionis, la correlación entre peca(-)do y castigo (véase el comentario sobre 16,6; cf. también Mt 7,1-2; 18,23-35; Lc 6,37-38). En los w. 7-8, encontramos el principio de la in(-)versión escatológica (cf. Lc 6,20-26). 9. llora(-)rán y se lamentarán por ella los reyes de la tie(-)rra, los que con ella cometieron adulterio y compartieron con ella placeres, cuando vean la humareda de su incendio: Aquí parece que Juan emplea un recurso dramático, por el que no se representa la violencia en acción, sino solamente los resultados o reacciones a la vio(-)lencia. En su conjunto, los w. 9-10 constituyen un anuncio de juicio contra reyes menores cu(-)yo poder dependía del favor de Roma. El anuncio es irónico porque contiene un canto fúnebre interpretado por amigos de Roma. Desde la perspectiva del autor, sin embargo, incluso el canto fúnebre funciona como anun(-)cio de castigo: «en una hora se ha consumado tu condena» (v. 10; compárese con 17,12). 11-13. Anuncio de condena, dirigido contra los negociantes de la tierra (cf. v. 3). El Ap no pa(-)rece condenar esta profesión (en contraste con EvTom 64). Sugiere que, en este tiempo, la ri(-)queza y el verdadero discipulado, si no en to(-)tal incompatibilidad, se encuentran, al menos, en tensión (3,17-20). 12. mercancías: Las mer(-)cancías de los negociantes, que nadie compra(-)rá cuando Roma sea destruida, son en su ma(-)yor parte artículos de lujo. Una de las razones de la condenación de Roma es que sus comer(-)ciantes eran los «más grandes» de la tierra (v. 23). Lo que hay tras esto es el malestar y la crí(-)tica de una situación en la que el rico es cada vez más rico y el pobre cada vez más pobre (cf. 6,6; véase Yarbro Collins, Crisis [? 6 supra] 88-97.132-34). 14. Este versículo rompe el ritmo de los anuncios de castigo contra los reyes (w. 9-10), los comerciantes (w. 11-13), de nuevo los comerciantes (w. 15-17a) y aquellos que vi(-)vían del mar (w. 17b-19). Es un canto fúnebre directamente dirigido contra «Babilonia» por la voz celestial (cf. v. 4). 15-17a. Es un segun(-)do anuncio de castigo contra los comercian(-)tes. Es dramático en forma, como la escena de los reyes de la tierra (w. 9-10). Su cántico fú(-)nebre (v. 16) alude a la ropa lujosa y a las jo(-)yas de la prostituta (17,4). 17a. una hora ha bastado para devastar tanta riqueza: La expre(-)sión «una hora» reasume la «predicción» de 17,12 en la que los diez reyes recibirán autori(-)dad con la bestia durante una hora (cf. 14,7.15; 18,10.19). 17b-19. Esta unidad es un anuncio de condena contra la marina mercan(-)te. Sus expresiones de lamentación y dolor son las más intensas de toda la serie. Tomada ais(-)ladamente, esta unidad provocaría el pathos, incluso la simpatía o el pesar. Pero el contexto (la alusión al juicio en el paralelo [v. 17a] y la invitación a la alegría [v. 20]) muestra que no se refiere realmente a estos sentimientos. 20. Alégrate, cielo, por su ruina, y vosotros, creyen(-)tes, apóstoles y profetas, porque Dios ha venga(-)do en ella vuestra causa: Esta invitación a la alegría es sobrecogedora tras la serie de la(-)mentos fúnebres. Se parece formalmente a donde se celebra la victoria cristiana contra Satanás. Aquí se celebra la vindicación de los que han sufrido por dar testimonio de Jesús (véase 6,9-11; 16,6; 17,6; 18,24). El v. 20 concluye la larga audición que comenzó en el v. 4. La tercera sección principal del cap. 18 es un informe de una acción simbólica realizada por un ángel (w. 21-24). Así, la sección inter(-)media (w. 4-20) está enmarcada por dos esce(-)nas poderosamente visuales, con un ángel en cada una (cf. w. 1-3). Los anuncios de los án(-)geles son paralelos en cuanto a contenido. Las terribles imágenes de desolación en los w. 2b- se completan con el vacío y el silencio impli(-)cados en los w. 22-23. Cada anuncio concluye con las causas de la condena. En cada uno se menciona a «todas las naciones» y a los «mer(-)caderes». Sobre los relatos proféticos de ac(-)ciones simbólicas, véase G. Tucker, Fonn Criticism of the Oíd Testament (Filadelfia 1971) 66; K. Koch, The Growth of the Biblical Tradition (Nueva York 1969) 203.210: W. E. March, «Prophecy», en J. H. Hayes (ed.), Oíd Testa(-)ment Form Criticism (San Antonio 1974) 172. Sobre el trasfondo de esta acción simbólica, véase Jr 51,59-64; Ez 26,19-21.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVIII.

2 Babylon is fallen. 4 The people of God commanded to depart out of her. 9 The Kings of the earth, 11 with the Merchants and Mariners, lament ouer her. 20 The Saints reioyce for the iudgements of God vpon her.

[Babylon is fallen.]

1 And after these things, I saw another Angel come downe from heauen, hauing great power, and the earth was lightened with his glory.
2 And he cryed mightily with a strog voyce, saying, [ Rev_14:8 .] Babylon the great is fallen, is fallen, and is become the habitation of deuils, and the hold of euery foule spirit, and a cage of euery vncleane and hatefull bird:
3 For all nations haue drunke of the wine of the wrath of her fornication, and the Kings of the earth haue committed fornication with her, & the Merchants of the earth are waxed rich thorow the [ Or, power.] abundance of her delicacies.
4 And I heard another voice from heauen, saying, Come out of her, my people, that yee be not partakers of her sinnes, and that yee receiue not of her plagues:
5 For her sinnes haue reached vnto heauen, and God hath remembred her iniquities.
6 Reward her euen as she rewarded you, and double vnto her double according to her works: in the cup which she hath filled, fill to her double.
7 How much she hath glorified her selfe, and liued deliciously, so much torment and sorrow giue her: for she saith in her heart, I sit a [ Isa_47:8 .] Queene, and am no widow, and shall see no sorrow.
8 Therefore shall her plagues come in one day, death, and mourning, and famine, and she shall bee vtterly burnt with fire, for strong is the Lord God, who iudgeth her.
9 And the Kings of the earth, who haue committed fornication, and liued deliciously with her, shall bewaile her and lament for her, when they shall see the smoke of her burning:
10 Standing afarre off for the feare of her torment, saying, Alas, alas, that great citie Babylon, that mighty citie: for in one houre is thy iudgement come.
11 And the Merchants of the earth shall weepe and mourne ouer her, for no man buyeth their merchandise any more.
12 The merchandise of gold, and siluer, and pretious stones, and of pearles, and fine linnen, and purple, and silke, and scarlet, and all [ Or, sweet.] Thine wood, and all maner vessels of Yuorie, and all maner vessels of most precious wood, and

[Babylon destroyed.]

of brasse, and iron, and marble,
13 And Cynamome, and odours, and ointments, and frankincense, & wine, and oile, and fine floure, and wheat, and beasts, and sheepe, and horses, and chariots, and [ Or, bodies.] slaues, and soules of men.
14 And the fruits that thy soule lusted after, are departed from thee, and all things which were daintie, and goodly, are departed from thee, and thou shalt finde them no more at all.
15 The Merchants of these things which were made riche by her, shall stand afarre off for the feare of her torment, weeping and wailing.
16 And saying, Alas, alas, that great city, that was clothed in fine linnen, and purple and scarlet, and decked with gold, and pretious stones, and pearles:
17 For in one houre so great riches is come to nought. And euery shipmaster, and all the company in ships, and sailers, and as many as trade by sea, stood a farre off,
18 And cryed when they saw the smoke of her burning, saying, What city is like vnto this great citie?
19 And they cast dust on their heads, and cried, weeping, and wailing, saying, Alas, alas, that great citie, wherein were made rich all that had ships in the sea, by reason of her costlinesse, for in one houre is she made desolate.
20 Reioyce ouer her thou heauen, and ye holy Apostles and Prophets, for God hath auenged you on her.
21 And a mightie Angel tooke vp a stone like a great milstone, and cast it into the sea, saying, Thus with violence shall that great citie Babylon bee throwen downe, and shall bee found no more at all.
22 And the voyce of harpers and musitions, and of pipers, and trumpetters, shall bee heard no more at all in thee: and no craftsman, of whatsoeuer craft hee be, shall be found any more in thee: and the sound of a milstone shalbe heard no more at all in thee:
23 And the light of a candle shall shine no more at all in thee: and the voice of the bridegrome and of the bride shalbe heard no more at all in thee: for thy Merchants were the great men of the earth: for by thy sorceries were all nations deceiued.
24 And in her was found the blood of Prophets, and of Saints, and of all that were slaine vpon the earth.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Se contempla la caída y ruina de Roma, según el uso profético de vaticinar un acontecimiento futuro como si ya hubiera ocurrido: se anuncia su caída (vv. 1-3), se exhorta al Pueblo de Dios a alejarse de ella y de sus depravaciones, causa de los castigos (vv. 4-8), y se describen los lamentos de los que colaboran con ella (vv. 9-17). Por último se manifiesta el gozo de cuantos sufrieron bajo su yugo y ahora contemplan la justicia de Dios (v. 20). Entre los pecados que se achacan a la gran ciudad y que han causado su ruina, figura el lujo desenfrenado (cfr vv. 7,12-14). Situaciones de este tipo conducen a la degradación y autodestrucción de una sociedad, como puede observarse en la historia de las civilizaciones y en nuestros días. El afán de consumismo y de poseer es, sin duda, una de las lacras de nuestra época. Ya lo denunciaba Pío XI al decir que «la gran enfermedad de la Edad Moderna, fuente principal de los males que todos deploramos, es la falta de reflexión, aquella efusión continua y verdaderamente febril hacia las cosas externas, esa inmoderada ansia de riquezas y placeres, que poco a poco debilita en los ánimos los más nobles ideales y los sumerge en las cosas terrenas y transitorias y no les permite levantarse a las consideraciones de las cosas eternas» (Mens nostr. 5).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Eze_43:2.

2. Isa_21:9; Jer_50:39.

4. Ver Isa_48:20; Isa_52:11.

5. Jer_51:9.

6. Jer_50:15.

7-8. Isa_47:8-9.

22-23. Jer_25:10.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Caída de Babilonia. El anuncio de la caída de Roma y del final de las persecuciones está narrado en estilo épico. Las puertas del infierno no van a prevalecer contra la Iglesia. El autor canta la caída de Roma con una lamentación parecida a las que se usaban en las tragedias griegas de la antigüedad; los amigos de Roma -reyes, príncipes, comerciantes, ricos, pilotos, navegantes y marineros- cada cual por su turno, pronuncian una estrofa de lamentación. Roma quedará como la Jerusalén destruida cantada en las Lamentaciones de Jeremías (Jer_25:10). El Apocalipsis contrasta el llanto de los ricos y poderosos con la alegría de los pobres, santos, apóstoles y profetas. Los cristianos con su oración pueden acelerar la caída de los poderes del mal.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_18:20 s; Jer_51:9

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_18:20 s; Jer_51:9

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Gén 18:20-21; Jer 51:9.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

porque sus pecados han llegado hasta el cielo,e y Dios se ha acordado de sus maldades.

e Jer 51:9.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

apilados... Lit. apegados (gr. kolláo);
hasta el cielo...Jer 51:9.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



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Jünemann (1992)


5 c. Multiplicado, condensado y adherídose hasta llegar al cielo.