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viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios. (Apocalipsis  19, 13) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 19.
L a visión de la caída de Roma termina con esta sección, en la que miríadas de bienaventurados celebran el triunfo de la justicia divina (v.1-8). En violento contraste con los lamentos del capítulo precedente, el autor sagrado nos presenta a los habitantes del cielo entonando el cántico de triunfo por la ruina de Babilonia (Roma). Este cántico se desarrolla en torno del trono de Dios y del Cordero. Porque la destrucción de Roma demuestra claramente el triunfo de Dios y del Cordero. La gloriosa perspectiva de las bodas del Cordero con la Iglesia dice el P. Alio se contrapone a las prostituciones de la gran Ramera, por cuya causa fue castigada 1El aire litúrgico de este pasaje es más acentuado que otros del Apocalipsis.



Cántico triunfal en el cielo, 19:1-10.
1 Después de esto oí una fuerte voz, como de una muchedumbre numerosa en el cielo, que decía: Aleluya, salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, 2 porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra con su fornicación, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos. 3 Y por segunda vez dijeron: Aleluya. El humo de la ciudad sube por los siglos de los siglos. 4 Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes, y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén, aleluya. 5 Del trono salió una voz, que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y cuantos le teméis, pequeños y grandes. 6 Oí una voz como de gran muchedumbre, y como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso; 7 alegrémonos y regocijémonos, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa está dispuesta, 8 y fuele otorgado vestirse de lino brillante, puro,* pues el lino son las obras justas de los santos. 9 Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las palabras verdaderas de Dios.10 Me arrojé a sus pies para adorarle, y me dijo: Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

La caída de Roma no ha sido descrita, pero se supone ya ejecutada. La tierra se lamentaba de este hecho; en cambio, el cielo lo celebra con cánticos de alegría. El vidente de Patmos oye una voz fuerte, como de una gran muchedumbre, que gritaba: ¡Aleluya! alabad al Señor (v.1). Esta aclamación tan frecuente en los salmos 2 es ésta la única vez que se encuentra en el Nuevo Testamento. La exclamación ¡Aleluya! es un término litúrgico muy usado entre los judíos. Está formada de las palabras hebreas halelú Yah, que significan alabad a Yahvé 3. El término aleluya entró muy pronto en la liturgia cristiana, de modo que todos los lectores del Apocalipsis conocían su significación. Esto explica el que nuestro autor no traduzca el término hebreo.
Sigue a continuación la doxología: Salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, como en Rev_7:10; Rev_11:15; Rev_12:10. Los bienaventurados atribuyen a Dios y al Cordero la salud o salvación que ellos ya han obtenido. En esta salvación y en la destrucción de Roma se ha manifestado patentemente la gloria de Dios y su poder 4. La razón de estas alabanzas que los bienaventurados tributan a Dios se encuentra en la verdad de la justicia divina, manifestada en el castigo de la gran Ramera, la cual con su fornicación idolátrica corrompía la tierra. Dios ha vengado en ella la sangre de sus siervos (v.2), que habían muerto por mantenerse fieles a Cristo. Con la destrucción de Roma, Dios ha salido en defensa del derecho de sus mártires. La sangre de éstos reclamaba la intervención divina en defensa de sus justos derechos conculcados, con el fin de que resplandeciese ante el mundo pagano -partidario de Roma la verdad de su causa. En esta manera de proceder de Dios se restablece el orden violado y se manifiesta al mundo un nuevo triunfo de la Iglesia de Cristo.
San Juan oye un segundo aleluya, entonado por los moradores del cielo (í.â), los cuales añaden a manera de colofón un rasgo nuevo, tomado seguramente de Isa_34:10. El profeta contempla a Edom asolada por la venganza de Yahvé, y añade: Su tierra será como pez que arda día y noche; nunca se extinguirá, subirá su humo perpetuamente. 5 Era costumbre de los invasores antiguos entregar a las llamas las ciudades que expugnaban. Así la nueva Babilonia (Roma) es incendiada, y el humo sube al cielo no por un día o una semana, sino por los siglos de los siglos para perenne memoria de la justicia divina. De este modo el autor sagrado expresa la ruina irreparable de Roma, sobre todo en su aspecto de perseguidora de la Iglesia.
A la vista de esta manifestación del poder de Dios, no sólo los millones de ángeles, sino también los veinticuatro ancianos que rodean el trono de Dios y los cuatro vivientes que lo sostienen6, aprueban, en nombre de la Iglesia y de toda la naturaleza, la obra del Señor con un amén y un aleluya (v.4). El término amén sirve para asentir a lo dicho anteriormente por la muchedumbre de bienaventurados. Es una expresión muy empleada en la liturgia, y su presencia en este lugar en unión con aleluya nos demuestra que el autor sagrado concibe la felicidad eterna de los bienaventurados como una liturgia sagrada que se desarrolla ante el trono de Dios y del Cordero.
De nuevo otra voz sale del trono del Señor, proveniente posiblemente de uno de los ángeles más próximos a Dios, la cual invita a todos los fieles de la tierra a asociarse a las alabanzas celestes con ocasión de la ruina de Roma. La voz decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes (v.5). La invitación recuerda el comienzo de ciertos salmos 7, principalmente el Sal_135:1.20. Y se parece también bastante a la exhortación que el diácono o el sacerdote dirigían al pueblo fiel reunido en la iglesia para invitarlo a orar. A esta invitación responde una voz poderosa, como la voz de una ingente multitud, semejante a la voz de las aguas torrenciales que se precipitan en su curso, como el mugido de las olas del mar alborotado o como el fragor de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso (v.6). La comparación tiene por objeto recalcar la inmensa potencia del cántico aleluyático que dirigen a Dios todos los bienaventurados. Es la voz de la Iglesia universal, que canta el aleluya por el triunfo definitivo de la Iglesia en el mundo. Al fin, el Dios omnipotente ha establecido su reino en la tierra. Este reino no es otro que su Iglesia tan fieramente perseguida por Roma y sus aliados. Alabar a Dios es ensalzar sus atributos de bondad, amor, misericordia, por haber intervenido en favor de los suyos.
Los bienaventurados manifiestan su alegría por la intervención divina, diciendo: Alegrémonos y regocijémonos, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero (v.7). El autor sagrado anuncia con estas palabras las bodas del Cordero con su Iglesia. Sabido es cuan familiar era a los profetas esta imagen del matrimonio de Dios con Israel 8. Yahvé, esposo de Israel, era una metáfora para expresar la alianza entre Dios y su pueblo. Alianza estrechísima que no permitía ninguna infidelidad por ambas partes. Por esta razón, la idolatría era considerada como un adulterio, una prostitución. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es el Esposo de la Iglesia. San Pablo ha tratado maravillosamente el tema del matrimonio místico entre Cristo y su Iglesia 9. La unión íntima que supone ese matrimonio entre Jesucristo y la Iglesia tiene su origen en el rescate que tuvo que pagar por ella: Cristo la compró con su propia sangre 10. Estas bodas ya se han iniciado en la tierra, pero su consumación no tendrá lugar hasta el cielo.
La Esposa del Cordero, es decir, la Iglesia, va vestida de lino brillante y puro, que son las obras buenas y justas de los cristianos (v.8), con las cuales las almas buenas ganan el cielo 11. El color blanco en el Apocalipsis suele ser símbolo de triunfo. Aquí designa la victoria que la Iglesia ha obtenido sobre sus más encarnizados enemigos, y, al mismo tiempo, la pureza y la santidad de la Esposa del Cordero. Los adornos de esta Esposa inmaculada contrastan grandemente con el atuendo externo y el sobrecargo de joyas que llevaba la gran Meretriz, o sea la Roma pagana, con las cuales trataba de seducir más fácilmente a los demás pueblos 12.
Jesucristo compara en el Evangelio el reino del cielo a un banquete de bodas. Y San Juan descubre en la destrucción de Roma, la perseguidora de la Iglesia, una especie de preparación de este banquete. La caída de Roma, el enemigo más peligroso de la Iglesia en aquel tiempo, y que parecía absolutamente inconmovible, hace presagiar la salvación que tendrá lugar con el establecimiento definitivo del reino de Dios. Todavía no ha llegado el momento de establecer de una manera definitiva ese reino, porque aún continuarán las luchas contra la Bestia y sus sostenedores. Pero del mismo modo que en los Evangelios la caída de la Jerusalén infiel constituía una garantía de la venida del Hijo del hombre, así la caída de Roma anuncia el establecimiento próximo del reino de Dios 13. El establecimiento del reino es celebrado aquí por anticipación, pues sólo tendrá lugar en el momento de las bodas del Cordero 14. No olvidemos nunca que, para entender bien esto, hay que tener presente que tanto el reino de Dios como la vida eterna abarcan dos etapas: la terrena y la celestial, siendo la primera preparatoria de la segunda, y ésta, consumación de aquélla.
El cántico de alabanza entonado por la muchedumbre de bienaventurados parece sugerir la bienaventuranza del v.9: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Esta es la cuarta bienaventuranza de las siete que encontramos en el Apocalipsis 15. En la expresión se parece bastante al macarismo de San Lucas: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios16. El que pronuncia el macarismo en nuestro pasaje del Apocalipsis es un personaje que no es nombrado, pero que debe de ser el ángel intérprete que acompañaba a Juan. La imagen del banquete para designar la felicidad de los tiempos mesiánicos se encuentra ya en el Antiguo Testamento 17 y en la literatura apócrifa judía 18. Jesucristo emplea frecuentemente la figura del festín nupcial para designar el reino de los cielos 19. En este banquete celestial, la Esposa que se sentará al lado del Esposo, es decir, al lado de Cristo, será la Iglesia considerada como unidad. Los invitados son los individuos, o sea cada uno de los fieles que se sentarán con Cristo por toda la eternidad en el gran festín de bodas del cielo. Esta risueña perspectiva debe servir de consuelo y aliento a los fieles en medio de las pruebas. El ángel, queriendo recalcar aún más la verdad de este mensaje consolatorio dirigido a los cristianos, añade: Estas son las palabras verdaderas de Dios. No se trata de invenciones fantásticas de una imaginación calenturienta, sino que provienen de Dios y, como tales, se cumplirán indefectiblemente.
Al oír San Juan tan consoladoras palabras, se arroja a los pies del ángel que las había dicho para adorarle (v.10). Pero éste rehusa ese honor, declarándose sierro del único Dios y Señor, como Juan y como todos los fieles que en la tierra dan testimonio de Jesucristo. Esta misma escena se repetirá después en Rev_22:8-9. Y se encuentra con bastante frecuencia en los apócrifos, como, por ejemplo, en la Ascensión de Isaías 7:21: Yo caí rostro a tierra para adorarle, y el ángel que me conducía no me lo permitió, sino que me dijo: No adores ni trono ni ángel que pertenezcan a los seis cielos de donde he sido enviado para guiarte , sino únicamente (a aquel) que yo te indicaré en el séptimo cielo. Con la escena que nos describe San Juan tal vez quiera oponerse y atacar a los excesos de ciertas tendencias judías o judío-cristianas que trataban de dar culto a los ángeles considerándolos superiores a Cristo 20. Y más probablemente trate de oponerse a las prácticas gnósticas contemporáneas, bastante extendidas entre los falsos cristianos de Asia Menor 21. Los judíos llegaron, por su parte, en algunas ocasiones hasta adorar a los ángeles, como testifica expresamente Clemente Alejandrino 22. Sin embargo, el ángel, en nuestro caso, se considera consierfo de Juan y de los demás cristianos, todos ellos siervos de Dios. Por consiguiente, tanto los ángeles como los fieles cristianos son criaturas dependientes de Dios, y como tales inferiores en categoría a la Divinidad.
Las últimas palabras del ángel: el testimonio de Jesús, designan la Palabra de Dios, atestiguada por Cristo, y que todo cristiano posee en sí 23. Es el conjunto de la revelación que Cristo nos comunicó de parte de su Padre. Esta revelación o palabra de Dios es la que inspira a los profetas, a los apóstoles y a todos aquellos que recibieron el encargo de transmitir al mundo el mensaje de Dios. Por consiguiente, la profecía se apoya en el testimonio dado por Jesucristo, y la poseen todos los fieles en mayor o menor grado. El Apocalipsis es, pues, una explicación de las enseñanzas de Cristo, un testimonio dado sobre el Salvador; y de aquí procede su valor 24. El mismo Jesús había dicho que el Espíritu Santo daría testimonio de El por medio de los apóstoles y de los demás fieles en quienes había de morar.



Exterminio de las bestias, 19:11-20:15.
Después de la caída de Babilonia (Roma), profetizada en Rev_14:8, y considerada como realizada en Rev_16:19-20, el vidente de Patmos da un paso más para describirnos el exterminio de la Bestia y de sus aliados, las naciones paganas 25. Vamos a asistir a un triple exterminio: el de los anticristos (Rev_19:17-21), el de Satanás, que era el que les inspiraba (Rev_20:10), y el de la Muerte (Rev_20:14). Cristo en persona se reserva el exterminio de los anticristos. El Mesías, transportado al cielo en el capítulo 12, reaparece triunfante sobre la tierra. Va a dar la batalla definitiva contra todos los anticristos que se oponen al reino de Dios. El ejército del Cordero, acampado frente a las Bestias en el capítulo 14, se lanza, finalmente, a la ofensiva que traerá como consecuencia la destrucción del reino del anticristo. Jesucristo aparece como un caballero sobre un caballo blanco 26, al frente de su ejército. Al otro lado se presenta la Bestia con el seudoprofeta y los reyes que los siguen. Pero Cristo derrota a los ejércitos paganos con la palabra de su boca 27. La Bestia y el seudoprofeta son capturados y lanzados al lago de fuego (v.20), mientras que todos los demás son muertos con la espada del Rey de reyes (v.21). Entonces comienza el reino de mil años del Mesías y de los suyos (Rev_20:1-6). Pero todavía el diablo organiza una nueva conspiración contra el reino de Cristo, que terminará con la victoria de Jesucristo y el juicio final (Rev_20:7-15).
Podemos dividir esta sección del modo siguiente: i) El Rey de reyes aparece con su ejército (v.11-16). 2) Un ángel proclama el exterminio de los enemigos de Cristo (v. 17-18). 3) La Bestia y sus partidarios son vencidos y arrojados al estanque de fuego (v. 19-21). 4) El milenio (Rev_20:1-6). 5) Ultima batalla escatológica de Satán contra la Iglesia (Rev_20:7-10).6) Juicio final delante del trono de Dios (Rev_20:11-15).



El Rey de reyes aparece con su ejército,Rev_19:11-16.
11 Vi el cielo cubierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba es llamado Fiel, Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. 12 Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, 13 y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. 14 Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. 15 De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones y El las regirá con vara de hierro, y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. 16 Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores.

La escena cambia de nuevo, lo mismo que las imágenes. Como otras veces, nuestro autor ve que el cielo se abre y aparece un caballo blanco, símbolo de victoria. Sobre él viene Jesucristo, que, como capitán, se pone al frente de su ejército. El Mesías que aquí aparece tiene el mismo aspecto que el jinete parto de Rev_6:2. El Antiguo Testamento nos ofrece una escena un tanto parecida en el salmo no. Allí un pueblo numeroso como las gotas del rocío se ofrece al Mesías, y éste, seguido de los suyos, domina a sus enemigos y los aplasta, dejando la tierra sembrada de cadáveres. El Jinete misterioso de nuestro pasaje viene del cielo a combatir al Dragón infernal que procedía del abismo. Se le dan varios nombres: Fiel, Verídico 28, porque efectivamente El cumple siempre las promesas que ha hecho a sus fieles servidores 29. Y ahora se dispone a ejecutar lo que tantas veces prometió en este libro: va a juzgar con justicia y a hacer la guerra también con justicia (v.11). Como justo que es, juzga con justicia, como el Emmanuel de Isaías 30, y hace la guerra para aplastar al impío y hacer desaparecer la iniquidad de la tierra. Los fieles servidores de Cristo no quedarán defraudados en sus esperanzas. Todos los que han sufrido por Cristo serán recompensados, pues el Señor nunca deja incumplida su palabra.
La descripción que nos da el autor sagrado de ese Jinete celeste se inspira en la primera visión del Apocalipsis. Sus ojos son como llamas de fuego, que todo lo penetran. Como Rey de reyes 31, lleva ceñidas a la cabeza muchas coronas. El Dragón tenía siete diademas sobre siete cabezas 32, y la Bestia llevaba diez coronas sobre diez cuernos 33; pero Jesucristo lleva muchas más que sus antagonistas, como dominador que es de todos los pueblos. Tiene también un nombre escrito, que nadie conoce, porque, siendo divino, es trascendente y está fuera del alcance de la humana inteligencia (v.12). Lo lleva escrito probablemente en las coronas o en la tiara. Ese nombre es el de Verbo de Dios. El término Logos empleado aquí por el autor sagrado sólo aparece en el Nuevo Testamento en los escritos joánicos 34. Sólo Dios puede conocer su propia esencia, de la cual el nombre es la expresión.
El Verbo de Dios aparece vestido con un manto empapado en sangre (í.13). Esta imagen puede significar la sangre de los enemigos que ya venció, y es augurio de los que vencerá. Nuestro texto parece inspirarse en Isa_63:1-3, en donde el profeta describe a Yahvé volviendo vencedor de Edom con el manto salpicado de sangre. Pero el manto empapado en sangre tal vez pudiera aludir a la propia sangre de Cristo, derramada por los hombres, y con la cual obtuvo la victoria sobre el poder infernal, victoria que ahora va a manifestarse. El nombre de este Jinete victorioso es el de Verbo de Dios (ó Ëüãïò ôïõ Èåïý). Semejante expresión para designar a Jesucristo es juánica y ofrece un fuerte argumento para probar que el autor del Apocalipsis es el mismo que el autor del cuarto evangelio 35 y de la 1 Jn 36. Cristo es el Verbo, la Palabra de Dios, porque es el eterno reverbero del Padre. Es la Palabra que el Padre pronuncia ab aeterno, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se ha revelado al mundo en Jesús. En la teología de San Juan, el Verbo es una persona divina igual al Padre. De modo que ya no se trata de una personificación poética, como la de la Sabiduría en el Antiguo Testamento 37 o la del Memra en la teología judía 38. El término Logos lo debió de tomar San Juan del ambiente judeo-helenístico, pero dándole un sentido nuevo que sobrepasa todas las lucubraciones teológico-filosóficas de Filón 39 y del rabinismo.
Detrás del jinete montado sobre un caballo blanco avanzan los ejércitos celestes 40. Todos montan, como su jefe, caballos blancos y van vestidos con ropa de lino blanco (v.14), que es el vestido común de todos los justos (en el cielo) desde los tiempos de Adán, según expresión cíe la Ascensión de Isaías41. Los vestidos blancos y los caballos blancos del ejército de Cristo simbolizan la victoria y la gloria de que gozan en el cielo. Son los santos que lograron triunfar de los enemigos de Dios y de la Iglesia, cuando vivían en este mundo 42. Ahora pelearán a las órdenes de Cristo contra los reyes enemigos, y vencerán 43.
De la boca del Jinete divino, galopando al frente de sus huestes, sale una espada aguda para herir con ella a las naciones (v.15). Es la espada del poder y de la justicia de Dios. Es el símbolo de su poder judicial y del rigor de sus sentencias, con las cuales castigará al impío, según el oráculo de Isaías: Juzgará en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra. Y herirá al tirano con los decretos de su boca, y con su aliento matará al impío.44 Cristo regirá con cetro de hierro las naciones, como se le promete en el Sal_2:9, y a semejanza de Yahvé, vengador de Edom 45, pisa a sus enemigos amontonados como uvas en el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. Dios va a dar a beber a las naciones paganas enemigas de Cristo el vino ardoroso del castigo divino y triturará sus ejércitos como se tritura la uva madura. Todo esto simboliza el gran triunfo de Cristo y de sus seguidores 46.
Jesucristo, durante su vida, no cumplió estas profecías, pues su mesianismo estuvo lleno de dulzura, mansedumbre y sufrimiento. El mesianismo de perspectivas gloriosas, de dominación universal, no se había realizado. Ahora los cristianos esperaban el cumplimiento de esta parte del programa con la parusía de Cristo y el castigo de los enemigos del nombre cristiano47. La concepción de un Mesías dominador y avasallador de sus enemigos, propia del judaísmo del siglo i, debió de persistir por algún tiempo en ciertos ambientes cristianos.
Finalmente, para declararnos quién sea este personaje, cuyo nombre propio, Verbo de Dios, no es inteligible, nos da otro nombre suyo que resultaba más claro e indicaba su alta dignidad. San Juan nos dice que llevaba escrito en su manto y en su muslo, probablemente en la parte del manto que cubre el muslo, el nombre más inteligible por ser más humano: Rey de reyes y Señor de señores (v.16). Rey de reyes designa a un rey que tiene bajo su cetro otros reyes que le reconocen como soberano. Los reyes de Asiría, de Babilonia y de Persia se llamaban rey de reyes, porque tenían muchos reyes que les rendían vasallaje. Del Mesías se dice muchas veces que su imperio se extenderá hasta el cabo de la tierra, y que los reyes le rendirán homenaje 48. A un tal Soberano siguieron los ejércitos del cielo, las legiones de ángeles y santos montadas en caballos blancos y vestidos de lino blanco y puro, todo ello en señal de victoria. Este ejército blanco que sigue a su Rey montado sobre un caballo blanco recuerda las entradas triunfales de los emperadores cuando volvían vencedores a Roma. El título de Señor de señores tiene también una significación regia y triunfal. Este título debió de ser usado por la Iglesia primitiva muy pronto, aplicándolo a Cristo para expresar su divinidad y su dignidad de Rey-Mesías 49. Aquí la expresión Señor de los señores indica una soberanía sobre los mismos emperadores romanos.



Un ángel proclama el exterminio de los enemigos de Cristo,Sal_19:17-18.
17 Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: Venid, congregaos al gran festín de Dios,18 para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caballos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y de los grandes.

San Juan contempla un nuevo ángel de pie sobre el sol, posiblemente para que el sol en su marcha antiguamente se creía que el sol se movía respecto de nosotros le transportase sobre toda la tierra50. El ángel lanza con poderosa voz una invitación a todas las aves carnívoras de la tierra, diciéndoles: Venid, congregaos al gran festín de Dios (v.1v). Este festín de Dios es un rasgo apocalíptico que se confunde con el sacrificio de Dios. Recuérdese que, en el Antiguo Testamento, los sacrificios pacíficos iban acompañados de un banquete postsacrificial51. La expresión festíç de Dios también pudiera ser una especie de superlativo para significar la mayor carnicería que la tierra haya visto, ejecutada sobre los enemigos de Dios. Las aves carnívoras que aquí aparecen, invitadas a participar del siniestro festín, es otro detalle propio de la apocalíptica. Los monumentos asírios nos presentan las aves carnívoras sobre los cadáveres tendidos en el campo de batalla.
La invitación que el ángel hace a todas las aves del cielo se inspira en Eze_39:4.17-20. En este pasaje de Ezequiel se describe la gran carnicería ejecutada por Yahvé sobre las huestes de Gog y Magog, las cuales caerán en los montes de Israel con todos los ejércitos y todos los pueblos que les acompañaban. El profeta oye que le ordena el Señor: Di a las aves de toda especie y a todas las bestias del campo: Reunios y venid. Juntaos de todas partes para comer las víctimas que yo inmolo para vosotras, sacrificio inmenso, sobre los montes de Israel. Comeréis las carnes y beberéis la sangre; comeréis carne de héroes, beberéis sangre de príncipes de la tierra. Carneros, corderos, machos cabríos y toros, gordos como los de Basan. Comeréis gordura hasta saciaros; beberéis sangre hasta embriagaros, de las víctimas que para vosotros inmolaré. Os saturaréis a mi mesa de caballos y jinetes, de héroes y guerreros de toda suerte, dice el Señor, Yahvé.52
Las expresiones tan fuertes empleadas por San Juan en este pasaje tomadas en parte de Ezequiel , tan conformes con el estilo apocalíptico, no hay que tomarlas al pie de la letra. Es conveniente tener presente que las victorias del Verbo de Dios son ante todo espirituales, como lo es también su ejército. El autor sagrado lo que intenta con estas imágenes es anunciar la gran derrota de los enemigos de Dios.



La Bestia y sus partidarios son arrojados al estanque de fuego,Eze_19:19-21.
19 Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. 20 Y fue aprisionada la bestia, y con ella el falso profeta, que hacía señales delante de ella, con las cuales extraviaba a los que habían recibido el carácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego que arde con azufre. 21 Los demás fueron muertos por la espada que le salía de la boca al que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes.

Tenemos en este pasaje la descripción del aniquilamiento de las dos Bestias del capítulo 13. La Bestia salida del mar53, juntamente con el Dragón54, habían logrado extender su dominio sobre el mundo, reuniendo a los reyes en una guerra contra Dios 55. Pero al presente son enteramente derrotados por Cristo y por su ejército. San Juan no se cuida de describirnos la batalla que parece anunciarse. Solamente describe sus efectos, como ya lo había hecho en el caso de la ruina de Roma 56. Y es natural que el autor sagrado no se detenga a narrar la batalla, porque ¿qué lucha va a tener lugar entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres? San Juan nos presenta reunidos los ejércitos de la Bestia y de los reyes sus aliados, ya preparados para hacer la guerra a Cristo y a sus huestes (v.1q). Pero, de pronto, el vidente de Patmos nos presenta a los dos jefes principales del ejército contrario a Cristo acorralados y sujetados fuertemente. La Bestia, en efecto, cae prisionera, y con ella la otra Bestia57, que aquí es llamada Falso Profeta, que con sus falsos prodigios extraviaba a las gentes, induciéndolas a que adorasen a la Bestia. Ambas son arrojadas vivas al lago de fuego que arde con azufre (v.20). La imagen de este castigo está tomada de Isa_30:33 y, principalmente, de Dan_7:11. La metáfora de que ambas Bestias fueron arrojadas al fuego significa la destrucción total y definitiva de los dos aliados, que representan colectividades más bien que individuos. El que sean cogidos y arrojados al estanque de fuego no obliga a considerarlos como personas, pues en Rev_20:14 también serán arrojadas al fuego el Hades y la Muerte. El Dragón también será arrojado al lago de fuego en Rev_20:10. Era el lugar destinado para el diablo y para todos los secuaces de él58. El estanque de fuego es el equivalente de la gehenna de los evangelios 59. En él ardía continuamente un fuego inextinguible con azufre. Los tormentos que en él recibían los malvados eran indescriptibles60.
De este modo, los dos aliados, es decir, las dos Bestias a las que alentaba el Dragón, quedan fuera de combate, impotentes por ahora para dañar. Y el ejército que los seguía, junto con los reyes que lo mandaban, fue desbaratado, y todos los miembros que lo componían fueron muertos por la espada que salía de la boca del Verbo de Dios, o sea por el poder de su palabra. Y sus cuerpos fueron pasto de las aves carnívoras (v.21). Así termina la lucha tantas veces anunciada. El que se llama Fiel y Verídico cumple su palabra, acabando totalmente con los enemigos y perseguidores de sus fieles. San Juan parece como querer mostrarnos con su descripción que fue cosa fácil para Jesucristo omnipotente vencer a las dos Bestias y a sus secuaces.

1 E. B. Allo, o.c. p.297. 2 Sal 105:45; 106:1.48; 11:1; 112:1; 113:1; 114:1; 116:1; 117,is; 135:1.21; 146:1, etc. 3 Halelú es imperativo plural masculino en la forma Piel del verbo halal; y Yah es una forma abreviada del nombre santo de Yahweh. 4 Nácar-Colunga añade honor (êáÀ Þ ôéìÞ), que se encuentra en el siríaco y en algunos autores antiguos. Sin embargo, los mejores Mss no lo tienen y se ha de suprimir. 5 Isa_34:9-10. 6 Rev_4:4.6. 7 Cf. Sal_93:1; Sal_97:1; Sal_97:113, i; Sal_15:13; Sal_118:24. 8 Ose_2:16.19.21; Isa_50:1-3; Isa_54:6; Jer_2:2-3.1-4; Eze_16:7-8; Sal 45; Cant 1-8. 9 2Co_11:2; Efe_5:22-32; cf. Mar_2:19-20; Jua_3:29. 10 Rev_5:6.9; Rev_7:14; Rev_14:3-4- 11 Cf. Rev_14:13. 12 Rev_17:4; Rev_18:16. 13 e. B. Allo, o.c, ñ 299. 14 Rev_21:2. 15 Cf. Rev_1:3; Rev_14:13; Rev_16:5; Rev_19:9; Rev_20:6; Rev_22:7.14· 16 Lev_14:15. 17 Isa_25:6. 18 Cf. 4 Esd_2:38. 19 Mat_8:11; Mat_22:1-14; Luc_22:18.30; Rev_3:20. 20 Cf. Col_2:18; Heb_1:14. 21 Cf. 2Pe_2:4-11; Jud_1:6. 22 Síromata 6:5. 23 cf. Rev_1:2; Rev_6:9; Rev_12:17. 24 E. B. Allo, o.c. p.501. 25 Cf. Rev_14:14-20; Rev_17:12-14. 26 Cf. Rev_6:2. 27 En la literatura apocalíptica judía del siglo i también se habla frecuentemente de la fácil victoria del Mesías sobre los ejércitos paganos. Los vence con el fuego salido de su boca o con el imperio de su palabra (Salmos de Salomón 17:2253; 4 Esd 13). Otros apócrifos insisten también en ideas semejantes (Baruc siríaco 36:2-11; 40:1-2; cf. 4 Esd_12:33; Esd_13:6-11. 36-3/)· 28 cf. Rev_1:5; Rev_3:7-14. 29 AP2-3. 30 Isa_11:3-4. 31 Rev_17:14. 32 Rev_12:3. 33 Rev_13:1. 34 Jua_1:1.14; 1Jn_1:1. 35 Jua_1:1.14. 36 1Jn_1:1. 37 Gf. Pro_8:1-36; Sab_7:24-30. 38 Gf. Targum Onkelos sobre Deu_33:27; sobre Isa_48:13; Strack-Billerbeck, o.c., Exkurs über den Memra Jahves II p.302-333; Moore, Intermediarles in Jewish Theology: Harvard Theological Review (1932) 4iss; M. Hackspill, Etres intermedian es: RB (1901) 200-215.' (1902) 58-73- 39 Gf. M. J. Lagrange, L'évangile Selon St. Jean (París 1947) p.CLXXIII-CLXXXV; M. E. Boismard, Le prologue de St. Jean (París 1953). 40 Mat_26:53; Rev_17:14. 41 Ascensión de Isaías 9:7. 42 Rev_3:4; Rev_6:11; Rev_7:9-14. 43 Rev_17:14; cf. Sab_3:8; 1Co_6:2. 44 Isa_11:4. 45 Isa_63:1-6; cf. Rev_14:20. 46 Rev_14:10.19-20. 47 A. Gelin, o.c. p.654s. 48 Sal_72:8-11. 49 Mat_24:42; Me 11:3; 12:35-37; Lev_19:16; Hec_7:60; 1Co_12:3; 1Co_16:22-23. Cf. L. Cer-Faux, Le títre de Kyrios et la dignité royale de Jesús: RSPT (1922) 40-71; (1923) 125-153; A. Gelin, o.c. p.655. 50 Sal_19:7. 51 A. Gelin, o.c. 52 Eze_39:17-20. 53 Rev_13:1. 54 Rev_13:2. 55 Rev_16:135. 56 Rev_18:9-19. 57 Rev_16:13; Rev_19:20; Rev_20:10. 58 Rev_14:10-11; Rev_20:10.14-15. 59 Mat_25:41. 60 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. IV p.823.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 19

c) Júbilo en el cielo y en la tierra por el juicio de Dios (19,1-10)

1 Después de esto oí como un gran clamor de numerosa multitud en el cielo, que decía: «¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, 2 porque verdaderos y justos son sus juicios; pues juzgó a la gran meretriz, la que corrompía la tierra con su fornicación, y vengó en ella la sangre de sus siervos.» 3 Y la segunda vez dijeron: «¡Aleluya!» Y su humareda sube por los siglos de los siglos. 4 Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: «¡Amén! ¡Aleluya!»

De la asolada Babilonia se eleva ahora la mirada al cielo. Allí, los espíritus bienaventurados, juntamente con los hombres glorificados, celebran con cánticos de victoria la caída de la metrópoli del Anticristo. En tres casos sucesivos se dirige la acción de gracias por ello al que está sentado en el trono, al soberano universal; cada coro comienza con una exclamación de júbilo, el aleluya («¡alabad al Señor!»), que de la liturgia del templo de Jerusalén 68 lo había sin duda tomado ya la comunidad jerosolimitana y así se introdujo tal cual, al igual que el amén, como aclamación en la liturgia cristiana; por lo demás, el aleluya aparece aquí por primera vez en un documento cristiano y por única vez en el Nuevo Testamento. El coro del cielo explica su alabanza de Dios por el hecho de que en el juicio sobre la meretriz se ha revelado como justo; aquélla era, en efecto, el foco de infección para el mundo entero y la verdadera promotora de todas las persecuciones sangrientas contra los cristianos.

El aleluya vuelve a repetirse y se motiva con la declaración de que este «verdadero y justo» juicio de Dios es irrevocable por toda la eternidad (cf. 14,11); con ello la redención definitiva y completa asoma en el horizonte de la, historia universal. Por su parte, los ancianos y los vivientes que están ante el trono del Altísimo, intervienen con el gesto de la adoración en el canto de júbilo y confirman con el amén el cántico de alabanza de los ángeles y hombres bienaventurados (d. 4,10s; 5,8.14; 7,9-12; 11,16; 14,3).

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68. Cf. Sal 104(103)35; 106(105)48; 148, 1, etc.

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5 Y salió del trono una voz que decía: «Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, los que le teméis, pequeños y grandes.» 6 Y oí como clamor de numerosa multitud, como estruendo de muchas aguas y como estampido de poderosos truenos, que decía: «¡Aleluya! Porque ha comenzado a reinar el Señor, nuestro Dios todopoderoso. 7 Alegrémonos, regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Le ha sido dado vestirse de lino resplandeciente y puro.» El lino significa las obras justas de los santos.

Todavía más poderosamente retumba el tercer aleluya en honor del Todopoderoso; se oye un inmenso coro de multitudes que resuena como las voces reunidas de las más ruidosas fuerzas de la naturaleza, como el estruendoso bramido de imponentes cascadas y como el retumbar de poderosos truenos.

Al requerimiento venido de cerca del trono -sin duda de uno de los seres vivientes («¡a nuestro Dios!»)- responden ahora todos los siervos de Dios en la tierra, toda la Iglesia de Dios que todavía no ha llegado a la meta de la eternidad, todos los fieles sin distinción de rango ni de condición; nadie es pequeño o superfluo delante de Dios. La Iglesia de Dios en la tierra exulta y da gracias sobre todo porque al fin Dios despeja en su juicio lo que había sido obstáculo a la plena manifestación de su soberanía en la tierra. Con la caída de Babilonia ha dado comienzo a su última gran obra, con la que conduce a su creación a la consumación y lleva a su meta la historia de la humanidad.

Todavía se menciona un segundo motivo de júbilo: Ha llegado la hora de las «bodas del Cordero»; éstas se describen por extenso más adelante (21,9 ss). La imagen se remonta originariamente a una representación de los profetas del Antiguo Testamento que enfoca la relación de Dios con su pueblo de la alianza por analogía con la unión del hombre y de la mujer en el matrimonio 70. Jesús utilizó de varias maneras la imagen del banquete nupcial para representar gráficamente la salvación consumada 71. La relación personal en que él se halla con sus elegidos es comparable con la comunidad entre esposo y esposa (cf. 2Co_11:2; Eph_5:25-33).

Cuando los fieles cristianos probados con sufrimientos en la tierra declaran que al fin han llegado «las bodas del Cordero», esto quiere decir que ellos ven que va a cumplirse la promesa de la segunda venida de su Señor. El Señor viene para recoger a su Iglesia en el destierro y conducirla a su gloria. Cuando la Iglesia en la tierra se haya reunido con Cristo, entonces se habrá alcanzado plenamente la meta de su obra redentora 72.

Así está, pues, la Iglesia llena de expectación y de anhelo, en su atavío nupcial, dispuesta a recibir a su Señor. Su vestido nupcial es un presente de Dios («le ha sido dado», cf. comentario a 6,2); Dios mismo la ha engalanado con su gracia. El vestido es sencillo, pero auténtico y fino en comparación con el exagerado y chocante atavío de su competidora, la meretriz Babilonia (cf. 17,4); el color blanco es símbolo de la santidad y de la transfiguración que la aguarda en la gloria de Dios.

En una declaración final se da una segunda explicación de la procedencia del vestido nupcial. Se había explicado ya como presente de la gracia de Dios; ahora se nos dice que está también tejido con las buenas obras de los cristianos. En esta concepción está subyacente la misma definición de la relación entre la gracia y las buenas obras que Pablo aduce más claramente en Phi_2:12-14. Cómo concurren la libre gracia de Dios y la libre cooperación del hombre sigue siendo un misterio, ya que Dios mismo participa en ello directamente(cf. también Eph_2:10). No se debe pasar por alto la llamada moral que se encierra en esta afirmación; aquí se plantea a todo cristiano el quehacer de contribuir con sus buenas obras a tejer el vestido nupcial de la Iglesia y a darle mayor esplendor.

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70. Cf. Isa_54:57; Isa_62:4 s: Eze_16:7 ss: Hos_2:4-25.

71. Mat_22:2-4, ; Luk_12:36; Joh_3:29.

72. Los v. 19,1-8 contienen el último canto de acción de gracias del Apocalipsis. El canto reúne el mensaje central del Apocalipsis (cf. nota 25); la primera parte (v. 1-4), en el aspecto positivo; la segunda (v. 6-8), en el negativo. La primera sección trata de los juicios de Dios y los interpreta como medidas con las que Dios vuelve a abrir una y otra vez el mundo que se le cierra y despeja los obstáculos que el mundo mismo levanta contra el futuro de Dios y consiguientemente contra su propio futuro, que ha tenido ya comienzo en Cristo. La segunda sección canta luego este futuro de Dios, la meta propiamente dicha de la historia, en la toma de posesión de la soberanía de Dios concebida como ya realizada, y mira anticipadamente a la consumación final que acontece con ésta, en la imagen de las «bodas del Cordero»

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9 Y me dice: «Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de las bodas del Cordero.» Y me dice: «éstas son las palabras verdaderas de Dios.» 10 Y caí a sus pies para adorarlo. Y me dice: «No hagas eso. Consiervo tuyo soy y de tus hermanos, que tienen el testimonio de Jesús. A Dios adora.» Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

El canto de júbilo con que la Iglesia en la tierra se había unido al himno de acción de gracias del cielo, está todavía en el futuro para los destinatarios del Apocalipsis; para ellos es por ahora únicamente expresión de la esperanza en que viven y por la que están dispuestos a morir. Por esta razón la visión anticipada de la consumación se cierra declarando bienaventurados a los que están llamados a este banquete nupcial (cf. Luk_14:15). La promesa trata de suscitar confianza y resolución, así como ánimos para sufrir en el tiempo de la persecución. A este objeto sigue todavía una confirmación especial. Por inverosímil que esta perspectiva pueda parecer y por incomprensible que sea para la razón humana, es, sin embargo, de fiar; en efecto -explica el ángel- lo que Juan ha visto y oído eran palabras de revelación de Dios, que están, por tanto, respaldadas por la veracidad y fiabilidad de Dios mismo.

Juan, todavía confuso y emocionado por esta visión de futuro, y bajo la impresión de las últimas palabras del ángel, olvida a quién tiene delante. Cae en adoración a los pies del ángel, que lo rechaza con energía, pues sólo a Dios corresponde esta clase de homenaje. él mismo se presenta como uno que, al igual que Juan y que los demás profetas cristianos («que tienen el testimonio de Jesús»; cf. comentario a 1,5), está al servicio de Dios. Con esto reciba Juan de nuevo indirectamente una confirmación de su misión profética; según esto, en lo que en este escrito propone a la Iglesia se oye «el testimonio de Jesús» mismo (cf. 1,1). En efecto, el testimonio de Jesús pervive y se desarrolla en las palabras que el Espíritu sugiere a los hombres destinados a la proclamación profética (cf. Joh_14:26; Joh_15:26 s); al fin y al cabo, el espíritu de Dios es también el Espíritu de Jesús (cf. Joh_16:13 s; Rom_8:9; 2Co_13:17).

Una proclamación que no se refiere en definitiva a Cristo y que no transmite su testimonio en el Espíritu Santo, no es proclamación cristiana.

VI. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO Y EL JUICIO FINAL (2Co_19:11-20, 15)

1. EL JUICIO SOBRE LA BESTIA Y SUS ADEPTOS (2Co_19:11-21)

La ejecución de la sentencia contra la metrópoli anticristiana había sido adjudicada por designio de Dios (cf. 17, 16s) al Anticristo y a sus aliados. Para juzgar al Anticristo, a sus auxiliares y a sus seguidores aparece Cristo mismo (19,11-21). Después se retira también el poder en la tierra a su comitente, Satán (20,1-6), el cual al fin es desterrado para siempre de la creación de Dios (20,7-10). Con esto queda descartado el factor de perturbación en la historia de la salvación de Dios respecto a los hombres y puede ya comenzar el nuevo orden definitivo; éste viene inaugurado con el juicio final (20,11-15).

a) El jinete vencedor (19,11-16) Es ésta la visión de la parusía de Cristo; la escena está interiormente estrechamente entrelazada con numerosas descripciones precedentes; con frecuencia se ha hablado de la persona del juez y del juicio, que, en cuanto motivos, han desempeñado en la exposición de conjunto el papel de piedra fundamental y angular en un edificio.

Ya en 12,1-12 se había presentado al Mesías como vencedor del dragón y señor del mundo; sin embargo, su victoria estaba de momento oculta todavía en la historia del mundo. Por el contrario, todo parecía indicar que el adversario de Dios era el verdadero señor del mundo. De esto se trató en general en la sección 12,13-17; las imágenes de 13,1-10 aportaron suplementariamente circunstancias y confirmaciones más detalladas.

Así como el Redentor apareció en su primera venida en el desvalimiento de un niño recién nacido que parecía estar a merced del dragón, así también la realidad interna del mundo redimido permaneció oculta y sustraída a la percepción externa en el período comprendido entre su ascensión y su segunda venida. Sólo a los fieles de Cristo era conocida y les estaba presente en la fe, y debía ser mantenida por ellos en virtud de esta fe en medio de las experiencias contrarias de la historia. La época de lo pasajero y provisional del mundo redimido llega ahora a su fin. Con la manifestación de la gloria del Señor exaltado en la parusía ven finalmente los suyos lo que hasta entonces sólo habían creído.

El juicio, que es celebrado por su Señor en su segunda venida, había sido anunciado ya hasta en detalle en 14,6-13 y a continuación había sido expuesto bajo dos aspectos, como acontecimiento de salvación y de ruina en una simbólica composición figurada (14,14-20; cf. también 16,14; 17,14). Por esta razón puede ser relativamente breve la descripción en el momento en que tiene lugar el hecho.

11 Y vi el cielo abierto. Y en esto aparece un caballo blanco. El que lo monta se llama «fiel y veraz»; y juzga y hace guerra según justicia.

Por tercera vez ve Juan abrirse el cielo (cf. 4,1; 11,19); en adelante no volverá ya a cerrarse. En efecto, aquel al que el vidente ve descender del cielo, y entrar en el mundo, no lo abandonará ya más como lo abandonó en otro tiempo en la ascensión que siguió a su resurrección.

La descripción de lo contemplado no comienza por la persona, sino (como en 4,2 y en 14,14) por la cabalgadura que monta. Aquí se trata de un caballo blanco, en lugar del símbolo corriente en los demás casos en que se trata de la venida del juez, a saber, la nube blanca (cf. comentario a 14,14); es que en el marco de nuestro cuadro aparece el juez como jefe de un ejército que triunfa de sus enemigos (19,19-21). Como también es corriente en estos casos, el blanco resplandeciente indica la pertenencia al mundo glorificado del cielo (cf. 3,4s.18; 4,4; 6,11, etc.).

La figura del jinete no se pinta en un principio conforme a su aspecto exterior, sino que se describe desde dentro con indicaciones relativas a su persona y a su modo de obrar. Dos calificativos («fiel y veraz»), que como un nombre expresan su ser, se hallan en cabeza; con las mismas cualidades se había presentado también al Hijo del hombre (1,5; 3,14) en la visión inaugural (1,12-20). Allí, como aquí, hacían referencia a la fiabilidad de sus palabras y de sus promesas. Con su segunda venida se demuestra ahora que el fiel no en vano se había fiado de él y se había mantenido firme en su seguimiento. Así la fórmula que sirve de nombre expresa concisamente a modo de una profesión de fe la relación de Cristo con su Iglesia en la tierra, mientras que la declaración siguiente sobre su actuación judicial pone de manifiesto su actitud frente a los poderes hostiles en el mundo, los cuales habían aparentado ser invencibles (cf. 13,4). Ya en Isaías se profetiza al Mesías como «el que juzga con justicia» (Isa_11:3-5); ahora aparece para hacer justicia a sus fieles ante sus adversarios.

12 Sus ojos son llama de fuego, y en la cabeza lleva muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él.

Las breves observaciones sobre el aspecto exterior no son nuevas. Ya en 1,14 se hallaba la misma palabra figurada que atribuía al Hijo del hombre la mirada del Omnisciente, que todo lo ilumina y penetra. Los símbolos de la autoridad soberana no están restringidos como en el dragón (12,3) y en su copia (13,1); el jinete que monta el caballo blanco es omnipotente. El nombre innominado que expresa su ser y que sólo él conoce (cf. 2,17), está suficientemente indicado con estas referencias; es el «nombre que está sobre todo nombre» (Phi_2:9); en la parusía, cuando «lo veremos como es» (1Jo_3:2), se hará patente el misterio de su ser; entonces aparecerá él también al exterior como el que era ya siempre, como el Hijo de Dios.

13 Va envuelto en un manto teñido de sangre. Y su nombre es «La Palabra de Dios».

Cristo viene de la gloria del cielo envuelto en un manto empapado de sangre. Esto veda interpretar este rasgo mediante la imagen del que pisa la uva en el lagar, de Isa_63:1-4, a la que se recurre en 14,20 en el anuncio del juicio sobre los réprobos y en el contexto presente sólo en 19,15. Si Cristo viene del cielo con el manto ensangrentado todavía antes de celebrar el juicio, la sangre de su vestido sólo puede ser su propia sangre, y así la imagen significa lo mismo que el ya conocido «un Cordero como degollado» (5,6), que en 5,9 se interpreta explícitamente en el sentido del efecto de la muerte de Jesús causante de redención. Conforme a esto, la imagen quiere indicar aquí que el juez del mundo es su redentor; precisamente por causa de su acción redentora le corresponde también el oficio de juez.

Con este enfoque casa también el tercer nombre del jinete: «La Palabra de Dios». Aquí no se trata de una comunicación posterior del nombre no mencionado en el v. 12. La designación Palabra (Logos, Verbo) de Dios es conocida por el prólogo del Evangelio de san Juan ( Joh_1:1-18); sin embargo, aquí no se puede explicar ni entender sin más en función de dicho pasaje. En el contexto presente tiene un sentido mucho más fuerte que allí como designación de actividad y tiene por objeto recordar que el que ahora retorna como juez fue enviado la primera vez al mundo como mediador de la revelación y dio testimonio de Dios no sólo con palabras, sino también y sobre todo con su persona y en su historia 73. Así, en las dos últimas indicaciones se destaca la relación en que se halla el juez con el género humano en general y muy en particular con aquellos que han conservado en la fe el testimonio de Jesús (cf. 6,9; 12,17). Con la Parusía viene confirmada plena y totalmente su fe; ahora «la Palabra de Dios» se demuestra «fiel y veraz» ante el mundo entero.

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73. Tampoco en el prólogo del Evangelio de Juan enuncia primeramente el título Logos el ser trascendente de Cristo y su procesión eterna del Padre; también aquí está el concepto de Logos más bien bajo la idea directriz por la que se orienta la revelación bíblica «Todo enunciado teológico y toda revelación sobre la "naturaleza" de Dios están realizados en el marco de la "Economía"» (Y. CONGAR, citado en nota 1). J. DUPONT nota sobre el concepto de Logos en Jn 1: «Cuando san Juan dice que Jesús no es sólo el portador de la palabra de Dios, sino esta misma palabra, no quiere con ello definir la esencia trascendente del Hijo de Dios o determinar el modo y manera como procede de Dios. El concepto de Logos no designa a Cristo como nombre propio personal: Cristo es la palabra de Dios en su relación con el mundo y con los hombres» (p. 58).

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14 Le siguen los ejércitos del cielo sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco y puro.

En los cuadros del juicio en la Biblia tienen los ejércitos celestiales un puesto fijo en el acompañamiento del juez (Mar_13:27 par; Mat_25:31; 2Th_1:7 s); aquí se piensa en primer lugar en multitudes angélicas; según 1Co_6:2, también los hombres bienaventurados participan en el acto del juicio.

15 Y de su boca sale una espada aguda para herir con ella a los gentiles. él los regirá con vara de hierro, y él pisa el lagar del vino de la terrible ira del Dios todopoderoso.

Hasta aquí, en la caracterización del juez que viene se destacaba especialmente la relación con los fieles; ahora se desarrolla especialmente con vistas a los «gentiles», es decir, a los incrédulos o infieles. Cristo, en cuanto juez, lleva a su término y consumación no sólo la historia de su Iglesia, sino la del mundo entero.

Tres imágenes veterotestamentarias, todas las cuales se habían utilizado ya también en textos precedentes (cf. comentario a 1,16; 2,27; 12,5; 14,19s) representan a Cristo como el Señor y juez de los gentiles. Su palabra de juez, como espada aguda, pone inmediatamente en obra la sentencia; alcanza a los condenados como golpe con vara de hierro.

16 Y sobre el manto y sobre el muslo lleva escrito un nombre: «Rey de reyes y Señor de señores.»

Para terminar se menciona el nombre que explica la omnipotencia del juez, así como la impotencia de los que son juzgados. Va escrito sobre la parte del cuerpo que salta especialmente a la vista en un jinete, en la parte superior del muslo; el nombre coincide que se había dado ya al Cordero en la predicción de su victoria ( 17,14), y aquí como allí significa que e] juez aparece en la omnipotencia de Dios y, por tanto, en la parusía se manifiesta también a sus enemigos como el que era y es: Señor universal, como Dios mismo.

b) Derrota de la bestia y de sus aliados (19,17-21)

17 Y vi un ángel de pie sobre el sol y gritó con gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en lo más alto le los cielos: «Venid, congregaos para el gran festín de Dios; 18 para comer carne de reyes, carne de jefes militares, carne de poderosos, carne de caballos y de jinetes y carne de todos los hombres, libres y esclavos, pequeños y grandes.

Como en el preludio de un drama se insinúa anticipadamente el desenlace, lo mismo sucede aquí en la invitación del ángel. éste aparece en pie en medio del resplandor del sol (cf. 12,1) e invita a todas las aves carniceras que vuelan por lo alto del cielo a una horrenda comida de cadáveres que Dios les ha preparado. El cuadro es copia de una descripción de Ezequiel (Eze_39:17-20), y aquí se presenta como estremecedora contrapartida del banquete nupcial del Cordero, al que están invitados los elegidos (Eze_19:7-9)

19 Y vi la bestia, y los reyes de la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra el que montaba el caballo y contra su ejército. 20 Y fue apresada la bestia y con ella el falso profeta, el que hizo las señales en su presencia, con las que extravió a los que recibieron la marca de la bestia y a cuantos adoraron su imagen. Vivos fueron arrojados los dos al lago de fuego que arde en azufre. 21 Los demás fueron muertos por la espada del que montaba el caballo, por la que salía de su boca. Y todas las aves se hartaron de sus carnes.

Tras el anuncio sigue ahora en el segundo cuadro la realización. Empalmando con una insinuación hecha ya en 16,14 sobre la reunión de todos los reyes de la tierra para el juicio, se hace simplemente constar el triunfo del jinete del Logos sobre todos los enemigos. Hace ya tiempo que el combate quedó dirimido con la muerte de Jesús y decidido victoriosamente con su resurrección (cf. 12,5-12). Por esta razón no se ve aquí ya rastro de enfrentamiento bélico; todos los que habían intervenido en nombre del Anticristo, yacen ya derrocados por el suelo, con armas y bagajes. Una vez que «el león de la tribu de Judá» (5,5) se revela ante todo el mundo como el que hace ya tiempo venció, ya no hay más que sacar las consecuencias de su victoria para la historia del mundo. Esto se hace sin esfuerzo ni aparato. Los que en otro tiempo parecían omnipotentes en la tierra, cuya perniciosa actividad e influjo, que alcanzaba a todas partes, se trae una vez más a la memoria (cf. 13,11-18), se dejan ahora apresar como paralizados por un desmayo. Las dos bestias son devueltas allá de donde habían venido y arrojadas de nuevo al infierno para ser atormentadas eternamente (cf. 14,10s; 20,10.14s; 21,8). La palabra del juez omnipotente conmina a los secuaces de las mismas la sentencia de muerte, que viene ejecutada inmediatamente. Más adelante se volverá a hablar todavía del destino definitivo de los adoradores de la bestia (20,15; 21,8).





Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



55 (3') Alegría en el cielo (19,1-10). Este pasaje se diferencia del cap. 18 por su fórmu(-)la introductoria, «después de esto, oí» (v. 1). Se vincula con él, sin embargo, por el hecho de que 18,20 contiene una invitación a la alegría; 8 es la respuesta a esta invitación. 19,1-10 expresa los temas de la victoria divina y de la salvación del creyente; es paralelo, por tanto, a 17; 11,15-19; 15,2-4; 20,4-6; y 21,1-22,5. Este pasaje tiene tres partes: dos unidades co(-)rales (w. 1-5.6-8) y una escena de transición (w. 9-10). 1-5. La estructura de la primera uni(-)dad coral está determinada, en parte, por 18,20. En 18,20, la invitación a la alegría está, en primer lugar, dirigida al cielo; 19,1-4 des(-)cribe la alegría celestial. Después se invita a los santos, apóstoles y profetas. En 19,5 esta invitación a los seres humanos se integra y se extiende a todos los que sirven y temen a Dios. Esta unidad coral se divide en cuatro partes: dos cánticos de victoria (w. 1-2 y 3), una esce(-)na de confirmación celestial (v. 4) y una invi(-)tación del cielo a la confirmación terrena (v. 5). 1. victoria: Véase el comentario sobre 7,10. 6-8. El estrecho paralelismo verbal entre los w. 1 y 6 sugiere que en el v. 6 comienza una nueva unidad. Los w. 1-5 se centran en la vic(-)toria de Dios contra «Babilonia» como juez y guerrero divino; los w. 6-8 se centran en el rei(-)nado de Dios y en la boda del Cordero. La secuencia formada por victoria en la batalla, ascensión al trono y matrimonio sagrado co(-)rresponde a un modelo mítico antiguo (véase Yarbro Collins, Combat Myth [? 15 supra] 207-24. Aquí, el matrimonio del Cordero simboli(-)za la unión escatológica del Cristo exaltado con los creyentes, que permanecerá por siem(-)pre. La misma idea se expresa con términos diferentes en 22,3-5. 8. vestida de lino puro, brillante: La salvación escatológica es un don (cf. is 61,10). el lino representa las buenas ac(-)ciones de los creyentes: Los individuos son, no obstante, responsables de sus acciones (cf. 3,4-5.18) . 9-10. Algunos comentadores piensan que la repetición prácticamente igual de esto mismo en 22,8-9 es el resultado de la redac(-)ción (Charles, Commentary 2.128-29; Kraft, Offenbarung, 244-45). Pero es más probable atribuirla al plan literario del autor (así Caird, Commentary 237). 10. soy un simple compañe(-)ro de servicio tuyo y de tus hermanos [y herma(-)nas]: El significado de esta escena de transi(-)ción parece implicar que los creyentes y los ángeles son iguales.

56 (3) Visiones de las cosas últimas (19,11-22,5). Ésta es la última serie del libro. Como 12,1-15,4, no se enumera, pero, obser(-)vando sus fórmulas introductorias y cambios de contenido, podemos decir que consta de siete visiones. Las siete visiones se nos cuen(-)tan en 19,11-21,8. 21,9-22,5 es una conclusión, similar en forma y función a 17,1-19,10, pero paralelamente antitética a éste en cuanto con(-)tenido. En esta última serie, casi desaparece el tema de la persecución (cf. 20,9). Sin embar(-)go, la secuencia juicio/salvación es recapitula(-)da en dos ocasiones (juicio: 19,11-20,3 y 20,7-15; salvación: 20,4-6 y 21,1-22,5).

(a)
La segunda venida de Cristo (19,11-16). Este pasaje es una epifanía del Cristo exaltado como juez del mundo. 11. vi luego el cielo abierto: Una fórmula de revelación; cf. Ez 1,1; ApBar (gr) 22,1; Mt 3,16; Hch 7,56; Jn 1,51. Cf. Aunque este pasaje es el comienzo de un nuevo relato del fin, reasume muchos de los pasajes anteriores, fidedigno y veraz: cf. 1,5; 12. sus ojos son como llamas de fuego: Véase 1,14; 2,18. muchas diademas: Estas in(-)dican que este juez es superior a Satanás y a la bestia (13,1). El nombre críptico recuerda 2,17 (cf. 3,12). Algunas de estas in(-)terconexiones muestran que este juez cósmico es el mismo que el revelador de 1,9-3,22 y de todo el libro (cf. 1,5 y 1,1). Otros sugieren que esta última serie integra y completa lo que an(-)teriormente se dice de forma parcial sobre los últimos acontecimientos. El cap. 12 presenta(-)ba la derrota de Satanás en el cielo; en esta se(-)rie encontramos su derrota definitiva (20,7-10) . 13. envuelto en un manto empapado de sangre: Esta frase, junto con la del lagar en el v. 15, vincula esta visión con 14,14-20; lo que allí se dijo con unas imágenes determinadas, se dice de nuevo aquí, pero con otras diferen(-)tes. Estas observaciones nos indican que Juan esperaba que Is 63,1-6 se cumpliera en el in(-)minente futuro, comprendiendo Edom como otro nombre simbólico de Roma (véase C.-H. Hunzinger, «Babylon ais Deckname für Rom», en H. G. Reventolw (ed.), Gottes Wort und Gottes Land [Gotinga 1965] 67-77. la palabra de Dios: Véase Sab 18,14-16 (? Juan, 61:21). 14. los ejércitos del cielo, con sus jinetes vestidos de lino blanco purísimo: Estas imágenes corres(-)ponden al campo de la guerra santa (cf. 1QM 1; 2 Mac 10,29-31). La tradición de la guerra santa, independientemente del Ap, sugeriría que estos ejércitos celestiales están formados por ángeles (cf. 9,14-16; Mt 13,39-42,49; 16,27; 24,30-31; 25,31). Sin embargo, hay claros indi(-)cios de que Juan pensaba que estos ejércitos estaban formados por seres humanos glorifi(-)cados (los que habían muerto por su fe) y por ángeles. Como ya comentamos más arriba, 17,12-13.16-17 reflejan la expectación de que el Ñero redivivus con sus aliados del este des(-)truirían la ciudad de Roma para conseguir el control sobre todo el Imperio. 17,14, en medio de este relato, es un preanuncio de la posterior batalla entre Nerón, como adversario escato(-)lógico (la bestia), y el Cordero y sus ejércitos (vuelto a contar en 19,19-21). La observación de que el Cordero «es Señor de señores y Rey de reyes» (17,14) vincula claramente este ver(-)sículo con la epifanía de la palabra de Dios en 16. Así, los ejércitos de 19,14 parecen in(-)cluir a «los que estaban con él», que son «los llamados, los elegidos y los creyentes» (17,14). Estos términos se aplican a seres humanos, no a ángeles.
57 (b) Invitación al «banquete» (19,17-18). Esta visión es un preludio dramático de la ba(-)talla descrita en 19,19-21. Anticipa la matanza de la que nos informa en el v. 21. Fue probable(-)mente inspirada por Ez 39,17-20; en aquel pa(-)saje los cadáveres de los guerreros enemigos y de los caballos se describen como fiesta sacrifi(-)cial. Is 34,1-7 comparte también la noción de matanza sacrificial con Ez 39,17-20 y Ap 19,17-18. Comparte también con el contexto del últi(-)mo la imagen de espada de Dios (compárese Ap con Is 34,5-6). Is 34,7 vincula la matanza sacrificial con la noción de fertilidad; este ar(-)caico vínculo refleja un antiguo mito (Yarbro Collins, Combat Myth [? 15 supra] 225).

58 (c) La batalla final (19,19-21). Ésta es la última batalla anterior al reino de mil años de Cristo (20,4-6). Es el acontecimiento al que aludían la quinta y sexta trompeta, fragmenta(-)riamente descrito por la sexta copa y 17,14, y descrito en forma velada por 14,14-40. Véase el comentario sobre los w. 13 y 14. 20. la bes(-)tia fue apresada: cf. Job 40,25-26. el falso profe(-)ta: Es decir, la bestia de la tierra; véase 13,11- el lago ardiente de fuego y azufre: Un lugar para el castigo eterno (compárese 20,14-15 y con 14,10-11). Véase Is 66,24; 1 Hen 16; 108,3-7.15; 2 Esd 7,36-38; sobre las posteriores concepciones del infierno, véase Himmelfarb, Tours of Hell (? 3 supra).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIX.

[The lambe maried.]

1 God is praised in heauen for iudging the great whore, and auenging the blood of his Saints. 7 The marriage of the Lambe. 20 The Angel will not be worshipped. 17 The foules called to the great slaughter.
1 And after these things I heard a great voyce of much people in heauen, saying, Alleluia: saluation, and glorie, and honour, and power vnto the Lord our God:
2 For true and righteous are his iudgements, for hee hath iudged the great whore which did corrupt the earth with her fornication, and hath auenged the blood of his seruants at her hand.
3 And againe they sayd, Alleluia: and her smoke rose vp for euer & euer.
4 And the foure and twentie Elders, and the foure beasts fell downe, and worshipped God that sate on the throne, saying, Amen, Alleluia.
5 And a voice came out of the throne, saying, Praise our God all yee his seruants, and ye that feare him, both small and great.
6 And I heard as it were the voice of a great multitude, and as the voice of many waters, and as the voice of mightie thundrings, saying, Alleluia: for the Lord God omnipotent reigneth.
7 Let vs bee glad and reioyce, and giue honour to him: for the mariage of the Lambe is come, and his wife hath made herselfe readie.
8 And to her was granted, that she should bee arayed in fine linnen, cleane and white: for the fine linnen is the righteousnesse of Saints.
9 And hee saith vnto mee, Write, [ Mat_22:2 .] Blessed are they which are called vnto the marriage supper of the Lambe. And he saith vnto mee, These are the true sayings of God.
10 And I fell at his feete to worship him: And he said vnto me, [ Rev_22:9 .] See thou doe it not: I am thy fellow seruant, and of thy brethren, that haue the testimonie of Iesus, Worship God: for the testimony of Iesus, is the spirit of prophecie.
11 And I sawe heauen opened, and behold a white horse, and hee that sate vpon him was called faithful and true, and in righteousnes hee doth iudge and make warre.

[The sharpesword.]

12 His eyes were as a flame of fire, and on his head were many crownes, and hee had a name written, that no man knew but he himselfe.
13 [ Isa_63:2 .] And hee was clothed with a vesture dipt in blood, and his name is called, The word of God.
14 And the armies which were in heauen followed him vpon white horses, clothed in fine linnen, white and cleane.
15 And out of his mouth goeth a sharpe sword, that with it hee should smite the nations: and he shal rule them with a rod of yron: and he treadeth the winepresse of the fiercenesse and wrath of Almighty God.
16 And he hath on his vesture, and on his thigh a name written, [ Rev_17:14 .] King Of Kings, And Lord Of Lords.
17 And I saw an Angel standing in the Sunne, and hee cried with a lowd voyce, saying to all the foules that flie in the midst of heauen, Come and gather your selues together vnto the supper of the great God:
18 That yee may eate the flesh of Kings, and the flesh of Captaines, and the flesh of mighty men, and the flesh of horses, and of them that sit on them, and the flesh of all men both free and bond, both small and great.
19 And I saw the beast, & the Kings of the earth, and their armies gathered together to make warre against him that sate on the horse, and against his armie.
20 And the beast was taken, & with him the false prophet, that wrought miracles before him, with which he deceiued them that had receiued the marke of the beast, and them that worshipped his image. These both were cast aliue into a lake of fire burning with brimstone.
21 And the remnant were slain with the sword of him that sate vpon the horse, which sword proceeded out of his mouth: and all the foules were filled with their flesh.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El jinete del caballo blanco

11-15 El cuadro de la venida de Cristo se logra por medio de una serie de imágenes simbólicas que iluminan aspectos de un hecho demasiado grande como para ser captado de antemano. Cuando se abre el cielo, lo primero que ve Juan es un caballo blanco, con un jinete que se llama Fiel y Verdadero. Por lo común no pensamos en Cristo regresando en un caballo, acompañado por multitudes de ángeles en caballos, ni tenemos por qué hacerlo. Es una representación de Jesús el todopoderoso Conquistador, mariscal de los ejércitos celestiales, viniendo a dominar a los rebeldes de la tierra, que son dirigidos por los poderes del infierno. Sus ojos como una llama de fuego se relacionan con el juicio; sus muchas diademas, con su posición como Rey de reyes y Señor de señores. Tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, sin embargo, sus nombres son dados en los vv. 11, 13 y 16; testifican de quien es él, pero sólo Dios puede captar el misterio de su persona (cf. Mat. 11:27). Su vestidura teñida en sangre es la de Dios (ver Isa. 63:1-6), que según los rabinos Dios usaría el día de su venganza sobre Roma. Los ejércitos en el cielo que siguen a Cristo son las huestes celestiales, o sea los ángeles que le rodean (cf. 1 Rey. 22:19; Sal. 103:20; Dan. 7:9, 10, 13; Mar. 8:38; 13:26, 27; 2 Tes. 2:5, 6). El Señor tiene una espada para herir con ella a las naciones y pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso: dos figuras complementarias en las que Jesús se revela primero como soldado y luego como granjero que asegura su cosecha de uvas.

16-18 Las órdenes del ángel a las aves de presa ¡Congregaos para el gran banquete de Dios! se toman de la visión de Ezequiel sobre el derrumbe de Gog y Magog (Eze. 39:17-20), aunque el ataque a Gog y Magog es puesto por Juan en el final del reino terrenal (20:7-9), en armonía con la visión de Ezequiel (Eze. 38:7-9). Este gran banquete para las aves de rapiña es una contraparte de la fiesta que comienza en el reino de Dios (Isa. 25:6), descripta aquí como la cena de las bodas del Cordero.

19-21 La bestia y sus aliados se reúnen para hacer la guerra contra el que estaba montado sobre el caballo y contra su ejército. Están congregados, o sea en Armagedón (16:16). ¡Pero no hay batalla! Los ejércitos del cielo vigilan mientras la bestia y el falso profeta son capturados, el Cristo esgrime la espada de su boca y el demonio es arrojado en el abismo. Esta es una escena de juicio por medio del poder de la palabra de Dios. Toda la descripción es pictórica, incluyendo el caballo de Cristo, la espada que sale de su boca y las aves que se hartan de la carne de los que han sido muertos. No podemos estar seguros del significado de los detalles de este cuadro, aparte de una realidad dominante: la victoria de Cristo sobre los que se oponen a él es total. El anticristo y el falso profeta fueron lanzados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre. El lago de fuego es un cuadro variante del infierno, que en gr. es Gehenna, transliteración del heb. Ge-hinnom, el valle de Hinnom, donde en tiempos de Jeremías los judíos ofrecían sacrificios humanos (ver Jer. 7:31). En la literatura apocalíptica, ambos términos son pictóricos; el primero es un desarrollo del concepto del abismo y ambos representan el inescapable juicio de Dios sobre aquellos que persisten en su rebelión.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_63:1

[2] Jua_1:1+

NOTAS

19:13 (a) Alusión (ver v. Apo_19:15) a Isa_63:1. Símbolo de la sangrienta victoria que obtendrá sobre los enemigos de su Pueblo, ver Apo_5:5.

19:13 (b) Los nombres del jinete victorioso, vv. Apo_19:12, Apo_19:13, Apo_19:16, expresan, con facetas diferentes, quién es. Al nombre divino trascendente, v. Apo_19:12, se añade aquí el de Palabra, que lo designa como revelación eficaz de Dios, ver Jua_1:1; Jua_1:14; y más exactamente como ejecutor de sus juicios, Apo_20:11-12; Apo_22:12; ver Sab_18:14-18.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_63:1

[2] Jua_1:1+

NOTAS

19:13 (a) Alusión (ver v. Apo_19:15) a Isa_63:1. Símbolo de la sangrienta victoria que obtendrá sobre los enemigos de su Pueblo, ver Apo_5:5.

19:13 (b) Los nombres del jinete victorioso, vv. Apo_19:12, Apo_19:13, Apo_19:16, expresan, con facetas diferentes, quién es. Al nombre divino trascendente, v. Apo_19:12, se añade aquí el de Palabra, que lo designa como revelación eficaz de Dios, ver Jua_1:1; Jua_1:14; y más exactamente como ejecutor de sus juicios, Apo_20:11-12; Apo_22:12; ver Sab_18:14-18.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



3. Isa_34:10.

5. Sal_115:13.

7. "Las bodas del Cordero" simbolizan la unión definitiva de Cristo con la Iglesia, que es su esposa. Ver 21. 2; Efe_5:22-23.

9. Ver Mat_22:1-4.

11. Isa_11:4. El color "blanco" del caballo simboliza la victoria.

13. Isa_63:1. "La Palabra de Dios": ver Sab_18:14-16.

15. Sal_2:9.

16. Ver nota 17. 14.

17-18. Eze_39:17.

21. Eze_39:20.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El jinete victorioso. Dejando pendiente la boda, pasa a describir la guerra, de la cual sólo nos presenta al ejército vencedor y las consecuencias de la derrota. La guerra de este párrafo es trasposición metafórica con la cual quiere el autor conjurar la violencia de la persecución y la seguridad de la victoria. Esa colosal batalla de valores y proyectos, librada en lo más profundo de hombres y sociedades, en el escenario de la historia, toma en la superficie poética la figura de una victoria militar.
La victoria de Cristo a lo largo y al final de la historia está asegurada; los poderes del mal serán eliminados. El jinete se describe con detalles que hacen resaltar el poder y la gloria del Cristo triunfador. Se describen primero sus cualidades internas (11), y luego su figura exterior (12-16). El nombre que Él sólo conoce (12) es el Nombre sobre todo Nombre (Flp_2:9). Es el Rey de reyes y Señor de señores, con un título cuyas letras suman 777, el número perfecto que proclama la grandeza de Cristo a todas las naciones. En su primera venida, Jesús llegó como de incógnito, casi como un extranjero indocumentado, débil y humilde; unos pocos lo reconocieron y creyeron. Su segunda venida, que en la teología joánica sigue sucediendo a lo largo de la historia, no puede ser ignorada. Cristo es el triunfador sobre el pecado y la muerte que asegura el triunfo de los que ponen su fe en Él.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

A la narración profética, en forma de anuncio, de la caída de Roma, sigue la descripción de Cristo, que se muestra con poder (vv. 11-16) y vence definitivamente a las fuerzas del mal, que alimentaban a la gran ciudad. La derrota de esas fuerzas es presentada en orden inverso al de su aparición a lo largo del libro: en una primera fase son vencidos los reyes de la tierra (vv. 17-18), luego lo serán la bestia y el falso profeta (vv. 20-21; cfr 17,16-17); finalmente, en un segundo combate escatológico, será vencida la serpiente antigua o Satanás (cfr 20,1-10; 13,2). Sólo entonces se celebrará el Juicio Universal (20,11-15). La visión de Cristo glorioso y vencedor (vv. 15-16) es parecida a la que hay al comienzo del libro: fijándose en las diversas partes del cuerpo, aunque sin seguir un esquema rígido (cfr 1,5.12-16), lo identifica con el jinete que monta un caballo blanco.

mencionado justamente al abrirse el primero de los siete sellos (cfr 6,2). «A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor.

Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo» (C. Vat. II, Gaud. et sp. 37).


Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 19.7-8 Su esposa: Cf. Is 54.5-6; 62.5; Jer 2.2; Ez 16; Os 2.19-20; 2 Co 11.2; Ef 5.23-32.

[2] 19.12 Ap 1.14; 2.18; cf. Dn 10.6.

[3] 19.13 Cf. Is 63.1-6.

[4] 19.13 Cf. Jn 1.1,14; cf. también Sab 18.14-16.

[5] 19.15 Ap 1.16.

[6] 19.15 Ap 2.27-28; 12.5; cf. Sal 2.9.

[7] 19.15 Cf. Is 63.3; Lm 1.5; Jl 3.14.

[8] 19.16 Ap 17.14; cf. Dt 10.17.

[9] 19.20 El monstruo: Cf. Ap 13.1-18.

[10] 19.20 El falso profeta: Cf. Ap 13.11-17.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Jua 1:1; Jua 1:14; 1Jn 1:1

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

en sangre...Apo 14:19-20; Isa 63:1-6;
LOGOS... Gr. lógos → §070.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

βεβαμμένον Treg NA28 RP ] ῤεραντισμένον WH
  • κέκληται WH Treg NA28 ] καλεῖται RP

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Jua 1:1; Jua 1:14.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Ap 1:14 *Dan 10:6 *Is 63:1 *Jn 1:1

Jünemann (1992)


13 d. De sus enemigos; pues viene Cristo a destruir a los malos.


Torres Amat (1825)



[4] Ap 6, 9.

[7] Mat 22, 2.