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La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego —este lago de fuego es la muerte segunda— (Apocalipsis  20, 14) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 20.
S an Juan nos va presentando en estas últimas visiones la destrucción de los adversarios del Cordero. La Roma pagana ha sido destruida y quemada por la misma Bestia y los reyes de la tierra (c.18). Después son vencidas por la espada del Verbo y arrojadas al lago de fuego las dos Bestias (19:19-21). Pero todavía quedaba con vida el Dragón, el instigador a la lucha contra Cristo y su Iglesia, del cual eran instrumentos los demás enemigos del reino de Dios. El vidente de Patmos se propone describirnos ahora la derrota final del Dragón (20:1-10). En esta visión, el autor sagrado prosigue la narración lógica, interrumpida en el capítulo 12:9, con la inserción de cierto número de visiones particulares. El Dragón es vencido también, encadenado y encerrado durante mil años. Con esto llega la paz del milenio. Al final del milenio es soltado de nuevo el Dragón, que intenta destruir otra vez a la Iglesia. Se da una gran batalla de Satanás contra la Iglesia, en la que el Dragón es definitivamente derrotado y encerrado por siempre en el infierno (20:7-10). El capítulo 20 termina con el juicio final delante del trono de Dios (20:11-15) 1.



El reino de mil años, 20:1-6.
1 Vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y una gran cadena en su mano. 2 Cogió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y le encadenó por mil años. 3 Le arrojó al abismo y cerró, y encima de él puso un sello para que no extraviase más a las naciones hasta terminados los mil años, después de los cuales será soltado por poco tiempo. 4 Vi tronos, y sentáronse en ellos, y fueles dado el poder de juzgar, y vi las almas de los que habían sido degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y cuantos no habían adorado a la bestia, ni a su imagen, y no habían recibido la marca sobre su frente y sobre su mano; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. 5 Los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con El por mil años.

En esta sección del capítulo 20 tenemos dos cuadros distintos: el encadenamiento de Satanás en el abismo (v.1-3) y el reino de mil años de Cristo y de los elegidos (v.4-6) Condenadas al lago de fuego y azufre las encarnaciones humanas del Dragón, va a ser aprisionado ahora, finalmente, el mismo Dragón.
El vidente de Patmos contempla un ángel que desciende del cielo con las llaves del abismo y una gran cadena en su mano (v.1). Viene preparado para la misión que Dios le ha encomendado en favor de su Iglesia. Va a hacer prisionero al Dragón, encadenándolo y encerrándolo por cierto tiempo en el abismo. En Isa_24:21-22 se dice que Dios castigará a los reyes de la tierra en el día de Yahvé, y serán encerrados, presos en la mazmorra, encarcelados en la prisión, y después de muchos días serán visitados. La idea de Isaías se parece bastante a la de San Juan. El Abismo en el cual será encerrado el Dragón es el lugar en que se encuentran las potencias infernales. Dios tiene el poder de abrir y cerrar este abismo 2, pues posee la llave del hades y de la muerte 3. De ahí que pueda mandar al ángel con la llave para encerrar en él al Dragón. Y, en efecto, el ángel cogió al Dragón y lo ató con la cadena durante mil años (v.2).
El autor sagrado identifica expresamente al Dragón encadenado con Satanás, o lo que es lo mismo, con el Diablo y la serpiente antigua4. Esta última expresión alude al reptil seductor de nuestros primeros padres 5. Fue el que introdujo la desobediencia en el mundo. Y con la desobediencia entró el pecado y la muerte, como dice muy bien el libro de la Sabiduría: Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.6 Se le llama serpiente antigua porque ya aparece en los albores de la humanidad.
La prisión del Dragón en el Abismo durará mil años. Este período de tiempo tiene una importancia especial en esta sección, en donde se repite hasta cinco veces 7. Es el tema peculiar de esta primera parte del capítulo 20. El número mil años indica un tiempo muy largo, pero indefinido. Y, por largo que sea, en comparación con la eternidad resulta sólo un pequeño lapso de tiempo.
Una vez que el ángel encadenó al Dragón, lo arrojó al abismo y lo cerró con la llave, poniendo sobre él el sello de Dios, para que no pudiera salir y extraviar a las naciones (í.3). Durante la prisión, que durará mil años, el Dragón no podrá seguir seduciendo a las naciones contra la Iglesia de Cristo. De este modo, los cristianos se verán libres de sus más fieros enemigos, que les perseguían a muerte. Y podrán gozar de paz durante todo este tiempo. Pasados los mil años, se le dará suelta al Dragón un poco de tiempo para que ponga en ejecución su postrera hazaña, a la que seguirá la derrota definitiva.
La prisión en la que es encadenado y encerrado el Dragón es distinta del lago de fuego, al que fueron arrojados la Bestia y el seudoprofeta, y en el que será arrojado luego el mismo Dragón 8. El lago es el lugar de tormento en el que expían sus pecados los condenados; el abismo, en cambio, es una prisión provisional de detenidos, en el que el Dragón sufrirá un castigo preliminar antes de su derrota definitiva. Sin embargo, no hay que tomar demasiado al pie de la letra las palabras de un libro como el Apocalipsis, en que tanto abunda el lenguaje figurado.
El encadenamiento del Dragón durante mil años significa la limitación de los poderes subversivos del demonio. Es la neutralización de su poder, de su actividad, disminuyendo aún más la libertad que se le había dejado en 12:9. Este encadenamiento del Diablo ha de entenderse en el mismo sentido que el del fuerte atado de Mat_12:29 9· San Agustín explica también nuestro pasaje en el sentido de una neutralización parcial del poder diabólico 10.
La expresión mil años es un número redondo, que designa, como ya dejamos dicho, un tiempo muy largo, de duración casi infinita. San Jerónimo y San Agustín, con la mayor parte de los exegetas que dependen de ellos, creen que estos mil años designan el período de tiempo existente entre la primera venida de Cristo y la consumación final. El corto período en que será librado Satán lo identifican con el período de tres años y medio de actividad del anticristo.
El Imperio romano idolátrico, hasta aquí animado por el espíritu de Satanás, reconocerá al fin su error, cesará de perseguir el nombre de Cristo, dará la paz a la Iglesia y se confesará él mismo cristiano. La mayor venganza de Dios está en que sus enemigos se conviertan a El reconociendo su error. Así se vengó el Señor de Saulo (San Pablo) cuando tan encarnizadamente le perseguía. Llegamos, pues, al día de la victoria y de la paz. ¿Cuánto durará esta paz? Los profetas no le ponen término. Tanto como el sol y la luna, dicen Jeremías H y el salmo 12. San Juan señala la duración de mil años, es decir, un espacio de tiempo muy largo, una eternidad. ¿Había de ser el profeta del Nuevo Testamento menos optimista que los del Antiguo Testamento? De ninguna manera. Sin embargo, los profetas del Antiguo Testamento nos presentan el mesianismo, o sea el reino de Dios, realizado en la tierra, mientras que, para el vidente de Patmos, esta realización sobre la tierra es tan sólo transitoria. Su realización definitiva será en el cielo, gozando de la vida eterna, que es la vida de Dios. Allí es donde tendrán pleno cumplimiento las palabras del ángel a la Santísima Virgen: Y su reino no tendrá fin.13
San Juan continúa describiéndonos su visión: ve que se colocan tronos y sobre ellos se sientan ciertos personajes para juzgar (v.4). Según el estilo apocalíptico, no dice quién coloca esos tronos. Tampoco se dice si es en la tierra o en el cielo. A la verdad, lo mismo puede ser abajo que arriba, pues los que en ellos se han de sentar son del cielo, mas, por su influencia, estarán también en la tierra. Los personajes que se sientan en los tronos lo hacen en función de jueces. Juan tampoco nos dice quiénes eran los que se sentaron en los tronos. En el Nuevo Testamento se dice de los doce apóstoles: En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel,14 Pero también se dice de todos los cristianos que se sentarán en tronos y juzgarán al mundo: ¿Acaso no sabéis dice San Pablo que los santos han de juzgar al mundo? ¿No sabéis que hemos de juzgar aun a los ángeles?15 El vidente de Patmos, siguiendo esta misma doctrina, presenta a los fieles cristianos participando ya de la potestad regia y judicial de Jesucristo.
Entre todos estos cristianos ocupan un lugar preeminente los mártires que habían sido degollados por el testimonio de Jesús y los que no habían adorado a la Bestia ni habían recibido su marca. Estos son los que ve San Juan sentarse sobre los tronos preparados para juzgar. Todos éstos, es decir, los mártires y confesores, vivirán y reinaran con Cristo por espacio de mil años. El autor sagrado no nos dice dónde reinarán, si en el cielo o en la tierra. Pero parece que San Juan se refiere a un reinado de los fieles cristianos de índole espiritual. Una vez que el instigador a la guerra fue aprisionado, la paz reinará en la tierra por un tiempo indefinido. Es la duración del reinado del Príncipe de la paz 16. Los cristianos fieles a Cristo vivirán reinando, es decir, ejerciendo funciones de reyes. ¿Qué significa esto? Ante todo hemos de advertir que reinar con Cristo es participar de su autoridad soberana de rey. Jesucristo, como dice San Pablo, en premio de su obediencia hasta la muerte de cruz, recibió la suprema autoridad de Señor, de Soberano, sobre los cielos, la tierra y los infiernos 17. San Juan, por su parte, dice de Jesús que es Rey de reyes y Señor de señores 18. Esta es la realeza que el Salvador confesó poseer ante Pilato. ¿En qué consiste el ejercicio de esa realeza? Pues consiste en distribuir a los hombres la gracia que con su pasión nos mereció, de suerte que con ella unos alcancen la vida eterna y otros justifiquen la conducta de Dios al ser excluidos de ella. El Señor prometió a los apóstoles, como premio por haberle seguido, que se sentarían en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Juzgar es igual que gobernar, que reinar sobre el pueblo de Dios, sobre la Iglesia. Lo que se promete a los apóstoles por haber seguido a Cristo, lo atribuye ahora el autor sagrado a los que en medio de las persecuciones le siguieron sin temor a la muerte. Dios hace justicia a los santos en cuanto que les concede la gracia de reinar en lugar de sus perseguidores.
La fe católica confiesa que el Señor honra a los santos del cielo otorgándoles influencia en el mundo por medio de su intercesión. Además, gusta de tomarlos como ministros suyos en la comunicación de su gracia, no porque de ellos tenga necesidad, sino para honrar a los que le honraron en la tierra. En esto consiste precisamente ese reinar de los fieles con Cristo por mil años. Entre todos ocupará el primer lugar la Virgen Madre, la Reina de los mártires, con su esposo, San José; después los apóstoles, según la promesa del Señor, y luego cuantos superaron las pruebas, cada uno según sus merecimientos. Esta gloria que los santos reciben después de su muerte es la primera resurrección, en la cual no toman parte los demás muertos (v.5). ¿Quiénes son estos muertos? Pues todos los demás que no han pasado por el fuego de la persecución. El vidente de Patmos parece mirar aquí principalmente a los que se mantuvieron fieles en la presente persecución, pues su propósito es alentar a los fieles a soportarla. Pero el motivo formal de su afirmación parece exigir que en esta categoría se incluyan también los que en tiempos anteriores pasaron por las mismas pruebas y los que habían de pasar en el futuro. Algunos autores, en cambio, interpretan la expresión los restantes muertos de los que adoraron a la Bestia. Estos idólatras no participarán con Cristo del reinado espiritual por espacio de mil años. Continuarán muertos hasta la resurrección corporal de todos los difuntos, y entonces resucitarán para ser castigados en el infierno 19. Según esto, el autor del Apocalipsis contrapondría la resurrección espiritual, por medio de la gracia, en este mundo, que tendrá su plena expansión en el cielo, y la corporal, al fin del mundo. La resurrección primera es la que se ejecuta ya en la vida presente mediante la gracia; la resurrección segunda tendrá lugar al fin del mundo, cuando resuciten corporalmente todos los muertos.
San Juan llama bienaventurados a los que tengan parte en esta primera resurrección, porque, si se mantienen fieles a la gracia, tienen ya asegurada la vida eterna; y la segunda muerte, es decir, la muerte eterna, no tendrá poder sobre ellos (v.6). El vidente de Patmos quiere consolar a los cristianos y animarlos para que se mantengan firmes en su fe. El que esto haga será dichoso y santo, en cuanto que será en el cielo lo que eran los sacerdotes en el templo de la tierra, que vivían cerca de Dios y en su presencia, presentándole las ofrendas y los sacrificios. Tendrá una relación más íntima, una especial vinculación con Dios, como la que tenían los reyes y los sacerdotes de la Antigua Ley. Será, como Jesucristo, rey, con poder para juzgar, y sacerdote, con potestad para ofrecerle las oraciones y los sacrificios de toda la Iglesia y de la humanidad 20.
Todo esto durará mil años. El que tenga parte en la primera resurrección, propia de los mártires y de los que han padecido por el nombre de Cristo, reinarán con Cristo por mil años y tendrán asegurada la resurrección final, porque el Señor ha afirmado: Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos. 21
Este período de mil años tiene poca importancia en el conjunto del Apocalipsis. Sin embargo, en esta sección (Mat_20:1-6) se insiste varias veces en dicho lapso de tiempo. Todo el interés del Apocalipsis pasa directamente de los tres años y medio de persecución a la vida de la nueva Jerusalén, que durará por siempre.
El reino milenario de Cristo 22 ha recibido diversas explicaciones en el decurso de la historia. Para unos sería un reinado de Cristo con los suyos sobre la tierra; para otros, en cambio, se trataría de un reinado espiritual, bien en este mundo o bien en el otro. En el Antiguo Testamento, el reino glorioso del Mesías se coloca en la tierra, ya que la teología hebrea no llegó a descubrir la retribución en la vida futura hasta el siglo u a. C.23 A partir de esta época, la etapa mesiánica se desdobla en dos fases: la terrena, sobre cuya duración no concuerdan los doctores judíos. Para Rabbi Aquiba sería de una duración de cuarenta años, en conformidad con el tiempo que estuvieron los hebreos en el desierto. Para el 4 de Esd_7:28, la duración sería de cuatrocientos años, según el tiempo de la cautividad egipcia. Rabbi Eliezer (s.I d.C.) extiende la duración de la fase terrestre del mesianismo a mil años 24. San Juan parece seguir esta misma opinión, que debía de estar bastante extendida por los ambientes judíos palestinenses en el siglo I d.C. La otra fase del reino mesiánico era la celeste y ultraterrena, que sería la continuación de la etapa terrena. La doctrina judía sobre la etapa terrestre del mesianismo, es decir, sobre el milenarismo, debió de penetrar en los ambientes cristianos del siglo i. En las ideas de Cerinto encontramos ya vestigios de la doctrina milenarista, que se extenderá bastante entre los escritores cristianos de aquella época. Una antigua creencia judía, atestiguada en el Diálogo con Trifón (80-81), de San Justino, afirmaba que el reino mesiánico inauguraría el séptimo milenio del mundo. Jerusalén sería restaurada, resucitarían los patriarcas, los profetas y todos los santos, y vivirían en una gran prosperidad y paz. Esta creencia fue aceptada por diversos escritores cristianos de los primeros siglos, los cuales esperaban que Cristo reinase mil años en Jerusalén (cf. v.5) antes del último juicio. El autor de la Epístola de Bernabé (Esd_15:4-9) admite este milenarismo 25. Para él, el séptimo milenio sería el sábado del mundo, que precedería al octavo día, o sea a la eternidad, que ha de comenzar con el juicio final. Papías también creía en el reino de mil años, que tendría lugar después de la resurrección de los muertos. Cristo reinaría visiblemente sobre la tierra con los elegidos por espacio de un milenio. Durante este tiempo, la fecundidad de la tierra sería algo prodigioso 26. San Justino se inclina de igual modo en favor del milenarismo. Según él, después que el anticristo sea encadenado, Jerusalén será reedificada y habitada por los cristianos, en compañía de Cristo, durante mil años. Y estas ideas las atribuye al autor del Apocalipsis 27. También San Ireneo admite la creencia milenarista como una verdad de fe, principalmente porque muchos de los que la negaban rechazaban al mismo tiempo la resurrección de la carne 28. Lo mismo pensaron Tertuliano, siguiendo a los montañistas 29, y San Hipólito Romano, que defendió el milenarismo en contra del presbítero Cayo, el cual negaba la autenticidad joánica del Apocalipsis para combatir más de raíz el milenarismo. Se cuentan, además, entre los partidarios del milenarismo, Metodio de Olimpo, Apolinar de Laodicea, Lactancio, Victorino de Pettau.
Sin embargo, no hay que pensar que la creencia milenarista constituyese un dogma de la Iglesia primitiva. Muchos otros grandes escritores y santos del cristianismo primitivo, como San Clemente Romano, Hermas, Clemente Alejandrino, San Cipriano, San Dionisio de Alejandría 30, San Efrén, ignoran o combaten claramente el milenarismo. Orígenes escribió en contra de esta creencia milenarista, tratándola de necedad judía 31. San Jerónimo, siguiendo a Triconio, en numerosos pasajes de sus obras interpreta el milenarismo en sentido espiritual; aunque, por otra parte, se muestra bastante indulgente con las ideas milenaristas32. Pero será San Agustín, después de algunas incertidumbres iniciales 33, el que dará la interpretación que se hará clásica en la Iglesia 34.
La interpretación espiritual dada por San Agustín consiste en lo siguiente: el milenio abarcaría todo el tiempo comprendido entre la encarnación de Cristo y su retorno glorioso al fin de los tiempos. Durante este tiempo, la actividad del Diablo será coartada y restringida. Cristo reinará con la Iglesia militante en la tierra hasta la consumación de los siglos. La primera resurrección ha de entenderse, por lo tanto, espiritualmente, y designa el bautismo, o sea el nacimiento a la vida de la gracia 35. La vida regenerada del cristiano es llamada primera resurrección, en contraposición a la resurrección general o segunda. Como la muerte primera, que es la separación del cuerpo y del alma, se opone a la segunda muerte o condenación eterna, comenzada en la tierra por el pecado; del mismo modo la primera resurrección se opone implícitamente a una segunda resurrección, que seguirá a la par usía y será corporal y general 36. Los tronos del v.4 significarían para San Agustín la jerarquía católica, que tiene el poder de atar y desatar. Por aquí se ve que San Agustín insiste principalmente sobre la Iglesia militante. Sin embargo, no hay que pensar que excluya la Iglesia triunfante, pues San Juan asocia íntimamente la una con la otra. Los bienaventurados, sobre todo los mártires, así como todos los fieles en general, reinan con Cristo ya antes de la par usía. Unos reinan mediante la vida de la gracia, los otros mediante la vida en la gloria. Por consiguiente, el milenio viene a ser como un cuadro de la vida de la Iglesia, tanto en su estadio provisorio como en el estadio definitivo. Los bienaventurados (mártires, confesores, etc.) reinan con Cristo en el cielo, y los fieles que vienen a este mundo reinan con Cristo mediante la vida de la gracia. La profecía del milenio dice el P. Alio , que forma un cuerpo perfecto con las otras profecías del libro, es simplemente la figura del dominio espiritual de la Iglesia militante unida a la Iglesia triunfante, después de la glorificación de Jesús, hasta el fin del mundo 37.
Algunos autores modernos sugieren otra interpretación: La resurrección de los mártires simbolizaría la renovación de la Iglesia después de la persecución de Roma, como la resurrección de los huesos en Eze_37:1ss simbolizaba la renovación del pueblo israelita después de la dispersión del destierro. 38
El milenarismo, después de San Agustín, fue perdiendo importancia, hasta desaparecer casi completamente. Sin embargo, ha dejado curiosos vestigios, como las oraciones para obtener la gracia de la primera resurrección, contenidas en antiguos libros litúrgicos de la Iglesia de Occidente 39. Y en diversas épocas han ido apareciendo obras que defienden las ideas milenaristas o muestran simpatía hacia ellas. La Iglesia no las ha condenado como heréticas, pero sí como erróneas, poniendo en el índice de libros prohibidos varios trabajos modernos.



Ultima batalla escatológica de Satanás contra la, Iglesia,Eze_20:7-10.
7 Cuando se hubieren acabado los mil años, será Satanás soltado de su prisión 8 y saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del mar. 9 Subirán sobre la anchura de la tierra, y cercarán el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descenderá fuego del cielo y los devorará. 10 El diablo, que los extraviaba, será arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Pasados los mil años en que el Diablo estuvo encadenado, será soltado, y entonces se dedicará a seducir al mundo y a juntar fuerzas para dar el último asalto contra Dios (v.7). Como el Imperio romano y el sacerdocio pagano, simbolizados por las dos Bestias, ya habían desaparecido aniquilados por Jesucristo y su ejército, Satanás busca aliados y colaboradores en las hordas bárbaras de los escitas de Gog y Magog. Para la redacción de este último episodio de la lucha entre Cristo y Satanás, San Juan se ha inspirado en Ezequiel (v.38-39), en donde se habla de la invasión de Gog. Los pueblos escitas, a los que pertenecían Gog y Magog, se hicieron célebres en la literatura judía después de su invasión en Asia (630 a. C.) por su ferocidad. Ezequiel nos presenta a Israel recientemente restaurado, que habita en su tierra tranquilo y confiando más en la protección del Señor que en la fortaleza de sus ciudades, desprovistas de murallas. De las regiones del aquilón llega una invasión feroz de pueblos desconocidos, los cuales, atraídos por la fácil presa que Israel les ofrece, pretenden acabar con él. Pero el Señor interviene en favor de su pueblo, siembra la discordia en el campo de los invasores y unos a otros se destrozan totalmente.
Jesucristo también nos habla de que al fin de los tiempos las luchas perpetuas entre la ciudad del mundo y la ciudad de Dios se agravarán 42. Y San Pablo, escribiendo a los tesalonicenses, también dice que llegará un tiempo en que el hombre de iniquidad será dejado libre, y entonces se manifestará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con la manifestación de su venida.43
Pues lo que el Salvador y su Apóstol nos exponen en esta forma, San Juan nos lo va a declarar inspirándose, como ya dijimos, en Ezequiel. Al Diablo, una vez suelto, se le permitirá desarrollar su labor ordinaria, que es extravían a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra (v.8), es decir, en las fronteras del Imperio romano. Las organizará en torno a sus aliados Gog y Magog 44, formando con ellos un ejército numeroso como las arenas del mar, Gog era para los judíos y cristianos de los primeros siglos un conductor de hordas bárbaras contra Palestina y Jerusalén, como lo sería más tarde para el mundo cristiano Atila con sus ejércitos. Gog, por instigación diabólica, reunirá una inmensa horda salvaje y bárbara al fin de los siglos para destruir a la Iglesia de Cristo, que, como Israel después de la restauración, vivía tranquila en torno a su Señor. Y esa horda feroz, como los ejércitos de Gog en Ezequiel, subirá por la llanura45 de la Tierra Santa para asediar el campamento de los santos y la ciudad amada (v.g), que es la Iglesia, y acabar con ella. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se emplea con frecuencia la expresión subir para indicar la ida a Palestina, y sobre todo a Jerusalén46. Y, en efecto, la tierra de que nos habla San Juan designa Palestina; y la llanura debe de ser la de Esdrelón, lugar obligado de paso de los ejércitos invasores. Estas hordas invasoras deben de ser las mismas que juntaron los reyes de la tierra en Harmagedón para luchar contra Dios y el Cordero47. Luego cercan el campamento de los santos, es decir, a los cristianos, que constituyen el verdadero pueblo de Dios, y a la ciudad amada, la Sión del Antiguo Testamento, que aquí representa la nueva Jerusalén, la Iglesia de Cristo. Pero Dios acudirá en auxilio de los suyos. Como en Ezequiel48 y como en la literatura apocalíptica, la victoria se obtiene sin necesidad de lucha49. El Señor hará descender fuego del cielo y los devorará. Con esto, el ejército invasor quedará totalmente destrozado. Satanás, que había tratado por todos los medios de destruir a la Iglesia, será definitivamente encarcelado. Ya no podrá volver a intentar la ruina de la nueva Jerusalén. Así terminarán las luchas seculares entre las dos ciudades: la de Dios y la del Diablo. Se trata, naturalmente, de las luchas de las naciones infieles y de las herejías contra la Iglesia, que al final de los tiempos se desencadenarán con redoblado encarnizamiento. Una vez vencido el Dragón en este combate final, será arrojado en el lago de fuego, en donde le habían precedido la Bestia y el seudoprofeta, y en donde serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (v.10). La derrota de Satanás será definitiva. Ya no volverá a salir más del infierno, en donde se encontró con los emperadores que encarnaron a la Bestia, y los sacerdotes paganos y seudodoctores que combatieron el nombre de Cristo, tratando de seducir a los fieles50. Allí serán atormentados sin fin, eternamente. El autor sagrado enseña claramente la eternidad de las penas del infierno. Y parece contemplar un período en que los enemigos de Dios y de su Iglesia desaparecerán totalmente. Tal vez se refiera al término del ciclo de la Iglesia perseguida y militante y al comienzo de la Iglesia triunfante. Se cierra el tiempo para dar principio a la eternidad51.



Juicio final,Eze_20:11-15.
11 Vi un trono alto y blanco, y al que en él se sentaba, de cuya presencia huyeron el cielo y la tierra, y no dejaron rastro de sí. 12 Vi a los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante del trono; y fueron abiertos los libros, y fue abierto otro libro, que es el libro de la vida. Fueron juzgados los muertos, según sus obras, según las obras que estaban escritas en los libros. 13 Entregó el mar los muertos que tenía en su seno, y asimismo la muerte y el infierno entregaron los que tenían, y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 La muerte y el infierno fueron arrojados al estanque de fuego; ésta es la segunda muerte, el estanque de fuego, 15 y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de fuego.

El autor sagrado pone con esta escena punto final a todas las luchas y agitaciones terrestres. Toda oposición contra Cristo y su Iglesia es desterrada para siempre. De este modo se podrá volver a una paz y a una felicidad que superarán con mucho la paz y la felicidad de nuestros primeros padres en el paraíso terrenal52. Será la felicidad ininterrumpida del cielo.
San Juan contempla a Jesucristo sentado en un trono, en disposición de juzgar al mundo. Es el juicio final, con el cual se pone término al drama terrestre. Dios va a asignar a cada uno la suerte que le han merecido sus obras por toda la eternidad. Dios mismo es el que juzga 53. El Juez supremo aparece sobre un trono. Y ante su presencia se produce un cataclismo, pues desaparecen el cielo y la tierra (v.11). El profeta Isaías también emplea una imagen bastante parecida: La milicia de los cielos se disuelve, se enrollan los cielos como se enrolla un libro; y todo su ejército caerá como caen las hojas de la vid, como caen las hojas de la higuera.54. A la apertura del sexto sello 55 se produjo una escena muy semejante, en la cual se debe de inspirar nuestro pasaje. Cuando Dios interviene en la historia, los elementos del cosmos se conmueven ante la presencia de su soberano Señor. La magnitud del cataclismo presente el cielo y la tierra huyeron sin dejar rastro de sí indica la importancia de la intervención divina.
El trono sobre el cual aparecía sentado Dios, el Juez supremo, era alto, para significar de algún modo la alta dignidad de quien se sienta en él56. Su color era blanco, propio de los personajes celestes, y que simboliza la victoria, la santidad, la justicia y al mismo tiempo la misericordia 57. La majestad del que se sienta en el trono es tan grande, que los cielos y la tierra no pueden soportarla y desaparecen sin dejar ningún vestigio. Serán reemplazados por un cielo nuevo y una tierra nueva 58.
San Juan ve después delante del trono a los muertos que habían de ser juzgados (v.1a). Eran los hombres que habían muerto, pero que ahora habían vuelto a la vida. La multitud estaba compuesta de personajes que en el mundo fueron socialmente poderosos y grandes; pero tampoco faltaban los humildes y de condición baja. Todos estaban de pie delante del trono, esperando la sentencia del Juez supremo. Guando todos estuvieron reunidos, fueron abiertos varios libros. En unos estaban escritas las obras buenas y malas de cada uno de los hombres que habían de ser juzgados; pues, como dice el Libro de Henoc, todo pecado es anotado día por día en el cielo en presencia del Altísimo.59 Según lo que resultare de estos libros, recibirá cada uno la sentencia. Para unos será la bienaventuranza, para otros la condenación eterna. La Sagrada Escritura nos habla con frecuencia de los libros de Dios, como para indicar que en el juicio divino se sabrán todas las cosas que hicieron los mortales. Es un modo humano de concebir y expresar las cosas divinas, que de otra manera no podemos declarar. En realidad, como dice San Agustín 60, Dios no necesita de libros ni memoria para acordarse de lo que ha hecho cada uno. Su presciencia divina lo conoce todo y nada podrá escapar a su juicio infalible. Todos serán juzgados según sus obras. De donde se sigue que no basta la sola fe para salvarse, sino que son necesarias las obras buenas. En otro libro, es decir, en el libro de la vida61, están escritos los nombres de los predestinados para la vida eterna. Cuantos no estén inscritos en este libro serán arrojados al conocido lago de fuego (v.15). Del libro de la vida se habla bastantes veces en la Biblia62.
Todos los muertos tendrán que comparecer a juicio. Nadie se librará de él. Porque tanto el Mar, como la Muerte y el Infierno o Seol entregaron los muertos que tenían en su seno para que fueran juzgados según sus obras (v.15). El Mar, el Seol (Infierno) y la Muerte están aquí personificados como tres monstruos insaciables 63 o como poderosos carceleros que tenían a los muertos encerrados en remotísimas prisiones. Sin embargo, ante el mandato de Dios, tienen que entregar dócilmente las presas que consideraban suyas. En el Sal_139:8-9, el cielo, el mar y el seol son símbolos de los lugares más secretos e inaccesibles. Aquí significan que no hay lugar, por muy oculto que sea, que no tenga que restituir todos los muertos. Ni uno solo de ellos podrá librarse del juicio de Dios. El Seol (ó "áéäçò), que frecuentemente se traduce por infierno, no designa el lugar en donde los condenados serán atormentados por toda la eternidad. El seol, en el Antiguo Testamento, designaba una región tenebrosa, una especie de caverna adonde iban las almas de todos los hombres, buenos y malos, después de la muerte. En él no se daban ni premios ni castigos. Los muertos vivían en el Sheol en un estado de semiinconsciencia y eran considerados como sombras de la existencia terrena64. Por consiguiente, el seol (6 "áéäçò), en el pasaje del Apocalipsis que estamos comentando, designa un lugar provisional que ha de desaparecer cuando Dios llame a juicio a los muertos.
La Muerte y el Seol, personificados, son castigados como culpables: fueron arrojados al estanque de fuego (v.14). Este castigo significa la ruina de su poder sobre la humanidad restaurada, es decir, sobre los elegidos. Su tiranía no se ejercitará ya más sobre los predestinados, sino sobre los réprobos. La victoria de Cristo sobre el pecado lleva consigo la victoria sobre la muerte, que nació del pecado65. San Pablo nos dice que el último enemigo reducido a la nada será la muerte.66 En el mundo futuro no existirá la muerte, como sucedía en el paraíso terrenal antes del pecado original67. Y, sin la muerte, el seol no tendrá ya más razón de ser.
El estanque de fuego, adonde fueron arrojados la muerte y el seol, es identificado con la segunda muerte, es decir, la condenación eterna. Se le llama segunda muerte por contraposición a la primera muerte, que se da cuando el hombre sale de este mundo. Esta segunda muerte, que supone la condenación eterna, es lo mismo que el infierno o estanque de fuego. En él serán arrojados todos los hombres culpables y en él padecerán eternos suplicios los que no están inscritos en el libro de la vida (v.15)68. Son todos aquellos que no quisieron aprovecharse de las gracias que Jesucristo y su Iglesia les ofrecían. Esos tales serán arrojados al lago de fuego y de vida en premio de su buena conducta (Exo_32:32; Sal_69:29; Sal_139:16). En dicho libro también están escritos los predestinados a la gloria (Flp_4:3; Rev_3:5; Rev_13:8; cf. Lev_10:20. Heb_12:23). azufre, al fuego eterno, en donde habrá llanto y crujir de dientes 69, fuego reservado para el Diablo y para cuantos le siguieron70. Con esto termina la historia del mundo.
El autor del Apocalipsis hace hincapié, sobre todo, en la resurrección de los que no estaban inscritos en el libro de la vida. Después nos declarará la suerte dichosa de los justos en la nueva Jerusalén. Hay, pues, una resurrección final para buenos y malos. Pero para los buenos será resurrección para la vida; en cambio, para los malos será resurrección para la muerte eterna, para el juicio eterno71.

1 Cf. P. Gaechter, The Original Sequence of Ap 20-22: Theological Studies 10 (1949) 485-521; M. C. Tenney, The Importance and Exegesis of Revelation 20:1-8: Bibliotheca Sacra ni (1954) 137-148; J. M. Kik, Revelation Twenty (Filadelña 1955) IX-92; R. Summers, Revelation 20. An Interpretation: Review and Expositor 57 (1960) 176-183. 2 Rev_9:1. 3 Rev_1:18. 4 Cf. Rev_12:9. 5 Cf. Gen_3:1-19. 6 Sab_2:24. 7 Rev_20:2.3.5.6.7. 8 Rev_20:10. 9 Cf. Me 3:27; Lev_2:21. EnHenoc (18:12-16; 19:1-2; 21:1-6) se habla también del encadenamiento de los ángeles malos. 10 Alligatio diaboli dice San Agustín est non permitti exercere totam tentationem quam potest (De chítate Dei 20:8:1). 12 Sal 72:5-7· 11 Jer 31:35- 13 Lev_1:33. 14 Mat_19:28; Le 22.29-30. 15 1Co_6:2-3; cf. Lev_22:30. 16 Isa_9:6. 17 Flp_2:7-11. 18 Rev_19:16. 19 M. García Cordero, o.c. p.204. 20 Cf. Sal_110:4; Heb_5:9; Heb_7:11.17. 21 Mt 5:10. 22 Del milenio ya hemos hablado en la Introducción p.31iss. Allí también se puede ver la bibliografía sobre este tema. 23 El primer libro que nos habla en el Antiguo Testamento de la retribución en la vida futura es el de Daniel (12:2-3). Después también hablará el libro 2 de los Macabeos (7:9.14.23; 12:43-46) y el libro de la Sabiduría (3:1; 5:1.5.15.16). 24 M. García Cordero, o.c. p.205-206. 25 Cf. H. Bruders, La part de la Chronique ju'ive dans les erreurs de l'histoire universelle: NRTh 56 (1934) 937-939. 26 Cf. Eusebio, Hist. Eccl. 39:11-13. 27 Cf. San Justino, Dialogo con Trifón 80-81. 28 San Ireneo, Adv. haer. 5:29:3ss; 5:31:1-2; 32:1; 35,i; 35:2: PG 7:1201-1221. 29 Tertuliano, Adv. Marcionem 3:24: PL 2:355-356. 30 Cf. eusebio, Hist. Eccl. 7:24. 31 Cf. Proí. in Cant; De principiis 2:11:2. 32 Cf. In haiam 18: PL 24:627. 33 Serm. 259:2. 34 De civitate Dei 20:7:1-2: PL 41:666-668. 35 Rom_6:1-10; Gol 3:1-2; Flp_3:20; cf. Jua_5:25-28. 36 E. B. Allo, o.c. p-324- 37 E. B. Allo, o.c. p.328. 38 M. E. Boismard, L'Apocalypse, en La Sainte Bible dejérusalem p.79. 39 Cf. Dom Leclercq, Millénarisme, en Dicí. d'archéol. et liturgie XI 1192-1194. 40 El P. Manuel de Lacunza y Díaz nació en Santiago de Chile en 1731. En 1747 entró en la Compañía de Jesús. Murió el 17 de junio de 1801. En los últimos quince años de su vida se dedicó al estudio del problema milenarista. El fruto de su estudio cristalizó en un libro cuyo título era La venida del Mesías en gloria y majestad. Cf. Beltrán Villegas, El milenarismo y el Antiguo Testamento a través de Lacunza: Dissertatio ad Laureara apud Pontif. Athenaeum Angelicum (Valparaíso 1951); A. F. Vaucher, Une célébrité oubliée: le P. Manuel de Lacunza y Díaz, S. I. (1731-1801) (Coilonges-sous-Saléve 1941). 41 Cf. A AS 36 (1944) 212. Además de la bibliografía ya dada en las p. 31955, ofrecemos la que sigue sobre el milenarismo: E. B. Allo, L'Apocalypse de Sí. /ean3 (París 1933) p.LXIU-LX1V.CXII-CXLIII; id., St. Paul et la double résurrection corporelle: RB 41 (1932) 187-209; W. A. Brown, Millenium, en A Dictionary ofthe Bible (Hastings) 3 (1900) 370-373; A. Har-Nack, Millenium, en Theéncyclopedia Britannica n.a ed. 18 (1911) 460-463; T. de beláuste-gui, La conversión de los judíos y el fin de las naciones (Barcelona 1922); A. Colunga, Los sentidos de las profecías: Actas del Congreso Internacional de Apologética 2 (Vich 1910) p.63-81; H. Hopfl, De regno mulé annorum in Apocalypsi: VD 3 (1923) 206-210.237-241; ch. journet, La signification des prophéties touchant le royanme de Dieu: accord partiel d'un jésuite et d'un adventiste: Nova et Vetera 17 (1942) 438-451; J. B. frey, Le conflit entre le messianisme de Jesús et le messianisme des juifs de son temps: Bi 14 (1933) 133-149-269-293; O. Cullmann, Le Re-tour du Christ esperance de l'église selon le Nouveau Testament: Coll Gahiers Théologiques de l'Actualité Protestante (París-Neuchátel 1948); C. H. Schaible, Las primeras ediciones de la obra de Lacunza: Revista Chilena de Historia y Geografía ni (1948) 205-271; R. Silva Castro, En torno a la bibliografía de Lacunza: ibid. 105 (1944) 167-182. 42 Mt 24:21-22. 43 2Te_2:3-8. 44 Magog es citado en Gen 10:2 como hijo de Jefté. En Eze_38:2, Magog es el país o el reino del príncipe Gog. Este país estaba situado probablemente cerca del mar Caspio. En la literatura apocalíptica posterior, Gog y Magog designan claramente dos pueblos. Para el autor del Apocalipsis simbolizan las naciones paganas coligadas por el diablo contra la Iglesia. Cf. A. gelin, o.c. 658. 45 Nácar-Colunga tienen la anchura; pero ôï ôôëÜôïò también se puede traducir por la Ranura,'que parece estar más en conformidad con el pensamiento de San Juan. 46 Cf. Lev_2:4. 48 Eze_38:22; Eze_38:3Eze_9:6. 47 Rev_16:16. 49 Cf. Rev_11:5. 50 Rev_13:11-17. 51 M. García Cordero, o.c. p.21o. 52 Cf. J. H. Michael, A Vision ofthe Final Judgement, Ap 20:11-15: ExpTim 63 (1951' 1952) 199-201. 53 En otros pasajes del N. T. es Jesucristo el juez del mundo (Mat_16:27; Mat_25:31-46; Jn 5. 24; Hec_17:31; 2 Cor 5>io), y ejecuta el juicio en nombre de Dios Padre (Jua_5:24; Act 17.31)· pues sólo Dios es juez (Mat_18:35; Rom_14:10). 54 1834:4. 55 Rev_6:12-14. 56 Isó.i. 57 Rev_6:2; Rev_19:8. 58 Rev_21:1. 59 Libro de Henoc 98:7. 60 De civitate Dei 20:14-15. 61 Gf Rev_3:5; Rev_13:8; Rev_17:8; Rev_21:27. A propósito de los libros en que estaban escritas las Dueñas y las malas acciones, cf. Isa_65:6; Jer_22:30; Dan_7:10; Mal_3:16; Sal_139:16. 62 En el libro de la vida tiene Dios escritos a sus amigos, a quienes se prometen largos años 63 Rev_1:18; cf. Pro_27:20. 64 Cf. J. Salguero, Antropología hebrea e incertidumbre sobre la otra vida: CultBib 19 (1962) 93-ss. 65 Rom_5:12. 66 1Co_15:26.54-50. 67 Rev_21:4; cf. Isa_25:8. 68 Mat_25:41-45 69 Mat_8:12; Mat_13:42.50; Mat_22:13. 70 Rev_20:935. 71Jn_5:29.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 20

2. EL JUICIO SOBRE SATÁN (20,1-10)

Con el juicio sobre la bestia y sus adeptos se ha privado a Satán de los instrumentos con cuya ayuda había intentado con éxito contraponer en la tierra un reino contrario al reino de Dios fundado por Cristo y a su manifestación histórica provisional en la Iglesia. Para llevar adelante esta tentativa ahora ya sólo puede contar de nuevo consigo mismo. Además, con la parusía (19,11-16) se ha modificado radicalmente su situación. Ya con la acción redentora de Cristo estaba dada por perdida su posición (cf 12,7-12). Sin embargo, a pesar de haber cambiado con la historia de Jesús la realidad del hombre y del mundo (cf. comentario a 12,9-11), se le había dejado un plazo para continuar sus maquinaciones en la tierra (12,12). La dilación ha llegado a su término. El poderío aparente que hasta aquí había podido Satán seguir simulando todavía algo en la historia, queda desenmascarado al fin como tal de forma tangible para todo el mundo, y esto sucede todavía dentro del ámbito de la historia y en el terreno del mundo de otrora. Así pues, la realidad oculta de la salvación, que era conocida a los creyentes y estaba ya presente, se pone visiblemente de manifiesto no ya precisamente tras la conclusión de la historia universal, sino todavía una vez durante su transcurso. Este pensamiento fundamental parece caracterizar como Leitmotiv los desarrollos no fácilmente comprensibles relativos al encadenamiento de Satán, al reinado milenario y a la subsiguiente puesta en libertad del demonio por breve tiempo.

a) El reino de los mil años (20,1-6)

1 Y vi a un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano.

En una nueva visión, que no está acoplada a la del jinete vencedor, ve Juan a un ángel que desciende del cielo a la tierra. Los objetos que lleva en la mano permiten adivinar su encargo. La «llave del abismo» la tiene en custodia Cristo (cf. 1,18); una vez se había entregado ya a un ángel caído (9,1), que abriendo el abismo debía desencadenar la quinta plaga de las trompetas (cf. comentario a 9,1s). Ahora bien, el ángel de Dios tiene el encargo de abrirlo, no para dar libertad a los demonios, sino para encerrar a su cabecilla supremo; esto se echa de ver por la cadena que lleva en la mano.

2 Se apoderó del dragón, de la serpiente antigua que es el diablo y Satán, y lo encadenó por mil años.

El ángel cumple su encargo sin dificultad; el dragón debe dejarse encadenar como impotente, pues, pese a su peligrosidad, de la que anteriormente se habían presentado imágenes terroríficas, hace ya tiempo que está desarmado y desposeído.

La repetición de su característica de 12,9 trata aquí de recordar no tanto lo que tiene de siniestro su persona y su voluntad, como esta sumisión ha tenido ya lugar, explicando a la vez por qué resulta tan fácil al ángel el desempeño de su encargo.

La escena de desenmascarar a Satán sólo descubre su especial significación si la considera en función de la intención parenética fundamental del Apocalipsis. Pone el poder aparente del adversario de Dios ante los ojos de quienquiera que lo aborda en nombre de Dios de manera tan sencilla y tan obvia, que los creyentes pueden enfrentarse con él sin temor y con absoluta seguridad.

En la escena de encadenar a Satanás se modifica en sentido bíblico un motivo antiquísimo que se puede hallar en los mitos de casi todos los pueblos, pero que tenía especial significado en representaciones religiosas dualistas, como las persas: la retención del poder destructor del mal presentido en todas partes en la naturaleza y en la historia 74.

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74. En la imagen de encadenar a Satán utiliza un motivo mitológico muy antiguo y muy propagado. No sólo se halla en las sagas orientales del mundo de los ínferos, sino que emerge también en los Edda, en el Fenriswolf encadenado. Lo que más se acerca a la descripción de Rev_20:1-6 es el mito iranio del encadenamiento de la serpiente Azhi Dahaka, que también logra soltarse una vez antes de ser sometida definitivamente. La idea de que poderes espirituales malignos son encerrados en una prisión está utilizada también en Isa_24:21 s y se halla con mucha frecuencia, sobre todo, en la apocalíptica judía tardía (por ej. en Ap de Henoc 10,4-10; 18,12-19,3; 21,1-10, etc.)

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3 Lo arrojó al abismo, que cerró y selló, para que no extraviase más a las naciones, hasta que se cumplieran los mil años. Después de esto habrá de ser soltado por un poco de tiempo.

Excluir a Satán de la historia es una disposición de Dios garantizada (el sello de Dios sobre la puerta) por un período de mil-años, es decir, por un tiempo relativamente largo 75.

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75. El número mil sólo tiene aquí valor de símbolo. En la concepción irania del mundo desempeñaba un papel en la división del tiempo del mundo, cuyo transcurso se concebía en períodos sucesivos de mil años cada uno. El judaísmo tomó sin duda de aquí el número para concretar su idea de la semana del mundo. Se concebía el tiempo del mundo conforme al modelo de la obra de seis días de la creación, seguida de un séptimo día, como día de reposo; tras los seis mil años de historia del mundo viene el sábado del mundo que dura 1000 años (cf. Epístola de Bernabé 15,3 ss).

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Durante esta época no tiene el diablo ningún género de influencia inmediata sobre el acontecer del mundo y tiene que dejar tranquila a la humanidad. Mirando adelante a 20,7-10, se indica ya aquí lo que sucederá una vez transcurrido el tiempo prefijado: después el demonio «habrá de ser soltado» -es decir, según el designio divino- brevemente en libertad por última vez; sólo entonces se pronunciará sobre él la sentencia final.

4 Y vi tronos, y a los que se sentaron en ellos, y se les dio poder de juzgar. Y vi las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y a cuantos no habían adorado la bestia ni su imagen, ni habían recibido la marca en la frente ni en la mano, y revivieron y reinaron con Cristo por mil años. 5 Los demás muertos no revivieron hasta que se hubieron cumplido los mil años. Esta es la primera resurrección.

En vano buscamos una relación que nos informe de cómo van las cosas en la tierra durante el reinado de los mil años. La visión que nos dice mediatamente algo sobre este particular, se desarrolla en el cielo. Representa una sesión judicial. Quiénes sean los jueces es cosa sin importancia para la instrucción que se quiere dar en esta visión; por esta razón no se mencionan. Ante el tribunal comparecen dos grupos sobre los que hay que sentenciar. El primer grupo lo constituyen los mártires 76, que ya en 6,9 se habían caracterizado de la misma manera; el segundo grupo es el de los confesores, que durante el tiempo del Anticristo dieron buena prueba de sí en la fe (cf. 13,8.15-17; 15,2), aunque sin tener necesidad de dar por ella el testimonio de su sangre. A unos y otros asignan los jueces en el cielo como recompensa una nueva vida después de la muerte, la cual, como ya se dijo anteriormente (5,10), significa participación en la soberanía de Cristo sobre el mundo (cf. 2,26s; 3,21).

Que su participación en la soberanía se restrinja al período del destierro de Satán del mundo resulta poco comprensible a primera vista. La visión presenta un cuadro del cielo que debe, por tanto, considerarse también como el lugar en que se hallan los que reinan juntamente con Cristo. Además se dice implícitamente que su recompensa presente no es la definitiva; más bien se trata únicamente de informar sobre cuál será su suerte durante los «mil años». De importancia decisiva para la recta inteligencia del conjunto será descubrir qué sentido tiene aquí la aserción «revivieron» La resurrección corporal sólo tiene lugar más tarde, inmediatamente antes del juicio final (v. 13), tanto para los buenos como para los malos (cf. v. 12 y, 15). De los «demás muertos» -que en el contexto de este pasaje son los adeptos de la bestia- se dice aquí expresamente que no reviven. Una segunda resurrección corporal de los buenos es inconcebible y sería además un contrasentido. La «primera resurrección» puede, por tanto, significar únicamente una realidad trascendente, es decir, una situación que se da por encima de la realidad terrestre, aunque no sin importancia para ésta ni sin influjo sobre ella. La visión misma indica esta circunstancia por el hecho de no desarrollarse en la tierra, sino en el cielo. Vistos todos los datos en conjunto, sólo queda una interpretación plausible: La «primera resurrección» es la participación en la gloria y, por tanto, también en la soberanía de Cristo glorioso. Esta participación se otorga a aquellos que sacrificaron su vida por la confesión de Cristo o que, aun sin martirio, con la fe en él atravesaron la puerta de la muerte y pasaron a la verdadera vida; su «muerte primera» fue para ellos su «primera resurrección». A todos los demás les aguarda después de la muerte primera (cf. 19,21) «la segunda muerte», como se dice en el versículo siguiente; lo que con ésta se quiere dar a entender se explica después (20,14).

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76. El trato de preferencia dado a los mártires en el Apocalipsis puede registrarse a lo largo de todo el libro. Está en conexión con el objetivo fundamental del escrito, que consiste en armar a los cristianos de constancia para afrontar valerosamente la muerte en vista de la persecución que amenazaba.

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6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección. Sobre éstos no tiene potestad la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él por los mil años.

Esta bienaventuranza menciona a los santos que han sido hechos partícipes de la primera resurrección; en el primigenio sentido de la palabra significa esto que ellos, separados de los malos, quedan introducidos en el ámbito trascendente de Dios y están en comunión de vida con aquel cuya esencia es santidad. Debido a esta nueva forma de existencia, la segunda «muerte» no puede afectarles en modo alguno: están preservados de la condenación eterna (cf. comentario a 2,11).

La «primera resurrección» y la «segunda muerte» se excluyen por tanto mutuamente. La «segunda muerte» significa el estado de los condenados; según esto, parece obvio suponer que «la primera resurrección» es el estado contrario, a saber, el de la unión bienaventurada con Cristo en la gloria del Padre. Con esto cuadra la interpretación, que sigue a continuación, de la vida bienaventurada como servicio sacerdotal para Dios y para Cristo, y como reinado en común con el Redentor del mundo (cf. comentario a 1,6 y 5,10) sobre el trono del Padre.

De aquí se puede también concluir algo tocante al estado y a las condiciones de la Iglesia en la tierra durante el período en que Satán está privado de poder. En este tiempo no puede él servirse de instrumentos demoníacos ni humanos para la lucha contra el pueblo de Dios (cf. 19,20; 20,3). A la época de la persecución sigue para la Iglesia un tiempo de paz al exterior y en el interior. Según esto, también la soberanía de Cristo y de sus santos, su triunfo en el cielo podrán tener su correspondencia en la tierra en la organización de la sociedad humana en cuanto tal, como también en la de sus grupos particulares. Una vez que está detenido el influjo de los poderes diabólicos sobre la historia, la situación que de ello ha resultado en la tierra puede entenderse en sentido espiritual también como una toma de poder por Cristo y por sus santos; la propagación del Evangelio entre los hombres podría seguir libremente su curso, y su influjo en la sociedad humana se ejercería sin trabas 77.

Cierto que con el desarme y desposeimiento del demonio no queda absolutamente alejado de la humanidad el mal. Subsiste todavía la otra fuente del mal, el corazón humano, «cuyos deseos tienden al mal desde la adolescencia» (Gen_8:21). Así pues, la perversión y el pecado así como la desgracia y la muerte, no desaparecerán del mundo ni siquiera durante este período de paz de la Iglesia en la tierra; con ello no se ha devuelto todavía a la tierra el primigenio estado paradisíaco.

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77. La idea del reino de los mil años es en el NT exclusiva del Apocalipsis. En ella se utilizan materiales imaginativos de la apocalíptica judía contemporánea, los cuales, modificados y espiritualizados en sentido cristiano, se reúnen en un diseño autónomo. El elemento fundamental está constituido por la idea de un reino mesiánico intermedio, que precede al establecimiento definitivo de la soberanía de Dios (cf. Ap de Henoc 91,12 ss; Oráculos sibilinos 3,652 ss, etc.). Contrariamente a la apocalíptica judía, que describe el reino intermedio en forma en parte terrestre y material, el Apocalipsis traza de él un cuadro trascendente. Esto, sin embargo, no impidió que en tiempos cristianos primitivos se entendiera erróneamente en el sentido de la concepción judía; (el llamado quiliasmo). Desde san Agustín, que interpretó el reino de los mil años en sentido de historia de la Iglesia (La Ciudad de Dios 20,7 ss), perdió el quiliasmo su importancia en la Iglesia.

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b) Caída definitiva de Satán (20,7-10).

7 Cuando se cumplan los mil años, será soltado Satán de su cárcel, 8 y saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para congregarlos para la guerra, cuyo número es como la arena del mar.

Lo que ya en el v. 3 se había anunciado como contenido en el designio de Dios sobre la historia, a saber, la nueva liberación de Satán, se expone ahora brevemente. él aprovecha inmediatamente la posibilidad recuperada, a fin de intervenir a su manera en la historia y trastornarla. Con su propio desposeimiento temporal, así como con la derrota definitiva de sus colaboradores, las bestias, se había visto impedido en su anterior intención y actividad de «seducir a los pueblos»; ahora él solo y directamente vuelve a poner manos a la obra, procurando enrolar bajo su bandera a los poderes políticos del mundo e incitarlos contra «el campamento de los santos y la ciudad amada» (v. 9; cf. comentario a 14,1-5), es decir, contra los seguidores de Cristo y contra su Iglesia. Logra desencadenar una rebelión general («en los cuatro ángulos de la tierra»; el número cósmico: cuatro); son inmensas las multitudes -esto se expresa con la tradicional comparación bíblica con la «arena del mar»-, que se apiñan como reservistas de Satán (cf. 19,17-21) y se ponen bajo su mando para la última acometida contra el pueblo de Dios. El esbozo del cuadro, en cuanto al contenido y a la ejecución, tiene su modelo, del que depende, en Eze_38:1-39, 20, que lo desarrolla por extenso. Allí se encuentran también los nombres míticos de Gog y Magog 78, que ya en la apocalíptica judía se empleaban como designaciones simbólicas de masas de enemigos, que avanzan de los cuatro puntos cardinales para luchar contra el reino escatológico del Mesías 79.

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78. Ezequiel describe como «al final de los días» (38,16) ejércitos poderosos guiados por el príncipe «Gog de la tierra de Magog» (38,2) avanzan para combatir contra el pueblo de Dios. Sin embargo, son destruidos por la intervención maravillosa de Dios. Ya en la traducción griega del AT, la versión de los LXX, aparece el nombre geográfico Magog como nombre de persona; y en la apocalíptica posterior «Gog y Magog» viene a ser una fórmula estereotipada para designar poderes contrarios a Dios.

79. Cf. Oráculos sibilinos 3,319.512; 4 Ezr_13:5 ss; Ap. de Henoc 56,5 ss.

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9 Avanzaron por la superficie de la tierra y cercaron el campamento de los santos y la ciudad amada, y bajó fuego del cielo y los devoró. 10 Y el diablo que los había seducido fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde estaban también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

La situación de la Iglesia vuelve a parecer totalmente desesperada frente a un ejército tan poderoso que la ha rodeado y cercado. Por segunda vez se congrega en un lugar (cf. 16,14-16; 19,17-21) todo el contingente de los enemigos de Dios, que tratan de disputarle el reino en la tierra a él y a su Mesías. Como la primera vez, tampoco ahora se libra ninguna batalla; Dios interviene maravillosamente para socorrer a la «ciudad amada», aniquilando en un abrir y cerrar de ojos con fuego del cielo el enorme poder del enemigo (cf. Exo_38:22).

Con esta última tentativa queda completamente al descubierto «el misterio de la impiedad» (2Th_2:6) en todo su horror y al mismo tiempo en su impotencia, en el transcurso de la historia del mundo; la derrota de Satán, que hacía ya tiempo que había tenido lugar (cf. 12,7-11) se hace ahora notoria también históricamente. El breve tiempo en que el furor del que ya estaba condenado pudo desfogarse contra la Iglesia de Cristo en la tierra (cf. 12,12), ha transcurrido ya; como corresponde a su ser, que es la negación radical de Dios y de todo los que le pertenece, ahora se hace definitiva y eterna su exclusión del mundo de Dios, y esta separación de Dios acaba en infelicidad eterna. La trinidad satánica, tras el vértigo del poder, vuelve a hallarse de nuevo impotente en el tormento eterno de los réprobos. Quien elige el seguimiento de Satán, hace una elección para toda la eternidad, al igual que el que opta por seguir a Cristo.

3. EL JUICIO FINAL (20,11-15)

11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se encontró lugar para ellos.

Con Satán se ha alejado de la creación de Dios el verdadero factor de perturbación y de destrucción, la última causa de todos los procesos caóticos en la historia universal. Con ello se han sentado las bases de la posibilidad de un nuevo orden del mundo, de su elevación al estado final de la consumación.

El último acto de la historia del mundo, al igual que la entera sucesión de cuadros del futuro, se introduce con una visión del trono (cf. 4,1-5,14); al comienzo de las revelaciones sobre la historia del mundo y de la salvación se había puesto el signo de la soberanía universal de Dios; con el mismo signo se pone ahora también el punto final al conjunto. Todos los juicios de Dios a lo largo de la historia, como fueron descritos sobre todo en las tres series de plagas, apuntaban en definitiva al restablecimiento de los órdenes perturbados. En el juicio final, el desorden de la injusticia, que en el transcurso de la historia del mundo había campeado en lo grande y en lo pequeño, quedará reajustado en conjunto y para siempre por la justicia incondicional de una última sentencia judicial que lo pone todo en su sitio.

La creación, en su forma desfigurada, afectada por el pecado del hombre, herida también por la maldición y trastornada por el influjo del mal (cf. Gen_3:17), se desvanece cuando irrumpe sobre ella la gloria del Dios tres veces santo en el momento de su venida para juzgar al mundo. Este fin del mundo que se describe por extenso en el apocalipsis sinóptico (cf. Mar_13:24-27), está delineado aquí con pocos rasgos, pero con tanta más fuerza y efecto.

Han pasado el cielo y la tierra; sólo ha quedado el símbolo del juicio: el gran trono, que ahora domina todo el cuadro en la esplendorosa blancura de la gloria divina. De nuevo aquí, como ya en 4,2, no se menciona por su nombre al que impera sobre el trono, pero la identidad de las imágenes en 4,2 y en 20,11 permite colegir la identidad de las personas. Así pues, como juez del mundo aparece aquí el Padre. El esbozo monumental, que con vistas a dar una impresión más fuerte, sólo retiene lo esencial, no excluye, sin embargo, que el Padre confíe la celebración del juicio al Hijo, como se ha atestiguado repetidas veces (cf. 6,16s; 14.14s; Joh_5:22).

12 Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y fueron abiertos los libros. Y fue abierto otro libro, que es el de la vida, y los muertos fueron juzgados de lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. 13 EI mar dio los muertos que en él estaban, y la muerte y el Hades dieron los muertos que en ellos estaban, y fueron juzgados cada uno según sus obras.

Juan ve de repente a todos los muertos de pie ante el trono del juez; no falta ninguno de los que vivieron, dondequiera que hubiera sido sepultado; la tierra y el agua, la muerte y el mundo subterráneo, representados como poderes personificados, como ya antes en 6,8, no pueden retener para sí a nadie.

Con lo denso y rápido del relato se quiere presentar claramente y destacar con insistencia el hecho del juicio y las pautas que vienen aplicadas. A este solo objeto se describe por extenso el hecho del juicio, como por ello se explica también la sorprendente transposición del juicio y de la resurrección de los muertos.

El juez no abriga acepción de personas; a todos se aplican las mismas normas; cada uno está solo delante de Dios; de la boca de Dios emana la última sentencia, la única sentencia plena y totalmente objetiva sobre cada persona y sobre su obra. A estas circunstancias especiales se da la principal importancia en la exposición; mediante una imagen muy expresiva, la de los libros, a los que se recurre para dictar sentencia, se hace que esta idea domine el centro del cuadro.

Dos clases de libros proporcionan los datos necesarios. La primera clase existe en numerosos ejemplares; sin duda existe un libro especial para cada uno de los que son juzgados. De la segunda clase, en cambio, sólo existe un ejemplar; contiene una lista de nombres, la lista de los ciudadanos del cielo; de esta lista se había hablado ya, se llama el «libro de la vida» (3,5; 17,18), o también el «]libro de la vida, del Cordero» (13,8; 21,27). Este registro sirve de base para dictar la sentencia.

Pero además de éste, hay un segundo libro de singular alcance para la sentencia: el registro de lo que cada persona ha hecho de su vida, el libro de sus «obras» (cf. Dan_7:10). Si la sentencia ha de ser positiva, tiene que haber concordancia entre elección y obras, entre gracia y cooperación, entre vocación y realización personal de la misma. Así, el juicio final no es sino la revelación universal de las decisiones que cada uno ha tomado personalmente (cf. Joh_3:18 s).

14 Y la muerte y el Hades fueron precipitados en el lago de fuego. Esta es la segunda muerte: el lago de fuego. 15 Y cuantos no se hallaron inscritos en el libro de la vida, fueron precipitados en el lago de fuego.

Con este juicio final llega a su término «este mundo» Mat_12:32; Luk_16:8; Luk_20:34; Rom_12:2, etc.); «este mundo actual y malvado» (Gal_1:4) debe dejar el campo libre al mundo «futuro» (Mat_12:32; cf. Eph_1:21; Eph_2:7, etc.). Dos poderes de este siglo, que deben su existencia al pecado (cf. Rom_5:12-21) Y que primero deben ser todavía eliminados, se mencionan aquí expresamente: la muerte y el reino de los muertos, el Hades. Como «último enemigo» (1Co_15:26) son excluidos de la creación de Dios antes de que la vida en ella pueda celebrar su triunfo eterno. También aquí se conciben estos dos poderes como personificados, concretamente como seres diabólicos, porque, en cuanto manifestaciones consecuentes al pecado, han desbaratado y trastornado la figura primigenia de la creación de Dios. Consiguientemente son enviados con Satán y sus cómplices a la condenación, en la que se hallan también los hombres que no habían podido responder satisfactoriamente ante el juicio de Dios.

La situación desesperada de los condenados a tormentos eternos (cf. 20,10) se llama en el Apocalipsis «la segunda muerte», de la que ya no hay resurrección.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



59 (d) El apresamiento de Satanás (20,1-3). La quinta trompeta ocasiona el descenso de un ángel del cielo para abrir el abismo, para que el ángel del abismo y sus demonios pudieran tor(-)tura a los habitantes de la tierra (9,1-11). Aquí, tras la victoria del Cristo exaltado sobre la bes(-)tia y el falso profeta, otro ángel desciende para confinar al dueño de la bestia, al dragón, en el abismo durante mil años. 2. apresó: Puesto que el dragón simboliza el caos y la infertilidad (véa(-)se el comentario sobre 12,3), el apresamiento simboliza el orden creativo y la fertilidad (véase PGM 4,3086-3124: H. D. Betz [ed.], The Greek Magical Papyri in Translation [Chicago 1986] 1, 98). Simboliza también un alivio del ataque a las naciones (v. 3). En el Ap, este apresamiento acontece en los últimos días. En el apocalipsis judío primitivo, los ángeles malos son apresados en los días del diluvio y serán confinados y cas(-)tigados hasta el día del juicio final (1 Hen 10,4-8; 118,11-19,3; 21,1-10; cf. Jue 6).

60 (e) El reino de los mil años (20,4-10). Este pasaje ha sido muy controvertido entre los cristianos, desde tiempos de la Iglesia pri(-)mitiva hasta el día de hoy. 4. vi unos tronos, y a los que se sentaron en ellos se les dio poder pa(-)ra juzgar: Es el primer juicio; el juicio segun(-)do, más general, se describe en 20,11-15. Los jueces anónimos son probablemente los fieles discípulos de Jesús, esp. aquellos que han muerto por su fe, «aquellos degollados por dar testimonio de Jesús» (véase 3,21; cf. Mt 19,28; Lc 22,28-30;-1 Cor 6,1-3). todos ellos revivieron y reinaron con Cristo mil años: La naturaleza de este gobierno ha sido debatida en la tradi(-)ción cristiana. El tiempo pasado se debe a la forma de visión; Juan está contando hechos que él «vio» en una visión, pero estos hechos pertenecen al futuro. Es probable que este go(-)bierno deba ser entendido como un reino mesiánico terreno. El v. 9 presupone que los san(-)tos, al terminar los mil años, vivirán en la tierra, en la amada ciudad (presumiblemente Jerusalén). La primera resurrección acontece(-)rá al comienzo de este período (w. 5-6). Se tra(-)ta de una recompensa especial para quienes fueron fieles hasta la muerte (véase el comen(-)tario sobre 14,1-5). Éstos comparten especial(-)mente el gobierno de Cristo. Es presumible que los cristianos supervivientes fieles tam(-)bién podían participar en él. Los gentiles su(-)pervivientes serían los súbditos de ese gobier(-)no (cf. 22,2). Algunos cristianos primitivos (chiliarchas) creían que el reino de los mil años sería un reinado terreno de felicidad ple(-)na (H. Bietenhan, SJT 6 [1953] 12-30). En sen(-)tido más espiritual que histórico lo compren(-)dieron Orígenes y Agustín. Agustín relacionó el apresamiento de Satanás con la vida de Je(-)sús y el reino de los mil años con el tiempo de la Iglesia (Cívitas Dei 20,1-9). Esta opinión fue la dominante hasta que el milenarismo cobró nueva vida con Joaquín de Fiore y los refor(-)madores radicales (véase ODCC 916). 6. la se(-)gunda muerte: Véase 21,8. serán sacerdotes: La función sacerdotal es importante durante el reinado mesiánico, pero no en la nueva Jerusalén (cf. 22,5): véase E. Schüssler Fiorenza, Priester für Gott (->18 supra) 338-44.375-89. 7-8. La liberación de Satanás y su nuevo ata(-)que contra los creyentes refleja el carácter cí(-)clico o repetitivo de la visión de la historia que tiene el Ap: la lucha entre Dios y Satanás, el or(-)den y el caos, se renueva constantemente, has(-)ta su final definitivo (v. 10; cf. 21,1). 8. Gog y Magog: Esta renovación de la batalla estaba inspirada en Ez 38-39. Sobre la idea del carác(-)ter limitado del reino mesiánico, véase 2 Esd 7,28-30.

61 (f) El juicio final (20,11-15). Éste el se(-)gundo juicio o el juicio general (véase el co(-)mentario sobre 20,4). 11. tierra y cielo se desva(-)necieron ante la presencia del que estaba sentado sobre el trono y desaparecieron sin dejar rastro: El poder y la majestad de la presencia de Dios, en esta teofanía final, destruirán la primera creación (véase 21,1 y 11,19). 12. vi a los muer(-)tos: Ésta es la segunda resurrección (cf. 20,5). Es general, es decir, comprende a todos los muertos (v. 13), excepto a aquellos que resuci(-)taron en la primera resurrección (w. 4.6). La referencia más clara en la literatura judía a la resurrección es Dn 12,2, donde se espera que sean «muchos» los que resuciten, los especial(-)mente justos y los particularmente malvados. La esperanza en una resurrección general apa(-)rece en 1 Hen 51,1; Hch 26,23; 1 Cor 15,20; PsFilón 3,10; 2 Esd 7,32; ApBar (gr) 30,2; 42,8; 49-52. Como en este pasaje, resurrección y juicio son explícitamente vinculados en PsFilón 3,10; 2 Esd 7,32-43; ApBar (gr) 50,1-4. se abrieron en(-)tonces los libros... y los muertos fueron juzgados según sus obras, conforme a lo que estaba escri(-)to en los libros: En los escritos apocalípticos ju(-)díos aparece la idea de que los ángeles anotan las acciones de otros ángeles y de los seres hu(-)manos como prueba para el juicio final (1 Hen 89,61-64.68-71; 90,92; ApBar 24,1). se abrió otro libro, el libro de la vida: Véase el comenta(-)rio sobre 3,5. La humanidad entera queda divi(-)dida entre aquellos cuyos nombres están escri(-)tos en el libro de la vida y aquellos que no lo están. Los que están inscritos fueron elegidos antes de la fundación del mundo (13,8). Los otros que no están, adoran a la bestia, y, por ello, serán castigados eternamente (13,8; 17,8; 11; 20,15). La imagen del libro de la vida es una forma de explicar por qué unos se con(-)vierten al Dios verdadero mientras que otros no lo hacen. Esta imagen de la elección y de la no elección es colocada en paralelo con la ima(-)gen de la responsabilidad humana (los libros en los que se anotan las acciones). No se perci(-)be contradicción entre ellas. 14. muerte y abis(-)mo fueron arrojados después al estanque de fue(-)go: cf. 1 Cor 15,26.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XX.

2 Satan bound for a thousand yeeres. 6 The first resurrection: they blessed that haue part therein. 7 Satan let loose againe. 8 Gog and Magog. 10 The deuil cast into the lake of fire and brimstone. 12 The last and generall resurrection.

[Satan loosed.]

1 And I saw an Angel come down from heauen, hauing the key of the bottomles pit, & a great chaine in his hand.
2 And hee laid hold on the dragon that old serpent, which is the deuill and Satan, and bound him a thousand yeres,
3 And cast him into the bottomlesse pit, and shut him vp, and set a seale vpon him, that he should deceiue the nations no more, till the thousand yeeres should bee fulfilled: and after that hee must be loosed a little season.
4 And I saw thrones, and they sate vpon them, and iudgement was giuen vnto them: & I saw the soules of them that were beheaded for the witnesse of Iesus, and for the word of God, and which had not worshipped the beast, neither his image, neither had receiued his marke vpon their foreheads, or in their hands; and they liued and reigned with Christ a thousand yeeres.
5 But the rest of the dead liued not againe vntill the thousand yeeres were finished. This is the first resurrection.
6 Blessed & holy is he that hath part in ye first resurrection: on such the second death hath no power, but they shall be Priests of God, and of Christ, and shall reigne with him a thousand yeeres.
7 And when the thousand yeeres are expired, Satan shall be loosed out of his prison,
8 And shall goe out to deceiue the nations which are in the foure quarters of the earth, [ Eze_38:2 ; Eze_39:1 .] Gog & Magog, to gather them together to battell: the number of whom is as the sand of the sea.
9 And they went vp on the breadth of the earth, and compassed the campe of the Saints about, and the beloued citie: and fire came downe from God out of heauen, and deuoured them.
10 And the deuil that deceiued them, was cast into the lake of fire and brimstone, where the beast and the false prophet are, and shall be tormented day and night, for euer and euer.
11 And I saw a great white throne, and him that sate on it, from whose face the earth and the heauen fled away, and there was found no place for them.
12 And I sawe the dead, small and great, stand before God: and the books were opened: & another [ Rev_3:5 .] booke was opened, which is the booke of life: and the dead were iudged out of those things

[A new heauen.]

which were written in the books, according to their works.
13 And the sea gaue vp the dead which were in it: and death and [ Or, hell.] hell deliuered vp the dead which were in them: and they were iudged euery man according to their works.
14 And death and hell were cast into the lake of fire: this is the second death.
15 And whosoeuer was not found written in the booke of life, was cast into the lake of fire.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El juicio final

Si la huida del cielo y la tierra de la faz de Dios ha de verse como el precursor del nuevo cielo y la nueva tierra (cf. 2 Ped. 3:10-13), el espectáculo del gran trono blanco como la única realidad que la humanidad puede contemplar es ciertamente una visión terrible. Pero la descripción probablemente es simbólica para aumentar la terrífica grandeza de la escena, la última teofanía abrumadora de la cual quiere escapar la humanidad sin lograrlo (cf. 6:12-17).

12 Los muertos, grandes y pequeños, están de pie delante del trono, o sea que toda la humanidad es convocada al juicio. ¿Está exenta de esto la iglesia? 20:4-6 sugiere que sí, pero en ese caso los creyentes habrían sido juzgados antes (cf. 3:5; 2 Cor. 5:10), pero Juan no da indicios de esto. El pasaje destaca la necesidad de que todos sean juzgados, sean santos o pecadores ¡y hay bastante tiempo como para ello! El juicio continúa de acuerdo con dos criterios: primero, de acuerdo a sus obras y, en segundo lugar, por el testimonio de los libros. Este último hecho se toma de Dan. 7:10, que refleja tanto una corte común en sus procedimientos como el hábito de los reyes persas de registrar cada detalle de los eventos en sus provincias. Lo más importante es que el testimonio conjunto de ambos criterios concuerda y el libro de la vida ha de revelarlo.

14, 15 La Muerte y el Hades representan el hecho de morir y la condición a que se llega luego de la muerte. Ambos fueron lanzados al lago de fuego, circunstancia que muestra la naturaleza claramente pictórica de la escena, incluyendo el lago de fuego. En ese lago fueron echados aquellos cuyo nombre no fue hallado inscrito en el libro de la vida. El lago tiene su origen en el abismo, la sede del monstruo enemigo de Dios, y tradicionalmente la morada de los malos espíritus y el lugar donde los ángeles caídos fueron castigados. Es la alternativa a la ciudad de Dios. De acuerdo con ello, Juan representa la misma realidad por el muy diferente símbolo de la vida fuera de la ciudad (21:27) en contraste con la vida dentro de ella (21:24-26). Es significativo que todo comienza en relación con la nueva creación, la obra de Dios en Cristo; podemos estar seguros de que la gracia y la verdad (Juan 1:17) serán tan realmente unidas en el juicio como lo fueron en la cruz de Cristo.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Derrotado el mal y quitada de en medio su raíz, el demonio, tendrán lugar la resurrección y el Juicio Universal. El Juicio viene descrito con la imagen de los libros: en unos están consignadas las acciones de los hombres (cfr Dn 7,10; Is 65,6; Jr 22,30; Mal 3,16; Sal 139,16); en otro especial, los nombres de los predestinados a la vida eterna (cfr Dn 12,1). Con la imagen de los libros, el Apocalipsis nos enseña dos verdades cuya relación siempre queda en el ámbito del misterio: la gracia de la predestinación y la libertad. La «muerte segunda» (v. 14) es la condenación eterna. Sobre la verdad del Juicio Final, enseña Pablo VI: «Subió (Cristo) al Cielo y vendrá de nuevo, esta vez con gloria, para juzgar a vivos y muertos, a cada uno según sus méritos: quienes hayan correspondido al Amor y a la Piedad de Dios irán a la vida eterna; quienes le hayan rechazado hasta el fin, al fuego inextinguible (...). Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de cuantos mueren en la gracia de Cristo, tanto los que todavía deben ser justificados en el Purgatorio, como las que desde el instante en que dejan los cuerpos son llevadas por Jesús al Paraíso como hizo con el Buen Ladrón, constituyen el Pueblo de Dios más allá de la muerte, la cual será definitivamente vencida en el día de la Resurrección, cuando esas almas se unirán de nuevo a sus cuerpos» (Cred. Puebl. Dios 12 y 28).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "Abismo": ver nota 9. 1.

2. "Mil años": número simbólico que indica un tiempo muy largo. Ver 2Pe_3:8.

4. Dan_7:22. De la interpretación literal de este versículo nació la teoría llamada "milenarismo", según la cual, Cristo vendrá a la tierra para reinar durante mil años. En realidad, el versículo tiene un sentido simbólico.

6. Ver nota 2. 11.

8. Eze_38:2. "Gog y Magog" significan las naciones paganas coaligadas por Satanás contra la Iglesia.

9. Eze_38:22.

12. Dan_7:10. En los "libros" están escritas las acciones de los hombres. Sobre el "Libro de la Vida", ver nota 3. 5.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_21:4; 1Co_15:26; 1Co_15:54; Apo_2:11

NOTAS

20:14 Después del Juicio final, también la muerte será reducida a la impotencia, ver Apo_20:10; Apo_21:4 y Apo_20:6.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_21:4; 1Co_15:26; 1Co_15:54; Apo_2:11

NOTAS

20:14 Después del Juicio final, también la muerte será reducida a la impotencia, ver Apo_20:10; Apo_21:4 y Apo_20:6.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El juicio. Los textos bíblicos que hablan del juicio final o del juicio de las naciones enemigas del Pueblo de Dios están escritos en estilo apocalíptico, con símbolos tomados de los profetas y del Éxodo. Los enemigos del Pueblo de Dios tendrán que dar cuenta de sus obras. El juicio de Dios se refiere tradicionalmente a la derrota de las naciones paganas enemigas del pueblo escogido; la historia está llena de los juicios de Dios. El juicio final ya fue anunciado en 14,14-20 bajo la doble imagen de la siega y de la vendimia. Aquí, el juicio es el triunfo definitivo de Cristo y de los cristianos, la victoria abierta del bien sin que los malos puedan impedirlo. El juicio de Dios es la impotencia del mal. El juicio final de Mat_25:31-46 se debe interpretar como una parábola de premio y castigo para los que se niegan a aceptar las exigencias del reino de Dios.

Torres Amat (1825)



[4] Según San Agustín, estos mil años denotan todo el tiempo desde la muerte de Jesucristo hasta el fin del mundo. En esta época, el demonio está como atado o frenado por Cristo, sin poder obrar como antes lo hacía. Pero al fin del mundo quedará como desatado durante poco tiempo.

[11] De su antigua condición y forma, pues todo será nuevo.

[14] Los condenados y el diablo, autor de la muerte.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 20.6 La segunda muerte: Ap 2.11.

[2] 20.6 Ap 1.6; 5.10; cf. 1 P 2.5,9.

[3] 20.8 Gog y Magog: Cf. Ez 38--39.

[4] 20.11 Cf. Ap 4.2.

[5] 20.12 El libro de la vida: Ap 3.5.

[6] 20.11-12 Dn 7.9-10.

[7] 20.14 La muerte segunda: Ap 2.11; 21.8.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a 1Co 15:26; Apo 20:6

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

θάνατος ὁ δεύτερός WH NA28 RP ] δεύτερός θάνατος Treg

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— la segunda muerte: Ver nota a Apo 2:11.

Jünemann (1992)


14 h. Los demonios reyes de la muerte misma y del infierno, el reino de los muertos.
i. El lago es la muerte segunda, verdadera, definitiva.




Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

lago de fuego... → §240.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *1Cor 15:26 *1Cor 15:54