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Yo, Juan, fui el que vi y oí esto. Y cuando lo oí y vi, caí a los pies del ángel que me había mostrado todo esto para adorarle. (Apocalipsis  22, 8) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 22.
E l autor sagrado continúa en el capítulo 22:1-5 la descripción de la Jerusalén celeste, y nos habla de la felicidad de sus habitantes, sirviéndose de las imágenes del agua y de la del árbol de la vida.
El agua escasea en Palestina. No hay en ella ninguna ciudad por medio de la cual corra un río que la alegre, como sucedía en Nínive con el Tigris, en Babilonia con el Eufrates, y como en el paraíso terrestre con aquella fuente que, dividida en cuatro brazos, lo regaba y alegraba todo. Por eso Ezequiel! en su descripción de la Jerusalén de la restauración, cuida de poner un río que fecundiza con sus aguas sus arrabales y da frescor y felicidad a la hermosa ciudad. El profeta nos describe un arroyo que sale del templo y corre hacia el oriente y va creciendo cada vez más. Su cauce desciende por el valle Cedrón hasta el mar Muerto, cuyas aguas sanea y endulza, convirtiéndolas en fuente de riqueza. A ambas orillas de ese río crecen árboles frutales de toda especie, que dan un fruto cada mes y sus hojas son medicinales 2.
Pues San Juan, para completar el cuadro de la Jerusalén del cielo, pone también en ella un río de agua de vida, clara como el cristal, que sale del trono de Dios y del Cordero (v.1) y corre por las calles de la ciudad. A un lado y a otro del río hay árboles plantados, árboles de vida, que dan doce frutos al año y sus hojas son saludables para las naciones (v.2). Todo, pues, en ella es salud y vida 3. Sus frutos son frutos de vida, como los del paraíso 4, y las mismas hojas son medicinales. El árbol de vida de la Jerusalén celeste da frutos continuamente para que todos puedan comer de ellos cuando lo deseen. Estos frutos perennes son el símbolo y, al mismo tiempo, significan el don de la inmortalidad. En dicha ciudad no habrá enfermedades ni muerte, porque las mismas hojas del árbol de vida servirán de medicina para las gentes. Se refiere a la conversión de los gentiles cuando comenzaron a el triunfo de la Iglesia y la gloria de la Jerusalén celeste. Todas estas imágenes sirven para expresar la dicha de los moradores del cielo, que gozan de vida eterna sin temor alguno de enfermedad ni de muerte. Son símbolos para significar cómo Dios se comunica a los elegidos. El río, los árboles con sus frutos y sus hojas, simbolizan la abundancia de los dones y de las consolaciones de que gozarán los bienaventurados en el cielo, y especialmente la visión beatífica, por la cual Dios se comunica a los elegidos con todos sus bienes. La visión beatífica es el río que alegra la Jerusalén celeste, y en el cual beben los santos, logrando de esta manera la consolación de todas las aflicciones pasadas y la gloria e inmortalidad de los cuerpos.
Ese río que nace en el trono en donde se sientan Dios y el Cordero representa a Dios en cuanto se comunica a los elegidos: simboliza al Espíritu Santo. Y en este sentido parece constituir una alusión trinitaria bastante clara, ya que los ríos de aguas vivas simbolizan en San Juan 5 el don del Espíritu Santo. De este modo, en la cumbre de la Jerusalén celeste vemos a toda la Trinidad: el Padre ilumina la entera ciudad con su gloria, el Cordero la ilustra con su doctrina y el Espíritu Santo la riega y la fecunda con toda clase de bienes espirituales 6.
Los v.3-5 precisan la naturaleza de la felicidad de los elegidos sirviéndose de expresiones ya encontradas anteriormente. Los bienaventurados no tendrán temor alguno de perder la bienaventuranza ni de ser arrojados del cielo, porque allí no puede tener cabida ninguna tentación, ni pecado, ni dolor. En el paraíso terrestre nuestros primeros padres fueron tentados, cayeron en el pecado, y con él perdieron todos los dones preternaturales que poseían. No sucederá así en la Jerusalén celeste: no habrá ya maldición alguna en ella, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella (v.3). Entonces se cumplirá lo dicho por el profeta Zacarías acerca de la Jerusalén mesiánica: Y morarán en ella, y ya nunca más será anatema y morarán en seguridad 7. No habrá peligro de que la nueva Jerusalén sea condenada al anatema, herem, aniquilador, tan corriente en las guerras antiguas. Los elegidos, en el cielo, no temerán condenas, porque no habrá pecado. La bienaventuranza de los predestinados se caracterizará por una tranquilidad sin límites. Reinarán, sin ser turbados, sobre todo el universo por toda la eternidad. En el cielo verán a Dios cara a cara (v.4), con lo cual quedará satisfecho el más profundo anhelo del hombre, pues la visión de la esencia divina es lo que propiamente hace bienaventurados a los santos 8. La visión de Dios cara a cara, privilegio exclusivo del Hijo de Dios 9 y de los ángeles 10, será según la promesa del Nuevo Testamento la herencia de todos los hijos de Dios, coherederos con Cristo n. San Pablo también afirma que en el cielo veremos a Dios cara a cara: Ahora vemos por un espejo y oscuramente dice el Apóstol de las Gentes , entonces veremos cara a cara. Al presente conozco sólo en parte, entonces conoceré como soy conocido12. Y el mismo San Juan enseña a su vez en su primera epístola: Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es*13. Esta idea de la visión beatífica, de la plena felicidad en el cielo, sin duda que sería de gran efecto para infundir nuevos alientos a los cristianos perseguidos. Los que se mantuvieron fieles a Dios en este mundo reinarían sin fin con El y con el Cordero en el cielo.
Los santos en el cielo llevarán el nombre de Dios sobre la frente para indicar que pertenecen eternamente a Dios y que siempre serán posesión de Dios 14. Reinarán por los siglos de los siglos (v.5) con Cristo y le servirán como sacerdotes en una liturgia eterna 15. No tendrán necesidad de luz de antorcha ni del sol, porque el Señor los iluminará con su presencia 16.
Aquí debería terminar la última profecía de la Biblia, la más sublime de todas. Pero San Juan añadió un epílogo que insiste sobre el cumplimiento próximo de la profecía.





Epílogo, 22:6-21.
E l epílogo con el que se cierra el Apocalipsis viene a resumir el contenido del libro. Comprende una serie de sentencias un tanto inconexas escritas en. un estilo entusiasta. Hablan en él alternativamente varios personajes: Juan, el ángel, Jesús y el Espíritu Santo. Las ideas dominantes de este epílogo son la insistente preocupación de autenticar las revelaciones que Juan nos ha ido exponiendo a lo largo de todo su libro, con el fin de que nadie se atreva a falsificarlas o a cambiarlas, y el anhelo que se manifiesta de la pronta venida de Cristo.
En el epílogo se pueden distinguir los siguientes puntos: Declaraciones de Cristo y de Juan que sirven para atestiguar la genuinidad del libro (v.6-9). Después se añaden ciertas advertencias de Cristo sobre el cumplimiento próximo de la profecía del Apocalipsis (v.10-16). Vienen a continuación un llamamiento amoroso del Espíritu Santo a los cristianos y a la humanidad (v.17), una amenaza de Juan contra los falsificadores (v. 18-19), la promesa de Jesús de su próxima venida (v.20) y, finalmente, la salutación epistolar en forma de bendición (V.21).



Las palabras de esta profecía son atestiguadas, 22:6-9.
6 Y me dijo: Estas son las palabras fieles y verdaderas, y el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que están para suceder pronto. 7 He aquí que vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.8 Y yo, Juan, oí y vi estas cosas. Cuando las oí y vi, caí de hinojos para postrarme a los pies del ángel que me las mostraba. 9 Pero me dijo: No hagas eso, pues soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro; adora a Dios.

El que habla parece que debe de ser el mismo ángel que había servido de intérprete a San Juan en la postrera sección 17. Pero las palabras que dice en el í ç sólo convienen a Cristo. El interlocutor asegura que cuanto se contiene en el libro se cumplirá, y pronto, porque las palabras del Señor son fieles y verdaderas (v.6). Esta garantía se refiere al conjunto del Apocalipsis, pues la referencia de los v.6-7 a Rev_1:1-3 es bastante clara. Por el estilo y las referencias se ve que el autor del epílogo fue el que escribió el prólogo y el resto del Apocalipsis. El que envía al ángel es llamado el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, porque durante la economía antigua Yahvé les comunicó de su espíritu de profecía. Para entender todo el sentido de estas palabras es conveniente volvamos los ojos al Antiguo Testamento. Su contenido son multitud de promesas de Dios, cuyo cumplimiento se va retrasando cada vez más, de suerte que algunos ya dudaban de ellas. Pero la palabra de Dios no podía faltar, y Jesucristo vino a darle un cumplimiento muy por encima de cuanto podían los hombres esperar. Por eso, el Señor es llamado Fiel y Veraz en el Apocalipsis 18; y Cristo en el Evangelio dice de sí mismo que es la Verdad 19. La idea de que esas promesas se cumplirán pronto aparece muchas veces en el Apocalipsis. Sin embargo, hay que tener presente que esas promesas tienen muchos grados, los cuales se van desenvolviendo poco a poco. Y si bien la plenitud de ese cumplimiento se retrasa, no sabemos cuánto eso es un secreto del Padre celeste , no obstante, el tiempo, comparado con la eternidad, apenas es un momento, y al fin se cumplirán por encima de lo que el hombre puede esperar. El Dios de la revelación es el Dios de los espíritus de los profetas, expresión que hay que explicar por el texto de 1Co_14:32, en donde espíritu significa inspiraciones. Se trata, por consiguiente, de los dones profetices, cuya fuente está en Dios. El es el que envió sus inspiraciones a San Juan por ministerio de su ángel 20.
En el v.7 es el mismo Jesucristo el que toma la palabra para confirmar lo dicho por el ángel sobre la proximidad de su venida. La expresión vengo presto se lee otras dos veces en este epílogo 21, y también en los primeros capítulos del Apocalipsis 22. Parece como reflejar la tensión espiritual de Juan, que espera la llegada inminente de Cristo. Y quiere que los cristianos se preparen a su vez para el día de su par usía. La venida de Jesús aquí, como la venida de Yahvé en el Antiguo Testamento, puede tener lugar en diversos tiempos y según la obra que venga a realizar. Siempre que el Señor interviene en la historia de una manera especial, puede decirse que se ha producido una venida suya. Así, la venida puede ser más o menos pronta. Para cada cristiano en particular, la venida de Cristo tiene lugar en la muerte individual, pues con ella se decide su destino eterno 23. Por eso, el que vigile y el que esté atento a la llegada del Señor podrá ser llamado bienaventurado, porque Dios premiará la fidelidad con la gloria eterna. Si los cristianos guardan las palabras de la profecía del Apocalipsis siendo fieles, Dios será más fiel aún a las promesas hechas. Esta bienaventuranza es la sexta de las siete que cuenta el Apocalipsis 24. En ella se pone de relieve que, si el cristiano quiere obtener el cielo, ha de cumplir los preceptos divinos. La sola fe no basta para conseguir la felicidad eterna.
Después San Juan atestigua la verdad de todo lo expuesto en el Apocalipsis: Y yo, Juan, oí y vi estas cosas (v.8). Es una especie de firma puesta al libro. En el primer capítulo encontramos testimonios parecidos a éste 25. Y en el cuarto evangelio, el autor sagrado se expresa en términos muy semejantes 26. Todo lo cual nos demuestra que ha sido la misma mano la que ha compuesto estas obras. A continuación se nos describe una escena que es la repetición de Rev_19:10. Juan intenta hacer al ángel la cortesía de la adoración, tan común en los libros apocalípticos (v.8). Pero el ángel rehusa esa cortesía extremada, que tiene parecido con la adoración de latría, la cual sólo se debe a Dios. De sí mismo confiesa el ángel que es un consiervo del Señor, igual que Juan y sus hermanos en la fe (v.9). El ángel es consiervo de Juan en cuanto que éste tiene que transmitir el mensaje recibido del ángel, que a su vez lo transmite de parte de Dios. Como en Rev_1:1.3, el autor del Apocalipsis se coloca con toda sencillez en el rango de los profetas, porque, a imitación de los profetas del Antiguo Testamento, ha tenido que dar a conocer la revelación divina a los hombres. El ángel termina la frase diciendo: adora a Dios, que resume con fuerza el pensamiento de Juan y cuadra bien con el Apocalipsis, que es una protesta continua contra la idolatría.



Palabras de Cristo a toda la humanidad,Rev_22:10-16.
10 Y me dijo: No selles los discursos de la profecía de este libro, porque el tiempo está cercano. 11 El que es injusto continúe aún en sus injusticias, el torpe prosiga en sus torpezas, el justo practique aún la justicia y el santo santifíquese más. 12 He aquí que vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras.13 Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14 Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar por las puertas que dan acceso a la ciudad. 15 Fuera perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y todos los que aman y practican la mentira. 16 Yo, Jesús, envié a un ángel para testificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana.

Según el contexto, sería el ángel del v.9 el que continúa hablando; sin embargo, las palabras de los v.10-16 sólo pueden ser puestas en labios de Cristo a causa de la gravedad de las declaraciones que siguen. Jesucristo ordena a San Juan que no selle la profecía de este libro, porque su cumplimiento está cercano (v.10). El Apocalipsis está ordenado en gran parte a consolar y animar a los fieles, mostrándoles la especialísima providencia de Dios sobre ellos. Por eso, San Juan no debe sellar estos oráculos, para que en cualquier tiempo puedan los cristianos encontrar en ellos alivio y consuelo.
En contraste con la literatura apocalíptica, en donde se suele ordenar el mantener en secreto las visiones habidas 27, la revelación recibida por Juan no ha de permanecer oculta, sino que interesa manifestarla a la generación presente. Las profecías contenidas en ella comenzaban ya a cumplirse, y, por lo tanto, era urgente sacar provecho de ellas, preparándose para cuando llegasen los acontecimientos. Esta recomendación tenía particular interés para los contemporáneos de San Juan, que eran testigos de los hechos a los cuales alude en el Apocalipsis. Esto resulta particularmente claro por lo que se refiere a los capítulos 2-13 del Apocalipsis. Pero también el resto del libro se presenta íntimamente ligado con lo que precede en virtud del artificio literario llamado recapitulación, según el cual el Apocalipsis no expondría una serie continua y cronológica de sucesos futuros, sino que describiría los mismos sucesos bajo diversas formas. Para San Juan lo mismo que para los antiguos profetas, el futuro se presenta a su mente sin perspectiva propiamente temporal o cronológica. La venida del reino de Dios tendrá lugar después de la ruina de Roma, del mismo modo que el reino mesiánico es asociado en Isaías a la derrota de Asiría 28.
El plan de Dios se cumplirá de todas maneras. La mala voluntad de los hombres no podrá impedir el plan providencial divino. Por este motivo, el vidente de Patmos declara con cierta ironía que, mientras llega el cumplimiento de la profecía, cada uno considere lo que le conviene hacer: si trabajar en la obra de su santificación o dejarse llevar del pecado y del vicio (v.11). Es una figura retórica, la permisión, que se encuentra en diversos pasajes del Antiguo Testamento 29. El verdadero cristiano ha de trabajar por santificarse: el justo practique aún la justicia y el santo santifíquese mas. La persecución revelará las disposiciones íntimas de cada uno. Pero la venida de Cristo fijará a cada uno en la actitud que haya elegido libremente. Esta venida es anunciada como inminente por el mismo Jesucristo: He aquí que vengo presto 30 a dar a cada uno premio o castigo, según las obras que haya hecho (v.1a). Esto tendrá lugar al fin de la vida de cada uno, y de un modo especial al fin del mundo, cuando el hombre todo entero, en cuerpo y alma, recibirá la retribución merecida 31. El salario (6 ìéó3üâ ìïõ), premio o castigo que trae consigo el Señor, se dará a cada uno según las obras que haya practicado. El tema del salario o recompensa es frecuente en la Sagrada Escritura 32 e incluso en el mismo Apocalipsis 33. Jesucristo se presenta en este pasaje como Juez supremo, con lo cual se da a indicar que está en el mismo plano de igualdad con Dios Padre, pues en otros lugares del Apocalipsis Dios Padre era el juez 34.
Todas estas palabras de Cristo insisten en la inminencia de su venida y traen a la memoria las parábolas de la vigilancia, que tanto inculca Jesús en el Evangelio 35.
Jesucristo se aplica a sí mismo, corno en Rev_1:17; Rev_2:8, los títulos divinos que ya antes 36 habían sido atribuidos a Dios. El es el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin (í.13). Con lo cual pone de manifiesto que El es Dios, igual al Padre, y que, por lo tanto, tiene poder para mantener sus promesas y sus amenazas. Puede juzgar a los hombres como Señor soberano de toda la creación. De ahí que declare bienaventurados a los que lavan sus túnicas en la sangre del Cordero (v.14) 37, es decir, a los que han sabido aprovecharse de los efectos de la redención asimilándoselos. Estos son los únicos que podrán tener los vestidos limpios para ser admitidos al banquete celeste. El lavado de los vestidos de los elegidos solamente se podía llevar a cabo por medio de la sangre del Cordero 38. Esta bienaventuranza es la séptima y última del Apocalipsis 39. Los que se han purificado en la sangre del Cordero, o sea los que viven santamente, adquieren el derecho a comer de los frutos del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Jerusalén celeste 40 para permanecer en ella eternamente. Tener acceso al árbol de la vida y a la Jerusalén celeste es lo mismo que entrar en la gloria 41.
De esta ciudad santa serán excluidos los que no practican la ley de Dios y los que se han dejado arrastrar por los caminos de la inmoralidad42. En primer lugar no tendrán parte en la felicidad eterna los perros (v.15), es decir, los sodomitas y todos los manchados con los vicios de los idólatras43. El perro era considerado por los hebreos como animal impuro, y era tenido, por este motivo, en gran menosprecio. En el Antiguo Testamento, la expresión perros es empleada para designar a los hombres entregados a la prostitución y a los vicios de homosexualidad44. Aquí simboliza a los hombres impuros y viciosos45. Tampoco entrarán en el cielo los hechiceros, o sea los que se dedican a las artes mágicas, muy en boga en Asia Menor en el siglo 1; ni los fornicarios, que cometían toda suerte de inmoralidades46; ni los homicidas, que derramaban la sangre inocente de los cristianos o de los pobres esclavos47; ni de los idólatras, que, en lugar de adorar al Dios único y verdadero, daban culto a dioses falsos. Culto que muchas veces incitaba y conducía a la perversión moral. La lista se termina excluyendo de la Jerusalén celeste a todos los que aman y practican la mentira, es decir, a todos los que se oponen a la doctrina de Cristo, que es la única verdadera. Cristo es la misma Verdad48. Por eso, el que practica la mentira se hace amigo de Satanás, que es el padre de la mentira49, y no puede tener parte con Jesucristo, fuente de la Verdad.
El Apocalipsis comenzaba con una visión introductoria en la que aparecía Jesucristo escribiendo las cartas a las siete iglesias. Aquí el mismo Cristo da testimonio de la verdad de las revelaciones contenidas en dicho libro, y declara, como Señor de los ángeles, haber enviado un ángel para testificar todas estas cosas que van dirigidas a las iglesias (v.16) 50. Es, pues, un nuevo testimonio de la autenticidad del libro dado por el mismo Jesús (cf. v.6-7). El ángel de que nos habla el v.16 puede muy bien ser el último que habla al vidente de Patmos, o tal vez pudiera ser un nombre colectivo que abarca a todos los ángeles que aparecen en el Apocalipsis como intérpretes de Juan.
Cristo, que antes se declaraba principio y fin51, ahora se dice la raíz y el linaje de David, o sea que Cristo se presenta a sí mismo con los caracteres del verdadero Mesías para que nadie sienta temor de caer en una ilusión 52. Jesucristo es, además, la estrella brillante de la mañana, que anuncia el despuntar de aquel día eterno al que no sucederá ninguna noche 53. Esta estrella es también el símbolo del principado de Cristo sobre todos los santos y sobre todos los reyes de la tierra. En el claro cielo de Oriente, el lucero de la mañana brilla sobre todos los astros. Por algo ocupó un lugar tan distinguido en la religión astral de los pueblos mesopotámicos. Pues a esta estrella se compara Jesucristo, que en el cuarto evangelio dice de sí que es la luz del mundo 54. Y de El dice el mismo San Juan que es la luz verdadera que viene a este mundo a iluminar a todo hombre 55.



El Espirita y la Iglesia le responden con un llamamiento insistente,Rev_22:17.
17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida.

El Espíritu Santo, que habita en la Iglesia y que en el corazón de los fieles ora con gemidos inenarrables 56, dirige de continuo a Jesús la súplica del Padrenuestro: el adveniat regnum tuum. Es el Espíritu divino el que obra en el corazón de la Esposa, es decir, en el corazón de la Iglesia, mientras vive y lucha aún en la tierra, y le hace pedir al Señor, su Esposo, que acelere su venida para librarla de las tribulaciones. La Iglesia desea ardientemente su venida, porque será la señal de la liberación de la persecución. La Iglesia, a semejanza de San Pablo, que deseaba ser desatado de los lazos del cuerpo para estar con Cristo57, suspira por poder unirse a su Esposo en la gloria. Iguales deseos y anhelos han de tener cuantos oyen la lectura del Apocalipsis, diciendo también: ¡Ven! Esta súplica que dirigen a Cristo es el Marana-tha, Señor, ven, fórmula aramea que se repetía durante las reuniones litúrgicas 5S. El Apocalipsis la presenta traducida al griego. San Juan, a su vez, dirigiéndose a todas las almas de buena voluntad, les invita, diciendo: el que tenga hambre y sed de justicia y de felicidad verdaderas, que venga y beba de la fuente de agua de la vida 59 que brota del templo y refresca la ciudad de Dios. El agua de la vida es el don actual de la gracia, de la unión espiritual con Cristo, de la cual participan las almas y que es garantía de la inmortalidad.



Juan prohibe alterar su libro,Rev_22:18-19.
18 Yo atestiguo a todo el que escucha mis palabras de la profecía de este libro que, si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en este libro; 19 y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que están escritos en este libro.

En nombre de Dios, el vidente de Patmos prohibe severamente a los fieles el añadir u omitir algo de las profecías del Apocalipsis (v.18). Al que se atreviere a añadir algo, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en este libro. La gravedad del castigo nos demuestra que el autor sagrado consideraba el mensaje del Apocalipsis como algo muy importante para la salvación de los hombres. Por eso quiere tomar sus precauciones contra los posibles falsificadores o correctores de su libro. Tales recomendaciones y conminaciones, encaminadas a proteger la integridad de un libro sagrado, no son nuevas, pues ya se encuentran en otros libros de la Biblia60. San Juan se inspira aquí en las recomendaciones que suelen poner los escritores al final de sus obras rogando a los que copian que sean diligentes y corrijan con cuidado. La razón profunda de esta inmutabilidad del Apocalipsis se ha de buscar en la convicción que tenía Juan de su origen divino. El vidente parece que estaba seguro de que su libro era inspirado, lo que es de suma importancia para la historia del canon. Y precisamente por tratarse de una obra inspirada por el Espíritu Santo, amenaza con la ira de Dios al que se atreva a añadir o quitar algo. El que tal hiciere no tendrá parte en el árbol de la vida, ni será contado entre los ciudadanos de la Jeru-salén celeste, ni estará escrito en el libro de la vida (v.1g). Expresiones todas que indican la exclusión de la bienaventuranza eterna. Los falsificadores del mensaje de Cristo no irán al cielo.



Jesús promete su próxima venida,Rev_22:20.
20 Dice el que testifica estas cosas: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús.

De nuevo vuelve a hablar Jesucristo, el que testifica estas cosas (cf. v.16), y promete su próxima venida: Sí, vengo pronto. Es la respuesta del Señor a la llamada que le habían hecho el Espíritu, la Esposa y los lectores del libro61. Es la séptima vez que repite la frase vengo pronto 62, y, como tal, constituye el sello definitivo con el cual se rubrica la esperanza ansiosa de los cristianos perseguidos. San Juan, en nombre suyo y de toda la Iglesia, implora con gran fe y expresa su ardiente deseo de que la venida del Señor se ejecute cuanto antes: Amén. Ven, Señor Jesús. El amén constituye un acto de fe en las promesas de Cristo y al mismo tiempo expresa el ansia de que se cumplan lo antes posible. La expresión Ven, Señor Jesús (åñ÷ïõ êýñéå éçóïý) debía de ser una plegaria corriente entre los primeros cristianos, pues San Pablo nos ha conservado el original arameo, Marana-tha 63, que debían de emplear los fieles en las asambleas litúrgicas. La exclamación Marana-tha se encuentra también en la Didajé64 y puede tener diferentes sentidos. El sentido que mejor cuadra aquí es el de simple deseo: / Ven, Señor Jesús! También pudiera tener el matiz de una señal secreta conocida sólo de los cristianos, que, a modo de rúbrica, garantizaría la autenticidad del libro65.
San Juan cierra el Apocalipsis con esta hermosa frase, llena de fe y de esperanza: ¡Ven, Señor Jesús! Es como el resumen de todo el libro. Las angustias y persecuciones pasarán cuando Jesús venga a visitar a los suyos. Entonces enjugará todas las lágrimas de los afligidos cristianos.



Conclusión epistolar,Rev_22:21.
21 La gracia del Señor Jesús sea con todos* Amén.

El vidente de Patmos termina su libro como suelen terminar las cartas, deseando a todos la gracia del Señor Jesús para practicar el bien y huir del mal. El Apocalipsis comienza y termina en forma de carta, pues en realidad es una especie de epístola enviada a las iglesias cristianas del Asia Menor66. La gracia que desea a sus lectores implica todos los favores divinos que dimanan de Cristo y que ayudan a conseguir la salvación eterna.
San Juan muestra en este saludo final su caridad, no sólo para con los fieles de Asia, sino también para con todos los cristianos, si seguimos la lección del códice Sinaítico (ìåôÜ ôùí áãßùí), ï, al menos, para con todos los que leyeren su libro (ìåôÜ ðÜíôùí, del códice Alejandrino y del Amiatinus). Les desea que la gracia los ilumine y los sostenga.

1 Eze_47:1-12. 2 Cf. Joe_4:18; Jer_17:13; Zac_14:8; Sal_36:9. 3 Rev_7:17. 4 Gen 2,g; Rev_3:22. 5 Jua_7:38-39; cf. Rev_7:17; Rev_21:6; Rev_22:17· 6 E. B. Allo, o.c. p.353. 7 Zac_14:11. 8 Sal_17:15; Sal_41:3 9 Jua_1:18. 10 Mat_18:10. 11 Rom 8:17. 12 1Co_13:12; cf. Mat_5:8; Heb_12:14. 13 1Jn_3:2; cf. Jua_3:11. 14 Cf. Rev_13:16-17- 15 Rev_1:6; Rev_5:10; Rev_20:6. 16 Rev_21:23; cf. Num_6:25; Sal_118:27. La doctrina escatolósica del Apocalipsis, aunque a primera vista parece bastante desarrollada y precisa, no lo es tanto en la realidad. Frecuentemente el autor sagrado repite las mismas imágenes e ideas. De todos modos, su aportación a la escatología neotestamentaria es bastante notable. En la interpretación del Apocalipsis hay autores que sólo ven historia y muy poco de escatología; otros, por el contrario, sólo ven en el Apocalipsis escatología y nada de historia. Recuérdese a este propósito la polémica entre el P. J. Huby (Apocalypse et histoire: Construiré 15 [1944l 80-100) y Ç. Ì. Féret (Apocalypse, histoire et eschatologie chrétiennes: Dieu Vivant 2 [1946] 115-134). Véanse también los trabajos de A. Vitti, L'interpretazione apocálittica escatologica del Nuavo Testamento: ScuolCat 69 (1931) 434-451; P. volz, Die Eschatologie der jüdischen Gemeinde imneutestamentlichenZeit-alter (Tübingen 1934); G. Kittel, "Åó÷áôïò, en Theologisches Worterbuch zwn í. Ô. II (1935) 694-695; J. G. Mccall, The Eschatological Teaching of the Book of Revelation: Diss. Southern Baptist. Sem. (1948-1949); F. M. Braun, Oü en est I'eschatologie du Nouveau Testa-ment?: RB 49 (1940) 33-54; B. J. Le Frois, Eschatological Interpretation of the Apocalypse: GBQ 13 (1951) 17-20; F. Geuppens, Ð problema escatologico nella esegesi, en Problemi e orien-tamenti di Teología Dommatica (Milán 1957) vol.2 p.1003-1011; S. B. frost, Visions of the End. Prophetic Eschatology: The Canadian Journal of Theology 5:3 (1959) 156-161. 17 Rev_21:9. 18 Rev_3:14; Rev_19:11. 19 Jua_14:6. 20 Rev_1:1 Gf. A. Gelin, o.c. p.66s. 21 Rev_22:12.20. 22 Rev_2:16; Rev_3:10. 23 M. García Cordero, o.c. p.226. 24 Rev_1:3; Rev_14:13; Rev_16:15; Rev_19:9; Rev_20:6; Rev_22:7.14- 25 Rev_1:1.9-11. Cf. G. Bardy, Faux et fraudes littéraires dans l'antiqwté chrétienne: Rev. d'Hist. Eccl. 32 (1936) 275-302. 26 Jn 19:35- 27 Cf. Dan_8:26; Dan_8:12.4.9; Libro de Henoc 82:1; 104:11-13; Asunción de Moisés 1:16; 10:11; 11:1; 4 Esd_12:37; Esd_14:26.47. 28 159-11i. 29 Isa_6:9-10; Jer_15:2; Zac_11:9. 30 Cf. Isa_40:10. 31 Rev_20:12. 32 Isa_40:10; Sal_62:13; Mat_16:27; Rom_2:6. 33 AP2:23; 11:18. 34 Ap l6:7; 19:2; 20:12. 35 Mat_24:42-51; Mar_13:33-37; Luc_12:35-47- 36 Rev_1:8; Rev_21:6. 37 La expresión en la sangre del Cordero (Vulgata) falta en los mejores códices griegos y debe de ser una glosa tomada de Rev_7:14. 38 Rev_7:14. 39 Cf. nota 24 de este capítulo. 40 Rev_21:12-13.27. 41 Rev_21:27; Rev_22:1-2. 42 Rev_21:8.27. 43 Rom_1:26-32. 44 Deu_23:18. 45 Cf. Rev_21:8.27. 46 Cf. 1Co_5:10. 47 Cf. Mar_6:21; Rom_1:29; Stg_4:2; 1Pe_4:15; Rev_9:21. 48 Gf. Jua_1:17; Jua_14:6; Jua_17:17. 49 Jua_8:44. 50 Cf. Rev_1:1; Rev_2:28; Rev_5:5· 51 Rev_22:13. 52 Cf. Aps,S. 53 Rev_2:28; cf. 2Pe_1:19. 54 Jua_9:5. 55 Jua_1:4-9. 56 Rom_8:26. 57 Flp_1:23. 58 Cf. 1Co_16:22. 59 Cf. Isa_55:1. 60 Cf. Deu_4:2; Deu_13:1; Deu_29:19; Pro_30:6. 61 Rev_22:17. 62 Rev_2:16; Rev_3:10; Rev_16:15; Rev_22:7.12.17.20. 63 1Co_16:22. 64 Didajé 10:6. 65 Cf. E. Hommel, Maran atha: ZNTW 15 (1914) 317-322; C. F. D. Moule, A Reconsideración of the Context ofMaranata: NTSt 6 (1960) 307-310. 66 Cf. Rev_1:4.



Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 22

6) El nuevo paraíso (22,1-5)

Esta sección está separada formalmente de la precedente mediante una introducción («Y me mostró»). También en la representación figurada se produce un cambio; al cuadro de la ciudad se añade para completarlo el del paraíso. Luego, sin embargo, se reúnen las dos imágenes en una, de donde resulta esta aserción de sentido más amplio: con el descenso de la nueva Jerusalén se vuelve a otorgar a la tierra en forma consumada el paraíso perdido. El panorama de la historia de la salvación se amplía en el sentido de la historia de la creación.

Con el paraíso comenzó el primer libro de la Biblia, como con él comenzó también la historia de Dios con la humanidad; con el paraíso se concluye su último libro, que así hace que esta historia desemboque en un nuevo comienzo feliz, al que no se pone ya fin; el tiempo final y el tiempo inicial se corresponden mutuamente. La ciudad de Dios, caracterizada hasta ahora principalmente como ciudad de la luz eterna, ahora, mediante la representación del paraíso, viene descrita a la vez como ciudad de la vida eterna.

1 Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como cristal que sale del trono de Dios y del Cordero.

Juan ve brotar la corriente de vida «del trono de Dios y del Cordero»; por «el Cordero como degollado» se alumbra de nuevo para la humanidad la fuente primera de la vida eterna. El agua y la vida están asociadas inseparablemente, sobre todo para el oriental, pues donde él ve agua, hay vegetación exuberante; donde falta, es el desierto. La fusión de la imagen de la corriente del paraíso (Gen_2:10-14) con la promesa profética escatológica de una fuente en el templo (Eze_47:1-12; Joh_4:14; Zec_14:8) tiene por objeto representar en forma sensible la inagotable plétora de fuerza vital que Dios comunica a su creación ahora que, preparada por la redención, la lleva a la consumación.

2 En medio de la calle principal y a un lado y otro del río hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para curar a las naciones. 3a Ya no habrá maldición contra nadie.

Del paraíso procede también la imagen del árbol de la vida (cf. 2,7; 22,14.19) que se hallaba en medio de él (Gen_2:9; Gen_3:22). Con las indicaciones que aquí se dan no es posible determinar claramente el puesto del árbol de la vida. Parece ser que Juan no piensa en un solo árbol como en el relato del paraíso, sino que, como Ezequiel, cuya descripción utilizó como modelo, incluso en el tenor de las palabras (cf. Eze_47:7.12), piensa en toda una avenida de árboles que crecen a los dos lados a lo largo de la corriente 86. Los árboles, siempre verdes, dan frutos sin interrupcción, lo cual quiere decir que a los habitantes del nuevo paraíso no se les acaba nunca el manjar de la inmortalidad. Un segundo rasgo, el poder curativo de sus hojas, está tomado a la letra de Ezequiel (cf. Eze_47:12), y en el contexto presente sólo puede tener un sentido restringido, a saber, que todos los pueblos que llegan nuevamente hallan la curaci6n de todos sus achaques y ven otorgárseles para siempre la preservación de su nueva vida contra la amenaza de muerte. Porque allí no puede ya haber enfermedades y muerte, que son consecuencias de la maldición del pecado (cf. 21,4). En general no hay ya nada maldito (cf. Zec_14:11), una vez que el autor de todo mal, Satán, está ya excluido del nuevo mundo para siempre (cf. 20,10).

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86. En este caso «árbol de vida» habría de entenderse como singular genérico.

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3b y estará en ella el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos le darán culto. 4 Verán su rostro y llevarán el nombre de él en la frente. 5 Ya no habrá noche, y no necesitan luz de lámpara ni luz de sol; porque el Señor, Dios, los alumbrará, y reinará por los siglos de los siglos.

Las visiones de futuro («las cosas que han de ser después de éstas», 1,19) comenzaron con la visión del trono (4,1-5,14), y ahora terminan también en el «trono de Dios y del Cordero». El cielo de Dios y el mundo de los hombres habían sido dos realidades separadas, que ahora han vuelto a unificarse; está excluida para siempre una nueva caída en pecado como en el primer paraíso.

La nueva humanidad, descrita como imagen y propiedad de Dios (cf. comentario a 3,12; 14,1), se halla ahora asociada con las multitudes celestiales (cf. 4,6-11), ante el Altísimo con fiel voluntad de servicio; precisamente por esto le da Dios participación en su soberanía (cf. 1,6; 3,21; 5,10). También a este respecto está plena y totalmente realizado en el nuevo paraíso lo que se había anunciado en figura en el primero, pero que se malogró por la culpa del hombre (cf. Gen_1:28 s; Gen_2:15-17; Gen_3:1-7.23s).

Los que están ante el trono de Dios y del Cordero ven a Dios tal como es (cf. Mat_5:8; 1Co_12:12; 1Jo_33:2); en esto se cifra su felicidad. En la luz eterna de la gloria de su Dios han hallado la vida eterna. Así es como la criatura hombre está ahora consumada en todo lo que en ella se hallaba en germen. La inmediata y eterna comunión de vida con Dios, su creador y redentor, es precisamente la que da a su ser la realización que se le había prefijado. A Dios, el Señor, que había creado el primer paraíso y lo ha restaurado todo en el nuevo con más grandeza y belleza, lo experimentan ahora los bienaventurados por toda la eternidad como su alfa y su omega (v. 13), su principio y su consumación.

Con este futuro eterno del hombre se ha alumbrado también un verdadero futuro a todo lo que forma parte del mundo del hombre; la transfiguración y glorificación abarca a la entera creación de Dios; entonces el nuevo cielo y la nueva tierra (cf. 21,1) vienen a ser realidad por el hecho de que Dios lo es «todo en todo» (cf. 1Co_15:28). Este futuro de Dios fundamenta y determina el futuro eterno del universo.

CONCLUSIÓN 22,6-21

1. RATIFICACIÓN DEL LIBRO (22,6-9)

6 Y me dijo: «Estas son las palabras fidedignas y verdaderas. El Señor, Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos lo que ha de suceder en seguida.

El objetivo principal de las observaciones finales se cifra en demostrar la autenticidad y fiabilidad de la revelación contenida en el libro. Esto se había hecho ya anteriormente, en parte con las mismas palabras (cf. 19,9; 21,5); entonces se trataba de dar una confirmación de aserciones muy determinadas, mientras que ahora se extiende la confirmación al libro entero, por lo cual se formula con mayor solemnidad y énfasis.

La primera confirmación la da el ángel que había mostrado a Juan la última visión; tal confirmación se extiende más allá de esta visión al entero contenido del libro, como resulta claramente del hecho de hacerse referencia casi literalmente a la primera frase del Apocalipsis (cf. 1,1-3). Se demuestra su credibilidad mediante la observación de que la revelación proviene de Dios mismo (cf. 1,1); Dios, Señor «de los espíritus de los profetas» (cf. 1Co_14:32), comunica a los que toma a su servicio como profetas lo que quiere que ellos notifiquen. Con las palabras «lo que ha de suceder en seguida» se mencionó en la introducción (1Co_1:1) el tema del libro, y con las mismas palabras se compendia ahora su contenido en la conclusión.

7 »Y mirad que voy en seguida. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.»

La segunda confirmación viene de Cristo. Cristo repite aquí la indicación del tema del versículo precedente, asegurando y especificando que es él mismo quien va en seguida (cf. 2,16; 3,11); este anuncio se confirma todavía dos veces a continuación (v. 12 y 20). Según el contexto significa respectivamente amenaza (cf. 2,16; 3,11), amonestación apremiante (cf. comentario a 16,15) y estímulos. El interés pastoral del Apocalipsis en dar ánimos y en exhortar a la fidelidad en el tiempo de la persecución mediante referencia al desenlace de toda la historia, se muestra todavía al final con especial insistencia. Una bienaventuranza que recuerda la primera del libro (1,3) refuerza el parabién dirigido a todos los que toman en serio las verdades reveladas y se rigen por ellas.

8 Y yo, Juan, soy el que oía y veía estas cosas. Y después de ver y oír, me postré en adoración a los pies del ángel que me enseñaba estas cosas. 9 Y me dice: «No hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro; a Dios adora.»

En tercer lugar, el autor mismo se presenta como garante de la autenticidad de las revelaciones consignadas en su escrito. él es testigo ocular y auricular de todo y lo ha registrado por encargo de Cristo (cf. 1,11). De nuevo se designa lisa y llanamente como Juan (cf. comentario a 1,9); es bien conocido y se sabe que es de fiar.

Sin embargo, todavía añade un testimonio personal de la autenticidad, que le ha sido dado por el ángel de la revelación. Cuando él, como ya en otra ocasión (cf. 19,10), abrumado por la sublimidad de su vocación profética y hondamente impresionado por la gran importancia para la Iglesia oprimida, de la revelación que se le ha comunicado, quiere adorar al ángel, este enviado de Dios, con las palabras de repulsa confirma expresamente la vocación profética de Juan y con ello también por segunda vez (cf. v. 6) el contenido de su escrito como verdadera palabra profética.

Así como los ángeles y los profetas por vocación glorifican a Dios con su fiel servicio, así lo hacen también aquellos que se rigen por las instrucciones de la proclamación profética que está contenida en el libro; de esta manera forman como servidores de Dios una misma serie con sus ángeles y sus profetas.

2. ENCARGO DE PUBLICAR LA REVELACIÓN (22,10-16)

10 Y me dice: «No selles las palabras de la profecía de este libro, pues el tiempo está cerca.

En contraste con el profeta Daniel, al que fue prohibida la publicación de sus visiones (cf. Dan_8:26; Dan_12:49), Juan recibe el encargo de dar a conocer inmediatamente las suyas. La razón de esta diversidad de los encargos está en que los vaticinios de Daniel se refieren a tiempos posteriores (cf. Dan_8:26) o al «tiempo final», que todavía no ha llegado (cf. Dan_12:49), mientras que las visiones de Juan tienen importancia como orientación y fortalecimiento para la Iglesia de la actualidad. El mensaje que se comunicó a Juan y que él transmite, descubre la verdadera historia en el acontecer del mundo; es profecía.

El historiador, a diferencia del profeta, halla en el pasado puntos de apoyo que ayudan a comprender la actualidad. El profeta, en cambio, explica la actualidad por medio del futuro, en el cual considera la meta final del proceso histórico. La meta final de toda la historia se ha manifestado en la historia de Jesucristo. La peculiaridad de su historia consiste en que sucedió «de una vez para siempre» (Rom_6:10; Heb_7:27; Heb_9:12; Heb_10:10); con ella comenzó para este tiempo del mundo algo absolutamente nuevo y permanente; el hecho de Cristo es un acontecimiento que mira hacia adelante, en el que se anticipó el futuro absoluto. Así, en la historia de Cristo se puso al descubierto el verdadero sentido de toda la historia. En la muerte y resurrección de Jesús se fijó el fin del viejo mundo y el comienzo del nuevo; con el Cristo glorificado se hizo visible por primera vez en este tiempo del mundo el futuro eterno de la creación en el reino consumado de Dios e irrumpió para siempre en dicho tiempo; desde entonces, este futuro de Dios se pone ya siempre provisionalmente de relieve en el acontecer del mundo hasta que con el segundo advenimiento del Señor glorificado se consuma y se manifieste también plenamente al exterior.

La profecía cristiana, partiendo del conocimiento acerca del futuro absoluto de Dios, que está asegurado incondicionalmente en el hecho de Cristo, logra interpretar la actualidad. Todos los relatos figurados del Apocalipsis trataban de hacer transparente el acontecer del mundo en sentido de su realidad oculta, en sentido de su verdadera historia.

11 »El injusto, cometa injusticia todavía, el manchado, mánchese aún; el justo, obre justicia todavía, y el santo, santifíquese aún.

El tiempo final comenzó con la historia de Jesucristo. Por eso está en marcha la separación de los espíritus; los frentes del bien y del mal se definen y se contraponen ya claramente. Esta verificación se presenta en la forma de un requerimiento con el fin de enunciar mediante esta figura literaria la libertad en la decisión, la beligerancia dada a la voluntad libre.

El hombre se realiza como un ser que proyecta y construye su propio futuro; en virtud de su libertad pone en la actualidad acciones que diseña anticipadamente su futuro. Por esta razón comparecerá un día ante el tribunal de Dios como la persona que él ha hecho de sí mismo; el juicio sólo pone el punto final; eterniza la forma que uno mismo se ha dado. Los malos no entran en la gloria eterna del reino de Dios porque «los que no quieren, no pueden estar en ella» (H.H. Rowley)87.

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87. «La persona que comparezca en el juicio será la persona tal como se ha desarrollado en la vida. Y el juicio consiste en el fondo en esto: el hombre debe ser como persona eterna tal como él mismo ha elegido ser» (H.H. ROWLEY, Apokalyptik, Einsiedeln 1965, 165).

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12 »Mirad: voy en seguida, y traigo aquí el salario conmigo, para dar a cada uno según sus obras.

Al repetir Cristo en este contexto el anuncio de su próxima venida, admite aquí la importancia de una amenaza de juicio. En breve lo experimentarán a él los buenos y los malos como el juez que asignará a cada uno recompensa o castigo según la obra de su vida (cf. 2,23; 20,11s).

13 »Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin.

Cristo aparecerá en su gloria divina para juzgar y dictar sentencia con poderes divinos. Los títulos de dignidad que aquí se le atribuyen en justificación de esto (cf. 1,8; 21,6), se le habían dado ya anteriormente (cf. 1,17; 2,8). Con ello se pone también ahora en claro por qué se puede atribuir el juicio a Dios (20,11) y también a Cristo (22,12).

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88. Cf. también Joh_5:19.22s; Joh_10:30.

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14 »Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener potestad sobre el árbol de la vida y entrar por las puertas de la ciudad. 15 Fuera quedarán los perros, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira.»

La séptima y última bienaventuranza del Apocalipsis pasa de la amenaza del juicio a la exhortación positiva a estar preparados o a prepararse para él. Se trata, en efecto, de la felicidad eterna, que de manera tan gráfica se había descrito con la doble imagen de la nueva Jerusalén (Joh_21:9-27) y de la reaparición del paraíso (Joh_22:1-5). A ello tienen derecho formal los que se han apropiado con la fe y las obras el fruto de la muerte expiatoria vicaria de Cristo (cf. comentario a 7,14). Para mostrar claramente la gravedad de la sentencia dictada, sigue una especie de condenación anticipada contra todos los que por su propia culpa pierden el camino que lleva a la santa ciudad de Jerusalén y al paraíso. Quienes quedan excluidos vuelve a quedar inscritos en un como catálogo de vicios, que esencialmente coincide con el de 21,8. En lugar de los «culpables de abominación» se ponen aquí los «perros»; «perro» es todavía hoy en oriente un insulto frecuente y grave; en la ciudad santa es el perro como el tipo de la impureza (cf. Mat_7:6; 2Pe_2:22). Además los «embusteros» se designan aquí más concretamente como los que son falsos en pensamientos y en acciones.

16 Yo, Jesús, envié mi ángel para atestiguaros estas cosas ante las iglesias. Yo soy la raíz y la estirpe de David, el lucero brillante de la mañana.

Las palabras de Jesús terminan con dos breves frases en primera persona. Enlazan el final del libro con el comienzo. Jesús se declara aquí autor de las revelaciones cometidas en el libro (cf. 1,1; cf. comentario a 22,6), que están destinadas a las siete iglesias (cf. comentario a 1,11). Este testimonio de Jesús es al mismo tiempo una repetición indirecta del atestado de autenticidad del v. 7. Mientras que el ángel de la revelación declaraba en el v. 6 que Dios lo había enviado, Jesús dice aquí que él es el que lo envió; ahora bien, aquí se resuelve esta aparente contradicción, como también la otra relativa al juicio final (cf. comentario a v. 13).

Con un segundo testimonio de sí mismo se explica el primero, al traerse a la memoria en base a promesas veterotestamentarias la posición de Jesús en la historia de la salvación. Cristo se había presentado ya antes como «raíz de David» (cf. Isa_11:1) en el sentido de «brote de la raíz de David», «hijo de David» (cf. comentario a 5,5). Además, es también «la estirpe de David», es decir, el descendiente que ha realizado todas las promesas mesiánicas que Dios había hecho al rey David; el representante del linaje de David, que no es sólo hijo de David, sino también señor de David (cf. Mat_22:41-45 par), el rey Mesías (cf. 2Sa_7:16), el «rey de reyes» (cf. 17,14; 19,16). Con esto cuadra la tercera designación como «lucero de la mañana» (cf. 2,28). ésta se refiere con gran probabilidad a la profecía de Balaam (Num_24:17), que ya en el judaísmo se entendió, como puede comprobarse, en sentido mesiánico y se interpretó como referencia al reinado del Mesías en el mundo.

3. CASTIGOS CONTRA LOS FALSIFICADORES DE LA REVELACIÓN (Num_22:17-21)

17 Y el Espíritu y la esposa dicen: «Ven.» Y el que oiga, diga: «Ven.» Y el que tenga sed, venga. El que quiera, tome gratis del agua de la vida.

En la conclusión hemos oído hasta aquí palabras de Cristo, palabras del ángel de la revelación y palabras del vidente. La esposa había aparecido ya como símbolo de la Iglesia (Num_19:7 s; Num_21:2.9), de la Iglesia en el cielo y de la Iglesia en la tierra. La Iglesia que ha llegado ya a la meta junto al trono del Todopoderoso y la Iglesia de la tierra que está en camino hacia esta meta coinciden en el anhelo y en la plegaria por la consumación del reino de Dios. También el Espíritu que habló a las iglesias (cf. 2,7.11, etc.) y se expresó en la palabra profética del vidente (cf. comentario a v. 6), se apropia totalmente el ruego de la Iglesia. La promesa de Cristo había asegurado el envío a la Iglesia del Espíritu Santo como abogado (Joh_14:16), que según las palabras del apóstol Pablo se interesa por la debilidad humana y representa debidamente ante Dios los intereses de los fieles de Cristo (cf. Rom_8:26S). Este Espíritu clama a Cristo juntamente con la esposa, la Iglesia: «¡Ven!» Todos cuantos oyen este clamor implorante al leerse el texto durante la asamblea cultual, son invitados a unirse a él.

A todos cuantos aguardan con ansia la venida del Señor se dice, como palabra de consuelo, que ya actualmente les hace beber, como a redimidos, de la fuente de la vida eterna (cf. Isa_53:1; Joh_7:37-39), Y por cierto, «gratis» (cf. comentario a 21,6).

18 Yo declaro a todo el que escuche las palabras de la profecía de este libro: si alguno les añade algo, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este libro. 19 Y si alguno quita algo de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que están descritos en este libro.

Como la ley del Antiguo Testamento había sido garantizada contra supresiones y añadiduras (cf. Deu_4:2; Deu_13:1), así también Juan termina asegurando contra tal falsificación la revelación que se le había encargado poner por escrito. Quien contravenga esta orden se acarreará conforme a la ley del talión las plagas de que se ha tratado en este escrito, o se verá privado de la salvación que en él se promete. Con esto reivindica Juan para su escrito el mismo derecho que la ley del Antiguo Testamento había reivindicado para sí misma; con esto se atesta una vez más que el Apocalipsis es palabra de Dios.

20 Dice el que da fe de estas cosas: «Sí, voy pronto.» Amén. «Ven, Señor Jesús.»

La última palabra del libro del Apocalipsis la dice Jesús. Responde por tercera vez en el epílogo al ruego que la esposa le había dirigido en el Espíritu Santo, asegurando que viene pronto. La esposa, la Iglesia, que la aguarda, responde a esto diciendo Amén y vuelve a reiterar su ruego con las palabras de la primitiva liturgia de la Iglesia transmitidas en arameo y traducidas aquí en griego: Maranatha! Ven, Señor Jesús (cf. 1Co_16:22; Doctrina de los doce apóstoles 10,6). Quien con certeza de fe aguarda al Señor que viene, se goza verdaderamente en esta esperanza de su existencia y con amoroso anhelo ansía e implora que venga para el mundo la consumación del reino de Dios («Venga a nosotros tu reino»), éste ha comprendido y se ha asimilado el mensaje del último libro de las revelaciones de Dios 89.

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89. SV/INTRA-EXTRAMUNDO: El pensar desmitologizante entraña el peligro de que se pierdan las categorías con que podemos captar la dimensión supramundana de la redención. Por un lado, la expectación cristiana del futuro no cuenta con una consumación de la existencia fuera de la realidad de la creación, pero, por otro lado, tiene también en cuenta el hecho de que no hay que esperar una consumación intramundana, caso que, y en tanto que este mundo permanezca bajo las actuales leyes cósmicas y la humanidad se mantenga bajo las condiciones de su existencia presente. Tal meta no se puede por tanto alcanzar en un procero evolutivo intramundano e intrahumano. Pero tampoco significaría esta meta una consumación de lo que existe, si la realidad actual experimentada por nosotros hubiera un día de ceder el puesto a algo totalmente nuevo y específicamente diferente. La escatología cristiana evita ambos extremos. Los enunciados de presente y de futuro, en su información sobre lo que ha de venir, transcurren en forma equivalentemente paralela. La concomitancia e interpenetración de tales declaraciones de presente y de futuro tiene su razón de ser en el hecho de Cristo. En Cristo comenzó algo nuevo y permanente; por él, por el hombre Jesús, fue infundido esto en este mundo sin suprimirlo en sí mismo. Lo definitivo se inició con su resurrección, y por ella se atestiguó y se descubrió como la nueva posibilidad no sólo al hombre, sino a la entera creación. En la imagen de Cristo glorioso se nos pone ante los ojos el futuro del mundo entero; Cristo es la anticipación del futuro eterno del mundo en el que como en Cristo, la humanidad y la divinidad, vienen a ser uno: lo presente y lo venidero. En este sentido no hay futuro para el mundo y para la humanidad después de la historia, sino a partir de la historia. Así como Dios operó la salvación por Cristo en la historia y la imparte a la humanidad en la historia, así también la lleva a término en esta historia. Los dones de salvación que otorga en Cristo a su mundo, van construyendo para el futuro del mundo. Este futuro consiste en que la trascendencia de la divinidad que por Cristo arraigó irrevocablemente en el mundo, un día re revelará en toda su gloria y magnificencia y todo lo transfigurará en sí; con ello no perecerá la existencia terrestre sino que será elevada a una existencia glorificada. Así es Cristo el futuro del mundo entero, porque en él Dios se proyecta al mundo; Cristo es, sobre todo, el futuro del hombre, porque Dios al proyectarse en el hombre lo hace ser totalmente él mismo, lo consuma totalmente en su persona, en cuanto que el hombre, como persona, alcanza el summum del desarrollo, y en el mayor grado de comunicación, es decir, en el amor perfecto, se une a todo y a todas las cosas. Solo a partir de esta convicción resulta plenamente comprensible la insistente petición de la oración final del Apocalipsis, que se dirige al Señor glorificado rogándole que venga en su estado transfigurado y glorioso para transfigurar el universo.

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21 La gracia del Señor Jesús sea con todos [los santos. Amén].

Así como el libro comenzaba con un saludo semejante a los que conocemos por las cartas de los apóstoles (cf. comentario a 1,4-6), así también este escrito -tanto más cuanto que estaba destinado a ser leído en público en la liturgia- termina como aquellas cartas con una salutación; es una bendición, con la que se desea a todos la gracia de Jesús, su Señor glorificado, a fin de que alcancen la meta descrita en el Apocalipsis, que si bien cuesta fatiga, es de una magnificencia indescriptible.

En algunos manuscritos se añade todavía después de «todos» el aditamento «los santos»; sin duda procede del encabezamiento con que san Pablo se dirige a sus fieles al comienzo de sus cartas90. La última palabra «Amén», añadida también posteriormente, es la aclamación litúrgica, con que los fieles respondían para dar su asentimiento a una oración recitada o a un texto leído en público, en la asamblea cultual.

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90 Cf. por ej.. Rom_1:7; 1Co_1:2, etc.





Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



65 (3) El río de la vida y el árbol de la vida (22,1-5). 1. Un río de agua viva... que salía del trono de Dios y del Cordero: En 21,10 está im(-)plícito que la nueva Jerusalén descendería so(-)bre un monte grande y alto; esta montaña es el monte Sión idealizado, identificado con la montaña cósmica del mito antiguo (Caird, Commentary 269-70). El «río de agua viva» re(-)fleja la tradicional idea del arroyo que brota de la montaña cósmica (cf. Ez 47,1-10; J. Levenson, Theology of the Program of Restauration of Ezekiel 40-48 [Missoula 1976] 11-14. 2. A uno y otro lado del río había un árbol de vida... cuyas hojas servían de medicina a las naciones: Esta visión escatológica incorpora la felicidad origi(-)nal del Edén (Gn 2,9) y la esperanza de Ezequiel en la restauración (47,12). 3. ya no habrá nada maldito: Esta observación puede implicar una inversión de las maldiciones de Gn 3,14-19. Puede significar que la nueva Jerusalén ya no está amenazada con la destrucción o el castigo por idolatría, como en Zac 14,11 (cf. Éx 22,20; Dt 13,12-18). O bien que Dios está reconciliado con las naciones, en lugar de maldecirlas y con(-)denarlas a la destrucción (cf. Is 34,2.5).
66 (D) Dichos individuales (22,6-20). Estos dichos constituyen una especie de epílo(-)go del libro. Muchos tratan del origen y auto(-)ridad del Ap; otros recapitulan aspectos de su mensaje.
(a) Dicho sobre la naturaleza y origen del libro (22,6). me dijo: A primera vista parece que quien habla es el ángel que mostró a Juan la nueva Jerusalén (cf. 21,9.15; 22,1). Pero cuando dice «mira que estoy a punto de lle(-)gar» (v. 7) queda claro que se trata de Jesús (cf. v. 20). estas palabras son verdaderas y dignas de crédito: El contenido del Ap es digno de con(-)fianza porque fue dado a todos los cristianos (servidores de Dios) mediante un ángel envia(-)do por Dios, lo que ha de ocurrir en breve: El contenido del Ap se refiere a lo que Juan espe(-)raba que aconteciera en el inminente futuro.
(b) Un oráculo implícitamente atribuido a Cristo: se trata de una predicción apocalípti(-)ca (22,7a). Cf. 2,16; 3,11; 22,12.20.
(c )Una bienaventuranza para quienes aco(-)jan el libro (22,7b). Ésta es la sexta de las sie(-)te bienaventuranzas que hallamos en el Apo(-)calipsis (?17 supra). Vistos conjuntamente, estos tres dichos pueden considerarse como una fórmula de legitimación (Auné, Prophecy in Early Christianity [? 4 supra] 332-33).
67 (d) Identificación del visionario con su nombre (22,8a). La mención del autor hu(-)mano del Ap completa las observaciones sobre su origen divino en el v. 6 (cf. 1,1-2).
(e) Reacción del visionario y respuesta de los ángeles (22,8b-9). Pasaje similar a 19,10. Se subraya más la figura de los profetas, pero al final queda clara la implicación de que todo ser humano que responda adecuadamente a la palabra de Dios revelada en la profecía es igual a los ángeles.
(f) Orden del revelador al visionario (22,10). Esta orden es la opuesta a Dn 12,4, pe(-)ro el efecto es el mismo, puesto que Daniel fue realmente escrito en la proximidad del fin es(-)perado.
(g) Amenaza de juicio y promesa de salva(-)ción (22,11-12). 11. que el pecador siga pecan(-)do o que el manchado se manche aún más; que el bueno siga siendo bueno o el creyente se en(-)tregue más a Dios: Estas declaraciones indican que Juan tenía poca esperanza en la conver(-)sión de los malvados (véanse los comentarios sobre 9,20-21; 16,2-9; cf. 1 Hen 81,7-8).
(h) Oráculo de autorrevelación implícita(-)mente atribuido a Cristo (22,13). Este oráculo identifica al Cristo resucitado con Dios; cf. 1,8.17; 21,6.
(i) Promesa de salvación y amenaza de jui(-)cio (22,14-15). 14. dichosos los que lavan sus vestidos: Quienes han lavado sus vestidos son los que han venido de la gran tribulación y han blanqueado sus vestidos con la sangre del Cor(-)dero. Aunque todos los creyentes son salvados por la sangre del Cordero (1,5b), a quienes es(-)pecialmente se les llama bienaventurados aquí es a aquellos que mueren por la fe (cf. 12,11). Véase el comentario sobre 21,27; cf. tam(-)bién 21,8; 9,20-21.
68 (j) Autoidentificación del revelador, Jesús (22,16). Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para os haga presente todo esto en las distintas iglesias: El «os» se refiere a los miembros de las siete iglesias (cf. 2,10.13). la raíz y el vástago de David: Véase 3,7; 5,5. la estrella radiante de la mañana: Esta estrella era una divinidad en el Próximo Oriente antiguo y en la religión gre(-)corromana (Yarbro Collins, Combat Myth [?15 supra] 81; CBQ 39 [1977] 379-80).
(k) Invitación al agua de vida (22,17). la es(-)posa: La esposa no es simplemente una metá(-)fora de la comunidad cristiana. Al igual que el Espíritu, es un aspecto de la divinidad que lla(-)ma a la salvación a la humanidad (véase el co(-)mentario sobre 21,6).
69 (1) Amenaza de juicio contra quienes violen la integridad del libro (22,18-19). Charles sostenía que estos versículos fueron añadidos a la obra por un editor posterior (Commentary 2.222-23). Su argumento más contundente era que, dado que Juan esperaba un fin inminente, no tendría sentido una pre(-)ocupación por la transmisión de esta obra du(-)rante un largo período de tiempo. Pero las ob(-)servaciones de los w. 18-19 no dicen nada so(-)bre un largo período de tiempo. Si él pensaba que esta obra contenía la revelación divina ne(-)cesaria para que el creyente se preparara ade(-)cuadamente de cara al final, puede perfecta(-)mente haberse preocupado por su correcta transmisión en el tiempo que quedara. Otra función de estas observaciones es reforzar la afirmación hecha en otras partes del libro so(-)bre el origen divino de su contenido (véase 1,1). Lo mismo se observa en escritos judíos no apocalípticos, anteriores o casi contempo(-)ráneos del Ap, con relación a la Escritura (Dt 4,2; 13,1; Arist 310-11; Josefo, Apion. 1,8 §42. En una obra apocalíptica judía vemos la mis(-)ma actitud respecto a la propia obra (I Hen 104,9-13).
(m) Oráculo implícitamente atribuido a Cristo que es una predicción apocalíptica (22,20a). La expectación de la inminencia del fin es subrayada al colocar esta predicción tan cerca del final del libro (cf. w. 7.12).
(n) Respuesta al oráculo (22,20b). Ésta es una forma gr. de una primitiva oración cristia(-)na preservada en ar. transliterado como maranatha en 1 Cor 16,22b (? 1 Corintios, 49:79). G. Bornkamm sostiene que el final del Ap, al igual que el final de 1 Cor, refleja una liturgia eucarística (Early Christian Experience [Nueva York 1969] 171-72).

70 (E) Bendición epistolar final (22,21). Esta conclusión corresponde al elemento epis(-)tolar del cap. 1, y ayuda a caracterizar el Ap co(-)mo una carta apocalíptica (?5 supra). Cf. 1 Tes 5,28; Gál 6,18; Flp 4,23; Flm 25.

[Traducido por José Pérez Escobar]

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Epilogo

En esta conclusión aparecen tres temas que se destacan: la autenticidad de las visiones relatadas (6, 7, 16, 18, 19); la inminencia del regreso de Cristo (6, 7, 10-12, 20) y la necesidad de la santidad dada la consumación pendiente (10-15). Es difícil estar seguro de la identidad de quienes hablan en las diversas oportunidades. Los vv. 7, 12, 13 y 20a parecen expresiones de Jesús; los vv. 6, 8, 14, 15 del ángel y los vv. 8, 9, 17-19, 20b y 21 adiciones de Juan. Es posible una gran dosis de variaciones, pero en última instancia importan poco, ya que en definitiva el que habla es Cristo, cuyo mensajero es el ángel (9) y cuyas expresiones Juan registra en su carácter de profeta (10).

6, 7
A la luz del v. 7; 19:9 y 21:5, el hecho de que las palabras son fieles y verdaderas se relacionan no sólo con el contexto previo sino con todo el libro. Tienen que ver con hechos que tienen que suceder pronto porque el Señor anuncia:¡He aquí que vengo pronto! (cf. también v. 20).8, 9 La inclusión de este pasaje por parte de Juan no significa necesariamente que algunos de sus lectores se dedicaran al culto a los ángeles, aunque esa práctica tenía lugar entre los judíos y aparentemente entre los cristianos (Col. 2:18). La acción de Juan es bastante natural y su relato no necesita otra explicación que la de haber ocurrido y ser de interés. No se trata tanto de una polémica contra el culto a los ángeles, sino una corrección de una exaltación excesiva de todo instrumento de la revelación. Los ángeles, profetas y otros cristianos están en un mismo nivel delante de Dios.

10 La advertencia es lo inverso de la de Dan. 8:26; 12:4, 9 y de los apocalipsis judíos en general. Mientras que éstos profetizaron en tiempos remotos, el mensaje de Juan era de importancia inmediata y fue dado en su propio nombre. 11 No hay una ironía en esta expresión. Daniel había dicho (Dan. 12:10) que en los últimos días muchos serían purificados por su experiencia de ser probados, pero los malvados actuarán malvadamente, o sea que en la crisis final la gente aparecerá en sus verdaderos colores y se alineará del lado de Dios o en contra de él. Esa enseñanza es continuamente subrayada en el Apocalipsis (7:1-8; 11:1, 2; 12:1-14:5, etc.). Aquí tenemos su exposición final. Como el tiempo está cerca, que aquel que insista en aferrarse al mal continúe haciéndolo; pronto se enfrentará a su juicio. Que el justo y el santo se cuiden a sí mismos, porque su Señor pronto viene para su liberación. Hacer de esta afirmación una doctrina sobre la fijeza del carácter y destino de las gentes en los últimos tiempos va en contra del contexto y la enseñanza general del libro (e.g. 14:6, 7; 15:4; 21:6-8; 22:17). La última de las siete bienaventuranzas del Apocalipsis. Los que lavan sus vestiduras son aquellos cuya culpa ha sido removida por medio del Salvador crucificado y resucitado, y por ello tienen derecho al árbol de la vida y pueden entrar a la ciudad de Dios. El uso que hace Juan de esas diferentes imágenes para expresar juicio indica la gran flexibilidad del simbolismo.

16 Jesús como la raíz y el linaje de David cumple Isa. 11:1. Como estrella respladeciente de la mañana, cumple la profecía de Balaam en Núm. 24:17. 17 El Espíritu, que es especialmente activo en los profetas (19:10) se une a la iglesia para clamar al Señor ¡Ven! Se invita al pecador arrepentido a acercarse y tomar del agua de vida gratuitamente y así estar listo para dar la bienvenida al Señor cuando venga.

18, 19 Juan ha sido muy severamente juzgado por concluir su profecía con estas palabras. Sin embargo, era costumbre en los escritores antiguos que protegieran sus obras contra la mutilación y la interpolación agregando un anatema de ese tipo. La preocupación de Juan era impedir que su mensaje fuera pervertido por medio de agregados o sustracciones. Se ve la misma preocupación en Deut. 4:2. La llamada fórmula de canonización en este pasaje -no agregar ni quitar- ha sido rastreada en Egipto hasta el año 2450 a. de J.C. En vez de su habitual maldición, Juan advierte sobre el juicio y la pérdida del reino de Dios.

20 La respuesta de Juan a la última promesa del Apocalipsis corresponde a la palabra aramea de advertencia Maranata, o sea ven pronto (ver 1 Cor. 16:22). La promesa es la culminación de todas las promesas y la respuesta es la suma de todas las esperanzas de los seres vivientes.

21 La bendición nos recuerda que el Apocalipsis es una carta y que sus lecciones deben ser aplicadas personalmente. Sólo por la gracia de nuestro Señor Jesús puede alcanzarse la victoria que recibirá la recompensa descripta en este libro. Nos desafía a abrir continuamente nuestras vidas a esa gracia y agregar nuestro propio Amén.

George R. Beasley-Murray



King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXII.

1 The riuer of the water of life. 2 The tree of life. 5 The light of the Citie of God is himselfe. 9 The Angel wil not be worshipped. 18 Nothing may be added to the word of God, nor taken therefrom.
1 And he shewed mee a pure riuer of water of life, cleere as Chrystall, proceeding out of the throne of God, and of the Lambe.
2 In the middest of the street of it, and of either side of the riuer, was there the tree of life, which bare twelue manner of fruits, and yeelded her fruit euery moneth: and the leaues of the tree were for the healing of the nations.
3 And there shall be no more curse, but the throne of God, & of the Lambe shall bee in it, and his seruants shall serue him.
4 And they shall see his face, and his Name shall be in their foreheads.
5 [ Rev_21:23.] And there shalbe no night there, and they need no candle, neither light of the Sunne, for the Lord God giueth them light, and they shall reigne for euer and euer.
6 And hee said vnto mee, These sayings are faithfull and true. And the Lord God of the holy Prophets sent his Angel to shew vnto his seruants the things which must shortly be done.
7 Beholde, I come quickly: Blessed is he that keepeth the sayings of the prophecie of this booke.

[The water of life is offered freely.]

8 And I Iohn saw these things, and heard them. And when I had heard and seene, I fell downe, to worship before the feete of the Angel, which shewed me these things.
9 Then saith he vnto me, [ Rev_19:10 .] See thou doe it not: for I am thy fellow seruant, and of thy brethren the Prophets, and of them which keepe the sayings of this booke: worship God.
10 And hee saith vnto mee, Seale not the sayings of the prophesie of this booke: for the time is at hand.
11 He that is vniust, let him be vniust still: and he which is filthy, let him be filthy still: and hee that is righteous, let him bee righteous still: and hee that is holy, let him be holy still.
12 And behold, I come quickly, and my reward is with mee, [ Rom_2:6 .] to giue euery man according as his worke shall be.
13 I am Alpha and Omega, [ Isa_41:4 ; Isa_44:6 .] the beginning and the end, the first & the last.
14 Blessed are they that do his commandements, that they may haue right to the tree of life, and may enter in thorow the gates into the citie.
15 For without are dogs, and sorcerers, and whoremongers, and murderers, and idolaters, and whosoeuer loueth and maketh a lie.
16 I Iesus haue sent mine Angel, to testifie vnto you these things in the Churches. I am the roote and the offspring of Dauid, and the bright and morning starre.
17 And the Spirit and the Bride say, Come. And let him that heareth, say, Come. [ Isa_55:1 .] And let him that is a thirst, come. And whosoeuer will, let him take the water of life freely.
18 For I testifie vnto euery man that heareth the wordes of the prophesie of this booke, [ Deu_4:2 ; Pro_30:6 .] If any man shal adde vnto these things, God shall adde vnto him the plagues, that are written in this booke.
19 And if any man shall take away from the wordes of the booke of this prophesie, God shal take away his part out of the booke of life, and out of the holy citie, and from the things which are written in this booke.
20 Hee which testifieth these things, saith, Surely, I come quickly. Amen. Euen so, Come Lord Iesus.
21 The grace of our Lord Iesus Christ be with you all. Amen.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. El "río de agua de vida" simboliza la fuente de la Vida eterna. Ver Jua_7:37-39.

2. Eze_47:12.

3. Zac_14:11. La "maldición" es la sentencia divina que condena a una ciudad al exterminio total.

6. Dan_2:28. Ver 1. 1.

12. Isa_40:10; Sal_62:13.

13. Isa_44:6; Isa_48:12.

16. Isa_11:1, Isa_11:10. Ver nota Mat_1:1.

17. Isa_55:1.

20. Ver nota 1Co_16:22.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Venida de Cristo. Apartando el saludo final, dirigido a los destinatarios del libro (1,3), lo que resta se presenta como un trenzado de dos temas, para nosotros desconcertante. Un tema secundario se refiere al carácter del libro y a cómo debe ser tratado: iría bien como apéndice antes del saludo final. El otro tema es de suma importancia y se refiere a la parusía o venida de Jesucristo. Es el mensaje final de la esperanza, en clave de amor y añoranza.
Jesús vino y sigue viniendo. Jesús habló y nos sigue hablando. A cada cristiano le toca escuchar su voz y recibirlo en su vida. En medio de las angustias del mundo, el cristiano deberá ansiar siempre la nueva venida de Jesús. «Marana-Tha», Ven, Señor, (17; 1Co_16:22) debe ser la oración continua del cristiano; es una oración de fe y optimismo que le debe entusiasmar.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La maravillosa realidad descrita contrasta de tal modo con la situación presente de la Iglesia peregrinante, que sólo es posible vislumbrarla por la fe en las palabras de quienes hablan de parte de Dios (vv. 6-9). San Juan tiene conciencia de haber escrito del mismo modo que hablaban los profetas, inspirados por el «Dios de los espíritus de los profetas» (v. 6). De ahí que su escrito se presente como «profecía». Una profecía pronunciada no como un secreto esotérico, sino para que todos la conozcan -el libro debe quedar abierto- y les ayude a convertirse, porque con la redención de Cristo ha comenzado la etapa final. Este es el sentido del «van a suceder pronto» (v. 6). El pasaje es por ello una exhortación al continuo progreso en santidad (cfr v. 11). «No merece el nombre de bueno quien no aspira a ser mejor; y cuando empiezas a no querer ser mejor, entonces dejas de ser bueno» (S. Bernardo, Epist. 91).


Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



En el versículo Rev_22:6 habla el ángel; en el Rev_22:7 habla Cristo o se reproducen su palabras; en el Rev_22:8 habla el vidente.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Apo 19:10; Hch 10:25-26.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_19:10+

Torres Amat (1825)



[2] Alude al río y al árbol de la vida, que había en el paraíso. El río que alegra la ciudad de Dios. Sal 46 (45), 5; Is 66, 12.

[10] No tengas ocultas.

[17] Que es la Iglesia.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 22.1 Ez 47.1; Zac 14.8.

[2] 22.2 El árbol de la vida: Gn 2.9; Ap 2.7.

[3] 22.2 Ez 47.12.

[4] 22.4 Sal 17.15; Mt 5.8; 1 Jn 3.2.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_19:10+

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Apo 1:1

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Ap 19:10