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El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis  3, 6) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capítulo 3.

Carta a la iglesia de Sardes, 3:1-6.
1 Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras y que tienes nombre de vivo, pero estás muerto. 2 Estáte alerta y consolida lo demás, que está para morir, pues no he hallado perfectas tus obras en la presencia de mi Dios. 3 Por tanto, acuérdate de lo que has recibido y has escuchado, y guárdalo y arrepiéntete. Porque si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás la hora en que vendré a ti. 4 Pero tienes en Sardes algunas personas que no han manchado sus vestidos y caminarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. 5 El que venciere, ése se vestirá de vestiduras blancas, jamás borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. 6 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Sardes, la capital del antiguo reino lidio, estaba situada a unos 50 kilómetros al sudeste de Tiatira. El núcleo principal de la ciudad surgía sobre una alta y escarpada montaña, que hacía de ella una fortaleza inexpugnable. Cuando Ciro el Grande conquistó el imperio de Creso (546 a. C.), rey de Lidia, Sardes no se rindió y sólo por sorpresa pudo ser tomada. De igual estratagema se hubo de servir Antíoco III. El apogeo de la grandeza de Sardes tuvo lugar bajo el reinado de Creso (s.VI a. C.). Sin embargo, la fundación de Pérgamo le quitó grande importancia, aunque todavía en la época romana era residencia de un conventus iuridicus. El año 17 de la era cristiana fue destruida por un temblor de tierra. Pero con la ayuda del emperador Tiberio logró rehacerse. En agradecimiento levantó un templo en honor del emperador y de su madre Livia V Sin embargo, el culto principal de la ciudad era el tributado a la Magna Mater, una divinidad indígena parecida a la Artemis de Efeso, y que se cubría con el manto griego de Demeter, la Ceres de los romanos. La industria principal de la ciudad era la de la lana y la tintorería. Sus habitantes tenían fama de licenciosos e inmorales 2.
La carta a la Iglesia de Sardes es la más severa e imprecatoria de las siete. La iglesia de Sardes había decaído mucho de su fervor primitivo y se encontraba en un estado lamentable. Estaba como muerta. Y el pequeño núcleo de cristianos fieles se hallaba amenazado de indiferencia en la vida espiritual. Por eso, San Juan trata con su severa misiva de excitar a la iglesia a volverse al buen camino.
Jesucristo se presenta aquí como el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas (v.1). El autor sagrado quiere significar con estas expresiones el poder absoluto que Cristo tiene sobre las iglesias y sobre todos los cristianos. En Rev_1:16 ya había empleado la expresión de las siete estrellas en su diestra. Estas estrellas representan las iglesias a las cuales se dirige San Juan. Y el tenerlas en su mano indica el poder que Jesucristo ejerce sobre los jefes de las iglesias y sobre las iglesias mismas 3. Otro tanto podemos decir de los siete espíritus, que Cristo tiene en su mano como algo de que puede disponer. Estos siete espíritus pueden designar al Espíritu septiforme de que nos habla Isa_11:2, o sea al mismo Espíritu Santo4. Aquí los siete espíritus de Dios pertenecen al Hijo, como en Rev_5:6 pertenecen al Cordero, porque Jesús distribuye los diversos dones de este Espíritu, del que depende la vida de todas las iglesias5. Este Espíritu, que en Jua_15:26 se dice proceder del Padre, es también el Espíritu del Hijo, lo que no puede ser sino procediendo de El6. Jesús dice también que irá al Padre y le rogará que envíe a sus discípulos el Espíritu Paráclito. Pero, al mismo tiempo, dice en otra parte que El mismo lo enviará 7. Para algunos autores, los siete espíritus de Dios representarían los siete ángeles que están ante el trono de Dios 8. En cuyo caso, la expresión querría significar que Cristo domina también sobre los espíritus angélicos.
El juicio que el Señor emite sobre la vida religiosa de la Iglesia de Sardes es de lo más triste. Sus obras no son buenas, pues, si bien tiene nombre de vivo 9, en realidad está muerto (v.1). Con lo cual quiere significar que la vida religiosa de la iglesia de Sardes es tan lánguida y tan falta de la caridad de Cristo, que está como muerta. El pecado ha matado en ella la gracia de Jesucristo. Sin embargo, el juicio que el Señor profiere acerca de la vida de esta iglesia no es absolutamente negativo, es decir, no comprende a todos los miembros de la iglesia de Sardes. Muchos de los cristianos de Sardes carecen de la vida divina de la gracia; pero otros tal vez los menos todavía la conservan. Por eso exhorta a velar para que no llegue a faltar también la vida en aquellos en los que aún subsiste (v.2). Para estimularla a velar le recuerda el valor de los dones recibidos, que son dones de vida eterna. La exhortación a la vigilancia, sirviéndose de la imagen del ladrón (v.3), es frecuente en los sinópticos 10. El consejo de velar convenía de modo particular a Sardes, a causa de las desastrosas consecuencias que tuvieron para la ciudad dos hechos de su historia. Ciro el Grande logró apoderarse de la ciudad en 546 a. C. mediante un ataque ejecutado por sorpresa, y lo mismo hizo más tarde Antíoco III el Grande (218 a. C.) 11. El recuerdo de estos dos hechos históricos podía servir a los cristianos para meditar en su vida religiosa deficiente, para arrepentirse y volver de nuevo a la vida fervorosa del principio. De lo contrario, el castigo no se haría esperar. El Señor se presentará de improviso, a la manera del ladrón, para castigar a los culpables.
En el v.4 San Juan afirma que en la Iglesia de Sardes, al lado de las almas muertas y de las que gozaban de vida lánguida, había todavía otras de vida perfecta. Estas personas no han manchado sus vestidos, y por eso caminaran con el Señor vestidas de blanco. Los vestidos blancos, que tantas veces aparecen en el Apocalipsis, son símbolo, no sólo de pureza, sino también de victoria, de alegría, de fiesta. En el cielo, los elegidos, los ángeles y hasta el mismo Dios 12 aparecen vestidos de blanco. Esas almas selectas de Sardes, a las que alude el autor sagrado, formarán parte del séquito de Cristo en el cielo. Por otra parte, la mención de vestidos convenía a la perfección a esta ciudad, ya que Sardes era muy renombrada en la antigüedad por sus telas y tejidos.
A los cristianos fieles de Sardes que resulten vencedores en la lucha moral y espiritual contra los enemigos de Dios, Cristo les promete el premio escatológico de la vida eterna (v.5). Este premio es designado bajo una triple forma 13. En primer lugar, los vencedores se vestirán de vestiduras blancas, que representan la victoria final y la gloria de que serán revestidos los elegidos en el cielo 14. Después se les promete que jamás será borrado su nombre del libro de la vida. En el Antiguo Testamento se menciona el libro de la vida, en el cual Dios tenía escritos los nombres de los hijos de Israel15. El estar escrito en dicho libro daba derecho a participar en las bendiciones mesiánicas 16; en cambio, si se era borrado de él, significaba la exclusión del pueblo de Dios y de los tiempos me-siánicos. Posteriormente el concepto de libro de la vida evolucionó en la teología judía, pasando a significar el derecho a participar en las alegrías de la vida futura del cielo 17. En el Nuevo Testamento el libro de la vida designa el libro en donde están registrados los nombres de los elegidos 18. En tercer lugar, el Señor promete al vencedor confesar su nombre delante de su Padre y delante de sus angeles, es decir, le reconocerá como cosa suya en el último juicio 19. Este premio, presentado bajo una triple forma, designa una misma cosa: la vida eterna, que se promete a los vencedores en las luchas contra el mundo, el demonio y la carne.
Y San Juan termina la carta a la Iglesia de Sardes con las palabras el que tenga oídos, que oiga lo que dice el Espíritu (v.6), como para incitar a los fieles a escuchar las amonestaciones de Cristo y llevarlas a la práctica.



Carta a la iglesia de Filadelfia,Jua_3:7-13.
7 Al ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre. 8 Conozco tus obras; mira que he puesto ante ti una puerta abierta, que nadie puede cerrar, porque teniendo poco poder, guardaste, sin embargo, mi palabra y no negaste mi nombre. 9 He aquí que yo te entregaré algunos de la sinagoga de Satán, de esos que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; yo los obligaré a venir y postrarse a tus pies y a reconocer que te amo. 10 Porque has conservado mi paciencia, yo también te guardaré en la hora de la tentación que está para venir sobre la tierra para probar a los moradores de ella. Vengo pronto. 11 Guarda bien lo que tienes, no sea que otro se lleve tu corona. 12 Al vencedor yo le haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Filadelfia, ciudad de la Lidia, a 45 kilómetros al sudeste de Sardes, había sido fundada por el rey de Pérgamo átalo II Filadelfo (159-138 a.C.), que le dio su nombre. La ciudad estaba situada en una región volcánica, como un centro de civilización abierto sobre la Frigia salvaje. El año 17 de nuestra era fue destruida por un temblor de tierra. Con la ayuda liberal del emperador Tiberio pudo ser reconstruida. En señal de agradecimiento cambió su nombre de Filadelfia por el de Neocesarea. Y no contenta con esto, levantó altares en honor del hijo adoptivo del emperador, Germánico, considerado como presunto heredero de Tiberio, que entonces se encontraba en Asia. Como en tantas otras ocasiones, el cambio oficial del nombre no perduró. En la carta a esta Iglesia, San Juan hará alusión a muchos de estos sucesos. En la ciudad vivían bastantes judíos, probablemente por estar situada en una región muy fértil. De los orígenes del cristianismo en esta ciudad nada sabemos, aunque podemos suponer fundadamente que debió de nacer de la predicación de San Pablo en Efeso. La Iglesia de Filadelfia, juntamente con la de Esmirna, es muy alabada por el autor del Apocalipsis. En tiempo de San Ignacio de Antioquía gozaba todavía de gran reputación 20.
La presente carta no contiene ninguna amonestación. Los cristianos, que debían de ser pocos y de baja condición social, se han mantenido fieles a la doctrina cristiana. El autor sagrado se complace en acumular en la carta sobreabundancia de promesas y recompensas.
Los apelativos que se dan en ella a Cristo son dignos de tenerse en cuenta. El primero lo designa como el Santo (v.7), que es aplicado frecuentemente a Yahvé en el Antiguo Testamento, pero que únicamente se encuentra aquí en el Apocalipsis, aplicado a Jesucristo. Sin embargo, en los evangelios se da ya a Jesucristo el apelativo de Santo 21. El segundo epíteto, el Verídico, el Verdadero, que va junto con el apelativo de fiel en Rev_3:14; Rev_19:11, designa la fidelidad de Cristo en el cumplimiento de sus promesas. Antes faltará el cielo y la tierra que Jesucristo falte a sus promesas 22. Cristo es veraz en todo lo que dice y hace; en cambio, los que combaten su doctrina y obra son falsarios. El término verdadero (Üëç·8éíüâ) es muy frecuente en la literatura joánica 23. El Santo, el Verídico, tiene la llave de David, que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre (v.7). Es una metáfora bíblica y rabínica que significa los plenos poderes que Jesucristo tiene en la nueva ciudad de David, en la Jerusalén celeste, es decir, en la Iglesia. Jesucristo puede abrir y cerrar, o sea, tiene plena autoridad para admitir o excluir de la Iglesia. La imagen y las expresiones empleadas por el autor del Apocalipsis están tomadas de Isa_22:21, en donde el profeta presenta a Eliaquín recibiendo en sus manos el poder y sobre sus espaldas la llave del palacio real.
El Señor conoce las obras de la Iglesia de Filadelfia, y ha puesto ante ella una puerta abierta, que nadie puede cerrar (v.8). La puerta abierta para San Pablo significaba las posibilidades que se abrían al esfuerzo misionero del Apóstol de los Gentiles y de sus colaboradores 25. Aquí se trata de las facilidades que se le han presentado a Filadelfia para el apostolado y la propaganda cristiana a través de toda la Frigia. A pesar de ser una ciudad pequeña y contar con escasos medios, Cristo le garantizó el éxito de sus esfuerzos. Y esa puerta sigue abierta, porque la comunidad cristiana de Filadelfia continúa vigorosa en su fe, y el mismo Cristo la sostiene en sus ímpetus misioneros. Por eso, nadie podra cerrar dicha puerta mientras Jesucristo la mantenga abierta.
San Ignacio de Antioquía 26 atestigua que esta Iglesia era muy floreciente, no obstante los muchos judíos y judaizantes que vivían en dicha ciudad. Entre las conquistas apostólicas de los filadelfios había que contar la conversión de cierto número de judíos, que, abrazando la fe en Cristo, vendrían a postrarse a los pies de la iglesia. Entonces los judíos convertidos reconocerán el amor, la predilección del Señor por la comunidad que los ha acogido en su seno (v.9). Aquí también el amor se manifiesta en los signos externos que la humilde y ejemplar comunidad religiosa de Filadelfia da a los neoconvertidos. El autor sagrado aplica a la Iglesia de Filadelfia las palabras que el mismo Yahvé había dirigido a su pueblo, para justificar su manera de proceder con las demás naciones: Porque eres a mis ojos de muy gran estima, de gran precio, y te amo, y entrego por ti reinos y pueblos a cambio de tu vida. 27 La conversión de que nos habla el Apocalipsis en este pasaje no alude a la conversión en masa de Israel, predicha por San Pablo 28, sino a la de algunos judíos de Filadelfia.
A continuación (v.10) prosigue el Señor ponderando cómo la iglesia había sabido imitar en medio de las dificultades los ejemplos de paciencia y perseverancia que Jesús nos había dejado y que han de ser para los cristianos verdaderas enseñanzas. Por el hecho de haber sido fiel en la guarda de la palabra de paciencia dada por Cristo, también el Señor la sostendrá en el día de la prueba que vendrá sobre la tierra. Y esto será pronto. Semejante prueba no será sólo de la iglesia, sino de la tierra entera. El profeta debe de referirse a la serie de azotes descritos en los capítulos 8-9 y 16; o bien a algún terremoto, como los que habían asolado la región en tiempos pasados. Termina la exhortación estimulando a la Iglesia de Filadelfia a guardar los bienes que posee, es decir, a perseverar en la conducta hasta ahora observada, a fin de no perder la corona que tiene merecida (v.11). Esta será su victoria y su gloria. Cada iglesia ha de aferrarse tenazmente a la doctrina recibida de los apóstoles, así nadie les arrebatará su herencia espiritual. Con esto no quiere decir el profeta que otra comunidad podrá arrebatar la corona de Filadelfia, sino que se refiere simplemente a la posibilidad de perder lo que se tiene. .
El premio prometido al vencedor de la prueba es hacerlo columna en el templo de Dios (v.1a). La imagen de la columna simboliza el puesto honorífico que tendrá el vencedor en la Iglesia, y al mismo tiempo significa su estabilidad 29. En Gal_2:9, San Pablo se vale de la misma expresión para significar el lugar importante que ocupaban en la Iglesia los apóstoles Santiago, Cefas y Juan.
En otras epístolas también emplea la imagen de los cristianos, que son edificados para formar el templo de Dios 30. La promesa de estabilidad era muy oportuna para la Iglesia de Filadelfia, cuya ciudad fue destruida por un terremoto en el año 17 d.C. El cristiano que permanezca fiel hasta el fin se convertirá en una columna firme e inconmovible en el templo celeste. Por eso dice que no saldrá ya jamás fuera de él. Sobre la columna se escribirá el nombre de Dios y el de la nueva Jerusalén y el nombre nuevo de Cristo. La acción de escribir estos nombres sobre el fiel vencedor significa que éste pertenece a Dios y a Jesucristo y que es ciudadano de la Jerusalén celeste. Filadelfia había cambiado de nombre en tiempo de Tiberio, dándosele el nombre nuevo de Neocesarea en honor del emperador. Esto tal vez haya sugerido a San Juan la expresión de nombre nuevo de Cristo. También en el templo de Jerusalén había dos columnas, cada una de las cuales tenía escrito un nombre: Yakín. Yahvé da estabilidad, y Boaz, Yahvé da fuerza. 31 En otros lugares del Apocalipsis 32 se habla de una señal puesta sobre la frente de los elegidos para indicar que pertenecen a Dios. Lo que se promete a los vencedores es en realidad, tanto aquí como en las cartas precedentes, la vida eterna.



Carta a la iglesia de Laodicea,Gal_3:14-22.
14 Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. 15 Conozco tus obras y que no eres ni frío ni caliente 16 Ojalá fueras frío o caliente, mas porque eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca. 17 Porque dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado, un miserable, un indigente, un ciego y un desnudo; 18 te aconsejo que compres de mi oro acrisolado por el fuego, para que te enriquezcas, y vestiduras blancas para que te vistas, y no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos a fin de que veas. 19 Yo reprendo y corrijo a cuantos amo: ten, pues, celo y arrepiéntete. 20 Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo. 21 Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. 22 El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Laodicea de Frigia estaba situada a unos 65 kilómetros al sudeste de Filadelfia, en el valle del río Lico. Fue fundada en el siglo ni a.C. por Antíoco II (261-246), con el fin de que fuese una ciudadela del helenismo en los confines de la Frigia. Y le impuso el nombre de su mujer Laodicea. En sus cercanías brotaban abundantes aguas termales. Era un centro industrial y comercial muy activo. Su industria se distinguía sobre todo por la fabricación de un tejido especial de lana negra. También era importante su escuela de oculistas, en la que sobresalieron Zeuxis y Alejandro Filetes. En ella se preparaba un colirio, hecho de una piedra frigia pulverizada, el cual se exportaba a todo el Imperio romano. Por eso, la ciudad estaba llena de bancas y de casas de comercio. Esto mismo atraía a muchos judíos a la ciudad, como atestigua Josefo Flavio 33. Laodicea sufría también de los terremotos, que la destruyeron en gran parte el año 61 d.C. Sin embargo, orgullosa y confiada en sus recursos, no quiso aceptar la ayuda que le ofreció Roma. Y por sus propios medios logró levantarse pronto de sus ruinas 34. Es la autosuficiencia de Laodicea aflora también en la carta que vamos a examinar, pues, como la precedente, está llena de alusiones a los hechos que acabamos de narrar 35. Jesucristo se muestra severo con los tibios que se enorgullecen de su autosuficiencia. El oro de sus bancos es delante de Dios como moneda falsa. En lugar de sus lanas negras, haría mejor en adquirir los vestidos blancos de la pureza y del triunfo. Su famoso colirio no podrá curar sus ojos ciegos por las riquezas 36. Estas alusiones tan claras a las circunstancias locales hacen de esta carta la más pintoresca de las siete. Es también una de las más amplias, y tal vez la más hermosa por el vigor y la ternura. No conocemos los orígenes de la iglesia de Laodicea, que debió de ser fundada por los discípulos de San Pablo, como nos lo indican las relaciones que el Apóstol de las Gentes mantenía con esta iglesia 37.
Son varios los títulos que se dan a Cristo al comienzo de la carta: el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios (v.14). La extraña designación de Cristo como el amén 38, es decir, el fiel, el inmutable, contrasta con la triste condición de Laodicea. Convenía afirmar, al principio de la carta, la veracidad absoluta e inmutable de Jesucristo, fiel en sus promesas y en sus obras, antes de hablar de Laodicea, la ciudad de los compromisos. El texto parece inspirarse en Isa_65:16, en donde ya aparece Amén como nombre divino. Otro de los apelativos dados a Cristo es el ser el principio de la creación de Dios (v.14). Este título de Cristo significa que Jesús sea considerado como la primera de las criaturas de Dios, como lo interpretaban los arríanos, sino que designa el principio causal de la creación. La idea responde a lo que dice el mismo San Juan en el prólogo de su evangelio: Todas las cosas fueron hechas por El 39. Y es semejante a la expresada ya por el Apocalipsis: Yo soy el primero y el último.40 Jesucristo es el principio, junto con el Padre y el Espíritu Santo, de toda la creación. El es como dice San Pablo a los Colosenses la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en El fueron creadas todas las cosas.; todo fue creado por El y para EL.; El es el principio el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas.41 La doctrina de San Pablo sobre Cristo primogénito de toda la creación debe de tener especial relación con la del Apocalipsis. Lo cual se explica bien si tenemos presente que Colosas estaba cerca de Laodicea, y debía de encontrarse en circunstancias bastante parecidas. Además, San Pablo manda expresamente que su carta a los Colosenses sea también leída a los de Laodicea42.
A la Iglesia de Laodicea, Cristo reprocha el haber decaído de su fervor, dejándose llevar de la pereza y del tedio por las cosas religiosas. Cosa bien explicable en una ciudad dominada, por el afán del negocio y del lucro temporal. Las preocupaciones por las cosas terrenas han sumido a los cristianos en un estado de indiferencia espiritual. Se han vuelto tibios43, como las aguas termales que corrían por sus términos. Este estado espiritual es el peor, porque en él no se sienten los remordimientos de conciencia. Hubiera sido mucho mejor que fuera fría o caliente, porque así el Señor no sentiría vómitos de ella y no la vomitaría de su boca (v.16). Las aguas termales, al perder su alta temperatura y volverse tibias, no se pueden beber por los vómitos que producen. La tibieza de la Iglesia de Laodicea era causada por su orgullo y por la conciencia de su autosuficiencia, que le hacía creerse rica y que de nada tenía necesidad. El bienestar material de los laodicenses no les sirve sino para hacerse ilusión sobre su pobreza espiritual. Jesucristo les quiere hacer ver la realidad por medio de una serie de epítetos de gran vigor. La ciudad que se creía rica y autosuficiente, es llamada desdichada, miserable, indigente; la metrópoli del colirio es tachada de ciega, y la que traficaba con ricas lanas y tejidos se encuentra desnuda (v.17). Todos estos epítetos debían de sonar extrañamente en la ciudad del negocio y de la opulencia. Ella corría infatuada tras el dinero y las riquezas, sin darse cuenta de la extrema indigencia espiritual en que se encontraba. Para el cristiano, la tibieza espiritual, la falta de ánimo y de arranque para progresar en la vida espiritual, constituyen un grave mal, que los autores espirituales han denunciado con frecuencia apoyándose en este pasaje.
Cristo mismo índica los remedios que se han de aplicar a la Iglesia de Laodicea para que pueda salir del mal estado en que se encuentra (v,18). Puesto que se encuentran en la indigencia y, por otra parte, son buenos comerciantes, les aconseja que compren de su oro acrisolado por el fuego, para que se enriquezcan. Es decir, han de acudir al que es rico y fuente de toda riqueza, a Jesucristo, el cual les dará un don espiritual que los enriquecerá sobre toda ponderación. Este don debe de ser la fe y la gracia santificante. En 1Pe_1:7 la imagen del crisol es aplicada a la fe, lo cual es probable que suceda también en nuestro pasaje. Los laodicenses han de comprar también vestiduras blancas, en lugar de negociar con sus lanas negras, para cubrir su desnudez espiritual. Las vestiduras blancas son símbolo de la gracia y de las virtudes del verdadero cristiano, que vienen como a cubrir la miseria de nuestra naturaleza corrompida. Y, finalmente, han de conseguir un colirio espiritual, que les curará de su ceguera, confiriéndoles, al mismo tiempo, el don de la penetración en su vida espiritual íntima. Es un don muy grande de Dios el darse cuenta del mal estado en que se está, para así poder entrar dentro de sí y volverse al Señor44.
Jesucristo reprende a la Iglesia de Laodicea guiado por el amor que siente por ella (v.1q). De modo semejante decía el autor de los Proverbios: Al que Yahvé ama le corrige, y aflige al hijo que le es más caro45. Dios siempre se ha servido en la historia de las pruebas y castigos para purificar a los que amaba. La pedagogía del sufrimiento tiene mucha importancia en el Antiguo Testamento, especialmente en los libros sapienciales46. Las pruebas son también venidas de Cristo al alma fiel. Jesucristo, que reina como Dios omnipotente sobre toda la creación, se presenta como humilde peregrino a las puertas de los cristianos, pidiendo hospitalidad y solicitando suplicante le abran47 para celebrar con ellos la cena de la amistad (v.20) 48. La cena con Cristo es símbolo de los dones mesiánicos que el Señor está dispuesto a dar, ya desde este mundo, a los que realmente le aman. La imagen de la cena o del banquete 49 representa frecuentemente en la Sagrada Escritura la bienaventuranza de la vida futura, la gloria. Sin embargo, aquí, en nuestro pasaje, no se trata del banquete de la gloria, sino de la entrada secreta en el corazón del fiel, seguida de las alegrías de la gracia y de la recepción de la Eucaristía 50.
Los í. 19-20 se pueden contar entre los más conmovedores y tiernos del Nuevo Testamento. San Juan no olvida nunca, incluso en los momentos en que tiene que corregir más severamente, que Dios es amor 51.
El premio prometido a los vencedores es el reino de los cielos. La promesa, por tanto, se hace aquí escatológica 52. Cristo, sentado a la diestra de Dios Padre, participa plenamente de su soberanía. Los fieles, que hayan vencido, también reinarán con Cristo y participarán del poder real que posee Jesucristo. El Señor prometió a los apóstoles que se sentarían sobre doce tronos para juzgar a Israel 53. Pero esta gracia no es exclusiva de los apóstoles, sino de todos los que imiten su ejemplo 54. Lo mismo se puede decir del sentarse con Cristo en el trono de la gloria, o sea del reinar con él en el cielo. Son todas imágenes diversas para expresar una realidad inefable, la vida eterna.
San Juan nos presenta, en esta primera parte del Apocalipsis, a Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, resucitado y glorioso, juez de vivos y muertos y cabeza de las iglesias. Cuanto dice de cada una de estas iglesias puede ser aplicable a otras que se hallen en las mismas circunstancias. Porque la palabra del Señor está por encima de los lugares y de los tiempos. Dignas de especial atención son las promesas de vida eterna con que trata de alentar a las iglesias y a los fieles en los momentos de prueba. Tal es el pensamiento dominante del Apocalipsis y el más conveniente en aquellas circunstancias. Todo cuanto aquí se dice de las iglesias conviene mejor a los fieles. La vida de la gracia está dirigida, y la organización de las iglesias se ordena precisamente a fomentar y a conservar la vida divina de los fieles, para que puedan conseguir la vida eterna en el cielo.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 3

5. A LA IGLESIA DE SARDES (Ap/03/01-06)

1a Y al ángel de la iglesia de Sardes escribe:

Sardes era la antigua corte del rey de los lidios; aquí había tenido su residencia como último rey Creso, que se había hecho legendario por sus riquezas; de su grandeza de otrora no había quedado ya más que el recuerdo de un pasado glorioso. Sus ciudadanos vivían ahora, como en Tiatira, principalmente de la industria de la lana. El descenso histórico a su actual imagen es símbolo del estado a que había llegado la cristiandad de Sardes.

1b «Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras: se dice que vives, pero estás muerto.

La comunidad ha perdido su espíritu, ha muerto espiritualmente, excepto unos pocos (v. 4). Así pues, Cristo le aparece, como también a la iglesia de éfeso, como el Señor y guardián de los «ángeles» (cf. comentario a 1,16) de las siete cristiandades y como el «espíritu vivificante» (1Co_15:45), que encarna en sí la plenitud Espíritu de Dios (cf. comentario a 1,4), de cuya plenitud vive la Iglesia (cf. Joh_1:16; Col_2:9).

2 »Está alerta y reanima el resto que estaba a punto de morir. Pues delante de mi Dios no he encontrado completas tus obras.

Con una censura sumamente severa, a la que no precede, como en las cartas anteriores, una sola palabra de elogio, inicia el Señor su interpelación a la iglesia de Sardes. Su juicio inequívoco, duro y sin contemplaciones -subrayado con el anuncio de que no resistirá el juicio de Dios- debe ser como un golpe que despierte a la comunidad de su sueño de muerte y la haga entrar dentro de sí.

Está como aletargada, sin notar el estado en que se halla y en qué irá a parar tal estado; en realidad sólo existe de nombre; lo poco de realidad de la Iglesia de Jesús ya no existe en Sardes, sino en una minoría insignificante y en pocas señales de vida; también este resto desaparecerá pronto, si no se le presta ayuda inmediatamente.

3 »Recuerda, pues, cómo has recibido y has escuchado y guárdalo y conviértete. Porque, si no estás alerta, vendré como ladrón, sin que sepas a qué hora vendré sobre ti.

Ante esta fachada de una actividad que ya no es cristiana sino exteriormente, que en realidad es una tapa de ataúd, suena, como una orden de mando claramente perceptible, la llamada a despertar de este sueño de muerte, de este cristianismo de apariencia, sin vida. En el buen consejo que sigue a continuación se menciona como medio de revivificación, en primer lugar el recuerdo de la atención vigilante y de la animada prontitud de la primera hora, cuando Sardes aceptó el Evangelio, y la Iglesia de Jesucristo se implantó entre ellos; este primer fervor deben volver a recobrar si la palabra de Dios ha de volver a ser fecunda en ellos, y por ellos en su contorno. Si la llamada a la conversión viene a quedar sin efecto, entonces no tardará en sobrevenir a los cristianos de Sardes un brusco y temeroso despertar, cuando totalmente impreparados se hallen frente al juez que vendrá inesperadamente (cf. Mat_24:42); la amenaza del juicio pone como una señal de alarma tras la primera exhortación.

4 »Pero tienes en Sardes unas pocas personas que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos.

Sin embargo, aun para Sardes, como siempre y en todas partes para la Iglesia en el mundo, no está todavía todo perdido; también entre tantos muertos hay todavía vivos, que frente al mal espíritu del conjunto con su desidiosa indiferencia, su costumbre vulgar, su inercia soñolienta, se han acreditado ante Dios como fieles e irreprochables en sus obras. Los que «no han manchado sus vestiduras», es decir, los que en sus acciones y en su conducta no han traicionado la nueva existencia que se les había otorgado en Cristo y su respectiva manifestaci6n externa, compartirán un día la majestad de su Señor glorificado («vestidos de blanco»). No la imagen engañosa y pasajera que ofrecemos aquí a los hombres, sino la figura que mostremos ante Dios por toda una eternidad, es lo único que tiene importancia en definitiva.

5 »El que venza, será así vestido con vestiduras blancas. No borraré jamás su nombre del libro de la vida, y proclamaré su nombre ante mi Padre y ante sus ángeles. 6 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

Las promesas para el vencedor, con su primera imagen, empalman, como anteriormente la descripción de los buenos de Sardes, con la industria local de manufactura de la lana. El blanco puro y resplandeciente es en el Apocalipsis el color de la glorificación en el cielo de Dios y de los que son recibidos en él. La segunda imagen utiliza la idea del «libro de la vida» que se halla en el Antiguo Testamento (por ejemplo, Sal 69 [68] 29) como en el Nuevo (cf. Luk_10:20), y en éste con especial frecuencia en el Apocalipsis (Luk_13:8; Luk_17:8; Luk_20:12; Luk_21:27) y contiene la lista de los ciudadanos del cielo.

La tercera imagen repite la promesa de Jesús en el Evangelio (Mat_10:32; Luk_12:8), con la que él mismo sale personalmente fiador de la salud eterna de aquellos que no se retrajeron de confesarle a él, siguiendo este arduo y molesto camino aun contra el espíritu de su contorno mundano.

6. A LA IGLESIA DE FILADELFIA (Ap/03/07-13)

7a Y al ángel de la iglesia de Filadelfia escribe:

Filadelfia, antigua ciudad de Lidia, que unos ochenta años antes había sido gravemente sacudida por un terremoto, era desde entonces pequeña y sin importancia en comparación con las ciudades vecinas. Así también su comunidad cristiana era poco numerosa y se veía además expuesta a ataques de fuera, aunque era notable por su espíritu y su organización. Así pues, el Señor le expresa, como a los cristianos de Esmirna, su elogio incondicional. La tribulación parece haber sido originada, al igual que en Esmirna, por la hostilidad de los judíos. El objetivo principal de la carta es el de suscitar confianza, fortalecer la acreditada fidelidad y dar todavía nuevos ánimos.

7b «Esto dice el santo, el veraz, el que tiene la llave de David, el que abre sin que nadie pueda cerrar, el que cierra sin que nadie pueda abrir:

Cristo se introduce aquí con títulos que no provienen de la visión inaugural. En la quinta visión de los sellos (6,10) viene Dios invocado como «santo y veraz» por los mártires; en estos dos predicados revela Jesús su naturaleza divina, y con el tercero se acredita como el Mesías; unas palabras de Isa_22:22, que predicen a Eliaquim la colación del cargo de mayordomo de palacio, se interpreta aquí en sentido mesiánico, y la casa de David viene constituida en símbolo del reino mesiánico. Sólo Jesús decide quién es admitido en el reino de Dios del tiempo final y quién queda excluido de él.

8 »Conozco tus obras: mira que he dejado ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar; porque tienes poca fuerza y has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. 9 Mira, voy a darte algunos de la sinagoga de Satán, que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten: Mira, los voy a obligar a que vengan y se postren a tus pies, y sepan que te amo.

El pequeño grupo de los cristianos de Filadelfia, que por su número apenas si cuentan entre la población total, no ha perdido la seguridad ni se ha dejado intimidar por esta circunstancia; por el contrario, ha empleado con franqueza en la misión la fuerza de su fe viva. Lo que, sin embargo, quizá no había logrado hasta ahora, se lo promete el único que hace fructificar con su gracia todas las posibilidades misioneras de los hombres: la comunidad se acrecentará, y concretamente con algunos de las filas de sus más declarados y encarnizados adversarios. Llevará a éstos a la convicción de que los cristianos son ya el verdadero Israel de Dios, al que Dios mismo ha tomado amorosamente a su cargo en su Hijo. La predicción profética de que los paganos se inclinarán ante Israel (cf. Isa_45:14; Isa_49:23; Isa_60:14) se realizará ahora de tal manera que el primer pueblo elegido, que por su culpa había perdido esta vocación, preste este homenaje al nuevo pueblo de Dios de la alianza.

10 »Porque has guardado la consigna de mi constancia, también yo te guardaré en la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo para probar a los moradores de la tierra. 11 Voy en seguida. Mantén lo que tienes, para que nadie te quite la corona.

No sólo con este éxito visible, con el que el Señor quiere recompensar su fidelidad imperturbada, sino con una nueva acción va a demostrarles todavía su aprobación; así como abre a los judíos la puerta de acceso a ellos, quiere cerrarla ante ellos a los poderes de la persecución; él cuidará de que en la inminente persecución general de los cristianos no sufran pérdidas por apostasía. Aparte de esto, el tiempo de la tribulación es breve; luego vendrá el Señor y los recogerá para recompensarlos eternamente; la corona de la victoria presupone que, como en una competición deportiva, uno no se ha quedado atrás, sino que ha resistido hasta llegar a la meta.

12 »Al que venza, lo haré columna en el santuario de mi Dios, y no saldrá ya fuera jamás; sobre él escribiré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que baja del cielo, de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo. 13 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

Las promesas para el vencedor desarrollan todavía simbólicamente el contenido de esta recompensa definitiva. La imagen de la columna podría venir de una costumbre de la antigüedad: los jefes de ejércitos y los hombres de Estado hacían a veces erigir en los templos columnas votivas en las que estaban consignadas sus gestas especiales. Los fieles serán acogidos en el templo de Dios del cielo, no como estos objetos conmemorativos, sino en sus mismas personas; como una columna inamovible que adorna el edificio y al mismo tiempo lo sostiene, conservarán ellos para siempre este puesto honorífico irrevocable junto al trono de Dios.

Tres nombres vienen grabados en la columna; con este acto se indica no sólo la vinculación con los portadores del nombre, sino también una participación en su ser (el nombre equivale al ser; cf. comentario a 2,17). Por lo que hace a Cristo mismo, él dice expresamente que se trata de su «nuevo nombre», es decir, el nombre del Hijo del hombre glorificado y no del humillado. De la majestad de esta gloria, que es la del Padre mismo, participará el miembro de la ciudad de Dios en la celestial consumación (cf. 21,10s).

7. A LA IGLESIA DE LAODICEA (Ap/03/14-22)

14a Y al ángel de la iglesia de Laodicea escribe:

Laodicea de Frigia, junto al Lico, desde su fundación hacía unos cuatrocientos años, se había convertido en un rico centro comercial e industrial. Los tejidos de lino y lana representaban la principal actividad; los institutos bancarios habían alcanzado renombre hasta en Roma (Cicerón); allí había también una escuela especial de medicina y farmacia. Después del terremoto del año 60 d.C. la ciudad misma había llevado a cabo su reconstrucción con sus propios medios sin ayuda del Estado. En esta última carta se utilizan con especial abundancia las peculiaridades locales para dar forma a las imágenes.

14b «Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios:

La iglesia de Laodicea es la única a la que no se dice una buena palabra; es una comunidad por la que se preocupaba ya el apóstol Pablo (Col_2:1), a la que había escrito también una carta (Col_4:16) y que, algunos decenios después falla completamente según el juicio de Cristo, y ello debido a su tibieza religiosa, de resultas de su falsa orientación hacia el mundo. Y sin embargo, tampoco a ella dirige el Señor sólo palabras de condenación; al final de la carta se hallan, como en ninguna otra de las siete cartas, las más tiernas palabras de amorosa solicitud.

Cristo se designa con el término hebraico de encarecimiento, «el Amén» (cf. Isa_65:16), personificado, que a continuación se explica como «el testigo fiel y veraz» (cf. 1,5): su palabra es absolutamente de fiar. él es también el primer principio de la creación entera (cf. Joh_1:3), al que por tanto está también referido siempre todo lo creado (Col_1:16 s); en él, pues, hallan los cristianos de Laodicea, cuando buscan el mundo, el verdadero acceso a éste, y el mundo mismo en su forma más primigenia.

15 »Conozco tus obras: que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Por eso, porque eres tibio, y no eres ni frío ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca.

El hecho de que los laodiceos ensayen un compromiso entre ser cristianos y ser mundanos, los hace tan falsos y tan repugnantes para su Señor como un vaso de agua tibia; vienen ganas de vomitarlo. Nada a medias y nada del todo, un cojear de los dos lados (cf. lRe 18,21), ni contra Dios ni contra el mundo (cf. Mat_6:24; Mat_12:30), así siempre y en todas partes se arregla uno en el mundo con todos; sin embargo, tal cristianismo irresoluto es a juicio de Cristo más insulso que el verdadero paganismo, un cristiano sin carácter tiene para él menos valor que un pagano con firmeza de carácter. La veracidad y la fidelidad son su misma esencia; quien quiera ser de él tiene que congeniar con él a este respecto.

17 »Porque dices: Soy rico, y me he enriquecido, y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres tú el desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo.

Los cristianos de Laodicea son ricos de bienes de la tierra, por lo cual también la comunidad resplandece al exterior: vista desde fuera, no le falta nada; puede satisfacer todas las necesidades y obligaciones, hasta las caritativas, por ejemplo, y realmente lo hace. Es bien vista en el consorcio civil porque ha logrado la integración en el mundo; ahora bien, precisamente por esto los cristianos de esta ciudad no dan escándalo ni testimonio en este contorno (c. Mat_5:13 ) . Porque, cegados como están, no pueden ya ver esta misión que tienen para con el mundo, se ilusionan y llegan a juzgar de sí mismos que pueden hacer buena figura no sólo ante los hombres, sino también ante Dios. Con tal presunción de justicia procede el Señor en su juicio con el mayor rigor; con cinco adjetivos pone en claro el estado verdaderamente lastimoso de su iglesia de Laodicea.

18 »Te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por el fuego, para enriquecerte, y vestiduras blancas, para vestirte y para que no quede descubierta la vergüenza de tu desnudez; y colirio, para ungir tus ojos y ver.

Lo que una vez había dicho el Señor acerca del pastor que habiendo perdido una oveja fue en su busca y no paró hasta encontrarla (Luk_15:4), él mismo lo hace en Laodicea; él mismo se ofrece para ayudarla. De él pueden ellos comprar oro de ley, que conserva su valor incluso en el cielo (cf. Mat_6:20) y ya en la tierra remedia su pobreza delante de Dios; sólo adornados con la justicia conferida por gracia (cf. Rom_1:17) podrán presentarse como conviene delante de Dios, como también la gracia de Cristo les da vista suficiente para conocerse de veras. Aquí es también digna de consideración la circunstancia de que el Señor ofrece todavía su gracia; queda salvaguardada la libertad del que ha de aceptarla y puede rechazarla. Las tres imágenes con que el Señor sensibiliza y ofrece su gracia necesaria están por lo demás en estrecha relación con las circunstancias locales de los bancos, telares y de la escuela superior de medicina y farmacia.

19 »Yo, a cuantos amo, reprendo y castigo. ¡Animo, pues, y conviértete! 20 Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo.

La llamada a la conversión en la carta a Laodicea va seguida de unas palabras de solicitación amorosa. Con personas tan seguras de sí y tan convencidas de su propia justicia se alcanza más con un ruego amoroso que con una orden imperiosa. Así ruega el Señor como uno que, hallándose con la puerta cerrada, pide que se le deje entrar de nuevo en Laodicea, después que de antemano había en cierto modo excusado como expresión de su amor especial la gran dureza con que había debido tratarlos; en efecto, con un amor indulgente y condescendiente no se presta el menor servicio; en todo caso, Dios corrige y castiga a los que ama. La cena que el Señor piensa celebrar cuando logre entrar de nuevo volverá a sellar la amistad que había sido traicionada.

21 »Al que venza, lo haré sentar conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. 22 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

La promesa para el vencedor, con la indicación de que Jesús mismo hubo de conquistar con lucha su gloria e imperio en el trono del Padre (cf. Luk_24:26), se promete la participación en el señorío final de Dios sobre todas las cosas a aquellos que no se entregan al mundo, sino que a ejemplo suyo (Joh_16:33) lo vencen con la fuerza de su fe (cf. 1Jo_5:4).



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



26 (e) A Sardes (3,1-6). 1. los siete espíri(-)tus de Dios y las siete estrellas: Véase 1,4.16.20. Jesús resucitado tiene poder sobre los ángeles (cf. Flp 2,10; Heb 1,4-14; 2,5-9). 3. vendré co(-)mo un ladrón, sin que sepas a qué hora llegaré: En 16,15, la imagen del ladrón es empleada como expresión de la crisis general del final. Aquí se trata de la amenaza de un juicio más particular, como la realizada contra Jezabel y sus seguidores (2,22-23). 4. Tienes en Sardes unos cuantos nombres: El término «nombres» sugiere un registro o una lista. Puede ser una alusión al libro de la vida (véase 3,5; 13,8; 17,8; 20,12.15; 21,27). que no han contaminado sus vestidos: Vestidos contaminados pueden ser un símbolo general del pecado (cf. Zac 3,3-5). Otra posibilidad es que los vestidos limpios simbolicen la purificación y el nuevo comien(-)zo con el bautismo, que han mantenido sólo algunos de la comunidad de Sardes, vestidos de blanco se pasearán conmigo, porque son dig(-)nos: Los «vestidos blancos» simbolizan los cuerpos glorificados que los creyentes recibi(-)rán tras su muerte o en el tiempo de la resu(-)rrección (véase 6,11; 7,9.13; cf. 2 Cor 5,4; Asís 4,16; Herm[s] 8,2.3). 5. el libro de la vida: Ori(-)ginalmente era una lista de los nombres de quienes sobrevivirían a la manifestación de la ira de Dios (Mal 3,16-4,3); en el Ap, se trata de la lista de los que entrarán en la nueva Jerusa(-)lén (21,27).
27 (f) A Filadelfia (3,7-13). 7. el que tiene la llave de David; el que abre y nadie cierra, cie(-)rra y nadie abre: Esta identificación alude a Is 22,22, donde se describe al nuevo asistente que tiene la autoridad máxima sobre el acceso personal al rey. En esta perspectiva, Jesús re(-)sucitado es simbólicamente presentado como el único mediador entre la humanidad y Dios. 8. te he puesto delante una puerta abierta que nadie puede cerrar: Esta promesa desarrolla la imagen del v. 7; los cristianos tienen acceso a Dios mediante Jesús, y nadie podrá privarlos de esto. Puesto que en el siguiente versículo se menciona a los judíos, la cuestión de los me(-)diadores y del acceso a Dios puede haber sido objeto de controversia entre los judíos y los cristianos de esta localidad. 9. La sinagoga de Satanás: Véase el comentario sobre 2,9. haré que salgan a postrarse a tus pies: Se promete para el futuro la vindicación pública de la igle(-)sia contra sus adversarios. 10. te guardaré en la hora de la prueba: Esta promesa no significa que los cristianos de Filadelfia serán liberados de los sufrimientos del final o de la muerte, si(-)no que el que habla les apoyará en sus sufri(-)mientos para que puedan perseverar. 12. co(-)lumna en el templo de mi Dios: Esta promesa anticipa la visión de la nueva Jerusalén, en la que ya no hay templo como edificio, sino rela(-)ción directa y convivencia entre Dios y el pue(-)blo (21,22; 22,3-4).
28 (g) A Laodicea (3,14-22). 17. tú dices que eres rico: Al parecer, los cristianos de Lao(-)dicea eran ricos y pertenecían relativamente a la alta sociedad de la ciudad. Al tener acomo(-)do social y buena posición económica, se sen(-)tían satisfechos de sí mismos, eres desgraciado, miserable y pobre: Esta audaz retórica implica la inversión del mensaje a Esmirna, donde se declara ricos a los económicamente pobres. 18. te aconsejo que me compres oro acendrado: Se exhorta a los cristianos de Laodicea a dar testimonio de su fe cristiana, incluso aunque este testimonio les lleve al rechazo social, a la posible persecución y acusación ante los tri(-)bunales, y a la muerte. 20. mira que estoy a la puerta llamando: Este dicho metafórico, a pri(-)mera vista, se refiere al futuro (cf. v. 11). Sin embargo, lo que sigue se refiere al presente, si uno escucha mi llamada y abre la puerta: Pue(-)de ser que la indiferencia de los cristianos de Laodicea o su preocupación por su posición les hubiera llevado a no ser hospitalarios con Juan cuando viajó a Asia, y a rechazar sus en(-)señanzas. El dicho sugeriría que todo el que reciba a semejante maestro está recibiendo a Cristo (cf. Mt 10,41-42). cenaré con él y él ce(-)nará conmigo: La referencia a una comida puede aludir a la cena del Señor. 21. El vence(-)dor se sentará conmigo en mi trono, pues tam(-)bién yo vencí y me senté con mi Padre en su trono; La entronización de Jesús al lado de Dios es una sorprendente imagen de su igual(-)dad (cf. 1,14.15.17). Cuando Juan escribía, los cristianos formaban el reino de Dios; ellos reconocían el gobierno de Dios. En la era nue(-)va, ellos compartirían ese gobierno sobre la nueva creación (2,26-27; 5,10; 22,5).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter III.

2 The Angel of the Church of Sardis is reproued, 3 exhorted to repent, and threatned if hee doe not repent. 8 The Angel of the Church of Philadelphia 10 is approoued for his diligence and patience. 15 The Angel of Laodicea rebuked, for being neither hote nor colde, 19 and admonished to be more zealous. 20 Christ standeth at the doore, and knocketh.
1 And vnto the Angel of the Church in Sardis write, These things saith he that hath the seuen Spirits of God, & the seuen starres; I know thy workes, that thou hast a name that thou liuest, and art dead.
2 Be watchfull, and strengthen the things which remaine, that are ready to die: for I haue not found thy works perfect before God.
3 Remember therefore, how thou hast receiued and heard, and hold fast,

[The key of Dauid.]

and repent. [ 1Th_5:2 ; 2Pe_3:10 .] If therefore thou shalt not watch, I will come on thee as a thiefe, and thou shalt not know what houre I will come vpon thee.
4 Thou hast a few names euen in Sardis, which haue not defiled their garments, and they shall walke with me in white: for they are worthy.
5 Hee that ouercommeth, the same shalbe clothed in white raiment, and I will not blot out his name out of the [ Rev_20:12 ; Phi_4:3 .] booke of life, but I will confesse his name before my Father, and before his Angels.
6 Hee that hath an eare, let him heare what the Spirit saith vnto the Churches.
7 And to the Angel of the Church in Philadelphia write, These things saith he that is Holy, he that is true, he that hath the key of Dauid, he that openeth, and no man shutteth, and shutteth, and no man openeth;
8 I know thy workes: behold, I haue set before thee an open doore, and no man can shut it: for thou hast a little strength, and hast kept my word, and hast not denied my Name.
9 Behold, I will make them of the synagogue of Satan, which say they are Iewes, and are not, but doe lie: behold, I will make them to come and worship before thy feete, and to know that I haue loued thee.
10 Because thou hast kept the word of my patience, I also will keepe thee from the houre of temptation, which shall come vpon all the world, to try them that dwell vpon the earth.
11 Beholde, I come quickly, hold that fast which thou hast, that no man take thy crowne.
12 Him that ouercommeth, will I make a pillar in the Temple of my God, and he shall goe no more out: and I wil write vpon him the Name of my God, and the name of the Citie of my God, which is new Hierusalem, which commeth downe out of heauen from my God: And I will write vpon him my New name.
13 Hee that hath an eare, let him heare what the Spirit saith vnto the Churches.
14 And vnto the Angel of the Church [ Or, in Laodicea.] of the Laodiceans, write, These things saith the Amen, the faithfull and true witnesse, the beginning of the creation of God:

[Lukewarme. The foure beasts.]

15 I know thy workes, that thou art neither cold nor hot, I would thou wert cold or hot.
16 So then because thou art lukewarme, and neither cold nor hot, I wil spew thee out of my mouth:
17 Because thou sayest, I am rich, and increased with goods, and haue need of nothing: and knowest not that thou art wretched, and miserable, and poore, and blinde, and naked.
18 I counsell thee to buy of me gold tried in the fire, that thou mayest bee rich, and white raiment, that thou mayest be clothed, and that the shame of thy nakednesse doe not appeare, and anoint thine eyes with eye salue, that thou mayest see.
19 [ Pro_3:11 ; Heb_12:5 .] As many as I loue, I rebuke and chasten, be zealous therefore, and repent.
20 Behold, I stand at the doore, and knocke: if any man heare my voyce, and open the doore, I will come in to him, and will sup with him, and he with me.
21 To him that ouercommeth, will I graunt to sit with mee in my throne, euen as I also ouercame, and am set downe with my Father in his throne.
22 Hee that hath an eare, let him heare what the Spirit saith vnto the Churches.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La carta a la iglesia en Sardis

Sardis era una ciudad con un pasado ilustre del cual estaba orgullosa, pero en los tiempos de Juan tenía menos motivos para vanagloriarse. Como capital del antiguo reino de Lidia, alcanzó el clímax de su riqueza alrededor de 700 a. de J.C. bajo Giges, conocido por los asirios como Gugu. Los judíos dieron a este rey el nombre de Gog y se lo consideraba un símbolo de los poderes del mal que se levantarán al fin de los tiempos. Fue muerto en un ataque sorpresivo de los cimerios. La ciudad se hundió en el olvido después de la conquista persa, pero recuperó algo de su prestigio cuando, por medio de la ayuda de Tiberio, fue reconstruida después de un terremoto en 17 d. de J.C. La iglesia de Sardis reflejaba la historia de la ciudad; en un tiempo tuvo prestigio por sus logros espirituales, pero ahora es taba sin vida (1). Otros dos elementos de la vida de la ciudad son reflejados en la carta. Sardis fue construida en una montaña y tenía una acrópolis que era considerada inexpugnable. Capturar la acró polis de Sardis era entre los griegos un proverbio para alcanzar lo imposible. Pero la acrópolis fue conquistada no menos de cinco veces, dos de ellas por falta de vigilancia. El paralelo con la falta de cuidado de la iglesia y su pobre situación es notable (2, 3). Sardis también era un centro de tejedurías y pretendía ser la primera en el negocio de lana teñida, lo que también parece reflejado en los vv. 4, 5.

1 El título es un eco de 1:4 y 16. El Señor resucitado posee los siete Espíritus de Dios; a la luz de las figuras de 1:4 esto parece representar al Espíritu Santo enviado a las siete iglesias. El Espíritu inspira la profecía y vivifica a los muertos; esta iglesia necesitaba escuchar las advertencias proféticas y buscar la vivificación de vida del Espíritu. Como en 2:1 las siete estrellas, las iglesias, están en las manos de Cristo tanto para sostener como para juzgar. No he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Dios (2). ¡Pero no se menciona ninguna! La congregación de Sardis ne cesitaba las cualidades que tenía la iglesia de Tiatira: amor, fe, servicio, perseverancia. Si tenían alguna de ellas, o algo similar, en verdad estaban esforzándose poco para ponerlas en práctica. Nada de lo que ellos comenzaron llegó a ser completado. Por ello, la iglesia es llamada a estar vigilante (cf. Ef. 5:14) y a reforzar las cosas que quedan o sea todo aquello que es de Dios en la iglesia y que no ha muerto; también a acordarse de lo que ha recibido, o sea el evangelio de los apóstoles y su enseñanza sobre la vida cristiana; a guardarlo y arrepentirse (3) o sea el volverse a Dios como en su conversión. De otro modo, dice el Señor, vendrá como ladrón. La parábola del ladrón tiene un claro reflejo aquí (Mat. 24:43, 44; cf. 1 Tes. 5:2-4), como en Apoc. 16:15. Considerando el uso de este lenguaje en las cartas a Efeso y Pérgamo (2:5, 16), sin embargo, es probable que se tenga en vista una venida del Señor para juicio más bien que la posibili dad de que la iglesia padecerá juicio en la venida del Señor en poder y gloria.

4 Hay unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidos o sea que han resistido la tentación al acomodamiento de sus vidas a las costumbres paganas de sus vecinos. De acuerdo con eso, ellos andarán con el Señor en vestiduras blancas. 5 La misma promesa se dirige al vencedor (cf. 19:7, 8). La santidad siempre es un don del Señor forjado en la vida del redimido. Nótese, además, que el vestirse de blanco se asocia con los festejos (como en 19:7, 8; cf. también Ecl. 9:8) y la victoria. Hay un complejo de ideas relacionado con este cua dro. En cuanto al concepto de ser borrado del libro de la vida, ver Exo. 32:32, donde la idea es de un registro de ciudadanos. En Dan. 12:1, Luc. 10:20; Fil. 4:3 y en este pasaje simboliza un registro de los ciudadanos del reino de Dios. El recono cimiento del Señor del vencedor es un eco de Mat. 10:32: Yo también le confesaré delante de mi Padre.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Mensaje a las siete Iglesias: contenido. Las siete Iglesias no son especiales ni simbólicas. Eran las Iglesias de las que el autor se sentía responsable. Las siete estaban a lo largo de una carretera romana que las comunicaba. No eran únicas; sus problemas eran los mismos de los de otras muchas Iglesias. Cada carta es una llamada a la conversión. El número siete puede indicar que son Iglesias que representan a la Iglesia universal, con sus virtudes y defectos en medio de los desafíos creados por la religión imperial.
Las Iglesias de Éfeso, Pérgamo y Tiatira se enfrentaban a los Nicolaítas, quienes probablemente eran un grupo de cristianos que buscaban adaptarse a las normas sociales y religiosas del imperio, con una relajación de costumbres que iba contra el espíritu cristiano (2,1-14).
Éfeso era una ciudad famosa por sus ritos religiosos en honor de la diosa Artemisa, cuyo templo era una de las maravillas del mundo antiguo (Hch_19:23-40). Con sus 300.000 habitantes, Éfeso era la «luz de Asia», gran centro comercial y religioso; una tradición temprana la asoció con el apóstol Juan.
Esmirna, que se gloriaba de su fidelidad a Roma, había recibido a muchos judíos que habían sobrevivido a la destrucción de Jerusalén por los romanos; estos judíos se habían convertido en enemigos de los cristianos que formaban el nuevo Israel de Dios.
Pérgamo, residencia del gobernador romano promotor del culto al emperador, tenía una floreciente industria de pergaminos, con una gran biblioteca y centro cultural.
Tiatira tenía una nueva Jezabel; como la esposa malvada del rey Ajab que fue enemiga personal del profeta Elías y llevó al pueblo a la idolatría, tentaba a los cristianos a la aceptación de los ritos religiosos paganos, a una verdadera prostitución religiosa.
Sardis se encontraba en una situación de coma espiritual. Sus habitantes tenían fama de comodones y lujuriosos. Dos veces había caído en manos de sus enemigos por falta de vigilancia. Tenía una floreciente industria de lana blanca a la que parece referirse el texto de la carta.
Filadelfia recibe un trato más personal, lleno de ternura. Ha permanecido fiel en medio de dificultades y persecuciones; y no ha mezclado la fe con otras doctrinas y prácticas incompatibles con ella. Ahora se debe preparar para una tribulación general.
Laodicea tenía una floreciente escuela de medicina y farmacia para el tratamiento de los ojos; su fama había llegado hasta Roma. La ciudad se consideraba autosuficiente (3,17). Laodicea recibía aguas procedentes de unas fuentes termales de Hierápolis, a seis kilómetros de distancia; las aguas llegaban ya tibias. El «amén» está inspirado en Isa_65:16 y quizás en 2Co_1:20; dice lo categórico y definitivo, sin mezcla ambigua de sí y no. Al amén categórico se opone frontalmente la mezcla y confusión de caliente y frío, las componendas de paganismo y cristianismo (cfr. 2Co_6:14-16), que provocan la náusea de Dios (cfr. Jer_14:19).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "Sardes" se encontraba a unos cincuenta y cinco kilómetros al sudeste de Tiatira, y era una de las ciudades más antiguas de Asia Menor.

5. En el "Libro de la Vida" están registrados los nombres de los que heredarán la Vida eterna. Ver Sal_56:9; Sal_69:29; Sal_139:16.

7. Isa_22:22. "Filadelfia" era una ciudad situada a unos cuarenta y cinco kilómetros al sudeste de Sardes, en una región muy fértil.

8. "Puerta que nadie puede cerrar": ver nota 1Co_16:9.

9. Isa_45:14; Isa_60:14; Isa_43:4.

11. "Volveré pronto": ver Mat_24:27.

12. Isa_62:2. "Columna": símbolo de los elegidos que tendrán un lugar honorífico y estable en el Templo celestial. El Nuevo Testamento presenta frecuentemente a la comunidad cristiana como un Templo, cuya piedra angular es Jesucristo. Ver 1Co_3:10-11; Efe_2:19-22; 1Pe_2:4-9.

14. "Laodicea" estaba situada a sesenta y cinco kilómetros al sudeste de Filadelfia.

"Amén" se usa como nombre aplicado a Jesús. Ver nota 2Co_1:20.

19. Pro_3:12.

20. "Cenaremos juntos": imagen de intimidad y felicidad. Ver nota Mat_8:11.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 3.4 Vestidas de blanco: símbolo de santidad y de victoria (cf. Ap 3.18; 4.4; 6.11; 7.9,13-14; 19.14).

[2] 3.5 Del libro de la vida: cf. Ex 32.32-33; Sal 69.28; Dn 12.1; Lc 10.20; Flp 4.3.

[3] 3.7 Llave del rey David: símbolo de autoridad del Mesías, descendiente de David (cf. Is 22.22; Job 12.14).

[4] 3.12 Ap 14.1; 22.4; cf. Is 56.5.

[5] 3.12 Cf. Ap 21.2--22.5.

[6] 3.14 Cristo es llamado el Amén porque en él se cumplen las promesas de Dios a su pueblo (cf. 2 Co 1.20).

[7] 3.19 Pr 3.12; Heb 12.6.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Sardes era un importante nudo de comunicaciones y tenía un ambiente moral relajado. A la comunidad cristiana le es presentado Cristo como aquel que envía el Espíritu capaz de transformar interiormente. Se acusa a Sardes de aparecer como cristiana, cuando muchos de sus miembros viven en pecado y sin vida interior.


Torres Amat (1825)



[4] Sino que han conservado la inocencia, representada en la blanca túnica que vistieron al bautizarse.

[7] De la Iglesia. Is 22, 22.

[21] Al mundo, al demonio y a la carne.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Apo 2:7