Ver contexto
Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: «Ven». (Apocalipsis  6, 3) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Ejecución de los decretos del libro de los siete sellos, 6:1-11:19.
En estos capítulos, y sobre todo en los capítulos 6-9 y 11:14-18, encontramos una serie de visiones simbólicas que parecen anunciar y preparar el exterminio del Imperio romano, tipo de todos los imperios paganos que han de perseguir a la Iglesia de Cristo. San Juan verá idealmente, y de una manera todavía general y confusa, cómo se van preparando en el cielo los juicios divinos (c.6-7), antes de tener la visión más detallada de su realización sobre la tierra (c.8-11) l.




La Apertura de los Siete Sellos, 6:1-8:1.
Toda esta escena se realiza en los cielos. A medida que el Cordero va abriendo los sellos, van apareciendo uno a uno los elementos que entran en los juicios de Dios sobre el Imperio romano y sobre todo el mundo. A la apertura de cada sello corresponde algo así como un capítulo de cuanto está escrito en el libro. El septenario de sellos se divide en dos series secundarias de cuatro y de tres miembros. Con la apertura de los cuatro primeros sellos aparecen los símbolos de diversas calamidades. Los cuatro primeros flagelos, representados por los cuatro jinetes, simbolizan las calamidades más frecuentes en la antigüedad: invasión de los bárbaros, guerra, hambre, epidemias (6:1-8). Al abrir el quinto sello se eleva al cielo la plegaria de los que han sido muertos por la causa de la palabra de Dios, pidiendo a Dios que manifieste su justicia (6:9-11). Cuando el Cordero abre el sexto sello, el profeta percibe un gran terremoto acompañado con señales del cielo, que presagian la ira del Cordero contra los impíos (6:12-17). Después aparece un ángel que marca a los justos con una señal en la frente para preservarlos de los castigos que han de venir (7:1-8). A estos elegidos se une una gran multitud de vencedores, que, uniendo sus voces a las de los ángeles, entonan himnos de alabanza a Dios y al Cordero (7:9-17). Finalmente, al ser abierto el último sello (8:1), se hace un gran silencio en el cielo. Este silencio impresionante indica la solemnidad del momento en el que el juicio se va a ejecutar.

1 S. Bartina, Apocalipsis de San Juan. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento III p.657-658. 2 Eze_2:9s; Dan_10:21. 3 Libro de Henoc 81:1-2. Cf. J. bonsirven, Le Judaísme palestinien I p.190. 4 Cf. W. S. Taylor, The Seven Seáis in the Revelation of John: JTS 31 (1930) 266-271; O. Roller, Das Buch mit sieben siegeln: Zntw 36 (1937) 98-113; B. deri, Die Vision über das Buch mit den sieben Siegeln (Rev_5:1-5) (Viena 1950-1951). 5 Cf. Suetonio, Augustus 101; Daremberg-Saglio, Dictionnaire d'Antiquités Gréco-Ro-mainesfig.64443 y 67145; Dom Guiu M. Camps, o.c. p.27O. 6 Cf. S. Bartina, o.c. p.659 nt. 3. 7 Cf. Rev_14:633; Rev_14:18, is. 8 Gén_49:1055. 9 Jesé era el padre de David. Por donde se ve que Raíz de David es equivalente a Raíz de Jesé, o al sinónimo Retoño de Jesé. 10 Rev_12:3-9. 11 Gf. Rev_3:21; Jua_12:313; Jua_16:33. 12 La imagen del cordero, aplicada a Cristo, es propia de la literatura joánica. Aquí el autor sagrado emplea el término Üñíßïí, que aparece veintinueve veces en Ap, y siempre designa al Mesías crucificado. En cambio, en Jua_1:29 se emplea la palabra Üìíüâ· 13 Ex 12; cf. Isa_53:7; Jua_1:29.36; 1Pe_1:19. 14 1853:7. 15 Jua_1:29. 16 Cf. M. J. Lagrange, évangile selon S. Jean1 (París 1947) p.39-41; P. A. Harle, L'Agneau de l'Apocalypse et le Nouveau Testament: Les études Théologiques et Religieuses 31 (1956) 26-35. 17 Cf. Zac 1.18ss; Dan_7:7; Dan_8:3s. 18 Zac_3:9. 19 Zac_4:10. 20 Cf. Jua_15:26; Jua_16:14. 21 Rev_4:5. 22 Cf. Rev_8:3. 23 Rev_6:9. 24 Rev_8:3. 25 Rev_11:19. 26 Cf. M. García Cordero, o.c. p.68. 27 Exo_19:6. 28 Ya hemos explicado en el comentario a Rev_1:6 el significado de la expresión reyes-sacerdotes. 29 Cf. 1Pe_1:18ss; Rev_2:9; 2 Pe 2,r. 30 Gal_3:13; Gal_4:5; 1Co_6:20; 1Co_7:23. 31 Cf. Jn i.is. 32 Tomás afirma que los ángeles, en cuanto sustancias espirituales, forman una multitud inmensa, superior a la de los seres materiales (S. Th. i q.30,a.3). 33 Dan_7:10. 34 A la doxología que los veinticuatro ancianos habían dedicado a Dios creador en Rev_4:11, añaden ahora los ángeles otros cuatro epítetos: riqueza, sabiduría, fuerza y bendición para completar el número siete. 35 Cf. F. Cabrol, La doxologie dans la priére chrétienne: RSR (1928) 14. 36 Cf. 1Cr_16:36. 37 FÜ2.IO.




Capitulo 6.

Aparecen cuatro jinetes,1Cr_6:1-8.
1 Así que el Cordero abrió el primero de los siete sellos, vi y oí a uno de los cuatro vivientes que decía con voz como de trueno: 2 Ven. Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, y para vencer aún. 3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: Ven. 4 Salió otro caballo, bermejo, y al que cabalgaba sobre él le fue concedido desterrar la paz de la tierra, y que se degollasen unos a otros, y le fue dada una gran espada. 5 Cuando abrió el sello tercero oí al tercer viviente que decía: Ven. Miré y vi un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6 Y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario, pero el aceite y el vino ni tocarlos. 7 Cuando abrió el sello cuarto oí la voz del cuarto viviente que decía: Ven. 8 Miré y vi un caballo bayo, y el que cabalgaba sobre él tenía por nombre Mortandad, y el infierno le acompañaba. Fueles dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por la espada, y con el hambre, y con la peste, y con las fieras de la tierra.

Los cuatro jinetes de esta primera visión, que depende de Zac_6:1-3, representan el imperio de los partos, que fueron el terror del Imperio romano, y los azotes que sus invasiones provocarían: dominio extranjero, guerra, hambre, epidemias 2. Pero, al mismo tiempo, son también tipo de los azotes con que es amenazado el mundo pagano.
Los cuatro vivientes que sostienen el trono de Dios son los que dan aviso al profeta uno tras otro para que se acerque y vea lo que va a suceder (v.1). A la apertura del primer sello aparece un caballo blanco, y el que lo monta lleva un arco y recibe una corona, señal de una primera victoria, que irá seguida de otras más (v.2). El jinete blanco parece representar los partos prototipo de los pueblos belicosos , como se ve por el arco, que era el arma característica de sus guerreros 3. El color blanco del caballo y la corona son signos de victoria y de dominación. Los partos instalados sobre el Eufrates constituían una amenaza continua contra el Imperio romano. En el año 62 d.C., el rey parto Vologesis había logrado vencer a las legiones romanas junto al río Tigris. Esta victoria presagiaba otras. Por eso se dice que el jinete salió vencedor, y para vencer aún (v.2).
Desde los tiempos de San Ireneo, casi todos los comentaristas antiguos y muchos modernos han visto en el jinete blanco a Jesucristo o la personificación del Evangelio, que había obtenido victorias a través del mundo y las seguiría obteniendo. Esta interpretación se apoya sobre todo en la semejanza con el caballero victorioso de Rev_19:11, que representa evidentemente a Jesucristo. Pero contra esta interpretación militan las razones siguientes: La visión de los cuatro jinetes se inspira en Zac_6:1-3, en donde simbolizan azotes. Luego lo normal es que también aquí tengan ese sentido. Por otra parte, el primer jinete del Apocalipsis forma un todo con los otros tres, que ciertamente representan calamidades. Además, parece poco probable que en los tres septenarios del Apocalipsis un solo elemento sea heterogéneo. Y, finalmente, si se tratase de la predicación evangélica, no se explica por qué no lleva ningún signo distintivo, mientras que los demás jinetes llevan todos un símbolo que los caracteriza. El arco que lleva el primer jinete no parece ser un signo distintivo apropiado para designar la predicación evangélica 4.
Por consiguiente, creemos que el primer jinete representa el azote de las invasiones de los bárbaros, tan frecuentes en la antigüedad. Los bárbaros, a los cuales hace referencia San Juan en este pasaje, parecen ser los partos, que en aquella época eran los más temibles adversarios del Imperio romano y de la cultura griega. Sus amenazas y sus victorias tuvieron atemorizados a los habitantes del imperio durante mucho tiempo.
Después de abrir el segundo sello apareció un jinete de color rojo, es decir, de color sangre, al cual fue entregada una grande espada. Y se le dio el poder de desterrar la paz de la tierra y hacer que los hombres se degollasen unos a otros (v.3-4). La espada, arma de las legiones romanas, simboliza las guerras intestinas del Imperio romano, que tuvieron lugar el año 69 d.C. En dicho año, las legiones del Rhin, de las Galias, de la Grecia y del Asia, capitaneadas por Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano, se enfrentaron entre sí 5. Estas luchas eran conocidas, sin duda, por San Juan, y pudieron sugerirle la imagen del caballo rojo de la guerra.
Al abrir el tercer sello se ve un caballo negro, y el jinete que lo montaba llevaba en su mano una balanza (v.5). La voz del tercer viviente declara el significado de esa balanza, que no es otro sino el de la carestía y del hambre (v.6). Era ésta una consecuencia normal de las guerras, como lo es todavía hoy. Los ejércitos arrasan con frecuencia los campos, y la gente, ante el temor de perder sus cosechas, no siembra. La balanza de la cual se habla aquí sirve para pesar el pan 6. Con el fin de apreciar mejor los datos del texto recuérdese que, según la parábola evangélica 7, el denario era el jornal de un obrero. Pues bien, para comprar dos quénices (×ïÀíéî) de trigo o seis quénices de cebada, que era, naturalmente, más barata y constituía el alimento de los pobres, había que pagar un denario. Para darnos cuenta de lo elevado del precio, hay que tener en cuenta que el quénice equivalía a 1,079 litros 8. Además, se sabe que en tiempos normales por un denario se podían comprar 12 quénices de trigo o 24 de cebada 9. El aumento tan exorbitante del precio del pan sirve para dar una idea del hambre que habría de venir. En cambio, el vino y el aceite abundarían sobremanera 10. Esta especie de paradoja se explica bien si tenemos presente que el Estado romano, con el fin de que costase menos el pan, hacía compras masivas de trigo en Egipto y en áfrica. Con esto, el precio del trigo bajaba y su cultivo se hacía poco remunerador; en consecuencia, los agricultores romanos creyeron que les resultaría más rentable el convertir sus tierras en viñas. Este fue el motivo de que hubiese una gran sobreabundancia de vino en Italia principalmente. Por eso, Domiciano se vio obligado a dar un decreto en el año 92 con el fin de restringir el cultivo de las viñas. En él ordenaba que no se plantasen más viñas en Italia y que en las provincias se destruyesen la mitad o más. 11 Esta situación económica debía de durar desde hacía años, para que el emperador tratara de remediarla con medidas tan radicales. San Juan bien pudiera aludir a esta situación. La abundancia del vino y del aceite podía agravar más el malestar porque, sin satisfacer las necesidades alimenticias, obligaba a los agricultores a vender estos productos a precios muy bajos. De este modo se encontraban sin dinero suficiente para comprar los alimentos, sumamente caros.
Después de la invasión, de la guerra y del hambre, viene la peste (v.7-8). El color claro verdoso del jinete es el color del cadáver en putrefacción. Por eso, el jinete es llamado Mortandad, o mejor, Muerte, ó èÜíáôïò. Pero aquí muerte hay que entenderla de la peste, que los LXX traducen frecuentemente por èÜíáôïò 12. Como el hambre, era la peste compañera inseparable de las guerras en los tiempos antiguos, a causa del poco o ningún cuidado de enterrar los cadáveres y de la suciedad en los campos y en las ciudades. El hades-seol aparece aquí personificado 13 como un individuo siniestro que seguía a la peste y a los otros tres azotes para tragar las víctimas que éstos dejaban. El v.8 precisa que las calamidades de los cuatro primeros azotes fueron limitadas a la cuarta parte de la tierra. Esta restricción es claro indicio de la misericordia divina, que no permitirá que tales calamidades se abatan sobre toda la humanidad. La enumeración de las cuatro calamidades está tomada del profeta Ezequiel, el cual, dirigiéndose a los israelitas infieles, les dice: ¡Cuánto más cuando desencadene yo contra Jerusalén esos cuatro azotes juntamente: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste, para exterminar en ella hombres y animales!14
Semejantes calamidades las habían experimentado las provincias de Oriente más de una vez durante el siglo I. San Juan, sorprendido por todos los azotes que tuvieron lugar en su tiempo: malas cosechas, desde el año 44 d.C., encareciendo la vida bajo Nerón, la gran epidemia del año 65 15, guerras civiles, temor de los partos, temblores de tierra en Anatolia, las catástrofes de Herculanp y de Pompeya, se sirvió de ellos como de símbolos para anunciar las grandes calamidades que habían de venir sobre el mundo 16. Son como el símbolo de los diversos azotes con que Dios castiga periódicamente a la humanidad.



Apertura del quinto sello: los mártires,Zac_6:9-11.
9 Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardaban.10 Clamaban a grandes voces, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, Santo, Verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en los que moran sobre la tierra? Y a cada uno le fue dada una túnica blanca, y les fue dicho que estuvieran callados un poco de tiempo aún, hasta que se completaran sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.

San Juan concibe el cielo como un templo semejante al templo de Jerusalén, con su altar de los holocaustos, al pie del cual se derramaba la sangre de los sacrificios. Según la mentalidad hebraica, en la sangre estaba la vida, el alma 17. Por eso nos dice el autor del Apocalipsis que debajo del altar estaban las almas de los mártires sacrificados por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo (v.9). Los mártires, degollados como el Cordero, son considerados como holocaustos ofrecidos a Dios 18. Porque el martirio es un verdadero sacrificio soportado por amor de Cristo 19. Los mártires son, por este motivo, los verdaderos seguidores de Jesús, el mejor cortejo que Jesucristo glorioso puede tener en el cielo. Los que ve San Juan eran los que habían muerto bajo la persecución de Nerón 20
Una tradición judía, atestiguada por el Talmud 21, coloca las almas de los justos bajo el trono de Dios. Otra tradición judía los representaba en el acto de ser ofrecidos a Yahvé por Miguel sobre el altar celeste. Y la literatura rabínica colocaba a los justos, en especial a los muertos por causa de la Ley, muy cerca del trono de Dios 22· Es muy probable que estas tradiciones hayan influido sobre la concepción de San Juan. Por otra parte, es posible que el Apocalipsis coloque las almas de los mártires bajo el altar porque sobre el altar son ofrecidas las oraciones de los santos 23, o bien porque quiere significar que la inmolación de los que son sacrificados en la tierra es ofrecida a Dios simbólicamente sobre el altar del cielo. Según la tradición apocalíptica judía, las almas de los mártires y justos estaban en unas cuevas o receptáculos especiales en donde esperaban la resurrección 24. Es también muy posible que San Juan coloque a los mártires debajo del altar para significar una especial intimidad de éstos con Dios.
Estos mártires claman, como clamaba la sangre de Abel 25, y piden al Dios santo y fiel que vengue su sangre en los habitantes de la tierra (v.10), es decir, en los enemigos de Dios 26. Esta petición de los mártires que parece un tanto dura y poco conforme con el espíritu cristiano, hay que entenderla en conformidad con todo el libro y con el espíritu general del Nuevo Testamento. Non haec odio inimicorum, pro quibus in hoc saeculo rogaverunt, orant, sed amore aequitatis (San Beda). Los mártires desean ardientemente el triunfo de la palabra divina; de ahí la petición que dirigen a Dios para que se cumpla la justicia 27. Sin embargo, la súplica que aquí elevan los mártires no está inspirada en la del Señor ni en la de San Esteban Protomártir pidiendo perdón para sus verdugos. Es más bien el eco de las que leemos tantas veces en los salmos, en Jeremías y en otros lugares del Antiguo Testamento. La venganza más digna de Dios misericordioso es obligar a sus enemigos a postrarse ante El pidiendo perdón. La respuesta que se da a la petición de los mártires se parece bastante a la que se encuentra en el 4 Esd_4:35-37. Los justos, desde sus receptáculos, preguntan: ¿Cuánto tiempo tendremos todavía que permanecer aquí? A lo que responde el arcángel Jeremiel: Hasta que el número de vuestros semejantes sea completo. De igual modo, los mártires del Apocalipsis han de callarse, esperando un poco de tiempo aún (v.11), a que se complete el número de sus hermanos que han de ser muertos como ellos. El tiempo de espera será corto, porque en el cielo los años cuentan poco. A los mártires se les da una túnica blanca, propia de los que ya han triunfado, como en Rev_3:5; Rev_7:9. Los mártires participan desde ahora del triunfo y de la gloria celeste, que son prenda del pleno cumplimiento de las promesas divinas.
Para comprender bien el pensamiento de San Juan en el Apocalipsis hemos de tener presente que suele ver en un solo hecho simbólico lo que es una ley continua de la justicia divina: la glorificación celeste de los mártires, antes incluso de que hayan resucitado sus cuerpos 28. San Juan, lo mismo que los profetas antiguos, concibe el mundo en lucha continua. De una parte está la causa de Dios representada por los fieles; de otra está la causa del mundo, que combate contra Dios y los suyos.
La satisfacción prometida a los mártires va a ser simbolizada, bajo su doble aspecto, por la visión del sexto sello. Tal vez las oraciones de los santos hayan acelerado la acción divina.



Apertura del sexto sello: grandes cataclismos,Rev_6:12-17.
12 Cuando abrió el sexto sello, oí y hubo un gran terremoto, y el sol se volvió negro como un saco de pelo de cabra, y la luna se tornó toda como de sangre, 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como la higuera deja caer sus higos sacudida por un viento fuerte, 14 y el cielo se enrolló como un libro que se enrolla, y todos los montes e islas se movieron en sus lugares. 15 Los reyes de la tierra, y los magnates, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todo siervo, y todo libre se ocultaron en las cuevas y en las peñas de los montes. 16 Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y ocultadnos de la cara del que está sentado en el trono y de la cólera del Cordero,17 porque ha llegado el día grande de su ira, y ¿quién podrá tenerse en pie?

Los cataclismos cósmicos que siguen a la apertura del sexto sello parecen presentarse como una respuesta al clamor de los mártires. Son las señales que precederán al castigo de Dios contra los poderes del mal, y que por sí solos indican lo terrible y espantoso que será ese día. Todas las señales cósmicas descritas aquí por San Juan: terremotos, oscurecimiento del sol y de la luna, caída de las estrellas, arrollamiento del cielo, estremecimiento de los montes y de las islas (v.12-14), son clásicas y tradicionales en la literatura profética y apocalíptica tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Son figuras empleadas para anunciar el desencadenamiento de la cólera de Dios contra los impíos. De temblores de tierra se habla en Amo_8:8; en Joe_2:10; Joe_3:4. De eclipses de sol y de la luna ensangrentada en Amo_8:9; Joe_2:10; Joe_3:4; Isa_13:10; Isa_50:3; en San Mat_24:21.29-30; en el mismo Rev_8:5; Rev_11:13; Rev_16:18. De la caída de las estrellas y de la desaparición del cielo, nos dice hermosamente Isaías: La milicia de los cielos se disuelve, se enrollan los cielos como se enrolla un libro; y todo su ejército caerá como caen las hojas de la higuera. 29 Como se ve claramente, esta imagen de Isaías está tomada casi al pie de la letra por el autor del Apocalipsis. La única imagen que no encontramos en la Biblia es la de la translación de las montañas y de las islas 30, que puede considerarse como una consecuencia del gran terremoto anunciado en el v.12. Todas estas imágenes no hay que tomarlas al pie de la letra. No se trata de hechos reales, que han de suceder como preludio del fin del mundo, sino que son puros símbolos convencionales de desgracias que se han de abatir sobre los malvados. No es el juicio final lo que aquí se anuncia. Es más bien una de tantas intervenciones justicieras de Dios sobre la humanidad en el curso de su historia.
San Juan nos presenta a hombres de todas clases y condición el número siete indica totalidad , desde los reyes, magnates, tribunos, ricos y poderosos hasta los siervos y libres, huyendo de los cataclismos para esconderse en las cavernas de los montes (v.15). Esto era frecuente en Palestina en tiempo de invasiones enemigas y de guerras 31. Y lo mismo dice Jesucristo en el Evangelio cuando habla de la caída de Jerusalén y de la gran tribulación 32. El apostrofe que dirigen los impíos a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y ocultadnos de la cara. del Cordero (v.16), nos recuerda las palabras que Cristo dirigió a las piadosas mujeres de Jerusalén, que se lamentaban de su suerte, cuando iba camino del Calvario: Entonces dirán a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados: Ocultadnos. 33 Los malvados tienen conciencia de su culpabilidad, y, antes de comparecer ante la faz irritada del Cordero, prefieren desaparecer para siempre. Porque ha llegado el día terrible de su ira, y nadie podrá mantenerse en pie en su presencia (v.17). El manso Cordero se ha convertido en fiero León para los enemigos de Dios. La vista del Redentor inmolado será lo que más terror ha de causar a la humanidad ingrata. Los enemigos de Dios se sentirán llenos de espanto, y tendrán que reconocer la soberanía y la omnipotencia divinas, manifestadas en esas convulsiones cósmicas. El día grande de la ira del Señor es el paralelo del gran día de Yahvé, del cual nos hablan frecuentemente los profetas 34. Ese día será un día terrible, un día de tinieblas y oscuridad, en el que se oscurecerá el sol y la luna, y las estrellas caerán del cielo, y el universo entero se conmoverá 35. Todas estas imágenes sirven para dar realce a la intervención divina en favor de su Iglesia y en contra de los enemigos de ella.
El significado esencial de la escena descrita por San Juan es que los enemigos de Dios serán obligados a reconocer, en las diversas épocas de la historia, los signos precursores del gran día de Dios, del gran juicio del Señor 36. Y tendrán que constatar que no siempre podrán escapar a la justicia divina 37.

1 Cf. E. B. Allo, o.c. p.8-4; M. E. Boismard, L'Apocalypse, en La Sainte Bible dejórusalem p.42. 2 Gf. G. Baldensperger, Les Cavaliers de l'Apocalypse (Rev_6:1-8): Rhpr 4 (1924) 1-31 3 Cf. W. M. Ramsay, o.c. p.s8. 4 Cf. A. Gelin, o.c. p.612; dom Guiu M. Camps, o.c. p.2?5. 5 Gf. P. Touilleux , o.c. p.52. 6 Cf.Ez 4.16. 7 Mt 20.255. 8 El quénice, ×ïÀíéî, era una medida griega de capacidad para áridos. El denario era el sueldo medio de un trabajador por jornada. Equivalía más o menos a una peseta oro. 9 Cf. Cicerón, In Verrem 3,Si. 10 Según nuestra manera de ver, la traducción de Nácar-Colunga: el aceite y el vino ni tocarlos, es un tanto confusa, y se presta a diversas interpretaciones. Sería mejor traducir el griego ôï åëáéïí êáé ôïí ïéíïí ìç ÜäéêÞóçò: al aceite y al vino no les hagas daño, o bien, no les causes ningún perjuicio. De esta manera se ve claramente que el autor sagrado no habla de la escasez del aceite y del vino, como piensan algunos autores, sino, por el contrario, de sobreabundancia. 11 Suetonio, Domitianus 7:2.15. 12 El término griego èÜíáôïò = muerte, es empleado con frecuencia por los LXX para traducir el hebreo deber = peste. 13 Cf. Rev_20:14. 14 Eze_14:21. 15 Tácito, ármales 16:13; Suetonio, Nerón 39:45· 16 Cf. E. B. Allo, o.c. p.Q4. 17 Cf. Lev_17:11-14- 18 Cf. Flp_2:17; 2Ti_4:6. 19 Cf. 2Ti_4:6. 20 tácito, Anuales 15:44· 21 Sabbaih 125b. 22 Cf. J. Bonsirven, Juda'isme Palest. I p.327-340; Strack-Billerbeck, o.c. I p.224; Ðé p.803. 23 Rev_8:3. 24 Esdras 4:3553. 25 Gen_4:10. 26 Ap 9:; Rev_11:10. Libro de Henoc 22:5-7; 27 Cf. E. B. Allo, o.c. p.104. 28 E. B. Allo, o.c. ñ.104 29 Isa_34:4. 30 Cf. Rev_16:20. La traducción de Nácar-Colunga: todos ios montes e islas se movieron en sus lugares, no es del todo exacta. Sería mejor traducir, siguiendo el griego: se movieron de sus lugares (åê ôùí ôüðùí ocúrcov åêéíÞ3çóáí). En varios salmos (cf. Sal_18:8; Sal_46:3-4; Sal_114:4) se nos dice que los montes se conmovieron, que saltaron, que incluso se precipitaron en el mar. Tenemos, por consiguiente, una imagen bastante parecida a la del Apocalipsis. 31 Gf. 1Ma_2:28-30; Mat_24:16.26. 32 Mc 13:14; Luc_21:21. 33 Lev_23:30. 34 Cf. Amo_5:18.20; Sof_1:14-16; Joe_2:1-2.11. 35 Mat_24:29. 36 Cf. Joe_2:11; Sof_1:14-18. 37 E. B. Allo, o.c. p.ioó.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 6

1. Los CUATRO PRIMEROS SELLOS (Ap/06/01-08)

1 Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía como con voz de trueno: «Ven.» 2 Y miré, y apareció un caballo blanco, y el que lo montaba llevaba un arco, y se le dio una corona y salió vencedor y para vencer.

Los cuatro primeros sellos forman un grupo coherente formado con un motivo homogéneo, los llamados «cuatro jinetes del Apocalipsis» (Durero); también su encargo, insinuado con diferentes colores y arreos, representa un todo en sí. Los cuadros trazados en forma concisa y acertada toman sus elementos de las visiones nocturnas del profeta Zacarías (Zec_1:8-10; Zec_6:1-8), aunque combinados en diseños autónomos. El fondo sobre el que transcurre el hecho es el cuadro desarrollado en la visión introductoria. El Cordero va abriendo un sello tras otro. El transcurso del acontecer que con ello viene desencadenado lo pone en marcha en cada caso uno de los cuatro seres vivientes con una orden de mando como un trueno; ninguna calamidad viene de Dios, sino del ámbito de las fuerzas creadas; la omnipotencia soberana de Dios y del Cordero sobre todo acontecer se notifica en este cuadro mediante un silencio mayestático.

El jinete que monta el caballo blanco recuerda a primera vista el jinete del Logos (Zec_19:11-13); al igual que éste, aparece como triunfador; la corona que se le entrega simboliza, como se explica expresamente, el triunfador invencible; como modelo del cuadro pudo servir el jinete armado de arco, como se lo conocía en las tropas de choque de los persas, que no habían sido nunca derrotadas definitivamente por los romanos.

Ahora bien, esta figura simbólica difícilmente puede referirse a Cristo; en efecto, Cristo está ya representado en el cuadro por el Cordero que abre los sellos, y además Cristo no podría aparecer nunca obedeciendo a la orden de una criatura (uno de los seres vivientes). Apenas si puede tampoco tratarse de la marcha triunfal del Evangelio por el mundo, que según Mar_13:8 tendrá lugar antes del fin. El grupo de los jinetes, estructurado sin duda alguna como una unidad coherente y por tanto concebido como tal, quedaría desarticulado si uno de los cuatro jinetes no debiera considerarse como portador de calamidad al igual que los tres otros entre las tribulaciones del tiempo final; Mat_24:6 menciona, en primer lugar, la guerra; también aquí está seguramente significada por el primer jinete. Eventualmente en la imagen del jinete que va en cabeza podría haberse incorporado también la figura más importante del acontecer escatológico: el Anticristo, bajo cuya dirección victoriosa se hallan las confusiones y extravíos que preceden al fin. La idea surge naturalmente por dos razones: En el apocalipsis sinóptico se halla al comienzo mismo, inmediatamente antes del anuncio de guerras, la puesta en guardia contra los falsos Mesías; además, también el color blanco y la corona de vencedor encajarían bien en el cuadro, puesto que en el Apocalipsis se describe generalmente al Anticristo como una tentativa de imitación de Cristo (cf. 13,1-9) y en el tiempo final sale victorioso hasta que el Señor que retorna acaba por desarmarlo (cf. 19,11-21 ) .

En este primer cuadro, que muestra en acción poderes hostiles a Dios y, por tanto, también contrarios a la creación, aparece también por primera vez la fórmula «le fue dada», que se repite como un estereotipo en análogas descripciones. En esta forma pasiva hay que sobrentender como sujeto agente a Dios; esta perífrasis en forma pasiva se había desarrollado en el judaísmo para evitar mencionar el nombre de Dios.

Juan recuerda constantemente con esta fórmula que, contrariamente a la impresión externa que a veces se impone, el poder del mal no puede tener manifestación ni eficacia alguna por su cuenta y sólo puede entrar en acción cuando, y mientras, Dios lo permite.

3 Y cuando abrió el segundo sello oí al segundo ser viviente que decía: «Ven.» 4 Y salió otro caballo, rojo, y al que lo montaba se le dio el poder de quitar la paz de la tierra y de hacer que se degollaran unos a otros; y se le dio una gran espada.

El segundo jinete viene claramente caracterizado por sus distintivos como mensajero de infortunio. El rojo, color de la sangre y del fuego, es en el Apocalipsis el signo indicador de los poderes hostiles a Dios (cf. 12,3; 17,3; 17,4). Su instrumento es la espada y su obra es la guerra, que por el tenor de las palabras («se degollaron unos a otros») parece entenderse más bien como guerra civil (cf. Mat_24:7), que en comparación con las guerras entre las naciones -simbolizadas por el primer jinete- es generalmente más cruel y asoladora; en este sentido la acción del segundo factor de infortunio implica una graduación con respecto al primero. Tanto las guerras exteriores como las del interior (revueltas, subversiones violentas) tienen su fuerza motriz en el mal, por lo cual ningún enfrentamiento sangriento podrá ser nunca cohonestado con una designación como «guerra santa», ni se le podrá nunca añadir el calificativo de «religioso».

5 Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: «Ven.» Y miré; y apareció un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6 Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes que decía: «Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario. Pero el aceite y el vino no los dañes.»

El tercer jinete en caballo negro va casi siempre en el séquito del primero y del segundo, la guerra; aquí simboliza el hambre (d. Mat_24:7) y sus consecuencias, la mortandad en masa (el color negro). La balanza con que se deben pesar las raciones pinta drásticamente la penuria de alimentos, y la indicación de los precios del trigo y de la cebada, necesarios para la fabricación del pan, significa la carestía. Un denario era entonces el jornal de un día. Los perjuicios causados por el jinete portador de calamidad se restringe a la cosecha de primavera; los frutos de otoño, el aceite y el vino , se exceptúan expresamente. A las posibilidades de aniquilamiento por el tercer jinete pone explícitamente límites el poder supremo, al que él debe obedecer.

7 Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: «Ven.» 8 Y miré, y apareció un caballo bayo, y el que montaba sobre él tenía por nombre «la muerte», y le acompañaba el Hades. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, con hambre o con peste y con las fieras de la tierra.

El cuarto jinete, un caballo bayo (amarillento, color de cadáver) viene designado por su nombre, thanatos. En realidad esta palabra griega puede significar, además de «muerte», también «peste», o en general «epidemia»; aquí se ha de entender probablemente en este último sentido; en efecto, la muerte es el acompañamiento de los cuatro jinetes; un punto de apoyo para admitir este último significado se halla también en la circunstancia de que el final del vers. 8 está tomado literalmente de Ezequiel (Eze_14:21): «...mis cuatro terribles azotes: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste». Como al tercer jinete, también al cuarto se le fija la medida que no puede rebasar.

La impresión de horror del último jinete viene reforzada todavía por su acompañamiento, el Hades, la mansión de los muertos; éste, como ave de rapiña, aguarda el botín que le ha de tocar en la secuela de los jinetes. La visión de los cuatro portadores de infortunio termina así en un cuadro semejante a las representaciones medievales de las llamadas danzas de la muerte.

Por lo demás, los jinetes apocalípticos no están tratados en esta visión como precursores del próximo fin del mundo, como tampoco en los desarrollos análogos del apocalipsis sinóptico «el comienzo del doloroso alumbramiento» se entiende como indicio del fin que se acerca. En todo el tiempo que va de la ascensión del Señor a su segunda venida, el tiempo final, estos factores y poderes de desolación llevan adelante su obra de destrucción en la historia. Es significativo que en la visión aparezcan por orden de un ser creado y no por orden de Dios. La perversión terrestre, la voluntad de dominio político y económico, el odio y la envidia por necesidad y por orgullo los sacan constantemente a la palestra. No Dios, sino el mundo mismo impide la realización del paraíso en la tierra. Si también los creyentes son afectados por toda calamidad, saben, sin embargo, que Dios domina como Señor sobre todo tiempo y sobre todo lo que en él sucede; esta certeza significa, además, que todas las pruebas les vienen asignadas por Dios como preparación para la salvación (cf. Rom_8:28).

2. EL QUINTO SELLO (Ap/06/09-11)

9 Y cuando abrió el quinto sello, vi al pie del altar las almas de los degollados por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían.

Con la apertura del quinto sello, la sala del trono del Omnipotente se transforma en un templo celestial con un altar, contrapartida del altar de los holocaustos en el templo de Jerusalén, a cuyo pie se derramaba la sangre de los animales sacrificados en señal de que su vida había sido ofrecida a Dios. Por eso ve Juan a los mártires cristianos al pie del altar celestial, porque los que han sido asesinados por la palabra de Dios y por el testimonio (cf. 1,9) son personas sacrificadas.

También en el apocalipsis sinóptico, a la descripción del «comienzo del doloroso alumbramiento» (cf. las visiones de los jinetes) sigue la predicción de graves persecuciones (Mat_24:9). Como «el testigo fiel y veraz» (Mat_3:14) llevó a cabo en la cruz la entrega total al Padre, así las víctimas de la persecución, por la virtud del sacrificio de su Señor y como imitación de sus sentimientos y de su fidelidad, entregaron su vida por Dios. Por eso están también ahora, como el Cordero, en el santuario del cielo, en la proximidad de Dios.

10 Y clamaron con gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo, oh Soberano, santo y veraz, estarás sin juzgar y sin vengar nuestra sangre de los moradores de la tierra?» 11 Y se les dio a cada uno una túnica blanca, y se les dijo que estuvieran tranquilos todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el número de sus consiervos y de sus hermanos, que iban a ser muertos como ellos.

En un gran clamor de oración se constituyen ante Dios en abogados de sus hermanos perseguidos en la tierra. En ellos, la Iglesia maltratada y atormentada por «los moradores de la tierra» -frase estereotipada que en el Apocalipsis significa a los impíos-, la Iglesia de los mártires, clama al Omnipotente, cuya esencia es santidad y fidelidad, por la pronta liberación prometida de la injusticia y de la maldad de este tiempo del mundo, mediante la manifestación de su gloria ante todo el mundo; este grito de oración implora, por tanto, en el fondo lo mismo que el clamor nostálgico con que cierra el Apocalipsis: «¡Ven, Señor Jesús!» (Mat_22:20). No una sed de satisfacción por ansia de venganza 29, sino el hambre de la justicia y del triunfo de la verdad, de la consumación del reino de Dios, resuena en la oración de los mártires, que ellos presentan a Dios, recordando los sufrimientos de sus hermanos sobre la tierra («Venga tu reino») 30.

A la pregunta «¿Hasta cuándo?» reciben una doble respuesta. La primera, que afecta a ellos mismos, se expresa en una acción simbólica con la entrega de una túnica blanca; en otras palabras: ellos mismos reciben ya participación en la gloria del Señor junto al trono de Dios (cf. comentario a 3,4s). A continuación, tocante a la situación apurada de sus hermanos, se les informa de que todavía no se ha alcanzado el número de mártires prefijado; primero debe realizarse el plan de la sabiduría, justicia y bondad eterna; entonces habrá llegado el momento que aguarda y ansía la Iglesia con sus mártires. El martirio de los fieles contribuye a completar la Iglesia y acelera así la hora de la consumación del mundo. Es esencial a la Iglesia, en tanto vive en la tierra, ver su existencia puesta ininterrumpidamente en cuestión por el mundo. Sabe que en conjunto ni debe contar con el favor del mundo ni está mortalmente amenazada por su repudio; como el salmista, profesa impertérrita su confianza en el Omnipotente: «En tus manos está mi suerte» (Sal 31 [30],16; Luk_18:5).

...............

29. La venganza toma en el Apocalipsis un papel de motivo literario (cf. también 16,5-7; 19,2), que el autor tomó, como otros muchos, del Antiguo Testamento, como medio de exposición. Por lo que hace a la cosa misma, aquí se trata siempre del juicio sobre el mal, que viene concretado en el Maligno; en cada caso se trata de la eliminación del mal del mundo como prerrequisito y presupuesto necesario para la consumación de la soberanía de Dios, que es el tema propiamente dicho del Apocalipsis. La venganza en sentido propio contradice a la imagen de Dios del Nuevo Testamento, tal como la presentó Jesús no sólo con palabras, sino en su misma persona (cf. Joh_3:16), como también contradice al imperativo del amor a los enemigos, en cuyo sentido expuso Jesús ahincadamente el mandamiento del amor al prójimo (Mat_5:43-48, Luk_6:27 36; cf. Luk_23:24; Rev_7:60). El Dios del Apocalipsis es el Dios que se dispone a consumar su creación, no a aniquilarla, el Dios de la promesa, que juzga para cumplir la promesa.

30. El sentido de la oración de los mártires está expuesto de la manera más adecuada en una invocación tomada del más antiguo texto litúrgico cristiano que ha llegado hasta nosotros: «Pase el mundo y venga tu gracia» (Doctrina de los doce apóstoles 10,6).

...............

3. EL SEXTO SELLO (Ap/06/12-17)

12 Y vi, cuando abrió el sexto sello, sobrevenir un gran terremoto, y el sol se volvió negro como un tejido de crin; la luna, toda ella se volvió de sangre, 13 y los astros del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera, sacudida por fuerte viento, deja caer las brevas. 14 Y el cielo fue retirado como un libro que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.

La calamidad de las cinco primeras visiones de los sellos había sido causada por hombres, por lo cual quedó también limitada al hombre y a su mundo; en la sexta se extiende la calamidad a la naturaleza muerta y adopta al mismo tiempo dimensiones cósmicas. También en el apocalipsis sinóptico semejantes catástrofes cósmicas preceden inmediatamente al juicio universal (Mat_24:29), que sería de esperar con la apertura del séptimo sello. Como introducción al «gran día de la ira del Cordero» (v. 16-17) traza el Apocalipsis un cuadro espeluznante, compuesto en general con motivos del Antiguo Testamento; en vísperas de su último día comienza la tierra a temblar, el sol se ensombrece como cubierto por un obscuro manto de luto, el claro cielo se vuelve negro (cf. Isa_50:3), sobre este fondo obscuro penden la luna llena roja como de sangre (cf. J1 3,4 ); el universo entero parece desintegrarse, las estrellas caen del punto en que están fijas en el cielo, como caen las hojas de la higuera sacudida por el vendaval de invierno (cf. Isa_34:4). La sinfonía del cataclismo final, compuesta con representaciones tomadas de la idea del mundo de entonces termina con el derrumbamiento del firmamento entero, que se concibe como un hemisferio extendido por encima de la tierra, el cielo se enrolla como se enrollaba entonces un libro (cf. Isa_34:4). También el caos en la tierra es de tales dimensiones que ya no es posible reconocer su superficie; ni siquiera las montañas, símbolo de estabilidad, ni las islas se hallan ya en su lugar. La desintegración de todos los órdenes del espacio vital del hombre enfrenta al género humano con el caos del cataclismo y le hace presentir su propia destrucción.

15 Los reyes de la tierra, los magnates, los jefes militares, los ricos, los poderosos y todos, esclavos y libres, se ocultaron en las cavernas y en los riscos de los montes. 16 Y dicen a los montes y a los riscos: «Caed sobre nosotros y ocultadnos de la presencia del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero.» 17 Porque llegó el gran día de su ira. ¿Y quién puede tenerse en pie?

El terror pánico que se ha apoderado de los hombres cuando han visto su mundo desquiciado y hecho astillas, domina a todos sin excepción; se enumeran doce grupos (símbolo de la totalidad), desde la más alta clase social hasta el estrato más bajo de la sociedad. La sensación de impotencia frente a una naturaleza, cuyas leyes habían explorado y a la que de esta manera creían tener, en cierto modo, sujeta en sus manos, lleva a los hombres a una franca desesperación; todo orgullo se ha desplomado en un terror sin remedio. Tratan de escapar, pero no hay escondrijo para su mala conciencia y para ocultarse de los ojos del Cordero que viene a juzgar; el día de su ira pondrá de manifiesto que el Salvador del mundo es también su juez.

Las visiones de los sellos hacen tabla rasa de la utopía de que el progreso de la humanidad significa a la vez progreso en lo humano, que paralelamente a él corre un proceso progresivo de humanización. Las imágenes de la apertura de los sellos han descubierto por el contrario el progresivo proceso de maduración del mal en la historia y el correspondiente crecimiento del caos y de la anarquía. Luego, al fin, la desintegración incluso del orden de la naturaleza indica al hombre aterrorizado lo que él mismo ha causado al abandonar los órdenes que habían sido confiados a su responsabilidad, con ello ha minado las bases de su misma existencia. Lo que de su mundo se ofrece todavía a sus ojos pasmados es el espantoso vacío de la nada, que no deja ya ninguna salida más que la ruina y el fin de todo. La enorme angustia existencial que por esto asalta a todos, está expresada de manera impresionante con la psicosis de fuga y de búsqueda de un escondrijo; en la total inconsistencia del hombre en medio de un mundo que él creía haberse apropiado y puesto a su disposición, vuelve a mostrársele con tenue resplandor la conciencia de la responsabilidad moral, pero sólo ya como miedo del juicio. Una generación de la humanidad será la última; lo que ésta experimentará exteriormente se anuncia aquí sólo en figuras simbólicas; no sabemos por tanto cómo será la realidad; ahora bien, el objetivo de la pintura apocalíptica es éste: poner drásticamente ante los ojos el estado interior y la reacción de aquellos últimos hombres ante el juicio final de Dios. Las catástrofes en la historia y en la naturaleza referidas en las visiones de los sellos se interpretan finalmente en el sentido de que son un anuncio de la «ira del Cordero», del día de su juicio.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



32 (c) Los primeros cuatro sellos (6,1-8). La interpretación tradicional del Ap sostenía que los siete sellos representan, en la perspecti(-)va de Juan, el pasado, no el presente o el futu(-)ro (sobre la actualidad de esta interpretación, véase E. Corsini, The Apocalypse [Wilmington 1983] 118-63). Intérpretes de finales del s. XIX y algunos del s. XX han encontrado alusiones en los primeros cuatro sellos a acontecimientos históricos de la época de Juan. El gran desa(-)cuerdo sobre cuáles serían estos acontecimien(-)tos nos sugiere que este enfoque no es correcto. La teoría de que los sellos describen la historia se apoya en el hecho de que muchos apocalip(-)sis judíos contienen lecturas simbólicas de acontecimientos históricos (Dn; 1 Hen; ApBar [gr]). Pero la mayoría de los comentadores han llegado a la conclusión de que el Ap carece de esta característica. Esta conclusión se apoya en las semejanzas entre los sellos y los «ay» mesiánicos tal como aparecen en los sinópticos (L. A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalyp(-)se [Kampen 1965]). Los sellos presentan en forma de resumen el futuro escatológico inmi(-)nente, no el pasado o el presente, aunque los acontecimientos pasados o contemporáneos puedan proveer imágenes para la descripción de ese futuro. Las otras series de visiones des(-)criben los mismos acontecimientos desde dife(-)rentes perspectivas y con variaciones de detalle (? 13-15 supra). Los principales temas de cada serie son la persecución de los creyentes, el jui(-)cio de los adversarios y la salvación de los cre(-)yentes. Los primeros cuatro sellos están unifi(-)cados mediante la imagen de los cuatro jinetes (cf. Zac 1,8-11; 6,1-8) y por las iguales palabras de sus introducciones. 2. un caballo blanco: Símbolo de la victoria; el general que celebraba un triunfo militar solía cabalgar en un caballo blanco, tenía un arco: Arma característica del ejército de los partos; los partos eran los suce(-)sores del imperio persa; una corona: En oca(-)siones se daba una corona como trofeo por una acción importante en la guerra. Los partos eran los mayores rivales de Roma en el oriente. Los habitantes de las provincias orientales, inclu(-)yendo a algunos judíos, miraban a los -partos como potenciales liberadores. El cap. 17 sugie(-)re que Juan esperaba que los partos invadieran y vencieran a Roma. El primer sello describe esta victoria de los partos, lo que, en la pers(-)pectiva de Juan, significaría la destrucción del enemigo de los cristianos. El tono positivo de esta visión expresa la alegría ante esta posibili(-)dad. 4. un caballo de color rojo: El segundo ji(-)nete representa la guerra, como deja claro la descripción. 5. un caballo negro: El color negro está relacionado con la muerte, tal vez por la oscuridad del mundo inferior (LSJ 1095). La descripción sugiere la muerte provocada por hambre. 6. por un kilo de trigo, un denario; por tres kilos de cebada, un denario: Un denario era el sueldo de un día de trabajo. Normalmente, con un denario se podía comprar de ocho a dieciséis veces más grano que las cantidades mencionadas aquí, no causes daño al aceite ni al vino: La visión predice un tiempo en el que el grano, fundamental para la vida, será escaso, mientras que habrá abundancia de aceite y vi(-)no. 8. Un caballo amarillento: El color puede significar miedo o enfermedad (LSJ 1995). Muerte: La personificación de la muerte era co(-)nocida en la literatura gr. (LSJ 784) y en la ju(-)día (Sal 49,1; Os 13,14). Hades lo seguía: Hades era un dios gr., el señor de los infiernos; tam(-)bién a estas regiones se les llamaba Hades. El hebr. seól también era utilizado del mismo mo(-)do (Sal 49,15-16; Os 13,14). Se permite el in(-)cremento de poder a la muerte y al Hades, has(-)ta el punto de afectar a un cuarto de la tierra.
33 (d) El quinto y el sexto sellos (6,9-17). 9. debajo del altar: Probablemente se refiere a un altar en el cielo, puesto que el templo terrestre era una copia del original que estaba en el cie(-)lo (Éx 25,9; Heb 8,5). Según una obra rabínica, las almas de los justos descansan bajo el altar del cielo (Abot R. Nat.; véase Charles, Com(-)mentary 1.228). por anunciar la palabra de Dios y por haber dado el testimonio debido: Las cau(-)sas de su muerte traen a la mente las causas del destierro de Juan (1,9; cf. 12,11.17; 19,10; 20,4). Este sello predice la ejecución en contexto de persecución como una de las aflicciones de los últimos tiempos. 10. Las almas claman para que su sangre sea vengada. 11. se les entregó en(-)tonces un vestido blanco: Símbolo del cuerpo glorificado del que ha muerto siendo justo (cf. 3,4-5.18). La venganza de su sangre no puede acontecer hasta que haya sido asesinado el con(-)junto predeterminado de mártires; sólo enton(-)ces tendrá lugar el juicio (A. Yarbro Collins, JBL 96 [1977] 241-56). Esta respuesta significa que los desastres del final se entienden como casti(-)go de aquellos que han perseguido a los discí(-)pulos del Cordero. 12-14. La yuxtaposición de la visión del sexto sello con la del quinto sugie(-)re que la destrucción cósmica es la venganza por la muerte de los mártires. 16. la ira del Cor(-)dero: Paradójica es esta expresión si pensamos en el Cordero exclusivamente en términos del siervo paciente y silencioso de Yahvé según Is 53; mucho más comprensible sería si el símbo(-)lo del Cordero hubiera incorporado algunas de las connotaciones del camero mesiánico (véase comentario sobre 5,6).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VI.

1 The opening of the seales in order, and what followed thereupon, conteining a prophesie to the end of the world.

[Seales opened.]

1 And I sawe when the Lambe opened one of the seales, and I heard as it were the noise of thunder, one of the foure beastes, saying, Come and see.
2 And I saw, and behold, a white horse, and hee that sate on him had a bowe, and a crowne was giuen vnto him, and hee went foorth conquering, and to conquere.
3 And when hee had opened the second seale, I heard the second beast say, Come and see.
4 And there went out another horse that was red: and power was giuen to him that sate thereon to take peace from the earth, and that they should kill one another: and there was giuen vnto him a great sword.
5 And when hee had opened the third seale, I heard the third beast say, Come and see. And I beheld, and loe, a blacke horse: and hee that sate on him had a paire of balances in his hand.
6 And I heard a voice in the midst of the foure beastes say, [ The word chænix signifieth a measure containing one wine quart, and the twelfth part of a quart.] A measure of wheate for a penie, and three measures of barley for a penie, and see thou hurt not the oyle and the wine.
7 And when hee had opened the fourth seale, I heard the voice of the fourth beast say, Come and see.
8 And I looked, and behold, a pale horse, & his name that sate on him was Death, and hell followed with him: and power was giuen [ Or, to him.] vnto them, ouer the fourth part of the earth to kill with sword, & with hunger, and with death, and with the beastes of the earth.
9 And when hee had opened the fift seale, I saw vnder the altar, the soules of them that were slaine for the word of God, and for the testimony which they held.
10 And they cried with a lowd voice, saying, How long, O Lord, holy and true, doest thou not iudge and auenge our blood on them that dwell on the earth?
11 And white robes were giuen vnto euery one of them, and it was sayd vnto them, that they should rest yet for a little season, vntill their fellow seruants also, and their brethren that should be killed as they were, should be fulfilled.
12 And I beheld when he had opened the sixt seale, and loe, there was a

[The number of the sealed.]

great earthquake, and the Sunne became blacke as sackecloth of haire, and the Moone became as blood.
13 And the starres of heauen fell vnto the earth, euen as a figge tree casteth her [ Or.greene figs.] vntimely figs when she is shaken of a mighty winde.
14 [ Isa_34:4 .] And the heauen departed as a scrowle when it is rolled together, and euery mountaine and Island were moued out of their places.
15 And the kings of the earth, and the great men, and the rich men, and the chiefe captaines, and the mighty men, and euery bondman, and euery free man, hid themselues in the dennes, and in the rockes of the mountaines,
16 And said to the mountaines and rockes, [ Luk_23:30 .] Fall on vs, and hide vs from the face of him that sitteth on the throne, and from the wrath of the Lambe:
17 For the great day of his wrath is come, and who shall be able to stand?

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. La escena descrita presenta algunas semejanzas con Zac_1:8-10; Zac_6:1-3.

2. El "jinete" que monta un "caballo blanco" representa al pueblo de los partos, que ocupaba la región oriental del Éufrates y constituía una amenaza constante para las fronteras del Imperio Romano. Su arma característica era el "arco". El color del caballo y la "corona" son signos de victoria.

6. "Denario": ver nota Mat_18:28. El precio aquí indicado es exorbitante, debido a la gran escasez.

8. Eze_14:21.

12-14. Como en la literatura profética, las catástrofes cósmicas manifiestan el Juicio de Dios. Ver Joe_2:10.

13-14. Isa_34:4.

15. Isa_2:10, Isa_2:19.

16. Ose_10:8. Ver Luc_23:30.

17. Joe_2:11; Joe_3:4. Ver notas Mat_3:7; Hec_2:17-21.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Los sellos. Los sellos eran usados en la antigüedad para identificar la propiedad, para dar validez a los documentos, y para proteger cosas preciosas o secretas. El libro sellado es propiedad exclusiva de Dios y contiene los grandes secretos de su plan salvador. El rollo se va desdoblando gradualmente, revelando su contenido, no para satisfacer la curiosidad humana sino para cumplir los planes de Dios. Los sellos recuerdan a los cristianos que las calamidades de la historia y de la naturaleza deben servir para despertar las conciencias ante la caducidad de lo humano. Los cuatro caballos del Apocalipsis, inspirados en Zac_1:8-11 y 6,1-8, han sido muy populares en tiempos de guerras, especialmente durante la primera guerra mundial. Guerra, sangre, hambre, peste y muerte van hermanadas. En cada período de la historia vuelven a cabalgar los cuatro jinetes, creados por la perversión y el egoísmo humano. Los últimos sellos vuelven a recordar que el poder de Dios está en la base de todo lo que sucede. Las oraciones de los santos condicionan lo que sucede en la tierra. Ante las calamidades, los malos se endurecen y se asustan; los creyentes viven confiados en una expectativa gloriosa porque saben que Dios dirige la historia y cuidará de los suyos.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Al abrirse los cuatro primeros sellos (vv. 1-8) aparecen cuatro jinetes. El primero simboliza a Jesucristo y los otros tres la guerra, el hambre y la peste. Al abrirse el quinto sello (v. 9) se desvela la gloria de los mártires, y al abrirse el sexto (v. 12), las tribulaciones anunciadas por Jesús para el fin del mundo. «El inspirado evangelista no sólo vio las ruinas ocasionadas por el pecado, la guerra, el hambre y la muerte; vio también, en primer lugar, la victoria de Cristo. No cabe la menor duda de que la marcha de la Iglesia a través de los siglos es un via crucis, pero también ha sido siempre una marcha triunfal. La Iglesia de Cristo, los hombres de la fe y del amor cristianos, son siempre los que llevan la luz, la redención y la paz a la humanidad sin esperanza. Jesucristo ayer y hoy y el mismo por los siglos» (Pío XII, Aloc. 15-XI-1946).


Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El segundo sello

El jinete del caballo ... rojo también señala un poder guerrero. Si se pregunta en qué se diferencia del primero, el lenguaje sugiere que el primer jinete representa un ejército que invade a otros países; el segundo, una confusión general de lucha, incluyendo hostilidades entre países y quizá guerra civil ( ... que se matasen unos a otros). Nótese la doble referencia a la guerra en Mar. 13:7, 8 y paralelos.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 6.2 Un caballo blanco: Teniendo en cuenta el simbolismo constante del color blanco (véanse 2.17 nota h y 3.4 n.) y la semejanza con Ap 19.11, muchos ven en este jinete un símbolo de Cristo, a quien pertenece la victoria (Ap 5.5). Otros, observando las características de los otros caballos (vv. 3-8), lo interpretan como símbolo de ejércitos destructores.

[2] 6.11 Ropas blancas: Véase 3.4 n.

Torres Amat (1825)



[4] Parece que se refiere a las terribles persecuciones que padeció la Iglesia desde cuando nació. La espada y el color rojo del caballo son el símbolo de la mortandad.

[11] Símbolo de pureza, gozo y triunfo.

[13] Se puede referir a los dioses o ídolos de los gentiles, llamados estrellas o astros, y a veces ejército del cielo.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Estos tres sellos señalan los agentes de la justicia o de la providencia de Dios: son como las armas con que vence . Contienen, por orden inverso, las tres calamidades de que pedimos nos libre Dios: «a peste, fame et bello». En los cuatro primeros sellos no se descubre orden cronológico.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

σφραγῖδα τὴν δευτέραν WH Treg NA28 ] δευτέραν σφραγῖδα RP