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La quinta trompeta.
Tocó el quinto ángel... Entonces vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. Se le dio la llave del pozo del abismo. (Apocalipsis  9, 1) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 9.
E ste capítulo narra lo que sucedió después de tocar la quinta trompeta y lo que tuvo lugar después de la sexta. Los castigos que estas dos trompetas desencadenan son más fuertes y severos que los que hemos visto anteriormente. Pero todavía los superará el azote que traerá consigo la trompeta séptima. La descripción de estas calamidades contiene más abundancia de pormenores que las hasta ahora vistas. El fin que se propone Dios al enviar estas plagas es el de convertir a los paganos e impíos para que no continúen persiguiendo a su Iglesia 1.



Quinta trompeta: Primera calamidad: insectos infernales, 9:1-12.
1 El quinto ángel sonó la trompeta, y vi una estrella que caía del cielo sobre la tierra y le fue dada la llave del pozo del abismo; 2 y abrió el pozo del abismo, y subió del pozo humo, como el humo de un gran horno, y se oscureció el sol y el aire a causa del humo del pozo. 3 Del humo salieron langostas sobre la tierra y les fue dado poder, como el poder que tienen los escorpiones de la tierra. 4 Les fue dicho que no dañasen la hierba de la tierra, ni ninguna verdura, ni ningún árbol, sino sólo a los hombres que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes. 5 Se dio orden de que no los matasen, sino que fuesen atormentados durante cinco meses; y su tormento era como el tormento del escorpión cuando hiere al hombre. 6 Los hombres buscarán en aquellos días la muerte y no la hallarán, y desearán morir y la muerte huirá de ellos. 7 Las langostas eran semejantes a caballos preparados para la guerra, y tenían sobre sus cabezas como coronas semejantes al oro, y sus rostros eran como rostros de hombre; 8 y tenían cabellos como cabellos de mujer y sus dientes eran como de león; 9 y tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como el ruido de muchos caballos que corren a la guerra. 10 Tenían colas semejantes a los escorpiones, y aguijones, y en sus colas residía su poder de dañar a los hombres por cinco meses, 11 Por rey tienen sobre sí al ángel del abismo, cuyo nombre es en hebreo Abaddon, y en griego tiene por nombre Apolyon. 12 El primer ¡ay! pasó; he aquí que vienen aún otros dos ¡ayes! después de esto.

San Juan nos ofrece en esta quinta trompeta la descripción de una terrible invasión de demonios, salidos del abismo, bajo la forma de langostas infernales. Estas atormentan a los hombres que no están marcados con el sello divino; pero sin matarlos. En Palestina es conocida la plaga de langostas, que procede de la orilla oriental del mar Muerto y a veces invade las tierras de la parte occidental, dejándolas desoladas 2. Estos insectos son tan voraces que no dejan nada verde. A veces son tan numerosos que forman nubes de varios kilómetros, que llegan a oscurecer el sol. Cuando vuelan en grandes bandadas producen con sus alas un ruido intenso.
En el Exo_10:12-19 se habla también de una plaga de langostas que Dios mandó sobre Egipto. Pero es especialmente el profeta Joel quien nos dejó una descripción maravillosa de la invasión de la langosta 3. La descripción del Apocalipsis se inspira indudablemente en la octava plaga de Egipto 4, pero sobre todo en la narración de Joel. Las langostas de que nos habla el vidente de Patmos deben de responder a alguna representación híbrida, bastante frecuentes en el Oriente antiguo (cf. v.7-10). Baste recordar los querubes de Ezequiel, en cuya representación entran cabeza y tronco de hombre, cuerpo de toro con patas de león y alas de águila5. Tal vez la imagen de los centauros griegos no está ausente de la mente de Juan.
El ejército de langostas sube del abismo, del océano primitivo, que aquí es considerado como la morada de los demonios. La tierra está comunicada con este abismo por medio de un pozo muy profundo, que de ordinario está cerrado, y cuya llave la tiene el mismo Dios, con el fin de limitar la acción diabólica sobre el mundo. San Juan ve una estrella caer del cielo sobre la tierra, a la cual fue dada la llave del pozo del abismo (v.1). Esta estrella representa un ángel6, pues, según la literatura apocalíptica, los ángeles eran los que dirigían las estrellas y se consideraban como una personificación de las mismas 7. Esta estrella caída no representa un ángel caído 8, sino un ángel mandado por Dios para desencadenar otro castigo contra los malvados. Probablemente el autor sagrado se refiera al ángel que guardaba el abismo. Y no sería nada de extraño que aludiese a U riel, que, según el Libro de Henoc 20:2, tenía autoridad sobre el mundo y el Tártaro. El abismo (hebreo: tehom), que en el Antiguo Testamento era el océano sobre el cual estaba fundamentada la tierra, se convierte en la literatura apocalíptica en una prisión subterránea 9. En ella había un fuego que atormentaba a los ángeles caídos y a los demonios 10, y que había de ser el lugar de tormento de todos los pecadores n. Para el autor del Apocalipsis, el lugar de castigo escatológico es el estanque de fuego 12. El abismo es considerado como el lugar en donde Satanás y los ángeles caídos son temporalmente encadenados y castigados 13. Este abismo es también una región tenebrosa de la que procedían las pestes y los monstruos 14.
A la estrella que caía del cielo le fue dada la llave del pozo del abismo. Cristo mismo fue quien le dio la llave, pues, según Rev_1:18, Jesucristo es el que tiene las llaves de la muerte y del infierno.
El poder y la providencia de Dios se extienden a toda la creación, y también controlan los abismos y los poderes del mal. San Juan tiene especial cuidado en el Apocalipsis de dar realce a la absoluta omnipotencia de Dios y de Jesucristo sobre todas las cosas. La estrella, o sea el ángel que recibió la llave, abrió el pozo del abismo (v.2) para soltar la quinta calamidad. En el momento mismo de abrir la puerta del pozo que comunica con el abismo, sale una densa humareda, semejante al humo de un gran horno. La inmensa humareda oscureció el sol y el aire. Y de en medio del humo comenzaron a salir langostas que se posaban sobre la tierra (í.â). En realidad, estos seres, más bien que langostas, son monstruos apocalípticos compuestos de varios elementos. Pues en los v.7-8 nos dirá el autor sagrado que las langostas eran semejantes a caballos preparados para la guerra, que tenían rostros de hombre, cabellos de mujer, dientes de león y cola de escorpión. Esta descripción de la terrible langosta se inspira indudablemente en pasajes bíblicos, y posiblemente también en tradiciones y en representaciones extrabíblicas. San Juan, apoyándose en la plaga de langostas de Egipto 15, en la maravillosa descripción que hace Joel de una invasión de langostas 16, en los elementos que le suministraba Ezequiel acerca de animales mitológicos 17, y en lo que él mismo podía conocer por la literatura y el arte griego-orientales, ha logrado combinar con gran habilidad estos diversos antecedentes literarios, dándonos la imagen de un animal verdaderamente dañino. Los diversos elementos constitutivos de estas langostas infernales sirven para simbolizar el gran poder que tenían para hacer daño. Poseían la rapidez del caballo, la sagacidad del hombre, el atractivo de la mujer, la fuerza del león, la voracidad de la langosta y el veneno del escorpión. Difícilmente el autor sagrado podría imaginar otro ser más dañino y aterrador que el que aquí nos presenta 18.
A estos animales tan maléficos se les prohibe dañar los cultivos del hombre, como la hierba de la tierra, la verdura, los arboles. Tan sólo se les permite atormentar a los hombres que no están marcados con el sello de Dios sobre sus frentes (v.4). Para no incurrir en dificultades y contradicciones hemos de tener presente que estas distintas calamidades no se suceden cronológicamente, ni tampoco dependen unas de otras. Son cuadros convencionales en los que se prescinde de los demás, compuestos para expresar una idea teológica y religiosa. Por eso no nos hemos de extrañar que en el azote provocado por la primera trompeta 19 se diga que toda hierba verde quedó abrasada, mientras que aquí se supone que esa hierba verde todavía existía. Lo que pretende el autor sagrado con esto es poner de relieve que so lo los hombres no sellados serán los que sufrirán el castigo divino.
Se ordena a las langostas infernales no matar a los hombres, sino atormentarlos durante cinco meses (í.5). Õ el tormento que se les infligía era como el de la picadura de un escorpión, que, si bien es dolorosísima, raramente es mortal 20. La picadura de los escorpiones es temible a causa del dolor intolerable que produce. El tiempo en que se les permite atormentar a los hombres no marcados con el sello de Dios es de cinco meses. Es precisamente la duración de la vida de una langosta, o sea un verano entero. Aquí cinco meses es un período de tiempo inferior a medio año, con el cual se quiere indicar un espacio de tiempo relativamente corto. El tormento causado por las picaduras de estas langostas-escorpiones es tan doloroso que las víctimas desearán y buscarán la muerte, pero no la hallarán porque la muerte huirá de ellos (v.6). El autor sagrado nos presenta la muerte personificada, que huye de los hombres heridos por los escorpiones para hacerlos sufrir más, y así obligarlos a entrar dentro de sí, a reconocer sus pecados y a convertirse.
La visión de las langostas es muy posible que aluda a algún hecho histórico, como, por ejemplo, a una invasión de los partos. Sin embargo, una interpretación casi tradicional, aceptada por muchos comentaristas ya desde los tiempos de Andrés de Cesárea, prefiere ver en las langostas un símbolo de los tormentos espirituales provocados por los demonios en las conciencias de los hombres. Los malos espíritus atacarían a éstos con turbaciones de espíritu y remordimientos de conciencia tan fuertes que les harían desear la muerte y llamarla a gritos, aunque en vano. Como en las cuatro primeras trompetas, tampoco aquí se puede alegorizar, sino aplicar la ley de la parábola, que mira al conjunto de la descripción para ver expresada en ella una idea.
El ejército de langostas infernales avanzaba de una manera arrolladora e implacable, pues eran semejantes a caballos pertrechados para la guerra. Con sus dientes de león deshacían todo cuanto encontraban a su paso, y con el veneno de sus colas paralizaban a todos los vivientes. Las monstruosas langostas, por su parte, estaban eficazmente defendidas con corazas de acero, que las hacían invulnerables. Sin embargo, este ejército aguerrido recibe la orden de no dañar a los vegetales, como hemos visto ya en el v.4. Sólo podrán causar daño a los hombres por cinco meses (v.y-10). Los vegetales librados del azote de la langosta tal vez simbolicen a los fieles cristianos que han de ser preservados de las calamidades. El rey de esas langostas infernales es el ángel del abismo, llamado en hebreo Abaddon, y en griego Apolyon (v.11). El término hebreo 'abaddon significa destrucción, perdición, y suele ser empleado en la Biblia como paralelo de seol, lo cual quiere decir que es sinónimo de seol o de región de los muertos2! Es, por lo tanto, una personificación de los poderes de la muerte, como el hades en Rev_1:18. El autor sagrado traduce Abaddon en griego por Apolyon, que también significa destructor 22, que tal vez tenga cierta relación con Apolo, que con su arco y sus flechas causaba estragos, como las langostas con el aguijón venenoso semejante al de los escorpiones.
El hagiógrafo se detiene de repente y anuncia que éste es el fin del primero de los ¡ayes! con el que amenazaba el águila en Rev_8:13. Pero al mismo tiempo afirma que van a seguir otros dos ¡ayes! (v.12), no menos perniciosos que el primero.



Sexta trompeta: Segunda calamidad: ejército diabólico,Rev_9:13-21.
13 El sexto ángel sonó la trompeta, y oí una voz que salía de los cuatro ángulos del altar de oro, que está en la presencia de Dios, 14 que decía al sexto ángel que tenía la trompeta: Suelta los cuatro ángeles que están ligados sobre el gran río Eufrates.15 Fueron sueltos los cuatro ángeles, que estaban preparados para la hora, y para el día, y para el mes, y para el año, a fin de que diesen muerte a la tercera parte de los hombres. 16 El número de los del ejército de la caballería era de dos miríadas de miríadas; yo oí su número. 17 Asimismo vi en la visión los caballos y los que cabalgaban sobre ellos, que tenían corazas color de fuego, y de jacinto, y de azufre; y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de su boca salía fuego, y humo, y azufre. 18 Con las tres plagas perecieron la tercera parte de los hombres, es a saber: por el fuego, y por el humo, y por el azufre que salía de su boca.19 El poder de los caballos estaba en su boca y en sus colas, pues las colas eran semejantes a serpientes, tenían cabezas y con ellas dañaban. 20 El resto de los hombres que no murió de estas plagas no se arrepintieron de las obras de sus manos, dejando de adorar a los demonios, a los ídolos de oro y de plata, de bronce y de piedra y de madera, los cuales ni pueden ver, ni oír, ni andar; 21 ni se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos.

Llega el segundo de los ¡ayes! El sexto ángel hace sonar la trompeta, y de los cuatro cuernos del altar de oro sale una voz (v.13). Esta voz, que proviene del altar de los perfumes, debe de ser una personificación de las oraciones de los santos allí ofrecidas 23. Estos piden que continúen los azotes contra el mundo pagano; es decir, que se cumpla la justicia divina contra los impíos 24.
La voz salida de los cuatro cuernos del altar 25 ordena al sexto ángel, de parte de Dios, que suelte los cuatro angeles que están ligados sobre el río Eufrates (v,14). En la literatura bíblica el Eufrates suele ser frecuentemente el punto de partida de las hordas invasoras, que tantas veces habían de devastar la Palestina. Durante siglos fueron los asir ios, después los babilonios, más tarde los persas y escitas y en tiempo de San Juan eran los partos. Los cuatro ángeles encadenados a orillas del Eufrates no hay que confundirlos con los de Rev_7:1-3·
Parecen ser más bien la personificación de las fuerzas invasoras, que van a sembrar por doquier la devastación y la ruina. Probablemente son los ángeles del castigo mencionados en Henoc 53:3, que con sus instrumentos de suplicio van a atormentar a los reyes y poderosos de la tierra. El artículo ôïýâ que emplea el texto griego del Apocalipsis hace suponer que estos cuatro ángeles eran conocidos en la tradición judío-cristiana 26. Según el Libro de Henoc 56:5-8, estos ángeles se pondrán un día al frente de los partos y de los medos, cuya caballería invadirá Palestina para el combate escatológico. San Juan probablemente se sirve de esta tradición transformándola un poco 27: contempla a esos ángeles poniéndose al frente de la caballería diabólica, lo mismo que Abaddón guiaba a las langostas infernales, y lanzándose contra los impíos. Y, en efecto, los partos, terror del Imperio romano de aquella época, acechaban la oportunidad a orillas del Eufrates para lanzarse sobre el mundo civilizado. Las luchas entre los partos y el Imperio romano eran frecuentes, y la victoria no siempre había sonreído a los romanos. Más de una vez las provincias del Imperio se vieron invadidas por la impetuosa caballería de los partos, terrible por su destreza en el manejo del arco. Solamente bajo Trajano, después que éste conquistó Mesopotamia y estableció la frontera a orillas del Tigris, cesó por un tiempo el temor de los partos. Sin embargo, hay que tener presente que las invasiones de los partos son el símbolo de las catástrofes que amenazan a los grandes imperios paganos perseguidores de la Iglesia de Dios.
Los cuatro ángeles que estaban preparados por Dios para el momento preciso para la hora, para el día, para el mes y para el año señalado por su justicia, fueron sueltos (v.15). Se sueltan cuatro ángeles, porque sus efectos han de alcanzar a las cuatro partes del mundo. En este azote ya no se trata de atormentar sin matar, sino que este ejército invasor, capitaneado por los cuatro ángeles, hará perecer a la tercera parte de los hombres. Sigue el mismo esquema que las cuatro primeras calamidades, desencadenadas por el toque de las trompetas. Pero los castigos son cada vez más terribles. El dar muerte a una tercera parte de los hombres quiere significar el gran estrago y carnicería que llevará a cabo el ejército invasor.
Nada más soltar a los cuatro ángeles aparece la caballería infernal compuesta de 200 millones de caballos y otros tantos de jinetes: el número de los del ejército. era de dos miríadas de miríadas (v.16). La masa del ejército es realmente imponente, y designa una potencia irresistible. La cifra que oyó, y que nos transmite el profeta, es semejante a la de los ángeles de la corte celestial, cuyo número era también de miríadas de miríadas 28. San Juan quiere como dar a entender que existen dos ejércitos formidables, el de Dios y el del diablo, que se espían, dispuestos a lanzarse el uno contra el otro. Este paralelismo o contraste que parece aflorar entre los dos ejércitos, indica que el autor sagrado se refiere aquí posiblemente al ejército de ángeles del abismo infernal, o, al menos, considera a los partos como los ministros del infierno.
La descripción que nos da el hagiógrafo de este ejército es tan fantástica y aterrorizadora como la de las langostas-centauros de la quinta trompeta. Los jinetes tenían corazas color de fuego; las cabezas de los caballos eran poderosas como las de los leones. Sus bocas exhalan un aliento verdaderamente infernal: fuego, humo y azufre (v.17). El azufre ardiendo y humeando es un elemento típico de las descripciones demoníacas y del infierno. La imagen de monstruos arrojando por sus bocas fuego y humo era entonces bastante corriente. Incluso se la encuentra entre los clásicos, como Ovidio y Virgilio. Las colas de los caballos del ejército infernal eran como serpientes, tenían cabezas y con ellas dañaban (v.19). En la mitología oriental era frecuente la representación de seres humanos con cabeza de león o con colas de serpiente 29. Y en la Gigan-tomaquia de Pérgamo que San Juan había podido contemplar , los enemigos de los dioses tienen los miembros inferiores serpentiformes.
La caballería infernal, descrita con caracteres verdaderamente espeluznantes, con sus terroríficas armas: fuego, humo y azufre, muy propias del abismo, causó la muerte de una tercera parte de los hombres (v.18). Algo parecido sucedió en las cuatro primeras trompetas, en las que pereció también la tercera parte de los seres que sufrieron su acción. La intención de Dios al permitir que muriesen tantos hombres era producir en los restantes el arrepentimiento. Sin embargo, los resultados de este castigo fueron nulos. Los supervivientes de la catástrofe no se aprovecharon de la lección para convertirse a Dios, antes bien, continuaron ofendiéndole con su culto a los ídolos y con otros muchos crímenes (v.20-21). Las malas obras de estos impíos forman, pues, dos grupos: unas van contra Dios y otras contra el prójimo. Contra Dios, el autor sagrado recuerda principalmente la idolatría, que consiste en adorar a figuras inertes de materias más o menos preciosas que no tienen alma ni vida. De la idolatría proceden todos los demás pecados, incluso los más vergonzosos 30. También pertenecen al capítulo de la idolatría los maleficios, de los cuales nos habla en el v.21. Comprenden las artes mágicas, las brujerías, las encantaciones, etc. En otros lugares del Nuevo Testamento suelen acompañar a la idolatría 31. Las obras malas cometidas contra el prójimo se resumen en tres apartados: homicidios, fornicaciones, robos.
Dios, que ante todo desea la salud de los hombres 32, ordena todos estos azotes al bien de los hombres. Dios bondadoso dirige tanto las obras de su justicia como de su misericordia a la conversión de los pecadores. Pero, en el caso presente, los planes mise- ricordiosos de Dios quedan frustrados por la protervia humana. Lo que decidirá a los pecadores a volverse a Dios será la exaltación de los dos Testigos simbólicos, que serán presentados en el capítulo 11.
De los cristianos no se dice nada. Pero, por analogía con el conjunto de este septenario, se puede concluir que debieron de salir purificados de la prueba. La gran tribulación pasada constituyó para ellos una ocasión de purificación espiritual, de la que salieron más fortalecidos en su fe y en su esperanza 33.

1 Gf. S. Bartina, o.c. p.680. 2 Existen tres clases de langosta: Pachytylus migratorius, Schistocerca peregrina y Staurono-tus maroccanus. Suelen darse principalmente en Egipto, Arabia, Palestina y en áfrica, desde donde a veces se desplazan a las islas Canarias, al sur de España, Sicilia, etc. 3 Jl 1-2. 4 Exo_10:1-20; cf. Sab_16:9. 5 Eze_1:5-11. 6 Cf. Rev_20:1-3. 7 Libro de Henoc 86:1-4. Cf. J. Bonsirven, Judaisme palest. I p.231-232.242. 8 En la literatura bíblica, sin embargo, se representa al demonio como cayendo del cielo. El mismo Jesucristo nos dice en Lev_10:18 : Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. Y el texto de Isa_14:12 también ha sido aplicado a Satanás. 9 Cf. Isa_24:21-22. 10 Libro de Henoc 21:7-10. 11 Libro de Henoc 54:1-6. 12 Rev_19:20; Rev_20:9.145; Rev_21:8. 13 Rev_20:3. 14 Libro de Henoc 19:15; 21,7ss; 90:24-27. 15 Exo_10:12-19. 16 Joe_1:6-12. 17 Eze_1:5-11. Es muy posible que haya influencia también de Sab_16:9. 18 Cf. M. García-Cordero, o.c. p.104-105. Es muy posible que las largas cabelleras, al estilo de los bárbaros, simbolicen su crueldad. Cf. Suetonio, Vespasianas 24:4; J. Michl, Zu Apocalypse 9:8: Bi 23 (1942) 192-193. 19 Rev_8:7. 20 Cf. Deu_8:15; Eco_26:10; Sab_16:9. 21 Cf. Job_26:6; Pro_15:11; Pro_27:20; Pro_30:153. 22 Apolyon proviene del verbo griego Üðüëëõìé, destruir, cechar a perder. 23 Cf. Rev_8:3-5- 24 Cf. Ap6:9-n; 8:3-4. 25 Cf. Exo_37:26; 1Re_1:50; 1Re_2:28. 26 En el texto siríaco del 4 Esdras se dice: Que sean sueltos estos cuatro reyes que están condenados sobre el gran río Eufrates, que aniquilarán una tercera parte de los hombres. Citado por M. García Cordero, o.c. p.ioy. 27 Cf. A. Gelin, o.c. p.622. 28 Rev_5:11. 29 H. Vincent-P. Dhorme, Les chérubins: RB (1926) 356. 30 Cf. Rom_1:24-26. San Juan considera también los crímenes y vicios de los paganos como una consecuencia de la idolatría. 31 Rev_21:8; Rev_22:15; cf. Gal_5:20; 1Pe_4:15. 32 1Ti_2:4. 33 M. García Cordero, o.c. p.106.


Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 9

4. LA QUINTA TROMPETA (9,1-12)

1 Y el quinto ángel tocó la trompeta. Y vi una estrella caída del cielo a la tierra, y le había sido dada la llave del pozo del abismo. 2 Abrió el pozo del abismo, y subió del pozo una humareda como la humareda de un gran horno. Y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo.

Las catástrofes de la naturaleza de las cuatro primeras plagas de las trompetas tenían ya una envergadura y unos efectos que iban más allá de las posibilidades naturales; las que ahora siguen aparecen en conjunto como extranaturales; no provienen de la atmósfera y del espacio cósmico extendido sobre ella, sino de abajo, del reino de los demonios. Con ellas surgen en primer plano los poderes, cuya negación de Dios y el mundo de Dios constituyó el lema de su existencia y la expresión de su ser pervertido; la mentira, la contradicción y el odio, puestos en juego con un furor desmedido, determinan su acción; así se explica también el triple «¡ay!» sobre el mundo de los hombres antes de que la creación se vea entregada a estos terribles agentes de destrucción. También aquí aparece al comienzo la «pasividad divina», que el empleo de la voz pasiva subraya: «le había sido dada» (cf. comentario a 6,1s; también 20,1-3.7), indicando que tales poderes no pueden intervenir y actuar por su propia cuenta, sin el consentimiento de Dios que de este modo induce a los hombres a reflexionar.

Una «estrella caída» -en la literatura apocalíptica, sinónimo de «un ángel caído» (cf. también 12,9; Luk_10:18)-, o sea, un ángel rebelde, condenado, en una pintura figurativa con representaciones tomadas de las ideas del mundo de entonces, recibe la autorización de desencadenar el infierno contra los hombres. La humareda que se eleva de la oscura sentina de fuego, en la que se tiene prisioneras a las criaturas infortunadas (cf. Jud_1:6; 2Pe_2:4), extiende ahora también a la humanidad estas tinieblas infernales.

3 Del humo salieron langostas sobre la tierra, y les fue dada potestad como la potestad que tienen los escorpiones de la tierra. 4 Y se les dijo que no dañasen la hierba de la tierra, ni verdura alguna, ni árbol alguno, sino sólo a los hombres que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes.

La traducción de la imagen alegórica se esboza en el texto mismo cuando se desprenden del humo las figuras demoníacas; el estado y la acción del infierno se extienden por Ia tierra, una vez que la visión del cielo ha quedado oculta por los negros vapores del mundo infernal, y la luz de Dios no puede ya mostrarse a los hombres; Dios se eclipsa como consecuencia del oscurecimiento que lleva consigo el adversario de Dios dondequiera que va. La imagen toma sus rasgos particulares de la descripción de la octava plaga de Egipto (Exo_10:14 s), de la pintura de una invasión de langostas en el profeta Joel (Jl 1 y 2) y de la ruina de Sodoma (Gen_19:28). Estos seres se comparan con las langostas para expresar su inmensa multitud, que como los espesos enjambres de esos insectos oscurece el cielo; sin embargo, por su peligrosidad se asemejan más a escorpiones que a langostas; los hombres, no la vegetación en la naturaleza, son blanco de sus ataques. En esta plaga parece singular y hasta a primera vista incongruente que sólo afecte a los impíos, es decir, a esa gente a la que el infierno, con su afinidad de sentimientos, debería serles no hostil, sino más bien propicio, supuesto que tal actitud le fuera todavía posible; sin embargo, una de las consecuencias de la condenación es también la destrucción de sí mismo. En cambio, sobre «los sellados» (cf. 7,2-8), los elegidos, que están del lado de Dios, no tiene el infierno poder alguno; le están substraídos expresamente.

5 Les fue dado poder, no para que los matasen, sino para que los atormentasen por cinco meses. Y su tormento era como tormento de escorpión cuando pica al hombre. 6 En aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la encontrarán, y desearán morir, y la muerte huirá de ellos.

La exención de los elegidos y la prohibición de matar a los impíos indican cómo se ha de entender su tormento; los dolores corporales se utilizan únicamente como motivo drástico para pintar alegóricamente el tormento interior de los que se confían al adversario, cerrándose a Dios. El contenido de símbolo de esta imagen es particularmente denso. Aquel a quien viene inoculado el veneno del infierno, cae en un tormento incomparable, y al fin viene a ser dolor personificado. La duda devoradora, el miedo de vivir, la confusión interior sin remedio, la atmósfera helada sin amor (cf. Mat_24:12), la sensación de destierro en este mundo y de desamparo en presencia de la nada: todo consume interiormente y lleva a una desesperación que acaba por buscar la muerte para hallar descanso (Job_3:21 s).

La limitación de las cuatro primeras plagas de la visión de las trompetas era únicamente espacial, mientras que en la quinta es triple: en cuanto al tiempo (cinco meses, durante largo tiempo), en cuanto a la extensión (sólo los impíos), en cuanto a la manera (no matar); como con el «les fue dado», también con estas reiteradas restricciones se hace presente la soberanía de Dios, al lado del cual ningún otro poder osa independizarse.

7 La apariencia de las langostas era como de caballos equipados para la guerra, y tenían sobre sus cabezas coronas que parecían de oro, y sus rostros eran como rostros humanos. 8 Tenían cabellos, como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león. 9 Llevaban corazas, como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como ruido de carros de muchos caballos que corren a la guerra. 10 Y tienen colas semejantes a escorpiones y aguijones, y en sus colas está su poder de dañar a los hombres por cinco meses. 11 Tienen sobre sí por rey al ángel del abismo. Su nombre en hebreo es Abadón, y en griego Apolión. 12 EI primer «¡ay!» ya pasó. Todavía vienen dos «¡ayes!» después de esto.

Después de la descripción de la naturaleza y la acción de los espíritus diabólicos, se completa ahora la pintura de su aspecto exterior, para mostrar todavía más claramente su carácter demoníaco. Son engendros monstruosos; tienen algo en común con langostas, caballos de batalla, leones, escorpiones, aves, y hasta con hombres. Dureza despiadada (corazas), furia selvática (cabellos de mujer, dientes de león), inconsideración férrea (caballos que corren arrastrando carros de combate), violencia taimada (aguijones de escorpión), crueldad refinadamente calculada (rostros de hombres), poder irresistible («coronas que parecían de oro», emblema de la victoria): todo esto se quería expresar con esta pintura, para presentar de manera impresionante todo lo siniestro de la voluntad diabólica de destrucción.

De dónde vienen estas figuras horripilantes, qué son y qué es lo que quieren se compendia todavía al final con la indicación de su adalid; su jefe y comandante es «el ángel del abismo». Dos nombres se le dan para caracterizar su persona; el hebreo Abadón, es decir, abismo, mundo subterráneo (Job_26:6; Sal 88[87]12), se halla ya en la versión griega precristiana llamada de los Setenta traducido por Apolion (corruptor, depravador, destructor); concuerdan el origen y la intención, el ser y la manifestación encarnan la destrucción.

Con la quinta visión de las trompetas, el primer «ay», aparece directamente por vez primera en la historia el poder del infierno, después de haber estado ya en acción como instigador oculto en las anteriores catástrofes. En los dos «ayes» que siguen se mantiene todavía en la arena directamente y con creciente empeño. El tiempo del abismo abierto y de la humareda que se levanta de él oscureciendo el cielo y el rostro de Dios, continúa todavía.

5. LA SEXTA TROMPETA (Job_9:13-21)

13 Y el sexto ángel tocó la trompeta. Y oí una voz que salía de los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios.

La sexta plaga es exteriormente muy parecida a la quinta: en ella, en efecto, continúan los ataques diabólicos, aunque con creciente volumen y fuerza. Esta vez se subraya de entrada con especial énfasis que la voluntad y la intención salvífica de Dios, latente en todo lo que sucede, lo está también en este castigo del tiempo final, aunque éste venga ejecutado por su adversario.

La visión se inaugura con una audición (cf. 1,10); la voz viene del altar de oro de los perfumes,sobre el cual, -en la visión introductoria de las plagas de las trompetas (8,3s)-, un ángel presentaba a Dios, juntamente con el incienso, las oraciones de los santos. El altar celestial («que está delante de Dios») tiene la misma forma que los altares en el templo de Jerusalén; las cuatro esquinas del altar de los holocaustos, como del altar de los perfumes, estaban arqueadas hacia arriba (como «cuernos»).

La voz que desciende de la plancha de revestimiento del altar representa sin duda la respuesta a las oraciones de los fieles cristianos en la tierra, que el ángel había llevado delante de Dios. Del contenido de la plaga, que al igual que la precedente sólo afecta a los impíos, se podría inferir el contenido de dichas oraciones; así, la cristiandad atribulada de los tiempos finales habría implorado alivio y protección en la persecución por los impíos.

14 Y dijo al sexto ángel que tenía la trompeta: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Eufrates.» 15 Fueron soltados los cuatro ángeles que estaban preparados para aquella hora, día, mes y año, para que mataran a la tercera parte de los hombres. 16 Y el número de las tropas de caballería era de dos miríadas de miríadas. Yo oí su número.

La voz imparte al ángel que había dado la sexta señal de trompeta la orden de dejar en libertad a cuatro ángeles que hasta entonces habían estado encadenados. El hecho de estar encadenados los especifica como espíritus portadores de infortunio. El momento de la liberación fija en forma cuádruple (el número de integridad cósmica); en el mundo de Dios no hay fuerzas de destrucción que actúen por cuenta propia; el número cuádruple de los espíritus portadores de infortunio muestra también que se ha dejado a su disposición la tierra entera para que den muerte a una tercera parte de los hombres. A este objeto aparecen como jefes en cabeza de las incontables tropas de caballería, con las que llevan a cabo la devastación. El país junto al Eufrates había sido en el Antiguo Testamento el foco del que partían las invasiones de Palestina y los ataques contra el pueblo elegido, de tal forma que en Israel la ciudad de Babilonia había acabado por convertirse en símbolo proverbial de la hostilidad contra Dios. En la época del Apocalipsis era este río la peligrosa frontera del Imperio Romano, tras la cual se hallaban los partos, que con su temida caballería de choque hostigaban constantemente la frontera oriental de Roma y nunca pudieron ser batidos definitivamente por las legiones romanas. Así, con la mención de este lugar se subraya todavía el carácter siniestro del cuadro.

17 Y así vi los caballos en la visión, y a los que montaban en ellos, los cuales tenían corazas de color de fuego, de jacinto y de azufre, y las cabezas de los caballos eran como cabezas de león, y de sus bocas salen fuego, humo y azufre. 18 Por estas tres plagas murió la tercera parte de los hombres, por el fuego, el humo y el azufre que salía de sus bocas. 19 Pues el poder de los caballos está en su boca y en sus colas. Y sus colas son semejantes a serpientes, tienen cabezas y con ellas dañan.

Ya el mero número imposible de hombres -literalmente doscientos millones- alude a las masas sobrehumanas de tropas; la descripción de caballos y caballeros las caracteriza claramente como diabólicas. El origen infernal se precisa suficientemente por medio de los colores de las corazas, que son los de los elementos del infierno, fuego, humo y azufre, como también por el hecho de arrojar estos mismos elementos como medios de destrucción (cf. Job_41:11-13). Juan subraya expresamente que su descripción debe considerarse únicamente como un ensayo de formular con palabras una imagen visionaria («en la visión»), cuyo contenido interno, pero no su forma externa, tiene significación profética. Por lo demás, el cuadro no está acabado hasta en los detalles, como lo estaba en la visión de la quinta trompeta. Entre las armas de los jinetes portadores de infortunio se indican de nuevo, como en el caso de las «langostas» (Job_9:10), las colas, formadas por una maraña de serpientes, cuya picadura es mortal. Con fuerza brutal y con una astucia siniestra procuran los monstruos de cabeza de león destruir todo lo que se les pone delante hasta alcanzar la medida que se les ha fijado (un tercio).

20 El resto de los hombres, los que no fueron exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras de sus manos, de modo que no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver, ni oír, ni andar. 21 Y no se convirtieron de sus asesinatos, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos.

El pavoroso cuadro termina con esta oprimente conclusión: todos los medios que Dios pone en juego con el cielo y con el infierno para atraer de nuevo a sí a los apóstatas, salen fallidos. Sus castigos son las últimas posibilidades del amor divino; pero aun así no logra Dios nada contra el endurecimiento voluntario. Nuestro tiempo más reciente confirma también la experiencia: los buenos se vuelven mejores con las pruebas, los malos, en cambio, peores. Los demonios, que tienen libre acceso al mundo, aceleran así el proceso de maduración del mal. En cambio, la verdadera penitencia -se dice implícitamente en todos los cuadros- podría transformar la historia del mundo. Juan desarrolla por extenso y gráficamente de qué depende en definitiva el que los hombres, a pesar de todo, no vuelvan a Dios y consiguientemente tampoco a sí mismos; en efecto, al preservar la imagen de Dios se preserva también al hombre, hecho a su imagen. Las «obras de sus manos», el mundo, tal como lo han configurado los hombres, es lo grande, ante lo cual se paran con asombro, lo veneran y sólo de ello esperan ayuda. De manera muy especial en la civilización técnica se encuentra el hombre a cada paso consigo mismo en sus realizaciones; está orgulloso de ellas, y en sus obras se rinde homenaje a sí mismo y a sus posibilidades creadoras. Una vez que el hombre ha perdido a Dios y vuelve a dar de rechazo sólo consigo mismo, tal perversión de la mente produce también no poco desorden y extravío moral; hay correspondencia entre fe y moralidad, como también entre descreimiento e inmoralidad (cf. Rom_1:23-32).



Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Al sonar la quinta trompeta, una estrella había caído y recibió la llave del pozo del abismo. La estrella es un ángel; aunque ha caído, sigue siendo un instrumento para cumplir la voluntad de Dios (la llave del abismo le fue dada por la autoridad de Dios). El abismo representa el caos de las aguas; en la mitología del antiguo Oriente eran personificadas por un poder del mal que se oponía a los poderes del cielo y así llegó a denotar la morada de los agentes demoníacos. En 20:1-3 éste es el lugar donde Satanás es arrojado y aprisionado. De modo que aquí la referencia a la llave indica que todos sus habitantes están firmemente bajo el control de Dios.

2-4 El surgimiento de una nube como el humo de un gran horno sirve para producir la impresión de una nube de langostas que avanza. La comparación de estas huestes demoníacas con langostas es un eco de la visión de Joel 2:1-10, donde se dice que los ejércitos de langostas parecían caballos de guerra corriendo hacia la batalla, haciendo ruido como carrozas, atacando como poderosos guerreros, oscureciendo los cielos y teniendo garras como leones. Además de estos hechos, Juan declara que las langostas tenían poder para infligir dolor como escorpiones (cf. 9:10). Las langotas normalmente devoran la vegetación y no dañan a los seres humanos, pero éstas pasaban por alto la vegetación y atacaban a la gente, más precisamente a los que no tienen el sello de Dios en sus frentes (al contrario, éstos tienen la señal de la bestia; ver 13:16). Cinco meses es el tiempo normal de vida de una langota (la primavera y el verano), pero su visitación en cualquier lugar naturalmente será por un tiempo más limitado.

7-9 La descripción de las langostas recuerda Joel 1:6; 2:4-9, pero es común en las tradiciones árabes. C. Niebuhr en 1772 relataba la descripción árabe de una langosta: Comparaba la cabeza de una langosta con la cabeza de un caballo, su pecho con el de un león, sus pies con los de un camello, su cuerpo con el de una serpiente, su cola con la de un escorpión y sus antenas con el cabello de una muchacha. 11 Su rey es llamado Abadón en heb. y ApolioŒn en gr. El primero en el AT indica las profundidades del Seol y significa destrucción. El segundo es parecido al verbo gr. apollumi, destruir, pero bien puede ser una variante de Apolo, a quien los autores gr. hacen derivar de apollumi. El culto de Apolo, entre otros símbolos, usaba el de la langosta, y los emperadores Calígula, Nerón y Domiciano pretendían ser encarnaciones de Apolo. Si esto estaba en la mente de Juan, la ironía de la quinta trompeta es impresionante: ¡la hueste destructora del infierno tiene como rey al emperador romano! (Esto de hecho se pone como paralelo en 17:16-18.)

13, 14 Cuando suena la sexta trompeta surge una voz que viene de los cuarto cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios. Está relacionada con los clamores de los mártires debajo del altar en el cielo (6:9, 10) y las oraciones de los santos en la tierra pidiendo liberación (8:4, 5), aunque debe entenderse que es Dios quien responde a las oraciones de su pueblo. Los cuatro ángeles que han estado atados junto al gran río Eufrates serán desatados. Este río y el Nilo forman los límites ideales de la tierra prometida a Israel (Gén. 15:18). También formaban el límite oriental del Imperio Romano y más allá estaba el imperio de los partos (o persas), el único poder militar del mundo que había derrotado decisivamente a los ejércitos romanos y a los cuales Roma había llegado a temer. Los judíos consideraban esa zona como el punto del norte de donde partían los ejércitos que invadían Palestina (1 Enoc 56:5-8 parece interpretar la profecía de Gog en Eze. 38 y 39, como algo cumplido por los partos y los medos). Sin embargo, los cuatro ángeles no mandaban un ejército humano sino una aterrorizadora fuerza demoníaca, que no invadía la tierra prometida sino el mundo impío.15 En el programa divino no hay nada accidental. Ya está fijado el momento preciso de esta invasión. 16 El número de las tropas montadas es señalado como de dos miríadas de miríadas (doscientos millones, ver nota de la RVA). Este y otros cómputos similares están inspirados por el Sal. 68:17 (la cantidad de carros de Dios cuando bajó del Sinaí) y Dan. 7:10 (el número de ángeles que acuden a Dios por juicio). El ejército demoníaco llega a servir tan plenamente los planes de Dios como la compañía angelical.

17-19 La descripción de los caballos y jinetes es aterrorizante, inconcebible y repugnante. Es extraño que son los caballos los que producen terror y destrucción; los jinetes y los caballos parecen sumarse en una unidad, pero su poder destructor (con el fuego, el humo y el azufre ) surge de la boca de los caballos. Estos no son seres de la tierra; el fuego y el azufre corresponden al infierno (19:20; 21:8), así como el humo es característico del abismo (9:2).

20, 21 La plaga no alcanza para producir un efecto salutífero en el mundo que se opone a Dios; la gente persiste en la idolatría, con sus males derivados, y no descubre que hay lugar para el arrepentimiento. ¿Cómo hemos de interpretar estas descripciones extraordinarias de los dos primeros ayes? G. B. Caird sugiere que hay en ellos una importante afirmación teológica: que los poderes del mal tienen una inmensa reserva militar, de la cual pueden ser notoriamente reforzados, de modo que ningún orden terrenal puede estar seguro ante los ataques desde más allá de la frontera, excepto en la victoria final de Dios. En un mundo en el cual el mal es virulento y tenaz, no debe esperarse que el programa del evangelio produzca una continua disminución del poder de Satanás, hasta que éste haya sido reducido a la impotencia, sino más bien un firme y continuo endurecimiento de la resistencia, lo que lleva inexorablemente a una gran batalla.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



40 (b) El águila y los tres «ay»; trompetas quinta y sexta (8,13-9,21).
Las primeras cuatro trompetas estaban dirigidas contra el cosmos. Las últimas tres trompetas (que son los tres «ay», según 8,13) afectan más directamente a la humanidad. 9,1-11. La quinta trompeta de(-)sencadena una plaga demoniaca dirigida con(-)tra los enemigos de Dios (v. 4). 1. una estrella que había caído del cielo a la tierra: Los paga(-)nos creían que las estrellas eran seres divinos; los judíos las identificaban con los ángeles. La caída de este ángel recuerda el mito de los án(-)geles caídos y de la rebelión de Satanás (Gn 6,1-4; Is 14,12-15; ANET 140; 2 Hen 18,29; VidAd 12-16). le fue entregada la llave del abis(-)mo'. Puesto que al ángel «le fue entregada la llave», la apertura del abismo (el mundo infe(-)rior) no es una rebelión, sino parte del plan de Dios. Esta visión es análoga a las de 20,1-3 y 7-10. Los acontecimientos descritos no son idén(-)ticos, pero este pasaje anticipa el cap. 20, y este último recapitula el anterior. Ambos des(-)criben el desencadenamiento de las fuerzas caóticas y terribles durante los últimos días. 3. Saltamontes: La quinta trompeta alude a la octava plaga contra los egipcios (Éx 10). El profeta Joel interpretó la catástrofe natural de una plaga de saltamontes como castigo de Dios contra el propio pueblo del Señor. El Ap se asemeja a Éx 10 al presentar la plaga en cuanto dirigida contra los enemigos de Dios (v. 4), y a Joel al comparar la plaga con un ejérci(-)to (w. 7.9; Jl 2,4-9). Va más allá de ambos al transformar los saltamontes en criaturas de(-)moniacas con aguijones como escorpiones (vv. 3.5.10) , cabezas como de humanos (v. 7) y dientes como de león (v. 8), que torturan a los malvados en lugar de devorar la vegetación (v. 4) . 7. caballos listos para la batalla: Las imáge(-)nes militares de la quinta trompeta son resu(-)midas en la sexta. Comparemos los carros del v. 9 con el ejército de caballería del v. 17; ca(-)ballos (w. 7,9,17,19) y corazas (w. 9,17) apa(-)recen en ambas, coronas de oro: Los otros úni(-)cos seres que en el Ap llevan coronas de oro son los seres celestiales (4,4; 14,14); como de(-)monios o ángeles caídos, los saltamontes son también «seres celestiales». Las «coronas» pueden retomar también el contenido del pri(-)mer sello y ser una alusión a los partos (véase el comentario sobre 6,2). 11. Abadón: El líder de los saltamontes demoniacos no es Satanás, sino el mundo inferior personificado, o «el Destructor». Estos nombres retoman el Hades (mundo inferior) y la Muerte de la visión del cuarto sello (6,8). Sin embargo, aquí no se tra(-)ta de la muerte, sino de la prolongación de la tortura. 9,13-19. Como la quinta, la descrip(-)ción de la sexta plaga oscila entre el relato de una batalla y la descripción de seres sobrena(-)turales ejecutando la ira divina contra los mal(-)vados. El acento de ambas visiones recae en los seres angélicos o demoniacos. 13. el altar de oro: El mismo altar mencionado en 8,3-5. Esta alusión relaciona la sexta plaga con las oraciones de venganza de los santos (6,10). 14. a orillas del gran río Eufrates: La mención del Éufrates anticipa la batalla relacionada con la sexta copa (16,12-16). Es probable que la sex(-)ta trompeta y la sexta copa aludan al mismo acontecimiento desde un punto de vista dife(-)rente. Su descripción aquí es intencionada(-)mente velada y misteriosa (véase G. Bornkamm, ZNW 36 [1937] 132-49; Yarbro Collins, Combat Myth [? 15 supra] 35-36). El Éufrates nos trae a la memoria a los grandes imperios del nordeste de Judea. En la época de Juan, eran los partos quienes dominaban toda aque(-)lla región (véase el comentario sobre 6,2). 15. preparados para esa hora, día, mes y año: Esta anotación implica un plan divino totalmente predeterminado, la tercera parte de la humani(-)dad: El tercio es la medida característica de las trompetas (8,7-12); representan un incremen(-)to en comparación con el cuarto sello (6,8). 20-21. La respuesta típica de los habitantes de la tierra es maldecir a Dios en lugar de arrepentirse (cf. 16,9.11.21). Únicamente se arre(-)pentirán, al final, los habitantes de Jerusalén (cf. 16,9 con 11,13). 20. adorar a los demonios: Los dioses de los gentiles son identificados con los demonios (cf. Dt 32,17; 1 Cor 10,19-20) . ídolos de oro, plata, bronce, piedra y made(-)ra que no pueden ver, no oír, ni andar: Esta des(-)cripción de los ídolos es muy cercana a Dn 5,23. El contexto en Daniel es el relato sobre la escritura en' el muro durante la fiesta de Bal(-)tasar. Daniel la interpreta como revelación re(-)lativa al futuro del reino babilónico, que será dividido entre medos y persas. Esta alusión a Dn 5 puede indicar que Juan esperaba una gran batalla en el Éufrates que cumpliría Dn 5,28; «Babilonia» (Roma) sería conquistada por los partos (los sucesores de los persas). 21. sus delitos, sus maleficios, su lujuria y sus ro(-)bos: Un listado tradicional de vicios (cf. Rom 1, 29-31; Gál 5,19-21; 1 Cor 6,9-10; Ef 5,3-5; Mc 7,21-22; Hermfm] 8,5).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IX.

1 At the sounding of the fift Angel, a starre falleth from heauen, to whom is giuen the key of the bottomles pit. 2 He openeth the pit, and there come forth Locusts like Scorpions. 12 The first woe past. 13 The sixt Trumpet soundeth. 14 Foure Angels are let loose, that were bound.
1 And the fift Angel sounded, and I saw a starre fall from heauen vnto the earth: and to him was giuen the key of the bottomlesse pitte.
2 And hee opened the bottomelesse pit, and there arose a smoke out of the pit, as the smoke of a great fornace, and the sunne and the ayre were darkened, by reason of the smoke of the pit.
3 And there came out of the smoke locusts vpon the earth, and vnto them was giuen power, as the Scorpions of the earth haue power.
4 And it was commaunded them that they should not hurt the grasse of the earth, neither any greene thing, neither any tree: but only those men which haue not the seale of God in their foreheads.
5 And to them it was giuen that they should not kill them, but that they should be tormented fiue moneths, and their torment was as the torment of a Scorpion, when he striketh a man.
6 And in those daies shal men seeke death, and shall not finde it, and shall desire to die, and death shall flee from them.
7 And the shapes of the Locusts were like vnto horses prepared vnto battell, and on their heades were as it were crownes like golde, and their faces were as the faces of men.
8 And they had haire as the haire of women, and their teeth were as the teeth of Lions.

[One woe is past.]

9 And they had brestplates, as it were brestplates of iron, and the sound of their wings was as the sound of charets of many horses running to battell.
10 And they had tayles like vnto Scorpions, and there were stings in their tayles: and their power was to hurt men fiue moneths.
11 And they had a king ouer them, which is the Angel of the bottomlesse pit, whose name in the Hebrew tongue is Abaddon, but in the Greeke tongue hath his name [ That is to say, A destroyer.] Apollyon.
12 One woe is past, and behold there come two woes more hereafter.
13 And the sixt Angel sounded, and I heard a voyce from the foure hornes of ye golden altar, which is before God,
14 Saying to the sixt Angel which had the trumpet, Loose the foure Angels which are bound in the great riuer Euphrates.
15 And the foure Angels were loosed, which were prepared [ Or, at.] for an houre, and a day, and a moneth, and a yeere, for to slay the third part of men.
16 And the number of the armie of the horsemen were two hundred thousand thousand: and I heard the number of them.
17 And thus I sawe the horses in the vision, and them that sate on them, hauing brest-plates of fire and of Iacinct, and brimstone, & the heades of the horses were as the heads of Lions, and out of their mouthes issued fire, and smoke, and brimstone.
18 By these three was the third part of men killed, by the fire, and by the smoke, and by the brimstone which issued out of their mouthes.
19 For their power is in their mouth, and in their tailes: for their tailes were like vnto serpents, and had heads, and with them they doe hurt.
20 And the rest of the men which were not killed by these plagues, yet repented not of the works of their hands, that they should not worship deuils, [ Psa_115:4 ; Psa_135:15 .] and idoles of golde, and siluer, and brasse, and stone, and of wood, which neither can see, nor heare, nor walke:
21 Neither repented they of their murders, nor of their sorceries, nor of their fornication, nor of their thefts.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Las siete trompetas. La trompeta era el instrumento musical cuyo sonido llegaba más lejos; nadie podía ignorarlo. La trompeta sonaba como señal de alarma, para reunir a la gente; anunciaba las fiestas y los triunfos del pueblo; en las batallas dirigía el curso de los combates. Pronto se convirtió en instrumento escatológico tradicional (1Ts_4:16). Las trompetas del Apocalipsis son llamadas apremiantes y alarmantes a la conversión porque el fin está cercano. Las plagas provocadas por las trompetas recuerdan a las plagas de Egipto (Éx 7-10). Los objetos relacionados con las trompetas recuerdan los elementos empleados en la liturgia del templo de Jerusalén: trompetas, carbones, copas, perfumes, y el altar. Toda la naturaleza es como un gran templo de Dios. Las plagas contienen alusiones a fenómenos naturales y sucesos históricos de la época del autor. Están descritas en estilo poético y épico para apremiar a los lectores a la conversión.
Los fenómenos naturales y las catástrofes de la historia son señales de los tiempos, signos divinos de la limitación de lo humano. Jesús proclamó que la lluvia no es sólo un fenómeno natural; es un don divino del Padre sobre justos y pecadores (Mat_5:45). Como los siete sellos, las trompetas están dispuestas en dos series de 4. Las tres primeras, como los sellos, están íntimamente relacionadas entre sí, y no afectan a las personas sino a los lugares donde éstas viven y trabajan; son plagas parciales porque aún queda tiempo y espacio para la conversión.
Las dos últimas plagas recuerdan las invasiones de los partos que ya antes habían derrotado a las legiones romanas y tomado Jerusalén; eran una señal de la caducidad del imperio romano. Al final se constata que el poder de Dios puede vencerlo todo menos el endurecimiento voluntario de las personas.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. La "estrella" es un ángel enviado por Dios para infligir un nuevo castigo a los perseguidores de la Iglesia.

El "Abismo" designa aquí el lugar donde están retenidos los ángeles caídos en espera del castigo final. Ver 20. 1.

2. Gen_19:28; Exo_19:18.

3. Las "langostas" son un símbolo bíblico de la devastación. Ver Jl. 1 - 2.

5. "Cinco meses" es lo que dura la vida de una langosta.

6. Job_3:21.

7. Joe_2:4.

8. Joe_1:6.

9. Joe_2:5.

20. Isa_17:8; Sal_135:15-17; Dan_5:4.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_14:12

NOTAS

9:1 (a) Uno de los ángeles caídos, quizá el mismo Satanás, ver v. Apo_9:11 y Luc_10:18.

9:1 (b) Un ángel abre el lugar en que los ángeles caídos están detenidos en espera de su castigo final, ver Apo_11:7; Apo_17:8; etc.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_14:12

NOTAS

9:1 (a) Uno de los ángeles caídos, quizá el mismo Satanás, ver v. Apo_9:11 y Luc_10:18.

9:1 (b) Un ángel abre el lugar en que los ángeles caídos están detenidos en espera de su castigo final, ver Apo_11:7; Apo_17:8; etc.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— del abismo: Lit. del pozo del abismo. Se trata del lugar donde se supone que están encerrados los ángeles caídos. Se menciona varias veces en el libro (Apo 11:7; Apo 17:8; Apo 20:1-3; ver Luc 8:31). Ver VOCABULARIO BÍBLICO.

— una estrella: Expresión simbólica con la que se designa uno de los ángeles caídos.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



EL ASTRO CAÍDO es un ángel malo, a quien se entrega LA LLAVE DEL POZO DEL ABISMO para que abra y dé salida a los espíritus infernales. Bajo estas imágenes se anuncia la soltura de Satanás de que más tarde se hablará (Apo_20:7). Esta identificación orienta extraordinariamente en la Interpretación del Apoc. La libertad de Satanás es el principio del fin y señala el comienzo de la época subescatológica.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Apo 8:10;b Luc 8:31; Apo 9:2; Apo 9:11

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 9.1 Abismo: Cf. Ap 20.1-3.

[2] 9.2-10 Cf. la plaga de las langostas, de Ex 10.12-15, y también la de Jl 1--2.

[3] 9.11 Tanto el nombre hebreo Abadón como el griego Apolión significan Destructor.

Traducción En Lenguaje Actual Con Deuterocanonicos En Orden Alejandrino (2004)

[1] 9.1 En la antigüedad se pensaba que las estrellas eran seres vivientes, como los ángeles.

[2] 9.1 El Abismo profundo: Lugar donde están prisioneros los malos espíritus.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

O el abismo, o el averno; también en Apo 9:11.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Ap 12:4

Torres Amat (1825)



[6] Luc 23, 30.