Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
6. Daniel, arrojado al foso de los leones.
Este capítulo es muy similar al c.3 por su contenido. Una denuncia de los babilonios dio pie para que Daniel fuera puesto en peligro de muerte, como antes los tres jóvenes echados al horno ardiente, siendo salvado milagrosamente como éstos. Y su liberación fue también seguida de un edicto
de reconocimiento de la superioridad del Dios de los judíos. El hagiógrafo quiere aquí destacar
la providencia especial que tiene Dios sobre los que son fieles a las tradiciones religiosas de los judíos.
Denuncia de los cortesanos contra Daniel (1-9).
1 (2) Resolvió Darío constituir en su reino ciento veinte sátrapas que lo gobernasen, 2 (3) y sobre ellos tres presidentes, de los cuales uno fue Daniel, a quien diesen cuenta los sátrapas para que no fuese perjudicado el rey. 3 (4) Era Daniel superior a sátrapas y presidentes, porque había en él más espíritu, y el rey pensó en ponerle sobre todo el reino. 4 (5) Entonces, presidentes y sátrapas buscaron ocasión de acusar a Daniel en lo tocante a la administración del reino, mas no hallaron ninguna cosa por qué denunciarle, pues era fiel y no se veía en él falta ni negligencia. 5 (6) Dijeron entonces aquellos hombres: No hallaremos en Daniel cosa de qué acusarle si no es por la ley de su Dios. 6 (7) Vinieron, pues, presidentes y sátrapas a la presencia del rey y le dijeron así: ¡Vive por siempre, rey Darío! 7 (8) Todos los príncipes de tu reino, presidentes, sátrapas, magistrados y jueces han acordado en un consejo que se promulgue y confirme un real edicto mandando que cualquiera que en el espacio de treinta días hiciera petición alguna a dios u hombre fuera de ti, ¡oh rey! sea arrojado en el foso de los leones. 8 (9) Confirma, pues, ¡oh rey! el edicto y fírmalo para que no pueda ser revocado, conforme a la irrevocable ley de Media y de Persia. 9 (10) Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición. Después de la caída del imperio babilónico, Daniel sigue teniendo mucha ascendencia entre los conquistadores persas, ya que ocupa uno de los puestos principales de la administración. El rey es
Darío, que, para mejor gobierno, dividió el imperio en 120 satrapías o provincias (v.1). Esta indicación confirma la hipótesis de una confusión con el famoso Darío Histaspes (521-485), sucesor de Cambises y gran organizador burocrático del imperio conquistado por Ciro y Cambises 1. Herodoto nos habla de esta división hecha por Darío Histaspes, aunque dice que las satrapías eran 20 2. No sabemos nada de la organización de los tres superintendentes, entre los que estaba Daniel. De todos modos, sabemos que los judíos lograron escalar los primeros puestos de gobierno en la época del dominio persa, como lo prueba el caso de Nehemías.
La preeminencia de Daniel, atribuida a sus excepcionales dotes de espíritu, suscitó la envidia de los demás cortesanos. La pretensión de éstos de imponer un decreto al soberano parece que está dentro de las costumbres de la corte persa, gobernada prácticamente por ciertas familias patricias. Herodoto habla del culto a la persona del rey en Persia 3. Los enemigos de Daniel quisieron, pues, tomar pie de las prácticas religiosas de Daniel para presentarle como enemigo del rey (v.7). El
foso de los leones al que debía ser arrojado Daniel era una gran cavidad profunda en tierra, en la que estaban las fieras destinadas a las luchas de animales, a las que eran aficionados los reyes babilonios. Por Herodoto sabemos que algunas veces eran arrojados a ese
foso los criminales con sus mujeres, e hijos4. La alusión a la
irrevocabilidad de las leyes persas está confirmada por lo que se nos dice en el libro de Ester 5.
Daniel es acusado de no cumplir el edicto (10-15).
10 (11) Cuando supo Daniel que había sido firmado el edicto, entróse en su casa, y, abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia la ciudad de Jerusalén, hincábase de rodillas tres veces al día y oraba, confesando a su Dios, como solía hacerlo antes. 11 (12) Entonces apresuráronse a venir aquellos hombres y hallaron a Daniel orando y rogando a su Dios. 12 (13) Llegáronse luego al rey y le hablaron acerca del real edicto: ¿No has firmado tú un decreto mandando que cualquiera que en el espacio de treinta días hiciese petición a dios u hombre, sino a ti, ¡oh rey! sea arrojado al foso de los leones? Respondió el rey, diciendo: Así es según la ley de Media y de Persia, que no puede revocarse. 13 (14) Entonces respondieron ellos diciendo al rey: Pues Daniel, de los hijos de la cautividad de los judíos, no teniendo cuenta de ti, ¡oh rey! ni del edicto firmado, tres veces al día hace oración. 14 (15) Al rey, cuando esto oyó, pesóle sobremanera, y se propuso salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol estuvo haciendo esfuerzos para librarle. 15 (16) Pero aquellos hombres se reunieron ante el rey y le dijeron: Has de saber, ¡oh rey! que es la ley de Media y de Persia que edicto u ordenanza que el rey firma es irrevocable. Daniel hizo caso omiso del injusto edicto, y fiel a sus tradiciones religiosas, hizo en la parte superior de su casa, con las ventanas abiertas, su oración tres veces al día, mirando hacia Jerusalén, la Ciudad Santa 6. Los tres tiempos de oración solían ser en la época posterior al exilio: 1) a la mañana temprano, a la hora del sacrificio matutino en el templo; 2) hacia las tres de la tarde, cuando se ofrecía el sacrificio vespertino; 3) al caer el sol 7. Los envidiosos cortesanos sabían seguramente cuáles eran las horas habituales de oración de Daniel, por haberle visto en otras ocasiones, y así le espían y denuncian al rey (v.13).
Los reyes de la dinastía aqueménida, inaugurada por Ciro, eran extremadamente tolerantes con los principios religiosos de los pueblos vencidos. Nunca pretendieron imponer su religión persa. El edicto, pues, hay que entenderlo como una imposición al rey Darío por sus cortesanos. Este, al oír la acusación, quiso salvar a Daniel, por el afecto que le guardaba y sin duda movido de su política de tolerancia religiosa, impuesta en su imperio por el conquistador Ciro. Al fin cede ante la argumentación de sus cortesanos de que los decretos reales son irrevocables.
Daniel, arrojado al foso de los leones (16-24).
16 (17) Mandó entonces el rey que trajeran a Daniel y le arrojaran al foso de los leones. Y, hablando el rey a Daniel, le dijo: Quiera salvarte tu Dios, a quien perseverante sirves. 17 (18) Trajeron una piedra, que pusieron sobre la boca del foso de los leones, y la selló el rey con su anillo y con los anillos de sus grandes para que en nada pudiera mudarse la suerte de Daniel. 18 (19) Fuese luego el rey a su palacio, y se acostó ayuno; no se tocaron ante él instrumentos de música y huyó de sus ojos el sueño. 19(20)Levantóse, pues, muy de mañana y se fue apresuradamente al foso, 20(21) y acercándose al foso de los leones, llamó con tristes voces a Daniel, y, hablando el rey a Daniel, decía: Daniel, siervo del Dios vivo, el Dios tuyo, a quien perseverante sirves, ¿ha podido librarte de los leones? 21 (22)Entonces dijo Daniel al rey: ¡Vive por siempre, oh rey! 22(23)Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones para que no me hiciesen mal, porque delante de El ha sido hallada en mí justicia, y aun contra ti, ¡oh rey! nada he hecho de malo. 23(24)Púsose entonces muy contento el rey, y mandó que sacasen del foso a Daniel. Este fue sacado del foso, y no hallaron en él herida alguna, porque había tenido confianza en su Dios. 24 (25) Mandó el rey que los hombres que habían acusado a Daniel fueran traídos y arrojados al foso de los leones, ellos, sus hijos y sus mujeres, y antes de que llegasen al fondo del foso, los leones los agarraron y quebrantaron todos sus huesos. El relato se desenvuelve en el modo convencional que hemos visto al estudiar la adoración de la estatua de Nabucodonosor. Aquí se pone de relieve el estado pesaroso de Darío al condenar injustamente a un inocente. Sabía que era un fiel servidor de su reino, y, por otra parte, reconocía la grandeza del Dios de su ministro, esperando que le salve. El foso fue
sellado cuidadosamente para que nadie pudiera liberar a Daniel. Parece que los desconfiados y envidiosos ministros exigieron todas las garantías. El rey aquella noche se abstuvo de toda manifestación festiva, pensando en su fiel Daniel, condenado a un injusto castigo. Muy de mañana se fue a verle, con la esperanza de que el Dios de los judíos lo hubiera guardado indemne. El resultado fue reconfortante. Allí estaba Daniel totalmente indemne. El diálogo es bello y conmovedor. Daniel reconoce que un ángel de su Dios le ha preservado de todo mal, como a los niños en el horno ardiendo.
Convencido el rey del milagro, liberó a Daniel y arrojó en el foso de los leones a sus acusadores. El triunfo, pues, del fiel siervo de Dios fue total. El hagiógrafo ha querido recoger esta historia de la época de la cautividad para animar a sus conciudadanos. Siempre está la providencia de Dios sobre todas las vicisitudes de la vida, y, sobre todo, su protección para con sus siervos nunca ha quedado desmentida. Es la gran lección religiosa de su libro.
El rey Darío reconoce la grandeza del Dios de Daniel (25-28)
25 (26) Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz abundante. 26 (27) Mando que en toda la extensión de mi reino teman todos y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel, porque El es el Dios vivo, y eternamente subsiste su reino, porque no será jamás destruido, y su dominación perdurará hasta el fin. 27(28) El libra y salva y obra señales y portentos en los cielos y en la tierra. El ha librado a Daniel del poder de los leones. 28 (29) Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa. El triunfo de la causa religiosa de Daniel fue total. El rey, como lo había hecho Nabucodonosor 8, reconoce en un edicto la superioridad y poder del Dios de Daniel, y pide que todos los pueblos de su imperio le acaten y reverencien. Desde luego que no tenemos ninguna noticia de este decreto favorable a los judíos. De nuevo, para valorar la historicidad de este relato, debemos acudir al género literario empleado en los tratados religioso-apologéticos. Por nuestra parte, creemos que todos estos relatos de esta primera parte del libro de Daniel hay que colocarlos en el género de las composiciones didáctico-religiosas, como los libros de Job, Ester, Judit y Tobías.
El hagiógrafo, según el modo de escribir los autores antiguos, se permite poner en boca de los soberanos paganos ideas y doxologías que expresan sus propios sentimientos teológicos. Es decir, que, en torno a ciertos hechos históricos que se han transmitido de generación en generación, los presenta en forma que favorezca el efecto apologético-religioso sobre los lectores. Es el género literario
midrashico, tan corriente en la literatura judía.
1 Cf. Lagrange: RB (1904) 501. 2 Herodoto, 3:89. Según el libro de Ester, las satrapías eran 127 bajo Jerjes (Asuero). Cf.
Est_1:1;
Est_8:9. Es el número que dan los LXX en el texto de Daniel. Flavio Josefo lo recoge (Ant. 10:11:4). 3 Herodoto, I 99; Plutarco,
Temist. 27:4; Diodor. de Sic., 3:5. 4 Cf. Herodoto, 3:11. 5
Est_1:19;
Est_8:8. 6 Cf.
1Re_8:35.38.44.48. 7 Cf.
Sal_33:18. Véase sobre esto E. Schürer, A
Hístory of the Jewish people in the time of Jesús Christi 2:1 p.2go 11.248. 8 Cf.
Dan_3:98-100;
Dan_4:31-34