El temor del Señor deleita el corazón,
da alegría, gozo y larga vida.
(Eclesiástico 1, 12) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;
Parte Primera (1-23).
Naturaleza, Preceptos y Beneficios de la Sabiduría.
Sección 1. (1:1-3:11).
1. Dignidad, Principio y Frutos de la Sabiduría.
Su origen e incomprensible grandeza (1:1-10).
l Toda sabiduría viene del Señor, y con El está siempre. 2 Las arenas del mar, las gotas de la lluvia y los días del pasado, ¿quién podrá contarlos? 3 La altura de los cielos, la anchura de la tierra, la profundidad del abismo, la sabiduría, ¿quién podrá medirlos? 4 Antes de todo fue creada la sabiduría, y la luz de la inteligencia existe desde la eternidad. 5/6 ¿A quién fue dada a conocer la raíz de la sabiduría y quién conoció sus secretos? 7/8 Sólo uno es el sabio y el grandemente terrible, que se sienta sobre su trono. 9 Es el Señor quien la creó y la vio y la distribuyó. 10 La derramó sobre todas sus obras y sobre toda carne, según la medida de su liberalidad, y la otorgó a los que le aman.
El autor comienza su obra con un elogio a la sabiduría, que toma en su sentido amplio, comprendiendo la divina y la humana. Afirma en primer lugar su origen divino, pues toda sabiduría proviene de Dios, que la ha derramado en las obras de la creación y la ha comunicado a los seres inteligentes. No obstante esa comunicación a las criaturas, permanece siempre en Dios; lo afirma más explícitamente en el v.41 la sabiduría fue creada antes que todo. Dado que se trata de la sabiduría de Dios y es expresión paralela con la siguiente (la luz de la inteligencia existe desde la eternidad), el sentido no puede ser que vino a la existencia por creación, sino simplemente que existe desde la eternidad. Es la misma idea que expresa el autor de Proverbios cuando dice: El Señor me poseyó antes de todas las cosas, es decir, desde la eternidad.1 En los libros sapienciales encontramos las dos premisas del primer verso del prólogo de San Juan: eternidad de la Sabiduría y su existencia en Dios. Sólo faltaba el tercer miembro: y la Sabiduría era Dios. Tal conclusión estaba reservada al evangelista 2.
Su inmensa grandeza e incomprensibilidad por parte del hombre es puesta de relieve mediante imágenes clásicas que señalan otros tantos efectos insondables de la sabiduría y poder divinos. La inteligencia humana, incapaz de contar las arenas del mar, de medir la altura de los cielos, no podrá comprender la sabiduría en sí misma que dirigió a Dios en la creación de tan grandiosas obras 3. Nadie conoce la raíz de la sabiduría ni penetra sus secretos, porque la raíz es Dios mismo, y sus secretos son los secretos divinos. El conocimiento que de sí ha dado la sabiduría no alcanza su comprensión y la penetración de sus profundos misterios4. Sólo Dios, el Señor que dejó en el monte Sinaí profundamente impreso en el ánimo de los israelitas su terrible majestad y había castigado con dureza las prevaricaciones del pueblo, posee la sabiduría en sí misma, de modo que es infinitamente sabio. Y es El autor de toda la sabiduría que ha sido comunicada a las criaturas; la conoce, por lo mismo, perfectamente; sabe la misión y diversos oficios que le competen y la medida en que fue comunicada a las diversas obras de la creación. Hay entre éstas una en la que Dios dejó plasmada de un modo peculiar su sabiduría: el ser humano, creado a imagen suya, dotado de una inteligencia capaz de vislumbrar la sabiduría divina en las cosas. Y entre los hombres, un pueblo a quien le concedió con especial liberalidad, revelándole los designios mesiánicos: la nación hebrea, elegida por Dios para llevar a cabo la realización de los mismos. Las palabras con que termina la perícopa: la otorgo a los que le aman, evocan aquellas otras de Cristo, Sabiduría encarnada: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada.5 La doctrina y realidad de la gracia realizan la afirmación en su sentido pleno.
El temor de Dios, principio de la sabiduría (1:11-40).
11 El temor del Señor es gloria y honor, prudencia y corona de gozo. i2 El temor del Señor regocija el corazón, da prudencia, alegría y longevidad. 13 Al que teme al Señor le irá bien en sus postrimerías, y el día de su fin hallará gracia. 19 El principio de la sabiduría es temer a Dios, y se les comunica a los fieles ya en el seno materno. Hizo de los hombres su morada para siempre, y será siempre fiel a la progenie humana. 20 La plenitud de la sabiduría es temer al Señor; embriaga con sus frutos a quien la tiene. 21 Llena sus casas de bienes, y de sus frutos hinche sus graneros. 22 El temor del Señor es la corona de la sabiduría y hace florecer la paz y la salud; 23 la una y la otra son don de Dios y el Señor las ve y las distribuye. 24 Como lluvia derrama El la ciencia, el conocimiento, inteligencia, y levanta la gloria de los que le place. 25 La raíz de la sabiduría es temer al Señor; y sus ramas, la longevidad. 26-27 El temor del Señor aleja el pecado, y quien con él persevera evita la cólera. 28 El violento arrebato no tiene disculpa, la cólera furiosa lleva a la ruina. 29 El hombre magnánimo espera su tiempo, pero al fin triunfa. 30 Retiene la palabra hasta que llega su tiempo, y los labios de los fieles celebran su prudencia. 31 En los tesoros de la sabiduría hay sabias sentencias. 32Pero la piedad para con Dios es execrable al pecador. 33¿Deseas la sabiduría? Guarda los mandamientos y el Señor te la otorgará, 34 pues la sabiduría y la disciplina son el temor de Dios; 35 y su complacencia, la fe y la mansedumbre. 36 No seas rebelde al temor de Dios y no te llegues a El con corazón doble. 37No seas hipócrita delante de los hombres y pon atención a tus palabras. 38No te engrías, pues caerás y echarás sobre ti la infamia; 39y el Señor descubrirá tus secretos y te derribará en medio de la asamblea 40 por no haberte dado al temor del Señor y estar tu corazón lleno de engaño.
Apenas concluido el primer elogio de la sabiduría, va a señalar el principio para conseguirla, que es el temor de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios se presenta al pueblo, no como el Dios-Amor que envía a su hijo unigénito para redimir a los seres humanos, sino como el Dios todopoderoso, que se hace preceder de rayos y truenos en sus apariciones; el Padre, que castiga con la muerte, con la cautividad, los pecados de sus hijos. Esto provoca en el pueblo israelita un temor que los llevaba a la guarda de los mandamientos. Pero los israelitas tenían conciencia de que Yahvé era el Padre del pueblo que se había elegido, y ellos su nación primogénita y predilecta. Por lo que aquel temor, que provenía en un principio del miedo, se fue convirtiendo en un temor reverencial y filial, con lo que la expresión temor de Dios vino a designar la religión, la piedad, tanto que temeroso y justo vinieron a ser términos equivalentes.
Este temor, anticipa el autor, reporta numerosos beneficios. Los temerosos de Dios pueden gloriarse de la amistad y protección de Dios 6, de poseer el principio de la sabiduría 7, por lo que viene a ser para ellos una fuente de alegría intensa y desbordante de orden religioso, como indica el término empleado por el sabio 8. El temor los defiende de obrar mal y los induce a la práctica del bien, lo que les proporciona una gran paz y gozo interior. No podía faltar la promesa de la longevidad, adjunta al cuarto mandamiento y repetida muchas veces en el A.T. 9; se trata de esa vida feliz fruto de la obediencia y amor mutuo de padres e hijos, que la hace a veces incluso más larga. Y al final de ella hallarán gracia (v.1s). ¿Se tratará de la felicidad en el más allá? Ben Sirac no habla al menos claramente de ella, ni la utiliza como estímulo para el cumplimiento de sus enseñanzas, por lo que parece no la conoció, si bien parece intuirla. Poco después la afirmaría con toda claridad el autor de la sabiduría; por eso se contenta con afirmar que al temeroso de Dios espera un final feliz como premio a sus virtudes, pero sin determinación
alguna 10.
Y ese temor es el principio de la sabiduría, porque induce al cumplimiento de su voluntad de Dios, que se manifiesta en la Ley, en el cual consiste la verdadera sabiduría. Tan arraigado lo lleva el alma israelita fiel, que parece haberle sido infundido en el mismo seno materno. Los padres buenos suelen transmitir a sus hijos, juntamente con la vida, esa inclinación a la piedad y a la virtud, ese temor de Dios, que viene así a ser algo congénito que ha establecido en ellos su morada 11. Y no sólo es el principio de la sabiduría, sino también su plenitud, en cuanto que dispone perfectamente al hombre para alcanzar la sabiduría práctica, la cual colma de bienes a sus seguidores, viniendo a ser, por lo mismo, corona de la misma. Entre los beneficios que ella otorga, Ben Sirac enumera: los frutos del campo, tantas veces prometidos a los justos en el A.T. 12; la paz que lleva consigo el obrar bien y la prosperidad material; la salud misma al instruir sobre los medios de conservarla, dones que Dios concede a quien quiere (v.23); el conocimiento intelectual de los principios sapienciales y la ciencia práctica, que discierne lo que hay que hacer y lo que hay que evitar, y una gran estima entre los mortales, que admirarán su sabiduría y envidiarán los frutos con que le distingue. La sabiduría viene a ser, en la mente del autor, como un frondoso árbol, cuya raíz es el temor de Dios y cuyas ramas son esa vida larga y feliz de la práctica de la virtud y bienes que a aquél conduce 13.
A los precedentes frutos de orden material añade uno precioso de moral. El temor de Dios, por lo que tiene de temor servil al castigo y por lo que encierra de amor a Dios Padre, lleva a evitar cuanto le desagrada, como es el pecado 14, y la ira, que da origen a muchos de ellos, la cual no tiene justificación alguna, pues la sabiduría, que la excluye totalmente, está al alcance de todos. El ser humano sabio ha de saber esperar sin impaciencia a que Dios le libre de la adversidad, ha de saber callar y guardar su palabra hasta el momento oportuno, lo que es indicio de dominio de sí mismo y de sabiduría. Pasada la prueba, sentirá gran gozo y alabanza de los demás, que admirarán una prudencia bajo la que late toda la grandeza de ánimo y fortaleza de voluntad que tal conducta requiere. Y es que la sabiduría comunica sentencias sabias y prudentes, que constituyen un verdadero tesoro para conducirse en la vida práctica sabia y prudentemente, del cual no goza el pecador, que detesta el temor de Dios y la verdadera sabiduría. Todo el que obra mal - escribe San Juan - aborrece la luz y no viene a la luz por que sus obras no sean reprendidas.15
Después del elogio de la sabiduría y del temor de Dios señala el medio para conseguirla: la guarda de los mandamientos (v.33), que lleva a una vida conforme a la voluntad de Dios, en que consiste la verdadera sabiduría. Jesucristo dijo que quien guarda los mandamientos es quien le ama, y Dios establecerá en él su morada l6. Y a esa sabiduría o vida virtuosa y esa disciplina o cumplimiento de los mandamientos lleva el temor de Dios; son tres cosas íntimamente unidas, de modo que el crecimiento de una produce aumento en la otra 17. Entre las disposiciones agradables a Dios que predisponen, sin duda, a sus dones, enumera el autor la fe, que es aquí la fidelidad y constancia en la tentación y dificultades frente al cumplimiento de los mandamientos y la mansedumbre, docilidad interior por la que se acepta sin resistencia la voluntad de Dios.
Concluye con unos consejos en que se recomienda la sinceridad ante Dios, ante los seres humanos y la sencillez de corazón, maravillosas disposiciones para alcanzar la sabiduría. En efecto, quien quiera llegar a poseerla ha de evitar toda rebeldía y resistencia a las exigencias del temor de Dios, toda doblez de corazón frente al prójimo, como también los pecados de lengua, mentira, murmuración, detracción, con que se hiere la caridad para con él, y el orgullo respecto de sí mismo, que llevará a la humillación incluso pública, en medio de la sinagoga (), que gozaba de jurisdicción sobre sus miembros, conforme a la máxima del Evangelio: El que se ensalza será humillado.18
1 Prov 8:22. - 2Jn_1:1; cf. Job_28:2; Pro_2:6; Pro_3:19; Pro_8:22; Sab_7:25, etc. - 3 El v.5, que falta en los más autorizados códices griegos, se lee así en la Vulgata: La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios, y sus caminos los mandatos eternos. La palabra creadora de Dios es la fuente de la sabiduría derramada en las obras de la creación, y los caminos por los que viene el hombre es el cumplimiento de los mandatos de Dios, inscritos en la naturaleza humana o promulgados por la Ley, cuyo decálogo estará siempre en vigor. - 4 Cf. Job c.28.38 y 39. El v.7 se lee en la Vulgata: ¿A quién le fue manifestada la ciencia de la sabiduría y quién entendió sus planes? Falta en los mejores códices griegos. Es un duplicado del v.6. - 5 Jua_14:23. - 6 Deu_33:29; Jer_17:14; Sal_89:17-18. - 7 v.15; Pro_1:7. - 8 óãóëëßáìá; cf. 6:31; 15:6; Isa_35:10; Isa_51:3; Sal_51:14; Luc_1:47. - 9 Exo_20:12; Deu_5:6; Sal_20:5; Sal_22:6; Sal_54:42; Pro_3:2.16; Pro_10:27, etc. -Pro_10 2:3; Pro_9:16-17; Pro_51:38. Los v.14 y 15 de la Vulgata dicen: él amor de Dios es sabiduría digna de honor: 15 y aquellos a quienes se muestra la aman apenas la han visto y considerado sus maravillas. Faltan en los más autorizados códices. Interrumpen el tema. Responden a la intención de recomendar, junto al temor, el amor a Dios. - 11 Cf. Pro_1:7; Sal_110:9. Los v.17-19, que faltan en el griego, se leen en la Vulgata: 17 El temor del Señor es la santificación de la ciencia. 18 Esta santificación guarda el corazón y lo hace justo, lo llena de alegría y gozo. 19 Eí que teme al Señor sera feliz y bendecido en la hora de la muerte. Repiten o explican lo que precede. - 12 Cf. Lev_26:3-13; Deu_28:21-24. - 13 El í.17 se lee en la Vulgata: La inteligencia y la santificación de la ciencia se hallan en los tesoros de la sabiduría, pero la sabiduría es una execración para el pecador. Falta en el griego y es una compilación de los v.17.21 y 31. - 14 Cf. Tomás, 3-2 q.18 3.7. -Deu_15 3:20. - 16 Jua_14:21.23. - 17 Pro_15:33. - 18 Mat_23:12; Luc_14:10-11.