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Es fácil para el Señor, el día de la muerte,
pagar a cada uno según su conducta.
(Eclesiástico 11, 26) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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11. Es Dios Quien Dispone Todas las Cosas.

El juicio según las apariencias (11:1-8).
1 La sabiduría yerguc la cabeza del humilde y le da asiento en medio de los magnates. 2 No alabes al hermoso por su hermosura ni afrentes al feo por su fealdad. 3 Pequeña entre los volátiles es la abeja, pero el fruto de su labor es riquísimo. 4 No escarnezcas al pobre por sus harapos ni afrentes al que pasa un día amargo, porque las obras del Señor son inescrutables, y secretas sus obras con los hombres. 5 Muchos príncipes acabaron por sentarse en el suelo, y quien menos se pensaba se ciñó la corona. 6 Muchos potentados fueron humillados, y su gloria pasó a poder de otros. 7 Antes de informarte no reprendas. Explora primero y luego corrige. 8 Antes de oír no respondas, y no interrumpas el discurso ajeno.

La sabiduría es capaz de llevar a puestos de honor incluso a personajes de las más humildes apariencias. La historia bíblica está llena de ejemplos, porque Dios se complace en llevar adelante sus propositos, por medio de las personas sencillas. José, David, Daniel, María Santísima, los apóstoles, de condición humilde todos ellos, son hoy proclamados bienaventurados por la cristiandad entera. No se puede juzgar a las personas por las apariencias exteriores, bajo las cuales pueden esconderse realidades insospechadas. Por lo mismo, no puede dar criterio certero para juzgar a una persona su belleza exterior; bajo unas facciones hermosas puede ocultarse el alma más vil y repugnante, como bajo facciones poco agraciadas un alma grande y noble. Un animalillo tan pequeño como la abeja produce un fruto de sabor tan exquisito como la miel; así la sabiduría se encuentra a veces en cuerpos contrahechos y deformes, como en el caso de Sócrates, Diógenes, Aristóteles y otros.
Tampoco se debe considerar como digno de desprecio a quien va cubierto de harapos, bajo los que también puede encubrirse un alma noble, o al que sufre contrariedades, de que puede ser completamente irresponsable. Las obras del Señor son inescrutables, e ignoramos las causas por las que El permite esa pobreza o esos sufrimientos. Tal vez lo hizo para mediante ellos forjar caracteres capaces de grandes empresas. Por lo demás, cuando menos se espera, Dios levanta a los humildes, como en el caso de José, Saúl, David, y derriba de sus tronos a los soberbios, sobre todo cuando fue la intriga y la violencia lo que los subió a ellos 1. Otros, en cambio, humildes y desconocidos, llegaron a las más altas dignidades. José, llevado como esclavo, llegó a ser virrey de Egipto 2; Saúl, de la mínima tribu de Benjamín y de la menor de sus familias, es ungido rey del pueblo por Samuel 3. David, humilde pastor, sucedió en el trono a Saúl y fue el gran rey de Israel.
De la misma manera que no se puede proceder en seguida conforme a las apariencias, no se debe reprender inmediatamente, llevado de los primeros impulsos ante una simple sospecha, murmuración (v.7). Convendrá primero informarse de la falta cometida y tener en cuenta la condición de la persona y circunstancias que intervienen. El consejo es útil particularmente a los superiores y enseña a todos a no dar fe, sin más, a cualquier vago rumor o relato dudoso. Es una norma de buena educación el no ser precipitado cuando conversas ton otro, contestando sin haber captado bien lo que dicen o interrumpiendo cuando los demás hablan. Lo contrario arguye ligereza y necedad. Observarás, finalmente, una sabia norma de prudencia, con la que conservarás la paz propia y evitarás exponerte a faltar a la caridad ajena, si procuras no entremeterte en las cosas que no te pertenecen, especialmente si andan por medio personas arrogantes, que pueden hacerte objeto de críticas injuriosas.

Moderación de los negocios (11:9-13).
9 No te metas en lo que no te importa ni te mezcles en contiendas de arrogantes. 10 Hijo mío, no te metas en muchos negocios, que el que mucho abarca, poco aprieta. Si persiguieres muchas cosas, no cogerás ninguna, y por mucho que corras no llegarás. 11 Hay quien trabaja, se fatiga y se apresura, y, con todo, es siempre el mismo. 12 Hay quien es débil y pobre, pobre en fuerzas y sobrado en flaqueza; 13 pero el Señor le mira con bondad y le levanta de su abatimiento, y yergue su cabeza con admiración de todos.

Norma de prudencia en los negocios es no pretender abarcar más de lo que nuestras limitadas fuerzas son capaces. En primer lugar, quien se mete en muchos negocios no suele estar exento de faltas, pues quienes de prisa quieren enriquecerse, dice el Apóstol, caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia.4 En segundo lugar, la experiencia dice que quienes quieren ir más allá de lo debido no llevan a feliz éxito sus empresas, porque a mayor número de ocupaciones, menor es la atención y esfuerzo que la mente y voluntad humanas le pueden prestar. Aplicando esto a la vida espiritual, advierten los autores que nuestra alma tiene necesidad de recogerse dentro de sí y de reunir todas sus fuerzas para ocuparse con todas ellas en el servicio de Dios. Por consiguiente, cuando una multitud de ocupaciones externas la atrae hacia afuera, pierde fácilmente todo pensamiento de lo interior y va echando en olvido las cosas divinas.
Es un hecho de experiencia que hay quienes trabajan con todas sus energías y se fatigan por hacer prosperar sus negocios, y, no obstante, no ven sus esfuerzos coronados por el éxito. Otros, en cambio, que carecen de las energías y medios de los anteriores, obtienen, con sorpresa para los demás, un resultado insospechado. Y es que el éxito no depende, en última instancia, de los esfuerzos o habilidades del hombre, sino de un conjunto de circunstancias que ordena y dispone Dios conforme al beneplácito de su voluntad. Y si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen.5

De Dios vienen la riqueza y la pobreza (11:14-30).
14 Los bienes y los males, la vida y la muerte, la pobreza y la riqueza, vienen del Señor. 15 Del Señor vienen la sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la Ley; el amor y los caminos de bien obrar vienen de EL 16 El error y las tinieblas son obras de los pecadores; los que en el mal se complacen, en el mal envejecen. 17 El don de Dios a los piadosos es permanente, y su benevolencia asegura para siempre su prosperidad. 18 Hay quien se enriquece a fuerza de afán y de ahorro, y con esto ya se cree recompensado. 19 Y se dice: Hallé el reposo, ahora voy a comerme lo mío. 20 Pero no sabe qué tiempo le queda y si morirá, dejando a otros lo suyo. 21 Sé constante en tu oficio y vive en él y envejece en tu profesión. 22 No envidies el buen suceso del pecador; confía en el Señor y persevera en tu trabajo. 23 Porque fácil cosa es al Señor enriquecer al pobre en un instante. 24 La bendición del Señor es la recompensa del justo; en un momento hace que florezca su bendición. 25 No digas: ¿Qué necesito? y ¿qué necesidad tengo ya de nada? 26 Ni digas: Tengo bastante, y ¿qué calamidad podrá venir sobre mí? 27 La dicha presente hace olvidar la desdicha, y la presente desventura hace olvidar la ventura. 28 Pero es fácil al Señor dar a cada uno lo que merece y retribuirle según sus caminos. 29 La aflicción de una hora hace olvidar el placer, y el fin del hombre descubre lo que él es. 30 Antes de la muerte no alabes a nadie, que sólo al fin se conoce quién es cada uno.

Es la Providencia divina quien todo lo gobierna y de quien todo proviene: el bien y el mal, la vida y la muerte, la riqueza y la pobreza. Gomo dice el profeta Isaías: Yo formo la luz y creo las tinieblas, yo doy la paz, yo creo la desdicha; soy yo, Yahvé, quien hace todo esto6. Y Job reconoce que su prosperidad y su desgracia vienen del Señor7. En qué sentido provenga de Dios el mal de culpa, el pecado, que no puede provenir de Dios, que todo lo hizo bueno8, sino del hombre, y el mal de pena, el castigo del pecado, con el cual Dios castiga a los malos y purifica a los buenos; sólo éste proviene de Dios 9. Doy gracias así en las alegrías como en las aflicciones, exclama San Gregorio Nacianceno, porque estoy cierto de que de todo aquello que nos sucede, nada tiene lugar sin razón en quien es la suma Razón10. También los bienes espirituales, como la sabiduría, el amor'y práctica de la Ley, provienen de Dios. Hablando del orden sobrenatural, Jesucristo decía que por nosotros mismos no podemos hacer nada saludable para la vida eterna 11. El error, en cambio, y las tinieblas son efecto del pecado; éste entraña siempre una ceguera de la mente, que se aparta de la luz verdadera 12, y un error práctico de la voluntad, que antepuso su pasión a los mandamientos de Dios; error y tinieblas que serán tanto mayores cuanto más se multipliquen los pecados, de los que ni en su vejez se apartará si durante su vida se abismó en ellos.
Los bienes que Dios concede a los justos son estables (v.17). El no se arrepiente y quita los dones una vez concedidos. De modo que, si el hombre no se aparta de Dios, el Señor nunca retirará su amor y benevolencia al hombre piadoso; lo que se verifica siempre respecto de los dones de la gracia, los dones y la vocación son irrevocables, escribe San Pablo 13, y frecuentemente con los bienes temporales. No ocurre lo mismo al avaro con sus riquezas, conseguidas a fuerza de ahorros y avaricia, con las que se dispone a vivir felizmente. ¿Qué tiempo le quedará para poder disfrutarlas? Un revés pudo privarle de ellas o una muerte prematura acabar con sus planes. El mismo pensamiento, frecuente en los sapienciales 14, fue expuesto en forma similar por Jesucristo 15. El autor sagrado saca una conclusión o recomendación de estos pensamientos: la constancia en el trabajo (v.22), cumpliendo fiel y diligentemente los deberes profesionales, y una gran confianza en el Señor, que en un momento puede enriquecerte y derramar sobre ti su bendición 16. En el Antiguo Testamento, privados los judíos de la revelación del más allá, se piensa que los bienes y males de este mundo eran premio y castigo, respectivamente, del bien y del mal que se comete. Nosotros, por la revelación del Nuevo, sabemos que el premio y castigo, en su justa medida, y definitivo, tienen lugar en el más allá; que los bienes de esta vida son frecuentemente un obstáculo para conseguir la felicidad eterna y que las contrariedades y sufrimientos pueden ser el mejor medio para conseguirla. De la precedente doble norma se apartan el pobre que, habiendo perdido la esperanza de mejorar su situación, se abandona desilusionado a su suerte, en lugar de confiar en Dios, que puede bendecir sus esfuerzos y sacarle de su pobreza, y el rico presuntuoso, que, creyendo ya asegurado su porvenir, deja su trabajo, sin tener en cuenta que una desgracia o infortunio puede llevarlo un día a la miseria. Y es que en el día de la desgracia fácilmente olvidamos los ratos felices en otro tiempo pasado, y en el de la felicidad no recordamos que los ratos malos pueden volver (v.27). Lo que importa es no olvidar que al fin Dios dará a cada uno según sus merecimientos. Al pobre temeroso de Dios, que sufre con resignación sus privaciones sin que obtenga la prosperidad temporal, Dios le premiará después sus merecimientos. Y si el rico insolente no recibe ahora el castigo de su arrogancia, lo recibirá después. Con no rara frecuencia, el Señor permite que el impío prospere y el justo caiga en la miseria; los judíos, privados de la revelación del premio y castigo de ultratumba, se sentían tentados a cambiar las denominaciones, viendo en la prosperidad el premio a su supuesta virtud, y en la miseria del segundo el castigo a sus supuestos pecados. Pero Dios, que sabe todos los secretos y ve las últimas intenciones y no juzga conforme a las apariencias, sino conforme a estricta justicia, manifestará quién ha sido en realidad justo, y merecedor de premio, y quién pecador, y merecedor de castigo. Por eso no es prudente alabar a nadie antes del fin de su vida; el que hoy aparece como justo, puede Dios mañana demostrar que es pecador, y viceversa. ¿De qué recompensa y de qué castigo se trata? Dado que en el libro no se habla del premio y castigo del más allá, podría tratarse del premio y castigo que al final Dios dará en esta vida; la buena o mala fama, la condición y conducta de los hijos, demostrará si la bondad o maldad eran aparentes o reales 17.

Prudencia en el hacer el bien (11:31-36).
31 No admitas a cualquiera en tu casa, que son muchas las asechanzas de la astucia. 32 Como reclamo de perdiz en su jaula es el corazón del soberbio, y como lobo que acecha la presa; 33 pues pagando el bien con mal, pone asechanzas, y a las cosas mejores les pone tacha. 34 Una chispa enciende las brasas, y el malvado acecha la sangre. 35 Guárdate del astuto que maquina maldades, no sea que te eche una mancha imborrable. 36 Mete en tu casa al extranjero, y te la revolverá y te enajenará el ánimo de los tuyos.

Uno de los deberes más graves para un oriental era el de la hospitalidad. Como era una forma frecuente de caridad y misericordia, debía prestarse a abusos por parte de las gentes sin conciencia y pundonor. El autor recomienda negar esta forma de hacer bien a aquellos de cuya probidad y formalidad no haya las garantías suficientes. Tal cautela ha de ser puesta en práctica especialmente con el orgulloso, cuya actitud es comparada al reclamo de perdiz que, encerrada en su jaula, utiliza el cazador para atraer las perdices a ella y apoderarse de las mismas, o al espía que acecha continuamente a su presa para en el momento oportuno lanzarse sobre ella. En efecto, aprovechará la hospitalidad que le has concedido, la confianza y familiaridad con que le distinguiste, para sus fines torcidos. Y para conseguirlos no tendrá inconveniente incluso en presentar como cosas malas las que hiciste con las mejores intenciones; en afirmar de ti defectos que no tienes, pecados que no cometiste. La chispa, que llega a provocar todo un incendio, ofrece una bella comparación del mal tan grande que el hipócrita, que abusa de la confianza, puede ocasionar, y enseña la diligencia con que hay que evitar su trato. Las palabras y asechanzas suscitan enemistades y odios que enciende la ira, que puede provocar hasta el mismo homicidio.
Es, pues, preciso guardarse del malvado, que no piensa más que en hacer mal a los demás, el cual con sus maledicencias puede sembrar entre los tuyos discordias y enemistades, lo que supone una mancha que después el tiempo difícilmente borra o levantarte una calumnia. Y sobre todo ponerte en guardia frente al extranjero, cuyo trato puede arrastrarte a sus costumbres paganas y desviarte de la fe de los mayores, y por lo mismo distanciarte de los tuyos, fieles a sus convicciones religiosas. Es claro que la mente del autor no es condenar la hospitalidad, sino recomendar la prudencia en esta forma de hacer el bien, procurando evitar pueda venir a ser ocasión de que alguien se aproveche de ella para hacerte mal.

1 De los 14 reyes que se sucedieron en el trono sirio hasta la caída de la dinastía después de la muerte de Antíoco VII, solamente dos, Antíoco II y Seleúco IV, murieron en su palacio. Antíoco V y Antíoco VI, niños todavía, fueron asesinados por orden de otros pretendientes. Los otros diez reyes han encontrado la muerte, bien en la batalla misma, bien en la campaña (E. btkermann, Instituí iones des Sóleucides [París 1938] p.n). Citado en spicq, o.c., 11:4-6 p.624. - 2 Sal 105:17-22. - 3 1Sa_9:21. - 4 1Ti_6:9. - 5 Sal_127:1. -Sal_6 45:7. -Sal_7 1:21. - 8 Gen_1:4.7.10, etc. (cf. 1.31). - 9 1 q.49 a.2 ad 1. - 10 Ep. 6-7. Jua_15:5· - 11 p.643. - 12 Los v. 15-16 se encuentran en el hebreo y el siríaco. Faltan en los mejores códices griegos (BSA). Peters y Girotti los consideran como originales, buena explicación del v. 14. Spicq, Smend, Oesterley, la Bib. de Jér.t los rechazan; son rítmicamente demasiado largos y les parecen fuera de contexto. - 13 Rom_11:29. - 14 Job_27:16-21; Sal_49:17-21; Pro_13:22; Ecl_6:2. - 15 Lev_12:19-21. - 16 El texto griego dice alianza en lugar de trabajo, en cuyo caso se recomendaría la per-severencia en el cumplimiento de los deberes religiosos establecidos en la Ley. - 17 Dado que el traductor es de la segunda mitad del siglo n, tal vez incluyó el premio r. 5:27; Talmud de


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XI.

4 Wee may not vaunt or set foorth our selues, 8 Nor answere rashly, 10 Nor meddle with many matters. 14 Wealth and all things else, are from God. 14 Bragge not of thy wealth, 29 Nor bring euery man into thy house.
1 Wisedome lifteth vp the head [ Or, of the lowly.] of him that is of low degree, and [ Gen_40:40; Dan_6:3.] maketh him to sit among great men.
2 Commend not a man
for his beautie, neither abhorre a man for his outward appearance.
3 The Bee is little among such as flie, but her fruite is the chiefe of sweete things.
4 [ Act_12:21.] Boast not of thy cloathing and raiment, and exalt not thy selfe in the day of honour: for the workes of the Lord are wonderfull, and his workes among men are hidden.
5 Many [ Greek: tyrants.] kings haue sit downe vpon the ground, and one that was neuer thought of, hath worne the crowne.
6 [ 1Ki_15:28; Est_6:] Many mightie men haue beene greatly disgraced: and the honourable deliuered into other mens hands.
7 [ Deu_12:24.] Blame not before thou hast examined the trueth: vnderstand first, and then rebuke.
8 [ Proverbs .8.13.] Answere not, before thou hast heard the cause: neither interrupt men in the midst of their talke.
9 Striue not in a matter that concerneth thee not: and sit not [ Or, in the iudgement of sinners.] in iudgement with sinners.
10 My sonne, meddle not with many matters: for if thou meddle much, thou shalt not be innocent: and if thou follow after, thou shalt not obtaine, neither shalt thou [ Or, escape hurt.] escape by flying.
11 [ Mat_19:12; 1Ti_6:9 Pro_10:13.] There is one that laboureth and taketh paines, and maketh haste, and is so much the more behinde.
12 Againe, there is another that is slow, and hath neede of helpe, wanting abilitie, and full of pouertie, [ Job_1:12; Eze_28:4.] yet the eye of the Lord looked vpon him for good, and set him vp from his low estate,
13 And lifted vp his head from miserie, so that many that saw it, marueiled at him.
14 Prosperitie and aduersitie, life and death, pouerty and riches, come of the Lord.
15 Wisedome, knowledge, and vnderstanding of the Lawe, are of the Lord: loue, & the way of good workes, are from him.
16 Errour and darkenesse had their beginning together with sinners: and euill shall waxe old with them that glory therein.
17 The gift of the Lord remaineth with the godly, and his fauour bringeth prosperitie for euer.
18 There is that waxeth rich by his warinesse, and pinching, and this is the portion of his reward:
19 Whereas he sayth, [ Luk_12:19.] I haue found rest, and now will eate continually of my goods, and yet hee knoweth not what time shall [ Or, passe.] come vpon him, and that hee must leaue those things to others, and die.
20 Be [ Mat_10:22.] stedfast in thy couenant, and be conuersant therein, and waxe olde in thy worke.
21 Marueile not at the workes of sinners, but trust in the Lord, and abide in thy labour: for it is an easie thing in the sight of the Lord, on the sudden to make a poore man rich.
22 The blessing of the Lord is [ Or, for a reward.] in the reward of the godly, and suddenly he maketh his blessing to flourish.
23 Say not, [ Mal_3:14.] what profit is there of my seruice? and what good things shal I haue hereafter?
24 Againe, say not, I haue enough, and possesse many things; and what euill can come to me hereafter?
25 In the day of prosperitie, there is a forgetfulnesse of affliction: and in the day of affliction, there is no remembrance of prosperitie.
26 For it is an easie thing vnto the Lord in the day of death, to reward a man according to his wayes.
27 The affliction of an houre, maketh a man forget pleasure: and in his end, his deeds shalbe discouered.
28 Iudge none blessed before his death: for a man shall bee knowen in his children.
29 Bring not euery man into thine house, for the deceitfull man hath many traines.
30 Like as a Partrich taken [and kept.] in a cage, so is the heart of the proud; and like as a spie, watcheth hee for thy fall.
31 For hee lieth in wait, and turneth good into euill, and in things worthy praise, will lay blame vpon thee.
32 Of a sparke of fire, a heape of coales is kindled: and a sinnefull man layeth waite for blood.
33 Take heed of a mischieuous man, (for hee worketh wickednesse) lest hee bring vpon thee a perpetuall blot.
34 Receiue a stranger into thine house, and hee will disturbe thee, and turne thee out of thine owne.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Apariencias y juicio de Dios. En conexión con el tema anterior, los versículos 1-6 continúan desarrollando el tema del motivo del verdadero honor, el cual ya no debe proceder de la riqueza y el poder ni de la posición social, sino del respeto al Señor y sus mandatos. Los versículos 8-28 desarrollan varios temas: 1. Dios es la fuente de la verdadera riqueza y Él la da a quien quiere, por eso no es aconsejable desgastar la vida buscándola (10-13). 2. Dios es el origen de todo (14-17), era la forma antigua de concebir la realidad; desafortunadamente todavía muchos cristianos están convencidos de que así es, y para completar, en muchas predicaciones se refrenda esta forma de pensar; es necesario ayudar a purificar la conciencia del creyente erradicando ese concepto ambiguo de Dios, que a la vez que lo señala como responsable último del mal, de la injusticia y de la muerte, nos exime a nosotros del compromiso efectivo y necesario por erradicar el mal y la injusticia. Aquí está la raíz de esa aceptación pasiva de la injusticia y la opresión que ciertamente ni proceden de Dios, ni forman parte de su proyecto para el mundo y para el hombre y que nosotros aceptamos como si así fuera. 3. No hay que poner la seguridad y la confianza en la riqueza puesto que aunque toda la vida y los esfuerzos se hayan empeñado en conseguirla, todo termina con la muerte (18s). 4. Ocuparse del presente, centrarse en su propio oficio y no admirar a los malhechores, pues el Señor se ocupa de los justos y de los que le son fieles (20-26).

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Sir 16:14; Sir 17:23; Pro 24:12.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



14. Algunos manuscritos añaden v. 15: "La sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la Ley vienen del Señor; el amor y el camino de las buenas obras proceden de él. 16: La necedad y la oscuridad han sido creadas para los pecadores; los que se complacen en el mal envejecen en él".

Torres Amat (1825)



[1] Gen 41, 40; Dan 6, 3; Jn 7, 18.

[4] 1 Sam 16, 7; 2 Cor 10, 10.

[6] 1 Sam 15, 28; Est 6, 7.

[8] Prov 18, 13.

[13] Job 42, 10.

[19] Luc 12, 19.