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Por eso el Señor es paciente con los hombres,
y derrama sobre ellos su misericordia.
(Eclesiástico 18, 11) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;


18. Dios y el Hombre, Moderación.

Grandeza de Dios y miseria del hombre (18:1-14).
1 El que vive eternamente creó juntamente todas las cosas, Sólo el Señor es justo. 2 Nadie puede dignamente dar a conocer sus obras. 3 ¿Quién investigará sus grandezas? 4 El poder de su majestad, ¿quién lo cantará? ¿Y quién podrá enumerar sus misericordias? 5 Nada hay que quitar a su obra, nada que añadir, y nadie es capaz de investigar las maravillas del Señor. 6 Cuando el hombre cree acabar, entonces comienza, y cuando se detiene, se ve perplejo. 7 ¿Qué es el hombre y de qué sirve? ¿Qué tiene de bueno y qué de malo? 8 El número de los días del hombre, a más tirar, cien años; como una gota de agua en el mar, como un grano de arena, así son sus pocos años a la luz del día de la eternidad. 9 Por eso el Señor es magnánimo con ellos y derrama sobre ellos su misericordia. 10 Ve y conoce que su fin es desventurado. 11 y por eso multiplica sus piedades. 12 La misericordia del hombre es para con su prójimo; la del Señor, para con toda carne. 13 Arguye, instruye y enseña, reduce como pastor a su rebaño. 14 Bienaventurados aquellos que esperan en su misericordia y aceptan sus mandamientos.

Continuando las ideas precedentes, Ben Sirac va a contraponer la grandeza inmensa de Dios creador frente a la pequenez y flaqueza del hombre. El Señor, que no ha recibido de nadie su existencia, es eterno; ha dado, en cambio, la existencia a todos los seres sin excepción, de modo que la creación entera pregona el poder, la sabiduría y la bondad de Dios 1. El último inciso del v.1: sólo el Señor es justo, ha de interpretarse en el sentido de perfectísimo, exento de todo defecto o flaqueza, en distinción al hombre.
El entendimiento humano, con su capacidad limitada, no puede comprender perfectamente las obras maravillosas de Dios: las energías de la naturaleza, los misterios del reino animal. Los descubrimientos asombrosos de nuestro siglo nos dicen cuántas cosas estuvieron ocultas a los antepasados y nos hacen sospechar cuántas sorpresas experimentarán las generaciones futuras que permanecerán ocultas para nosotros. Pero entre los atributos - comenta Jansenio - que nunca podrán ser suficientemente ponderados, hay sobre todo dos signos de admiración: su poder y su misericordia... A su poder no se une (como ocurre en los hombres) la crueldad, ni falta a su misericordia el poder para socorrer a aquellos de quienes se compadece. La fortaleza exige que lo temamos; la misericordia, que los amemos de verdad. 2
Las obras de Dios son tan perfectas, que nada les falta ni les es superfluo; tan sublimes, que la inteligencia humana no las puede abarcar. Es grande el Señor - exclama el salmista -; su grandeza es inconcebible 3. Y en otra parte: Es grande Yahvé, grande su poderío, y su inteligencia es insondable4. E Isaías pone en boca de Dios: ¿No sabes tú... que Yahvé es eterno, que creó los confines de la tierra... y que su sabiduría no hay quien la alcance? 5 Cuando el hombre, poniendo en juego todos sus recursos intelectuales, se entrega de lleno a la investigación de los misterios de la naturaleza, de los atributos de Dios, se da cuenta de lo mucho que ignora, y se siente perplejo ante el inmenso campo, siempre en aumento, que queda por explorar. Y en el camino de la virtud, que es la sabiduría práctica, ocurre lo mismo; cuanto más avanza el alma, más comprende lo lejos que aún queda la perfección.
Si ponemos al humano en parangón con la majestad de Dios y la grandiosidad de sus obras (v.7-8), ¡qué cosa tan insignificante resulta! Todo el bien que él pueda hacer, ¿qué es comparado con la santidad perfectísima del Señor, con la inmensidad de sus maravillosas obras? Y el mal, por grande que sea, ¿qué puede perjudicar a Dios o a ese orden maravilloso que preside las obras de la creación? ¿Qué es el ser humano en la inmensidad del universo, creado por Dios? Y en cuanto al número de sus días, ya lo dijo el salmista: los días de nuestros años son setenta años, y ochenta en los más robustos6. Y eso, ¿qué es en comparación con la eternidad, que no tuvo principio ni tendrá fin? Mil años - dice también el salmista - son a tus ojos como el día de ayer, que ya pasó; como una vigilia de la noche. 7 Con razón exclamaba Bossuet: Si echo una mirada ante mí, ¡qué espacio infinito, en el cual yo no me encuentro! si me vuelvo hacia atrás, ¡qué fuga aterradora de años, en que ya no estoy! ¡Qué poco espacio ocupo en este abismo inmenso del tiempo! No soy nada; un intento tan pequeño no puede distinguirme de la nada. 8
Esta limitación y flaqueza del hombre, el fin tan triste que le espera: una muerte pronta y penosa, a la que sucede la vida sin pena ni gloria del seol, lejos de provocar la aversión y el desprecio en Dios respecto del hombre, le hace sentir más la misericordia y la compasión hacia él. ¿Qué es el hombre para que de él te cuides? pregunta el salmista a Yahvé. ¿Qué es el hijo del hombre para que pienses en él? Es el hombre, se contesta a sí mismo, semejante a un soplo; sus días son como sombra que pasa 9. Pero es su nada y su miseria lo que atrae y engrandece la misericordia de Dios para con los pecadores, y mostró siempre predilección por los débiles, por los menesterosos, por los que sufren.
Para poner más de relieve y exaltar más y más la misericordia divina, la compara con la misericordia humana (v.1a). El hombre la practica con sus semejantes, y entre éstos la limita a sus connacionales, a sus amigos. Dios, en cambio, practica su misericordia con seres infinitamente inferiores y de quienes nada precisa, y la extiende a todos los hombres, no sólo a los justos, que cumplen su ley, sino también a los pecadores; también sobre éstos hace lucir el sol y hace caer la lluvia benéfica. Y mientras haya sobre la tierra un hombre, estarán abiertas las puertas de la misericordia divina, que no se cerrarán ante el arrepentimiento del más empedernido pecador. El Señor es como el maestro, que enseña el camino del bien vivir para conseguir una vida larga y feliz, y como el pastor bueno, que conduce a sus ovejas a los pastos saludables y las aparta de las hierbas venenosas, dando las gracias y medios para cumplir los preceptos y amenazando con duro castigo el incumplimiento de los mismos. Preciosa imagen esta del buen pastor, expresiva como la que más del amor misericordioso y cuidados solícitos divinos, que Jesucristo se apropió para poner de relieve su amor y solicitud por los pecadores 10.
El último verso de la perícopa concluye, según la versión siríaca, que preferimos por dar un sentido más conforme con el contexto, proclamando bienaventurados a quienes esperan con confianza en la misericordia de Dios, a que se hacen más acreedores con el diligente cumplimiento de sus preceptos.

Haz el bien de buen ánimo (18:15-18).
15 Hijo mío, tus beneficios no los acompañes de reproches, ni tus obsequios de palabras amargas. 16 El rocío refresca los ardores del sol, y así la buena palabra es mejor que el don. 17 Una buena palabra es mejor que un obsequio, pero el hombre benéfico une la una al otro. 18 El necio hace groseros reproches, y el don del envidioso hace mal a los ojos.

La conducta misericordiosa de Dios para con el hombre ha sugerido al autor del libro unas reflexiones sobre el modo como éste ha de practicar la misericordia para con sus semejantes. El obsequio o limosna no ha de ir acompañado de reproches, con los que el necio manifiesta el desagrado para con quien, tal vez importunamente, solicitó su misericordia; ni de palabras amargas, con las que el envidioso no puede menos de dar a entender el dolor profundo que le causa tener que desprenderse de algo, aunque sea en favor de los demás. Quien alivia a los demás en su pobreza, ha de hacerlo con amor hacia el necesitado, con gozo y alegría de hacerle el bien. Una palabra portadora de cariño y aliento es muchas veces más eficaz que el mismo don material. Por eso, el ser humano bueno une las dos cosas: el don, con que socorre el prójimo en su necesidad, y la palabra amable y confortadora, con que da ánimo a su espíritu, muchas veces oprimido por la desgracia. El Talmud de Babilonia dice: Quien da una moneda a un pobre será bendecido seis veces, y quien añade las palabras será bendecido doce veces 11

Prudencia y reflexión (18:19-29).
19 Antes de hablar, aprende, y antes de la enfermedad, cuídate. 20 Antes del juicio examínate a ti mismo, y en la hora de la visitación hallarás piedad. 21 Antes de enfermar, humíllate, y si pecas, conviértete. 22 No dejes de cumplir a su tiempo tus votos, no aguardes a la muerte para ello. 23 Antes de hacer un voto, míralo bien, no seas como quien tienta al Señor. 24 Acuérdate de la cólera del día postrero, del día de la venganza, cuando Dios aparta su rostro. 25 Al tiempo de la abundancia acuérdate del hambre, de la pobreza y de la necesidad en los días de la riqueza. 26 Como cambia el tiempo desde el amanecer hasta la tarde, así todo pasa rápidamente ante el Señor. 27 El hombre sabio está siempre alerta, y en el día de la tentación se guarda del pecado. 28 Del sensato es aprender sabiduría y alabar a quien la halla. 29 Los que escuchan sabias sentencias se hacen sabios y derraman como lluvia los proverbios oportunos.

Seguimos unos consejos sueltos, que señalan la prudencia y circunspección con que es preciso proceder en las diversas circunstancias de la vida. Cuando tengas que hablar, reflexiona primero sobre lo que has de decir, para que nunca tengas que arrepen-tirte de lo que inconsideradamente dijiste. Vela por tu salud cuando te encuentres sano, y no caerás tan fácilmente en la enfermedad, que es mejor prevenir que tener que curar el mal contraído. Y si éste aparece, aplica el consejo del poeta: pon remedio al principio; preparas tarde la medicina cuando diste tiempo a que los males se apoderaran de ti12.
Y si has de tener cuidado de tu cuerpo, mayor lo has de tener de tu alma. Antes de que llegue el día en que has de tener que dar cuenta de tu vida para recibir la recompensa o castigo de tus obras, prepárate con el examen de conciencia para ver si tu vida discurre conforme a los mandamientos divinos, de modo que puedas mirar con seguridad y optimismo el juicio que de tus obras hará Dios, o, si está en desacuerdo con ellos, para arrepentirte a tiempo y enderezar bien tu vida, de modo que en aquel día alcances misericordia. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos condenados, dice San Pablo 13. El v.21 supone la concepción de los antiguos de que las enfermedades eran castigo del pecado. Por eso recomienda Ben Sirac, como medida preventiva, la humildad, fundamento de una vida virtuosa, como la soberbia es raíz de todos los vicios. Y si incurriste en pecado, arrepiéntete del mismo y conviértete al Señor 14, y El perdonará tu pecado. Por lo demás, la vida humilde y tranquila favorece la salud tanto del cuerpo como del alma.
Como Cohelet, Ben Sirac da un doble consejo respecto de los votos (v.22-23). El primero, no formularlo sin antes haberrefle-xionado sobre la oportunidad y conveniencia del mismo, y no obrar precipitada y temerariamente, lo que vendría a ser tentar a Dios, exigiéndole gracias especiales para vencer una situación en que inconsideradamente, sin ser su voluntad, te colocaste. El segundo, no diferir el cumplimiento de los votos emitidos, conforme a lo mandado en el Deuteronomio: Cuando hicieres un voto a Yahvé, no retardes el cumplirlo; pues Yahvé, tu Dios, de cierto te pedirá cuenta de ello, y cargarías con un pecado15. Es claro que la dilación expone al incumplimiento del mismo. De modo que es mejor no hacer un voto a hacerlo y no cumplirlo, como advierte Cohelet16. Los judíos emitían con frecuencia, votos sin la debida prudencia y luego buscaban mil escapatorias para eludir su cumplimiento. Todo un tratado del Talmud, el Nedarim, estaba orientado en este sentido 17. Para permanecer fieles en el cumplimiento de los deberes religiosos, Ben Sirac recomienda el recuerdo del día en que Dios dejará a un lado su misericordia para juzgar a los hombres con su justicia, y castigará terriblemente a los pecadores. Los maestros de vida espiritual siempre han propuesto la meditación de esta verdad eterna como medio eficacísimo para mantenerse alejados del pecado.
Recordar la pobreza y el hambre en los días de la abundancia será un acto de prudencia muy provechosa, que te hará vivir con sobriedad. Y con ello proveerás para el día de la desventura y no te verás reducido a la miseria. El pensamiento que ha de alentar tal recuerdo es la inconsistencia de los bienes terrestres, que de la noche a la mañana pueden perderse, especialmente en situaciones sociales poco seguras.
La conclusión de la perícopa es de sabor sapiencial. El que es sabio observa estas normas de prudencia práctica, reflexionando siempre antes de obrar. Con ello obra siempre bien, evita el pecado y puede esperar con confianza y optimismo el día del juicio, porque la sentencia le será favorable. Y el hombre prudente admira esa sabiduría y se esmera por alcanzarla. Ben Sirac le señala un camino: el contacto con los sabios, de cuyos labios la aprenderán e incluso se capacitarán para enseñarla en proverbios oportunos a los demás, que, como benéfica lluvia, les hará producir copiosos frutos de virtud. Es propio del verdaderamente sabio no esconder su sabiduría, sino comunicarla a los demás 18, como del realmente virtuoso hacer que lo sean los demás. La sabiduría práctica se confunde en los autores sapienciales con la virtud.

Moderación de la gula y lujuria (18:30/33-19:1/3).
30 No te dejes llevar de tus codicias y cohíbete tus deseos. 31 Si das a tu alma la satisfacción de tus apetitos, te harás la burla de tus enemigos. 32 No te des a la buena vida ni te entregues al placer. 33 No te des a córner y beber con dinero prestado cuando nada te queda en la bolsa. 19 1 El dado a la embriaguez jamás se hace rico; el que desprecia lo poco, poco a poco se precipitará. 2 El vino y las mujeres extravían a los sensatos. 3 El que frecuenta las meretrices se hará un desvergonzado; la corrupción y los gusanos serán su herencia, y el procaz va a la ruina.

Hay tres cosas que fácilmente apartan al hombre del camino de la sabiduría: los manjares, el vino y las mujeres. Ben Sirac, después de hacer una recomendación de aquélla, pone en guardia a sus discípulos frente a este triple peligro. Da primero una recomendación general de moderación en este triple campo de cosas, añadiendo en seguida un motivo que debe llevar a su fiel observancia: la incontinencia de las pasiones de la gula y lujuria lleva consigo serios males, que hacen a quienes a ellos se entregan objeto de humillación y desprecio, de que sus enemigos tomarán pie para hacer burla y escarnio de ellos.
Hace después aplicación, primero, a placeres gastronómicos, exponiendo una consecuencia a que se expone quien se da a la glotonería y a la embriaguez. Estos vicios, que comenzaron seguramente poco a poco, van creando en el organismo una exigencia a que aquél no sabe ya resistir, y para saciarla consume cuanto su trabajo rinde, sin posibilidad alguna de ahorro. La imprudencia es mucho mayor cuando tales vicios han de mantenerse con un dinero prestado, que con tus ahorros - ¿dóndo están? - no podrás devolver, exponiéndote a la ira del acreedor y quizás a la tentación de robar para evitarla. Los autores de vida espiritual hacen aplicación del primer pensamiento a los pecados veniales o imperfecciones voluntarias de la vida espiritual. Las faltas leves debilitan las energías del alma, dan vigor a las pasiones y disponen al pecado grave. Quien es negligente en rechazarlas por tratarse de cosas pequeñas, fácilmente, cuando la tentación del pecado grave arrecia, incurre
en él.
Con la gula va frecuentemente unida la lujuria. El vino extravía a quienes a él se dan por caminos de miseria y deshonor 19. La lujuria produce todavía más detestables consecuencias. Quien frecuenta el trato con meretrices, dada la concupiscencia humana, triste herencia del pecado original, terminará por hacerse un desvergonzado, que, no pudiendo dominar sus pasiones, buscará sin rubor alguno las ocasiones de saciarlas. Caerá en la corrupción más degradante, consumirá sus riquezas en el vicio y enervará las energías de su cuerpo, acelerando así la muerte y corrupción del sepulcro 20. Y, por supuesto, la ruina del alma, pues sus vergonzosas iniquidades lo alejan de Dios y la sabiduría no vive en él 21.

1 San Agustín se apoyaba en este texto para probar que Dios había creado todas las cosas a la vez y que la distinción del autor sagrado en seis días pertenecía al género literario (cf. De Gen. ad litteram 4:33-34; 5:23; 6:3: PL 34:3183.338.340). El griego êïéíÞ, que corresponde al hebreo yajedáw, significa: del mismo modo, sin excepción. El autor quiere decir que todas las cosas fueron creadas por Dios (cf. gong. lat. IV y gong. vat. I: Denz. 428 y 1783). - 2 42:17; Is 40,28; Job_5:9; Sal_145:3. - 3 145:3. - 4 147:5. - 5 40:28. - 6 90:10. - 7 90:4. - 8 Discurso sobre la muerte. - 9 Sal_144:3-4. - 10 Isa_40:11; Jer_31:10; Eze_34:11-22; Sal_23:1; Sal_80:2; Jua_10:11. - 11 Baba Bathra 9,b. - 12 Principiis obsta; sero medicina paratur cum mala per longas invaluere moras (Ovioio). - 13 1Co_11:31. - 14 17:21. - 15 23:21. - 16 5:4- - 17 Cf. comentario a Ecl_5:3-4. - El v.23 admite también el sentido que le da la Vulgata: Antes de orar prepara tu alma. El verbo griego åýîáóèáé puede significar hacer un voto y orar. La Vulgata, al escoger éste, recomienda ese recogimiento interior, tan recomendado por los maestros de la vida espiritual, que dispone a una oración atenta y devota. - 18 Cf. Arist., l.i Metaphys.i. - 19 Ose_4:11; Pro_20:1; Pro_31:3-7. - 20 Pro_5:5.11; Pro_7:26-27; Pro_9:18. - 21 Sab 1:4.


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVIII.

4 Gods workes are to be wondred at. 9 Mans life is short. 11 God is mercifull. 15 Doe not blemish thy good deeds with ill wordes. 22 Deferre not to bee iustified. 30 Followe not thy lustes.
1 Hee that liueth for euer, [ Gen_1:1.] created all things in generall.
2 The Lord onely is righteous, and there is none other but he.
3 Who gouerneth the world with the palme of his hand, and all things obey his will, for he is the king of all, by his power [ Lev_10:6.] diuiding holy things among them from prophane.
4 To whom hath he giuen power to declare his works? [ Psa_105:] and who shall finde out his noble actes?
5 Who shall number the strength of his maiestie? and who shall also tel out his mercies?
6 As for the wonderous workes of the Lord, there may nothing bee taken from them, neither may any thing bee put vnto them, neither can the ground of them be found out.
7 When a man hath done, then he beginneth, and when hee leaueth off, then he shall be doubtfull.
8 What is man, and whereto serueth he? what is his good, & what is his euil?
9 [ Psa_90:10.] The number of a mans dayes at the most are an hundred yeeres.
10 As a drop of water vnto the Sea, and a grauell stone in comparison of the sand, so are a [ 2Pe_3:8.] thousand yeeres to the dayes of eternitie.
11 Therfore is God patient with them, & powreth forth his mercy vpon them.
12 He saw and perceiued their end to be euill, therefore he multiplied his compassion.
13 The mercy of man is toward his neighbour, but the mercy of the Lord is vpon all flesh: he reprooueth and nurtureth, and teacheth, & bringeth againe as a shepheard his flocke.
14 He hath mercy on them that receiue discipline, and that diligently seeke after his iudgements.
15 [ Sirach 41.23.] My sonne, blemish not thy good deeds, neither vse vncomfortable words when thou giuest any thing.
16 Shall not the deaw asswage the heate? so is a word better then a gift.
17 Loe is not a word better then a gift? but both are with a gracious man.
18 A foole will vpbraide churlishly, and a gift of the enuious consumeth the eyes.
19 Learne before thou speake, and vse phisicke, or euer thou be sicke.
20 Before iudgement [ 1Co_11:28.31.] examine thy selfe, and in the day of visitation thou shalt find mercy.
21 Humble thy selfe before thou be sicke, and in the time of sinnes shew repentance.
22 Let nothing hinder thee to pay thy vowe in due time, and deferre not vntill death to be iustified.
23 Before thou prayest, prepare thy selfe, and be not as one that tempteth the Lord.
24 [ Sirach 7.17; Sirach 7.36.] Thinke vpon the wrath that shall be at the end; and the time of vengeance when he shall turne away his face.
25 When thou hast enough remember the time of hunger, and when thou art rich thinke vpon pouerty and need.
26 From the morning vntill the euening the time is changed, and all things are soone done before the Lord.
27 [ Pro_28:14.] A wise man will feare in euery thing, and in the day of sinning he will beware of offence: but a foole will not obserue time.
28 Euery man of vnderstanding knoweth wisedome, and wil giue praise vnto him that found her.
29 They that were of vnderstanding in sayings, became also wise themselues, and powred forth exquisite parables.
30 [ Rom_6:6; Rom_13:14.] Goe not after thy lustes, but refraine thy selfe from thine appetites.
31 If thou giuest thy soule the desires that please her, she will make thee a laughing stocke to thine enemies, that maligne thee.
32 Take not pleasure in much good cheere, neither be tyed to the expence thereof.
33 Be not made a begger by banquetting vpon borrowing, when thou hast nothing in thy purse, for thou shalt lie in waite for thy owne life: and be talked on.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Dios comprende y perdona. Esta constatación que hace Ben Sirá aunque aparentemente es tan obvia, no deja de ser importante: el hombre no es como Dios; Dios es el único grande y sin tacha, en su poder todo fue creado y todo se mantiene en Él. Por el contrario, el hombre es finito, sus días están contados, en cualquier momento puede caer y perderse completamente; todo esto lo comprende Dios y por eso no vacila un instante para acoger y perdonar a todo el que se vuelve a Él. Ahora, ¿se puede decir lo mismo del hombre? ¿Habrá comprendido el hombre que no es Dios? Parece que no siempre. Tantos períodos azarosos en la historia de la humanidad hasta el presente, marcados por la injusticia, el poder de dominio y la opresión política, económica y religiosa, dejan ver que aún no se asume que el hombre no es Dios. No hay nada más opresor y alienante que el dominio y la autoridad de quienes se creen dioses, ya sean dirigentes políticos y religiosos, pues son personas deshumanizadas que arrastran a multitudes a la deshumanización haciéndoles perder el sentido de la justa dimensión de las cosas. En pocas palabras, no hay peor autoridad que aquella que algunos pretenden ejercer en nombre de Dios.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Isa 40:11; (ver Eze 34:1-31; Jua 10:1-16); Sal 36:6-7; Sal 103:8-18.

Torres Amat (1825)



[7] Job 22, 3.

[20] 1 Cor 11, 28.

[22] Luc 18, 1; 1 Tes 5, 17.

[30] Rom 6, 12; 13, 14.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2-3. Estos versículos faltan en los mejores manuscritos.