Ver contexto
La ciencia del sabio crece como un torrente,
y su consejo es fuente de vida.
(Eclesiástico 21, 13) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;


21. Pecado y Sabiduría.

Exhortación a huir del pecado (21:1-11).
1 Hijo, ¿has pecado? No vuelvas a pecar más y ora por los pecados anteriores. 2 Como de la serpiente, huye del pecado, porque, si te acercas, te morderá. 3 Dientes de león son los suyos, que dan muerte a los hombres. 4 Toda iniquidad es como espada de dos filos; no hay medicina para su llaga. 5 La violencia y la soberbia aniquilan la hacienda, y así será asolada la casa del orgulloso. 6 La queja del pobre va de su boca al oído de Dios, y el juicio viene prestamente contra el opresor. 7 El que aborrece la reprensión va por los pasos del pecador; el que reconoce su yerro se convierte de corazón. 8 Desde lejos se conoce al lenguaraz en el hablar; el discreto encubre las faltas. 9 El que levanta su casa con los bienes ajenos, es como el que amontona piedras para su sepultura. 10 Montón de estopa es banda de impíos; la llama del fuego será su fin. 11 El camino de los pecadores está enlosado, pero su fin es la sima del hades.

En la perícopa precedente, Ben Sirac hizo varias veces mención del pecado. La presente sección tiene por objeto apartar al hombre del mismo poniendo ante los ojos sus desastrosos efectos.
La sabiduría es incompatible con el pecado. Quien quiera hacerse su discípulo tiene que romper radicalmente con él. Respecto de los pecados ya cometidos, Ben Sirac recuerda una doble conducta: oración al Señor para obtener su perdón y expiar el reato de culpa y pena que dejan los pecados perdonados, y el firme propósito de nunca más volver a cometerlos, teniendo en cuenta que la recaída ofende mucho más al Señor y hace cada vez más difícil el arrepentimiento. Ben Sirac manifiesta que debemos huir del pecado con el mismo horror con que huimos de la serpiente, cuya mordedura venenosa sabemos nos haría morir; con la misma diligencia con que escaparíamos del león, cuyas garras nos destrozarían. Si esos animales causarían la muerte del cuerpo, el pecado mata la vida del alma; por eso los cristianos dejaban despedazar sus cuerpos por las fieras antes que mancillar sus almas por el pecado. Es el pecado - advierte también el sabio (v.4) - como una espada de dos filos, cuya herida no se puede curar con medicina alguna. Solamente Dios, con su infinita misericordia, la puede curar, y para llevarlo a cabo exigió nada menos que la muerte en la cruz de su Hijo hecho hombre.
Después de haber hablado del pecado en general, Ben Sirac se refiere a algunos en particular. Y en primer lugar de la soberbia (v.5), fuente de todos los vicios, especialmente de la violencia de que suele ir acompañada, y cuyos desastrosos efectos ponen los autores sapienciales con frecuencia de relieve. Dios humilla a los soberbios y los priva con frecuencia de sus bienes, que hace pasar a los pobres y humildes! En sentido espiritual se puede decir - comenta Girotti - que, por más rico en virtud que parezca un hombre, si entra en él una presuntuosa complacencia de sí mismo, la que San Agustín llama una. injusticia y un ultraje que se hace a Dios, porque se apropia lo que sólo a El pertenece, el orgullo lo arruina y destruye hasta las raíces la gracia y la virtud que se encontraban en él.2 La soberbia tiene muchas veces como efecto la opresión del pobre y del indefenso, pecado que clama al cielo y no suele tardar en recibir el castigo merecido. La dureza de su corazón - dice Bossuet - para con los pobres endurece el corazón de Dios contra él. 3 Consecuencia suya suele ser también la indocilidad frente a la reprensión, defecto de funestas consecuencias, porque quien aborrece la corrección se endurece en sus faltas, le irán dominando sus vicios, y vendrá a seguir los caminos del pecador. Los efectos contrarios obtiene el temor de Dios, que hace sensible a todo lo que ofende al Señor, y acepta, por lo mismo, la corrección con toda docilidad, convirtiéndose de todo corazón de su pecado y caminando por los senderos de la sabiduría, que cada día poseerá en un grado mayor.
Defecto, si no tan grave como los anteriores, pero sí muy frecuente, es el hablar demasiado, lo que origina los pecados de lengua, tan numerosos y a veces graves, que ofenden el precepto sagrado del amor. Los sapienciales ponen muchas veces en guardia respecto del uso de la lengua. De todo ello se libra el que es discreto en sus palabras; ni manifestará sus defectos ni los ajenos; unos y otros los encubre su silencio.
Junto a la soberbia se encuentra muchas veces la avaricia, pecado del que también tiene que huir quien no quiera exponerse a serias contrariedades y tal vez a muy graves males. Lo expresa gráficamente Ben Sirac: quien a base de bienes injustamente adquiridos hace su fortuna, la perderá a manos de quienes se sentirán con derecho a despojarle de sus bienes. Y tal vez éstos lo hagan, si el momento oportuno llega, de una manera tan violenta, que pudieran dar sentido real a la expresión de Ben Sirac: amontona piedras para la sepultura (V.9).
Concluye la perícopa con unas observaciones o advertencias sobre los impíos: son como estopa, materia sumamente inflamable, que en un instante puede quedar reducida a cenizas, que el fuego de la ira divina puede destruir en un momento 4. Es más fácil, constata Ben Sirac, la vida fácil y cómoda del pecador, que se entrega a los placeres de la tierra, que la vida austera y sacrificada del justo, que pone su corazón en el cumplimiento fiel de la Ley de Dios. Pero, al final, el pecador será sepultado en el olvido de las profundidades del hades 5, mientras que el justo será exaltado en el día de la muerte 6. Ben Sirac no tiene todavía ideas claras sobre la retribución ultraterrena. Parece entrever el castigo del impío en la otra vida al mencionar sólo ocasionalmente la profundidad del mundo de los infiernos, en que precipitará al pecador. Pero, por lo que a la felicidad futura del justo respecta, nada sabe, pues les aconseja esperar la recompensa en esta vida, sin hacer en sus consejos referencia alguna a la eternidad7.

Sabiduría y necedad (21:12-31).
12 El que guarda la Ley es dueño de sí. 13 Y el fin del temor de Dios es la sabiduría. 14 No es educado el que no es prudente; 15 pero hay una prudencia que acarrea mucha amargura. 16 La ciencia del sabio crece como una inundación, y su consejo es como una fuente de vida. 17 El corazón del necio es como un vaso roto, no retiene la sabiduría. 18 El hombre sabio oirá una palabra discreta, la alabará y le añadirá algo más; pero la oye el descontentadizo, y mostrará su desagrado y se la echa a las espaldas. 19 La conversación del necio es como carga en el camino, pero en los labios del prudente se halla complacencia. 20 El parecer del prudente es requerido en la asamblea, y a lo que dijere pondrán mucha atención. 21 Como casa en ruina es la sabiduría para el necio; y la ciencia para el insensato es palabra ininteligible. 22 Grillos en los pies es la disciplina para el insensato, y como esposas en su mano derecha. 23 El necio, cuando ríe, ríe estrepitosamente; el discreto apenas sonríe por lo bajo. 24 Como joya de oro es para el prudente la disciplina, como brazalete en su brazo derecho. 25 Los pies del necio son ligeros para entrar en las casas, pero el varón discreto se recela de entrar. 26 El necio desde la puerta curiosea, el prudente se detiene fuera. 27 Es una grosería escuchar a las puertas; el prudente se avergüenza de hacerlo. 28 Los labios de los necios dicen necedades, las palabras del prudente pesan en la balanza. 29 En la boca del necio está su corazón; mas el corazón del sabio es su boca. 30 Cuando el impío maldice a su enemigo, se maldice a sí mismo. 31 Mancha su alma el murmurador y es aborrecido en la vecindad.

En esta extensa perícopa, el autor continúa la comparación, que interrumpió la sección precedente, entre el sabio y el necio, poniendo de relieve sus diversas actitudes en las diferentes circunstancias de la vida.
El primer paso, advierte antes, para la conquista de la sabiduría es el dominio de sí mismo, que controla los instintos que inclinan al mal. San Pablo, en su carta a los Romanos, habla de la inclinación de la concupiscencia, que obstaculiza el cumplimiento de lo que la mente me declara ley de Dios8. Y el temor de Dios, que lleva a ese cumplimiento de la ley de Dios, conduce, por lo mismo, a la verdadera sabiduría, que no consiste en el mero conocimiento de los mandamientos divinos, sino en la práctica de los mismos. Este dominio de sí mismo es un acto maravilloso de prudencia. Pero hay dos clases de prudencia: una que consiste en adaptar los actos de la vida práctica a los postulados de la sabiduría y de la educación; otra que es la habilidad que tienen los malos para llevar a cabo sus perversos planes, astucia que les lleva muchas veces al castigo por parte de los hombres, y siempre por parte de Dios 9.
Ben Sirac advierte entre el sabio y el necio numerosas discrepancias. La primera, en cuanto a la sabiduría misma. Si el sabio oye una enseñanza, pone en ella su atención, la medita en su interior, con lo cual progresa en el conocimiento de la sabiduría, y puede presentar a los demás una doctrina cultivada, perfecta, viniendo a ser para ellos con sus consejos como una fuente de aguas vivas que le proporciona una vida larga y feliz 10. Si la oye el necio, como es incapaz de apreciarla o, si la comprende, ve que está en desacuerdo con sus inclinaciones, no hará caso e incluso la despreciará, asemejándose a una cisterna rota, que no retiene las aguas 11.
Distintos son también los efectos que produce la conversación del necio y la del sabio. Aquélla resulta pesada e insoportable para toda persona seria, porque no suele contener una palabra edificante y provechosa, mientras abunda en necedades y sandeces. La del sabio, por el contrario, se hace agradable a sus oyentes, porque a su contenido lleno de sabiduría y aciertos suele añadir la gracia en el hablar, de modo que sus sentencias son panal de miel, dulzura del alma y medicina de los huesos. 12 Por lo cual, su parecer es preguntado con todo interés en las asambleas públicas, donde se tratan los asuntos serios e importantes de la sociedad, o en las reuniones de la sinagoga los sábados 13, donde los oyentes le escuchan ávidamente y meditan en su corazón sus palabras para inspirar en ellas su vida.
Con expresivas comparaciones intenta el autor expresar lo que es para el necio la sabiduría y la disciplina. El necio no comprende las máximas de la sabiduría, por lo que le resultan tan inútiles como la casa en ruinas a su dueño, que no la podrá habitar. Y las normas de disciplina, tan molestas como al preso los grillos que sujetan sus pies y las esposas que privan de movimiento a sus manos; son para él como un freno que no le deja libertad de acción, que él desea para entregarse a sus caprichos y a los instintos e inclinaciones de su concupiscencia. El sabio, en cambio, las aprecia y sigue con gusto, porque le ayudan a conseguir la sabiduría, que le confiere una dignidad y estima en el orden moral semejante al que dan al cuerpo los más bellos adornos 14.
La misma manera de reír manifiesta al exterior la diferencia que entre ellos existe. El necio no controla su risa, ríe a destiempo y lo hace muchas veces inmoderadamente; el sabio, si bien considera más propia de su dignidad la seriedad - los sabios no deben ser amantes del reír, decía Platón -, cuando llega el momento, sabe reír, pero siempre en la forma educada que señala la prudencia.
La vida social ofrece numerosas ocasiones o circunstancias en que la actitud del necio y del sabio discrepan por completo. Así respecto de la casa del vecino. Aquél entra en ella sin reflexionar si su entrada resultará agradable o si su presencia molesta. En pocas cosas, por el contrario, se muestra el prudente tan cauto y reservado como en el visitar casas ajenas; aun invitado, no entrará en ellas muchas veces si no le fuere insistentemente rogado. Si el necio no puede entrar en seguida y ha de permanecer esperando en el umbral, se pone a escuchar a través de las ventanas o rendijas de las puertas lo que dentro pasa, indiscreción en que el sabio se avergonzaría incurrir. Como en Oriente las ventanas no tienen cristales ni hojas de ventana, sino simplemente celosías, no era difícil curiosear desde fuera lo que se hace dentro de una casa.
Pero lo que quizá revela más claramente la profunda diferencia entre el necio y el sabio es su conversación. Aquél no acierta a decir otra cosa que necedades, pues profiere con sus labios lo primero que impresiona sus sentidos o pasiones, sin hacerlo pasar por la reflexión de la inteligencia, de modo que parece tiene su corazón a flor de labios. El sabio, en cambio, pesa sus palabras antes de proferirlas, de modo que es el corazón, la inteligencia, la que habla por su boca. Al contrario que en el caso del necio, puede decirse que tiene ésta en el corazón.
Concluye el autor señalando dos vicios, con sus respectivas consecuencias, que suele tener el necio impío. Este murmura con toda facilidad de los demás y maldice por cualquier otro motivo a quienes no aguantan sus necedades. Ello hace patente su necedad e insensatez, con la consiguiente mengua de su estima y el daño que entraña su falta de caridad 15.

1 Prov 15:25; cf 1:52-53 - 2 O.c., 21:5 P-437. - 3 Cf. 31:21-26. - 4 8:13; Isa_1:31; Mal_3:19. - 5 Pro_7:27; Pro_9:18; Pro_14:12. -Pro_7 9:11; Pro_11:26-28; Pro_51:30. -Pro_8 7:13-25. - 9 Cf. 19:19-23. - 10 Pro_10:11; Pro_13:14; Pro_16:22; Pro_18:4. - 11 Jer 2:13; Neh_9:26; Sal 50,17. - 12 prov 16:24. - 13 Luc_2:16. -Luc_14 6:24-32Luc_14 6:--15 La Vulgata dice en el v.30: Cuando el impío maldice al diablo..., que los exegetas interpretan en el sentido genérico de adversario, enemigo, y que para el impío no es otro que el hombre justo. Smend opina que óáôáíáí es una equivocación del escriba por ïõíåôüí.


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXI.

1 Flee from sinne as from a serpent. 4 His oppression will vndoe the rich. 9 The ende of the vniust shall be naught. 12 The differences betweene the foole and the wise.
1 My sonne, hast thou sinned? doe so no more, but [ Psa_41:4; Luk_15:21.] aske pardon for thy former sinnes.
2 Flee from sinne as from the face of a Serpent: for if thou commest too neere it, it will bite thee: the teeth thereof, are as the teeth of a lyon, slaying the soules of men.
3 All iniquitie is as a two edged sword, the wounds whereof cannot be healed.
4 To terrifie and doe wrong, will waste riches: thus the house of proude men shalbe made desolate.
5 A [ Exo_3:9; Exo_22:23.] prayer out of a poore mans mouth reacheth to the eares of God, and his iudgement commeth speedily.
6 He that hateth to be reprooued, is in the way of sinners: but hee that feareth the Lord, will [ Greek: be conuerted.] repent from his heart.
7 An eloquent man is knowen farre and neere, but a man of vnderstanding knoweth when he slippeth.
8 He that buildeth his house with other mens money, is like one that gathereth himselfe stones for the tombe of his buriall.
9 [ Sirach 16.16.] The congregation of the wicked is like tow wrapped together: and the end of them is a flame of fire to destroy them.
10 The way of sinners is made plaine with stones, but at the ende thereof is the pit of hell.
11 Hee that keepeth the Law of the Lord, getteth the vnderstanding thereof: and the perfection of the feare of the Lord, is wisedome.
12 [ Ecc_1:18.] He that is not [ Or, wittie.] wise, will not be taught: but there is a [ Or, subtiltie.] wisedome which multiplieth bitternesse.
13 The knowledge of a wise man shall abound like a flood: and his counsell is like a pure fountaine of life.
14 [ Sirach 33.5.] The inner parts of a foole, are like a broken vessell, and he will holde no knowledge as long as he liueth.
15 If a skilfull man heare a wise word, hee will commend it, and [ Pro_9:9.] adde vnto it: but assoone as one of no vnderstanding heareth it, it displeaseth him, and he casteth it behinde his backe.
16 The talking of a foole is like a burden in the way: but grace shall be found in the lips of the wise.
17 They inquire at the mouth of the wise man in the congregation, and they shall ponder his words in their heart.
18 As is a house that is destroyed, so is wisedome to a foole: and the knowledge of the vnwise, is as talke [ Or, not to be enquired after.] without sense.
19 Doctrine vnto fooles, is as fetters on the feete, and like manacles on the right hand.
20 [ Sirach 19.27-28.] A foole lifteth vp his voyce with laughter, but a wise man doeth scarce smile a litle.
21 Learning is vnto a wise man, as an ornament of gold, and like a bracelet vpon his right arme.
22 A foolish mans foote is soone in his [neighbours.] house: but a man of experience is ashamed of him.
23 A foole will peepe in at the doore into the house, but he that is well nurtured, will stand without.
24 It is the rudenesse of a man to hearken at the doore: but a wise man will be grieued with the disgrace.
25 The lips of talkers will bee telling such things as pertaine not vnto them: but the words of such as haue vnderstanding, are weighed in the ballance.
26 The heart of fooles is in their mouth, but the mouth of the wise is in their heart.
27 When the vngodly curseth Satan, he curseth his owne soule.
28 [ Sirach 28.13.] A whisperer defileth his owne soule, and is hated wheresoeuer hee dwelleth.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Necio y sabio. Mediante una serie de contrastes fácilmente verificables, Ben Sirá pone en oposición lo que es un necio y lo que es un sabio. Estos contrastes tienen que ver especialmente con su manera de ser y de ver la vida (12-17). El necio es puesto en la misma línea del impío (27), del murmurador (28) y del holgazán (22,1s). Esta clase de personas hay que evitarlas como a una piedra que ha sido ensuciada.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_13:14; Pro_18:4

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_13:14; Pro_18:4

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Pro 13:14.

Torres Amat (1825)



[29] Prov 16, 23.