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No te gloríes en la deshonra de tu padre,
porque su deshonra no es motivo de gloria.
(Eclesiástico 3, 10) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;

3. Piedad Filial y Humildad.

Deberes para con los padres (3:1-18).
1/2 Escuchad, hijos míos, que soy vuestro padre, y obrad de modo que alcancéis la salud. 3 Pues Dios honra al padre en los hijos y confirma en ellos el juicio de la madre. 4 El que honra al padre expía sus pecados. 5 Y como el que atesora es el que honra a su madre. 6 El que honra a su padre se regocijará en sus hijos y será escuchado en el día de su oración. 7 El que honra a su padre tendrá larga vida. Y el que obedece al Señor es consuelo de su madre. 8 El que teme al Señor honra a su padre y sirve como a señores a los que le engendraron. 9 De obra y de palabra honra a tu padre. 10 Para que venga sobre ti su bendición; 11 porque bendición de padre afianza la casa del hijo, y maldición de madre la destruye desde sus cimientos. 12 No te gloríes con la deshonra de tu padre, que no es gloria tuya su deshonra; 13 porque la gloria del hombre procede de la honra de su padre y es infamia de los hijos la madre deshonrada. 14 Hijo, acoge a tu padre en su ancianidad y no le des pesares en su vida. 15 Si llega a perder la razón, muéstrate con él indulgente y no le afrentes porque estés tú en la plenitud de tu fuerza; que la piedad con el padre no será echada en olvido; 16 y en vez del castigo por los pecados, tendrás prosperidad. 17 En el día de la tribulación, el Señor se acordará de ti, y como se derrite el hielo en día templado, así se derretirán tus pecados. 18 Como un blasfemo es quien abandona a su padre, y será maldito del Señor quien irrita a su madre.

Después de haber recomendado el temor y la confianza en Dios, expone los deberes para con los padres, que la Ley coloca inmediatamente después de aquellos que miran directamente a Dios. El í. é de la Vulgata, si bien no es auténtico, presenta una buena introducción a la sección presente al afirmar que la obediencia y el amor son como el constitutivo esencial de la congregación de los justos1.
El autor, consciente de que es mejor educador el amor que la reprensión, da, como el autor de Proverbios, un tono paternal a sus exhortaciones y anuncia ya la recompensa que obtendrá el hijo obediente. Dios ha querido que el ser humano honre a sus padres, por medio de los cuales El le ha comunicado la vida, y son, por tanto, sus representantes; de modo que al honrarlos a ellos honra a Dios mismo. La rebelión contra ellos era considerada como delito que se castigaba con la pena de muerte 2. El autor del Eclesiástico, como el de los Proverbios, reclama el mismo honor y reverencia para la madre que para el padre 3. La distinción que se hace a veces en esta perícopa, haciendo en unas cosas referencia a la madre, en otras al padre, pertenece al género literario; lo que se dice de la obediencia a uno vale igualmente respecto del otro.
A continuación enumera algunos frutos de la obediencia. En primer lugar, la expiación de los pecados (v.4); dado que para la remisión de los pecados se requiere el arrepentimiento, ésta había que entenderla de que quien cumple los mandamientos se hace grato a Dios y lo dispone al perdón de los mismos, o que con tal conducta repara o satisface por los mismos. En segundo lugar, consigue un tesoro de méritos ante Dios, que premiará el cumplimiento de un precepto tan inculcado por Dios y que impone un deber sagrado. Quien obedece a sus padres recogerá los frutos en la obediencia que, por lo mismo, a él le prestarán sus hijos, verdad confirmada cada día por la experiencia, la cual enseña que como los hijos se portan con sus padres, así suelen portarse luego los suyos con ellos. En sus oraciones tendrá una buena carta de recomendación ante el Señor, a quien agrada sobremanera la obediencia a los padres, y recibirá de El la vida feliz prometida por Dios a este mandamiento, y que resulta de esa paz y armonía que reina en la familia en que todos cumplen con sus deberes, los hijos con el de amar y obedecer a sus padres. Ello proporciona consuelo y gozo a los padres, en particular de la madre, que, además de sufrir más en la generación y procreación de los hijos 4, es más sensible a los sentimientos de alegría o tristeza.
Señala de paso (v.8b) que el temor de Dios conduce a la obediencia a los padres, pues es uno de los preceptos del Decálogo, a cuyo cumplimiento lleva aquél, e indica que quienes cumplen con ese precepto honran a sus padres como a señores, pues representan a Dios, que les ha comunicado por su medio la vida y les ha dado autoridad sobre ellos. Acto seguido exhorta a los hijos a honrar a sus padres de palabra, hablando siempre de ellos con amor y cariño, con respeto y alabanza, y de obra, con una obediencia pronta y sincera, con el trabajo y ayuda que ellos precisen. Con ello obtendrán la bendición de los padres, fuente de bienestar y bienes terrestres, a que los antiguos atribuían tanta importancia y eñcacia 5, y evitarán su maldición, tantas veces fuente de desgracia6, que se pone aquí en boca de la madre, porque quien obliga a la madre a maldecir a sus hijos, bien merece el más grande castigo. Bendición y maldición - escribe Spicq - son eficaces como un rito sacramental, y reciben una realización durable; es que Dios mismo, por la palabra irrevocable de los padres, bendice o maldice a los hijos, o al menos ratifica los deseos de los padres tocante a ellos. El sanciona por su omnipotencia y su justicia la autoridad y los derechos del padre y de la madre, habilitándolos, por su virtud divina, a producir tales efectos 7.
Siguen unos consejos prácticos, que señalan algunos deberes que el cuarto precepto impone a los hijos respecto de los padres. El primero, no gloriarse de la deshonra de los padres (v. 12-13). La familia forma un conjunto unido por los más estrechos lazos, en el que la gloria o deshonra de unos repercute en el honor o infamia de los otros miembros de la misma. No ensalza a los hijos la deshonra de los padres; con razón escribe Sófocles: Para mí, tu prosperidad, padre mío, es el bien más precioso. ¿Qué honor más grande para los hijos que la gloria de un padre bienaventurado, y para un padre que la gloria de sus hijos?8 Aun en el caso de deshonra de los padres, el hijo ha de conservar su compasión y respeto, su amor y cariño, a quienes, a pesar de todo, debe la vida.
Una segunda recomendación a los hijos es no ser ocasión de pesar para sus padres. Es algo que tocio hijo educado debe evitar, y será, por lo demás, una manera de agradecerles de algún modo lo que nunca se puede pagar suficientemente, como es la vida, que de ellos se ha recibido, y los sacrificios que por ellos se han impuesto. En dos ocasiones ha de mostrar el hijo su amor y respeto hacia sus padres: en los días de su ancianidad y cuando fallan sus facultades mentales (v. 145). Como necesitan los hijos en su infancia de los padres, pueden éstos necesitar de aquéllos en su ancianidad; con el cariño y solicitud con que los padres cuidan de sus hijos pequeños, deben los hijos cuidar de sus padres ancianos9. Puede ocurrir que entonces pierda parcial o totalmente el uso de la razón, precisamente cuando el hijo se encuentra en la plenitud de sus facultades; pudiera tratarse de la chochez en que con frecuencia incurren los ancianos, haciéndose pesados e impertinentes a los demás. El consejo del sabio en este caso sería que los hijos no deben entonces impacientarse con ellos; muchas veces esas cosas son provocadas precisamente por las fatigas que hubieron de imponerse por ellos.
Tal conducta no quedará sin recompensa por parte de Dios, quien la computa por el castigo merecido por los pecados, como afirmó antes, y obtendrá la prosperidad prometida a los buenos hijos 10. Concluye comparando el que abandona a sus padres con el blasfemo, y augurando a quienes así obran la maldición de Dios 11. Aquellos que no tienen cuidado de sus padres - escribe Filón -, sepan que son condenados por un doble tribunal; son condenados por impiedad en el tribunal divino, porque no tratan como deben a aquellos que son, después de Dios, autores de su existencia; son condenados por inhumanidad en el tribunal humano; pues ¿a quién harán el bien los que no sienten respeto a tan próximos y beneméritos parientes, a quien ningún beneficio se puede hacer que no sea inferior a los recibidos?12

Modestia y misericordia (3:19-34).
19 Hijo mío, pórtate con modestia, y serás amado más que el dadivoso. 20Cuanto más grande seas, humíllate más, y hallarás gracia ante el Señor. 21Porque grande es el poder del Señor, y es glorificado en los humildes. 22Lo que está sobre ti no lo busques y lo que está sobre tus fuerzas no lo procures. 23 Atente a lo que está a tus alcances y no te inquietes por lo que no puedes conocer. 24 No te obstines en hacer lo que no puedes. 25 Pues mucho es ya lo que ante sí está que podrás entender. 26 A muchos extravió su temeridad, y la presunción pervirtió su pensamiento. 27 El que ama el peligro caerá en él, y el corazón duro parará al fin en la desgracia. 28/29 El corazón duro se verá aplanado, y el obstinado añadirá pecados a pecados. 30 La desgracia del soberbio no tiene remedio, porque arraigó en él la maldad. 31 El corazón del discreto medita sentencias y da oído atento a la doctrina del sabio. 32/33 El agua apaga la ardiente llama, y la limosna expía los pecados. 34 El que agradece los beneficios se prepara otros nuevos y en el día de la caída hallará apoyo.

La segunda parte del capítulo contiene unas recomendaciones sobre la modestia y misericordia. Comienza advirtiendo los beneficios de una conducta impregnada de humildad y mansedumbre, de paciencia y docilidad; en primer lugar, la estima de las gentes, que saben apreciar los sentimientos nobles y delicados del alma por encima de los bienes materiales. Es increíble - dice San Ambrosio - el afecto que se conquista la gracia cuando va acompañada de la mansedumbre y de la sencillez de costumbres13. En segundo lugar, gracia ante el Señor en grado tanto mayor cuanto más profunda sea la humildad. El mejor comentario a estas palabras, cuyo sentido repitió Jesucristo en la parábola del fariseo y publicano 14, y la Santísima Virgen en su Magníficat15, son la conducta de Jesucristo, que nace pobre y humilde, muere en la cruz, siendo por su obediencia exaltado a la diestra del Padre, y la de su Madre santísima, a quien llaman bienaventurada todas las generaciones, porque Dios se fijó en su humilde condición. Y la razón es la grandeza inmensa del Señor, de quien todo depende, y ante la cual no hay otra actitud lógica y natural en el hombre que el reconocimiento de su nada y pequenez ante El. Su poder resalta más en los humildes, que no ponen obstáculos a la acción de la gracia ni se arrogan o atribuyen a sí mismos los que corresponde al Señor, por lo que El suele escoger almas humildes para las grandes empresas.
A continuación aconseja la modestia y discreción en el afán de conocer las cosas que sobrepasan la capacidad de nuestro entendimiento, como son las obras y misterios de Dios y las razones de lo que El hace. El salmista califica a la omnisciencia divina de ciencia sublime e incomprensible.16 San Pablo exhorta a sus fieles a no sentir por encima de lo que conviene sentir, sino sentir modestamente, cada uno según Dios le repartió la medida de la fe 17. La advertencia, que responde a una enseñanza frecuente en la Biblia, se dirige probablemente contra las especulaciones de la filosofía griega y la adquisición de la gnosis por la iniciación en los misterios religiosos, que acercaba gradualmente al conocimiento de verdades superiores y escondidas al vulgo, o contra las extravagancias cabalístico-teosóficas de algunos rabinos 18. El israelita, en lugar de darse a esas especulaciones inútiles y nocivas, deberá más bien poner su atención a lo que ha sido puesto a su alcance: la revelación dogmática, que abre un campo inmenso de estudio al entendimiento humano, el cual elabora, reflexionando sobre ella, su ciencia teológica y los preceptos morales de la Ley, que le manifiestan cuánto necesita para una vida recta conforme a la voluntad de Dios, en que se cierra la verdadera sabiduría.
Constata el autor cómo a muchos los extravió su temeraria presunción. Una pretensión desordenada de conocer verdades y misterios que superan la capacidad de nuestro entendimiento ha llevado a graves errores 19. La historia de quienes buscaron fuera de la revelación la solución del gran problema de los destinos humanos confirma elocuentemente nuestro verso, advierte Girotti20.
Es una actitud peligrosa, y quien ama el peligro caerá en él, conforme a la sentencia del sabio, repetida por los autores espirituales a propósito de las tentaciones. La obstinación y la soberbia hacen al hombre aferrarse a su propio juicio y lo ciegan para encontrar la verdadera sabiduría. San Agustín expone lo primero en sus Confesiones cuando escribe: Estaba aprisionado, no con grillos y cadenas exteriores, sino con la dureza y obstinación de mi propia voluntad, dura y resistente como el hierro. El enemigo se había hecho dueño de mi voluntad y había formado de ella una cadena, con que me tenía estrechamente atado. Porque de haberse la voluntad pervertido, pasó a ser dominada por el apetito desordenado de la lujuria; y de ser servido y obedecido, este apetito llegó a ser costumbre; y no siendo esta costumbre contenida y refrenada, se hizo necesidad como naturaleza.21 Lo segundo ocurre porque el soberbio, o es incapaz de ver su enfermedad para intentar ponerle remedio, o, si lo ve, no es capaz de ponerlo en práctica, porque la humillación le resulta insoportable de todo punto 22.
Al corazón duro y obstinado del soberbio opone el corazón dócil y humilde del sabio (í.3À). Este, en lugar de buscar su doctrina en fuentes extrañas, se da a la meditación de las sentencias de la Ley y demás libros sagrados y es dócil para dejarse instruir de los maestros que Dios ha dado a Israel. Si a ello añade la práctica de lo que en ellos aprendió, ha alcanzado la verdadera sabiduría 23.
Concluye el capítulo con dos sentencias sobre la limosna, que sirven de introducción a la perícopa siguiente. La primera pone de relieve el valor expiatorio de la misma, que es comparada a la acción del agua sobre el fuego 24. El sentido es el de la quinta bienaventuranza; la misericordia para con el prójimo atrae la misericordia de Dios, que perdona los pecados 25. Lesétre precisa una triple eficacia: borra los pecados leves que los mismos justos cometen, expía las reliquias de los pecados ya perdonados y obtiene la contrición de los pecados graves y puede servirles de satisfacción sacramental 26. La segunda indica que el agradecimiento le granjea nuevos beneficios. En efecto, cuando nos agradecen el beneficio que hacemos, nos sentimos dispuestos a conceder otros nuevos, y, si la desgracia sorprende un día al agradecido, otra vez estamos prontos a hacerle el bien 27.

1 Dice así: Los hijos de la sabiduría forman la congregación de los justos, e hijos suyos son la obediencia y el temor. Proviene, según algunos, de una recensión hebraica, pero no del texto original. - 2 Exo_21:15.17; Lev_20:9; Deu_27:1. - 3 Exo_20:12; Tob_4:4; Pro_1:8; Pro_6:20. - 4 Tob_4:4. - 5 Gen_27:27; Gen_28:1-6; Deu_33:1; Pro_11:11. - 6 Gen_9:25; Prov 20,20. - 7 O.c.,Gen_3:8-9 p.577. - 8 Antígona 703-704. - 9 Pro_23:22. - 10 Exo_20:12. - 11 Lev 20,9. - 12 De Decálogo. - 13 De Off. 2:7:29. - 14 Luc_18:14. - 15 Luc_2:52. - 16 139:6. - 17 Rom_12:3. - 18 Cf. J. Bonsirven, Le judaisme palestinien I p.isó; L. gry, Séjours et habitáis divins d'aprés les apocryphes de ÃÁ.Ô.: Rscphth (1910) 694-722. - 19 Cf. Tomás, 2-2 q.i67 a.i. - 20 A 3:26 p-304. - 21 VIII 5 ñ.122. El v.28 se lee en la Vulgata: Eí corazón que sigue dos caminos no tendrá éxito y el corazón depravado tropezará en ellos. No se puede servir a dos señores; cf. 2:14. - 22 Pro_13:1; Pro_14:6; Pro_17:16; Pro_18:2; Pro_32:9; Pro_27:22. - 23 La Vulgata añade el v.32: El corazón sabio e inteligente se abstendrá del pecado y en las obras de justicia tendrá feliz éxito. Cf. Sai 1:3. - 24 La afirmación se repite en la S. E. (cf. 3:15; Deu_24:13; Tob_4:7-11; Tob_12:9; Dan_4:24). - 25 Mat_5:7-26 Comentar, a 3:33. - 27 Otros traducen el texto griego: el que hace el bien lo encontrará sobre el camino y en el día de la caída encontrará apoyo. Pensamiento que repiten los sabios (cf. 40:24:26; Sal_37:24; Sal_112:5-9; Prov 11:18-19:24-26; 19:17; 28:27).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter III.

3 Children must honour, and helpe both their parents. 21 We may not desire to knowe all things 26 The incorrigible must needes perish. 30 Almes are rewarded.
1 Heare mee your father, O children, and doe thereafter, that ye may be safe.
2 For the Lord hath giuen [ Exo_20:6; Deu_5:10.] the father honour ouer the children, and hath confirmed the [ Or, iudgement.] authoritie of the mother ouer the sonnes.
3 Who so honoureth his father, maketh an atonement for his sinnes.
4 And he that honoureth his mother, is as one that layeth vp treasure.
5 Who so honoureth his father, shal haue ioy of his owne children, and when he maketh his prayer, hee shall bee heard.
6 He that honoureth his father, shal haue a long life, and he that is obedient vnto the Lord, shall bee a comfort to his mother.
7 He that feareth the Lord, will honour his father, and will doe seruice vnto his parents, as to his masters.
8 [ Exo_20:12; Deu_5:10.] Honour thy father and mother, both in word and deed, that a blessing may come vpon thee from them.
9 For the [ Gen_27:27; Deu_33:1.] blessing of the father establisheth the houses of children, but the curse of the mother rooteth out foundations.
10 Glory not in the dishonour of thy father, for thy fathers dishonour is no glory vnto thee.
11 For the glory of a man, is from the honour of his father, and a mother in dishonour, is a reproch to the children.
12 My sonne, helpe thy father in his age, and grieue him not as long as hee liueth.
13 And if his vnderstanding faile, haue patience with him, and despise him not, when thou art [ Or, in all thine habilitie.] in thy ful strength.
14 For the relieuing of thy father shall not be forgotten: and in stead of sinnes it shall be added to build thee vp.
15 In the day of thine affliction it shall be remembred, thy sinnes also shal melt away, as the yce in ye faire warme weather.
16 He that forsaketh his father, is as a blasphemer, and he that angreth his mother, is cursed of God.
17 My sonne, goe on with thy businesse in meekenesse, so shalt thou be beloued of him that is approued.
18 [ Phi_2:3.] The greater thou art, the more humble thy selfe, and thou shalt find fauour before the Lord.
19 Many are in high place and of renowne:
but [ Psa_25:9; Psa_25:14.] mysteries are reueiled vnto the meeke.
20 For the power of the Lord is great, and hee is honoured of the lowly.
21 [ Pro_25:27; Rom_12:3.] Seeke not out the things that are too hard for thee, neither search the things that are aboue thy strength.
22 But what is commaunded thee, thinke thereupon with reuerence, for it is not needfull for thee, to see with thine eyes, the things that are in secret.
23 Be not curious in vnnecessarie matters: for moe things are shewed vnto thee, then men vnderstand.
24 For many are deceiued by their owne vaine opinion, and an euill suspition hath ouerthrowen their iudgement.
25 Without eyes thou shalt want light: professe not the knowledge therfore that thou hast not.
26 A stubborne heart shall fare euill at the last, and he that loueth danger shall perish therein.
27 An obstinate heart shall be laden with sorrowes, and the wicked man shall heape sinne vpon sinne.
28 [ Or, the proud man is not healed by his punishment.] In the punishment of the proud there is no remedie: for the plant of wickednesse hath taken roote in him.
29 The heart of the prudent will vnderstand a parable, and an attentiue eare is the desire of a wise man.
30 [ Psa_40:2; Dan_4:24; Mat_5:7.] Water will quench a flaming fire, and almes maketh an attonement for sinnes.
31 And hee that requiteth good turnes, is mindfull of that which may come heereafter: and when he falleth he shall find a stay.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Honrar padre y madre. Ben Sirá tiene en mente Éxo_20:12 y Deu_5:16 donde se manda expresamente honrar al padre y a la madre. En una sociedad que daba tanta importancia a la estructura de la familia, era apenas obvio que reclamara respeto y veneración por quienes en cierto modo representan y sustentan en el mundo el orden y la autoridad divina, los padres. La familia como estructura era el primer núcleo humano donde se reflejaba la estructura social dominante; si se trataba de una sociedad tribal, como en la época de los jueces, la familia era la célula de la tribu, donde tanto padres como hijos, sin confundir sus roles obviamente, participaban de la vida económica y social en igualdad de derechos y deberes, esto en solidaridad; si, por el contrario, se trata de una sociedad monárquica como la que se configuró a partir de David y que cada vez se va volviendo más rígida y tirana como la que conoce Jesús de Nazaret, la familia igualmente es el reflejo de la monarquía, era una micro-monarquía: el padre es el primero en el orden piramidal; tal como es concebido Dios respecto al mundo y el rey respecto a la nación (sociedad); junto al padre está la madre a quien hay que venerar y respetar, mas no porque se trate de una mujer, sino porque posee una prelación que le viene por ser compañera del varón; luego están los hijos, completamente sometidos al orden social, en la familia a sus padres; en la sociedad, al rey y a sus lugartenientes. Este tipo de orden familiar o de estructura de familia es el que hay que abandonar, según Jesús de Nazaret, si se quiere ser verdadero discípulo suyo; la primera tarea del reino es, entonces, derribar ese tipo de estructura familiar; «quien no deja padre y madre...» (Luc_14:26), no significa literalmente que haya que despreciar a papá, mamá y hermanos; es a la estructura familiar, soporte por generaciones de un orden social, económico y religioso contrario al querer de Dios y obstáculo definitivo para la instauración del reino.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*3:1-16 En línea con la tradición bíblica anterior (Lev 19:3; Pro 19:26; Pro 28:24; Pro 30:11; Eze 22:7), Ben Sira se preocupa por las relaciones entre padres e hijos. Tanto es así que dedica su primera lección práctica a tratar sobre los deberes de los hijos para con los padres. En esta instrucción, el sabio no se limita a exhortar a los discípulos, sino que hace una reflexión profunda sobre el cuarto mandamiento del Decálogo (véase Deu 5:16).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



18. Algunos manuscritos añaden v. 19: "Son muchos los hombres altivos y gloriosos, pero el Señor revela sus secretos a los humildes".

25. Este versículo falta en los mejores manuscritos.

Torres Amat (1825)



[9] Eficacia de la bendición y la maldición de los padres.

[20] Filp 2, 3.

[28] Eclo 2, 14.

[29] Rom 2, 5.

[33] Mat 5, 7; Dan 4, 24.

[34] Tob 4, 11.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *2Mac 14:29 *Dt 27:19