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bien y mal, vida y muerte,
pero la que siempre las domina es la lengua.
(Eclesiástico 37, 18) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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37. Amigos, Consejeros, Sabios.

Prudencia en la elección de los amigos (37:1-6).
1 Todo amigo dice: Soy tu amigo; pero hay muchos que no lo son más que de nombre. 2 ¿No es una pena mortal hacerse enemigo al amigo? 3 ¡Ay del mal amigo! ¿Por qué ha sido creado, para llenar la tierra de engaños? 4 Al tiempo de la alegría es amigo, pero al tiempo de la tribulación se vuelve. 5 El buen amigo lucha al lado de su amigo y embraza el escudo contra el enemigo. 6 No eches en olvido al amigo en la lucha y no le des de lado al tomar el botín.

Otra de las cosas en que hace falta discreción y prudencia para no exponerse a engaños y desilusiones es en la elección de los amigos. Con sus palabras todos se profesan amigos y en la prosperidad todos se esfuerzan por aparecer como los mejores y más fieles. Pero los hay que sólo son de nombre! que en el día de la adversidad te abandonan; más aún, hay quienes después se convierten en enemigos, lo que produce tanta mayor desilusión cuanto mayor confianza se puso en él, y tanto mayor sufrimiento de corazón cuanto más afecto se le profesó y de más íntimos secretos se hizo partícipe.
¿Cómo discernir el buen amigo del malo? Por su comportamiento en el día de la tribulación. El amigo falso es fiel a la amistad en la felicidad y prosperidad de su prójimo, mientras puede obtener provecho y utilidad de la amistad; pero en el día del infortunio, cuando la suerte se dio la vuelta, abandona a su amigo y no rara vez se convierte en su enemigo y acusador 2. El buen amigo, por el contrario, permanece fiel al amigo en su desgracia y comparte los sufrimientos con él. Y si éste es atacado por sus enemigos, empuña su escudo para defenderle de las calumnias y de los daños que le quieran inferir. Esa es la amistad leal y sincera.
Concluye la perícopa con un consejo: sé fiel a tu amigo siempre, en el tiempo de la adversidad como en el día de la prosperidad. La amistad supone una comunicación de bienes cuando los hay, y un mutuo sostén y consuelo en la desgracia cuando aquéllos faltan.

Prudencia en la elección de consejeros (37:7-21).
7 El consejero mantiene su consejo, pero hay quien aconseja en interés propio. 8 No te fíes de consejeros; mira antes de qué necesitan, no te aconsejen en provecho suyo: 9 No te echen un lazo 10 y te digan: Este es el buen camino, y se te opongan luego, causando tu desgracia. 11 No te aconsejes de quien te envidia, ni descubras tus planes a tu émulo. 12 Con mujer no trates de su rival, ni de guerra con el tímido, ni del cambio con el comerciante, ni de venta con el comprador, ni de agradecimiento con el desagradecido, 13 ni de misericordia con el de duro corazón, ni de obra alguna con el perezoso, 14 ni de la sementera con el ajustado por año, ni de tarea con el siervo perezoso; ni te apoyes en ninguno de ellos para resolver. 15 Trata más bien con un varón piadoso, de quien sabes que guarda los preceptos; 16 cuyo corazón es semejante al tuyo, y que te compadecerá si te ve caído; 17 y permanece firme en lo que tu corazón resuelva, porque ninguno será para ti más fiel que él. 18 El alma del hombre anuncia esas cosas mejor que siete centinelas puestos en atalaya. 19 Y en todas ellas ora al Altísimo para que te dirija por la senda de la verdad. 20 El fundamento de toda obra es la reflexión; a toda empresa preceda el consejo. 21 La raíz de los consejos es el corazón, y de él proceden cuatro ramas: el bien y el mal, la vida y la muerte; y entre ellas decide siempre la lengua.

Para caminar seguros por el sendero de la vida y no tropezar en las numerosas piedras a su vera colocadas, por el azar unas veces, con mala intención otras, es necesario rodearse de buenos consejeros, que con su saber y experiencia nos aconsejen en las situaciones complicadas de nuestra vida. Pero también aquí es preciso sagacidad y prudencia; no todos son lo suficientemente rectos y desinteresados para buscar únicamente el bien de aquel que demanda sus consejos. El autor va a dar unas normas para discernir los buenos de los malos consejeros.
Antes de pedir consejo a una persona convendrá observar si ella tiene necesidad de aquello que podría conseguir mediante un consejo torcido. Si no es de una rectitud probada, podría aplaudirte unos proyectos cuyo beneficiario al fin sería él, o desaconsejarte como desacertados unos planes de que luego él se aprovecharía, dejándote a ti en la estacada. Tampoco será buen consejero quien siente envidia por su consultante. La pasión de la envidia difícilmente le dejará ser imparcial y objetivo y fácilmente aconsejará en perjuicio de aquellos por quienes siente emulación.
Imparcialidad y objetividad son imprescindibles para poder dar un juicio sincero y desinteresado, cualidades que en determinadas personas y circunstancias o materias rara vez se dan. La razón es que nadie es juez en su propia causa y que la pasión quita aquella lucidez a la mente que le es precisa para dar un consejo certero. Ben Sirac da en los v.1a-i4 una lista de esas personas a quienes en las circunstancias o asuntos que indica no será prudente pedir consejo. Así, a la mujer respecto de su rival; la aversión que hacia ella siente y la venganza, tan frecuente entre mujeres, la aparta de todo parecer que pueda serle favorable. Sería también absurdo consultar sobre asuntos de guerra al hombre tímido; aquéllos requieren de ordinario valentía y decisión, lo que le falta a éste, que rehuirá toda acción militar, por necesaria que sea. Como sería ingenuo preguntar sobre el cambio al comerciante mismo, o de la venta con quien te ha de comprar, pues el interés los ciega en provecho suyo. Ni cumplirías con tus deberes de ser agradecido para con quienes te han hecho beneficios si te haces aconsejar de quienes carecen se sentimientos de gratitud. Asimismo no consultes, si has de proceder con rigor o misericordia, con quien es duro de corazón, pues su consejo se inclinará, sin motivo suficiente tal vez, por el castigo. Tampoco harás cosa alguna de provecho con el perezoso, pues su indolencia no le deja aconsejar cuanto suponga decisión y sacrificio. Finalmente, no trates con el ajustado por año sobre la siembra, porque, como no estará en tiempo de la recogida y tal vez lo único que busca es ganarse la vida, aconsejaría aquella sementera que menos esfuerzo le supusiere; ni con el siervo perezoso sobre la necesidad o conveniencia de este o aquel trabajo; llevado de su desidia, juzgará inútiles o innecesarias las labores que la tierra precisa.
¿Quién será el buen consejero? El sabio responde que el mejor consejero es el hombre piadoso, cumplidor de la Ley (v. 15-16). Este juzgará conforme al precepto del amor al prójimo como a sí mismo en ella contenido 3, y a los principios morales de rectitud y sinceridad que ella enseña. Si a ello se añade que el consejero es de ideas y sentimientos semejantes a los de su consultante para poderlo comprender y está unido a él por sentimientos de amistad, que le hacen buscar con mayor interés tu bien, será el consejero ideal
Pero, escuchados los consejeros, Ben Sirac no quiere que sus discípulos sigan ciegamente su parecer, sino que, habida cuenta de aquél, resuelvas, conservando tu personalidad, la decisión que debes tomar. Los consejeros deben orientarse acerca de la decisión que debes tomar, pero no imponértela. La razón es que nadie sentirá por tu bien el interés que tú sientas; de ahí que tu propia mente y conciencia, empleada la diligencia debida - entre lo que entra a buscar el consejo ajeno -, podrá descubrir lo que más te convendrá mejor que los consejeros mismos que juzgan en cosas ajenas. Pero todavía no está todo.
Además del consejo y la reflexión propia, Ben Sirac recomienda la oración al Altísimo para confiarlas a El y suplicarle las dirija por el camino de la verdad (v.19), e.d., por camino seguro, ya que traza el corazón del hombre sus caminos, pero es Yahvé quien dirige sus pasos4. Es la súplica del salmista cuando ora al Señor: Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres mi Dios, mi Salvador, y en ti espero siempre.5 Y el consejo de Tobías a su hijo: En todo tiempo bendice al Señor Dios y pídele que tus caminos sean rectos y todas tus sendas y consejos vayan bien encaminados... 6 En esas tres cosas, el consejo, la reflexión y la súplica al Señor, radica el éxito en las empresas difíciles de la vida. Y la raíz del consejo es el corazón (v.21), añade Ben Sirac. En realidad, los sentimientos del corazón influyen más de lo que parece en los consejos que proferimos; por lo que él es muchas veces la raíz última del bien que hacemos con el consejo acertado de la vida más feliz que ocasionamos, del mal que provocamos con un consejo desacertado de la vida miserable, que conduce a la muerte, a que dimos ocasión. La lengua decide, pero sólo en cuanto manifiesta el consejo que elaboró la mente. En este sentido dice el autor de los Proverbios que la muerte y la vida están en poder de la lengua; cual sea el uso que de ella hagas, tal será el fruto.7

Diversas clases de sabios (37:22-29).
22 Hay varón prudente, maestro de muchos, pero inútil para sí mismo. 23Y hay sabio que con sus palabras se hace odioso y es excluido de todo festín, 24 porque no recibió del Señor la gracia. 25 Hay quien es sabio para sí mismo, y su sabiduría es en provecho de su cuerpo. 26 El varón sabio instruye a su pueblo, y los frutos de su inteligencia a ellos aprovechan. 27El varón sabio es colmado de bendiciones; todos cuantos le ven le felicitan. 28 La vida del hombre se limita a un escaso número de días, pero los días de Israel son innumerables. 29 El varón sabio heredará en su pueblo el honor, y su nombre vivirá por los siglos.

La perícopa sobre los buenos y malos consejeros lleva al autor a señalar diversas clases de sabios. Hay en primer lugar varones prudentes que son magníficos consejeros para los demás, pero necios, como dice el texto hebreo, para sí mismos; señalan a otros con acierto el camino que deben seguir y no saben dar con el suyo. Hay otros que, siendo sabios, se hacen odiosos a los demás, como los sofistas, porque, en lugar de aprovechar su ciencia para aconsejar a los demás, hacen vana ostentación de una agudeza de ingenio que utilizan para engañar a los demás. Al no profesar una sabiduría digna de tal nombre, pierden toda estima y consideración ante los ciudadanos; éstos no acuden a consultarlos y pierden las recompensas que su ciencia debía proporcionarles.
En cambio, el verdadero sabio lo es en primer lugar para sí mismo. Sabe gobernar su vida conforme a las máximas de la sabiduría y obtiene con sus consejos los medios de subsistencia de que se ve privado el sofista. Pero su sabiduría es también útil a los demás, porque los instruye en su ciencia en orden a una vida virtuosa y aconseja en los diversos problemas y situaciones de la vida, haciéndolos así partícipes de los beneficios de su sabiduría. Consiguientemente, goza de estima y aprecio y todos cuantos lo conocen hacen elogios de él. Más aún, su recuerdo glorioso permanecerá de generación en generación, pues si bien los días de su vida están contados, los del pueblo de Israel, a quien el sabio pertenece - para Ben Sirac sólo Israel poseía la verdadera sabiduría, y, consiguientemente, todos sus sabios lo son auténticamente tales - son innumerables. En efecto, Israel, que se continuaría en la Iglesia cristiana, a quien Jesucristo prometió la perpetuidad, vivirá hasta el fin de los tiempos 8.

La templanza (37:30-34).
30 Hijo, sobre tu vida consulta a tu alma; mira lo que le es dañoso y no se lo des; 31 porque no todo conviene a todos, ni a todos les gusta todo. 32 No seas insaciable en festín suntuoso y no te eches sobre los manjares exquisitos; 33 porque en los muchos manjares anida la enfermedad, y la intemperancia lleva hasta el vómito. 34 A muchos acarreó la muerte su intemperancia, y el que se abstiene prolonga su vida.

Para conservar la salud es preciso conservar la virtud de la templanza y evitar los excesos en la comida y bebida. En consecuencia, has de examinar qué es lo que conviene y lo que no conviene a tu salud; qué cantidad de alimentos debes tomar para conservarla en buen estado, y atente a la norma que tu misma experiencia te dicta. Dada la diversa disposición y contextura de los organismos, no se puede establecer una norma uniforme para todos; lo que para unos puede ser excelente, para otros puede ser perjudicial.
Lo que a todos es necesario para conservarla es guardar la debida moderación en los banquetes, no dejándose llevar de la gula ante los manjares exquisitos y los licores inebriantes, como expuso ampliamente Ben Sirac en 31:12-42. La intemperancia, advierte aquí, puede llevar a la misma muerte. Se dice que mueren más víctimas de crápula que de la espada. La moderación recomendada por el Siracida - escribe Bonsirven - está conforme con las tendencias generales de la moral judía, que es una moral de justo medio. Ella quiere, con Hillel, que se dé al cuerpo todos los cuidados convenientes, pero también que se guarde de todo exceso, sobre todo del exceso de la mesa y de los excesos de la bebida 9.

1 6:5-17. - 2 6:10-12. - 3 Deu_6:5. - 4 Pro_16:9. - 5 24:5. - 6 4:19 - 7 18:21. - 8 44:13-15; Sal_111:10. - 9 J. Bonsirven, o.c., II


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXXVII.

1 How to know friends and counsellers. 12 The discretion and wisedome of a godly man blesseth him. 27 Learne to refraine thine appetite.
1 Euery friend saieth, I am his friend also: but there is a friend which is onely a friend in name.
2 Is it not a griefe vnto death, when a companion and friend is turned to an enemie?
3 O wicked imagination, whence camest thou in to couer the earth with deceit?
4 There is a companion, which reioyceth in the prosperity of a friend: but in the time of trouble will be against him.
5 There is a companion which helpeth his friend for the belly, and taketh vp the buckler [ Or, in presence of the enemie.] against the enemie.
6 Forget not thy friend in thy minde, and be not vnmindfull of him in thy riches.
7 Euery counseller extolleth counsell; but there is some that counselleth for himselfe.
8 Beware of a counseller, and know before [ Or, what vse there is of him.] what neede he hath (for he will counsell for himselfe) lest hee cast the lot vpon thee:
9 And say vnto thee, Thy way is good: and afterward he stand on the other side, to see what shall befall thee.
10 Consult not with one that suspecteth thee: and hide thy counsell from such as enuie thee.
11 Neither consult with a woman touching her of whom she is iealous; neither with a coward in matters of warre, nor with a merchant concerning exchange; nor with a buyer of selling; nor with an enuious man of thankfulnesse; nor with an vnmercifull man touching kindnesse; nor with the slouthfull for any worke; nor with an hireling for a yeere, of finishing worke; nor with an idle seruant of much businesse: Hearken not vnto these in any matter of counsell.
12 But be continually with a godly man, whom thou knowest to keepe the commandements of the Lord, whose minde is according to thy minde, and will sorrow with thee, if thou shalt miscarry.
13 And let the counsell of thine owne heart stand: for there is no man more faithfull vnto thee then it.
14 For a mans minde is sometime wont to tell him more then seuen watchmen, that sit aboue in an high towre.
15 And aboue all this pray to the most high, that he will direct thy way in trueth.
16 Let reason goe before euery enterprise, & counsell before euery action.
17 The countenance is a signe of changing of the heart.
18 Foure maner of things appeare: good and euill, life and death: but the tongue ruleth ouer them continually.
19 There is one that is wise and teacheth many, and yet is vnprofitable to himselfe.
20 There is one that sheweth wisedome in words, and is hated: he shall be destitute of all [ Or, wisedome.] foode.
21 For grace is not giuen him from the Lord: because he is depriued of all wisedome.
22 Another is wise to himselfe: and the fruits of vnderstanding are commendable in his mouth.
23 A wise man instructeth his people, and the fruits of his vnderstanding faile not.
24 A wise man shall be filled with blessing, and all they that see him, shall count him happy.
25 The daies of the life of man may be numbred: but the daies of Israel are innumerable.
26 A wise man shall inherite [ Or, credit.] glory among his people, and his name shalbe perpetuall.
27 My sonne prooue thy soule in thy life, and see what is euill for it, and giue not that vnto it.
28 For all things are not profitable for all men, neither hath euery soule pleasure in euery thing.
29 Be not vnsatiable in any dainty thing: nor too greedy vpon meates.
30 For [ Or, varietie of meates.] excesse of meates, bringeth sicknesse, and surfetting will turne into choler.
31 By surfetting haue many perished, but hee that taketh heed, prolongeth his life.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Los sabios. Del pensamiento y de la acción proceden cuatro grandes realidades que sintetizan la vida humana: bien y mal, vida y muerte, pero en definitiva, las cuatro se fraguan en la lengua. Nuestra lengua puede generar mucho bien para otras personas o puede generar el mal; puede transmitir la vida si cada palabra refleja la verdad y el amor, pero también puede atraer muerte. Ya es responsabilidad de cada uno establecer la calidad de sus palabras, determinar a qué o a quién sirve nuestra lengua, al bien o al mal, a la vida o a la muerte.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_18:21

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_18:21

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Pro 18:21.

Jünemann (1992)


18 j. Más que.