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Reconoced la grandeza de su nombre,
dadle gracias, proclamad su alabanza,
con vuestros cánticos y con las cítaras,
alabadlo con estas palabras:
(Eclesiástico 39, 15) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;

39. El Escriba, Canto a las Obras de Dios.

El escriba en contraste con el artesano (39:1-15).
1 Este investiga la sabiduría de todos los antiguos y dedica sus ocios a la lectura de los profetas. 2 Guarda en la mente las historias de los hombres famosos; penetra en lo intrincado de las parábolas; 3 investiga el sentido recóndito de los enigmas y se ocupa en descifrar las sentencias oscuras. 4Sirve en medio de los grandes, se presenta ante el príncipe. 5 Recorre tierras extrañas para conocer lo bueno y lo malo de los hombres. 6Madruga de mañana para dirigir su corazón al Señor, que le creó; para orar en presencia del Altísimo. 7 Abre su boca en la oración y ruega por sus pecados. 8 Y si le place al Señor soberano, le llenará del espíritu de inteligencia. 9 Como lluvia derrama palabras de sabiduría y en la oración alaba al Señor. 10 Dirige su voluntad y su inteligencia a meditar los misterios de Dios. 11 Publica las enseñanzas de su doctrina y se gloriará en conocer la ley y la divina alianza. 12 De muchos será alabada su inteligencia y jamás será echado en olvido. 13 No se borrará su memoria, y su nombre vivirá de generación en generación. 14 Los pueblos cantarán su sabiduría, y la asamblea pregonará sus alabanzas. 15 Mientras viva, su nombre será ilustre entre mil, y cuando descanse crecerá más su gloria.

En contraste con los artesanos, que se ocupan en los menesteres mencionados en la perícopa precedente, Ben Sirac hace ahora una elogiosa descripción del sabio, indicando sus ocupaciones y poniendo de manifiesto la excelencia de su profesión. Se trata en ella de los escribas, que nacieron precisamente de la necesidad que se sentía de una interpretación autoritativa de las Escrituras en orden a obtener una norma de conducta segura y práctica.
El escriba, en efecto, consagraba su vida al estudio de la Ley, de los escritos sapienciales - enumerados antes que los profetas quizá por la frecuente relación que Ben Sirac pone entre la Ley y la sabiduría -, que recogen en sus sentencias y proverbios la experiencia de las generaciones pasadas y de los profetas, que hablaron en nombre de Dios. No contentos con el estudio de los Libros Sagrados, los escribas enriquecen sus conocimientos con las tradiciones orales, transmitidas de generación en generación y recogidas en las escuelas, como la que dirigía Ben Sirac 1, y que referían enseñanzas de hombres célebres encerradas en sentencias oscuras, parábolas y enigmas, tan del gusto de los orientales.
Pero el escriba de que habla Ben Sirac no es el hombre de estudio, que se encierra en su habitación e ignora la ciencia práctica de la vida. Es el sabio que, llamado por los grandes y príncipes como consejero, tiene ocasión de manifestar su inteligencia y aumentar su sabiduría al contacto con otros sabios, ya que en las cortes de reyes solían encontrarse los personajes más venerables por su ciencia y experiencia. Recorre países extranjeros, no como el hombre de negocios, por afán de lucro material, sino para enriquecer sus conocimientos y experiencias al tratar con gentes de distinto carácter, cultura y costumbres. La convivencia con ellos da un más profundo conocimiento de la psicología humana y hace caer en la cuenta de las cosas buenas y de los defectos de nuestros conciudadanos. Las nuevas experiencias pueden aportar luz y métodos para mejorar aquéllas y evitar éstos, viniendo así a aumentar su sabiduría 2.
Hay, sin embargo, otra fuente de ciencia para el escriba, que es en orden de importancia la primera: la oración matutina y fervorosa al Creador en demanda de la sabiduría, acompañada de la súplica por el perdón de los pecados, pues que éstos son incompatibles con ella3. Un doble motivo exige esta actitud: en primer lugar, la sabiduría que busca el escriba no es la sabiduría humana, sino la divina, que se encierra en la palabra de Dios, y su misión es la de comunicarla al pueblo escogido para que se conduzca conforme a ella. En segundo lugar, esta sabiduría es un don de Dios, que El concede a quien quiere y como quiere y la otorga a quienes se la piden con fervor y desinterés, como Salomón4, conforme a lo que dice Santiago: Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios, que a todos da largamente y sin reproche, y le será otorgada.5 Por eso el escriba se esmera en que su oración sea grata al Señor y le alaba en ella por los beneficios recibidos. Pero, no contento con ello, medita con su inteligencia los misterios de Dios para descubrir sus juicios, que, como verdadero sabio, lleva con su voluntad a la práctica. El conocimiento adquirido de la Ley, cuyo punto central es la alianza con su pueblo, hará sentir al escriba un profundo gozo y le capacita para comunicar a los demás la doctrina adquirida, que fluirá de sus labios como lluvia copiosa y benéfica. En premio recibirá un gran honor y estima en esta vida, pues cuantos se beneficien de sus enseñanzas alabarán su sabiduría. Aun después de su muerte su fama perdurará de generación en generación6. Y no sólo la comunidad israelita, sino también las demás gentes 7, pregonarán sus alabanzas. Los judíos honraban profundamente a sus sabios y expresaban su ciencia, su sabiduría, con las más atrevidas hipérboles. Si todo el cielo, decían, se convirtiese en pergamino y toda el agua del mar en tinta, no sería suficiente para escribir todos sus conocimientos 8. Ben Sirac nada dice de la gloria que obtendrán en el más allá, que tan claramente afirma Daniel cuando escribe: Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para eterna vida, otros para eterna vergüenza y confusión. Los que fueron inteligentes brillarán con esplendor de cielo y los que enseñaron la justicia a las muchedumbres resplandecerán por siempre, eternamente, como las estrellas. 9
Con razón la Iglesia en su liturgia aplica esto a los santos doctores. En efecto, ellos aprendieron en su oración y contemplación la ciencia divina y la comunicaron a sus contemporáneos con su palabra, y a las generaciones que les siguieron con sus escritos. Y la Iglesia celebrará hasta el fin de los siglos sus alabanzas como astros de primera magnitud, que iluminarán siempre con su doctrina las inteligencias y los corazones de sus hijos.


Sección 3. (39:16-42:14).
Un largo himno de alabanza a la sabiduría divina, que resplandece en las obras de la creación y gobierno del mundo, introduce la última sección de la segunda parte. Siguen también en ella los más variados temas: miserias de la vida humana, la muerte, la suerte de los bienes de los impíos y de su descendencia, la alabanza del temor de Dios y otras cosas que resaltan por su bondad; los peligros de la mendicidad, la verdadera y falsa vergüenza, los cuidados que con las hijas deben tener los padres. Las características literarias son las de las secciones precedentes.


Elogio de la Sabiduría Divina.

Bondad de las obras de Dios (39:16-41).
16 Después de haber meditado, quiero exponer mis reflexiones, pues como luna llena, estoy lleno de sabiduría. 17 Oídme, hijos piadosos, y floreceréis como rosal que crece junto al arroyo. 18 Derramad suave aroma como incienso. 19 Y floreced como el lirio, exhalad perfume suave y entonad cánticos de alabanza. Bendecid al Señor en todas sus obras, 20 y ensalzad su nombre, y unios en la confesión de sus alabanzas, en cantar con vuestros labios y las arpas. Alabadle así con alta voz: 21 Las obras del Señor son todas buenas; cuanto El quiere es a su tiempo. No ha lugar a decir: Es peor esto que aquello, porque a su tiempo todo es conveniente. 22A una palabra suya se amontonaron las aguas y a una orden de su boca se formaron los depósitos de las aguas. 23 A un mandato suyo se realiza todo lo que El quiere, y no hay quien impida su obra de salud. 24 Las obras de todos los hombres están delante de El y nada se oculta a sus ojos. 25 De un cabo al otro cabo del mundo se extiende su mirada y nada hay admirable para El. 26 No ha lugar a decir: ¿Qué es esto, para qué es esto? Todas las cosas fueron creadas para sus fines. 27 Su bendición es corno Nilo desbordado. 28 Y como el Eufrates riega la tierra seca, del mismo modo derrama su ira sobre las naciones. 29 y torna las aguas en salinas. Sus caminos para los justos son rectos, para los inicuos son tropiezos. 30 Las cosas buenas fueron creadas desde el principio para los buenos, así como las malas para los pecadores. 31 Son cosas de toda necesidad para la vida del hombre el agua, el fuego, el hierro, la sal, el trigo, la miel y la leche, el vino, el aceite y el vestido. 32 Todas estas cosas son buenas para los piadosos, mas para los pecadores se convierten en malas. 33 Hay vientos destinados a la venganza; descargan con furia sus azotes. 34 El día de la ira despliegan su poder y aplacan la cólera del que los hizo. 35 El fuego y el granizo, el hambre y la mortandad, todos son instrumentos de venganza. 36 Las fieras, los escorpiones, las víboras y la espada vengadora son para exterminio de los impíos. 37 En cumplir los mandatos de Dios se gozan, y se hallan prontos en la tierra para su ministerio; cuando llega el día, no traspasan el mandato. 38 Por esto desde el principio me confirmé en este juicio, y lo medité y lo consigné por escrito. 39 Las obras del Señor todas son buenas, y, llegada la hora, todas cumplen su destino. 40 Y no hay que decir: Esto es peor que aquello, porque a su tiempo todas las cosas cumplirán su fin. 41 Y ahora de todo corazón cantad con vuestra boca y bendecid el nombre del Señor.

Ben Sirac puso en práctica los consejos con que terminó la sección precedente, y se siente tan lleno del espíritu de inteligencia que le ha sido comunicado en su meditación, que siente un impulso irresistible por comunicarlo a los demás. Comienza con una exhortación a sus discípulos a que escuchen sus reflexiones, las cuales les harán producir hermosos frutos de ciencia, virtud y agradecimiento a Dios, expresados en las imágenes del c.24:17-23, algunas de las cuales emplea la liturgia de la Iglesia en alabanza de los mártires. Llenos también ellos del espíritu de sabiduría, entonarán un himno de alabanza al Señor por la sabiduría y bondad que derramó y resplandece en todas sus obras.
En efecto, todas ellas fueron creadas por Dios teniendo por compañera la sabiduría 10, resultando todas ellas buenas; lo repite el autor del Génesis al narrar la creación de cada una de ellas. Tal vez a nosotros pueda parecer una inferior a la otra y hasta inútil, pero no es así: Dios señaló a cada una de ellas un fin determinado y todas responden igualmente a él. Dos obras enumera el autor en las que resaltan su poder, su sabiduría y su bondad: la reunión de las aguas en un lugar, que dejó seca y habitable la tierra para el hombre, formando los mares, que vienen a ser como los grandes depósitos que las contienen u, y la obra de la salvación, especialmente del pueblo hebreo, que está aquí en primer plano, en que se manifiesta, más que en ninguna otra cosa, como afirma el sabio, la omnipotencia divina 12. La palabra de Dios es todopoderosa para realizar cuanto El quiere, y nada puede obstaculizar sus designios cuando quiere salvar.
Otro atributo divino digno de toda alabanza es la omnisciencia (v.24), repetidamente afirmada por el sabio 13. Dios conoce todas las cosas, las pasadas y las futuras, lo profundo, lo oculto y lo que está en tinieblas 14. Conoce los secretos más íntimos del corazón del hombre, sus pensamientos e intenciones 15, sus mismas acciones futuras 16 y futuribles, es decir, las que el hombre habría realizado de haberse cumplido una acción determinada 17. De modo que no puede sentir nunca esa admiración, fruto de la ignorancia, que nosotros sentimos al descubrir algo admirable que ignorábamos. La razón es que Dios ha creado todas las cosas y ha sido El quien ha señalado, como quedó indicado, un fin determinado a cada una de ellas. Por lo que conoce la naturaleza de todas y cada una de las cosas y el fin para que han sido hechas sin necesidad de preguntarlo a alguien.
Y sobre todo son dignas de alabanza su misericordia y su justicia. Ben Sirac simboliza la primera en las abundantes aguas del Nilo y el Eufrates, que fertilizan las regiones de Egipto y Mesopotamia, llevando la vida a sus plantas, y la prosperidad a sus habitantes; de análoga manera, la bendición divina se extiende por el universo entero, comunicando a todos los seres la vida, y a los hombres el bienestar 18. La segunda tuvo expresión en el castigo de los pueblos cananeos 19 y en el castigo de las ciudades de la Pentápolis, anegadas en el mar Muerto, donde la sal hace la vida imposible 20.
Dios hizo buenas todas las cosas, y al hombre lo creó en estado de justicia original. Pero ante la prueba pecó, y comenzó a sentir esa ley que inclina al pecado. Ahora el hombre puede escoger el camino del bien o el camino del mal. A los justos agradan los caminos de Dios, que es el cumplimiento de los preceptos. A los malvados desagradan, porque van contra las malas inclinaciones, que ellos no quieren vencer; al no seguir los mandamientos de Dios, éstos vienen a ser para ellos ocasión de pecado y ruina. Lo mismo ocurre con las cosas; todas fueron creadas para el bien del hombre; pero mientras que los buenos las utilizan para el bien, los malvados, con su malicia, abusan de ellas para el mal, viniéndoles así a ser ocasión de pecado, y en este sentido malas para ellos. Es lo que expresa Ben Sirac cuando afirma que las cosas buenas fueron creadas desde el principio para los buenos, así como las malas para los malos (í.50).
Y esas mismas cosas que Dios creó para bien del hombre, y de que el pecador se vale a veces para su pecado, El las utiliza para su castigo; así los vientos huracanados, que destrozan cuanto a su paso encuentran; los terremotos, que destruyen las ciudades; los rayos y el granizo de las tempestades 21; el hambre y las pestes que siguen a las guerras 22. También los animales fueron a veces el instrumento de la justicia divina. Los antiguos maniqueos argumentaban de la existencia de animales dañinos contra la creación del mundo por el Dios bueno y contra la Providencia divina. Ben Sirac nos enseña que son instrumentos de la justicia divina contra los pecados de los hombres. Finalmente, la espada, instrumento vengador con que Dios amenaza castigar las infidelidades de su pueblo a la alianza 23. Ben Sirac presenta estos elementos como gozándose en esa sumisión perfecta a las órdenes de su Creador (v.37), cuya voluntad al punto obedecen, sin traspasar en lo más mínimo los límites señalados al castigo. San Pablo presentaría también a los seres inanimados como resentidos por el pecado del hombre, gimiendo por la revelación de los hijos de Dios 24.
La precedente constatación le ha confirmado en la afirmación con que comenzó: todas las cosas son buenas, y aun aquellas que nos parecen malas tienen un fin que cumplir en los designios de la justicia divina, que, llegada su hora, cumplen con exacta fidelidad. Con todo motivo, los lectores de Ben Sirac deben entonar un himno al Creador, que hizo buenas todas sus obras.
Esto nos enseña - escribe S. de Sacy - que se deben recibir todos los males de esta vida, y sobre todo los más grandes, como las pestes y las guerras, como venidos de la mano de Dios, que es quien los envía, tempera y termina como a El le place; y que si los buenos se encuentran expuestos a ellos como los malos, es - dice San Agustín - porque hay siempre alguna cosa en los buenos mismos que es malo y que merece ser castigado con estos males pasajeros, que purifican las almas de los santos y las hacen dignas de los bienes eternos. 25

1 11. - 2 34:9-13; 51:1-17. - 3 Sab 1:4. - 4 1Re_3:5-9. - 5 1:5, - 6 37:2917; 41:14;6 44:13-15. - 7 Según el traductor griego, quien probablemente ha traducido intencionadamente - comunidad o congregación ('edhah) por pueblos llevado de tendencia universalista. - 8 Cf. J. Bonsirven, o.c., I 277-2791 R. Weill: Rhrel 118 (138) 21. - 9 12:2-3. - 10 - 11 Sal 33:7. - 12 Sab 11:24. - 13 15:19; 16:16-22; 17:13-17; 42:18-20; Sab_1:7-10. - 14 Dan_2:22. - 15 Jer_11:20; Jer_17:10; Sal_7:10; Sal_44:22; Pro_16:2; Pro_21:2; Pro_24:12. - 16 Exo_3:19; Sab_19:1. - 17 1Re_9:13; 1Re_23:27; Jer_38:17-23; Jer_42:1-22; Sab_4:11. -Sab_18 24:26; Isa_7:20; Jer_2:18; Zac_9:10. - 19 16:9- - 20 Gen_19:15-29. - 21 Exo_9:18-24; Jos 10,11; Sal_18:13; Sab_5:21-23; Sab_16:16. - 22 Lev_26:25; Num_14:12; Deu_28:21; 2Re_24:13; Jer_29:18; Eze_7:15. - 23 Exo_22:23; Lev_26:25-33; Deu_32:25; Eze_21:33. - 24 Rom_8:22. - 25 Citado en Spicq, o.c., a 39:28-31 p.776. Contrasta este optimismo con el pesimismo de Cohelet.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXXIX.

1 A description of him that is truely wise. 12 An exhortation to praise God for his workes, which are good to the good, and euill to them that are euill.
1 But hee that giueth his minde to the Law of the most high, and is occupied in the meditation thereof, wil seeke out the wisdome of all the ancient, and be occupied in prophecies.
2 Hee will keepe the sayings of the renowmed men: and where subtile parables are, he will be there also.
3 Hee will seeke out the secrets of graue sentences, and be conuersant in darke parables.
4 He shall serue among great men, and appeare before princes: he will trauaile through strange countreys, for hee hath tried the good, and the euill among men.
5 Hee will giue his heart to resort early to the Lord that made him, and will pray before the most high, and will open his mouth in prayer, and make supplication for his sinnes.
6 When the great Lord will, he shall bee filled with the spirit of vnderstanding: he shal powre out wise sentences, and giue thankes vnto the Lord in his prayer.
7 Hee shall direct his counsell and knowledge, and in his secrets shall hee meditate.
8 Hee shall shew foorth that which he hath learned, and shall glory in the Law of the couenant of the Lord.
9 Many shall commend his vnderstanding, and so long as the world endureth, it shall not be blotted out, his memoriall shall not depart away, and his name shall liue from generation to generation.
10 [ Sirach 44.15.] Nations shall shewe foorth his wisedome, and the congregation shall declare his praise.
11 If hee die, he shall leaue a greater name then a thousand: and if he liue, he shall [ Or, gaine vnto it.] increase it.
12 Yet I haue more to say which I haue thought vpon, for I am filled as the Moone at the full.
13 Hearken vnto me, ye holy children, and budde foorth as a rose growing by the [ Or, riuers of water.] brooke of the field:
14 And giue yee a sweete sauour as frankincense, and flourish as a lilly, send foorth a smell, and sing a song of praise, blesse the Lord in all his workes.
15 Magnifie his Name, and shewe foorth his praise with the songs of your lips, and with harpes, and in praising him you shall say after this maner:
16 [ Gen_1:31; Mar_7:37.] Al the works of the Lord are exceeding good, & whatsoeuer hee commandeth, shalbe accomplished in due season.
17 And none may say, What is this? wherefore is that? for at time conuenient they shall all be sought out: at his commaundement the waters stood as an heape, & at the wordes of his mouth the receptacles of waters.
18 At his commandement is done whatsoeuer pleaseth him, and none can hinder when he will saue.
19 The workes of all flesh are before him, & nothing can be hid from his eyes.
20 He seeth from euerlasting to euerlasting, and there is nothing wonderfull before him.
21 A man neede not to say, What is this? wherefore is that? for hee hath made all things for their vses.
22 His blessing couered the dry land as a riuer, and watered it as a flood.
23 As hee hath turned the waters into saltnesse: so shall the heathen inherite his wrath.
24 [ Hos_14:10.] As his wayes are plaine vnto the holy, so are they stumbling blockes vnto the wicked.
25 For the good, are good things created from the beginning: so euill things for sinners.
26 The principall things for the whole vse of mans life, are water, fire, yron, and salt, floure of wheate, honie, milke, and the blood of the grape, and oyle, and clothing.
27 All these things are for good to the godly: so to the sinners they are turned into euill.
28 There be spirits that are created for vengeance, which in their furie lay on sore strokes, in the time of destruction they powre out their force, and appease the wrath of him that made them.
29 Fire, and haile, and famine, and death: all these were created for vengeance:
30 Teeth of wild beasts, and scorpions, [ Or, vipers.] serpents, & the sword, punishing the wicked to destruction.
31 They shall reioice in his commandement, and they shall bee ready vpon earth when neede is, and when their time is come, they shall not transgresse his word.
32 Therefore from the beginning I was resolued, and thought vpon these things, and haue left them in writing.
33 All the workes of the Lord are good: and he will giue euery needefull thing in due season.
34 So that a man cannot say, This is worse then that: for in time they shall all be well approued.
35 And therefore praise ye the Lord with the whole heart and mouth, and blesse the Name of the Lord.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Exhortación: todo es bueno. Ya los autores de Gén_1:1s.4a, habían enfatizado la bondad de toda la creación como consecuencia de la misma bondad de Dios, lo mismo que la armonía y la función que desempeña cada criatura dentro del conjunto de la obra creada. Ben Sirá vuelve a reflexionar sobre ello, pero agregando ahora lo que él puede constatar desde sus observaciones. Todo es bueno, y los buenos se aprovechan de cada cosa buena; pero hay elementos malos, nocivos, que son como la porción para los malos. En esto hay que tener mucho cuidado porque no podemos pensar que un terremoto, un huracán, una inundación, sean cosas enviadas por Dios para castigar a alguien. Que sí hay elementos naturales que usados con mala intención pueden tener efectos mortales, es verdad; pero esa es ya responsabilidad humana, no de Dios.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



13. Ver. Sal_1:3.

17-18. Ver Sal_33:7, Sal_33:9.

Torres Amat (1825)



[21] Gen 1, 31; Mar 7, 37.

[22] Ex 15, 8; Gen 1, 9.

[32] Por su abuso de ellas. Rom 8, 28; Sab 14, 11.

[34] Gen 19, 2; 2 Re 19, 36; Sal 106 (105), 30.

Jünemann (1992)


15 a. En la vida; viviere mucho.