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Así demostrarás que eres un hombre respetable,
y serás apreciado por todos.
(Eclesiástico 41, 27) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;

41. Mas Cosas Desagradables.

La muerte (41:1-7).
1 ¡Oh muerte, cuan amarga es tu memoria para el hombre que se siente satisfecho con sus riquezas; 2 para el hombre a quien todo le sonríe y en todo prospera y que aún puede disfrutar de los placeres! 3¡Oh muerte! bueno es tu fallo para el indigente y agotado de fuerzas; 4 para el cargado de años y de cuidados, quebrantado de ánimo y sin esperanza. 5 No temas el fallo de la muerte: acuérdate de los que te precedieron y de los que te seguirán, y que éste es el juicio del Señor sobre toda carne. 6 ¿Por qué rebelarte contra el fallo del Altísimo? Que vivas diez, cien o mil años, 7 en el hades no hay disputas sobre la duración de la vida.

Otro de los males que parecen oponerse a la sabiduría y bondad de Dios en la creación y gobierno del mundo es la muerte, en que culminan todos los males de este mundo. Ben Sirac advierte que si bien para unos la muerte es dolorosa, para otros es un alivio, y señala a continuación la actitud que se ha de seguir frente a ella, que justifica con un triple motivo.
La muerte es amarga para quienes tienen puesto su corazón en las riquezas, en los placeres de la vida; para aquellos a quienes la vida sonríe, porque con ella todo esto se acaba. Para todos ellos vale lo que del rico dice San Juan Crisóstomo: que su muerte es doble, ya que su alma tiene que separarse del cuerpo y de las riquezas, a las que ama no menos que al cuerpo.
Es un alivio, en cambio, para el indigente, que vive abismado en la miseria y se encuentra ya sin fuerzas para poder salir de ella; para el anciano cargado de achaques, a quien la vejez quita toda esperanza de una situación mejor. Uno y otro ven en la muerte la única liberación posible a una vida que ya no vale la pena de vivirse.
Ben Sirac se conforma con recomendar se evite un temor que sería, por lo demás, completamente inútil (v.5). Los motivos que para ello da son: que la muerte es patrimonio de todo mortal; a falta de otro mejor, algún consuelo aporta el pensamiento de que esa suerte espera a todos sin posibilidad alguna de excepción. Es necio temer - escribe Séneca - lo que no puedes evitar, dolerte de encontrarte en la condición de que nadie se ve libre. Consuela grandemente ser arrebatado con todos los demás l. Además, la muerte es un decreto del Señor sobre todo viviente que ningún ser mortal podrá eludir; es más prudente aceptar con toda resignación la voluntad divina que rebelarte contra una decisión de Dios que se cumplirá inexorablemente. Finalmente podrás vivir más o menos años, lo que también está determinado por el Altísimo 2; pero, una vez que entres en el hades, te será indiferente haber vivido más o menos tiempo; todos la mirarán igualmente como algo que ya pasó. No tengas, pues, gran interés por que tu vida en la tierra sea más o menos larga.
Ben Sirac refleja una visión antigua y naturalista de la muerte 3. Los cristianos sabemos que lo que hace la muerte más tolerable y hasta consoladora a los justos es el pensamiento de que ella señala el paso para una eternidad feliz, y lo que la hace más terrible a los pecadores es el que para ellos lo es para una desgracia eterna. Y que en el más allá lo que importará será no el número de años vividos, sino el modo como fueron vividos, porque de él dependerá la salvación o la condenación, el grado de felicidad o la medida de los tormentos.

La descendencia de los impíos (41:8-18).
8 Descendencia abominable es la de los pecadores, y generación de necios la que mora en la casa del impío. 9 La herencia de los hijos de los pecadores se arruinará, y lo que quedará a su linaje es el oprobio. 10 Al padre impío le ultrajan sus hijos, que a causa de él viven ellos en oprobio. 11 Ay de vosotros, hombres impíos, que abandonáis la Ley del Dios Altísimo! 12 Si tenéis prole, será para vuestro daño, y si engendráis, será para tener que lamentarlo. 13 Cuanto viene de la tierra, a la tierra ha de volver; así los impíos van de la maldición a la ruina. 14 El cuerpo del hombre es vanidad; el buen nombre no será borrado. 15 Ten cuidado de tu nombre, que permanece, más que de millares de tesoros. 16 Los días de vida feliz son contados, pero los del buen nombre son innumerables. 17 Observad, hijos míos, la disciplina del pudor; sabiduría escondida y tesoro oculto, ¿qué aprovechan una y otro? 18 Mejor es quien oculta su necedad que quien oculta su sabiduría.

Pero no todo acaba para el hombre con la muerte, aun miradas las cosas de tejas abajo, como hace Ben Sirac. Tras ella quedan sus hijos, que perpetúan los efectos de la buena o mala conducta de sus padres. Ello puede ser un fuerte estímulo para el buen obrar.
La descendencia de los malvados será abominable y objeto de oprobio, porque sus hijos heredarán los vicios y pecados de sus padres. Ben Sirac dice que su herencia se arruinará, lo que ocurre unas veces porque, habiendo sido injustamente adquiridos los bienes que la constituyen, le son justa o injustamente arrebatados; otras porque, habiendo heredado los vicios de sus padres, las disipan en poco tiempo. Y así los hijos de los malvados terminarán por maldecir y ultrajar a sus padres por haberles transmitido el deshonor de que ahora son víctimas ellos. El decálogo había anunciado que Dios castigaría a los malvados en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación4. El autor de la sabiduría dijo que a veces los hijos de los pecadores pagarían con su misma muerte prematura los crímenes de sus padres5. Ben Sirac hace en los v. 11-12 un paréntesis para fijar su atención y amenazar con los precedentes castigos a los judíos apóstatas, que, abandonando las prácticas de la Ley, se entregaban a las costumbres paganas. El libro de los Macabeos testifica la indignación que tal actitud provocaba en los judíos fieles 6.
Cuanto viene de la tierra, prosigue Ben Sirac (í.13), a ella vuelve como a su propio destino, para no dejar rastro de su existencia. Lo mismo ocurre con el impío; objeto de la maldición divina y humana, baja al sepulcro con toda su infamia, y su memoria se relega en breve al olvido. Pero no así con el justo; si bien su cuerpo está destinado al polvo lo mismo que el del pecador, su memoria y buena fama se transmite a la posteridad de generación en generación. Por eso el autor exhorta a observar una conducta digna que se haga acreedora a ese buen nombre después de la muerte, que él considera de un valor superior a las riquezas, conforme al pensamiento de los sabios 7, pues aquél subsiste a la muerte cuando hemos de abandonar a éstos; más estimable que el vivir una vida un poco más o menos larga y feliz, ya que esto, como antes indicó, no cuenta para nada en el seol, mientras que la buena fama se transmite de generación en generación. Privados los hebreos de la idea de la resurrección y de la felicidad del más allá, habían de contentarse con la buena fama en esta vida y la supervivencia del buen nombre después de la muerte, que, consiguientemente, estimaban mucho los antiguos 8. Ello exige que la sabiduría del justo se manifieste externamente, no con espíritu de vanagloria, sino con aquella recta intención que para nuestras obras recomendaba Jesucristo 9. Si permanece oculta, no cumple con esa su misión. Es prudente, y lo recomiendan los sabios, ocultar la necedad, pero no la sabiduría.

Cosas de que uno debe avergonzarse (41:19-42).
19 Sed pudorosos conforme a mis palabras. 20 Pero no es laudable avergonzarse de todo, ni todo pudor merece aprobación. 21 Avergonzaos de la fornicación ante vuestros padres; de la mentira ante el juez y el príncipe; 22 del fraude ante el amo y el ama, y de la transgresión de la Ley ante la asamblea y ante el pueblo; 23 de la injusticia ante el compañero y el amigo; 24 del robo ante tus convecinos; de haber quebrantado un juramento y un pacto; de apoyar a la mesa el codo sobre el pan, y del vituperio por las cuentas que haya que dar; 25 de no responder a un saludo; de fijar la mirada sobre mujer ajena; 26 de volver el rostro a un pariente; de apropiarte dones y obsequios; 27 de fijar los ojos en mujer que tiene marido; de indiscreciones con la sierva de éste y de apoyarte en el lecho de ella. 28 De las palabras de ultraje a los amigos, y de reprocharles después de haberles dado algo; 42 de divulgar lo que has oído y de revelar secretos. De estas cosas has de avergonzarte con razón, y hallarás gracia ante todos los hombres.

Ben Sirac va a hacer unas recomendaciones del pudor a sus lectores. Observarlas contribuiría notablemente a conseguir el buen nombre que ha recomendado en la perícopa precedente. Pero en materia tan importante y delicada quiere poner las cosas en su punto, presentando una lista detallada de las cosas de que el hombre debe avergonzarse y jamás darle su aprobación, y otra de las que no debe sentir vergüenza, sino aplaudirlas. Ya en el c.4:20-26 habló de este tema; aquí lo concreta con varios ejemplos.
Las cosas de que debe avergonzarse son las siguientes: fornicación de los hijos, que repercute en deshonra de los padres, a quienes, además, se considerará como responsables de la conducta libertina de aquéllos por su negligencia en educarlos y vigilar sus costumbres. Les creará, además, una dificultad no pequeña para procurarles un matrimonio digno, particularmente en cuanto a las hijas se refiere. La mentira, que deshonra siempre; pero, proferida a los poderes constituidos, repercute en daño del bien común, por lo que, si eres cogido en ellas, serás justa y severamente castigado. El fraude al amo o al ama, que puede un día ser descubierto y te expone a ser expulsado de casa, con la consiguiente vergüenza, por abusar tal vez de la confianza que en ti pusieron tus amos, para robarles. Las infracciones de la Ley, que podrían traer graves males para toda la comunidad israelita, que fue a veces duramente castigada por el delito de un individuo 10, y sentirá desprecio por ti. La injusticia, que es siempre un delito; pero, cuando se comete con un compañero o amigo, denota además una infidelidad, que te hará perder su estima y amistad. El robar, que constituye en todo caso un pecado; pero, cometido en el lugar donde habitas, quitará a tus vecinos toda confianza en ti y tú te sentirás avergonzado ante ellos. Fallar a lo prometido conjuramento, que es una ofensa grave a Dios; a lo pactado con tu prójimo, lo que arguye una falta de fidelidad; te desacredita ante los demás, que no se fiarán en adelante de tu palabra 11. Apoyar a la mesa el codo sobre el pan, que debe de ser una expresión proverbial para expresar una falta de urbanidad ante los demás comensales o una avidez inmoderada por los manjares, no menos molesta a aquéllos. Injuriar a quien te pide rindas cuentas, que es señal de soberbia y altanería o de falta de seriedad en las mismas; cosas que deberás evitar. No responder a quien te saluda, lo cual denota una falta de educación o un ánimo resentido por la discordia o la venganza; lo primero es molesto a los hombres, lo segundo ofende al prójimo y a Dios. Fijar la mirada en mujer de mala vida, conducta que puede argüir ánimo impúdico y fornicario y pone en peligro de ser seducido por sus ardides 12. Volver el rostro a un pariente, no reconociéndole como tal por su modesta condición o negarle lo que en su necesidad pide, arguye arrogancia e ingratitud. Apropiarse dones y obsequios que no le corresponden es, además, una injusticia, de que se avergüenza todo el que tenga un poco de pundonor. Poner los ojos en mujer de otro o tener indiscreciones con su sierva, lo que te pone en peligro de adulterio o fornicación, que, además de hacer recaer la más deshonrosa infamia, te expone a la ira del marido ofendido. Ultrajar a los amigos arguye poca nobleza de sentimientos, y reprocharles después el beneficio que no pudiste negarle es incluso una grosería 13. Finalmente, el revelar secretos, lo cual hace indigno de la confianza de los demás; parientes y amigos habrán de tomar frente a él una actitud de prudente reserva en sus conversaciones 14. Quien cumple las normas que de estas observaciones se desprenden conseguirá el aprecio y estima de los demás y se asegura el buen nombre para después de su muerte. Los judíos de la diáspora, con su observancia, granjearían incluso la estima de los paganos hacia ellos.

1 De Providencia 0.5. - 2 Job 14:5- - 3 Cf. 38:18-23. - 4 Exo_20:5; Exo_3:12.16-17; Exo_4:3-6. - 6 1Ma_2:23; 1Ma_3:6, etc. - 7 Pro_22:1; Ecl_7:1. - 8 Plauto escribía: Si conservo la buena fama, me considero suficientemente rico. Cf. testimonios de la S. E. y de autores paganos en A Lapide, o.c., a 41:15 t.2 p.355· - 9 Mat_6:1-13. - 10 Jos 7. - 11 El de veritate Dei de la Vulgata en el v.24 puede obedecer a la confusión en el griego, que tradujo áðü áëçèåßáò (verdad) por Üôôü ëÞèçò (olvido) o áðü Üèåóßáò (falta, omisión); y a la confusión en el hebreo de 'elóah (Dios) y d'láh (juramento). - 12 Prov 5-7. -Mat_13 18:18; Mat_13 18:20, Mat_13 18:15; 22:Mat_25:25-27. -Mat_14 6:9; Mat_8:17; Mat_19:7-10; Mat_22:22; Mat_27:16.

Torres Amat (1825)



[21] Advertencia sobre el mal ejemplo de los padres por sus consecuencias sobre los hijos.

Jünemann (1992)


27 k. Mala solicitación.