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Hablar puede traer gloria y deshonra,
porque la lengua es la ruina del hombre.
(Eclesiástico 5, 13) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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5. Temeridad y Sinceridad.

La falsa seguridad (5:1-10).
1 No te apoyes sobre las riquezas y no digas: Me basto a mí mismo. 2 No te apoyes en ti mismo y en tu fuerza para vivir según los deseos de tu corazón. 3No digas: ¿Quién me dominará? porque sin duda te castigará el Señor. 4 No digas: He pecado, ¿y qué me ha sucedido? porque el Señor es paciente. 5 No vivas confiado en el perdón y no añadas pecados a pecados. 6Y no digas: Grande es su misericordia; El perdonará mis muchos pecados. 7 Porque, aunque es misericordioso, también castiga, y su furor caerá sobre los pecadores. 8 No difieras convertirte al Señor y no lo dejes de un día para otro; 9 porque de repente se desfoga su ira, y en el día de la venganza perecerás. 10 No te apoyes en las riquezas mal adquiridas, porque nada te aprovecharán en el día de la ira.

En esta primera parte del capítulo, el sabio condena la falsa seguridad que con frecuencia el rico pone en sus riquezas, el poderoso en su fuerza, el pecador que no se arrepiente de sus pecados en la misericordia de Dios.
No es raro que el rico, orgulloso de sus riquezas, crea que con ellas puede bastarse a sí mismo, desprecie a los demás y abandone el trabajo, como quien nunca va a necesitar de él. El sabio desaconseja tal conducta. También el salmista recomienda que, si abundan las riquezas, no se apegue el corazón a ellas l. La razón es que son vanas y engañosas, de modo que en el momento que menos se espera, como declaraba Jesucristo 2, pueden perderse. La advertencia vale sobre todo en el caso en que las riquezas fueron injustamente adquiridas (v.10); éstas desaparecen más fácilmente después de haber merecido duro castigo para el día en que Dios descargue su ira sobre el pecador.
De la misma manera, el poderoso suele poner su apoyo y confianza en la fuerza, por la que se cree superior a los demás, abusando de ella para secundar las malas inclinaciones de su corazón. El sabio les advierte que hay por encima de él un superior, Dios, que les pedirá cuenta de su poder y que castigará el orgullo e insolencia de los poderosos, como hizo con Senaquerib, Nabucodonosor y otros muchos poderosos altivos e insolentes 3.
También el pecador, al ver que nada malo le ha ocurrido después de sus pecados, se siente tentado a perseverar en sus maldades. Ha de tener en cuenta que, si el Señor no lo ha castigado, no es por falta de poder ni porque vaya a dejar impune su pecado, sino porque es paciente, y quiere dar tiempo al impío a que se arrepienta de sus pecados y pueda otorgarle el perdón de los mismos. El no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva4. Más aún, no confíes demasiado en el perdón en el sentido de que te sientas inducido a añadir pecado sobre pecados5; que tal vez el Señor, si abusas de su misericordia, te envíe un inesperado y fulminante castigo. Quien juzga que los pecados le serán demasiado fácilmente perdonados y cuantas veces los cometiere, se predispone a cometerlos. Por el contrario, quien abriga una duda prudente y razonable sobre el perdón divino, no se sentirá tan tentado a cometerlos. Cierto que es grande la misericordia de Dios, el cual está siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados si de ellos sinceramente nos arrepentimos. Pero es también justo, y no podrá menos de castigar al pecador, incluso con la muerte eterna, si no hace la debida penitencia. Y, desde luego, Dios, de quien nadie puede mofarse impunemente, hará sentir el peso de su justicia sobre quienes, abusando de su bondad y misericordia, se dan más libremente a una vida de impiedades.
La perícopa concluye con un sabio consejo: no difieras convertirte al Señor (v.8), y da la razón: no sea que se canse de esperarte con su misericordia y deje paso a su justicia, enviándote un mal irremediable o la misma muerte. San Agustín advierte que el Señor ha prometido que el día en que te conviertas a El se olvidará de tus pecados, pero nunca te ha prometido la vida del día siguiente... Y es una providencia de Dios, añade, el que el hombre ignore el día en que ha de morir. Nos deja incierto el último día de nuestra vida para que vivamos bien todos los días de la misma6. ¡Oh hombre! - exclama en otro lugar -, ¿por qué difieres la conversión de día en día, cuando tal vez hoy sea para ti el último día? 7 Por lo que San Juan Crisóstomo recomienda: No tardes en convertirte al Señor y no postergues de día en día la conversión. No sabes lo que el día siguiente traerá; hay peligro y miedo en la espera; salvación cierta y segura, por el contrario, si no hay espera alguna.8

Del buen uso de la lengua (5:11-6:1).
11 No te dejes llevar de todo viento y no camines por una senda cualquiera, que así es como obra el pecador de doble lengua. 12 Sé firme en tus juicios y no tengas más que una palabra. 13 Sé pronto para oír y lento para responder. 14 Si tienes que responder, responde; si no, pon la mano a la boca. 15 En el hablar está la gloria o la deshonra, y la lengua del hombre es su ruina. 16 Que nadie te llame chismoso y no tiendas lazos con tu lengua, 17 porque sobre el ladrón vendrá la confusión, y la condenación sobre el de corazón doble. 18 No ofendas a nadie ni en mucho ni en poco. 6/1 Y no te hagas enemigo al amigo; pues sobre el malo vendrá la confusión y el oprobio, y lo mismo sobre el pecador de doble corazón.

Comienza la nueva sección, sobre uno de los temas más frecuentemente tratados, recordados en el libro 9. Señala criterio y personalidad en el uso de la lengua y recomienda no imitar a quien habla, de una u otra manera, siguiendo sus propias invenciones aun a costa de la verdad misma y del bien de los demás. Frente a esa conducta exhorta la a firmeza y constancia en la decisión y en la palabra. Es preciso buscar la verdad, el camino recto; una vez que se ha hallado, hay que permanecer fieles a él aun a costa de los mayores sacrificios, sin dejarse vencer por respetos humanos y sobre todo evitando toda doblez.
Normas de sabiduría y prudencia, repetidas en todas las literaturas reconocidas como tales por todas las gentes, son la diligencia para escuchar el consejo o parecer de los demás y la lentitud para responder, de modo que a la respuesta preceda siempre la deliberación oportuna. Es el mismo consejo que daba Santiago en su carta: Todo hombre debe ser rapido para escuchar, lento para hablar. 10 Si con tu palabra debes o puedes salir en defensa de tu prójimo o le puedes hacer algún bien, habla en su favor. Si tienes alguna competencia sobre el tema tratado en la conversación, da tu opinión; de lo contrario, es preferible guardes silencio, pues la lengua fácilmente te expone a faltar. Dice un proverbio griego: O decir algo que valga más que el silencio, u observar éste. 11 Según el diverso uso que se haga de la lengua, puede seguirse gran honor o deshonor. Si con tus palabras te muestras sabio o elocuente, si con tus consejos haces el bien, te granjeas estima y gloria. Pero si con ellas haces el mal, pueden conducirte a la misma ruina. Jesucristo dijo: Por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado.12 Y Santiago consigna que con ella (la lengua) bendecimos al Señor y Padre nuestro y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a imagen de Dios. De la misma boca proceden la bendición y la maldición. 13
No te dejes llevar de la chismorrería de la detracción para con los demás, susurrando al oído de los otros palabras ofensivas. Quien tal hace es un verdadero ladrón, que roba el honor y la fama, bienes más estimables que las riquezas materiales, y que difícilmente pueden repararse. De ahí que el detractor, lo mismo que el de corazón doble, que a la murmuración añade el cinismo, caerán en la vergüenza y serán condenados por los demás al ser descubierto su pecado. La norma del sabio ha de ser: no ofender a nadie con palabras ni siquiera en cosas pequeñas, procurando evitar incluso los más leves pecados de lengua. Es la práctica de la caridad en su sentido negativo y el respeto más perfecto a la fama de los demás.
Tal conducta hace gratos a Dios y granjea la confianza y estima de los hombres. Lo contrario convierte en enemigo al más amigo y hace correr la suerte ya indicada para el de ánimo doble.

1 62:11. - 2 Luc_12:19. - 3 Isa_36:20; Dan_4:29. - 4 Sab_11:24; 2Pe_2:9. - 5'La Vulgata entiende del pecado expiado. Según el concilio de Trento, el hombre no puede, sin una revelación especial de Dios, tener certeza absoluta de estar en gracia de Dios y haber obtenido el perdón de los pecados. Y, en todo caso, el Señor puede exigir una expiación ulterior. - 6 Hom. 13. - 7 Serm. 202 De Temp. - 8 Hom. 22 in Epist, II ad Cor. - 9 14:1; 19:6-18; 20:17-19; 22:25; 23:7-15; 25:8; 8:28:13-26. - 10 1:19. - 11 Cf. Job_21:5; Job_23:9; Job_40:4; Prov 30,32. La Vulgata añade al v.14: a fin de que no seas sorprendido en una palabra imprudente y te veas confundido. - 12 Mt 12:37. - 13 3:9-10.



King James Version (KJVO) (1611)



Chapter V.

1 Wee must not presume of our wealth and strength, 6 Nor of the mercie of God to sinne. 9 We must not be double tongued, 12 Nor answere without knowledge.
1 Set not thy heart vpon thy goods, and say not, [ Luk_12:15.] I haue ynough for my life.
2 Folow not thine owne minde, and thy strength, to walke in the wayes of thy heart:
3 And say not, Who shall controll mee for my workes? for the Lord will surely reuenge thy pride.
4 Say not, I haue sinned, and what harme hath happened vnto mee? for the Lord is long suffering, he wil in no wise let thee goe.
5 Concerning propitiation, bee not without feare to adde sinne vnto sinne.
6 And say not, His [ Sir_21:1.] mercy is great, hee will be pacified for the multitude of my sinnes: for mercy and wrath come from him, and his indignation resteth vpon sinners.
7 [ Sirach 16.13.] Make no tarying to turne to the Lord, and put not off from day to day: for suddenly shal the wrath of the Lord come foorth, and in thy securitie thou shalt be destroyed, and perish in the day of vengeance.
8 [ Pro_10:2; Pro_11:4; Eze_7:19.] Set not thy heart vpon goods vniustly gotten: for they shall not profit thee in the day of calamitie.
9 Winnow not with euery winde, and goe not into euery way: for so doth the sinner that hath a double tongue.
10 Be stedfast in thy vnderstanding, and let thy word be the same.
11 [ Jam_1:19.] Be swift to heare, and let thy life be sincere, & with patience giue answere.
12 If thou hast vnderstanding, answer thy neighbour, if not, lay thy hand vpon thy mouth.
13 Honour and shame is in talke; and the tongue of man is his fall.
14 Be not called a whisperer, and lye not in wait with thy tongue: for a foule shame is vpon the thiefe, and an euill condemnation vpon the double tongue.
15 Be not ignorant of any thing, in a great matter or a small.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Sobre el hablar. Otra de las enseñanzas de la sabiduría basada en la simple observación, es la discreción en las relaciones interpersonales. Una lengua sin control causa más mal que bien, pues por lo general quien es pronto para hablar, es lento en la reflexión y el discernimiento. El llamado es, entonces, a reflexionar primero, a discernir cada situación para hablar luego de lo que conviene. En nuestro pueblo es común el refrán «piensa para hablar, no hables para pensar».

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_18:21; Stg_3:6

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_18:21; Stg_3:6

Torres Amat (1825)



[1] Todas las riquezas pueden ser vanas, si son ocasión de iniquidad o son adquiridas injustamente. Lo mismo ocurre con el poder y la fuerza.

[3] ¿O ponerme a mí la ley? Sal 12 (11), 5.

[4] Rom 2, 5.

[7] Este aviso se dirige al pecador obstinado.

[10] Prov 11, 4-28.

[13] Sant 1, 19.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



11. Ver . Stg_1:19.