Ver contexto
El pueblo suplicaba al Señor Altísimo,
permanecía en oración ante el Misericordioso,
hasta que terminaba la ceremonia del Señor
y concluía el servicio litúrgico.
(Eclesiástico 50, 19) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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50. Elogio de Simón, Sumo Sacerdote.
1 Príncipe de sus hermanos y gloria de su pueblo fue Simón, hijo de Onías, sumo sacerdote. En su vida fue restaurada la casa y en sus días fue consolidado el templo. 2 En su época fue cavado el estanque, depósito semejante al mar por la cantidad de sus aguas. 3 En sus días fue edificado el muro y torres de refuerzo como en palacio real. 4 Protegió a su pueblo contra los ladrones y aseguró su ciudad contra los enemigos. 5Qué majestuoso cuando salía del santuario, cuando se adelantaba de detrás de la cortina! 6 Como la estrella de la mañana entre nubes, y como la luna llena en los días del plenilunio; y como el sol radiante sobre el templo del Altísimo, 8 y como el arco iris, que se aparece en las nubes; como flor entre el ramaje en los días primaverales, como azucena junto a la corriente de las aguas; como las flores del Líbano en los días de verano, 9 y como el incienso que arde sobre la ofrenda; como vaso de oro finamente trabajado 10 y enriquecido con piedras preciosas; 11 como el verde olivo cargado de fruto, como ciprés que se alza hasta las nubes, cuando se ponía los ornamentos de su gloria y se vestía con las ropas suntuosas; 12 cuando subía al altar majestuoso y hacía resplandecer los ámbitos del santuario; 13 cuando recibía de sus hermanos las porciones de la víctima y estaba en pie junto al fuego, rodeado de una corona de hijos, como renuevos de cedro en el monte Líbano. 14 Como sauces le rodeaban en su majestad todos los hijos de Aarón; 15 teniendo en sus manos las ofrendas del Señor, ante toda la congregación de Israel, hasta acabar el servicio del altar y acabar el sacrificio al Altísimo. 16 Tendía su mano a la libación y ofrecía la sangre de la vid, 17 y derramaba al pie del altar la sangre de olor agradable al Soberano Altísimo, 18 Tocaban entonces los hijos de Aarón las trompetas de metal laminado y levantaban un fuerte sonido para avisar que se hallaban ante el Altísimo. 19 Entonces todo el pueblo a una se apresuraba a caer rostro a tierra para adorar al Señor Altísimo, al Santo de Israel. 20 Y los cantores hacían oír su voz y en el vasto templo resonaba la dulce melodía, 21 y clamaba todo el pueblo de la tierra orando ante el Misericordioso, hasta acabarse el servicio del altar y terminar el culto prescrito. 22 Entonces Simón, bajando, levantaba sus manos sobre la congregación de los hijos de Israel para dar con sus labios la bendición de parte de Dios y gloriarse en su nombre. 23 De nuevo se postraban en tierra para recibir de él la bendición: 24 Ahora bendecid al Señor, Dios de Israel, que hace maravillas en toda la tierra, que forma al hombre en el seno materno y le hace según su voluntad. 25 Concédanos El la sabiduría del corazón y haga reinar la paz en nuestros días. 26 Que su misericordia permanezca con Simón y mantenga firme el pacto de Fines. Que no sea roto el pacto con él ni con su descendencia por los días del cielo.

Un entusiasta y extenso elogio de Simón II, sumo sacerdote, pone fin a los panegíricos de hombres célebres en Israel. Ben Sirac conoció, sin duda, los hechos del pontífice y contempló con sus ojos las actuaciones sacerdotales en el templo, que debieron impresionarle grandemente.
Hecho prisionero Jonatán, sucesor de Judas Macabeo, Simón II, su hermano, asume la defensa del pueblo frente a Trifón, que tutelaba a Antíoco VI. Moviliza todos los hombres de guerra y concluye los muros de Jerusalén, que queda fortificada toda en derredor 1. Trifón no pudo llegar a la ciudad, en cuya ciudadela resistían asediados los gentiles, debido a la resistencia que dondequiera que aparecía le presentaba Simón y a una nevada, por lo que se retira a su tierra 2. Simón, preparados sus guerreros, fortifica el monte del templo que está próximo a ella y da mayor altura a las murallas 3. El destronado rey Demetrio, que se alzó contra Trifón, viendo que los romanos consideraban como amigos a los judíos y queriendo contar con el apoyo de Simón, le confiere el sumo sacerdocio, otorgándole grandes honores 4. Los judíos y sacerdotes, a su vez, resuelven instituirlo caudillo de los judíos y sumo sacerdote por siempre, mientras no aparezca un profeta digno de fe 5. Durante toda su vida, toda la tierra de Judá disfrutó de paz y prosperidad. Simón restauró y consolidó el templo. Reconstruyó el gran pilón de bronce, que sostenían doce figuras, semejante al mar por sus grandes dimensiones6, depósito de agua para los servicios del templo. Construido por Salomón, fue destruido por los babilonios. Además de las obras encaminadas a la defensa de la ciudad, procuró defender el país de las incursiones de los samaritanos y seléu-cidas, encaminadas al saqueo y pillaje.
Pero hay en Simón algo todavía más admirable para Ben Sirac que el valiente guerrero o el hábil restaurador: la magnificencia con que, como sumo sacerdote, realizaba las funciones litúrgicas en el día de la Expiación, único día en que el sumo sacerdote entraba en el sancta sanctorum'7. Hasta diez comparaciones (v.6-11) emplea Ben Sirac para poner ante nuestros ojos la impresión maravillosa que hacía sentir cuando, saliendo del santuario, se aparecía ante la multitud adornado de los ricos y majestuosos ornamentos sacerdotales. Su esplendor semejaba al lucero de la mañana, que, aureolado de nubes, hace más rico su esplendor; a la luna cuando majestuosa se pasea por los cielos en los días de plenilunio; al sol radiante de esplendor, a quien no se puede mirar directamente, sino sólo contemplar la proyección de sus rayos, que doran las paredes del templo; al arco iris, que con sus vivos colores surca majestuosamente el firmamento. La belleza de sus ornamentos recuerda la flor lozana entre el frondoso ramaje; la azucena, que se yergue fresca y encantadora junto a las aguas; Zas flores del Líbano, bañadas por los rayos brillantes del sol. Su majestuosidad evoca el incienso, que, depositado sobre el fuego, eleva una nube de humo al cielo; el ciprés, que quiere alcanzar con su copa las nubes. La riqueza de sus vestiduras recuerda un vaso fino adornado de piedras preciosas, y su vida virtuosa y benéfica, cargada de méritos ante Yahvé y su pueblo, recuerda el olivo cargado de frutos.
Solemne era también la subida majestuosa al altar de los holocaustos, ante la que los ámbitos del santuario parecían resplandecer como heridos por los rayos de su esplendor. Y digno de contemplarse el espectáculo que ofrecía Simón cuando se encontraba rodeado de los sacerdotes que le presentaban las víctimas del holocausto; revestidos también ellos de sus ornamentos sacerdotales, formaban en torno suyo como una corona de hijos que rodea al padre, semejando al cedro cercado de retoños8 o a una gran palmera, a quien hacen cortejo cantidad de palmas que arrancan de sus mismas raíces 9. Impresionante el momento de la libación del vino que el sumo sacerdote derramaba al pie del altar 10; era el momento en que los hijos de Aarón hacían resonar fuertemente las trompetas n para recordar al pueblo que se hallaba en la presencia del Altísimo; entonces los cantores entonaban dulces melodías 12, mientras el pueblo, que había caído rostro en tierra en acto de adoración a Yahvé, elevaba su plegaria ante el Dios misericordioso, permaneciendo en su actitud de oración hasta terminadas las ceremonias del altar. Terminadas éstas, el sumo sacerdote, en un final lleno también de emoción, impartía su bendición al pueblo, que de nuevo se había postrado en tierra para recibirla. Era ésta la única en todo el año en que el pontífice de la antigua ley pronunciaba el nombre de Yahvé.
Concluye Ben Sirac su elogio a los padres del pueblo escogido con una exhortación a bendecir a Dios, que dio a Israel tan grandes hombres, y a todo hombre la vida ya en el seno materno, bendición que viene a ser una acción de gracias que dispondrá a Dios a continuar por su parte bendiciendo al pueblo elegido. Implora para él la sabiduría, objeto principal del libro, que es inteligencia y cumplimiento de sus enseñanzas, y la paz para poder practicarlas con toda libertad. Añade en su oración una plegaria por la permanencia del pacto de Dios con Fines, de perpetuar en su descendencia el sacerdocio y la misericordia sobre Simón, que en sus días ostentaba el sumo sacerdocio. Probablemente Ben Sirac adivinaba los días turbulentos que se avecinaban. El sucesor de Simón II, Onías III, fue suplantado por Jasón, su hermano, hacia el 175, el cual lo fue tres años más tarde por Menelao, de la tribu de Benjamín, ajena al sacerdocio, que lo consiguió de Antíoco Epífanes. Onías moría después alevosamente, siendo él el último de su raza que poseyó el sumo pontificado, que pasó luego a los asmoneos 13.

Razas odiosas (50:27-28).
27 Dos pueblos me son odiosos, y un tercero, que ni siquiera es pueblo: 28 los que moran en la montaña de Seir y los filisteos y el pueblo necio que habita en Siquem.

A la bendición que implora para el pueblo israelita parece oponer Ben Sirac la de tres pueblos limítrofes que fueron sus más hostiles enemigos, dignos por lo mismo de castigo por parte de Yahvé. Tal vez hay en la mención de estos pueblos en este pasaje, que, si bien parece fuera de contexto, está atestiguado por todos los manuscritos y versiones, una plegaria implícita al Señor solicitando su protección frente a ellos. Los idumeos, descendientes de Esaú, ocupaban el territorio de Hebrón, al sur del mar Muerto. Enemigos tradicionales de Israel, fueron después de la cautividad los más encarnizados de todos ellos, y, por lo mismo, fueron objeto de maldición varias veces por parte de los profetas 14. Los filisteos eran otro pueblo tradicionalmente enemigo de Israel. Vencidos por David, conservaron siempre una sorda enemistad contra los hebreos. En sus regiones costeras triunfó plenamente la cultura helénica, que hizo de sus ciudades baluarte de paganismo, lo que añadió al odio y a sus prácticas idolátricas un nuevo título de aborrecimiento para los israelitas. Pero el pueblo más odioso a los judíos eran los samaritanos, que habitaban los montes de Efraím, con capital en Siquem. La enemistad se remonta a los orígenes mismos del pueblo samaritano, mezcla de los israelitas que quedaron en el país y los gentiles enviados allí por los asirios con el fin de ocupar el lugar de los deportados, lo que dio origen a diversas mezclas de prácticas de la Ley y prácticas paganas, que no pudieron ver con buenos ojos los judíos fieles a la Ley mosaica 15. La enemistad se acentuó al rehusar los judíos la colaboración ofrecida por los samaritanos para la reconstrucción del templo 16 y llegó al colmo al hacer los samaritanos del templo de Garizim el centro del culto cismático rival del de Jerusalén 17.

Epilogo (50:29-31).
29 Doctrina sabia y sentencias prudentes consignó en este libro Jesús, hijo de Sirac, de Jerusalén, que derramó en él la sabiduría de su corazón. 30Dichoso el hombre que la medita; y el que la guarda en su corazón será sabio; 31 pues el que así haga triunfará en todo, porque el temor del Señor es su camino.

En estos versos se hace la presentación del autor, a quien ya conocemos: Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirac, como dice el T.H. Se consigna el elogio de las enseñanzas contenidas en su libro, llenas de sabiduría y prudencia; se concluye con una recomendación a su atenta meditación. Es verdaderamente dichoso quien las sigue, porque camina por la senda del temor de Dios, principio de la verdadera sabiduría, que conduce a la felicidad. Podrá recorrer las tierras y surcar los mares, pues dondequiera le acompañará el favor de Yahvé, que hará prosperar sus caminos.

1Ma_13:10. - 2 1Ma_13:20-24. - 3 1Ma_14:37. - 4 1Ma_14:38-39. - 5 1Ma_14:41-47. - 6 1Re_7:23. - 7 Lev c.16. Cf. B. Celada, El velo del Templo St'r. 50;.·GultBib 15 (1958) 109-12. - 8 Sal_128:3; Pro_17:6. - 9 Lev_23:40. - 10 Num_15:5; Num_28:7-10.14; 2Sa_23:26. - 11 Num_10:2.10; 2Cr_7:6; 2Cr_29:27. - 12 2 Par 29:28. - 13 2Ma_4:34. Esta es, sin duda, la razón por la que el traductor griego suprimió en su versión el nombre de Simón e introdujo la súplica de liberación, concluyendo: Que su misericordia permanezca fielmente con nosotros y que nos libre de nuestros días. - 14 1Ma_5:65; Eze_25:12-14; Abd_1:1-11; Mal_1:2-5; Sal 52; Mal_138:7. - 15 2Re_17:25-28. - 16 Esd_4:1-5. - 17 Jua_4:20.


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter L.

1 Of Simon the sonne of Onias. 22 How the people were taught to praise God, and pray. 27 The conclusion.
1 Simon [ 2Ma_3:4.] the high priest the sonne of Onias, who in his life repaired the house againe, and in his dayes fortified the Temple:
2 And by him was built from the foundation the double height, the high fortresse of the wall about the Temple.
3 In his dayes the [ 1Ki_7:23.] cisterne to receiue water being in compasse as the sea, was couered with plates of brasse.
4 He tooke care of the Temple that it should not fall, and fortified the citie against besieging.
5 How was he honoured in the midst of the people, in his comming out of the [ Greek: the house of the vaile.] Sanctuarie?
6 He was as the morning starre in the midst of a cloud: and as the moone at the full.
7 As the Sunne shining vpon the Temple of the most High, and as the rainebow giuing light in the bright cloudes.
8 And as the flowre of roses in the spring of the yeere, as lillies by the riuers of waters, and as the branches of the frankincense tree in the time of summer.
9 As fire and incense in the censer, and as a vessell of beaten gold set with all maner of precious stones,
10 And as a faire oliue tree budding forth fruit, and as a Cypresse tree which groweth vp to the cloudes.
11 When he put on the robe of honour, and was clothed with the perfection
of glory, when he went vp to the holy altar, he made the garment of holinesse honourable.
12 When he tooke the portions out of the priests hands, hee himselfe stood by the hearth of the altar, compassed with his brethren round about, as a yong cedar in Libanus, and as palme trees compassed they him round about.
13 So were all the sonnes of Aaron in their glory, and the oblations of the Lord in their hands, before all the congregation of Israel.
14 And finishing the seruice at the altar, that he might adorne the offring of the most high Almighty,
15 He stretched out his hand to the cup, and powred of the blood of the grape, he powred out at the foote of the altar, a sweet smelling sauour vnto the most high King of all.
16 Then shouted the sonnes of Aaron, and sounded [ Or, trumpets beaten forth with the hammer.] the siluer trumpets, and made a great noise to be heard, for a remembrance before the most High.
17 Then all the people together hasted, and fell downe to the earth vpon their faces to worship their Lord God almighty the most High.
18 The singers also sang praises with their voices, with great variety of sounds was there made sweete melodie.
19 And the people besought the Lord the most High by prayer before him that is mercifull, till the solemnity of the Lord was ended, and they had finished his seruice.
20 Then he went downe, and lifted vp his hands ouer the whole congregation of the children of Israel, to giue the blessing of the Lord with his lips, and to reioyce in his name.
21 And they bowed themselues downe to worship the second time, that they might receiue a blessing from the most High.
22 Now therefore blesse yee the God of all, which onely doth wonderous things euery where, which exalteth our daies from the wombe, and dealeth with vs according to his mercy.
23 He grant vs ioyfulnesse of heart, and that peace may be in our daies in Israel for euer.
24 That hee would confirme his mercy with vs, and deliuer vs at his time.
25 There be two maner of nations which my heart abhorreth, and the third is no nation.
26 They that sit vpon the mountaine of Samaria, and they that dwell amongst the Philistines, and that foolish people that dwell in Sichem.
27 Iesus the sonne of Sirach of Hierusalem hath written in this booke, the instruction of vnderstanding and knowledge, who out of his heart powred forth wisedome.
28 Blessed is he that shall be exercised in these things, and hee that layeth them vp in his heart, shall become wise.
29 For if he doe them, hee shall be strong to all things, for the light of the Lord leadeth him, who giueth wisedome to the godly: blessed be the Lord for euer. Amen. Amen.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Elogio del sumo sacerdote Simón. Mención aparte merece para Ben Sirá la figura del sumo sacerdote Simón (o Simeón) quien ejerció su ministerio en Jerusalén entre el 219 y el 196 a.C. Por lo que se ve, Ben Sirá le conoció, y según algunos comentaristas, habría muerto un poco antes de que Ben Sirá escribiera su obra. De todos modos a los ojos de Ben Sirá, fue un gran personaje, el que más brillo y esplendor introdujo a la institución sacerdotal y quizás el que más se aproximó al ideal cultual y litúrgico; además parece que Simón mejoró bastante las instalaciones del modesto templo que había sido reconstruido unos dos o tres siglos antes que él. En todo caso Simón dejó una profunda huella en el pensamiento y los sentimientos de Ben Sirá. Los versículos 22-24 son una invitación a concluir este largo elogio de los hombres gloriosos de Israel alabando a Dios por sus maravillas y pidiendo de Él la sensatez, la paz y la fidelidad por siempre.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*44:1-50:21 Inspirándose en los textos de las Escrituras, Ben Sira presenta una galería de personajes importantes de su pueblo que va desde el patriarca antediluviano Henoc hasta su contemporáneo, el sumo sacerdote Simón. Este himno canta la sabiduría creadora de Dios que se manifiesta en la historia de Israel (véase Sir 24:1-34). Es de notar que lo más original de esta composición es su presencia en una obra típicamente sapiencial. De este modo, el sabio establece un estrecho vínculo entre sabiduría, creación e historia.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. El Sumo Sacerdote Simón II murió hacia el 195 a. C. La admiración que el Sirácida demuestra hacia él hace pensar que este elogio está basado en recuerdos personales.

26. "Seír" es una región montañosa que se encuentra al sur del Mar Muerto, donde habitaban los edomitas ( Deu_2:1-7). "El pueblo necio que habita en Siquém": esta expresión se refiere a los samaritanos. Ver nota Jua_4:9.

Torres Amat (1825)



[2] El sumo sacerdote Simón II, hijo de Onías II, 220 a 195, representa el esplendor del culto y es el mejor símbolo religioso para el pueblo. Sólo él tenía el privilegio de pronunciar el inefable y divino nombre de Yahvé. Eclo 50, 22; 1 Mac 12, 6; 2 Mac 3, 4.

[22] Bendecía al pueblo, que era como el último acto de la sagrada función. Lev 9, 22; Num 6, 23.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— concluida: El texto hebreo añade: y después de haber ofrecido al Señor los sacrificios prescritos.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

50:19 «ceremonia» hebr.; «adorno» griego.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

50:19 «ceremonia» hebr.; «adorno» griego.