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Moral familiar.
Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo: (Efesios  5, 21) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 5

b) Perdonando, imitáis el amor de Dios y de Cristo (5/01-02),

1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados: 2 y andad en amor, como Cristo os amó y se entregó él mismo por nosotros como ofrenda y víctima a Dios en olor de suavidad.

Con nuestro perdón podemos imitar a aquel que nos ha perdonado: Dios. Y esto lo hemos de hacer como hijos queridos. Efectivamente, mirar al padre para imitarlo es lo que demuestra la buena calidad de hijo. Sin querer, nos acordamos del punto culminante del sermón de la montaña: «Sed perfectos, como vuestro Padre del cielo es perfecto» (Mat_5:48), y, según Lucas, todavía más cerca de nuestro contexto: «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro padre» (Luk_6:36). Pero sobre todo esta concepción se expresa en el mandamiento: amad a vuestros enemigos «para que os mostréis verdaderos hijos de vuestro Padre del cielo» (Mat_5:44 s).

Esta vida con la mirada puesta en el Padre es también la imitación de Cristo, en un sentido que, por otra parte, practicaba también Jesús como Hijo en una forma singular: «Nada puede hacer el Hijo por sí mismo, como no vea al Padre hacerlo; porque lo que éste hace, eso igualmente hace también el Hijo» (Joh_5:19). Así el hombre Jesús vivía lo más profundo de la «imitación de Dios», aunque en la Sagrada Escritura apenas se habla de «imitación», sino más bien de «obediencia» y de cumplimiento de la voluntad paterna. De la imitación del Dios perdonador se extiende la consideración a toda la anchura de la vida cristiana, que de nuevo se designa con la palabra «amor» y se fundamenta en el modelo de la entrega amorosa de Cristo. Que la expresión «en amor» realmente comprende toda la anchura de la vida cristiana, se desprende del hecho patente de que esta fórmula es frecuentísima a lo largo de la carta a los Efesios. No solamente se habla de «soportarse en amor» (Joh_4:2), sino que se dice que la vida se vive «en amor» (Joh_5:15); ciertamente, el último fundamento es Cristo mismo, que edifica su cuerpo «en amor» (Joh_4:16), en nuestro amor, en cuanto que realmente actúa en amor recíproco de los creyentes y por éste. Siempre nos tropezamos con el amor fraterno. Así hemos entendido al principio en el mismo sentido la primera actitud y hemos visto que el fin próximo de nuestra elección es precisamente «que seamos santos e inmaculados en amor» (Joh_1:4).

Prototipo de este amor es el amor del crucificado. Esto quiere decir que el amor es sacrificio, servicio, entrega de sí mismo hasta la inmolación: en este sentido es modelo y medida el sacrificio amoroso de Cristo: «Amaos unos a otros, como yo os he amado» (Joh_15:12). De aquí la consecuencia sencillamente contundente y de inmediata eficacia, que los discípulos sacaron del amor: «él ha dado su vida por nosotros. Y nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos» (1Jo_3:16). No al azar usa Pablo para significar la muerte de Cristo en la cruz expresiones tomadas de la terminología sacrificial del Antiguo Testamento, como «entrega», «sacrificio», «a Dios en olor de suavidad». Y así la marcha del pensamiento en estos dos últimos versos se reduce a esto: la imitación de Dios es una consecuencia natural de la imitaci6n de Cristo, y ésta para Pablo consiste no en esta o en aquella virtud, sino en llevar hasta el fondo la perfecta repetición del sacrificio vital de Cristo, y de ese otro sacrificio que día tras día se renueva en las manos del sacerdote y que debe continuar en la vida de todos los que juntamente ofrecen y juntamente son ofrecidos.

V. LA NUEVA VIDA EN PUREZA Y EN LUZ (1Jo_5:3-14)

Pablo toma ahora un nuevo rumbo. Esta vez pone en el centro el vicio capital del paganismo, la lujuria, y sigue con el tema en los próximos cinco versículos.

1. LAS OBRAS DE LAS TINIEBLAS Y SUS CONSECUENCIAS (5/03-08).

a) Los vicios capitales (1Jo_5:3-4).

3 Fornicación o cualquier clase de impureza o codicia ni siquiera se nombren entre vosotros, como corresponde a santos; 4 lo mismo las groserías, estupideces y bufonadas, cosas poco convenientes; sino más bien acción de gracias.

Por «fornicación o cualquier clase de impureza» se entiende todo un sector humano que puede afectar a la vida cristiana: desde el pecado de obra hasta la conversación frívola y la concupiscencia interior, como se deduce del texto paralelo de la carta a los Colosenses: «fornicación, impureza, pasión, deseo malo» (1Jo_3:5). De nuevo aparece aquí la codicia al lado de la impureza, como ordinariamente ocurre en san Pablo. En el citado texto de Colosenses se continúa así: «y la sed de lucro, que es una idolatría». Esta condenación de la codicia como culto idolátrico falta en nuestro texto, pero aparece inmediatamente (1Jo_5:5), cuando junto al «lujurioso» y al «impuro» está el «codicioso», «que es un idólatra». Debido a esta estrecha vinculación conceptual entre fornicación y codicia, algunos han intentado ver, en la palabra griega, algún vicio que tenga que ver con la vida sexual, uniendo ambos conceptos en uno, como puede verse en 4,19; donde el término original que aquí traducimos por «codicia», se tradujo por «frenesí». En ambos casos el Apóstol aplica el término a expresar el deseo desmedido, ya de poseer riquezas, ya de gozar. Sin embargo, para ser justos con el lenguaje propio del Apóstol, hay que dejar a cada vicio en lo que es: la fornicación y la codicia; pero teniendo en cuenta que para Pablo lo decisivo entre ambos es la codicia: codicia en el gozar o codicia en el tener. ésta es la que esclaviza al hombre de igual manera. El objeto de su codicia será su «dios» (Phi_3:19). Y si solamente es la codicia la que se llama idolatría y no la fornicación, esto se debe a que el codicioso es más dueño de sí mismo y realiza sus actos con más consciente reflexión e incluso con frialdad de cálculo.

Estas tres cosas -fornicación, impureza, codicia- «ni siquiera se nombren entre vosotros». El «ni siquiera» muestra claramente que el Apóstol tiene conciencia de lo exagerado de la expresión. Por ello son lícitas las traducciones con un toque de exageración: «ni por asomo...», «ni una sola vez deben ser oídas» o «...conocidas por su nombre». Deberá entenderse que tales cosas no deben ocurrir nunca entre vosotros.

Como fundamento de esta exhortación añade simplemente: «como corresponde a santos». Entre los cristianos surge una honda y viva conciencia de que el bautizado en Cristo y sellado, como una propiedad sagrada, por el Espíritu Santo, pertenece tan íntimamente a Dios en la esfera de lo sagrado, que todo lo que de profano y antidivino introduzca en esta esfera equivale a un robo divino y a una profanación del templo. En la primera carta a los Corintios se hace también referencia a los pecados de la carne y a la profanación del cuerpo humano, utilizando para ello un lenguaje bastante fuerte (1Co_6:12-20).

Otra nueva trilogía añade Pablo, y parece corresponder literalmente a la anterior. Después de haber dicho: «fornicación, impureza o codicia», añade ahora: «groserías, estupideces y bufonadas». No está claro qué se entiende por «grosería»: si una conducta desarreglada o una conversación sucia; algo análogo ocurre con las expresiones siguientes. En todo caso, esta segunda trilogía debe pertenecer al ámbito de la primera, que se reanuda otra vez en el versículo siguiente (1Co_5:5): «fornicario, impuro, codicioso». De las conversaciones sucias ha hablado ya Pablo en 4,29: «Todo lo que sea palabra mala no salga de vuestra boca». Pero allí predomina la atención al prójimo, y así lo contrario de la mala conversación es la buena conversación, que aporta utilidad a los que escuchan. Aquí, por el contrario, a la conversación sucia se opone la acción de gracias: se trata, pues, de la conducta moral del individuo.

Pablo parece sentir muy hondamente el abuso de los dones divinos, como son las valiosas capacidades humanas. Esto puede valer sobre todo con respecto a la lujuria y a la codicia, y se pone aquí de relieve, al tratarse de una cosa tan grave como es el abuso del lenguaje humano, que nos capacita para la pública alabanza divina, pudiendo realizar con ello su más noble y alta tarea. Verdaderamente, ¿quién hubiera imaginado poner la alabanza y la acción de gracias como reverso de las conversaciones sucias? ACCION-DE-GRACIAS: Es sorprendente que aquí surja de pronto la acción de gracias. ésta es para Pablo la postura fundamental del cristiano. Compárese el texto correspondiente de la carta a los Colosenses en que habla de esta acción de gracias: los cristianos deben estar «arraigados y sobreedificados en él (= Cristo) y asidos a la fe... prodigando la acción de gracias» ( Col_2:7). Tomemos también Col_3:15 con la exhortación ex abrupto: «y poneos a dar gracias», y tantos otros pasajes 24, y con todo esto podemos realmente decir: la acción de gracias a Dios es una actitud esencial, tan importante para el Apóstol, que, encaje o no, la urge constantemente.

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24. Cf. sobre todo 1Th_5:18.

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b) Consecuencias de estos vicios (1Th_5:5-7).

...5 Pues tened esto bien entendido: ningún fornicario, impuro o codicioso, que es un idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con palabras vanas: pues por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia. 7 No tengáis, pues, nada común con ellos.

Aquí surge una consideración -no muy frecuente en san Pablo, como motivación moral- sobre las consecuencias, no tomadas en serio suficientemente, de una vida inmoral: la exclusión del reino y de la herencia de Dios 25.

Del «reino de Dios» se había hablado ya en la carta a los Colosenses, cuando se decía: Dios «nos liberó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (1Th_1:13). Aquí también aparece el «reino de Dios» como el ámbito de la soberanía «de su Hijo muy amado» (cf. 1,6). Pero Dios es el que nos ha «redimido» y nos ha trasladado a este reino de su Hijo, como es también Dios el que «lo puso todo debajo de sus pies» (Eph_1:22). En este sentido hay que entender el «reino de Cristo y de Dios». En este ámbito de la soberanía de Cristo, tenemos parte en el reino de Dios, ahora ya de manera inicial y fundamental, aunque todavía oculta (Col_3:3 s). Pero lo que ahora está oculto y más tarde se descubrirá en gloria, no es otra cosa en definitiva sino la vida de Cristo en nosotros. De ambos anuncia Pablo que serán excluidos los pecadores. No heredarán el reino de Dios, porque ya ahora no tienen tampoco ninguna participación en él. Así es como Pablo expresa la realidad de lo que en el lenguaje de la teología (con mucha menos fuerza) se llama el «estado» o la «pérdida de la gracia santificante».

«Nadie os engañe con palabras vanas: pues por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia». Hay, pues, otras voces, que proclaman que la lujuria y la codicia no tienen importancia. No la tiene en sí, pues se trataría simplemente de la forma como la naturaleza del hombre se desarrolla; y tampoco la tienen por las eventuales consecuencias: «Comamos y bebamos, pues mañana moriremos» (1Co_15:32). El mismo Pablo les da la razón a estas voces del mundo, «si realmente los muertos no resucitan». Las «palabras vanas» son palabras detrás de las cuales no hay ninguna realidad, sino un pensamiento que se pierde en el vacío 26. Este es el pensamiento que «el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que actúa ahora entre los hijos de la rebelión» (1Co_2:2), exige con todos los medios a su alcance; el espíritu, que presenta el mundo como un ser autónomo, como si fuera un fin para sí mismo, igualmente que el hombre. «Nadie os engañe», advierte el Apóstol, pues son voces de sirena, tanto más peligrosas cuanto más propenso es el hombre a aceptarlas.

«...estas cosas», que el mundo toma tan a la ligera, son aquellas por las cuales «viene la ira de Dios sobre los hijos de la rebeldía». El que endereza su vida en esta direcci6n, se desvía automáticamente del reino de la luz, en cuyo ámbito salvador había entrado, para caer de nuevo en el poder de las tinieblas y sufrir consiguientemente la condena que sobre estas cosas recaerá. «No tengáis, pues, nada común con ellos»: tan grande es el peligro que los amenaza.

Al mismo tiempo, esta ira de Dios no es solamente futura, sino que ya está actuando desde ahora. Pablo describe esta situación en la carta a los Romanos: «por eso Dios los ha entregado», a saber, en su propio ser y en sus concupiscencias, hasta desembocar en una esclavitud peor y más vergonzosa (cf. Rom_1:21-32).

El Apóstol se está refiriendo claramente a la concepción libertaria en asuntos morales, sobre todo en lo concerniente al sexo. Se trata del libertinaje moral 27. éste puede dar origen a una postura tanto moral como inmoral, según como se tome. Una interpretación gnóstica de lo espiritual puede llevar a considerar a la materia como algo que marcha solo e independiente: ella puede seguir el camino que quiera; lo que cuenta es el espíritu. A un resultado parecido puede llevar una falsa comprensión de la postura del Apóstol frente a la ley y a las «buenas obras». La justificación por la fe sola podría ser mal entendida así: mientras menos obras, mayor es la fe (antinomismo). Lutero experimentó las consecuencias de su paulinismo unilateral en la vida moral del pueblo creyente, y sufrió bastante por ello. ¿Qué reacción produce en nosotros la insistencia incansable con que la Iglesia, a contrapelo de la incomprensión del mundo, nos predica que la lujuria, la impureza, la codicia son cosas por las que aviene la ira de Dios sobre los hijos de la rebeldía»? ¿No tenemos la tentaci6n de echar en cara a la moral católica (moral del sexo, del matrimonio) que nos propone concepciones ya anticuadas? Habrá que recomendar a veces un desplazamiento del acento, pero lo que esta moral dice, debe permanecer intocable. La ira de Dios viene, y viene por estas cosas: «No tengáis, pues, nada común con ellos.»

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25. Cf. para esto también 1Co_6:9; 1Co_15:50; Gal_5:21.

26. Además de 4,17.

27. Habría que comparar los vivos coloquios con esta gente en la primera a los Corintios (6,12-14: 10,23).

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2. VIVID COMO HIJOS DE LA LUZ (5,8-20).

a) Producid frutos de luz (5/08-10).

8 Pues antaño erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz, 9 pues el fruto de la luz consiste en toda suerte de bondad y de justicia y de verdad. 10 Discernid lo que es agradable al Señor...

Pocas veces amenaza Pablo con el castigo de Dios, como en el pasaje precedente; lo normal en él es que haga derivar la vida moral del cristiano del mismo ser cristiano. Así también aquí. Empieza subrayando, por medio de un tiempo pasado («erais»), que ya no son lo que eran. No solamente se ha verificado un cambio de ambiente, sino que ellos mismos, que eran tinieblas, se han convertido en luz. Ha surgido una nueva creación: «Andad, pues, como hijos de la luz...» «Hijos de la luz» se llaman los cristianos ya en la primera de las cartas paulinas: «Todos sois hijos de la luz e hijos del día» (1Th_5:5). Este empleo de «hijos» es una expresión semítica para indicar la íntima pertenencia, y será muy útil recordar su origen: el hijo se parece al padre. Con la vida y la existencia recibe también una mentalidad y un estilo de vida. Su procedencia es visible. Lo mismo ocurre aquí. Proceder de la luz, ser luz uno mismo: esto impone una responsabilidad. La luz debe alumbrar, y esta iluminación consiste en todo lo que pueda llamarse «bondad» y «justicia» y «verdad».

Se trata de las tres expresiones más comunes para indicar la perfección moral. Cada una de ellas bastaría ya para abarcar el conjunto. La verdad es la vida que corresponde a la realidad 28. Cuando esta realidad íntima, este ser del cristiano que lo impulsa a su propia afirmación se comprende y se realiza como voluntad de Dios, como ley, entonces lo que antes se llamaba «verdad», ahora se llama «justicia». Finalmente, la expresión «bondad» se refiere de nuevo a la rectitud, con un subrayado al amor y a la misma bondad. Y así estas tres cosas son realmente, no «frutos», sino, como expresamente se dice en nuestro texto, «el fruto» de la luz.

«Discernid lo que es agradable al Señor». Se trataba del «fruto» de la luz. Pero este «fruto» tiene una peculiaridad: no crece por sí mismo en la bondad del árbol, que lo sostiene; sino, al contrario, tiene que intentar la forma de mantenerse, tiene que optar, tiene que discernir lo que es «acepto al Señor». Así pues, la medida de esta opción no es agradarse a sí mismo o a los otros, sino sólo al Señor.

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28. Además de 4,15.

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b) Llevad a la luz los que están en las tinieblas (5/11-14).

...11 y no comulguéis con las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, ponedlas en evidencia; 12 pues las cosas que ellos realizan en oculto, resulta vergonzoso aun el decirlas; 13 pero, una vez puestas en evidencia todas ellas, por la luz quedan al descubierto: pues todo lo que queda al descubierto es luz. 14 Por eso dice: «Despiértate tú, que duermes, y levántate de entre los muertos, y Cristo brillará sobre ti.»

«...las obras infructuosas de las tinieblas». Aquí no se habla de los «frutos» de las tinieblas, como antes se ha hablado de los «frutos» de la luz, ya que sería demasiado honor el uso de esta metáfora. El Apóstol habla sólo de «obras» de las tinieblas y añade que son «obras infructuosas». Desde una perspectiva humana, pueden ser grandes realizaciones y proezas, pero, dado que proceden de las tinieblas, sólo tinieblas propagan, y todo supuesto logro es apariencia engañosa. Que aquí se hable de obras «infructuosas» demuestra que, al hablarse antes del «fruto» de la luz, no se pensaba solamente en su procedencia de la luz, sino en su calidad de «fruto» beneficioso para los demás. Procediendo de la luz, él mismo difunde luz.

«...una vez puestas en evidencia todas ellas, por la luz quedan al descubierto: pues todo lo que queda al descubierto es luz». Partimos del presupuesto de que esta traducción no es muy clara y mucho menos el texto original; lo único posible, pues, es intentar sacar el sentido general partiendo de lo que es seguro, o sea: se nos exige «poner en evidencia» (5,11b), y al final (5,13b) se indica expresamente la finalidad que se intentaba: «pues todo lo que se pone en evidencia es luz». Y este objeto es luz precisamente porque al poner en evidencia queda al descubierto por la luz. Si esta manera de entenderlo tiene sentido, lógicamente con la expresión quedar al descubierto por la luz o llevar a la luz no se quiere decir simplemente que la conversación «convincente» del cristiano abre la oculta vergüenza a la luz del día, poniendo así al descubierto todo su alcance. Efectivamente, ¿quién se atrevería a decir que la vergüenza, por el hecho de haber sido interpelada, se convierta precisamente en luz? Por tanto, parece que la expresión, excesivamente abreviada, se refiere a un poner en evidencia de cuyo resultado la luz -Cristo- aparezca victorioso, conduciendo a la conversión. En esta perspectiva se presenta a Cristo como luz (5,14b). Ciertamente, todavía nos resulta oscuro por qué Pablo pudo formular todo el pasaje en el sentido de que «todo lo que es puesto en evidencia, por la luz queda al descubierto». En todo caso, este sentido es exigido por la explicación que a continuación se añade: «pues todo lo que queda al descubierto es luz». Que Pablo realmente piensa en la conversión de los pecadores, queda definitivamente claro por la cita final:

«Por eso dice: "despiértate tú, que duermes, y levántate de entre los muertos, y Cristo brillará sobre ti".» Se sospecha que esta estrofa pertenece a un himno cantado en la liturgia bautismal y en el que se apostrofaba al neófito. éste sabía que, con el bautismo, entraba en una vida nueva, que se diferenciaba de la existencia anterior como el claro despertar del sueño sepulcral, como la vida resucitada de la muerte, y que todo esto se vivía en un nuevo mundo, a la luz de un nuevo sol, Cristo.

c) Buscad en la sabiduría la voluntad de Dios (5/15-17).

15 Mirad, pues, con cuidado cómo andáis, no como necios, sino como sabios, 16 aprovechando el tiempo, porque los días son malos. 17 Por eso no os volváis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor.

La conjunción «pues» puede muy bien referirse a la experiencia de iluminación que trae consigo el bautismo, y de la que se acaba de hablar. Una vida nueva en una nueva luz, es verdad; pero hay que realizarla con conciencia y responsabilidad. Ya anteriormente se proponía la tarea de decidirse conscientemente a «lo que es acepto al Señor». También aquí ahora el primer pensamiento apunta a una recta comprensión de lo que concretamente es la voluntad del Señor. De aquí la apremiante exhortación: «mirad con cuidado». La cosa no es tan simple. Hay fuerzas de dentro (2,3) y fuerzas de fuera, que están operando para oscurecer la luz, turbar la mirada e impedir o dificultar la recta opción.

Y ya no deben vivir como «necios», puesto que han dejado de serlo al recibir en sí abundantemente la riqueza de la gracia de Dios como suma de toda sabiduría e inteligencia a través de la revelación del misterio de la voluntad de Dios (1,8s). Por el contrario, deben vivir como «sabios». Hay que estar atentos a esta vida, ya que en ella está la verdadera sabiduría. Esta no consiste en una descuidada e irreflexiva improvisación al día, sino en un consciente «aprovechar el tiempo». La palabra griega kairos dice más que «tiempo»: se refiere al contenido de este tiempo, a la situación que este tiempo trae consigo, a las posibilidades que ofrece. Y «aprovechar el tiempo» quiere decir sacar ventaja de estas posibilidades con vistas al fin último, entresacando de cada situación lo mejor.

Esto es sabiduría, y sabiduría urgente, «... pues los días son malos». En la tradición judía y después en el Evangelio, domina la idea de que los últimos tiempos, en su calidad de dolores de parto de un nuevo mundo, traen consigo dolores, necesidades y angustias de toda clase. El maligno es el que con la última proclama de su ya decadente soberanía hace que estos días sean «malos». Este mal, que tan amargas consecuencias puede traer, significa para el hombre impugnación, tentación y peligro. Ver a todo trance la cruz en este mal, ver en esto, que lleva a la aniquilación, el camino para la vida, no puede realizarse sin la ayuda de la sabiduría. El Apóstol exhorta instantemente. De aquí la repetición: «no os volváis insensatos». ¡Sólo la voluntad de Dios! Conocerla es lo contrario de la insensatez. La voluntad de Dios es decisiva para todo lo que hay que hacer, permitir o padecer. ¿A dónde irá el cristiano por este conocimiento de la voluntad de Dios y por la disponibilidad para cumplirla, y cómo podrá afianzarse en ella?

d) Dejaos llenar por el Espíritu (5/18-20).

18 Y no os embriaguéis con vino, pues en él está la perdición, antes bien dejaos llenar por el Espíritu, 19 hablándoos mutuamente con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones; 20 dando constantemente gracias de todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre.

La exhortación a no embriagarse con vino no deja de ser sorprendente. Al continuarse aquí la lista, comenzada anteriormente (4,25), de exhortaciones individuales, cabría esperar que a la embriaguez se le opusiera la templanza; pero lo que se considera como su anverso es la «embriaguez en el Espíritu», y en los versículos siguientes se trata de comunicaciones que difícilmente encajarían sino en la comunidad reunida para celebrar el culto. Pero realmente ¿es posible que una exhortación a dejar la embriaguez del vino pueda llevar a la idea de la «inspiración» de la comunidad reunida? Posiblemente sí. Y precisamente al tratarse de una embriaguez que iba ligada a las comidas comunitarias de los primeros cristianos. En este mismo sentido ya había apuntado Pablo a ciertos inconvenientes en la Iglesia de Corinto: «Mientras uno tiene hambre, otro se embriaga» (1Co_11:21). Así se explica la vinculación entre una embriaguez corporal y una embriaguez espiritual. Así se confirma la sospecha de que aquí Pablo realmente está pensando en la vida comunitaria litúrgica, y precisamente -como se desprende del contexto- en su calidad de espacio en el que el individuo partiendo de la fe de la comunidad, debe renovarse en el Espíritu de su mente (1Co_4:23), y en el que igualmente alcanza aquella inteligencia de la voluntad de Dios, que lo capacita para interpretar «los días malos» de una manera sabia, o sea realmente cristiana.

De la embriaguez se dice que en ella hay asotia, que puede significar ausencia de salvación o de salud, pero también libertinaje, prodigalidad. Habría que pensar en la primera significación, teniendo en cuenta la tentación del hombre a buscar en la embriaguez refugio y salvación en sus necesidades y angustias. Realmente, desaparecen así por un momento las preocupaciones de cada día, proyectándolas a la vida «en otro mundo». Esto es lo que ocurre verdaderamente en el mundo, del que el Espíritu nos arrebata en diversas maneras y grados, como primicias de la vida en Dios, a cuyo encuentro vamos. Aquí, en la reunión cultual, el Espíritu llena los corazones, pero éstos tienen que abrirse a él («dejaos llenar por el Espíritu»), y el mismo Espíritu desata las lenguas en salmos, himnos y cánticos, a través de textos conocidos o quizá en un libre intercambio de aclamaciones y réplicas, en santa rivalidad por una alabanza divina cada vez más alta. Esta manera de cantar se llama «espiritual» en el pleno sentido de su proveniencia del Espíritu, del cual está lleno y cuyo objeto propio constituye.

Pero Pablo no se olvida de añadir: lo que a esta alabanza divina proporciona su verdadero valor no es ni la voz ni la recitación, ni la perfección de la forma. Es el «cantar con el corazón», que presupone la expresión exterior y la acompaña, el cantar interior, que apunta sólo al Señor: «Cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones». Y como si se tratara de comenzar el himno y el cántico, el mismo Pablo da el tono y el tema: «Dando constantemente gracias de todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre».

¿Tiene que ver el verbo eukharistein (dar gracias) aquí con la gran oración eucarística (el prefacio de nuestra misa) y, por consiguiente, con la celebración de la cena? Es muy posible, sobre todo tratándose, como se trata, de una reunión comunitaria y de la celebración del culto. Sin embargo, parece que el pensamiento del Apóstol vuelve aquí a la vida diaria de los cristianos y al talante fundamental de la existencia cristiana, que tan profundamente le preocupa: la postura de acción de gracias y alabanza siempre y en todas partes, y por todo.

El «constantemente» parece referirse a que el recuerdo de la celebración eucarística domina y condiciona esta actitud de acción de gracias. Recuérdese lo que se dice en 1Th_5:16-18 : «Estad siempre alegres. No dejéis nunca de orar, dad gracias en toda ocasión.» También es dudoso si en nuestro pasaje hay que traducir «por todo» o «por todos». Ambas traducciones encierran un profundo significado. Dar gracias «por todos» sería la manera de expresar la conciencia de mutua pertenencia entre los cristianos: la alegre posesión de la salvación inclina a dar gracias por la misma salvación, que se realiza también en el hermano. Pero también la otra traducción «dar gracias por todo» sería la expresión de algo profundamente cristiano: la fe en que detrás de todo está el Padre (nuestra acción de gracias va hacia «Dios Padre»), y en que «para aquellos que aman a Dios, todo redunda en lo mejor» (Rom_8:28).



VI. LA CASA CRISTIANA (,9).

De la reunión cultual pasa Pablo a hablar de la familia cristiana. «Familia», según la manera de concebir de la antigüedad, comprendía la comunidad doméstica de marido y mujer, hijos y esclavos. Para todos ellos vale una ley fundamental, que Pablo pone como título de su exhortación:

21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo.

Esta exhortación es tan sorprendente como significativa: este epígrafe constituye literalmente el último miembro de la sección anterior. Allí predomina esta idea en forma imperativa: «dejaos llenar por el Espíritu». Esto se especifica más: «hablándoos mutuamente... cantando... dando constantemente gracias...» Y ahora, en la misma línea de pensamiento, se añade: «someteos los unos a los otros». Sin darse cuenta, se pasa del culto a la vida diaria de la familia. No podía Pablo mostrar más claramente cómo casi sin darse cuenta presupone que la vida cristiana es solamente una; que no hay dos esferas diferentes: Iglesia y casa, domingo y días laborables, liturgia y vida. Del culto parte siempre nueva la comprensión de la voluntad de Dios y la fuerza para llevarla a cabo. Y viceversa, la vida vivida -alegría y dolor, éxitos y fracasos, esperanza y preocupación- es lo que el cristiano lleva consigo, cuando juntamente con sus hermanos celebra la liturgia en la presencia de Dios.

En la carta a los Colosenses tenemos un pasaje muy semejante, de suerte que ambos textos se complementan y explican mutuamente: allí la mención de un sentimiento de acción de gracias lleva igualmente a la reunión comunitaria, en la que esta actitud cristiana se exterioriza de forma especial: «enseñándoos mutuamente en toda sabiduría y amonestándoos con salmos, himnos y cánticos inspirados, en la gracia, cantando en vuestros corazones a Dios». Y termina con una alusión, más explícita aún, a toda la anchura y longitud de la vida diaria: «Y todo lo que hagáis en palabra u obra, todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (3,16s). Para Pablo la familia cristiana se construye sobre la recta sumisión de sus miembros. Esto vale también para toda otra familia bien ordenada. Lo específicamente cristiano es que esta sumisión natural o, mejor, exigida por la naturaleza, debe prestarse «en el temor de Cristo», o sea en el santo y respetuoso temor ante la presencia de Cristo el Señor. Este hecho da a toda la vida una nueva consagración y hace que la sumisión, que antes les resultaba tan pesada a los hombres, parezca más ligera. Reconcilia, además, la sumisión con la dignidad de la persona, y da a la recta ordenación un fundamento básico, sobre todo allí donde la cortedad de la parte poseedora del mando pondría en peligro esta ordenación.

1. MUJER Y MARIDO (5,22-33).

a) Las mujeres sométanse a los maridos (5/22-24).

(21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo.) 22 Las mujeres sométanse a los propios maridos, como al Señor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, del cual es también salvador. 24 Ahora bien, como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.

Las mujeres deben estar sometidas a sus maridos, como al Señor. Esta conjunción «como» -según el uso del griego- tiene un empleo de analogía de proporción, que aquí está condicionada por la frase «en el temor del Señor»: la mujer se somete al marido precisamente porque, actuando así, se somete al Señor.

«Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, del cual es también salvador.» El matrimonio debe imitar la relación de Cristo con su Iglesia. Así como Cristo es la cabeza de su Iglesia, así también el marido lo debe ser de su mujer. Con la palabra «cabeza» se quiere indicar ante todo la postura de señor y amor. Cristo es ciertamente, en su calidad de cabeza de la Iglesia, mucho más que eso 29: es fuente de su vida, fundamento y fin de su crecimiento, cosa que no lo es el marido con respecto a su mujer.

Ciertamente Pablo quiere limar esta actitud dominadora del marido, excluyendo toda clase de egoísmo y de abuso de suficiencia. Por eso añade esta sorprendente perícopa: «Cristo, salvador de su cuerpo». La autoridad del marido debe estar toda ella dirigida a la «salvación» de la mujer, en la misma medida en que Cristo adopta esta actitud con respecto a su Iglesia 30.

Así ve Pablo esta relación por parte del marido. Ahora intenta colarse en la perspectiva de la mujer. «Ahora bien, como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo». Indudablemente, al formularse la proposición fundamental por partida doble, se quita la posibilidad de todo equívoco. Al marido atribuye el Apóstol el papel moderador y directivo del matrimonio, mientras que a la mujer la considera como subordinada. Y esta relación vale «en todo», o sea en todas las circunstancias de la convivencia del matrimonio.

Lo nuevo que hay aquí es la perspectiva religiosa. A ambas partes se exhorta a vivir esa ordenación a partir de la fe. El marido debe entender su papel directivo como un camino para la salvación, según el modelo de Cristo; y la mujer debe prestar su obediencia como si fuera un servicio de sumisión hecho directamente a Cristo.

Una verdad religiosa valedera y permanente debemos verla en el hecho de que la vida común en el matrimonio se considera como realización de la fe y de la vida de la gracia. Pero la comparación que Pablo toma de la relación de los sexos y de los cónyuges, debemos entenderla en su condicionamiento histórico y temporal. Corresponde generalmente a la precaria posición de la mujer en el mundo antiguo, y especialmente a la educación rabínica del propio Pablo. Ciertamente en aquel tiempo se abría ya paso una más alta e igualitaria estima de la mujer. En el mismo Jesús aparecen, como podemos fácilmente reconocer, ciertas cosas francamente claras: el hombre y la mujer son, por su propia creación, del mismo valor esencial a los ojos de Dios. Esto, sin embargo, no había sido llevado completamente a la vida práctica en la época apostólica. Pero los versículos siguientes demuestran que Pablo estaba ya en esa dirección.

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29. Para 1,22 y 4,16.

30. Así puede entenderse esta expresión («salvador del cuerpo»). Pero es discutible si con ello queda suficientemente explicada esta fórmula sorprendente. Pues, aunque para nosotros es tan frecuente tratar a Cristo como «Salvador» (soter), en el NT es muy raramente designado con este título; en san Pablo, aparte de las tardías cartas pastorales, solamente aparece en Phi_3:20. Allí es el salvador de los fieles (como Luk_2:11) o el «salvador del mundo» (como Joh_4:42), resultando completamente única la determinación «salvador de su cuerpo».

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b) Maridos, amad a vuestras esposas (5/25-32).

25 Los maridos amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, 26 para santificarla, purificándola con el baño de agua en la palabra, 27 para presentársela a sí mismo toda gloriosa, sin mancha, sin arruga o cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada.

Así como para las mujeres Pablo solo tenía una exhortación: «Estad sumisas», así para los maridos no tiene más que una también, fundamental y que lo abarca todo: «Amad a vuestras esposas». Y otra vez Cristo es el modelo: «como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella». Pero aquí también tiene que haber algo más que una simple comparación. La actuación de Cristo por su Iglesia tiene que constituir la base del amor del marido por su mujer: porque Cristo se ha entregado por su Iglesia en amor, y el matrimonio es como la reprodución de la relación de Cristo con su Iglesia, por esto precisamente deben los maridos amar a sus mujeres, y por su parte comunicar este amor en una entrega dispuesta al sacrificio.

El fin, al que debe apuntar la entrega de Cristo en la cruz, es precisamente la liberación del poder de las tinieblas, y del juicio de la ira de Dios, o sea, en una palabra, el perdón de los pecados (Gal_1:4). Aquí se subraya fuertemente el lado positivo de esta obra redentora: la santificación 31; y no tanto la santificación de los individuos, cuanto la santificación de la Iglesia en su conjunto. Esta santificación se logra por el bautismo constante de sus miembros siempre nuevos. Es al mismo tiempo purificación y santificación.

La expresión «baño de agua en la palabra» es equivalente a lo que la teología llama «sacramento»: una «materia», el baño de agua, a la que sobreviene la palabra -la fórmula bautismal- como «forma» que da sentido. «En la palabra» significa según la manera de hablar semítica «juntamente con», «acompañado de».

Ahora se describen los detalles de la santificación. Cristo se ha entregado en la cruz de la Iglesia, «para presentársela a sí mismo toda gloriosa». La palabra «presentar» puede considerarse como expresión técnica del acto de «llevar» a la novia. Así lo emplea también san Pablo cuando se describe como padrino, que «lleva a Cristo la Iglesia de Corinto como una virgen pura» (2Co_11:2). Ahora bien, este «padrinazgo» lleva consigo una tarea de formar, perfilar, perfeccionar y embellecer, como se pone de manifiesto en la manera como Pablo, en la carta a los Colosenses, habla de su trabajo apostólico como un «presentar a todo hombre perfecto en Cristo» (2Co_1:28).

En nuestro pasaje se pone de relieve que Cristo es su propio padrino, o sea que él mismo lleva a la Iglesia como novia gloriosamente. él mismo es el que prepara a la novia, el que hace que esté «sin mancha, sin arruga o cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada».

Pero ¿en qué sentido es realmente la Iglesia tan gloriosa, tan pura, tan inmaculada y virginal? ¿Se quiere indicar con ello a la Iglesia de los últimos tiempos, completamente purificada por las bodas eternas del cordero? Ni mucho menos; por el contrario, siendo ya obra maestra de su esposo, la Iglesia es ya ahora gloriosa e inmaculada. Y lo que después quedará manifiesto, no será más que la belleza, que ya ahora posee escondida. Aún más: Pablo piensa en la Iglesia, tal como surge del bautismo: siempre nueva, radiante y pura. Lo que ella hace por sí misma, no lo dice el Apóstol aquí, ya que está tratando de la comprensión de la entrega sacrificial y del amor de Cristo.

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31. Purificación y santificación juntamente: Tit_2:14.

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28 Así deben también los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Pues nadie odió jamás a su propia carne, sino que la nutre y la calienta, como hace también Cristo con la Iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo.

«Así deben también los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos.» El pensamiento no es completamente nuevo, ya que se reduce a destacar una dimensión de la actuación ideal de Cristo, de la que se dijo algo antes al presentar a Cristo como salvador de su cuerpo, que es la Iglesia. Aquí emerge claramente la consideración del amor de la cabeza por su propio cuerpo. Esto es lo que debe también valer para los maridos: «el que ama a su mujer, a sí mismo se ama.» Esta consideración le sirve al Apóstol de motivaci6n esclarecedora, que a pesar de la brevedad de su expresión invita a ser llevada a sus más pormenorizadas consecuencias.

«Nadie odió jamás a su propia carne, sino que la nutre y la calienta, como hace también Cris?o con la Iglesia.» «Odiar» no hay que tomarlo en el sentido fuerte que tiene la palabra en castellano: para los semitas «odiar» era lo mismo que «amar menos a uno que a otro»32. Y así uno «odia» en la medida en que no ama, o que descuida a alguno a quien debiera amar, tratándolo fría e indiferentemente. Ahora es cuando vendría bien, como un grado superior, lo que nosotros entendemos propiamente por «odiar»: aversión propiamente dicha, que desea el mal para los otros. Verdaderamente lo único que hace falta es que el marido cultive a su mujer, como cada uno se preocupa por su propio bienestar y su propia salud, evitando el dolor, curando las heridas y eliminando toda incomodidad.

Otra vez Cristo se presenta como ideal de este cultivo y cuidado de su cuerpo (que es la Iglesia). Por tercera vez se emplea la expresi6n fundamental y apremiante: «como también Cristo». Qué quiere Pablo con ese alimentar y calentar, podemos deducirlo de lo que se dice en 4,16: «...del cual todo el cuerpo recibe unidad y cohesión...» En esa obra de unificación y de ajustamiento está él presente actuando y procurando únicamente que el cuerpo crezca y llegue a su madurez en el amor.

Y al tratarse aquí de «alimentar», es posible que se haga alusión al hecho de que Cristo alimenta a este cuerpo consigo mismo, con su carne y sangre eucarísticas, expresión visible y tangible de una vida en Cristo, que nos vitaliza y nos mantiene a todos, «pues somos miembros de su cuerpo».

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32. Cf. Luk_14:26 con el paralelo Mat_10:37.

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31 «Por lo cual dejará el hombre al padre y a la madre, y se unirá a su mujer, y resultarán los dos una sola carne.» 32 Este misterio es grande; me refiero a que se aplica a Cristo y a la Iglesia. 33 En todo caso, también vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo, y la mujer respete a su marido.

Sin una fórmula de introducción, como es corriente cuando aduce una cita de la Escritura, Pablo pone por delante el texto del Génesis: «Por lo cual dejará el hombre al padre y a la madre...» (Gen_2:24). Ordinariamente se entiende este texto del matrimonio natural. No así Pablo. él ve ahí expresado un profundo misterio («este misterio es grande») y añade la razón por qué lo considera tan grande: «...se aplica a Cristo y a la Iglesia.» O sea: yo entiendo esta obra de Dios como realizada en Cristo y en la Iglesia. Directamente se trata de la primera pareja humana. Pero para Pablo Adán es figura de Cristo, el segundo Adán. Lo que vale para el primer Adán, encuentra en el segundo su sublimación y cumplimiento. Así entiende Pablo el texto del Génesis: Cristo y su matrimonio con la Iglesia, y por eso lo presenta verdaderamente como un misterio «grande».

El texto trata también, ciertamente, del matrimonio humano, aunque como dependiente de aquel fundamental matrimonio de Cristo con su Iglesia, al que se refiere esencialmente como trasunto suyo. Siendo esto así, el matrimonio humano es algo más que una mera figura, cuando se realiza entre miembros de Cristo: debe realizar la unión amorosa de Cristo con su Iglesia. Así pues, el matrimonio no es solamente figurativo, sino que es una participación real en lo que Pablo llama el gran misterio: Cristo esposo, un solo cuerpo con su esposa la Iglesia. Esto es lo que hace que el matrimonio sea entendido como un misterio de participación, un instrumento de la gracia y, por lo tanto, un sacramento. Y el que sea un trasunto de la unión de Cristo, el esposo, y de su esposa la Iglesia, esto es lo que diferencia este sacramento de los otros y constituye su cualidad específica.

Desde esta profunda visión del misterio del matrimonio cristiano -ya que se sitúa solamente en una perspectiva- vuelve Pablo finalmente a su exhortación inicial dirigida a los casados. Lo natural sería que después de todo lo dicho la exhortación final empezara con un «por eso» o «por tanto», en calidad de resultado o de consecuencia. Sin embargo, el Apóstol comienza con un sorprendente «en todo caso», con que se prescinde de lo que antecede, como si Pablo quisiera decir: lo hayáis entendido o no, lo decisivo es que obréis rectamente: «En todo caso, también cada uno de vosotros, que ame a su mujer como a sí mismo, y la mujer respete a su marido».



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Advertencias generales a los cristianos, 5:1-20.
1 Sed, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados, 2 y vivid en caridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave. 3 Cuanto a la fornicación y cualquier género de impureza o avaricia, que ni se nombren entre vosotros, como conviene a santos: 4 ni palabras torpes, ni groserías, ni truhanerías, que desdicen de vosotros, sino más bien acción de gracias. 5 Pues habéis de saber que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es como adorador de ídolos, tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios. 6 Que nadie os engañe con razonamientos vanos, pues por esto viene la cólera de Dios sobre los hijos de la rebeldía. 7 No tengáis parte con ellos. 8 Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz. 9 El fruto de la luz es todo bondad, justicia y verdad. 10 Buscad lo que es grato al Señor, 11 sin comunicar en las obras vanas de las tinieblas, antes bien, estigmatizadlas; 12 pues lo que éstos hacen en secreto repugna decirlo; 13 y todas estas torpezas, una vez manifestadas por la luz, quedan al descubierto, y todo lo descubierto, luz es. 14 Por lo cual dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo. 15 Mirad, pues, que viváis circunspectamente, no como necios, sino como sabios, 16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 17 Por esto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor. 18 Y no os embriaguéis de vino, en el cual está la liviandad. Llenaos, al contrario, del Espíritu, 19 siempre en salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones, 20 dando siempre gracias por todas las cosas a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Es continuación de la exhortación moral precedente. El Apóstol insiste sobre todo en los pecados de la carne, tan extendidos entre los paganos (cf. Rom_1:24-27; 1Co_5:10), y que los cristianos deben evitar.
Comienza con la recomendación general, propuesta ya antes por Jesucristo, de que los cristianos deben esforzarse por imitar al Padre que tenemos en los cielos (v.1; cf. Mat_5:48). Luego, fijando su mirada en Cristo, dice que la vida del cristiano debe estar totalmente informada por la caridad, a ejemplo de aquel que para demostrarnos su amor se ofreció en sacrificio a Dios por nosostros en suave olor (v.2; cf. Rom_8:32-39; 2Co_5:14; Gal_2:20; Jua_15:13). Evidentemente, es una alusión al sacrificio cruento de la cruz, en el cual Jesucristo fue a la vez víctima y sacerdote (cf. Heb_10:5-14). La expresión en olor suave, significando que se trata de víctima agradable a Dios, está inspirada en el humo del incienso en los sacrificios (cf. Gen_8:21; Lev_1:9).
Los pecados enumerados en los ? .3-5 se refieren, en general, a pecados de impureza. Así interpretan muchos incluso el término avaricia (????????? ), que aludiría a esa avidez de gozar más y más propia de los placeres sensuales. Sin embargo, parece más probable, conforme interpretan hoy generalmente los autores, que el término avaricia tenga aquí su sentido obvio de avidez en poseer más y más, que convierte al hombre en esclavo del dinero, del que hace su dios (cf. Mat_6:24), y que, junto con la impureza, era otro de los grandes vicios de la sociedad pagana (cf. Rom_1:29; 1Co_5:11; Gol 3:5). Todos estos pecados excluyen del reino de Dios, para el que perdemos el derecho (? .? ), y ni siquiera deben nombrarse entre los cristianos (? .? ). Esta última expresión no es clara. Generalmente es interpretada como modo de hablar hiperbólico para acentuar la recomendación; pero puede también interpretarse en otro sentido, considerando el término nombre como sustituido de cosa, conforme era corriente entre los semitas (cf. 1:21), y significando simplemente que esos vicios no deben existir entre los cristianos.
Sigue ahora (v.6-20) una serie de consejos que, dada la manera de expresarse del Apóstol, parecen referirse a las reuniones cultuales de los gentiles, donde se daban múltiples abusos, que los cristianos deben evitar, sustituyendo aquellas reuniones orgiásticas y tenebrosas por otras espirituales y llenas de luz. Esos que tratan de arrastrarles a su modo de vivir con razonamientos vanos (v.6-7) serían los propagandistas de esos cultos; cultos tenebrosos (v. 11-12), donde abundaba el vino y la liviandad (v.18; cf. 1Co_11:21), a los que el Apóstol contrapone la luminosidad de los cultos cristianos (v.13-14), donde, en vez de vino y liviandad, hay cánticos y acción de gracias a Dios, fruto de la inspiración del Espíritu Santo (v. 18-20; cf. 1Co_14:23-26; Hec_2:15-16). Hermosamente dice de los cristianos que su vida debe ser una irradiación esplendorosa de bondad, justicia y verdad (v.9), tres términos en que concreta la imagen del cristiano perfecto (cf. 4:24-25). Este no solamente no debe participar en las obras tenebrosas de los gentiles, sino que debe estigmatizarlas (v.11), de modo que aparezcan a todos como son en sí mismas, en su verdadera luz (v.13), y así no sólo se mantenga él en el camino de luz donde le introdujo el bautismo, sin que contribuya a que también los pecadores conozcan su error y pasen de las tinieblas a la luz de Cristo (v.14). Tal parece ser el sentido de la cita de este v.14, tomada, según todas las probabilidades, de algún himno bautismal primitivo, en que se describe el bautismo como una iluminación (cf. Heb_6:4; Heb_10:32) 263. Hay autores, sin embargo, que creen que se trata de una cita combinada de Escritura (cf. Is 6o, i y 26:19), dada la fórmula con que el Apóstol la introduce: por lo cual dice, en impersonal, como suele hacer cuando cita las palabras de Dios en la Escritura. Pero es difícil, aun suponiendo que se tratase de una cita hecha libremente, ver ahí una alusión a los textos de Isaías o a otro cualquier pasaje de la Escritura. La recomendación de que no vivan como necios, sino como sabios (v.15), nos recuerda el pasaje de 1Co_1:17-31, en que los términos necedad y sabiduría quedan ampliamente explicados. Los días malos, a que alude el v.16, son esos tiempos difíciles, de entonces y de ahora, en que domina el pecado y la acción de los hombres perversos, al contrario de lo que sucederá en el siglo futuro o venidero (cf. 1.21; Gal_1:4).

La vida familiar: marido y mujer,Gal_5:21-33.
21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo. 22 Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. 24 Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo. 25 Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella 26 para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, 27 a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. 28 Así los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, 29 y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo. 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne. 32 Gran misterio éste, pero en la perspectiva de Cristo y de la Iglesia. 33 Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido.

Hasta ahora el Apóstol había insistido en preceptos generales, aplicables a todos los cristianos; aquí comienza a tratar concretamente las relaciones familiares: marido y mujer, padres e hijos, amos y siervos.
Primeramente, después de una recomendación general aplicable igualmente a todas las categorías sociales de que va a hablar (v.21), se fija en la primera de esas categorías, la de marido y mujer (v.22-33; cf. Col_3:18-19). Es un pasaje bellísimo en que el Apóstol manifiesta bien a las claras su altísima concepción sobre el matrimonio cristiano, completando así lo dicho con otra perspectiva en 1Co_7:1-9. Difícil poder dar, en orden a la vida conyugal, reglas más puras y más sublimes de las trazadas aquí por San Pablo.
Toma como base la unión de Cristo a la Iglesia, con la que pone en paralelismo el matrimonio cristiano. De esta imagen Iglesia-esposa de Cristo, ya hablamos en la introducción a la carta. La mujer, dice, debe estar sujeta al marido en todo, como la Iglesia a Cristo; pues el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia (v.22-24; cf. 1Co_11:3). De otra parte, el marido debe amar a su mujer como a su propio cuerpo, sacrificándose por ella, como Cristo amó a la Iglesia, su Cuerpo místico, y se entregó en la cruz por ella (v.25-30). La expresión en todo (v.24) no arguye despotismo por parte del marido, pues esa autoridad debe modelarse en el ejemplo de Cristo, ni puede ir más allá de lo razonable y sobrepasar las exigencias de los justos fines del matrimonio. Bellísima la descripción que se hace de la entrega de Cristo a favor de la Iglesia, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo gloriosa., santa e intachable (v.26-27). La alusión al bautismo, con sus dos elementos constitutivos lavado de agua y palabra o fórmula bautismal, parece evidente; es mediante el bautismo como se aplican a cada uno los efectos de la muerte redentora de Cristo (cf. Rom_6:3-11; Tit_3:5). Es probable, dado que en el contexto se viene hablando del matrimonio, que ese lenguaje o modo de hablar del Apóstol esté inspirado en las costumbres matrimoniales del antiguo Oriente, donde la desposada, lo mismo entre los griegos que entre los semitas, aunque con ritos muy diferentes, era lavada y cuidadosamente arreglada para ser presentada a su esposo o futuro marido 264. Es lo que hace Cristo con la Iglesia, pero para presentársela a sí mismo (v.27).
Hasta aquí el paralelismo establecido por San Pablo entre el matrimonio humano y la unión de Cristo a la Iglesia, a fin de proponer con más fuerza determinadas normas de conducta entre los casados, podría interpretarse simplemente como paralelismo comparativo: como Cristo hace con la Iglesia, su esposa, deben hacer los maridos con sus mujeres. Por lo demás, la imagen del matrimonio para expresar las relaciones de Cristo con la Iglesia es frecuente en el Nuevo Testamento (cf. Mat_9:15; Mat_25:1-10; Jua_3:29; 1Co_6:15-17; 2Co_11:2; Rev_21:2; Rev_22:17); y también en el Antiguo Testamento, para expresar las relaciones de Dios con Israel (cf. Isa_54:5-7; Jer_3:1-14; Eze_16:8-43; Ose_2:4-22). Sin embargo, los v.31-32 parecen pedir algo más que un simple paralelismo comparativo. El Apóstol, en efecto, para probar la unidad entre Cristo y la Iglesia de que habla en los v.29-30, se vale del texto de Gen_2:24, que, en sentido literal, se refiere al matrimonio (cf. Mat_19:5), y añade: Gran misterio éste, pero en la perspectiva de Cristo y de la Iglesia (?? ????????? ????? ???? ????? , ??? ?? ???? ??? ??????? ??? ??? ??? ????????? ).
No parece caber duda que San Pablo relaciona el texto del Génesis con la unión o desposorios de Cristo con la Iglesia. Pero ¿en qué sentido ? Algunos autores modernos explican esa relación simplemente en el sentido de que el Apóstol ve en aquellas palabras un sentido misterioso y arcano, más profundo del que ordinariamente se les suele atribuir, interpretándolas como alusivas a la unión de Cristo con la Iglesia 265. Esta unión de Cristo con la Iglesia, significada ya en Gen_2:24, sería para San Pablo el gran misterio por largo tiempo oculto y ahora revelado, lo mismo que el misterio de la salud de judíos y gentiles agrupados en un solo cuerpo, de que habló antes (cf. 1:9-13; 3:3-6). Propiamente, pues, estos dos versículos no se referirían al matrimonio, sino pura y simplemente a la unión de Cristo con la Iglesia, vista bajo la imagen del matrimonio. Sin embargo, la opinión tradicional, y creemos que fundadamente, interpreta el v.31 con referencia al matrimonio, que es el sentido literal del texto del Génesis; y San Pablo lo que añadiría es que esa unión de hombre y mujer en el matrimonio es prefigurativa de la unión de Cristo con la Iglesia, siendo esto precisamente lo que constituye el gran misterio, revelado ahora en la época del Evangelio. De una parte, pues, la unión de marido y mujer en el matrimonio sirve para explicar la unión de Cristo con la Iglesia; pero de otra, una vez eso admitido, la unión de Cristo con la Iglesia ofrece un modelo ideal al matrimonio cristiano. El pensamiento de San Pablo, a lo largo de todo el pasaje, cabalga sobre esas dos vertientes, apoyándose unas veces en una y otras en la otra. El hecho de que el matrimonio cristiano deba modelarse conforme al ideal de los desposorios de Cristo con la Iglesia, le da una dignidad y un significado que lo eleva al plano de lo sobrenatural, y está como pidiendo ser vehículo de gracia, como lo es la unión de Cristo con la Iglesia. Finalmente, San Pablo, que es hombre práctico, prescinde de todo simbolismo no siempre fácil de entender, y exhorta llanamente al marido a que ame a su mujer, y la mujer a que reverencie a su marido (v.33).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



¡Vivid en la sabiduría que da el Espíritu! Al llamado a dejar el engaño por la verdad en Jesús (4:17-5:2), y a dejar las tinieblas por la luz que brota de él (5:3-14), Pablo agrega ahora el llamado a dejar la insensatez para abrazar la sabiduría que da el Espíritu. Esa sabiduría se expresa especialmente en el sabio uso del tiempo, en una adoración y gratitud sinceras y en el respeto y la sumisión mutuos (15-21).

18-24 Gramaticalmente, estos versículos conforman una sola frase (algo que ninguna traducción refleja). Esto significa que la exhortación a las esposas y los esposos en los vv. 22-33 (junto con las palabras semejantes que encontramos en 6:1-9) son presentadas como un ejemplo típico de la sabiduría respetuosa y sumisa que debería caracterizar a los creyentes. Por cierto, el verbo estén sujetas, que la mayoría de las traducciones introducen en el v. 22, no tiene equivalente (no existe) en el gr. de la oración original de Pablo, sino que se lo da por entendido por aparecer en la proposición subordinada con gerundio sometiéndoos unos a otros del v. 21 (en consecuencia, la BJ traduce, iniciando el párrafo con el v. 21: Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor.).

Aunque 5:22-6:9 está en estrecha unidad con 5:15-21, tiene independencia de forma y origen. Lutero se refirió a este material como las normas para el hogar, y es obvio que tenían amplia circulación en la iglesia (ver Col. 3:18-4:1; 1 Ped. 2:18-3:7). Normas similares se encuentran en el judaísmo y las discusiones éticas de los filósofos griegos. Las palabras y el contenido de la presentación más simple (que se preserva en Col.) sugieren que tuvo su origen en el cristianismo judío de habla gr. Mientras las normas griegas hablaban sólo a los hombres libres respecto de la manera en que debían tratar a esposa, hijos y esclavos; estas normas hablan y protegen, al estilo judío, a las partes más débiles también. El contenido específicamente cristiano de las normas escritas en Col., emerge principalmente en la repetición de en el Señor (Col. 3:18), agradable en el Señor (Col. 3:20), temiendo a Dios (Col. 3:22) (ver también Col. 3:23, 24). Están más elaboradas en el texto de Ef., que es una reedición y ampliación de la enseñanza de Col. 3:15-4:1. La reelaboración más dramática es la del consejo a los esposos y esposas, a quienes Pablo utiliza para ejemplificar la unión de Cristo y la iglesia. ¡Aquí, las 22 palabras de Col. 3:18, 19 se han convertido en 200!

Muchos comentaristas sostienen que la ética de estas normas era socialmente revolucionaria, y encuentran evidencias de esto en el pedido de sumisión mutua (21), que interpretan como significando que los esposos deben someterse a las esposas, los padres a los hijos, y los amos a los esclavos, y viceversa. Pero las normas son, cuando más, socialmente conservadoras, patriarcales, y dadas para confirmar que los cristianos no debían socavar la comprensión generalizada del orden social (ver Lincoln). La norma de Col. (escrita quizá sólo pocos días antes que la de Ef.) demanda exactamente las mismas clases de sumisión y obediencia externa que podrían encontrarse casi en cualquier otro escrito del mundo antiguo. No debe considerarse que el v. 21 anule a aquélla, sino que es un llamado a la sumisión mutua dentro de cada nivel jerárquico, y de los hijos a los padres y esclavos; los esclavos a los amos (¿y sus esposas?); y las esposas a los esposos. Si Pablo realmente hubiera querido hablar de una sumisión totalmente recíproca (que hubiera sido completamente inesperada en el mundo antiguo), debería haber aclarado al menos una vez, y en forma explícita, p. ej. que los padres deben someterse a los hijos.

Afirmar que estas normas eran socialmente más conformistas, en el aspecto social, que revolucionarias sería, no obstante, erróneo; dentro del orden jerárquico social que respetan eran radicales y profundamente liberadoras. Hablan específicamente a los esclavos, las esposas y los hijos (algo inusual en el mundo antiguo); a ellos se les declara su propio llamado a vivir delante del Señor, lo cual es tan responsable, honorable e importante como el llamado a vivir como amo, padre y esposo. Estos últimos pueden ser papeles diferentes, que conllevan mayor autoridad social y mayor responsabilidad, pero no son papeles mejores. Esto lo afirma la venida del Hijo en total sumisión al Padre y para servir a la iglesia dándose a sí mismo por ella. Por cierto, las mismas jerarquías sociales que la norma reconoce se consideran efímeras y de importancia secundaria ante Dios que es imparcial (9), y bajo el Señor para quien deben hacerse todas las cosas, y ante quien tanto el amo como el esclavo son igualmente responsables. Estas normas por tanto confirman también Gál. 3:28 y Col. 3:11; y Ef. brinda una nueva visión cristiana particularmente radical sobre el matrimonio (ver sobre 5:22, 23).

15-21 El llamado a una vida que refleje sabiduría, no imprudencia, se especifica de tres maneras relacionadas entre sí. La primera, se expresa bien en la traducción de la DHH y otras versiones: Aprovechando bien el tiempo (presente), porque los días son malos (16); y esto probablemente debe ser interpretado como que los poderes del mal tienen fuertemente atrapada a la humanidad en esta era, llevándola a una desobediencia autoindulgente (ver 2:1-3), pero los cristianos deben ordenar sus vidas y prioridades para la gloria de Dios. 17 Ofrece entonces una segunda especificación relacionada con la primera: la vida de insensatez debe ser abandonada en favor de una que desee descubrir y vivir la voluntad de Dios.

18 Presenta la tercera especificación, estableciendo el contraste entre una vida de embriaguez y una vida llena del Espíritu. No se presenta aquí un contraste entre dos formas de embriaguez: ésta era simplemente una expresión normal, verdaderamente proverbial de la insensatez en la literatura sapiencial judía, y se la contrasta con el Espíritu que (en forma igualmente proverbial) era considerado fuente de sabiduría y entendimiento (como en 1:17; 3:16-18). Ser llenos del Espíritu no debe entenderse aquí en un sentido distintivamente carismático (aunque puede incluirlo), sino a la luz del sentido dado a llenar y plenitud en otras partes de la carta (1:23; 3:19b; 4:10) como una presencia continua y activa del Espíritu que comunica a Cristo y la vida de la nueva creación. 19 Continúa la frase iniciada en el v. 18 y se detalla lo que significa ser llenos del Espíritu: se expresa en la adoración corporativa (19a), la canción de adoración (19b), el agradecimiento a Dios (20; cf. 1:3-14; 15, 16; 3:20, 21) y la sumisión mutua (21). Eclesiástico (un ejemplo de la literatura sapiencial del siglo II a. de J.C.) ofrece un buen paralelo con el pensamiento de Pablo aquí: Si el gran Señor lo quiere, del espíritu de inteligencia será lleno: El mismo derramará como lluvia las palabras de su sabiduría, y en la oración dará gracias al Señor (Eclesiástico 39:6, BJ).

22-24 El llamado a que las esposas obedezcan a sus esposos (y esto es aprox. lo que el verbo estar sujetas significa en este contexto; cf. 1 Ped. 3:5, 6) era virtualmente una convención universal en todo el mundo paulino. Pero el Apóstol refuerza esta convención con la afirmación de que el esposo es cabeza de la esposa, lo cual en 1 Cor. 11 está basado en el relato de Adán y Eva en Gén. Cabeza significa amo (ver sobre 1:22); contrariamente a lo que muchos afirman, la palabra nunca significó origen en el gr. bíblico. Entonces, el llamado es reforzado (trascendiendo a la convención) por la analogía que Pablo hace entre el matrimonio y la relación de Cristo con la iglesia, en la que se pide a la esposa que se sujete a Cristo en la misma forma que la iglesia se somete a su cabeza, Cristo (es decir, respondiendo a su amor, con gozo, y por un deseo de su corazón, no a regañadientes o bajo compulsión).

25-29 El encargo a los esposos de amar a sus esposas también está bien reflejado en las mejores convenciones de su época, pero Pablo le da aquí un contenido radicalmente nuevo por medio de la analogía Cristo-iglesia. Cristo se dio a sí mismo por la iglesia en amor, y en amor la perfecciona (habiéndola purificado ... con la palabra) para el día en que se unirá más plenamente con ella. (La referencia del v. 26 no es al bautismo.) Pablo no cree que la analogía sea aplicable en todos sus detalles, sino que así como Cristo considera que la iglesia se ha convertido en su propio cuerpo, por medio del compromiso a unirse en matrimonio, y hace todo con amor y por su bien, así debería hacerlo el es- poso por su esposa (28). Debería reconocer que al amarla se ama a sí mismo; porque ella está unida a él en una sola carne (28, 29; cf. 31).

30-33 Pablo conocía perfectamente el significado lit. de Gén. 2:24, pero consideraba al misterio de la unidad cósmica en Cristo, y especialmente la unión entre Cristo y su cuerpo, prefigurados en cierto sentido en el lazo matrimonial. Para él hay una relación tipológica entre la creación en unidad con Dios y la redención que nos lleva a la unidad con Dios. Esa unidad original nunca estuvo mejor representada que en la unión de Adán con Eva anterior a la caída, y Pablo sostiene que la unión de Cristo con su iglesia es su contraparte redentora. El paralelo no era accidental: como observa Lincoln: Cristo ya había sido considerado en términos adámicos en Ef. 1:2 ... y por lo tanto un texto que se refiera a la unión física de Adán puede ahora ser utilizado para referirse a la unión de Cristo con la iglesia (Lincoln, p. 382). Pero si Pablo ve al matrimonio como una ilustración de la unión de la nueva creación, debe tenerse en cuenta que también interpreta al matrimonio a la luz de esa unión Cristo-iglesia; y, por lo tanto, transforma el concepto de la relación del matrimonio, y le da al mundo el más alto ideal de matrimonio que éste haya conocido.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



26 (B) Conducta cristiana y no cristia(-)na (4,17-5,20). Esta larga sección parenética contrapone los usos impíos de los gentiles con las consecuencias éticas de la vida desarrollada dentro del cuerpo de Cristo. Las recomendaciones son en buena medida tradicionales y en su mayoría están formuladas como mandatos negativos. Tratan de requisitos generales de la conducta cristiana y no muestran indicio alguno de abordar problemas específicos. 17-19. El pasaje reitera la opinión judía común acerca de la conducta moral pagana; véase Rom 1,21-25. 22-24. despojaos de la humanidad vieja: cf. Col 3,9-10. Con lenguaje bautismal (? Teología paulina, 82:112-14), el autor exhorta a los lectores a una conducta digna de la humanidad nueva (2,14-16). 4,25-5,2. Estos versículos presentan una serie de exhortaciones morales que ilustran el tipo de conducta propio de cristianos que en el bautismo se han revestido de una naturaleza nueva (4,24). La motivación es la común condición de miembros del único cuerpo (4,25), la solicitud por los pobres (4,28), la edificación del prójimo (4,29) y especialmente la imitación de Dios (5,1) y de Cristo (5,2). 30. no ofendáis al Espíritu Santo: La índole de las exhortaciones, centrada en la comunidad, indica que cualquier ofensa contra otro miembro es una ofensa contra el Espíritu Santo, pues los cristianos constituyen todos juntos un templo vivo en el cual habita el Espíritu (2,21-22). con el cual fuisteis sellados: Véase Ef 1,13. 31. toda agresividad...: Se incorporan a la parénesis elementos de una lista tradicional de vicios; tales listas son corrientes en los tratados morales helenísticos y también en otros lugares del NT (p.ej., Rom 1,29-21; Gál 5,19-21) y en la LQ (p.ej., 1QS 4,3-5; CD 4,17-19; véase S. Wibbing, Die Tugendund Lasterkataloge im Neuen Testament [BZNW 25, Berlín 1959]). Los vicios aquí enumerados son los que subvierten la vida común. 32. perdonaos mutuamente: Esta idea recuerda la petición del Padrenuestro, de que Dios perdone a quienes perdonan a los demás, pero en este caso el imperativo y la condición aparecen invertidos. 5,1. sed imitadores de Dios como hijos queridos: cf. 1 Cor 11,1; 1 Tes 1,6. Hay una manera de vivir que caracteriza la condición de miembro de la familia de Dios (2,19); una de las características que definen a los cristianos como miembros de la familia de Dios es el amor al prójimo según el modelo del amor que el Hijo de Dios manifestó en su muerte sacrificial (5,2). 3-5. Al describir la conducta de quienes están fuera de la familia de Dios, el autor incorpora de nuevo una lista de vicios (véase el comentario a 4,31) que incluye tres hapax legomena del NT: aischrotçs, «obscenidad», môrologia, «estupidez», y eutrapelia, «chocarrería». Cf. 1QS 10,22-24; 7,9.14; véase Kuhn, «The Epistle to the Ephesians» (? 12 supra) 122. 6-20. Utilizando en los w. 6-17 un vocabulario que recuerda el lenguaje de la LQ, el autor contrapone los hijos de la desobediencia/tiniebla con los hijos de la luz (cf. 1QS 5,1-2; 3,10-11; 1,5; 2,24-25). Como en Qumrán, el dualismo luz-tiniebla es completamente ético y no ontológico como en el gnosticismo posterior. 11. reprendedlos: La responsabilidad de corregir a los pecadores también era importante en Qumrán (1QS 5,24-6,1; cf. Mt 18,15-17). 14. despierta, tú que duermes: Las palabras dio legei, «por eso se dice», introducen lo que parece ser un fragmento de antiguo himno bautismal. 15-17. sabios... necios: cf. 1QS 4,23-24. 18-19. La sección concluye recomendando a los destinatarios que se llenen del Espíritu de Dios y exhortándoles a ejercitarse en prácticas relacionadas con una vida llena de Espíritu (cf. Col 3,16-17).

27 (C) Código de conducta para la familia de Dios (5,21-6,9). Cf. Col 3,18-4,1. Los códigos familiares, que en el NT sólo se encuentran en las cartas deuteropaulinas y en 1 Pe, fueron tomados y adaptados de la filosofía popular grecorromana por algunos autores del NT con el fin de contribuir a la instrucción moral de los cristianos. Dichos códigos presentan la familia cristiana como una unidad social ordenada jerárquicamente, y tal vez desempeñaran la función de responder a la acusación de que el cristianismo socavaba la estructura social al invocar la igualdad entre sus adeptos. En la literatura grecorromana, lo mismo que en este texto de Ef, los códigos familiares trataban de las relaciones entre maridos y mujeres, hijos y padres, y esclavos y amos como relaciones de subordinados con superiores. En el NT, la motivación específicamente cristiana se presenta como base de los imperativos expresados en el código. El código de Ef, semejante al de Col, queda integrado en el pensamiento general de la carta mediante la ampliación de 5,22-23 relativa a Cristo y la Iglesia. El señorío de Cristo sobre el cuerpo se presenta como modelo para el marido en cuanto cabeza de la mujer. Otra ampliación, en los w. 25b-33, se centra en el amor de Cristo a la Iglesia y en la imagen de la Iglesia como novia de Cristo. Sobre el trasfondo del matrimonio sagrado de los dioses en el Próximo Oriente antiguo, el autor presenta a Jesús como el novio (cf. Mc 2,19-20 par.) que purifica a la Iglesia, su novia, en las aguas del bautismo, para que vestida con su dote de santidad y pureza pueda ya aparecer ante él (véase J. P. Sampley, «And the Two Shall Become One Flesh» [SNTSMS 16, Cambridge 1971]). Con la palabra: Tal vez se trate de una alusión a una fórmula bautismal que acompañaba el lavatorio ritual, santa e irreprochable: Véase el comentario a 1,4. 28. los maridos tienen que amar a sus mujeres: El amor de Cristo por su cuerpo, la Iglesia, es el modelo para el amor del marido a su mujer. 31. por eso dejará el hombre: El autor cita Gn 2,24 y continúa con una interpretación parecida a las interpretaciones de la Escritura encontradas en los p?ðârîm de Qumrán. 32. éste es un gran misterio: Los pesarim afirman que los misterios del plan de Dios, que se encuentran ocultos en la Escritura, son revelados a los intérpretes elegidos por Dios. El verdadero significado del pasaje de la Escritura no cabía encontrarlo en su contexto original, sino en el presente o al final de los días. Para el autor de Ef, el verdadero significado del misterio de que los dos lleguen a ser una sola carne, oculto en Gn 2,24, es la unión de Cristo y la Iglesia, que en el código familiar es el modelo para la unión de marido y mujer en una sola carne. 6,1-4. La recomendación dirigida a los hijos queda ampliada por la cita que el autor hace del mandamiento del AT de honrar al padre y a la madre (Éx 20,12; Dt 5,16). La exhortación a los padres a proporcionar a sus hijos una buena educación cristiana indica que la expectativa del regreso inminente de Jesús no brindaba ya la motivación para la instrucción y la conducta. Más bien, la vida cristiana se estaba acomodando a la vida, que se prolongaba, de la colectividad humana. 6,5-9. Aunque los mandatos dirigidos a los esclavos están más desarrollados que los dirigidos a los amos, el autor concluye esta sección recordando a éstos la igualdad de todos a los ojos de Dios.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter V.

2 After generall exhortations, to loue, 3 to flie fornication, 4 and all vncleannesse, 7 not to conuerse with the wicked, 15 to walke warily, and to be 18 filled with the spirit, 22 he descendeth to the particular dueties, how wiues ought to obey their husbands, 25 and husbands ought to loue their wiues, 32 euen as Christ doth his Church.
1 Be ye therefore followers of God, as deare children.
2 And walke in loue, as Christ also hath loued vs, and hath giuen himselfe for vs, an offering and a sacrifice to God for a sweet smelling sauour;
3 But fornication and all vncleannesse, or couetousnesse, let it not be once named amongst you, as becommeth Saints:
4 Neither filthinesse, nor foolish

[Awake from sleepe.]

talking, nor iesting, which are not conuenient: but rather giuing of thankes.
5 For this ye know, that no whoremonger, nor vncleane person, nor couetous man who is an idolater, hath any inheritance in the kingdome of Christ, and of God.
6 Let no man deceiue you with vaine words: for because of these things commeth the wrath of God vpon the children of [ Or, vnbeliefe.] disobedience.
7 Bee not yee therefore partakers with them.
8 For yee were sometimes darkenesse, but now are yee light in the Lord: walke as children of light,
9 (For the fruite of the spirit is in all goodnesse and righteousnesse & trueth.)
10 Proouing what is acceptable vnto the Lord:
11 And haue no fellowship with the vnfruitfull workes of darkenesse, but rather reproue them.
12 For it is a shame euen to speake of those things which are done of them in secret.
13 But all things that are [ Or, discouered.] reprooued, are made manifest by the light: for whatsoeuer doth make manifest, is light.
14 Wherfore hee saith: [ Isa_60:1 .] Awake thou that sleepest, and arise from the dead, and Christ shall giue thee light.
15 [ Col_4:5 .] See then that yee walke circumspectly, not as fooles, but as wise,
16 Redeming the time, because the dayes are euill.
17 Wherefore be ye not vnwise, but vnderstanding what the will of the Lord is.
18 And bee not drunke with wine, wherein is excesse: but bee filled with the Spirit:
19 Speaking to your selues, in Psalmes, and Hymnes, and Spirituall songs, singing and making melodie in your heart to the Lord,
20 Giuing thankes alwayes for all things vnto God, and the Father, in the Name of our Lord Iesus Christ,
21 Submitting your selues one to another in the feare of God.
22 Wiues, submit your selues vnto your own husbands, as vnto the Lord.
23 For the husband is the head of the wife, euen as Christ is the head of the Church: and he is the sauiour of the body.
24 Therefore as the Church is subiect

[Seuerall duties.]

vnto Christ, so let the wiues bee to their owne husbands in euery thing.
25 Husbands, loue your wiues, euen as Christ also loued the Church, and gaue himselfe for it:
26 That he might sanctifie & cleanse it with the washing of water, by the word,
27 That hee might present it to himselfe a glorious Church, not hauing spot or wrinckle, or any such thing: but that it should bee holy and without blemish.
28 So ought men to loue their wiues, as their owne bodies: hee that loueth his wife, loueth himselfe.
29 For no man euer yet hated his owne flesh: but nourisheth and cherisheth it, euen as the Lord the Church:
30 For we are members of his body, of his flesh, and of his bones.
31 For this cause shall a man leaue his father and mother, and shall be ioyned vnto his wife, and they two shalbe one flesh.
32 This is a great mysterie: but I speake concerning Christ and the Church.
33 Neuerthelesse, let euery one of you in particular, so loue his wife euen as himselfe, and the wife see that she reuerence her husband.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El reino de la luz. Luz y tinieblas: he aquí otra imagen de resonancias bíblicas que usa Pablo para exhortar a los efesios a proceder en su conducta como «hijos de la luz», recordándoles que «en un tiempo eran tinieblas» (8). La mayoría de las comunidades cristianas de Pablo vivía en las grandes ciudades del imperio, donde la decadencia moral generalizada de la época era más patente y notoria. Las perversiones y los vicios más vergonzosos habían tomado carta de ciudadanía en aquella sociedad. Se habían convertido en comportamientos normales, aceptados, bien vistos, incluso cantados en las gestas y proezas míticas de los dioses. Éstas son las «tinieblas» contra las que el Apóstol lanza su grito de alarma a los efesios: «Nadie los engañe con argumentos falsos» (6). Las tinieblas crean la confusión; sus obras son estériles y vergonzosas. El mundo de la luz se opone al mundo de las tinieblas. La luz delata el delito: «pusiste nuestras culpas... a la luz de tu mirada» (Sal_90:8), discierne y desenmascara el mal donde se encuentre e invita a luchar contra él. Ésta es la vida alternativa a la que anima el Apóstol utilizando un himno cristiano, probablemente cantado en la liturgia del bautismo: «Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo» (14).
Pablo, al final, parece invitar a la comunidad cristiana a permanecer en vela, como las vírgenes prudentes del evangelio, esperando al esposo con las lámparas encendidas de himnos y cantos inspirados en la «noche» de los malos tiempos que corren (Mat_25:1-13).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. Exo_29:18.

4. Ver Col_3:8.

5. Ver Col_3:5.

8. Ver Jua_12:36; 1Te_5:5.

14. Este es un fragmento de un himno cristiano primitivo, que se usaba en la liturgia bautismal.

18. Pro_23:31 (texto griego).

22-25. Ver Col_3:18-19; 1Pe_3:1-7.

26. Al describir la purificación de la Iglesia, esposa de Cristo, por medio del bautismo, Pablo alude probablemente a una ceremonia nupcial de los griegos: el baño de la novia en las aguas de una fuente o río sagrado, mientras ella pronunciaba una fórmula ritual.

31. Gen_2:24.

32. El "gran misterio" es la unión de Cristo con la Iglesia, prototipo de la unión matrimonial. Ver Apo_19:7.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El fundamento en el que se asientan la grandeza y dignidad sobrenaturales del matrimonio cristiano es que éste refleja la unión de Cristo con la Iglesia. Al exhortar a los esposos cristianos a vivir de acuerdo con su condición de miembros de la Iglesia, el Apóstol establece una analogía, por la cual el marido representa a Jesucristo y la esposa a la Iglesia: «El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo, (...) signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casan y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra» (B. Josemaría Escrivá, Hom. 1. 23).

Cuando Pablo exhorta a las mujeres a «estar sujetas» (v. 22) a sus maridos, lo hace teniendo en cuenta el hecho de que como esposa cristiana refleja en su conducta hacia el marido a la misma Iglesia, que es obediente a Cristo. Al marido, por su parte, se le exige un sometimiento similar hacia la esposa, ya que él refleja a Jesucristo que se entrega hasta la muerte por amor a la Iglesia. «Los esposos son, por tanto, el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes» (Juan Pablo II, Fam. cons. 13).


Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*5:21-33 Esta lista de deberes familiares coloca en primer lugar el comportamiento de los esposos, siendo de notable elevación la teología matrimonial aquí expresada: el Apóstol ilumina la relación Cristo/Iglesia desde Gén 2:24. El misterio (símbolo) está en la correspondencia maravillosa entre lo afirmado sobre las relaciones de Adán y Eva y su cumplimiento perfecto en la unión entre Cristo y la Iglesia.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Col_3:18; 1Pe_3:1-6

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Col_3:18; 1Pe_3:1-6

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 5.2 Olor agradable: Cf. Ez 20.41.

[2] 5.26 Alusión a las costumbres nupciales del Oriente antiguo. Se bañaba y arreglaba cuidadosamente a la novia, antes de presentarla a su esposo. Cf. también Tit 3.5; 1 P 3.21.

[3] 5.31 Gn 2.24.

Torres Amat (1825)



[14] Is 9, 2; 26, 19; 60, 1-2.

[16] Llenos de peligros y tentaciones.

[17] El Evangelio enseña a no irritar a nadie con un celo indiscreto, a sufrirlo todo con paciencia, y a aprovechar el tiempo para nuestra salvación.

[31] Gen 2.

[32] Cuya unión se representa en el matrimonio.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I φόβῳ I] el temor.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

temor de CRISTO... M↓ temor de Dios.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *1Pe 5:5