Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
31. Nuevas Ordenaciones.
Los Artífices de Toda la Obra (1-11).
1
Yahvé habló a Moisés, diciendo: 2
Sabrás que yo llamo por su nombre a Besalel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la tribu de Judá. 3
Le he llenado del espíritu de Dios, de sabiduría, de entendimiento y de ciencia en toda clase de obras, 4
para proyectar obras artísticas, para labrar el oro, la plata y el bronce, 5
para tallar piedras y engastarlas, para tallar la madera y ejecutar trabajos de toda suerte. 6
Le asocio Odolías, hijo de Ajisemec, de la tribu de Dan. He puesto la sabiduría en el corazón de todos los hombres hábiles para que ejecuten todo lo que te he mandado hacer: 7
el tabernáculo de la reunión, el arca del testimonio, el propiciatorio de encima y todos los muebles del tabernáculo, 8
la mesa con sus utensilios, el candelabro de oro con sus utensilios, el altar de los perfumes, 9
el altar de los holocaustos con sus utensilios, el pilón con su base; 10
las vestiduras sagradas para Aarón y sus hijos, para ejercer los ministerios sacerdotales; H el óleo de unción y el timiama aromático para el santuario. Cuanto yo te he mandado hacer, ellos lo harán.
No sería fácil hallar en el pueblo israelita obreros capacitados para la ejecución de aquel vasto plan de obras tan suntuosas, aunque es de suponer que hubiera algunos preparados en arquitectura y orfebrería que hubieran tomado parte en la construcción de Ramesés y Pitón, de que nos habla el texto sagrado. Pero hay que tener en cuenta que el legislador, al presentar tan maravillosos planos a realizar, piensa en el origen divino de ellos.
En su mentalidad teocrática, Dios señala los detalles más nimios decorativos del santuario, porque tiene especialísima providencia de su pueblo, y, por otra parte, convenía recalcar el origen divino del santuario en todas sus partes para que las generaciones futuras sintieran gran veneración por él. Así como los planes del santuario vienen de Dios, así los artífices del mismo han sido especialmente preparados por el mismo Dios, que les infundió
espíritu de entendimiento, de sabiduría y de ciencia (v.5) para que fueran habilísimos en la ejecución de sus delicadas obras. Sólo una sabiduría divinamente infundida le parecía al hagiógrafo capaz de hacer obras tan primorosas e imprimirles el carácter sagrado que les mereciese el respeto del pueblo. Esta idea debe ser la que primordialmente se propone inculcar el autor al ponderar la grandeza de una obra tan santa como era la morada de Dios. Aun así, esa morada, igual que la del templo de Jerusalén, sería obra de hombres, en lo cual se fija San Pablo al decir a los atenienses que Dios habita en los templos fabricados por los hombresl
. Salomón ya lo había dicho en la oración consacratoria del templo2, maravillándose
de que Dios se dignara morar en una casa de fabricación humana.
El Precepto Sabático (12-17).
12
Yahvé habló a Moisés, diciendo: 13
Habla a los hijos de Israel y diles: No dejéis de guardar mis sábados, porque el sábado es entre mí y vosotros una señal para vuestras generaciones, para que sepáis que soy yo, Yahvé, el que os santifico. 14
Guardaréis el sábado, porque es cosa santa. El que lo profane será castigado con la muerte; el que en él trabaje será borrado de en medio de su pueblo. 15
Se trabajará seis días, pero el día séptimo será día de descanso completo, dedicado a Yahvé. El que trabaje en sábado será castigado con la muerte. 16
Los hijos de Israel guardarán el sábado y lo celebrarán por sus generaciones y sus descendientes, como alianza perpetua; 17
será entre mi y ellos una señal perpetua, pues en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra, y el séptimo día cesó en su obra y tomó aliento.
Después de la insistencia del Decálogo sobre la observancia del sábado, otra vez vuelve la Ley sobre el mismo punto, y con más fuerza que antes. El fundamento de este precepto está en la santidad del sábado
y en la necesidad de respetar esa santidad. Concuerda esto con la concepción
Deu_20:8s. A esto se añade otra razón: que el sábado es la
señal de la alianza entre Yahvé e Israel (v.13), de manera que quien profana el sábado se hace reo del quebrantamiento de la alianza,
cometiendo un grave delito contra Yahvé e Israel. De aquí la gravedad de las sanciones (v.15), en que también insiste el legislador. Quebrantar el sábado vendría a ser una especie de sacrilegio, un crimen de lesa majestad divina y patria.
El v.16 indica claramente la diferencia entre los diez mandamientos de la Ley, que Dios escribe con sus dedos en dos tablas de piedra para entregar a Moisés, y los otros preceptos. Los primeros aparecen promulgados por Dios mismo, los otros por Moisés. Todo esto nos indica la dignidad del Decálogo comparado con los demás preceptos de la Ley. La observancia del día séptimo, como consagrado a Yahvé, era una cosa peculiar de los hebreos, algo que los distinguía de los otros pueblos. Por eso venía a ser el sábado una
señal de las relaciones de Israel con su Dios, una
señal de su alianza con Yahvé.
La pena capital contra los que trabajaban en sábado, de hecho se cumplió no pocas veces, como se nos recuerda a propósito de los que recogieron leña en día de sábado3. Es interesante el antropomorfismo del v.17: (Yahvé) en el séptimo día cesó en su obra y
tomó aliento. Se le presenta, pues, como a un operario que trabajó sin descanso seis días para terminar fatigado y exhausto. El hagiógrafo, para insistir en el carácter divino de la institución del sábado, no duda en presentar al mismo Dios cumpliendo el descanso sabático. Es la razón de la distribución de la obra de la creación en seis días naturales, una concepción litúrgica y antropomórfica.
Las dos Tablas de la Ley (18).
18
Cuando hubo acabado Yahvé de hablar a Moisés en la montaña del Sinaí, le dio las dos tablas del testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios.
Ese versículo parece continuación
Deu_29:46, y se refiere a 24:12, donde Yahvé dice a Moisés que le dará la Ley escrita en tablas de piedra por él mismo. Es un modo de encarecer el origen fundamental divino del Decálogo, la
charta magna del mosaísmo. Naturalmente, no es necesario tomar al pie de la letra la afirmación de que Yahvé las escribió en piedra con su propio dedo. Son expresiones antropomórficas que recalcan la procedencia divina del Decálogo. Por ello debía ser objeto de especial veneración y observancia en las generaciones futuras.
1
Hec_17:24;
Heb_9:11;
Heb_9:24. 2
1Sa_8:265. 3 Cf.
Num_15:32-36.