Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
5. Retorno de Moisés a Egipto.
Moisés y Aarón Ante el Faraón (1-5).
1
Presentáronse Moisés y Aarón al faraón y le dijeron: He aquí lo que dice Yahvé, Dios de Israel: Deja ir a mi pueblo para que me celebren fiesta en el desierto. 2
Pero el faraón respondió: ¿Y quién es Yahvé para que yo le obedezca, dejando ir a Israel? No conozco a Yahvé y no dejaré ir a Israel. 3
Ellos le dijeron: El Dios de los hebreos se nos ha mostrado. Deja, pues, que vayamos al desierto, tres jornadas de camino, y ofrezcamos sacrificios a Yahvé, para que no venga sobre nosotros peste ni espada. 4
Pero el rey de Egipto les dijo: ¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, distraéis al pueblo de sus trabajos? Idos al trabajo que os hayan impuesto. 5
Y se dijo: Ese pueblo es ya más numeroso que el de la región; ¿qué será si se le deja holgar, relevándole de sus trabajos forzados?
En toda esta sección, como en la que precede, el autor supone que la corte faraónica tenía en este tiempo su residencia en el Delta y no lejos de la región habitada por los hebreos. Suponiendo que los faraones, el perseguidor y el del éxodo, son de la dinastía XIX (Ramsés II y Merneptah respectivamente), es perfectamente inteligible el relato bíblico, ya que, en efecto, estos faraones tenían la residencia real en esta zona oriental del Delta, donde se construía la ciudad de Pi-Rameses. En el
Sal_78:12 se dice que los prodigios de Moisés tuvieron lugar en el campo de Tanis, que es la designación bíblica de esta parte nordeste del delta del Nilo. El autor sagrado no detalla las dificultades que debieron de tener Moisés y Aarón para obtener audiencia del faraón. Con toda naturalidad, el hagiógrafo narra que ambos se presentaron ante el faraón para hacerle presente la exigencia del Dios de los hebreos de que les permitiera celebrar una
fiesta solemne en el desierto (v.1)1. Siendo el pueblo hebreo un pueblo de pastores y medio nómada, era natural que el santuario de su Dios y su morada estuviera en el desierto. Allí, pues, deben acudir para ofrecerle sacrificios y verse libres por ello de la
peste y la espada (v.4). Este proyectado viaje al desierto tiene, pues, el carácter de una peregrinación (al estilo del
hadg de los musulmanes a la Meca). La peregrinación, pues, tiene hondas raíces en la vida de los nómadas del desierto2. El faraón se siente sorprendido por la demanda, y no se considera obligado a seguir las órdenes del Dios
de los hebreos. Como politeísta, es de suponer que admitiera la existencia del Dios de Moisés y Aarón; pero ¿qué obligación tenía él de obedecerle? Para él tiene que ser un Dios modesto, como corresponde a un clan seminómada asiático. No debe, pues, inquietarse por sus demandas, ya que no puede parangonarse con el dios Ra de los egipcios. El faraón acaba de decir que no sabe quién es
Yahvé, y los dos interlocutores le concretan que es el Dios
de los hebreos. Pero el faraón empieza a ver aquí un pretexto para escapar, o al menos para librarse de los duros trabajos a que estaban condenados los israelitas. Cree que ese afán inesperado de peregrinaciones al desierto nace de la ociosidad:
¿Por qué distraéis al pueblo de sus trabajos? (v.4). El mejor medio de tener a raya al pueblo hebreo es someterle a duros trabajos hasta la extenuación, pues, a pesar de éstos, cada día es más vigoroso y se multiplica más: Es
ya mas numeroso que el de la región; ¿qué sera si se le deja holgar...?
(v.5).
El diálogo es sumamente pintoresco y muy verosímil en las reacciones psicológicas de los interlocutores.
La Servidumbre de Israel se Agrava (6-19).
6
Aquel mismo día dio el faraón a los capataces del pueblo y a los escribas la orden 7
de no facilitar, como hasta entonces, la paja para hacer los adobes, sino que fueran ellos a recogerla. 8
Pero exigíales la misma cantidad de adobes que antes, sin quitar ni uno, 9
pues huelgan, y por eso gritan: Tenemos que ir a sacrificar a nuestro Dios. Cargadlos de trabajos, que estén ocupados y no den oídos a los embustes. 10
Fueron, pues, los capataces y los escribas, y dijeron al pueblo: Oíd lo que dice el faraón: No os daré en adelante la paja, 11
id vosotros a recogerla donde podáis; pero no se os disminuirá en nada la tarea impuesta. 12
El pueblo se dispersó por toda la tierra de Egipto en busca de paja. 13
Los capataces los apremiaban: Acabad la tarea impuesta para cada día, como cuando se os daba la paja. 14
Fueron castigados los escribas de los hijos de Israel que habían puesto sobre ellos los exactores del faraón, diciéndoles: ¿Por qué ni anteayer, ni ayer, ni hoy habéis completado la tarea de adobes como antes? 15
Fueron los escribas de los hijos de Israel a quejarse al faraón, diciendo: ¿Cómo haces así con tus siervos? 16
A tus siervos no se les da paja y se nos dice: Haced los mismos adobes, y azotan a tus siervos como si la culpa fuera de tu pueblo. 17
El faraón respondió: Es que holgáis, holgáis, y por eso decís: Queremos ir a sacrificar a Yahvé. 18
Id, pues, a trabajar; no se os dará la paja, y habéis de hacer la misma cantidad de adobes.
La consecuencia de la petición de Moisés y Aarón no pudo ser más desafortunada, ya que los trabajos penosos sobre los israelitas se recrudecieron. El faraón dio orden a los
capataces o supervigilantes de que no se les proveyera a los hebreos de la materia prima de
paja, para que tuvieran que ir a buscarla. Los
adobes eran fabricados de arcilla fangosa del Nilo y de paja para dar consistencia, como aún hoy día se fabrican por aquellas regiones. Los israelitas, por esta nueva orden, tenían que internarse en los campos a recoger la paja necesaria que antes se les administraba. Esto suponía duplicar el trabajo para los pobres hebreos. Los capataces, o
noguesim, aparecen en los monumentos egipcios con el bastón en la mano para estimular a los trabajadores poco laboriosos. Los
escribas son otra institución clásica de Egipto, que en el caso concreto tenían que llevar la contabilidad de la producción. Por el contexto se desprende que los
escribas eran hebreos, pues salieron por los intereses de éstos, y fueron azotados por los capataces egipcios por no lograr la cantidad debida de adobes3. Los
escribas se presentaron al faraón por esta manera injusta de obrar4, pidiendo más clemencia. Sabemos por ciertos textos egipcios que estas quejas y aun insubordinaciones de los obreros no eran raras en los trabajos públicos5. Muchas veces pedían un trabajo más justo. En toda esta narración bíblica hay un sello egipcio perfectamente verosímil, y demuestra que el redactor conoce perfectamente el ambiente de la tierra de los faraones. La tarea de fabricar ladrillos era muy dura: Era un trabajo fastidioso, pero no muy difícil. Se tomaba arcilla del Nilo, que se mezclaba con arena y paja. Para que la mezcla fuera buena, había que humedecer estos ingredientes, pisarlos a lo largo y removerlos de tiempo en tiempo. El obrero, con el molde cerca de él, echa esta mezcla húmeda, lo llena exactamente, quita lo que sobra con una pala de madera y después quita el molde, sin perjudicar al adobe. Se le deja secar durante ocho días y después es ya utilizable.6
Queja de los Escribas ante Moisés y Aarón (19-23).
19
Los escribas de Israel viéronse angustiados por decírseles que no se disminuiría en nada la cantidad de adobes y que habían de hacer cada día la misma tarea. 20
Encontráronse con Moisés y Aarón, que estaban esperando a que saliesen de la casa del faraón, 21
y les dijeron: Que vea Yahvé y juzgue, pues vosotros habéis sido causa de que el faraón no pueda vernos, y habéis puesto la espada en sus manos para que nos mate. 22
Entonces Moisés se volvió a Yahvé, diciendo: Señor, ¿por qué castigas a este pueblo? ¿Para qué me has enviado? 23
Desde que fui al faraón para hablarle en tu nombre, maltrata al pueblo, y tú no haces nada por librarle.
El faraón, al recargar a los hebreos, pensaba hacer odioso al propio Moisés, al que achacarían el recrudecimiento de la servidumbre, como así sucedió. Los escribas hebreos se quejaron a Moisés, pues su intervención no sirvió sino para hacerles llevar una vida más insoportable. Moisés, sin excusarse ante ellos, se queja ante su propio Dios: ¿por qué le ha confiado una tarea tan ingrata y ha permitido que su petición haya servido para esclavizar más a sus compatriotas? ¿No le había prometido la liberación de su pueblo? ¿Por qué no interviene moviendo el corazón del faraón a su favor? (v.23). Los israelitas, creyendo en los portentos de Moisés, habían supuesto que la liberación era próxima, y así se sobreexcitaron sus esperanzas; pero ahora han quedado decepcionados y han caído en un estado de rencor y apatía.
1 El verbo hebreo empleado es
hagag, e incluye la idea de una fiesta con peregrinación. Según la Ley, había tres
haggim o peregrinaciones en el año:
Exo_23:14-17. La raíz hebrea es idéntica a la árabe
hadg (peregrinación a la Meca). 2 Cf, M. J. Lagrange,
études sur les religions sémitiques (París 1903) p.297s. 3 Sobre el oficio de
escriba véase la bella descripción que hace uno del gremio: gh. Jean,
Le Milieu Biblique II 1585. 4 El TM dice literalmente: tu pueblo es culpable, lo que no es verosímil en el contexto. Los LXX: tú obras injustamente hacia tu pueblo. Peshitta: tú tienes la culpa. 5 Así aparece en el
Papiro de Turín, pl.XLVIII y XLII. Véase art.
Egypte: DVS II 789. 6 P. Montet
, La vie quotidienne en égypte au temps des Ramsés (París 1946) p.159.