Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
9. Nuevas Plagas.
Plaga Quinta: Epizootia (1-7).
1
Yahvé dijo a Moisés: Ve al faraón y dile: Así habla Yahvé, Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo a que me dé culto. 2
Si rehusas dejarlos ir y todavía los retienes, 3
caerá la mano de Yahvé sobre los ganados que están en tus campos, sobre los caballos, sobre los asnos, sobre los camellos, sobre los bueyes y sobre las ovejas, una peste muy mortífera. 4
Yahvé hará distinción entre los ganados de Israel y los ganados de los egipcios, y nada perecerá de lo perteneciente a los hijos de Israel. 5
Yahvé fijó el momento, diciendo: Mañana hará esto Yahvé en esta tierra. 6
Hízolo Yahvé al día siguiente. Pereció todo el ganado de los egipcios, y no murió un solo animal de los ganados de los hijos de Israel. 7
El faraón se informó, y ni un animal de los ganados de los hijos de Israel había muerto. Pero el corazón del faraón se endureció y no dejó ir al pueblo.
En la misma forma compendiosa se cuenta la plaga quinta, la peste de los ganados, una terrible epizootia que viene sobre el ganado, muy abundante en Egipto. No es tampoco ahora raro este azote en el valle del Nilo, y a su gravedad contribuye no poco el abandono de las gentes, que no hacen nada para luchar contra el mal. El P. Mallon nos ofrece una impresionante descripción de la epizootia presenciada por él en 1903: Había pasado por Meserib y me encaminaba a Hosn Ongelun. A lo largo del camino se veían en la llanura bueyes y vacas heridos por el terrible azote y abandonados por los habitantes, que no se cuidaban de sepultarlos.1 Como las plagas precedentes, también ésta perdonó la región habitada por los hebreos, a fin de que así apareciese mejor la plaga enviada por Yahvé para obtener la libertad de su pueblo2.
Sexta Plaga: las úlceras (8-12).
8
Yahvé dijo a Moisés y Aarón: Tomad un puñado de ceniza del horno, y que la tire Moisés hacia el cielo, a la vista del faraón, 9
para que se convierta en un polvo fino sobre toda la tierra de Egipto y produzca en toda la tierra de Egipto a hombres y a animales pústulas eruptivas y tumores. 10
Tomaron la ceniza del horno y se presentaron al faraón. Moisés la tiró hacia el cielo, y se produjeron en hombres y animales pústulas y tumores. 11
Los magos no pudieron continuar en presencia de Moisés, porque les salieron tumores, como a todos los egipcios. 12
Y Yahvé endureció el corazón del faraón, que no escuchó a Moisés y a Aarón, como Yahvé se lo había dicho a Moisés.
En la época de la inundación, mes de junio, son frecuentes los Tumores ocasionados por el excesivo calor. Escuecen mucho, pero no son peligrosos. Estos tumores del Nilo no constituyen una plaga como la que aquí se nos describe. El autor saca a colación los magos, de quienes parecía haberse olvidado desde la tercera plaga. Con mencionarlos ahora parece que se propone burlarse de ellos y de su arte y, sobre todo, poner más de relieve el contraste entre el poder de Dios y el eje la magia egipcia, o diríamos mejor, hablando en lenguaje moderno, el poder de la ciencia egipcia, que para los hebreos debía de representar el
summum de la ciencia humana.
Séptima Plaga: el Granizo (13-35).
13
Dijo Yahvé a Moisés: Levántate temprano, preséntate al faraón y dile: Así habla Yahvé, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo a que me dé culto, 14
porque esta vez voy a desencadenar mis plagas contra ti, contra tus servidores y contra tu pueblo, para que sepas que no hay como yo en toda la tierra. 15
Si yo hubiera tendido mi mano y te hubiera herido con la peste, tú y tu pueblo habríais desaparecido de la tierra; 16
pero te he dejado con vida para que por ti brille mi poder, y mi nombre sea celebrado en toda la tierra. 17
Te opones todavía como un muro entre mí y mi pueblo para no dejarle ir; 18
pues sabe que mañana a esta hora haré llover una granizada tan fuerte como no la hubo jamás en Egipto desde el día que se fundó hasta hoy. 19
Retira, pues, tus ganados y cuanto tienes en el campo, cuantos hombres y animales haya en el campo, y si no se retiran, serán heridos por el granizo y morirán. 20
Aquellos de los servidores del faraón que temieron la palabra de Yahvé, mandaron retirar a su casa siervos y ganados. 21
Pero los que no atendieron a la palabra de Yahvé, dejaron a sus siervos y a sus ganados en el campo. 22
Yahvé dijo a Moisés: Tiende tu mano hacia el cielo para que caiga el granizo en toda la tierra de Egipto sobre hombres y animales, y sobre todas las verduras del campo. 23
Moisés tendió su cayado hacia el cielo, y Yahvé mandó truenos y granizo, y el fuego se precipitó sobre la tierra. 24
Yahvé llovió granizo sobre la tierra de Egipto, y mezclado con el granizo cayó fuego, y tan fuerte era el granizo, que no lo hubo semejante en toda la tierra de Egipto desde que comenzó a ser pueblo. 25
El granizo hirió en toda la tierra de Egipto cuanto había en los campos, hombres y animales. Machacó también todas las hierbas del campo y destrozó todos los árboles del campo. 26
Sólo en la tierra de Gosén, donde habitaban los hijos de Israel, no cayó granizo. 27
El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: Esta vez he pecado; Yahvé es justo, y yo y mi pueblo, impíos. 28
Rogad a Yahvé para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y os dejaré ir, y no quedaréis más aquí. 29
Moisés dijo: Cuando haya salido de la ciudad, alzaré mis manos a Yahvé, y cesarán los truenos, y dejará de granizar, para que sepas que de Yahvé es la tierra, 30
aunque sé que ni tú ni tus servidores teméis todavía a Yahvé, Dios. 31
El lino y la cebada habían sido destrozados, pues la cebada estaba todavía en espiga, y el lino en flor; 32
pero el trigo y la escanda no, por ser tardíos. 33
Moisés dejó al faraón y salió de la ciudad, alzó sus manos a Yahvé, y cesaron los truenos y el granizo, y dejó de llover sobre la tierra. 34
Viendo el faraón que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, acrecentó su pecado, 35
y endureció su corazón hasta el extremo, y no dejó salir a los hijos de Israel, como le mandaba Yahvé por boca de Moisés.
Todo el mundo ha experimentado la impresión que produce una granizada fuerte acompañada de truenos y rayos. Aunque en Egipto es rara la lluvia, pero no así estos fenómenos del granizo, que destruyen fácilmente los productos del campo. Otra vez se nos ofrece un relato en que Aarón no aparece. Moisés recibe orden de levantarse temprano y presentarse al faraón, reiterándole la petición tantas veces hecha. A esto añade la amenaza de una fuerte tempestad acompañada de granizo, que destruye cuanto hay en el campo; pero, como si Dios quisiera mostrar que, más que el mal de los egipcios, lo que pretende es hacer prueba de su poder y obtener la facultad que pide, advierte Moisés al faraón que mande recoger a la ciudad los hombres y los ganados si quiere evitar el daño. Y, en efecto, los que oyeron la amonestación de Moisés se vieron libres de la plaga; los que no, sufrieron sus consecuencias3. El texto no nos declara de qué manera pudo llegar esta amonestación a toda la tierra de Egipto, que sufrió el azote. Este se continuó por muchas horas, y pudo dar lugar al faraón para llamar a Moisés y rogarle hiciese cesar las tormentas, que continuaban amenazadoras. Para lograrlo le promete la licencia, que luego le niega. El autor sagrado aprovecha la ocasión
para pregonar el poder de Dios, que se extiende a toda la tierra (v.16). Los pueblos antiguos concebían mal esto. Para ellos, los dioses ejercían su poder sólo en su propio territorio4.
1 A. Mallon,
Les Hébreux en Egypte p.145s. 2 Entre los animales con pústulas aparece el
camello, que ciertamente es raro en Egipto por estas épocas; al menos no aparece en las pinturas egipcias hasta la época helenística. Pero era conocido de los asiáticos que iban a Egipto. Cf.
Gen_37:25. 3 Sab 16:16s. 4 Cf. la poesía épica en torno a este prodigio:
Sal_77:18-19;
Sal_78:48;
Sab_16:15-17.