Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
21. La Espada Vengadora De Yahvé.
Este capítulo ha sido denominado el canto de la espada. En los v.1-4, el profeta anuncia un fuego devorador que consumirá a Judá y a Jerusalén l
. A continuación presenta a Nabucodonosor con la espada en la mano, blandiéndola, contra el norte primero, contra la coalición siro-efraimita, y después, contra Jerusalén, abatiéndose, finalmente, sobre Amón.
El fuego devorador sobre Judá (1-5).
1 45 Y fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 2 46 Hijo de hombre, vuélvete de cara hacia el sur y derrama la palabra sobre el mediodía. Profetiza contra el bosque del campo del Negueb, 3 47 y di al bosque del Negueb: Oye la palabra de Yahvé: Así dice el Señor, Yahvé: Voy a encender en ti un fuego que devorará todos los árboles, los verdes y los secos. No se apagarán las abrasadoras llamas hasta no quemar todo rastro del mediodía al septentrión, 4 48 y verá toda carne que yo soy Yahvé, quien lo encendió. No se apagará. 5 49 Dije yo: ¡Oh Señor, Yahvé! Mira que éstos me dicen: ¿No es éste un trovador de parábolas? El profeta recibe la orden de volverse
hacia el sur (v.2), es decir, hacia Palestina, en el supuesto de que el vaticinador esté en Babilonia, y para ir a Palestina tiene que bordear el norte siró-fenicio por la ruta caravanera tradicional. Aquí Ezequiel debe, en dirección de Palestina, lanzar su palabra
hacia el mediodía 2. El bosque del campo del Negueb indica la región esteparia del sur palestinense. La palabra
bosque aquí está insertada literariamente para jugar mejor con la idea de gran incendio que asolará la región. La comparación de la destrucción de una nación a una selva devorada por las llamas no es rara en la Biblia 3. El profeta destaca aquí que es el mismo Yahvé quien envía el fuego devastador. La desolación será total, la verá
toda carne. Ese fuego encendido por Yahvé
no se apagara. La frase tiene un valor absoluto que no ha de tomarse a la letra. Aquí lo que se quiere destacar son las grandes proporciones del incendio, en este caso la ruina del reino de Judá. De hecho, Jerusalén fue pasto de las llamas en su totalidad, y podemos suponer que las llamas del terrible incendio provocado por los soldados de Nabucodonosor duraron días y aun semanas ante los ojos curiosos y atónitos de los pueblos vecinos de Judá, testigos de la intervención justiciera de Yahvé, Dios de Israel. Los oyentes de Ezequiel, al oír sus predicciones, se preguntan irónicamente: ¿No
es éste un trovador de parábolas? (v.5).
No pueden creer que Dios permita la destrucción de la Ciudad Santa, y creen que el profeta habla en enigmas, o
parábolas, de cosas que no están a su alcance. La frase del auditorio es despectiva y sarcástica; para ellos, Ezequiel no está en sus cabales.
La espada vengadora de Yahvé (6-12).
6 Y me fue dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 7 Hijo de hombre, vuélvete de cara a Jerusalén y derrama tu palabra sobre sus santuarios. Profetiza contra la tierra de Israel 8 y di a la tierra de Israel: Así dice el Señor, Yahvé: Heme aquí contra ti; voy a desenvainar mi espada y a exterminar en ti al justo y al impío, 9 pues para eso saldrá mi espada de la vaina contra toda carne, desde el mediodía hasta el septentrión, 10 y sabrá toda carne que yo soy Yahvé, que he desenvainado mi espada y no volverá a la vaina, 11y tú, hijo de hombre, gime con quebranto de ríñones y amargura, gime a la vista suya. 12Y cuando te digan: ¿Por qué gimes? diles: Por una noticia que, cuando llegue, se derretirá todo corazón, desmayarán todas las manos, todas las almas se consternarán y todas las rodillas se disolverán como agua. Ya viene, ya se cumple, dice el Señor, Yahvé. Puesto que los interlocutores de Ezequiel se hacían sordos y no querían entender la parábola del incendio del bosque, ahora el profeta va a hablar más claro. En nombre de Dios se pone cara a Jerusalén para profetizar sobre sus santuarios. El
bosque de que hablaba antes es Jerusalén, y el
incendio es la
espada que siembra la muerte por doquier. La devastación será general y en ella perecerán el justo
y el injusto (v.8). En 9,8, el profeta se escandalizaba de que Yahvé exterminara a todo Israel, sin distinción de buenos o malos. Aquí, para destacar el carácter general de la destrucción, dice que afectará a todos. En efecto, la catástrofe nacional del 586 cayó indistintamente sobre justos y pecadores. Para que hubiera una justa discriminación hubiera
sido necesaria una intervención milagrosa de Dios. Los profetas pre-exílicos hablaban de un
resto que se salvaría en las catástrofes para constituir el núcleo de resurrección nacional. De hecho sabemos
que el fuego sagrado del yahvismo no se apagó, y se salvó precisamente en ese reducido número de justos que en todos los momentos críticos de la nación fueron reservados por Yahvé. En este caso, el profeta quiere fijarse sólo en las proporciones de la devastación.
El canto de la espada (13-22).
13 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 14 Hijo de hombre, profetiza y di: Así habla el Señor, Yahvé: Di: ¡La espada! ¡La espada! Está afilada y bruñida. 15 Afilada para degollar, bruñida para fulgurar como el rayo. 16 La he hecho bruñir para blandiría, hícela afilar y bruñir para ponerla en manos de un degollador. 17 Grita y gime, hijo de hombre, porque viene sobre mi pueblo, sobre todos los príncipes de Israel. Caen a la espada juntamente con mi pueblo. ¡Hiere, pues, tus muslos! 18 Porque es una prueba, y ¿qué si el cetro menospreciador no existe? oráculo del Señor, Yahvé 4. 19 Tú, pues, hijo de hombre, profetiza batiendo una palma contra otra. Se duplicará la espada, se triplicará; es la espada de la matanza, la espada de la gran matanza que los amenaza. 20 Para que se encojan los corazones i y se multiplique el estrago, sobre todas sus puertas he puesto el espanto de la espada. ¡Ah! ¡Bruñida para fulgurar, afilada para degollar! 21Taja a derecha, raja a izquierda, adondequiera que te vuelvas. 22Y también batiré yo palmas, y desfogaré mi ira. Yo, Yahvé, he hablado. En este bellísimo poema, entrecortado de emoción, el profeta describe dramáticamente la intervención sangrienta de Nabucodonosor, el
degollador escogido por Yahvé para castigar a su pueblo. Es el anuncio de la campaña de cerco sobre Jerusalén, iniciada en 588 a.C. Ezequiel canta la intervención de la
espada vengadora de Yahvé en manos del instrumento de su justicia, el rey de Babilonia; y en este sentido apostrofa al final a la espada para que cumpla fielmente su cometido, ya que es obra de Yahvé (v.22).
El estilo es nervioso y entrecortado, como si el profeta asistiese al desarrollo del terrible drama doloroso de su pueblo en su momento decisivo. El
degollador (Nabucodonosor) blande la espada, haciéndola fulgurar como el rayo sobre el
pueblo de Judá y sobre los
príncipes de Israel (v.17).
El espectáculo de horror es tal, que se invita al profeta a dar signos de duelo y desesperación:
hiere tus muslos (v.17) 5. Es la gran tragedia psicológica de los profetas: de un lado deben alegrarse del cumplimiento de la voluntad divina castigando a su pueblo, y de otro deben participar del dolor de sus compatriotas. Todo lo que constituía las fuerzas vivas de la nación es presa de la espada. Sin embargo, el profeta debe seguir profetizando la ruina
batiendo una palma contra otra (v.19), e.d., mostrando su alegría por el cumplimiento de la voluntad de Dios. La exterminación es total:
se duplicará la espada, se triplicara (v.19); y el mismo profeta anima al degollador:
¡Raja a derecha, raja a izquierda! (v.21); es la obra exterminadora de Yahvé, que personalmente aplaude:
también yo batiré palmas. (v.22).
En toda esta fraseología debemos ver siempre el genio oriental, propenso a la exageración y a la frase radical para recalcar
la idea fundamental de la justicia vengadora de Dios, purificando a su pueblo por la guerra para después hacerle sentir la nostalgia de los días de amistad con El.
Nabucodonosor se dirige contra Jerusalén (23-32).
23 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 24 Tú, hijo de hombre, traza dos caminos para la espada del rey de Babilonia, que salgan ambos de la misma tierra, y pon una señal al comienzo de cada camino que indique la ciudad adonde va. 25 Traza un camino por donde vaya la espada a Rabat de los hijos de Amón, y otro por donde vaya a Judá, a la ciudad fuerte de Jerusalén. 26 Porque el rey de Babilonia se ha parado en el cruce de donde parten los dos caminos para consultar, augurando por el lanzamiento de las flechas, por la pregunta a los terafim, por el examen de las entrañas. 27 El augurio ha señalado la derecha, Jerusalén, para dar la orden de ataque, lanzar los gritos de guerra, alzar arietes contra sus puertas, levantar terraplén y hacer vallado. 28 Para ellos, éstos son presagios vanos, pues ha habido juramentos solemnes; pero él se acuerda de su iniquidad, y serán cogidos en el lazo. 29 Por tanto, así dice el Señor, Yahvé: Por haber traído a la memoria vuestra iniquidad, poniendo al descubierto vuestras traiciones y vuestros pecados en todas vuestras acciones, puesto que os jactáis, seréis entregados a su mano. 30 Y tú, infame, impío, príncipe de Israel, llegó tu día, el término del tiempo de la iniquidad. 31 Así dice Yahvé: ¡Fuera tiara! ¡Fuera corona! Eso no será más. Será ensalzado lo humilde y humillado lo alto. 32 ¡Ruina, ruina! ¡A ruina las reduciré! y no serán más mientras no venga aquel a quien de derecho pertenecen, y a él se las daré. Por medio de una acción simbólica, Ezequiel presenta ya en marcha al rey de Babilonia, deteniéndose en una encrucijada de caminos, pues duda sí ir primero a
Jerusalén o a
Rabat-Amón, en TransJordania. La suerte decide su marcha hacia la capital de Judá. Nabucodonosor tenía su cuartel general en Ribla (Alta Siria). Así, pues, cuando se encamina hacia Palestina, viene del norte. Ezequiel, para dramatizar la situación, recibe la orden divina de
trazar dos caminos para la espada del rey de Babilonia (v.23). Quizá para ello se sirvió de una tableta de arcilla, como cuando diseñó el plano de Jerusalén a la vista de los exilados6. Debe señalar la dirección de las dos vías, una a
Jerusalén y otra a
Rabat-Amón, la actual
Aman, en TransJordania. Nabucodonosor queda perplejo sobre el camino a seguir, y lo decide por
flechas (v.26); es la rabdomancia, o adivinación por las flechas de un carcaj, sacadas al azar, práctica muy usual en las tribus arábigas. Pregunta también a los
terafim, o dioses familiares penates7, y, por fin, acude al tercer medio de adivinación, el
examen de las entrañas, muy practicado en Babilonia. El profeta enumera los tres sistemas de consultación usuales entre los paganos. El resultado de la consulta es que debe dirigirse a Jerusalén (v.27).
Sin embargo, los judíos no creen en la inminencia de la destrucción de la ciudad, a pesar de que se alzan en torno suyo los
terraplenes y
arietes del cerco (v.28). Creen más bien en los
juramentos solemnes de Yahvé relativos a la protección de su pueblo. Pero Yahvé había condicionado su protección, y se
acuerda de su iniquidad (v.28), y, en consecuencia, va a obrar con mano airada, como merecen, de forma que
serán cogidos en el lazo que les ha tendido y entregados al invasor (v.29).
El profeta se encara airadamente con el principal culpable de la catástrofe, el rey Sedecías:
y tú, infame, impío, príncipe de Israel, llegó tu día. (v.30). Se ha deshonrado al romper la fidelidad jurada al rey de Babilonia. Debe, pues, deponer la diadema real:
¡Fuera tiara! ¡Fuera corona! (v.31). Es hora de que se pongan las cosas en su punto y que Sedecías, enorgullecido, ceda el paso al humillado rey Jeconías, entonces en el exilio babilónico:
Será ensalzado lo humilde y humillado lo alto (v.31). Es el tiempo de la ruina, y no volverá a levantarse más Judá hasta que
no venga aquel a quien de derecho pertenece, y a él se las daré (v.32), probable alusión a un deseo de reentronización de Jeconías, prisionero en el exilio 8. La misteriosa frase ha sido relacionada con la otra, no menos enigmática, de
Gen_49:10, donde se dice que no desaparecerá el cetro de Judá hasta que
venga aquel a quien le pertenece, el Mesías9. Quizá en las palabras de Ezequiel haya también una sobrecarga mesiánica, viendo en el trasfondo, sobre la suerte del desgraciado rey Jeconías,
la figura radiante del Mesías, restaurador de la dinastía davídica, a quien en justicia pertenece realmente la diadema real. De todos modos, la frase resulta un poco aislada y no debe desconectarse del contexto general.
Profecía de destracción contra Amón (33-37).
33 Y tú, hijo de hombre, profetiza y di: Así habla el Señor, Yahvé, de los hijos de Arnón y de su oprobio. Di, pues: ¡La espada! Desenvainada está la espada para degollar, bruñida para consumir, para fulgurar, 34 para hacerla caer sobre el cuello de los más inmundos de los impíos, mientras te profetizan vanidad y te adivinan mentiras. Llegó su día en el tiempo de la consumación de la iniquidad. 35 ¿La volveré a la vaina? Yo te juzgaré en la tierra donde te criaste, en la tierra donde has vivido. 36 Derramaré sobre ti mi furor, soplaré contra ti el fuego de mi ira, y te entregaré en manos de hombres despiadados, artífices de la destrucción. 37 Serás pasto del fuego, se empapará la tierra de tu sangre y se perderá tu memoria, porque yo, Yahvé, lo digo. Los amonitas sentirán también el peso de la espada de Nabuco-donosor. La perícopa relativa a la suerte de Amón es considerada, desde el punto de vista literario, como un mosaico de frases usadas en secciones anteriores 10. Los habitantes de Amón, vecinos del reino de Judá, sentían una maligna satisfacción al ver a éste destruido definitivamente. El profeta alude a esta burla escarnecedora u
oprobio (v.33) lanzado contra Judá por los vecinos paganos de Amón.
Dios castigará esta actitud malévola, sometiéndolos también a la terrible prueba de la espada. Lejos de sacar beneficio de la ruina de Judá, sentirán en su suelo las huellas de la destrucción, particularmente sufrirán los falsos profetas
(los más inmundos de los impíos, v.34), que
adivinan mentiras, e.d., engañan al pueblo anunciando perspectivas de victoria sobre Judá, ahora arruinada. Los amonitas serán atacados por Nabucodonosor en su misma tierra (v.35). Su destrucción será total. Flavio Josefo nos dice que esto tuvo lugar cinco años después de la ruina de Jerusalén (587) 11.
1 En la traducción griega de los LXX y en la Vulgata latina, los cinco primeros versículos de este capítulo están incrustados en el capítulo anterior, con la numeración de v.45 al 49, que conservamos a continuación con su correspondiente (v.i al 5) del capítulo 21 del hebreo. 2 La palabra heb.
Darom (los LXX leen
Dagón).designa en la Biblia la parte meridional d(g Palestina:
Deu_33:23;
Job_37:17;
Eco_1:6;
Eco_11:3; y aparece trece veces en Ezequiel. 3 Cf.
Isa_9:17;
Isa_10:17;
Jer_21:14;
Sal_83:15. 4 Este verso es ininteligible en el contexto, y parece que en el TM tiene alguna relación de sentido con el v.15. La traducción de los LXX es totalmente diversa: ¿por qué ha estado justificado, y qué si la tribu es rechazada? No será, dice el Señor, Yahvé. 5 Sobre este gesto de dolor cf.
Jer_31:19. En asirlo existe la misma frase: majasu
suma, con el mismo sentido traslaticio. 6 Cf. Ez 4:1s. 7 Cf.
Gen_31:19;
Ose_3:4;
Zac_10:2. 8 Sobre la existencia de partidarios del destronado Jeconías, véase
Jer_28:3-4. 9 Sobre la profecía de Jacob cf. ceuppens,
De prophetiis messianicis in A.T. (Roma 1935) 61-84, especialmente p.?2. Véase también L. Dennefeld,
Le Messianisme: DTC 10 (1929) i 416. 10 Cf. v.33: v.14s; v.34: v.30; v.3ó: v.3s. 11 fl. Jos., Ant.
Jud. X 9,7.