Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
37. Resurrección de la Nación Israelita.
Las afirmaciones precedentes de Ezequiel, sin duda que suscitaban en la mayor parte de los oyentes escepticismo. ¿Cómo Judá habrá de verse algún día restaurada en su patria con plena libertad? El imperio de Nabucodonosor parecía omnipotente, y, por tanto, su opresión habría de permanecer por siglos. El profeta, para realzar más sus promesas, les comunica una visión que ha tenido sobre la restauración de Israel. Cierto que el pueblo israelita había sido reducido a un estado esquelético, pero la omnipotencia divina puede de nuevo reanimar estos huesos disecados. Israel será restaurado como nación, y de nuevo todos los israelitas, dejando sus anteriores tradiciones cismáticas, se unirán para formar un solo reino futuro. El capítulo se divide netamente en dos partes:
a) visión sobre la restauración de la comunidad israelita (1-14);
b) acción simbólica sobre la unión de los dos reinos israelitas, Judá y Efraím (15-28).
Visión de los huesos secos (1-10).
1 Fue sobre mí la mano de Yahvé, y llevóme Yahvé fuera y me puso en medio de un campo que estaba lleno de huesos. 2 Hízome pasar por cerca de ellos todo en derredor, y vi que eran sobremanera numerosos sobre la haz del campo y enteramente secos. 3 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿revivirán estos huesos? Y yo respondí: Señor, Yahvé, tú lo sabes. 4 Y él me dijo: Hijo de hombre, profetiza sobre estos huesos y diles: Huesos secos, oíd la palabra de Yahvé. 5 Así dice el Señor, Yahvé, a estos huesos: Voy a hacer entrar en vosotros el espíritu y viviréis, 6 y pondré sobre vosotros nervios, y os cubriré de carne, y extenderé sobre vosotros piel, y os infundiré espíritu, y viviréis y sabréis que yo soy Yahvé. 7 Entonces profeticé yo como me mandaba, y a mi profetizar se oyó un ruido, y hubo un agitarse y un acercarse huesos a huesos. 8 Miré y vi que vinieron nervios sobre ellos, y creció la carne y los cubrió la piel, pero no había en ellos espíritu. 9 Díjome entonces: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así habla el Señor, Yahvé: Ven, ¡oh espíritu! ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos huesos muertos, y vivirán. 10 Profeticé yo como se me mandaba, y entró en ellos el espíritu, y revivieron y se pusieron en pie, un ejército grande en extremo. El cuadro que presenta el profeta es espeluznante: un campo lleno de huesos secos. En nombre de Dios proclama un nuevo oráculo a los exilados. La expresión
fue sobre mí la mano de Yahvé indica en la literatura profética un influjo divino especial irresistible sobre el vidente ! La visión aparece perfectamente escenificada. El profeta da vueltas al campo apocalíptico de esqueletos humanos expuestos a la intemperie. Todo era impresión de muerte. De un lado, Ezequiel ve que estos huesos eran incalculables, y por otro sabe que están completamente secos, sin nervaduras ni carne. Ya hacía tiempo que el soplo vital había partido de ellos. El Señor le interroga sobre la posibilidad de que estos esqueletos sean de nuevo reanimados por la vida (v.3). El profeta no niega la posibilidad de la resurrección de estos huesos 2, pues sabe que Dios es omnipotente:
Señor, tú lo sabes, es la respuesta prudente de Ezequiel (v.3).
Sin duda que en la visión el profeta nota que Yahvé quiere hacer algo excepcional. Por orden suya
profetiza sobre los huesos secos. Ezequiel aparece como
instrumento de esta resurrección, en cuanto que será el paladín de la esperanza de la resurrección nacional de Israel en el cautiverio. La palabra
profetiza indica que Ezequiel debe conducirse como profeta, es decir, transmisor de un designio divino. La vivificación de los huesos aparece altamente dramatizada: primero se juntan los nervios, después se llenan de carne y, por fin, son vivificados por el hálito vital (v.6). Según la mentalidad popular, la vida venía directamente de Dios, quien infundía a cada ser el soplo vital 3.
Aquí este espíritu es lo último que sobreviene al esqueleto ya articulado con los nervios y la carne. En la formación del primer hombre se sigue el mismo orden, pues el hálito vital es infundido después que ha sido configurado el hombre en lo material externo. En la visión de Ezequiel, el hálito vital o
espíritu (
rúaj)
ha de venir de los
cuatro vientos (v.9), porque debía informar a todos los huesos que en el campo estaban esparcidos en las cuatro direcciones. Ninguno debe quedar sin ser vivificado. Como consecuencia de la invocación del profeta al espíritu sobre aquellos huesos secos, éstos se vivificaron, y ante los ojos atónitos del vidente había allí un ejército inmenso de hombres resucitados (v.10).
Explicación de la visión (11-14).
11 Díjome entonces: Hijo de hombre, esos huesos son la entera casa de Israel. Andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, ha fallado nuestra esperanza, estamos perdidos. 12 Por eso profetiza y diles: Así habla el Señor, Yahvé: Yo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras sepulturas, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel, 13 y sabréis que yo soy Yahvé cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío, 14 y ponga en vosotros mi espíritu y viváis, y os dé reposo en vuestra tierra, y sabréis que yo soy Yahvé, lo dije y lo hice, oráculo de Yahvé. La explicación de la apocalíptica visión es clara en el contexto y la declaración subsiguiente: los huesos resucitados son los exilados de Israel, que se creen ya sin esperanza de resurrección nacional:
estamos perdidos. (v.11). La desesperación era la característica de los exilados después de la ruina definitiva de Jerusalén. Se creen totalmente abandonados de su Dios. Ezequiel quiere levantar los ánimos. La visión que acaba de exponer es el mejor símbolo de lo que va a suceder en el futuro,
pues Israel será de nuevo reanimado, con la ayuda de Dios, y reintegrado a su patria. Los israelitas exilados están como muertos en sus sepulcros, pero Yahvé los va a sacar de este estado, vivificándoles para hacerlos volver a la
tierra de Palestina (v.14). Nada en el contexto favorece la opinión de que aquí se trata de la resurrección de los muertos, aun limitada al pueblo israelita como en
Dan_12:24.
Un solo reino bajo el cetro único del nuevo David (15-28).
15 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 16 Hijo de hombre, toma un palo y escribe en él: Judá y los hijos de Israel que le están unidos. Toma luego otro y escribe en él: José, el báculo de Efraím y de toda la casa de Israel que le está unida. 17 Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y uno solo hagan en tu mano. 18 Y cuando te pregunten los hijos de Israel: ¿No nos enseñarás qué es eso? 19 Diles: Así habla el Señor, Yahvé: He aquí que yo tomaré el báculo de José, que está en manos de Efraím y de las tribus de Israel que le están unidas, y lo pondré sobre el báculo de Judá, haciendo un solo báculo, y será uno solo en mi mano. 20 Que estén a sus ojos los palos en que escribas, y diles: 21 Así dice el Señor, Yahvé: He aquí que yo tomaré a los hijos de Israel de entre las gentes a que han ido, juntándolos de todas las partes, y los traeré a su tierra. 22 Y haré de ellos en la tierra, en los montes de Israel, un solo pueblo, y todos tendrán un solo rey; nunca más serán dos naciones, nunca más estarán divididos en dos reinos, 23 nunca más se contaminarán con sus ídolos; los libraré de todas las rebeliones con que pecaron y los purificaré, y serán mi pueblo, y yo seré su Dios. 24 Mi siervo David será su rey, y tendrán todos un solo pastor, y caminarán por las sendas de mis mandamientos, y guardarán mis preceptos, poniéndolos por obra. 25 Y habitarán la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en que habitaron vuestros padres. Ellos la habitarán y los hijos de sus hijos por los siglos de los siglos, y por los siglos será su príncipe David, mi siervo. 26 Estableceré con ellos un pacto de paz que será pacto eterno; los asentaré, los acrecentaré y pondré mi santuario en medio de ellos por los siglos. 27 Pondré en medio de ellos mi morada, y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. 28 Y sabrán las gentes que yo, Yahvé, santifico a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos por los siglos. Después de anunciar solemnemente, en la explicación de la visión anterior, la repatriación de los exilados, el profeta anuncia que en el futuro desaparecerá la tradicional división de las diez tribus del norte, con Efraím a la cabeza, y las dos del sur, con Judá por capital. Esta unión de las doce tribus la expresa Ezequiel con una acción simbólica para llamar más la atención de los oyentes. Por orden divina, el profeta toma dos palos; en uno debe escribir:
Judá y los israelitas que le están unidos; y en otro:
José y la casa de Israel que le esta unida (v.16). El primer palo, pues, simbolizaba el reino del sur, y el segundo el reino del norte, en el que descollaba la tribu de Efraím, hijo de
José. En efecto, por su belicosidad y los muchos caudillos que dio, Efraím se constituyó en cabeza moral de las tribus cismáticas del norte después de la muerte de Salomón 5.
En lo futuro, las doce tribus volverán a reunirse bajo un solo rey. El profeta, para significar esto, junta un palo al otro (v.17). Días llegarán en que Yahvé reunirá a todos los componentes de todas las tribus dispersas entre las gentes y las volverá a su tierra (v.21). Juntas constituirán un solo pueblo, bajo un solo rey, al que se le llama
mi siervo David (v.24). De nuevo se repite
que la futura teocracia estará calcada sobre la añorada época de David. El profeta une siempre la repatriación de los exilados a la inauguración de los tiempos mesiánicos. De hecho, el retorno de los exilados fue el principio de la nueva comunidad nacional, en la que había de aparecer el Mesías. En los profetas suele faltar la perspectiva histórica,
y viven de la esperanza mesiánica. En sus ansias de realización, la presentan como próxima para reavivar las esperanzas en el pueblo, decaído de ánimos. Es justamente lo que hace Ezequiel entre sus compañeros de destierro. Con estas ansias de levantar los ánimos, el profeta idealiza el futuro, y piensa en la nueva era, en que reinará la paz y equidad como consecuencia de una nueva alianza (v.26), que será definitiva por los siglos. Dios volverá a ser el centro de los corazones de los israelitas 6, pues volverá a establecer su morada entre ellos en su
santuario cíe Jerusalén. Entonces sabrán las gentes que Yahvé ha
santificado a Israel (v.28), es decir, lo ha separado de entre las naciones para ser pueblo suyo y entrar en la atmósfera de santidad e incontaminación
que exige la presencia divina. El cumplimiento de este vaticinio se da en la Iglesia como Israel espiritual, heredero de las promesas del antiguo Israel histórico. El profeta, pues, entrevé la gran realización, si bien la condiciona a la mentalidad viejotestamentaria de su tiempo.
1 Cf.
Eze_1:3;
Eze_8:1. 2 En la tradición bíblica hay casos de resurrecciones individuales (cf.
1Re_17:175;
2Re_4:18s). Pero se trataba de individuos recién fallecidos. Pero aquí se trata ya de huesos secos. Desde luego, no se plantea aquí el problema de la resurrección universal. En el contexto se trata de una visión simbólica sobre la resurrección
colectiva de Israel como
nación. 3 Cf.
Sal_104:2955;
Job_32:45;
Job_34:14s;
Exo_15:8;
2Sa_22:16;
Sal_18:16. Véase P. Van Imschoot,
L'esprit de Yahvé, source de vie dans l'A.T.: RB 44 (193S) 481-501. 4 Cf. D. Buzy, O.C., p.200-210. 5 Cf.
Sal_78:67;
Ose_4:17;
Ose_5:9; 6 Cf. Jer 31:31-1:21 5:8.