Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
8. Los cultos idolátricos, practicados en el templo de Jerusalén.
Los exilados, a la vista de las extrañas acciones simbólicas de Ezequiel, llegaron a barruntar que un profeta había surgido ante ellos. Su misión era anunciar la triste suerte reservada a los judíos que aún permanecían en Palestina y la rehabilitación de los exilados. La suerte de la Ciudad Santa estaba echada, y Judá sólo volvería a recuperarse después de largos años de cautividad. Ante una concurrencia de exilados, encabezados por los
ancianos de Judá, el profeta
cayó en éxtasis, asistiendo mentalmente a unas escenas que se desarrollaban en el templo de Jerusalén. Esto tuvo lugar un año después de su visión inaugural junto al
gran canal. Los exilados creían que Yahvé debía necesariamente velar por Jerusalén y que no podía permitir que los caldeos entrasen en la Ciudad Santa,
pues Yahvé habitaba allí, en su templo. Pero el profeta va a mostrar con una visión que precisamente el castigo destructor empezará por el santuario de Yahvé, porque en él se están cumpliendo actos de abominación idolátrica, y, en consecuencia,
la justicia divina debe manifestarse dentro del recinto sagrado.
Nueva teofanía (1-4).
1 El año sexto, el día cinco del sexto mes, me hallaba yo en mi casa, y estaban delante de mí los ancianos de Judá, y allí se posó sobre mí la mano del Señor, Yahvé. 2 Miré y vi una figura con la apariencia de hombre1. De lo que aparecía, de cintura arriba era fuego, y de cintura abajo era como un esplendor luminoso, como bronce brillante. 3Tendió una a modo de mano y me tomó por los pelos de la cabeza. El espíritu me levantó entre la tierra y el cielo, y en visión divina me llevó a Jerusalén, a la entrada de la puerta del atrio interior, del lado del septentrión, donde estaba puesto el ídolo que provoca el celo. 4 Y allí estaba la gloria del Dios de Israel, semejante a la de la visión que tuve en el campo. El
año sexto de la deportación del rey Joaquín, de donde parece partir el profeta en sus cómputos, es el 592 2. El
sexto mes es el de
Ebul, correspondiente a agosto-septiembre. Esta visión, pues, tuvo lugar poco más de un año después de la primera inaugural 3. En su casa recibió a un grupo de exilados presididos por los
ancianos de Judá. Sus acciones simbólicas desacostumbradas habían logrado despertar la atención de aquellas gentes. Unos iban a verle con espíritu de fe, considerándole como heredero del espíritu de los profetas, y otros por pura curiosidad. Estando, pues, Ezequiel en medio de ellos, se sintió poseído de una gracia carismática especial del Señor: se posó
sobre mí la mano de Yahvé (v.1). La expresión indica la manifestación sensible o imaginaria de Dios al profeta4. La aparición (sensible o imaginaria) del Señor reviste las mismas características que la narrada en el capítulo 1. Yahvé se manifiesta en toda su majestad fulgurante y esplendente como el
fuego o el
bronce brillante (v.2). Ninguna otra descripción más expresiva para indicar el carácter santo y puro de Dios.
El profeta se siente transportado imaginariamente por el
espíritu del Señor a Jerusalén. El espíritu de Dios en el A.T., actuando carismáticamente sobre los profetas,
es la energía divina manifestándose de un modo especial como principio dinámico preternatural. Fuera del curso natural, Dios tiene intervenciones directas sobre sus siervos en orden a las manifestaciones especiales de su providencia. Todo esto que narra Ezequiel hay que entenderlo como ocurrido en
visión imaginaria; como la tercera tentación de Jesús en el desierto, según la cual Jesucristo fue transportado por el diablo sobre el pináculo del templo de Jerusalén 5. Así Ezequiel es transportado a la
puerta del atrio interior del templo (v.3), que estaba en el
lado del septentrión, es decir, a la izquierda del altar de los holocaustos, que estaba en el centro del
atrio interior. El templo de Jerusalén tenía un atrio exterior, o explanada amplísima, que rodeaba lo que propiamente era
santuario, al que tenían acceso las mujeres. Después, franqueando una puerta, se entraba en el
atrio interior, en el que estaba el altar de los holocaustos y al que tenían acceso sólo los varones.
Es allí donde el profeta asiste en
visión a ciertas escenas idolátricas que va a describir minuciosamente. Allí está
el ídolo que provoca el celo, probable alusión a la estatua de Astarté, la Istar asiría o Venus o la estela de
Ashera que había erigido allí el impío rey Manases un siglo antes 6, y que, quitada en la reforma de Josías 7, debió de volver a ocupar su antiguo lugar bajo el ecléctico rey Sedecías, El
ídolo es llamado provocador del
celo, quizá aludiendo al
celo que tiene Yahvé de su culto en el templo de Jerusalén, ya que Israel era considerada como
esposa de Yahvé. Se dan otras explicaciones, pero parece que en la frase hay manipulaciones de un redactor posterior8. El profeta se siente escandalizado por la presencia de estos ídolos en el santuario, donde
estaba la gloria del Dios de Israel (v.4),
es decir, Yahvé, como protector de su pueblo, manifestándose en toda su gloria y esplendor.
Escenas idolátricas en el templo de Jerusalén (5-13).
5 Y me dijo: Hijo de hombre, alza tus ojos hacia el lado del septentrión. Y alzando mis ojos al lado del septentrión, vi al norte de la puerta el altar del ídolo del celo, a la entrada misma. 6 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen éstos? ¿Ves las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí mismo para alejarme de mi santuario? Pero date la vuelta, y verás abominaciones todavía más grandes. 7 Y me llevó a la entrada del atrio, y, mirando, vi un agujero en la pared. 8 Y me dijo: Hijo de hombre, horada la pared. Horadé la pared, y apareció una puerta. 9 Entra, me dijo, y mira las pésimas abominaciones que éstos hacen. 10 Entré, miré y vi toda suerte de imágenes de reptiles y bestias abominables y todos los ídolos de la casa de Israel pintados en la pared en derredor. 11 Y setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, entre ellos Jezonías, hijo de Safan, estaban en pie ante ellos, cada uno con su incensario en la mano, de los que subía una nube de incienso. 12 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto lo que hacen los ancianos de Israel en secreto, cada uno en su cámara, llena de imágenes? Pues se dicen: Yahvé no nos ve, se ha alejado de la tierra. 13 Y me dijo: Pues verás abominaciones todavía mayores que éstos hacen. El profeta ve en la parte norte el
ídolo del celo, probablemente, como decíamos antes, la estatua o estela de Astarté, diosa fenicia, esposa de Baal, que era el trasunto de la Istar asiro-babilónica, diosa de la fecundidad y del amor, como la Venus de los griegos. Su culto iba normalmente acompañado de excesos sexuales en sus santuarios. Estas
abominaciones debían de existir en el templo de Jerusalén, al que se había dado acceso el culto de Istar desde los tiempos de Manases, con el pequeño intervalo de la reforma de Josías. Todo ello era una invitación a Yahvé para que se
alejase de su morada de Jerusalén (v.6). Yahvé no puede compartir el culto con dioses paganos.
Pero Yahvé mismo invita al profeta a que penetre en el santuario para ser testigo de mayores abominaciones; así, después de recorrer los corredores del atrio, el profeta, forzando una pequeña abertura, se encuentra con cámaras secretas, en las que hay
imágenes de reptiles y bestias abominables (v.10). Las
cámaras deben de ser las celdas de los sacerdotes, que estaban construidas a lo largo del muro que separaba el atrio
interior del
exterior. En ellas hay
imágenes de reptiles. Probablemente son dioses egipcios: el cocodrilo, el buey Apis, etc. La influencia egipcia en la corte de Jerusalén era muy profunda a causa de las alianzas políticas, ya que Egipto era considerado como la nación protectora contra Babilonia bajo el rey Sedecías (598-586). Precisamente los que hacen actos de adoración a estas
abominaciones de animales son los
ancianos de la casa de Israel, la aristocracia judía. Uno de ellos es llamado
Jezonías, que debía de ser conocido de los exilados, pero desconocido para nosotros 9. El profeta quiere hacer ver a sus compañeros de destierro que los judíos que han quedado en Jerusalén siguen ofendiendo a Dios con sus cultos idolátricos, y, por tanto, el castigo definitivo no se puede dejar esperar. Los
ancianos de Israel se creían desamparados de Yahvé:
Yahvé no nos ve, se ha alejado de la tierra (v.11). La deportación del 598 y las constantes incursiones de los babilonios, amenazando con entrar en la Ciudad Santa, les ha hecho pensar que habían perdido la gracia de su Dios, y por eso se volvían hacia las divinidades de otros pueblos, como las de Egipto. En su mentalidad sincretista creían poder conjurar los males que amenazaban con actos de acatamiento a los dioses de los otros pueblos; por eso, con
incensarios en las manos, les ofrecían incienso según la costumbre del templo de Jerusalén.
Otras prácticas idolátricas (14-18).
14 Me condujo a la entrada de la puerta de la casa de Yahvé, del lado norte, y estaban allí dos mujeres sentadas, llorando a Tammuz, 15 y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Pues todavía verás abominaciones mucho más grandes que ésta. 16 Y me llevó al atrio interior de la casa de Yahvé, y allí, a la misma entrada del santuario de Yahvé, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres de espaldas al santuario de Yahvé y cara al oriente, que hacia el oriente se postraban. 17Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto? ¿Será cosa ligera para la casa de Judá hacer las abominaciones que en este lugar se hacen, que han llenado la tierra de violencias para irritarme? ¡Hasta se llevan el ramo a las narices!18 Pues también yo obraré con furor, no se apiadará mi ojo y no tendré compasión, y cuando griten a mis oídos en voz alta, los escucharé. Conducido el profeta hacia la salida del atrio exterior en la parte norte, encontró a dos
mujeres sentadas llorando a Tammuz (v.14). Es el clásico duelo de las mujeres a la divinidad asiro-babilónica
Tammuz (as.
tamuzu: derivado del sumerio Du-muz1), dios de la vegetación. En el solsticio de verano, al empezar a agostarse la vegetación y cuando las hoces empezaban a cortar las espigas (junio-julio), se celebraba en Babilonia un día de duelo en honor del dios de la vegetación, como pidiéndole perdón por la desaparición de la misma. En Fenicia había un rito similar dedicado a Adonis, que es la versión fenicia del Tammuz mesopotámico 10. También, pues, el culto sincretista de Tammuz había entrado en el templo de Jerusalén. Es una nueva abominación. A ésta se une la del culto
solar precisamente en el atrio interior, frente al
santuario (el
Santo), por parte de 25 sujetos que de espaldas a la morada santa de Yahvé miran hacia el
oriente postrados en adoración al sol. Es el culto al dios solar asirio Samash, introducido también por el impío rey Manases 11. Quizá estos adoradores pertenecieran a la clase sacerdotal, pues estaban entre
el vestíbulo (entrada al Santo)
y el altar (v.16) de los holocaustos.
El Señor añade a estas
abominaciones el pecado de
violencias contra los fieles yahvistas, que predicaban un retorno al culto puro y único de Yahvé (v.17). La última frase es enigmática:
Hasta se llevan el ramo a las narices (v.17). Generalmente se suele explicar como alusión a una conocida costumbre de los persas, los cuales llevaban a las narices un
ramo de dátiles para purificar el aliento y no contaminar la atmósfera y los rayos solares con él 12. Sin embargo, las versiones dan diversos sentidos, lo que prueba que la frase hebrea era oscura y enigmática, quizá por estar el texto corrompido. En todo caso se alude a ritos idolátricos que provocan la ira divina
1 Así según los LXX. El TM dice
apariencia de fuego. El contexto pide la primera lectura. Por otra parte, la palabra hebrea que designa
fuego C~esh) es muy semejante a la que iignifica hombre
('enosh).sig 2 Los LXX leen el
quinto mes. 3 Cf. Ez i.is. 4 Cf.
Eze_1:3;
Eze_3:22. 5 Cf. Mt 4:5- 6 Cf.
2Re_21:7. 7 Cf.
2Re_23:6. 8 En los LXX falta que
provoca el celo, que tiene visos de ser una glosa. 9 Aparece como hijo de
Safan. En tiempos anteriores aparece un secretario del rey Josías con este nombre.,Cf.
2Re_22:3;
Jer_29:3;
Jer_29:36, ios. 10 Cf. Lagrange,
études sur les religions sémiliques (1905) 3065; A. Lemonyer,
Le cuite des dieux étrangers en Israel. Tammouz-Adonis: RsPhT 4 (1910), 271-282. 11 Cf.
2Re_23:11. 12 A. Jeremías, Das A, T. im
Lichte des Altens Orients (1930) 75o.