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Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, ¿está Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo! (Gálatas 2, 17) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 2

3. SEGUNDO ARGUMENTO: LOS PRIMEROS APÓSTOLES RECONOCIERON LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA DE PABLO (2,1-10).

a) Pablo expuso su Evangelio ante los primeros apóstoles (2/01-05).

1 Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.

Catorce años pasaron antes de que Pablo volviera a Jerusalén. Es un período largo. Durante esos años el misionero Pablo trabajó en su propio campo de misión entre los gentiles. Comienza hablando del gran número de años transcurridos para mostrar que su predicación permaneció independiente. En la conciencia de su vocación encuentra el misionero fuerza para un largo camino.

Su compañero en el viaje a Jerusalén fue Bernabé. Era descendiente de la diáspora judía de Chipre y su verdadero nombre era José. El sobrenombre significa «hijo de la profecía». Probablemente era uno de los profetas cristianos dotados del Espíritu. Los gálatas deben haber oído hablar de él como hombre importante. Había sido de los primeros en acudir a la comunidad primitiva de Jerusalén y fue enviado a la ciudad cosmopolita de Antioquía como hombre de confianza. Llevó hacia allá a Pablo y le acompañó en el primer viaje misionero18. Bernabé procedía, pues, del mismo medio que Pablo. Ambos, como judíos de la diáspora, estaban especialmente preparados, ya por su origen, para misionar entre los gentiles.

Como ayudante, Pablo lleva consigo a Tito. Tito era «griego», es decir: pagano de origen (2,36. Pablo le tomó consigo a pesar de que no había recibido la circuncisión (2,3). Tal vez le llevó a Jerusalén precisamente por esto: con vistas a la discusión esperada sobre el valor de la ley. El encuentro personal entre hombres puede ayudar a tender un puente sobre concepciones diversas.

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18. Cf., a este propósito, los datos contenidos en Act_4:36 s; Act_11:22.25s; cap. 13-14.

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2 Subí allá a consecuencia de una revelación y les expuse el Evangelio que predico entre los gentiles -pero privadamente a los que son tenidos en consideración-, no fuera que tal vez yo corriera o hubiera corrido en vano.

El viaje no se debió a iniciativa privada ni a inseguridad personal. Fue consecuencia de una revelación de Dios. No tiene interés el camino ni la forma en que ésta se produjo. Lo que importa es que el Apóstol se entrega confiadamente a la dirección de lo alto. También los Hechos de los apóstoles muestran cómo Pablo se deja dirigir en su actividad por el Espíritu Santo19. Dios mismo es quien impulsa la misión y conduce a la meta.

Pablo expuso su Evangelio a la comunidad de Jerusalén. Va allá para exponer a la comunidad primitiva su mensaje, tal como lo ha predicado por espacio de media vida de un hombre. Una indicación divina le ha movido a dejar que en Jerusalén den su opinión sobre el mensaje. La comunidad primitiva debe decidir sobre el mensaje de Pablo20. E1 Apóstol está convencido de que no hay más que un Evangelio y de que él lo ha predicado hasta ahora, pero sabe igualmente que en Jerusalén hay apóstoles. Por orden de Dios busca entrevistarse con ellos. Que la entrevista fue favorable a Pablo lo indica ya el Apóstol al escribir a los gálatas: sigue predicando a los gentiles el mismo mensaje que antes. La decisión está en manos de los que son tenidos en consideración. Se refiere a los apóstoles, como autoridades de la comunidad. A ellos ha sido enviado él por Dios, no ellos a él. Eran apóstoles antes que él. El principio de atender a los orígenes, en problemas de unidad. es un principio revelado por Dios.

Pablo está auténticamente preocupado. No es que estuviera inseguro de lo suyo. Su actividad la compara a una carrera sin descanso. «¿No sabéis que los que corren en el estadio, corren todos, pero uno solo se lleva el premio?» (1Co_9:24). A los cristianos de Filipos escribe Pablo: «Hacedlo todo sin murmuraciones y sin discusiones... llevando la palabra de vida, lo cual será para gloria mía en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano, ni habré trabajado en vano» (Phi_2:14-16). Si las comunidades no llegan a ser lo que deben, Pablo habría corrido en vano, habría perdido la corona que Cristo le ofrece. El apóstol no puede limitarse a trabajar según su propia «buena conciencia». Debe tener en cuenta toda la Iglesia de Dios y su futuro.

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19. Cf. Act_16:6 s; Act_19:21; Act_20:22 s.

20. Pablo usa una palabra que en los documentos de la época significaba «poner algo ante uno para que dé su opinión o decida sobre ello».

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3 Pues bien, ni siquiera Tito, que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.

La entrevista giró en torno al tema del valor de la ley. Pablo no menciona aquí las conversaciones fundamentales. Da sólo la conclusión práctica: Tito, el incircunciso, no fue obligado a circuncidarse. Los apóstoles no le ordenaron que se sometiera a la circuncisión judía. Tampoco necesita, pues, seguir la ley. Los cristianos están libres de la ley.

4 Por mor de los intrusos, falsos hermanos, que se habían introducido para espiar la libertad que nosotros poseemos en Cristo Jesús, y ello con el fin de reducirnos a esclavitud ...

En las comunidades se han introducido falsos hermanos. Se han infiltrado. Se trata de miembros de la comunidad que no merecen el nombre de hermanos. Lo que hacen no es corrección fraterna. Presumen de celosos. Lo más grave de todo es que actúan como espías. Crean confusión en la comunidad de los hermanos. Producen inseguridad en la comunidad. Respecto a Antioquía, los Hechos de los apóstoles transmiten el siguiente informe: «Algunos venidos de Judea andaban enseñando a los hermanos que si no se circuncidaban según el rito de Moisés no podían salvarse» (Act_15:1). Quien espía a su hermano no merece el nombre de hermano.

Los falsos hermanos quieren esclavizar a la comunidad. La intención de estos falsos hermanos es colocar a los cristianos bajo el yugo de la esclavitud. Claro está que eso no lo dicen abiertamente, pero ése es su objetivo. Es la consecuencia de la circuncisión. Pablo les abre los ojos a los gálatas: también entre ellos se han introducido ahora falsos hermanos; hablan de salvación por la ley, exigen la circuncisión. Quien les sigue, se entrega a la esclavitud, renuncia a la libertad.

Se trata de nuestra libertad. El estado de libre, de hombres emancipados, lo tenemos en Cristo. Esto significa, primero, que Cristo es quien nos ha dado esta libertad (Act_5:1.13). Significa, además, que quien ha sido incorporado a Cristo por el bautismo (Act_3:26-29) vive en el ámbito de la libertad, es hijo de Dios por la fe. ¿Quién quiere poner en duda esta libertad?

5 Ni por un instante tuvimos la deferencia de ceder ante ellos, con el fin de mantener entre vosotros la verdad del Evangelio.

Pablo no cedió. El menosprecio que Pablo siente hacia los falsos hermanos le lleva a mostrar insistentemente cuál es el papel de ellos. Ahora vuelve a coger el hilo del discurso. No cedió ante los falsos hermanos, ni siquiera un instante. Había hecho circuncidar a Timoteo antes de tomarle consigo para el primer viaje misionero (Act_16:3), pero en el caso de Tito permanece firme. Aquí, en Jerusalén, se trata de la verdad del Evangelio. En el caso de Timoteo no sucedía así. En Jerusalén se llegó a un acuerdo. Los falsos hermanos no convencieron. Los apóstoles no exigieron que Tito se circuncidara. Decidieron a favor de Pablo. Pablo defendió su convicción con tenacidad.

El resultado es que la verdad del Evangelio continúa firme entre los gálatas (y entre todos los etnicocristianos). Pablo, para llegar al acuerdo, no consultó sólo a su conciencia. Tenía también ante los ojos a sus comunidades. Debían quedar libres de la carga de la ley. Por eso no consiente que se falsifique el Evangelio de la libertad. Su Evangelio es la verdad (cf. 2,14; 5,17). Está amenazado por las exigencias de los falsos maestros gálatas. Pablo vela apasionadamente por el mensaje que Cristo le ha confiado. Es un mensaje de liberación: libera de la esclavitud de la ley.



b) Se reconoció su Evangelio y su apostolado (2/06-10).

Los versículos 6-10 forman un sólo período, largo y rico de contenido; sólo el último versículo esta algo fuera de lugar. Se trata aún de la reunión de Jerusalén. No se le impuso a Pablo ninguna carga adicional, a no ser la solicitud por la comunidad madre de Jerusalén, los «pobres» (2,10). Los primeros apóstoles, que marcan la pauta, reconocieron la gracia especial y la vocación de Pablo para los gentiles y reconocieron que era el mismo Señor quien se las había dado a él, como a Pedro. Hicieron un pacto con él, le «tendieron la mano» (2,9) y se repartieron el campo misional.

6 Por el contrario, por lo que respecta a los que son tenidos en consideración -lo que ellos habían sido en un tiempo no hace diferencia: en Dios no hay acepción de personas-, digo que aquellos venerables no me impusieron nada, ...

La decisión la tomaron los que eran tenidos en consideración. Se refiere a las autoridades de la Iglesia de Jerusalén. Todos, incluso Pablo, las consideraban y reconocían como tales.

Al ponerse a hablar de ellas observa Pablo -antes de pasar al tema propiamente dicho- que aquí no le interesa su «pasado». No se trata ahora de lo que hayan sido antes. Como predicadores del Evangelio, pueden referirse a su trato con el Jesús terreno y con el resucitado, pero estos rasgos de su personalidad no importan en el problema de que aquí se trata.

En Dios no hay acepción de personas. No tiene en cuenta el «aspecto», la calidad humana de una persona. En caso contrario, con certeza no habría llamado a Pablo. Dios acepta por igual a los judíos y a los gentiles. Jesús, en su actitud, sobre todo con los pecadores, reveló este Dios imparcial que a todos acepta y de todos se compadece. Al Evangelio de Pablo -esto interesa a los gálatas- no se le hizo ninguna añadidura. Dios exige a los hombres fe, no obras conformes a la ley. La circuncisión no es necesaria para la salvación. Así lo decidieron los primeros apóstoles en Jerusalén. Todo se reduce a lo que Pablo predicó, antes y ahora, como Evangelio.

...7 sino que, al contrario, viendo que la evangelización de los incircuncisos se me había confiado a mí, como a Pedro la de los circuncisos...

Lo que Pablo y sus acompañantes dijeron, hizo que las autoridades de Jerusalén vieran. La comunidad escuchaba en silencio cuando Pablo y Bernabé contaban «cuántas señales y prodigios había obrado Dios ente los gentiles por medio de ellos» (Act_15:12). Las decisiones de la Iglesia se siguen, a menudo, de la consideración de la acción de Dios. La experiencia y la historia de la Iglesia pueden llevarnos a conocer la continuidad de la fe. No sólo se reconoce en Jerusalén que Pablo es apóstol y tiene el Evangelio, sino que también se cae en la cuenta de que le ha sido confiada la evangelización de los incircuncisos. Pablo refleja aquí, con expresiones judías, la forma de pensar de los judeocristianos. La expresión «incircunciso», para designar a los gentiles, tenía un sentido despectivo. Aunque Pablo la usa aquí, los gálatas saben muy bien que Dios no les mira despectivamente. No establece diferencias entre las personas. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, ha sido convocado de entre judíos y gentiles.

A Pablo se le ha confiado el Evangelio para los gentiles. Dios se lo ha dado para que lo conserve fielmente. El Apóstol no puede tocarlo. No puede añadirle nada; debe predicarlo sin abreviarlo.

Igual que a Pedro, también a Pablo confió Dios el Evangelio. No hay diferencias en el contenido del mensaje: es el mismo en todos los apóstoles. Lo que es diverso es el campo de trabajo. La división no es radical, sin duda, así como tampoco la designación de ambos fue casual. Pedro, procedente de Palestina, ocupa ya en el primer pentecostés cristiano el centro de la comunidad de Jerusalén. Pablo, que proviene de la diáspora, fue destinado a evangelizar a los gentiles. Es consciente de haber sido enviado especialmente a los gentiles. Su éxito misionero se lo confirma. También las autoridades de la Iglesia de Jerusalén se dan ahora cuenta de esto. Pedro y Pablo predican el mismo Evangelio, pero cada uno en su forma y a hombres diversos. «¿Qué importa "ellos" o "yo"? Esto es lo que proclamamos y esto es lo que creéis» (1Co_1 5:1 1).

... 8 (pues el que impulsó a Pedro al apostolado de los circuncisos, me impulsó a mí para los gentiles)...

Dios impulsó a ambos apóstoles. Los éxitos conseguidos en la misión no pueden entenderse de otra forma. Los oyentes no acogieron la palabra de Dios «como palabra de hombre, sino -como es en realidad- como palabra de Dios», así escribe Pablo a los tesalonicenses. Y añade que ésta «ejerce su acción en vosotros los creyentes» (1Th_2:13). La palabra de Dios fue acompañada por signos del poder divino (Act_5:12). Así interviene Dios a favor de sus mensajeros. Los signos muestran la elección de aquellos en quienes se producen. «Cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además poder del Espíritu Santo» (1Th_1:5).

...9 y reconociendo la gracia que se me había dado, Santiago, Cefas y Juan, los reconocidos como columnas, nos tendieron la mano, a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos.

Los primeros apóstoles no sólo se dieron cuenta de que a Pablo le había sido confiado el Evangelio, sino que reconocieron, además, la gracia que le había sido concedida. Es la gracia que recibió con su misión de apóstol. Convierte al apóstol en tal: «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí; antes al contrario, he trabajado más que todos ellos, no precisamente yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1Co_15:10). Con la tarea y con el cargo, da Dios la fuerza necesaria para desempeñarlos. Los tres reconocidos como columnas dieron la mano a Pablo y a su compañero de Antioquía. Se nombra a Santiago en primer lugar. Parece ser que gozaba de gran estima entre los enemigos de Pablo en Galacia. En la comunidad primitiva ocupaba una posición especial. También a Pedro y a Juan se les da gran importancia en la narración de lo ocurrido en Jerusalén que aparece en los Hechos 22. Los tres apóstoles principales confirman que Pablo participa del único apostolado de Cristo. La decisión va, pues, a favor de Pablo. Las tres columnas representan a toda la Iglesia. Igual que el nombre de Cefas, esta expresión presupone la imagen de la Iglesia como un edificio. La Iglesia reposa sobre las columnas; sin ellas, cae23. Pablo y su cargo de apóstol están de acuerdo con ellas. Los tres apóstoles tendieron la mano a Pablo y a su acompañante. Cerraron un trato. Aparece aquí claramente expresada la comunión de los apóstoles ente sí. El contenido del acuerdo amistoso es éste: Pablo, con Bernabé, evangelizará a los gentiles; los otros tres, evangelizarán a los judíos. Con esta decisión se reconoce que Pablo es apóstol. Se afirma además que está en comunión con los demás apóstoles. La decisión quiere ser algo más que una mera delimitación de campos de trabajo. Da la directriz fundamentaI para el trabajo del momento. No se busca una mera convivencia pacífica, sino una colaboración en la misma obra. La delimitación pastoral del campo de trabajo no debe crear una escisión, sino servir a la obra común.

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22. Cf. Act_3:1; Act_4:13; Act_8:14.

23. Los textos rabínicos muestran que en el judaísmo se designaba a Abraham y a los maestros más significados de la ley con el titulo de «columnas».

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10 Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres; cosa que he procurado cumplir con diligencia.

Como consecuencia del acuerdo se impone a Pablo y a los etnicocristianos una deuda de gratitud: que se acuerden de los pobres. Lo único que se pidió a Pablo fue que pensara en los pobres de Jerusalén. ¿Quiénes son esos pobres? Son los pobres, especialmente numerosos, de la comunidad primitiva de Jerusalén. Pero no hay que olvidar que los miembros de esa comunidad primitiva se consideraban a sí mismos como los pobres, a quienes el Señor había prometido el reino de los cielos (Mat_5:3; Luk_6:20) 24. De hecho, Pablo nunca justifica sus colectas entre los etnicocristianos con la pobreza de Jerusalén, sino con el hecho de que la Iglesia proviene de Jerusalén. «Porque Macedonia y la Acaya han tenido a bien hacer una colecta para socorrer a los pobres que hay entre los santos de Jerusalén. Así les ha parecido, y obligación les tiene. Porque si a los gentiles se les hace participar en los bienes espirituales de los judíos, deben también aquéllos hacer participar a éstos en sus bienes temporales» (Rom_15:26 s).

Con diligencia se ocupó Pablo de satisfacer esta deuda. Sabe que Jerusalén no le dio nada en lo relativo a su Evangelio. No está, pues, obligado a Jerusalén en el sentido de que desde allí se le haya dado el mensaje del Evangelio. Pero Jerusalén es la ciudad de la comunidad primitiva, es, considerada históricamente, el «centro rector» de la Iglesia, la Iglesia madre de todas las Iglesias. Los donativos de los etnicocristianos dan testimonio de su solidaridad agradecida con Jerusalén y, en el fondo, de la unidad de la Iglesia de Cristo.

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24. Parece ser que también en Qumrán «los pobres» era un título honorífico que la comunidad se atribuía. En la Regla de la guerra, de Qumrán (Rom_14:7) se encuentra también la expresión «pobres de espíritu» (cf. Mat_5:3).

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4. TERCER ARGUMENTO: PABLO HIZO VALER LA VERDAD DEL EVANGELIO FRENTE A PEDRO (Mat_2:11-21).

Después de que Pablo hizo valer la verdad de su Evangelio en el concilio apostólico de Jerusalén (Mat_2:1-10), se produjo aún una situación importante, que sirve a Pablo para mostrar cómo Pedro mismo tuvo en cuenta su Evangelio.

a) Pedro no fue consecuente en Antioquía (2/11-13).

11 Pero cuando vino Cefas a Antioquía, me opuse a él abiertamente, porque era culpable. 12 Pues antes de que vinieran algunos de los de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, empezó a retraerse y separarse, por miedo a los circuncisos.

Pablo se dio cuenta de las consecuencias que podrían derivarse de la conducta de Pedro y le hizo frente. ¡Se opuso a él abiertamente! En Antioquía, pidió cuentas a Pedro. Sobre esta breve noticia aparece casi como un título el hecho de que Pedro era culpable. Su misma conducta le ha condenado, antes de que Pablo le pida cuentas. El hecho de que la conducta de uno esté en contradicción con lo que enseña, no condena su doctrina, pero sí le condena a él, porque sus palabras y sus obras no van de acuerdo.

¿En qué consistió la culpa de Pedro? Consistió en una inconsecuencia, peligrosa para la Iglesia. En Antioquía, Pedro compartía la mesa, incluso la mesa eucarística, con los etnicocristianos. De repente aparecen algunos judeocristianos, enviados por Santiago, y Pedro comienza a tener miedo. Por miedo a los judeocristianos se retrae poco a poco de los etnicocristianos. Se separa. Contradice así, prácticamente, el sentido profundo de la eucaristía, que une a todos los hombres en Cristo.

Pedro obra por miedo, no por convicción. Probablemente la convivencia con los etnicocristianos no le parecía algo tan fuera de dudas como les parecía a Pablo y a Bernabé; por eso, en su miedo, presta a los enviados de Jerusalén más atención de la que permite la verdad del Evangelio.

Los simples fieles tienden fácilmente a dar valor decisivo a la conducta de los dirigentes de la Iglesia, incluso cuando se trata de decisiones de política eclesiástica. Eso es lo que sucede en este caso. Pablo se da cuenta y se opone decididamente.

13 Y le imitaron en esta disimulación los demás judíos, de manera que hasta Bernabé fue arrastrado a disimular con ellos.

La conducta de Pedro se extiende a los demás judeocristianos. Le imitaron en esta disimulación. Se refiere a los judeocristianos de la comunidad de Antioquía. De los enviados de Santiago se supone, sin más, que se separaban de los etnicocristianos. El ejemplo de Pedro hace escuela. Todos están pendientes de aquel que ha de trazar la norma de conducta. El ejemplo de un hombre influye más que la verdad fundamental de una doctrina.

Incluso Bernabé, habituado a tratar con los etnicocristianos, es arrastrado por la ola del disimulo. La unidad de la comunidad está seriamente amenazada. Se estaba produciendo en Antioquía el mismo proceso que se produce ahora entre los gálatas. Agitadores judeocristianos amenazan la existencia de la comunidad; amenazan incluso la verdad del Evangelio.

b) Pablo pidió cuentas a Pedro (2/14).

Si en Antioquía bastó reprender la inconsecuencia de la conducta de Pedro (2,14), al dirigirse a los gálatas el Apóstol debe someter a examen los principios fundamenta]es que allí resultan afectados (2,15-21).

14 Pero cuando vi que no andaban derechamente según la verdad del Evangelio, le dije a Cefas delante de todos: Si tú, siendo como eres judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?

Pablo vio claramente lo que pasaba. Los judaizantes no andaban derechamente según la verdad del Evangelio. No se puede disculpar su actitud indicando que, con todo, Pedro predicaba, en lo esencial, el mismo Evangelio que Pablo. En la práctica, Pedro ha negado el Evangelio. Ha caminado vacilando, no derecho y firme. Ha negado prácticamente la unidad de judíos y gentiles, a la que Cristo ha conducido los hombres. Cristo «de dos pueblos ha hecho uno solo, y ha destruido el muro de separación. la enemistad; en su carne ha abolido la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas» (Eph_2:14 s). La nueva humanidad ya no está dividida por la ley: es la Iglesia constituida por judíos y gentiles.

Pablo muestra a Pedro la doblez que hay en su conducta. Aunque es judío, no vive como judío; no obra por convicción. Como apóstol de Cristo, como «hombre nuevo», no está ligado a la ley. También Pedro lo sabe. Cuando en Antioquía se apartó de esta actitud vital cristiana se contradijo a sí mismo. Obligaba a los etnicocristianos a seguir las costumbres judías. Si querían tener de nuevo comunión de mesa con Pedro debían tomar sobre sí la circuncisión y toda la ley. ¿Cómo puedes hacer eso, Pedro? ¿Cómo puedes tener tan cortos alcances? ¿Cómo puedes lastrar y extraviar así a los cristianos procedentes de la gentilidad?

Estas preguntas no las hizo Pablo en una conversación privada. Las hace delante de todos, ante la comunidad reunida. Puesto que Pedro había dado escándalo públicamente, había que ponerlo en claro también públicamente ante la Iglesia. Ninguna falsa consideración debía impedirlo. Pablo tuvo la valentía de plantear la aclaración ante todos.

c) No nos justifica la ley (2/15-21). Los versículos 15-21 aparecen, a primera vista, como discurso que Pablo dirigiera a Pedro en Antioquía «delante de todos» 25. Pero, ante todo, quieren ser una exposición de la verdad fundamental que se negaba prácticamente en Antioquía. Entre los gálatas, los falsos maestros se oponían públicamente -y radicalmente- a la verdad del Evangelio (Eph_1:6 s.9). El discurso que aquí tenemos ante nosotros no es una reproducción literal del que Pablo pronunció en Antioquía 26. Pero expone los principios que estaban amenazados en Antioquía, ya que esos mismos principios, son los que están amenazados en las comunidades de Galacia. En último término, también los lectores de hoy deben tenerlos en cuenta.

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25. Los versículos 2,15-21 están en íntima relación con 2,14. «Nosotros (v. 15) se refiere, por un lado, a Pablo y, por otro, a Pedro y a los judaizantes. Si se entendiera referido a los gálatas, no tendría sentido, ya que ellos procedían del mundo gentil.

26. Esta observación es muy importante para decidir sobre el valor histórico de la perícopa 1,11-2,21. Los versículos 1,11-2,14 están escritos con fines defensivos. Tampoco lo que los Hechos narran de estos acontecimientos está escrito con intención histórica. Así se explican las «discrepancias» entre Gál 1-2 y los Hechos de los apóstoles.

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15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles. 16a Sin embargo, sabiendo que el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino solamente por las fe en Jesucristo...

Para entender bien lo que sigue, y toda la carta, debemos conocer el significado exacto de las palabras «justificación» y «justificar». Estas palabras no nos son familiares en el uso religioso; suscitan, ante todo, imágenes jurídicas. Para el judaísmo del tiempo de Jesús, justificación era la idea central en la relación del hombre pecador con Dios santo. La pregunta fundamental sonaba así: ¿Cómo podré presentarme como justo ante Dios en el juicio y ser justificado (es decir, proclamado justo) por él? ¿Cómo puedo presentarme, siendo pecador, ante Dios? Pablo recoge estas expresiones, pero las llena con nuevo contenido. Ante todo, no piensa sólo en el juicio final, sino en la vida actual en la tierra y enseña que ya ahora el hombre es justificado (es decir, hecho justo) por Dios por medio de la muerte de Jesús.

La justificación es ya ahora un hecho real y efectivo, de forma que el pecador se transforma en justo, los pecados se borran de hecho y se da la gracia; el hombre viejo se transforma en hombre nuevo. Con esto aparece claramente que el problema de la justificación ha de ser el problema central del Apóstol, en el que se separan la antigua alianza y la nueva. Toda nuestra vida se decide con la respuesta a esta pregunta: ¿Estoy ya justificado? Y, si es así, ¿cómo debo vivir?

Pablo sabe que coincide con Pedro y con los demás judeocristianos en ser judío de nacimiento. Esto solo es ya un título. Los judíos tienen la ventaja de poseer muchas cosas que otros no poseen: «la adopción de hijos, la presencia de Dios, los pactos, la ley, el culto y las promesas» y, por último, «los padres», «de quienes desciende Cristo según la carne» (Rom_9:4 s).

Los gentiles, al contrario, son pecadores. Pablo no habla con ironía al usar aquí una expresión que corresponde al modo judío de pensar. Los gentiles no sólo no cumplen la ley; ni siquiera la conocen. El judío era consciente de que entre gentiles no podía existir celo por la ley. Estaba orgulloso de su posesión espiritual.

Frente a esta ventaja del judío existe un pero: el hombre no se justifica por las obras de la ley. «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios. Son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención en Cristo Jesús» (Rom_3:23 s). Las obras que pide la ley no tienen fuerza para justificar al hombre delante de Dios, de tal forma que pueda presentarse con la cabeza alta ante el tribunal de Dios.

El hombre se justifica por la fe en Cristo Jesús. Esta fe, que recibe su fuerza de la acción redentora de Cristo, es el medio de la justificación. La justificación no proviene de las obras de la ley, sino de la fe. Esta fe consiste en hacer profesión de Cristo Jesús; es nuestra respuesta afirmativa al Mesías Jesús, a su persona, a su obra, a su palabra. Jesús es el mediador de la salvación enviado por Dios, con el que llegó la fe como poder (Rom_3:23-25). Con su llegada ha terminado el camino judío hacia la salvación, se ha suprimido la ley como camino de salvación.

... 16bc nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley, ya que por la práctica de la ley ninguna carne será justificada.

Ahora llega Pablo al punto culminante. Nosotros -aunque somos judíos- hemos creído. En el bautismo hemos hecho profesión de fe en el Mesías Jesús y la hacemos desde entonces. Hemos recibido en el bautismo el estado de cristianos y vivimos en él. La fe es, a la vez, la decisión de fe tomada una vez en el pasado y la actitud creyente que llena nuestro presente. Hemos entrado en el camino de salvación de la fe y caminamos hacia nuestra justificación.

La finalidad de la fe es la justificación. Cuando los judíos, en el bautismo, se hicieron cristianos, perseguían la justificación en Cristo por la fe. Ya sabían entonces que no se podía alcanzar ese objetivo por la práctica de las obras de la ley. Y renunciaron a su judaísmo.

El libro de los salmos indicaba ya a los judíos que ningún hombre es justo ante Dios. Pablo usa libremente esta cita de la Escritura (Psa_143:2)27. Subraya la pecaminosidad de todos los hombres con la fuerte expresión «ninguna carne». Pero añade también las palabras siguientes, decisivas en nuestro contexto: «por la práctica de la ley». Es cierto que la humanidad vivía de las obras de la ley. Judíos y gentiles querían ser justificados ante Dios por sus obras (véase más adelante 4,10). Pero en el momento en que los judíos pasaron a ser cristianos rechazaron este esfuerzo por justificarse ellos mismos y se entregaron al camino de la fe. Pablo sigue estando en ese camino. Los judeocristianos deben atenerse también a su decisión por el cristianismo.

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27. En el texto hebreo, el versículo del salmo dice así: «¡No entables pleito con tu siervo! ¡Ningún viviente es justo ante ti!» La traducción griega (los Setenta) dice, en cambio, en la segunda parte del versículo: «¡Ningún viviente será justificado ante ti!» Se identifica el juicio con el juicio final futuro, en el que tendrá lugar la justificación del hombre. Esto es lo que aparece en Pablo.

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17 Si, pues, procurando ser justificados en Cristo, resulta que somos aún pecadores, entonces ¿quiere decir que Cristo ha sido un ministro del pecado? ¡De ningún modo!

Pablo se encuentra en el centro de la discusión teológica. He aquí la objeción que se le presenta: sería inconcebible, sería incluso una blasfemia afirmar que, según lo dicho, Cristo es ministro del pecado. Ahora bien, la justificación por la fe hace de Cristo un ministro del pecado; esta dificultad se presenta como una objeción piadosa, concebida para velar por el honor del Mesías. Una cosa es cierta: para poder afirmar que tanto judíos como gentiles son justificados por Cristo, es necesario que, en el momento en que vienen a la fe, sean pecadores. Cristo, pues -ésta es la objeción- exigió los pecados. Luego está a su servicio y no al servicio de la justicia. Es la misma forma de pensar de aquellas personas piadosas que criticaban el trato de Jesús con los pecadores. «Los escribas y fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, decían a sus discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come y bebe con publicanos y pecadores?" Habiéndolo oído Jesús, les dijo: "No son los sanos quienes necesitan al médico, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores"» (Mar_2:16 s) 28.

Pablo rechaza decididamente la objeción que mueve la piedad. ¡No, en modo alguno! El Apóstol ha entendido exactamente y en su esencia la voluntad del Mesías. No se limita a afirmarlo; intenta dar a continuación una fundamentación teológica.

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28. Cf. Luk_15:1 s y la parábola del propietario de la viña, Mat_20:1-15.

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18 En efecto, si lo que antes derribé, ahora lo reedifico, estoy con ello demostrando que fui un transgresor.

Pablo responde a la objeción de los piadosos. Da la razón de su no. Empieza calificando de transgresión lo que hacen los que rechazan la justificación por Cristo. Cuando usa aquí la primera persona no se refiere a sí mismo; habla en el estilo directo y vivo de los judeocristianos. Lo mismo vale para los versículos 19-20.

Pablo pone el caso de un judío que ha derribado la ley y la reedifica. Al hacerse creyente y bautizarse se ha desentendido de la ley, sus exigencias y sus obras. Ha echado abajo el obrar según la ley como camino hacia la salvación. Pero ahora hace lo que nadie habría esperado: implanta de nuevo la ley. Quiere constituirla de nuevo en camino eficaz hacia la justificación.

Tal atrevimiento no es sólo una inconsecuencia. Quien obra así demuestra que es un transgresor. No es Cristo quien es servidor del pecado, sino aquel que implanta de nuevo la validez de la ley. Por la cruz de Cristo ha sido crucificado y evacuado este mundo con su principio legal (Mat_6:14). Quien resucita de nuevo ese principio para sí, es transgresor, porque infringe los requisitos de cuyo cumplimiento espera la salvación.

Esta motivación de la negativa paulina está hecha sobre todo con vistas a Pedro. él y los judeocristianos que le siguen están en vías de convertirse en transgresores. También los gálatas, aunque etnicocristianos, están muy cerca de elevar las obras a camino de salvación (Mat_4:8-10). Todo cristiano está en peligro de entrar de nuevo por el camino de las obras de la ley. Si lo hace, no es justificado por Dios, sino que demuestra ser un transgresor.

19 Pues yo, por le ley, morí para la ley a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo.

El segundo motivo, positivo, de la negativa de Pablo radica en lo que acontece en el yo humano en el bautismo. Quien piense en ello se dará cuenta de que Cristo no es ministro del pecado. El cristiano ha muerto para la ley. Antes era un objeto viviente sobre el que actuaba el poder poco tranquilizador de la ley. Ahora ya no está a disposición de la ley. Respecto a la ley y sus exigencias es como un muerto. La ley ya no puede contar con él.

El cristiano vive para Dios. Dios es ahora el poder bajo el que está su vida, a quien sirve su vida, hacia quien él la ha dirigido. Ya no presta atención a la ley, sino a Dios. Cristo murió al pecado una vez para siempre, y el cristiano, igual que él, ha muerto al pecado. El Resucitado vive para Dios; también vive para Dios aquel que en el bautismo ha sido crucificado con Cristo. «Considerad que estáis muertos al pecado y que vivís ya para Dios en Cristo Jesús» (Rom_6:11). La nueva vida del bautizado le marca una nueva dirección vital. Se dirige sólo e inmediatamente a Dios.

¿Cómo hay que entender las palabras de Pablo de que el bautizado ha muerto por la ley? ¿Nos ha matado la ley? De hecho, la ley es la causante de nuestra muerte. Igual que podemos decir que Cristo murió en la cruz por los pecados y venció a esos pecados en su muerte, puede decir Pablo: «Cristo nos ha adquirido, sacándonos de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición» (Rom_3:13). Fue crucificado por el poder de la ley. Es cierto que el poder de la ley mató a Cristo por voluntad de Dios, pero, con todo, le mató injustamente. La cruz no arrancó sólo a Cristo de este mundo, de la esfera del poder de la ley; arrancó también a los creyentes, que fueron crucificados con Cristo.

La eficacia de la muerte de Cristo en la cruz se le comunica al hombre en el bautismo. Ha sido crucificado con Cristo. «Ha sido injertado con Cristo por medio de la representación de su muerte» (Rom_6:5). Ha sido sepultado. Este «ser consepultado» tiene como fin que «así como Cristo fue resucitado de entre los muertos», «así también procedamos nosotros con nuevo tenor de vida» (Rom_6:4).

20 Y ya no vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me ha amado y se ha entregado por mi.

Pablo sigue razonando su negativa al reproche que se le hace de que pone a Cristo como ministro del pecado. Considera ahora la vida que vive el bautizado.

Cristo vive en mí. Esto puede decirlo el bautizado. Esta vida de Cristo en él es tan fuerte que la dirección de la vida ya no puede atribuirse al propio yo. Ya no vivo yo. Ya no pasa como sucedía antes: que el hombre «dirigía» su propia vida mediante sus obras. La vida del cristiano está determinada por Cristo, que actúa e impera en él. Cristo vive en los cristianos por el Espíritu. «No vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Si alguno no tiene el Espíritu de Dios, ése no es de Jesucristo (Rom_8:9). La justificación en Cristo no sólo produce la muerte del hombre viejo; crea uno nuevo, cuyo yo es lugar donde se desarrolla la vida de Cristo. Por eso puede decir el Apóstol: «Para mí, el vivir es Cristo» (F1Pe_1:21).

Pero Pablo sabe bien que vive aún «en la carne». El cristiano no ha abandonado aún su cuerpo carnal, terrestre. Su vida humana terrena no ha sido aún abolida. Pero «si andamos según la carne, no por eso combatimos según la carne: pues las armas de nuestro combate no son carnales» (2Co_10:3 s). En eso se funda la situación de lucha de la vida cristiana: en que el bautizado pertenece ya al nuevo eón, es nueva criatura, pero vive aún en la carne, que pertenece al mundo viejo que ha incurrido en la muerte. Para Pablo, carne no designa en primer lugar lo material del cuerpo. sino la miseria esencial del mundo viejo, crucificado con la muerte de Cristo.

La vida terrena del cristiano se vive en la fe en el Hijo de Dios. Esa es la nueva forma de ser que corresponde a la nueva vida. La fe no sólo conduce a la nueva vida; la envuelve, la acompaña y la sustenta. La nueva vida no puede experimentarse inmediatamente. Está escondida. «Habéis muerto, y vuestra vida está oculta, juntamente con Cristo, en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros seréis manifestados juntamente con él, en gloria» (Col_3:3 s).

Esta fe del bautizado no es una confianza genérica en la misericordia de Dios. Es fe en el Hijo de Dios que, en su obrar, hace visible a Dios, su Padre. Este obrar del Hijo es una prueba de su amor a mí y de la donación de sí mismo por mí. Si la miro con fe, mi vida se me aparece como un regalo del amor de Cristo, como una gracia que me ha sido concedida gracias a la entrega de sí mismo que hizo el Hijo de Dios; no la veo como una vida que hay que planear arbitrariamente y vivir guiándose por la propia subjetividad 29.

Quien se hace cargo de esto y lo convierte en realidad, no hace a Cristo ministro del pecado. Sabe que Cristo sirve al honor del Padre. Cuando Cristo justifica al pecador, recibe éste su vida, nueva, de la mano de Dios.

21 Yo no anulo la gracia de Dios; pues si por la ley viniese la justificación, Cristo habría muerto en vano.

Pablo termina la primera parte de la carta con una afirmación, que se apoya en el hecho (que los contradictores del Apóstol no pueden negar) de que Cristo no puede haber muerto en vano. Si hubiera sido posible alcanzar la justicia por la ley, Cristo no habría tenido que morir. Su muerte no habría tenido razón de ser. La entrega de sí mismo a la muerte realizada por el Hijo de Dios no puede haber sido un acontecimiento inútil.

El hecho de que Pablo afirme, con tanta fuerza, que él no anula la gracia, permite sospechar que se defiende contra una acusación. Esta acusación podría provenir de los judaizantes que rodeaban a Pedro y a Santiago, pero también podría proceder de los contradictores de Galacia. Para ellos, «gracia» significa los privilegios especiales del pueblo de Israel, tal como el apóstol los enumera en otros lugares 30. Pablo no descarta la gracia de Dios. Pero bajo esa palabra no entiende él la ley y la justicia esperada de ella, sino la vida nueva que proviene sólo de la muerte de Cristo (2,20b).

Los gálatas están a punto de caer fuera de esta gracia, al querer ser justificados por la ley (5,4)31. Pero si se aniquila la gracia de Cristo, si se la priva de significado, Cristo habría muerto en vano. Y esto no puede ser. Si eso es imposible, también lo es la justificación por las obras de la ley.

...............

29. Cf. Jam_4:13-16.

30. Por ejemplo, Rom_9:4 s. Cf., a este propósito, una frase del libro de Baruc (sirio), libro que no pertenece a la Biblia y data de los años posteriores a la destrucción del templo. Promete la herencia del mundo futuro a «los que no se aparten de la gracia y hayan observado la verdad de la ley» (Rom_44:14). Aquí, el judaísmo entiende en el mismo sentido la ley y la gracia.

31. Cf. Rom_5:17.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



La asamblea o concilio de Jerusalén, 2:1-10.
1 Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén, acompañado de Bernabé y llevando conmigo a Tito. 2 Subí en virtud de una revelación, y les expuse el evangelio que predico entre los gentiles, particularmente a los que eran algo, no sea que corriese o hubiese corrido en vano. 3 Pero ni Tito, que iba conmigo, con ser gentil, fue obligado a circuncidarse, 4 a pesar de los hermanos intrusos que se infiltraron solapadamente para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y reducirnos a servidumbre; 5 a los cuales ni por un momento cedimos, para que la verdad del Evangelio se mantuviese íntegra entre vosotros. 6 De los que eran algo lo que hayan sido en otro tiempo no interesa, que Dios no es aceptador de personas , éstos que eran algo, digo, nada me añadieron; 7 antes al contrario, cuando vieron que yo había recibido el evangelio de la incircuncisión, como Pedro el de la circuncisión 8 pues el que obró en Pedro para el apostolado de la circuncisión, obró también en mí para el de los gentiles , 9 Santiago, Cefas y Juan, los que eran tenidos como columnas, reconocieron la gracia a mí dada, y nos dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comunión, para que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos. 10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con mucha solicitud.

Prosigue el Apóstol defendiendo ante los gálatas la genuinidad del evangelio que les había predicado. Si hasta aquí ha tratado de mostrarles que tiene un origen divino (1:11-24), ahora va a completar la exposición añadiendo que los mismos apóstoles de Jerusalén, tan ensalzados por los que tratan de denigrarle a él, han dado su plena aprobación a ese evangelio y le han confirmado a él en su misión entre los gentiles, sin que le pidiesen hacer cambio alguno (2:1-10). Es ésta una historia fácil de comprender en cuanto a esa idea o plan general; sin embargo, por lo que toca a matices e interpretaciones de textos concretos, hay no pocos puntos oscuros, como iremos haciendo notar.
Primeramente, el problema histórico. Habla San Pablo de una segunda subida a Jerusalén, al cabo de catorce años (v.1). Pues bien, ¿a cuál subida, de las cinco que conocemos por los Hechos (9:26; 11:30; 15:4; 18:22; 21:15), se alude aquí? Ello tiene importancia, no sólo porque, una vez lograda la identificación, con una narración podremos completar la otra, sino también porque ese dato de los catorce años nos podrá dar un valioso punto de apoyo para la cronología paulina. Pero, desgraciadamente, la cosa ha sido y sigue siendo muy discutida. Hay quienes (W. M. Ramsay, V. Weber, E. Osty, F. Amiot) el viaje de que aquí habla San Pablo lo identifican con el llamado de las colectas, mencionado en Hec_11:30; otros (J. Weiss, G. Ricciotti, S. Lyonnet), en cambio, lo identifican con el de la subida a Jerusalén para el concilio, mencionado en Hec_15:2. Ni faltan, como ya expusimos ampliamente al comentar Hec_15:1-29, quienes sostienen que Hec_11:30 y 15:2 aluden a un mismo viaje a Jerusalén, el segundo que Pablo realizaba después de su conversión, que sería el aludido en Gal_2:1, pero que Lucas en los Hechos, debido a la diversidad de fuentes utilizadas, presenta como desmembrado. Creemos que no hay motivos para negar la realidad de dos viajes distintos, como Lucas los presenta, sacrificando sus datos a teorías muy subjetivas de crítica literaria. De otra parte, también nos parece claro que la correspondencia de Gal_2:1 es con Hec_15:2 y no con Hec_11:30. De ello hablamos ya al comentar esos dos pasajes de los Hechos, y no hay por qué volver a repetir aquí las razones. Si Pablo habla de que subió, acompañado de Bernabé y de Tito, en virtud de una revelación (v.2), eso no se opone a lo que dice Lucas de que habían ido comisionados por la iglesia de Antioquía (Hec_15:2). Una cosa no impide la otra. En cuanto al dato catorce años (v.1), no es fácil saber si Pablo cuenta desde la subida que mencionó anteriormente (Hec_1:18), como parece pedir la gramática, o desde la conversión, que constituiría el eje de la narración y punto de partida para ambas fechas. En el primer caso, suponiendo que la asamblea de Jerusalén se celebrara el año 49, como con bastante probabilidad podemos concluir a base de Hec_18:12, tendríamos que la conversión del Apóstol había tenido lugar muchos años antes; en el segundo caso, serían sólo catorce años antes y, por tanto, hacia el año 36, que es la fecha que, al tratar de la cronología paulina, propusimos como más probable. En realidad, incluso en la primera hipótesis, puede tratarse sólo de catorce años, y ni siquiera completos; pues en la manera bíblica de contar, conforme era uso en el antiguo Oriente, el año empezado, aunque se tratase sólo de pocos días, se contaba como completo, de ahí que tres años podrá equivaler en realidad a un año y algunos meses, y catorce años a doce y algunos meses.
Esto supuesto, pasemos a la cuestión fundamental. ¿A qué sube Pablo a Jerusalén? Atendida la narración de los Hechos, la cosa es clara. Sube porque era la única manera de cortar las disensiones surgidas en la comunidad de Antioquía a raíz de las exigencias de los judaizantes: si no os circuncidáis conforme a la Ley de Moisés, no podéis ser salvos (Hec_15:1-2). Pablo, evidentemente, no podía ceder. Pero, mientras no apareciese claro que también los apóstoles de Jerusalén pensaban lo mismo y le daban la razón, la unidad de la Iglesia estaba en peligro. He ahí la necesidad, perentoria y urgente, de subir a Jerusalén. Mientras se le pudiese objetar, como parece hacían esos judaizantes de Antioquía (cf. Hec_15:1.24), que no era así como pensaban los Doce, todo su trabajo apostólico podía resultar vano, al menos en gran parte, deshecho enseguida por las discordias y divisiones. Creo que todo esto, deducido de la narración de los Hechos, puede darnos mucha luz para interpretar la narración de la carta a los Gálatas, que estamos comentando.
En efecto, es así como resultan más fáciles de entender algunas frases que, de lo contrario, podrían parecer oscuras. Cuando San Pablo, v.g., dice (v.2) que sube a Jerusalén y les expone, particularmente a los que eran algo, el evangelio que predicaba entre los gentiles no sea que corriese o hubiese corrido en vano (?? ???? ??? ????? ????? ? ??????? ), no ha de entenderse esto como si el Apóstol no estuviese seguro de la verdad de su evangelio mientras no contara con la aprobación de los Doce y particularmente de Pedro. Esa duda y angustia de ahora no sería compatible con sus rotundas afirmaciones anteriores sobre lo seguro que estaba de su doctrina (Hec_1:8-9) y del origen divino de su evangelio (Hec_1:12). Equivocadamente, pues, interpretaron la frase algunos autores antiguos, como Tertuliano, y la interpretan algunos predicadores modernos, que la citan, buscando en ella la prueba de que las revelaciones personales no dan seguridad, si no son confirmadas externamente por las autoridades de la Iglesia. No es que neguemos la verdad, en general, de esa tesis; pero negamos que tenga aquí algo que ver el texto bíblico citado. De lo que San Pablo manifiesta temor no es de que pueda o no ser falso su evangelio, sino de que el fruto de su predicación pueda resultar en gran parte vano, si no aparece claro que también los apóstoles de Jerusalén aprueban su doctrina 228.
Otra frase que puede también recibir luz de la narración de los Hechos es aquella con que San Pablo caracteriza a los que se oponen a su evangelio, llamándoles pseudohermanos intrusos (???????????? ???????????? ), que se infiltraron solapadamente (?????? -?????? ) para espiar (???????????? ) la libertad que tenemos. y reducirnos a servidumbre (v.4). Piénsese en el gran éxito del primer viaje apostólico de Pablo entre los gentiles y la alegría que esto produjo (cf. Hec_13:48; Hec_14:27; Hec_15:3) Y cómo esos judaizantes de Jerusalén se infiltraron, por así decirlo, en el campo de Pablo (cf. Hec_15:1.5.24), tratando de reducirlos a la servidumbre de la Ley, y se verá con cuánta razón el Apóstol habla de esa manera. A esa pretensión de los judaizantes Pablo se opone con todas sus fuerzas (cf. Hec_15:2), a fin de que, como dice a los gálatas, la verdad del Evangelio se mantuviese íntegra entre vosotros (v.5). Evidentemente, ese entre vosotros ha de tomarse en sentido inclusivo, no exclusivo; pues Pablo al obrar de ese modo no pensaba solamente en los gálatas, sino en los gentiles en general, convertidos y por convertir, cuya suerte defendía, y entre los cuales estaban también los gálatas. Falsamente, pues, algunos autores han pretendido apoyarse en este texto para deducir que la evangelización de los gálatas, a quienes escribe San Pablo, es anterior al concilio o asamblea de Jerusalén.
Y queda un último punto, el principal. Nos referimos a la aprobación del evangelio de Pablo por parte de los apóstoles de Jerusalén. Esta aprobación está expresada en nuestra perícopa de varias maneras. Primeramente, con el hecho mismo de no exigir la circuncisión de Tito (v.3), que parece era conocido de los gálatas, y a quien seguramente Pablo, en un rasgo de valentía y juego claro muy propio de su temperamento (cf. v. 11-12), había querido llevar consigo para obligar a provocar una respuesta de aplicación inmediata 229; en segundo lugar, con la expresión nada me añadieron (???? . ????? ??????? ???? ) con que se responde a lo que el Apóstol había dicho antes de que les expuso el evangelio que predicaba entre los gentiles (v.2); y, por fin, con esa locución metafórica final tan expresiva de reconocieron la gracia que me había sido dada a mí, y nos dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comunión, para que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos (v.9). Notemos únicamente que esa división de zonas, unos con dedicación a los gentiles y otros con dedicación a los judíos, no ha de entenderse en sentido absoluto, como si Pedro y su grupo hubiesen de predicar exclusivamente a los judíos, y Pablo y el suyo exclusivamente a los gentiles; sabemos que Pablo solía comenzar siempre su evangelización por los judíos (cf. Hec_13:5) y es de creer que Pedro, después del caso de Cornelio (cf. Act ?? , 28.47; Hec_11:17), tampoco se eximiría de evangelizar a los gentiles (v.14; cf. Hec_15:11; Hec_21:25). Pero, al menos entonces, en aquel momento histórico, ésas iban a ser principal y preferentemente las zonas de evangelización de cada uno. Téngase en cuenta, además, que más que de una repartición de carácter étnico, parece que se trataba de una repartición de carácter geográfico o territorial, designando por circuncisos el apostolado en Palestina, y por gentiles el apostolado en el mundo gentil. Por lo demás, sabemos que Pablo tenía empeño en mantener cierta delimitación territorial para el apostolado (cf. Rom_15:20; 2Co_10:16), aunque eso no era obstáculo para que, si llegaba el caso, interviniese también en campo trabajado por otros (cf. Rom_1:13; Hec_28:31). Quizás la expresión, sin tratar de concretar tanto, aluda más bien a la legitimidad de esos dos tipos de predicación misional, el representado por Pablo y el de los apóstoles de Jerusalén.
En cuanto a la expresión los que eran algo o, más literalmente, los que figuraban ser algo (oí ????????? ????? ?? ), conque San Pablo designa hasta cuatro veces a los apóstoles de Jerusalén (v.2. 6.9), y más directamente a tres de ellos (cf. v.q), conviene que hagamos algunas precisiones. La frase, sobre todo en su traducción de la Vulgata (qui videbantur esse aliquid), podría dar la impresión de que el Apóstol hablaba de ellos con cierta ironía, tratando de rebajar su autoridad, como dando a entender que no eran tanto como parecían. Igual se diga de aquella otra, especie de paréntesis, en el v.6: lo que hayan sido en otro tiempo no me interesa, que Dios no es aceptador de personas (?????? ???? ???? ????? ??? ???????? , ???????? ó ???? ???????? ?? ???????? ), con la que parecería insinuar cierto sentimiento de desprecio hacia ellos. Desde luego, sacadas las frases de su contexto, no negamos que pudieran tener ese sentido peyorativo; mas dicho sentido queda aquí excluido por el contexto. Pablo ha venido hablando de ellos con respeto (cf. 1:17-19), y se precia de que le den la mano en señal de comunión (v.9). Lo que sucede es que la frase oí ????????? , y así es usada ya en los autores clásicos griegos, pierde ese aspecto ambiguo de su etimología (parece, y no es), y significa simplemente los notables, los que sobresalen entre los demás, los jefes. Tal es el sentido en que aquí la usa San Pablo. Si hubiéramos de ver en ella algo de ironía, esa ironía estaría más bien en el hecho de repetirla hasta cuatro veces en pocas líneas; y la ironía recaería no sobre los apóstoles, sino sobre los adversarios de Pablo, quienes es probable que gustasen de esa expresión los notables para designar a los Doce, con el intento de rebajar a Pablo, y por eso el Apóstol la recogería y repetiría varias veces, como diciendo: pues bien, esos tan notables nada me añadieron., esos tan notables me dieron la mano. Algo parecido habrá que decir de la frase-paréntesis del v.6, puesta también por Pablo pensando en sus adversarios. Al Apóstol le interesaba hacer constar que los notables habían aprobado su evangelio; pero le interesaba no menos recalcar que era apóstol como ellos, habiendo recibido directamente de Dios su evangelio, conforme les había expuesto anteriormente (cf. 1:11-12). Y como había peligro de que sus adversarios desorbitasen el alcance de lo primero en perjuicio de lo segundo, como si la legitimidad de su evangelio dependiese de la aprobación de los Doce que había ido a buscar a Jerusalén, intercala el paréntesis y dice: cualquiera haya sido su situación privilegiada (alude probablemente a las ventajas históricas de los Doce sobre él, que no había convivido con el Señor), en realidad nada me interesa, pues Dios no mide por esas cosas externas, y soy tan apóstol como ellos. ; pero, en fin, esos notables (con ello cerraba todo posible escape a sus adversarios) nada me añadieron. Hay autores que interpretan el paréntesis como una alusión al origen humilde de los apóstoles, simples pescadores incultos, a los que San Pablo trataría de defender, señalando que Dios no es aceptador de personas; sin embargo, esa interpretación no encaja en este contexto, pues los judaizantes de Galacia no negaban la autoridad de los Doce, sino que, al contrario, la sobrevaloraban, con el intento de rebajar a Pablo.
La frase que cierra la perícopa: Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres. (v.10), es ya fácil de entender. San Pablo aludirá muchas veces a este su compromiso moral con los fieles de Jerusalén (cf. Rom_15:26; 1Co_16:3; 2Co_8:4; Hec_24:17).

El incidente de Antioquía,Hec_2:11-14.
11 Pero cuando Cefas fue a Antioquía, en su misma cara le resistí, porque se había hecho reprensible; 12 pues antes de venir algunos de los de Santiago, comía con los gentiles; pero en cuanto aquéllos llegaron, se retraía y apartaba, por miedo a los de la circuncisión. 13 Y consintieron con él en la misma simulación los otros judíos, tanto, que hasta Bernabé se dejó arrastrar a su simulación. 14 Pero cuando yo vi que no caminaban rectamente según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?

Este incidente entre Pedro y Pablo en Antioquía parece que tuvo lugar poco después del concilio de Jerusalén, antes de que el Apóstol saliera para su segundo viaje misional (cf. Hec_15:30-35). Debemos advertir, sin embargo, que no pocos autores modernos (Th. Zahn, W. Sanday, J. Munck, P. Féret, L. Gerfaux, J. Dupont) prefieren suponer que tiene lugar antes del Concilio, pues después de aquella solemne decisión no parece explicable el comportamiento de Pedro. Dicen que dicho episodio alegado por Pablo como confirmación de su independencia apostólica no está ya en relación cronológica con la sucesión de acontecimientos, a que se refirió anteriormente (Hec_1:15.18; Hec_2:1.10); de ahí que el Apóstol abandone la fórmula después de (?????? ) que jalonaba los viajes (cf. 1:18; 2:1), para volver al pero cuando (o?? ?? ), con que había comenzado su argumentación (cf. 1:15; 2:11). Desde luego, las razones alegadas tienen su peso; pero seguimos creyendo que el sentido obvio del texto de Galatas pide para este episodio una cronología posterior al concilio de Jerusalén. San Pablo lo cuenta aquí a los gálatas como nuevo e impresionante argumento a favor de la independencia de su evangelio, recibido directamente de Dios. Aunque expresamente no se dice, es claro que se da por supuesto que Pedro cedió ante las razones de Pablo, pues de lo contrario no sería argumento a su favor, sino viceversa.
En qué consistió el incidente, lo vemos con bastante claridad. Parece que Pedro, que había bajado a Antioquía no sabemos con qué motivo, no tenía inconveniente en comer y mezclarse con los cristianos procedentes del gentilismo, sin atender a las prescripciones judaicas sobre trato con gentiles y pureza de los alimentos (cf. Hec_10:14.28; Hec_11:3). Y esto, a juzgar por el tono de la narración, lo venía haciendo habitualmente desde que bajó a Antioquía (v.12. 14). Pero llegan de Jerusalén algunos de los de Santiago 230, y desaparece aquella pacífica convivencia, pues Pedro, por miedo a los de la circuncisión, comienza a retraerse de los cristianos no judíos, a tenor de las prescripciones de la Ley, aparentando una obligación que en su fuero interno negaba (v.12). Y a Pedro, dada la autoridad de que gozaba, siguen otros judíos antioquenos, que comienzan también a evitar mezclarse con sus hermanos cristianos no judíos, consintiendo en la misma simulación (v.15). Lo mismo hace Bernabé, el gran amigo y compañero de Pablo en sus viajes misionales (cf. Hec_9:27; Hec_11:25; Hec_13:2; Hec_15:2), lo cual debió de impresionar a éste extraordinariamente.
Tal era el hecho. De suyo, el que un judío hecho cristiano siguiera observando las prescripciones de la Ley, no estaba por entonces prohibido. Así se hizo en los primeros días de la Iglesia (cf. Hec_2:46; Hec_3:1; Hec_10:14), Y así seguían haciendo, mucho tiempo después, los fieles de Jerusalén (cf. Hec_21:20). El mismo Pablo parece que observaba muchas de las prácticas piadosas mosaicas (cf. Hec_18:18; Hec_24:11-12; Hec_28:17). ¿Qué había, pues, de malo en la conducta de Pedro? Está claramente indicado en una de las frases que Pablo le dirige: ¿Por qué tú, que has vivido como gentil y no como judío, obligas a los gentiles a judaizar? (v.14). He ahí la falta de Pedro, (cf. Hec_15:10-11), y el mismo Pablo califica su conducta de simulación (v.13), sino de imprevisión de consecuencias, que podían resultar fatales para el cristianismo. Efectivamente, en otras circunstancias, la conducta de Pedro, observando fielmente la Ley, como parece lo siguió haciendo hasta su muerte Santiago (cf. Hec_21:18-20), es probable que no hubiera provocado por parte de Pablo reprensión alguna. El mismo Pablo, porque juzgó que así convenía mejor en aquel momento, hizo circuncidar a Timoteo (cf. Hec_16:3), y en Jerusalén no tuvo inconveniente en ceder a lo que se le pedía, apareciendo como observador de la Ley (Hec_21:21-26; cf. 1Co_9:20-22). Pero, en todos esos casos, ningún daño se hacía a la condición de los gentiles. No así ahora, en el caso de Antioquía. Esa simulación por parte de Pedro, cuyo ejemplo arrastró a otros muchos e incluso a Bernabé, podía resultar de fatales consecuencias, dado que era como una retractación de lo que había venido haciendo, y esto ante numerosos cristianos procedentes del gentilismo, que con ello se veían como obligados o a judaizar o a resignarse a una especie de aislamiento y de inferioridad respecto de los cristianos procedentes del judaísmo.
Por eso Pablo considera reprensible (????????????? ) el modo de obrar de Pedro (v.11), haciéndole frente en su mismo cara (v.11) y delante de todos (v.14), es decir, en una reunión pública, estando él presente. El caso era público, y públicamente había que solucionarlo. Y decimos que no tiene fundamento, pues Pablo da claramente la impresión de que está hablando a Pedro muy en serio, como ya en su tiempo hacía observar San Agustín a San Jerónimo, quien en un principio se había inclinado a dicha opinión 231.
Ni se crea que esta escena, de ser histórica y real, compromete la dignidad de Pedro, Pablo no ataca la persona de Pedro ni su doctrina, ni siquiera sus intenciones, que, a lo que parece, no eran sino mantener la paz y evitar fricciones con los de la circuncisión. El reproche no se comprende sino porque los dos apóstoles estaban de acuerdo sobre los principios. Lo que ataca es su actitud práctica, no regulada por la verdad del Evangelio (v.14), que afirma plena libertad respecto a las prescripciones rituales de la Ley mosaica; y la ataca no en general, pues también Pablo había obrado de modo parecido en otras ocasiones, sino en esas circunstancias concretas de Antioquía, por las consecuencias dañosas que para el cristianismo podía traer. Hubo, pues, en Pedro una falta de previsión.

Apretada síntesis del evangelio de Pablo,1Co_2:15-21.
15 Nosotros somos judíos de nacimiento, no pecadores procedentes de la gentilidad; 16 y sabiendo que no se justifica el hombre por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído también en Cristo Jesús, esperando ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, pues por las obras de la Ley nadie se justifica.17 Mas si, buscando ser justificados por Cristo, somos aún tenidos por pecadores, ¿será que Cristo es ministro de pecado? De ninguna manera. 18 Porque si vuelvo a edificar lo que había destruido, a mí mismo me doy por trans-gresor. 19 En efecto, yo por la Ley he muerto a la Ley, por vivir para Dios; estoy crucificado con Cristo, 20 y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. 21 No desecho el don de Dios; pues si por la Ley se obtiene la justicia, en vano murió Cristo.

Pocos pasajes como éste de la carta a los Gálatas, en que en tan pocas líneas encontremos una síntesis tan completa de lo que constituye, pudiéramos decir, el evangelio de Pablo. Otro pasaje parecido es el de Rom_3:21-26. Por lo que a este de Calatas se refiere, son frases densas de sentido y escasas de palabras, en que el Apóstol acumula toda una serie de razonamientos, tratando de hacer ver la inconsecuencia lógica en que se encuentran todos aquellos que, después de haber creído en Cristo, buscan todavía la justicia en la observancia de la Ley. Tres son las ideas fundamentales, íntimamente enlazadas, que dominan todo el pasaje: justificación por la fe, Cristo causa de esa justificación, nuestra unión mística con El. Dicho de otra manera, Cristo es presentado como solución única y plenaria del problema de la justificación, que, en fin de cuentas, no es sino el problema.de la salud, meta ansiada de judíos y gentiles, como explicamos al comentar Rom_1:16-17.
Se ha discutido, y aún se sigue discutiendo, si estos versículos forman parte del discurso de Pablo en Antioquía, o más bien se trata de reflexiones que el Apóstol hace a los gálatas, una vez terminado en el v.14 lo relativo al incidente antioqueno. La opinión tradicional, y que todavía hoy defienden la mayoría de los autores (Cornely, Lagrange, Bover), es que Pablo sigue refiriéndose al discurso de Antioquía. En efecto, eso parece pedir la expresión nosotros. Judíos de nacimiento (v.15), conque comienza la narración, sin que haya motivos para suponer que en los versículos siguientes, incluso cuando se deja el pronombre plural y se usa el singular de sentido genérico (v. 18-21), cambien los interlocutores. Además, ese insensatos gálatas (Rom_3:1), que viene a continuación de esta narración, parecido al me maravillo de principios de la carta (Rom_1:8), parece pedir principio de sección en una distribución lógica del pensamiento, siendo, por tanto, un nuevo indicio de que la narración del incidente antioqueno no termina hasta 2:21. Cierto que la doctrina que aquí desarrolla y defiende San Pablo justificación por la fe en Jesucristo y no por las obras de la Ley sobrepasa el caso pie Pedro, que en modo alguno negaba esa doctrina (cf. Hec_15:11); pero téngase en cuenta que Pablo está hablando en una reunión pública, y que no miraba sólo a Pedro y a los arrastrados por él a la misma simulación, sino a un público más amplio, en el que cabían tendencias judaizantes mucho más cerradas. Pensando en ese público y abarcando el problema en toda su amplitud, Pablo habría juzgado oportuno exponer ahí en Antioquía la teoría de la justificación por la fe, idea maestra de su evangelio, y cuyo resumen nos habría conservado en este pasaje de la carta a los Gálatas.
Comienza exponiendo (v. 15-16) la tesis fundamental: todos, incluso los judíos, son justificados por la fe en Jesucristo (parte positiva), y no por las obras de la Ley (parte negativa). Aduce como prueba el hecho de que también ellos, Pedro, Pablo Bernabé., judíos de nacimiento y no pecadores de la gentilidad (cf. 1Ma_2:48; Mat_5:47 = Luc_6:32; Rom_9:4-5), han buscado en Cristo la justicia, sabiendo (??????? ) que no se la daban las obras de la Ley. Como confirmación escriturística cita (v.16), sin fórmula explícita, el texto de Sal_143:2, cosa que hace también en Rom_3:20, dentro de un contexto muy semejante 232. Sobre el concepto de justificación y qué incluya esa fe que se nos exige para la justificación, ya hablamos al comentar Rom_1:16-17 y 3:21-31, sin que haya por qué volver a insistir en lo dicho allí. Notemos únicamente que si Pablo niega el valor justificante de las obras de la Ley, ello no quiere decir que en el Antiguo Testamento no fuese obligatoria la observancia de la Ley; pero, aun entonces, la justificación de los patriarcas y demás personas justas no era fruto de las solas obras legales, sino que se daba en virtud de los méritos previstos de Cristo, mediante la fe en las promesas divinas de redención (cf. Rom_2:6; Rom_3:20; Rom_4:1-25).
Por lo que toca a los v. 17-18, parece que la intención de Pablo es hacer ver lo absurdo e inconsecuente que resultaría, después de haber abandonado la Ley y buscado la justificación por la fe en Cristo (como habían hecho Pedro, Pablo, Bernabé.), volver ahora a la observancia de esa Ley, como si de ella dependiese nuestra justificación. Sería algo así como volver a construir un edificio que antes hubiéramos destruido, declarándonos con ello transgresores de una Ley que no debíamos haber dejado (v.18); además, sería hacer una injuria a Cristo, que fue quien nos indujo a dejar la Ley y seguirle a El, convencidos como íbamos de que conseguiríamos la justificación, cuando, en realidad, lo que hacía con nosotros era reducirnos al mismo nivel de los gentiles o pecadores (? .17). San Pablo, por respeto a Jesucristo, considera eso tan blasfemo que pone la conclusión en forma interrogativa, rechazándola con un enérgico De ninguna manera.
En los ? . 19-20 añade un nuevo argumento que, de no tener en cuenta otros escritos del Apóstol, podría parecer poco menos que un jeroglífico, particularmente en algunas frases: por la Ley he muerto a la Ley., estoy crucificado con Cristo., ni vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ello supone, si es que esas frases habían de resultar inteligibles para los gálatas, que hemos de ver en ellas las líneas maestras de una enseñanza anterior, que probablemente era corriente en la predicación del Apóstol. La idea central en estos versículos, que lo penetra y llena todo, es la idea de la solidaridad con Cristo, cabeza de la humanidad regenerada, igual que lo es Adán de la humanidad caída (cf. Rom_5:12-21). Hemos de reconocer que nuestro actual individualismo, aflojando los lazos de familia y de nación, comprende bastante peor que antiguamente esta idea de solidaridad. Para San Pablo, en el orden sobrenatural, es idea básica: los cristianos todos estamos unidos a Cristo, formando con El un todo, que sigue las mismas vicisitudes (cf. Efe_2:5-6); esa unión se realiza en cada uno de nosotros mediante el bautismo, por el que quedamos incorporados y como sumergidos en Cristo, en su muerte y en su vida, haciéndonos así aptos para participar de los beneficios del Calvario (cf. Rom_6:3-11).
Esto supuesto, añadida la idea de que una ley, sea cual sea, no cuenta con los muertos (cf. Rom_7:1-4), es ya más fácil entender lo que aquí dice San Pablo. Su afirmación fundamental es que el cristiano ha muerto a la Ley (v.19), es decir, ha quedado desligado de sus dominios, rompiendo con ella toda relación, como la rompen los muertos respecto de las funciones vitales, que es de donde se toma la metáfora. Y ¿cuándo ha muerto el cristiano a la Ley? La respuesta la da San Pablo en ese mismo v.1g: estoy crucificado con Cristo; es decir, el cristiano muere a la Ley al ser incorporado místicamente a la muerte de Cristo mediante el bautismo, formando un todo con Cristo muerto. Y un segundo paso: como la Ley, provocando pecados que no podía reparar (cf. Rom_3:20; Rom_4:15; Rom_5:20; Rom_7:7-11), fue en cierto sentido la causa de la muerte de Cristo (cf. 3:13-14; Rom_7:24-25; Rom_8:3-4; Gol 2:14), resulta que, en fin de cuentas, es también la causa de nuestra muerte mística con Cristo, lo que equivale a decir que por la Ley hemos muerto a la Ley 233. Esa muerte, sin embargo, no es final de carrera, como si hubiéramos de quedar ahí, sino que es punto de partida hacia la resurrección con Cristo, dejando muerto el hombre viejo y comenzando a vivir para Dios (v.1g) o, dicho de otro modo, a no vivir ya nosotros, sino Cristo en nosotros (v.20). De esta nueva vida a la que nace el cristiano por su inserción a Cristo en el bautismo, habla con mucha frecuencia San Pablo en sus cartas (cf. Rom_5:17-18; Rom_6:4-11; 2Co_5:15-17; Col_3:9-11). La expresión no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (v.20) la considera el P. Bover como un arranque sublime de lirismo místico, con la que el Apóstol suprime de un plumazo su persona y su vida, para dar lugar a la persona y vida de Cristo. Claro es que eso no quiere decir que en el cristiano desaparezca su personalidad física; también el cristiano, como luego , aclara el Apóstol, habrá de seguir viviendo en carne, es decir, con esa vida física que es común a todos los mortales, pero será una vida espiritualizada por la fe, nuevo principio sobrenatural y vital resultante de nuestra incorporación a Cristo (cf. Rom_8:1-17; Efe_3:17). El inciso que me amó y se entregó por mí (v.20), es como una exclamación agradecida del Apóstol al dador de esa nueva vida, exclamación que han continuado repitiendo los cristianos de todos los tiempos y que comentaba así San Agustín: Si Cristo se entregó por mí, ello significa que yo era pecador y que la Ley no me había podido justificar.
Con razón, pues, San Pablo, como resumiendo toda su argumentación anterior y yendo al fondo del problema, dice que la actitud de los judaizantes equivale a desechar el don de Dios (v.21), es decir, la obra amorosa de redención contrapuesta a la Ley, llevada a cabo por Cristo y planeada por el Padre (cf. v.20:3:18). En efecto, si es por la Ley como conseguimos la justicia, Cristo ha muerto en vano (v.21), o, lo que es lo mismo, ha muerto sin razón suficiente, puesto que nos podíamos haber salvado igualmente sin contar con El, consecuencia absurda que es una injuria a Cristo y que debe hacer pensar a los judaizantes.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



17 (B) El evangelio de Pablo fue apro(-)bado por los jefes de la Iglesia de Jerusalén (2,1-10). 1.
una vez más a los catorce años: La traducción habitual, «catorce años después», ha sido cuestionada (p.ej. por S. Giet, RSR 41 [1953] 323-24), porque en otros lugares Pablo utiliza dia con gen. para significar «durante (el curso de)». Este significado, unido al uso de «de nuevo» parece dar a entender un cálculo de la fecha realizado a partir de la conversión de Pablo (ca. 36 d.C.). La correlación de esta visita a Jerusalén con los datos que constan en Hch es uno de los problemas exegéticos más difíciles del NT. Sin embargo, resulta inevita(-)ble la impresión de que Gál 2 se refiere al mis(-)mo acontecimiento que se menciona en Hch 15 (al menos los w. 1-12) -pese a todos los de(-)más intentos de relacionarlo con otro distin(-)to-. Sin embargo, sigue habiendo muchos pro(-)blemas (? Pablo, 79:25.32.35-37). Bernabé: Véase 1 Cor 9,6. Según Hch 4,36, era un levita chipriota de nombre José, llamado Bernabé por los apóstoles (con la etimología popular de «hijo de la consolación»). Hch 13,1 lo presen(-)ta como un profeta o maestro de Antioquía que se convirtió en compañero de Pablo du(-)rante el primer viaje misionero (hasta el «con(-)cilio» de Jerusalén). Tito: Cristiano de origen gentil (véase v. 3), compañero de Pablo duran(-)te el tercer viaje misionero, que suavizó las re(-)laciones de Pablo con la comunidad corintia (véanse 2 Cor 2,13; 7,6.13-14; 8,6.16.23;12,18) . 2. por una revelación: ¿Quién la tuvo? Si fue Pablo, lo dice al menos para demostrar que no lo convocaron los apóstoles de Jerusa(-)lén. (En Hch 15,2, la razón de la visita se pre(-)senta como una decisión de la comunidad antioquena.) en privado... a los más autorizados: Su argumento menosprecia levemente a las «columnas» de Jerusalén, que eran los apósto(-)les anteriores a él (1,16). 3. no... obligado a cir(-)cuncidarse: ¿Quiere decir Pablo que Tito de hecho no estaba circuncidado o que no fue «obligado» a circuncidarse, sino que consintió en someterse a ello? El tenor general del pasa(-)je parece favorecer la primera respuesta; es decir, Pablo ganó su pleito en favor de la no circuncisión de los gentiles conversos. 4. falsos hermanos: En Hch 15,5, unos conversos judeocristianos parecidos, de quienes se indica su origen farisaico, presionan en pro de la cir(-)cuncisión de los gentiles y de la obligación de éstos de observar la ley mosaica, la libertad que tenemos en Cristo Jesús: La Carta Magna de Gál: en Cristo Jesús hemos sido liberados de la ley (5,1.13). 5. ni por un momento cedimos: Pa(-)blo se gloría como si hubiera determinado la decisión de la asamblea. Hch 15,7-11, sin embargo, atribuye ese mérito a Simón. 6. los que tenían autoridad: Santiago, Cefas y Juan (2,9). qué tipo de personas eran: Afirmación difícil, parentética, que parece significar que a Pablo no le intimidaba el prestigio alcanzado por las «columnas» por el hecho de haber sido testi(-)gos oculares del ministerio de Jesús. Tal expe(-)riencia y tal prestigio no podían pesar más que la verdad del evangelio dado por Dios, no me añadieron nada: Las columnas reconocieron que el evangelio de Pablo no era deficiente, pe(-)se a las afirmaciones de los judaizantes. (Para la relación de «nada» con Hch 15,19-29, ? Pa(-)blo, 79:33.35-37). 7. lo mismo que Pedro a los circuncisos: Así Pablo fue reconocido par de Pedro, y el campo de misión quedó repartido entre ellos (Rom 15,17-21; cf. Hch 15,12). El reparto se debe entender geográficamente, no étnicamente, pues Pablo con frecuencia empe(-)zaba por los judíos su evangelización de una región (1 Cor 9,23-24; Rom 2,10-11; cf. Hch 13,46; 17,1-8; 18,4). Mientras que normalmen(-)te Pablo utiliza el nombre «Cefas» (1 Cor 1,12; 3,22; 9,5; 15,5; Gál 1,18; 2,9.11.14), aquí em(-)plea «Pedro» (2,7-8), quizás porque repite la terminología utilizada en el debate de la asam(-)blea (véase Betz, Galatians 97). 9. Santiago, Cefas, Juan: A Santiago, el «obispo» de Jerusa(-)lén, se le da precedencia respecto a Cefas y Juan, hijo de Zebedeo. Este orden indica ade(-)más que incluso la cabeza de la comunidad de Jerusalén aceptó el evangelio y misión de Pa(-)blo. ¿Se les llama a los tres styloi, «columnas», porque eran un triunvirato que regía la Iglesia madre de Jerusalén? (Véase C. K. Barrett, en Studia paulina [Fest. J. de Zwaan, ed. J. N. Sevenster et al., Haarlem 1953] 1-19.) 10. que nos acordásemos de los pobres: La única obligación impuesta por el «concilio». Se trata probable(-)mente de los «cristianos pobres de Jerusalén» (Rom 15,26), es decir, los económicamente pobres en comparación con los cristianos de ori(-)gen gentil de las ciudades helenísticas, pero también de quienes viven la piedad de los anáwim judeocristianos de Palestina (véase J. Dupont, Les Beatitudes [3 vols., París 1958-69] 2. 13-51). Sobre si se pueden relacionar o no con los antiguos ebyónim de Qumrán, véase L. E. Keck, ZNW 56 (1965) 100-09.

18 (C) El evangelio de Pablo puso en tela de juicio la falta de coherencia de Pe(-)dro en Antioquía (2,11-14). Las columnas de la Iglesia de Jerusalén no sólo aprobaron el evangelio de Pablo, sino que en la Iglesia antioquena, de origen gentil y judío, dicho evan(-)gelio resultó ser la única respuesta. 11. me en(-)frenté con él abiertamente: Aunque franco en su defensa, Pablo al parecer consideraba a Cefas una persona de más peso que él (véase PNT 24-32). Presumiblemente, tanto Cefas como Pablo llegaron a Antioquía poco después de que en el «concilio» de Jerusalén se tomara la decisión relativa a la circuncisión, pues era censurable: Por sus propios actos, explicados en 2,12-13. Pablo no hace referencia en este lugar, ni en ningún otro, a lo que Lucas cuenta de él en re(-)lación con dos hechos: que hizo circuncidar a Timoteo (Hch 16,3) y que posteriormente se sometió al ritual de un voto de nazireato (Hch 21,20-26). Aunque en 1 Cor 9,20 establece un principio rector (cf. Rom 14,21), en Antioquía estaba en juego una cuestión mayor, que afecta a la unidad de la Iglesia misma. 12. algunos de los de Santiago: Difícilmente pueden ser los «falsos hermanos» de 2,4, pues el problema concierne ahora a leyes alimentarias judías, muy distinto del de la circuncisión, que había quedado zanjado en Jerusalén (2,3-9; cf. Hch 15,1-12). En el «concilio», el problema alimen(-)tario no llegó a plantearse ni a resolverse (aun cuando el relato de carácter compuesto de Hch 15 puede hacer pensar de primeras que sí; ? Pablo, 79:33-37). comenzó a retraerse: Cefas se negó a seguir comiendo con los cristianos de origen gentil, y daba la impresión de que só(-)lo los cristianos de origen judío, que seguían observando leyes como Lv 17,8-9.10-12.15, eran los auténticos cristianos, por miedo a los partidarios de la circuncisión: No está claro por qué «tenía miedo» Cefas; pero Pablo lo entiende como un signo de su falta de convicción acerca del evangelio. 13. los demás judíos: Judeocristianos. se pusieron a disimular como él: Aunque la influencia de Cefas sobre una mino(-)ría de la comunidad antioquena se podría ex(-)plicar de diversas maneras, Pablo la veía como una incoherencia y una contemporización política. De ahí que reprendiera a Cefas pública(-)mente por ella. 14. la verdad del evangelio: La «libertad que tenemos en Cristo Jesús» (2,4-5), no sólo respecto a la costumbre de la circunci(-)sión, sino también respecto a las leyes alimen(-)tarias judías. A Pablo le pareció mal lo que hacía Cefas porque éste no «caminaba dere(-)chamente» según esta verdad, es decir, era po(-)co ortodoxo en su conducta (véase G. D. Kilpatrick, en Neutestamentliche Studien [Fest. R. Bultmann, ed. W. Eltester, BZNW 21, Berlín 1954] 269-74). si tú, que eres judío, vives como gentil: Véase 2,12. ¿por qué obligas a los de ori(-)gen gentil a comportarse como judíos?: Puesto que el ejemplo de Cefas había descaminado ya a Bernabé y a otros, tendía a afectar a los cris(-)tianos de origen gentil de manera análoga. ¿Fue eficaz la reprensión de Pablo? El pasaje da a entender que sí; Pablo menciona su opo(-)sición a Cefas con el fin de establecer la validez y lógica de su propio evangelio. Lc dijo a Cefas lo que quería decirle. Otra cuestión es si el pro(-)blema de las reglas alimentarias quedó o no zanjado en Antioquía con ese incidente. Pare(-)ce que volvió a plantearse tras la partida de ambos, Cefas y Pablo, y la Iglesia antioquena mandó a pedir instrucciones a Santiago, el de Jerusalén (Hch 15,13-33; ? Pablo, 79:35-37).

19 (III) Propositio: El evangelio de Pa(-)blo expuesto (2,15-21). Pablo pasa a propo(-)ner un conciso resumen de su enseñanza so(-)bre la fe y las observancias judías; tal vez presente una formulación distinta de lo que le dijo a Cefas en Antioquía. 15. nosotros: Fun(-)damentalmente Cefas y Pablo, judíos de naci(-)miento: Lit., «por naturaleza», o condición na(-)tural (véase Rom 2,27). Pablo reconoce así su propio origen judío, no pecadores de origen pa(-)gano: Pablo compara irónicamente su privile(-)gio (haciéndose eco de la pretensión de sus ad(-)versarios judaizantes) con la suerte de los paganos, que no sólo no observaban la ley mo(-)saica, sino que ni siquiera la poseían. Dada su condición de anomoi, «sin ley», eran pecado(-)res (Rom 2,12); sin embargo, Pablo sabía que tanto judíos como griegos eran igualmente pe(-)cadores (Rom 3,9.23). 16. el hombre no es he(-)cho justo: La pas. del vb. dikaioun expresa la situación de los hombres que comparecen ante el tribunal de Dios; expresa el aspecto jurí(-)dico de lo que sólo la benevolencia divina pue(-)de llevar a cabo en favor de la humanidad como resultado de la fe (? Teología paulina, 82:68-70). por obras de la ley: Es decir, reali(-)zando actos prescritos por la ley mosaica. So(-)bre esta frase a modo de eslogan, ? Teología paulina, 82:100. por medio de la fe en Cristo Je(-)sús: Lit., «por medio de (la) fe de Cristo Je(-)sús», con un gen. que habitualmente se toma por objetivo, debido a la frase siguiente; cf. Rom 3,22, donde se encuentra un gen. pareci(-)do y en cuyo contexto (3,28) la «fe» es la de un hombre (anthrópos) creyente. Véanse además Betz, Galatians 117; Bonnard, Galates 53. Para los intentos de entender la frase referida a la «fidelidad de Cristo», véanse G. Howard, HTR 60 (1967) 459-65; L. T. Johnson, CBQ 44 (1982) 77-90. también nosotros hemos creído: Pablo apela a la convicción, que él y Cefas en su res(-)pectiva conversión comparten, de que un ju(-)dío ha de caer plenamente en la cuenta de su incapacidad para alcanzar la justicia por las «obras de la ley». Ningún mortal es hecho jus(-)to: Se cita implícitamente Sal 143,2: «Ningún viviente es justo ante ti». Pablo omite «ante ti», reduciendo el matiz forense del salmista, pero añade «por (hacer) las obras de la ley». El sentido del salmo queda así muy limitado (cf. Rom 3,20).

20 17. por medio de Cristo: A primera vis(-)ta, en Christó parece ser la fórmula paulina que expresa la unión con Cristo (? Teología paulina, 82:121); pero en este caso, en con(-)traste con «por las obras de la ley», lo más pro(-)bable es que sea instrumental, hemos resulta(-)do también nosotros pecadores: Es decir, como los paganos (2,15), porque en cuanto «cristia(-)nos» somos «sin ley». ¿será que Cristo está al servicio del pecado?: Esta trad. entiende la par(-)tícula ara como interrogativa (BAGD 104), pe(-)ro también podría introducir una conclusión (BAGD 103): «Entonces Cristo es...». Debido a la exclamación que sigue se prefiere la pre(-)gunta. ¡de ninguna manera!: Negación enérgi(-)ca utilizada tras preguntas retóricas (véase Rom 3,4.6.31). Pablo rechaza decididamente tal idea y la vuelve contra el imaginario obje(-)tante. Someterse de nuevo a la ley supondría verse otra vez mezclado con el pecado. 18. si ahora edifico de nuevo lo que destruí: Primera razón para justificar el rechazo. Los comenta(-)ristas discuten su significado exacto: o bien Pablo admitiría al restablecer la ley como nor(-)ma de conducta que había pecado al abandonarla; o, menos probablemente, al restablecer la ley como norma se comprometería a una vi(-)da de cierta transgresión (Rom 7,21-23; 4,15). En cualquier caso, queda patente que quien «está al servicio del pecado» no es Cristo, sino los judaizantes. 19. por la ley morí a la ley: Se(-)gunda razón. La pista para aclarar este difícil versículo se encuentra en el reconocimiento de que Cristo como tal no está «al servicio del pecado» y de que el cristiano, crucificado con él, vive ahora para Dios. Vivir para Dios no es precisamente pecaminoso, pero esta situación del cristiano se hizo posible en virtud de la crucifixión con Cristo. Así crucificado, ha muerto a la ley («está muerto a la ley», Rom 7,6; cf. 2 Cor 5,14-15). Pero, ¿cómo es posible que esta situación se dé «por la ley»? Su causa próxima es la crucifixión de Cristo mismo, pe(-)ro su causa remota es la ley, cuya maldición se dirigió contra Cristo (3,13). La ley mosaica y la mentalidad que generó entre los hombres fue(-)ron responsables de la negativa a prestar fe a Cristo y de la crucifixión de éste -y por tanto, indirectamente, de la emancipación de los cristianos que creen en él-, he quedado crucifi(-)cado con Cristo: Véase Rom 6,8-11. Por medio de la fe y el bautismo, el cristiano se ha iden(-)tificado (tiempo pf., que expresa el estado de identificación) con las fases de la pasión, muerte y resurrección de Cristo (? Teología paulina, 82:120), y así puede «vivir para Dios». 20. Cristo vive en mí: En estas palabras queda expresada la perfección de la vida cristiana; no es meramente una existencia dominada por una nueva motivación psicológica («vivir para Dios»), puesto que la fe en Cristo no constitu(-)ye una nueva meta de actuación. Más bien re(-)estructura a los hombres, proporcionándoles un nuevo principio de actividad en el plano ontológico de su mismo ser. De ahí resulta una simbiosis del cristiano con Cristo, el Kyrios glorificado que, a partir de la resurrección, se ha convertido en «Espíritu que da vida» (1 Cor 15,45), en el principio vital de la actividad cris(-)tiana. vivo de fe en el Hijo de Dios: Este es el profundo conocimiento que Pablo tiene de la experiencia cristiana: la nueva estructuración de la vida humana, física incluso, por la in(-)fluencia trascendente de la inhabitación de Cristo. Dicho conocimiento debe penetrar en la conciencia psicológica personal para que cada cual se dé cuenta en la fe de que la ver(-)dadera vida sólo procede de la entrega reden(-)tora y vicaria del Hijo de Dios. 21 .no quiero hacer estéril la gracia de Dios: Como hacían los judaizantes, que insistían en las obligaciones legales y en los logros humanos, dando a en(-)tender de ese modo la ineficacia de la entrega de Cristo.

21 (IV) Probatio: En el plan de Dios, la humanidad se salva por la fe, no por la ley (3,1-4,31). Pablo brinda ahora la base de la te(-)sis que acaba de proponer en los w. 15-21. Apelará a la experiencia de los gálatas y hará uso de argumentos de la Escritura para de(-)mostrar su tesis acerca del reinado de la fe y la libertad cristiana.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Conflicto en Antioquía. Así como los judaizantes quizá apelaron (equivocadamente) a la conferencia de Jerusalén para que apoyara sus acusaciones, es posible también que quisieran destruir la reputación de Pablo, exagerando la disputa que se produjo en la ciudad gentil de Antioquía. Después de todo, si Pablo había tenido la audacia de refutar públicamente al gran apóstol Pedro, ¿no era eso prueba de que Pablo no estaba de acuerdo con la iglesia de Jerusalén? ¿No era ésta la evidencia más clara posible, de que era un renegado irrespetuoso en quien no se debería confiar?

En respuesta a esto Pablo primero da un breve resumen del incidente (11-14). No niega haber reprendido a Pedro, pero también muestra por qué eso era lo único que se podía hacer si quería actuar correctamente. El acuerdo de Jerusalén había reconocido efectivamente la distinción entre el ministerio a los judíos, que podían continuar practicando el judaísmo aun después de convertirse en cristianos, y el ministerio a los gentiles, quienes no debían ser forzados a convertirse en judíos. Pero ese acuerdo no especificaba qué hacer, en caso de que estos dos principios entraran en conflicto. (Nótese que el así llamado decreto, que se menciona en Hech. 15:23-29, también deja este tema en la ambigüedad. Si es la misma reunión a la que Pablo se refiere en este pasaje de Gál., el problema en Antioquía podría entenderse bastante bien de acuerdo con lo expuesto aquí.)

La comunión en la mesa planteaba precisamente ese conflicto. Si el cristiano judío se sentaba a comer con los gentiles, estaba en peligro de violar las leyes ceremoniales concernientes a la comida. Por otra parte, si se negaba a comer con ellos, ese comportamiento podría haber debilitado el principio de que los gentiles deben ser plenamente aceptados como cristianos sin convertirse en judíos. Al no tratar este problema, los apóstoles aparentemente estaban dejando el tema librado a la conciencia de cada creyente. Es claro que los judíos cristianos de Antioquía, en general, eligieron la comunión con los gentiles, reforzando de esa forma la significación de lo que habían hecho los apóstoles de Jerusalén. Pedro, al visitar la ciudad, estuvo feliz de comportarse de esa forma, pero luego, la llegada de algunas personas de parte de Jacobo (12) presentó un serio problema para él.

No es muy clara cuál es la relación entre estos hombres y Jacobo: ¿Fueron realmente enviados por él, o era solamente lo que ellos pretendían? De cualquier forma, eran cristianos de Judea que no tenían que convivir con una fuerte presencia gentil día tras día, y por eso no comprendieron la situación en Antioquía. Naturalmente, habrían interpretado la actitud de Pedro como una negación de la identidad judía, y quizá hasta como una forma de apostasía. Temeroso de ser juzgado por ellos y de las consecuencias que esto traería, Pedro comenzó a distanciarse de los gentiles. Naturalmente, los otros judíos cristianos siguieron su ejemplo. Si evitar a los gentiles hubiera sido característico del comportamiento de Pedro durante todo el tiempo, por razones de conciencia, es posible que Pablo no lo hubiera reprendido. Pero Pedro había mostrado anteriormente que no tenía escrúpulos en cuanto a comer con los gentiles. Su distanciamiento posterior sugería que los gentiles no podían ser recibidos ple namente como pueblo de Dios. En cierto sentido, los estaba obligando a volverse judíos (14).

Se había producido una seria crisis. Pero Dios no había abandonado a su iglesia. La iglesia fue salvada por intermedio de Pablo ... A Pablo le habían sido reveladas las implicaciones totales del evangelio; para él la libertad de los gentiles era una cuestión de principios, y cuando los principios estaban en juego él nunca permanecía callado (J. Gresham Machen, The Origin of Pauls Religion [Macmillan, 1921], p. 102). Por tanto, Pablo tomó las medidas extremas que la situación demandaba. No era que Pablo y Pedro tuvieran una diferencia doctrinal, como podrían haber sugerido los judaizantes (y muchos estudiosos modernos están de acuer do); era que la conducta de Pedro no era coherente con sus principios, como lo explica Pablo en los vv. 15-21.

Primero, Pablo señala que Pedro, junto con los demás judíos cristianos, al poner su fe en Cristo Jesús, habían reconocido que la ley judía no podía justificarlos ante Dios (15, 16). Si esto es así, el corolario es que los judíos son tan pecadores como los gentiles, sin nada que pueda colocarlos en una mejor posición frente a Dios. Dado que Pedro reconocía totalmente este hecho, ya no objetaba el relajamiento de las leyes ceremoniales y, por tanto podríamos decir, se comportaba como un pecador de entre los gentiles en cuanto a las normas de alimentación y la comunión en la mesa (17a).

Segundo, Pablo niega que este abandono de los ritos judíos haga que el evangelio de Cristo sea instrumento del pecado. Todo lo contrario; sería una seria transgresión si Pablo, habiendo dejado de lado a través del evangelio todos esos ritos, siguiera el ejemplo de Pedro y los reinstaurara (17b, 18).

Tercero, en una de las declaraciones más profundas realizadas en sus cartas, Pablo afirma que es la ley misma, paradójicamente, la que lo ha llevado a seguir este curso de acción: Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios (19). ¡Estoy obedeciendo la ley, insiste Pablo, cuando me separo de ella! Es la ley misma la que me dice que la destruya. ¿Cómo lo hace? Quizá el Apóstol tiene en mente el hecho de que Cristo, en la cruz, quedó bajo la maldición de la ley, y que los cristianos han muerto con él (cf. v. 20; 3:13; Rom. 6:1-4). Más probablemente, está dando un anticipo del argumento que desarrollará en 3:19-25. Por su ministerio de restricción y condenación, la ley nos lleva a la fe en Cristo, quien a su vez nos libera de la maldición y del poder de la ley.

Cuarto, el Apóstol deja perfectamente en claro lo que lo ha motivado a hablar con tanta dureza (20, 21). Es el valor de la muerte de Cristo, y por lo tanto el principio de la gracia, lo que está en juego. Si vivimos para Dios, es sólo porque hemos sido unidos al Cristo crucificado (ver también 6:14). El se dio por nosotros, y él hace posible la vida de fe. Si los judaizantes tuviesen razón, si podemos recibir la justicia cumpliendo la ley, no habría necesidad de la gracia, y la entrega de Cristo habría sido en vano.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 5: Gálatas 2,17-18
Enseña que Cristo no es ministro def pecado aun cuando por Cristo seamos justificados del pecado.
17.Y si, queriendo ser justificados en El mismo, hemos sido hallados también nosotros pecadores, ¿entonces Cristo es ministro de pecado? De ninguna manera.
18.Mas si lo que yo había destruido lo edifico de nuevo, me constituyo prevaricador.
Habiendo mostrado el Apóstol por el cambio de los Apóstoles que no se deben observar las prescripciones legales, cosa que él mismo había dicho, aquí presenta la cuestión en sentido contrario. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero plantea la cuestión; luego, la resuelve: De ninguna manera, etc.; tercero, explica su solución: Pero yo estoy muerto a la Ley por la Ley misma, etc. Lo primero se puede exponer de dos maneras según la Glosa. Primero así: Porque podría alguien decir que abandonando los Apóstoles la Ley y viniendo a la fe de Cristo pecaban. Pero de aquí deduce el Apóstol un cierto inconveniente, a saber, que Cristo sería el autor del pecado por llamar a los hombres a su fe. Y esto lo dice así: Y si, esto es, pero si nosotros los Apóstoles queriendo ser justificados, en El mismo, esto es, por El mismo, a saber por Cristo, hemos sido hallados, o sea, que manifiestamente se nos comprueba que también nosotros somos pecadores por el abandono de la Ley, ¿entonces Cristo es ministro de pecado?, esto es, ¿nos lleva al pecado quien nos llamó del estado de la Ley a su fe?.Adelante (Gal 4,4-5) dice: sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban debajo de la Ley; para redimirlos del peso de la Ley. Responde el Apóstol: De ninguna manera, porque más bien es ministro de justicia. Por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos (Rm 5,19). El cual no cometió pecado alguno, etc. (1Pe 2,22). Y que Cristo no es ministro de pecado apartando de la Ley antigua es algo claro porque si yo mismo lo que había destruido, a saber, la soberbia que se gloriaba de la Ley, lo edifico de nuevo, queriendo volver a que nos gloriemos de la Ley, me constituyo prevaricador yo mismo, volviendo a tomar lo que había destruido. Volvió el
perro a su vómito, etc. (2 Pedro 2,22). Maldito sea del Señor quien reedificare a Jericó (Jos 6,26). Así es que dice: Lo que yo había destruido, no la propia Ley, como pretenden los tviani-queos, porque la Ley es santa (Rm 7,12), sino la soberbia de la Ley, de la cual se dice en Romanos 10,3: Esforzándose por establecer su propia justicia, etc. Y si alguien objeta que el mismo que en otro tiempo destruyera la fe de Cristo, se hacía prevaricador al edificarla, es clara la respuesta porque pretendió destruir la fe de Cristo, pero no prevaleció gracias a la Verdad. ¿Por qué me persigues? Dura cosa es para ti el dar coces contra el aguijón (Hch 9,5). Pero la soberbia de la Ley era vana, y por eso pudo ser destruida, y no debía ser reconstruida.
De una segunda manera se puede explicar, refiriendo el hemos sido hallados también nosotros pecadores no al abandono de la Ley, como ya se expuso, sino más bien a la propia observancia de la Ley. Porque es claro que cualquiera que desee ser justificado, públicamente confesará no ser justo sino pecador. Así es que el sentido es éste: Si nosotros, queriendo ser justificados en Cristo, por el hecho mismo de que queremos justificarnos, somos hallados, esto es, con razón comprobamos que también nosotros mismos somos pecadores, por el hecho de que observamos la Ley, ¿acaso Cristo es ministro de pecado, para que mandara a los hombres después de su Pasión observar las prescripciones legales, cosa que no puede hacerse sin pecado? Y debemos observar que esta exposición tiene lugar según la opinión de Jerónimo, que considera mortíferas las dichas observancias inmediatamente después de la Pasión de Cristo.
De un tercer modo se puede exponer refiriendo el hemos sido hallados también nosotros pecadores al estado en que la Ley se observaba, no, sin embargo, a que ellos mismos cometieran una falta por la observancia de la Ley, sino por defecto de la Ley misma, que no podía quitar el pecado, para que el sentido sea éste: Si queriendo ser justificados en El mismo, también nosotros somos hallados pecadores, o sea, que tenemos pecado, no desapareciendo el pecado por la Ley, según aquello de Romanos 3,9: Así Judíos como Gentiles todos están sujetos al pecado, ¿acaso Jesucristo es ministro de pecado para volvernos a la observancia de la Ley, en la cual estábamos sometidos al pecado? Y esta explicación tiene lugar conforme a la exposición de Agustín. Y Pablo responde a una y otra exposición: De ninguna manera, porque yo destruí la Ley carnalmente entendida, juzgando y enseñando espiritualmente. De aquí que si de nuevo quisiere edificar las observancias carnales de la Ley, sería yo un prevaricador de la Ley espiritual.
Yde un cuarto modo se puede exponer así: Dije que el hombre no es justificado por las obras de la Ley. Podría alguien decir que tampoco por la fe de Cristo, porque muchos después de recibida la fe de Cristo pecan. Y esto lo dice así: Si queriendo ser justificados en Cristo, esto es, por la fe de Cristo, después de recibida la fe de Cristo, se halla que también nosotros mismos los fieles somos pecadores, esto es, que vivimos en pecado, ¿acaso Jesucristo es ministro de pecado y de condenación, así como el ministro de la antigua Ley es ministro de pecado y de condenación? No porque la Ley llevara al pecado sino ocasionalmente, porque prohibía el pecado y no confería la gracia adyuvante para resistir al pecado. De aquí que se dice en Romanos 7,8: Mas el pecado estimulado con ocasión del mandamiento produjo en mí toda suerte de malos deseos. Pero Cristo da la gracia adyuvante. La gracia y la verdad fue traída por Jesucristo (Jn 1,17). Luego de ninguna manera es ministro de pecado, ni directa, ni ocasionalmente.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Judíos y paganos se salvan por la fe. Para el lector de hoy, comprender y digerir estos siete versículos de síntesis concisa y apretada en los que Pablo expone su evangelio a los gálatas y anuncia el tema central de la carta, se hace difícil por el estilo de argumentación que usa, a partir de objeciones que formula y que él mismo responde, términos jurídicos, oposiciones, etc. Es como si, mientras escribe, el Apóstol tuviera en mente a Pedro, a quien responde y amonesta, a los judeo-cristianos radicales con los que polemiza, y sobre todo a los gálatas a quienes trata de re-evangelizar.
En primer lugar, Pablo expresa reiteradamente y hablando en plural la más profunda experiencia de fe del cristiano -la suya, la de Pedro, la de la comunidad- con un enfático «nosotros... sabemos... hemos creído» (15s). Su saber y su creer es Cristo, cuyo nombre menciona ocho veces en los siete versículos, y que ocupa el centro del Evangelio de salvación que él anuncia. Frente a este evangelio está el evangelio falso que predican los falsos hermanos: el de la observancia de la Ley -mencionada seis veces- que pretendidamente justifica, y que ahora está poniendo en peligro la fe de los gálatas. Para referirse a «salvación», «salvados», el Apóstol emplea los términos jurídicos de uso en su tiempo: «justicia», «justificación», «justos».
He aquí confrontados, en este drama de la salvación de la humanidad, a Cristo y la Ley; a la fe en Cristo y a la observancia de la Ley; a la vida en Cristo y a la muerte por la Ley. El horizonte de la visión del Apóstol va más allá de la ley judía. Abarca a toda ley, toda ideología socio-política, todo proyecto humano que presente al hombre como centro de su propio destino, como salvador de sí mismo. Pues bien, Pablo recuerda a los gálatas, por activa y por pasiva, dos veces en dos versículos (15 y 16), que sólo la fe en Cristo salva, no la Ley, pues «por cumplir la ley nadie será justificado» (16).
Maravillado y asombrado, el Apóstol no puede disimular lo paradójico de esta realidad gratuita de salvación que está viviendo, pues los que «sabemos» y los que «hemos creído», viene a decir con ironía, somos precisamente «nosotros, judíos de nacimiento, no pecadores venidos del paganismo» (15). Seguramente, esta ironía no pasó desapercibida entre los gálatas, haciéndoles ver lo absurdo de su situación. Si él, Pablo, antes cumplidor y fanático de la Ley como el que más, descubrió por la fe en Cristo la invalidez de la Ley al verse tan pecador como el pagano, ¿qué sentido tiene, entonces, que los gálatas, convertidos del paganismo, quieran ahora someterse a la Ley como condición para salvarse?
Pablo adelanta la posible objeción de los judeo-cristianos y, en definitiva, la de todo aquel que se enfrenta con la sola razón humana al misterio de salvación de Dios revelado en Jesucristo: si la muerte de Cristo desenmascaró la condición pecadora de la humanidad hasta sus últimas consecuencias (cfr. Rom_3:10-20), y su resurrección significó la oferta incondicional y gratuita de la salvación de Dios a esa misma humanidad pecadora, ¿no estaría Dios exigiendo el pecado con el fin de ofrecer la salvación? «¿Será entonces Cristo un agente del pecado? De ningún modo» (17), responde Pablo sin más explicaciones.
En realidad, todo el evangelio del Apóstol es la respuesta. Ya lo hizo en la Carta a los Romanos (cfr. Rom 3) y lo está haciendo ahora a los gálatas: sólo la fe en Cristo es la que nos hace saber y experimentar, por una parte, nuestra condición de pecadores, y por otra, el perdón y la oferta gratuita del amor salvador de Dios. «Soy trasgresor», dice Pablo como personificando a judeo-cristianos fanáticos y a gálatas, «si me pongo a reconstruir lo que había destruido» (18). Finalmente, olvidándose ya de debates y argumentos, Pablo deja que hable la nueva vida que lleva dentro, con una de las expresiones más sublimes y atrevidas que han salido de su escritura: «crucificado con Cristo... ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí» (19s).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter II.

1 He sheweth when he went vp againe to Hierusalem, and for what purpose: 3 And that Titus was not circumcised: 11 And that he resisted Peter, and told him the reason, 14 why hee and other being Iewes, doe beleeue in Christ to bee Iustified by faith, and not by workes: 20 And that they liue not in sinne, who are so iustified.
1 Then fourteene yeeres after, I went vp againe to Ierusalem with Barnabas, and tooke Titus with me also.
2 And I went vp by reuelation, and communicated vnto them that Gospel, which I preach among the Gentiles, but [ Or, seuerally.] priuately to them which were of reputation, lest by any meanes I should runne, or had runne in vaine.
3 But neither Titus, who was with me, being a Greeke, was compelled to be circumcised:
4 And that because of false brethren vnawares brought in, who came in priuily to spie out our libertie, which wee haue in Christ Iesus, that they might bring vs into bondage.
5 To whom wee gaue place by subiection, no not for an houre, that the trueth of the Gospel might continue with you.
6 But of these, who seemed to bee somewhat, (whatsoeuer they were, it maketh no matter to mee, God accepteth no mans person,) for they who seemed to be somewhat, in conference added nothing to me.
7 But contrariwise, when they saw that the Gospel of the vncircumcision was committed vnto me, as the Gospel of the circumcision was vnto Peter:
8 (For he that wrought effectually in Peter to the Apostleship of the circumcision,

[Peter reprooued.]

the same was mightie in me towards the Gentiles.)
9 And when Iames, Cephas and Iohn, who seemed to bee pillars, perceiued the grace that was giuen vnto me, they gaue to me and Barnabas the right hands of fellowship, that wee should goe vnto the heathen, and they vnto the circumcision.
10 Onely they would that wee should remember the poore, the same which I also was forward to doe.
11 But when Peter was come to Antioch, I withstood him to the face, because he was to be blamed.
12 For before that certaine came from Iames, he did eate with the Gentiles: but when they were come, hee withdrew, and separated himselfe, fearing them which were of the Circumcisio.
13 And the other Iewes dissembled likewise with him, insomuch that Barnabas also was caried away with their dissimulation.
14 But when I saw that they walked not vprightly according to the truth of the Gospel, I said vnto Peter before them al, If thou, being a Iew, liuest after the maner of Gentiles, and not as doe the Iewes, why compellest thou the Gentiles to liue as do the Iewes?
15 We who are Iewes by nature, and not sinners of the Gentiles,
16 Knowing that a man is not iustified by the works of the Law, but by the faith of Iesus Christ, euen we haue beleeued in Iesus Christ, that we might be iustified by the faith of Christ, and not by the workes of the Law: for by the workes of the Law shall no flesh be iustified.
17 But if while we seeke to be iustified by Christ, wee our selues also are found sinners, is therefore Christ the minister of sinne? God forbid.
18 For if I build againe the things which I destroyed, I make my selfe a transgressour.
19 For I through ye Law, am dead to the Law, that I might liue vnto God.
20 I am crucified with Christ. Neuertheles, I liue, yet not I, but Christ liueth in me, and the life which I now liue in the flesh, I liue by the faith of the sonne of God, who loued mee, and gaue himselfe for me.
21 I doe not frustrate the grace of God: for if righteousnes come by the Lawe, then Christ is dead in vaine.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El Apóstol, que cuando era necesario cedía en cuestiones accesorias (cfr Hch 16,3; 21,22-26; Rm 14,1-12; 1 Co 10,23-30), se manifestó siempre firme con relación a la libertad de los cristianos respecto de las obras que prescribía la Ley mosaica. San Pedro, al dejar de participar en las comidas de los gentiles, aparentaba sentirse obligado a cumplir las prescripciones de la Ley. Por eso Pablo interviene decididamente. «Los que estaban con Santiago» (v. 12) se refiere a los judeocristianos que venían de Jerusalén, donde Santiago, «el hermano del Señor», había quedado como cabeza de aquella iglesia. Es comprensible que siguieran las costumbres judías. Pero San Pablo proclama la novedad radical de la fe cristiana frente al judaísmo: sólo la adhesión a Cristo nos hace agradables a Dios, nos justifica ante Él. Si volviéramos ahora a la observancia de la Ley mosaica -viene a decir-, daríamos a entender que el haberla abandonado, al abrazar la fe en Cristo, nos ha hecho pecadores y que Cristo habría sido el causante, el ministro del pecado (v. 17). Si nos adherimos a Cristo por la fe, Él vive en nosotros, y así, con Él y como Él, vivimos para Dios.

«Cristo en el creyente se va formando por la fe en lo profundo de su ser, llamado a la libertad de la gracia, manso y humilde de corazón, que no se jacta del mérito de sus obras, porque de suyo no tienen valor (...). Y Cristo se forma en el que asimila la forma de Cristo, y asimila la forma de Cristo el que se une a él con amor espiritual» (S. Agustín, Exp. Epist. ad Gal. 38).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-2. Ver Hec_15:1-29.

3. "Tito", pagano convertido a la fe, que no había sido circuncidado, era como el símbolo de la libertad cristiana en medio de la asamblea. Pablo resuelve la cuestión de principio con un ejemplo decisivo: si las autoridades de Jerusalén hubieran juzgado que la circuncisión era necesaria para la salvación, Tito hubiera sido obligado a circuncidarse. Ver nota 2Co_2:13.

9. De hecho, esta división del trabajo apostólico no tuvo un carácter absoluto.

15. "Pecadores venidos del paganismo": expresión despectiva con que los judíos designaban a los paganos y que el Apóstol emplea aquí con una cierta ironía.

16. Sal_143:2. Ver Rom_3:27-30.

19. "En virtud de la Ley": al participar de la muerte de Cristo en la cruz, el cristiano "muere a la Ley", es decir, se sustrae a la "maldición" que la Ley atraía sobre el pecador (3. 13), y esto "en virtud" de la misma Ley, porque esta condenaba el pecado con la muerte. Ver nota Rom. 7.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Este nuevo argumento pone de relieve la contradicción de los Gálatas en volver a las prácticas de la ley. Díceles: vosotros, considerando la ley como ineficaz para justificar al hombre, la abandonasteis y os acogisteis a Cristo, atraídos por él. Cristo, pues, fue la causa de que abandonaseis la ley. Ahora, al volver a aquellas prácticas, consideráis un crimen el haberlas dejado. ¿No veis, pues, que con eso hacéis recaer este crimen sobre el mismo Cristo? Señal que entonces hicisteis bien en repudiar aquellas prácticas y ahora hacéis mal en volver a ellas.

Torres Amat (1825)



[13] Pedro no erraba en la doctrina, pues pensaba, como Pablo, que no era necesaria la observancia de la ley de Moisés. Erraba en su condescendencia con los judíos, porque se abstenía de comer con los cristianos convertidos del gentilismo, y daba a los judíos un pretexto para obligar a los demás fieles a observar la ley de Moisés.

[19] Anunciando la nueva ley que había de establecer el Mesías.

[20] Para darme la vida de la gracia.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

nosotros mismos... Es decir, el referido grupo judío → vv. Gál 2:11-16;
servidor... Gr. diákonos → §314.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 2.10 Cf. Hch 11.29-30; Ro 15.25-26; 1 Co 16.1-4; 2 Co 8.1-4.

[2] 2.11 Antioquía: de Siria (Hch 11.19-26).

[3] 2.16 Reconocido como justo: Véase Ro 1.17 nota c.

[4] 2.16 Porque nadie... cumplir la ley: Sal 143.2.

Jünemann (1992)


17 l. Causa de nuestro pecado, de ser nosotros pecadores.


Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[e] por. Lit. en.