Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
44. Benjamín, Sorprendido en Hurto.
J udá habla en nombre de todos, y sus palabras son conforme a lo relatado en el capítulo anterior.
1
José dio orden a su mayordomo de llenar cuanto pudiera de víveres los sacos de aquellas gentes y de poner el dinero de cada uno en la boca del saco. 2
Pon también mi copa le dijo, la copa de plata, en la boca del saco del más joven, juntamente con el dinero. El mayordomo hizo lo que le había mandado José. 3
Despuntaba el alba cuando despidieron a los hebreos con sus asnos. 4
Habían salido de la ciudad, pero no estaban lejos, cuando José dijo a su mayordomo: Anda y sal en la persecución de esas gentes, y, cuando les alcances, diles: ¿Por qué habéis devuelto mal por bien? ¿Por qué me habéis robado la copa de plata? 5
Es donde bebe mi señor y de la que se sirve para adivinar. Habéis obrado muy mal. 6
Cuando les alcanzó, les dijo estas mismas palabras. 7
Ellos le contestaron: ¿Por qué habla así mi señor? Lejos de tus siervos hacer semejante cosa. 8
Hemos vuelto a traerte desde la tierra de Canaán el dinero que hallamos a la boca de nuestros sacos; ¿cómo íbamos a robar de la casa de tu señor plata ni oro? 9
Aquel de tus siervos en cuyo poder sea hallada la copa, muera, y seamos también nosotros esclavos de tu señor. 10
Bien está, sea como decís. Aquel a quien se le encuentre la copa será mi esclavo, y vosotros quedaréis en libertad, 11
Bajó cada uno a tierra su saco a toda prisa y lo abrió. 12
El mayordomo los reconoció, comenzando por el del mayor y acabando por el del más joven, y se halló la copa en el saco de Benjamín. 13
Rasgaron sus vestiduras, cargaron de nuevo los asnos y volvieron a la ciudad. 14
Judá llegó con sus hermanos a la casa de José, que estaba allí todavía, y postráronse rostro a tierra, 15
José les dijo: ¿Qué es lo que habéis hecho? ¿No sabíais que un hombre como yo había de adivinarlo? 16
Judá respondió: ¿Qué vamos a decir, mi señor? ¿Cómo hablar, cómo justificarnos? Dios ha hallado la iniquidad de tus siervos, y somos esclavos tuyos, tanto nosotros cuanto aquel en cuyo poder se ha hallado la copa. 17
Lejos de mí hacer eso dijo José; aquel a quien se le ha encontrado la copa será mi esclavo; vosotros subiréis en paz a vuestro padre. 18
Acercóse entonces Judá y le dijo: Por favor, señor mío, que pueda decir tu siervo unas palabras en tu oído sin que contra tu siervo se encienda tu cólera, pues eres como otro faraón. 19
Mi señor ha preguntado a tus siervos: ¿Tenéis padre todavía? ¿Y tenéis algún hermano? 20
Y nosotros contestamos: Tenemos un padre anciano y tenemos otro hermano, hijo de su ancianidad. Tenía éste un hermano que murió y ha quedado sólo él de su madre, y su padre le ama mucho. 21
Tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, que yo pueda verle. 22
Nosotros dijimos a mi señor: No puede el niño dejar a su padre; si le deja, morirá su padre. 23
Pero tú dijiste a tus siervos: Si no baja con vosotros vuestro hermano menor, no veréis más mi rostro. 24
Cuando subimos a tu servidor, mi padre, le dimos cuenta de las palabras de mi señor; 25
y cuando mi padre nos dijo: Volved a bajar para comprar algunos víveres, 26
le contestamos: No podemos bajar, a no ser que vaya con nosotros nuestro hermano pequeño, pues no podemos presentarnos ante ese hombre si nuestro hermano no nos acompaña. 27
Tu siervo, nuestro padre, nos dijo: Bien sabéis que mi mujer me dio dos hijos; 28
el uno salió de casa, y seguramente fue devorado, pues no le he visto más; 29
si me arrancáis también a éste y le ocurre una desgracia, haréis bajar mis canas en dolor al sepulcro. 30
Ahora, cuando yo vuelva a tu siervo, mi padre, si no va con nosotros el joven, de cuya vida está pendiente la suya, 31
en cuanto vea que no está, morirá, y tus siervos habrán hecho bajar en dolor al sepulcro las canas de tu siervo, nuestro padre. 32
Tu siervo ha salido responsable del joven al tomarlo a mi padre, y ha dicho: Si yo no le traigo otra vez, seré reo ante mi padre para siempre. 33
Permíteme, pues, que te ruegue que quede tu siervo por esclavo de mi señor en vez del joven, y que éste vuelva con sus hermanos. 34
¿Cómo voy a poder yo subir a mi padre si no llevo al niño conmigo? No; que no vea yo la aflicción en que caerá mi padre.
Se diría que José se propone hacer expiar a sus hermanos el pecado que contra él habían cometido. Prosigue en el papel adoptado desde el principio, y el mayordomo coopera maravillosamente a sus intentos. El grave delito en que aparece incurso Benjamín sirve para poner a prueba el afecto de sus hermanos hacia él. José prosigue obrando y hablando como lo que era para sus hermanos, un egipcio ministro del faraón. Como antes, manda a su ministro que devuelva el dinero 1, pero, además, que ponga su copa de plata en el saco del menor y que, apenas salidos de la ciudad, salga a su alcance. En efecto, al poco de salir el mayordomo les da alcance, y les echa en cara que se han llevado la copa de José, de la que
se sirve para adivinar (v.5). Entre los griegos se utilizaban las copas para prácticas adivinatorias (êõëéêïìáíôåßá y ëåêáíïìáíôåßá); entre los babilonios también eran usadas las copas para prácticas mágicas: se echaba agua en ellas con aceite y después se observaba la evolución de las gotas de aceite, y conforme a ellas se daban respuestas y augurios2. En el caso de José parece que es una afirmación del mayordomo para impresionar a los sencillos cananeos, presentando a su amo como experto en la magia y, por tanto, conocedor de la conducta secreta de ellos3. Los hijos de Jacob aseguran que ellos son inocentes y que puede el mayordomo investigar a su gusto; pero al fin se encontró la copa en el saco de Benjamín. La consternación fue general. Ahora quedaban como ladrones ante el intendente egipcio después de haber sido colmados de atenciones. Cabizbajos, retornan a la ciudad, pero dispuestos a ofrecerse todos como esclavos con tal que se deje libre a Benjamín. José los espera a la puerta de casa y les echa en cara su falta. ¿No sabían que él era un hombre
que había de adivinarlo?
(v.15). Quiere impresionarlos con la pretensión de tener una ciencia mágica oculta, como se creía entonces en el pueblo egipcio respecto de los altos dignatarios. Todos se
prosternaron en tierra. Era de nuevo el cumplimiento de los antiguos sueños de José. Judá, en nombre de todos, quiere dar una explicación, y pide que le dejen libre a Benjamín, mientras que todos se quedan como esclavos (v.16). Sin duda que en su interior piensa que todo esto es en expiación de otra culpa anterior que sólo ellos conocen. Dios los castiga así haciéndoles pasar por ladrones, aunque ahora sean inocentes. Pero la responsabilidad que Judá había contraído con su padre no era una pura formalidad externa. Esa responsabilidad pesaba sobre su espíritu, y ella es la que pone en sus labios palabras de elocuencia conmovedora, suficientes para mover el ánimo de José y convencerle de los buenos sentimientos de fraternidad de ellos para con Benjamín y de piedad filial para con el padre angustiado. Este razonamiento prepara el desenlace del drama, porque José, no pudiendo resistir más, se dispone a descubrir todo el misterio de su conducta con sus hermanos. La sinceridad de Judá le conmueve y no tiene valor para hacerles sufrir más, y así se declara a sus hermanos en una de las escenas más emotivas de la literatura universal.
1 Como al rebuscar los sacos no aparece el dinero, muchos suponen que esto sea glosa inspirada en 42:27 y 43:12; 21. 2 Cf. Dhorme,
Les religions de Babylonne et d'Assyrie 279. 3 Agustín de Hipona niega que José se haya dado a la magia, y dice del mayordomo: non serio sed loco dictum est (
Quaest. in Heptat. 145: PL 34,587). Tomás de Aquino dice que habla por ficción (2-2 q.95 a.7 ad 1).