Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
45. José se da a Conocer a sus Hermanos.
D esde el punto de vista literario, esta perícopa es bastante heterogénea. Hay repeticiones y pequeñas discordancias redaccionales. Así, Jacob es designado unas veces con este nombre y otras con el de Israel.
1
Entonces José, viendo que no podía contenerse más ante todos los que allí estaban, gritó: ¡Salgan todos! No quedó nadie con él cuando se dio a conocer a sus hermanos. 2
Lloraba José tan fuertemente, que le oyeron los egipcios y le oyó toda la casa del faraón. 3
Yo soy José les dijo . ¿Vive todavía mi padre? Pero sus hermanos no pudieron contestarle, pues se llenaron de terror ante él. 4
El les dijo: Acercaos a mí. Acercáronse ellos, y les dijo: Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis para que fuese traído a Egipto. 5
Pero no os aflijáis y no os pese haberme vendido para aquí, pues para vuestra vida me ha traído Dios aquí antes de vosotros. 6
Van dos años de hambre en esta tierra, y durante otros cinco no habrá arada ni cosecha. 7
Dios me ha enviado delante de vosotros para dejaros un resto sobre la tierra y haceros vivir para una gran salvación. 8
No sois, pues, vosotros los que me habéis traído aquí; es Dios quien me trajo, y me ha hecho padre del faraón y señor de toda su casa, y me ha puesto al frente de toda la casa de Egipto. 9
Apresuraos y subid a mi padre y decidle: Así dice José, tu hijo: Me ha hecho Dios señor de toda la tierra de Egipto; baja, pues, a mí sin tardar, 10
y habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, con tus rebaños, tus ganados y todo cuanto tienes; 11
allí te mantendré yo, pues quedan todavía otros cinco años de hambre, y así no perecerás tú, tu casa y todo cuanto tienes. 12
Con vuestros mismos ojos veis, y ve mi hermano Benjamín con los suyos, que soy yo mismo el que os habla. 13
Contad a mi padre cuánta es mi gloria en Egipto y todo cuanto habéis visto, y apresuraos a bajar aquí a mi padre. 14
Y se echó sobre el cuello de Benjamín, su hermano, y lloró; y lloraba también Benjamín sobre el suyo. 15
Besó también a todos sus hermanos, llorando mientras los abrazaba, y después sus hermanos estuvieron hablando con él. 16
Corrió por la casa del faraón la voz de que habían venido los hermanos de José, y se complacieron de ello el faraón y sus cortesanos. 17
Y dijo el faraón a José: Di a tus hermanos: Haced esto: cargad vuestros asnos, id a la tierra de Canaán, 18
tomad a vuestro padre y vuestras familias y venid a mí. Yo os daré lo mejor de la tierra de Egipto, y comeréis lo mejor de la tierra. 19
Mandóles que llevasen de Egipto carros para sus hijos y sus mujeres, traigan con ellos a su padre y vengan; 20
que no les pese de tener que dejar sus cosas, pues suyo será lo mejor de la tierra de Egipto. 21
Hicieron así los hijos de Israel, y les dio José carros, según la orden del faraón, y provisiones para el camino. 22
Dioles también vestidos para mudarse, y a Benjamín trescientos (siclos) de plata y cinco vestidos. 23
Mandó también a su padre asnos cargados con lo mejor de Egipto, y diez asnos cargados de trigo, de pan y de víveres para su padre, para el camino. 24
Después despidió a sus hermanos, que partían, diciéndoles: No vayáis a reñir en el camino. 25
Subieron, pues, de Egipto y llegaron a la tierra de Canaán, a Jacob, su padre, 26
y le dijeron: Vive todavía José y es el jefe de toda la tierra de Egipto. 27
Pero él no se conmovió, pues no les creía. Dijéronle cuanto les había mandado José y les había dicho; y al ver Jacob los carros que le mandaba José para trasladarle, se reanimó, 28
y dijo: Basta, mi hijo vive todavía; iré y le veré antes de morir.
Para desahogar más libremente su ánimo con sus hermanos, mandó salir a los egipcios. La declaración
yo soy José debía de impresionar a los hermanos, pues les traía el recuerdo del crimen que con él cometieron. Aquel José que habían vendido, y que habían considerado como un visionario, estaba allí, señor de la tierra de Egipto. Era el cumplimiento de sus sueños: postrados le habían adorado, según el antiguo presagio. Pero José no daba señales de cólera. Ellos se sentían reos de un gran crimen que les había perseguido toda la vida; merecían el mayor castigo, pero allí está el hermano magnánimo que los abraza y besa efusivamente. El cuadro es enternecedor. José ve en todo ello la disposición de la Providencia divina 1, y para alejarlos de pensamientos tristes de remordimiento, les dice que todo ha sido dispuesto por Dios para salvarles en la presente necesidad. Podemos figurarnos a los hermanos cabizbajos y avergonzados ante José, sin atreverse a mirarle a la cara. José trata de reanimarlos, y les pide que vayan a su padre, le anuncien que José vive, y los invita a que bajen a establecerse a Egipto, la
tierra de Gosén (v.10), al parecer la zona oriental del Delta, junto al desierto2. José se emociona y se abalanza sobre sus hermanos temblorosos. Allí está su hermano uterino menor, Benjamín; se echa a su cuello y, sollozando, le abraza efusivamente. Después abraza a todos sus hermanos. La noticia corrió por el palacio real, y el faraón se alegró con sus ministros y confirmó las palabras de éste sobre la intención de traer a Egipto a su padre y familia. Suponiendo que el faraón sea de la dinastía de los hicsos, se concibe mejor el interés por que bajen los asiáticos a su territorio. Da órdenes para facilitar el traslado, poniendo a disposición carros de transporte y vituallas. Y, por fin, José, al despedirlos, sugiere a sus hermanos que no
riñan al salir de junto a él, discutiendo el hecho de su venta (v.24). Es un hecho pasado, y la generosidad de José lo da por olvidado. No quiere que discutan la responsabilidad del hecho vergonzoso,
que ha sido utilizado por Dios para salvarlos a todos. José se siente contento de su suerte, y en su corazón magnánimo perdona a todos, deseando ver a sus hermanos con su padre cerca de él.
Los hijos de Jacob se vuelven al fin a su tierra y cuentan todo al padre, que se muestra escéptico. Sólo cuando ve los carros egipcios les da crédito. Al convencerse de la realidad, no piensa sino en ver a su hijo, al que consideraba perdido:
¡Basta! Mi hijo vive todavía, iré y le veré antes de morir (v.28).
Una luz de esperanza aparece en sus ojos de anciano, y se siente rejuvenecer.
1
Cf.
Isa_22:21;
Est_13:6;
Mar_11:32. 2 Los LXX leen Gesem de Arabia. Parece ser, pues, el
nomo de la zona lindante con estepa. Sobre su identificación véase Montet,
Le drame d'Avaris (1940) 64-86.