Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
47. Jacob en Egipto.
La audiencia del faraón (1-6).
1
Fue José a anunciar al faraón: Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas y sus bueyes y todo cuanto tienen, han venido de la tierra de Canaán y están en la tierra de Gosén. 2
Habiendo llevado consigo a cinco de sus hermanos, se los presentó al faraón; 3
y el faraón les preguntó: ¿Cuál es vuestra ocupación? Ellos respondieron: Nosotros, tus siervos, somos ganaderos desde nuestra infancia hasta ahora, y lo mismo fueron nuestros padres. 4
Dijéronle también: Hemos venido para habitar en esta tierra, pues no tenemos pasto para nuestros rebaños, por ser grande el hambre en la tierra de Canaán. Permite, pues, que habiten tus siervos en la tierra de Gosén. 5
Y el faraón dijo a José: Tu padre y tus hermanos han venido a ti. 6
Tienes a tu disposición toda la tierra de Egipto; establece a tu padre y a tus hermanos en lo mejor de la tierra; que habiten en la tierra de Gosén, y si sabes que hay entre ellos hombres capaces, hazlos mayorales de mis ganados.
Una vez recibido su padre con el cariño que es de suponer, José va a dar parte al soberano para obtener de él la aprobación del proyecto, ya anunciado desde el primer momento. Para mejor lograrlo, lleva consigo a cinco de sus hermanos, con las convenientes instrucciones de lo que han de decir. En efecto, interrogados por faraón de sus ocupaciones, le declaran que son
ganaderos, y no de poco tiempo acá, sino de antiguo, pues también lo fueron sus padres y abuelos1. El rey consiente y hasta encarga a José encomendar a sus hermanos el cuidado de los rebaños del rey. Una nueva señal de la acogida que encuentran en Egipto
y una prueba más de cómo Dios vela sobre ellos2.
Jacob Ante el Faraón (7-12).
7
José hizo venir a su padre y le presentó al faraón. Jacob saludó al faraón, 8
y éste le preguntó: ¿Cuántos años tienes? 9
Jacob contestó: Ciento treinta son los años de mi peregrinación. Corta y mala ha sido mi vida, y no llega al tiempo de la peregrinación de mis padres. 10
Jacob saludó de nuevo al faraón y se retiró de su presencia. 11
José estableció a su padre y a sus hermanos, asignándoles una propiedad en la tierra de Egipto, en la mejor parte de la tierra, en el distrito de Rameses, como lo había mandado el faraón, 12
y proveyó de pan a su padre y a sus hermanos y a toda la casa de su padre, según el número de las familias.
Según esta versión no son cinco hermanos presentados al faraón, sino sólo Jacob. Tampoco se le instala en
Gosén, sino en
Rameses (v.11). En la perícopa anterior, el faraón concede la tierra de Gosén para los rebaños de la familia de Jacob e insinúa que a los más capaces los ponga sobre los rebaños del faraón 3; aquí los hechos se narran de modo más seco y esquemático. Jacob saluda ceremoniosamente al faraón, y éste, según costumbre, le pregunta por sus años. La respuesta del patriarca es muy característica: sólo tiene ciento treinta años,
pocos y malos, en comparación con los de su padre Isaac (ciento ochenta años) y su abuelo Abraham (ciento setenta y cinco años). Por su memoria pasan los duros años de servidumbre a Labán en Siria, de fugitivo en Canaán, y los más amargos en que se ve privado de su hijo predilecto José. Después se despidió cortésmente (lit. en heb.
bendijo al faraón, en el sentido de desear bendiciones, la
barakah)
, y se marchó. Por indicación de José se estableció en la mejor parte de la tierra, en el distrito de
Rameses (v.11), designación que, según los LXX en 46:28, equivale a
Gosén. El nombre de
Rameses es anacrónico, ya que esa denominación se da en tiempos de Ramsés II (1292-1225) a una ciudad construida por él, llamada
Pi-Rameses (ciudad de Ramsés), en la que trabajarán los hebreos como esclavos4. Aunque los egiptólogos no están concordes en su localización exacta, convienen en que estaba al nordeste del Delta, en la región de Gosén5.
Administración Agraria de José (13-26).
13
Ya no había pan en toda aquella tierra, pues el hambre era muy grande, y Egipto y la tierra de Canaán estaban exhaustos por el hambre. 14
José llegó a recoger, a cambio de trigo, todo cuanto dinero había en el país de Egipto y en la tierra de Canaán, e hizo entrar el dinero en la casa del faraón, 15
Cuando se acabó el dinero en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, venían todos los egipcios a José, diciéndole: Danos pan. ¿Vamos a morir en tu presencia? Mira que ya nos falta dinero. 16
José les dijo: Puesto que os falta dinero, traedme vuestros ganados y os daré pan a cambio de ellos. 17
Trajeron sus ganados, y José les dio pan a cambio de caballos, rebaños de ovejas y de bueyes y de asnos. Aquel año los proveyó de trigo a cambio de todos sus ganados. 18
Pasado éste, vinieron al siguiente, y le dijeron: No se le oculta a nuestro señor que se nos ha acabado el dinero y que le hemos dado nuestros ganados, ni a nuestro señor se le oculta que nos no queda más que nuestro cuerpo y nuestras tierras. 19
¿Vamos a perecer ante ti nosotros y nuestras tierras? Cómpranos y compra nuestras tierras por pan: seremos nosotros y nuestras tierras esclavos del faraón; danos para sembrar, para que podamos vivir y no muramos y no se queden yermas nuestras tierras. 20
José adquirió para el faraón todas las tierras de Egipto, pues los egipcios, obligados por el hambre, vendieron cada uno su campo, y la tierra vino a ser propiedad del faraón, 21
y sometió a la servidumbre del faraón tierras y pueblos desde el uno al otro extremo de la tierra de Egipto. 22
Sólo dejó de comprar las tierras a los sacerdotes, porque éstos recibían del faraón una porción y no tuvieron que vender sus tierras. 23
Y dijo José al pueblo: Hoy os he comprado para el faraón a vosotros y a vuestras tierras. Ahí tenéis para sembrar; sembrad vuestras tierras. 24
Al tiempo de la recolección, daréis el quinto al faraón, y las otras cuatro partes serán para vosotros, para sembrar y para manteneros vosotros, los de vuestra casa y vuestras familias. 25
Ellos le dijeron: Nos das la vida. Que hallemos gracia a los ojos de nuestro señor, y seremos siervos del faraón. 26
Dio José una ley, que todavía hoy subsiste, por la cual pertenece al faraón el quinto del producto de las tierras de Egipto. Sólo las tierras de los sacerdotes no son del faraón.
La presente perícopa pretende explicarnos el origen del régimen tributario de Egipto, que ha debido de ser sustancialmente el mismo, pues depende de la naturaleza del suelo. Su fertilidad, que es muy grande, proviene del Nilo, que exige grandes trabajos de presas para elevar las aguas, de canalización para distribuirlas, obras que sólo el Gobierno puede ejecutar. Esto impuso un régimen especial en la propiedad agrícola de Egipto, manifestada en la prestación personal, en la requisa de ganados y en la propiedad limitada de la tierra. En el antiguo Imperio parece que eran los señores feudales los que ejercían este alto dominio sobre la tierra, como consecuencia de ser ellos los que atendían a estas labores de riego; luego pasó a los faraones, y en las manos suyas y de sus sucesores persistió, en una u otra forma, hasta el siglo XIX d. C. Diodoro de Sicilia dice que en Egipto la tierra pertenece al rey, a los sacerdotes y a los militares6. Sin duda que el autor sagrado, conocedor del régimen de propiedad que regía en Egipto, distinto del que regía en Canaán, quiso explicárnoslo, atribuyéndolo, sin duda apoyado en la tradición, a José. Se da por cierto que los reyes que por este tiempo reinaban en Egipto eran los asiáticos hicsos, de distinta cultura que los egipcios; pero al llegar a Egipto tendrían que amoldarse a las costumbres de sus subditos, y más en cosa que dependía tanto de la naturaleza del suelo. Al ser expulsados los hicsos y volver la tierra al dominio de los faraones egipcios, las cosas quedaron en la misma forma en que estaban.
Si hubiéramos de tomar el relato como suena, habría poco que alabar en la conducta de José, la cual más parece la de un usurero, que se aprovecha de la triste situación del pueblo, que la de un gobernante consciente de su deber, que es mirar por el bien del pueblo. Pero en todo esto hemos de mirar el término de la narración, que es explicar un hecho social: que en Egipto el rey poseía el alto dominio sobre la tierra, en virtud del cual podía exigir de su pueblo una contribución, que a un morador de Palestina le parecería excesiva, pero que en Egipto no lo era. De esta ley estaban exentos los sacerdotes, que gozaban de una situación privilegiada. Los dioses y sus santuarios poseían grandes extensiones de terreno, que los sacerdotes usufructuaban, aparte de que los reyes hacían grandes donaciones a los templos7. Para entender todo esto, no debemos perder de vista que, según los egipcios, al faraón pertenecía por derecho divino toda la tierra de Egipto. El faraón era hijo de Ra, y así tenía alto dominio sobre todo el territorio. José, aprovechándose de esta mentalidad y en atención a las circunstancias anormales, centralizó más la administración, y el pueblo quedó más vinculado a la casa real. El autor sagrado no da juicio moral sobre la conducta de José y quiere resaltar su fidelidad al faraón en la administración y su sabio cálculo en la distribución de los bienes. Para los israelitas quedaba así el grato recuerdo de uno de su raza que tuvo dominio total sobre los bienes y personas de Egipto, y todo por especial providencia divina.
últimos Días de Jacob (27-31).
27
Habitó Israel en la tierra de Egipto, en la región de Gosén, y adquirieron allí posesiones, creciendo y multiplicándose grandemente. 28
Vivió Jacob en la tierra de Egipto diecisiete años, siendo todos los días de su vida ciento cuarenta y siete años. 29
Cuando los días de Israel se acercaban a su fin, llamó a su hijo José y le dijo: Si he hallado gracia a tus ojos, pon, te ruego, la mano bajo mi muslo y haz conmigo favor y fidelidad. No me sepultes en Egipto. 30
Cuando me duerma con mis padres, sácame de Egipto y sepúltame en su sepulcro. José le respondió: Haré lo que me dices. 31
Júramelo, dijo Jacob. José se lo juró, e Israel se postró sobre la cabecera del lecho.
Por fin se acerca el fin de la vida del patriarca. Había llegado a Egipto cuando contaba ciento treinta años. Ahora tiene ciento cuarenta y siete. Con él termina la longevidad patriarcal, y en adelante será la edad de los hombres la misma que gozamos ahora. José, Moisés y Josué serán como eslabones intermedios entre las dos épocas de la historia. Lo más difícil de conservar en la tradición es la cronología, y así se comprende que los autores sagrados, al recoger y enlazar tradiciones, tuvieron que recurrir a una cronología un tanto artificial para poner algún orden en el material histórico, a la vez que se servían de esa cronología para dar expresión a una idea religiosa. Sabido es que una de las bendiciones prometidas a los justos en la antigua Ley es la longevidad.
Pues la de los patriarcas venía a corresponder a su justicia y familiaridad con Dios. El anciano patriarca llama a su hijo y le pide juramento en la misma forma en que Abraham había hecho jurar a su siervo Eliécer8. Aquí
muslo es un eufemismo para expresar el vigor generador9. Su primer encargo es que no le sepulten en Egipto, que es para él tierra extraña. Ha de llevarle a la tierra en que está el panteón familiar,
la tierra de las promesas divinas. Con esto no sólo expresa su fe en el cumplimiento de las mismas, sino que amonesta a sus hijos a no olvidar la tierra en que descansan sus padres y a aspirar siempre a la posesión de la misma. Obtenido de su hijo lo que deseaba,
el patriarca se postra y da gracias a Dios. Así también David, al recibir la noticia de la entronización de Salomón, se postra en el lecho, dando gracias a Dios de que le haya cumplido la promesa de que un hijo suyo se sentaría sobre su trono10. En la epístola a los Hebreos
se recomienda esta fe de los patriarcas en las promesas divinas.
1 En la traducción del v.5
hemos seguido al TM; los LXX son más prolijos y cambian algo el orden: 5 El faraón dijo a José: Que habiten en el país de Gosén, y si tú conoces entre ellos a hombres capaces, colócalos a la cabeza de mis rebaños. Jacob y sus hijos vinieron a Egipto junto a José; el faraón, rey de Egipto, lo supo, y dijo a José: Tu padre y tus hermanos han venido hacia ti; el país de Egipto está a tu disposición; haz habitar a tu padre y a tus hermanos, en la mejor tierra del país. 2 Tenemos en los textos egipcios ejemplos de tribus asiáticas que se establecen con sus rebaños en esta zona nordeste del Delta, en los confines del desierto. Así, un papiro del tiempo de Merneptah nos cuenta lo siguiente: Un
oficial de fronteras escribe a uno de sus jefes: Hemos terminado de hacer pasar la fortaleza de Teku a las tribus de Sasu de Edom hacia el pantano de Pitom... para hacerles vivir a ellos y a sus rebaños; sobre el gran
ka del faraón, Vida, Santidad, Fuerza, el buen Sol de toda la tierra. Los escribas detallan el número de hombres, mujeres y animales que pasan por la fortaleza. En la tumba de Horemheb (en el museo de Leide) aparecen asiáticos con barba, mujeres, niños, ante un alto funcionario. Son beduinos expulsados por otras tribus que piden asilo al faraón. Así, el rey dio este decreto: Un grupo de beduinos, no sabiendo de qué vivir, han venido, conforme al uso de los padres de vuestros padres... Reconocidos, los beduinos se postran en tierra a los pies del rey.(Montet,
Le drame. d'Avaris [París 1940] 83-84). 3 El faraón tenía muchos rebaños de su propiedad, y en las inscripciones egipcias es corriente el título de jefe de la oficina del registro de rebaños. Cf. Drioton Y Vandier,
L' Egypte 295. 4 Cf.
Exo_1:11. 5 Véase com. a
Exo_1:11. 6 Diodoro de Sicilia, I 73s; véase herodoto, II 168. 7 Véase un decreto de Nefer-iraka-Re, en el siglo XXVI a.C., en el que se exime de impuestos al personal del templo de Osiris en Abydos (Pritchard,
Ancient Near Eastern Texis 212). Véase A. Clamer, o.c., p.196. La centralización en favor del faraón se acentuó en el Imperio Nuevo (1580-1090) al confiscar el faraón los bienes de los nobles que habían colaborado con los hicsos. 8
Gen_24:2. 9
Gen_46:26;
Exo_1:5. 10
1Re_1:1-47. 11
Heb_11:8s.