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Por la fe, atravesaron el mar Rojo como por tierra firme; mientras que los egipcios, al intentarlo, se ahogaron. (Hebreos 11, 29) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 11

2. DIGRESIÓN: MODELOS DE LA FE (11,1-12,3).

a) Definición de la fe (11/01-02).

1 La fe es soporte de las realidades que se esperan, y prueba de las que no se ven. 2 Gracias a ella, los antiguos quedaron acreditados.

Aunque con toda seguridad quiere el autor dar una definición de la fe -en el estilo de la filosofía de la época-, la frase no contiene en modo alguno una descripción exhaustiva de lo que significa la fe en el Antiguo Testamento. Nos hallamos más bien ante la concepción típica de la carta a los Hebreos, que se distingue notablemente del concepto paulino de fe o del de los sinópticos. Mientras Pablo y los Evangelios asocian indisolublemente la fe con la persona y la obra de Cristo, nuestra carta la considera como una actitud del hombre frente al mundo futuro e invisible del cielo. El que está firmemente persuadido de la existencia de esa «patria superior» (11,13.16), de esa ciudad «del cielo» (11,10.16) y no se deja ofuscar por el mundo aparente de la tierra, ése muestra tener fe. Aquí, por tanto, se nos manifiesta la fe con el ropaje de una determinada idea del mundo y doctrina de las virtudes, pues tal orientación de la vida hacia el mundo invisible de los bienes celestiales esperados responde a la concepción platonizante de la existencia en la filosofía alejandrina de la religión. Este ideario solo viene a ser fe cristiana mediante la confesión de Jesús, «promotor y consumador de la fe» (12,2). En otras palabras: la pistis de Heb 11 no tiene todavía nada que ver directamente con la única fe que importa, a saber, la fe de que en Cristo se nos mostró la salvación. Es una actitud que puede ser ejercitada de manera ejemplar por todos, incluso por piadosos paganos como Henoc y Noé (11,5-7), sin atender a si se realiza y por quién se realiza este anhelo y esta aspiración a un mundo celestial invisible. Evidentemente, el autor de la carta a los Hebreos presupone que Jesús es el que, en su calidad de Hijo de Dios y de sumo sacerdote, nos reveló el mundo de las realidades permanentes, y en este sentido su convicción de filosofía religiosa desemboca en la fe cristiana en el significado salvífico de la cruz.

Para nuestro modo de entender hoy el cristianismo es de sumo interés una clara distinción entre lo que contiene realmente la fe en Jesús, y todas las tentativas de interpretación más o menos condicionadas por los tiempos. Durante mucho, muchísimo tiempo hemos confundido la fe cristiana con una ideología platonizante y hemos tenido por una amenaza contra el Evangelio las dudas muy justificadas sobre la validez de tal concepción filosófica. Para expresarlo con una imagen, hemos luchado por una vestidura perecedera, sin preguntar por la persona del que la llevó50. Cierto que toda tentativa de penetrar en la esencia de la fe cristiana estará condicionada por el tiempo y se limitará a cambiar las vestiduras antiguas y gastadas por otros revestimientos más modernos. Pero parece haberse adelantado ya mucho si nosotros, los cristianos, nos convencemos de lo relativo y problemático de algunas de nuestras fórmulas y definiciones teológicas, a fin de que a un mundo que se transforma día tras día podamos anunciarle en forma tanto más persuasiva a aquel que «es el mismo ayer, hoy y siempre (13,8).

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50.Cf. Hab_1:11.12.

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b) Creación de los eones (11/03).

3 Por la fe, conocemos que los eones fueron organizados por la palabra de Dios, de suerte que no en lo que aparece tiene su origen lo que se ve.

La serie de ejemplos tomados del Antiguo Testamento comienza con una frase sobre la historia de la creación, que una vez más da ocasión al autor para ilustrar su concepto filosófico de fe. La fe sirve para lograr un conocimiento, un saber cosmológico acerca de las verdaderas condiciones ónticas en el mundo. Invirtiendo la frase podemos decir que sin fe no conoceríamos nada fuera de las cosas visibles, a las que tendríamos por las únicas reales. Con la fe, en cambio, se nos abren los ojos del espíritu (del nous), de modo que podemos, por decirlo así, «ver» ( Hab_11:13.27) lo invisible: a Dios y sus bienes celestiales prometidos. El creyente puede esperar con tanta mayor seguridad las cosas invisibles, cuanto que éstas fueron creadas directamente por la palabra de Dios, mientras que el mundo de la experiencia sensible sólo debe su existencia a los arquetipos celestiales, a las cosas «que no aparecen». Como quiera que el autor se represente el origen del mundo terrestre, lo importante para él no es la cosmología alejandrina en cuanto tal, sino la orientación de los fieles a los bienes futuros, invisibles, de la salvación, que desde el comienzo de la creación están preparados en el cielo 51.

La distinción entre cosas visibles, que el hambre debe considerar, no ya con menosprecio, pero sí con cierto interior distanciamiento, y los verdaderos bienes invisibles, a los que el creyente debe entregarse totalmente, tiene todavía hoy un sentido que se puede defender. Pero sería fatal descartar sencillamente lo visible como irrelevante y hasta pecaminoso, y en cambio identificar los valores invisibles, ideales con el orden cristiano de la salvación. Desde que el Dios invisible tomó carne en Jesucristo y apareció visiblemente en la tierra, se modificó decisivamente la relación entre lo visible y lo invisible. Ahora debe el cristiano contar con que en las cosas visibles y sobre todo en el hombre concreto se le revele el Dios invisible (cf. /Mt/25/31-46). Es conveniente hacerse cargo de esta verdad, para evitar una falsa interpretación de las consideraciones algo diferentemente acentuadas en la carta a los Hebreos, tomándolas como una invitación a un desprecio del mundo en sentido dualista.

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51.Cf. Mat_25:34 .

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c) El justo Abel (Mat_11:4).

4 Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, a causa de lo cual fue acreditado como justo. Fue el mismo Dios quien lo acreditó aceptando sus ofrendas. Y por esta misma fe sigue hablando aun después de muerto.

En eL Antiguo Testamento es Abel el primer testigo de la fe. Su historia se expone aquí en función de Cristo, y así aparece como ejemplar desde tres puntos de vista:

1) Abel ofreció un sacrificio superior al de Caín, así como Cristo pudo ofrecer un sacrificio mejor que el de los sacerdotes terrenales del Antiguo Testamento. Por qué el sacrificio de Abel era mejor o de más valor que el de Caín, es cosa que no se dice en el Antiguo Testamento. Para la carta a los Hebreos es evidente que la fe hizo agradables a Dios los dones de Abel.

2) Por su sacrificio -o por su fe, pues gramaticalmente no es posible decidir en el texto original- fue Abel acreditado por Dios como justo. Así pues, la fe implica el ser uno acreditado por Dios, aserción con la que se cierra el paso a todo equívoco posible: la fe no es obra del hombre. El verbo griego martyreisthai, que ya encontramos como palabra clave en 11,2 (cf. 11,39) evoca en nosotros el pensamiento del martirio.

En nuestra carta no se halla todavía este significado técnico, aunque a Abel y a otras muchas personas nombradas en el capítulo 11 podría, efectivamente, dárseles el nombre de mártires. Sin embargo, es evidente que el concepto de testigo que testimonia con su sangre no se identifica plenamente con el de testigo de la fe. En el martirio ocupa el primer término la prestación humana, el mártir da testimonio de Dios con su sangre, mientras que en el testimonio de la fe sucede lo contrario: aquí da Dios testimonio en favor del hombre, Dios responde con su sangre -así debemos decir en sentido de Cristo- de que el pecador está justificado, de que el muerto vive. Aceptar este testimonio de Dios se llama creer.

3) De la imagen bíblica, según la cual la sangre de Abel «clama al cielo» (cf. Gen_4:10), infiere el autor, aunque en términos sumamente discretos, que Abel, aun después de muerto, vive. Es una idea que constantemente se repite en el capitulo 11: la fe debe dar prueba de sí en presencia de la muerte. La fe es la fuerza misma que vence la muerte. Sin embargo, no se puede afirmar que la carta a los Hebreos entienda la fe como mera esperanza del más allá. Como la sangre de Jesús «habla más elocuentemente que la de Abel» (12,24), así la fe cristiana va más allá que todo presentimiento puramente humano de una supervivencia, sea como fuere, después de la muerte.

d) Henoc, arrebatado al cielo (11,5-6).

5 Por la fe, Henoc fue trasladado sin experimentar la muerte, y «no se le encontró más porque Dios lo había trasladado (Gen_5:24). Pues antes de su traslado, había sido acreditado como agradable a Dios. 6 Y sin fe, es imposible agradarle; pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a los que le buscan.

La retórica de la antigüedad tenía cierta predilección por colecciones de ejemplos con fines de enseñanza y de exhortación 9. Al ejemplo de Henoc se alude en Sir_44:16 : «Henoc fue grato a Dios y trasladado, ejemplo de piedad para las generaciones venideras»; también en 49,14: «Pocos en la tierra como Henoc, que fue trasladado de la tierra». Pero el interés por la figura de Henoc, envuelta en un tejido de leyendas, lo demuestran principalmente los libros apocalípticos que llevan su nombre 53. Se le tenía por escritor celestial (Jub 4,16-21; 1Hen 12,3), por revelador de misterios divinos y del final de los tiempos (Jub 4, 22,24; 1Hen 1,3-9), y hasta por garante y mediador de la salvación (1Hen 37-71). En nuestra carta es modelo de una fe, en cuya recompensa es arrebatado y trasladado al cielo el patriarca. Como en el ejemplo de Abel, ocupa el primer término el motivo de la victoria sobre la muerte. Seguramente están los lectores en peligro de renunciar a la fe por miedo a la muerte (cf. 2,15). El ser «arrebatados» de la tierra les parece una desgracia. ¿No podía la historia de Henoc servirles para corregir su modo de pensar? él fue «trasladado», y «no se le encontró más» entre los vivos. Como él había creído en Dios y en una recompensa eterna, ya en vida se le había dado el testimonio de la complacencia divina. ¿Puede, en efecto, Dios dejar para siempre en la muerte a un hombre en quien se complace? Llama la atención que en este contexto vuelva a hablarse de acercarse (cf. 4,16; 7,25; 10,1.22; 12,18). El que se acerca a Dios debe tener la fe que se elogia en Henoc si no quiere «ver la muerte», predicción que, por lo demás, se halla también en unas palabras enigmáticas de los Evangelios (Mc 9,1 par.; Joh_8:51.52). La palabra acercarse proviene de la esfera cultual y se refiere originariamente al que se acerca al altar con oraciones y sacrificios. Quizá haya que pensar aquí, sobre todo, en la situación del hombre que se acerca a la muerte, que, por tanto, se dispone a ofrecer el sacrificio de su vida. Entonces hace falta realmente la fe con que se crea que es un Dios el que nos ha de recompensar.

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52. En el judaísmo tardío, de impronta helenística, hallamos tales compilaciones en Sab 10-12 (elogio de la sabiduría en la historia de Israel); Eclo 44-50 (elogio de los padres); 1Ma_2:51-60 (discurso de despedida de Matatías).

53. El más conocido es el llamado libro etiópico de Henoc (citado generalmente: 1Hen); además de éste se halla todavía un libro de Henoc conservado ea paleoslavo (2Hen) y un compendio rabínico de tradiciones más antiguas de este mismo género (3Hen o libro hebraico de Henoc). También en el libro de los Jubileos (Jub) tiene el legendario patriarca un puesto preponderante.

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e) Noé y el arca (1Ma_11:7).

7 Por la fe, Noé, advertido por Dios sobre cosas que aún no se veían, con religioso sentido empezó a construir un arca para salvar a su familia, y por medio de esa fe condenó al mundo y vino a ser heredero de la justicia según fe.

Noé y el diluvio fueron en el cristianismo primitivo imágenes preferidas del baño salvador del bautismo (cf. 1Pe_3:20). Ahora bien, la carta a los Hebreos no vuelve la mirada al bautismo, al primer acto de la salvación cristiana, sino que más bien mira al futuro, ya que los cristianos deben recibir su perfeccionamiento, que todavía es invisible. Así pues, la fe que demostró Noé no cae dentro del contexto del proceso de la justificación, tan decisivo para Pablo, sino que forma parte de la actitud del cristiano, que ante su existencia amenazada de muerte y de ruina, espera en la promesa salvadora de Dios. Como Noé, también nosotros somos instruidos sobre «las cosas que no se ven» (cf. 11,1), y como él debemos seguir las instrucciones de Dios, que en un principio no son evidentes. Tal vez una exposición espiritual de la Escritura nos dé incluso derecho a decir: También el cristiano, durante su vida, trabaja en la construcción de un arca para sí y para los suyos, que le salvará de la cólera venidera de Dios.

Pero más próxima al texto es la idea de que la fe cristiana significa, conforme al ejemplo de Noé, un juicio sobre el mundo, sobre la indiferencia, su despreocupación, su vivir simplemente al día, sin pensar en el día de mañana. «Pues como sucedió en los días de Noé, así sucederá en la parusía del Hijo del hombre. Porque igual que en aquellos días anteriores al diluvio seguían comiendo y bebiendo, casándose ellos y dando en matrimonio a ellas hasta el día en que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta hasta que llegó el diluvio que los barrió a todos, así será también la parusía del Hijo del hombre» (Mat_24:37-39). Ahora bien, esta condenación del mundo por la fe no tiene nada de orgullo o soberbia, como si el cristiano, por el mero hecho de pertenecer a la comunidad de salvación descollara ya entre la masa de los no bautizados, destinada a la condenación. El mundo al que juzga la fe se halla también en cada uno de nosotros, sin detenerse ante iglesias, conventos ni curias. Sólo el que se somete personalmente al juicio de Dios puede esperar heredar la justicia prometida a la fe.

i) La peregrinación de Abraham (Mat_11:8-10).

8 Por la fe, Abraham obedeció cuando se le llamó para ir a un lugar que iba a recibir en herencia, y salió sin saber adónde iba. 9 Por la fe, se fue a vivir a la tierra de la promesa como a tierra extraña, acampando allí, así como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa. 10 Pues él aguardaba aquella ciudad con cimientos, de la que Dios es arquitecto y constructor.

La historia de Abraham ofrece material abundante para sensibilizar lo que significa la fe y hacia qué se orienta. El mismo éxodo del patriarca de su país natal y la trabajosa peregrinación sin meta conocida nos muestra a los cristianos que debemos seguir ciegamente la llamada de Dios. Incluso en la tierra de las promesas, es decir, para los cristianos, en el ámbito de la Iglesia, estamos como de paso, sin poder instalarnos de forma duradera. La tienda, que a cada momento se puede levantar, es símbolo de una peregrinación que no conoce meta en la tierra.

Aquí vemos cuán oportuna y actual es la concepción de la fe de la carta a los Hebreos en este punto, puesto que la Iglesia del concilio Vaticano II se dispone a renunciar a las pretensiones constantinianas, a la idea de ser una casa llena de gloria sólidamente establecida para toda la eternidad, para volver a ser una modesta tienda de Dios entre los hombres, una tienda que constantemente se ha de plantar de nuevo y en diferentes lugares, precisamente allí adonde llama Dios. En cambio cabe todavía preguntarse si la meta de la peregrinación de fe podemos todavía definirla en la misma forma en que lo hace la carta a los Hebreos. La antiquísima imagen de la ciudad de Dios podrá afirmar su puesto allí donde se entiende y se ama el lenguaje de la Biblia. Incluso en un ambiente campesino puede la gran ciudad áurea ser la meta y la cifra de todos los anhelos y atractivos. Pero para el habitante de las grandes urbes ¿qué puede significar ya la promesa de Dios de «preparar una ciudad» (Mat_11:16)?

g) La promesa de descendencia (Mat_11:11-12).

11 Por la fe, también Sara recibió poder para concebir, aunque le había pasado la edad; pues tuvo por fiel al que se lo había prometido. 12 Y así, de un solo hombre, y eso que estaba sexualmente muerto, nacieron descendientes numerosos «como las estrellas del cielo y como la arena incontable de la orilla del mar» (Gen_15:5).

El segundo gran acontecimiento en la historia de Abraham es la promesa de descendencia. Llama la atención que la carta a los Hebreos ensalce la fe de Sara, mientras el Antiguo Testamento habla más bien de su duda acerca de la promesa de Dios: «Rióse, pues, Sara, dentro diciendo: ¿Cuando estoy ya consumida, voy a remocear, siendo ya también viejo mi señor?» (Gen_18:12). Es posible que el esquema parenético referente a la reglamentación de la familia, en boga en la era postapostólica, indujera a mencionar, en relación con la procreación de los hijos, no al marido (Abraham), sino a la mujer (Sara), cf. 1Ti_2:15. Pero también es posible que precisamente a los cristianos que habían comenzado a dudar y a sentirse inseguros se propusiera el ejemplo de una mujer que, como es sabido, sólo se convenció de la veracidad y seguridad de la palabra de Dios cuando vio cumplida la promesa. Lo que para los cristianos del siglo primero sólo podía ser todavía objeto de fe, a saber, que de uno que había muerto en cruz obtendrían salud y vida innumerables hombres, era algo que en Abraham se había realizado ya en forma ejemplar y figurativa. Aunque el patriarca había perdido ya hacía tiempo su potencia procreativa, mediante la promesa de Dios vino a ser todavía padre y patriarca de un pueblo que, para las ideas de la Biblia, era incomparablemente grande. La carta quiere inculcar una y otra vez que la muerte no es para la fe un obstáculo insuperable. Más aún: precisamente con la muerte alcanzaron la meta celestial de las promesas los testigos de la fe de la antigua alianza.

h) La patria celestial (1Ti_11:13-16).

13 Todos éstos murieron dentro de la fe, sin haber recibido las cosas prometidas, sino viéndolas y saludándolas desde lejos, y confesando que eran extranjeros y advenedizos sobre la tierra. 14 Realmente, los que usan este lenguaje dan a entender con ello que van en busca de patria. 15 Y si hubieran pensado en la patria aquella de donde habían emigrado, ocasión habrían tenido de volver allá; 16 pero, de hecho, aspiran a una patria superior, o sea, a la del cielo. Y así se explica que Dios no tenga ante ellos reparo de ser invocado como Dios suyo, porque para ellos preparó una ciudad.

Aunque el autor no ha agotado todavía, ni mucho menos, la lista de los ejemplos tomados de la historia de Abraham y de los patriarcas (cf. 11,17-22), inserta aquí una reflexión general sobre los que en la tierra reconocían ser extranjeros y advenedizos. Es evidente que no se refiere aquí a los patriarcas, que a la manera de seminómadas iban de una parte a otra cambiando sus lugares de pastoreo conforme a las estaciones del año, sino a todos los fieles, para quienes no puede ser la tierra una patria definitiva. En ningún otro pasaje de la carta es tan fuerte e impresionante el patetismo dualista como en estos versículos clásicos, que hasta nuestros días han dado una impronta decisiva a la idea cristiana de la existencia. La «patria-celestial» nos parece a los cristianos constituir un elemento fundamental e inalienable del vocabulario cristiano; la consideramos como una de las principales materia s de fe que no se podría poner en duda sin renunciar al Evangelio. Por ello es tanto más sorprendente que en ningún otro lugar de la Sagrada Escritura se designe el cielo como la verdadera patria de los hombres y que en cambio encontremos este concepto expresado constantemente en Filón 54. Según su costumbre, el filósofo alejandrino de la religión no expresa aquí una idea propia, sino que únicamente adopta la terminología del dualismo helenístico de espíritu y cuerpo. Allí donde el «yo» del hombre (o, con otras palabras, el espíritu o el alma) se tiene por un ser celestial preexistente, que por algún infortunio cósmico se precipitó y descendió a la materia mala de la carne, debe naturalmente entenderse el cielo como su verdadera patria. Ahora bien, la carta a los Hebreos ¿declaró esta idea dualista de la existencia como verdad revelada haciéndola así obligatoria para todos los tiempos? Así lo creeríamos al oír ciertos cánticos cristianos... Sin embargo, de hecho sólo se trata de un medio de expresión condicionado por el tiempo, con el que se quiere sensibilizar el destino del hombre en Dios y la meta que Dios mismo le ha fijado. Nuestra época hallaría otras maneras de representar la meta de la peregrinación humana de la fe, y no precisamente la imagen alejandrina de la patria celestial o la idea apocalíptica de una ciudad de Dios. El cristiano de hoy sabe que está comprometido con la tierra y no busca ya su patria más allá de las estrellas. Sin embargo, nos ha quedado la esperanza de que Dios está por nosotros, como lo estuvo por los patriarcas, aunque tendría todas las razones para avergonzarse de nosotros.

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54. Cf. por ejemplo, De migratione Abrahae (Sobre la peregrinación de Abraham) 27: «Tú debes partir, como extranjero, de vuelta a la tierra paterna del Logos sagrado, en cierto modo del padre de los ascetas; ésta es la verdad, la mejor morada de las almas que aman la virtud.»

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i) El sacrificio de Isaac (11,17-19).

17 Por la fe, Abraham, puesto a prueba, ofreció a Isaac, y estuvo a punto de sacrificar a su hijo único, aun habiendo aceptado las promesas 18 que se le hicieron: «Por Isaac te vendrá la descendencia» (Gen_21:12); 19 pues se hacía cuenta que Dios tiene poder incluso para resucitar a alguien de entre los muertos. Por eso, en cierto sentido, de entre ellos recuperó a su hijo.

La historia conmovedora del sacrificio de Isaac ha hallado variado eco en el cristianismo. Pablo (Rom_8:32) y Juan (Joh_3:16) reconocen en la figura de Abraham a Dios Padre que por amor nuestro entrega a su único Hijo (cf. Gen_22:16). A diferencia de esta interpretación rigurosamente teológica, la carta a los Hebreos habla de la actitud del creyente, al que Dios reclama precisamente lo que anteriormente le había dado o prometido. En esta prueba cree Abraham en Dios contra Dios, y su fe parece a nuestra carta ser el resultado de una reflexión lógica: Si Dios tiene poder para resucitar a muertos, entonces también puede exigir la muerte del heredero de la promesa. Así pues, propiamente habría debido Abraham ejecutar el sacrificio cruento, y si volvió a recuperar a su único hijo en forma incruenta, esto sólo fue un símil, una referencia a la verdadera recuperación de la vida, que sigue a la muerte.

Al autor de nuestra carta no le asaltan todavía los reparos éticos de un Kierkegaard, que acerca del relato del Génesis hace notar que en realidad Dios exigió a Abraham algo inmoral, la muerte de un inocente, y que Abraham habría debido negarse a cumplir aquel mandato injusto. Para el hombre moderno habrá que explicar efectivamente la fe puesta a prueba como un conflicto entre la autoridad y la ley moral. Nosotros no podemos concebir que Dios exija al hombre algo inmoral, y la respuesta apologética, un tanto precipitada, según la cual Dios es señor de la vida y de la muerte, no da aquí perfectamente en el blanco. En realidad se trata de una acción, el sacrificio de niños, que el Dios del Antiguo Testamento detesta y prohíbe con severidad, contrariamente a los dioses paganos de los cananeos. En este sentido tiene algo problemático la prontitud de Abraham para cumplir el mandato divino; en efecto, lo que Dios quiere sólo se hace patente al final, en este relato etiológico 55 que quiere razonar la prohibición de los sacrificios de niños en Israel: «No extiendas tu brazo sobre el niño y no le hagas ningún daño» (Gen_22:12). Ahora bien, ¿qué tienen que ver todas estas consideraciones con la temática de la fe de Heb 11? Quizá más de lo que pudiera parecer a primera vista. Quieren ponernos en guardia y retraernos de confundir la fe con ese fanatismo espeluznante, con el que se han encendido hogueras en nombre de Dios y por presunto mandato suyo, se han asolado países y se ha degollado sin piedad a niños inocentes. El grito de «Dios lo quiere» se ha de acoger siempre con la mayor cautela, no sea que ciegamente sacrifiquemos, no en aras del único Dios verdadero y santo, sino de ídolos y demonios.

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55. Cf. nota 13 en 3,7-11.

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j) La bendición de los patriarcas (11,20-22).

20 Por la fe, igualmente, Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, aludiendo al futuro. 21 Por la fe, Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, apoyándose en la punta de su vara 56. 22 Por la fe, José, al fin de su vida, mencionó el éxodo de los hijos de Israel, y dejó instrucciones sobre sus propios restos.

La idea que se impone en este breve pasaje es una vez más la disposición del futuro en presencia de la muerte. Los discursos de despedida de los patriarcas en el lecho de muerte a que alude el texto, forman parte de un género literario muy en boga en la antigüedad. Se atribuye fuerza especial a las últimas palabras de un moribundo y se traduce en discursos retóricos esta convicción muy generalizada entre los hombres. Esto da pie al autor para interpretar su presente desde el ángulo visual de tiempos pasados. En el libro del Génesis encontramos tales discursos de despedida preferentemente en la forma de bendiciones o maldiciones de los patriarcas. La bendición del padre o de la madre pronunciada en el lecho de muerte es ya naturalmente para el hijo un precioso tesoro, mientras que la maldición del último momento aparece como un infortunio que no se puede conjurar. PALABRA/FUERZA La bendición y la maldición tienen para la Biblia como una fuerza sacramental: causan lo que dicen las palabras. Nuestra carta entiende como fe la fuerza que, con mirada prospectiva, configura el futuro. Y debe sonar precisamente como algo paradójico que el hombre no tenga nunca durante la vida mayor dominio sobre el futuro (mediante la fe) que cuando está en trance de perderlo con la muerte. Así, también la actitud de los patriarcas en el lecho de muerte confirma lo que la definiCIón de Heb_11:1 había expresado con una fórmula abstracta: «La fe es soporte de las realidades que se esperan, y prueba de las que no se ven.»

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56. El original hebreo reza, sin duda más correctamente: "Y se inclinó sobre la cabecera de su lecho».

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k) Moisés, modelo de fe (Heb_11:23-28).

23 Por la fe, Moisés, recién nacido, fue ocultado tres meses por sus padres, porque vieron lo lindo que era el niño, y no tuvieron miedo al edicto del rey. 24 Por la fe, Moisés, al hacerse mayor, renunció a ser llamado hijo de una hija del faraón, 25 prefiriendo compartir con el pueblo de Dios los malos tratos, a tener el goce pasajero del pecado, 28 y considerando el oprobio de Cristo como riqueza mayor que los tesoros de Egipto; pues tenía la mirada puesta en la recompensa. 27 Por la fe, dejó Egipto, sin tener miedo a la ira del rey, ya que se mantuvo en su resolución como quien veía al Invisible. 28 Por la fe, celebró la pascua e hizo la aspersión de la sangre para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.

Con el extenso desarrollo del ejemplo de Moisés se pone más vigorosamente de relieve el motivo del martirio: la constancia del testigo de la fe en un mundo que lo persigue. Los mismos padres de Moisés demuestran ya esta constancia en la fe, por cuanto no temen infringir el precepto del rey y preservan de la muerte a su criatura, cuya hermosura es para ellos signo de la elección divina. Moisés, educado en la corte de Egipto, se niega a seguir siendo hijo adoptivo de la hija del rey y a disfrutar de las delicias de una vida fastuosa; toma partido en favor de su pueblo perseguido y esclavizado, optando por el «oprobio de Cristo» (cf. 13,13), como dice la carta actualizando deliberadamente la historia del Antiguo Testamento. Entonces desafía las iras del rey y sin miedo saca a su pueblo de Egipto 57. Como último de sus actos de fe menciona el versículo 28 la institución de la pascua y del rito cruento apotropeico 58 (Exo_12:7.13), que había de preservar del golpe del ángel exterminador a los primogénitos de los israelitas. La frase está formulada de una manera tan singular que casi se tiene la sensación de que con el derramamiento de la sangre se trataba de la sangre misma de Moisés. Según parece, la acción de Moisés ha de ponerse en paralelo con la historia cristiana de la pasión. A la institución de la pascua sigue el derramamiento de la sangre salvífica, y los ejemplos que siguen hablan ya (Exo_11:29-31) de la salvación del pueblo escogido.

En la historia de Moisés, tal como la presenta nuestra carta podían ver fácilmente los lectores su propia historia. También a ellos les amenazaban con severos castigos leyes de reyes o emperadores, también ellos debían soportar, como los israelitas en Egipto, injusticias y humillaciones. Se puede conjeturar que en la comunidad había también cristianos de familias distinguidas, a los que, debido a sus relaciones con las clases elevadas, les habría sido posible librarse de daños juntamente con sus familiares. A todos ellos ha de mostrarles el ejemplo de Moisés que el creyente puede transgredir sin temor disposiciones de los hombres, teniendo como tiene ante los ojos al Dios invisible y la abundante recompensa celestial (cf. 11,6). Sin embargo, debemos preguntarnos si juntamente con esta intención parenética, o anteriormente a ella, no quería el autor prestar a Moisés los rasgos de Cristo. En este caso el niño tenido oculto por sus padres -como ocurre en las primeras páginas del Evangelio de san Mateo- sería una figura del niño Jesús perseguido por Herodes. Más notoria es la concepción cristología de Moisés llegado ya a la madurez de hombre, que renuncia al título de hijo del rey, para sufrir con su pueblo y tener participación en el «oprobio de Cristo». Así se despojó Cristo de su gloria de Hijo de Dios y se hizo semejante a nosotros, hombres que padecemos (2,5-18); cf. Flp 2,S-11). Y. finalmente, lo que Moisés insinuó con la institución de la pascua y con el misterioso rito sangriento, se realizó para siempre con la muerte expiatoria de Cristo: la salvación definitiva del pueblo de Dios, preservado del golpe del pecado y de la muerte.

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57. Es poco probable que el v. 27 se refiera a la fuga a Madián, ya que en Exo_12:14 se dice expresamente: «Entonces temió Moisés...».

58. Apotropeico: que ahuyenta a malos espíritus.

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l) Ejemplos de salvación milagrosa (Exo_11:29-35a).

29 Por la fe, pasaron por el mar Rojo como por tierra seca, mientras que los egipcios, al intentar lo mismo, se ahogaron. 30 Por la fe, cayeron las murallas de Jericó después de un cerco de siete días. 31 Por la fe, Rahab, la meretriz, no pereció con los incrédulos, ya que había dado hospitalidad a los espías. 32 ¿Y para qué más? Tiempo me faltaría para contar cosas de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, 33 los cuales, por la fe, subyugaron reinos, ejercieron justicia, obtuvieron lo prometido, taparon bocas de leones, 34 apagaron la furia del fuego, escaparon al filo de la espada, recibieron fuerza en su debilidad, fueron valientes en la guerra y rechazaron invasiones de extranjeros. 35a Hubo mujeres que recuperaron, resucitados, a sus muertos.

Hemos reunido estos versículos en una sección, no obstante su falta de homogeneidad formal, porque en ellos se representa gráficamente un pensamiento que está en abierta tensión con la temática de fe de Heb 11. Hasta aquí, y luego nuevamente hasta el final del capítulo, los testigos de la fe eran peregrinos, forasteros, expulsados, perseguidos y martirizados en esta tierra. Tenían que morir para testimoniar que la verdadera patria del hombre llamado por Dios está en el cielo. Ahora, en cambio, se modifica el cuadro. Del pueblo de Dios que peregrina y sufre resulta en cierto modo la Iglesia que triunfa de sus enemigos gracias al poder milagroso de Dios. Los israelitas atraviesan el mar a pie enjuto, mientras que los egipcios se ahogan. Las murallas de Jericó se desploman, sólo se salva una meretriz que había dado hospitalidad a los exploradores, mientras que perecen todos los demás habitantes de la ciudad. Aquí, en estos tres primeros ejemplos, se pregunta uno ya si se conserva aquí todavía el mismo concepto de fe de las páginas anteriores: la creencia en lo invisible, la esperanza de lo venidero. En los milagros del éxodo y de la toma de posesión de la tierra experimentan y viven los israelitas una salvación presente, tangible. Son los que triunfan, a quienes la fe les ayuda a vencer maravillosamente dificultades de la tierra.

La tensión con respecto a la precedente temática de fe se experimenta en forma todavía más marcada en los siguientes anuncios de éxitos, enumerados sumariamente, de la historia del Antiguo Testamento. Sin exacto orden cronológico o de materias se presentan sucesivamente diversas hazañas heroicas, victorias militares, maravillosas salvaciones de peligros de muerte, realizaciones en el campo político o en el social, resurrecciones. Se comprende que la retórica de la antigüedad ensalce preferentemente lo extraordinario, lo espectacular y lo asombroso. Si el Evangelio mismo estima ya la grandeza de la fe por el poder de «trasladar montañas» (Mar_11:23; Mat_17:20), no vamos a hacer reproches a la carta a los Hebreos a causa de sus ejemplos tan drásticos. Pero aquí podemos preguntarnos con toda razón: ¿Dónde se queda, pues, lo invisible de la salvación futura, si se dice que los testigos de la fe obtuvieron lo prometido y escaparon al filo de la espada? No sabemos por qué el autor incluyó estos ejemplos que cuadraban muy poco con el tenor de su idea de la fe. Quizá quería dar algunos ánimos a sus lectores perseguidos y tentados y hacer notar que a veces socorre Dios a los creyentes incluso de manera prodigiosa. O quizá se limitó a utilizar alguna colección ya existente, sin señalar en cada uno de los diferentes ejemplos que para el creyente todo logro y toda satisfacción visible no es más que símbolo y signo de una realidad más elevada e invisible.

Para nuestra actual problemática de fe tienen especial interés los versículos que acabamos de examinar. Los cristianos hemos aprendido que la fe no es un medio milagroso o un ensalmo con que poder hacernos la vida fácil y librarnos de contratiempos. Las murallas de la Jericó de hoy no se tambalean delante de procesiones o de coros de trompetas. Por otro lado, esta convicción no nos ha inducido al abandono con respecto al mundo y a sus quehaceres, sino que, por el contrario, ha reforzado la idea de que la fe puede demostrar ya su realidad en lo de aquí abajo y en lo visible. Sólo que los signos que ostenta hoy la fe en el mundo no son los mismos que en los días de Gedeón, Barac, Sansón o Samuel.

m) Mártires del Antiguo Testamento (11,35b-38).

35b Otros fueron sujetos a torturas mortales, renunciando a la liberación para obtener una resurrección superior. 36 Otros sufrieron prueba de ultrajes y de azotes, e incluso de cadenas y de cárcel. 37 Fueron apedreados, puestos a prueba, aserrados, murieron al filo de la espada; fueron de acá para allá cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidad, sufriendo tribulación, maltratados. 38 El mundo no los merecía. Iban errantes por los desiertos, por las montañas, por las cuevas, por las grutas del país.

Parece como si el autor hubiera vuelto a acordarse repentinamente de sus distinciones. Así interrumpe los anuncios de éxitos y vuelve de nuevo a los sufrimientos de los testigos de la fe. Los consuelos terrenos pueden ser buenos, pero la fe conoce bienes mejores. Por ellos vale la pena de soportar todas las molestias y miserias de este mundo (cf. Rom_8:18). No es fácil determinar en detalle a qué personas o acontecimientos del Antiguo Testamento o de la literatura apócrifa se refería el autor en su martirologio, y menos todavía por no ser segura la tradición del texto del v. 37 59. «Apedreado» fue, por ejemplo, el profeta Zacarías, hijo del sacerdote Joyada (2Ch_24:20-22; cf. Mat_23:35-37), «aserrado» fue, según una tradición legendaria, el profeta Isaías (Ascensión de Isa_5:11-14). De la muerte de muchos profetas al filo de la espada refiere 1Ki_19:10. Sin embargo, más importante que la identificación de casos particulares es la convicción de que en el catálogo de sufrimientos se trata de caracterizar la existencia creyente en cuanto tal.

Como el creyente sabe de su condición diferente, hay peligro de soslayar el conflicto con el mundo o de absolutizarlo. Una forma especialmente tentadora de esquivar el conflicto consiste en retirarse voluntariamente a un cerrado círculo devoto, al exilio pacifico de una renuncia elegida voluntariamente. El andar de acá para allá cubiertos de «pieles de oveja y de cabra», el andar errando por «desiertos» y por «cuevas» y «grutas» puede ser también moda y no es necesariamente signo de la fe. No es menos estéril una actitud que absolutiza el contraste con el mundo. A lo que parece, nuestra carta presupone que los mártires se hallaron en mortal contradicción con el mundo por razón de su fe. Pero, ¿qué significa concretamente «fe»? ¿Esta cuestión no debe volver a plantearse una y otra vez y no debe buscársele constantemente nueva respuesta? Sería muy cómodo presentar como fe la negativa radical al mundo y el inconformismo adoptado por principio. ¡Con cuánta frecuencia no se han librado en el transcurso de la historia falsas batallas en falsos frentes! ¡Cuán fácilmente se pueden confundir con una fe inquebrantable la terquedad, la obstinación, o la inercia del espíritu! El «mundo» que nos persigue y nos atormenta, que nos escarnece y nos tiene prisioneros, no ha de estar siempre necesariamente del lado de los «otros», de los incrédulos y de los impíos: debemos buscarlo primero en nosotros mismos.

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59. «Puestos a prueba», ¿quizá con tormentos? Otra lectura: «quemados».

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n) Juicio conclusivo sobre los testigos de la fe (1Ki_11:39-40).

39 Y todos éstos, aunque quedaron acreditados por la fe, no alcanzaron el cumplimiento de la promesa, 40 porque Dios tenía previsto, con respecto a nosotros, un algo superior, de suerte que ellos no llegaran, sin nosotros, a la consumación.

Los fieles de la antigua alianza no tenían ante los ojos otra meta que la que tenemos nosotros mismos. A ellos se les habían hecho las mismas promesas que a nosotros, la promesa de una ciudad de Dios celestial, de una patria eterna. Si bien este «mundo futuro» (2,5) estaba preparado desde el comienzo de la creación, nadie podía llegar a él. Jesús, sumo sacerdote celestial e Hijo de Dios, fue quien lo hizo accesible a los hombres. Por él deben también los justos del Antiguo Testamento ser consumados o perfeccionados, es decir, alcanzar la meta celestial de las promesas.

No debemos esperar de nuestra carta informes demasiado precisos sobre las diferentes etapas y sobre el momento de la consumación escatológica de la salvación. La fe en la inmortalidad del alma y la esperanza de la resurrección, el juicio particular y el universal distan todavía de haberse captado en su propia y respectiva problemática y de haberse conciliado unos con otros. Así, por ejemplo, no está claro lo que sucedía después de su muerte a los mártires del Antiguo Testamento y desde cuándo moraban en la Jerusalén celestial «los espíritus de los justos llegados a la consumación» (12,23). Igualmente difícil es responder a la pregunta de cómo concebía el autor la «consumación» de los cristianos difuntos, si suponía que éstos, siguiendo a su sumo sacerdote celestial, podían entrar en el santuario celestial inmediatamente después de su muerte o si tenían todavía que aguardar la parusía. Probablemente ni siquiera se hizo el autor tales consideraciones sistemáticas, sino que relacionaría entre sí los diferentes motivos que le eran conocidos por tradición judía, cristiana o helenística, asociándolos como convenían al contexto. Esta manera nada sistemática de dejar en la oscuridad lo que -visto por parte del hombre- es oscuro, responde quizá mejor a la cosa misma de que se trata en las aserciones escatológicas, que todas las tentativas sutiles e ingeniosas de establecer como una guía exacta de los acontecimientos del final de los tiempos.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Encomio de la fe, 11:1-3.
1 Ahora bien, la fe es garantía de lo que esperamos, prueba de lo que no vemos; 2 pues por ella adquirieron gran nombre los antiguos. 3 Por la fe conocemos que los mundos han sido dispuestos por la palabra de Dios, de suerte que de lo invisible ha tenido origen lo visible.

Con ejemplos tomados de la historia, el autor va a mostrar a los destinatarios cuánta verdad sea lo que acaba de decirles de que el justo vivirá de la fe. Todos nuestros grandes antepasados, tan alabados en la Escritura, han vivido impulsados y sostenidos por la fe.
Como preludio a ese largo recuento de personajes, modelos de fe, que va a seguir, comienza diciendo lo que es la fe, con una definición que se ha hecho clásica: garantía (???????? ) de lo que esperamos, prueba (??????? ) de lo que no vemos (v.1). Ya en otra ocasión, al comentar Rom_1:16-17, hablamos de la noción de fe y de su sentido complejo en las cartas paulinas. Aunque aquí en Hebreos la perspectiva es distinta, todo lo entonces dicho conviene tenerlo en cuenta. Tampoco aquí se trata de dar una definición teórica completa de la fe; se insiste únicamente en el aspecto que interesa a la finalidad que se pretende, considerándola en función de cosas o bienes aún no poseídos, pero que poseeremos. Puede decirse que la fe aparece matizada con los colores de la esperanza, y su objeto son las promesas. Está muy acentuado el sentido de confianza como virtud propia del peregrino que marcha en busca de la patria. De esos bienes aún no poseídos, que esperamos, es la fe garantía, en cuanto que no sólo nos asegura de su existencia, sino también de su posesión, si permanecemos firmes en nuestra espera; dicho de otra manera, es prueba o argumento de bienes que no vemos, respecto de los cuales sólo por la fe tenemos conocimiento cierto y seguro441.
Esa fe, llevada a la vida práctica, es lo que ha acreditado, ante Dios y ante el mundo, a los grandes hombres del Antiguo Testamento (v.2). Ahora basta al autor esa afirmación genérica; luego (v.4-40) se darán nombres. También es por la fe, mediante el testimonio de la Escritura, como sabemos que el mundo fue creado en virtud del mandato divino, de suerte que de lo invisible resultase lo visible (v.3). En estas últimas palabras ven algunos una alusión, no precisamente a que el mundo fuera creado de la nada, sino a que, antes de la creación, existían ya en Dios, de quien todo procede, las realidades que luego habían de ser visibles. Si esto es así, tendríamos aquí una de las pruebas más claras del filonismo de la carta.

Los justos de la edad primitiva,Rom_11:4-7.
4 Por la fe, Abel ofreció a Dios sacrificios más excelentes que Caín y por ellos fue declarado justo, dando Dios testimonio a sus ofrendas; y por ella habla aun después de muerto* 5 Por la fe fue trasladado Enoc, sin pasar por la muerte, y no fue hallado, porque Dios le trasladó. Pero antes de ser trasladado recibió el testimonio de haber agradado a Dios, 6 cosa que sin la fe es imposible. Que es preciso que quien se acerque a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan. 7 Por la fe, Noé, avisado por divina revelación de lo que aún no se veía, movido de temor, fabricó el arca para salvación de su casa; y por aquella misma fe condenó al mundo, haciéndose heredero de la justicia según la fe.

Se habla aquí (v.4-7) de tres santos personajes, en los mismos albores de la humanidad, que, con su conducta, mostraron gran fe en la palabra de Dios, no obstante las persecuciones y afrentas: Abel (cf. Gen_4:2-10), Enoc (cf. Gen_5:21-24; Ecli 44:16), Noé (cf. Gen 6:9-8:19).
La frase, respecto de Abel, de que por la fe habla aun después de muerto (v.4) se refiere a su sangre derramada por Caín, la cual, según testimonio de la misma Escritura (Gen_4:10), seguía clamando a Dios venganza (cf. 12:24). En cuanto al traslado de Enoc (v.5), no tenemos más datos ciertos que las frases lacónicas, no fáciles de interpretar, de la Sagrada Escritura442. Por lo que toca a Noé, se dice que condenó al mundo con su fe (v.7), en cuanto que, con su conducta, creyendo a la palabra de Dios, ponía de manifiesto la perversidad de los que no creían (cf. Sab_4:16). Y esta fe en Dios tenía lugar cuando aún no se veía (v.y), es decir, cuando aún no aparecían indicios del futuro diluvio. Ello le hizo heredero de la justicia según la fe (v.y), frase que ya quedó explicada al comentar Rom_4:3 y 9:32.
En el v.6, con ocasión de la conducta de Enoc, el autor enuncia un principio de gran importancia doctrinal: para ser salvos, es necesario creer que Dios existe y que es remunerador de los que le buscan. En efecto, para quien no crea en la existencia de Dios, la vida religiosa no tiene base; y sin creer en que recompensará, no tiene objeto, pues, como comenta Santo Tomás, nadie iría a Dios si no esperase recibir de El alguna recompensa. El Dios en quien hay que creer es el Dios personal y de naturaleza invisible, tal como se ha revelado (cf. Jua_1:18; Mat_6:4-6; Rom_1:20).

Los patriarcas,Rom_11:8-22.
8 Por la fe, Abraham, al ser llamado, obedeció y salió hacia la tierra que había de recibir en herencia, pero sin saber adonde iba. 9 Por la fe moró en la tierra de sus promesas como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa.10 Porque esperaba él ciudad asentada sobre firmes cimientos, cuyo arquitecto y constructor sería Dios. 11 Por la fe, la misma Sara recibió el vigor, principio de una descendencia, y esto fuera ya de la edad propicia, por cuanto creyó que era fiel el que se lo había prometido. 12 Y por eso de uno, y éste ya sin vigor para engendrar, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como las arenas incontables que hay en las riberas del mar. 13 En la fe murieron todos sin recibir las promesas; pero viéndolas de lejos y saludándolas y confesándose peregrinos y huéspedes sobre la tierra, 14 pues los que tales cosas dicen dan bien a entender que buscan la patria. 15 Que si se acordaran de aquélla de donde habían salido, tiempo tuvieron para volverse a ella. 16 Pero deseaban otra mejor, esto es, la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse Dios suyo, porque les tenía preparada una ciudad. 17 Por la fe ofreció Abraham a Isaac cuando fue puesto a prueba, y ofreció a su unigénito, el que había recibido las promesas, 18 y de quien se había dicho: Por Isaac tendrás tu descendencia; 19 pensando que hasta de entre los muertos podría Dios resucitarle. Por eso le recuperó también en figura. 20 Por la fe dio Isaac las bendiciones de los bienes futuros a Jacob y a Esaú. 21 Por la fe, Jacob, moribundo, bendijo a cada uno de los hijos de José, apoyándose en la extremidad de su báculo. 22 Por la fe, José, estando para acabar, se acordó de la salida de los hijos de Israel y dio órdenes acerca de sus huesos.

Entre los patriarcas ocupa un lugar del todo singular Abraham, y de él se habla aquí de modo especial, al que se unen los nombres de Sara, su mujer, y los de Isaac, Jacob y José (v.8-22; cf. Gen n, 27-Rom_50:26).
Por lo que respecta a Abraham, se alaba su fe en tres momentos sobre todo de su vida: al abandonar su patria para ir a morar en tierra extraña (v.8-10), al recibir junto con Sara el anuncio de que tendrían un hijo (v. 11-12), al exigírsele que inmolase a ese hijo (v. 17-19). Tocante a Isaac, se alaba su fe en las promesas de Dios cuando, ya moribundo, bendice a sus hijos (v.20; cf. Gen_27:1-40); igual se hace respecto de Jacob, bendiciendo a los hijos de José (v.21; cf. Gen_48:1-20). Por lo que toca a José, resplandece claramente esa misma fe en sus disposiciones finales poco antes de morir (v.22; cf. Gen_50:24-25).
De todos ellos, en reflexión de conjunto, se dice que murieron sin recibir las promesas, pero viéndolas de lejos y saludándolas (v.13). Esas promesas, lo mismo por lo que se refería a la posesión material de la tierra de Ganaán que por lo que se refería a la salud mesiánica, se cumplirían sólo muchos años más tarde; sin embargo, su fe no viene a menos, sino que de lejos las ven cumplidas en sus descendientes y se alegran (cf. Jua_8:56). Vemos que en estas reflexiones del autor de la carta (v. 13-16) la realidad histórica se funde con la alegoría, y las expresiones peregrinos sobre la tierra (? .13; cf. Gen_23:4) y patria (v. 14-16; cf. Gen_12:1), tanto y más que a regiones de aquí abajo, se refieren al mundo en contraposición al cielo. Igual hay que decir del v.10, contraponiendo las tiendas, faltas de cimientos, a la ciudad de que Dios es arquitecto, que no es otra que la Jerusalén celestial (cf. v.16; Gen_12:22; Gen_13:14).
Añadamos, finalmente, algunas consideraciones sobre una frase (v.16) que resulta un poco oscura: Por eso le recuperó también en figura (63?? ????? ??? ?? ???????? ????????? ). ¿Qué quiere decir esto? La primera parte de la frase no parece ofrecer dificultad. Se afirma de Abraham que, precisamente por esa su fe heroica, pensando que Dios tenía medios para cumplir su promesa aunque fuera volviendo a resucitar a Isaac, recupera vivo a éste, no permitiendo Dios que fuese sacrificado, y siendo sustituido por un carnero (cf. Gen_22:12-13). Pero ¿qué significa también en figura? Creemos que, dada la tendencia al simbolismo en el autor de la carta, la respuesta no tiene duda. Sería el mismo caso que en 9:9, donde el autor ve también una figura (???????? ) en el velo del santuario mosaico que separaba el Santo del Santísimo. Se trata de una especie de parábola en acción para indicar algo distinto de lo que materialmente se ve. En el caso del velo ya quedó explicado cuál sea ese algo; el contexto inmediato lo indica con bastante claridad. Aquí, por el contrario, el contexto no indica nada, y está sólo la simple afirmación de que Abraham recuperó a Isaac también en figura. La tradición exegética, sin embargo, ya desde los Padres, ha sido constante, viendo ahí una figura de lo que había de suceder con Cristo, el primogénito de entre los muertos (cf. 1Co_15:20; Col_1:18), a cuyo sacrificio seguiría la inmediata resurrección. Creemos que esta explicación, no obstante que el autor de la carta no precisa nada al respecto, está muy fundada. Todo el conjunto de la carta, orientada hacia Cristo y su obra redentora, la está pidiendo 443.

Moisés, 11:23-29.
23 Por la fe, Moisés, recién nacido, fue ocultado durante tres meses por su padres, que, viendo al niño tan hermoso, no se dejaron amedrentar por el decreto del rey. 24 Por la fe, Moisés, llegado ya a la madurez, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, 25 prefiriendo ser afligido con el pueblo de Dios a disfrutar de las ventajas pasajeras del pecado, 26 teniendo por mayor riqueza que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque ponía los ojos en la recompensa. 2? Por la fe abandonó el Egipto sin miedo a las iras del rey, pues, como si viera al Invisible, perseveró firme en su propósito. 28 Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el exterminador no tocase a los primogénitos de Israel. 29 Por la fe atravesaron el mar Rojo, como por tierra seca, mas probando a pasar los egipcios, fueron sumergidos.

En este recuento de seres humanos ilustres por su fe no podía faltar Moisés, el gran caudillo de Israel.
Se alude primeramente (v.23-24) a los hechos de su primera juventud, narrados en Exo_2:1-15. El autor hace luego una reflexión sobre esos hechos, haciendo resaltar la gran fe de Moisés (v.25-26). La frase oprobio de Cristo (??? ?????????? ??? ??????? ), aplicada a Moisés (v.26), resulta oscura. ¿Qué se pretende decir? Parece que aquí, lo mismo que antes, al hablar de los patriarcas (v. 13-16), se funden juntamente realidad histórica y alegoría. Históricamente, Moisés prefiere ser afligido con el pueblo de Israel a las ventajas de vivir en la corte de Egipto, corte de pecado (v.25), y más para Moisés, que debía tener ya conciencia más o menos vaga de que Dios tenía especíales designios sobre él. Mas ese pueblo de Israel, al que Moisés liga su suerte, es considerado por el autor de la carta como figura o tipo de Cristo, cosa, por lo demás, que encontramos también en otros lugares de la Escritura (cf. Mat_2:15 = Ose_11:1). Eso supuesto, la frase oprobio de Cristo tiene por base histórica el oprobio del pueblo de Israel (cf. v.25), pero está haciendo referencia a Jesucristo (cf. 13:13), de cuya misión salvadora participaba en cierto modo el pueblo de Israel (cf. Deu_7:6; Sal_33:12). También la frase ponía los ojos en la recompensa (v.26) tiene mezcla de realidad histórica y de alegoría, aludiendo no tanto a la posesión de la tierra de Canan cuanto a la consecución de la gloria mesiánica.
Finalmente, los v.27-29 aluden a otros hechos de Moisés, convertido ya en caudillo del pueblo, y que se narran minuciosamente en Ex 2:15-14:31. La frase como si viera al Invisible (v.27) se refiere a Dios, que es invisible (cf. Jua_1:18; Col_1:15), del cual, sin embargo, sentía Moisés su presencia mediante la fe, como si le viese.

Los jueces y los profetas,Col_11:30-40.
30 Por la fe cayeron los muros de Jericó, después de haber sido rodeados siete días. 31 Por la fe, Rahab, la meretriz, no pereció con los incrédulos, por haber acogido benévolamente a los espías. 32 ¿Y qué más diré? Porque me faltaría el tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas, 33 los cuales por la fe subyugaron reinos, ejercieron la justicia, alcanzaron promesas, obstruyeron la boca de los leones, 34 extinguieron la violencia del fuego, escaparon al filo de la espada, convalecieron de la enfermedad, se hicieron fuertes en la guerra, desbarataron los campamentos de los extranjeros. 35 Las mujeres recibieron sus muertos resucitados; otros fueron sometidos a tormento, rehusando la liberación por alcanzar una resurrección mejor; 36 otros soportaron irrisiones y azotes, aún más, cadenas y cárceles; 37 fueron apedreados, tentados, aserrados, murieron al filo de la espada, anduvieron errantes, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, necesitados, atribulados, maltratados; 38 aquellos de quienes no era digno el mundo, perdidos por los desiertos y por los montes, por las cavernas y por las grietas de la tierra. 39 Y todos éstos, con ser recomendables por su fe, no alcanzaron la promesa, 40 habiendo Dios previsto algo mejor sobre nosotros, para que sin nosotros no llegasen ellos a la perfección.

Tenemos aquí una amplia visión sintética de un larguísimo período de la historia de Israel. En realidad se abarca toda la historia de Israel, desde que comenzó a ser pueblo.
Las primeras alusiones (v.30-31) se refieren a personajes y hechos acaecidos bajo Josué en la conquista de la tierra de Cañan (cf. Jos_2:1-21; Jos_6:1-25). Luego, valiéndose de una figura retórica corriente, el autor advierte que no puede seguir por ese camino, pues la enumeración se haría interminable (v.32); por eso, después de dar algunos nombres (v.32), prefiere mencionar hechos (v.33-38), dando por supuesto que los destinatarios, familiarizados con la historia de Israel, sabían a qué nombres aplicarlos. Para nosotros no siempre es fácil hacer esa aplicación; cosa, por lo demás, que no tiene trascendencia alguna en el orden doctrinal. En algunos casos, la aplicación es clara: liberación de los leones (Daniel), del fuego (los tres jóvenes de Babilonia), de la enfermedad (Ezequías), etc. Lo de aserrados (v.37) parece que se refiere a Isaías, suplicio que le habría infligido el rey Manases, según tradición muy extendida entre los judíos, y que se recoge también en el Martirologio romano (6 de julio).
En los v.39-40, el autor hace una reflexión final de gran importancia: no obstante tantos méritos, todos esos personajes, modelos de fe, no alcanzaron la promesa, y hubieron de esperar para entrar en el cielo a que Cristo, con su muerte y resurrección, abriera el camino (cf. 2:10; 9:8.15; 10:19-20; 1Pe_3:19). Conclusión indirecta: ¡Cuánto debemos agradecer nosotros, cristianos, el haber nacido en la plenitud de los tiempos, sin necesidad de tener que esperar tanto, y qué gran pecado el de los apóstatas!

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Una celebración de fe

La fe se define primeramente (vv. 1, 2), no en forma plena sino de una manera que prepara para la exposición de la sección en su conjunto. La doctrina de que el universo fue construido por la palabra de Dios se muestra como la base para el tipo de fe que el autor está alentando (v. 3). Moviéndose sistemáticamente desde Gén. hasta Jos., luego destaca el papel de la fe en las vidas de individuos centrales para los propósitos salvadores de Dios (vv. 4-31). Se da particular atención a Abraham y Sara (vv. 8-19) y a Moisés (vv. 23-28). Luego sigue un breve repaso de la historia sagrada desde el período de los jueces hasta las revueltas de los macabeos en el siglo II a. de J.C. (vv. 32-38), enfocando las pruebas soportadas por aquellos que permanecieron fieles a Dios. Los últimos dos versículos comparan la situación de los creyentes del AT con la de los cristianos (vv. 39, 40), haciendo un puente con el capítulo siguiente.

En un mundo donde la gente descarta la fe como si fuera sólo un pensar ojalá, o la identifica simplemente con las creencias y prácticas de una religión en particular (p. ej. la fe musulmana), es bueno tener un cuadro abarcador de la fe que realmente agrada a Dios. Heb. muestra el vínculo entre la fe, la esperanza, la obediencia y la perseverancia, ilustrando que se trata de algo más que un asentimiento intelectual a determinadas creencias. La fe que honra a Dios confía en sus palabras y vive en esperanza y obediencia en el presente, esperando que cumpla sus promesas. Esa fe trae sufrimiento y persecución de varias maneras.

1, 2 Aquí descubrimos las características esenciales de la fe desde el punto de vista del autor. La fe tiene que ver con las cosas futuras (que se esperan) y las invisibles (que no se ven). La traducción de la RVA (constancia de las cosas que se esperan) pone el énfasis en la fe como una expresión de nuestra confianza en las promesas de Dios. Sin embargo, también es posible traducir la fe es la sustancia (hypostasis) de las cosas esperadas o la fe da sustancia a nuestras esperanzas. Tal traducción sugiere que las cosas que se esperan llegan a ser reales y tener sustancia por medio del ejercicio de la fe. ¡Esto no significa que el evangelio es verdadero sólo porque creemos en él! Más bien, la realidad de lo que esperamos es confirmada para nosotros en nuestra experiencia cuando vivimos por la fe en las promesas de Dios. Una vez más, la fe es estar seguro de los hechos que no se ven. Es la forma de probar las realidades invisibles tales como la existencia de Dios, su fidelidad a su palabra y su control sobre nuestro mundo y lo que ocurre en él. Si esta definición parece abstracta, su significado se hace más concreto en la ilustración que sigue. Por esa fe recibieron buen testimonio los antiguos (v. 2, gr. emartyrethesan, cf. vv. 4, 5, 39). En el registro de la Escritura Dios testificó de la fe de ellos, y de ese modo los convirtió en testigos (12:1; gr. martyres) de la verdadera fe para nosotros.

3 El autor comienza donde lo hace el Gén., porque la fe en Dios como creador de todo lo que existe es fundamental a la visión bíblica de la realidad. Por la fe comprendemos que el universo (gr. aionas, como en 1:2) fue constituido por la palabra de Dios. Si Dios tiene el control de la naturaleza y la historia, del pasado y del presente, toda generación de creyentes puede confiar en sus promesas sobre el futuro, no importa el precio que eso pueda significarles. Cuando el autor dice que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía, alude a la definición de fe en el v. 1. La fe discierne que el universo de espacio y tiempo tiene una fuente invisible y que sigue dependiendo de la palabra de Dios (o el mandato). Tal fe está basada en la revelación que nos dio en la Escritura.

4-6 Pasando a través de los pasajes del AT el autor hace notar que la fe de Abel se expresó cuando ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín. La diferencia no estaba en la sustancia de los sacrificios (Gén. 4:3, 4) sino en la actitud de los dos hermanos (como se implica en Gén. 4:4-7). A Caín se le dijo que su ofrenda hubiera sido aceptable si hubiera hecho lo que estaba bien (cf. Prov. 15:8). Pero Dios dio testimonio de la justicia de Abel y de la fe que le movió cuando aceptó sus ofrendas. Abel, aunque murió, habla todavía en el sentido de que da testimonio de la fe que complace a Dios. La experiencia de Enoc de ser trasladado para no ver la muerte fue la señal de haber agradado a Dios. En Gén. 5:22 y 24 se insiste en que caminó con Dios y Heb. señala esto como para indicar que su vida se caracterizó por la fe. Porque sin fe es imposible agradar a Dios (6). Esta generalización se corresponde con los dos elementos en la definición de fe que se dan en el v. 1. Cualquiera que se acerca (como en 4:16; 7:25; 10:22; 12:22) a Dios debe creer que él existe (estar seguro de lo que no se ve) y creer que es galardonador de los que le buscan (confiar en que sus promesas serán cumplidas).

7 Cuando Noé fue advertido sobre cosas que aún no habían sido vistas, se le hizo saber sobre el juicio de Dios que se aproximaba en el diluvio (Gén. 6; 13-22). Reaccionó a esta palabra de Dios con temor reverente o sumisión reverente (el sustantivo relacionado se usa para describir a Jesús en 5:9). Al expresar su fe en la construcción del arca salvó a su familia y condenó al mundo. Noé llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe en el sentido de que su conducta justa (Gén. 6:9; 7:1) se mostró claramente en la acción exterior de su fe.

8-10 Abraham es realmente el centro de atención hasta el v. 19, en parte porque es un excelente modelo de la fe, y en parte por su significado en la acción del plan de Dios para la salvación. La promesa hecha a Abraham sobre un lugar que habría de recibir por herencia (Gén. 12:1) es lo primero que se señala. Sobre la base de esta promesa, obedeció para salir ... sin saber a dónde iba. La fe de Abraham se expresó inmediatamente en la obediencia al llamado de Dios. La motivación para esa obediencia era la esperanza de alcanzar la tierra prometida. De ese modo, vivió como extranjero ... como en tierra ajena, morando en tiendas con aquellos que serían sus coherederos de la misma promesa. Cuando el autor describe a Abraham como alguien que esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios, describe su meta final como la patria o ciudad celestial mencionada en 11:13-16; 12:22-24 y 13:14. Esperando que Dios les proveyera una herencia terrenal, los patriarcas llegaron a darse cuenta de que esta vida no era un fin en sí misma sino una peregrinación hacia un futuro que sólo Dios puede construir para su pueblo.

11-16 La segunda promesa a Abraham fue que se le daría una numerosa descendencia y que ella se convertiría en una gran nación (Gén. 12:2; cf. 13:16; 15:5). Aunque Abraham había pasado de la edad y estaba muerto en cuanto a estas cosas, y Sara misma era estéril, por la fe le fue posible engendrar un hijo. La base para esa confianza era la palabra de Dios y él confió en que sería fiel a su palabra (cf. 10:23). De modo que el nacimiento de Isaac fue el comienzo del cumplimiento de la promesa sobre su descendencia (cf. 6:15). Pero Abraham, Isaac y Jacob murieron todos sin recibir la tierra de Canaán como una herencia terrenal. Las cosas prometidas sólo fueron vistas de lejos y las saludaron (v. 13). Cuando admitieron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra (cf. Gén. 23:4; 47:4, 9) dejaron en claro que anhelaban una patria mejor. Si hubieran estado deseando la Mesopotamia, su lugar de origen, hubieran tenido tiempo de volver y hacer su hogar allí. Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Como en el v. 10, el autor presenta una estrecha conexión entre la fe de los antepasados de Israel y la fe de los cristianos. Todos somos peregrinos en un viaje de fe, encaminados hacia la herencia que Dios nos ha provisto. Aprendiendo a confiar en Dios en la propia situación, los patriarcas esperaron una recompensa que estaba más allá de su herencia terrenal. No tenían la misma promesa clara de una patria celestial como nosotros, pero Dios se deleitó en su fe y, por medio de Jesucristo, les ha preparado una ciudad (la Jerusalén celestial mencionada en 12:22-24).

17-19 La fe de Abraham fue puesta nuevamente a prueba cuando Dios le pidió que sacrificara a su hijo único (Gén. 22:1-8). Como Dios había declarado específicamente que su descendencia sería lograda en Isaac (Gén. 21:12), parecía que no habría más esperanza si Isaac moría. Sin embargo, Abraham consideraba que Dios era poderoso para levantar aun de entre los muertos. Esperaba volver desde el lugar de sacrificio con Isaac (Gén. 22:5) porque sabía que el cumplimiento de los propósitos de Dios dependía de la supervivencia de Isaac. Confiaba en que Dios resolvería el problema. Cuando Heb. llega a la conclusión de que Abraham recibió de nuevo a Isaac, hablando figuradamente (gr. en parabole; cf. 9:9), desde la muerte, el significado puede ser que este hecho prefigura la resurrección del único Hijo de Dios.

20-22 La fe de Isaac fue exhibida especialmente en su ancianidad cuando bendijo a sus dos hijos respecto al porvenir (Gén. 27:27-40). En la providencia de Dios y contra la preferencia natural de Isaac y su intención, el plan salvador de Dios sería cumplido por medio de la línea de Jacob, el hijo menor. La fe de Jacob también fue expresada cuando moría ... y adoró apoyado sobre la cabeza de su bastón (Gén. 47:31). Jacob bendijo a los dos hijos de José, concediendo la mayor bendición al más joven (Gén. 48:8-20). Nuevamente, llegando el fin de sus días, José habló con fe sobre el cumplimiento de las promesas de Dios en el éxodo de los hijos de Israel de Egipto, y pidió que sus huesos fueran enterrados en la tierra prometida (Gén. 50:24, 25). En estos tres episodios los patriarcas miraron más allá de su propia muerte para ver la recompensa que Dios había prometido a su pueblo.

23-28 En esta sección se describe la fe como una fuerza que sostiene a los fieles de Dios en tiempos de oposición y aflicción, capacitándolos para vencer el temor y la tentación y a cumplir sus propósitos para ellos. La actitud de los padres de Moisés es lo primero que se destaca. No demostraron temor ante el mandamiento del faraón sobre la muerte de los hijos varones de los hebreos, y lo escondieron durante tres meses después de nacer (v. 23; cf. Exo. 2:5-12). La fe en Dios es incompatible con el temor a las fuerzas hostiles.

Cuando Moisés creció demostró su propia fe rehusando ser llamado hijo de la hija de faraón (v. 24; cf. Exo. 2:5-12). Como Abraham, rechazó las comodidades y la seguridad terrenales a fin de servir al Dios viviente y verdadero. Podría haber disfrutado por un tiempo de los placeres del pecado (v. 25) y de todos los tesoros de los egipcios (v. 26), pero tenía otras metas. De hecho, cuando se negó a aceptar su posición en la corte egipcia prefirió más bien recibir maltrato junto con el pueblo de Dios. Para Moisés había por delante una mayor riqueza que experimentar por medio del oprobio por Cristo (lit. el desprecio del ungido). Al identificarse con el pueblo ungido por Dios, Moisés experimentó el estigma y el desprecio sufridos en máximo grado por el Mesías (12:2, 3; 13:13; cf. Sal. 89:50, 51; 1 Ped. 4:12-16). Moisés ejemplifica la fe como se la define en el v. 1, porque su secreto fue que fijaba la mirada en el galardón (cf. v. 6) y perseveró como quien ve al Invisible (vv. 26, 27). ¡Moisés temió a Dios más bien que al rey de Egipto! Creyendo que tendría lugar un terrible juicio sobre los primogénitos de Egipto, Moisés obedeció al mandamiento de Dios y celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre (v. 28; cf. Exo. 11, 12). La sangre sobre las casas de los israelitas significaba que el que destruía a los primogénitos no los tocaría a ellos. La fe de Moisés fue un elemento esencial en el plan salvador de Dios para su pueblo.

29-31 La fe de los israelitas cuando pasaron el mar Rojo como por tierra seca fue inspirada por las promesas de Dios que Moisés les hizo conocer (p. ej. Exo. 14:13, 14). Cuando los siguieron las fuerzas egipcias, no estaban motivadas por la fe y fueron destruidas por el juicio de Dios. Después se dan otros dos casos de fe en el período cuando los israelitas invadieron la tierra prometida. Cayeron los muros de Jericó porque los israelitas actuaron de acuerdo con el extraño mandato de Dios y los rodearon marchando por siete días (Jos. 6). La fe de la prostituta Rajab se expresó en su disposición de mostrar hospitalidad a los espías israelitas (Jos. 2:8-11). Ella tenía temor del Dios de Israel, más bien que ante el rey de Jericó, y no pereció cuando el juicio de Dios cayó sobre los incrédulos en esa ciudad (Jos. 6:22-25). Como mujer gentil y pecadora reconocida, se unió a la compañía de aquellos que fueron salvos por la fe.

32-38 En este resumido pasaje el autor menciona específicamente a cuatro jueces (Gedeón, Barac, Sansón, Jefté), un rey (David), junto con Samuel y los profetas, como ejemplos de fe. Luego describe lo que fue logrado por esa fe en las esferas política y militar (vv. 33, 34), con una alusión particular a Daniel (taparon bocas de leones; Dan. 6:22, 23) y a los tres que fueron arrojados al horno en Babilonia (sofocaron la violencia del fuego; Dan. 3:25-28). El logro supremo de la fe es la victoria sobre la muerte en la resurrección (v. 35). Varias mujeres recibieron por resurrección a sus muertos en esta vida (p. ej. 1 Rey. 17:17-24; 2 Rey. 4:17-37). Otros tuvieron que soportar la tortura sin esperar ser rescatados de la prisión, para que pudieran obtener una resurrección mejor para vida eterna. Algunos ejemplos vívidos de todo esto aparecen en los apócrifos, escritos después del período histórico registrado en el AT (p. ej. 2 Macabeos. 6:19, 28; 7:9, 11, 14). Ejemplos de persecución y encarcelamiento se acumulan para convencer a los primeros lectores de Heb. de que su experiencia había sido similar a la de los creyentes de generaciones anteriores (vv. 36-38; cf. 10:32-34) para alentarlos a perseverar en la fe.

39, 40 Una conclusión adecuada al cap. 11 y una transición al llamado del cap. 12 aparecen en estos versículos. Estos recibieron buen testimonio por la fe en el sentido de que Dios la reconoció y los hizo testigos de la fe verdadera para otros (cf. v. 2; 12:1). Pero ninguno de ellos recibió el cumplimiento de la promesa (v. 13). Aunque alcanzaron a ver el cumplimiento de algunas promesas específicas en su vida (p. ej. 6:15; 11:11, 33), ninguno de ellos experimentó las bendiciones de la era mesiánica y el nuevo pacto. Dios había provisto algo mejor para nosotros en el sentido de que su deleite de la perfección por medio de Cristo sólo podría efectuarse en compañía con nosotros. El punto del autor es el de subrayar el enorme privilegio de vivir en estos últimos días (1:2). Sobre el perfeccionamiento de los creyentes, ver notas sobre 10:14. El beneficio final de la obra de Cristo a favor de nosotros es el de compartir en la herencia eterna que ha sido prometida.

Comentario de Santo Toms de Aquino

Lección 6: Hebreos 11,27-31
Dase a conocer la fe que tuvieron Moisés, Josué y la ramera Rahab.27 Por la fe, dejó al Egipto, sin temer la saña del rey, porque tuvo firme confianza en el invisible como si le viera ya.28 Por la fe, celebró la pascua e hizo aquella aspersión de la sangre del cordero, a fin de que no tocase a los suyos el ángel exterminador, que iba matando a los primogénitos.29 Por la fe, pasaron el mar bermejo como por tierra seca, lo cual probando a hacer los egipcios, fueron sumergidos.30 Por la fe cayeron los muros de Jericó, con sólo dar vueltas siete días alrededor de ellos.31 Por la fe, Rahab, que era o había sido una ramera, no pereció con los demás ciudadanos incrédulos, dando en su posada acogida segura a los exploradores que envió Josué.En la Lección anterior trató el Apóstol de la fe de Moisés respecto de lo que hizo en Egipto; aquí trata respecto de lo que hizo al salir de Egipto; y acerca de eso muestra primero lo que hizo en la salida; segundo, el modo de salir de ahí; tercero, qué fue lo que por la fe aconteció con el pueblo infiel.Dice, pues: que "Moisés por la fe deó al Egipto". Así como lo trae el Éxodo, primero huyó de Egipto, después de dar muerte al egipcio; en segundo lugar, salió de ahí cuando sacó a todos los hijos de 1srael. Pero la Glosa explica este pasaje refiriéndose a la segunda salida, porque pone a continuación "sin temer la saña, esto es, la indignación del rey"; ya que en la primera salida se lee en Éxodo 2 que temió (Pr. 14), mas en la segunda no temió (Pr. 8); puede, con todo, referirse a la primera. Mas ¿acaso entonces no temió?Respondo que en el temor hay que considerar dos cosas: una, que a veces puede ser vituperable, es a saber, cuando, por causa del temor, hace uno algo que no debía de hacer, o deja de hacer lo que debía; y de esta manera no temió Moisés, pues no por miedo dejó de,ayudar a sus hermanos. La otra, que puede ser loable, cuando, sin que la fe padezca detrimento, esquiva el peligro, por el temor apremiante (Mt X). Porque si uno, poniendo a salvo la honestidad, pudiese evitar el peligro, y no lo evitara, sería un necio y tentara a Dios, lo cual es diabólico. Así Jesús dejó libre el campo a los que querían apedrearle, ni quiso echarse de arriba abajo, según se lo sugería el demonio; lo mismo Moisés, poniendo su confianza en el auxilio divino, huyó por un tiempo por temor al Rey; y demuestra que esto lo hizo impulsado por la fe, porque el campo de ia fe es de lo que no se ve; y éste "tuvo firme confianza, esto es, esperó en Dios invisible, y en su ayuda, como si le viera ya" (Sal 26; 1 Ti. 1); puesto que en ambas salidas esperaba la ayuda de Dios; de donde en la primera dice: "el Dios de mi padre es mi ayudador" (Ex. 2); y en la segunda: "el Señor peleará por vosotros, y vosotros os estaréis quedos" (Ex. 14,14).-"Por la fe celebró la pascua". 1ndica lo que hizo sobre el modo de pasar de una parte a otra, y pone primero lo que se hizo para preparar la pasada; segundo, lo del tránsito mismo; tercero, lo tocante a lo que por la fe aconteció respecto de la entrada en la tierra prometida.Cuanto a lo primero, pone la historia que trae el Éxodo, donde el Señor, antes de la salida de los hijos de 1srael, es a saber, esa misma noche, dio orden de inmolar el cordero y rociar con su sangre las dos ¡ambas y el dintel de las casas, y comer sus carnes asadas con lechugas silvestres y pan sin levadura, con otras muchas cosas que había que observar, como ahí puede verse. Y esto es lo que se llamaba la pascua, conviene a saber, la comida del cordero y la efusión de la sangre, dos cosas que se júntaron para el tránsito que iban a hacer ya pronto. Dícese pascua, o tomándolo del griego Pasjein, que en latín es padecer, o del hebreo Phase, que es lo mismo que tránsito; con lo cual se figuraba que Cristo pasaría de este mundo al otro por medio de su Pasión (Jn 13). Asimismo que nosotros, por el mérito de su muerte, pasamos de lo terrestre a lo celeste, del infierno al cielo (Sir 24); lo cual ciertamente es fruto de la sangre de Cristo (He X). Y en esa pascua hubo dos tránsitos: uno, por el que pasaba el Señor hiriendo a los egipcios; otro, por el que el pueblo pasaba. Así también, con la sangre, que es el cordero inmaculado, deben rociarse las ¡ambas de los fieles, es a saber, el entendimiento y el afecto.Dice, pues: "por la fe celebró la pascua, esto es, la comida del cordero, e hizo aquella aspersión de la sangre, para rociar las ¡ambas de las casas. Y ¿a qué fin hacía esto?: "a fin de que no tocase a los suyos el ángel exterminador, que iba matando a los primogénitos de los egipcios" (Sal 77).Pero aquí se pregunta ¿por ministerio de quién se hizo esto, conviene a saber, de los ángeles buenos, o de los malos, porque parece que de los malos? (Sal 77). Respondo que no hace al caso que Dios se haya valido de unos o de otros; por lo que hay que saber que el infligir una pena en veces lo ejecuta Dios por medio de los ángeles buenos; pues, como dice Dionisio, castigar lo malo no es malo, sino hacer lo malo, ya que el castigo es obra de la justicia, como parece por el ángel -que se cree fue un buen ángel- que hizo polvo el campamento de los Asirios (Is 37). De donde tai castigo es indiferente se haga por buenos o malos, aunque unos y otros de modo diferente, porque los buenos no castigan sino ejecutando la justicia divina sobre los malos; y en la Sagrada Escritura atribúyense a Dios tanto la operación del diablo como la del buen ángel, de cuya guisa es ésta. Los malos, en cambio, aunque reconozcan vasallaje a la justicia divina, no la ejecutan con la intención de hacerla, sino que a impulso de su perversa voluntad afligen a buenos y a malos, y de mejor grado a los buenos, si se les da permiso, como se ve en Job.Este ángel, que dijo a Moisés: pasará el Señor y herirá de muerte a Egipto, fue un ángel bueno, ya que habla en veces en propia persona. Pero al ángel bueno ayuda a veces el espíritu malo; de donde en aquella ocasión prestó su cooperación, mas con perversa intención y perversa voluntad de hacer fiera mortandad; y así llama a la ira, al furor y al castigo, caterva de ejecutores de desgracias. Por tanto, a los que llevaban la señal de la sangre, puesto que no tenía permiso, no ios tocaba el mal ángel, frenado con el terror y el temor de Dios; pero el bueno, si sentía terror, era por la admiración de ver el poder de Dios.-"Por la fe pasaron el mar bermejo..." Muestra lo que hizo en la pasada misma, esto primero; segundo, que era materia de fe. Dice, pues: que "por la fe pasaron el mar bermejo como por tierra seca"; pues dos cosas se obraron ahí por medio de la fe: una, obra del hombre, es a saber, que echaron a andar para pasar, lo cual no pudo suceder sino a impulso de la fe. Otra, de parte de Dios, que las aguas les sirvieron de muro, a impulso también de la misma fe, ya que a ella se atribuye el obrar milagros (Mt 17). Luego esto se hizo por la fe, esto es, lo mereció la fe (Ex. 14 y 15).Demuestra después que estos acontecimientos pertenecen al ámbito de la fe, porque "probando a hacer lo mismo los egipcios, esto es, queriendo hacer la prueba, fueron devorados" por las aguas, conviene a saber, porque no tuvieron fe (Ex. XV).-"Por la fe cayeron los muros de Jericó con sólo dar vueltas siete días alrededor de ellos". Refiérese a lo que por la fe aconteció a la entrada de la tierra de promisión, como viene contado en el libro de Josué, donde se dice que, al mandato del Señor, por espacio de 7 días y acompañados del arca del testamento, los sacerdotes estuvieron dando vueltas alrededor de la primera ciudad transjordana, Jericó, y que al cabo de esos 7 días y a la séptima vuelta las murallas se vinieron al suelo. Aquí tuvo su parte el hombre, y su parte Dios, es a saber, que por orden del Señor estuvieron dando vueltas, creyendo que había que cumplir esa orden y que, cumplida ella, las murallas se vinieron al suelo.Jericó, en sentido moral, se interpreta luna, o defecto, y significa este mundo. Sus murallas son los estorbos que lo detienen a uno en el mundo. Las trompetas, que los sacerdotes y levitas hacían resonar, la voz de los predicadores. El rodeo de 7 días la carrera toda del presente tiempo, que en 7 días se rodea y acaba; con lo cual se da a entender que todos los estorbos deí mundo vienen a tierra a la continua batería de la voz de la predicación que les declara guerra; "pues las armas con que combatimos no son carnales, sino que son poderosísimas en Dios para derrocar fortalezas, desfruyendo nosotros con ellas los designios humanos, y toda altanería que se engríe contra la ciencia de Dios" (2Co 10,4).-"Por la fe, Rahab, la ramera" Muestra lo que por la fe logró una mujer del pueblo infiel, es a saber, Rahab, de la cual habla el libro de Josué; pues habiendo éste enviado exploradores para reconocer el terreno y la ciudad de Jericó, salvaron la vida y se escaparon gracias a la ayuda de esta mujer, llamada ramera, esto es, idólatra; oK a la letra, meretriz, en cuya casa entraron, no para pecar, sino para esconderse en ella; ya que las casas de tales mujeres están abiertas de par en par, sobre todo de noche, y éstos habían llegado de noche. Asimismo su casa estaba pegada al muro, y las meretrices sin excepción reciben indiferentemente a uno u otro; por consiguiente, su casa podía ofrecerles un mejor escondrijo. Así que por la fe se libró esta muJer De ahí que diga: "por la fe, Rahab, ramera, dando en su posada acogida segura a los exploradores, no pereció con los incrédulos", que perecieron al filo de la espada; porque los exploradores habían jurado librarla a ella y a toda la casa de su padre, como en efecto lo hicieron.Mas ¿por qué se alojaron en su casa más que en otra? Puede decirse que por hacerse menos sospechosa, por razón de su oficio de recibir indiferentemente a todos; ni era decoroso que, por salvarse ellos, pusieran al tablero la vida del que los salvara. Y en el hecho de haberse librado por haberlos acogido, dase a entender que los que reciben a los predicadores del Evangelio se libran de la muerte eterna (Mt X).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XI.

1 What faith is. 6 Without faith we cannot please God. 7 The worthy fruits thereof in the Fathers of old time.
1 Now faith is the [ Or, ground, or confidence.] substance of things hoped for, the euidence of things not seen.
2 For by it the Elders obtained a good report.
3 Through faith we vnderstand that the worlds were framed by the word of God, so that things which are seene were not made of things which doe appeare.
4 By faith Abel offered vnto God a more excellent sacrifice then Kain, by which he obtained witnes that he was righteous, God testifying of his gifts: and by it he being dead, [ Or, is yet spoken of.] yet speaketh.
5 By faith Enoch was translated, that he should not see death, and was not found, because God had translated him: For before his translation he had this testimonie, that he pleased God.

[The force of faith.]

6 But without faith it is impossible to please him: for hee that commeth to God, must beleeue that he is, and that he is a rewarder of them that diligently seeke him.
7 By faith Noah being warned of God of things not seene as yet, [ Or, being wary.] moued with feare, prepared an Arke to the sauing of his house, by the which he condemned the world, and became heire of the righteousnesse which is by faith.
8 By faith Abraham when he was called to goe out into a place which hee should after receiue for an inheritance, obeyed, and he went out, not knowing whither he went.
9 By faith hee soiourned in the land of promise, as in a strange countrey, dwelling in tabernacles with Isaac and Iacob, the heires with him of the same promise.
10 For hee looked for a citie which hath foundations, whose builder and maker is God.
11 Through faith also Sara her selfe receiued strength to conceiue seede, and was deliuered of a child when she was past age, because she iudged him faithful who had promised.
12 Therfore sprang there euen of one, and him as good as dead, so many as the starres of the skie in multitude, and as the sand which is by the sea shore innumerable.
13 These all died [ Greek: according to faith.] in faith, not hauing receiued the promises, but hauing seene them a farre off, and were perswaded of them, and embraced them, and confessed that they were strangers and pilgrims on the earth.
14 For they that say such things, declare plainly that they seeke a countrey.
15 And truly if they had been mindfull of that countrey, from whence they came out, they might haue had opportunitie to haue returned:
16 But now they desire a better countrey, that is, an heauenly: wherefore God is not ashamed to bee called their God: for he hath prepared for the a city.
17 By faith Abraham when he was tried, offered vp Isaac: and he that had receiued the promises, offered vp his onely begotten sonne,
18 [ Or, To.] Of whom it was said, That, in Isaac shall thy seed be called:
19 Accounting that God was able to raise him vp, euen from the dead: from whence also he receiued him in a figure.

[The force of faith.]

20 By faith Isaac blessed Iacob and Esau concerning things to come.
21 By faith Iacob when hee was a dying, blessed both the sonnes of Ioseph, and worshipped leaning vpon the top of his staffe.
22 By faith, Ioseph when hee died, [ Or, remembred.] made mention of the departing of the children of Israel: and gaue commandement concerning his bones.
23 By faith; Moses when hee was borne was hid three moneths of his parents, because they saw he was a proper childe, and they not afraid of the Kings commandement.
24 By faith Moses when hee was come to yeeres, refused to bee called the sonne of Pharaohs daughter,
25 Chusing rather to suffer affliction with the people of God, then to enioy the pleasures of sinne for a season:
26 Esteeming the reproch [ Or, for Christ.] of Christ greater riches then the treasures in Egypt: for he had respect vnto the recompense of the reward.
27 By faith hee forsooke Egypt, not fearing the wrath of the king: for he indured, as seeing him who is inuisible.
28 Through faith he kept the Passeouer, and the sprinkling of blood, lest he that destroyed the first borne, should touch them.
29 By faith they passed through the red sea, as by drie land: which the Egyptians assaying to do, were drowned.
30 By faith the walles of Iericho fell downe, after they were compassed about seuen dayes.
31 By faith the harlot Rahab perished not with them [ Or, that were disobedient.] that beleeued not, when shee had receiued the spies with peace.
32 And what shall I more say? for the time would faile mee to tell of Gideon, and of Barak, and of Sampson, and of Iephthah, of Dauid also and Samuel, and of the Prophets:
33 Who through faith subdued kingdomes, wrought righteousnesse, obteined promises, stopped the mouthes of Lions,
34 Quenched the violence of fire, escaped the edge of the sword, out of weakenesse were made strong, waxed valiant in fight, turned to flight the armies of the aliens.
35 Women receiued their dead raised to life againe: and others were [ 2; Macc. 7.7.] tortured, not accepting deliuerance, that

[Gods chastening.]

they might obtaine a better resurrection.
36 And others had triall of cruell mockings and scourgings, yea moreouer, of bonds and imprisonment.
37 They were stoned, they were sawen asunder, were tempted, were slaine with the sword: they wandered about in sheepskinnes, and goat skins, being destitute, afflicted, tormented.
38 Of whome the world was not worthy: they wandered in deserts, and in mountains, and in dennes and caues of the earth.
39 And these all hauing obtained a good report through faith, receiued not the promise:
40 God hauing [ Or, foreseene.] prouided some better thing for vs, that they without vs, should not be made perfect.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



62 (V) Ejemplos, disciplina, desobe(-)diencia (11,1-12,29).
(A) La fe de los antiguos (11,1-40). 1. El significado de las dos palabras gr. hypostasis y elenchos es objeto de una amplia discusión. Mientras que muchos comentaristas entien(-)den hypostasis como «confianza» y elencos como «convicción», H. Koester piensa que ninguno de esos significados «subjetivos» es correcto, y que las palabras significan, respec(-)tivamente, «realidad» y «demostración» obje(-)tiva (cf. «Hypostasis», TDNT 8.572-89). La fe (pistis) es, pues, según esta propuesta, «la rea(-)lidad» de los bienes esperados, la «prueba» de cosas que no se pueden ver: lo segundo sería el mundo celestial; lo primero, las realidades de dicho mundo. J. A. Fitzmyer se siente «incli(-)nado a coincidir» con esa opinión (cf. J. Reumann, J. A. Fitzmyer y J. D. Quinn, Righteousness in the New Testament [Filadelfia 1982] 222-23). Está claro que hypostasis significa «realidad» (o «sustancia») al menos en Heb 1, 3, pero L. Goppelt considera que la lectura que Koester hace de 11,1 a la luz de ese texto es «un cortocircuito semántico» (Theology [--> 42 supra] 2. 264). Además, como señala J. Thompson, el contexto de 11,1 (10,32-39; 11,3-40) indica «una insistencia en la experiencia del creyente». Aunque coincide con Koester en que la fe es para Heb «realidad» y «prueba», Thompson sostiene que es además conoci(-)miento y comprensión del mundo invisible, y hace la verosímil conjetura de que el significa(-)do del reiterado pistei («por la fe») del cap. 11 es: «por el reconocimiento de lo que constitu(-)ye la verdadera realidad». Tal reconocimiento está también íntimamente vinculado con la es(-)peranza (cf. Beginnings [--> 3 supra] 70-75). 3. los mundos fueron formados por la palabra de Dios: Véanse el comentario a 1,2; Sal 33,6; Sab 9,1. Este versículo parece romper la continui(-)dad del argumento, pues trata de la fe del au(-)tor y la de los destinatarios de su epístola, y no de la de los antiguos; pero ilustra el segundo aspecto de la fe mencionado en el v. 1.
63 4. Para una lista de héroes semejante a la que empieza en este versículo, cf. Eclo 44,1 - 50,21. por la fe ofreció Abel un sacrificio: El AT nada dice acerca del motivo del sacrificio de Abel; probablemente el autor estaba influen(-)ciado por su propia convicción de que sin fe es imposible agradar a Dios (v. 6) y por la afir(-)mación de Gn 4,4 de que a Dios le agradó el sacrificio de Abel, aunque muerto, sigue ha(-)blando: Posible referencia a Gn 4,10, pero, más probablemente, indicación del testimonio imperecedero de la fe dado por el ejemplo de Abel. 6. ha de creer que existe y que recompen(-)sa a los que le buscan: Probablemente, los dos objetos de fe se deben entender como sinóni(-)mos, es decir, no se trata del mero hecho de la existencia de Dios, sino de su existencia como Aquel que ha entrado en relaciones de gracia con los seres humanos. Para la opinión con(-)traria, de que Dios no se interesa por la con(-)ducta humana, véase Sal 53,2, donde la declaración del necio expresa un ateísmo práctico, no especulativo. 7. advertido sobre lo que aún no se veía: cf. Gn 6,13. condenó al mundo: El autor parece haber echado mano de una tradi(-)ción a la que se alude en 2 Pe 2,5: Noé advirtió a sus contemporáneos del diluvio inminente y les instó al arrepentimiento, pero sin éxito. El acontecimiento acreditó su fe, que fue una condena de la incredulidad de aquéllos.
64 8-9. Cf. Gn 12,1.4; 15,16.18; 26,3; 35,12. 10. esperaba la ciudad asentada sobre ci(-)mientos: La estancia de Abrahán en Canaán se interpreta como una indicación de que el pa(-)triarca comprendió que su morada permanen(-)te no estaría en ningún lugar de la tierra, sino en la ciudad celestial; en esto se le hace pare(-)cerse al creyente cristiano (cf. 13,14). 11 .por la fe, también Sara recibió vigor para la siembra de semilla: El texto gr. parece atribuir a Sara el papel masculino en la concepción de Isaac (cf. Gn 18,1-15). Algunos entienden que el texto significa: «aunque Sara era estéril, (Abrahán) recibió...» o «(Abrahán), junto con Sara, recibió...»; cf. TCGNT 672-73.
65 13-16. Fue Abrahán quien dijo que era extranjero y forastero (Gn 23,4), pero en este pasaje el autor atribuye a todos los patriarcas el reconocimiento de que su patria estaba en el cielo. Para la idea de que Dios no se ha «avergonzado» de llamarse su Dios, cf. Ex 3,6.
17-18. El último ejemplo de la fe de Abrahán es su obediencia al mandato de ofrecer a Isaac en sacrificio (Gn 22,1-19). Se discute si la creencia judía, atestiguada con posterioridad, en el poder de expiación vicaria del sacrificio, con Isaac como víctima voluntaria, existía allá cuando se compuso Heb; en contra, véase P. Davies y B. Chilton, CBQ 40 (1978) 514-46; a favor, véase J. Swetnam, Jesús and Isaac (AnBib 94, Roma 1981). 19. como símbolo:Algu(-)nos entienden que el gr. en parabolé significa «hablando en sentido figurado», puesto que Isaac de hecho no murió. Pero parece más probable que su liberación de la muerte se vea como símbolo de la resurrección de Jesús.
66 23-28. Siguen cuatro ejemplos de fe vinculados con la historia de Moisés. La glori(-)ficación de Moisés en los w. 24-27 no guarda correspondencia con el relato del AT (Éx 2,11-15). el oprobio del Mesías: Interpretación cristológica del hecho de que Moisés decidiera compartir el sufrimiento de su pueblo. 32-38. El autor alude sumariamente a otros héroes del AT, llamando a unos por su nombre, a otros no. Resulta imposible saber en todos los casos a quién se refieren las alusiones. Los su(-)frimientos de los w. 35b-38 son principalmen(-)te los soportados por los fieles israelitas en la persecución que precedió y acompañó a la revuelta macabea (cf. 1 Mac 1,60-63; 7,34; 2 Mac
6,18-31; 7,1-42). 40. de manera que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección: El cumpli(-)miento de la promesa no tuvo lugar hasta que hubo quedado completada la obra salvadora de Cristo. Ahora han obtenido (6,12) lo que los cristianos que están todavía en la tierra po(-)seen sólo en forma de anticipo.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



3. Ver Gn. 1; Jua_1:3; Rom_1:20.

4. Gen_4:4.

5. Gen_5:24.

7. Ver Gen_6:8-22; 1Pe_3:20; 2Pe_2:5.

8. Gen_12:1-4.

9. Gen_23:4; Gen_26:3; Gen_35:12.

11. Ver Gen_17:19

12. Gen_22:17.

13. Gn. 23 4.

16. Ver 13. 14; Flp_3:20.

17. Gen_22:1-1 4.

18. Gn. 21 12

20. Ver Gn. 272Cr_27:40.

21. Gen_47:31 (texto griego).

23. Exo_2:2.

24. Exo_2:11

26. SaI. 89. 51-52.

27. Ver Exo_2:15.

28. Exo_12:11-14, Exo_12:22-23.

29. Ver Exo_1 4:22, Exo_1 4:27.

30. Ver Jos_6:20.

31. Ver. Jos_21:21 : Jos_6:17

40. La «perfección» pertenece a la Nueva Alianza, inaugurada por la entrada de Cristo en el Santuario celestial (9. 11-12), que nos da acceso a los bienes eternos.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

La fe - esperanza. La fe nos mantiene firmes en la espera de lo que todavía «no se ve» (1), aludiendo a esa segunda y definitiva venida del Señor. Son los ojos de la fe los que perciben en lontananza al que ha de venir, es más: la fe posee ya, por anticipado, esa realidad del encuentro definitivo con el Señor que se perfila como el horizonte último de la historia y que da sentido al tiempo presente.
Dios ha hecho una promesa y el creyente se fía de ella, por eso espera. Esta fe transida de esperanza es la clave de interpretación de la verdadera historia del pueblo de Israel, que el predicador nos va a mostrar como una historia de fe a través de las gestas de sus protagonistas a quienes presenta justamente como campeones y testigos de la fe.
El recorrido histórico es largo y detallado. Menciona a quince personajes por sus nombres y a otros muchos anónimos que superaron toda clase de pruebas y soportaron indecibles sufrimientos y tribulaciones, que fueron marginados, excluidos, perseguidos, encarcelados, despreciados, torturados, asesinados. El predicador termina su recorrido con una exclamación: «el mundo no era digno de ellos» (38), como queriendo resaltar la superior calidad humana y estatura moral de esas personas a quienes, de ordinario, la sociedad en que viven no tiene la capacidad de reconocer ni de apreciar.
¿Cómo pudieron aquellos hombres y aquellas mujeres hacer lo que hicieron, mantenerse firmes, luchar contra corriente y sin tregua en el mundo hostil en que les tocó vivir? «Por la fe», afirma el predicador, repitiendo la expresión detrás de cada nombre (22 veces) como la melodía de fondo que dio sentido a sus vidas. La fe los convirtió en «peregrinos y forasteros en la tierra» (13), buscadores de una patria mejor (16). Por la fe en lo prometido, Jesús el Mesías, murieron «viéndolo y saludándolo de lejos» (13), aunque no llegaron a conocerlo. Por la fe ofrecieron sus vidas «prefiriendo una resurrección de más valor» (35).
Al final de su recorrido histórico por los personajes de la historia de Israel, el predicador afirma que aquellos no cumplieron su destino sin nosotros (40). Por una parte, abarca en un abrazo solidario a todos los testigos de la fe que peregrinaron por la tierra buscando, creyendo y esperando en Dios, aunque no llegaron a conocer a Aquel en quien la fe tiene sentido y cumplimiento: Jesús de Nazaret. Por otra, nos abarca a nosotros, los cristianos que sabemos y conocemos y por eso completamos el destino de todos ellos al anunciar y proclamar el nombre santo del Salvador universal. Ésta es la misión de la Iglesia: ser el signo, el sacramento de la salvación que Dios ofrece en la muerte y resurrección de Jesucristo a todos los hombres y todas las mujeres de toda raza y nación.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 11.3 Gn 1.1; Sal 33.6,9; 2 Mac 7.28; Jn 1.3.

[2] 11.4 Gn 4.3-7.

[3] 11.5 Gn 5.21-24; Eclo 44.16; Sab 4.10.

[4] 11.7 Gn 6.13-22; 7.1; Eclo 44.17-18; 1 P 3.20.

[5] 11.8 Gn 12.1-5.

[6] 11.9 Cf. Heb 6.13-15.

[7] 11.9 Gn 23.4; 26.3; 35.12,27.

[8] 11.11 Gn 15.6; 17.19; 18.11-14; 21.2.

[9] 11.12 Gn 15.5; 22.17; 32.13; Eclo 44.21.

[10] 11.13 Gn 23.4.

[11] 11.16 Ex 3.6,15.

[12] 11.17 Gn 22.1-14.

[13] 11.18 Gn 21.12.

[14] 11.19 Gn 22.5,13.

[15] 11.20 Gn 27.27-29,39-40.

[16] 11.21 Gn 47.31--48.20 (gr).

[17] 11.22 Gn 50.24-25; Ex 13.19; Jos 24.32.

[18] 11.23 Ex 1.22--2.2.

[19] 11.24 Ex 2.10-12.

[20] 11.26 La deshonra del Mesías: Puede entenderse en el sentido de que Moisés se hizo solidario con su pueblo en su sufrimiento (Ex 2.10-15), del mismo modo que el Mesías se haría solidario con su pueblo (Sal 69.9; Is 63.9; cf. Ro 15.3).

[21] 11.27 Cf. Ex 2.11-15, o bien Ex 13.17--14.30.

[22] 11.28 Ex 12.21-30.

[23] 11.29 Ex 14.21--15.21.

[24] 11.30 Jos 6.12-21.

[25] 11.31 Jos 2.1-21; 6.22-25.

[26] 11.32 Gedeón: Jue 6--8.

[27] 11.32 Barac: Jue 4--5.

[28] 11.32 Sansón: Jue 13--16.

[29] 11.32 Jefté: Jue 11--12.

[30] 11.32 David: 1 S 16.1--1 R 2.11.

[31] 11.32 Samuel: 1 S 1.1--25.1.

[31] 11.33 Jue 14.5-6; 1 S 17.34-37; Dn 6.

[33] 11.34 Dn 3.

[33] 11.35 1 R 17.17-24; 2 R 4.25-37.

[35] 11.35 El autor hace referencia a acontecimientos de la historia judía, como los sucedidos en la persecución del tiempo de los Macabeos. Cf. 2 Mac 6.18--7.42.

[36] 11.36 Jer 20.2; 37.15.

[37] 11.36 1 R 22.26-27; 2 Cr 18.25-26; Jer 20.2; 37.15; 38.6.

[38] 11.37 Cf. 2 Cr 24.20-21.

[39] 11.37 Según la tradición, Isaías murió de esta manera durante el reinado de Manasés (cf. 2 R 21.16).

[40] 11.37 Jer 26.23; 2 Mac 5.24-27.

[41] 11.38 1 R 18.4; 19.9; 2 Mac 6.11; 10.6.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Después de los Patriarcas, Moisés era la figura más venerada por el pueblo hebreo, que veía en él a su fundador y a su legislador (cfr 3,1-5). El punto central de la enseñanza de este pasaje (vv. 23-29) es la doble elección a la que obliga la fe: por una parte, abandonar el goce del pecado y abrazar el sufrimiento del pueblo de Dios (vv. 24-25); por otra, despreciar los «tesoros de Egipto» y optar por el «oprobio de Cristo» (v. 26). Esta última expresión indica que los sufrimientos pasados en Egipto por el pueblo elegido prefiguran los dolores del Mesías.

A continuación (vv. 30-40), evocando proezas y sufrimientos de los que salieron victoriosos gracias a su fe, el autor sagrado menciona los testimonios de fe dados por los héroes, jueces, reyes, profetas y mártires desde el tiempo de la conquista de la tierra prometida. Tan sólo cita, sin seguir un estricto orden cronológico, a los jueces más importantes (Gedeón, Barac, Sansón y Jefté), al más glorioso de los reyes (David) y al más célebre de los profetas antiguos (Samuel). Finalmente recuerda, sin referir nombres, hechos relevantes de fe y fidelidad.


Torres Amat (1825)



[3] Se puede traducirPor la fe entendemos que con la sola palabra de Dios fueron formados todos los siglos, haciéndose de cosas invisibles, o que eran nada, las visibles.

[4] Con fuego del cielo u otra señal manifestó cuán agradable le era su ofrenda.

[5] Esto solamente se alcanza con la fe animada de la caridad.

[16] Se complació tanto en la fe de sus siervos, que no desdeñó llamarseDios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.

[19] Como figura de la resurrección de Jesucristo, inmolado por la voluntad de su eterno Padre sobre el leño de la cruz.

[23] Y creyeron que Dios le tenía reservado para grandes cosas a favor de su pueblo.

[30] Llevando los sacerdotes el arca santa, tocando las trompetas.

[34] Como David, los macabeos y otros.

[36] Como Sansón, varios profetas, José, Jeremías y otros.

[37] Como Nabot, Zacarías, Isaías y otros profetas.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*11:1-31 Este conocido pasaje sobre la fe la define el v. Heb 11:1 desde sus dos aspectos principales: convicción segura de lo que se espera y posesión anticipada de los bienes invisibles; en Heb 11:2-31 se resalta la importancia de la fe con una detallada referencia a los principales episodios y personajes bíblicos desde los orígenes hasta la entrada de Israel en la tierra prometida.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_14:22, Éxo_14:27

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_14:22, Éxo_14:27

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.u

u: Éxo 14:21-31.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

mar Rojo...Éxo 14:21-31.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Éxo 14:1-31.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Éxo 14:16-30

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I πεῖραν λαβόντες I] habiendo hecho el intento.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

γῆς WH Treg NA28 ] – RP

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Gal 2:10 *Rom 15:26 *2Cor 8:9