Ver contexto
pues nuestro Dios es fuego devorador.
(Hebreos 12, 29) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 12

e) Mirada al promotor y consumador de la fe (12,1-3).

1 Así pues, también nosotros, rodeados de tan gran nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos sirve de peso, incluso del pecado que nos acosa, y corramos con constancia la carrera que se nos presenta, 2 fija nuestra mirada en el promotor y consumador de la fe: Jesús. El cual, frente al gozo que se le presentaba 60, soportó la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Fijaos bien en él, que soportó tamaña contradicción contra sí mismo por parte de los pecadores, para que no os canséis ni perdáis ánimos.

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60. La carta habla probablemente del gozo, como premio de la victoria que sólo se alcanza con el sufrimiento (cf. 12,11). Otros traducen: «en lugar del gozo»

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Ha terminado la enumeración de los testigos de la fe del Antiguo Testamento, con sus múltiples y variados sufrimientos. La carta se vuelve de nuevo directamente a la comunidad oprimida, con el fin de estimularla a perseverar en el duro combate de la fe. La imagen de la carrera nos es conocida por san Pablo 61, pero también por la literatura profana. Ya en la antigüedad entusiasmaban los deportes a las masas. La nube de testigos nos la debemos quizá imaginar como los espectadores que desde las graderías del estadio siguen las incidencias de la lucha. Aunque sólo sea por razones de sentido común, todo corredor se despojará de todo lo que le pueda ser gravoso o le exponga a caer, pensamiento ascético muy fructuoso, supuesto que exista la voluntad de luchar. Ahora bien, precisamente esto parece faltarle a la comunidad de la carta a los Hebreos: han olvidado que la corona de la victoria sólo se alcanza tras ruda lucha.

Una vez más nos encontramos con el término ya clásico de «constancia» (hypomone, cf. 10,36), y como modelo supremo de tal fe constante, paciente y tolerante debe presentarse a los ojos de los luchadores fatigados y decaídos, la imagen de Jesús crucificado y encumbrado a la diestra de Dios Padre. En él es en quien la fila de los mártires y testigos de la fe veterotestamentarios llega completamente a la meta; él es el «consumador de la fe», porque con su muerte realizó y hasta convirtió en realidad tangible la promesa hecha a la fe. Sin Jesús sería vano todo marchar, correr y luchar; nunca se llegaría a la meta. Ahora bien, Jesús sólo pudo y puede ser consumador de la fe porque él mismo es a la vez su «promotor», es decir, su iniciador e instigador.

L,a palabra griega arkhegos, que hemos traducido por promotor, no sólo describe la función de Jesús, que como guía, conductor, adalid de sus hermanos, los redimidos, los precede hacia la herencia celestial, sino que al mismo tiempo indica también su posición pretemporal de Hijo y mediador de la creación en el mundo arquetípico celestial. Así pues, hablando filosóficamente, es Jesús la razón de que sea posible la existencia de la fe (en sentido de la carta a los Hebreos), y es también el garante de que tal fe no va a parar en el vacío. Con su propio ejemplo nos mostró Jesús cómo el oprobio y la ignominia, la cruz y la muerte sangrienta conducen al gozo y gloria eternos. A los creyentes que corrían peligro de desfallecer debía decirles ya la razón misma que abandonar el campo sería la mayor insensatez. ¿Cómo pueden esperar el gozo eterno sin «soportar contradicción por parte de los pecadores»?

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61. 1Co_9:24-26; Gal_2:2; Phi_2:17; Phi_3:13.14.

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3. SABIDURÍA EDUCATIVA DIVINA (Phi_12:4-11).

4 En vuestra lucha contra el pecado, todavía no habéis resistido hasta derramar vuestra sangre; 5 y habéis olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos: «Hijo mío no desdeñes la corrección del Señor ni te desanimes porque te reprenda. 6 Porque el Señor corrige a quien él ama, y castiga a todos los hijos que adopta» (Pro_3:11-12). 7 Para corrección vuestra estáis soportando esto. Dios os trata como a hijos. ¿Y qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Y si quedáis sin corrección, de la que todos han participado, es que sois bastardos y no hijos. 9 Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos corregían, y los respetábamos. ¿No nos someteremos con mayor razón al Padre de los espíritus, y así viviremos? 10 Aquéllos, en efecto, nos corregían, según su manera de ver, para un corto plazo de tiempo; pero él lo hace para nuestro provecho, para que compartamos su santidad. 11 En un primer momento, la corrección no parece agradable, sino dolorosa; pero, a la larga, reporta a los que en ella han sido ejercitados un fruto pacífico de justicia.

Cada vez aparece más claro que la comunidad de la carta a los Hebreos rehuye persecución y sufrimientos. Seguramente se habían imaginado que era cosa más sencilla ser cristianos y habían pensado que un hijo de Dios tiene derecho a la protección de su Padre celestial 62. Contra esta concepción pagana de la relación de padre a hijo entre Dios y el hombre se había pronunciado ya la historia de las tentaciones en los evangelios (Mat_4:1-11; Luk_4:1-13). La preservación de las miserias de la tierra y la salvación maravillosa de los peligros de muerte es -y se comprende muy bien- lo que toda persona devota espera ante todo de su Padre de los cielos. Sin embargo, la suerte de su «promotor y consumador» debían ya dar qué pensar al cristiano. Como el Hijo «aprendió, por lo que padeció, la obediencia» (Luk_5:8), así también educa Dios a sus otros hijos en una dura escuela de sufrimientos. Aunque el contexto daba pie espontáneamente a tal motivación cristológica, e incluso la provocaba, el autor se contenta con la cita, de tenor muy racional, del libro de los Proverbios: Dios procede como todo padre razonable que quiere sacar algo bueno de sus hijos. Así pues, el sufrimiento y la prueba no son señales de la cólera divina, sino pruebas de su amor y solicitud paternal.

Este punto de vista, que el Antiguo Testamento subraya ya en numerosos pasajes 63, no está hoy desgraciadamente muy desarrollado en la actual conciencia cristiana. Con una doctrina exagerada y unilateral del pecado original se presentan con frecuencia todos los sufrimientos y molestias de la vida simplemente como consecuencias de la caída de los primeros padres. Pero esta explicación nada convincente no solamente hace de Dios una figura de cuento de hadas, sino que además quita al sufrimiento humano su carácter de quehacer que hay que asumir con responsabilidad personal. Ahora bien, precisamente esto es a lo que apunta la carta a los Hebreos con su solución del problema del sufrimiento. Los lectores deben sentirse tratados por Dios como hijos con las pruebas que se les imponen, deben saber que la severa disciplina a que los somete el «Padre de los espíritus» 64 es precisamente para su bien personal. Naturalmente, hay en el Nuevo Testamento todavía otros aspectos, que a primera vista pueden parecer más «teológicos»: se habla de las «tribulaciones de los últimos tiempos», de la «participación en los padecimientos de Cristo» o de las consecuencias de pecados personales (por ejemplo: 1Co_11:30); sin embargo, el pensamiento desarrollado por nuestra carta tiene, con todo, la ventaja de estar al alcance de cualquier persona y de poderse realizar sin exageraciones religiosas.

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62. Cf. Wis_2:18 : «Porque si el justo es hijo de Dios, él le acogerá y le librará de las manos de sus enemigos». Así hablan los impíos.

63. Cf. Deu_8:5; Jer_2:30; Jer_5:3; Jer_31:18; Psa_118:18; Job_5:17.18; 2Ma_6:12-16; Wis_12:22.

64. Cf Num_16:22; Num_27:16 : «el Dios de los espíritus y de toda carne». Sin embargo, con toda seguridad, en la carta a los Hebreos, la expresión no se refiere a la paternidad de Dios con respecto a los ángeles, sino con respecto al «espíritu» del hombre (cf. 4,12; 12,23).

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4. CORRESPONSABILIDAD PASTORAL (12,12-17).

12 Por tanto, levantad las manos caídas y enderezad las rodillas vacilantes, 13 y haced los senderos rectos para vuestros pies, a fin de que lo que cojea no se disloque, sino más bien se cure. 14 Buscad la paz con todos, así como la santificación, sin la cual nadie podrá ver al Señor. 15 Estad alerta para que nadie se vea privado de la gracia de Dios y se quede atrás; para que ninguna raíz amarga creciendo rápida, perturbe y contamine la comunidad; 16 para que no haya algún fornicario o profanador, como Esaú, que por un solo plato de comida vendió su primogenitura. 17 Pues bien sabéis que, después, cuando se empeñó en heredar la bendición, fue rechazado, ya que, por más que lo solicitó a lágrima viva, no obtuvo un espacio para penitencia.

La última parte exhortatoria y conminatoria de la carta se dirige de nuevo a la comunidad entera y subraya la corresponsabilidad pastoral de todos los fieles. No solamente cada uno en particular debe aspirar a la fe y a la santificación, sino que la comunidad en cuanto tal tiene el encargo de cuidar de la salud espiritual de sus miembros. Lo que más tarde se concentrará en el cargo del episkopos, el obispo, es aquí todavía asunto de la comunidad entera. El «estar alerta», al igual que toda medida disciplinaria en la Iglesia, tiene por objeto contribuir a sanar y a santificar al miembro enfermo y al mismo tiempo preservar de contagio a los miembros sanos.

Aquí se mencionan tres actitudes defectuosas que, en la actual situación de flaqueza de la comunidad, encierran especial peligro y fácilmente pueden conducir a la reprobación definitiva:

1) «...que nadie, se vea privado de la gracia de Dios Y se quede atrás.» Una vez se puso ya en guardia contra este verse privado o frustrado y llegar tarde o «quedarse atrás» (4,1). Entonces se trataba de la entrada en el reposo de Dios, meta eterna de la promesa. Ahora deben los fieles cuidar de no verse privados de la gracia de Dios, de no quedarse atrás, fórmula un tanto oscura y que suena como algo muy general. Si la exhortación fuera dirigida a los particulares, se podría entender en sentido de una ascética moderna: el cristiano no debe quedarse atrás, desatender las invitaciones de la gracia o no debe excluirse del estado de gracia santificante con pecados graves. Pero nuestra carta habla de un deber de vigilancia de la comunidad, y así parece que la «gracia de Dios» ha de entenderse como una entidad objetivamente verificable. ¿Se puede conjeturar que la gracia de Dios se ha de hallar allí donde está el «trono de la gracia» (4,16) y donde se manifiesta el «espíritu de la gracia» (10,29), o sea, en el culto comunitario? Entonces la exhortación significaría sencillamente: Cuidad de que nadie se excluya de la palabra de la gracia ahora accesible (cf. 10,25), para que más tarde no se quede atrás, cuando Dios, en el juicio, imparta su gracia salvadora, la «bendición».

2),«...para que ninguna raíz amarga creciendo rápida, perturbe y contamine la comunidad.» La imagen se remonta a Deu_29:17, donde el culto de los ídolos se compara con una raíz que produce veneno y degenera en bilis. En lugar de «en bilis» (en khole) se dice en nuestra carta: «perturbe» (enokhle). Con esto se da a entender un comportamiento perturbador, perjudicial para el crédito de la comunidad y que contamina a los otros. Aquí no hay que pensar necesariamente, como en el caso del Deuteronomio, en la apostasía de la fe y la vuelta a la idolatría. «Raíz amarga» puede llegar a ser todo miembro de la comunidad, que con descontento, murmuración y comportamiento indecoroso escandaliza e induce a otros a pecar.

3) «...para que no haya algún fornicario o profanador como Esaú, que por un solo plato de comida vendió su primogenitura.» La fornicación y otros excesos significan muy a menudo en el Antiguo Testamento la idolatría con sus cultos orgiásticos de la fecundidad y sus comilonas y francachelas. Así también aquí se podría poner en guardia contra la apostasía y la vuelta al paganismo. Pero la apostasía no es siempre un simple fenómeno de separación externa voluntaria, de deserción de la Iglesia, sino que puede ir también acompañada de un comportamiento sumamente ruinoso dentro de la comunidad misma. Entonces los responsables de la comunidad tienen el deber de expulsar tales elementos dañinos, caso que no se produzca mejora (cf. Mat_18:15).

Supuesta esta situación de arrepentimiento, tiene también su explicación la dura expresión «no logró un cambio de parecer», aunque «lo solicitó a lágrima viva». En efecto, el topos metanoias, literalmente «lugar» o «espacio de penitencia», considerado como término técnico de la doctrina penitencial, designa una posibilidad de conversión otorgada por Dios. Tal espacio de penitencia está siempre determinado en cuanto al tiempo, sólo Dios fija su comienzo y su fin. Nuestro moderno concepto psicológico del arrepentimiento, que hace que la penitencia dependa de la buena voluntad del hombre, olvida fácilmente este hecho fundamental. Por ello existe un «demasiado tarde», una ocasión dejada pasar, que ni siquiera con lágrimas se puede hacer que vuelva ya. No cabe la menor duda sobre el momento a que se refería nuestra carta. Es el momento del juicio, en el que Dios (= Isaac) otorga su bendición o pronuncia la reprobación. Entonces el cristiano imitador de Esaú implorará todavía con lágrimas y lamentaciones 65 un último «espacio para penitencia», pero Dios no podrá ya otorgarle tal oportunidad. La revelación de Cristo fue el último y definitivo acto de gracia de Dios en favor de la humanidad y la creación entera.

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65. Los llantos de los impíos en el juicio forman parte del esquema fijo de las escenas de reprobación (Wis_5:2; Mat_8:12; Luk_6:21, etc.)

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5 JUICIO Y GRACIA (Luk_12:18-29).

Esta sección se puede llamar sin exageración el punto culminante de la retórica de la carta. La misma estructura formal es sumamente artificiosa y refleja en pequeño la técnica del conjunto. A la exposición teológica (v. 18-24) sigue inmediatamente la aplicación parenética (v. 25-29). Cada una de las dos mitades está a su vez bipartita: el texto teológico contrapone la revelación divina en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, la parénesis de la advertencia amenazadora a la promesa estimulante. La misma articulación del período muestra hasta qué punto el autor piensa en contrastes, cómo hace que el entonces y el ahora, la tierra y el cielo, lo transitorio y pasajero y lo que no es susceptible de sacudidas se reúnan en cuadros impresionantes, con el fin de poner claro lo grave de la situación ante los ojos de sus cristianos que se hallan en peligro.

18 Ahora bien, vosotros no os habéis acercado a lo tangible: fuego ardiente, tinieblas, torbellino, 19 sonido de trompeta, estruendo de palabras tales, que los que las oían pedían que se acabaran. 20 Porque no aguantaban esta prescripción dada: «Incluso el animal que toque el monte será apedreado» (Exo_19:13). 21 Y era tan terrible aquel espectáculo, que el mismo Moisés llegó a exclamar: «Estoy aterrado de miedo» (Deu_9:19) y temblando.

Sería demasiado fácil reducir a términos simples la contraposición entre la alianza del Sinaí y la de Sión: allí terror y temor repelente, aquí gracia y gloria que atraen. ¿Por qué, pues, se designa luego a Dios, en medio de los bienes de la salvación neotestamentaria como «juez de todos» los hombres? ¿Por qué, pues, luego en la parte parenética se amenaza a los cristianos desobedientes con un juicio, que todavía será mucho más terrible que el que se fulminó contra los israelitas incrédulos en el desierto? Hace ya mucho tiempo que sabemos que nuestra carta no polemiza contra el judaísmo, sino que trata de poner remedio a la debilidad de la fe de sus lectores cristianos recurriendo para ello a argumentos escriturísticos. Ya en 12,17 nos hemos encontrado con el último juicio bajo la imagen de la bendición de Isaac. También en este pasaje se trata de la manifestación del juicio de Dios. Esta manifestación era pasajera en el Sinaí, a pesar y precisamente a causa de los terrores visibles y perceptibles por los sentidos; en la comunidad cristiana, tal manifestación, a pesar y precisamente por causa de su modalidad invisible, atractiva y celestial, es definitiva y por ello, en el caso de la reprobación, tanto más peligrosa y temerosa. La descripción de la manifestación de Dios en el Sinaí es digna de consideración en más de un aspecto. Cierto que los rasgos particulares están tomados del Antiguo Testamento, pero su elección y composición revelan claramente la intención de reducir la manifestación a un llamativo fenómeno de la naturaleza. Dios mismo ni siquiera es mencionado, queda oculto tras los fenómenos experimentables, que atestiguan y a la vez ocultan su tremendo poder. Igualmente silencia la carta la elevación moral del decálogo y la inmediata proximidad de Dios, a la que fue invitado Moisés. Todo ello es una prueba de que lo que le importaba no era representar exhaustivamente el acontecimiento del Sinaí, sino más bien poner de relieve su carácter principalmente sensible y carnal.

Los terroríficos fenómenos concomitantes de la manifestación de Dios en el Sinaí -fuego, tempestad, temblor de tierra, sonido de trompetas- pertenecen al estilo estereotipado de las teofanías o manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento. También la esperada venida de Dios para el juicio final se describe con parecidos colores. Sobre todo los llamados Salmos de entronización (Sal 93; 96; 97; 99) asocian con los fenómenos de la naturaleza en el Sinaí la intervención judicial de Dios en el presente y en el futuro. Así pues, no tiene nada de extraño que también la carta a los Hebreos interprete el acontecimiento del Sinaí, acortando la perspectiva, como amenaza y ejecución de la sentencia.

La prescripción de mantenerse alejados del monte (Exo_19:12.13), con ser secundaria con respecto a la promulgación de la ley, parece ser considerada por la carta como lo característico de la manifestación veterotestamentaria. El acercarse era propiamente un «no estar permitido acercarse», como también el acercamiento cultual a Dios, debido a la disposición del santuario, dividido en dos partes, debe más bien designarse como un mantenerse lejos y quedarse fuera (Exo_9:7.8). En la reproducción exagerada, unilateral de Exo_19:12-13-el texto menciona a hombres y animales domésticos, la carta a los Hebreos extiende la prohibición incluso a las bestias salvajes- se trata de representar drásticamente la restricción del Antiguo Testamento a la esfera de lo carnal. Pero sobre todo la prohibición era importante para el autor, porque su transgresión acarreaba un castigo inmediato.

22 Pero vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén de arriba, a millares de ángeles, a una reunión plena, 23 a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, al Dios juez de todos, a los espíritus de los justos llegados a la consumación, 24 a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre rociada, que habla más elocuentemente que la de Abel. 25 Tened cuidado de no eludir al que os habla; pues, si aquellos que eludían al que daba órdenes sobre la tierra no escaparon al castigo, menos escaparemos nosotros si volvemos la espalda al que da órdenes desde el cielo. 26 Su voz, en efecto, sacudió entonces la tierra; pero él ha hecho ahora esta promesa: «Todavía una vez más yo acudiré», no sólo «la tierra», sino también «el cielo» (Hag_2:6). 27 Ahora bien, la expresión «todavía una vez más» indica el cambio de las realidades sacudidas, en cuanto creadas, para que permanezcan las no sacudidas. 28 Por tanto, al recibir un reino resistente a toda sacudida, mantengamos esta gracia y, usando de ella, demos a Dios el culto que le agrada, con un religioso temor, 29 pues ciertamente nuestro Dios es un fuego devorador.

Considerar particularmente la manifestación de Dios en el Sinaí desde el punto de vista escatológico de un castigo divino está aquí por completo al servicio del antitipo neotestamentario. Observamos la acumulación de momentos especiales y temporales, de suyo separados entre sí, en un único cuadro grandioso, en una visión de la existencia cristiana. Mientras que tocante al Antiguo Testamento enlazaba el autor con un acontecimiento histórico concreto, ahora sorprende que pase completamente por alto la predicación histórica de Jesús. El que habla desde el cielo es Dios (Hag_12:25). Si se hubiese pensado en la mediación por Cristo, lo que conforme a 1,2 no se ha de excluir del todo, se habría transferido la manifestación del Hijo a un presente sin tiempo (cf. 13,8). Pero la alocución celestial de Dios, a que se refiere la carta a los Hebreos, no es un acontecimiento del pasado o de un presente histórico, sino que pertenece todavía al futuro. Es la voz de Dios, que en el juicio final sacudirá el cielo y la tierra, a fin de que el reino que no está expuesto a sacudidas ocupe el lugar de la creación visible desaparecida (12,27). Esta manifestación que todavía está por venir, está ya presente en lo inquebrantable de la promesa. En consideración de la palabra de Dios, todas las diferencias temporales carecen de importancia. En este sentido es significativa la formulación de 12,26b: «Pero él ha hecho [pasado] ahora [presente] esta promesa: Todavía una vez más yo sacudiré..." [futuro]. No así en la comunidad cristiana. Aquí se indica claramente el hecho del pasado: Vosotros os habéis acercado. Sin embargo, más allá del primer contacto con los bienes eternos se ha establecido un enlace permanente, que en la comunión cultual se experimenta constantemente con gratitud (12,28). En ella se realiza ya lo que se aguarda para el día del juicio final: la recepción del reino que no está expuesto a sacudidas. Así también para la comunidad se reúnen en uno el pasado, el presente y el futuro. Su acercarse a Dios con fe ha dejado ya atrás el juicio.y la desaparición del mundo. Su retirada con falta de fe le acarrearía inmediatamente el juicio venidero.

En la fe en la promesa escatológica se decide ya desde ahora la salvación o la perdición. Por esto, para la comunidad que se acerca a Dios se ha efectuado ya la transformación cósmica y ésta cae más allá del mundo visible y perecedero. Así también los apóstatas se ven ahora ya arrastrados a la catástrofe final por el hecho de haberse vuelto de nuevo a las cosas sujetas a sacudidas. Ahora bien, dado que la manifestación neotestamentaria, contrariamente a la veterotestamentaria, tiene preferentemente una forma de juicio recompensadora y conducente a la gloria eterna del reino (cf. Mat_25:34), debe el drama, ahora y en la eternidad, concluir con una acción de gracias cultual (Mat_12:28). Así pues, en el fondo, en nuestro pasaje vuelven a desarrollarse dos acciones, una al lado de la otra (cf. 10,19-21), o mejor, la acción escatológica única se desarrolla de dos maneras: ahora, como representación cultual anticipada; en el futuro, como acontecimiento de la eternidad históricamente definitivo; ahora, como promesa; entonces, como consumación de la salud. Ahora bien, por lo que hace a la única realidad celestial indivisible, no existe diferencia alguna, puesto que la comunidad posee ya ahora una imagen real de las cosas imperecederas, que no están sujetas a sacudidas (10,1). Lo que había estado siempre vivo en la visión cultual, a saber, la presencia de lo futuro, la visibilidad de lo invisible, la unidad de tiempo, lugar y acción, configurada con intuición religioso-poética, esto se ha elevado en el culto cristiano a la categoría de certeza valedera, que se acoge con gratitud y temor reverencial.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



El ejemplo de Cristo, 12:1-3.
1 Teniendo, pues, nosotros tal nube de testigos que nos envuelve, arrojemos todo peso y el pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos el combate que se nos ofrece, 2 puestos los ojos en el autor y perfeccionador de nuestra fe, Jesús; el cual, por el gozo que se le proponía, soportó la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Traed, pues, a vuestra consideración al que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis de ánimo rendidos por la fatiga.

Los ejemplos anteriormente propuestos, de tantos y tantos justos del Antiguo Testamento, eran aleccionadores; pero faltaba el ejemplo principal, el de Cristo mismo.
El autor presenta este ejemplo de Cristo, valiéndose de una metáfora tomada de los juegos públicos, a los que tan aficionada era la sociedad greco-romana de entonces. Imagina que se hallan, él y los destinatarios, en la arena de un anfiteatro en el momento de iniciar la carrera para conseguir un premio. Allí, en las gradas de ese anfiteatro, está toda una nube de testigos contemplando su esfuerzo: son esos antepasados, modelos de fe, que acaba de mencionar (v.1). Como los corredores, añade el autor, también nosotros debemos desprendernos de todo estorbo y del pecado que nos asedia (v.1), puestos los ojos en la meta, Jesucristo, el autor y perfeccionador de nuestra fe (v.2; cf. 2:10), modelo que no debemos nunca perder de vista, a fin de no decaer rendidos por la fatiga (v.3).
No es claro a qué se aluda concretamente con las palabras pecado que nos asedia (??? ???????????? ???????? ). Es probable, dado el contexto, que sea una alusión al pecado de apostasía, peligro que se viene combatiendo a partir Deu_10:26. Tampoco es clara la expresión por el gozo que se le proponía (???? ??? ??????????? ???? ????? ), que otros traducen en vez del gozo que se le proponía. Conforme a la primera interpretación, que es la seguida en nuestra traducción, ???? equivale a por razón de o en vista de, y la idea vendría a ser la misma expresada ya por San Pablo en Flp_2:8-9, es a saber, que la pasión era camino para la glorificación; en cambio, según la segunda interpretación, se aludiría a que Cristo, en vez de una vida cómoda y tranquila que hubiera podido elegir, renunció a ello y se abrazó con la cruz. Nos parece más fundada la primera interpretación.

Pedagogía divina,Flp_12:4-13.
4 Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado, 5 y os habéis ya olvidado de la exhortación que a vosotros como a hijos se dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes reprendido por El; 6 porque el Señor, a quien ama le reprende, y azota a todo el que recibe por hijo. 7 Soportad la corrección. Como con hijos se porta Dios con vosotros. ¿Pues qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Pero si no os alcanzase la corrección de la cual todos han participado, argumento sería de que erais bastardos y no legítimos. 9 Por otra parte, hemos tenido a nuestros padres carnales que nos corregían y nosotros los respetábamos; ¿no hemos de someternos mucho más al Padre de los espíritus para alcanzar la vida? 10 En efecto, aquéllos, según bien les parecía, nos corregían para proporcionarnos una felicidad de pocos días; pero éste, mirando a nuestro provecho, nos corrige, para hacernos participantes de su santidad. n Ninguna corrección parece por el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece frutos apacibles de justicia a los ejercitados por ella. 12 Por lo cual, enderezad las manos caídas y las rodillas debilitadas, 13 y enderezad vuestros pasos, para que los rengos no se salgan del camino, antes bien sean curados.

Que no se extrañen los destinatarios de la carta de las pruebas por que están pasando; es una señal de que Dios les quiere. Tal es, en sustancia, la idea central de esta perícopa.
El autor comienza poniéndoles por delante que todavía no han llegado las cosas hasta el derramamiento de sangre (v.12), como sucedió con sus antepasados (cf. 10:32-34; 13:7). Por lo demás, que tengan en cuenta que el Señor, conforme dice la Escritura, reprende y azota a los que ama (cf. Pro_3:11-12), de modo que las pruebas de esta vida forman parte de la pedagogía paternal de Dios (v.5-8;cf. Job_5:17; Job_33:19; Sal_94:12; Ecli 23:2). Lo que, siendo niños, han hecho nuestros padres con nosotros, en orden a la educación, eso hace Dios y de modo mucho más perfecto (v.9-10). Ni despreciemos la corrección porque sea amarga, pues eso es momentáneo, mientras que los frutos son apacibles y duraderos (v.11).
Como exhortación final, el autor recomienda que hay que desterrar los decaimientos y flojedades, los propios y los de los demás, procurando que todos vayan por el recto camino (v.12-13; cf. Isa_32:3; Pro_4:26).

Fidelidad a las exigencias de la nueva alianza,Pro_12:14-29.
14 Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios; 15 mirando bien que ninguno sea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz amarga, brotando, la impida y corrompa la fe e inficione a muchos. 16 Mirad que ninguno incurra en fornicación, impureza o impiedad, como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida. 17 Bien sabéis cómo queriendo después heredar la bendición fue desechado y no halló lugar de penitencia, aunque con lágrimas lo buscó. 18 Que no os habéis allegado al monte tangible, al fuego encendido, al torbellino, a la oscuridad, a la tormenta, 19 al sonido de la trompeta y a la voz de las palabras, que quienes las oyeron rogaron que no se les hablase más; 20 porque no podían oírla sin temor. Si un animal tocaba al monte, había de ser apedreado. 21 Y tan terrible era la aparición, que Moisés dijo: Estoy aterrado y tembloroso. 22 Pero vosotros os habéis allegado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial y a las miríadas de ángeles, a la asamblea, 23 a la congregación de los primogénitos, que están escritos en los cielos, y a Dios, Juez de todos, y a los espíritus de los justos perfectos, 24 y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión de la sangre, que habla mejor que la de Abel. 25 Mirad que no recuséis al que habla, porque si aquéllos, recusando al que en la tierra les hablaba, no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si desechamos al que desde el cielo nos habla, 26 cuya voz entonces estremecía la tierra y ahora hace esta promesa: Todavía una vez, yo conmoveré no sólo la tierra, sino también el cielo. 27 Este todavía una vez muestra el cambio de las cosas movibles, por razón de haberse ya cumplido, a fin de que permaneciesen las no conmovibles. 28 Por lo cual, ya que recibimos el reino inconmovible, guardemos la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con temor y reverencia, 29 porque mostró Dios ser un fuego devorador.

Una serie de recomendaciones, insistiendo en determinadas virtudes cristianas, inicia esta perícopa (v.14-17). Lo de que, sin santidad, nadie verá a Dios (v.14), no es más que repetir lo que ya había dicho Jesucristo en las bienaventuranzas (cf. Mat_5:8). Que los destinatarios se preocupen mucho de que ninguno sea privado de la gracia de Dios y de no poner en peligro la fe del hermano con el vicio del mal ejemplo (v.15; cf. Deu_29:17; 1Co_5:6). Cuiden no les pase como a Esaú, quien, por el goce de un pequeño bien temporal, renunció a su derecho de primogenitura, que le constituía heredero de las promesas mesiánicas (v. 16-17; Gen_25:27-34; Gen_25:27.30-40).
Hechas esas advertencias, da la razón general del porqué de la exigencia de esa santidad y esmerada vigilancia en la vida del cristiano: la excelencia de la nueva alianza, a la que pertenecemos (? . 18-29). Mientras que la Ley mosaica fue dada por Dios con un despliegue pavoroso de fuerzas, como para significar que era Ley de temor (v. 18-21; cf. Exo_19:12-24; Deu_9:19), para la promulgación de la ley cristiana, en cambio, que es ley de amor, todo ha sido luz, armonía y perdón (v.22-24; cf. Rom_8:15). Las expresiones monte de Sión, ciudad de Dios, Jerusalén celestial, etc., prácticamente significan lo mismo: la nueva obra glorificada, realizada en la Iglesia (cf. Gál_4:26). Se describe en estos versículos la condición de los cristianos, acercándose al monte de Sión y entrando en la nueva gloria religiosa, como paralela a la de los israelitas, acercándose al Sinaí. Es discutido cómo haya de entenderse aquí la palabra primogénitos (v.23). Entre las muchas opiniones que se han propuesto, indicamos dos: los angeles, llamados a constituir los primeros la corte de Dios y de Cristo en la Jerusalén celestial; los cristianos en general, tanto los que han llegado al cielo como los que todavía peregrinan en la tierra, pues en realidad todos recibimos la dignidad y derechos del primogénito de las familias patriarcales (cf. 9:15; 11:40; 12:16-17). Nos inclinamos a esta segunda interpretación. Ni hace dificultad el que se haya hablado de Jerusalén celestial, pues ello hace referencia a la Iglesia, lugar del nuevo culto, terrestre y celeste a la vez. Decir que la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel (v.24) no quiere significar sino que, mientras la sangre de Abel pedía venganza contra Cían (cf. Gen_4:10), la de Cristo, en cambio, pide perdón para todos los creyentes.
Los v.25-29, a modo de conclusión práctica, constituyen una seria advertencia a los destinatarios, haciéndoles ver su obligación, mayor aún que en la Ley antigua, de seguir la llamada de Dios: si entonces, por desechar aquella llamada, fueron castigados, mucho más lo seremos nosotros si desechamos la que ahora se nos hace. La contraposición entre las dos alianzas no puede ser más expresiva: entonces se les hablaba en la tierra (v.25; cf· ??Gen_20:19), ahora desde el cielo (v.25; cf·2:2-4); entonces la voz de Dios estremecía la tierra (v.26; cf. Exo_19:18), ahora, conforme a lo predicho en Age_2:6-8, estremece tierra y cielo (v.26), es decir, toda la creación. Este estremecimiento, tratándose de la Nueva Alianza, ha de tomarse en sentido metafórico; no quiere significar otra cosa sino que habrá una fuerte intervención divina, estableciendo un nuevo régimen (cf. Amo_8:9; Mat_24:29). Este régimen, en contraposición al antiguo, será de carácter inconmovible (v.27-28; cf. 8:10-12). Y todavía se recalca al final: comportémonos diligentemente en esa nueva bendicion de gracia, si queremos evitar la severa justicia divina, pues Dios es un fuego devorador (v.28-29; cf. Deu_4:24; Deu_9:3).

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 5: Hebreos 12,25-29
Arguye, de lo que acaba de decir, demostrando cómo la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel.25 Mirad que no desechéis al que os habla. Porque si no escaparon del castigo aquellos que desobedecieron al siervo de Dios, Moisés, que les hablaba sobre la tierra, mucho más castigados seremos nosotros, si desecháramos al Hijo de Dios que nos habla desde los cielos,26 cuya voz hizo entonces temblar la tierra; pero ahora promete más, diciendo: una vez todavía os hablaré en público; y Yo conmoveré, no tan sólo la tierra, sino también el cielo.27 Mas con decir una vez todavía, declara la mudanza de las cosas movibles como cosas hechas sólo para algún tiempo, a fin de que permanezcan aquellas que son inmovibles.28 Asi que, ateniéndonos nosotros a aquel reino que no está sujeto a mudanza ninguna, conservemos la gracia; mediante la cual, agradando a Dios, le sirvamos con temor y reverencia;29 pues nuestro Dios es como un fuego devorador.Puesta la condición de entrambos testamentos, arguye el Apóstol aquí de lo que arriba dijo; acerca de lo cual propone primero su argumento, de donde saca la conclusión principal, que es la siguiente: "así que, ateniéndonos a aquel reino, que no está sujeto a mudanza ninguna, conservemos la gracia". Cuanto a lo primero, adelanta su intención y arguye a propósito de lo que pretende: "porque si aquéllos no escaparon..., menos escaparemos nosotros".Dice, pues: díjose que la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel. "Mirad, por tanto, que no desechéis, o condenéis, al que os había"; esto es, llevad a efecto lo que dice, que son dos cosas: pues primero nos habla trayéndonos a la memoria su beneficio (de haber derramado su sangre), por la que se nos concede el perdón de los pecados. Así que el que torna a pecar menosprecia al que le habla.Habla, asimismo, exhortándonos a su imitación (1Pe 2); de modo que quien no toma su cruz para ir en pos de Jesús rehusa oír su voz (Sal 94; Mt 17).-"Porque si aquéllos..." Entabla su argumentación, locución con locución, comparando y ponderando, de un testamento y de otro, ya en lo que mira al estilo, ya en la eficacia de hablar. Cuanto al estilo y al modo, porque aquél sobre la tierra, Este nos habla del cielo. De ahí que diga: "si aquéllos, esto es, los padres antiguos, por rechazar al que les hablaba sobre la tierra", -es a saber, Cristo, por medio de los ángeles o de los profetas (Is 52; He. 1); o el ángel, por quien fue dada la ley a Moisés (Ga 3; He. 2; Hch. 7)-, no escaparon del castigo impuesto por la ley divina (Jb. XI; He. 2).Sigúese la conclusión sacada de la menor: si aquellos que rechazaron al que les hablaba sobre la tierra no escaparon, "mucho más nosotros, que damos la espalda al que nos habla desde los cielos", debemos cuidarnos de rechazarlo, esto es, porque menos podremos escaparnos; ya que el que nos habla en el Nuevo Testamento, es a saber, Cristo, está ya en los cielos (Mt 28; Dt. 4).Así que la doctrina del Antiguo Testamento es la doctrina de Cristo, que nos habla desde la tierra por dos razones: primera, porque allí, en figura de cosas terrenas, enséñansenos cosas celestes. Prometíanse asimismo bienes terrenos; mas la doctrina del Nuevo Testamento es la de Cristo que nos habla desde el cielo; pues, por el sentido místico, las cosas terrenales suben en categoría a celestiales; prométense asimismo en eí Nuevo bienes celestiales (Mt X; Jn 3).Compara, por consiguiente, uno y otro testamento, cuanto a la eficacia de la locución; y así del Antiguo dice: "cuya voz hizo entonces temblar la tierra", esto es, la sacudió de muchas maneras; porque en Egipto con prodigios, en el mar dividiendo sus aguas, en el desierto con terremotos (Sal 97); con lo cual se da a entender que esa locución, toda ella, conmovía los corazones con promesas terrenales.-"pero ahora promete más". Añade lo que toca a la eficacia del Nuevo Testamento, y lo demuestra con la autoridad del profeta Ageo,. que luego explica, aunque no la cita conforme al texto nuestro, que dice así: "aún falta un poco de tiempo, y Yo pondré en movimiento el cielo y la tierra". La traslación del Apóstol es de este modo: "una vez todavía, y Yo conmoveré, no tan sólo la tierra, sino también el cielo"; pero el sentido es el mismo; y es claro que estas palabras fueron pronunciadas en tiempo del Antiguo Testamento y cerca de su término, es a saber, a la vuelta del destierro, cuando ya de ese Testamento no quedaba nada. Luego es clara señal de que lo que se prometía se cumpliría en el Nuevo Testamento, es a saber,, el cielo nuevo y la tierra nueva. "He aquí que Yo creo cielos nuevos y tierra nueva" (Is 65); creación que le fue mostrada en espíritu a San Juan: "y v¡ un cielo nuevo y una tierra nueva" (Ap. 21); porque en esa renovación se trastornarán los cielos.Ahora bien, por cielo puede entenderse o el aéreo, que será purificado con el fuego del último incendio, como se dijo arriba; o el sideral, que no será purificado, sino mudado de condición, pues cesará de moverse y aumentará de esplendor, porque, como dice Is , la luz de la luna será como la luz del sol, y la del sol será siete veces mayor (Is 30,26). Dice, pues: "pero ahora, esto es, por el Nuevo Testamento, promete más diciendo: una vez todavía, y Yo conmoveré no tan sólo la tierra, sino también el cielo".-"Mas con decir..." Expüca las palabras de la profecía y hace hincapié en eso que dice: "una vez todavía"; porque, al decir: todavía, da a entender que son cosas movibles, y al decir una vez, indica que vendrá una mutación del estado de movilidad y corrupción al de inmovilidad e incorrupción; porque, si después de ese trastorno permaneciesen en estado de mutación, no dijera: una vez, sino una y otra, lo cual es contra Orígenes, que pretendió para el mundo una renovación y recuperación infinita. Dice, pues: "mas con decir: una vez todavía, declara la mudanza de las cosas movibles, es a saber, al estado de inmovilidad.Y, como d alguno preguntase si acaso Dios pudiese hacer esto, añade: "como cosas hechas", pues todo lo hecho está sometido al poder divino. De donde, así como Dios todo lo hizo de la nada, así, al arbitrio de su voluntad, puede también mudarlo; y esto "a fin de que permanezcan las no movibles", conviene a saber, en lo que atañe a sus esencias principales; que, en lo que toca a algunas disposiciones accidentales, se mudarán (Sal 101); lo cual quedó arriba explicado. De donde está claro que si estas cosas en el Antiguo Testamento se movían, mas no para pasar al estado de incorrupción e inmutabilidad, como se hace en el Nuevo, y sólo allí, en señal de que las promesas del Antiguo Testamento eran mudables, mas no las del Nuevo.-"Así que, ateniéndonos nosotros a aquel reino..." Pone la conclusión de principal intento; pues, ya que de tantas maneras encareció la gracia y los beneficios que por Cristo se nos han hecho y harán, lo que pretende principalmente es movernos a servirle. Y esta conclusión la saca del hecho de prometérsenos en el Nuevo Testamento bienes que no se mudan; por tanto, desde el momento en que se hicieron, debemos servir a Cristo, que nos promete más, con un temor reverencial. -Esta es la conclusión principal. De donde primero resume el beneficio recibido, diciendo: "así que desde que", conviene a saber, Dios nos reitera la promesa de un cielo y de una tierra sin mudanza, con los cuales se simbolizan los bienes futuros estables y eternos, tenemos, esto es, devolvemos la gracia, quiere decir, el hacimiento de gracias (2Co 1X); y esto de recibiendo es porque recibimos, aunque no en realidad, pero sí esperando el cumplimiento de lo prometido, "aquel reino que no está sujeto a mudanza ninguna" (Sal 144; Lc 1).O por gracia entiéndese el don de la gracia, que al presente recibimos como prenda de la eterna gloria; por lo cual dice: "así que, ateniéndonos a aquel reino sin mudanza", esto es, el de la gloria futura, que se nos promete (Lc 12); puesto que tenemos lo que esperamos, es a saber, la gracia, que recibimos como cierto comienzo de la gloria; porque, así como la naturaleza no falta en lo necesario, mucho menos Dios, por eso nos da ia esperanza de aquel reino, y, por consiguiente, la gracia para llegar a él (Rm 5; Salmo 83);-"mediante la cual, agradando a Dios, le sirvamos con temor y reverencia"; con lo cual nos mueve a manifestarle a Dios nuestro rendimiento como El se lo merece; pues dicta la razón natural que nos sintamos obligados a reverenciar y honrar a aquel de quien muchos beneficios recibimos. Luego con mucha mayor razón a Dios que nos ha dado los mayores bienes y prometido una y otra vez otros infinitos; por lo cual dice que por esta gracia, dada y por dar, sirvamos, dándole gusto, aDios, con reverencia y temor; pues no basta servir a Dios, que puede hacerse por acciones exteriores, si por el amor y la recta intención no tratamos de agradarle (Sg 4; Salmo 1 14); pero con el obsequio con que más se sirve a Dios es con el interior (Sal 50), "en santidad y justicia" (Lc 1).Ahora bien, por la creación llámase a Dios Señor, y por la regeneración padre. Al señor se le debe temor, al padre reverencia y amor. "Honra a su padre el hi¡o, y el siervo honra a su señor. Pues si Yo soy vuestro padre, ¿dónde está la honra que me corresponde? Y si yo soy vuestro Señor, ¿dónde está la reverencia que me es debida?" (Mal. 1). Luego a Dios hay que servirle con reverencia y temor. "Servid al Señor con temor, prestadle vasallaje con temblor" (Sal 2,2).Que así debamos servir a Dios pruébalo con la autoridad del Dt. 4: "pues nuestro Dios es como un fuego dsvorador". Y el llamar a Dios fuego no es porque sea, como dice Dionisio, algo corpóreo, sino porque nos valemos de las cosas sensibles para designar las inteligibles, y entre ellas hallamos que el fuego tiene mayor nobleza, más resplandor, mayor actividad y en más alto lugar está encumbrado; asimismo en virtud purificativa y consumidora no hay quien le haga ventaja; razón por la cual, más que con otro nombre, Dios gusta de llamarse fuego:a) por su resplandor, porque habita una luz inaccesible (1Tim 6);b) porque es el elemento de mayor actividad (Is 26);c) por ser el más encumbrado de lugar (Sal 1 ¡2);d) porque limpia de pecados y como que derrite. De ahí que aquí le llame fuego devorador, esto es, de pecados (Mal. 3; He. 1), y de pecadores, castigándolos (He X). Por consiguiente, ya que se nos han hecho estas promesas (Is X; Salmo 96), hemos de poner todo nuestro empeño en servir y agradar a Dios.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Respondiendo al llamado de Dios

En forma característica, el autor cambia de las advertencias al estímulo, recordando a sus lectores de los privilegios que les pertenecen por la gracia de Dios. Pero tales privilegios exigen una respuesta permanente de fe y obediencia. Cuando Israel se reunió ante el monte Sinaí para escuchar la voz de Dios, fue una ocasión aterrorizadora (vv. 18-21; cf. Exo. 19), moviendo al pueblo a clamar que no se les hablase más. Por lo contrario, los cristianos han llegado por la fe al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, donde él está en el centro de una asamblea de ángeles y de santos perfeccionados de todas las generaciones (vv. 22-24). Aquí el énfasis está en la aceptación por causa de Jesús el mediador del nuevo pacto y su muerte expiatoria. De modo que no tenemos razón para rechazar al que advertía o apartarnos del que advierte desde los cielos (vv. 25-27). La certeza de compartir en el reino inconmovible de Dios debe motivarnos a una vida de gratitud y adoración aceptable (vv. 28, 29).

18-21 Los israelitas se acercaron a Dios en el monte Sinaí para escuchar los términos de su pacto y descubrir lo que significaba servirle como nación santa (Exo. 19:5, 6). Heb. arroja luz sobre los horrores físicos que fueron parte de ese evento. Pero el fenómeno central y más significativo fue la voz que les hablaba (Exo. 19:16-24). Tan aterrador fue el encuentro con Dios que los que lo oyeron rogaron que no se les hablase más (Exo. 20:18, 19). Aun Moisés, el mediador, temblaba de temor (cf. Deut. 9:19).

22-24 El monte Sion, que puede ser entendido como la meta final del pueblo de Dios cuando dejaron Egipto, es el punto al cual los cristianos ya se han acercado. Sin embargo, la ciudad del Dios vivo ... la Jerusalén celestial es lo que está indicado más que un destino terrenal (cf. Gál. 4:26; Apoc. 21:2). Los hombres y mujeres de fe en los tiempos del AT miraban con esperanza hacia esta ciudad (cf. 11:10, 13-16), pero aquellos que se han acercado a Dios por medio de Jesucristo (se usa el mismo verbo en 4:16; 7:25; 10:22; 11:6) ahora son parte de la escena celestial. Esta es una forma vívida de decir que tenemos la seguridad de la herencia eterna prometida por medio de la fe en Jesús y en su obra. En esa ciudad celestial hay millares de ángeles unidos en la celebración con la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Aquí hay una visión de la compañía definitiva y completa del pueblo de Dios, reunido alrededor de Cristo en lugares celestiales (cf. Ef. 2:6, 7; Apoc. 7). Ahora podemos gozar de la membresía de esa asamblea (o iglesia) por medio de la fe. Si nuestros nombres están inscritos en el libro de la vida, algún día gozaremos de todos los derechos de la ciudadanía. Dios está allí como el juez de todos, lo que sugiere que el juicio debe tener lugar antes (cf. 9:27). Sin embargo, esta iglesia celestial consiste en los espíritus de los justos ya hechos perfectos, indicando que ellos son los han sido hechos perfectos para siempre por el sacrificio único de Jesucristo (10:14). Como mediador del nuevo pacto, su sangre rociada provee una limpieza perfecta de la contaminación del pecado (9:13-15; 10:22). La sangre de Abel clama por venganza (11:4), pero la sangre de Cristo habla mejor, asegurándonos el perdón y la aceptación. Todos deben enfrentar el juicio de Dios, pero los que confían en el poder expiatorio de la muerte de Jesús pueden mirar hacia adelante confiando en la liberación y en la vida permanente en presencia de Dios.

25-27 La nota de advertencia aquí parece un tanto abrupta después de la seguridad de los vv. 22-24. Pero el punto del autor es que el Dios que habló en el Sinaí (en la tierra rechazaron al que advertía) continúa llamándonos desde la Jerusalén celestial (el que advierte desde los cielos). ¡No debe hacerse una distinción artificial entre el Dios del AT y el del NT! Puesto que Dios nos habla generosamente del perdón y aceptación a través de la sangre de su Hijo, no debemos rechazar al que habla. Si los israelitas no escaparon de la condenación de Dios cuando le dieron la espalda, mucho menos escaparemos nosotros (cf. 2:1-4). Cuando Dios habló desde el monte Sinaí, toda la montaña tembló violentamente (Exo. 19:18). Hag. 2:6 promete que, cuando llegue la hora para el juicio final y el término del actual orden mundial, Dios sacudirá no sólo la tierra, sino también el cielo (v. 26). Sólo quedará lo que no puede ser sacudido (v. 27), o sea, el reino que Cristo comparte con aquellos que siguen confiando en él (v. 28).

28, 29 La respuesta apropiada al ofrecimiento de la gracia de Dios de un reino que no puede ser sacudido debe ser la gratitud (ver nota de la RVA). Tal gratitud es la base y motivación para la adoración verdadera y aceptable. El verbo gr. (latreuein) que se traduce sirvamos, aparece también en 9:14 y en otras versiones tiene la idea de rendir culto. La adoración cristiana no puede ser restringida a la oración y la alabanza en un contexto congregacional. Como lo ilustra el cap. 13, debemos adorar o servir a Dios por medio de nuestra fidelidad y obediencia a todas las áreas de nuestra vida (nótese especialmente 13:15, 16; cf. Rom 12:1). Sin embargo, el autor también insiste en que la adoración aceptable se caracteriza por el temor y la reverencia, y apoya su desafío con una descripción de Dios como fuego consumidor. Esto alude a Deut. 4:24 (cf. Deut. 9:3; Isa. 33:14), donde se advierte a los israelitas a no ser tolerantes con la idolatría, sino a permanecer fieles al Señor y servirle exclusivamente, para no provocarle a ira. La certeza de la gracia de Dios nunca debe oscurecer la verdad de que un terrible juicio aguarda al apóstata.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XII.

1 An exhortation to constant faith, patience, and godlinesse. 22 A commendation of the New Testament aboue the Old.
1 Wherefore, seeing wee also are compassed about with so great a cloude of witnesses, let vs lay aside euery weight, & the sinne which doth so easily beset vs, and let vs runne with patience vnto the race that is set before vs,
2 Looking vnto Iesus the [ Or, beginner.] Authour and finisher of our faith, who for the ioy that was set before him, endured the crosse, despising the shame, and is set down at the right hand of the throne of God.
3 For consider him that indured such contradiction of sinners against himselfe, lest ye be wearied and faint in your mindes.
4 Yee haue not yet resisted vnto blood, striuing against sinne.
5 And ye haue forgotten the exhortation which speaketh vnto you as vnto children, My sonne, despise not thou the chastening of the Lord, nor faint when thou art rebuked of him.
6 For whome the Lord loueth hee chasteneth, and scourgeth euery sonne whom he receiueth.
7 If yee endure chastening, God dealeth with you as with sonnes: for what sonne is he whom the father chasteneth not?
8 But if ye be without chastisement,

[Follow peace.]

whereof all are partakers, then are ye bastards, and not sonnes.
9 Furthermore, wee haue had fathers of our flesh, which corrected vs, and we gaue them reuerence: shall we not much rather bee in subiection vnto the Father of Spirits, and liue?
10 For they verily for a fewe dayes chastened vs after their owne pleasure, but hee for our profit, that we might bee partakers of his holinesse.
11 Now no chastening for the present seemeth to be ioyous, but grieuous: neuerthelesse, afterward it yeeldeth the peaceable fruite of righteousnesse, vnto them which are exercised thereby.
12 Wherefore lift vp the handes which hang downe, and the feeble knees.
13 And make [ Or, euen.] straight paths for your feete, lest that which is lame bee turned out of the way, but let it rather bee healed.
14 Followe peace with all men, and holinesse, without which no man shall see the Lord:
15 Looking diligently, lest any man [ Or, fal from.] faile of the grace of God, lest any roote of bitternesse springing vp, trouble you, and thereby many be defiled:
16 Lest there bee any fornicatour, or profane person, as Esau, who for one morsell of meat sold his birthright.
17 For yee know how that afterward when hee would haue inherited the blessing, hee was reiected: for hee found no [ Or, way to change his minde.] place of repentance, though he sought it carefully with teares.
18 For yee are not come vnto the mount that might be touched, and that burned with fire, nor vnto blacknesse, and darknes, and tempest,
19 And the sound of a trumpet, and the voyce of wordes, which voyce they that heard, entreated that the word should not bee spoken to them any more.
20 For they could not indure that which was commaunded: And if so much as a beast touch the Mountaine, it shall be stoned, or thrust thorow with a dart.
21 And so terrible was the sight, that Moses sayde, I exceedingly feare, and quake.
22 But ye are come vnto mount Sion, and vnto the citie of the liuing God the heauenly Ierusalem, and to an innumerable company of Angels:

[Of mariage.]

23 To the generall assembly, and Church of the first borne which are [ Or, inrouled.] written in heauen, and to God the Iudge of all, and to the spirits of iust men made perfect:
24 And to Iesus the mediatour of the new [ Or, Testament.] Couenant, and to the blood of sprinckling, that speaketh better things then that of Abel.
25 See that yee refuse not him that speaketh: for if they escaped not who refused him that spake on earth, much more shall not we escape if wee turne away from him that speaketh from heauen.
26 Whose voice then shooke the earth, but now he hath promised, saying, Yet once more I shake not the earth onely, but also heauen.
27 And this word Yet once more, signifieth the remouing of those things that [ Or, may be shaken.] are shaken, as of things that are made, that those things which cannot be shaken may remaine.
28 Wherefore wee receiuing a kingdome which cannot bee moued, [ Or, let vs hold fast.] let vs haue grace, whereby wee may serue God acceptably, with reuerence and godly feare.
29 For our God is a consuming fire.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



67 (B) Trato que Dios da a sus hijos (12,1-13). 2-3. Jesús es el modelo de entereza en las dificultades, por el gozo: Algunos entien(-)den que el gr. anti significa «en vez de», y no «por». Pero la exhortación a que los destinata(-)rios de la epístola perseveren a la vista del triunfante final de la carrera hace pensar que el autor entiende el ejemplo de Jesús del mis(-)mo modo. 5-6. Cf. Prov 3,11-12. 9. el padre de los espíritus: cf. Nm 16,22; 27,16.
68 (C) Los castigos de la desobediencia (12,14-29). 15. Exhortación a velar unos por otros para conjurar el peligro de apostasía. pa(-)ra que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe: cf. Dt 29,17 LXX. 16. ningún fornicario o irreli(-)gioso como Esaú: No es seguro que «fornicario» se refiera a Esaú. Su irreverencia queda de(-)mostrada por el hecho de que cedió su derecho de primogenitura por una simple comida (Gn 25, 29-34). 17. Esaú es un ejemplo, no sólo de apostasía, sino de la imposibilidad de arrepen(-)timiento tras ese pecado (cf. 6,4-6). 18-21. Pri(-)mera parte de una contraposición entre la asamblea de Israel cuando se estableció la anti(-)gua alianza y la asamblea de quienes han en(-)trado en la nueva. La primera tuvo lugar en la tierra; para sus imponentes circunstancias, cf. Éx 19,12-13.16-19; 20,18-21. 22. La asamblea del pueblo de la nueva alianza tiene lugar en el cielo. El autor habla a quienes todavía van de camino hacia allí; sin embargo, puesto que ya poseen los beneficios del sacrificio de Jesús, puede hablarles como si ya hubieran llegado.
23. los primogénitos: Éstos pueden ser los án(-)geles del v. 22 (así Spicq, Hébreux 2.407) o la en(-)tera asamblea de los fieles cristianos (así J. Lécuyer, SPC 2.161-68). los espíritus... llegados a la perfección: Los santos del AT; cf. 11,40. 24. La sangre de Abel clamaba pidiendo venganza (Gn 4,10) ; la de Jesús permite acceder a Dios (10,19). 25. Habrá un castigo mayor para quie(-)nes rechazan la advertencia hecha por Dios desde el cielo que para quienes rechazan la ad(-)vertencia que hizo en el Sinaí. 26. Cf. Ag 2,6.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

La gracia de Dios. El predicador sigue exhortando a sus oyentes a permanecer unidos buscando la paz y la gracia de Dios. Les pone por delante, como escarmiento, lo que le ocurrió a Esaú, quien vendió su primogenitura por un plato de lentejas para no volverla a recuperar ya más.
La visión de la nueva alianza que describe a continuación tiene toda la fuerza y la poesía de las visiones proféticas. Como contraste, presenta primero al pueblo de Israel sobrecogido de temor al pie de la montaña del Sinaí, ante la majestad de la Palabra de Dios, en medio del «fuego ardiente, oscuridad, tiniebla, tempestad... toque de trompetas» (18s). Un terrible espectáculo ante el que el mismo Moisés confesó: «estoy temblando de miedo» (21). Por el contrario, el peregrinar de la comunidad cristiana que se inició con el bautismo es hacia el monte donde se asienta la ciudad de Dios (cfr. Sal_48:1-3). Esta ciudad santa tiene ya sus ciudadanos residentes: los ángeles innumerables que forman la corte de Dios y los justos ya consumados (23), es decir, los campeones de la fe del Antiguo Testamento que ya mencionó en el capítulo 11 y todos los hombres y mujeres de buena voluntad de toda raza y nación. Pero también los que peregrinan hacia el monte de Dios tienen ya su nombre inscrito en el registro del cielo, pues gracias a Cristo han sido hechos hijos e hijas de Dios.
La gran esperanza de alcanzar la meta es que allí se encuentra el Sacerdote Mediador, cuya sangre «grita más fuerte que la de Abel» (24) pidiendo justicia. La de Jesús pide perdón y se hace escuchar por el Juez Universal. Ésta es la grandiosa visión con la que el predicador anima, amonesta y pone en guardia a sus oyentes, entre los que nos encontramos los que hoy leemos esta carta de Dios, para que tomemos en serio nuestro compromiso cristiano y perseveremos en nuestra peregrinación «sirviendo (rindiendo culto) a Dios como a él le agrada» (28).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. Sal_110:1. Ver Flp_2:6-11.

5-6. Pro_3:11-12

18-19. Exo_19:16-18; Deu_4:11.

12. Isa_35:3.

13. Pro_4:26(Texto Griego).

14. Sal_34:15.

15. Deu_29:17.

16. Gen_25:33.

20. Exo_19:12-13.

21. Deu_9:19.

26. Age_2:6.

29. Deu_4:24; Is. 33. 14.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Se exhorta a llevar una vida digna de ser ella misma culto a Dios (cfr v. 28). Para ello, presenta una comparación entre dos escenas (vv. 18-24): una es la estampa sobrecogedora del establecimiento de la Alianza en el Sinaí (cfr Ex 19,12-16; 20,18); la otra es la visión maravillosa de la Ciudad celestial en el monte Sión, morada de los ángeles y bienaventurados.

El punto central de su argumento se basa en el momento más significativo del pacto (v. 24): el derramamiento de la sangre del Señor, que sella la Alianza y realiza la purificación universal (cfr Ex 24,8; Hb 9,12-14,20; 1 P 1,2). Esta sangre «habla mejor que la de Abel» (v. 24; cfr 11,4), porque «éste exigía venganza mientras que la sangre de Cristo exige el perdón» (S. Tomás de Aquino, Sup. epist. ad Heb. in loc.). A continuación, con palabras del profeta Ageo (v. 26), el autor manifiesta que así como la tierra tembló en el Sinaí cuando Dios selló la Alianza con Moisés, así también con la Nueva Alianza han temblado la tierra y el cielo (cfr Mt 27,51-52). Si la Antigua Alianza exigía obediencia y temor (vv. 20-21), la grandeza de la Nueva exige además una mayor unión con el Señor (v. 25) y una vida en la gracia que sea verdadero culto a Dios (v. 28). [œkfobÒj e,,mi ka∘ œntromoj: «estoy con miedo y temblando», en Dt 9,19 se habla del terror ante la cólera y enojo con que Yahweh se había airado con su pueblo. San Esteban sí menciona a Moisés estremecido ante la aparición de Yahweh en el monte (Hch 7,32) de ahí arranca la tradición recibida de ese temor y temblor de Moisés]

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Deu 4:24; Deu 9:3; Isa 33:14; 2Ts 1:8; Heb 10:27

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Deu 4:24; Deu 9:3; Isa 33:14.

Torres Amat (1825)



[5] Prov 3, 11; Ap 3, 19.

[13] Que se enderece con vuestro buen ejemplo.

[16] Y con ella la bendición de su padre y las promesas de Dios.

[18] Como los que recibieron la ley de Moisés en el monte Sinaí. Ex 19, 12; Deut 9, 19.

[23] Primeros hijos del nuevo testamento o Iglesia de los primeros fieles.

[28] Como el de Jesucristo, que comenzamos a poseer ya por la fe.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_4:24+; Isa_33:14

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 12.2 Sal 110.1; Ef 1.20; Flp 2.6-11; Heb 1.3; 2.9; 8.1; 10.12.

[2] 12.5-6 Pr 3.11-12 (gr.).

[3] 12.16 Gn 25.29-34.

[4] 12.17 Gn 27.30-40.

[5] 12.20 Ex 19.12-13.

[6 12.21 Cf. Dt 9.19.

[7] 12.24 Cf. Gn 4.10.

[8] 12.25 Ex 20.22.

[9] 12.26 Hag 2.6.

[10] 12.29 Dt 4.24; 9.3.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_4:24+; Isa_33:14

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

porque nuestro Dios es fuego consumidor.m

m Deu 4:24.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

fuego consumidor...Deu 4:24.

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[h] Deu 4:24

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



FUEGO DEVORADOR: viva imagen de la justicia de Dios.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Dt 4:24 *Is 33:14