Ver contexto

Pedagogía paternal de Dios.
Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirije: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. (Hebreos 12, 5) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 12

e) Mirada al promotor y consumador de la fe (12,1-3).

1 Así pues, también nosotros, rodeados de tan gran nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos sirve de peso, incluso del pecado que nos acosa, y corramos con constancia la carrera que se nos presenta, 2 fija nuestra mirada en el promotor y consumador de la fe: Jesús. El cual, frente al gozo que se le presentaba 60, soportó la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Fijaos bien en él, que soportó tamaña contradicción contra sí mismo por parte de los pecadores, para que no os canséis ni perdáis ánimos.

...............

60. La carta habla probablemente del gozo, como premio de la victoria que sólo se alcanza con el sufrimiento (cf. 12,11). Otros traducen: «en lugar del gozo»

...............

Ha terminado la enumeración de los testigos de la fe del Antiguo Testamento, con sus múltiples y variados sufrimientos. La carta se vuelve de nuevo directamente a la comunidad oprimida, con el fin de estimularla a perseverar en el duro combate de la fe. La imagen de la carrera nos es conocida por san Pablo 61, pero también por la literatura profana. Ya en la antigüedad entusiasmaban los deportes a las masas. La nube de testigos nos la debemos quizá imaginar como los espectadores que desde las graderías del estadio siguen las incidencias de la lucha. Aunque sólo sea por razones de sentido común, todo corredor se despojará de todo lo que le pueda ser gravoso o le exponga a caer, pensamiento ascético muy fructuoso, supuesto que exista la voluntad de luchar. Ahora bien, precisamente esto parece faltarle a la comunidad de la carta a los Hebreos: han olvidado que la corona de la victoria sólo se alcanza tras ruda lucha.

Una vez más nos encontramos con el término ya clásico de «constancia» (hypomone, cf. 10,36), y como modelo supremo de tal fe constante, paciente y tolerante debe presentarse a los ojos de los luchadores fatigados y decaídos, la imagen de Jesús crucificado y encumbrado a la diestra de Dios Padre. En él es en quien la fila de los mártires y testigos de la fe veterotestamentarios llega completamente a la meta; él es el «consumador de la fe», porque con su muerte realizó y hasta convirtió en realidad tangible la promesa hecha a la fe. Sin Jesús sería vano todo marchar, correr y luchar; nunca se llegaría a la meta. Ahora bien, Jesús sólo pudo y puede ser consumador de la fe porque él mismo es a la vez su «promotor», es decir, su iniciador e instigador.

L,a palabra griega arkhegos, que hemos traducido por promotor, no sólo describe la función de Jesús, que como guía, conductor, adalid de sus hermanos, los redimidos, los precede hacia la herencia celestial, sino que al mismo tiempo indica también su posición pretemporal de Hijo y mediador de la creación en el mundo arquetípico celestial. Así pues, hablando filosóficamente, es Jesús la razón de que sea posible la existencia de la fe (en sentido de la carta a los Hebreos), y es también el garante de que tal fe no va a parar en el vacío. Con su propio ejemplo nos mostró Jesús cómo el oprobio y la ignominia, la cruz y la muerte sangrienta conducen al gozo y gloria eternos. A los creyentes que corrían peligro de desfallecer debía decirles ya la razón misma que abandonar el campo sería la mayor insensatez. ¿Cómo pueden esperar el gozo eterno sin «soportar contradicción por parte de los pecadores»?

...............

61. 1Co_9:24-26; Gal_2:2; Phi_2:17; Phi_3:13.14.

...............

3. SABIDURÍA EDUCATIVA DIVINA (Phi_12:4-11).

4 En vuestra lucha contra el pecado, todavía no habéis resistido hasta derramar vuestra sangre; 5 y habéis olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos: «Hijo mío no desdeñes la corrección del Señor ni te desanimes porque te reprenda. 6 Porque el Señor corrige a quien él ama, y castiga a todos los hijos que adopta» (Pro_3:11-12). 7 Para corrección vuestra estáis soportando esto. Dios os trata como a hijos. ¿Y qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Y si quedáis sin corrección, de la que todos han participado, es que sois bastardos y no hijos. 9 Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos corregían, y los respetábamos. ¿No nos someteremos con mayor razón al Padre de los espíritus, y así viviremos? 10 Aquéllos, en efecto, nos corregían, según su manera de ver, para un corto plazo de tiempo; pero él lo hace para nuestro provecho, para que compartamos su santidad. 11 En un primer momento, la corrección no parece agradable, sino dolorosa; pero, a la larga, reporta a los que en ella han sido ejercitados un fruto pacífico de justicia.

Cada vez aparece más claro que la comunidad de la carta a los Hebreos rehuye persecución y sufrimientos. Seguramente se habían imaginado que era cosa más sencilla ser cristianos y habían pensado que un hijo de Dios tiene derecho a la protección de su Padre celestial 62. Contra esta concepción pagana de la relación de padre a hijo entre Dios y el hombre se había pronunciado ya la historia de las tentaciones en los evangelios (Mat_4:1-11; Luk_4:1-13). La preservación de las miserias de la tierra y la salvación maravillosa de los peligros de muerte es -y se comprende muy bien- lo que toda persona devota espera ante todo de su Padre de los cielos. Sin embargo, la suerte de su «promotor y consumador» debían ya dar qué pensar al cristiano. Como el Hijo «aprendió, por lo que padeció, la obediencia» (Luk_5:8), así también educa Dios a sus otros hijos en una dura escuela de sufrimientos. Aunque el contexto daba pie espontáneamente a tal motivación cristológica, e incluso la provocaba, el autor se contenta con la cita, de tenor muy racional, del libro de los Proverbios: Dios procede como todo padre razonable que quiere sacar algo bueno de sus hijos. Así pues, el sufrimiento y la prueba no son señales de la cólera divina, sino pruebas de su amor y solicitud paternal.

Este punto de vista, que el Antiguo Testamento subraya ya en numerosos pasajes 63, no está hoy desgraciadamente muy desarrollado en la actual conciencia cristiana. Con una doctrina exagerada y unilateral del pecado original se presentan con frecuencia todos los sufrimientos y molestias de la vida simplemente como consecuencias de la caída de los primeros padres. Pero esta explicación nada convincente no solamente hace de Dios una figura de cuento de hadas, sino que además quita al sufrimiento humano su carácter de quehacer que hay que asumir con responsabilidad personal. Ahora bien, precisamente esto es a lo que apunta la carta a los Hebreos con su solución del problema del sufrimiento. Los lectores deben sentirse tratados por Dios como hijos con las pruebas que se les imponen, deben saber que la severa disciplina a que los somete el «Padre de los espíritus» 64 es precisamente para su bien personal. Naturalmente, hay en el Nuevo Testamento todavía otros aspectos, que a primera vista pueden parecer más «teológicos»: se habla de las «tribulaciones de los últimos tiempos», de la «participación en los padecimientos de Cristo» o de las consecuencias de pecados personales (por ejemplo: 1Co_11:30); sin embargo, el pensamiento desarrollado por nuestra carta tiene, con todo, la ventaja de estar al alcance de cualquier persona y de poderse realizar sin exageraciones religiosas.

...............

62. Cf. Wis_2:18 : «Porque si el justo es hijo de Dios, él le acogerá y le librará de las manos de sus enemigos». Así hablan los impíos.

63. Cf. Deu_8:5; Jer_2:30; Jer_5:3; Jer_31:18; Psa_118:18; Job_5:17.18; 2Ma_6:12-16; Wis_12:22.

64. Cf Num_16:22; Num_27:16 : «el Dios de los espíritus y de toda carne». Sin embargo, con toda seguridad, en la carta a los Hebreos, la expresión no se refiere a la paternidad de Dios con respecto a los ángeles, sino con respecto al «espíritu» del hombre (cf. 4,12; 12,23).

...............

4. CORRESPONSABILIDAD PASTORAL (12,12-17).

12 Por tanto, levantad las manos caídas y enderezad las rodillas vacilantes, 13 y haced los senderos rectos para vuestros pies, a fin de que lo que cojea no se disloque, sino más bien se cure. 14 Buscad la paz con todos, así como la santificación, sin la cual nadie podrá ver al Señor. 15 Estad alerta para que nadie se vea privado de la gracia de Dios y se quede atrás; para que ninguna raíz amarga creciendo rápida, perturbe y contamine la comunidad; 16 para que no haya algún fornicario o profanador, como Esaú, que por un solo plato de comida vendió su primogenitura. 17 Pues bien sabéis que, después, cuando se empeñó en heredar la bendición, fue rechazado, ya que, por más que lo solicitó a lágrima viva, no obtuvo un espacio para penitencia.

La última parte exhortatoria y conminatoria de la carta se dirige de nuevo a la comunidad entera y subraya la corresponsabilidad pastoral de todos los fieles. No solamente cada uno en particular debe aspirar a la fe y a la santificación, sino que la comunidad en cuanto tal tiene el encargo de cuidar de la salud espiritual de sus miembros. Lo que más tarde se concentrará en el cargo del episkopos, el obispo, es aquí todavía asunto de la comunidad entera. El «estar alerta», al igual que toda medida disciplinaria en la Iglesia, tiene por objeto contribuir a sanar y a santificar al miembro enfermo y al mismo tiempo preservar de contagio a los miembros sanos.

Aquí se mencionan tres actitudes defectuosas que, en la actual situación de flaqueza de la comunidad, encierran especial peligro y fácilmente pueden conducir a la reprobación definitiva:

1) «...que nadie, se vea privado de la gracia de Dios Y se quede atrás.» Una vez se puso ya en guardia contra este verse privado o frustrado y llegar tarde o «quedarse atrás» (4,1). Entonces se trataba de la entrada en el reposo de Dios, meta eterna de la promesa. Ahora deben los fieles cuidar de no verse privados de la gracia de Dios, de no quedarse atrás, fórmula un tanto oscura y que suena como algo muy general. Si la exhortación fuera dirigida a los particulares, se podría entender en sentido de una ascética moderna: el cristiano no debe quedarse atrás, desatender las invitaciones de la gracia o no debe excluirse del estado de gracia santificante con pecados graves. Pero nuestra carta habla de un deber de vigilancia de la comunidad, y así parece que la «gracia de Dios» ha de entenderse como una entidad objetivamente verificable. ¿Se puede conjeturar que la gracia de Dios se ha de hallar allí donde está el «trono de la gracia» (4,16) y donde se manifiesta el «espíritu de la gracia» (10,29), o sea, en el culto comunitario? Entonces la exhortación significaría sencillamente: Cuidad de que nadie se excluya de la palabra de la gracia ahora accesible (cf. 10,25), para que más tarde no se quede atrás, cuando Dios, en el juicio, imparta su gracia salvadora, la «bendición».

2),«...para que ninguna raíz amarga creciendo rápida, perturbe y contamine la comunidad.» La imagen se remonta a Deu_29:17, donde el culto de los ídolos se compara con una raíz que produce veneno y degenera en bilis. En lugar de «en bilis» (en khole) se dice en nuestra carta: «perturbe» (enokhle). Con esto se da a entender un comportamiento perturbador, perjudicial para el crédito de la comunidad y que contamina a los otros. Aquí no hay que pensar necesariamente, como en el caso del Deuteronomio, en la apostasía de la fe y la vuelta a la idolatría. «Raíz amarga» puede llegar a ser todo miembro de la comunidad, que con descontento, murmuración y comportamiento indecoroso escandaliza e induce a otros a pecar.

3) «...para que no haya algún fornicario o profanador como Esaú, que por un solo plato de comida vendió su primogenitura.» La fornicación y otros excesos significan muy a menudo en el Antiguo Testamento la idolatría con sus cultos orgiásticos de la fecundidad y sus comilonas y francachelas. Así también aquí se podría poner en guardia contra la apostasía y la vuelta al paganismo. Pero la apostasía no es siempre un simple fenómeno de separación externa voluntaria, de deserción de la Iglesia, sino que puede ir también acompañada de un comportamiento sumamente ruinoso dentro de la comunidad misma. Entonces los responsables de la comunidad tienen el deber de expulsar tales elementos dañinos, caso que no se produzca mejora (cf. Mat_18:15).

Supuesta esta situación de arrepentimiento, tiene también su explicación la dura expresión «no logró un cambio de parecer», aunque «lo solicitó a lágrima viva». En efecto, el topos metanoias, literalmente «lugar» o «espacio de penitencia», considerado como término técnico de la doctrina penitencial, designa una posibilidad de conversión otorgada por Dios. Tal espacio de penitencia está siempre determinado en cuanto al tiempo, sólo Dios fija su comienzo y su fin. Nuestro moderno concepto psicológico del arrepentimiento, que hace que la penitencia dependa de la buena voluntad del hombre, olvida fácilmente este hecho fundamental. Por ello existe un «demasiado tarde», una ocasión dejada pasar, que ni siquiera con lágrimas se puede hacer que vuelva ya. No cabe la menor duda sobre el momento a que se refería nuestra carta. Es el momento del juicio, en el que Dios (= Isaac) otorga su bendición o pronuncia la reprobación. Entonces el cristiano imitador de Esaú implorará todavía con lágrimas y lamentaciones 65 un último «espacio para penitencia», pero Dios no podrá ya otorgarle tal oportunidad. La revelación de Cristo fue el último y definitivo acto de gracia de Dios en favor de la humanidad y la creación entera.

..............

65. Los llantos de los impíos en el juicio forman parte del esquema fijo de las escenas de reprobación (Wis_5:2; Mat_8:12; Luk_6:21, etc.)

...............

5 JUICIO Y GRACIA (Luk_12:18-29).

Esta sección se puede llamar sin exageración el punto culminante de la retórica de la carta. La misma estructura formal es sumamente artificiosa y refleja en pequeño la técnica del conjunto. A la exposición teológica (v. 18-24) sigue inmediatamente la aplicación parenética (v. 25-29). Cada una de las dos mitades está a su vez bipartita: el texto teológico contrapone la revelación divina en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, la parénesis de la advertencia amenazadora a la promesa estimulante. La misma articulación del período muestra hasta qué punto el autor piensa en contrastes, cómo hace que el entonces y el ahora, la tierra y el cielo, lo transitorio y pasajero y lo que no es susceptible de sacudidas se reúnan en cuadros impresionantes, con el fin de poner claro lo grave de la situación ante los ojos de sus cristianos que se hallan en peligro.

18 Ahora bien, vosotros no os habéis acercado a lo tangible: fuego ardiente, tinieblas, torbellino, 19 sonido de trompeta, estruendo de palabras tales, que los que las oían pedían que se acabaran. 20 Porque no aguantaban esta prescripción dada: «Incluso el animal que toque el monte será apedreado» (Exo_19:13). 21 Y era tan terrible aquel espectáculo, que el mismo Moisés llegó a exclamar: «Estoy aterrado de miedo» (Deu_9:19) y temblando.

Sería demasiado fácil reducir a términos simples la contraposición entre la alianza del Sinaí y la de Sión: allí terror y temor repelente, aquí gracia y gloria que atraen. ¿Por qué, pues, se designa luego a Dios, en medio de los bienes de la salvación neotestamentaria como «juez de todos» los hombres? ¿Por qué, pues, luego en la parte parenética se amenaza a los cristianos desobedientes con un juicio, que todavía será mucho más terrible que el que se fulminó contra los israelitas incrédulos en el desierto? Hace ya mucho tiempo que sabemos que nuestra carta no polemiza contra el judaísmo, sino que trata de poner remedio a la debilidad de la fe de sus lectores cristianos recurriendo para ello a argumentos escriturísticos. Ya en 12,17 nos hemos encontrado con el último juicio bajo la imagen de la bendición de Isaac. También en este pasaje se trata de la manifestación del juicio de Dios. Esta manifestación era pasajera en el Sinaí, a pesar y precisamente a causa de los terrores visibles y perceptibles por los sentidos; en la comunidad cristiana, tal manifestación, a pesar y precisamente por causa de su modalidad invisible, atractiva y celestial, es definitiva y por ello, en el caso de la reprobación, tanto más peligrosa y temerosa. La descripción de la manifestación de Dios en el Sinaí es digna de consideración en más de un aspecto. Cierto que los rasgos particulares están tomados del Antiguo Testamento, pero su elección y composición revelan claramente la intención de reducir la manifestación a un llamativo fenómeno de la naturaleza. Dios mismo ni siquiera es mencionado, queda oculto tras los fenómenos experimentables, que atestiguan y a la vez ocultan su tremendo poder. Igualmente silencia la carta la elevación moral del decálogo y la inmediata proximidad de Dios, a la que fue invitado Moisés. Todo ello es una prueba de que lo que le importaba no era representar exhaustivamente el acontecimiento del Sinaí, sino más bien poner de relieve su carácter principalmente sensible y carnal.

Los terroríficos fenómenos concomitantes de la manifestación de Dios en el Sinaí -fuego, tempestad, temblor de tierra, sonido de trompetas- pertenecen al estilo estereotipado de las teofanías o manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento. También la esperada venida de Dios para el juicio final se describe con parecidos colores. Sobre todo los llamados Salmos de entronización (Sal 93; 96; 97; 99) asocian con los fenómenos de la naturaleza en el Sinaí la intervención judicial de Dios en el presente y en el futuro. Así pues, no tiene nada de extraño que también la carta a los Hebreos interprete el acontecimiento del Sinaí, acortando la perspectiva, como amenaza y ejecución de la sentencia.

La prescripción de mantenerse alejados del monte (Exo_19:12.13), con ser secundaria con respecto a la promulgación de la ley, parece ser considerada por la carta como lo característico de la manifestación veterotestamentaria. El acercarse era propiamente un «no estar permitido acercarse», como también el acercamiento cultual a Dios, debido a la disposición del santuario, dividido en dos partes, debe más bien designarse como un mantenerse lejos y quedarse fuera (Exo_9:7.8). En la reproducción exagerada, unilateral de Exo_19:12-13-el texto menciona a hombres y animales domésticos, la carta a los Hebreos extiende la prohibición incluso a las bestias salvajes- se trata de representar drásticamente la restricción del Antiguo Testamento a la esfera de lo carnal. Pero sobre todo la prohibición era importante para el autor, porque su transgresión acarreaba un castigo inmediato.

22 Pero vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén de arriba, a millares de ángeles, a una reunión plena, 23 a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, al Dios juez de todos, a los espíritus de los justos llegados a la consumación, 24 a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre rociada, que habla más elocuentemente que la de Abel. 25 Tened cuidado de no eludir al que os habla; pues, si aquellos que eludían al que daba órdenes sobre la tierra no escaparon al castigo, menos escaparemos nosotros si volvemos la espalda al que da órdenes desde el cielo. 26 Su voz, en efecto, sacudió entonces la tierra; pero él ha hecho ahora esta promesa: «Todavía una vez más yo acudiré», no sólo «la tierra», sino también «el cielo» (Hag_2:6). 27 Ahora bien, la expresión «todavía una vez más» indica el cambio de las realidades sacudidas, en cuanto creadas, para que permanezcan las no sacudidas. 28 Por tanto, al recibir un reino resistente a toda sacudida, mantengamos esta gracia y, usando de ella, demos a Dios el culto que le agrada, con un religioso temor, 29 pues ciertamente nuestro Dios es un fuego devorador.

Considerar particularmente la manifestación de Dios en el Sinaí desde el punto de vista escatológico de un castigo divino está aquí por completo al servicio del antitipo neotestamentario. Observamos la acumulación de momentos especiales y temporales, de suyo separados entre sí, en un único cuadro grandioso, en una visión de la existencia cristiana. Mientras que tocante al Antiguo Testamento enlazaba el autor con un acontecimiento histórico concreto, ahora sorprende que pase completamente por alto la predicación histórica de Jesús. El que habla desde el cielo es Dios (Hag_12:25). Si se hubiese pensado en la mediación por Cristo, lo que conforme a 1,2 no se ha de excluir del todo, se habría transferido la manifestación del Hijo a un presente sin tiempo (cf. 13,8). Pero la alocución celestial de Dios, a que se refiere la carta a los Hebreos, no es un acontecimiento del pasado o de un presente histórico, sino que pertenece todavía al futuro. Es la voz de Dios, que en el juicio final sacudirá el cielo y la tierra, a fin de que el reino que no está expuesto a sacudidas ocupe el lugar de la creación visible desaparecida (12,27). Esta manifestación que todavía está por venir, está ya presente en lo inquebrantable de la promesa. En consideración de la palabra de Dios, todas las diferencias temporales carecen de importancia. En este sentido es significativa la formulación de 12,26b: «Pero él ha hecho [pasado] ahora [presente] esta promesa: Todavía una vez más yo sacudiré..." [futuro]. No así en la comunidad cristiana. Aquí se indica claramente el hecho del pasado: Vosotros os habéis acercado. Sin embargo, más allá del primer contacto con los bienes eternos se ha establecido un enlace permanente, que en la comunión cultual se experimenta constantemente con gratitud (12,28). En ella se realiza ya lo que se aguarda para el día del juicio final: la recepción del reino que no está expuesto a sacudidas. Así también para la comunidad se reúnen en uno el pasado, el presente y el futuro. Su acercarse a Dios con fe ha dejado ya atrás el juicio.y la desaparición del mundo. Su retirada con falta de fe le acarrearía inmediatamente el juicio venidero.

En la fe en la promesa escatológica se decide ya desde ahora la salvación o la perdición. Por esto, para la comunidad que se acerca a Dios se ha efectuado ya la transformación cósmica y ésta cae más allá del mundo visible y perecedero. Así también los apóstatas se ven ahora ya arrastrados a la catástrofe final por el hecho de haberse vuelto de nuevo a las cosas sujetas a sacudidas. Ahora bien, dado que la manifestación neotestamentaria, contrariamente a la veterotestamentaria, tiene preferentemente una forma de juicio recompensadora y conducente a la gloria eterna del reino (cf. Mat_25:34), debe el drama, ahora y en la eternidad, concluir con una acción de gracias cultual (Mat_12:28). Así pues, en el fondo, en nuestro pasaje vuelven a desarrollarse dos acciones, una al lado de la otra (cf. 10,19-21), o mejor, la acción escatológica única se desarrolla de dos maneras: ahora, como representación cultual anticipada; en el futuro, como acontecimiento de la eternidad históricamente definitivo; ahora, como promesa; entonces, como consumación de la salud. Ahora bien, por lo que hace a la única realidad celestial indivisible, no existe diferencia alguna, puesto que la comunidad posee ya ahora una imagen real de las cosas imperecederas, que no están sujetas a sacudidas (10,1). Lo que había estado siempre vivo en la visión cultual, a saber, la presencia de lo futuro, la visibilidad de lo invisible, la unidad de tiempo, lugar y acción, configurada con intuición religioso-poética, esto se ha elevado en el culto cristiano a la categoría de certeza valedera, que se acoge con gratitud y temor reverencial.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



El ejemplo de Cristo, 12:1-3.
1 Teniendo, pues, nosotros tal nube de testigos que nos envuelve, arrojemos todo peso y el pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos el combate que se nos ofrece, 2 puestos los ojos en el autor y perfeccionador de nuestra fe, Jesús; el cual, por el gozo que se le proponía, soportó la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Traed, pues, a vuestra consideración al que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis de ánimo rendidos por la fatiga.

Los ejemplos anteriormente propuestos, de tantos y tantos justos del Antiguo Testamento, eran aleccionadores; pero faltaba el ejemplo principal, el de Cristo mismo.
El autor presenta este ejemplo de Cristo, valiéndose de una metáfora tomada de los juegos públicos, a los que tan aficionada era la sociedad greco-romana de entonces. Imagina que se hallan, él y los destinatarios, en la arena de un anfiteatro en el momento de iniciar la carrera para conseguir un premio. Allí, en las gradas de ese anfiteatro, está toda una nube de testigos contemplando su esfuerzo: son esos antepasados, modelos de fe, que acaba de mencionar (v.1). Como los corredores, añade el autor, también nosotros debemos desprendernos de todo estorbo y del pecado que nos asedia (v.1), puestos los ojos en la meta, Jesucristo, el autor y perfeccionador de nuestra fe (v.2; cf. 2:10), modelo que no debemos nunca perder de vista, a fin de no decaer rendidos por la fatiga (v.3).
No es claro a qué se aluda concretamente con las palabras pecado que nos asedia (??? ???????????? ???????? ). Es probable, dado el contexto, que sea una alusión al pecado de apostasía, peligro que se viene combatiendo a partir Deu_10:26. Tampoco es clara la expresión por el gozo que se le proponía (???? ??? ??????????? ???? ????? ), que otros traducen en vez del gozo que se le proponía. Conforme a la primera interpretación, que es la seguida en nuestra traducción, ???? equivale a por razón de o en vista de, y la idea vendría a ser la misma expresada ya por San Pablo en Flp_2:8-9, es a saber, que la pasión era camino para la glorificación; en cambio, según la segunda interpretación, se aludiría a que Cristo, en vez de una vida cómoda y tranquila que hubiera podido elegir, renunció a ello y se abrazó con la cruz. Nos parece más fundada la primera interpretación.

Pedagogía divina,Flp_12:4-13.
4 Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado, 5 y os habéis ya olvidado de la exhortación que a vosotros como a hijos se dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes reprendido por El; 6 porque el Señor, a quien ama le reprende, y azota a todo el que recibe por hijo. 7 Soportad la corrección. Como con hijos se porta Dios con vosotros. ¿Pues qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Pero si no os alcanzase la corrección de la cual todos han participado, argumento sería de que erais bastardos y no legítimos. 9 Por otra parte, hemos tenido a nuestros padres carnales que nos corregían y nosotros los respetábamos; ¿no hemos de someternos mucho más al Padre de los espíritus para alcanzar la vida? 10 En efecto, aquéllos, según bien les parecía, nos corregían para proporcionarnos una felicidad de pocos días; pero éste, mirando a nuestro provecho, nos corrige, para hacernos participantes de su santidad. n Ninguna corrección parece por el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece frutos apacibles de justicia a los ejercitados por ella. 12 Por lo cual, enderezad las manos caídas y las rodillas debilitadas, 13 y enderezad vuestros pasos, para que los rengos no se salgan del camino, antes bien sean curados.

Que no se extrañen los destinatarios de la carta de las pruebas por que están pasando; es una señal de que Dios les quiere. Tal es, en sustancia, la idea central de esta perícopa.
El autor comienza poniéndoles por delante que todavía no han llegado las cosas hasta el derramamiento de sangre (v.12), como sucedió con sus antepasados (cf. 10:32-34; 13:7). Por lo demás, que tengan en cuenta que el Señor, conforme dice la Escritura, reprende y azota a los que ama (cf. Pro_3:11-12), de modo que las pruebas de esta vida forman parte de la pedagogía paternal de Dios (v.5-8;cf. Job_5:17; Job_33:19; Sal_94:12; Ecli 23:2). Lo que, siendo niños, han hecho nuestros padres con nosotros, en orden a la educación, eso hace Dios y de modo mucho más perfecto (v.9-10). Ni despreciemos la corrección porque sea amarga, pues eso es momentáneo, mientras que los frutos son apacibles y duraderos (v.11).
Como exhortación final, el autor recomienda que hay que desterrar los decaimientos y flojedades, los propios y los de los demás, procurando que todos vayan por el recto camino (v.12-13; cf. Isa_32:3; Pro_4:26).

Fidelidad a las exigencias de la nueva alianza,Pro_12:14-29.
14 Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios; 15 mirando bien que ninguno sea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz amarga, brotando, la impida y corrompa la fe e inficione a muchos. 16 Mirad que ninguno incurra en fornicación, impureza o impiedad, como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida. 17 Bien sabéis cómo queriendo después heredar la bendición fue desechado y no halló lugar de penitencia, aunque con lágrimas lo buscó. 18 Que no os habéis allegado al monte tangible, al fuego encendido, al torbellino, a la oscuridad, a la tormenta, 19 al sonido de la trompeta y a la voz de las palabras, que quienes las oyeron rogaron que no se les hablase más; 20 porque no podían oírla sin temor. Si un animal tocaba al monte, había de ser apedreado. 21 Y tan terrible era la aparición, que Moisés dijo: Estoy aterrado y tembloroso. 22 Pero vosotros os habéis allegado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial y a las miríadas de ángeles, a la asamblea, 23 a la congregación de los primogénitos, que están escritos en los cielos, y a Dios, Juez de todos, y a los espíritus de los justos perfectos, 24 y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión de la sangre, que habla mejor que la de Abel. 25 Mirad que no recuséis al que habla, porque si aquéllos, recusando al que en la tierra les hablaba, no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si desechamos al que desde el cielo nos habla, 26 cuya voz entonces estremecía la tierra y ahora hace esta promesa: Todavía una vez, yo conmoveré no sólo la tierra, sino también el cielo. 27 Este todavía una vez muestra el cambio de las cosas movibles, por razón de haberse ya cumplido, a fin de que permaneciesen las no conmovibles. 28 Por lo cual, ya que recibimos el reino inconmovible, guardemos la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con temor y reverencia, 29 porque mostró Dios ser un fuego devorador.

Una serie de recomendaciones, insistiendo en determinadas virtudes cristianas, inicia esta perícopa (v.14-17). Lo de que, sin santidad, nadie verá a Dios (v.14), no es más que repetir lo que ya había dicho Jesucristo en las bienaventuranzas (cf. Mat_5:8). Que los destinatarios se preocupen mucho de que ninguno sea privado de la gracia de Dios y de no poner en peligro la fe del hermano con el vicio del mal ejemplo (v.15; cf. Deu_29:17; 1Co_5:6). Cuiden no les pase como a Esaú, quien, por el goce de un pequeño bien temporal, renunció a su derecho de primogenitura, que le constituía heredero de las promesas mesiánicas (v. 16-17; Gen_25:27-34; Gen_25:27.30-40).
Hechas esas advertencias, da la razón general del porqué de la exigencia de esa santidad y esmerada vigilancia en la vida del cristiano: la excelencia de la nueva alianza, a la que pertenecemos (? . 18-29). Mientras que la Ley mosaica fue dada por Dios con un despliegue pavoroso de fuerzas, como para significar que era Ley de temor (v. 18-21; cf. Exo_19:12-24; Deu_9:19), para la promulgación de la ley cristiana, en cambio, que es ley de amor, todo ha sido luz, armonía y perdón (v.22-24; cf. Rom_8:15). Las expresiones monte de Sión, ciudad de Dios, Jerusalén celestial, etc., prácticamente significan lo mismo: la nueva obra glorificada, realizada en la Iglesia (cf. Gál_4:26). Se describe en estos versículos la condición de los cristianos, acercándose al monte de Sión y entrando en la nueva gloria religiosa, como paralela a la de los israelitas, acercándose al Sinaí. Es discutido cómo haya de entenderse aquí la palabra primogénitos (v.23). Entre las muchas opiniones que se han propuesto, indicamos dos: los angeles, llamados a constituir los primeros la corte de Dios y de Cristo en la Jerusalén celestial; los cristianos en general, tanto los que han llegado al cielo como los que todavía peregrinan en la tierra, pues en realidad todos recibimos la dignidad y derechos del primogénito de las familias patriarcales (cf. 9:15; 11:40; 12:16-17). Nos inclinamos a esta segunda interpretación. Ni hace dificultad el que se haya hablado de Jerusalén celestial, pues ello hace referencia a la Iglesia, lugar del nuevo culto, terrestre y celeste a la vez. Decir que la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel (v.24) no quiere significar sino que, mientras la sangre de Abel pedía venganza contra Cían (cf. Gen_4:10), la de Cristo, en cambio, pide perdón para todos los creyentes.
Los v.25-29, a modo de conclusión práctica, constituyen una seria advertencia a los destinatarios, haciéndoles ver su obligación, mayor aún que en la Ley antigua, de seguir la llamada de Dios: si entonces, por desechar aquella llamada, fueron castigados, mucho más lo seremos nosotros si desechamos la que ahora se nos hace. La contraposición entre las dos alianzas no puede ser más expresiva: entonces se les hablaba en la tierra (v.25; cf· ??Gen_20:19), ahora desde el cielo (v.25; cf·2:2-4); entonces la voz de Dios estremecía la tierra (v.26; cf. Exo_19:18), ahora, conforme a lo predicho en Age_2:6-8, estremece tierra y cielo (v.26), es decir, toda la creación. Este estremecimiento, tratándose de la Nueva Alianza, ha de tomarse en sentido metafórico; no quiere significar otra cosa sino que habrá una fuerte intervención divina, estableciendo un nuevo régimen (cf. Amo_8:9; Mat_24:29). Este régimen, en contraposición al antiguo, será de carácter inconmovible (v.27-28; cf. 8:10-12). Y todavía se recalca al final: comportémonos diligentemente en esa nueva bendicion de gracia, si queremos evitar la severa justicia divina, pues Dios es un fuego devorador (v.28-29; cf. Deu_4:24; Deu_9:3).

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 2: Hebreos 12,5-11
Exhórtalos, con la autoridad y testimonio de la Escritura, a soportar con paciencia los males, ya que su corrección es indicio de que Dios nos ama.5 sino que os habéis olvidado ya de las palabras de consuelo que os dirige Dios como a hijos, diciendo: hijo mío, no desprecies la corrección del Señor ni caigas de ánimo cuando te reprende;6 porque el Señor al que ama le castiga, y a cualquiera que recibe por hijo suyo le azota y le prueba con adversidades.7 Sufrid, pues, la corrección. Dios se porta con vosotros como con hijos, porque, ¿cuál es el hijo a quien su padre no corrige?8 Y si estáis fuera de la corrección, de que todos los justos participaron, bien se ve que sois bastardos, y no hijos legítimos.9 Por otra parte, si tuvimos a nuestros padres carnales que nos corrigieran, y los respetábamos, ¿no es mucho más justo que obedezcamos al Padre de los espíritus, para alcanzar la vida eterna?10 Y a la verdad, aquéllos por pocos días nos castigaban a su arbitrio; pero Este nos amaestra en aquello que sirve para hacernos santos.11 Es indudable que toda corrección, al presente, parece que no trae gozo, sino pena; mas después producirá en los que son labrados con ella fruto apacibilísimo de justicia.En la Lección precedente los motivó el Apóstol a soportar con paciencia los males, con el ejemplo de Cristo y de los padres antiguos; aquí los exhorta a lo mismo con la autoridad de la Escritura; acerca de lo cual, pone primero la autoridad, luego explica su sentido y, puestas las premisas, arguye en orden a probar su intento. La autoridad que alega es la de Proverbios 3, pero con palabras diferentes a las de nuestro texto, pues allí se lee de la siguiente manera: "II. no rehuses, hijo mío, la corrección del Señor, ni desmayes cuando El te castigue. 12. Porque el Señor castiga a los que ama, y a aquellos en los cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre en sus hijos". Mas, porque el Apóstol trae a cuento esta autoridad para consolarlos, por eso se vale de otras palabras; de ahí que diga: "sino que os habéis olvidado ya de las palabras de consuelo", como si dijera: es cosa extraña que os hayáis olvidado (Sal 93). Y dice: de consolación, esto es, del Dios que consuela, y es una enfática locución (2Co 1).-"que a vosotros, esto es, el Dios del consuelo, os dirige como a hijos". Luego, si castiga, no aborrece; sino que su castigo se endereza al bien, puesto que se dirige a vosotros como a hijos; y pone las palabras del autor diciendo: "hijo mío, no desprecies la corrección del Señor"; y añade la razón: "porque el Señor castiga a los que ama". Pero en la autoridad que alega prohibe dos cosas: el aborrecimiento a la corrección y la impaciencia en soportarla.Tocante a lo primero, dice: "no desprecies, hijo mío, la corrección del Señor", como algunos, que hasta odio le tienen, por quienes se dice: "no quieras redargüir al mofador, para que no te aborrezca" (Pr. 9,8); "aborrecieron al que los amonestaba en los concursos públicos y han abominado del que les hablaba la verdad" (Am. 5,10). Dice, pues, el Apóstol: "no desprecies la corrección del Señor"; como si dijera: cuando el Señor te azote para corregirte, no se te haga de mal, esto es, de fastidio, no traigas cuenta si sirves a Dios o no, "porque desdichado es quien desecha la sabiduría y la instrucción" (Sg 3,2).Tocante a lo segundo: "ni caigas de ánimo cuando te reprende"; que algunos, aunque no aborrecen la aspereza de la corrección, la llevan con impaciencia. Por eso dice: "no caigas de ánimo"; que entonces decimos de un hombre: está espiritualmente fatigado, cuando la tristeza es tanta que, de impaciente y quejoso, se echara sin más a un pozo, (por no sufrir el acoso de Dios que lo saca al coso) (He XI,3; Sir 6).-"porque el Señor al que ama le castiga". Señala Ja causa de la corrección; porque, así como dice el Filósofo que la palabra castigo indistintamente se usa hablando de los niños y de la concupiscencia, ya que llamamos casto a aquel cuya concupiscencia ha sido castigada; lo mismo a un niño bien educado se le llama castigado -que ha menester de freno lo que se va de suyo al desenfreno-; de la misma condición, por su natural tendencia, niños y concupiscencia, han menester corrección y de cuerda buenos tratos, por seguir sus arrebatos. De suerte que el que castiga, si castiga, lo hace para que no se vaya uno a lo malo; y "atento a que los sentidos y pensamientos del corazón humano -como dice el Génesis- están inclinados al mal desde su mocedad", por eso el Señor nos castiga, para apartarnos del mal. Y en esto consiste el castigo: en los azotes que nos da, no por cierto para condenarnos, mas para salvarnos; de donde dice: "azota a todo el que recibe por hijo". Por consiguiente, a los que no les menudea el rebenque no puede contárseles en el número de los hijos (Sal 72); de donde es como una señal de eterna reprobación (Ez,16). Mas no hay que admirarse si a todo hijo adoptivo lo maltrata con azotes, cuando el propio y natural así lo trató, tan mal (Lc 24).-"Sufrid, pues, la corrección". Muestra en qué sentido alega la autoridad y cuál es el de su exhortación, explica el porqué de ese sentido y que tal razón es conveniente, porque, "¿cuál es el hijo a quien su padre no corrige?" Ahora bien, la exhortación del Apóstol iba encaminada a que no despreciasen la corrección del Señor ni desmayasen por verse corregidos; que ambas cosas encierra en estas palabras; pues no otra cosa significan que "perseverar en la disciplina. De ahí que diga Job: "y mi consuelo sería que, sin perdonarme, fuese afligiéndome con dolores" (6; Salmo 2).Ya había dicho por qué no debemos despreciar la corrección, porque "al que ama el Señor lo castiga". De ahí que diga aquí: "Dios se porta con vosotros como con hijos"; como si dijera: por eso habéis de permanecer a pie firme, porque se porta con vosotros como con hijos (Jr 3).Muestra, por consiguiente, que esta razón es conveniente, diciendo: porque "¿cuál es el hijo a quien su padre no corrige?", que al padre toca corregir a su hijo."Quien escasea el castigo quiere mal a su hijo; mas quien le ama le corrige continuamente" (Pr. 13,24); "un caballo no domado se hace intratable; así, un hijo dejado a sí mismo se hace insolente" (Sir 30,8). Por tanto, es necesaria la corrección, así como a Pablo diósele para humillarle un aguijón, que le punzase y diese de bofetón, no fuese a caer de su elevación, por la soberbia y la presunción.-"Y si estáis fuera de la corrección..." Arguye fundándose en las razones asentadas, y primero llevando su razonamiento a un término inconveniente; segundo, poniendo cierto ejemplo; tercero, por el provecho que de ahí se sigue: que "toda corrección, al presente, parece que no trae gozo, sino pena..."Acerca de lo primero hace este raciocinio: todos los santos, que agradaron a Dios, pasaron por muchas tribulaciones, para llegar a hijos de Dios. Luego el que no persevera en la disciplina o corrección no es hijo, sino bastardo, esto es, nacido de adulterio. De este razonamiento pone solamente la conclusión: "si estáis fuera de la corrección de que todos los justos participaron, bien se ve que sois bastardos, y no hijos legítimos "; pues "todos los que quieren vivir virtuosamente, según Jesucristo, han de padecer persecución" (2Tim 3,12; Jud. 8). Ni es preciso que las tribulaciones que padecen los santos hayan de ser siempre exteriores, cuando no faltan las interiores ocasionadas del trato y mal ejemplo de los hombres perversos; como el justo Lot "a quien estos hombres abominables (de Sodoma y Gomorra) afligían y perseguían con su vida infame" (2Pe 2,7).Pero hijo propiamente se dice el que es de padre legítimo. Nuestra madre es la 1glesia, cuyo esposo es el mismo Dios (Os. 2); el adúltero es el diablo y el mundo; de suerte que Jos nacidos del espíritu diabólico o mundano son hijos adulterinos (Is 57). Es, pues, cosa clara que hijos propiamente no lo son sino los nacidos de padre legítimo.-"Por otra parte, si tuvimos a nuestros padres carnales. .." La segunda razón la toma de nuestra experiencia, es a saber, de la corrección paterna; y esta razón procede de la doble diferencia que hay entre Dios Padre y el padre carnal:1- que la generación humana no pasa más allá del cuerpo; el alma es creada inmediatamente por Dios, no se transmite por generación (II Mc. 7). De donde dice que "tuvimos a nuestros padres carnales que nos corrigieren (Eccii. 7), y los respetábamos" (Ex. 20). Pero Dios tiene un título más excelente para padre nuestro, por el alma que nos da por creación inmediata (Eccl. 12); asimismo por justificarla, haciéndonos hijos adoptivos (Rm 8). Por eso dice: "¿no es mucho más justo que obedez carnes al Padre de los espíritus, esto es, de nuestras almas, que se llaman espíritus, porque no son de materia, para alcanzar la vida?" (Jn 8; He. 5);2 que la corrección humana y la divina difieren en dos cosas: en el fin, que en la corrección humana es algo transitorio, ya que es para portarse bien en esta vida, que es de pocos días; y en el motivo, puesto que el hombre corrige a su arbitrio, que puede engañarse y equivocarse y, con todo, le obedecemos. Mas en la corrección divina no sucede lo mismo; porque nos adoctrina para algo eternamente provechoso, es a saber, para recibir la santificación, que es el mismo Dios (Is 8). Por lo cual dice: "y a la verdad, aquéllos, por pocos días, nos castigaban (esto cuanto a lo primero), a su arbitrio (esto cuanto a lo segundo); pero Este nos amaestra en aquello que sirve para hacernos santos" (Is 48); por tanto, debemos recibir más y más su disciplina y corrección.-"Es indudable que toda corrección" Esta es la tercera razón, que se toma de la utilidad de la corrección; y, siendo las penas una especie de medicinas, parece que ha de formarse el mismo juicio de unas que de otras; de modo que así como la medicina, al tomarla, es amarga y sabe a rayos, pero su fin es dulcísimo y es blanco del más encendido deseo; así también la corrección, pesada de soportar, pero de fruto exquisito.Es de advertir que corrección (disciplina) derívase de aprendiendo (discendo), y que a los niños que aprenden los educan a azotes; por eso la corrección o disciplina alguna vez se toma como ciencia, por ejemplo, al principio del primero de los Posteriores: toda doctrina y toda disciplina... , que en griego se dice epistemon. Otras veces se toma como corrección, que en griego se dice pedia, pero en latín la denominación no tiene la misma claridad y distinción.Dice, pues, que "toda disciplina, es a saber, la educación, con su cortejo de azotes y molestias, al presente, parece que no trae gozo, sino pena", porque al exterior, de los golpes que le dan, trae el rostro encapotado y triste, pero por dentro, por el fin que intenta, destila dulce miel. Por eso dice parece, y no dice es (2Co 6 y 4; Jn 16).-"mas después producirá en los que son labrados con ella fruto apacibilísimo de justicia"; pues fruto quiere decir dulzura, de donde disfrutar de una cosa es deleitarse en el fin conseguido. Y dice apacibilísimo, porque aquí abajo no hay fruto que no conturben las incomodidades exteriores y tentaciones interiores y, por consiguiente, no es, como el de allá, apacibilísimo; ya que en la gloria no habrá cosa que remuerda interiormente la conciencia, ni que impulse a la culpa, ni contriste por fuera; porque allí, como dice San Agustín, habrá lo que te venga en gana. Luego ese fruto es apacibilísimo: apacible en la tranquilidad de conciencia, más apacible en la toma de la primera vestidura, apacibilísimo en el revestimiento de la segunda. "Y reposará mi pueblo en hermosa mansión de paz y en tabernáculos de seguridad, y en el descanso de la opulencia" (Is 32,18); "sus frutos son más preciosos que el oro acendrado" (Pr. 3,14)."Producirá, pues, fruto apacibilísimo de justicia", esto es, el que se merece la justicia (Pr. Xi), o para alcanzar la justicia (Os. X; Salmo 125). Pero ese fruto no es sino "para los que son labrados con ella", esto es, por medio de la disciplina.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Un llamado a la perseverancia

El tema de este pasaje es la necesidad de la perseverancia en medio de las pruebas, como lo indica el uso de una terminología similar en los vv. 1, 2, 3 y 7 (cf. 10:32, 36). Desarrollando la imagen de un torneo atlético, el autor urge a sus lectores a mirar tan grande nube de testigos del cap. 11 para alentarnos a que corramos con perseverancia la carrera de la fe (v. 1). Como clímax a su presentación de los grandes héroes de la fe, el autor recuerda la perseverancia de Jesús ante el sufrimiento extremo, el oprobio y la hostilidad y lo relaciona con la situación de los lectores (vv. 2-4). Esto lleva a una meditación sobre la forma en que Dios disciplina a sus hijos por medio de las penurias, basándose en Prov. 3:11, 12 (vv. 5-11). El desafío para nosotros es el de reconocer el significado y propósito de la disciplina de Dios en nuestras vidas, y responder con confianza y sumisión voluntaria. Una apelación final para la perseverancia se hace en un lenguaje que subraya la necesidad de fortalecer a los que están débiles o exhaustos y tentados a abandonar la carrera (vv. 12, 13).

1 El llamado a correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante sugiere que la vida cristiana es más una maratón que una breve carrera. No debemos pensar en la tan grande nube de testigos del cap. 11 como espectadores en un anfiteatro, alentándonos para la carrera de la fe. Es más bien, como dice J. Moffatt: Lo que vemos en ellos, no lo que ellos ven en nosotros, lo que el autor tiene en mente. Son testigos (gr. martyres) de la verdadera fe en bien nuestro porque Dios testificó (gr. emartyrethesan, 11:2, 4, 5, 39) de su fe en las páginas de la Biblia. Demuestran la naturaleza y posibilidades de la fe para los creyentes de todas las generaciones. Como contendientes en la carrera hemos de considerar su ejemplo para tener aliento. Hemos de despojarnos de todo peso -cualquier asociación o actividad que nos obstaculice- y del pecado que tan fácilmente nos enreda (el autor aquí está preocupado por el pecado en sí, más bien que por algún pecado muy atrayente en particular). De otro modo, podemos perder el premio, que es el don de gracia de Dios de la vida eterna para todos los que completan la carrera.

2-4 El mayor aliento llega cuando ponemos los ojos en Jesús (cf. 3:1). Se lo describe como autor y consumador de la fe. El término fe debe entenderse en un sentido absoluto o general. Jesús es el ejemplo perfecto de la fe que hemos de expresar. La palabra traducida autor (gr. archegon, como en 2:10) significa lit. que él es el pionero o líder en la carrera de la fe. Sin embargo, el contexto también sugiere que es el autor o iniciador de la verdadera fe dado que abre el camino a Dios y nos permite seguir en sus pisadas. Cuando sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios, alcanzó la meta final de la fe. Es el consumador (DHH, quien la perfecciona). Como quien ha ejercido la fe a pleno desde el comienzo hasta el fin, ha cumplido las promesas de Dios para todos los que creen, dando a la fe una perfecta base por medio de su obra como sumo sacerdote. Jesús sufrió (BJ, soportó) porque miraba más allá de la vergüenza y sufrimiento de la cruz al gozo que tenía por delante. Debemos tener la misma perspectiva y ser alentados por su perseverancia en soportar tanta hostilidad de pecadores sin que decaiga ... el ánimo ni desmayéis. Dada su experiencia pasada, este aliento tendría una relevancia especial para los primeros lectores (cf. 10:32-34), aunque ellos no habían sido llamados aún a resistir hasta la sangre.

5-8 Pero, ¿por qué el pueblo de Dios debería sufrir insultos, rechazo y persecución? El autor se anticipa a esas cuestiones cuando acusa a los lectores de haber olvidado Prov. 3:11, 12. La exhortación se dirige a los creyentes en toda época como hijos de Dios (cf. 2:10-13). Les asegura que la condición de hijos y el sufrimiento van de la mano, porque el Señor disciplina al que ama. Los cristianos son llamados a permanecer bajo la disciplina, reconociéndola como una prueba práctica de su relación especial con Dios (Dios os está tratando como a hijos). La disciplina (en gr. paideia) a veces implica reprensión y castigo, como declara el texto de Proverbios. Pero también incluye la enseñanza y capacitación positivas que los padres amorosos dan a sus hijos en toda la gama de circunstancias como para llevarlos hasta la madurez. Por cierto, en la experiencia humana común y en la relación con Dios, aquellos que no son disciplinados son ilegítimos y no hijos.

9-11 Cuando somos disciplinados adecuadamente por nuestros padres carnales ... les respetábamos. ¡Cuánto más aquellos que son disciplinados por el Padre de los espíritus deben aprender a obedecerlo para que vivan! Porque la disciplina de Dios es necesaria para mantenernos en el camino de la vida eterna. La disciplina paterna está limitada a nuestros años infantiles (por pocos días) y quizá no haya sido administrada sabiamente (como a ellos les parecía). Pero Dios, en su infinito amor y sabiduría nos disciplina para bien, a fin de que participemos de su santidad a lo largo de toda nuestra vida. La santidad de Dios es su vida y personalidad distintivas. La compartirá definida y completamente con aquellos a quienes lleve a su reino. Entre tanto, usa varias pruebas para sostener nuestra fe y producir fruto apacible de justicia en aquellos que han sido ejercitados o entrenados por medio de esa disciplina. En otras palabras, por su gracia, podemos empezar a compartir la vida y el carácter santo de Dios aquí y ahora.

12, 13 El llamado a fortalecer las manos debilitadas y las rodillas paralizadas recuerda la figura de un torneo atlético. Es un desafío a abandonar el temor y la desesperación y no llegar a quedar exhaustos en la carrera de la fe (cf. Isa. 35:3, 4). La cita de Prov. 4:26 (enderezad para vuestros pies los caminos torcidos) es una advertencia a seguir el camino que Dios ha preparado sin desviarnos a derecha o izquierda. Es de particular importancia ayudar a aquel que está espiritualmente cojo para que mantenga el camino correcto, de modo que no llegue a tropezar y sea desviado permanentemente, sino más bien sanado. En otras palabras, los cristianos tienen la responsabilidad de cuidarse unos a otros y alentarse entre sí para no caer en el camino. Las implicaciones prácticas de todo esto son reveladas en la sección siguiente.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XII.

1 An exhortation to constant faith, patience, and godlinesse. 22 A commendation of the New Testament aboue the Old.
1 Wherefore, seeing wee also are compassed about with so great a cloude of witnesses, let vs lay aside euery weight, & the sinne which doth so easily beset vs, and let vs runne with patience vnto the race that is set before vs,
2 Looking vnto Iesus the [ Or, beginner.] Authour and finisher of our faith, who for the ioy that was set before him, endured the crosse, despising the shame, and is set down at the right hand of the throne of God.
3 For consider him that indured such contradiction of sinners against himselfe, lest ye be wearied and faint in your mindes.
4 Yee haue not yet resisted vnto blood, striuing against sinne.
5 And ye haue forgotten the exhortation which speaketh vnto you as vnto children, My sonne, despise not thou the chastening of the Lord, nor faint when thou art rebuked of him.
6 For whome the Lord loueth hee chasteneth, and scourgeth euery sonne whom he receiueth.
7 If yee endure chastening, God dealeth with you as with sonnes: for what sonne is he whom the father chasteneth not?
8 But if ye be without chastisement,

[Follow peace.]

whereof all are partakers, then are ye bastards, and not sonnes.
9 Furthermore, wee haue had fathers of our flesh, which corrected vs, and we gaue them reuerence: shall we not much rather bee in subiection vnto the Father of Spirits, and liue?
10 For they verily for a fewe dayes chastened vs after their owne pleasure, but hee for our profit, that we might bee partakers of his holinesse.
11 Now no chastening for the present seemeth to be ioyous, but grieuous: neuerthelesse, afterward it yeeldeth the peaceable fruite of righteousnesse, vnto them which are exercised thereby.
12 Wherefore lift vp the handes which hang downe, and the feeble knees.
13 And make [ Or, euen.] straight paths for your feete, lest that which is lame bee turned out of the way, but let it rather bee healed.
14 Followe peace with all men, and holinesse, without which no man shall see the Lord:
15 Looking diligently, lest any man [ Or, fal from.] faile of the grace of God, lest any roote of bitternesse springing vp, trouble you, and thereby many be defiled:
16 Lest there bee any fornicatour, or profane person, as Esau, who for one morsell of meat sold his birthright.
17 For yee know how that afterward when hee would haue inherited the blessing, hee was reiected: for hee found no [ Or, way to change his minde.] place of repentance, though he sought it carefully with teares.
18 For yee are not come vnto the mount that might be touched, and that burned with fire, nor vnto blacknesse, and darknes, and tempest,
19 And the sound of a trumpet, and the voyce of wordes, which voyce they that heard, entreated that the word should not bee spoken to them any more.
20 For they could not indure that which was commaunded: And if so much as a beast touch the Mountaine, it shall be stoned, or thrust thorow with a dart.
21 And so terrible was the sight, that Moses sayde, I exceedingly feare, and quake.
22 But ye are come vnto mount Sion, and vnto the citie of the liuing God the heauenly Ierusalem, and to an innumerable company of Angels:

[Of mariage.]

23 To the generall assembly, and Church of the first borne which are [ Or, inrouled.] written in heauen, and to God the Iudge of all, and to the spirits of iust men made perfect:
24 And to Iesus the mediatour of the new [ Or, Testament.] Couenant, and to the blood of sprinckling, that speaketh better things then that of Abel.
25 See that yee refuse not him that speaketh: for if they escaped not who refused him that spake on earth, much more shall not we escape if wee turne away from him that speaketh from heauen.
26 Whose voice then shooke the earth, but now he hath promised, saying, Yet once more I shake not the earth onely, but also heauen.
27 And this word Yet once more, signifieth the remouing of those things that [ Or, may be shaken.] are shaken, as of things that are made, that those things which cannot be shaken may remaine.
28 Wherefore wee receiuing a kingdome which cannot bee moued, [ Or, let vs hold fast.] let vs haue grace, whereby wee may serue God acceptably, with reuerence and godly feare.
29 For our God is a consuming fire.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Dios, educador paternal. El predicador ha comparado las dificultades del camino con la disciplina del esfuerzo deportivo para alcanzar la meta, a imitación de Jesús que inició su carrera y la concluyó, que sufrió y triunfó. Ahora presenta otra comparación, la de la educación paterna que es al mismo tiempo severa y afectuosa. Se inspira en el modelo sapiencial del Antiguo Testamento: «porque al que ama lo reprende el Señor, como un padre al hijo querido» (Pro_3:12); el «hijo sensato acepta la corrección paterna» (Pro_13:1). Dios como Padre educa austeramente: «¿Hay algún hijo a quien su padre no castigue?» (7). Así lo hizo en el desierto, sometiendo a su pueblo a toda clase de pruebas «para que reconozcas que el Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo; para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo respetes» (Deu_8:5s).
¿Qué decir de esta pedagogía del castigo o de la imagen de un Dios Padre a quien se le atribuyen las pruebas y sufrimientos humanos como método para educar a sus hijos? Primero, el predicador habla desde la cultura de su tiempo, cuyos métodos educativos no son ni deben ser necesariamente los nuestros. Segundo, y más importante, Dios no envía tribulaciones y sufrimientos a sus hijos ni es esto lo que quiere decir el predicador. Está simplemente contemplando el sufrimiento de la comunidad cristiana, que no es querido por Dios, desde la perspectiva de su amor, capaz de transformar el dolor y la tribulación de sus hijos en «frutos de paz y de justicia» (11). Así es como Dios se enfrenta y destruye el sufrimiento humano (cfr. Rom_8:18). A esta victoria se refiere cuando cita al profeta (Isa_35:3) cantando el regreso a Jerusalén de los desterrados de Babilonia en una especie de peregrinación festiva y gozosa, gracias a la intervención salvadora de Dios: «fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, enderecen las sendas para sus pies» (12s).

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



67 (B) Trato que Dios da a sus hijos (12,1-13). 2-3. Jesús es el modelo de entereza en las dificultades, por el gozo: Algunos entien(-)den que el gr. anti significa «en vez de», y no «por». Pero la exhortación a que los destinata(-)rios de la epístola perseveren a la vista del triunfante final de la carrera hace pensar que el autor entiende el ejemplo de Jesús del mis(-)mo modo. 5-6. Cf. Prov 3,11-12. 9. el padre de los espíritus: cf. Nm 16,22; 27,16.
68 (C) Los castigos de la desobediencia (12,14-29). 15. Exhortación a velar unos por otros para conjurar el peligro de apostasía. pa(-)ra que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe: cf. Dt 29,17 LXX. 16. ningún fornicario o irreli(-)gioso como Esaú: No es seguro que «fornicario» se refiera a Esaú. Su irreverencia queda de(-)mostrada por el hecho de que cedió su derecho de primogenitura por una simple comida (Gn 25, 29-34). 17. Esaú es un ejemplo, no sólo de apostasía, sino de la imposibilidad de arrepen(-)timiento tras ese pecado (cf. 6,4-6). 18-21. Pri(-)mera parte de una contraposición entre la asamblea de Israel cuando se estableció la anti(-)gua alianza y la asamblea de quienes han en(-)trado en la nueva. La primera tuvo lugar en la tierra; para sus imponentes circunstancias, cf. Éx 19,12-13.16-19; 20,18-21. 22. La asamblea del pueblo de la nueva alianza tiene lugar en el cielo. El autor habla a quienes todavía van de camino hacia allí; sin embargo, puesto que ya poseen los beneficios del sacrificio de Jesús, puede hablarles como si ya hubieran llegado.
23. los primogénitos: Éstos pueden ser los án(-)geles del v. 22 (así Spicq, Hébreux 2.407) o la en(-)tera asamblea de los fieles cristianos (así J. Lécuyer, SPC 2.161-68). los espíritus... llegados a la perfección: Los santos del AT; cf. 11,40. 24. La sangre de Abel clamaba pidiendo venganza (Gn 4,10) ; la de Jesús permite acceder a Dios (10,19). 25. Habrá un castigo mayor para quie(-)nes rechazan la advertencia hecha por Dios desde el cielo que para quienes rechazan la ad(-)vertencia que hizo en el Sinaí. 26. Cf. Ag 2,6.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. Sal_110:1. Ver Flp_2:6-11.

5-6. Pro_3:11-12

18-19. Exo_19:16-18; Deu_4:11.

12. Isa_35:3.

13. Pro_4:26(Texto Griego).

14. Sal_34:15.

15. Deu_29:17.

16. Gen_25:33.

20. Exo_19:12-13.

21. Deu_9:19.

26. Age_2:6.

29. Deu_4:24; Is. 33. 14.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Siguiendo el ejemplo de Jesús, los cristianos debemos luchar contra el pecado y ser perseverantes en las tribulaciones y persecuciones, porque si vienen es señal de que el Señor las permite para nuestro bien. «Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. (...) Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento? Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo» (S. Josemaría Escrivá, V. Cruc. 1,1).

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Gál 6:9;b Job 5:17; Pro 3:11

Torres Amat (1825)



[5] Prov 3, 11; Ap 3, 19.

[13] Que se enderece con vuestro buen ejemplo.

[16] Y con ella la bendición de su padre y las promesas de Dios.

[18] Como los que recibieron la ley de Moisés en el monte Sinaí. Ex 19, 12; Deut 9, 19.

[23] Primeros hijos del nuevo testamento o Iglesia de los primeros fieles.

[28] Como el de Jesucristo, que comenzamos a poseer ya por la fe.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Pro 3:11-12 (versión griega de los LXX); Apo 3:19.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 12.2 Sal 110.1; Ef 1.20; Flp 2.6-11; Heb 1.3; 2.9; 8.1; 10.12.

[2] 12.5-6 Pr 3.11-12 (gr.).

[3] 12.16 Gn 25.29-34.

[4] 12.17 Gn 27.30-40.

[5] 12.20 Ex 19.12-13.

[6 12.21 Cf. Dt 9.19.

[7] 12.24 Cf. Gn 4.10.

[8] 12.25 Ex 20.22.

[9] 12.26 Hag 2.6.

[10] 12.29 Dt 4.24; 9.3.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

Job 5:17; Pro 3:11-12.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_3:11-12 LXX

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_3:11-12 LXX

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Pro 3:11

Jünemann (1992)


5 b. Ni.
c. No tengas en poco.