Ver contexto
Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia de un auxilio oportuno.
(Hebreos 4, 16) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 4

4. REPOSO DE DIOS Y OBRA DE LOS SEIS DÍAS (4/03-05).

1 y 2 en el cap. anterior

3 Porque nosotros, los creyentes, vamos entrando en el reposo, conforme a lo que dijo: «Así que juré en mi ira: Jamás entrarán en mi reposo»; y eso que las obras de Dios estaban terminadas ya desde la creación del mundo, 4 pues del día séptimo la Escritura ha dicho así: «Y en el día séptimo descansó Dios de todas sus obras» (Gen_2:2). 5 Y lo mismo en este pasaje: «Jamás entrarán en mi reposo.»

El concepto de reposo (katapausis), en conexión con el salmo 95, hace pensar en la tierra de Canaán. Allí se habían asentado los israelitas, después de haber errado sin cesar por el desierto, allí habían de vivir en reposo y seguridad al abrigo de sus enemigos. El mismo Dios de la alianza, que había acompañado a su pueblo en la marcha por el desierto, no tenía ya necesidad de morar en una tienda, había hallado en el templo su «lugar de reposo» (cf. Isa_66:1; Psa_131:14 ; Act_7:49). Evidentemente, la carta a los Hebreos trasladó estas imágenes veterotestamentarias a un más allá celestial. A la comunidad cristiana se le promete un nuevo Canaán supraterreno, donde un día podrá descansar de todas las fatigas y tribulaciones de la vida.

En este pasaje interviene todavía otro motivo: el del descanso de Dios el séptimo día de la creación. Como Dios, al cabo de seis días, descansó de todas sus obras, también los cristianos, los creyentes, descansarán una vez de sus obras (cf. Rev_14:13). Pero el texto quiere decir algo más: no se limita a una mera comparación. Se trata de la calidad misma del reposo al que se retiró Dios después de la creación y al que está llamado el pueblo de Dios que peregrina. A todas luces, la carta no se refiere a una participación en algún atributo o en algún estado de Dios, sino que alude a la misma realidad celestial que en otros lugares se designa como «mundo futuro», «verdadero santuario», «patria celestial» o «ciudad permanente». El lugar de reposo de Dios es por tanto como una tierra que está preparada desde el comienzo mismo del mundo. A nosotros, que conocemos la palabra «reposo» casi exclusivamente por la liturgia de difuntos y le asociamos la idea de un estado intermedio del alma separada del cuerpo (o incluso del cadáver que reposa en el camposanto), puede parecernos un tanto curioso el empleo del término «reposo» para designar la consumación de la salvación cristiana. No obstante, si tenemos en cuenta que nuestra vida, a fuerza de agitación, de desasosiego y de ajetreo, no llega nunca al reposo, también nosotros miraremos al reposo, a la katopausis celestial, como a una meta ardientemente deseable.

5. EXHORTACIÓN FINAL (4/06-11).

6 Y como todavía quedan algunos por entrar en el reposo, e incluso los primeros a quienes fue anunciado el Evangelio no entraron, por causa de su rebeldía, 7 vuelve a fijar un día determinado -hoy-, diciendo por boca de David después de tanto tiempo, conforme a lo ya dicho: «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones». 8 Efectivamente, si Josué los hubiera introducido en el reposo, la Escritura no hablaría ya de un día posterior a esto. 9 Así que aún le queda al pueblo de Dios un reposo sabático16. 10 Porque el que entra en el reposo de Dios, también él descansa de sus obras, como Dios de las suyas propias. 11 Esforcémonos, pues, por entrar en aquel reposo, para que nadie caiga en aquella misma rebeldía.

La homilía vuelve todavía a compendiar, como conclusión, la idea fundamental y pone en guardia con el mayor empeño contra la desobediencia, que a los mismos israelitas del tiempo del desierto les impidió ya entrar en el reposo de Dios. Pero ni siquiera la toma de posesión de la tierra por Josué condujo a la meta anhelada de las promesas. El autor demuestra esta afirmación que a nosotros se nos antoja obvia con un argumento que se encuentra también algunas veces en san Pablo (por ejemplo: Gal_3:17). Las palabras del salmo 95 se pronunciaron mucho tiempo después de la toma de posesión de la tierra de Canaán y por tanto deben referirse a otro acontecimiento, a otro «hoy». Es posible que desde el punto de vista de una exégesis científica sea insostenible esta argumentación; sin embargo, su intención es digna de tenerse en cuenta. En realidad, el Antiguo Testamento entendido en sentido cristiano no quiere informar sobre cosas pasadas, sino que apunta a nuestro futuro, a fin de que nosotros afrontemos el presente, el «hoy»>. Así la carta a los Hebreos nos instruye para que oigamos el Antiguo Testamento como una palabra que va dirigida a nuestra misma vida y nos fuerza a tomar una decisión.

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16.Ya en el Antiguo Testamento se designa el sábado como «día de reposo» (Exo_35:2; 2Ma_15:1, y passim).

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6. HIMNO A LA PALABRA DE DIOS (4/12-13).

12 Porque la palabra de Dios es viva y operante, y más tajante que una espada de dos filos17: penetra hasta la división de alma y espíritu, de articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón. 13 Nada creado está oculto a su presencia: todo está desnudo y patente a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

PD/FUERZA: El himno se halla al final de la primera parte de la carta y nos hace volver con el pensamiento al comienzo de la misma. Dios habló antes por los profetas, ahora ha hablado por su Hijo. Que nadie tenga en poco su palabra considerándola como mera palabra y no como obra. ¿A un mundo que, por cierto, no puede quejarse por falta de palabras -incluso, y sobre todo, de palabras hermosas, buenas, elevadas y devotas-, no tiene Dios otra cosa que ofrecerle que su palabra? Cierto que Dios no se ha contentado sólo con hablar: calló en la muerte de su propio Hijo, pero este callar sangriento «habla más elocuentemente que la sangre de Abel» (2Ma_12:24), y así se nos remite de nuevo a la palabra, flaca e impotente desde el punto de vista humano. Sólo la fe sabe qué fuerza, qué vida reside en la palabra de Dios, y sabe que esta palabra es el poder decisivo de este mundo. Aunque mil veces sea desoída, ignorada, no se le haga el menor caso y se cometan acciones que la dejen en mal lugar, alguna vez llega para cada cual la hora de la verdad, cuando la palabra humillada y despreciada viene a pedirle cuentas.

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17. También Eph_6:17 compara la «palabra de Dios» con una «espada del Espíritu». Cf. también la espada de dos filos que sale de la boca del Hijo del hombre en el cielo (Rev_1:16).

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Parte segunda

EL SUMO SACERDOCIO DE JESÚS 4,14-10,31

La gran pieza central de la carta está encerrada entre dos paréntesis (4,14-16 y 10,19-31), que sustancialmente suenan lo mismo y que nos dan a conocer las intenciones que persigue el autor con sus reflexiones, en parte bastante difíciles: en la convicción de que tenemos «un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos» (4,14), que con su sangre nos facilitó la entrada al verdadero «lugar santísimo» (10,19-21), debemos «mantener firme nuestra profesión (de la esperanza» (4,14; 10,23), y «acercarnos con confianza al trono de la gracia» (4,16; cf. 10,22). Se trata, por tanto, de nuevo de la firmeza y fidelidad en la fe, de la actuación gozosa en el culto (10,25) y en la corrección fraterna, encaminada al amor y a las buenas obras (10,24).

I JESÚS; NUESTRO SUMO SACERDOTE (4,14-5,10)

1. TENEMOS UN SUMO SACERDOTE QUE SIENTE CON NOSOTROS (4, 14-5, 3).

14 Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firme nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades, sino al contrario: tentado en todo, como semejante nuestro que es, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para ser socorridos en el momento oportuno.

5,1 Porque todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en los relaciones con Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. 2 él puede sentir indulgente compasión hacia los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. 3 A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.

Nuestra carta no está compuesta como un artículo científico, que va exponiendo una idea tras otra con rigurosa sucesión lógica. La carta se asemeja más bien a una sinfonía, en la que los temas y motivos están entrelazados con maestría. Así, el motivo del sumo sacerdote misericordioso se dejó ya oír brevemente al principio (2,17), luego desapareció, y ahora vuelve a desarrollarse ampliamente como primera motivación del marco parenético en que está encerrada la gran pieza central. Debemos mantener firmemente nuestra profesión y, con confianza, es decir, sin temor, con la seguridad de ser escuchados, acercarnos al trono de la gracia, porque nuestro sumo sacerdote, no obstante su elevación celestial, tiene un corazón que siente con nosotros.

Repetidas veces se ha observado que el autor de la carta a los Hebreos no manifiesta esa entrañable familiaridad con Cristo que distingue tan señaladamente las cartas del apóstol Pablo. La imagen de Cristo de nuestra carta es como un icono: tiene rasgos solemnes, cultuales, parece proceder más de una especulación erudita sobre la Escritura, que de experiencia viva de la fe. Tales observaciones son sin duda alguna exactas, y todavía tendremos ocasión de confirmarlas más de una vez. Sin embargo, es posible que el autor mismo se hiciera cargo de esta deficiencia suya y tratara de remediarla insistiendo con especial ahínco en la misericordia compasiva de Cristo. Mientras que el apóstol Pablo había experimentado en forma muy concreta en el camino de Damasco el amor redentor del Hijo de Dios, el autor de la carta a los Hebreos tuvo que tomar de la tradición su saber acerca de Cristo y reforzarlo con motivos de razón o con pruebas de la Escritura. Por consiguiente, aunque sus consideraciones nos hagan de cuando en cuando la impresión de algo académico, de nosotros depende el actualizarlas.

Entre hombres no sabemos nunca con seguridad cómo enjuician nuestras debilidades, si nos reprueban y condenan severamente o si lo dejan pasar todo con indiferencia. De Jesús sabemos cuál es su posición frente al pecado, pero también sabemos que no rehúsa su ayuda a ningún pecador que se dirija a él.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



22 (B) Advertencia basada en la infide(-)lidad de Israel (3,7-4,13). 7. el Espíritu San(-)to: El espíritu de Dios, inspirador de las Escri(-)turas, habla a través de ellas. No se deben ver en la expresión conceptos trinitarios. El ver(-)sículo inicia una sección de advertencia basa(-)da en la experiencia de Israel durante la pere(-)grinación por el desierto. El argumento se apoya en la primitiva concepción cristiana que ve la redención realizada por Cristo como un nuevo éxodo. En el AT, el éxodo había servido como símbolo del regreso de los judíos del exi(-)lio de Babilonia (Is 42,9; 43,16-21; 51,9-11); en el NT, la obra redentora era considerada como un nuevo éxodo, experimentado en primer lu(-)gar por Jesús mismo (Lc 9,31) y después por sus seguidores (1 Cor 10,1-11). Los destinata(-)rios de Heb están todavía en camino hacia la meta de su éxodo: el santuario celestial adon(-)de les ha precedido Jesús (6,20). Se han can(-)sado y están en peligro de interrumpir su via(-)je. De ahí la advertencia para que no dejen de alcanzar la meta, como aquellos hebreos que se rebelaron contra Dios. La cita de los vv. 7b-11 está tomada de Sal 95,7b-l 1, pero difiere en muchos aspectos de la lectura de los LXX. La diferencia principal es que, mientras que los LXX (y el TM) conectan los «cuarenta años» (v. 10) con la ira de Dios, en este caso van con la frase anterior, «vieron mis obras», aunque en el v. 17 se sigue el orden de los LXX. La ra(-)zón de la trasposición no está clara. 9. vues(-)tros padres me pusieron a prueba: cf. Éx 17,7; Nm 20,2-5. 11. Cf. Nm 14,1-23. mi descanso: La tierra de Palestina; cf. Nm 20,12; Dt 12,9. Kasemann considera que el motivo de Heb del viaje del pueblo de Dios hasta su descanso asignado es un tema gnóstico (Wandering [--> 8 supra] 67-75; contra esto, véase C. Colpe, Die religionsgeschichtliche Schule [FRLANT 78, Gotinga 1961]), pero el equivalente veterotestamentario parece ser una explicación satis(-)factoria de la fuente de la cual echó mano el autor de Heb. (Para la opinión de que a Heb no le interesa el viaje de Israel como tal, sino únicamente la negativa de los hebreos a entrar en la tierra prometida debido al miedo que te(-)nían de que sus habitantes les dieran muerte [Nm 14,11-12.21-23.27-35], véase O. Hoñus, Katapausis [WUNT 11, Tubinga 1970] 116-46; de manera parecida Strobel, Hebraer 112). 12. el Dios vivo: El calificativo «vivo» aplicado a Dios significa que éste se maniñesta en sus obras (cf. Jos 3,10; Jr 10,10). La expresión «apostatar del Dios vivo» se toma frecuente(-)mente como indicio de que Heb no fue escrito para cristianos judíos en peligro de recaer en el judaísmo, sino para convertidos paganos; en el caso de un regreso al judaísmo, se argu(-)ye, no se hablaría de «apostatar del Dios ver(-)dadero». Sin embargo, el autor no habla sim(-)plemente del Dios verdadero, sino del Dios verdadero en cuanto vivo, es decir, en cuanto actúa y, concretamente, en cuanto se mani(-)fiesta en Cristo. Alejarse del cristianismo es, entonces, apostasía del Dios vivo, aun cuando fuera un regreso al judaísmo, donde se pasa por alto el acto supremo de Dios. 13. mientras todavía es hoy: El autor anticipa lo que va a de(-)cir en 4,2-11. El «descanso» en el que Israel iba a entrar era sólo una prefiguración de aquel descanso al que están llamados los des(-)tinatarios de la epístola; y todavía está abierto a ellos, siempre y cuando perseveren en la fe con la cual iniciaron su vida como cristianos.
14. hemos llegado a ser compañeros de Cristo: Probablemente la participación significa com(-)partir el destino común de entrar en el san(-)tuario celestial.
23 16-19. Cf. Nm 14,1-38; Dt 1,19-40. De(-)bido al miedo que les producía la perspectiva de entablar batalla con los cananeos, los he(-)breos se negaron a entrar en la tierra de Canaán. En castigo, el Señor decretó que todos, salvo los exploradores Caleb y Josué y quienes habían nacido después de la salida de Egipto, murieran en el desierto sin llegar a entrar en la tierra prometida. El autor hace hincapié en la conexión entre desobediencia (v. 18) e incre(-)dulidad (v. 19). 4,2. el evangelio nos ha sido predicado a nosotros lo mismo que a ellos: De(-)bido a que la promesa hecha a los hebreos de que entrarían en Palestina prefiguraba la pro(-)mesa hecha a los cristianos de que entrarán en el cielo, el autor utiliza terminología neotestamentaria para describir lo que había oído Is(-)rael; fue «el evangelio». 3-4. El «descanso» de Dios se ve con una dimensión más honda que no lo limita a Palestina. Sal 95,11 llama a esa tierra descanso de Dios («mi descanso») por(-)que era el lugar de descanso que iba a dar a su pueblo (contra G. von Rad, que ve la espiri(-)tualización del concepto en el salmo mismo; véase Gesammelte Studien zum Alten Testa(-)ment [Múnich 1965] 101-08 [trad. esp.: Estu(-)dios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca 1982]). El autor lo entiende como una partici(-)pación en el descanso en el que Dios entró des(-)pués de que la obra de la creación hubiera quedado completada. Quienes sean fieles en(-)trarán en la morada de Dios, descrita aquí como un lugar de descanso, y no como el san(-)tuario celestial (modo habitual en que la de(-)signa el autor) ni como la ciudad permanente (13,14).
24 6-9. El autor intenta encontrar dentro del salmo su personal interpretación del des(-)canso de Dios. El sustantivo hebr. equivalente a «descanso» en Sal 95,11 es menüha y es dife(-)rente del vb. «descansar» en Gn 2,2 (sábat), pe(-)ro los LXX utilizan en ambos casos una pala(-)bra derivada de la misma raíz gr.: katapausis (Sal 95,11) y katapauó (Gn 2,2). De ahí que el autor de Heb encuentre en el texto del salmo una base para su interpretación. Sostiene él que lo que se les prometió a los hebreos no fue Palestina, sino una participación en el descan(-)so propio de Dios tras la creación; cf. la idea ju(-)día de que el sábado, que refleja ese descanso, es «la imagen del mundo venidero» (Gen. Rab.17 [12a]). Debido a su incredulidad, muchos de los hebreos del período del éxodo quedaron ex(-)cluidos de ese descanso, y ni siquiera los que entraron en Palestina bajo el mando de Josué (v. 8) entraron en el descanso prometido, que es una realidad mayor que la tierra prometida. (Puesto que la forma gr. de «Josué» es la mis(-)ma que la de «Jesús», el nombre como tal po(-)ne de relieve tanto la semejanza como el con(-)traste entre la figura del AT, que condujo a los hebreos a Palestina, y Jesús, que conduce a sus seguidores al descanso celestial de Dios.) Si no fuera así, Dios no seguiría ofreciendo la promesa mucho después de que Palestina hubiera sido ocupada. Sin embargo, sigue haciéndolo, como demuestra el mandato «de David» a los israelitas de su tiempo. Dicho mandato tam(-)bién va dirigido a los cristianos: «Si hoy escu(-)cháis su voz, no endurezcáis vuestros corazo(-)nes» (Sal 95,7-8). Debido a que la promesa sigue en pie, «queda un descanso sabático pa(-)ra el pueblo de Dios» (v. 9), una participación en el descanso sabático de Dios mismo.
25 11. esforcémonos por entrar: Aunque el vb. spoudazó, «esforzarse», también puede sig(-)nificar «apresurarse», el contexto no hace pen(-)sar en este significado. No se trata en absolu(-)to de darse prisa para entrar en el descanso, sino más bien de perseverar en el esfuerzo ne(-)cesario para alcanzarlo. 12-13. Estos dos ver(-)sículos continúan la exhortación a perseverar, pues la palabra de Dios juzga correctamente, dado que nada le es desconocido; a su luz han de ser juzgados dignos o indignos de entrar en el descanso de Dios los miembros de la pre(-)sente generación. 12. la palabra de Dios: Esto hace referencia al v. 7. Es la Palabra que habla a los seres humanos, invitándoles a la fe y la perseverancia. Es una Palabra salvadora, pero también juzga, puesto que condena a quienes se niegan a escucharla, viva y eficaz: La Pala(-)bra se describe de una manera calculada para poner de relieve su eficacia: produce vida (cf. Dt 32,47) y consigue su propósito (cf. Is 55,10-11) . No parece que el autor pretenda más que una personificación de la Palabra, aunque al(-)gunos ven aquí una referencia a la palabra de Dios encarnada en Jesús (cf. H. Clavier, «Ho logos tou theou dans lépitre aux Hébreux», New Testament Essays [Fest. T. W. Manson, ed. A. J. B. Higgins, Manchester 1959] 81-93; R. Williamson, ExpTim 95 [1983-84] 4-8). más cortante que espada alguna de dos filos: cf. Is 49,2; Prov 5,4; Sab 18,16. El poder de penetra(-)ción de la Palabra se describe con lenguaje filoniano (cf. Quis rer. div. 130-31), pero en su contexto Filón no habla del poder de la Pala(-)bra con respecto al juicio, como ocurre aquí. alma y espíritu: Algunos ven en estas palabras una concepción del ser humano como com(-)puesto de cuerpo, alma y espíritu (E. Schweizer, «Pneuma», TDNT 6.446); es difícil estar de acuerdo con F. F. Bruce en que «sería cierta(-)mente aventurado sacar de estas palabras conclusión alguna acerca de la psicología de nuestro autor» (Hebrews 82). Estos compo(-)nentes humanos, como las correlativas «arti(-)culaciones y médulas», están íntimamente co(-)nectados, y la declaración de que la Palabra es lo bastante cortante para separarlos se hace simplemente para insistir en su poder de pe(-)netración. capaz de juzgar las reflexiones y pen(-)samientos del corazón: El autor atribuye a la Palabra ese conocimiento de los seres huma(-)nos que sólo tiene Dios (cf. Hch 1,24; 15,8). 13. desnudo y patente: El ptc. gr. tetrachélismena, «patente», guarda relación con el sustanti(-)vo trachélos, «cuello». El contexto indica que es sinónimo de «desnudo», pero ninguna de las explicaciones de cómo llegó a adoptar ese significado resulta realmente satisfactoria. Las palabras gr. de la última frase de este versículo pueden significar «acerca de quien hablamos» o «a quien hemos de dar cuenta». Esto último se ajusta mejor al contexto. Williamson (véase el comentario al v. 12) considera probable que el significado sea «con quien el Logos (Pala(-)bra) está presente en favor nuestro», y compa(-)ra esta frase con Jn 1,1.
26 (C) Jesús, sumo sacerdote miseri(-)cordioso (4,14-5,10). 14-16. Estos versículos recuerdan 2,16-3,1 y preparan para el desarro(-)llo que sigue sobre el sacerdocio de Jesús. 14. gran sumo sacerdote: Este es el único lugar de la epístola donde Jesús es denominado así; ha(-)bitualmente, el autor habla de él como sumo sacerdote o simplemente sacerdote; puede ser que en este momento desee hacer hincapié en la superioridad de Jesús respecto al sumo sacerdote judío con quien lo compara cons(-)tantemente. Filón aplica esta misma denomi(-)nación al Logos (cf. De somn. 1.214,219). que atravesó los cielos: Véase el comentario a 1,2; también 2 Hen 3-20. mantengamos nuestra con(-)fesión de fe: Véase el comentario a 3,2. 15. ten(-)tado en todo, como nosotros, aunque no pecó: La única diferencia que el autor señala entre las tentaciones de Jesús y las de sus seguidores es que él nunca sucumbió a ellas. 16. el trono de gracia: El trono de Dios (cf. 8,1; 12,2). El reinado del Jesús exaltado es un tema de Heb, como pone de manifiesto el uso frecuente de Sal 110,1, y en 1,8 el autor habla del trono de Jesús. Pero la semejanza entre este versículo y 10,19-22 demuestra que el autor está pensan(-)do en el acceso confiado a Dios que ha queda(-)do asegurado por la obra redentora de Jesús: «Por medio de Jesucristo, el verdadero sumo sacerdote, el trono de Dios se ha convertido en el trono de gracia» (Michel, Hebraer 209-10).

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Cuidemos de no ser excluidos del descanso de Dios, 4:1-13.
I Temamos, pues, no sea que perdurando aún la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros se encuentre que llega con retraso. 2 Porque igual que a ellos, se dirige también a nosotros este mensaje: y no les aprovechó a aquéllos haber oído la palabra, por cuanto la oyeron sin fe los que la escucharon. 3 Nosotros, pues, los que hemos creído, entramos en el descanso, según que dijo: Como juró en su cólera: No entrarán en mi descanso, aunque sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. 4 Pues en cierto pasaje habla así del día séptimo: Y descansó Dios en el día séptimo de todas sus obras. 5 Y en éste dice de nuevo: No entrarán en mi descanso. 6 Queda, pues, que algunos han de entrar en el descanso, y no habiendo entrado los primeramente invitados a causa de su incredulidad, 7 de nuevo señala un día, hoy, declarando por David, después de tanto tiempo, lo que arriba queda dicho: Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones. 8 Pues si Josué los hubiera introducido en el descanso, no hablaría (David) de otro día, después de lo dicho. 9 Por tanto, queda otro descanso para el pueblo de Dios. 10 Y el que ha entrado en su descanso, también descansa de sus obras, como Dios descansó de las suyas. 11 Démonos prisa, pues, a entrar en este descanso, a fin de que nadie caiga en este mismo ejemplo de desobediencia. 12 Que la palabra de Dios es viva, eficaz y tajante, más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, antes son todas desnudas y manifiestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.

Continúa la exhortación de la perícopa anterior. La base sigue siendo el salmo 95, invitando a no imitar a los israelitas del desierto, que, por su incredulidad, fueron excluidos de la entrada en el descanso de la tierra prometida. A esa cita del salmo 95 se añade ahora otra nueva, la de Gen_2:2, donde se habla del descanso de Dios, al terminar la obra de la creación. El autor de esta carta a los Hebreos ve en ese descanso de que hablan los textos de la Escritura, no simplemente el de la entrada en la tierra prometida, sino un descanso más elevado y noble, al que Dios invita a todos los hombres, incluso a los israelitas que desde tiempos ya de Josué habían entrado en el descanso de la tierra prometida (v.1-10).
Evidentemente el descanso aludido, que debemos cuidar mucho de no perder (cf. v.1-2), es el descanso eterno de la gloria, incoado ya acá en la tierra mediante la unión con Dios por la gracia (cf. v.q-10). A las citas de Gen_2:2 y Sal_95:8-11 hemos de aplicar lo que decíamos poco ha, comentando las hechas en 1:5-14. Para el autor de la carta, ese peregrinar de los israelitas hacia el descanso de la tierra prometida sería, en la intención de Dios, figura de otro descanso más noble y elevado ofrecido a todos los seres humanos, aquel del que El mismo goza desde la creación del mundo y que ciertamente conseguiremos si permanecemos firmes en la fe en Jesucristo.
Con una especie de peroración (v. 11-13), exhorta de nuevo a evitar el ejemplo de los israelitas del desierto, apresurándonos a responder a la llamada divina, pues la palabra de Dios es más eficaz y penetrante que una espada de dos filos, sin que haya posibilidad de eludir nuestra responsabilidad respecto a ella. La palabra de Dios (ó Aóyos ??? ???? ), que aquí aparece en cierto modo personificada, no es el Verbo o segunda persona de la Santísima Trinidad, conforme interpretaron algunos autores antiguos (Ambrosio, Atanasio, Cirilo Alejandrino), sino la revelación misma de Dios, manifestando a los seres humanos su voluntad, con promesa de premios y amenaza de castigos. Esta palabra, en realidad, es intercambiable con Dios mismo, que es el que la pronuncia; de ahí que se comience hablando de la palabra de Dios (v.12) y se termine hablando de Dios mismo, como identificando la palabra con El (v.15). Las expresiones viva, eficaz., tajante., penetra hasta la división de alma y espíritu. 415, coyunturas y medula., discierne pensamientos e intenciones no pueden indicar más al vivo el poder y eficacia de la palabra que sale de la boca de Dios, que no puede volver vacía, sin conseguir su efecto, y para la cual nada hay oculto (cf. Isa_55:11; Flp_2:16; 1Te_1:13; 2Ti_2:9; 1Co_4:5).

Jesucristo nuestro sumo sacerdote,1Co_4:14-16.
14 Teniendo, pues, un gran Pontífice que penetró en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos adheridos a la confesión (de nuestra fe). 15 No es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, antes fue tentado en todo a semejanza nuestra, fuera del pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio.

Breve y conmovedora exhortación a la confianza. La idea fundamental es que, teniendo un tal Pontífice, Jesucristo, Hijo de Dios, que ha entrado ya en el lugar del descanso e intercede por nosotros ante el trono del Padre, no deben desanimarnos las dificultades. En este sentido, la presente historia es conclusión de lo que precede; así lo insinúa, además, la partícula pues del v.14. Sin embargo, no parece caber duda que el autor de la carta está pensando en ofrecer también una especie de introducción al tema que va a desarrollar a continuación, el del sacerdocio de Jesucristo. Es la conocida habilidad para las transiciones, que hemos hecho notar ya en otras ocasiones (cf. 1:4-5; 2:17-3:2).
De Cristo sumo sacerdote se había hablado ya anteriormente, pero como de pasada (cf. 2:17; 3:1); ahora se va a hablar de modo amplio y directo a lo largo de varios capítulos. En esta especie de introducción se le llama gran sumo sacerdote (???????? ????? ), título de doble grandeza, y se da a entender ya desde un principio que el santuario donde ejerce su función sacerdotal medianera es el cielo, adonde subió, después de haber padecido y muerto acá en la tierra para llevar a cabo la obra redentora (v.14; cf. 1:3; 8:1-5). Se añade que, no obstante su grandeza (v.14), está lleno de compasión hacia nosotros, dispuesto a ayudarnos en todo, pues en su misma persona pasó por la prueba de nuestras debilidades, excepto la del pecado (v.15; cf. 2:17-18). La conclusión, pues, se impone: con la presencia allí de Jesucristo, acerquémonos con plena confianza al trono de Dios, el cual será para nosotros, no tribunal de justicia, sino trono de gracia, de donde derivarán favores y ayudas para cada ocasión y circunstancia (v.16).
Tal es, en resumen, el contenido de esta perícopa. Añadamos únicamente, dada su importancia, un breve comentario a la afirmación de que Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, fue tentado en todo (????????????? ???? ????? ) a semejanza nuestra, fuera del pecado (? .15). La palabra tentación equivale aquí prácticamente a prueba, que al fin de cuentas eso es la tentación: algo que pone a prueba las fuerzas y virtud del hombre (cf. Lev_22:28). Jesucristo, igual que nosotros, padeció las tentaciones o pruebas de cansancio, hambre, temor ante el sufrimiento, etc. (cf. Mat_4:2; Mar_14:33-39; Jua_4:6); incluso fue tentado por el diablo (cf. Luc_4:13). Sin embargo, cuando se metía de por medio el pecado, hubo una gran diferencia: la de que El, no solamente no cometió pecado (cf. Jua_8:46; 2Co_5:21; 1Pe_2:22; 1Jn_3:5), sino que ni lo podía cometer, y las tentaciones en este sentido no podían provenir sino del exterior (cf. Mat_4:8-10), nunca de su interior, donde no existía esa lucha entre carne y espíritu que tantas veces a nosotros nos arrastra al pecado (cf. Gál_5:16-25). Mas esa impecabilidad, que le coloca aparte y por encima de nosotros, en nada disminuía su compasión de nuestras flaquezas (v.15); antes al contrario, más bien la hacía más elevada y pura, ya que jamás podía mezclarse ahí el egoísmo.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 3: Hebreos 4,14-16
No hay que quedarse en el camino, sino apresurarse para llegar a la Patria; que misericordioso es el Pontífice que tenemos.14 Teniendo, pues, por Sumo Pontífice a Jesús, Hijo de Dios, que penetró hasta lo más alto del cielo y nos abrió sus puertas, estemos firmes en la fe que hemos profesado.15 Pues no es tal nuestro pontífice que sea incapaz de compadecerse de nuestras miserias, habiendo experimentado todas las tentaciones y debilidades, a excepción del pecado, por razón de la semejanza con nosotros en el ser del hombre.16 Lleguémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar el auxilio de la gracia para ser socorridos a tiempo oportuno.En la Lección anterior nos exhortó el Apóstol a darnos prisa a entrar en el descanso de Dios, y, para dar más calor a su exhortación, propuso a nuestra consideración la grandeza de Cristo, cuanto a su naturaleza divina; ahora hace lo mismo cuanto a su naturaleza humana,' a propósito de lo cual nos propone su dignidad, nos muestra su piedad, nos induce a tenerle confianza.Dice, pues: díjose que de quien venimos hablando es la palabra viva, verdadero juez y pontífice; "luego teniendo por Sumo Pontífice..." (Sal 109). Ni sólo pontífice, sino sumo (Zc. 3); y dícese sumo, porque no ha sido constituido sólo para diligenciar bienes temporales, sino también eternos (futuros) (He 9). Dos cosas tocaban al sumo pontífice: en lo que mira al oficio, entrar una vez al año en el Sancta Sanctorum, no sin llevar allí sangre, como está mandado en Éxodo 30 y Levítico 16; y, en lo que concierne a la tribu, que fuese de la estirpe de Aarón, como prescriben Éxodo 29 y Números 16 y 17; y ambas cosas bien cuadran a Cristo; porque aquel pontífice entraba llevando sangre a un Sancta, que era sombra y rasguño del en que entró Cristo, esto es, el Sancta del cielo, ofreciendo su propia sangre; y su estirpe es más noble que la de Aarón, puesto que se llama Hijo de Dios (Mt 3; Salmo 2).Así que, con tal pontífice, "estemos firmes en la fe que hemos profesado", esto es, abracémosla de corazón, porque, como se dice en Romanos 10,10: "es necesario creer de corazón para justificarse, y confesar la fe con las palabras u obras para salvarse"; y esta confesión la exige de nosotros Cristo, pontífice máximo: "el que me confesare delante de los hombres" (Mt X).Pero dice: "de nuestra esperanza", que puede entenderse de dos maneras: de una, de suerte que por confesión, como aquí se toma, se entienda la confesión de la fe, que es el principio de la esperanza, como lo explica la Glosa sobre San Mateo: "Abraham engendró a 1saac", esto es, la fe engendró la esperanza, no ciertamente cuanto al hábito, sino cuanto al orden de la acción; pues nadie puede ni debe esperar sino lo que puede alcanzar; y el poder alcanzar lo eterno se lo debemos a la fe. De otra, de suerte que por confesión se entienda la de la esperanza, esto es, de lo que esperamos, conviene a saber, contemplar la primera verdad.Al decir luego: "pues no tenemos un pontífice...", no fuera a creerse que, más allá de lo que exige su justicia, el ámbito de su acción no se extiende a más, indica que también en El hay misericordia y piedad, virtudes cuyo blanco son las miserias y que tan bien entallan a Cristo. De ahí que diga: "que no pueda compadecerse de nuestras miserias". Es de saber que el verbo poder significa en veces no una potencia a secas, sino la presteza y aptitud de Cristo para acudir a nuestro socorro, pues sabe por experiencia lo miserables que somos, como lo supo también en cuanto Dios, desde toda la eternidad, por simple noticia. "Se compadece el Señor de los que le temen, porque El conoce de qué hechura somos" (Sal 102,13). De ahí que añada: "habiendo experimentado todas las tentaciones... por razón de la semejanza". Hay 3 géneros de tentaciones:a) una que nace de la carne, es a saber, cuando la carne codicia contra el espíritu -como se dice en Gálatas 5- y no está inmune de culpa, porque -como dice San Agustín -algún pecado es que la carne codicie contra el espíritu, porque esto es tener concupiscencia carnal; y ésta, claro está, no la hubo en Cristo, y por eso dice: "sin pecado", esto es, ni el más mínimo movimiento de él (1Pe 2); en razón de lo cual se le llama cordero de Dios (Jn 1).b) Otra es la que procede del mundo y del demonio, y esto de dos maneras: o halagando con el céfiro blando de la prosperidad, o aterrando con el aquilón de la adversidad; y de estos dos modos sí fue tentado Cristo. Fue atraído en las prosperidades; pues todo lo que dice con ellas -se entiende las de esta vida- o pertenece a la concupiscencia de la carne, o a la concupiscencia de los ojos o a la soberbia de la vida; y en todas tres lo tentó el demonio: en la primera, cuando lo tentó de gula, que es madre de la lujuria (Mt 4); en la segunda, de vanagloria, cuando le dijo: "échate de aquí aba¡o", en la tercera, al decirle: ''todo esto te daré... " "Acabadas todas estas tentaciones, el diablo se retiró de E! hasta otro tiempo" (Lc 4).Asimismo fue tentado con adversidades y asechanzas de parte de los fariseos, que querían atraparlo en lo que hablase (Mt 22,15). Fue tentado con contumelias (Mt 27,40), con azotes y tormentos. Así que, excepción hecha de la tentación con pecado, en lo demás fue tentado como lo somos todos.Y dice: a semejanza nuestra, que puede explicarse de dos maneras: de una, de suerte que "secundum", según, denote la causa final, como si dijera: el motivo por que fue tentado fue para darnos ejemplo, para que a semejanza suya soportásemos la tentación y nos esforzásemos a vencerlas todas (1Pe 2). O puede denotar la consecuencia, como si dijera: si fue tentado lo fue con el designio de hacerse en todo como uno de nosotros, así en ¡o temporal, como en lo demás, excepto sólo el pecado. Porque, si no hubiese tenido tentaciones, por no haber tenido experiencia de ellas, no se compadeciera de nosotros, y, si hubiese tenido pecado, no hubiese podido ayudarnos, más bien hubiese necesitado de ayuda.-"Lleguémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia". Los mueve a poner su confianza en El; como si dijera: puesto que puede compadecerse, "lleguémonos con confianza" (Is 12). Lleguémonos, digo, al trono, que es la sede del rey, y el rey es Cristo (Jr 23). Este trono pasa por dos estados: por el de la justicia, en lo futuro (Sal 9; 74); por el de la gracia, aquí; por eso se agrega: "de su gracia", es a saber, al presente, que es tiempo de misericordia (Zc. 4). Ahora bien, por la gracia de Cristo nos vemos libres de toda miseria, porque salimos del cautiverio del pecado, que labra la desgracia de los pueblos (Pr. 14); por eso dice: "a fin de alcanzar misericordia". Asimismo, con la gracia de Cristo, tenemos una excelente ayuda para obrar el bien, por lo cual dice: "y hallar el auxilio de la gracia" (Lc 1); y esto para ser socorridos "a tiempo oportuno", con cuyo socorro tengamos una ayuda para bien obrar (Sal 20); y este auxilio nos viene por medio de la gracia (1Co 15). Pero esto ha de hacerse en tiempo a propósito; por eso dice: "con auxilio oportuno"; pues tiene cada cosa su tiempo y sazón (Eccl. 8,6), y éste es el tiempo presente que es tiempo de misericordia.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La compasión de Cristo

La expresión sumo sacerdote es una de las palabras gancho, que vincula el argumento en 4:14 con el comienzo de la sección siguiente (3:1; cf. 2:17), e introduce un nuevo segmento. También es el término característico en 4:14-5:10 donde se enfoca particularmente a Cristo como sumo sacerdote con misericordia. La exaltación de Jesús y su entrada en los cielos es la base para un llamado a retener nuestra confesión (v. 14; DHH, BJ, la fe que profesamos). Su experiencia humana lo califica para sentir aprecio y misericordia por aquellos que se acercan con confianza al trono de la gracia (vv. 15, 16). En 5:1 el autor da una definición general del papel del sumo sacerdote en el AT. Luego muestra lo importante que era para un sumo sacerdote el poder sentir compasión de los ignorantes y los extraviados (vv. 2, 3), e insiste en que se debe ser llamado por Dios para este oficio (v. 4). Después, en orden contrario, aplica los mismos criterios a Jesús, destacando las similitudes y diferencias de su sumo sacerdocio. El llamado de Jesús por Dios debía ser el de un sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (v. 6). Al aprender a confiar y obedecer a Dios en medio del sufrimiento (v. 8) adquirió una comprensión de nuestra situación y una compasión que lo capacitó para ser un sumo sacerdote perfecto (vv. 7, 8; cf. 4:15, 16). En términos generales, entonces, Jesús se describe como el sumo sacerdote que llegó a ser Autor (DHH, fuente) de eterna salvación para todos los que le obedecen (9).

El lector debe mantener en mente que el segmento doctrinal (vv. 1-10) está incluido para apoyar y dar fuerza a las exhortaciones que lo preceden (4:14-16). Además, es interesante notar que la parte principal de Heb. (7:1-10:18) concluye con exhortaciones similares (10:19-23). Esto prueba que la enseñanza del autor sobre el sumo sacerdocio de Jesús está diseñada especialmente para alentar la perseverancia en la lucha contra el pecado y la incredulidad. Estos pasajes nos urgen a aferrarnos a todos los recursos espirituales que están disponibles para nosotros en Cristo.

14 El gran incentivo para retener nuestra confesión (DHH, la fe que profesamos) es el conocimiento de que Jesús es el Hijo de Dios y un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos. Como el Hijo de Dios él es la revelación definitiva de Dios, y aquel en quien se completan los propósitos de Dios para el universo. Como el sumo sacerdote definitivo fue fiel a Dios frente al sufrimiento y la tentación, soportando la muerte para expiar los pecados del pueblo (2:17). En su ascensión traspasó los cielos y entró en la presencia de Dios, para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor (9:24). En el día anual de la expiación (Lev. 16) los sumos sacerdotes judíos ofrecían sacrificios fuera del tabernáculo o del templo, y entonces entraban a la tienda interior o santuario para interceder por el pueblo sobre la base de las ofrendas que habían hecho. En muchos pasajes diferentes Heb. sugiere el cumplimiento del ritual en la muerte de Jesús, su ascensión a los cielos y su obra de intercesión a la diestra de Dios (cf. especialmente 7:25-28; 9:11, 12).

15 El versículo previo podría sugerir que Jesús estuvo lejos de las luchas de su pueblo en la tierra. Pero nuestro sumo sacerdote celestial puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. El tiempo perfecto en gr. (pepeirasmenon, ha sido tentado) implica que el Cristo exaltado lleva consigo sus experiencias terrenales de resistencia al pecado: continúa sabiendo lo que significa ser tentado igual que nosotros. Pero el conocimiento de Jesús de nuestras debilidades no proviene de que él mismo haya pecado (cf. 9:14; Juan 8:46; 2 Cor. 5:21; 1 Jn. 3:5). Fue hecho en todo como nosotros (2:17; gr. kata panta) y ha sido tentado en todo igual que nosotros (gr. kata panta) (4:15). Sin embargo, el ser tentado no es pecar. Jesús fue como Adán antes de rebelarse contra Dios: no tenía historia de pecado y tenía la libertad de no pecar. ¡Pero esto no lo hizo menos humano! Ciertamente, sólo él que resistió la tentación hasta el fin sabe todo lo que pesa. Como Jesús luchó para hacer la voluntad del Padre delante de todas las dificultades (5:7, 8; 12:2, 3) se demostró a sí mismo que era un hombre con una diferencia, y que es el único que puede salvarnos del poder y el castigo del pecado.

16 El desafío a acercarnos con confianza al trono de la gracia se basa especialmente en la enseñanza de que Jesús puede sentir compasión de nuestras debilidades. Está entronizado con Dios como gobernante celestial cuyo trono o dominio se caracteriza por la gracia. La idea de acercarse a Dios es muy prominente en Heb. (7:19, 25; 10:1, 22; 11:6; 12:18, 22). El antiguo pacto provee un limitado acceso a Dios por medio del sistema de sacrificios en el tabernáculo o el templo. Pero la obra de Jesús como sumo sacerdote introduce una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios (7:19). El llegar a Dios por medio de Jesús significa recibir por la fe la salvación que él pone a nuestra disposición (7:25; 12:22-24). Acercarnos continuamente (que es el sentido lit. del tiempo presente de proserchometha aquí y en 10:22) significará el expresar la relación con Dios directamente por medio del nuevo pacto, en oración, buscando misericordia para las fallas pasadas y gracia para el oportuno socorro (DHH en la hora de necesidad). Esta aproximación a Dios buscando socorro para correr la carrera cristiana debe ser con confianza (gr. meta parresia, cf. 3:6; 10:19) a pesar del más franco reconocimiento de nuestros pecados.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IIII.

1 The rest of Christians is attained by faith. 12 The power of Gods word. 14 By our High Priest Iesus the sonne of God, subiect to infirmities, but not sinne, 16 wee must and may go boldly to the throne of grace.
1 Let vs therefore feare, lest a promise being left vs, of entring into his rest, any of you should seeme to come short of it.
2 For vnto vs was the Gospel preached, as well as vnto the: but [ Greek: the word of hearing.] the word preached did not profit them, [ Or, because they were not vnited by faith to.] not being mixed with faith in them that heard it.
3 For we which haue beleeued do enter into rest, as hee said, As I haue sworne in my wrath, if they shall enter into my rest, although the works were finished from the foundation of the world.
4 For he spake in a certaine place of the seuenth day on this wise: And God did rest the seuenth day from all his works.
5 And in this place againe: If they shall enter into my rest.
6 Seeing therfore it remaineth that some must enter therein, and they to whom [ Or, the Gospel was first preached.] it was first preached, entred not in because of vnbeleefe:
7 Againe, hee limiteth a certaine day, saying in Dauid, To day, after so long a time; as it is saide, To day if ye will heare his voyce, harden not your hearts.

[Gods word.]

8 For if [ That is, Iosuah.] Iesus had giuen them rest, then would he not afterward haue spoken of another day.
9 There remaineth therefore a [ Or, keeping of a Sabbath.] rest to the people of God.
10 For he that is entred into his rest, hee also hath ceased from his owne works, as God did from his.
11 Let vs labour therefore to enter into that rest, lest any man fall after the same example of [ Or, disobedience.] vnbeleefe.
12 For the word of God is quicke and powerfull, and sharper then any two edged sword, pearcing euen to the diuiding asunder of soule and spirit, and of the ioynts and marrowe, and is a discerner of the thoughts and intents of the heart.
13 Neither is there any creature that is not manifest in his sight: but all things are naked, and opened vnto the eyes of him with whome wee haue to doe.
14 Seeing then that wee haue a great high Priest, that is passed into the heauens, Iesus the Sonne of God, let vs hold fast our profession.
15 For wee haue not an high Priest which cannot bee touched with the feeling of our infirmities: but was in all points tempted like as we are, yet without sinne.
16 Let vs therefore come boldly vnto the throne of grace, that wee may obtaine mercy, and finde grace to helpe in time of need.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Jesús, Sumo Sacerdote. A la seriedad y dureza de la exhortación siguen estas palabras de ánimo jubiloso. Las puertas del descanso sabático de Dios ya están abiertas y allá «tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote excelente que penetró en el cielo» (14) y que es la garantía, el apoyo y el sostén de nuestra fidelidad. Si antes presentó a este Sumo Sacerdote, Jesús, como «fiel» (3,1-4), ahora lo presenta con uno de sus títulos más atrayentes: «compasivo». Es éste uno de los atributos clásicos de Dios en el Antiguo Testamento que aparece tanto en la Ley: «El Señor, el Dios compasivo y clemente» (Éxo_34:6); como en los Salmos: «él rescata tu vida... y te corona con su bondad y compasión» (Sal_103:4); y en los Profetas: «¡Si es mi hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto!... se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión» (Jer_31:20).
En Jesús, la compasión de Dios alcanza su máxima expresión. Él es la compasión divina hecha hombre. Ha experimentado nuestra condición humana porque, al igual que nosotros, «ha sido probado en todo, excepto el pecado» (15). Las tentaciones no fueron un hecho aislado en la vida de Jesús, sino que vivió toda su vida bajo la tentación y las pruebas en que vivimos los seres humanos. Por eso simpatiza, comprende nuestra debilidad, conoce el barro del que estamos hechos. Ahora que está sentado, glorioso, en el tribunal de la gracia, no podíamos tener un mediador más excelente y compasivo. El predicador nos invita a acudir a Él confiados para obtener siempre su misericordia y su auxilio.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El cristiano debe poner su confianza en el nuevo Sumo Sacerdote, Cristo. Él ha entrado en los Cielos y es misericordioso, ya que se compadece de nuestras debilidades.

«Los enemigos de nuestra santificación nada podrán, porque esa misericordia de Dios nos previene; y si -por nuestra culpa y nuestra debilidad- caemos, el Señor nos socorre y nos levanta» (S Josemaría Escrivá, Hom. 1. 7).

La impecabilidad de Cristo, afirmada en la Sagrada Escritura (cfr Jn 8,46; Rm 8,3; 2 Co 5,21; 1 P 1,19; 2,21-24), es lógica consecuencia de su condición divina y de su integridad y santidad humana. Al mismo tiempo la debilidad de Cristo, voluntariamente padecida por amor a los hombres, es una invitación de Dios a que le pidamos las fuerzas para resistir al pecado.


Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*4:14-16 Estos versículos preparan la exposición doctrinal sobre el sacerdocio de Cristo. Este es el Hijo compasivo, que asume todas las limitaciones humanas, excepto el pecado.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



4. Gen_2:2.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 4.3 Sal 95.11.

[2] 4.4 Gn 2.2.

[3] 4.5 Sal 95.11.

[4] 4.7 Sal 95.7-8.

Torres Amat (1825)



[4] Gen 2, 2.

[9] Que es el descanso que tienen los bienaventurados.

[11] Por medio de la fe y las buenas obras.

Jünemann (1992)


16 i. Libre, confiadamente, hablando, orando.


Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Jn 11:47