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Por tanto queda un descanso sabático para el pueblo de Dios. (Hebreos 4, 9) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 2: Hebreos 4,9-13
Hay, pues, que apresurarse a entrar en ese descanso, donde a todas las obras sigue el sábado. Por añadidura trata algunas cosas del poder de la palabra de Dios.9 Luego resta todavía un solemne descanso o sábado para el verdadero pueblo de Dios.10 Así, quien ha entrado en este su descanso ha descansado de todas sus obras, así como Dios de las suyas.11 Esforcémonos, pues, a entrar en aquel descanso, a fin de que ninguno imite el sobredicho ejemplo de incredulidad.12 Puesto que la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que cualquier espada de dos filos, y que entra y penetra hasta los pliegues del alma y del espíritu, hasta las júnturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.13 No hay criatura invisible a su vista; todas están desnudas y patentes a los ojos de este Señor, de quien hablamos.Trajo el Apóstol dos autoridades para probar arriba su propósito, una del Génesis y otra del Salmo 94, y sacó su conclusión de la segunda autoridad. Aquí hace lo mismo con la primera, porque primero pone la conclusión y da luego la razón de la consecuencia: "así, quien ha entrado en este su descanso". Cuanto a lo primero, es de saber que el Apóstol, en el conjúnto de todas sus palabras, hace mención de un triple descanso: del de Dios, que descansa de sus obras; del temporal, que tuvieron los hijos de 1srael en la tierra de promisión; del eterno, cuyo símbolo y figura son estos dos. Mas el Apóstol, antes de hacer mención del descanso eterno, dice aquí que después del terrenal "resta todavía, esto es, queda, un solemne descanso o sábado para el verdadero pueblo de Dios", que en la ley vieja se representaba por el sábado, esto es, el descanso eterno. "Llamarás al sábado día de reposo y santo o consagrado a la gloria del Señor" (Is 58); "y habrá mes de mes y sábado de sábado" (Is 66), esto es, perpetuo descanso. Y le llama sabatismo o solemne sábado porque, así como en la antigua ley el sábado representaba el descanso de Dios de sus obras, a que se refiere el Génesis, del mismo modo aquél será el descanso de los santos de sus obras (Ap. 14).De ahí que añada: "así, quien ha entrado en este su descanso", porque así como Dios 6 días trabajó y el séptimo descansó, de modo parecido desígnase el tiempo presente por el espacio de 6 días, por la perfección de ese número. Quien, pues, trabaja a ley de hombre de bien, al séptimo día "descansa de todas sus obras, así como Dios de las suyas"; mas no de cualesquiera obras, porque hay unas allí que se ejercitarán para siempre, conviene a saber, ver, amar y alabar a Dios (Ap. 4), sino de las que suponen sudor y trabajo. "Desfallecerá fatigada de cansancio la edad lozana, y se caerá de flaqueza la juventud; mas los que tienen puesta en el Señor su esperanza adquirirán nuevas fuerzas, tomarán alas como de águila, correrán y no se fatigarán, andarán y no desfallecerán" (Is 40,30).Mueve, en pos, a darse prisa: "esforcémonos", y pone primero ia exhortación e inmediatamente después la razón de la entrada en aquel descanso. Asimismo, acerca de lo primero, exhorta a darse prisa y señala el riesgo de la tardanza. Dice, pues: "porque resta todavía un solemne sábado"... "por eso hemos de darnos prisa a entrar en ese descanso". Y señaladamente dice entrar, porque no ha salido para entrar en los bienes exteriores, sino en los interiores (Ex. 15; Mt 25).Hay, pues, muchas razones para darnos prisa a entrar:a) porque el camino es larguísimo (Pr. 7; Lc 19); y dícese lejano por la distancia y diferencia de un estado a otro, ya que allí se tendrá la plenitud de todo bien y la inmunidad de todo mal; asimismo la cabal inteligencia de las cosas y la perfecta visión a medida del deseo; aquí, en cambio, todo lo contrario de esas cosas;b) porque el tiempo es muy breve (Jb 14);c) porque, además de breve y poco, es también incierto (Eccl. 9);d) por el apremiante llamamiento que nos aguija por dentro con el estímulo de la caridad (Is 59; 2Co 5; Salmo 1 18);e) por el peligro de la dilación, como se ve en las vírgenes necias, que por haber llegado tarde no pudieron entrar. Por eso dice: "a fin de que ninguno imite el sobredicho ejemplo de incredulidad"; como si dijera: por incrédulos los antiguos no pudieron entrar. Escarmentemos, pues, en cabeza ajena, y a ejemplo de su culpa no seamos incrédulos, y, en pena de ella, así como ellos no seamos excluidos del descanso (Lc 1). Para eso nos ponen delante de los ojos las penas con que otros fueron ejecutados, para que andemos con cautela. "Azotado el hombre impío o escandaloso, el necio será más cuerdo" (Pr. 19,25). Comenta la Glosa: peor cosa es no escarmentar. De donde parece que quien con el castigo del otro no se enmienda seré castigado con mayor rigor. Pero entonces el pecado de Adán, que no pecó por el mal ejemplo ajeno, sería menos grave.Respondo: estos modos de hablar han de entenderse siempre según y conforme; porque sucede que dos pecados, que mirados en sí no dicen uno respecto del otro mayor gravedad, con todo, por alguna circunstancia, sí la dirían; así como dos adulterios de suyo iguales son, pero es más grave el que procede de malicia que el que de pasión o flaqueza. Lo mismo una palabra ociosa cuando se dice con cierta malicia.Y cómo hay que darse prisa nos lo enseña el Apóstol (1Co 1X); pues tanto el que corre como el que pelea ha de irse a la mano en todo. Hay, pues, que darse alas, despojándose de estorbos, no sólo para abstenerse de pecados, mas para evitar las ocasiones (Pr. 3).Pero los Proverbios dicen lo contrario: "quien anda precipitado tropezará" (19,2). Respondo que hay dos modos de darse prisa: o precipitándose, y esto es reprensible, o al estilo del refrán: "vísteme despacio, que estoy de prisa", y esto es loable; porque, como dice el Filósofo, los hombres deben de asiento tomar maduro consejo, mas, una vez tomado, ha de ser rápidamente ejecutado. Así que la prisa que se reprende es la que sin consejo se emprende, que por desaconsejada es precipitada, y es ésta la que es el blanco de la objeción; mas la sujeta a la reflexión, llevada luego a la ejecución, es virtuosa y loable, y a ésta nos exhorta aquí el Apóstol.-"Puesto que la palabra de Dios es viva y eficaz". Da la razón de la antedicha admonición,, de modo especial en lo que se refiere al peligro; y esta razón tómase de parte de Cristo, que, por su doble naturaleza, según la divina es el Verbo del Padre, según la humana el pontífice que se ofrece en la cruz. Pone pues, primero, la razón tomada de parte de la divinidad; luego la de parte de la humanidad; y del Hijo de Dios dice 3 cosas:a) señala su poder y virtud, "puesto que es viva la palabra de Dios";b) su conocimiento, puesto que "discierne los pensamientos";c) su autoridad, porque de El es "de quien hablamos".Su poder nos lo demuestra de 3 maneras: cuanto a su naturaleza, cuanto a su potestad: eficaz, y cuanto a su operación: "más penetrante que cualquier espada de dos filos". Dice, pues: "viva es la palabra de Dios". Este texto de suyo ofrece, al parecer, dificultad, pero se hace más claro conferido con otra traducción, porque, donde nosotros tenemos sermo: palabra, en griego tienen lagos, que significa lo mismo; y así lo explica también San Agustín: "la palabra que os he hablado", esto es, Yo mismo que soy la palabra (Sg 18). De modo semejante aquí la palabra de Dios es viva, conviene a saber, la palabra de Dios viva; porque el Verbo de Dios, concebido desde la eternidad en el entendimiento paterno, es la palabra primordial a que se refiere eí Eclesiástico: "la fuente de la sabiduría es el Verbo de Dios en las alturas"; y por ser primordial, de El se derivan todas las otras palabras, que no son otra cosa que ciertas concepciones expresadas en la mente del ángel o en la nuestra. De donde tal palabra es la expresión de todas las palabras, como una especie de fuente; y lo que se dice de aquella palabra se acomoda en cierta manera a las otras según su modo. Dícese, por ejemplo, de aquélla que es viva; y viva está una cosa mientras tiene su operación y movimiento. Así como una fuente, cuyas aguas corren, dícese viva,, así aquella palabra que tiene perpetuo vigor. "Tu palabra, Señor, permanece para siempre"; "porque así como el Padre tiene en Sí mismo la vida, así también ha dado al Hijo el tener la vida en Sí mismo" (Jn 5,26).O puede referirse a la naturaleza humana; que vivo está, aunque otros le juzguen muerto, porque, una vez resucitado, ya no torna a morir. "Muerto estuve, pero heme otra vez vivo y para siempre" (Ap. 1). De modo parecido también la palabra escrita es viva e indeficiente; "más no por eso la palabra de Dios deja de tener su efecto" (Rm 9,6).Por tanto, al decir: eficaz, demuestra su poder; que por eso se le llama palabra eficaz, por el sumo poder y fuerza infinitamente efectiva que tiene, ya que por El fueron hechas todas las cosas (Jn 1) y por ese "Verbo del Señor los cielos adquirieron su consistencia" (S. 32,6). Asimismo es eficaz, porque todas las palabras proferidas por Dios, valiéndose del ángel o del hombre, de El mismo reciben su eficacia. "La palabra que saldrá de mi boca no volverá a Mí vacía, sino que obrará todo aquello que Yo quiero" (Is 55,2); "su palabra está llena de poder" (Sir 8).-"y más penetrante". Demuestra su operación y la explica: "entra". Dice, pues: "y más penetrante", que propiamente se dice de lo que entra en lo profundo de una cosa, y puede serlo de dos maneras: de una, porque obra en lo íntimo (Is 26); de otra, porque conoce la intimidad (Jn 2; Sir 24); ya que la operación y conocimiento de Dios alcanza y penetra la intimidad de las cosas; de ahí que diga: "que toda espada de dos filos", porque de todas las armas la más penetrante por su acerada punta es la espada, mayormente la de dos filos; por cuya razón compárase la palabra de Dios a la espada de dos filos, porque los tiene afilados y agudos tanto para obrar como para conocer (Ep 6; Is 27).O dícese de dos filos respecto de la operación, porque los tiene para llevar adelante lo bueno y destruir lo malo (Ap. 1); o respecto del conocimiento, y dícese "más que toda espada de dos filos", esto es, que todo entendimiento humano, llamado también de dos filos, pues puede echar para una y otra parte de la conclusión hasta acabar la investigación y fijar allí su agudeza, es a saber, en la verdad, ya que en el orden causal vemos que siempre la causa primera obra más íntimamente que la posterior. De ahí que lo que la naturaleza produce es más entrañable y profundo que lo que produce el arte. Así que, por ser Dios sencillamente la primera causa, con su operación se produce lo más íntimo que tiene una cosa, es a saber, su ser.-"y que entra y penetra hasta los pliegues del alma". Manifiesta lo que había dicho de la operación, en lo que se refiere al espíritu y en lo que al cuerpo: "hasta las junturas y tuétanos"; porque, según el Apóstol, el hombre consta de cuerpo,, de alma y de espíritu (1Th 5). Es de todos sabido lo que es el cuerpo; el alma es la que da vida al cuerpo; el espíritu en las cosas corpóreas llámase algo sutil; significa, por tanto, las substancias inmateriales (Is 31) y dícese ser aquello que nos pone en comunicación con las substancias espirituales; el alma, en cambio, lo que nos pone en comunicación con los brutos. Así que el espíritu es la mente humana, es a saber, el entendimiento y la voluntad. De ahí que digan algunos que en nosotros hay diferentes almas: una que da vida y perfección al cuerpo, y ésta se llama propiamente alma; otra es el espíritu, que tiene un entendimiento con que entendemos y una voluntad con que queremos; razón por la cual estas dos potencias con más propiedad se llaman substancias que las almas. Pero todo esto ha sido condenado en el libro que trata de los dogmas eclesiásticos.Por consiguiente, habrá que decir que una misma cosa es la esencia del alma, que por su esencia da vida al cuerpo, y por su potencia, que se llama entendimiento, es el principio del entender y por él entiende lo eterno. Cómo sea esto, es cosa llana; pues vemos que cuanto más perfecta es la forma, menos su operación sujétase a la materia; así como las formas de los elementos, por imperfectísimas, no trasponen las lindes de la materia. Siendo, pues, el alma, de todas las formas la nobilísima, necesario es que tenga alguna operación, de modo especial el alma racional, que sobrepuja de todo punto la potencia de la materia; y a esta operación le damos por nombre entender, a zaga de la cual le sigue su inclinación: querer.Hay una triple diferencia entre las operaciones del alma, que atañe respectivamente al alma, al espíritu y a las partes de la razón; de modo que según eso:a) llámase alma el asiento de las potencias, por cuyo medio obra conjúntamente con el cuerpo;b) espíritu, la sede de las restantes, por las que obra sin él.La primera diferencia entre estas potencias y operaciones, procedente de las mismas, es la de la misma razón respecto de la sensualidad -que es una potencia por la que ei alma obra júnto con el cuerpo- porque la razón hace presa en lo inmaterial; la sensualidad en lo material y sensible.La segunda diferencia es de las partes de la sensualidad, porque ésta lleva otro orden y tiene otro estado, según se enderece, por su naturaleza, al propio objeto, o según se gobierne por la razón; ya que la misma concupiscible de una manera se la considera como cierta fuerza en orden a su objeto, y de otra como participante de la razón.La tercera es de las partes de la misma razón,, según los diferentes objetos de la misma, porque o se endereza a Dios, y apuntar a este blanco es lo supremo en ella, o a los efectos espirituales o temporales. Ahora bien, todas estas divisiones y diferencias las obra y discierne la palabra de Dios, conviene a saber, cómo la sensualidad se distingue de la razón; asimismo qué diferencia hay de la misma sensualidad en sí considerada, y de las partes de la razón, y qué le resulta al alma de la consideración de las cosas espirituales y terrenales.Otra explicación puede darse, según la Glosa, de dos maneras: de una, de modo que por alma se entiendan los pecados carnales que se hacen por obra y con deleite del cuerpo, como la lujuria, la gula y otros parecidos; y por el espíritu los pecados espirituales que se hacen por obra de la mente, como la soberbia, la vanagloria y otros del mismo jaez. De otra, de modo que por el alma se entiendan los malos pensamientos, y por el espíritu los buenos; y así tenemos el sentido de lo que penetra hasta dividir el alma y el espíritu, esto es, discierne entre los pecados carnales y espirituales, entre los buenos y los malos pensamientos.Por consiguiente, al decir: "de las junturas y tuétanos", declara lo que había dicho de la operación de Dios respecto de lo temporal. Y es de saber que una cosa no puede penetrar y llegar a otra por dos motivos: uno por la trabazón, otro por la inclusión, cosas ambas que no pueden ser obstáculo a la palabra de Dios. Porque en nosotros hay ciertas obstrucciones o trabazones, es a saber, de arterias y nervios; también hay partes muy metidas y ocultas, como los tuétanos encerrados dentro de los huesos; todo lo cual patente está y manifiesto a los divinos ojos; por cuya razón ninguna dificultad hay para que penetre allí su mirada.O por junturas puede entenderse la conjunción o la estrecha unión de las partes del alma entre sí, como entre el alma y el espíritu; como si dijera: no sólo llega a conocer la diferencia y la división del alma y del espíritu, sino también a conocer cómo se unen; pues conoce cómo a la sensualidad la gobierna la razón; y por tuétano puede entenderse lo que está oculto en la sensualidad y en la razón (Mt X).Trata luego del conocimiento del Verbo, al decir: "y discierne los pensamientos"; y acerca de esto muestra que todo está sujeto a su conocimiento y cómo es él; y que el motivo de no conocerse una cosa es o porque está oculta, o por desconocida e invisible. En el primer caso, lo más oculto que hay es lo que está escondido en el corazón, que es profundísimo e inescrutable: "perverso es el corazón de todos los hombres e impenetrable" (Jr 17,9). Según la versión de los 70, dice así: "profundo es el corazón del hombre... "; y en ese corazón enciérranse a candado y cerrojo los pensamientos, pero el Verbo de Dios los conoce (Is 1).En el segundo caso, de no conocerse una cosa por ignorada de todo punto e invisible, está lo que esconde la voluntad, que no se conoce; así la intención del fin, que por su misma naturaleza es invisible; pues lo que el hombre hace o piensa danlo a conocer sus acciones, mas, con qué intención lo haga, averigüelo Vargas. Para Dios, en cambio, no hay nada oculto; por eso añade: "y ías intenciones del corazón". Dice el Salmo: "Tú, que escudriñas corazones y entrañas" (7,10), esto es, los pensamientos y las intenciones.Pero es de saber que lo que dice penetrante puede referirse a la operación, como está dicho; y así difieren penetrante y discernidor. Mas, si se refiere al pensamiento, entonces lo que aquí dice: y discernidor, es explicación de aquél; como si dijera: dices tú que es mas penetrante... estás en lo justo, porque no sólo eso, sino discernidor de junturas y tuétanos, esto es, de pensamientos e intenciones, pues dase el nombre de junturas a ciertos enlaces o trabazones; y así el pensamiento, en que hay ciertos enlaces de términos, puede llamarse juntura mientras de uno se encamina a otro (Is 58; 5), Asimismo el tuétano está profundamente escondido en los huesos (Jb 21).Y al decir: "no hay a su vista criatura invisible", da a entender que, lo que por su naturaleza es invisible, no lo es para Dios ni le está oculto; porque el que nosotros no lo veamos es por razón de la simplicidad de la cosa, más delgada y sutil que nuestros ojos, corporales o intelectuales, como son las substancias separadas, que en esta vida no podemos ver; mas, siendo el entendimiento divino lo mas simple y sutil que hay, no hay criatura en presencia suya que le sea invisible. Mas, ¿por ventura su conocimiento, como algunos quisieron, cíñese sólo a lo universal? No, sino que "todas están desnudas y patentes a los ojos de este Señor". Entiéndese por el ojo la fuerza cognoscitiva, y por las cosas sensibles las espirituales; mas señaladamente dice ojos en plural, por la diversidad de cosas que entiende, porque no una, sino multitud conoce.Dice también "desnudas y patentes" porque hay dos modos de conocer algo: uno superficial y otro profundo; así como el hombre se ve desnudo sin nada encima, no tal vestido. Mas para Dios todo está patente, como se mira liso y llano; pues no hay cosa exterior que sirva de estorbo al conocimiento de Dios, así como estorba el vestido para ver al hombre. Por eso dice desnudas (Jb 26).Dice también patentes, pues no hay nada tan oculto en realidad que se escabulla del conocimiento de Dios.Pero Habacuc dice lo contrario: "limpios son siempre tus ojos; no puedes Tú ver el mal, ni podrías sufrir delante de Ti la iniquidad" (!,13). Entonces no todas las criaturas le están desnudas. Respondo: en Dios hay la ciencia que llaman de simple inteligencia y la ciencia de aprobación. Del primer modo conoce todas las cosas, aun las malas y las que no tienen ser; del segundo conoce las buenas, en la realidad que tienen.Por consiguiente, demuestra la perfección de su autoridad, al decir: "de quien hablamos"; y esta autoridad es la de juzgar, siendo como es El "el que está por Dios constituido Juez de vivos y muertos" (Hch 10,42). A El se encaminan, pues, nuestras palabras, conviene a saber, para darle cuenta de nuestras obras, "siendo como es forzoso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas acciones que habrá hecho mientras ha estado revestido de su cuerpo" (2Co 5,10).Por tanto, ya que es tan poderoso, tan sabio y de grandeza tanta, démonos prisa a entrar... pues para el juicio tres requisitos son menester:a) potestad para ir a la mano a los subditos (Sir 7), que, según San Mateo 28, le viene que ni nacida a Cristo.b) celo de la rectitud, es a saber, que la sentencia judicial no la motive el odio o la envidia, sino el amor a la justicia (Pr. 3), que es como la divisa y blasón de Cristo (Is 9).c) sabiduría, a tenor de la cual se forme el juicio (Eccl. Xj; y Cristo es la virtud de Dios y la sabiduría de Dios.Esta potestad judicial compétele a Cristo, en cuanto hombre (Jn 5), no ciertamente por la condición de la naturaleza -según San Agustín- porque así todos los hombres tuvieran semejante potestad, mas por la gracia de cabeza, que Cristo recibió en la naturaleza hu mana; y compétele de este modo esta potestad por 3 razones:1- por afinidad de Cristo con los hombres y conveniencia de ellos mismos; porque así como Dios se vale para obrar de las causas intermedias, como más próximas a los efectos; de la misma manera se vale de Cristo hombre para juzgar a los hombres, a fin de que el juicio tenga mayor suavidad; "pues no es tal nuestro pontífice -como ya se dijo- que sea incapaz de compadecerse de nuestras miserias".2- porque en el juicio final -según dice San Agustín- será la resurrección de los muertos, que Dios resucitará por medio del Hijo del hombre; así como por el mismo Cristo resucita las almas, en cuanto Hijo de Dios.3- porque -como dice San Agustín- estaba muy puesto en razón que los reos llamados a juicio viesen a; su juez; y habiendo de ser juzgados buenos y malos, falta que a unos y a otros se les muestre en el juicio la forma del hombre, y la forma de Dios se reserve a solos, los buenos.Esta potestad bien le entalia al hombre que es primero entre todos, tanto por su persona divina, como por su dignidad de cabeza y su plenitud de gracia habitual, que además alcanzó por sus méritos. Y dice bien una cosa con otra, que, según la justicia de Dios, constituido sea juez quien por esa justicia trajo perpetua lid y venció, y que con toda justicia condene a los culpables quien sin justicia juzgado fue y condenado. "Vencí y estoy sentado en el trono de mi Padre" (Ap. 3); por el trono se entiende la potestad judicial. "Te sentaste sobre el trono, justo Juez" (Sal 9,5). Comenta San Agustín: se sentará a juzgar quien delante del juez estuvo en pie; condenará, asimismo, como a reos, el que inmerecidamente fue hecho tal.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 4

4. REPOSO DE DIOS Y OBRA DE LOS SEIS DÍAS (4/03-05).

1 y 2 en el cap. anterior

3 Porque nosotros, los creyentes, vamos entrando en el reposo, conforme a lo que dijo: «Así que juré en mi ira: Jamás entrarán en mi reposo»; y eso que las obras de Dios estaban terminadas ya desde la creación del mundo, 4 pues del día séptimo la Escritura ha dicho así: «Y en el día séptimo descansó Dios de todas sus obras» (Gen_2:2). 5 Y lo mismo en este pasaje: «Jamás entrarán en mi reposo.»

El concepto de reposo (katapausis), en conexión con el salmo 95, hace pensar en la tierra de Canaán. Allí se habían asentado los israelitas, después de haber errado sin cesar por el desierto, allí habían de vivir en reposo y seguridad al abrigo de sus enemigos. El mismo Dios de la alianza, que había acompañado a su pueblo en la marcha por el desierto, no tenía ya necesidad de morar en una tienda, había hallado en el templo su «lugar de reposo» (cf. Isa_66:1; Psa_131:14 ; Act_7:49). Evidentemente, la carta a los Hebreos trasladó estas imágenes veterotestamentarias a un más allá celestial. A la comunidad cristiana se le promete un nuevo Canaán supraterreno, donde un día podrá descansar de todas las fatigas y tribulaciones de la vida.

En este pasaje interviene todavía otro motivo: el del descanso de Dios el séptimo día de la creación. Como Dios, al cabo de seis días, descansó de todas sus obras, también los cristianos, los creyentes, descansarán una vez de sus obras (cf. Rev_14:13). Pero el texto quiere decir algo más: no se limita a una mera comparación. Se trata de la calidad misma del reposo al que se retiró Dios después de la creación y al que está llamado el pueblo de Dios que peregrina. A todas luces, la carta no se refiere a una participación en algún atributo o en algún estado de Dios, sino que alude a la misma realidad celestial que en otros lugares se designa como «mundo futuro», «verdadero santuario», «patria celestial» o «ciudad permanente». El lugar de reposo de Dios es por tanto como una tierra que está preparada desde el comienzo mismo del mundo. A nosotros, que conocemos la palabra «reposo» casi exclusivamente por la liturgia de difuntos y le asociamos la idea de un estado intermedio del alma separada del cuerpo (o incluso del cadáver que reposa en el camposanto), puede parecernos un tanto curioso el empleo del término «reposo» para designar la consumación de la salvación cristiana. No obstante, si tenemos en cuenta que nuestra vida, a fuerza de agitación, de desasosiego y de ajetreo, no llega nunca al reposo, también nosotros miraremos al reposo, a la katopausis celestial, como a una meta ardientemente deseable.

5. EXHORTACIÓN FINAL (4/06-11).

6 Y como todavía quedan algunos por entrar en el reposo, e incluso los primeros a quienes fue anunciado el Evangelio no entraron, por causa de su rebeldía, 7 vuelve a fijar un día determinado -hoy-, diciendo por boca de David después de tanto tiempo, conforme a lo ya dicho: «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones». 8 Efectivamente, si Josué los hubiera introducido en el reposo, la Escritura no hablaría ya de un día posterior a esto. 9 Así que aún le queda al pueblo de Dios un reposo sabático16. 10 Porque el que entra en el reposo de Dios, también él descansa de sus obras, como Dios de las suyas propias. 11 Esforcémonos, pues, por entrar en aquel reposo, para que nadie caiga en aquella misma rebeldía.

La homilía vuelve todavía a compendiar, como conclusión, la idea fundamental y pone en guardia con el mayor empeño contra la desobediencia, que a los mismos israelitas del tiempo del desierto les impidió ya entrar en el reposo de Dios. Pero ni siquiera la toma de posesión de la tierra por Josué condujo a la meta anhelada de las promesas. El autor demuestra esta afirmación que a nosotros se nos antoja obvia con un argumento que se encuentra también algunas veces en san Pablo (por ejemplo: Gal_3:17). Las palabras del salmo 95 se pronunciaron mucho tiempo después de la toma de posesión de la tierra de Canaán y por tanto deben referirse a otro acontecimiento, a otro «hoy». Es posible que desde el punto de vista de una exégesis científica sea insostenible esta argumentación; sin embargo, su intención es digna de tenerse en cuenta. En realidad, el Antiguo Testamento entendido en sentido cristiano no quiere informar sobre cosas pasadas, sino que apunta a nuestro futuro, a fin de que nosotros afrontemos el presente, el «hoy»>. Así la carta a los Hebreos nos instruye para que oigamos el Antiguo Testamento como una palabra que va dirigida a nuestra misma vida y nos fuerza a tomar una decisión.

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16.Ya en el Antiguo Testamento se designa el sábado como «día de reposo» (Exo_35:2; 2Ma_15:1, y passim).

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6. HIMNO A LA PALABRA DE DIOS (4/12-13).

12 Porque la palabra de Dios es viva y operante, y más tajante que una espada de dos filos17: penetra hasta la división de alma y espíritu, de articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón. 13 Nada creado está oculto a su presencia: todo está desnudo y patente a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

PD/FUERZA: El himno se halla al final de la primera parte de la carta y nos hace volver con el pensamiento al comienzo de la misma. Dios habló antes por los profetas, ahora ha hablado por su Hijo. Que nadie tenga en poco su palabra considerándola como mera palabra y no como obra. ¿A un mundo que, por cierto, no puede quejarse por falta de palabras -incluso, y sobre todo, de palabras hermosas, buenas, elevadas y devotas-, no tiene Dios otra cosa que ofrecerle que su palabra? Cierto que Dios no se ha contentado sólo con hablar: calló en la muerte de su propio Hijo, pero este callar sangriento «habla más elocuentemente que la sangre de Abel» (2Ma_12:24), y así se nos remite de nuevo a la palabra, flaca e impotente desde el punto de vista humano. Sólo la fe sabe qué fuerza, qué vida reside en la palabra de Dios, y sabe que esta palabra es el poder decisivo de este mundo. Aunque mil veces sea desoída, ignorada, no se le haga el menor caso y se cometan acciones que la dejen en mal lugar, alguna vez llega para cada cual la hora de la verdad, cuando la palabra humillada y despreciada viene a pedirle cuentas.

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17. También Eph_6:17 compara la «palabra de Dios» con una «espada del Espíritu». Cf. también la espada de dos filos que sale de la boca del Hijo del hombre en el cielo (Rev_1:16).

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Parte segunda

EL SUMO SACERDOCIO DE JESÚS 4,14-10,31

La gran pieza central de la carta está encerrada entre dos paréntesis (4,14-16 y 10,19-31), que sustancialmente suenan lo mismo y que nos dan a conocer las intenciones que persigue el autor con sus reflexiones, en parte bastante difíciles: en la convicción de que tenemos «un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos» (4,14), que con su sangre nos facilitó la entrada al verdadero «lugar santísimo» (10,19-21), debemos «mantener firme nuestra profesión (de la esperanza» (4,14; 10,23), y «acercarnos con confianza al trono de la gracia» (4,16; cf. 10,22). Se trata, por tanto, de nuevo de la firmeza y fidelidad en la fe, de la actuación gozosa en el culto (10,25) y en la corrección fraterna, encaminada al amor y a las buenas obras (10,24).

I JESÚS; NUESTRO SUMO SACERDOTE (4,14-5,10)

1. TENEMOS UN SUMO SACERDOTE QUE SIENTE CON NOSOTROS (4, 14-5, 3).

14 Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firme nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades, sino al contrario: tentado en todo, como semejante nuestro que es, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para ser socorridos en el momento oportuno.

5,1 Porque todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en los relaciones con Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. 2 él puede sentir indulgente compasión hacia los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. 3 A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.

Nuestra carta no está compuesta como un artículo científico, que va exponiendo una idea tras otra con rigurosa sucesión lógica. La carta se asemeja más bien a una sinfonía, en la que los temas y motivos están entrelazados con maestría. Así, el motivo del sumo sacerdote misericordioso se dejó ya oír brevemente al principio (2,17), luego desapareció, y ahora vuelve a desarrollarse ampliamente como primera motivación del marco parenético en que está encerrada la gran pieza central. Debemos mantener firmemente nuestra profesión y, con confianza, es decir, sin temor, con la seguridad de ser escuchados, acercarnos al trono de la gracia, porque nuestro sumo sacerdote, no obstante su elevación celestial, tiene un corazón que siente con nosotros.

Repetidas veces se ha observado que el autor de la carta a los Hebreos no manifiesta esa entrañable familiaridad con Cristo que distingue tan señaladamente las cartas del apóstol Pablo. La imagen de Cristo de nuestra carta es como un icono: tiene rasgos solemnes, cultuales, parece proceder más de una especulación erudita sobre la Escritura, que de experiencia viva de la fe. Tales observaciones son sin duda alguna exactas, y todavía tendremos ocasión de confirmarlas más de una vez. Sin embargo, es posible que el autor mismo se hiciera cargo de esta deficiencia suya y tratara de remediarla insistiendo con especial ahínco en la misericordia compasiva de Cristo. Mientras que el apóstol Pablo había experimentado en forma muy concreta en el camino de Damasco el amor redentor del Hijo de Dios, el autor de la carta a los Hebreos tuvo que tomar de la tradición su saber acerca de Cristo y reforzarlo con motivos de razón o con pruebas de la Escritura. Por consiguiente, aunque sus consideraciones nos hagan de cuando en cuando la impresión de algo académico, de nosotros depende el actualizarlas.

Entre hombres no sabemos nunca con seguridad cómo enjuician nuestras debilidades, si nos reprueban y condenan severamente o si lo dejan pasar todo con indiferencia. De Jesús sabemos cuál es su posición frente al pecado, pero también sabemos que no rehúsa su ayuda a ningún pecador que se dirija a él.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



22 (B) Advertencia basada en la infide(-)lidad de Israel (3,7-4,13). 7. el Espíritu San(-)to: El espíritu de Dios, inspirador de las Escri(-)turas, habla a través de ellas. No se deben ver en la expresión conceptos trinitarios. El ver(-)sículo inicia una sección de advertencia basa(-)da en la experiencia de Israel durante la pere(-)grinación por el desierto. El argumento se apoya en la primitiva concepción cristiana que ve la redención realizada por Cristo como un nuevo éxodo. En el AT, el éxodo había servido como símbolo del regreso de los judíos del exi(-)lio de Babilonia (Is 42,9; 43,16-21; 51,9-11); en el NT, la obra redentora era considerada como un nuevo éxodo, experimentado en primer lu(-)gar por Jesús mismo (Lc 9,31) y después por sus seguidores (1 Cor 10,1-11). Los destinata(-)rios de Heb están todavía en camino hacia la meta de su éxodo: el santuario celestial adon(-)de les ha precedido Jesús (6,20). Se han can(-)sado y están en peligro de interrumpir su via(-)je. De ahí la advertencia para que no dejen de alcanzar la meta, como aquellos hebreos que se rebelaron contra Dios. La cita de los vv. 7b-11 está tomada de Sal 95,7b-l 1, pero difiere en muchos aspectos de la lectura de los LXX. La diferencia principal es que, mientras que los LXX (y el TM) conectan los «cuarenta años» (v. 10) con la ira de Dios, en este caso van con la frase anterior, «vieron mis obras», aunque en el v. 17 se sigue el orden de los LXX. La ra(-)zón de la trasposición no está clara. 9. vues(-)tros padres me pusieron a prueba: cf. Éx 17,7; Nm 20,2-5. 11. Cf. Nm 14,1-23. mi descanso: La tierra de Palestina; cf. Nm 20,12; Dt 12,9. Kasemann considera que el motivo de Heb del viaje del pueblo de Dios hasta su descanso asignado es un tema gnóstico (Wandering [--> 8 supra] 67-75; contra esto, véase C. Colpe, Die religionsgeschichtliche Schule [FRLANT 78, Gotinga 1961]), pero el equivalente veterotestamentario parece ser una explicación satis(-)factoria de la fuente de la cual echó mano el autor de Heb. (Para la opinión de que a Heb no le interesa el viaje de Israel como tal, sino únicamente la negativa de los hebreos a entrar en la tierra prometida debido al miedo que te(-)nían de que sus habitantes les dieran muerte [Nm 14,11-12.21-23.27-35], véase O. Hoñus, Katapausis [WUNT 11, Tubinga 1970] 116-46; de manera parecida Strobel, Hebraer 112). 12. el Dios vivo: El calificativo «vivo» aplicado a Dios significa que éste se maniñesta en sus obras (cf. Jos 3,10; Jr 10,10). La expresión «apostatar del Dios vivo» se toma frecuente(-)mente como indicio de que Heb no fue escrito para cristianos judíos en peligro de recaer en el judaísmo, sino para convertidos paganos; en el caso de un regreso al judaísmo, se argu(-)ye, no se hablaría de «apostatar del Dios ver(-)dadero». Sin embargo, el autor no habla sim(-)plemente del Dios verdadero, sino del Dios verdadero en cuanto vivo, es decir, en cuanto actúa y, concretamente, en cuanto se mani(-)fiesta en Cristo. Alejarse del cristianismo es, entonces, apostasía del Dios vivo, aun cuando fuera un regreso al judaísmo, donde se pasa por alto el acto supremo de Dios. 13. mientras todavía es hoy: El autor anticipa lo que va a de(-)cir en 4,2-11. El «descanso» en el que Israel iba a entrar era sólo una prefiguración de aquel descanso al que están llamados los des(-)tinatarios de la epístola; y todavía está abierto a ellos, siempre y cuando perseveren en la fe con la cual iniciaron su vida como cristianos.
14. hemos llegado a ser compañeros de Cristo: Probablemente la participación significa com(-)partir el destino común de entrar en el san(-)tuario celestial.
23 16-19. Cf. Nm 14,1-38; Dt 1,19-40. De(-)bido al miedo que les producía la perspectiva de entablar batalla con los cananeos, los he(-)breos se negaron a entrar en la tierra de Canaán. En castigo, el Señor decretó que todos, salvo los exploradores Caleb y Josué y quienes habían nacido después de la salida de Egipto, murieran en el desierto sin llegar a entrar en la tierra prometida. El autor hace hincapié en la conexión entre desobediencia (v. 18) e incre(-)dulidad (v. 19). 4,2. el evangelio nos ha sido predicado a nosotros lo mismo que a ellos: De(-)bido a que la promesa hecha a los hebreos de que entrarían en Palestina prefiguraba la pro(-)mesa hecha a los cristianos de que entrarán en el cielo, el autor utiliza terminología neotestamentaria para describir lo que había oído Is(-)rael; fue «el evangelio». 3-4. El «descanso» de Dios se ve con una dimensión más honda que no lo limita a Palestina. Sal 95,11 llama a esa tierra descanso de Dios («mi descanso») por(-)que era el lugar de descanso que iba a dar a su pueblo (contra G. von Rad, que ve la espiri(-)tualización del concepto en el salmo mismo; véase Gesammelte Studien zum Alten Testa(-)ment [Múnich 1965] 101-08 [trad. esp.: Estu(-)dios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca 1982]). El autor lo entiende como una partici(-)pación en el descanso en el que Dios entró des(-)pués de que la obra de la creación hubiera quedado completada. Quienes sean fieles en(-)trarán en la morada de Dios, descrita aquí como un lugar de descanso, y no como el san(-)tuario celestial (modo habitual en que la de(-)signa el autor) ni como la ciudad permanente (13,14).
24 6-9. El autor intenta encontrar dentro del salmo su personal interpretación del des(-)canso de Dios. El sustantivo hebr. equivalente a «descanso» en Sal 95,11 es menüha y es dife(-)rente del vb. «descansar» en Gn 2,2 (sábat), pe(-)ro los LXX utilizan en ambos casos una pala(-)bra derivada de la misma raíz gr.: katapausis (Sal 95,11) y katapauó (Gn 2,2). De ahí que el autor de Heb encuentre en el texto del salmo una base para su interpretación. Sostiene él que lo que se les prometió a los hebreos no fue Palestina, sino una participación en el descan(-)so propio de Dios tras la creación; cf. la idea ju(-)día de que el sábado, que refleja ese descanso, es «la imagen del mundo venidero» (Gen. Rab.17 [12a]). Debido a su incredulidad, muchos de los hebreos del período del éxodo quedaron ex(-)cluidos de ese descanso, y ni siquiera los que entraron en Palestina bajo el mando de Josué (v. 8) entraron en el descanso prometido, que es una realidad mayor que la tierra prometida. (Puesto que la forma gr. de «Josué» es la mis(-)ma que la de «Jesús», el nombre como tal po(-)ne de relieve tanto la semejanza como el con(-)traste entre la figura del AT, que condujo a los hebreos a Palestina, y Jesús, que conduce a sus seguidores al descanso celestial de Dios.) Si no fuera así, Dios no seguiría ofreciendo la promesa mucho después de que Palestina hubiera sido ocupada. Sin embargo, sigue haciéndolo, como demuestra el mandato «de David» a los israelitas de su tiempo. Dicho mandato tam(-)bién va dirigido a los cristianos: «Si hoy escu(-)cháis su voz, no endurezcáis vuestros corazo(-)nes» (Sal 95,7-8). Debido a que la promesa sigue en pie, «queda un descanso sabático pa(-)ra el pueblo de Dios» (v. 9), una participación en el descanso sabático de Dios mismo.
25 11. esforcémonos por entrar: Aunque el vb. spoudazó, «esforzarse», también puede sig(-)nificar «apresurarse», el contexto no hace pen(-)sar en este significado. No se trata en absolu(-)to de darse prisa para entrar en el descanso, sino más bien de perseverar en el esfuerzo ne(-)cesario para alcanzarlo. 12-13. Estos dos ver(-)sículos continúan la exhortación a perseverar, pues la palabra de Dios juzga correctamente, dado que nada le es desconocido; a su luz han de ser juzgados dignos o indignos de entrar en el descanso de Dios los miembros de la pre(-)sente generación. 12. la palabra de Dios: Esto hace referencia al v. 7. Es la Palabra que habla a los seres humanos, invitándoles a la fe y la perseverancia. Es una Palabra salvadora, pero también juzga, puesto que condena a quienes se niegan a escucharla, viva y eficaz: La Pala(-)bra se describe de una manera calculada para poner de relieve su eficacia: produce vida (cf. Dt 32,47) y consigue su propósito (cf. Is 55,10-11) . No parece que el autor pretenda más que una personificación de la Palabra, aunque al(-)gunos ven aquí una referencia a la palabra de Dios encarnada en Jesús (cf. H. Clavier, «Ho logos tou theou dans lépitre aux Hébreux», New Testament Essays [Fest. T. W. Manson, ed. A. J. B. Higgins, Manchester 1959] 81-93; R. Williamson, ExpTim 95 [1983-84] 4-8). más cortante que espada alguna de dos filos: cf. Is 49,2; Prov 5,4; Sab 18,16. El poder de penetra(-)ción de la Palabra se describe con lenguaje filoniano (cf. Quis rer. div. 130-31), pero en su contexto Filón no habla del poder de la Pala(-)bra con respecto al juicio, como ocurre aquí. alma y espíritu: Algunos ven en estas palabras una concepción del ser humano como com(-)puesto de cuerpo, alma y espíritu (E. Schweizer, «Pneuma», TDNT 6.446); es difícil estar de acuerdo con F. F. Bruce en que «sería cierta(-)mente aventurado sacar de estas palabras conclusión alguna acerca de la psicología de nuestro autor» (Hebrews 82). Estos compo(-)nentes humanos, como las correlativas «arti(-)culaciones y médulas», están íntimamente co(-)nectados, y la declaración de que la Palabra es lo bastante cortante para separarlos se hace simplemente para insistir en su poder de pe(-)netración. capaz de juzgar las reflexiones y pen(-)samientos del corazón: El autor atribuye a la Palabra ese conocimiento de los seres huma(-)nos que sólo tiene Dios (cf. Hch 1,24; 15,8). 13. desnudo y patente: El ptc. gr. tetrachélismena, «patente», guarda relación con el sustanti(-)vo trachélos, «cuello». El contexto indica que es sinónimo de «desnudo», pero ninguna de las explicaciones de cómo llegó a adoptar ese significado resulta realmente satisfactoria. Las palabras gr. de la última frase de este versículo pueden significar «acerca de quien hablamos» o «a quien hemos de dar cuenta». Esto último se ajusta mejor al contexto. Williamson (véase el comentario al v. 12) considera probable que el significado sea «con quien el Logos (Pala(-)bra) está presente en favor nuestro», y compa(-)ra esta frase con Jn 1,1.
26 (C) Jesús, sumo sacerdote miseri(-)cordioso (4,14-5,10). 14-16. Estos versículos recuerdan 2,16-3,1 y preparan para el desarro(-)llo que sigue sobre el sacerdocio de Jesús. 14. gran sumo sacerdote: Este es el único lugar de la epístola donde Jesús es denominado así; ha(-)bitualmente, el autor habla de él como sumo sacerdote o simplemente sacerdote; puede ser que en este momento desee hacer hincapié en la superioridad de Jesús respecto al sumo sacerdote judío con quien lo compara cons(-)tantemente. Filón aplica esta misma denomi(-)nación al Logos (cf. De somn. 1.214,219). que atravesó los cielos: Véase el comentario a 1,2; también 2 Hen 3-20. mantengamos nuestra con(-)fesión de fe: Véase el comentario a 3,2. 15. ten(-)tado en todo, como nosotros, aunque no pecó: La única diferencia que el autor señala entre las tentaciones de Jesús y las de sus seguidores es que él nunca sucumbió a ellas. 16. el trono de gracia: El trono de Dios (cf. 8,1; 12,2). El reinado del Jesús exaltado es un tema de Heb, como pone de manifiesto el uso frecuente de Sal 110,1, y en 1,8 el autor habla del trono de Jesús. Pero la semejanza entre este versículo y 10,19-22 demuestra que el autor está pensan(-)do en el acceso confiado a Dios que ha queda(-)do asegurado por la obra redentora de Jesús: «Por medio de Jesucristo, el verdadero sumo sacerdote, el trono de Dios se ha convertido en el trono de gracia» (Michel, Hebraer 209-10).

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Cuidemos de no ser excluidos del descanso de Dios, 4:1-13.
I Temamos, pues, no sea que perdurando aún la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros se encuentre que llega con retraso. 2 Porque igual que a ellos, se dirige también a nosotros este mensaje: y no les aprovechó a aquéllos haber oído la palabra, por cuanto la oyeron sin fe los que la escucharon. 3 Nosotros, pues, los que hemos creído, entramos en el descanso, según que dijo: Como juró en su cólera: No entrarán en mi descanso, aunque sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. 4 Pues en cierto pasaje habla así del día séptimo: Y descansó Dios en el día séptimo de todas sus obras. 5 Y en éste dice de nuevo: No entrarán en mi descanso. 6 Queda, pues, que algunos han de entrar en el descanso, y no habiendo entrado los primeramente invitados a causa de su incredulidad, 7 de nuevo señala un día, hoy, declarando por David, después de tanto tiempo, lo que arriba queda dicho: Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones. 8 Pues si Josué los hubiera introducido en el descanso, no hablaría (David) de otro día, después de lo dicho. 9 Por tanto, queda otro descanso para el pueblo de Dios. 10 Y el que ha entrado en su descanso, también descansa de sus obras, como Dios descansó de las suyas. 11 Démonos prisa, pues, a entrar en este descanso, a fin de que nadie caiga en este mismo ejemplo de desobediencia. 12 Que la palabra de Dios es viva, eficaz y tajante, más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, antes son todas desnudas y manifiestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.

Continúa la exhortación de la perícopa anterior. La base sigue siendo el salmo 95, invitando a no imitar a los israelitas del desierto, que, por su incredulidad, fueron excluidos de la entrada en el descanso de la tierra prometida. A esa cita del salmo 95 se añade ahora otra nueva, la de Gen_2:2, donde se habla del descanso de Dios, al terminar la obra de la creación. El autor de esta carta a los Hebreos ve en ese descanso de que hablan los textos de la Escritura, no simplemente el de la entrada en la tierra prometida, sino un descanso más elevado y noble, al que Dios invita a todos los hombres, incluso a los israelitas que desde tiempos ya de Josué habían entrado en el descanso de la tierra prometida (v.1-10).
Evidentemente el descanso aludido, que debemos cuidar mucho de no perder (cf. v.1-2), es el descanso eterno de la gloria, incoado ya acá en la tierra mediante la unión con Dios por la gracia (cf. v.q-10). A las citas de Gen_2:2 y Sal_95:8-11 hemos de aplicar lo que decíamos poco ha, comentando las hechas en 1:5-14. Para el autor de la carta, ese peregrinar de los israelitas hacia el descanso de la tierra prometida sería, en la intención de Dios, figura de otro descanso más noble y elevado ofrecido a todos los seres humanos, aquel del que El mismo goza desde la creación del mundo y que ciertamente conseguiremos si permanecemos firmes en la fe en Jesucristo.
Con una especie de peroración (v. 11-13), exhorta de nuevo a evitar el ejemplo de los israelitas del desierto, apresurándonos a responder a la llamada divina, pues la palabra de Dios es más eficaz y penetrante que una espada de dos filos, sin que haya posibilidad de eludir nuestra responsabilidad respecto a ella. La palabra de Dios (ó Aóyos ??? ???? ), que aquí aparece en cierto modo personificada, no es el Verbo o segunda persona de la Santísima Trinidad, conforme interpretaron algunos autores antiguos (Ambrosio, Atanasio, Cirilo Alejandrino), sino la revelación misma de Dios, manifestando a los seres humanos su voluntad, con promesa de premios y amenaza de castigos. Esta palabra, en realidad, es intercambiable con Dios mismo, que es el que la pronuncia; de ahí que se comience hablando de la palabra de Dios (v.12) y se termine hablando de Dios mismo, como identificando la palabra con El (v.15). Las expresiones viva, eficaz., tajante., penetra hasta la división de alma y espíritu. 415, coyunturas y medula., discierne pensamientos e intenciones no pueden indicar más al vivo el poder y eficacia de la palabra que sale de la boca de Dios, que no puede volver vacía, sin conseguir su efecto, y para la cual nada hay oculto (cf. Isa_55:11; Flp_2:16; 1Te_1:13; 2Ti_2:9; 1Co_4:5).

Jesucristo nuestro sumo sacerdote,1Co_4:14-16.
14 Teniendo, pues, un gran Pontífice que penetró en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos adheridos a la confesión (de nuestra fe). 15 No es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, antes fue tentado en todo a semejanza nuestra, fuera del pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio.

Breve y conmovedora exhortación a la confianza. La idea fundamental es que, teniendo un tal Pontífice, Jesucristo, Hijo de Dios, que ha entrado ya en el lugar del descanso e intercede por nosotros ante el trono del Padre, no deben desanimarnos las dificultades. En este sentido, la presente historia es conclusión de lo que precede; así lo insinúa, además, la partícula pues del v.14. Sin embargo, no parece caber duda que el autor de la carta está pensando en ofrecer también una especie de introducción al tema que va a desarrollar a continuación, el del sacerdocio de Jesucristo. Es la conocida habilidad para las transiciones, que hemos hecho notar ya en otras ocasiones (cf. 1:4-5; 2:17-3:2).
De Cristo sumo sacerdote se había hablado ya anteriormente, pero como de pasada (cf. 2:17; 3:1); ahora se va a hablar de modo amplio y directo a lo largo de varios capítulos. En esta especie de introducción se le llama gran sumo sacerdote (???????? ????? ), título de doble grandeza, y se da a entender ya desde un principio que el santuario donde ejerce su función sacerdotal medianera es el cielo, adonde subió, después de haber padecido y muerto acá en la tierra para llevar a cabo la obra redentora (v.14; cf. 1:3; 8:1-5). Se añade que, no obstante su grandeza (v.14), está lleno de compasión hacia nosotros, dispuesto a ayudarnos en todo, pues en su misma persona pasó por la prueba de nuestras debilidades, excepto la del pecado (v.15; cf. 2:17-18). La conclusión, pues, se impone: con la presencia allí de Jesucristo, acerquémonos con plena confianza al trono de Dios, el cual será para nosotros, no tribunal de justicia, sino trono de gracia, de donde derivarán favores y ayudas para cada ocasión y circunstancia (v.16).
Tal es, en resumen, el contenido de esta perícopa. Añadamos únicamente, dada su importancia, un breve comentario a la afirmación de que Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, fue tentado en todo (????????????? ???? ????? ) a semejanza nuestra, fuera del pecado (? .15). La palabra tentación equivale aquí prácticamente a prueba, que al fin de cuentas eso es la tentación: algo que pone a prueba las fuerzas y virtud del hombre (cf. Lev_22:28). Jesucristo, igual que nosotros, padeció las tentaciones o pruebas de cansancio, hambre, temor ante el sufrimiento, etc. (cf. Mat_4:2; Mar_14:33-39; Jua_4:6); incluso fue tentado por el diablo (cf. Luc_4:13). Sin embargo, cuando se metía de por medio el pecado, hubo una gran diferencia: la de que El, no solamente no cometió pecado (cf. Jua_8:46; 2Co_5:21; 1Pe_2:22; 1Jn_3:5), sino que ni lo podía cometer, y las tentaciones en este sentido no podían provenir sino del exterior (cf. Mat_4:8-10), nunca de su interior, donde no existía esa lucha entre carne y espíritu que tantas veces a nosotros nos arrastra al pecado (cf. Gál_5:16-25). Mas esa impecabilidad, que le coloca aparte y por encima de nosotros, en nada disminuía su compasión de nuestras flaquezas (v.15); antes al contrario, más bien la hacía más elevada y pura, ya que jamás podía mezclarse ahí el egoísmo.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La promesa de entrar en su reposo nos ha sido aportada por el evangelio. Nuestra situación es tan parecida a la de los israelitas en el desierto que el autor puede decir que también a nosotros, como a ellos, nos han sido anunciadas las buenas nuevas. Ellos recibieron la promesa de entrar en la tierra prometida (p. ej. Exo. 3:7-10; 34:10-14) y fueron llamados a vivir por la fe en esa palabra de Dios. En ese sentido el evangelio les fue predicado (fueron evangelizados; v. 2, cf. Gál. 3:8, 9). Por lo tanto, siempre que esté en pie la promesa, temamos (DHH, debemos prestar mucha más atención) que alguno de vosotros parezca quedarse atrás. Siempre hay la posibilidad de que algún miembro del grupo pueda fallar y no alcanzar el prometido reposo por la misma razón que los israelitas bajo Moisés no llegaron a alcanzar su herencia: de nada les aprovechó el oír la palabra, porque no se identificaron por fe con los que la obedecieron. Esto probablemente se refiere al hecho de que la mayoría no compartió la fe de Josué y Caleb cuando llegó el momento de entrar a la tierra de Canaán (Núm. 14). Todo ello indica que el oír el mensaje con fe es esencial para la salvación (cf. Rom. 10:14).

3-5 Los que hemos creído entraremos en el reposo del cual habla el Sal. 95:11. Dado que los israelitas ya estaban establecidos en Canaán cuando David escribió este Salmo, su advertencia sobre no obtener el reposo de Dios debe referirse a algo más allá de la posesión material. Gén. 2:2, donde se encuentra el verbo reposó", se usa como llave para abrir el significado del mensaje. El reposo prometido en el Salmo es una forma de participar en el sábado del mismo descanso de Dios, luego de su obra en la creación (ver abajo sobre 4:9-11). En el argumento de Heb., el reposo de Dios equivale a una patria mejor (11:16), la Jerusalén celestial (12:22), el reino que no puede ser sacudido (12:28) y otras descripciones de la herencia del cristiano. Desde un punto de vista ese reposo ya existe para nosotros en el cielo y ahora ya puede entrarse en él por la fe (v. 3; 12:22). Ha estado en existencia desde la creación del mundo. Según otro punto de vista estamos en una peregrinación hacia la ciudad permanente (13:14) y debemos esperar ser dirigidos al mundo venidero (2:5). Heb. presenta la misma tensión entre el ahora y el todavía no que se encuentra en todo el NT. Jesús ha hecho posible que disfrutemos ciertas bendiciones en el presente, como una seguridad de que en el fin poseeremos todo lo que se nos ha prometido (cf. Ef. 1:13, 14).

6-8 El reposo que los israelitas experimentaron en el tiempo de Josué era un anticipo del reposo definitivo y celestial. Heb. sigue argumentando que el camino a esa herencia definitiva ha sido asegurado por el Señor Jesucristo (p. ej. 6:19, 20; 9:15; 10:19-22). Mucho tiempo después de la conquista de Canaán, el Sal. 95 señaló otro día como el día (hoy) para oír su voz y entrar al reposo de Dios. Esto prueba que David tenía en mente un reposo más allá de disfrutar la vida en la tierra de Israel. Si Josué había dado al pueblo su reposo definitivo en el tiempo de la conquista, Dios no hablaría después de otro día. La esperanza del pueblo de Dios es de un reposo celestial y no el restablecimiento del pueblo en la tierra de Israel. Las promesas fundamentales del antiguo pacto son cumplidas en una manera transformada por Cristo.

9-11 Dios desea que su pueblo participe en su propio reposo sabático. Esto involucra descansar de las obras que nos ha encomendado al presente (cf. Apoc. 14:13), así como Dios de las suyas. Sin embargo, no debemos pensar en el reposo de Dios como un descanso en ociosidad. La Escritura deja en claro que él sigue sosteniendo, dirigiendo y manteniendo su creación, habiendo completado la obra de establecerla (p. ej. 1:3; Sal. 104; Juan 5:17). La idea es más bien la de una libertad del esfuerzo y la lucha para gozar con Dios la satisfacción y perfección de su obra al crearnos y redimirnos. Dicho de otra manera, seremos liberados de todas las pruebas y presiones de nuestra actual existencia para servir a Dios sin obstáculos y para vivir con él para siempre (cf. Apoc. 7:13-17). Por lo tanto, hay necesidad de hacer todo esfuerzo para entrar en aquel reposo. Como la fe es el medio por el cual entramos al reposo de Dios (v. 3), el autor está reafirmando claramente la advertencia contra endurecer nuestros corazones en incredulidad. No está diciendo que aseguramos nuestra salvación por medio de buenas obras. Por otro lado, si la fe es genuina, se expresará en obediencia. Por lo tanto, nuestra preocupación debe ser que nadie caiga siguiendo el ejemplo de desobediencia de los israelitas, como se destaca en el Sal. 95:7-11.

12, 13 Este trozo termina con una reflexión sobre la Palabra de Dios (gr. ho logos tou Theou) y lo que ella puede lograr. No hay fundamento en el contexto para identificar esto con la Palabra personal de Dios mencionada en Juan 1:1-14. Es totalmente obvio que la expresión se refiere al evangelio, que se describe en el v. 2 como las buenas nuevas ... oír la palabra (gr. ho logos tes akoues). El evangelio trae la promesa de salvación así como la advertencia de juicio (cf. 2:1-4). Sin embargo, también es claro que el Sal. 95 puede funcionar como la voz de Dios, llamándonos a la fe y advirtiéndonos sobre el endurecimiento del corazón. Este pasaje es en particular la Palabra de Dios que el autor de Heb. quiere que sus lectores escuchen en los caps. 3 y 4. De modo que lo que se dice en los vv. 12, 13 puede aplicarse también a la palabra de Dios escrita en la Escritura. En un lenguaje que recuerda Isa. 55:11, se dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz, dando a entender que logra el propósito para el cual fue dada por Dios. Sin embargo, Heb. no sugiere que todos los que oyen el mensaje creerán automáticamente y así entrarán al reposo de Dios. La metáfora de la espada de dos filos se usa para pintar lo que inicialmente parece una figura atemorizante. La palabra de Dios penetra hasta los pliegues más profundos de nuestro ser, abriendo y juzgando los pensamientos y las intenciones del corazón. Es el crítico (gr. kriticoŒs) por el que todos son juzgados. Ciertamente, al confrontarnos con la palabra de Dios, somos confrontados por Dios mismo, y no existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Cuando el autor dice que todas (las cosas) están desnudas y expuestas ante los ojos de Dios, el cuadro es el de un animal con la cabeza hacia atrás y el cuello dispuesto para el sacrificio. Dicho simplemente, no podemos esconder nuestro rostro de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Si la palabra de Dios tiene un efecto de disección y exposición de nuestras vidas ahora, no debemos endurecernos por el engaño del pecado y venir totalmente sin prepararnos para enfrentarle en el día final del juicio. En un análisis final, pues, este pasaje sugiere que la función negativa o juzgadora de la palabra de Dios puede ser una ayuda para nosotros al continuar nuestro viaje de fe.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IIII.

1 The rest of Christians is attained by faith. 12 The power of Gods word. 14 By our High Priest Iesus the sonne of God, subiect to infirmities, but not sinne, 16 wee must and may go boldly to the throne of grace.
1 Let vs therefore feare, lest a promise being left vs, of entring into his rest, any of you should seeme to come short of it.
2 For vnto vs was the Gospel preached, as well as vnto the: but [ Greek: the word of hearing.] the word preached did not profit them, [ Or, because they were not vnited by faith to.] not being mixed with faith in them that heard it.
3 For we which haue beleeued do enter into rest, as hee said, As I haue sworne in my wrath, if they shall enter into my rest, although the works were finished from the foundation of the world.
4 For he spake in a certaine place of the seuenth day on this wise: And God did rest the seuenth day from all his works.
5 And in this place againe: If they shall enter into my rest.
6 Seeing therfore it remaineth that some must enter therein, and they to whom [ Or, the Gospel was first preached.] it was first preached, entred not in because of vnbeleefe:
7 Againe, hee limiteth a certaine day, saying in Dauid, To day, after so long a time; as it is saide, To day if ye will heare his voyce, harden not your hearts.

[Gods word.]

8 For if [ That is, Iosuah.] Iesus had giuen them rest, then would he not afterward haue spoken of another day.
9 There remaineth therefore a [ Or, keeping of a Sabbath.] rest to the people of God.
10 For he that is entred into his rest, hee also hath ceased from his owne works, as God did from his.
11 Let vs labour therefore to enter into that rest, lest any man fall after the same example of [ Or, disobedience.] vnbeleefe.
12 For the word of God is quicke and powerfull, and sharper then any two edged sword, pearcing euen to the diuiding asunder of soule and spirit, and of the ioynts and marrowe, and is a discerner of the thoughts and intents of the heart.
13 Neither is there any creature that is not manifest in his sight: but all things are naked, and opened vnto the eyes of him with whome wee haue to doe.
14 Seeing then that wee haue a great high Priest, that is passed into the heauens, Iesus the Sonne of God, let vs hold fast our profession.
15 For wee haue not an high Priest which cannot bee touched with the feeling of our infirmities: but was in all points tempted like as we are, yet without sinne.
16 Let vs therefore come boldly vnto the throne of grace, that wee may obtaine mercy, and finde grace to helpe in time of need.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El descanso. La exhortación no podía quedarse en los peligros del camino. La marcha, aunque difícil, está iluminada por la meta: la promesa del descanso. El predicador, siguiendo con Sal_95:7-11 afirma que esa promesa hecha al pueblo judío sigue en pie, y no es otra sino la participación en el descanso sabático de Dios, en alusión al séptimo día de la creación en el que el Creador descansó (cfr. Gén_2:2). «Reposo» en hebreo es «sabbat» -sábado-, y la tradición judía veía en ese día sagrado la imagen de la plenitud del mundo venidero.
Ésta fue, en realidad, la promesa hecha al pueblo judío, aunque en un principio pensaron que se trataba de la promesa terrena de la conquista y ocupación de Palestina. Pero, cuando ya eran dueños de la tierra, la Palabra de Dios les siguió exhortando a la fidelidad y a no endurecer el corazón para poder entrar un día en el descanso sabático de Dios. El libro del Apocalipsis coloca el reposo de las tareas después de la muerte: «felices los que en adelante mueran fieles al Señor... descansarán de su fatigas porque sus obras les acompañan» (cfr. Apo_14:13).
Esta Buena Noticia, ya anunciada al pueblo judío, es la que se nos anuncia ahora en este «hoy de Dios», con la misma y urgente invitación a recibirla y a que nos comprometamos con ella por la fe: «si hoy escuchan su voz, no endurezcan el corazón» (7), pues sólo «los que hemos creído, entraremos en ese descanso» (3). Con esta Palabra de Dios no se juega, nos dice. No es como la palabra humana. Es una palabra viva y eficaz que, como una espada (cfr. Isa_49:2), corta, juzga, discierne, pide cuentas, desafía, y sobre todo, salva al que la recibe por la fe.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Se reitera la exhortación a la fidelidad y se desarrolla el tema del «descanso», que el pueblo de Israel no había podido conseguir ni siquiera al entrar en la tierra prometida. Por eso sigue abierta la promesa tal como canta el Salmo 95, escrito después de entrar en la tierra; sigue abierto el «hoy». La comparación entre Moisés y Jesús se extiende ahora a israelitas y cristianos. Moisés se había dirigido al pueblo elegido para que fuera fiel y alcanzara así el lugar de descanso (cfr Dt 12,9-10). Estableció el precepto del descanso sabático (cfr Dt 5,12-15; Ex 20,8-11; 35,1-3; Nm 15,32-36) como recuerdo del descanso de Dios en la creación, como señal de la Alianza y figura del descanso eterno. Cristo promete en el Evangelio un descanso nuevo y definitivo: la vida en la casa del Padre (cfr Jn 14,1-3). Los cristianos han recibido una nueva invitación de parte de Dios para entrar en el descanso divino (v. 2). Comienza así otro «hoy», otro momento en el cual se puede escoger la felicidad y ganar la verdadera Tierra Prometida.


Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*3:7-4:13 Digresión parenética inspirada en Sal 95:7-11 y en la figura histórica de Moisés, que compara la vida cristiana con la peregrinación de Israel por el desierto durante cuarenta años. En función de esta cita, el uso litúrgico ha consagrado el Sal 95:1-11 como el texto exhortatorio por excelencia.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



El razonamiento del Apóstol se reduce a estos puntos principales: Dios destinó al hombre a participar de su eterno reposo. La entrada de Israel en la tierra de promisión no era la entrada en este reposo, sino sólo su figura profética; pero aun de ese reposo figurativo fueron excluidos los israelitas incrédulos. De suerte que antes de Cristo nadie entró en el reposo de Dios: unos porque fueron incrédulos, otros porque sólo entraron en figura; la verdadera entrada estaba reservada para ahora, en este HOY de los días mesiánicos, al nuevo pueblo de Dios.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



4. Gen_2:2.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 4.3 Sal 95.11.

[2] 4.4 Gn 2.2.

[3] 4.5 Sal 95.11.

[4] 4.7 Sal 95.7-8.

Torres Amat (1825)



[4] Gen 2, 2.

[9] Que es el descanso que tienen los bienaventurados.

[11] Por medio de la fe y las buenas obras.

Jünemann (1992)


9 d. El reposo sabático, santo, eterno, que —aguarda el pueblo de Dios.


Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[e] un reposo especial. Lit. un sabático.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

O descanso sabático.