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De igual modo, tampoco Cristo se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. (Hebreos 5, 5) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Requisito de todo sumo sacerdote, 5:1-10.
1 Pues todo pontífice tomado de entre los hombres, en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados, 2 para que pueda compadecerse de los ignorantes y extraviados, por cuanto él está también rodeado de flaqueza, 3 y a causa de ella debe por sí mismo ofrecer sacrificios por los pecados, igual que por el pueblo. 4Y ninguno se toma por sí este honor, sino el que es llamado por Dios, como Arón. 5 Y así Cristo no se exaltó a sí mismo, haciéndose pontífice, sino el que le dijo: Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado. 6 Como también dice en otra parte: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. 7 El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escuchado en razón de su piedad. 8 Y aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia, 9 y, perfeccionado, vino a ser para todos los que le obedecen causa de salud eterna, 10 declarado por Dios Pontífice según el orden de Melquisedec.

La finalidad de esta perícopa es probar que Jesucristo es nuestro Pontífice o sumo sacerdote, cuyo título ostenta con todo derecho. El razonamiento es muy sencillo: se señalan primeramente los caracteres que todo sacerdocio debe tener para poder presentarse como legítimo y eficaz (v.1-4), haciendo luego aplicación a Jesucristo (v.5-10). Es de notar, sin embargo, que el autor de la carta, más que discurrir sobre el sacerdocio en abstracto, está con la vista puesta en el sacerdocio levítico, valiéndose de términos y nociones que eran familiares a sus lectores judíos. Con todo, no puede negarse que su descripción del sacerdocio, no obstante esa limitación de perspectiva, contiene cierto carácter de universalidad, al menos con referencia a la humanidad actual, afectada por el pecado original.
Las cualidades exigidas a todo pontífice (??? ????????? ) están indicadas en los v.1-4, y podemos reducirlas a cinco: pertenecer a la humanidad, representar a ésta en las cosas que miran a Dios, ofrecer dones y sacrificios por los pecados, capacidad para compadecerse de las ignorancias y debilidades de aquellos a quienes representa, elección o llamada divina. De estas cinco condiciones, la segunda y tercera están íntimamente relacionadas, y prácticamente la tercera no es sino una aplicación de la segunda al caso concreto de los dones y sacrificios, siempre dentro de las cosas que miran a Dios y al culto que le es debido. Los términos dones y sacrificios (???? ?? ??? 3????? ) eran muy usados en las prescripciones le-víticas, designando generalmente el primero las oblaciones o sacrificios incruentos (cf. Lev_2:1-16; Lev_6:7-10), y el segundo, los sacrificios cruentos (cf. Lev 3:1-5:26), aunque el primero pueda tomarse más genéricamente, incluyendo ambas clases de sacrificios (cf. 8:4; 11:4; Mat_8:4; Mat_23:18). También las condiciones primera y cuarta están íntimamente relacionadas. Si, como representante de hombres, el sacerdote conviene que sea miembro de la sociedad que representa, y no,., un ángel, por la misma razón conviene que, aleccionado por la propia experiencia de hombre sujeto a flaquezas, esté inclinado a la misericordia y compasión con los que yerran. La última de las condiciones señaladas es la vocación o llamada divina (v.4). Sin esa llamada, inmediata o mediata, el sacerdote no podría llenar el objeto primordial del sacerdocio, que es el de ser mediador entre Dios y la humanidad, ya que, lejos de aplacar a Dios, más bien irritaría su justa ira (cf. 3:10; 16:40). Se trata de un honor, pero de un honor lleno de responsabilidad, y nadie puede tomárselo por propia iniciativa.
Expuestas así las condiciones de todo pontífice, viene ahora (v.5-10) la aplicación a Jesucristo. Se comienza por la última de las condiciones señaladas: la llamada divina. La prueba de que Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, no se arrogó por sí mismo la dignidad del sacerdocio, sino que fue llamado a ella por Dios, la encuentra el autor de la carta (v.5-6) en dos textos de la Escritura, tomado uno de Sal_2:7 y otro de Sal_110:4. Ambos salmos son mesiánicos y, consiguientemente, ninguna dificultad ofrecen en que se haga la aplicación a Jesucristo. La dificultad está, por lo que se refiere al primero de los textos, en probar que ahí se haga referencia al sacerdocio; y, por lo que se refiere a entrambos textos, en determinar a qué momento preciso de la vida de Cristo se aluda. Trataremos de responder a estas dos cuestiones.
El texto Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado, primero de los citados (v.5), ya fue alegado anteriormente para probar la superioridad de Cristo sobre los ángeles (cf. 1:5). También lo alega San Pablo en su discurso de Antioquía de Pisidia, para probar la resurrección de Jesucristo (cf. Hec_13:33). Ahora se alega para probar el sacerdocio. La pregunta, pues, se impone: ¿qué es, en realidad, lo que el salmista con esa expresión quería significar de Jesucristo? Creemos, conforme ya explicamos al comentar Hec_13:33, que el salmista alude, no a la filiación natural divina del Mesías, en sentido ontológico, sino a su exaltación o entronización como rey universal de las naciones. San Pablo, aplicando esas palabras a la resurrección, que fue el momento en que, de manera manifiesta, comenzó la exaltación pública de Jesucristo por el Padre (cf. Flp_2:9), no hace sino concretar, apoyado en la realidad, aquella exaltación anunciada en el salmo. Ese sería el sentido literal del texto. Sin embargo, ello no sería obstáculo para poder aplicarlo también al sacerdocio de Cristo, no en sentido literal histórico, sino a base de dar cierta amplitud al significado de las palabras, en cuanto que el Mesías de que se trata, cuya exaltación se canta, sabemos que estaba en realidad realzado también con la dignidad sacerdotal, conforme se afirma expresamente en Sal_110:4, cuya cita se hace a continuación (v.6). En caso de que el autor de la carta citase el texto de Sal_2:7, viendo anunciada en él la. filiación natural divina de Cristo, la relación con su sacerdocio sería más estrecha, pues el fundamento metafísico del sacerdocio de Cristo y la medida de su excelsa dignidad radican precisamente en el hecho de que Cristo es Dios y hombre a la vez; pero será muy difícil probar que sea ése el sentido que el autor de la carta intenta dar a la cita.
Respecto a la segunda cuestión, es a saber, a qué momento preciso de la vida de Cristo aludan esas declaraciones de Dios, proclamando solemnemente su exaltación y sacerdocio, creemos que la respuesta ha de estar en consonancia con lo que acabamos de decir sobre la interpretación del texto Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado; es decir, que se alude, también en el segundo texto, al tiempo de su exaltación a partir de la resurrección. Subiendo glorioso a los cielos, Cristo es proclamado, no sólo rey universal de las naciones, sino también Pontífice, que vive allí perpetuamente para interceder por nosotros (cf. 7:25). Este sacerdocio de Cristo, perpetuo y celestial, es el que el autor de la carta quiere hacer resaltar. Ni ello significa que Cristo no fuese ya antes sacerdote, desde el momento mismo de la encarnación (cf. 10:5-10), y que el acto supremo de ese sacerdocio no fuese la inmolación en la cruz (cf. 7:27; 9:26). Es un caso semejante al de los títulos de Señor y Mesías, que San Pedro dice haber sido dados a Cristo a partir de su resurrección y exaltación a la diestra del Padre (cf. Hec_2:36), sin que ello quiera decir que no fuera ya Señor y Mesías desde un principio. En cuanto a la expresión según el orden de Melquisedec (v.6), ya la explicaremos más adelante, al comentar la semejanza entre el sacerdocio de Cristo y el de Melquisedec (cf. 7:1-28).
Después de aplicar a Jesucristo (v.5-6) la última de las condiciones señaladas a todo pontífice (v.4), el autor pasa a hablar de las otras condiciones (v.7-10). Sin embargo, no lo hace de modo ordenado, enumerando una tras otra, sino en forma genérica, haciendo hincapié en la coparticipación de Cristo en los sufrimientos humanos y en sus súplicas al Padre en los días de su vida mortal. Como inocente que era, no podía ofrecer sacrificios por sus propios pecados419, como tenían que hacer los sacerdotes de la ley mosaica (cf. v.3), pero podía orar al Padre con esforzado clamor y lágrimas y ofrecerle el sacrificio de su pasión, a la que se somete por la obediencia a su Padre (v.7) 420. El conocimiento experimental de lo costoso de esa obediencia, que le lleva hasta la muerte de cruz (v.8), le convierte en mediador perfecto, es decir, plenamente apto para ejercer sus funciones a nuestro favor y ser autor de nuestra salud (v.9; cf. 2:10), por lo que justamente es proclamado Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (v.10).
Así juzgamos que puede ser resumido el contenido de estos versículos. Comentemos ahora brevemente algunas expresiones más características. Primeramente, no parece caber duda que las oraciones y súplicas con poderoso clamor y lágrimas de los días de su vida mortal (v.7) es una alusión a la oración ferviente y angustiosa de Getsemaní (cf. Mat_26:37-44; Mar_14:33-39; Luc_22:41-44). Es cierto que los Evangelios, aunque hablan de sudor de sangre, no mencionan las lágrimas, pero tampoco las excluyen; y muy bien puede ser éste un dato recibido de la tradición, aparte lo que pueda haber de expresión literaria. Las oraciones iban dirigidas al que era poderoso para salvarle de la muerte, es decir, al Padre. En esto no hay dificultad. La dificultad está en lo que sigue: fue escuchado en razón de su piedad (???????????? ??? ??? ????????? ). ¿Qué significa esta expresión? El sentido ha sido muy discutido. Sabemos, en efecto, que Cristo pidió al Padre que, si era posible, pasase de El el cáliz de la pasión (cf. Mat_26:39); pero sabemos también que el Padre no le libró de la pasión. ¿Cómo, pues, puede decirse que fue escuchado? A esto responden algunos autores que el Padre no le libró de la pasión, pero le libró del temor de la pasión, a la que, confortado por el ángel (cf. Luc_22:43), va con decisión y valentía. En apoyo a su respuesta, en lugar de escuchado en razón de su piedad, traducen escuchado del temor, es decir, (al ser librado) del temor. Creemos, sin embargo, que para esta traducción hay que violentar bastante la frase griega. Mucho más fundada nos parece la traducción adoptada, que es, además, la más corriente entre los autores421. Supuesta esta traducción, nada hay ya en el texto bíblico que apoye esa interpretación, como si el objeto de la oración de Cristo hubiera sido el ser liberado del temor de la muerte. La solución parece estar en que la oración de Cristo, en su totalidad, no obstante el miedo y horror a la pasión, era de plena conformidad con la voluntad del Padre. Y esta voluntad era la de salvar al mundo con la pasión y muerte de su Hijo (cf. Jua_12:27); no librándole de la muerte temporal, pero sí arrancándole a su poder (cf. Hec_2:24.27) y transformando esa muerte en exaltación de gloria (cf. 2:9) y fuente de vida para los hombres (cf. 2:10; 5:9). En este sentido, Cristo fue escuchado, y fue escuchado en razón de su piedad, es decir, en atención a su religioso y filial respeto para con la voluntad del Padre. Es una idea parecida a la de Flp_2:8-9 : obediencia hasta la muerte., por lo cual Dios le exaltó.
Las expresiones aprendió por sus padecimientos (v.8) y perfeccionado (v.9) ya quedan explicadas más arriba, al comentar los v.10 y 17-18 del c.2.

Dificultad de explicar este tema a los destinatarios,Flp_5:11-14.
11 Sobre lo cual tenemos mucho que decir, de difícil inteligencia, porque os habéis vuelto torpes de oídos. 12 Pues los que después de tanto tiempo debíais ser maestros, necesitáis que alguien de nuevo os enseñe los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y os habéis vuelto tales, que tenéis necesidad de leche en vez de manjar sólido.13 Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la doctrina de la justicia, porque es aún niño; 14 mas el manjar sólido es para los perfectos, los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo.

Comienza aquí una especie de digresión de carácter exhortatorio, que continuará a lo largo de todo el capítulo sexto. Es la costumbre, ya conocida (cf. 2:1-4; 3:7-4:16), de ir intercalando lo exhortatorio con lo dogmático. En este caso hay, además, una intención especial: el autor, con mucha habilidad, va retardando el desarrollo del tema, a fin de subrayar más su importancia y así preparar mejor el ánimo del lector. A este respecto es curioso observar que las mismas palabras Deu_5:10 se vuelven a repetir prácticamente en 6:20, como dando a entender que lo incluido entre ambos versículos es mera digresión, y que el hilo de la exposición continúa en 7:1.
La presente perícopa, comienzo de la digresión, es un reproche a los destinatarios por su indolencia: los que, dado el tiempo transcurrido desde la conversión, debían ser ya maestros en la fe, necesitan que de nuevo se les enseñen los primeros rudimentos (v.1 1-14). De ello, de que se han vuelto torpes de oídos, es decir, han perdido el interés por aprender, se queja el autor de la carta, y dice que eso hace muy difícil el que pueda explicarles el tema del sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec (v.11). Es una lástima, añade, que los que ya debían alimentarse de manjar sólido, que es el destinado a los perfectos o espiritualmente adultos (v.14; cf. 1Co_2:6), tengan todavía necesidad de leche, el alimento de los niños, incapaces de entender la doctrina de la justicia (v.13). La imagen de leche y manjar sólido es la misma que en ocasión parecida, quejándose de los corintios, usó también San Pablo (cf. 1Co_3:1-2). En cuanto a la expresión doctrina de la justicia (Aóyos ??????????? ), parece claro que prácticamente equivale a doctrina de la justicia de Dios o revelación traída por Cristo (cf. Rom_3:21-26). Quizá en la elección de la expresión, aquí un poco llamativa, tenga su parte el nombre de Melquisedec, que es interpretado rey de justicia (cf. 7:2), y es central en estos capítulos, prefigurando a Cristo.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Capítulo 5Lección: Hebreos 5,1-7
Nuestro Pontífice sobrepuja con mucho a Aarón; con todo, es hombre y sabe compadecerse de los hombres, y orar por ellos y ofrecer sacrificios.1 Porque todo pontífice, entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de los hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios 'por los. pecados;2 el cual sepa condolerse de aquellos que ignoran y yerran, como quien se halla igualmente rodeado de miserias,3 y por esta razón debe ofrecer sacrificio en descuento de los pecados, no menos por los suyos propios que por los del pueblo.4 Ni nadie se apropia esta dignidad si no es llamado de Dios como Aarón.5 Así también Cristo no se arrogó la gloria de hacerse pontífice, sino que se la dio el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.6 Al modo que también en otro lugar dice: Tú eres sacerdote eternamente, según el orden de Melquisedec;7 el cual, en los días de su carne mortal, ofreciendo plegarias y súplicas con grande clamor y lágrimas a Aquel que podía salvarle de la muerte, fue oído en vista de su reverencia.Como se dijo al principio de esta carta, la intención del Apóstol fue demostrar la excelencia de Cristo por encima de todo aquello que da a la ley su autoridad, es a saber, los ángeles, por cuyo ministerio fue dada (Ga 3), Moisés, que fue su legislador (Jn 1), y el sacerdocio y pontificado de Aarón, por quien se administraba.Habiendo ya, pues, tratado de Moisés y de los Angeles, la emprende aquí con el tercer punto, es a saber, la ventaja que hace el sacerdocio de Cristo al sacerdocio de Aarón; acerca de lo cual, demuestra que Cristo es pontífice y que aventaja con mucho al pontífice de la antigua ley. Asimismo, además de mostrar que Cristo es pontífice, prepara a los oyentes a escuchar lo siguiente: "sobre lo cual podríamos decir muchas cosas". Todavía más, indica los requisitos que el pontífice ha menester, que por estarle tan de perlas a Cristo, concluye que es pontífice. Por añadidura, describe el oficio del pontífice, la piedad que le es necesaria, el modo de llegar al pontificado.Cuanto al oficio pone 4 cosas: la alteza del grado, la utilidad del pontificado, la materia y el acto, que es lo que dice con otras palabras: "porque todo pontífice lia sido entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de tos hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios por los pecados". Y este oficio conviene al hombre, no al ángel; por lo cual dice haberse dicho así que tenemos un gran pontífice, el cual es Cristo, "porque ha sido entresacado de los hombres", y así, debe también ser del número de los hombres.Ahora bien, quiso Dios que el hombre tenga un semejante a sí a quien acuda; de ahí la disposición de la 1glesia de no elegir gente extraña cuando la útil se halla en el propio colegio: "daréle viñadores de su mismo lugar" (Os. 2,15); "pondrás a aquel que tu Señor Dios señalare de entre tus hermanos. No podrás alzar por rey a hombre de otra nación y que no sea hermano tuyo" (Dt. 17,15). Y dice entresacado, porque ha de llevar de ventaja a los otros, como Saúl (I S. 10,23), lo que va de los hombros a la cabeza. Por eso Cristo le pregunta a Pedro, a quien quería colocar al frente del colegio apostólico, si le amaba más que los otros.La utilidad del oficio consiste en que "es puesto para beneficio de los hombres", esto es, en provecho de ellos; no a fin de acumular riquezas, alcanzar gloria, enriquecer a los deudos (2Co 4; He. 13); pero, si alguno busca lo suyo, no es pastor, sino mercenario.La materia de la dignidad es la principalidad; porque así como en la ciudad quien hace cabeza es el presidente o gobernador, así también este pontífice "en lo que mira al culto de Dios" (Ex. 4; 2Co X); y así como lo destinado al culto de Dios excede en categoría a lo temporal, del mismo modo la dignidad pontifical echa el pie adelante a todas las otras dignidades. Así pues, los pontífices no deben embarazarse con negocios seculares, descuidando los que pertenecen a Dios (I1Tim 2,4).La acción pontifical ordénase "al ofrecimiento de dones", esto es, a lo voluntariamente ofrecido, no arrancado por la fuerza (Ex. 25), "y sacrificios por los pecados", es a saber, lo que le llevan para ofrecerlo en satisfacción de los pecados. "Entonces el sacerdote hará oración por él y por su pecado, y se le perdonará" (Lv. 4,26); con lo cual se da a entender que todo lo que se ofrece, sea voluntario y votivo, sea satisfactorio, debe ofrecerse según la disposición del prelado.Por consiguiente, al decir: "el cual sepa condolerse", muestra lo que usualmente se necesita, es a saber, la piedad; acerca de lo cual indica que, como cosa usual en el pontífice, requiérese la misericordia y la piedad; que es también requisito lo que motiva esa misericordia y las señales que ha de dar de ella.Dice, pues: digo que el pontífice está puesto para el servicio de Dios; debe, con todo, terciar entre Dios y el hombre. "Yo fui en aquel tiempo intérprete y medianero entre el Señor y vosotros" (Dt. 5,5). Por tanto, así como por su oración devota debe llegar a uno de los extremos, a Dios; así por su misericordia compasiva debe tocar el otro, es a saber, el hombre. Por eso dice: "que sepa condolerse" (2Co 1 1).Amos parece decir lo contrario: "no se compadecían de la aflicción de José" (6,6). Ahora bien, los hombres dos tachas tienen: unos faltan por ignorancia, otros a sabiendas. Por eso dice: "de aquellos que ignoran".Propiamente ignorar es carecer de la ciencia competente de lo que uno debe saber. Otros faltan, abiertos los ojos, a ciencia cierta; que es lo que dice: "y yerran".Pone el motivo de la piedad, al decir: "como quien se halla igualmente rodeado de miserias". Este motivo es la flaqueza, de que cojean, en veces, hasta los que mandan, porque "este tesoro lo llevamos en vasos de barro" (2Co 4,7). La razón es para que por propia experiencia se compadezcan de las flaquezas ajenas, y por eso el Señor permitió la caída de Pedro (Sir 31); por lo cual dice: "como quien se halla igualmente rodeado de miserias", conviene a saber, en cuanto a penalidades y culpas (Sal 6; Sg 9). Y notad lo que dice: rodeado; porque los hombres carnales llevan la enfermedad del pecado por dentro, ya que en ellos la voluntad y la razón sujetas están al pecado; pero los santos por fuera, ya que no están sujetos al pecado, aunque sí rodeados de carne como vidrio frágil: "yo mismo vivo sometido por el espíritu a la Ley de Dios; y por la carne a la ley del pecado" (Rm 7,25).Señal de esto es que tanto en la ley vieja (Lv. 9 y 16), como en la nueva -como se ve en el Canon de la Misa, al decir: también a nosotros pecadores- está mandado que el sacerdote ofrezca también por sí el sacrificio, lo cual no hiciera a no sentirse agobiado con la enfermedad del pecado de que está rodeado; pues si estuviera en pecado mortal, no debe celebrar. Por eso dice: "y por esta razón debe ofrecer sacrificio en descuento de los pecados, no menos por los suyos propios que por los del pueblo". Pone, por tanto, el modo de llegar al pontificado, al decir: "ni nadie se apropia esta dignidad, si no es llamado de Dios, como Aarón", pues levantarse a un estado superior a su naturaleza es ir contra la naturaleza, como si el aire se hiciese fuego, que no se hace, sino lo hace un ser superior. De donde no cabe en la sabia disposición de Dios que alguno se apropie esta dignidad por el favor, el dinero, el poder (Am. 6; Os. 8), sino debe ser llamado por El, como Aarón (Ex. 28); razón por la cual confirmó el Señor su sacerdocio -como parece en Números 17- por medio de la vara florida. Estos han de elegirse: los que no se meten donde no los llaman. De ahí que antiguamente hasta por señas exteriores daba a entender Dios a quiénes elegía, como se ve en San Nicolás de Bari, obispo de Mira de Licia, y en muchos otros.- "así también Cristo no se arrogó la gloria de hacerse pontífice". Es una consecuencia que muestra cómo es el pontificado de Cristo; acerca de lo cual demuestra que lo anterior le cuadra muy bien a Cristo, de donde deduce la conclusión: "fue llamado por Dios". Cuanto a lo primero, demuestra que Cristo fue hecho pontífice, no a su cuenta y riesgo, sino por Dios; trata también de su oficio y de su misericordia. Tocante a lo primero de la primera parte,, demuestra que Cristo no pretendió el ascenso a pontífice e indica quién lo ascendió. Dice, pues: "Cristo no se arrogó la gloria de hacerse pontífice"; acerca de lo cual es de saber que no dice: no se hizo a sí mismo pontífice, sino dice: "no se arrogó... ", porque hay algunos que se arrogan la gloria de lo que no les va ni les viene, para hacer como los hipócritas, que sacan a vistas sus prendas, para ser elegidos o alcanzar prebendas, pero nadie se hace pontífice; Cristo, en cambio, no sólo no se hizo pontífice, pero ni se arrogó la gloria de hacerse tal. "Yo no busco mi gloria, otro hay que la promueve (mi Padre) (Jn 8,50). Y esto es verdad en cuanto hombre; porque en cuanto Dios tiene la misma gloria que el Padre.Al decir después: "sino que se la dio el que le dijo...", muestra quién la promueve, quién lo glorifica y cómo es designado pontífice. Fue confirmado por juicio divino, porque el Señor "le dijo: Tú eres mi Hijo...", que arriba queda explicado. Asimismo: "éste es mi Hijo querido en quien tengo mis complacencias" (Mt 3). Así que muestra su gloria cuando lo muestra desde su eterno origen (He 1). Recibe también el pontificado de Dios en cuanto hombre, al modo que también en otro lugar dice, es a saber, en el Salmo 109: "Tú eres sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec". Usa el Apóstol de la autoridad del Salmo, como más famosa y de mayor peso, por más traída; y dice sacerdote, porque se ofreció a Dios Padre. "Nos amó y se ofreció a Sí mismo en oblación y hostia de olor suavísimo" (Ep 5,2).Y para que no se crea que el sacerdocio de Cristo era como el de la ley vieja, lo distingue en dos cosas: primero, cuanto a la dignidad, porque es sacerdocio eterno; ya que aquél, por figura, fue temporal, y, por consiguiente, no es perpetuo, sino transitorio, en viniendo lo figurado. Pero el sacerdocio de Cristo es eterno, porque es de verdad, y la verdad es eterna. Asimismo, la víctima que allí se ofrece tiene la virtud de introducir en la vida eterna. Otrosí, dura eternamente. En segundo lugar, lo distingue por el rito, porque allí se ofrecían animales; aquí pan y vino; por eso dice: "según el orden de Melquisedec", que se explicará más abajo.-"El cuai en los días de su carne mortal". 1ndica que lo que toca al oficio pontifical bien le cuadra a Cristo; y muestra su condición, su acto, su eficacia. Su condición es que fue uno de los hombres porque, como está dicho, el pontífice es entresacado de los hombres; por eso dice: "el cual en los días de su carne mortal". Pónese aquí la carne en lugar de toda la naturaleza humana, como aquello de Juan: "el Verbo se hizo carne".Mas ¿por ventura ahora no son los días de su carne mortal? Parece que sí, por lo que dice San Lucas: "el espíritu no tiene carne y huesos, como veis que los tengo" (24). ¿Por qué, pues, llámase al tiempo antes de su pasión y resurrección,- más bien que ahora, el tiempo o los días de su carne? Se responde que a veces con el nombre de carne se designa la fragilidad de la carne, como en 1Co XV: "la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios". Cristo entonces tuvo una carne frágil y corruptible; por lo cual dice: "en los días de su carne", esto es, cuando llevaba consigo una carne semejante a la pecadora, mas no pecadora.Su acto fue ofrecer preces y súplicas, esto es, un sacrificio espiritual, que Cristo ofreció. Y dícense plegarías, esto es, peticiones (Stg. 5); súplicas, en cambio, por lo que mira a la humildad del que ora, como las genuflexiones. "Se postró en tierra caído sobre su rostro orando" (Mt 26,39). ¿A quién? "A Aquél, esto es, a Dios Padre, que podía salvarle de la muerte". Esto podía hacerlo de dos maneras: de una, de suerte que no muriese (Mt 26); de otra, de modo que ya muerto lo resucitase (Sal XV; XL). A> este sacrificio espiritual ordénase el sacerdocio de Cristo. Así que concuerda con el que mencionó arriba: "para ofrecer dones..." (Sal 49; Os. 14).La eficacia se muestra por el modo de orar, ya que para el que ora dos cosas son necesarias: un fervoroso afecto y un doloroso gemido; dos requisitos a que alude el Salmo 37: "Señor, delante de T! está todo mí deseo, y mi gemido no se te oculta". Y así oró también Cristo: "con grande clamor", esto es, con intención eficacísima: "y entrando en agonía, oraba más largamente" (Lc 22,43); y clamando dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23);-"y lágrimas", por las que expresa el Apóstol el gemido interno del que ora. Esto no se lee en el Evangelio, pero es probable que así como derramó lágrimas en la resurrección de Lázaro, así las haya derramado en su pasión; pues muchas de las cosas que hizo no quedaron escritas; mas no lloró por Sí, sino por nosotros, para quienes era el provecho de su pasión; para Sí, en cambio, consistió el provecho en que por la pasión mereció la exaltación (Fíl. 2); razón por la cual "fue oído en vista de su reverencia", es a saber, la que para con Dios tenía por encima de todos los hombres (Is XI).Pero, al contrario, parece que no fue oído,, ni por Sí, pues no pasó, como pedía, sin apurar su contenido, ef cáliz; ni por los otros, pues no se les hizo gracia, como El pedía, del deicidio a los judíos: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23).Lo que hay que decir es que Cristo fue oído en todo lo que quiso se hiciese. Lo tocante a Sí se explica por sus dos naturalezas: según el apetito de la sensualidad y según la voluntad, en cuanto es cierto apetito natural, rehuía la muerte; y en orden a esto era su oración, para mostrar que era hombre de carne y hueso como los demás; mas, con la voluntad consecuente a la razón deliberada, quería morir, y por eso dice: "mas no se haga mi voluntad sino la tuya". Asimismo, no era su voluntad se perdonase sin más a todos, sino sólo a los que creyeron; y muchos de hecho después se convirtieron.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



27 5,1. para ofrecer dones y sacrificios por los pecados: Algunos piensan que «dones» se refiere a ofrendas vegetales y «sacrificios» a ofrendas animales, pero probablemente el autor no pretendía establecer tal distinción. Como se pone de manifiesto más tarde (cap. 9), el tipo veterotestamentario que le interesa principalmente es el rito del día de la expia(-)ción; se trata de una expiación por los «pe(-)cados», más que por el «pecado» (cf. Lv 16,30.34); de ahí el pl. en este pasaje. 2. es ca(-)paz de ser indulgente con los ignorantes y extraviados: La palabra gr. metriopathein, «ser in(-)dulgente», no aparece en ningún otro lugar de la Biblia; corresponde a un término de la filo(-)sofía estoica que denota «el justo medio entre la pasión y la falta de sentimiento» (Michel, Hebraer 217). La designación de los pecadores como «los ignorantes y extraviados» no signi(-)fica que el autor estuviera pensando sólo en aquellos que no eran conscientes de la índole pecaminosa de sus actos o que cometían deli(-)tos morales o transgresiones rituales de grave(-)dad menor. Los únicos pecados por los que la expiación sacrificial resultaba imposible eran los designados en Nm 15,30 como pecados co(-)metidos «con mano alzada». porque también él está envuelto en flaqueza: La flaqueza es principalmente aquello que conduce al pecado, co(-)mo pone de manifiesto el v. 3 (cf. Lv 16,6). 6. Aunque Sal 110,1 se aplica con frecuencia en el NT al Jesús exaltado, el v. 4 (citado en esta ocasión) sólo se utiliza en Heb (cf. también 7,17.21).
28 7-8. Lo mismo que el v. 6 pone de ma(-)nifiesto cómo se cumple en Jesús el requisito de la llamada de Dios al sumo sacerdocio, es(-)tos versículos ponen de manifiesto que está capacitado para poder comprender a los peca(-)dores. El autor no aplica en este caso a Jesús la palabra «flaqueza», y más tarde lo contra(-)pone específicamente en este aspecto al sumo sacerdote judío (7,28). Es importante obser(-)var, sin embargo, que el contraste se aplica al presente estado exaltado de Cristo. La razón para evitar esa palabra en esta ocasión proba(-)blemente sea que en el v. 3 flaqueza y debili(-)dad se presentan como correlativos, y está cla(-)ro que Jesús no pecó (4,15). No hay duda, sin embargo, de que el autor, al tiempo que evita la palabra, ciertamente considera que la apti(-)tud de Jesús para comprender a los pecadores se basa precisamente en el hecho de que co(-)nocía la tentación como ellos y «compartía la sangre y la carne» (cf. 2,14-18; 4,15). Estaba familiarizado con las pruebas de la naturaleza humana, es decir, experimentó su flaqueza, particularmente su temor a la muerte. Tras su exaltación, ya no conoce la flaqueza, pero, ha(-)biéndola experimentado, puede comprender a quienes la experimentan. Esta idea de Heb es semejante a aquélla de Pablo: «Murió en la cruz en razón de su flaqueza, pero está vivo por la fuerza de Dios» (2 Cor 13,4). 7. en los días de su carne: Es decir, en el tiempo de su vi(-)da mortal, cuando vivía en la esfera de la car(-)ne. ofreció... ruegos... al que podía salvarlo de la muerte: Si se toma esto como un episodio ais(-)lado, probablemente se trata de una referencia a Getsemaní (cf. Mc 14,35-36). Aparte de Jn 12,27, no hay ningún episodio aislado de la tradición evangélica que sea semejante a éste, y la opinión de que el autor conocía «varios episodios de la vida de Jesús» no recogidos en las narraciones evangélicas a los cuales podría también estar refiriéndose (Bruce, Hebrews 98) es conjetural, en el mejor de los casos. Aparte de esa propuesta, Bruce también ve, junto con la referencia a Getsemaní, «una re(-)ferencia más general al desarrollo completo de la humillación y pasión de nuestro Señor» Hebrews 100; de manera parecida, A. Vanho(-)ye, Prétres anciens, prétre nouveau selon le Nouveau Testament [Parole de Dieu 20, París 1980] 146-47). escuchado por su actitud reve(-)rente: R. Bultmann («Eulabeia», TDNT 2.753) acepta la enmienda del texto hecha por A. von Hamack, «no fue escuchado», porque Jesús murió. Pero esa lectura puramente conjetural resulta innecesaria si suponemos que el autor toma la liberación de Jesús de la muerte como una referencia a su resurrección. Puesto que el ruego de Jesús en Getsemaní fue que se le evitara la muerte, y no ser rescatado de ella una vez que la hubiera padecido, el autor utiliza «salvar de la muerte» con doble sentido. La justificación de tal suposición es que el con(-)texto trata del sacerdocio de Jesús (incluso es posible que 5,7-10 refleje un himno a «Jesús sumo sacerdote» [cf. G. Friedrich, TZ 18 (1962) 95-115]). En 7,23-24 su sacerdocio se contrapone al de los sacerdotes levíticos preci(-)samente en la medida en que la muerte impe(-)día a éstos permanecer en el cargo, mientras que Jesús tiene un sacerdocio que no pasa, en virtud de la «vida indestructible» que recibió en su resurrección. Su muerte era esencial pa(-)ra su sacerdocio; pero si no hubiera sido sal(-)vado de la muerte por la resurrección, ahora no sería el sumo sacerdote de su pueblo. 8. aun siendo Hijo: Véase el comentario a 1,4. El autor considera la filiación de Jesús de dos maneras: llegó a ser Hijo cuando fue exaltado; siempre fue Hijo porque existía con el Padre antes incluso de aparecer sobre la tierra. (Des(-)de un punto de vista teológico posterior, la re(-)surrección-exaltación dio a la naturaleza hu(-)mana de Jesús participación plena en su naturaleza divina). Ambos conceptos son ente(-)ramente compatibles, pero, al parecer, al del Hijo preexistente se llegó más tarde, como de(-)muestra el carácter relativamente tardío de los textos en que se expresa. Sin embargo, si es correcta la hipótesis de que 5,7-10 es en sus(-)tancia un himno antiguo, semejante a Flp 2,6-11, el carácter tardío del concepto no se debe exagerar. No hay razón para considerar que el concepto más tardío le resulta al autor de Heb más agradable que el concepto más antiguo, como hace R. H. Fuller The Foundations of New Testament Christology [Nueva York 1965] 187) (trad. esp.: Fundamentos de una cristolo(-)gía neotestamentaria [Madrid 1978]). por sus padecimientos aprendió la obediencia: El moti(-)vo del «aprendizaje mediante el sufrimiento» es corriente en la literatura gr., pero este texto, Rom 5,19 y Flp 2,8 son los únicos lugares del NT donde se menciona explícitamente la obe(-)diencia de Cristo en su pasión. 9. llegado a la perfección: Véase el comentario a 2,10. la fuen(-)te de salvación eterna... le obedecen: La obe(-)diencia de Jesús conduce a su consagración sacerdotal, que a su vez lo habilita para salvar a quienes son obedientes a él. La expresión «fuente de salvación» es corriente en Filón De agrie. 96; De virt. 202; De vita contemp. 86), pe(-)ro no es peculiar suya. La salvación que Jesús trae a sus seguidores es eterna porque se basa en su sacerdocio eterno (7,24-25). Con la ex(-)cepción de 6,2, los casos en que el autor utili(-)za «eterno» (aquí y en 9,12.14.15; 13,20) tienen que ver con realidades que perduran porque pertenecen a la esfera celestial, que se caracteriza por la permanencia, en cuanto opuesta a las realidades transitorias de la tierra.

29 (IV) El sacerdocio y el sacrificio eternos de Jesús (5,11-10,39).
(A) Exhortación a la renovación espiri(-)tual (5,11-6,20). La sección central de Heb empieza con una larga exhortación que es al mismo tiempo una reprimenda. El sacerdocio de Jesús es un tema difícil de tratar; y lo es aún más debido a que aquellos a quienes se dirigen estas palabras se han vuelto indiferentes y ol(-)vidadizos en lo tocante incluso a verdades cristianas elementales. 11. sobre lo cual tene(-)mos muchas cosas que decir, amique difíciles de explicar: El antecedente del pron. reí. no es seguro. Existen tres posibilidades: Jesús, Melquisedec y la designación de Jesús como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Co(-)mo indica la traducción neut., aquí hemos op(-)tado por esto último. 12. aunque ya debíais ser maestros: Esto se ha utilizado como un argu(-)mento para afirmar que Heb iba dirigida a sacerdotes judíos convertidos (cf. Hch 6,7); la posición de éstos dentro de la comunidad cris(-)tiana debía de ser semejante a la que ocupa(-)ban en el judaismo (véase Spicq, Hébreux 1.228). Pero la función de maestro en el ju(-)daismo no estaba particularmente asociada con el sacerdocio. En cualquier caso, la idea de que los aventajados deben ser maestros de los demás está tan bien testimoniada, que no es preciso suponer ningún trasfondo de posi(-)ción docente previa (véanse Moffatt, Hebrews 70; D. Peterson, Hebrews and Perfection [? 15 supra] 178,286 n. 4). volvéis a tener necesidad de ser instruidos en los primeros rudimentos de los oráculos de Dios: La palabra gr. stoicheia, «elementos», no tiene nada del sentido peyo(-)rativo que posee en Gál 4,3.9 (cf. Col 2,8.20); en este caso denota una enseñanza elemental, pero necesaria, más allá de la cual debían ha(-)ber pasado hacía mucho los destinatarios. La expresión «oráculos de Dios» se utiliza en Rom 3,2, donde probablemente denota las Escrituras del AT y, sobre todo, lo dicho por Dios a través de su Hijo (1,2). de leche en lugar de manjar sólido: El contraste entre leche y man(-)jar sólido como designaciones metafóricas de la enseñanza idónea para los inmaduros y los maduros en lo espiritual, respectivamente, se encuentra también en 1 Cor 3,1-3 y es corrien(-)te en Filón. Las palabras que Pablo utiliza en 1 Cor para designar ambas categorías (niños los perfectos) también se encuentran aquí (vv. 13-14). 13. no tiene experiencia de la palabra de la justicia: No ha llegado a tener noción de los aspectos más profundos de la fe cristiana. Es posible, sin embargo, que la expresión prolon(-)gue la metáfora del niño y signifique que al(-)guien en tal estado no es capaz de hablar de manera inteligible («No tiene experiencia de la manera correcta de hablar»). H. P. Owen ha sugerido una tercera posibilidad: la expresión podría significar «principio de justicia», es de(-)cir, un criterio con respecto al cual se ejercita el juicio moral (NTS 3 [1956-57] 243-53); en(-)cuentra él en estos versículos no dos etapas de la vida cristiana, sino tres, y piensa que este criterio, alcanzado por el ascetismo, pertenece a la segunda. 14. el manjar sólido es para los perfectos: Para Owen, «los perfectos» son quie(-)nes se encuentran en la segunda etapa de la vi(-)da cristiana, la práctica de la virtud, que se traduce en la capacidad para discernir lo que es moralmente bueno, para tener un «princi(-)pio de justicia». «Mediante una serie de opcio(-)nes morales correctas construye un criterio moral» (p. 244). Tales personas pueden pasar luego a la tercera etapa, la asimilación de la doctrina avanzada, que es como manjar sólido.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 5

2. NUESTRO SUMO SACERDOTE FUE LLAMADO E INSTITUIDO POR DIOS (5,4-10).

Los tres primeros versículos en el capítulo anterior

4 Y nadie recibe este honor por sí mismo, sino llamado por Dios, justamente como en el caso de Aarón. 5 Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que se la confirió aquel que le dijo: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado yo» (Psa_2:7). O como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (Psa_110:4). 7 Cristo, en los días de su vida mortal, presentó, con gritos y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado en atención a su piedad reverencial. 8 Y aun siendo Hijo, aprendió, por lo que padeció, la obediencia, 9 y llevado o la consumación, se convirtió, para los que le obedecen, en causa, de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.

En el Antiguo Testamento hay numerosas historias de vocación o llamamiento de Dios18, pero ninguna de ellas habla de vocación al sacerdocio. En Israel se era sacerdote por nacimiento, por descendencia de una de las familias que desde antiguo habían cuidado del culto divino. Evidentemente, se creía que los antiguos cabezas de dichas familias habían sido originariamente instituidos por Dios en su función, pero una vocación, un llamamiento inmediato por parte de Dios no se refiere ni siquiera en el caso de Aarón (Exo_28:1). No se puede decir lo mismo de los profetas. A éstos se dirigió la palabra de Dios de repente y en forma imprevista. Dios los llamó a su servicio cuando, donde y como bien le plugo. ¿Por qué, pues, el autor de la carta a los Hebreos no se refirió a Moisés, Isaías, Jeremías o Ezequiel, los relatos de cuyas vocaciones ocupan tan destacado lugar en el Antiguo Testamento, y en cambio se fija en la figura tan pálida de Aarón? La respuesta es sencilla. Porque «el Cristo» fue investido de hecho de su ministerio celestial a la manera de los sacerdotes y no a la manera de los profetas. Lo heredó en cierta manera de Dios, que lo engendró como Hijo suyo (cf. 1,4.5).

Sin embargo, en la vocación de Jesús como sumo sacerdote no falta tampoco el elemento psicológico o, si se prefiere, carismático. El Hijo debía todavía llegar a ser en los días de su vida mortal lo que de suyo era ya desde la eternidad. La escena del huerto de los Olivos, en la que, según la tradición de los sinópticos, llama Jesús a Dios Abba y como Hijo se entrega a la voluntad de su Padre19, se convierte aquí en símbolo de su entera vida terrena. Tampoco esto se dice sin referencia a la situación de la comunidad. En efecto, los «gritos y lágrimas» no hacen pensar tanto en las historias de la pasión en los Evangelios, como a la ansiedad y desesperación de los cristianos que ven en perspectiva una persecución sangrienta. A ellos y a nosotros quiere decirnos la carta que sólo la obediencia y el temor de Dios (cf. 12,28). despejan el camino para la consumación celestial. Ahora bien, caso que la palabra eulabeia hubiera de traducirse por «angustia», como lo hacen diferentes comentaristas, entonces el difícil versículo habría de entenderse así: Dios «escucha», es decir libra, «de la angustia», pero no nos dispensa de las amarguras de la muerte.

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18. Por ejemplo, la vocación de Moisés (Ex 3), de Gedeón (Jdg_6:11-24), del profeta Isaías (Is 6) y de Jeremías (Jer_1:4-10).

19. Cf. Mar_14:32-42; Mat_26:26-46; Luk_22:40-46.

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II. PIEZA INTERMEDIA: EL ESTADO DE LA COMUNIDAD (,20).

1. LOS OYENTES SON COMO NIÑOS PEQUEÑOS (5/11-14).

11 De esto nos queda mucho por decir y de difícil explicación, ya que os habéis hecho torpes de oído. 12 Pues realmente, debiendo ser maestros por el tiempo ya pasado, os encontráis de nuevo en la necesidad de que os enseñen lo elemental de los oráculos divinos, y os habéis vuelto tales, que necesitáis leche, no comida sólida. 13 Y todo el que se alimenta de leche no tiene experiencia de la doctrina de la justicia, porque todavía es niño. 14 La comida sólida es propia de adultos, o sea, de los que, a fuerza de practicar, tienen desarrollada la sensibilidad para discernir entre lo bueno y lo malo.

Jesús es sacerdote según el orden de Melquisedec. El autor, antes de explicar a sus lectores lo que significa este título misterioso, inserta una larga exhortación para elevar la tensión y justificar su intento. Entre los problemas todavía no resueltos de la carta a los Hebreos se cuenta éste: ¿Hasta qué punto estaban los lectores preparados para seguir el difícil curso de las ideas de la carta? En general se supone que el autor quería comunicarles los frutos de sus propios estudios sobre la Escritura. En tal caso era tanto más necesario despertar el interés y decir a los oyentes cuánto les importaba escuchar con atención. De todos modos no cabe la menor duda de que los destinatarios de la carta estaban mucho más familiarizados que nosotros con algunos conceptos, imágenes y representaciones de la misma, que los métodos exegéticos del autor no les resultarían tan extraños como a nosotros y que, sobre todo, conocían el tenor de la «profesión» que la carta, como se echa de ver, se había propuesto interpretar.

Cierto que un problema religioso y moral más importante que la circunstancia de la capacidad de comprender era y es la voluntad de comprender, es decir, la buena disposición para escuchar y aceptar la palabra de la Sagrada Escritura.

En este sentido no da el autor un testimonio muy favorable de la comunidad. Si bien la conversión y el bautismo habían quedado ya muy atrás, no se puede hablar de madurez y mayoría de edad cristiana. Prácticamente había que volver a comenzar desde el principio e instruir a los cristianos en los conceptos básicos de su fe. Mejor que la comida sólida les sentaba la leche. Como lo muestran otros pasajes del Antiguo Testamento (1Co_3:1.2; Pe 2,2), utiliza la carta una imagen corriente en la antigüedad y de suyo muy comprensible. La dificultad comienza precisamente cuando se quiere indicar en concreto qué se entiende en sentido cristiano por «leche» y por «comida sólida». Precisamente las verdades aparentemente más sencillas y fundamentales se revelan con frecuencia como las más difíciles. Y además: cuando falta la atención, cuando se ha vuelto uno «torpe de oído», ni siquiera aprovechará gran cosa el alimento de los niños de pecho.



Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Ciertas calificaciones para el sumo sacerdocio, de acuerdo con el AT, se destacan aquí como una base para exponer más plenamente cómo Jesús puede ser el sumo sacerdote del nuevo pacto. Los sumos sacerdotes eran tomados y constituidos para actuar como mediadores entre el pueblo de Israel y Dios. Debían representarlos en servicio a favor de los hombres delante de Dios, específicamente, pero no exclusivamente, ofreciendo ofrendas y sacrificios por los pecados. En el día de la expiación, el sumo sacerdote debía ofrecer sacrificio, tanto por sus propios pecados como por los pecados del pueblo (cf. Lev. 16:6; 11-14). Esto era una indicación de que el sumo sacerdote estaba también rodeado de debilidad (DHH, sujeto a las debilidades humanas), como el resto de la comunidad, y necesitado de ser limpio del pecado. Tal ritual le debería haber alentado a sentir compasión de los ignorantes y extraviados. El verbo gr. traducido sentir compasión (RV se muestre paciente) significa lit. moderar la ira. La comparación y contraste con Cristo es clara: los sumos sacerdotes judíos por lo menos tenían que controlar su enojo cuando trataban con aquellos que hubieran pecado, pero nuestro sumo sacerdote puede compadecerse en forma activa (4:15). A partir de una afirmación sobre la función general del sumo sacerdote en la comunidad israelita y un comentario sobre una cualidad necesaria en su ministerio, el autor pasa al tema de su llamado. El honor de una función tal es dado sólo por Dios: uno debe ser llamado por Dios, como lo fue Aarón (cf. Exo. 28:1; Lev. 8:1; Núm. 16-18).

5, 6 En sentido inverso, las calificaciones para el sacerdocio mencionadas en los vv. 1-4 ahora se aplican a Jesús. Cristo no se glorificó a sí mismo para ser hecho sumo sacerdote, sino que le glorificó Dios para cumplir su papel, como lo indica el Sal. 110:4. Sin embargo, antes de citar ese versículo Heb. cita las palabras del Sal. 2:7. Esto recuerda el argumento del cap. 2, donde el Sal. 2:7 se usa para afirmar la absoluta supremacía del Hijo de Dios sobre toda la creación, incluyendo a los ángeles (1:5). El Sal. 110:1-3 afirma del mismo modo el papel triunfante del rey mesiánico que está sentado a la diestra de Dios. Sin embargo, el Sal. 110:4 agrega la inusual perspectiva de que el Mesías será sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Uniendo esas citas de los Salmos, Heb. otra vez enlaza la idea de Jesús como Hijo y sumo sacerdote (cf. 4:14), pero aclara completamente que su sacerdocio pertenece a un orden diferente del de Aarón y los sacerdotes levíticos. Jesús cumple el papel y función del sacerdocio judío como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. La aplicación del Sal. 110:4 a Jesús se expone más completamente en Heb. 7.

7, 8 Estos vv. explican cómo nuestro sumo sacerdote celestial puede compadecerse de nuestras debilidades sin haber pecado (cf. 4:15). Aunque Jesús fue seriamente probado en el curso de toda su vida en la tierra (lit. en los días de su carne), su experiencia en el jardín de Getsemaní puede estar más particularmente en consideración aquí. La mención de sus ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte recuerda la angustia de Jesús al enfrentar la cruz y clamar para que se retirara de él la copa de sufrimiento (cf. Mar. 14:34-36 y paralelos). El terror de ser abandonado por el Padre en la muerte (cf. Mar. 15:34) debe haberle presionado especialmente en esa ocasión. Por ello, Jesús oró pidiendo liberación de la crisis que se aproximaba, pero entonces se sometió por voluntad propia a la del Padre para poder llegar a ser Autor de eterna salvación para otros (v. 9). Esa segunda etapa de la experiencia de Jesús en Getsemaní probablemente se refleja en la afirmación de que fue oído por su temor reverente (gr. eulabeia también puede traducirse como temor piadoso). La respuesta a su oración de sumisión fue la fortaleza para soportar la grave tribulación que enfrentaba y luego el triunfo y la gloria de la resurrección. Aun siendo Hijo de Dios (v. 8; cf. v. 5), experimentó la tentación de apartarse de hacer la voluntad de su Padre a causa del sufrimiento que implicaba. Necesitaba aprender lo que implica la obediencia a Dios en términos prácticos, en las condiciones de vida humana en la tierra, de modo que pudiera simpatizar con aquellos que son probados de manera similar y enseñarnos por su propio ejemplo hasta qué extremo debe someterse a Dios y obedecerlo (cf. 12:1-11; 13:13).

9, 10 Como aprendió la obediencia por lo que padeció, Jesús fue perfeccionado, o sea calificado o hecho completamente adecuado como salvador de su pueblo (cf. 2:10). Más específicamente, fue perfeccionado como Autor (DHH fuente) de eterna salvación. Cada experiencia de prueba le preparó para un acto final de obediencia al Padre en su muerte (cf. 10:5-10). Por este medio alcanzó la salvación del pecado, la muerte y el diablo, capacitando a aquellos que creen en él para compartir con él en la vida del mundo venidero. La idea de que Cristo establece un modelo de obediencia para que otros le sigan se sugiere por las palabras para todos los que le obedecen. Sin embargo, esta expresión no indica que la salvación se gane por la obediencia. La salvación es el don de Dios para nosotros en Cristo, pero aquellos que le buscan como el único Autor de eterna salvación querrán expresar su fe en una obediencia permanente como él lo hizo (cf. 12:1-4). La fe en Cristo nos consagra a compartir su lucha contra el pecado.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Jesús, Sacerdote sufriente. Ahora nos va a decir en qué consiste esta mediación sacerdotal de Cristo, y lo hace comparando su sacerdocio con el oficio de sumo sacerdote de Israel, poniendo de relieve sus dos requisitos fundamentales: la vocación-elección y la función de «ofrecer... sacrificios por los pecados» (1), en los que se expresan los dos polos de la mediación: intimidad con Dios y solidaridad con los pecadores. La solidaridad con los pecadores del sumo sacerdote de Israel viene de sus propios pecados, que lo hacen participar de la condición pecadora del pueblo, de tal manera que también él tiene que ofrecer sacrificios por sus transgresiones (cfr. Lev_4:3-12). La experiencia del propio pecado debe hacerle comprensivo e «indulgente con ignorantes y extraviados» (2). En cuanto a la intimidad con Dios que hace del sumo sacerdote su representante ante el pueblo, tiene que venir por elección especial del mismo Dios, que había recaído en Aarón, hermano de Moisés, y en su descendencia (cfr. Éxo_28:1), de donde nació la clase sacerdotal.
Sobre este trasfondo del sacerdocio judío, el autor de la carta nos presenta ahora el sacerdocio de Cristo, no como continuidad, sino como ruptura, como algo radicalmente distinto que redefine y da un nuevo contenido tanto a la palabra «sacerdote» como a la función sacerdotal. Nos está diciendo entre líneas que, en definitiva, el sacerdocio del Templo no funcionó porque fracasó en lo más importante: la solidaridad y la compasión hacia los «ignorantes y extraviados». Fue precisamente la clase sacerdotal la que persiguió a Jesús porque ofrecía la misericordia de Dios a las prostitutas, a los cobradores de impuestos, a los leprosos, a los enfermos, y en general, a todos los considerados impuros por la Ley. ¿Cómo se puede ofrecer a Dios sacrificios por los pecados cuando se lleva en el corazón el desprecio por los pecadores?
La primera diferencia radical de Jesús como sacerdote fue no tener pecado; la segunda, ser elegido y nombrado sumo sacerdote sin provenir de una familia sacerdotal, ya que Jesús era de la tribu de Judá, no de Leví. Así introduce el autor la cita del Sal_110:4, que le va a servir para desarrollar después el tema de su intimidad con Dios. Insiste en mostrar toda la vida de Jesús como una ofrenda sacerdotal vivida en solidaridad con el sufrimiento y la debilidad humana, como anunció Isaías: «un hombre hecho a sufrir, curtido en el dolor... soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores... con sus cicatrices nos hemos sanado» (Isa_53:3-5). En su pasión se dirigió con «clamores y lágrimas, al que podía librarlo de la muerte» (7); su oración fue escuchada (cfr. Sal_22:25), aunque no le libró del sacrificio último, sino que hizo que su muerte terminara en resurrección. La oración y el sufrimiento solidario hicieron de su vida un camino de obediencia a Dios, haciendo así posible el encuentro obediente de los seres humanos con Dios.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter V.

1 The authoritie and honour of our Sauiours Priesthood. 11 Negligence in the knowledge thereof is reprooued.
1 For euery high Priest taken from among men, is ordeined for men in things pertaining to God, that hee may offer both giftes & sacrifices for sins.
2 Who [ Or, can reasonably beare with.] can haue compassion on the ignorant, and on them that are out of the way, for that he himselfe also is compassed with infirmitie.
3 And by reason heereof hee ought as for the people, so also for himselfe, to offer for sinnes.
4 And no man taketh this honour vnto himselfe, but hee that is called of God, as was Aaron.
5 So also, Christ glorified not himselfe, to bee made an High Priest: but

[Christes priesthood.]

hee that saide vnto him, Thou art my Sonne, to day haue I begotten thee.
6 As he saith also in another place, Thou art a Priest for euer after the order of Melchisedec.
7 Who in the dayes of his flesh, when hee had offered vp prayers and supplications, with strong crying and teares, vnto him that was able to saue him from death, and was heard, [ Or, for his pietie.] in that he feared.
8 Though hee were a Sonne, yet learned hee obedience, by the things which he suffered:
9 And being made perfect, he became the authour of eternall saluation vnto all them that obey him,
10 Called of God an high Priest after the order of Melchisedec:
11 Of whom we haue many things to say, and hard to be vttered, seeing ye are dull of hearing.
12 For when for the time yee ought to bee teachers, yee haue neede that one teach you againe which be the first principles of the Oracles of God, and are become such as haue need of milke, and not of strong meat.
13 For euery one that vseth milke, is [ Gr, hath no experience.] vnskilful in the word of righteousnes: for he is a babe.
14 But strong meate belongeth to them that are [ Or, perfect.] of full age, euen those who by reason [ Or of an habite, or perfection.] of vse haue their senses exercised to discerne both good and euil.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Sal 110:4; Heb 2:17; Heb 3:1; Heb 4:15; Heb 5:10; Heb 6:20; Heb 7:26; Heb 8:1; Heb 9:11; Heb 10:21;b Sal 2:7

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Cristo es Sumo Sacerdote, el Sumo Sacerdote que puede realmente liberarnos del pecado. Más aún, Cristo es el único Sacerdote perfecto, siendo los demás sacerdotes -los de las religiones naturales, los de la religión hebraica-, tan sólo prefiguraciones de Cristo. Jesucristo es verdadero sacerdote, porque fue escogido por Dios (v. 5), como lo fue Aarón, pero no según el «orden» del sacerdocio levítico, al que perteneció Aarón, sino según un orden superior a éste, el orden de Melquisedec (cfr 5,11-14).

Las palabras del v. 1 constituyen una definición, breve y exacta, de lo que es todo sacerdote. «El oficio propio del sacerdote es el de ser mediador entre Dios y el pueblo, en cuanto que, por un lado, entrega al pueblo las cosas divinas, de donde le viene el nombre de sacerdote, esto es, el que da las cosas sagradas; (...) y, por otro, ofrece a Dios las oraciones del pueblo, e igualmente satisface a Dios por los pecados de ese mismo pueblo» (S. Tomás de Aquino, S. Th. 3,22,1).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



6. Sal_110:4.

7. Ver Luc_22:39-44

12. Ver 1 Cor. 3. 2.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:

Tú eres mi Hijo,

Yo te he engendrado hoy.c

c Sal 2:7.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Heb 1:5; Sal 2:7.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



La vocación de Cristo al sacerdocio incluye dos actos divinos: la generación y la investidura. La filiación divina es como una vocación innata que dispone a Cristo al sacerdocio; el decreto jurado e irrevocable es como su consagración sacerdotal.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_2:7

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 5.3 Lv 9.7; 16.6; cf. Heb 7.27.

[2] 5.4 Ex 28.1.

[3] 5.5 Sal 2.7.

[4] 5.6 Sal 110.4. Melquisedec: Gn 14.17-20; cf. Heb 7.1-2.

[5] 5.7 Mt 26.36-46.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

O Hoy te doy a conocer como mi Hijo. Sal 2:7.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

engendrado...Sal 2:7.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_2:7

Torres Amat (1825)



[3] Lev 4, 3; 16, 6-11.

[4] Ex 28, 1; 2 Cro 27, 18.

[6] Salm 2, 7; 110 (109), 4.

[14] El conocimiento más extenso de los grandes misterios de la religión.

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[a] Sal 2:7.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Sal 2:7