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Por eso, dejando la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; (Hebreos 6, 1) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



30 6,1. por eso... tendamos a la perfección, no poniendo de nuevo el fundamento: Puesto que el autor acaba de declarar que los destinatarios de sus palabras están necesitados de instrucción en los rudimentos de la doctrina (5,12), resulta extraño que ahora no sólo proponga pasar éstos por alto y dar enseñanza para los maduros, sino que su propuesta empiece con la conjunción «por eso». H. Kosmala resuelve la dificultad con la hipótesis de que 5,1 Ib-14 es una adición pos(-)terior que, por su brusquedad de tono y su cons(-)trucción trabada sin excesivo rigor, no encaja con el contexto ni con el estilo del autor (Hebraer-Essener-Christen [SPB 1, Leiden 1959] 17-21). Esta solución extrema no cuenta con el apoyo de ningún ms. De las diversas explicacio(-)nes dadas del paradójico método del autor, la mejor parece ser que éste considera el estímulo ofrecido por la difícil doctrina (5,11) como lo único que permitirá a los destinatarios salir de su letargo espiritual. «La originalidad de Hebre(-)os consiste en hacer hincapié en el progreso in(-)telectual como condición de la perfección mo(-)ral» (Spicq, Hébreux 2.146). En este momento menciona seis enseñanzas elementales: el arre(-)pentimiento de las obras muertas, la fe en Dios, la enseñanza acerca de las abluciones rituales («bautismos»), la imposición de manos, la resu(-)rrección de los muertos y el juicio eterno. La lis(-)ta probablemente procede de un catecismo tra(-)dicional y no pretende ser exhaustiva.
31 Kosmala sostiene que en dicho cate(-)cismo no hay nada específicamente cristiano. «Cristo» en el v. 1 no significa Jesús, sino sim(-)plemente «el Mesías», y las seis enseñanzas son únicamente las aceptadas por un grupo que espera la venida del Mesías. Un examen más detenido de estos puntos indica, a su pa(-)recer, que el grupo en cuestión era la secta de Qumrán, y que los destinatarios de la epístola, potenciales conversos al cristianismo, ya creían en esas enseñanzas (Hebraer [--> 30 supra] 31-38). Sin embargo, resulta dudoso que un cate(-)cismo no cristiano, o parte de él, fuera señala(-)do por el autor de Heb como el fundamento de la vida cristiana, aun cuando la fe en los con(-)tenidos de dicho catecismo se pudiera presuponer en quienes se pasaban al cristianismo desde el grupo que lo seguía. En cualquier ca(-)so, si es correcta la exégesis dada mira de la «instrucción sobre los bautismos», resulta im(-)posible considerar esas enseñanzas simple(-)mente como un fundamento de la fe cristiana derivado de una secta judía, el arrepentimiento de las obras muertas y la fe en Dios: El arre(-)pentimiento y la fe son, respectivamente, la cara negativa y la positiva de la primera respuesta de la humanidad a la palabra de Dios. (Para un emparejamiento parecido de estos elementos correlativos, véase Mc 1,15.) «Obras muertas» no se refiere a las obras exi(-)gidas por la ley mosaica, sino a los pecados que llevan a la muerte espiritual y de los cua(-)les la conciencia necesita limpiarse (cf. 9,14). Una expresión parecida se encuentra en 4 Esd 7,49 [119], «obras que provocan la muerte».
2. instrucción sobre los bautismos: La palabra gr. traducida por «bautismos» no es baptisma (probablemente de cuño cristiano y aplicada a menudo en el NT al bautismo cristiano y al de JBau), sino baptismos, que en los otros dos ca(-)sos en que aparece dentro del NT (9,10; Mc 7,4) denota las abluciones rituales judías (Jo(-)sefo la utiliza en referencia al bautismo de Juan; véase Ant, 18.5.2 § 117). Ese hecho, así como el uso de la palabra en pl., demuestra que, en este caso, con ella no significa sim(-)plemente el sacramento cristiano. En cuanto rito con agua, dicho sacramento se podría de(-)nominar así; de ahí que la razón por la cual la instrucción sobre abluciones rituales formaba parte de la catequesis cristiana parezca estri(-)bar en la necesidad de instruir a los conversos acerca de la diferencia existente entre las ablu(-)ciones judías (entre ellas el bautismo de pro(-)sélitos, el bautismo de Juan y las purificacio(-)nes de Qumrán realizadas con agua; cf. 1QS
3,4-9) y el sacramento cristiano (cf. A. Oepke, «Baptismos», TDNT 1.545; R. Scímackenburg, Baptism in the Thought of St. Paul [Nueva York 1964] 8-9). O. Michel comenta que «puesto que el plural resulta inusitado en el lenguaje de la Iglesia, se debe entender como polémi(-)co» (Hebraer 239). 32 En P46 y B se lee «instrucción» en ac. (didachén), lectura aceptada por G. Zuntz (The Text of the Epistles [Londres 1953] 93) y otros especialistas. Dicha lectura podría hacer pen(-)sar que «instrucción» es una aposición a «fun(-)damento», como piensa Montefiore (Hebrews 105; también Bruce, Hebrews 110 [«probable(-)mente en aposición»]). Si el fundamento es simplemente el arrepentimiento y la fe en Dios, el contenido del «fundamento» y el de la «instrucción» son muy diferentes, hecho que desaconseja pensar que los dos sustantivos es(-)tén en aposición. Conviene optar, bien por se(-)guir la lectura en gen. (didachés), «de la ins(-)trucción», y considerar ésta como parte del fundamento, bien por tomar la «instrucción» como diferente del fundamento en su conteni(-)do, aunque semejante a él en la medida en que una y otro atañen a los rudimentos de la vida cristiana.
33 la imposición de las manos: Este rito se menciona en Hch 8,17; 19,6 (en conexión con la venida del Espíritu Santo) y en Hch 6,6; 13,3; 1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim 1,6 (en conexión con la concesión de algún ministerio o misión dentro de la Iglesia). A lo que presumiblemen(-)te se alude en este caso es al rito conectado con la donación del Espíritu. (Para un análisis de la relación existente entre este rito y la ve(-)nida del Espíritu Santo, véanse J. Oulton, ExpTim 66 [1955] 236-40; D. Daube, The New Tes(-)tament and Rabbinic Judaism [Londres 1956] 224-46.) la resurrección de los muertos y el jui(-)cio eterno: El último par de verdades básicas atañe al término escatológico de la vida cris(-)tiana. El juicio es «eterno» porque es definiti(-)vo (cf. Mt 25,46). 3. y esto vamos a hacer, si lo permitiere Dios: Evidentemente, el autor no quiere decir que vaya a «poner el fundamento de nuevo», cosa que ya ha dicho que no iba a hacer (v. 1), sino que en este momento va a pa(-)sar a la doctrina adecuada para los maduros. No está dando a entender que vaya a ocuparse de los rudimentos más tarde; los versículos que siguen excluyen tal posibilidad. 4-6. Estos versículos han causado muchas dificultades, pues tratan de la imposibilidad del arrepenti(-)miento tras la apostasía. Numerosos son los intentos que se han realizado para evitar su significado aparente: bien que, por lo que res(-)pecta a la experiencia humana, a los apóstatas no les cabe la posibilidad de arrepentimiento, aunque nada se dice de lo que pueda ocurrir si reciben una gracia extraordinaria (cf. Bruce, Hebrews 118); bien que «están normalmente mal dispuestos para la penitencia» (B. Poschmann, Penance and the Anointing of the Sick [Nueva York 1964] 13). «Tales interpretacio(-)nes van contra el sentido llano del griego y contra el tenor entero de la argumentación del autor» (Montefiore, Hebrews 109). Kuss pien(-)sa que conviene juzgar esa afirmación absolu(-)ta a la luz de la inquietud pastoral del autor: éste habla de manera exagerada para disponer firmemente a sus lectores contra la apostasía (Hebraer 199-201); de manera parecida C. Carlston (JBL 78 [1959] 296-302).
34 4. porque es imposibe que cuantos fue(-)ron una vez iluminados, gustaron el don celes(-)tial y fueron hechos partícipes del Espíritu San(-)to: Los ptes. de los w. 4-5 son todos aor., y hapax, «una vez», probablemente los modifica a todos, no simplemente al primero. Se discu(-)te si hay en este texto referencias sacramenta(-)les directas o si estas cuatro experiencias del cristiano aluden simplemente a su llegada a la fe. La designación del bautismo como «ilumi(-)nación» y del bautizado como «iluminado» data al menos de la época de Justino Mártir (.Apol. 1,61.12; 65.1) yes posible que «ilumina(-)dos» haga referencia en este caso a la recep(-)ción de ese sacramento (cf. Bornkamm, Studien [--> 19 supra] 190; Kasemann, Wandering [--> 8 supra] 187-88). En apoyo de esta opinión, cf. Ef 5,14, que probablemente es un fragmen(-)to de un himno bautismal (o «dicho cultual»; así H. Schlier, Der Brief an die Epheser [Düsseldorf 1958] [trad. esp.: La carta a los Efesios (Salamanca 1991)]; cf. el análisis de J. Gnilka, Der Epheserbrief [HTKNT 10/2; Friburgo de Brisgovia 1971] 259-63). Sin embargo, la ilu(-)minación de la que se habla en este pasaje puede significar simplemente la iluminación procedente de la fe en Cristo (2 Cor 4,6). En 1QH 4,5, la alianza es una luz con la cual Dios ilumina el rostro de su discípulo, y Filón dice que el mandamiento divino ilumina el alma (De fuga et inv. 139). Tampoco se debe pasar por alto la posible influencia de Sal 34,6, don(-)de los LXX (Sal 33,6) leen «Venid a él y que(-)daréis iluminados». También hace pensar en tal influencia el hecho de que el autor de Heb pase a hablar de quienes «gustaron el don ce(-)lestial», dado que el v. 9 de ese salmo habla de gustar lo bueno que es el Señor. En cualquier caso, la índole de acontecimiento único de ese gustar hace poco probable que gustar el don celestial signifique recibir la eucaristía, aun(-)que la expresión se ha interpretado así (Héring, Hebrews 46; J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der griechischen Váter [Friburgo de Brisgovia 1961] 2.156-57). «Gustar» es una metáfora corriente en el sentido de «experi(-)mentar», y es probable que la frase signifique únicamente que los cristianos han experimen(-)tado el poder de la salvación traída por Jesús (cf. Rom 5,15; 2 Cor 9,15). Este don es califi(-)cado de celestial porque se trata de una reali(-)dad escatológica poseída de manera anticipa(-)da por el creyente. «Partícipes del Espíritu Santo» denota a quienes poseen el Espíritu co(-)mo garantía de la plena posesión de las bendi(-)ciones escatológicas en el futuro (cf. 2 Cor 1, 22; Ef 1,14, donde el Espíritu es llamado arrabón, «prenda», «arras»), 35 5. y gustaron la hermosa palabra de Dios y las maravillas del poder del mundo veni(-)dero: La predicación del evangelio iba acom(-)pañada por manifestaciones de la presencia del Espíritu (cf. 2,3-4; 1 Cor 2,4). Esta activi(-)dad del Espíritu se ve como indicación de la presencia ya ahora del «mundo venidero». Es(-)ta denominación del futuro escatológico se contrapone a «este mundo» tanto en el judaísmo apocalíptico como en el rabínico (véase Bonsirven, Judai'sme [--> 7 supra] 1.312). En el judaísmo tardío, el «gustar las maravillas del poder del mundo venidero» se atribuía a Abra(-)hán, Isaac y Jacob (Str-B 3.690), pero existe una profunda diferencia entre las dos con(-)cepciones. Lo que el judaísmo creía que era privilegio de unos pocos escogidos es una ex(-)periencia cristiana común; pero aún más im(-)portante es que el mundo venidero, absoluta(-)mente futuro en el pensamiento judío, es una realidad presente para el cristiano, aunque to(-)davía no realizada en su plenitud. 6. en cuan(-)to es de su parte, crucifican de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia: Vivida descripción de la maldad de la apostasía, que se concibe como una crucifixión y burla del Hijo de Dios. El rechazo de la fe cristiana por parte de los apóstatas significa que «echan a Jesús de su vida... está muerto para ellos» (Moffatt, Hebrews 80). 7-8. La dura adverten(-)cia termina con una comparación entre dos ti(-)pos de tierra. Ambas reciben la lluvia enviada por Dios, pero una da fruto y es bendecida; la otra produce espinas, está a un paso de ser maldecida y finalmente es quemada. La apli(-)cación al cristiano fiel y al apóstata, respectivamente, es evidente.
36 9. queridos... estamos persuadidos de cosas mejores respecto a vosotros: Con este ver(-)sículo se suaviza el tono de la exhortación. Por primera y única vez en Heb, los destinatarios de la epístola son llamados «queridos». Sin embargo, resulta difícil admitir que el autor no crea que entre sus lectores hay apóstatas siquiera potenciales (así Bruce, Hebrews 126); la finalidad de su escrito es conjurar un peligro muy real. Este nuevo enfoque parece estar dic(-)tado por la convicción de que su objetivo tal vez se alcance mejor con suavidad y, lo que es más importante, por el hecho de que, pese a la fe tibia de los destinatarios de sus palabras, existe un signo que permite esperar que la ca(-)lamidad de su apostasía no llegue a producir(-)se. Dicho signo es la caridad que observan con los demás cristianos y de la que habla el v. 10.
10. no olvidará vuestra labor ni el amor que ha(-)béis mostrado por su nombre mediante vuestro servicio: Los servicios que han prestado en el pasado se mencionan en 10,33b-34a. Dichos servicios son fundamentalmente una manifes(-)tación de amor a Dios. En este texto y en 13,24 el autor se refiere a quienes creen en Cristo utilizando el término que se les aplicaba co(-)rrientemente en el cristianismo primitivo: «los santos». 11 .el mismo celo en orden a la perse(-)verancia: Su celo por las obras de caridad de(-)be ser igualado por su celo en perseverar en su vocación cristiana, perseverancia que se ha de fundar en la esperanza. 12. El autor inicia un tema que desarrollará en el cap. 11. Sus lecto(-)res deben imitar la fe confiada de los santos del AT, «que heredan las bendiciones prometi(-)das». No parece que se haga referencia a personas distintas de las mencionadas en el cap. 11, aunque Montefiore piensa que el autor «señala el ejemplo de contemporáneos» (He(-)brews 112). Cabe presumir que esta exégesis se base en el hecho de que en el texto se usa el ptc. pres. de «heredar». Sin embargo, puesto que el gr. epangelia puede significar la pro(-)mesa como tal o la cosa prometida (véase J. Schniewindy G. Friedrich, «Epangelia», TDNT 2.582 n. 59), el autor parece estar diciendo que los santos del AT, que no recibieron las bendi(-)ciones prometidas durante su vida (11,13), es(-)tán ahora en posesión de ellas (véase el co(-)mentario a 11,40). El hecho de que pase a hablar del caso de Abrahán confirma la opi(-)nión de que no se refiere a contemporáneos de los destinatarios de la epístola, sino a aquellos de los que hablará en el cap. 11.
37 13. juró por sí mismo: cf. Filón, Leg. alleg. 3.72. La base firme para la esperanza es la promesa de Dios, ratificada por su jura(-)mento; así se afirma en el caso de Abrahán. El episodio de la historia patriarcal al que esto hace referencia es Gn 22,16-18, continuación del relato de la obediencia de Abrahán, dis(-)puesto a sacrificar a Isaac. Dios ratificó en(-)tonces con juramento su promesa de que ten(-)dría numerosos descendientes que heredarían las ciudades de sus enemigos y serían fuente de bendición para todas las naciones de la tierra. 15. alcanzó las bendiciones prometidas: Pa(-)ra algunos comentaristas, con esto se alude al cumplimiento parcial de la promesa en vida de Abrahán (Montefiore, Hebrews 114); pero el cumplimiento al que probablemente se refiere el autor es aquel al que ha aludido en el v. 12: las presentes bendiciones escatológicas disfru(-)tadas por los patriarcas del AT, a las cuales estaban subordinadas las promesas de bendi(-)ción en este mundo. 17. La razón del jura(-)mento que ratificó la promesa era «hacer la se(-)guridad doblemente segura» (cf. Filón, De Abr. 46). El interés del autor no parece centrarse directamente en el juramento hecho a Abra(-)hán, sino en aquello que dicho juramento le recuerda, a saber, el juramento por el cual Je(-)sús fue constituido sumo sacerdote eterno a la manera de Melquisedec. La importancia de es(-)te juramento se pone de relieve en el cap. 7, y la base de la esperanza a la que el autor ex(-)horta a sus lectores la constituye el sacerdocio que dicho juramento confirma, y no tanto las promesas hechas a Abrahán. El tema del sa(-)cerdocio de Jesús se había dejado a un lado para que el autor pudiera hacer su advertencia acerca de la apostasía; ahora va a volver sobre él. 18. mediante dos cosas inmutables: La pro(-)mesa de Dios y su juramento, los que hemos huido para asimos a la esperanza propuesta: Los beneficiarios de la promesa son cristianos («buscamos»). Nada se dice sobre la huida, salvo que su fin es la esperanza. No parece que se pretenda hacer referencia a la ciudad que están buscando (13,14), concebida como una ciudad de refugio (así Montefiore, Hebrews 116) . 19. El autor utiliza en este punto una metáfora heterogénea para describir la espe(-)ranza cristiana: es un ancla y se extiende hasta el santuario interior. Al hablar del santuario, el autor alude a lo que más tarde desarrollará co(-)mo elemento central de su teología del sacer(-)docio de Cristo: el tabernáculo mosaico como réplica terrena del santuario celestial, y el San(-)to de los santos, al otro lado del velo que lo se(-)para del Santo (Éx 26,31-33), como el equiva(-)lente terreno de la morada celestial de Dios. En ese lugar sagrado, «el mismo cielo» (9,24), entró Jesús nuestro sumo sacerdote; allí dio cima a su sacrificio expiatorio. La esperanza cristiana estriba en lo que Jesús hizo en el or(-)den eterno mediante su sacrificio. No sólo en(-)tró en el santuario celestial, sino que lo hizo como «precursor» (v. 20) de sus hermanos, hermanos destinados a reunirse allí con él.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Capítulo 6
Lección 1: Hebreos 6,1-6
Apacienta con sólido manjar a los Hebreos, afirmando que no quiere echar otros fundamentos que los que están ya echados, y espanta con un santo terror a los que, después de arrepentidos, han vuelto a caer en pecado.1 Dejemos, pues, a un lado las instrucciones que se dan a aquellos que comienzan a creer en Jesucristo, y elevémonos a lo que hay de más perfecto, sin detenernos en echar de nuevo el fundamento, hablando de la penitencia de las obras muertas o pecados anteriores al bautismo, de la fe en Dios,2 y de la doctrina sobre los bautismos, de la imposición de las manos, de la resurrección de los muertos y del juicio perdurable.3 Y he aquí lo que, con el favor de Dios, vamos a hacer ahora.4 Porque es imposible que aquellos que han sido una vez iluminados, que asimismo han gustado el don celestial de la Eucaristía, que han sido hechos partícipes de los dones del Espíritu Santo,5 que se han alimentado con la santa palabra de Dios y la esperanza de las maravillas del siglo venidero,6 y que, después de todo esto, han caído; es imposible, digo, que sean renovados por la penitencia, puesto que, cuanto es de su parte, crucifican de nuevo en sí mismos al Hijo de Dios y le exponen al escarnio.Arriba hizo mención el Apóstol del pontificado de Cristo según el orden de Melquisedec, y mostró la flojedad de los Hebreos a quienes iba destinada su carta. Vuelve aquí de nuevo a la carga y júnto con la intención, que les abre y declara, les muestra su dificultad. Cuanto a lo primero, les manifiesta y explica su propósito: que, dejando a un lado las instrucciones elementales de la doctrina cristiana, quiere dedicarse a temas más elevados. De ahí lo que dice: dicho está ya que a los perfectos hay que apacentarlos con manjar sólido; "por tanto, dejando a un lado las instrucciones que se dan a aquellos que comienzan a creer en Jesucristo", por las cuales empieza en nosotros el ser que nos da Cristo por la doctrina de la fe (Ep 3), "elevémonos a ¡o que hay de más perfecto", esto es, a lo que toca a la quinta esencia de la doctrina de Cristo. "Pero cuando fui ya hombre hecho, di de mano a las cosas de niño" (1Co 13,2).Según la Glosa, esto último puede referirse o al entendimiento o al afecto, de modo que diga que, apenas llegado a edad adulta, habrá que dejarse de niñerías para vacar a ocupaciones de varones perfectos (1Co 2); o, si lo segundo, que hay que salir de mantillas y apuntar al blanco de la perfección (Gn. 17).Pero aquí se ofrecen dos objeciones: la primera, de lo que dijo: "interrumpiendo los comienzos", porque nunca han de interrumpirse; pues "dije: ahora empiezo" (Sal 76); "no dejaré la justificación que he comentado a hacer" (Jb 27,6). Respondo: digamos que eso acontece de dos maneras: o cuanto a la estimación, y así debe el hombre ser siempre como el que camina y aspira a cosas mayores (Fil 3); o cuanto al progreso en ¡la perfección, y así debe siempre esforzarse por pasar al estado perfecto: "mi única mira es, olvidando las cosas de atrás, y atendiendo sólo y mirando a ias de delante, ¡r corriendo hacia el hito" (Fil 3,13); que en el camino de Dios, dice San Bernardo, no ir adelante es volver atrás.La otra objeción se refiere a lo que dice: "elevémonos a lo más perfecto"; porque la perfección consiste en los consejos (Mt 19). Es así que no todos están obligados a los consejos; luego... Respondo: hay dos clases de perfección: una exterior, que consiste en actos exteriores, que son señales de los interiores, como la virginidad, la pobreza voluntaria; y a ésta no están todos obligados. La otra es interior y consiste en el amor de Dios y del prójimo (Coi. 3), a la cual tampoco están todos obligados, pero sí lo están a aspirar a ella; porque si alguno no quisiese amar más a Dios no haría lo que exige la caridad. Y dice: "elevémonos", a proporción del impulso comunicado por el Espíritu Santo (Rm 8), o como transportados por Dios, que carga nuestra flaqueza (Is 46), o en vehículo mutuo llevándonos unos a otros (Ga 6).Al decir luego: "no echando otra vez", explica ¡o antedicho, e intenta demostrar qué elementos son esos que sirven para dar principio a la doctrina de Cristo, para lo cual se vale de una comparación; ya que por la fe levanta el alma su edificio espiritual. Y así como en el edificio material échanse primero los cimientos, lo mismo aquí los primeros rudimentos de la doctrina de Cristo son como los cimientos.Pero en contra de esta explicación está el capítulo XI, donde se pone como fundamento la fe, que no es más que una (Ep 4); aquí, en cambio, se ponen 6, lo que no parece que ¡leve camino. Respondo: la fe es el fundamento de las virtudes; las 6 cosas que aquí pone son fundamento de la doctrina de Cristo. Dice, pues: "no echando de nuevo el fundamento", como si tan firmemente hubiésemoslo asentado, tan a plomo y nivel, que no fuese menester asentarlo de nuevo; o tan recientemente, que saliese sobrando asegundar. Y en esto sigue un esmerado orden el Apóstol; porque así como en materia de generación y de movimiento, cualquiera que sea, hay antes un alejamiento del término de donde se parte, y luego un acercamiento al término a donde se va; así aquí la penitencia es alejarse del pecado, y de esta suerte es a modo de fundamento en esta vida. Pues nadie -según San Agustín- teniendo a su arbitrio su voluntad, puede entablar nueva vida si no le pesa de la pasada; (como dice el proverbio: borrón y cuenta nueva). De ahí que el Señor, al principio de su predicación, los exhortase a hacer penitencia (Mt 4). Por eso dice: "hablando de la penitencia de las obras muertas"; que así se llaman o las que de suyo son muertas, o aquellas a las que se ha hecho morir; y vivas, cuando está buiiente su propia virtud, cesando la cual, se dicen muertas. Pues nuestras obras están ordenadas a la bienaventuranza, que es el fin del hombre; por tanto, cuando a la bienaventuranza no se enderezan ni enderezarse pueden, se dicen muertas, y éstas son las que se hacen en pecado mortal (He XI). Pero a las obras hechas en caridad el pecado les da muerte; de ahí que no tengan virtud para merecer la vida eterna; "todas cuantas buenas obras había hecho se echarán en olvido" (Ez. 18,24); mas la penitencia logra que tornen a cobrar vida; de donde otra vez se les juzga dignas de la vida eterna.En el acercamiento al término la fe está primero, y por eso dice: "el fundamento de la fe en Dios"; y es propio de la fe el asentimiento y la creencia del hombre no en las cosas que él ve, sino en el testimonio de otro. Ahora bien, dicho testimonio o es sólo del hombre, y en éste no estriba la virtud de la fe, porque el hombre puede engañar y ser engañado; o procede del juicio divino, y éste es incontrastable en firmeza y verdad, porque nace de la misma verdad, que ni puede engañar ni ser engañada. Por eso dice: en Dios, conviene a saber, para dar su asentimiento a lo que Dios dice (Jn 14).Lo segundo en este procedimiento son los sacramentos de la fe, que introducen en ella, y son dos, pues sólo de éstos trata aquí el Apóstol: el bautismo, por el que somos engendrados de nuevo, y la confirmación, por la que confirmados. Cuanto a lo primero, dice: "y de la doctrina sobre los bautismos".Mas en la carta a los Efesios dice lo contrario: "una fe, un bautismo". Luego no hay muchos bautismos. Respondo que hay 3: bautismo de agua, bautismo de sangre y bautismo de deseo; pero los dos últimos no tienen fuerza si no se refieren al primero; porque a los. que tienen uso de razón, si no se ofrece la oportunidad de recibir el primero, por lo menos pídeseles tengan, propósito de recibirlo cuando se pudiere, mientras reciben los otros. Por tanto, no son 3 sacramentos, sino, uno el que nos reengendra para la salvación (Jn 3); y entre éstos el que más participa del efecto del bautismo es el de sangre, con tal que el propósito sea de, recibir el primero, o no se tenga lo contrario en la mente, como es manifiesto en los 1nocentes que no. estaban en contraria disposición; ya que el bautismo si tiene eficacia es por los méritos de la Pasión de Cristo (Rm 6).Por tanto, así como ei que se bautiza confórmase, sacramentalmente a la muerte de Cristo, de la misma manera el mártir es una viva réplica de ella; por cuya razón este bautismo tiene todo el efecto del bautismo, en cuanto a limpiar de toda culpa y pena de pecado, no en cuanto a imprimir carácter; de suerte que el que padeciese el martirio sin haber recibido el bautismo, si tornase a la vida, tendría que ser bautizado. La penitencia, en cambio, no tiene tan totalmente el efecto del bautismo, pues no quita toda la pena, aunque quite; la culpa. Mas así como el mártir se conforma a la muerte de Cristo por la pasión exterior, así el penitente por la interior (Ga 5); de modo que puede ser tanta que deje absuelto de culpa y pena, como viose en el buen Ladrón y la Magdalena. De aquí que la penitencia ss llame bautismo, en cuanto suple el lugar del bautismo; y fue instituida, porque no es lícito repetir el bautismo. Llámanse, pues, estas prácticas con ese nombre: bautismo, porque tienen su efecto, mas no hay más de un solo bautismo, porque su efecto es nulo si no hay propósito de recibirlo (el primero).El segundo sacramento de los incipientes consiste en la misma imposición de las manos; por eso dice: "de la imposición de las manos", que es doble: una es para hacer milagros, como cuando Cristo imponiéndoselas a los enfermos les daba salud (Lc 4); y ésta no es sacramental; otra sí lo es, la del sacramento del orden (1Tim 5) y la de la confirmación, para renovarse en espíritu, "haciéndonos renacer por ei bautismo, y renovándonos por el Espíritu Santo" (Ti. 3,5), pues dase en la confirmación el Espíritu Santo para corroboración y denuedo, es a saber, para que el hombre confiese el nombre de Cristo sin miedo delante de los hombres. Porque así como en la naturaleza es primero engendrado el hombre para ser, y luego para crecer y hacerse robusto, lo mismo en el ser de la gracia.Sigue, en tercer lugar, el término del movimiento en que éste termina, el cual es doble también, porque dos cosas esperamos: la resurrección de los cuerpos -que es fundamento de nuestra fe y sin la cual es ésta de ningún valor, por lo cual dice: "de la resurrección de los muertos"- y la remuneración, que hará el Juez en el juicio (Eccl. 12), y así dice: "y del juicio perdurable", no porque ese juicio dure mil años, como quería Lactancio, porque será en un momento; sino que se dice eterno, porque la sentencia que allí se dará será irrevocable, para siempre: "e irán éstos al eterno suplicio, y los justos a la vida eterna" (Mt 25,46). Y sépase que todo esto, que aquí dice quiere tratar, son como unos rudimentos de la fe. De aquí que la predique a los novicios en ella en Hechos 17 y en muchos otros lugares.Al decir a continuación: "y he aquí lo que vamos a hacer ahora", indica la dificultad de llevar a efecto su propósito, que es difícil en sí y respecto de los oyentes. De donde da a entender que en esto, por encima de todo, ha menester del socorro divino, y con una semejanza pone nota en la flaqueza de algunos. Dice, pues: elevémonos a lo que hay de más perfecto, y he aquí lo que haremos, con el favor de Dios. Frase preñada, que envuelve más sentido de lo que dicen las palabras; pues no es tanta la necesidad de que Dios lo permita como de que Dios lo haga; "puesto que estamos en sus manos nosotros y nuestros discursos" (Sg 7,16). Por tanto, ha de ponerlo todo en manos de Dios, con la confianza en el socorro divino (Jn X; Stg. 4).-"Porque es imposible..." Hace notar su flaqueza en ser tibios y flojos para oír; porque, así como en los achaques corporales no hay estado más peligroso que el de las recaídas, así también en los espirituales: el que después de haber vivido en gracia cae en pecado con mucha dificultad se yergue para obrar lo bueno. Y, acerca de esto, explica de qué dones se les había hecho gracia, qué dificultad les había traído la reincidencia en el pecado y, por último, indica el porqué. De esos bienes o dones unos son presentes, otros futuros. Al presente tuvieron la regeneración espiritual, a cuyo propósito dice: "iluminados", es a saber, por el bautismo, que muy acertadamente se llama iluminación, porque el bautismo es el principio de la regeneración espiritual, donde el entendimiento es iluminado por la fe. "Verdad es que en oíro tiempo no erais sino tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor" (Ep 5,8).Participan también de los bienes de Dios, respecto de lo cual dice: "que asimismo han gustado el don celestial", que es la gracia, y se dice celestial, porque de los cielos la manda Dios (Sal 67; Stg. 1). Particípase asimismo en ellos de la divina bondad; "por el cual, es a saber, por Cristo, nos ha dado Dios las grandes y preciosas gracias que había prometido" (2Pe 1,4). Por lo cual dice: "que han sido hechos partícipes de los dones del Espíritu Santo". Puesto que todos los dones se dan por amor, atribuye por dicha razón esta participación al Espíritu Santo. Ahora bien, participar es tener parte en alguna cosa; mas sólo Cristo tuvo en plenitud al Espíritu Santo (Jn 3); los otros santos sólo en parte, y la participación que tuvieron no fue de su substancia, sino de sus distribuciones (He 2; 1Co 12).Otrosí, al presente tuvieron para instruirse la doctrina; acerca de lo cual dice: "que se han alimentado con la santa palabra de Dios", que se dice buena, porque es la palabra de la vida eterna (Jn 6; Salmo 1 18). Y dice gustaron, porque esta palabra no sólo ilumina el entendimiento, sino que alimenta el afecto, en lo cual hay cierto sabrosearse con su sabor. "Gustad y ved cuan suave y delicioso es el Señor" (Sal 33).Pero los bienes futuros los tienen en esperanza, y por eso dice: "y la esperanza de las maravillas del siglo venidero" (Rm 8). Algunos tienen ciertos bienes de éstos no sólo en esperanza, sino también en cierta incoación o comienzo, y éstos son las dotes del alma, es a saber, la visión, la posesión y fruición; y se las tiene en cierto comienzo en cuanto que la fe, la esperanza y la caridad, que corresponden a éstas, se las tiene al presente. Pero hay otros bienes, que sólo en esperanza se tienen, como las dotes del cuerpo, es a saber, sutileza, agilidad, impasibilidad, claridad.Por consiguiente, al decir: "y que después de esto han caído" (en apostasía o han dejado a Dios), indica la dificultad, nacida de la caída, de levantarse. Donde es de notar que no dice simplemente caídos, lapsi, sino prolapsi, esto es, en redondo, de gran caída; porque, si hubiesen simplemente caído, no fuera tan dificultosa la levantada. "Siete veces caerá el justo, y volverá a levantarse" (Pr. 24,16). Porque, si dijese el Apóstol: imposible que se levanten los que han caído hasta romperse la nuca, entonces pudiera decirse que con eso daba a entender la máxima dificultad de levantarse, es a saber, por el pecado y por la soberbia, como se ve en los demonios. Mas, por decir que los que una vez caídos no pueden por la penitencia ser renovados de nuevo, y sabiendo por otra parte que no hay pecado en el mundo de que no pueda arrepentirse el hombre, por tal razón el texto hay que entenderlo de otra manera; y hay que saber también que de aquí tomó pie un cierto Novato, presbítero de la 1glesia romana, de errar en esta materia, diciendo que, después del bautismo, para la penitencia ya no hay lugar; afirmación errónea, como dice San Atanasio, porque el mismo Pablo recibió arrepentido al incestuoso de Corinto, como parece por 2Co 2 y Ga 4, donde dice: "hijitos míos, por quienes segunda vez padezco dolores de parto". Hay, pues, que entender, como dice San Agustín, que no dice sea imposible hacer penitencia, sino "renovarse de nuevo", esto es, bautizarse otra vez (Ti. 3); pues nunca podría un hombre arrepentirse en tal forma que tuviese que bautizarse de nuevo. Y a esto se refiere el Apóstol, porque, según la ley, los Judíos repetidas veces se bautizan o lavan, como parece por Marcos 7. Por tanto, a esto se endereza lo que dice el Apóstol: a quitar ese error.-"puesto que cuanto es de su parte crucifican de nuevo en sí mismos al Hijo de Dios". 1ndica por qué no se repite el bautismo, conviene a saber, porque es una configuración de la muerte de Cristo, como parece por Romanos 6,3: "cuantos hemos sido bautizados en Jesucristo lo hemos sido con la representación y en virtud de su muerte". Pero ésta no se repite, porque Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere (Rm 6); de suerte que los que se rebautizan crucifican a Cristo de nuevo. O expliqúese de modo que se signifique la repugnancia con la gracia de Cristo, es a saber, que quieran con frecuencia pecar y en pos bautizarse otra vez, de arte que el texto no se refiera a la repetición del bautismo, sino a la caída de los que pecan, que, cuanto es de su parte, crucifican de nuevo a Cristo, que murió por nuestros pecados de una vez por todas (1Pe 3). Así que tú, bautizado, cuando pecas, das ocasión, cuanto es de tu parte, a que Cristo sea de nuevo crucificado; con lo que infieres contumelia a Cristo, en cuya sangre, habiéndote ya lavado, te manchas (Ap. 1).

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Plan que el autor piensa seguir, 6:1-8.
1 Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo, tendamos a lo perfecto, no echando de nuevo los fundamentos de la penitencia de las obras muertas y de la fe en Dios, 2 la doctrina sobre los bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3 I.,o que toca a la perfección, eso es lo que me propongo exponer con la ayuda de Dios. 4 Porque quienes, una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gustaron lo hermoso de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero, 6 y (sin embargo) cayeron, es imposible que sean renovados otra vez a penitencia, crucificando para sí mismos al Hijo de Dios y poniéndole en ludibrio. 7 Porque la tierra, que absorbe la lluvia caída a menudo sobre ella y produce frutos de bendición para el que la cultiva, recibirá las bendiciones de Dios; 8 pero la que produce espinas y abrojos es reprobada y está próxima a ser maldita, y su fin será el fuego.

No obstante la falta de preparación en los destinatarios para temas elevados (cf. 5:11-14), el autor sigue con su propósito de tratar el tema del sacerdocio de Cristo, sin intentar volver a las explicaciones elementales propias de la primera catequesis (v.1-3); pues repetir una tal instrucción con quienes llevan ya mucho tiempo de convertidos y han gustado las experiencias cristianas, sería totalmente ineficaz (v.4-8).
Son, pues, dos las ideas fundamentales. Primeramente (v.1-3), la del tema que el autor piensa tratar: no serán las doctrinas elementales sobre Cristo (v.1), es a saber, penitencia de obras muertas y fe en Dios, bautismos e imposición de manos, resurrección de muertos y juicio eterno (v.2); sino que, dejado todo eso de lado, se elevará a lo perfecto (??? ??? ?????????? ?????? -9? ), es a saber, a una instrucción doctrinal superior, propia de los perfectos o espiri-tualmente adultos (v.1; cf. 5:14). Cierto que los destinatarios, debido a su indolencia, son todavía imperfectos y como niños (cf. 5, 11-13), pero son ya cristianos de antiguo (cf. 5:12), y, por lo tanto, deben tratar de asimilar el alimento propio de los adultos. Tal parece ser el sentido que debe darse a ese por lo cual (??? ) del v.1, estableciendo la ilación de la presente historia con la anterior.
Es muy interesante, desde el punto de vista histórico, esa relación o catálogo de verdades de las que dice el autor que no piensa tratar (v.2), pues indirectamente se nos da a conocer cuál era el principal contenido de la catequesis apostólica. De los seis puntos enumerados, los dos primeros (penitencia-fe) son de carácter dogmático moral; los dos siguientes (bautismos-imposición de manos), de carácter ritual o sacramental; los dos últimos (resurrección-juicio), de carácter escatológico. Parece que las obras [muertas (??? ?????? ????? ), expresión que se vuelve a usar poco más adelante (cf. 9:14), son las obras desprovistas de vida sobrenatural, particularmente los pecados. Hacer penitencia (???????? ) de esas obras muertas significa cambio de modo de pensar respecto a ellas, considerándolas como son en sí, con todas sus terribles consecuencias (cf. Rom 1:18-3:20; 7:5; Efe_2:1). Unido a esa penitencia o aspecto negativo ha de ir el lado positivo, es decir, la fe en Dios, fundamento y raíz de la justificación o nueva vida (cf. 11:6; Rom_1:16-17). En cuanto al segundo binario (bautismos-imposición de manos), llama la atención el plural bautismos (v.2), pues sabemos que el bautismo cristiano es uno solo (cf. Efe_4:5). Creen algunos que se alude, dentro del único bautismo cristiano, al rito de trina inmersión, que entonces estaría en uso; pero parece mucho más probable que se aluda a las diversas lustraciones o ritos de purificación corrientes en aquella época, entre otros el bautismo de Juan (cf. Hec_18:25). La catequesis primitiva necesitaba dar información de todo eso, a fin de aclarar ideas (cf. Hec_19:4). La imposición de manos debe ser alusión a la que se hacía después del bautismo para comunicar el Espíritu Santo, primeros vestigios del sacramento de la confirmación (cf. Hec_8:14-17; Hec_19:6). No hay motivos para suponer, tratándose de una catequesis elemental, que se aluda al rito de la ordenación (cf. Hec_6:6; 1Ti_4:14). Tampoco hay por qué suponer que se trate de una ceremonia para reconciliar a los pecadores arrepentidos, de cuya existencia en aquella época no consta. Por lo que toca a la resurrección de los muertos y juicio eterno, son temas ya conocidos, de que habla con frecuencia San Pablo (cf. Rom_2:16; 1Co_15:12-58; 1Te_4:14; 2Te_1:5-10).
La segunda idea (v.4-8) es más compleja. Parece que el autor, al mismo tiempo que indica la razón de por qué no vuelve a la ca-tequesis elemental, trata de poner en guardia a los destinatarios contra las desastrosas consecuencias de una eventual apostasía: el apóstata es como una tierra que, en lugar de producir los frutos esperados, no produce sino espinas y abrojos, próxima a la maldición o repudio definitivo. Que tengan, pues, cuidado.
Es clásica la dificultad que, apoyados en este pasaje, hacían montañistas y novacianos contra el poder de la Iglesia para perdonar toda clase de pecados. Se afirma, en efecto, que los una vez iluminados (???? ????? 3????? ) y que han gustado el don celestial (??? -???????? ??? ?????? ??? ?????????? ) y han sido hechos partícipes del Espíritu Santo (???????? ?????????? ????????? ????? ) y han gustado lo hermoso de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero (????? ??????????? ???? ???? ???????? ?? ????????? ?????? ), y luego han caído (??? ???????????? ), es imposible que sean renovados otra vez a penitencia (???????? . ????? ??? -????????? ??? ????????? ). Desde luego, está claro que ese han caído (v.6), en este contexto, alude concretamente al pecado de apostasía, no a cualquier clase de pecados. En este sentido, queda ya carente de base esa amplitud que daban al texto los herejes montañistas y novacianos, que incluían también otros pecados, como el homicidio y el adulterio. Pero, aun restringiéndonos al pecado de apostasía, ¿es que se niega la posibilidad de perdón? Nunca lo ha entendido así la Iglesia, que sabe haber recibido de Cristo potestad para perdonar cualquier clase de pecados, con tal que se den las condiciones necesarias de arrepentimiento (cf. Jua_20:23; Mat_16:19; Mat_18:18). La interpretación más probable, dado el contexto, es que se aluda a imposibilidad de renovación a penitencia a base de repetir la catequesis primera, que precedió al bautismo. En efecto, con los que ya una vez fueron iluminados y gustaron las dulzuras y beneficios de la nueva religión422, si se vuelven atrás y reniegan de Cristo, todo eso sería totalmente ineficaz para renovarles nuevamente a penitencia (??? ????????? ), es decir, para hacerles cambiar de modo de pensar, pues ya se les ha dado una vez y no les vale. Claro que eso no quiere decir que la imposibilidad de conversión sea absoluta, pues nada es capaz de atar las manos a la eficacia de la gracia divina (cf. Mat_19:26); se trata más bien de imposibilidad con respecto al apóstol o predicador que debe convertirles, pues no sabe de qué medios usar 423. E incluso con respecto a Dios, que teman esos tales, pues como la tierra, que debía producir frutos y sólo produce abrojos, es desechada por el agricultor y en peligro de ser definitivamente abandonada, así les puede pasar a ellos. Este sería un nuevo matiz que añade la comparación (v.y-8), y que no estaba claramente en la exposición directa (v.4-6).

Palabras de esperanza y de aliento,Mat_6:9-20.
9 Aunque hablamos de este modo, sin embargo, confiamos y esperamos de vosotros, carísimos, algo mejor y más conducente a la salvación.10 Que no es Dios injusto para que se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y perseverando en servirlos. 11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre hasta el fin la misma diligencia por el logro de la esperanza, 12 no emperezándoos, sino haciéndoos imitadores de los que por la fe y la paciencia han alcanzado la herencia de las promesas. 13 En efecto, cuando Dios hizo a Abraham la promesa, como no tenía ninguno mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: 14 Te bendeciré abundantemente, te multiplicaré grandemente. 15 Y así, perseverando en esperar, alcanzó la promesa.16 Porque los hombres suelen jurar por alguno mayor, y el juramento pone entre ellos fin a toda controversia y les sirve de garantía. 17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar solemnemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso el juramento, 18 a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos firme consuelo los que buscamos refugio, asiéndonos a la esperanza que se nos ofrece. 19 La cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma, y que penetra hasta detrás del velo, 20 adonde entró por nosotros como precursor Jesús, instituido Pontífice para siempre, según el orden de Melquisedec.

Evidentemente el autor trata de aminorar la impresión pesimista que pudieran haber producido las palabras precedentes. Dice que, no obstante haber hablado del modo que lo ha hecho, él espera de los carísimos destinatarios que no haya lugar para esas amenazas (v.9). El cambio de tono es manifiesto.
La razón de esa su confianza la pone en que Dios no es injusto, y, por tanto, es seguro que no olvidará las buenas obras que han hecho y siguen haciendo, asistiendo caritativamente a los cristianos necesitados (v.10). Lo que equivale a decir que Dios, como justo premio a las buenas obras que realizan, les prestará una protección especial para que no caigan. El término santos, con que son designados los cristianos, era corriente en la iglesia primitiva (cf. Hec_9:13; Rom_1:7; Rom_15:25; 2Co_1:1; 2Co_8:4). No se concreta quiénes eran esos cristianos a los que los destinatarios de la carta ayudaban y si pertenecían o no a su misma comunidad.
Con todo, que no olviden que hay que perseverar siendo diligentes hasta el fin, imitando a los que, mediante la fe y la paciencia (??? ??????? ??? ????? 3????? ), consiguen alcanzar los bienes prometidos (? . 11-12). Entre éstos hay que contar, de modo muy especial, al patriarca Abraham, modelo de fe perseverante y heroica (cf. v.15).
Notemos, sin embargo, que, al mencionar a Abraham (v.15), el autor no se contenta con proponerlo como modelo que hay que imitar (v.15), sino que insiste sobre todo en que la promesa hecha a él vale también para nosotros los cristianos, como fundamento de nuestra esperanza. Toma aquí el autor esa promesa en toda su amplitud mesiánica, igual que se hace en Rom_4:13-17 y Gal_3:7-29. Primeramente declara cuál fue esa promesa hecha por Dios con juramento (v.13-14; cf. Gen_22:16-17), aclarando que el juramento no podía ser sino por sí mismo, pues Dios, al contrario de lo que sucede entre los seres humanos (v.16), no tiene otro mayor por quien jurar (v.13). Hace también la reflexión de que el juramento, conforme admiten todos, es el medio moral de mayor garantía de verdad entre los hombres; una declaración jurada se considera incontrovertible, a causa de la santidad del ser superior que sale garante de ella (v.16). Esto supuesto, viene la aplicación: a fin de darnos absoluta certeza sobre lo que nos prometía, Dios, a su promesa ya de suyo inmutable, añadió el juramento, cosa también inmutable, con lo que, a base de dos cosas inmutables, tengamos firme consuelo nosotros, los que buscamos refugio contra las tempestades y peligros del mundo, asiéndonos a esa esperanza que se nos brinda (v. 17-18).
Mediante una bella imagen, la del ancora, se declara más la firmeza de esa nuestra esperanza (v. 19-20). Es el áncora, agarrada a la arena del fondo del mar, la que sujeta las naves para que permanezcan firmes en su sitio; igual es para nosotros, cristianos, la mencionada esperanza. La idea es la misma expresada ya en el v.18. Lo más sorprendente de esta imagen, que luego se hará muy corriente en la iconografía de las catacumbas, es que está empleada con bastante libertad: es un áncora tirada, no hacia abajo, sino hacia arriba, y que va a fijarse detrás del velo del santuario del cielo 424, donde está ejerciendo sus funciones de sacerdote Jesucristo, nuestro Pontífice para siempre, según el orden de Melquisedec. Con este unir la esperanza del cristiano, simbolizada en el áncora, a la dignidad sacerdotal de Cristo, el autor torna a la tesis enunciada en 5:9-10.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 6

2. CATECISMO DE PRINCIPIANTES Y PALABRAS PARA LOS INICIADOS (6/01-03).

1 Por lo tanto, dejando a un lado la doctrina rudimentaria sobre Cristo, vayamos hacia la perfección. Para ello no volveremos a tratar de los artículos fundamentales: arrepentimiento de las obras muertas y fe en Dios, 2 doctrina sobre abluciones, imposición de manos, resurrección de muertos y juicio final. 3 Y lo vamos a hacer, si Dios quiere.

El autor, mientras por una parte enumera en detalle los temas de que no tiene intención de tratar, designa la materia de su discurso con una sola palabra difícil de traducir: teleiotes, es decir, algo que tiene relación con la «perfección». En contraposición con las enseñanzas fundamentales del cristianismo, se trata de un conocimiento más avanzado de la verdad salvífica, tal como sólo la pueden comprender cristianos maduros. Sin embargo, los capítulos siguientes nos mostrarán todavía suficientemente lo que la carta entiende por una doctrina para «perfectos» o iniciados20.

Aquí debemos detenernos todavía un momento en las enseñanzas de los comienzos. No al acaso las enumeró tan detalladamente el autor. Es un conocido artificio retórico comenzar diciendo que no se tiene intención de hablar de cosas que se quieren inculcar especialmente a los oyentes. De hecho los fundamentos del cristianismo aquí mencionados constituyen la base de ulteriores especulaciones teológicas. Apartarse de las «obras muertas» (cf. 9,14), fe en Dios (11,6), y juicio final (9,27; 10,27.30; 12,23.25.29) son, por tanto, temas que el autor no pierde nunca de vista. Su distinción tiene, por tanto, un significado menos objetivo y sistemático que retórico y psicológico. No quiere tratar a los lectores como a principiantes, aunque así lo exigiría propiamente su estado de ánimo religioso y moral. El designar la carta como una enseñanza para perfectos o iniciados servirá de acicate para su legítima ambición cristiana. Si se mira la cosa objetivamente, lo que siempre importa es llevar adelante y profundizar las enseñanzas de los comienzos. Sería una ilusión pensar que el hombre deba comenzar por apartarse de las «obras muertas» y creer en Dios y luego (como en un segundo acto) aceptar el evangelio de Cristo. La carta sale al paso a este evidente error designando las doctrinas de los comienzos expresamente como «doctrina sobre Cristo».

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20. Una distinción análoga, en que se emplea casi la misma imagen, hace san Pablo en 1Co_3:1-3 (cf. también 2,6-7).

21 .De los temas del catecismo de principiantes resalta claramente que los lectores de la carta habían sido antes paganos. Los judíos no tenían necesidad de ser instruidos sobre la fe en Dios, la penitencia y d juicio.

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3. GUARDARSE DE LA APOSTASÍA IRREVOCABLE (6/04-08).

4 Realmente, a los que ya una vez fueron iluminados, gustaron el don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gustaron la buena palabra de Dios y los portentos del siglo futuro, 6 pero vinieron después a extraviarse, es imposible renovarlos otra ves llevándolos al arrepentimiento, ya que conscientemente están crucificando al Hijo de Dios y haciéndolo objeto de pública burla. 7 Porque una tierra empapada de lluvia frecuente y que produce una vegetación22 útil a los que la labran, participa de la bendición de Dios; 8 pero si produce espinas y abrojos23, es rechazada y expuesta a maldición, terminando por ser quemada.

Esta seria advertencia sólo se puede comprender debidamente si se tiene en cuenta su género literario. Es la palabra de un pastor de almas que quiere prevenir la apostasía que amenaza y para ello pinta sus terribles consecuencias. No se trata, por tanto, de la decisión de un canonista o moralista sobre la cuestión que vendría a ser aguda en el siglo II, de si cristianos que han apostatado pueden ser recibidos de nuevo en la comunión de la Iglesia caso que se arrepientan sinceramente de su pecado. En otras palabras: el autor no quiere declarar la imposibilidad de una penitencia segunda, sino exhortar a frenar a tiempo y a volver al buen camino. La enumeración de los bienes de gracia conferidos por el bautismo suena inefablemente como un estímulo. El que se dispone a renunciar a la fe y a abandonar la comunidad cristiana piense en las maravillosas experiencias pneumáticas de los primeros años. En tanto no se ha consumado la ruptura definitiva con Cristo, todavía existe la posibilidad de volver a suscitar tales experiencias.

En un cuadro rápido, pero de gran efecto, se presenta el contraste entre los buenos y los malos cristianos. Los primeros se asemejan al paraíso que rebosa gracias y bendiciones del cielo, se revelan como miembros útiles de la comunidad, y pueden esperar con seguridad la felicidad eterna Los otros se parecen a la tierra maldita después de la caída original: sólo proporcionan descontento y desilusión a sus semejantes, y al fin pesa sobre ellos la amenaza del fuego devorador24 de un juicio terrible.

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22.Cf. Gen_1:11.12.

23.Cf. Gen_3:17.18.

24.Cf. 2Pe_3:7.10.12 (destrucción del mundo presente por el fuego).

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4. ESPERANZA FUNDADA DE MEJORAMIENTO (6/09-12).

9 Sin embargo, aunque nos expresamos de esta manera, en vuestro caso, queridos hermanos, confiamos en que vuestra situación es mejor y cercana a la salvación. 10 Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado por su nombre, sirviendo antes a los santos25 y sirviéndoles aún. 11 Lo que deseamos es que cada uno despliegue el mismo esfuerzo hasta el final para realizar la esperanza: 12 que no seáis remisos, sino que imitéis a los que por la fe y la paciencia van heredando las promesas.

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25. Por «santos» no se entiende seguramente ya aquí, como en Rom_15:25-31, a los miembros de la comunidad primitiva de Jerusalén, sino a los cristianos necesitados en la comunidad (cf. 13,24). En esta última cita, dado que se mencionan juntamente con los dirigentes, ¿no significarán un estado especial en la Iglesia con una forma ascética de vida?

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Uno de los más señalados quehaceres del pastor de almas consiste en dar aliento a los que se hallan en peligro y vacilantes. Siguiendo el ejemplo de Cristo «no quebrará la caña cascada ni apagará la mecha humeante» (Mat_12:20). Hasta las más severas amonestaciones proceden de un amor que quiere buscar al que se ha extraviado y volverlo al redil. Repetidas veces se ha achacado al autor la propensión a una severidad excesiva, se ha dicho que era un rigorista que no conservaba ya inalterado el verdadero espíritu del Evangelio. Tales apreciaciones pueden justificarse si se consideran separadamente algunas de sus aserciones y se toman en cierto modo por dogmas. En cambio, si se tiene en cuenta su inmediata finalidad pastoral, se verá que difícilmente podía el autor expresarse de otra manera. A su hosco pesimismo tocante a la suerte de los que apostatan de la fe responde un optimismo todavía mayor por lo que hace a la salvación de los que -quizá con un último esfuerzo desesperado- se mantienen fieles a Cristo. ¿En qué se basa su confianza? La garantía más segura es la justicia de Dios»26, que no deja sin recompensa ninguna obra buena.

Aunque nosotros mismos queramos olvidar nuestro propio pasado y no queramos reconocer los sacrificios de que en otro tiempo fuimos capaces por amor del prójimo, todo ello está registrado en la memoria eterna de Dios. Es evidente que esta verdad no debe servir de pretexto para ulteriores descuidos y abandonos, como si el cristiano pudiera cruzarse de brazos invocando su diligencia de antaño. Lo que importa es volver a empalmar con un tiempo en el que todavía estaba vivo el amor, distintivo de la fe efectiva. Luego dirige el autor sus exhortaciones no a los cristianos particulares, sino a la entera comunidad. En ella se observan todavía, juntamente con lamentables casos de abandono, loables ejemplos de fervor y de amor pronto a servir. También esto hace esperar confiadamente al autor que no quede sin cumplimiento su deseo de que todos los fieles vuelvan de nuevo al camino de una vida cristiana ejemplar. Una cosa necesitan, sin embargo, todos los miembros de la comunidad: una paciencia apoyada en la fe, que aguarde sin vacilar la realización de la promesa.

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26. Aquí no se trata de la justicia de Dios en sentido paulino (Rom_50:17; Rom_3:21-31 y passim), justicia que justifica al pecador, sino la cualidad de un juez justo, que en su sentencia tiene en cuenta las buenas obras.

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5. ABRAHAM Y LA GARANTÍA DIVINA DE LA PROMESA (6/13-20).

13 Efectivamente, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no teniendo otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo 14 diciendo: «Te colmaré de bendiciones y te multiplicaré grandemente» (Gen_22:17). 15 Y así Abraham, a fuerza de paciencia, consiguió la promesa. 16 Los hombres suelen jurar por uno mayor, y este juramento les sirve de confirmación por encima de toda discusión. 17 En este sentido, queriendo Dios demostrar más plenamente a los herederos de la promesa lo irrevocable de su decisión, interpuso como garantía un juramento, 18 para que por estas dos cosas irrevocables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos poderoso aliento los que nos acogemos a él, para asirnos a la esperanza que se nos presenta. 19 Como a un ancla firme y segura de nuestra vida nos asimos a esta esperanza, que va penetrando hasta detrás de] velo, 20 donde, como precursor y representante nuestro, entró Jesús, constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

La exhortación va volviendo poco a poco al tema del sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec. Una vez más se hace patente, de manera inconfundible, que la carta no lleva adelante la especulación teológica por el mero gusto de especular o para satisfacer la curiosidad intelectual de los lectores. Todo conocimiento más profundo de Cristo y de su obra redentora sirve para confirmar en la fe y en la esperanza (del amor se hablará de nuevo en Hab_10:24). Lo que principalmente influyó en la flaqueza y en las muestras de abandono en la comunidad fue el hecho de no haberse cumplido todavía la promesa del retorno de Cristo. Los cristianos fatigados de aguardar deben tomar como ejemplo a Abraham. En la argumentación se entrecruzan dos pensamientos que reaparecerán todavía en el ulterior desarrollo de la carta: Dios confirmó con solemne juramento la promesa, por sí misma infalible; solo tras larga y paciente perseverancia vino a ser Abraham heredero de la promesa. La idea del juramento de Dios (la segunda cosa «irrevocable», v. 18) puede parecernos chocante y demasiado humana, aunque en la filosofía de la religión contemporánea de la carta a los Hebreo27 se le daba gran importancia. En el fondo se trata de una imagen, fácilmente comprensible, de lo inquebrantable y definitivo de una promesa de Dios. Como no tardaremos en verlo (Hab_7:20.21), también Jesús fue constituido sumo sacerdote por un juramento de Dios.

El motivo de la paciencia apoyada en la fe, de la esperanza en medio de circunstancias adversas, vuelve a aparecer en la tercera parte de la carta (Hab_10:36; Hab_11:13.39; Hab_12:1). Aquí importa al autor más el hecho de que nuestra esperanza cristiana de salvación ha echado ya sólidas raíces en el mundo celestial o, como se dice en el lenguaje cultual y náutico de la carta, «como a un ancla firme y segura de nuestra vida nos asimos a esta esperanza, que va penetrando hasta detrás del velo». Esto significa en concreto que Jesús, como nuestro precursor 28 y sumo sacerdote que es, ha alcanzado ya la meta hacia la que nos dirigimos todos nosotros. Los capítulos siguientes nos dirán cómo sucedió esto y de qué manera.

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27. Especialmente en Filón de Alejandría (hacia el 20 a.- 50 d.C). 28. «Precursor»: en el lenguaje cristiano actual sólo se llama así a Juan Bautista. En la carta a los Hebreos tiene el título un profundo sentido cristológico: Jesús nos precedió en su entrada en el mundo celestial y nos preparó el «camino que conduce al lugar santísimo» (Hab_9:8; cf. 10,19.20).



Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Aunque el autor ha acusado de inmadurez a sus lectores y ha insistido en que el alimento sólido es para los maduros (5:14), quiere alimentarlos con lo sólido de modo que puedan seguir adelante hasta la madurez (lit. ser llevados por el camino hacia la madurez). Necesitan la visión y la consagración que puede traer el alimento sólido. Cuando dice dejando las doctrinas elementales de Cristo, no quiere decir abandonando completamente las verdades básicas mencionadas. El progreso se hace sin poner de nuevo el fundamento de la enseñanza elemental, sino con la sobreedificación de esa construcción. Es interesante notar que las doctrinas elementales que se mencionan aquí no son distintivamente cristianas. Prácticamente, cada punto puede ser endosado por el judaísmo ortodoxo. Sin embargo, cada uno de ellos adquirió un nuevo significado a la luz de la enseñanza cristiana sobre Jesús como el Mesías de Israel. De modo que se da la impresión de que las creencias y prácticas judías eran usadas como fundamento para exponer la verdad cristiana. El alimento sólido de Heb. es un desarrollo de temas bíblicos como el arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, ... la resurrección de los muertos y del juicio eterno, a la luz de la enseñanza o doctrina sobre Jesús como Hijo de Dios y sumo sacerdote del nuevo pacto. La doctrina de bautismos (en plural) puede referirse a los lavamientos ceremoniales judíos (cf. 9:10) y su cumplimiento en Cristo. La imposición de manos era una práctica judía, asociada con la oración, que fue adaptada de varias maneras por los primeros cristianos (p. ej. Hech. 8:17; 9:17, 18; 13:3). Bajo la presión de la persecución, los convertidos del judaísmo deben haber sido tentados a abandonar cada vez más esos aspectos de la fe y práctica que eran distintivos del cristianismo y sentir que, sin embargo, no habían abandonado los principios básicos del arrepentimiento y la fe, las realidades mostradas por las abluciones religiosas y la imposición de manos, la expectativa de la resurrección y del juicio de la era venidera (F. F. Bruce).

4-6 La fuerte advertencia de estos versículos (que tiene un eco en 10:26-31; 12:15-17) es para aquellos que recayeron o cometieron apostasía (cf. 3:12), porque se han separado a sí mismos del único sacrificio por los pecados bajo el nuevo pacto que es la única esperanza de la vida eterna en Jesucristo. Los tales crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios rechazándole tan deliberadamente como quienes le ejecutaron y le exponen a vituperio, colocándose abiertamente en la posición de sus enemigos. Nada es imposible para Dios, pero no nos ofrece esperanza alguna de poder restaurar a aquellos que tomaron una dura posición decidida y continua en contra de Cristo. Como se ha notado en relación con 3:12, 13, aquellos que endurecen sus corazones contra Dios pueden alcanzar un punto en el que estén endurecidos más allá de toda posible recuperación. El autor no acusa a sus lectores de estar en esa posición, pero el destino de los apóstatas es algo que ni ellos ni nosotros debemos olvidar. En este contexto este pasaje surge como una advertencia sobre el punto al cual puede llevarnos la pereza.

Pero, ¿puede apostatar un cristiano genuino? Ciertamente Heb. sugiere que aquellos que se apartan pueden tener toda la apariencia de estar realmente convertidos. Fueron una vez iluminados, lo que indica una definida entrada de la luz del evangelio en sus vidas. Gustaron del don celestial, lo que puede significar que reciben a Cristo mismo y todas las bendiciones espirituales que él ofrece. Probar implica experimentar algo de una manera real y personal (no simplemente tomar un sorbo). Han llegado a ser participantes del Espíritu Santo, de modo que su rebelión incluye la ofensa al Espíritu de gracia (10:29). Finalmente, se nos dice que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero. Esto sugiere una experiencia decisiva de los beneficios del nuevo pacto. Sin embargo, aquellos que han disfrutado de esa relación con Dios no pueden presumir de ella, considerándose inmunes a la posibilidad de la apostasía. Promesas como las de Juan 10:28, 29 y Fil. 1:6 son una garantía de que Dios hará que sus hijos se mantengan fieles hasta el fin. Heb. tiene su propia forma de alentar a tener confianza en la capacidad de Dios para sostenernos en la fe. Pero todos necesitamos ser desafiados a hacer firme nuestra fe y llamamiento (2 Ped. 1:10), y este es el significado práctico y pastoral de los pasajes de advertencia en Heb.

Querríamos decir que aquellos que son realmente regenerados nunca caerán, pero lo genuino del nuevo nacimiento se prueba por la persistencia en la fe. El autor de Heb. tiene clara confianza en que ha ocurrido una verdadera obra de Dios en la congregación a la que se está dirigiendo (6:9; 10:39). Pero esto no excluye la posibilidad de que algunos de entre ellos sean rebeldes de corazón y, a menos que haya un cambio radical, comprobarán que han llegado a un punto de irremediable apostasía (P. E. Hughes). Es posible ser arrebatado por la experiencia espiritual de un grupo sin estar genuinamente convertido. A veces la gente muestra todas las señales de la conversión, pero se apartan de Cristo después de un tiempo y demuestran que nunca han sido realmente hijos de Dios. Más específicamente, el autor tiene en vista a aquellos que ven claramente dónde está la verdad, se conforman a ella por un tiempo y luego, por distintas razones, renuncian a ella. La continuidad es la prueba de la realidad. Aquellos que perseveran son los santos verdaderos y un pasaje como éste será usado por Dios para sostenerlos en la fe.

7, 8 Jesús usó la parábola de las cuatro clases de terreno para explicar las diferentes respuestas que la gente da al evangelio (Mar. 4:1-20 y paralelos). Heb. sólo se refiere a dos posibilidades. La buena tierra es la que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce la hierba para el provecho de aquellos que la cultivan. Esto se refiere a aquellos que perseveran en oír y obedecer la palabra de Dios. Por su gracia son espiritualmente fructíferos. La mala tierra es la que produce espinos y abrojos y que es desechada, está cercana a la maldición, y su fin es ser quemada. Esto describe el destino de aquellos que endurecen sus corazones en incredulidad y se alejan de Dios (cf. 10:26-31). El autor no indica un campo intermedio para los perezosos y los lentos. ¡Quiere que sus lectores estén seguros de pertenecer todos a la primera categoría!

9, 10 Ahora siguen palabras de aliento después de las directas advertencias de los vv. 4-8. El autor dice: estamos persuadidos de cosas mejores en el caso de aquellos amados. Más particularmente, está sugiriendo que, como grupo, corresponden a la categoría de la buena tierra del v. 7. Estos recibirán las bendiciones de Dios que conducen a la salvación. Su confianza está parcialmente basada en el recuerdo de su conducta pasada y presente, y parcialmente en la justicia de Dios. La obra y el amor que le han mostrado fueron literalmente por su nombre. Incluye ministrar y seguir ministrando a su pueblo (RVA, a los santos). Un notable ejemplo de esto se señala en 10:32-34. Cuando el autor dice que Dios no es injusto para olvidar vuestra obra, no está señalando sencillamente la retribución de los servicios prestados. Dios conoce la realidad de sus vidas espirituales y si ha motivado expresiones de un cristianismo genuino en el pasado, se puede confiar en que hará lo mismo en el futuro. El tema de la fidelidad de Dios se desarrolla más adelante en los vv. 13-20.

11, 12 El ardiente deseo del autor de que cada uno de sus amigos persevere como un cristiano surge otra vez. Su fidelidad a Cristo y su preocupación práctica los unos por los otros en tiempos de prueba fueron inspiradas por una esperanza que les compele (10:34). Ahora, cuando su mayor enemigo parece ser la pereza, necesitan mostrar la misma diligencia (lit. celo) para mantener viva la esperanza hasta el final. Una esperanza viva es la base para una efectiva vida cristiana en todo contexto. Aquellos que tienen esta motivación no serán abrumados por la pereza (gr. nothroi se usa aquí como en 5:11, pero sin calificativos). De hecho, llegarán a ser imitadores de los que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Ese lenguaje es un anticipo del argumento de 11:1-12:3.

13-15 La base de la esperanza cristiana no es un pensar ojalá" sobre el futuro, sino la solemne promesa de Dios. El fundamento de la acción salvadora de Dios en el mundo fue la promesa particular hecha a Abraham en Gén. 12:1-3 y repetida en varias etapas a los antepasados de Israel en diferentes formas (p. ej. Gén. 15:1-21; 26:2-4; 28:13-15; Exo. 3:6-10). Dios habría de multiplicar los descendientes de Abraham estableciéndolos en su propia tierra, y los bendeciría para que fueran de bendición para todas las naciones. En una ocasión particular Dios confirmó la veracidad de esta promesa con un juramento (cf. Gén. 22:16: He jurado por mí mismo, dice el Señor). Heb. hace notar que Abraham fue alentado por eso para esperar con paciencia lo que le estaba prometido. Dios comenzó a cumplir su promesa durante la vida de Abraham, pero la bendición definitiva llegó en la persona de Jesús el Mesías.

16-18 En los asuntos humanos el juramento para confirmación pone fin a todas las controversias. Dios, queriendo demostrar de modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, utilizó esta forma particular de hablar. Recurre a dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, o sea en su promesa y su juramento para dar el mayor aliento posible a su pueblo a poner su confianza en él. De acuerdo con lo que sigue es claro que los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante en Jesús somos los herederos definitivos de lo que él ha prometido a Abraham (cf. Gál. 3:26-29).

19, 20 Estos versículos deben ser leídos a la luz de 7:20-22, donde se argumenta que Dios confirmó el sumo sacerdocio del Mesías en el Sal. 110:4 con un juramento similar al que aparece en Gén. 22:16. Como Jesús es el sumo sacerdote prometido según el orden de Melquisedec, ha llegado a ser la garantía de las bendiciones del nuevo pacto (7:22). Aquellos que reposan en él pueden realmente entrar al santuario aun dentro del velo, donde él ha ido antes que nosotros y entró ... por nosotros. Jesús es lit. nuestro precursor que nos abrió el camino que hemos de seguir. El santuario interior del tabernáculo, y posteriormente del templo, representaba la presencia de Dios con su pueblo en la tierra (cf. Exo. 26:31-34; 1 Rey. 8:6-11). Heb. usa este lenguaje para referirse al santuario celestial, donde Dios está entronizado con toda su gloria. Podemos acercarnos a él con confianza ahora mismo porque Jesús, nuestro sumo sacerdote celestial, ha ofrecido el perfecto sacrificio y se ha sentado a la diestra de Dios (cf. 4:14-16; 10:19-22). Sin embargo, el cuadro de 6:19, 20 también aporta la idea de que nuestro destino es el de vivir para siempre en la santa y gloriosa presencia de Dios. Podemos ir lit. donde Jesús ha ido. De ese modo, el santuario celestial es otra forma de describir el mundo venidero (2:5), el reposo del sábado para el pueblo de Dios (4:9) y la patria mejor o ciudad (11:16; 12:22-24; 13:14), que ha sido la esperanza final del pueblo de Dios a lo largo de todas las edades. Esta esperada meta ha sido alcanzada y abierta para nosotros por nuestro Salvador. Jesús como nuestra esperanza ha entrado al santuario y permanece allí como ancla del alma, segura y firme.

De modo que el antídoto para la apatía espiritual y la apostasía es la renovación de la esperanza. Esta es la motivación para la fidelidad y el amor. La base de nuestra esperanza es la promesa de Dios, confirmada por un juramento. Como las promesas salvadoras de Dios ya han sido cumplidas para nosotros en la muerte y exaltación celestial del Señor Jesucristo, esto nos da todo el aliento necesario para creer que aquellos que confían en Jesús compartirán con él la prometida herencia eterna.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Una llamada a la madurez y a la perseverancia. El predicador interrumpe su discurso con una llamada de atención a la madurez de sus oyentes, en un tono más severo que conciliador. Les advierte de que la doctrina que les va a exponer sobre el sacerdocio de Jesús es para cristianos maduros, formados y comprometidos, no para perezosos; esta advertencia implica quizás que su vida cristiana deja mucho que desear en cuanto a la fuerza de su testimonio y compromiso, como si estuvieran todavía nutriéndose de leche y no de alimento sólido como les correspondería, pues ya no eran niños.
Esta madurez deberían haberla ya alcanzado a través de todo el proceso de iniciación cristiana que les llevó desde el arrepentimiento de los pecados al bautismo, al don del Espíritu por la imposición de las manos, a la fe en la resurrección de los muertos. Es decir, han recibido la iluminación bautismal, han gustado la presencia del Espíritu, han saboreado por experiencia personal la Palabra de Dios y su dinamismo.
Después de todo esto, ¿es posible aún la apostasía? No sabemos si ésta es la situación de los destinatarios de la carta, si algunos ya habían apostatado o si existía el riesgo de que lo hicieran. El predicador es muy duro con los posibles apóstatas. Es un pecado que no tiene perdón porque implica un rechazo al Señor; es como si lo estuvieran crucificando de nuevo, llega a decir el predicador como exhortación extrema ante un peligro extremo. Acentúa la seriedad de la advertencia con la comparación de una tierra que sólo da cardos y espinas y «es inútil y poco menos que maldita, y terminará quemada» (6,8). Él no espera eso de sus «queridos» Hebreos (6,9), a los que anima a perseverar hasta el final. Al contrario, confía en ellos. Les recuerda su compromiso cristiano de antes, sus buenas obras que Dios ciertamente no olvidará. Todo eso, sin embargo, no justifica la pereza y la pasividad presente, pues están pendientes las obras futuras y una herencia final que no está automáticamente asegurada, sino «para alcanzar lo que esperan» (11).
El apoyo fundamental de la esperanza cristiana es la promesa de Dios. Por eso les anima a seguir el ejemplo de perseverancia de Abrahán, a quien Dios hizo una promesa y un juramento, precursores ambos de la promesa y del juramento definitivos revelados en Jesucristo, a saber: la promesa de la herencia eterna, y para conseguir ésta, la esperanza de la mediación del sacerdocio de Cristo, garantizado por el juramento de Dios (cfr. Sal_110:4). El predicador termina su exhortación con una bella comparación marinera. Antiguamente había anclas que no se descolgaban para fondear, sino que se agarraban con ganchos a alguna cavidad de la costa: «penetraban» en tierra, unían la nave a la tierra firme. Así es nuestra esperanza que «penetra» en la morada de Dios y tiene allí su agarradero en la mediación de Cristo «nombrado sumo sacerdote perpetuo según el orden de Melquisedec» (Sal_6:20).

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *He 9:29

[.] En pocas palabras (vv. 1-3) este párrafo nos recuerda las bases de la enseñanza cristiana en ese tiempo: Doctrina referente a los bautismos. Tal vez era una exposición de los diferentes caminos que se le ofrecían al hombre que andaba en busca de una religión. Había bautismos judíos, el bautismo de Juan y también el bautismo cristiano. Pero, a lo mejor, era también una instrucción sobre el bautismo y el don del Espíritu. Para nosotros ordinariamente las cosas son claras, ya que hay un bautismo y luego, en la confirmación, recibimos de un modo más especial los dones del Espíritu. Pero en esa época las cosas no eran tan evidentes y se hablaba fácilmente de varios bautismos, del bautismo de agua, del bautismo del Espíritu. La imposición de las manos. Era el nombre primitivo de la confirmación. Estas primeras lecciones ponen de relieve el carácter dramático de la vida humana no hay más que dos caminos opuestos que acabarán en el juicio. Si alguien no se decide por el camino que lleva a Cristo, pierde su vida. A los que ya fueron iluminados (4). En la Iglesia primitiva el bautismo recibía a menudo el nombre de . No sólo porque los catecúmenos habían sido instruidos en la fe, sino también porque esa fe acogida había renovado su percepción del mundo e incluso su personalidad. Por otra parte, el Señor concede a menudo una experiencia tangible de su presencia al que se bautiza después de haber entrado en un verdadero camino de conversión. Esta experiencia, que será evocada a través de figuras grandiosas en 12, 18-24, se puede dar también en los retiros espirituales. Que probaron el don sobrenatural. A propósito de este término, recordemos que hasta estos últimos siglos, todo el mundo creía que la tierra era el centro del universo. Para nuestros antepasados, el cielo formaba como una bóveda por encima de la tierra, y más allá de esa bóveda se encontraba el mundo celestial en que Dios residía. De este modo las cosas supracelestes eran también sobrenaturales, en el sentido actual de esta palabra, es decir, divinas. Nuestra traducción dice cuando en la carta se dice (3,1; 8,5; 9,23; 11,16), porque se trata de realidades divinas cuya experiencia ya vivimos en la tierra. Un ancla que se fijó más allá de la cortina (19). En el Templo de Jerusalén, únicamente el sumo sacerdote entraba en el o lugar santísimo, separado de la sala anterior por una cortina. Es la imagen del cielo, del auténtico , donde únicamente Jesús ha entrado. Pero mientras estamos al otro lado, nuestra esperanza está ya en el cielo; este ardiente deseo no es ilusión humana, sino que viene de Dios quien no nos puede engañar. Llegaremos pues con toda seguridad allá donde hemos puesto nuestra esperanza.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VI.

1 Hee exhorteth not to fall backe from the faith, 11 But to bee stedfast, 12 diligent, and patient to waite vpon God, 13 because God is most sure in his promise.
1 Therefore leauing the [ Or, the word of the beginning of Christ.] principles of the doctrine of Christ, let vs goe on vnto perfection, not laying againe the foundation of repentance from dead workes, and of faith towards God,
2 Of the doctrine of Baptismes, and of laying on of hands, and of resurrection of the dead, and of eternall iudgement.
3 And this will we doe, if God permit.
4 For it is impossible for those who were once inlightned, and haue tasted of the heauenly gift, and were made partakers of the holy Ghost,

[Gods promise.]

5 And haue tasted the good word of God, and the powers of the world to come;
6 If they shall fall away, to renue them againe vnto repentance: seeing they crucifie to themselues the Sonne of God afresh, and put him to an open shame.
7 For the earth which drinketh in the raine that commeth oft vpon it, and bringeth forth herbes meet for them [ Or, for.] by whome it is dressed, receiueth blessing from God.
8 But that which beareth thornes and briers, is reiected, and is nigh vnto cursing, whose end is to be burned.
9 But beloued, wee are perswaded better things of you, and things that accompany saluation, though we thus speake.
10 For God is not vnrighteous, to forget your worke and labour of loue, which yee haue shewed toward his Name, in that yee haue ministred to the Saints, and doe minister.
11 And wee desire, that euery one of you doe shewe the same diligence, to the full assurance of hope vnto the ende:
12 That yee be not slothfull, but followers of them, who through faith and patience inherite the promises.
13 For when God made promise to Abraham, because hee could sweare by no greater, he sware by himselfe,
14 Saying, Surely, blessing I will blesse thee, and multiplying I wil multiply thee.
15 And so after he had patiently indured, he obtained the promise.
16 For men verily sweare by the greater, and an oath for confirmation is to them an end of all strife.
17 Wherein God willing more abundantly to shewe vnto the heyres of promise the immutabilitie of his counsell, [ Greek: interposed himselfe by an oath.] confirmed it by an oath:
18 That by two immutable things, in which it was impossible for God to lye, wee might haue a strong consolation, who haue fled for refuge to lay hold vpon the hope set before vs.
19 Which hope we haue as an anker of the soule both sure and stedfast, and which entreth into that within the vaile,
20 Whither the forerunner is for vs entrrd; euen Iesus, made an high Priest for euer after the order of Melchisedec.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-2. Aquí se enumeran los temas más relevantes v de la catequesis bautismal en la iglesia primitiva. La «instrucción sobre los bautismos» se refería a las características que distinguían el bautismo cristiano de las purificaciones rituales practicadas por los judíos, incluido el bautismo de Juan ( Hec_18:25; Hec_19:1-5). La «imposición de las manos», probablemente, formaba parte del rito bautismal y tenía por finalidad hacer visible la índole particular del bautismo cristiano, que confiere el Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ver nota 1Ti_4:14.

4-6. Aquí se trata, lo mismo que en 102Cr_26:31, del pecador que voluntariamente abandona la fe y rechaza la gracia de Dios. El estado de obstinación en que este se encuentra hace prácticamente imposible una nueva conversión, y atrae sobre él, de manera inevitable, eI justo Juicio de Dios. «iluminados»: esta expresión tiene su origen en el hecho de que en la iglesia primitiva, el bautismo solía designarse con eI nombre de «iluminación». Ver 10.32; Efe_5:8-14.

8. Gn. 3. 17-l8.

9. «La condición mejor» es la de los cristianos que han conservado fielmente los dones recibidos, y se contrapone a la descrita en los vs. 4-6. La parábola de los vs. 7-8 ilustra estas dos situaciones opuestas y señala el termino de las mismas: el Juicio de Dios y la bendición divina.

13-14. Gn. Z2. 1 6- 1 7.

19. Lev_16:2.

20. Sal_110:4.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Heb_9:14; Mat_3:2+; Rom_1:16+

NOTAS

6:1 Las obras hechas sin fe y sin vida divina son muertas porque se deben al pecado, Rom 1:18 - 3:20, que lleva a la muerte, Rom_5:12; Rom_5:21; Rom_6:23; Rom_7:5+; 1Co_15:56; Efe_2:1; Col_2:13; ver Stg_1:15; Jua_5:24; 1Jn_3:14.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Heb_9:14; Mat_3:2+; Rom_1:16+

NOTAS

6:1 Las obras hechas sin fe y sin vida divina son muertas porque se deben al pecado, Rom 1:18 - 3:20, que lleva a la muerte, Rom_5:12; Rom_5:21; Rom_6:23; Rom_7:5+; 1Co_15:56; Efe_2:1; Col_2:13; ver Stg_1:15; Jua_5:24; 1Jn_3:14.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Estos seis puntos de la doctrina elemental son de sumo interés, pues nos revelan el principal contenido de la primitiva catequesis apostólica. En tres grupos binarios se distribuyen. Los dos primeros, dogmático-morales, son la PENITENCIA de los pecados y la FE EN DIOS: los mismos que comprendía ya la primera predicación del Salvador y aun la del Bautista: «Haced penitencia y creed en el Evangelio» (Mar_1:15). Los dos siguientes, rituales, son el bautismo y LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS, propia de la confirmación. Se habla en plural, DE LAS ABLUCIONES, porque se alude a su rito de trina inmersión. Los dos últimos son escatológicos: la RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS y el juicio universal, llamado ETERNO por su sentencia definitiva.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Rom 8:12-13; Gál 5:19-21; Efe 5:11.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Col 1:28;b Heb 9:14

Jünemann (1992)


1 a. Prescindiendo por ahora, de los rudimentos y verdades fundamentales de la penitencia de obras de muerte y fe, etc. (pues esto haremos, si Dios lo permite) subamos a la perfección; a lo más alto.


Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 6.13-14 Gn 22.16-17.

[2] 6.19 Detrás del velo: en el Lugar Santísimo de la Tienda del Encuentro (Lv 16.2).

[3] 6.20 Sal 110.4.

Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

En la base de la doctrina cristiana está la penitencia y la fe en Dios. Las obras muertas son los pecados, que causan la muerte del alma.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*5:11-6:12 El discurso sobre el sacerdocio de Cristo se interrumpe aquí para introducir diversos temas de exhortación.

Torres Amat (1825)



[2] El de Jesucristo y el de Juan Bautista.

[14] Gen 22, 16.

[20] Para ofrecer a Dios por nosotros los méritos de su pasión y muerte.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

En griego acciones muertas.