Ver contexto
Pues los hombres juran por uno superior y entre ellos el juramento es la garantía que pone fin a todo litigio. (Hebreos 6, 16) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



30 6,1. por eso... tendamos a la perfección, no poniendo de nuevo el fundamento: Puesto que el autor acaba de declarar que los destinatarios de sus palabras están necesitados de instrucción en los rudimentos de la doctrina (5,12), resulta extraño que ahora no sólo proponga pasar éstos por alto y dar enseñanza para los maduros, sino que su propuesta empiece con la conjunción «por eso». H. Kosmala resuelve la dificultad con la hipótesis de que 5,1 Ib-14 es una adición pos(-)terior que, por su brusquedad de tono y su cons(-)trucción trabada sin excesivo rigor, no encaja con el contexto ni con el estilo del autor (Hebraer-Essener-Christen [SPB 1, Leiden 1959] 17-21). Esta solución extrema no cuenta con el apoyo de ningún ms. De las diversas explicacio(-)nes dadas del paradójico método del autor, la mejor parece ser que éste considera el estímulo ofrecido por la difícil doctrina (5,11) como lo único que permitirá a los destinatarios salir de su letargo espiritual. «La originalidad de Hebre(-)os consiste en hacer hincapié en el progreso in(-)telectual como condición de la perfección mo(-)ral» (Spicq, Hébreux 2.146). En este momento menciona seis enseñanzas elementales: el arre(-)pentimiento de las obras muertas, la fe en Dios, la enseñanza acerca de las abluciones rituales («bautismos»), la imposición de manos, la resu(-)rrección de los muertos y el juicio eterno. La lis(-)ta probablemente procede de un catecismo tra(-)dicional y no pretende ser exhaustiva.
31 Kosmala sostiene que en dicho cate(-)cismo no hay nada específicamente cristiano. «Cristo» en el v. 1 no significa Jesús, sino sim(-)plemente «el Mesías», y las seis enseñanzas son únicamente las aceptadas por un grupo que espera la venida del Mesías. Un examen más detenido de estos puntos indica, a su pa(-)recer, que el grupo en cuestión era la secta de Qumrán, y que los destinatarios de la epístola, potenciales conversos al cristianismo, ya creían en esas enseñanzas (Hebraer [--> 30 supra] 31-38). Sin embargo, resulta dudoso que un cate(-)cismo no cristiano, o parte de él, fuera señala(-)do por el autor de Heb como el fundamento de la vida cristiana, aun cuando la fe en los con(-)tenidos de dicho catecismo se pudiera presuponer en quienes se pasaban al cristianismo desde el grupo que lo seguía. En cualquier ca(-)so, si es correcta la exégesis dada mira de la «instrucción sobre los bautismos», resulta im(-)posible considerar esas enseñanzas simple(-)mente como un fundamento de la fe cristiana derivado de una secta judía, el arrepentimiento de las obras muertas y la fe en Dios: El arre(-)pentimiento y la fe son, respectivamente, la cara negativa y la positiva de la primera respuesta de la humanidad a la palabra de Dios. (Para un emparejamiento parecido de estos elementos correlativos, véase Mc 1,15.) «Obras muertas» no se refiere a las obras exi(-)gidas por la ley mosaica, sino a los pecados que llevan a la muerte espiritual y de los cua(-)les la conciencia necesita limpiarse (cf. 9,14). Una expresión parecida se encuentra en 4 Esd 7,49 [119], «obras que provocan la muerte».
2. instrucción sobre los bautismos: La palabra gr. traducida por «bautismos» no es baptisma (probablemente de cuño cristiano y aplicada a menudo en el NT al bautismo cristiano y al de JBau), sino baptismos, que en los otros dos ca(-)sos en que aparece dentro del NT (9,10; Mc 7,4) denota las abluciones rituales judías (Jo(-)sefo la utiliza en referencia al bautismo de Juan; véase Ant, 18.5.2 § 117). Ese hecho, así como el uso de la palabra en pl., demuestra que, en este caso, con ella no significa sim(-)plemente el sacramento cristiano. En cuanto rito con agua, dicho sacramento se podría de(-)nominar así; de ahí que la razón por la cual la instrucción sobre abluciones rituales formaba parte de la catequesis cristiana parezca estri(-)bar en la necesidad de instruir a los conversos acerca de la diferencia existente entre las ablu(-)ciones judías (entre ellas el bautismo de pro(-)sélitos, el bautismo de Juan y las purificacio(-)nes de Qumrán realizadas con agua; cf. 1QS
3,4-9) y el sacramento cristiano (cf. A. Oepke, «Baptismos», TDNT 1.545; R. Scímackenburg, Baptism in the Thought of St. Paul [Nueva York 1964] 8-9). O. Michel comenta que «puesto que el plural resulta inusitado en el lenguaje de la Iglesia, se debe entender como polémi(-)co» (Hebraer 239). 32 En P46 y B se lee «instrucción» en ac. (didachén), lectura aceptada por G. Zuntz (The Text of the Epistles [Londres 1953] 93) y otros especialistas. Dicha lectura podría hacer pen(-)sar que «instrucción» es una aposición a «fun(-)damento», como piensa Montefiore (Hebrews 105; también Bruce, Hebrews 110 [«probable(-)mente en aposición»]). Si el fundamento es simplemente el arrepentimiento y la fe en Dios, el contenido del «fundamento» y el de la «instrucción» son muy diferentes, hecho que desaconseja pensar que los dos sustantivos es(-)tén en aposición. Conviene optar, bien por se(-)guir la lectura en gen. (didachés), «de la ins(-)trucción», y considerar ésta como parte del fundamento, bien por tomar la «instrucción» como diferente del fundamento en su conteni(-)do, aunque semejante a él en la medida en que una y otro atañen a los rudimentos de la vida cristiana.
33 la imposición de las manos: Este rito se menciona en Hch 8,17; 19,6 (en conexión con la venida del Espíritu Santo) y en Hch 6,6; 13,3; 1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim 1,6 (en conexión con la concesión de algún ministerio o misión dentro de la Iglesia). A lo que presumiblemen(-)te se alude en este caso es al rito conectado con la donación del Espíritu. (Para un análisis de la relación existente entre este rito y la ve(-)nida del Espíritu Santo, véanse J. Oulton, ExpTim 66 [1955] 236-40; D. Daube, The New Tes(-)tament and Rabbinic Judaism [Londres 1956] 224-46.) la resurrección de los muertos y el jui(-)cio eterno: El último par de verdades básicas atañe al término escatológico de la vida cris(-)tiana. El juicio es «eterno» porque es definiti(-)vo (cf. Mt 25,46). 3. y esto vamos a hacer, si lo permitiere Dios: Evidentemente, el autor no quiere decir que vaya a «poner el fundamento de nuevo», cosa que ya ha dicho que no iba a hacer (v. 1), sino que en este momento va a pa(-)sar a la doctrina adecuada para los maduros. No está dando a entender que vaya a ocuparse de los rudimentos más tarde; los versículos que siguen excluyen tal posibilidad. 4-6. Estos versículos han causado muchas dificultades, pues tratan de la imposibilidad del arrepenti(-)miento tras la apostasía. Numerosos son los intentos que se han realizado para evitar su significado aparente: bien que, por lo que res(-)pecta a la experiencia humana, a los apóstatas no les cabe la posibilidad de arrepentimiento, aunque nada se dice de lo que pueda ocurrir si reciben una gracia extraordinaria (cf. Bruce, Hebrews 118); bien que «están normalmente mal dispuestos para la penitencia» (B. Poschmann, Penance and the Anointing of the Sick [Nueva York 1964] 13). «Tales interpretacio(-)nes van contra el sentido llano del griego y contra el tenor entero de la argumentación del autor» (Montefiore, Hebrews 109). Kuss pien(-)sa que conviene juzgar esa afirmación absolu(-)ta a la luz de la inquietud pastoral del autor: éste habla de manera exagerada para disponer firmemente a sus lectores contra la apostasía (Hebraer 199-201); de manera parecida C. Carlston (JBL 78 [1959] 296-302).
34 4. porque es imposibe que cuantos fue(-)ron una vez iluminados, gustaron el don celes(-)tial y fueron hechos partícipes del Espíritu San(-)to: Los ptes. de los w. 4-5 son todos aor., y hapax, «una vez», probablemente los modifica a todos, no simplemente al primero. Se discu(-)te si hay en este texto referencias sacramenta(-)les directas o si estas cuatro experiencias del cristiano aluden simplemente a su llegada a la fe. La designación del bautismo como «ilumi(-)nación» y del bautizado como «iluminado» data al menos de la época de Justino Mártir (.Apol. 1,61.12; 65.1) yes posible que «ilumina(-)dos» haga referencia en este caso a la recep(-)ción de ese sacramento (cf. Bornkamm, Studien [--> 19 supra] 190; Kasemann, Wandering [--> 8 supra] 187-88). En apoyo de esta opinión, cf. Ef 5,14, que probablemente es un fragmen(-)to de un himno bautismal (o «dicho cultual»; así H. Schlier, Der Brief an die Epheser [Düsseldorf 1958] [trad. esp.: La carta a los Efesios (Salamanca 1991)]; cf. el análisis de J. Gnilka, Der Epheserbrief [HTKNT 10/2; Friburgo de Brisgovia 1971] 259-63). Sin embargo, la ilu(-)minación de la que se habla en este pasaje puede significar simplemente la iluminación procedente de la fe en Cristo (2 Cor 4,6). En 1QH 4,5, la alianza es una luz con la cual Dios ilumina el rostro de su discípulo, y Filón dice que el mandamiento divino ilumina el alma (De fuga et inv. 139). Tampoco se debe pasar por alto la posible influencia de Sal 34,6, don(-)de los LXX (Sal 33,6) leen «Venid a él y que(-)daréis iluminados». También hace pensar en tal influencia el hecho de que el autor de Heb pase a hablar de quienes «gustaron el don ce(-)lestial», dado que el v. 9 de ese salmo habla de gustar lo bueno que es el Señor. En cualquier caso, la índole de acontecimiento único de ese gustar hace poco probable que gustar el don celestial signifique recibir la eucaristía, aun(-)que la expresión se ha interpretado así (Héring, Hebrews 46; J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der griechischen Váter [Friburgo de Brisgovia 1961] 2.156-57). «Gustar» es una metáfora corriente en el sentido de «experi(-)mentar», y es probable que la frase signifique únicamente que los cristianos han experimen(-)tado el poder de la salvación traída por Jesús (cf. Rom 5,15; 2 Cor 9,15). Este don es califi(-)cado de celestial porque se trata de una reali(-)dad escatológica poseída de manera anticipa(-)da por el creyente. «Partícipes del Espíritu Santo» denota a quienes poseen el Espíritu co(-)mo garantía de la plena posesión de las bendi(-)ciones escatológicas en el futuro (cf. 2 Cor 1, 22; Ef 1,14, donde el Espíritu es llamado arrabón, «prenda», «arras»), 35 5. y gustaron la hermosa palabra de Dios y las maravillas del poder del mundo veni(-)dero: La predicación del evangelio iba acom(-)pañada por manifestaciones de la presencia del Espíritu (cf. 2,3-4; 1 Cor 2,4). Esta activi(-)dad del Espíritu se ve como indicación de la presencia ya ahora del «mundo venidero». Es(-)ta denominación del futuro escatológico se contrapone a «este mundo» tanto en el judaísmo apocalíptico como en el rabínico (véase Bonsirven, Judai'sme [--> 7 supra] 1.312). En el judaísmo tardío, el «gustar las maravillas del poder del mundo venidero» se atribuía a Abra(-)hán, Isaac y Jacob (Str-B 3.690), pero existe una profunda diferencia entre las dos con(-)cepciones. Lo que el judaísmo creía que era privilegio de unos pocos escogidos es una ex(-)periencia cristiana común; pero aún más im(-)portante es que el mundo venidero, absoluta(-)mente futuro en el pensamiento judío, es una realidad presente para el cristiano, aunque to(-)davía no realizada en su plenitud. 6. en cuan(-)to es de su parte, crucifican de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia: Vivida descripción de la maldad de la apostasía, que se concibe como una crucifixión y burla del Hijo de Dios. El rechazo de la fe cristiana por parte de los apóstatas significa que «echan a Jesús de su vida... está muerto para ellos» (Moffatt, Hebrews 80). 7-8. La dura adverten(-)cia termina con una comparación entre dos ti(-)pos de tierra. Ambas reciben la lluvia enviada por Dios, pero una da fruto y es bendecida; la otra produce espinas, está a un paso de ser maldecida y finalmente es quemada. La apli(-)cación al cristiano fiel y al apóstata, respectivamente, es evidente.
36 9. queridos... estamos persuadidos de cosas mejores respecto a vosotros: Con este ver(-)sículo se suaviza el tono de la exhortación. Por primera y única vez en Heb, los destinatarios de la epístola son llamados «queridos». Sin embargo, resulta difícil admitir que el autor no crea que entre sus lectores hay apóstatas siquiera potenciales (así Bruce, Hebrews 126); la finalidad de su escrito es conjurar un peligro muy real. Este nuevo enfoque parece estar dic(-)tado por la convicción de que su objetivo tal vez se alcance mejor con suavidad y, lo que es más importante, por el hecho de que, pese a la fe tibia de los destinatarios de sus palabras, existe un signo que permite esperar que la ca(-)lamidad de su apostasía no llegue a producir(-)se. Dicho signo es la caridad que observan con los demás cristianos y de la que habla el v. 10.
10. no olvidará vuestra labor ni el amor que ha(-)béis mostrado por su nombre mediante vuestro servicio: Los servicios que han prestado en el pasado se mencionan en 10,33b-34a. Dichos servicios son fundamentalmente una manifes(-)tación de amor a Dios. En este texto y en 13,24 el autor se refiere a quienes creen en Cristo utilizando el término que se les aplicaba co(-)rrientemente en el cristianismo primitivo: «los santos». 11 .el mismo celo en orden a la perse(-)verancia: Su celo por las obras de caridad de(-)be ser igualado por su celo en perseverar en su vocación cristiana, perseverancia que se ha de fundar en la esperanza. 12. El autor inicia un tema que desarrollará en el cap. 11. Sus lecto(-)res deben imitar la fe confiada de los santos del AT, «que heredan las bendiciones prometi(-)das». No parece que se haga referencia a personas distintas de las mencionadas en el cap. 11, aunque Montefiore piensa que el autor «señala el ejemplo de contemporáneos» (He(-)brews 112). Cabe presumir que esta exégesis se base en el hecho de que en el texto se usa el ptc. pres. de «heredar». Sin embargo, puesto que el gr. epangelia puede significar la pro(-)mesa como tal o la cosa prometida (véase J. Schniewindy G. Friedrich, «Epangelia», TDNT 2.582 n. 59), el autor parece estar diciendo que los santos del AT, que no recibieron las bendi(-)ciones prometidas durante su vida (11,13), es(-)tán ahora en posesión de ellas (véase el co(-)mentario a 11,40). El hecho de que pase a hablar del caso de Abrahán confirma la opi(-)nión de que no se refiere a contemporáneos de los destinatarios de la epístola, sino a aquellos de los que hablará en el cap. 11.
37 13. juró por sí mismo: cf. Filón, Leg. alleg. 3.72. La base firme para la esperanza es la promesa de Dios, ratificada por su jura(-)mento; así se afirma en el caso de Abrahán. El episodio de la historia patriarcal al que esto hace referencia es Gn 22,16-18, continuación del relato de la obediencia de Abrahán, dis(-)puesto a sacrificar a Isaac. Dios ratificó en(-)tonces con juramento su promesa de que ten(-)dría numerosos descendientes que heredarían las ciudades de sus enemigos y serían fuente de bendición para todas las naciones de la tierra. 15. alcanzó las bendiciones prometidas: Pa(-)ra algunos comentaristas, con esto se alude al cumplimiento parcial de la promesa en vida de Abrahán (Montefiore, Hebrews 114); pero el cumplimiento al que probablemente se refiere el autor es aquel al que ha aludido en el v. 12: las presentes bendiciones escatológicas disfru(-)tadas por los patriarcas del AT, a las cuales estaban subordinadas las promesas de bendi(-)ción en este mundo. 17. La razón del jura(-)mento que ratificó la promesa era «hacer la se(-)guridad doblemente segura» (cf. Filón, De Abr. 46). El interés del autor no parece centrarse directamente en el juramento hecho a Abra(-)hán, sino en aquello que dicho juramento le recuerda, a saber, el juramento por el cual Je(-)sús fue constituido sumo sacerdote eterno a la manera de Melquisedec. La importancia de es(-)te juramento se pone de relieve en el cap. 7, y la base de la esperanza a la que el autor ex(-)horta a sus lectores la constituye el sacerdocio que dicho juramento confirma, y no tanto las promesas hechas a Abrahán. El tema del sa(-)cerdocio de Jesús se había dejado a un lado para que el autor pudiera hacer su advertencia acerca de la apostasía; ahora va a volver sobre él. 18. mediante dos cosas inmutables: La pro(-)mesa de Dios y su juramento, los que hemos huido para asimos a la esperanza propuesta: Los beneficiarios de la promesa son cristianos («buscamos»). Nada se dice sobre la huida, salvo que su fin es la esperanza. No parece que se pretenda hacer referencia a la ciudad que están buscando (13,14), concebida como una ciudad de refugio (así Montefiore, Hebrews 116) . 19. El autor utiliza en este punto una metáfora heterogénea para describir la espe(-)ranza cristiana: es un ancla y se extiende hasta el santuario interior. Al hablar del santuario, el autor alude a lo que más tarde desarrollará co(-)mo elemento central de su teología del sacer(-)docio de Cristo: el tabernáculo mosaico como réplica terrena del santuario celestial, y el San(-)to de los santos, al otro lado del velo que lo se(-)para del Santo (Éx 26,31-33), como el equiva(-)lente terreno de la morada celestial de Dios. En ese lugar sagrado, «el mismo cielo» (9,24), entró Jesús nuestro sumo sacerdote; allí dio cima a su sacrificio expiatorio. La esperanza cristiana estriba en lo que Jesús hizo en el or(-)den eterno mediante su sacrificio. No sólo en(-)tró en el santuario celestial, sino que lo hizo como «precursor» (v. 20) de sus hermanos, hermanos destinados a reunirse allí con él.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Plan que el autor piensa seguir, 6:1-8.
1 Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo, tendamos a lo perfecto, no echando de nuevo los fundamentos de la penitencia de las obras muertas y de la fe en Dios, 2 la doctrina sobre los bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3 I.,o que toca a la perfección, eso es lo que me propongo exponer con la ayuda de Dios. 4 Porque quienes, una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gustaron lo hermoso de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero, 6 y (sin embargo) cayeron, es imposible que sean renovados otra vez a penitencia, crucificando para sí mismos al Hijo de Dios y poniéndole en ludibrio. 7 Porque la tierra, que absorbe la lluvia caída a menudo sobre ella y produce frutos de bendición para el que la cultiva, recibirá las bendiciones de Dios; 8 pero la que produce espinas y abrojos es reprobada y está próxima a ser maldita, y su fin será el fuego.

No obstante la falta de preparación en los destinatarios para temas elevados (cf. 5:11-14), el autor sigue con su propósito de tratar el tema del sacerdocio de Cristo, sin intentar volver a las explicaciones elementales propias de la primera catequesis (v.1-3); pues repetir una tal instrucción con quienes llevan ya mucho tiempo de convertidos y han gustado las experiencias cristianas, sería totalmente ineficaz (v.4-8).
Son, pues, dos las ideas fundamentales. Primeramente (v.1-3), la del tema que el autor piensa tratar: no serán las doctrinas elementales sobre Cristo (v.1), es a saber, penitencia de obras muertas y fe en Dios, bautismos e imposición de manos, resurrección de muertos y juicio eterno (v.2); sino que, dejado todo eso de lado, se elevará a lo perfecto (??? ??? ?????????? ?????? -9? ), es a saber, a una instrucción doctrinal superior, propia de los perfectos o espiri-tualmente adultos (v.1; cf. 5:14). Cierto que los destinatarios, debido a su indolencia, son todavía imperfectos y como niños (cf. 5, 11-13), pero son ya cristianos de antiguo (cf. 5:12), y, por lo tanto, deben tratar de asimilar el alimento propio de los adultos. Tal parece ser el sentido que debe darse a ese por lo cual (??? ) del v.1, estableciendo la ilación de la presente historia con la anterior.
Es muy interesante, desde el punto de vista histórico, esa relación o catálogo de verdades de las que dice el autor que no piensa tratar (v.2), pues indirectamente se nos da a conocer cuál era el principal contenido de la catequesis apostólica. De los seis puntos enumerados, los dos primeros (penitencia-fe) son de carácter dogmático moral; los dos siguientes (bautismos-imposición de manos), de carácter ritual o sacramental; los dos últimos (resurrección-juicio), de carácter escatológico. Parece que las obras [muertas (??? ?????? ????? ), expresión que se vuelve a usar poco más adelante (cf. 9:14), son las obras desprovistas de vida sobrenatural, particularmente los pecados. Hacer penitencia (???????? ) de esas obras muertas significa cambio de modo de pensar respecto a ellas, considerándolas como son en sí, con todas sus terribles consecuencias (cf. Rom 1:18-3:20; 7:5; Efe_2:1). Unido a esa penitencia o aspecto negativo ha de ir el lado positivo, es decir, la fe en Dios, fundamento y raíz de la justificación o nueva vida (cf. 11:6; Rom_1:16-17). En cuanto al segundo binario (bautismos-imposición de manos), llama la atención el plural bautismos (v.2), pues sabemos que el bautismo cristiano es uno solo (cf. Efe_4:5). Creen algunos que se alude, dentro del único bautismo cristiano, al rito de trina inmersión, que entonces estaría en uso; pero parece mucho más probable que se aluda a las diversas lustraciones o ritos de purificación corrientes en aquella época, entre otros el bautismo de Juan (cf. Hec_18:25). La catequesis primitiva necesitaba dar información de todo eso, a fin de aclarar ideas (cf. Hec_19:4). La imposición de manos debe ser alusión a la que se hacía después del bautismo para comunicar el Espíritu Santo, primeros vestigios del sacramento de la confirmación (cf. Hec_8:14-17; Hec_19:6). No hay motivos para suponer, tratándose de una catequesis elemental, que se aluda al rito de la ordenación (cf. Hec_6:6; 1Ti_4:14). Tampoco hay por qué suponer que se trate de una ceremonia para reconciliar a los pecadores arrepentidos, de cuya existencia en aquella época no consta. Por lo que toca a la resurrección de los muertos y juicio eterno, son temas ya conocidos, de que habla con frecuencia San Pablo (cf. Rom_2:16; 1Co_15:12-58; 1Te_4:14; 2Te_1:5-10).
La segunda idea (v.4-8) es más compleja. Parece que el autor, al mismo tiempo que indica la razón de por qué no vuelve a la ca-tequesis elemental, trata de poner en guardia a los destinatarios contra las desastrosas consecuencias de una eventual apostasía: el apóstata es como una tierra que, en lugar de producir los frutos esperados, no produce sino espinas y abrojos, próxima a la maldición o repudio definitivo. Que tengan, pues, cuidado.
Es clásica la dificultad que, apoyados en este pasaje, hacían montañistas y novacianos contra el poder de la Iglesia para perdonar toda clase de pecados. Se afirma, en efecto, que los una vez iluminados (???? ????? 3????? ) y que han gustado el don celestial (??? -???????? ??? ?????? ??? ?????????? ) y han sido hechos partícipes del Espíritu Santo (???????? ?????????? ????????? ????? ) y han gustado lo hermoso de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero (????? ??????????? ???? ???? ???????? ?? ????????? ?????? ), y luego han caído (??? ???????????? ), es imposible que sean renovados otra vez a penitencia (???????? . ????? ??? -????????? ??? ????????? ). Desde luego, está claro que ese han caído (v.6), en este contexto, alude concretamente al pecado de apostasía, no a cualquier clase de pecados. En este sentido, queda ya carente de base esa amplitud que daban al texto los herejes montañistas y novacianos, que incluían también otros pecados, como el homicidio y el adulterio. Pero, aun restringiéndonos al pecado de apostasía, ¿es que se niega la posibilidad de perdón? Nunca lo ha entendido así la Iglesia, que sabe haber recibido de Cristo potestad para perdonar cualquier clase de pecados, con tal que se den las condiciones necesarias de arrepentimiento (cf. Jua_20:23; Mat_16:19; Mat_18:18). La interpretación más probable, dado el contexto, es que se aluda a imposibilidad de renovación a penitencia a base de repetir la catequesis primera, que precedió al bautismo. En efecto, con los que ya una vez fueron iluminados y gustaron las dulzuras y beneficios de la nueva religión422, si se vuelven atrás y reniegan de Cristo, todo eso sería totalmente ineficaz para renovarles nuevamente a penitencia (??? ????????? ), es decir, para hacerles cambiar de modo de pensar, pues ya se les ha dado una vez y no les vale. Claro que eso no quiere decir que la imposibilidad de conversión sea absoluta, pues nada es capaz de atar las manos a la eficacia de la gracia divina (cf. Mat_19:26); se trata más bien de imposibilidad con respecto al apóstol o predicador que debe convertirles, pues no sabe de qué medios usar 423. E incluso con respecto a Dios, que teman esos tales, pues como la tierra, que debía producir frutos y sólo produce abrojos, es desechada por el agricultor y en peligro de ser definitivamente abandonada, así les puede pasar a ellos. Este sería un nuevo matiz que añade la comparación (v.y-8), y que no estaba claramente en la exposición directa (v.4-6).

Palabras de esperanza y de aliento,Mat_6:9-20.
9 Aunque hablamos de este modo, sin embargo, confiamos y esperamos de vosotros, carísimos, algo mejor y más conducente a la salvación.10 Que no es Dios injusto para que se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y perseverando en servirlos. 11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre hasta el fin la misma diligencia por el logro de la esperanza, 12 no emperezándoos, sino haciéndoos imitadores de los que por la fe y la paciencia han alcanzado la herencia de las promesas. 13 En efecto, cuando Dios hizo a Abraham la promesa, como no tenía ninguno mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: 14 Te bendeciré abundantemente, te multiplicaré grandemente. 15 Y así, perseverando en esperar, alcanzó la promesa.16 Porque los hombres suelen jurar por alguno mayor, y el juramento pone entre ellos fin a toda controversia y les sirve de garantía. 17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar solemnemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso el juramento, 18 a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos firme consuelo los que buscamos refugio, asiéndonos a la esperanza que se nos ofrece. 19 La cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma, y que penetra hasta detrás del velo, 20 adonde entró por nosotros como precursor Jesús, instituido Pontífice para siempre, según el orden de Melquisedec.

Evidentemente el autor trata de aminorar la impresión pesimista que pudieran haber producido las palabras precedentes. Dice que, no obstante haber hablado del modo que lo ha hecho, él espera de los carísimos destinatarios que no haya lugar para esas amenazas (v.9). El cambio de tono es manifiesto.
La razón de esa su confianza la pone en que Dios no es injusto, y, por tanto, es seguro que no olvidará las buenas obras que han hecho y siguen haciendo, asistiendo caritativamente a los cristianos necesitados (v.10). Lo que equivale a decir que Dios, como justo premio a las buenas obras que realizan, les prestará una protección especial para que no caigan. El término santos, con que son designados los cristianos, era corriente en la iglesia primitiva (cf. Hec_9:13; Rom_1:7; Rom_15:25; 2Co_1:1; 2Co_8:4). No se concreta quiénes eran esos cristianos a los que los destinatarios de la carta ayudaban y si pertenecían o no a su misma comunidad.
Con todo, que no olviden que hay que perseverar siendo diligentes hasta el fin, imitando a los que, mediante la fe y la paciencia (??? ??????? ??? ????? 3????? ), consiguen alcanzar los bienes prometidos (? . 11-12). Entre éstos hay que contar, de modo muy especial, al patriarca Abraham, modelo de fe perseverante y heroica (cf. v.15).
Notemos, sin embargo, que, al mencionar a Abraham (v.15), el autor no se contenta con proponerlo como modelo que hay que imitar (v.15), sino que insiste sobre todo en que la promesa hecha a él vale también para nosotros los cristianos, como fundamento de nuestra esperanza. Toma aquí el autor esa promesa en toda su amplitud mesiánica, igual que se hace en Rom_4:13-17 y Gal_3:7-29. Primeramente declara cuál fue esa promesa hecha por Dios con juramento (v.13-14; cf. Gen_22:16-17), aclarando que el juramento no podía ser sino por sí mismo, pues Dios, al contrario de lo que sucede entre los seres humanos (v.16), no tiene otro mayor por quien jurar (v.13). Hace también la reflexión de que el juramento, conforme admiten todos, es el medio moral de mayor garantía de verdad entre los hombres; una declaración jurada se considera incontrovertible, a causa de la santidad del ser superior que sale garante de ella (v.16). Esto supuesto, viene la aplicación: a fin de darnos absoluta certeza sobre lo que nos prometía, Dios, a su promesa ya de suyo inmutable, añadió el juramento, cosa también inmutable, con lo que, a base de dos cosas inmutables, tengamos firme consuelo nosotros, los que buscamos refugio contra las tempestades y peligros del mundo, asiéndonos a esa esperanza que se nos brinda (v. 17-18).
Mediante una bella imagen, la del ancora, se declara más la firmeza de esa nuestra esperanza (v. 19-20). Es el áncora, agarrada a la arena del fondo del mar, la que sujeta las naves para que permanezcan firmes en su sitio; igual es para nosotros, cristianos, la mencionada esperanza. La idea es la misma expresada ya en el v.18. Lo más sorprendente de esta imagen, que luego se hará muy corriente en la iconografía de las catacumbas, es que está empleada con bastante libertad: es un áncora tirada, no hacia abajo, sino hacia arriba, y que va a fijarse detrás del velo del santuario del cielo 424, donde está ejerciendo sus funciones de sacerdote Jesucristo, nuestro Pontífice para siempre, según el orden de Melquisedec. Con este unir la esperanza del cristiano, simbolizada en el áncora, a la dignidad sacerdotal de Cristo, el autor torna a la tesis enunciada en 5:9-10.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 6

2. CATECISMO DE PRINCIPIANTES Y PALABRAS PARA LOS INICIADOS (6/01-03).

1 Por lo tanto, dejando a un lado la doctrina rudimentaria sobre Cristo, vayamos hacia la perfección. Para ello no volveremos a tratar de los artículos fundamentales: arrepentimiento de las obras muertas y fe en Dios, 2 doctrina sobre abluciones, imposición de manos, resurrección de muertos y juicio final. 3 Y lo vamos a hacer, si Dios quiere.

El autor, mientras por una parte enumera en detalle los temas de que no tiene intención de tratar, designa la materia de su discurso con una sola palabra difícil de traducir: teleiotes, es decir, algo que tiene relación con la «perfección». En contraposición con las enseñanzas fundamentales del cristianismo, se trata de un conocimiento más avanzado de la verdad salvífica, tal como sólo la pueden comprender cristianos maduros. Sin embargo, los capítulos siguientes nos mostrarán todavía suficientemente lo que la carta entiende por una doctrina para «perfectos» o iniciados20.

Aquí debemos detenernos todavía un momento en las enseñanzas de los comienzos. No al acaso las enumeró tan detalladamente el autor. Es un conocido artificio retórico comenzar diciendo que no se tiene intención de hablar de cosas que se quieren inculcar especialmente a los oyentes. De hecho los fundamentos del cristianismo aquí mencionados constituyen la base de ulteriores especulaciones teológicas. Apartarse de las «obras muertas» (cf. 9,14), fe en Dios (11,6), y juicio final (9,27; 10,27.30; 12,23.25.29) son, por tanto, temas que el autor no pierde nunca de vista. Su distinción tiene, por tanto, un significado menos objetivo y sistemático que retórico y psicológico. No quiere tratar a los lectores como a principiantes, aunque así lo exigiría propiamente su estado de ánimo religioso y moral. El designar la carta como una enseñanza para perfectos o iniciados servirá de acicate para su legítima ambición cristiana. Si se mira la cosa objetivamente, lo que siempre importa es llevar adelante y profundizar las enseñanzas de los comienzos. Sería una ilusión pensar que el hombre deba comenzar por apartarse de las «obras muertas» y creer en Dios y luego (como en un segundo acto) aceptar el evangelio de Cristo. La carta sale al paso a este evidente error designando las doctrinas de los comienzos expresamente como «doctrina sobre Cristo».

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20. Una distinción análoga, en que se emplea casi la misma imagen, hace san Pablo en 1Co_3:1-3 (cf. también 2,6-7).

21 .De los temas del catecismo de principiantes resalta claramente que los lectores de la carta habían sido antes paganos. Los judíos no tenían necesidad de ser instruidos sobre la fe en Dios, la penitencia y d juicio.

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3. GUARDARSE DE LA APOSTASÍA IRREVOCABLE (6/04-08).

4 Realmente, a los que ya una vez fueron iluminados, gustaron el don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gustaron la buena palabra de Dios y los portentos del siglo futuro, 6 pero vinieron después a extraviarse, es imposible renovarlos otra ves llevándolos al arrepentimiento, ya que conscientemente están crucificando al Hijo de Dios y haciéndolo objeto de pública burla. 7 Porque una tierra empapada de lluvia frecuente y que produce una vegetación22 útil a los que la labran, participa de la bendición de Dios; 8 pero si produce espinas y abrojos23, es rechazada y expuesta a maldición, terminando por ser quemada.

Esta seria advertencia sólo se puede comprender debidamente si se tiene en cuenta su género literario. Es la palabra de un pastor de almas que quiere prevenir la apostasía que amenaza y para ello pinta sus terribles consecuencias. No se trata, por tanto, de la decisión de un canonista o moralista sobre la cuestión que vendría a ser aguda en el siglo II, de si cristianos que han apostatado pueden ser recibidos de nuevo en la comunión de la Iglesia caso que se arrepientan sinceramente de su pecado. En otras palabras: el autor no quiere declarar la imposibilidad de una penitencia segunda, sino exhortar a frenar a tiempo y a volver al buen camino. La enumeración de los bienes de gracia conferidos por el bautismo suena inefablemente como un estímulo. El que se dispone a renunciar a la fe y a abandonar la comunidad cristiana piense en las maravillosas experiencias pneumáticas de los primeros años. En tanto no se ha consumado la ruptura definitiva con Cristo, todavía existe la posibilidad de volver a suscitar tales experiencias.

En un cuadro rápido, pero de gran efecto, se presenta el contraste entre los buenos y los malos cristianos. Los primeros se asemejan al paraíso que rebosa gracias y bendiciones del cielo, se revelan como miembros útiles de la comunidad, y pueden esperar con seguridad la felicidad eterna Los otros se parecen a la tierra maldita después de la caída original: sólo proporcionan descontento y desilusión a sus semejantes, y al fin pesa sobre ellos la amenaza del fuego devorador24 de un juicio terrible.

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22.Cf. Gen_1:11.12.

23.Cf. Gen_3:17.18.

24.Cf. 2Pe_3:7.10.12 (destrucción del mundo presente por el fuego).

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4. ESPERANZA FUNDADA DE MEJORAMIENTO (6/09-12).

9 Sin embargo, aunque nos expresamos de esta manera, en vuestro caso, queridos hermanos, confiamos en que vuestra situación es mejor y cercana a la salvación. 10 Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado por su nombre, sirviendo antes a los santos25 y sirviéndoles aún. 11 Lo que deseamos es que cada uno despliegue el mismo esfuerzo hasta el final para realizar la esperanza: 12 que no seáis remisos, sino que imitéis a los que por la fe y la paciencia van heredando las promesas.

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25. Por «santos» no se entiende seguramente ya aquí, como en Rom_15:25-31, a los miembros de la comunidad primitiva de Jerusalén, sino a los cristianos necesitados en la comunidad (cf. 13,24). En esta última cita, dado que se mencionan juntamente con los dirigentes, ¿no significarán un estado especial en la Iglesia con una forma ascética de vida?

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Uno de los más señalados quehaceres del pastor de almas consiste en dar aliento a los que se hallan en peligro y vacilantes. Siguiendo el ejemplo de Cristo «no quebrará la caña cascada ni apagará la mecha humeante» (Mat_12:20). Hasta las más severas amonestaciones proceden de un amor que quiere buscar al que se ha extraviado y volverlo al redil. Repetidas veces se ha achacado al autor la propensión a una severidad excesiva, se ha dicho que era un rigorista que no conservaba ya inalterado el verdadero espíritu del Evangelio. Tales apreciaciones pueden justificarse si se consideran separadamente algunas de sus aserciones y se toman en cierto modo por dogmas. En cambio, si se tiene en cuenta su inmediata finalidad pastoral, se verá que difícilmente podía el autor expresarse de otra manera. A su hosco pesimismo tocante a la suerte de los que apostatan de la fe responde un optimismo todavía mayor por lo que hace a la salvación de los que -quizá con un último esfuerzo desesperado- se mantienen fieles a Cristo. ¿En qué se basa su confianza? La garantía más segura es la justicia de Dios»26, que no deja sin recompensa ninguna obra buena.

Aunque nosotros mismos queramos olvidar nuestro propio pasado y no queramos reconocer los sacrificios de que en otro tiempo fuimos capaces por amor del prójimo, todo ello está registrado en la memoria eterna de Dios. Es evidente que esta verdad no debe servir de pretexto para ulteriores descuidos y abandonos, como si el cristiano pudiera cruzarse de brazos invocando su diligencia de antaño. Lo que importa es volver a empalmar con un tiempo en el que todavía estaba vivo el amor, distintivo de la fe efectiva. Luego dirige el autor sus exhortaciones no a los cristianos particulares, sino a la entera comunidad. En ella se observan todavía, juntamente con lamentables casos de abandono, loables ejemplos de fervor y de amor pronto a servir. También esto hace esperar confiadamente al autor que no quede sin cumplimiento su deseo de que todos los fieles vuelvan de nuevo al camino de una vida cristiana ejemplar. Una cosa necesitan, sin embargo, todos los miembros de la comunidad: una paciencia apoyada en la fe, que aguarde sin vacilar la realización de la promesa.

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26. Aquí no se trata de la justicia de Dios en sentido paulino (Rom_50:17; Rom_3:21-31 y passim), justicia que justifica al pecador, sino la cualidad de un juez justo, que en su sentencia tiene en cuenta las buenas obras.

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5. ABRAHAM Y LA GARANTÍA DIVINA DE LA PROMESA (6/13-20).

13 Efectivamente, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no teniendo otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo 14 diciendo: «Te colmaré de bendiciones y te multiplicaré grandemente» (Gen_22:17). 15 Y así Abraham, a fuerza de paciencia, consiguió la promesa. 16 Los hombres suelen jurar por uno mayor, y este juramento les sirve de confirmación por encima de toda discusión. 17 En este sentido, queriendo Dios demostrar más plenamente a los herederos de la promesa lo irrevocable de su decisión, interpuso como garantía un juramento, 18 para que por estas dos cosas irrevocables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos poderoso aliento los que nos acogemos a él, para asirnos a la esperanza que se nos presenta. 19 Como a un ancla firme y segura de nuestra vida nos asimos a esta esperanza, que va penetrando hasta detrás de] velo, 20 donde, como precursor y representante nuestro, entró Jesús, constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

La exhortación va volviendo poco a poco al tema del sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec. Una vez más se hace patente, de manera inconfundible, que la carta no lleva adelante la especulación teológica por el mero gusto de especular o para satisfacer la curiosidad intelectual de los lectores. Todo conocimiento más profundo de Cristo y de su obra redentora sirve para confirmar en la fe y en la esperanza (del amor se hablará de nuevo en Hab_10:24). Lo que principalmente influyó en la flaqueza y en las muestras de abandono en la comunidad fue el hecho de no haberse cumplido todavía la promesa del retorno de Cristo. Los cristianos fatigados de aguardar deben tomar como ejemplo a Abraham. En la argumentación se entrecruzan dos pensamientos que reaparecerán todavía en el ulterior desarrollo de la carta: Dios confirmó con solemne juramento la promesa, por sí misma infalible; solo tras larga y paciente perseverancia vino a ser Abraham heredero de la promesa. La idea del juramento de Dios (la segunda cosa «irrevocable», v. 18) puede parecernos chocante y demasiado humana, aunque en la filosofía de la religión contemporánea de la carta a los Hebreo27 se le daba gran importancia. En el fondo se trata de una imagen, fácilmente comprensible, de lo inquebrantable y definitivo de una promesa de Dios. Como no tardaremos en verlo (Hab_7:20.21), también Jesús fue constituido sumo sacerdote por un juramento de Dios.

El motivo de la paciencia apoyada en la fe, de la esperanza en medio de circunstancias adversas, vuelve a aparecer en la tercera parte de la carta (Hab_10:36; Hab_11:13.39; Hab_12:1). Aquí importa al autor más el hecho de que nuestra esperanza cristiana de salvación ha echado ya sólidas raíces en el mundo celestial o, como se dice en el lenguaje cultual y náutico de la carta, «como a un ancla firme y segura de nuestra vida nos asimos a esta esperanza, que va penetrando hasta detrás del velo». Esto significa en concreto que Jesús, como nuestro precursor 28 y sumo sacerdote que es, ha alcanzado ya la meta hacia la que nos dirigimos todos nosotros. Los capítulos siguientes nos dirán cómo sucedió esto y de qué manera.

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27. Especialmente en Filón de Alejandría (hacia el 20 a.- 50 d.C). 28. «Precursor»: en el lenguaje cristiano actual sólo se llama así a Juan Bautista. En la carta a los Hebreos tiene el título un profundo sentido cristológico: Jesús nos precedió en su entrada en el mundo celestial y nos preparó el «camino que conduce al lugar santísimo» (Hab_9:8; cf. 10,19.20).



Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 4: Hebreos 6,13-20
Otro motivo de su confianza es la promesa hecha a los padres, el primero de los cuales fue Abraham.13 Por eso, en la promesa que Dios hizo a Abraham, como no tenía otro mayor por quien jurar, juró por Sí mismo diciendo:14 está bien cierto de que Yo te llenaré de bendiciones, y te multiplicaré sobremanera.15 Y así, aguardando con longanimidad, alcanzó la promesa.16 Los hombres juran por quien es mayor que ellos, y el juramento es la mayor seguridad que pueden dar para terminar sus diferencias.17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más cumplidamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento,18 para que a vista de dos cosas inmutables, promesa y juramento, en que no es posible que Dios mienta, tengamos un poderosísimo consuelo los que consideramos nuestro refugio y ponemos la mira en alcanzar los bienes que nos propone la esperanza,19 la cual sirve a nuestra alma como de un áncora segura y firme, y penetra hasta el santuario que está del velo adentro;20 donde entró Jesús por nosotros el primero como nuestro precursor, constituido pontífice por toda la eternidad, según el orden de Melquisedec.Arriba indicó el Apóstol por qué depositaba su confianza en ellos, a saber, por los bienes que hicieron; aquí indica lo mismo, por la promesa hecha a los patriarcas. De ahí la promesa con que da comienzo, y después el porqué de lo antedicho. Acerca de lo primero muestra a quién se hizo la promesa, su efecto y que el modo de ella es conveniente. La promesa se hizo a Abraham (Ga 3), y la razón es porque por la fe nos unimos a Dios y, por consiguiente, por la fe conseguimos las promesas. El primer ejemplo de fe lo tenemos en Abraham, por haber sido el primero que se apartó del trato de los infieles (Gn. 12); asimismo, porque fue el primero que creyó algo sobrenatural, "contra toda esperanza" (Rm 4). De ahí que diga el Génesis: "creyó Abraham a Dios, y su fe repútesele por justicia" (15,6); pues fue el primero en recibir el signo de esa fe, es a saber, la circuncisión (Rm 4).El modo de la promesa se refiere a dos cosas: al juramento interpuesto y a las palabras de la promesa. Dice, pues: queriendo Dios dar a entender que su promesa era de firmeza incontrastable, "como no tenía otro mayor por quien jurar, ¡uro por Sí mismo" (Sal 1 ¡2; Gn. 22); en lo cual tienes la muestra de que el juramento de suyo no es ilícito, ya que la Escritura no atribuye a Dios nada que sea de suyo pecado; que intento suyo es ordenarnos y conducirnos a Dios (Ep 5). Con todo, prohíbese el mucho jurar (Sir 23) y el jurar en vano (Ex. 20).Por consiguiente, al decir: "está bien cierto de que Yo te llenaré de bendiciones", muestra el modo de cumplir la promesa, como si dijera: si no te bendijere, no se me crea, de suerte que sea una especie de juramento medio ejecutivo. Y dice: "bendiciendo", modo de hablar que pertenece a la colación de los bienes, ya que la bendición del Señor es la que enriquece (Pr. X); "y te multiplicaré sobremanera", frase para indicar una prole numerosa; y ambas promesas se le hicieron a Abraham (Gn. 14 y 25). La repetición: "bendeciré bendiciendo" es para designar ios bienes temporales y espirituales y la permanencia de la bendición; o te llenaré de bendiciones con la abundancia de hijos santos, que en Gn. 22 se designan por estrellas del cielo; "y te multiplicaré sobremanera", con abundancia de hijos malos y perversos, que allí mismo, Gn. 22, se designa por arena del mar. Se hace mención repetida de la multitud, o por referirse a la prole numerosa buena o mala, o por la continua multitud; o te bendeciré en bienes de gracia, y te multiplicaré en bienes de gloria (Sal 30).El efecto de la promesa fue que "aguardando con longanimidad, alcanzó la promesa". La longanimidad no es sólo para acometer grandes empresas, sino también es una larga paciencia para esperar. A Abraham se le hizo la promesa y, con todo -como se dice en Hechos 7-, jamás fue suyo un terrón de tierra; ni aun viejo tuvo hijos, mas no por eso perdió la esperanza. "Tomad, hermanos, por ejemplo de paciencia en los malos sucesos y desastres a los profetas" (Stg. 5); "poned los ojos en Abraham vuestro padre" (Is 51).Al decir después: "pues los hombres juran por quien es mayor que ellos", da razón de lo que acaba de decir; acerca de lo cual pone lo que entre los hombres se acostumbra, señala el porqué de esa costumbre y agrega el fruto de la razón. Y pónese un doble uso: uno, que toca al objeto por el cual se jura; otro, al efecto del juramento. El objeto o persona por quien se jura es mayor, y esto con toda razón; que jurar no es otra cosa que confirmar la dudosa. Porque, así como en las ciencias, apoyo en cuenta tenido, sólo en lo mas conocido; así, porque entre los hombres nada hay más cierto que Dios, por El se jura y su nombre, por lo mas cierto y mayor (que puede tener el hombre).Pero, al contrario, a veces se jura por el Hijo, que es menor, como cuando se dice: por Cristo nuestro Señor; en veces por las criaturas, así como José juró por la salud del Faraón (Gn. 42).Respondo que hay dos maneras de jurar por Dios: por simple atestación, como cuando sin más se dice: por Dios que así es, como si dijera: testigo me es Dios de que así es verdad como suena (Rm 1); otras veces por execración, que es cuando se pone a Dios por vengador, si así no fuere como se jura, pongo por ejemplo: va en ello mi cabeza, mi alma, o cosa parecida, como juró el Apóstol: "mas Dios verdadero me es testigo, y va en ello mi alma" (2Co 1,18); como si dijera: pongo al tablero mi vida, si es falso mi testimonio, en que va el nombre de Dios; y este modo de jurar es serio en máximo grado.Por la criatura se jura, no en calidad de criatura, mas porque en ella reluce algún indicio o destello del poder de Dios; por ello, ya que toda potestad de Dios dimana, cuando alguno tal poder sobre alguna multitud ejerce, jurando por él, se jura también por Dios, de cuyo poder es él un destello o reverbero. José juró de este modo: por vida de Faraón. Esto es, pues, lo que quiere decir que "los hombres ¡uran por quien es mayor que ellos".Del jurar hay que excluir a los que en otra ocasión faltaron al juramento, pues que debe demostrársele la máxima reverencia, y presúmese que no le rendirán la debida, fundándose en lo pasado. Tampoco habrá que obligar a los niños antes de la pubertad, porque aún no tienen perfecto el uso de la razón, para saber que al juramento hay que rendir la debida reverencia. Asimismo, ni a personas de elevada dignidad, -que el juramento se exige de quienes en dicho o hecho alguna duda se tiene-; pues semejantes personas pierden de su autoridad si hay duda de la verdad de las cosas que ellas dicen. De ahí que en los decretos, q. 2, c. 4, se diga que por ligero motivo no ha de obligarse a un sacerdote a jurar.Las causas por las que es lícito jurar son éstas:a) para consolidar la paz, como juró Labán (Gn. 30);b) para conservar la fama;c) para mantener la lealtad, como los feudatarios con sus señores;d) para obedecer, si lo que manda el superior es algo honesto;e) para dar seguridad;f) para atestiguar la verdad. Así juró el Apóstol:"Dios me es testigo de que continuamente hago memoria de vosotros" (Rm 1).-"y el juramento es la mayor seguridad que pueden dar para terminar sus diferencias". Pone el efecto del juramento, que consiste en que por él dase fin entre los hombres a todas sus diferencias; porque así como en las ciencias, en llegando a los principios primeros que se pueden demostrar, se acaba la discusión; así por divina ley, cuando a la verdad primera se ha llegado, y es entonces invocada por testimonio ella misma, se hace pausa "y ya no más litigio ni controversia" (Ex. 22).-"Por lo cual, queriendo Dios mostrar más cumplidamente". Señala por qué razón quiso Dios se jurase, es a saber, para hacer manifiesta la firmeza en su promesa; por eso dice: en lo cual, esto es, por eso mismo interpuso el juramento, "queriendo Dios mostrar más cumplidamente"; porque si lo prometido era más que suficiente, lo jurado más aún archisuficiente fue. Queriendo, digo, mostrar "a los herederos la promesa", esto es, de la cosa prometida (Rm 9) "la inmutabilidad de su consejo".Es de saber que en las cosas que de Dios proceden dos hay que considerar: el mismo procedimiento de las cosas y el consejo divino que de tal procedimiento es la causa. El consejo de Dios es de todo punto inmutable: "Yo hablo y sostengo mi resolución, y hago que se cumplan todos mis deseos" (Is 46,10); pero la disposición bien puede mudarse; porque a veces el Señor pronuncia el fallo o sentencia según lo exigen el orden y la andanza de las cosas, como parece en Is 38,1: "dispon de las cosas de tu casa; porque vas a morir y estás al fin de tu vida"; pues era tal el curso de la enfermedad, que naturalmente de ella había de morir. Lo mismo en Jonás 3,4: "de aquí a cuarenta días Nínive será destruida", porque merecía su destrucción. O ¡o de Jeremías 18,7: "Yo pronunciaré de repente mi sentencia contra una nación y contra un reino para arrancarle, destruirle y aniquilarle. Pero si la tal nación hiciere penitencia de sus pecados, por los cuales pronuncié el decreto contra ella, me arrepentiré Yo también del mal que pensé hacer contra ella"; y entonces se trata de una profecía conminatoria. Pero otras veces el fallo o sentencia es según lo pide el consejo eterno de Dios, y en este caso Dios ni se arrepiente ni de él desiste (i S. XV). Con todo, cuando a su promesa oblígase el Señor con juramento, la profecía es predestinativa y manifestadora del consejo divino, y esta promesa es enteramente inmutable.-"para que a vista de dos cosas inmutables". Muestra el fruto de la promesa, y primero en qué consiste ese fruto; segundo, qué se deriva de él. El fruto consiste en hacer cierta nuestra esperanza, por lo cual dice; "tengamos un poderosísimo, esto es, firmísimo consuelo" en la esperanza; "a vista de dos cosas inmutables» en que no es posible que Dios mienta", es a saber, el que promete, que es Dios y no miente (Nm. 23), y el juramento, entibo el más firme de la verdad. Y es de saber que así como ei deleite sensible es experiencia sensible, y la memoria es de cosas pasadas, la esperanza loes de las futuras (I Mc. 2; Is 40). Tengámosla, digo, "los que consideramos nuestro refugio, de las impugnaciones del enemigo y de los males del mundo y ponemos la mira en alcanzar los bienes que nos propone la esperanza" (Sal 89). "Torre fortísima el nombre del Señor (Pr. 18); a ella se acoge el justo y será ensalzado".-"la cual sirve a nuestra alma como de un áncora-segura y firme". Muestra que los fieles alcanzan esta promesa, y para eso se vale de una comparación: la del ancla, a la que compara la esperanza; porque, así como aquélla deja a la nave inmóvil en el mar, así también la esperanza al alma déjala firme en Dios en este mundo, que es como un mar (Sal 103). Pero esta ancla debe ofrecer seguridad, esto es, que no se rompa; por eso está hecha de hierro (I1Tim 1). Asimismo firmeza, de suerte que no se mueva fácilmente. De parecido modo ha de estar el hombre ligado a esta esperanza, como a la nave el ancla; aunque hay su diferencia, porque el ancla se fija en lo profundo, mas la esperanza en lo más alto, en Dios; que en la presente vida nada hay sólido y firme en que se afirme y pueda el alma descansar. De donde dícese allí (Gn. 8) que la paloma no halló en dónde reposar los pies; por eso dice que ha de adentrarse a lo interior del velo; porque el Apóstol, haciendo una diferencia entre las cosas que había en el tabernáculo, entiende por lo que llamaban Sancta el estado presente de la 1glesia; mas por el Sancta Sanctorum, que estaba separado del Sancta por un velo, el estado de la gloria futura.Allí quiere se fije el ancla de nuestra esperanza, en ese lugar que ahora un velo esconde de nuestros ojos (Is 64; Salmo 90), donde la fijó nuestro precursor que allí penetró. De ahí que diga San Juan: "os voy a disponeros el fugar" (14; Mq. 2). Por eso dice que como precursor entró por nosotros hasta el santuario que está del velo adentro y allí fijó nuestra esperanza, como se dice en la colecta de la vigilia y del día de la Ascensión. Empero, porque adentro del velo no era lícito entrar sino al Sumo Sacerdote (Lv. 16), por eso dice que "Jesús fue constituido pontífice por toda la eternidad, según el orden de Melquisedec". He aquí con cuánta elegancia torna el Apóstol a tomar el hilo, ya que, habiendo empezado con el sacerdocio, de donde se desvió con largo rodeo, vuelve ahora a hablar de él, como se ve.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Aunque el autor ha acusado de inmadurez a sus lectores y ha insistido en que el alimento sólido es para los maduros (5:14), quiere alimentarlos con lo sólido de modo que puedan seguir adelante hasta la madurez (lit. ser llevados por el camino hacia la madurez). Necesitan la visión y la consagración que puede traer el alimento sólido. Cuando dice dejando las doctrinas elementales de Cristo, no quiere decir abandonando completamente las verdades básicas mencionadas. El progreso se hace sin poner de nuevo el fundamento de la enseñanza elemental, sino con la sobreedificación de esa construcción. Es interesante notar que las doctrinas elementales que se mencionan aquí no son distintivamente cristianas. Prácticamente, cada punto puede ser endosado por el judaísmo ortodoxo. Sin embargo, cada uno de ellos adquirió un nuevo significado a la luz de la enseñanza cristiana sobre Jesús como el Mesías de Israel. De modo que se da la impresión de que las creencias y prácticas judías eran usadas como fundamento para exponer la verdad cristiana. El alimento sólido de Heb. es un desarrollo de temas bíblicos como el arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, ... la resurrección de los muertos y del juicio eterno, a la luz de la enseñanza o doctrina sobre Jesús como Hijo de Dios y sumo sacerdote del nuevo pacto. La doctrina de bautismos (en plural) puede referirse a los lavamientos ceremoniales judíos (cf. 9:10) y su cumplimiento en Cristo. La imposición de manos era una práctica judía, asociada con la oración, que fue adaptada de varias maneras por los primeros cristianos (p. ej. Hech. 8:17; 9:17, 18; 13:3). Bajo la presión de la persecución, los convertidos del judaísmo deben haber sido tentados a abandonar cada vez más esos aspectos de la fe y práctica que eran distintivos del cristianismo y sentir que, sin embargo, no habían abandonado los principios básicos del arrepentimiento y la fe, las realidades mostradas por las abluciones religiosas y la imposición de manos, la expectativa de la resurrección y del juicio de la era venidera (F. F. Bruce).

4-6 La fuerte advertencia de estos versículos (que tiene un eco en 10:26-31; 12:15-17) es para aquellos que recayeron o cometieron apostasía (cf. 3:12), porque se han separado a sí mismos del único sacrificio por los pecados bajo el nuevo pacto que es la única esperanza de la vida eterna en Jesucristo. Los tales crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios rechazándole tan deliberadamente como quienes le ejecutaron y le exponen a vituperio, colocándose abiertamente en la posición de sus enemigos. Nada es imposible para Dios, pero no nos ofrece esperanza alguna de poder restaurar a aquellos que tomaron una dura posición decidida y continua en contra de Cristo. Como se ha notado en relación con 3:12, 13, aquellos que endurecen sus corazones contra Dios pueden alcanzar un punto en el que estén endurecidos más allá de toda posible recuperación. El autor no acusa a sus lectores de estar en esa posición, pero el destino de los apóstatas es algo que ni ellos ni nosotros debemos olvidar. En este contexto este pasaje surge como una advertencia sobre el punto al cual puede llevarnos la pereza.

Pero, ¿puede apostatar un cristiano genuino? Ciertamente Heb. sugiere que aquellos que se apartan pueden tener toda la apariencia de estar realmente convertidos. Fueron una vez iluminados, lo que indica una definida entrada de la luz del evangelio en sus vidas. Gustaron del don celestial, lo que puede significar que reciben a Cristo mismo y todas las bendiciones espirituales que él ofrece. Probar implica experimentar algo de una manera real y personal (no simplemente tomar un sorbo). Han llegado a ser participantes del Espíritu Santo, de modo que su rebelión incluye la ofensa al Espíritu de gracia (10:29). Finalmente, se nos dice que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero. Esto sugiere una experiencia decisiva de los beneficios del nuevo pacto. Sin embargo, aquellos que han disfrutado de esa relación con Dios no pueden presumir de ella, considerándose inmunes a la posibilidad de la apostasía. Promesas como las de Juan 10:28, 29 y Fil. 1:6 son una garantía de que Dios hará que sus hijos se mantengan fieles hasta el fin. Heb. tiene su propia forma de alentar a tener confianza en la capacidad de Dios para sostenernos en la fe. Pero todos necesitamos ser desafiados a hacer firme nuestra fe y llamamiento (2 Ped. 1:10), y este es el significado práctico y pastoral de los pasajes de advertencia en Heb.

Querríamos decir que aquellos que son realmente regenerados nunca caerán, pero lo genuino del nuevo nacimiento se prueba por la persistencia en la fe. El autor de Heb. tiene clara confianza en que ha ocurrido una verdadera obra de Dios en la congregación a la que se está dirigiendo (6:9; 10:39). Pero esto no excluye la posibilidad de que algunos de entre ellos sean rebeldes de corazón y, a menos que haya un cambio radical, comprobarán que han llegado a un punto de irremediable apostasía (P. E. Hughes). Es posible ser arrebatado por la experiencia espiritual de un grupo sin estar genuinamente convertido. A veces la gente muestra todas las señales de la conversión, pero se apartan de Cristo después de un tiempo y demuestran que nunca han sido realmente hijos de Dios. Más específicamente, el autor tiene en vista a aquellos que ven claramente dónde está la verdad, se conforman a ella por un tiempo y luego, por distintas razones, renuncian a ella. La continuidad es la prueba de la realidad. Aquellos que perseveran son los santos verdaderos y un pasaje como éste será usado por Dios para sostenerlos en la fe.

7, 8 Jesús usó la parábola de las cuatro clases de terreno para explicar las diferentes respuestas que la gente da al evangelio (Mar. 4:1-20 y paralelos). Heb. sólo se refiere a dos posibilidades. La buena tierra es la que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce la hierba para el provecho de aquellos que la cultivan. Esto se refiere a aquellos que perseveran en oír y obedecer la palabra de Dios. Por su gracia son espiritualmente fructíferos. La mala tierra es la que produce espinos y abrojos y que es desechada, está cercana a la maldición, y su fin es ser quemada. Esto describe el destino de aquellos que endurecen sus corazones en incredulidad y se alejan de Dios (cf. 10:26-31). El autor no indica un campo intermedio para los perezosos y los lentos. ¡Quiere que sus lectores estén seguros de pertenecer todos a la primera categoría!

9, 10 Ahora siguen palabras de aliento después de las directas advertencias de los vv. 4-8. El autor dice: estamos persuadidos de cosas mejores en el caso de aquellos amados. Más particularmente, está sugiriendo que, como grupo, corresponden a la categoría de la buena tierra del v. 7. Estos recibirán las bendiciones de Dios que conducen a la salvación. Su confianza está parcialmente basada en el recuerdo de su conducta pasada y presente, y parcialmente en la justicia de Dios. La obra y el amor que le han mostrado fueron literalmente por su nombre. Incluye ministrar y seguir ministrando a su pueblo (RVA, a los santos). Un notable ejemplo de esto se señala en 10:32-34. Cuando el autor dice que Dios no es injusto para olvidar vuestra obra, no está señalando sencillamente la retribución de los servicios prestados. Dios conoce la realidad de sus vidas espirituales y si ha motivado expresiones de un cristianismo genuino en el pasado, se puede confiar en que hará lo mismo en el futuro. El tema de la fidelidad de Dios se desarrolla más adelante en los vv. 13-20.

11, 12 El ardiente deseo del autor de que cada uno de sus amigos persevere como un cristiano surge otra vez. Su fidelidad a Cristo y su preocupación práctica los unos por los otros en tiempos de prueba fueron inspiradas por una esperanza que les compele (10:34). Ahora, cuando su mayor enemigo parece ser la pereza, necesitan mostrar la misma diligencia (lit. celo) para mantener viva la esperanza hasta el final. Una esperanza viva es la base para una efectiva vida cristiana en todo contexto. Aquellos que tienen esta motivación no serán abrumados por la pereza (gr. nothroi se usa aquí como en 5:11, pero sin calificativos). De hecho, llegarán a ser imitadores de los que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Ese lenguaje es un anticipo del argumento de 11:1-12:3.

13-15 La base de la esperanza cristiana no es un pensar ojalá" sobre el futuro, sino la solemne promesa de Dios. El fundamento de la acción salvadora de Dios en el mundo fue la promesa particular hecha a Abraham en Gén. 12:1-3 y repetida en varias etapas a los antepasados de Israel en diferentes formas (p. ej. Gén. 15:1-21; 26:2-4; 28:13-15; Exo. 3:6-10). Dios habría de multiplicar los descendientes de Abraham estableciéndolos en su propia tierra, y los bendeciría para que fueran de bendición para todas las naciones. En una ocasión particular Dios confirmó la veracidad de esta promesa con un juramento (cf. Gén. 22:16: He jurado por mí mismo, dice el Señor). Heb. hace notar que Abraham fue alentado por eso para esperar con paciencia lo que le estaba prometido. Dios comenzó a cumplir su promesa durante la vida de Abraham, pero la bendición definitiva llegó en la persona de Jesús el Mesías.

16-18 En los asuntos humanos el juramento para confirmación pone fin a todas las controversias. Dios, queriendo demostrar de modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, utilizó esta forma particular de hablar. Recurre a dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, o sea en su promesa y su juramento para dar el mayor aliento posible a su pueblo a poner su confianza en él. De acuerdo con lo que sigue es claro que los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante en Jesús somos los herederos definitivos de lo que él ha prometido a Abraham (cf. Gál. 3:26-29).

19, 20 Estos versículos deben ser leídos a la luz de 7:20-22, donde se argumenta que Dios confirmó el sumo sacerdocio del Mesías en el Sal. 110:4 con un juramento similar al que aparece en Gén. 22:16. Como Jesús es el sumo sacerdote prometido según el orden de Melquisedec, ha llegado a ser la garantía de las bendiciones del nuevo pacto (7:22). Aquellos que reposan en él pueden realmente entrar al santuario aun dentro del velo, donde él ha ido antes que nosotros y entró ... por nosotros. Jesús es lit. nuestro precursor que nos abrió el camino que hemos de seguir. El santuario interior del tabernáculo, y posteriormente del templo, representaba la presencia de Dios con su pueblo en la tierra (cf. Exo. 26:31-34; 1 Rey. 8:6-11). Heb. usa este lenguaje para referirse al santuario celestial, donde Dios está entronizado con toda su gloria. Podemos acercarnos a él con confianza ahora mismo porque Jesús, nuestro sumo sacerdote celestial, ha ofrecido el perfecto sacrificio y se ha sentado a la diestra de Dios (cf. 4:14-16; 10:19-22). Sin embargo, el cuadro de 6:19, 20 también aporta la idea de que nuestro destino es el de vivir para siempre en la santa y gloriosa presencia de Dios. Podemos ir lit. donde Jesús ha ido. De ese modo, el santuario celestial es otra forma de describir el mundo venidero (2:5), el reposo del sábado para el pueblo de Dios (4:9) y la patria mejor o ciudad (11:16; 12:22-24; 13:14), que ha sido la esperanza final del pueblo de Dios a lo largo de todas las edades. Esta esperada meta ha sido alcanzada y abierta para nosotros por nuestro Salvador. Jesús como nuestra esperanza ha entrado al santuario y permanece allí como ancla del alma, segura y firme.

De modo que el antídoto para la apatía espiritual y la apostasía es la renovación de la esperanza. Esta es la motivación para la fidelidad y el amor. La base de nuestra esperanza es la promesa de Dios, confirmada por un juramento. Como las promesas salvadoras de Dios ya han sido cumplidas para nosotros en la muerte y exaltación celestial del Señor Jesucristo, esto nos da todo el aliento necesario para creer que aquellos que confían en Jesús compartirán con él la prometida herencia eterna.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Una llamada a la madurez y a la perseverancia. El predicador interrumpe su discurso con una llamada de atención a la madurez de sus oyentes, en un tono más severo que conciliador. Les advierte de que la doctrina que les va a exponer sobre el sacerdocio de Jesús es para cristianos maduros, formados y comprometidos, no para perezosos; esta advertencia implica quizás que su vida cristiana deja mucho que desear en cuanto a la fuerza de su testimonio y compromiso, como si estuvieran todavía nutriéndose de leche y no de alimento sólido como les correspondería, pues ya no eran niños.
Esta madurez deberían haberla ya alcanzado a través de todo el proceso de iniciación cristiana que les llevó desde el arrepentimiento de los pecados al bautismo, al don del Espíritu por la imposición de las manos, a la fe en la resurrección de los muertos. Es decir, han recibido la iluminación bautismal, han gustado la presencia del Espíritu, han saboreado por experiencia personal la Palabra de Dios y su dinamismo.
Después de todo esto, ¿es posible aún la apostasía? No sabemos si ésta es la situación de los destinatarios de la carta, si algunos ya habían apostatado o si existía el riesgo de que lo hicieran. El predicador es muy duro con los posibles apóstatas. Es un pecado que no tiene perdón porque implica un rechazo al Señor; es como si lo estuvieran crucificando de nuevo, llega a decir el predicador como exhortación extrema ante un peligro extremo. Acentúa la seriedad de la advertencia con la comparación de una tierra que sólo da cardos y espinas y «es inútil y poco menos que maldita, y terminará quemada» (6,8). Él no espera eso de sus «queridos» Hebreos (6,9), a los que anima a perseverar hasta el final. Al contrario, confía en ellos. Les recuerda su compromiso cristiano de antes, sus buenas obras que Dios ciertamente no olvidará. Todo eso, sin embargo, no justifica la pereza y la pasividad presente, pues están pendientes las obras futuras y una herencia final que no está automáticamente asegurada, sino «para alcanzar lo que esperan» (11).
El apoyo fundamental de la esperanza cristiana es la promesa de Dios. Por eso les anima a seguir el ejemplo de perseverancia de Abrahán, a quien Dios hizo una promesa y un juramento, precursores ambos de la promesa y del juramento definitivos revelados en Jesucristo, a saber: la promesa de la herencia eterna, y para conseguir ésta, la esperanza de la mediación del sacerdocio de Cristo, garantizado por el juramento de Dios (cfr. Sal_110:4). El predicador termina su exhortación con una bella comparación marinera. Antiguamente había anclas que no se descolgaban para fondear, sino que se agarraban con ganchos a alguna cavidad de la costa: «penetraban» en tierra, unían la nave a la tierra firme. Así es nuestra esperanza que «penetra» en la morada de Dios y tiene allí su agarradero en la mediación de Cristo «nombrado sumo sacerdote perpetuo según el orden de Melquisedec» (Sal_6:20).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VI.

1 Hee exhorteth not to fall backe from the faith, 11 But to bee stedfast, 12 diligent, and patient to waite vpon God, 13 because God is most sure in his promise.
1 Therefore leauing the [ Or, the word of the beginning of Christ.] principles of the doctrine of Christ, let vs goe on vnto perfection, not laying againe the foundation of repentance from dead workes, and of faith towards God,
2 Of the doctrine of Baptismes, and of laying on of hands, and of resurrection of the dead, and of eternall iudgement.
3 And this will we doe, if God permit.
4 For it is impossible for those who were once inlightned, and haue tasted of the heauenly gift, and were made partakers of the holy Ghost,

[Gods promise.]

5 And haue tasted the good word of God, and the powers of the world to come;
6 If they shall fall away, to renue them againe vnto repentance: seeing they crucifie to themselues the Sonne of God afresh, and put him to an open shame.
7 For the earth which drinketh in the raine that commeth oft vpon it, and bringeth forth herbes meet for them [ Or, for.] by whome it is dressed, receiueth blessing from God.
8 But that which beareth thornes and briers, is reiected, and is nigh vnto cursing, whose end is to be burned.
9 But beloued, wee are perswaded better things of you, and things that accompany saluation, though we thus speake.
10 For God is not vnrighteous, to forget your worke and labour of loue, which yee haue shewed toward his Name, in that yee haue ministred to the Saints, and doe minister.
11 And wee desire, that euery one of you doe shewe the same diligence, to the full assurance of hope vnto the ende:
12 That yee be not slothfull, but followers of them, who through faith and patience inherite the promises.
13 For when God made promise to Abraham, because hee could sweare by no greater, he sware by himselfe,
14 Saying, Surely, blessing I will blesse thee, and multiplying I wil multiply thee.
15 And so after he had patiently indured, he obtained the promise.
16 For men verily sweare by the greater, and an oath for confirmation is to them an end of all strife.
17 Wherein God willing more abundantly to shewe vnto the heyres of promise the immutabilitie of his counsell, [ Greek: interposed himselfe by an oath.] confirmed it by an oath:
18 That by two immutable things, in which it was impossible for God to lye, wee might haue a strong consolation, who haue fled for refuge to lay hold vpon the hope set before vs.
19 Which hope we haue as an anker of the soule both sure and stedfast, and which entreth into that within the vaile,
20 Whither the forerunner is for vs entrrd; euen Iesus, made an high Priest for euer after the order of Melchisedec.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-2. Aquí se enumeran los temas más relevantes v de la catequesis bautismal en la iglesia primitiva. La «instrucción sobre los bautismos» se refería a las características que distinguían el bautismo cristiano de las purificaciones rituales practicadas por los judíos, incluido el bautismo de Juan ( Hec_18:25; Hec_19:1-5). La «imposición de las manos», probablemente, formaba parte del rito bautismal y tenía por finalidad hacer visible la índole particular del bautismo cristiano, que confiere el Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ver nota 1Ti_4:14.

4-6. Aquí se trata, lo mismo que en 102Cr_26:31, del pecador que voluntariamente abandona la fe y rechaza la gracia de Dios. El estado de obstinación en que este se encuentra hace prácticamente imposible una nueva conversión, y atrae sobre él, de manera inevitable, eI justo Juicio de Dios. «iluminados»: esta expresión tiene su origen en el hecho de que en la iglesia primitiva, el bautismo solía designarse con eI nombre de «iluminación». Ver 10.32; Efe_5:8-14.

8. Gn. 3. 17-l8.

9. «La condición mejor» es la de los cristianos que han conservado fielmente los dones recibidos, y se contrapone a la descrita en los vs. 4-6. La parábola de los vs. 7-8 ilustra estas dos situaciones opuestas y señala el termino de las mismas: el Juicio de Dios y la bendición divina.

13-14. Gn. Z2. 1 6- 1 7.

19. Lev_16:2.

20. Sal_110:4.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

«Gracias a dos cosas inmutables» (v. 18) se refiere a la veracidad de Dios como autor del juramento y como fiador de él. La promesa y el juramento divino, como un ancla, dan seguridad en cualquier circunstancia. «El hombre debe estar ligado a la esperanza, como el áncora está unida al barco. Pero hay una diferencia entre el áncora y la esperanza, y es que el áncora se agarra hacia abajo mientras que la esperanza lo hace hacia arriba, es decir, en Dios» (S. Tomás de Aquino, Sup. epist. ad Heb. in loc.).

En el Antiguo Testamento, el Sumo Sacerdote entraba una vez al año -en el Día de la Expiación- en el «Santo de los Santos» del Templo (cfr v. 19). Cristo, con el sacrificio de la cruz, penetró en el Santuario verdadero del Cielo y abrió su acceso a todos. La esperanza cristiana no puede faltar porque se apoya en la perennidad del Sacrificio y del Sacerdocio de Cristo.


Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*6:13-20 Entra en el discurso la doctrina sobre la fuerza y eficacia del juramento divino (Heb 6:17), que es el que constituye a Cristo como verdadero sumo sacerdote. El v. Heb 6:13 alude al juramento de Gén 22:16 s, cuyo objeto fue la promesa de la bendición universal hecha por Dios a Abrahán.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 6.13-14 Gn 22.16-17.

[2] 6.19 Detrás del velo: en el Lugar Santísimo de la Tienda del Encuentro (Lv 16.2).

[3] 6.20 Sal 110.4.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Gál 3:15

Torres Amat (1825)



[2] El de Jesucristo y el de Juan Bautista.

[14] Gen 22, 16.

[20] Para ofrecer a Dios por nosotros los méritos de su pasión y muerte.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἄνθρωποι WH Treg NA28 ] + μὲν RP

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

hombres... M↓ añaden ciertamente;
mayor... M↓ añaden que ellos.

Jünemann (1992)


16 g. Es.