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Y es bien manifiesto que nuestro Señor procede de Judá, una tribu que no menciona Moisés al hablar del sacerdocio. (Hebreos 7, 14) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



38 (B) Jesús, sacerdote según el orden de Melquisedec (7,1-28).
(a) Melquisedec y el sacerdocio levítico (7,1-10). 1. Este versículo introduce un midrás sobre Gn 14,18-20 que sirve para demostrar la superioridad del sacerdocio de Jesús respecto al del AT mediante una exposición detallada de la semejanza entre Jesús y Melquisedec (véase J. A. Fitzmyer, ESBNT 221-43). El autor de Heb acepta la suposición de que Melquisedec era sacerdote del Dios de Israel (cf. Gn 14,22, donde «Yahvé» y «Dios Altísimo» están en apo(-)sición). 2. diezmo: El AT no deja claro quién pagó el diezmo a quién; al añadir «Abrahán» como sujeto del vb., el autor sigue una interpre(-)tación contemporánea (cf. lQapGn 22,17; Jo(-)sefo, Ant. 1.10.2 § 181), dado que resulta nece(-)sario para su argumentación. También acepta la etimología popular del nombre de Melquise(-)dec, «rey de paz» (ibid.). No se vuelve a men(-)cionar ninguna de estas peculiaridades; pro(-)bablemente se indican en este pasaje porque se considera a Melquisedec como prototipo de Jesús, el Mesías, y porque las bendiciones mesiánicas incluyen la justicia y la paz (cf. Is 9,5-6; 32,1.17). 3. Muchos comentaristas sostie(-)nen que en este punto el autor está citando un himno sobre Melquisedec. sin padre... fin de vi(-)da: El AT no habla de los antepasados, el naci(-)miento ni la muerte de Melquisedec. Según un principio de exégesis rabínica, lo que no se menciona en la Torá no existe (cf. Str-B 3.693-95). Ésta es una explicación parcial, pero pro(-)bablemente insuficiente, de que a Melquisedec se le atribuya vida eterna (véase P. J. Kobelski, Melchizedel and Melchiresa [CBQMS 10, Wa(-)shington 1981] 123). En llQMelq, Melquisedec aparece como un ser celestial «en la asamblea de Dios», que va a exigir venganza y a expiar por los pecados en un año jubilar (véase M. de Jonge y A. S. Van der Woude, NTS 12 [1965-66] 301-26). Aunque no se puede establecer la existencia de una influencia directa de ese tex(-)to sobre Heb (véanse J. A. Fitzmyer, ESBNT 267; Kobelski, Melchizedek 128), ambos docu(-)mentos presentan a Melquisedec como un ser celestial, y Kobelski conjetura que Sal 110,4 llevó en ambos a la atribución de eternidad a Melquisedec (ibid. 124). hecho semejante... sacerdote para siempre: La semejanza (el hecho de que Melquisedec sea un sacerdote eterno) se encuentra en lo que el AT dice de él (cf. Mof(-)fatt, Hebrews 93); así se considera a Melqui(-)sedec como prefiguración de Jesús (cf. Peterson, Hebrews and Perfection [--> 15 supra] 107; de manera parecida Vanhoye, Prétres anciens [-->28 supra] 175). La «eternidad» de Melqui(-)sedec brindaba al autor una tipología que cier(-)tamente se ajustaba a su propósito; pero, puesto que no le proporcionaba sólo una pre(-)figuración del sacerdocio de Jesús, sino tam(-)bién un contraste con el de los hijos de Leví (v. 8), creaba además un problema: ¿hay, enton(-)ces, dos sacerdotes eternos, Melquisedec y Je(-)sús? W. Loader indica que el autor pensaba en Melquisedec como un sacerdote todavía vivo, pero que no ejercía ninguna función sacerdo(-)tal (Sohn und Hoherpriester [->-21 supra] 214-15). Pero, ¿acaso un sacerdote que deja de desempeñar su función encaja en la compara(-)ción de Heb entre Melquisedec y Jesús? Ade(-)más, pese a la subordinación de Melquisedec a Jesús encontrada en la frase «[fue] hecho se(-)mejante al Hijo de Dios», idea sobre la cual Kobelski insiste con razón (Melchizedek 127, 129), dicha subordinación no elimina el sacer(-)docio eterno de Melquisedec. Quizá se deba concluir que la tipología Melquisedec-Jesús, pese a su utilidad para el autor de Heb, plan(-)tea también una dificultad de la que él simple(-)mente hizo caso omiso. Ciertamente hemos de estar de acuerdo con O. Michel en que para él el único sacerdocio eterno es el de Cristo (Hebraer 260). También conviene señalar que el uso que el autor hace del título «Hijo de Dios» al hablar de la semejanza entre Jesús y Melquisedec no significa que el objeto de con(-)sideración sea «el ser eterno del Hijo de Dios» (así Westcott, Hebrews 173) y no el Jesús en(-)carnado. Heb no atribuye al Hijo de Dios otro sacerdocio que el que le pertenece en virtud de su pasión y exaltación (cf. 5,5-10).
39 4-5. diezmo: La décima parte del bo(-)tín, que Abrahán pagó a Melquisedec, recuer(-)da al autor la décima parte de todos los pro(-)ductos de la tierra que los israelitas tenían que pagar a los sacerdotes levíticos (cf. Nm 18,20-32). Que tal pago se hace de acuerdo con la ley mosaica se declara explícitamente porque el autor dirá más tarde (7,12) que el sacerdocio y la ley están conectados tan estrechamente que la desaparición del sacerdocio lleva aparejada la desaparición de la ley. Aunque los demás ju(-)díos sean, como lo son, descendientes de Abra(-)hán, la superioridad de los sacerdotes es evi(-)dente porque éstos están autorizados a exigir diezmos de aquéllos. (Para «salir de las entra(-)ñas» de alguien como manera de expresar pro(-)cedencia respecto a él, véase Gn 35,11.) 6. Así mismo, la superioridad de Melquisedec res(-)pecto a Abrahán queda patente por el hecho de que aquél recibe el diezmo del patriarca. El relato de Gn no indica que Melquisedec tuvie(-)ra derecho alguno al diezmo que Abrahán le dio; fue puro don. Pero la suposición del autor es que, lo mismo que los demás israelitas esta(-)ban obligados a pagar diezmos a los sacerdo(-)tes, Abrahán pagó el suyo a Melquisedec en cumplimiento de una obligación. El hecho de que Abrahán fuera el receptor de las promesas de Dios se menciona para hacer aún más hin(-)capié en la superioridad de Melquisedec: reci(-)bió diezmos incluso del patriarca que gozaba de tan alto favor de Dios. 7. el que es inferiores bendecido por el que es superior: Pese al tono axiomático de estas palabras, esto contradice lo que se dice en el AT (cf. 2 Sm 14,22; Job 31,20) , pero posiblemente el autor no da un principio general, sino una norma litúrgica (véase O. Michel, Hebraer 267). Que la bendi(-)ción de Abrahán sea vista por el autor como una bendición otorgada al sacerdocio levítico por el sacerdote Melquisedec es explicación suficiente de por qué se ha de introducir en es(-)te punto una consideración litúrgica. 8. vive: La superioridad de Melquisedec consiste en que es «eterno», mientras que los sacerdotes levíticos, que reciben diezmos de los demás hebreos, son «hombres que mueren». 9-10. Le(-)ví, que percibe los diezmos... las entrañas de su padre: «Leví» equivale no sólo al hijo «históri(-)co» de Jacob, sino a la tribu sacerdotal des(-)cendiente de él.
40 (b) El sacerdocio levítico reemplaza(-)do (7,11-28). 11. si la perfección se alcanzara por el sacerdocio levítico: La perfección de la que se habla no es una consagración sacerdo(-)tal, como en 2,10; 5,9 y 7,28, sino la limpieza del pecado y la consiguiente aptitud para acer(-)carse a Dios (7,19). sobre cuya base recibió el pueblo la ley: La ley se dio a Israel como un medio de unión con Dios, y el sacerdocio era el instrumento por el cual la ley había de al(-)canzar su propósito. Spicq considera el princi(-)pio expresado por esta frase como el funda(-)mento de la argumentación entera de Heb (Hébreux 2.227). 12. cuando hay un cambio de sacerdocio... cambio de ley: No se trata de un tópico; es algo peculiar de la situación de Is(-)rael, donde el sacerdocio y la ley mosaica es(-)taban inseparablemente vinculados. 13. aquel de quien se dicen estas cosas: Jesús, el sacerdo(-)te según el orden de Melquisedec, de quien ha(-)bla Sal 110,4 (v. 17). 14. Judá... en relación con cuya tribu... de sacerdotes: El autor conoce y acepta la tradición de que Jesús era de la fa(-)milia de David (cf. Rom 1,3); no comparte la expectativa de Qumrán de un Mesías sacerdo(-)tal descendiente de Aarón y un Mesías real descendiente de Judá por David (véase R. E. Brown, CBQ 19 [1957] 53-82). No es seguro que el judaísmo abrigara una expectativa co(-)mo la del autor de Heb, pese a la afirmación de TestXIILev 8,14, «...de Judá saldrá un rey que fundará un nuevo sacerdocio». Se dice que ese sacerdocio es «de acuerdo con el mo(-)delo gentil», y H. C. Kee piensa que el texto alude «a los reyes-sacerdotes macabeos, con su desempeño cada vez más secular de ese do(-)ble papel» (cf. OTP 1.791 s. f.).
41 15-16. surge otro sacerdote a semejan(-)za de Melquisedec: El argumento es que el sacerdocio de Jesús ha sustituido al de los le(-)vitas. La «eternidad» de Melquisedec es clara(-)mente el punto principal de comparación en(-)tre él y Jesús, un mandamiento acerca de la carne: El requisito legal que aseguraba la su(-)cesión sacerdotal del AT la limitaba a los des(-)cendientes de Leví que eran de la familia de Aarón (cf. Nm 3,3.10). una vida indestructible: No la que Jesús posee debido a su divinidad (contra Westcott, Hebrews 185; Montefiore, Hebrews 125-26), sino la vida que posee debi(-)do a su resurrección; es sacerdote no por su «naturaleza divina», sino en virtud de su exal(-)tación (cf. 5,5-6). El autor no podía ignorar que Ex 40,15 afirma que el sacerdocio de Aarón va a ser eterno, pero no se ocupa de esa objeción a su argumento. El problema queda implícitamente resuelto por la contraposición establecida entre la vida transitoria de cada uno de los sacerdotes judíos y la vida eterna de Jesús (w. 23-24), y por el hecho de que el sa(-)cerdocio eterno de Jesús quedó confirmado por el juramento de Dios (vv. 20-21), mientras que el sacerdocio de Aarón no. Pero la razón principal para el cambio de sacerdocio era que el de Jesús había conseguido aquello de lo cual el del AT era incapaz: «Del hecho, aceptado por la fe, de que Jesús ha logrado la perfec(-)ción, el autor concluye la imperfección del sa(-)cerdocio levítico» (O. Kuss, Hebraer 95). 18. el mandamiento precedente queda abrogado... inutilidad: El mandamiento que instituía el sa(-)cerdocio del AT era inútil porque el sacerdocio por él establecido era impotente para limpiar al pueblo del pecado y unirlo con Dios. 19. in(-)troducción a una esperanza mejor... nos acerca(-)mos a Dios: La esperanza mejor se basa en el sacrificio consumado del Hijo de Dios, por el cual tenemos acceso al Padre (4,16). Conviene advertir la semejanza entre este versículo y 6,19-20. «Mejor» es un calificativo caracterís(-)tico de Heb al referirse al nuevo orden (cf. 1,4; 7,22; 8,6; 9,23; 10,34). «Acercarse a Dios» se aplica en el AT al ministerio sacerdotal; en Lv 10,3 se describe a los sacerdotes simplemente como «los que se acercan a Dios» (el vb. gr. es el mismo que en el presente texto). En este pa(-)saje se habla de la vida cristiana en términos sacerdotales; lo que el AT reservaba al sacer(-)docio se atribuye a todos los creyentes.
42 20. no sin que [Dios] hiciera un jura(-)mento: El sacerdocio de Jesús es superior al de los sacerdotes del AT por estar confirmado por el juramento de Dios (cf. Sal 110,4); por eso él es sacerdote para siempre y ellos no. 22. en la misma proporción Jesús se ha hecho fiador de una alianza mejor: La alianza del AT con la cual se contrasta esta «mejor» es la alianza mosaica (cf. 9,18-20), y el papel central de la ley en la vida de Israel se debe ver en el con(-)texto de esa alianza (cf. P. A. Riemann, IDBSup 192-97; L. Goppelt, Theology of the New Testament [Grand Rapids 1982] 2.256). Por consiguiente, si un cambio de sacerdocio en(-)traña un cambio de ley (7,12), con el nuevo sacerdocio de Jesús ha nacido una nueva alianza. Es «mejor» que la antigua porque per(-)manecerá mientras permanezca el sacerdocio en el cual se funda, y la eternidad de dicho sa(-)cerdocio ha quedado confirmada por el jura(-)mento de Dios. Así, Jesús, el sacerdote de esta alianza, es en persona el fiador de su per(-)manencia. 24. La palabra gr. aparabaton pue(-)de significar «permanente» o «inmutable»; el contexto, que habla del sacerdocio eterno de Jesús, parece apoyar el primer significado, pero ambas ideas están tan íntimamente relacio(-)nadas que, en cualquier caso, una entraña la otra. 25. de ahí que pueda salvar definitiva(-)mente a los que por él se llegan a Dios... para in(-)terceder en favor de ellos: La intercesión del Je(-)sús exaltado se ha interpretado como la consecuencia de su sacrificio consumado; se entiende como una obra sacerdotal, pero dife(-)rente del sacrificio, que se considera pasado y acabado; véase O. Cullmann, The Christology of the New Testament (Filadelfia 1959) 99-104 (trad. esp.: Cristología del Nuevo Testamento [Salamanca 1998]). La razón de esta opinión es principalmente que quienes la mantienen consideran que la obra de la expiación coinci(-)de con la muerte de Jesús en la cruz, un acon(-)tecimiento del pasado, evidentemente. Pero la comparación establecida en los capítulos si(-)guientes entre el sacrificio de Jesús y el ofreci(-)do por el sumo sacerdote el día de la expiación indica que el sacrificio de Jesús no se puede considerar limitado a su muerte; su exaltación forma parte esencial de él. Por consiguiente, el sacrificio no se puede considerar pasado, puesto que su momento culminante tiene lu(-)gar en el santuario celestial, donde quedan su(-)peradas las secuencias temporales. S. Lyonnet demostró que en el judaísmo tardío el sacrifi(-)cio expiatorio era considerado como interce(-)sión (Bib 40 [1959] 855-90); si en este versícu(-)lo se refleja esa idea, la intercesión del Exalta(-)do no se debe considerar consecuencia de su sacrificio, sino como la presencia eterna de és(-)te en el cielo. J. Moffatt, que no es partidario de esta opinión, admite que en este versículo «se utiliza un lenguaje que ha hecho pensar que en la skéné celestial se presenta u ofrece continuamente este sacrificio» (Hebrews xxxviii). La intercesión de Jesús se menciona tam(-)bién en Rom 8,34 con una formulación muy semejante a la de Heb.
43 26. Este versículo parece ser un himno en honor del Jesús exaltado, sumo sacerdote, que guarda correspondencia con el himno a Melquisedec del v. 3. separado de los pecadores: Esto se puede relacionar con una prescripción de la Misná (Yoma 1,1), la de que el sumo sacerdote se prepare para la ofrenda de los sa(-)crificios del día de la expiación separándose de su propia casa durante siete días (cf. Mi(-)chel, Hebraer 280). Pero la comparación pare(-)ce forzada, pues la separación de Jesús res(-)pecto a los pecadores no se presenta como una preparación para su sacrificio, sino que se co(-)necta con su ascensión, encumbrado sobre los cielos: Esto parece ser una referencia al paso de Jesús por los cielos intermedios hasta pe(-)netrar en el santuario celestial, la morada de Dios (4,14; 9,24; cf. H. Koester, HTR 55 [1962] 309). 27. No hay ninguna prescripción en la ley según la cual el sumo sacerdote tuviera que ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los del pue(-)blo. Esa prescripción sólo se aplicaba el día de la expiación (cf. Lv 16,6-19), y ninguna de las ofrendas cotidianas mandadas se ajusta a la descripción dada aquí (cf. Éx 29,38-42; Lv 6,1-6.7-11.12-16; Nm 28,3-8). Muchas son las so(-)luciones que se han propuesto para esta difi(-)cultad (véase Michel, Hebraer 281-83). Puede que la menos insatisfactoria sea la conjetura de O. Kuss, según la cual el autor, en su deseo de contraponer lo más llamativamente posible la insuficiencia de los sacrificios del AT y el sa(-)crificio absolutamente suficiente de Jesús, «escogió una formulación (cada día) que no se adapta exactamente a las circunstancias rea(-)les» (Hebraer 104). esto lo realizó... a sí mismo: Puesto que el autor acaba de decir que los su(-)mos sacerdotes ofrecían sacrificios en primer lugar por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, D. Peterson tiene razón al hablar de «cierta inexactitud técnica» cuando el autor pasa a decir en este momento que Jesús hizo «esto», lo cual, si se toma al pie de la letra, sig(-)nificaría que ofreció un sacrificio por sus pro(-)pios pecados, así como por los pecados del pueblo (Hebrews and Perfection [--> 15 supra] 117) . La opinión de que eso es lo que el autor quería decir ha sido defendida por G. W. Buchanan (Hebrews 129-31) y R. Williamson (.ExpTim 86 [1974-75] 4-8), que refieren 4,15, donde se declara que Jesús fue «sin pecado», no al conjunto de su vida, sino a su aceptación obediente de la muerte. Contra esa limitación del alcance de 4,15, véase D. Peterson, He(-)brews and Perfection 188-90. En este punto habla Heb por vez primera de la víctima del sacrificio de Jesús: él mismo. La absoluta sufi(-)ciencia de ese sacrificio se pone de relieve me(-)diante el «de una vez para siempre» (ephapax), un adv. que, junto con la forma simple hapax, aparece 11 veces en Heb. 28. la palabra del ju(-)ramento... después de la ley: El autor sale al pa(-)so de la posible objeción de que la ley mosaica deja de lado el sacerdocio del que habla Sal 110. Por el contrario, la promesa del nuevo sa(-)cerdocio no levítico llegó mucho tiempo des(-)pués de la ley que establecía el sacerdocio del AT, e instituye como sumo sacerdote no a los sumos sacerdotes débiles y transitorios del AT, sino al Hijo que ha sido consagrado sacerdote para siempre.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Melquisedec figura profética, 7:1-3
1 Pues este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo, 2 a quien dio las décimas de todo, se interpreta primero rey de justicia, y luego, también, rey de Salem, es decir, rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de sus días ni fin de su vida; asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

Comienza el autor a desarrollar lo que muy bien puede considerarse como tema central de la carta: superioridad del sacerdocio y del sacrificio de Cristo sobre el sacerdocio y sacrificio levíticos. La exposición ocupará casi cuatro íntegros capítulos (7:1-10:18). En la presente perícopa (7:1-3) es presentada la figura de Melquisedec, personaje que aparece como en el horizonte de la historia bíblica, entrando bruscamente en escena al encontrarse con Abraham (cf. Gen_14:17-20), y desapareciendo luego sin dejar más huellas que una alusión en Sal_110:4. Parece que todo invita a descubrir en él algo misterioso. Así lo va a hacer el autor de esta carta, relacionándolo con Cristo.
Primeramente nos ofrece los datos positivos que tenemos sobre Melquisedec: rey de Salem 425, sacerdote del Dios altísimo 426, que se encuentra con Abraham, a quien bendice y de quien recibe el diezmo de todo cuanto éste traía (v.1-2a). Es, en resumen, lo único que sabemos de él, tal como se nos cuenta en Gen_14:17-20. Estos datos positivos, bendiciendo a Abraham y recibiendo de él el diezmo de todo, los aprovechará luego el autor para probar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Leví (cf. v.4-10).
De momento, sin embargo, no se fija en eso, sino en estas otras dos cosas: significado etimológico de los nombres Melquisedec (= mi rey es justicia) y Salem (= paz), y la circunstancia de que no se indiquen antepasados ni descendientes de Melquisedec, así como tampoco nacimiento ni muerte (v.2b-3a). Evidentemente, el autor de la carta sabe muy bien que Melquisedec tuvo padres, y que nació y que murió; ni aquí trata de insinuar lo contrario427. Pero le interesa hacer notar el silencio de la Escritura sobre ese particular; silencio que no considera casual, sino dispuesto por Dios, para asemejarlo a su Hijo, del que quería que fuese tipo o figura. Así lo afirma resueltamente en la frase final, que sirve de conclusión a toda la perícopa: asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre (????????????? ?? ?? uico ??? ???? , ????? ?????? ??? ?? ???????? ). Y es de notar que no es Jesucristo el asemejado a Melquisedec, sino viceversa, Melquisedec asemejado a Jesucristo, que es el personaje principal, del mismo modo que el santuario terrestre ha de estar asemejado al celeste (cf. 8:5). El que se diga que Melquisedec permanece sacerdote para siempre, ha de referirse a ese carácter extratemporal que presenta la narración bíblica y a su función prefigurativa de Cristo, pues la ficticia y umbrátil eternidad de Melquisedec sugiere y representa la real eternidad del Hijo de Dios, sin principio de días en cuanto Dios y sin fin en su sacerdocio.

Melquisedec superior
? Abraham y a Leví, 7:4-10.
4 Y ved cuan grande es éste, a quien dio el patriarca Abraham el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los hijos de Leví que reciben el sacerdocio tienen a su favor un precepto de la Ley, en virtud del cual pueden recibir el diezmo del pueblo, esto es, de sus hermanos, no obstante ser también ellos de la estirpe de Abraham. 6 Pero aquel que no venía de Abraham recibió los diezmos de Abraham y bendijo a aquel a quien fueron hechas las promesas. 7 Ahora bien, no cabe duda que el menor es bendecido por el mayor. 8 Y aquí son ciertamente los hombres mortales los que reciben los diezmos, pero allí uno de quien se da testimonio que vive. 9 Y, por decirlo así, en Abraham, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los pagó; 10 porque aún se hallaba en la entraña de su padre cuando le salió al encuentro Melquisedec.

Presentada la persona de Melquisedec, tipo o figura de Cristo (v.1-3), se da ahora un nuevo paso en orden a probar la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de la tribu de Leví en la Ley mosaica (v.4-10). El argumento, dentro de la oscuridad propia de toda alegorización, es fácil de captar: si Melquisedec bendice y recibe diezmos de Abraham, es que le es superior, y a fortiori superior a sus descendientes, los sacerdotes hijos de Leví.
Para el desarrollo de esta argumentación, el autor comienza poniendo por delante la grandeza de Melquisedec, a quien Abraham, no obstante ser quien era428, le entrega el diezmo de todo (v.4.). También los sacerdotes descendientes de Leví429 recibían el diezmo de sus hermanos, a pesar de ser ellos igualmente hijos de Abraham: era un precepto de la Ley en homenaje a su dignidad sacerdotal (v.5; cf. Num_18:20-32). Pero el caso de Melquisedec es especial, pues, sin precepto alguno de la Ley, recibe el diezmo de Abraham mismo, es decir, de aquel precisamente a quien fueron hechas las promesas de salud para el mundo y por quien viene toda la grandeza a Israel (v.6; cf. 6:13). Señal, pues, de que la dignidad de Melquisedec es superior a la de Abraham. A la misma conclusión nos lleva el hecho de la bendición, pues quien bendice es superior al bendecido (v.7). Y si es superior a Abraham, a fortiori es superior a Leví, descendiente suyo, virtualmente incluido en Abraham cuando daba los diezmos a Melquisedec y recibía la bendición (v.8-10). En el v.8 se insinúa una nueva razón de la superioridad de Melquisedec sobre los sacerdotes descendientes de Leví, y es que éstos, aunque recibían diezmos, estaban sujetos a la muerte y habían de transmitir su sacerdocio de padres a hijos; en cambio Melquisedec no necesita transmitir su sacerdocio, pues, conforme a lo dicho antes (cf. v.3), vive para siempre.

El sacerdocio levítico sustituido por el de Cristo, 7:11-25.
11 Si, pues, la perfección viniera por el sacerdocio levítico, ya que sobre él estribaba la Ley dada al pueblo, ¿qué necesidad había de suscitar otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y no denominarlo según el orden de Aarón? 12 Porque, mudado el sacerdocio, de necesidad ha de mudarse también la Ley. 13 Pues bien: aquel de quien esto se dice, pertenece a otra tribu, de la cual ninguno se consagró al altar 14 Pues notorio es que Nuestro Señor nació de Judá, a cuya tribu nada dijo Moisés tocante al sacerdocio. 15 Y esto resulta todavía más evidente si, a semejanza de Melquisedec, se levanta otro sacerdote, 16 instituido, no según la regla de una prescripción carnal, sino según la pujanza de una vida indestructible; 17 pues de El se da este testimonio: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. 18 Con esto se anuncia la abrogación del precedente mandato, a causa de su ineficacia e inutilidad, 19 pues la Ley no llevó nada a la perfección, sino que fue sólo introducción a una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios. 20 Y por cuanto no fue hecho sin juramento pues aquéllos fueron constituidos sacerdotes sin juramento, 21 mas éste lo fue con juramento, por el que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre , 22 de tanta mejor alianza, se ha hecho fiador Jesús. 23 Y de aquéllos fueron muchos los hechos sacerdotes, por cuanto la muerte les impidió permanecer; 24 pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. 25 Por donde puede también salvar perfectamente a los que por El se acercan a Dios, siempre viviente para interceder por ellos.

Si hasta aquí el autor había hablado directamente de Melquisedec e indirectamente de Cristo (v.1-10), ahora comienza ya a hablar directamente de Cristo y sólo indirectamente de Melquisedec. En la presente perícopa (v. 11-25) afirma, en resumen, que el sacerdocio levítico ha sido abrogado y abrogada también la Ley mosaica, estrechamente ligada a él, siendo ambos, sacerdocio y Ley, reemplazados por otro sacerdocio más perfecto, el de Cristo, y otra obra religiosa, derivada de él, de mucha más elevación y virtud santificadora. Para probar el hecho de ese cambio de sacerdocio, se da gran importancia al texto de Sal_110:4, Que habla del sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec (cf. v.1 1.15.17.21), con lo que queda de manifiesto la continuidad con las dos perícopas anteriores.
La primera idea que se hace resaltar es la ineficacia del sacerdocio levítico para llevar las cosas a la perfección (????????? ), pues, en caso contrario, ninguna necesidad hubiera habido de cambio de sacerdocio (v.11). Evidentemente, el término perfección, que ya comentamos anteriormente (cf. 2:10), indica aquí plenitud en la consecución del ideal religioso, tal como nos lo ofrecerá luego el cristianismo, justificando al alma y llevándola hasta la intimidad de la unión con Dios (cf. Rom_8:3-4; Gal_3:23-25). Y si, dada su ineficacia, el sacerdocio levítico debía ser sustituido, de necesidad había de mudarse también la Ley (v.12), incapaz también ella de llevar nada a la perfección (v.19). Esta nueva afirmación, uniendo necesariamente al cambio de sacerdocio el cambio de Ley, pudiera parecer a alguno un poco extraña, pues en un pueblo o sociedad, sacerdocio y legislación son cosas muy distintas, sin que el cese de una incluya necesariamente el cese de la otra. Pero tengamos en cuenta que la nación hebrea era una sociedad teocrática, basada en el culto divino; y la Ley, sancionando ese culto, estaba necesariamente ligada al sacerdocio. Es lo que ya se indica en el v.11, al afirmar que la Ley dada al pueblo estribaba sobre el sacerdocio.
Pero ¿dónde consta que de hecho haya tenido lugar el cambio de sacerdocio ? La cuestión no está propuesta explícitamente, pero bulle claramente en la mente del autor y a ella trata de responder con la afirmación, repetida en varias formas, de que Dios, como se nos dice en Sal_110:4, suscitó otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, que no pertenecía a la tribu de Leví, sino a la de Judá, que no era la señalada por Moisés para las funciones sacerdotales (v.11.13.14.15.17.21.24), Esto significaba que Dios había hecho cambio de sacerdocio (cf. v.18). El nuevo sacerdote es Jesucristo (v. 14.22).
De este nuevo sacerdocio se señalan las principales características, que vamos a comentar brevemente. Es un sacerdocio, no según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec (v.11); poco después se dice a semejanza de Melquisedec (v.15). Evidentemente, en la mente del autor, ambas frases son equivalentes. Quiere, pues, decir que es un sacerdocio semejante, no al de Aarón, sino al de Melquisedec o, con frase más expresiva, tipo Melquisedec: que tiene las características del de Melquisedec (cf. v.3). Prácticamente es la misma idea que vuelve a repetirse en los v. 16-17, a decir que no se recibe por carnal sucesión de padres a hijos, como el de Aarón, sino que dura eternamente en la misma persona, tal como se afirma expresamente en el salmo no. También se dice de este nuevo sacerdocio que, mediante él, entramos en una esperanza mejor, pudiendo acercarnos a Dios con esa segura confianza que nace del perdón y de sentirse plenamente reconciliados con El (v.19; cf. Rom_5:1-2; Rom_8:14-15; Efe_2:18).
Otra característica del nuevo sacerdocio es que fue instituido por Dios con juramento, cosa que no había sucedido con el sacerdocio levítico (v.20-21; cf. Sal_110:4). Ello significa que se trata de un sacerdocio más excelente que el de Aarón, y de que se introduce una economía religiosa más perfecta (v.22; cf. Mat_26:28), pues sólo se jura en las decisiones de mayor importancia y cuando se quiere hacer resaltar la estabilidad. Esta estabilidad es la que luego el autor hace notar en los v.23-24, contraponiendo la indefectible permanencia del sacerdocio de Cristo, que goza de vida indestructible, a la multiplicidad de sacerdotes levíticos, a quienes la muerte impedía permanecer en sus funciones.
Consecuencia de esa permanencia indefectible de Cristo en el ejercicio de sus funciones sacerdotales, y que ha de servirnos de gran consuelo a los cristianos, es su poder para salvar perfectamente 43° a cuantos lo toman por mediador para acercarse a Dios, siempre viviente para interceder por ellos (v.25). Santo Tomás explica esta intercesión perpetua de Cristo a favor nuestro en el sentido de que en el cielo está continuamente mostrando al Padre su santa humanidad, ofrecida e inmolada por nosotros, al mismo tiempo que mantiene en su alma, a vista del Padre, el deseo ardiente de nuestra salvación que siempre tuvo.

Cristo
el gran sacerdote eternamente perfecto,Mat_7:26-28.
26 Tal convenía que fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y más alto que los cielos; 27 que no necesita, como los pontífices, ofrecer cada día víctimas, primero por sus propios pecados, luego por los del pueblo, pues esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo. 28 En suma, la Ley dio el sumo sacerdocio a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que sucedió a la Ley, lo dio al Hijo eternamente perfecto.

Estos versículos forman algo así como un himno en que prorrumpe la humanidad agradecida, que, por fin, ha encontrado al sumo sacerdote que necesitaba.
Se trata de presentar la figura de Cristo, nuestro gran sacerdote, enumerando compendiosamente sus principales cualidades o excelencias. Ya a los antiguos sacerdotes se exigía santidad y apartamiento de pecadores (cf. Lev_21:6-15); pero Jesucristo (v.26) superó inmensamente todo eso, siendo santo ya en su misma concepción (cf. Luc_1:35), inocente en su rectitud para con los hombres, inmaculado por su limpieza moral, apartado de los pecadores, no sólo porque nunca tuvo pecado, sino porque tampoco lo podía tener (cf. 4:15), en fin, más alto que los cielos por su trascendencia de todo orden, que lo coloca por encima de todas las criaturas 431.
Otra excelencia de nuestro sumo sacerdote, consecuencia, en gran parte, de lo anterior, es que no necesita ofrecer cada día víctimas por sus propios pecados, y después por el pueblo, como hacían los pontífices de la antigua Ley432; pecados propios no los tiene, y por el pueblo le bastó hacerlo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo (v.2y). Hay aquí una clara referencia al sacrificio de la cruz y a su eficacia inagotable, en contraste con los sacrificios del antiguo sacerdocio, continuamente repetidos, por impotentes para procurar la salud. En la nueva economía religiosa inaugurada por Cristo hay un solo sacrificio, el del Calvario, bastante por sí solo para dar la salud al mundo. Cierto que tenemos el sacrificio de la misa; pero el sacrificio de la misa, que cada día se celebra en la Iglesia, es el sacrificio mismo de la cruz, que, según mandato del mismo Jesucristo, se renueva continuamente de modo incruento y aplica a los hombres los méritos infinitos allí alcanzados.
Resumiendo y en son de triunfo, el autor hace notar (v.28) que mientras la Ley mosaica establecía como sumos sacerdotes a hombres débiles, que morían y estaban sujetos a miserias morales, la palabra del juramento (cf. v.20-21), que viene después de la Ley, como expresión última y definitiva del querer de Dios, constituye sumo sacerdote al Hijo eternamente perfecto (???? ??? ??? ????? ?????????????? ). Nótese la oposición entre hombres e Hijo, con lo que claramente se da a entender que Jesucristo no es mero hombre, es Hijo de Dios. En cuanto a la palabra perfecto, la hemos encontrado ya anteriormente aplicada a Cristo (cf. 2:10; 5:9), y creemos que debe mantenerse el mismo sentido. Cristo sería sumo sacerdote eternamente perfecto, en cuanto que en El se dan todas las condiciones que le hacen plenamente apto para desempeñar dicho oficio por siempre jamás.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 7

III. EL SACERDOCIO DE JESÚS SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC (7,1-28).

1. EL REY SACERDOTE MELQUISEDEC (7/01-03).

1 Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abraham, cuando éste regresaba de derrotar a los reyes y lo bendijo, 2 y Abraham, a su vez, le hizo partícipe del diezmo de todo. En primer lugar, Melquisedec significa «rey de justicia»; pero, además, es rey de Salem, lo cual quiere decir «rey de paz». 3 Aparece sin padre, sin madre, sin genealogía; no tiene comienzo ni final de su existencia. En esto se parece al Hijo de Dios: permanece sacerdote para siempre.

En Gen_14:17-20 leemos: «Después que (Abraham) volvió de derrotar a Codorlaomor y a los reyes que con él estaban, salióle al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, que es el valle del rey, y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios altísimo, bendijo a Abraham diciendo: "Bendito es Abraham del Dios altísimo, el dueño de cielos y tierra, y bendito sea el Dios altísimo, que ha puesto a tus enemigos en tus manos". Y le dio Abraham el diezmo de todo». Este pasaje y el de Psa_110:4 son los únicos en que aparece Melquisedec en el Antiguo Testamento. Escritores cristianos posteriores vieron en la oferta de pan y vino del rey sacerdote de Jerusalén un anuncio profético de la eucaristía 29.

La exposición de la carta a los Hebreos va en otra dirección. Para su autor, la misteriosa figura de Melquisedec tiene el valor de una figura de Cristo, Hijo de Dios y sumo sacerdote eterno. Aquí tenemos un ejemplo especialmente claro del método singular de exégesis del autor. Del hecho de que el Génesis, al mencionar al rey de Jerusalén, que era al mismo tiempo sacerdote de El Elyón, suprema divinidad cananea, no diga nada de su genealogía ni de su suerte posterior, concluye el autor que Melquisedec no había tenido padre ni madre, que no había nacido ni había muerto. Desde luego, con la misma razón se podrían interpretar como figuras del Hijo eterno de Dios otras muchas personas que sólo una vez se citan brevemente en el Antiguo Testamento. Que la elección recayera expresamente en Melquisedec se explica por su dignidad sacerdotal y por el hecho de que Abraham reconoció su soberanía pagándole el diezmo. Es posible que el autor de la carta a los Hebreos no fuera el primero que en la figura del rey sacerdote de Jerusalén presintió una especie de misterio metafísico. En efecto, las designaciones «sin padre, sin madre» no parecen proceder de una especulación genuinamente cristiana.

Jesús es el Hijo de Dios porque Dios es su Padre en un sentido muy particular, una verdad que en todo caso no resalta particularmente en nuestra carta. De la relación de padre a hijo sólo se insinúa algo en las citas de la Escritura tomadas de Psa_2:7 y 2Sa_7:14 (cf. Heb_1:5). No se llama nunca «Padre» de Jesucristo a Dios, cosa tan frecuente en san Pablo y en san Juan (cf., sin embargo, Heb_12:9 : «Padre de los espíritus»). Sería, por tanto, posible que el autor basara sus especulaciones en un concepto algo distinto de filiación divina. Sea de ello lo que fuere, lo que aquí importa no son precisamente los tipos y modelos conceptuales tomados de la historia de las religiones, sino la persona y la realidad de Cristo. A él debemos buscar en todas las figuras e historias del Antiguo Testamento, aunque los métodos actuales de exégesis de la Escritura son más sobrios y objetivos.

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29. Así también la liturgia romana asigna al sacrificio de Melquisedec un puesto de honor en el canon de la misa.

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2. MELQUISEDEC, SUPERIOR A ABRAHAM Y A LEVI (7/04-10).

4 Considerad la gran categoría de este hombre, a quien nada menos que Abraham, el patriarca, le dio el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los descendientes de Leví, que reciben el sacerdocio, tienen mandado por la ley recibir los diezmos de manos del pueblo, o sea, de sus hermanos, a pesar de que también ellos proceden de Abraham. 6 Pero, en cambio, uno que no pertenece a su linaje es el que ha recibido de Abraham el diezmo y ha bendecido al depositario de las promesas. 7 Está fuera de discusión que la bendición la da el superior al inferior. 8 Y, además, aquí los que reciben el diezmo son hombres que mueren, mientras que allí es uno de quien se atestigua que vive. 9 Y, por decirlo así, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los ha pagado antes en la persona de Abraham, 10 porque estaba en el poder generador del patriarca cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham.

Los versículos pueden dar fácilmente la sensación de que el autor polemiza contra dos de los representantes más destacados del judaísmo, contra Abraham y Leví. De hecho, durante mucho tiempo se creyó que los lectores de la carta habían sido judeocristianos que se habrían sentido arrastrados de nuevo hacia su antigua fe con su culto sacrificial. A éstos habría tenido que demostrar el autor la superioridad del sacerdocio cristiano según el orden de Melquisedec frente al culto levítico, a fin de preservarlos de recaer en el judaísmo. Por muy plausible que parezca esta solución, tropieza primeramente con la dificultad de que las partes exhortatorias (parenéticas) de la carta no polemizan nunca contra instituciones judías, sino que se limitan siempre a exhortar a una fe viva en Cristo y a poner en guardia contra la apostasía total. Otro argumento no menos importante en el mismo sentido es el hecho de que el autor, en su calidad de escriturista cristiano, parte de realidades atestiguadas en el Antiguo Testamento. Cuando él escribía, hacía ya tiempo que yacía en ruinas el templo de Jerusalén, y el sacerdocio judaico había ya prácticamente desaparecido. Lo que quedaba era la palabra de Dios, y de ella podía deducir el teólogo cristiano que mucho antes de que hubiera sacerdotes levíticos, su patriarca Abraham había sido bendecido por un sacerdote superior. El nuevo sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec -único del que entiende hablar la carta- es, por tanto, mas antiguo y mas ilustre que las generaciones de sacerdotes del Antiguo Testamento que descienden de Leví. El mismo Abraham se sometió a este sacerdocio eterno mediante el pago del diezmo.

3. SACERDOCIO Y LEY (7/11-19).

11 Ahora bien, si por el sacerdocio levítico se obtuviera perfección, porque a base de él había sido el pueblo legalmente constituido, ¿qué necesidad habría aún de que surgiera un sacerdote distinto, según el orden de Melquisedec, y que no se le considerara según el orden de Aarón? 12 Porque, cambiado el sacerdocio, por necesidad viene un cambio de ley. 13 Sin embargo, aquel a quien aluden estas cosas pertenece a una tribu distinta, de la que nadie se ha dedicado al altar. 14 Pues es bien patente que nuestro Señor ha salido de la tribu de Judá, a la cual nunca aludió Moisés al hablar de sacerdotes. 15 Y esto resulta todavía más claro si, a semejanza de Melquisedec, surge un sacerdote distinto, 16 el cual no fue constituido por una legislación de ordenanzas puramente humanas, sino por una fuerza de vida indestructible. 17 En efecto, de él se afirma solemnemente: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Psa_110:4). 18 De aquí resulta, por una parte, la abolición de un estatuto anterior a causa de su impotencia e ineficacia, 19 pues realmente la ley no ha llevado nada a la perfección, y por otra parte, la introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios.

Es tarea del sacerdocio conducir los hombres a la perfección30. Por la palabra teleiosis, difícil de traducir, entiende la carta el logro de la salvación eterna, el ingreso en el mundo futuro del lugar de reposo divino, del santuario celestial. Cuando el hombre alcanza su meta por la mediación del sacerdocio, está «consumado», es perfecto, es decir, perfecto también en sentido moral: se le han perdonado sus pecados, Dios lo ha santificado y consagrado a su servicio. Todos estos matices están implicados en la palabra, que en diversos lugares del Antiguo Testamento puede designar también la «consagración sacerdotal» (Lev_8:38; 2Ma_2:9). Ni el sacerdocio levítico ni la ley mosaica relacionada con él pudieron, sin embargo, acarrear la perfección.

Era por tanto necesario establecer otro sacerdocio, que no respondiera a las prescripciones genealógicas de la ley de Moisés. Con esto quedaba la ley herida en su nervio vital, se había demostrado débil e incapaz. Es, sin embargo, significativo que la carta no hable de una nueva ley, sino que a las «ordenanzas puramente humanas» contrapone una «fuerza de vida indestructible» y la «introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios». Con estas dos fórmulas se da magnífica expresión a la naturaleza del orden cristiano de la salvación y del culto. En él se trata de superar la muerte y el pecado, los poderes de perdición que nos impiden el libre acceso a Dios. Podría también decirse que el ser agradados con la «fuerza de vida indestructible» y con la posibilidad de «acercarnos a Dios» constituye la perfección, que en vano trató de conseguir la antigua ley con su sacerdocio levítico.

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30. Tal concepto -por cierto nada obvio- del sacerdocio presupone que el sacerdote es al mismo tiempo «mediador» y «fiador» de la nueva alianza y de sus promesas.

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4. FIADOR DE UNA ALIANZA MEJOR (7/20-25).

20 EI hecho es que aquí, no falta un juramento. Efectivamente, aquéllos han sido constituidos sacerdotes sin juramento, 21 mientras que éste lo ha sido con juramento, pronunciado por aquel que le dijo: «Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre» (Psa_110:4). 22 Y precisamente por eso, Jesús ha sido hecho fiador de una alianza mejor. 23 Además, aquéllos tuvieron que ser sacerdotes muy numerosos, porque la muerte les impedía permanecer en su cargo; 24 pero él, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que nunca pasa. 25 De ahí que definitivamente pueda salvar a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en favor de ellos.

Una vez hemos hablado ya del juramento de Dios, y esto en conexión con la promesa hecha a Abraham (cf. 6,13-17). Aquí cita el autor Sal 110, que refuerza con un juramento el sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec. Ya hemos visto que la imagen del juramento de Dios significa la inquebrantabilidad y el carácter definitivo de su promesa. ¿Qué decir ahora de las palabras de Dios que no van acompañadas de juramento? ¿Se da acaso en Dios una distinción análoga a la que existe entre el hablar corriente del hombre, en el que se puede ocultar engaño y mentira, y el juramento solemne, en cuya veracidad podemos apoyarnos incondicionalmente? 31. Es evidente que aquí no hay lugar a tales consideraciones. Sin embargo, la teoría del juramento de Dios fuerza al autor a emprender una cierta clasificación dentro del Antiguo Testamento. Hay aserciones, como, por ejemplo, la promesa hecha a Abraham, que son absolutamente seguras aunque no vayan acompañadas de juramento (cf. 6,17-18). Por el contrario, la ley de Moisés, anunciada «por medio de ángeles» (2,2), no la considera el autor como palabra directa e inmediata de Dios, sino como un orden transitorio, carnal y -por lo que se refiere a la consumación o «perfección»- inútil. Así, el sacerdocio levítico, instituido sin juramento, no podía tampoco entenderse como una institución divina eternamente valedera.

La alianza, a la que servía este sacerdocio con sus sacrificios, debía ser sustituida por otra «mejor» cuyo fiador es Jesús, instituido sacerdote mediante un juramento de Dios. Aquí nos encontramos por primera vez con el concepto de alianza (diatheke), que en los capítulos siguientes será como la palabra clave de la carta. Pero antes desarrolla todavía el autor un pensamiento ya conocido: el contraste entre muerte y vida, que caracteriza a los dos órdenes sacerdotales. Como los sacerdotes levíticos eran hombres mortales, hubo necesidad de que muchos de ellos desempeñaran el ministerio simultánea y sucesivamente. Jesús, en quien reside una fuerza de vida indestructible (7,16), es por toda la eternidad el único sacerdote de su orden. Tan definitiva, única e insustituible como su sacerdocio es también la salvación que proporciona a los que por él se acercan a Dios. La carta habla de «salvar», para insinuar que no está a nuestro arbitrio el que queramos o no volvernos a Dios: la muerte inevitable que amenaza a nuestra existencia desde el primer momento (2,15; 5,7), la convicción de que nuestra conciencia en vano se esfuerza por verse libre de la carga del pecado (9,9; 10,1-3) es lo que nos fuerza a buscar la faz de Dios.

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31. Contra esta distinción se pronuncia el sermón de la montaña en su antítesis de los juramentos (Mat_5:33-37).

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5. PERFECCIÓN DEL SUMO SACERDOTE CELESTIAL (7/26-28).

26 Tal es también el sumo sacerdote que nos convenía: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. 27 El no necesita, como los sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios, cada día, primero por los pecados propios, después por los del pueblo; porque esto lo hizo de una vez para siempre ofreciéndose a sí mismo. 28 En efecto, la ley constituye sacerdotes a hombres llenos de fragilidad; mientras que la palabra de aquel juramento, ulterior a la ley, constituye sacerdote al Hijo para siempre perfecto.

El capítulo séptimo se cierra con una alabanza casi hímnica del sumo sacerdote Jesús. Podríamos preguntarnos extrañados por qué precisamente a nosotros, pecadores y hombres mortales, nos «convenía» un sumo sacerdote tan santo y tan elevado por encima de todo lo terrenal. Cierto que la carta no quiere decir que tengamos derecho a tal sumo sacerdote o que sería indigno de nosotros el que fuéramos guiados por un sumo sacerdote que fuera pecador y mortal exactamente como nosotros. El sumo sacerdote celestial nos «convenía» más bien por la razón de que ningún otro hubiera podido ayudarnos. Sólo Jesús, que se interesó por los pecadores 32, sin ser él mismo pecador, y que venció a la muerte mediante su elevación a Dios, podía salvarnos. Ahora bien, los versículos no sólo cierran las consideraciones sobre la persona de Jesús, sacerdote según el orden de Melquisedec, y resumen el resultado de la contraposición entre ley y juramento, sino que al mismo tiempo sirven de transición a los capítulos siguientes que tratan de la oblación que hace de sí el sumo sacerdote celestial.

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32. El «separado de los pecadores» podría producir la impresión contraria de que Jesús, a la manera de los fariseos y los esenios, se hubiera distanciado recelosamente de los pecadores. Nuestra carta sólo quiere subrayar con estas palabras la ausencia de pecado en Jesús (cf. 4,15).



Comentario de Santo Toms de Aquino

Lección 3: HebreoSal 7,12-19
Concluyese que el sacerdocio de Cristo es más excelente que el de Melquisedec y, por consiguiente, que el levítico.11 Y si la perfección se daba por el sacerdocio levítico (ya que en tiempo del mismo recibió el pueblo la Ley), ¿qué necesidad hubo después de que se levantase otro sacerdote nombrado según el orden de Melquisedec, y no según el de Aarón?12 Porque mudado el sacerdocio, es forzoso que también se mude la Ley.13 Y el hecho es que aquél de quien fueron predichas estas cosas es de una tribu de la cual ninguno sirvió al altar.14 siendo como es notorio que Nuestro Señor nació de la tribu de Judá, a la cual jamás atribuyó Moisés el sacerdocio.15 Y aun esto se manifiesta más claro; supuesto que sale a luz otro sacerdote a semejanza de Melquisedec,16 establecido, no por ley de sucesión carnal como el de Aarón, sino por el poder de su vida inmortal;17 como lo declara la Escritura diciendo: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.18 Queda, pues, mudado el sacerdocio, y, por tanto, abrogada la Ley u ordenación antecedente, a causa de su inutilidad e insuficiencia;19 pues que la Ley no condujo ninguna cosa a perfección, sino que lo que conduce a ella es una esperanza mejor, sustituida en su lugar, por la cual nos acercamos a Dios.Dejó probada el Apóstol la preeminencia del sacerdocio de Melquisedec respecto del levítico; ahora saca por conclusión, fundado en tal parangón, la excelencia y ventaja que le hace al levítico el sacerdocio de Cristo; porque, así como se dijo, al principio de este capítulo, con 3 argumentos, tomados de la autoridad del Salmo 109, demuestra el Apóstol su propósito:primero, por aquello: "según el orden de Meiquisedec". Así que, habiendo demostrado la preeminencia de Melquisedec sobre Leví, apoyado en ella, demuestra ahora la preeminencia del sacerdocio de Cristo, según el orden de Melquisedec, respecto del levítico. De aquí el hincapié que hace en esta palabra: según el orden; y hace dos razonamientos, uno de los cuales saca como conclusión que (r)| sacerdocio de Cristo se aventaja al levítico; el segundo, aún más, pónelo fuera de combate (a causa de su inutilidad e insuficiencia).En el primer razonamiento, que es condicional, pone dos antecedentes y, por tanto, dos consecuentes. Y el razonamiento es éste: si el sacerdocio levítico, a cuyo cargo corría la administración de la Ley, hubiese sido perfecto, ¿qué necesidad había de instituir otro sacerdocio, según otro orden, a cuya cuenta corriese la administración de otra ley, así como a cuenta del levítico la antigua Ley? Pero es el caso que, en lugar suyo, levántase otro sacerdote, según otro orden, es a saber, el de Melquisedec. Luego aquel otro era imperfecto. Y como se levanta otro sacerdocio, fuerza es también que se levante otra ley. Es claro que en este razonamiento hay dos antecedentes: uno tocante al sacerdocio, otro concerniente a la ley.Dice, pues, cuanto al primer antecedente, que "si la perfección se daba por el sacerdocio levítico". Cuanto al segundo, que si a cuenta del sacerdocio corría la administración de la Ley, lo que demuestra, ya que en tiempo del mismo, esto es, teniendo en sus manos la administración, recibió el pueblo la ley, no porque el sacerdocio fuese anterior a la Ley, sino más bien al contrario. De ahí que ponga el segundo antecedente, al decir: "ya que en tiempo del mismo..." (Mal. 2). Y hace mención especial del sacerdocio, para de ahí pasar a la Ley que corría a cargo suyo; pues -como dice la Glosa- sacerdote sin testamento, sin ley y preceptos, no puede concebirse. Mas no daba su consumación al sacerdocio, esto es, su perfección, que toda le venía de la Ley que administraba, Ley que -como ya se dirá- "no dio un fruto maduro y perfecto", pues ni siquiera llegó a la perfección que pedía la justicia (Mt 5). Tampoco daba la consumación de la patria, pues no introducía en la vida eterna, en señal de lo cual ni su mismo legislador pudo entrar en la tierra de promisión (Dt. 34); pero estas perfecciones las tenemos en Cristo (Is X; Rm 6). Estos son los antecedentes.Pone los consecuentes, al decir: "¿qué necesidad hubo. ..?" Y esto cuanto a lo primero; como si dijese: si aquel sacerdocio hubiese tenido todos los ápices de la perfección, "¿qué necesidad hubo de que se levantase otro?", esto es, no hubiese dicho: según el orden de Melquisedec, sino según el orden de Aarón, que, puesto que no lo dijo, luego era imperfecto. Este es todo el primer razonamiento, por el cual se ve que el sacerdocio de Cristo aventaja al levítico.El segundo, aún más, prueba que hasta lo pone fuera de combate, porque lo perfecto desaloja del puesto lo imperfecto (1Co 13). Luego el sacerdocio de Cristo hace inútil el de Leví, y es éste el primer consecuente. Ei segundo, que aun la ley misma, que corría a su cargo tórnase sin qué ni para qué, lo cual expresa al decir que "mudado el sacerdocio, es forzoso que también se mude ia ley", puesto que a cuenta de los sacerdotes corría la guarda de la ley; luego, mudado el sacerdocio, fuerza era que también se mudase la ley.Y la razón es porque, mudado el fin, es necesario se mude lo que se ordena al fin; así como el que muda su propósito de viajar por agua muda su intento de buscar navio. Ahora bien, la institución de toda ley tiene por fin, a tenor de un régimen, el trato y conversación entre los hombres. De donde, en sentir del Filósofo, mudado el trato, es menester mudar la ley. Mas, así como la ley humana ordénase a un régimen humano, así la espiritual y divina a un régimen divino, cuya designación corre a cuenta del sacerdocio. Mudado, pues, el sacerdocio, es necesario que la ley pase con él. Y habla en términos muy significativos, pues no dice: mudado el sacerdote, ya que la ley no atiende o repara en su persona. De ahí que, muerto él, no se mude la ley, a no ser que hubiese sido introducida por consideración a su persona; mas, mudado el sacerdocio, múdase todo el modo y orden de gobierno. A esto alude Jeremías: "estableceré con la casa de 1srael y la casa de Judá una alianza nueva, no como la que hice con vuestros padres", y la Carta a los Romanos: "la ley del espíritu de vida, que está en Cristo Jesús, me ha libertado de la ley del pecado y de la muerte" (8,2); que así se llama la ley antigua, por la ocasión que se ofrecía, es a saber, porque no confería la gracia "ex opere operato", por virtud de la obra misma, como los sacramentos de la nueva ley.Pero opone aquí el Maniqueo: si la ley antigua la dio la Divina Providencia, siendo ella inmutable, inmutable tendría que ser también la misma ley y, por consiguiente, no debió mudarse. Así que, habiendo sido mudada, luego no la dio la Divina Providencia. Respondo: -según dice San Agustín contra Fausto- al modo que un sabio dispensador, con una misma disposición y providencia, da unos y otros preceptos, conforme a los diferentes tiempos y personas, porque unos son buenos para el invierno, otros para el verano, aquéllos para los niños, estotros para los viejos, para los perfectos así, para los imperfectos asá, y con todo es la misma providencia; de la misma manera, sin mudarse un ápice la Divina Providencia, mudóse la ley por la mudanza de los tiempos, porque, antes de venir Jesucristo, debieron darse preceptos que lo representasen venidero; mas, después de venido, que lo significasen ya llegado.Diéronseles asimismo preceptos como a niños, mas en el Nuevo Testamento como a varones ya maduros. De ahí que a ia Ley se le llame pedagogo o ayo, que es propio de niños; de donde si algo suena a perpetuidad, esto es por razón de lo figurado. Otrosí, dice la Glosa que esta traslación del sacerdocio fue figurada en 1 Reyes, c. 2, cuando pasó de Helí a Samuel, que no fue de la tribu de Leví.Mas contra esto está que Samuel no fue sacerdote; más bien digamos que figura de esto fue la traslación del sacerdocio de Abiatar a Sadoc, que también era Levita; y de Samuel hay que decir que, aunque no fuese sacerdote, desempeñó alguna función sacerdotal, como ofrecer sacrificio y ungir reyes, esto es, a Saúl y a David; y cuanto a este punto transfiriósele el sacerdocio. Así se dice en el Salmo 98: "Moisés y Aarón están entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocaban su nombre". Asimismo, contra lo que dice la Glosa: que no era de la tribu de Leví; porque su padre Elcana cuéntase entre los hijos de Leví.Respondo: hay que decir que Samuel fue un entreverado, de la tribu de Judá por parte de madre, y por parte de padre de la tribu de Leví, aunque no de la línea de Aarón; cuanto al lugar, del monte de Efraín; porque, aunque las 1 1 tribus tenían acotadas por límites-sus provincias, no así la tribu de Leví, que entre las mismas recibió su posesión y habitaba en el monte de-Efraín.-"Y el hecho es que aquel de quien fueron predichas tales cosas es de una tribu de la cual ninguno sirvió a¡» altar". Pone en claro lo que dijo y lo explica, a saber, que el sacerdocio pasó de uno a otro. Dice, pues: ya está-dicho que se mudó el sacerdocio; porque aquel a quien le di¡o el profeta: "Tú eres sacerdote", es de otra tribu que la de Leví, es a saber, de la de Judá, como consta por San Mateo 1, "de la cual ninguno sirvió al altar".Mas, por el contrario, el rey Ozías entró al templo para poner el incienso (II Cr. 26). Respondo: lícitamente nadie sirvió al altar, o sin recibir su merecido; ya que el mismo Ozías fue gravemente castigado con plaga delepra, de que enfermó y murió.Pero, si haciendo fuerza en la palabra ninguno, objetas que la Bienaventurada Virgen María fue de la tribu y estirpe de Aarón, por haber sido prima de Santa 1sabel, que se cuenta entre las hijas de Aarón (Lc 1), respondo que de las familias las más ilustres eran la real y la sacerdotal; de ahí que a menudo se uniesen en matrimonio, como se ve en el primer sumo sacerdote, que tomó por esposa a la hija de Aminadab, hermana de Naasón, caudillo de la tribu de Judá; como también Joyada sacerdote tomó por mujer a Josabet, hija del rey Jorán. De donde pudo suceder que de alguna manera 1sabel fuese de la tribu de Judá.A continuación explica lo que dijo, que "es cosa notoria que Nuestro Señor nació de la tribu de Judá (Mt 1; Ap. 5), "a la cual jamás atribuyó Moisés el sacerdocio", pues era prescripción de la ley que para el ministerio del tabernáculo ningún otro fuese designado sino sólo de la tribu de Leví; de ahí que Moisés, en lo tocante al sacerdocio, no dijese palabra de la tribu de Judá.-"Y aun esto se manifiesta más claro". Puesto que arriba puso un razonamiento para probar que el sacerdocio de Cristo aventaja al de Leví, y aun lo hace polvo; para remachar el clavo, pone aquí otro con que muestra el porqué de su ineficacia y traslación, y se vale de una condicional, en la que pone dos antecedentes y dos consecuentes.Nueva demostración. Cuanto a lo primero pone aquellos antecedentes y manifiesta lo que dijo allí: "como lo declara la Escritura"; y el razonamiento es éste: si se levanta un nuevo sacerdote, esto por cierto no será en virtud de esa ley de mandatos carnales, sino en virtud de la ley ¡nsoluble de la vida eterna. Y la razón es porque el primero fue conforme a aquella ley; menester es, por tanto, que el reciente, si es que se levanta otro nuevo, sea conforme a otra ley.Mas habrá que decir que se levanta otro nuevo. Así pues, la mayor tiene dos antecedentes, uno de los cuales pertenece al Antiguo Testamento, es a saber, que es mandamiento carnal, porque tenía ciertas observancias-carnales, como la circuncisión y las purificaciones carnales. Asimismo, porque amenazaba con penas y prometía premios carnales: "como queráis y me escuchéis, seréis alimentados de los frutos de vuestra tierra" (Is 1; He. 1X). Este antecedente es el que pone al decir: "y aun esto se manifiesta más claro". Y es cosa clara que pertenece al Nuevo Testamento, que no entiende en cosas carnales, sino consiste en espirituales; pues la vida perpetua la engendra en nosotros una virtud espiritual; y esto porque prométense en el mismo (N. T.) bienes y penas perpetuas (Mt 25). Asimismo no consiste en observancias carnales sino en espirituales (Jn 6). Y dice que ha sido "establecido, no por ley de sucesión carnal, sino por el poder de su vida inmortal".Por consiguiente, al decir: "como lo declara la Escritura", manifiesta lo que había dicho y hace hincapié en lo que dice: "para siempre", porque, si el sacerdocio es eterno, claro es que dice perpetuidad.-"Queda, pues, abrogada la ley u ordenación antecedente". Pone, al decir esto, dos consecuentes, el primero acerca de la invalidación del Antiguo Testamento; el segundo, acerca de la institución del Nuevo. Si el Antiguo Testamento estuvo sujeto a una ley u ordenación carnal, y se introduce otro, luego el primero se muda; y esto es lo que quiere decir, que queda abrogada la ley u ordenación antecedente. Pero, al contrario, no se reprueba sino lo malo (Is XI); y esa ordenación no es mala (Rm 7).Respondo: ciertamente no era mala en sí, mas no respondía a las exigencias del tiempo; que el nuevo sacerdocio no ha de guardar las observancias del antiguo (Sal 39). Por eso se dice que aquél se reprueba o abroga, y esto a causa de su inutilidad e insuficiencia; e inútil es aquello que no puede conseguir su efecto; y el propio efecto de la ley y del sacerdocio es justificar; cosa que no pudo hacer la ley; "pues ¡o que era imposible que la Ley hiciese, estando como estaba debilitada por la carne..." (Rm 8,3; Ga 4).Asimismo, es inútil lo que no sirve para conseguir el fin, como la ley, que no llevaba al hombre a la bienaventuranza, que es el fin del hombre, mas, como disposición para la fe, fue útil en su tiempo (He XI). Muestra a continuación de dónde le viene esa inutilidad e insuficiencia, al decir que "la ley ninguna cosa condujo a perfección", ni en materia de justicia, ni en lo que mira a la patria; de donde no era perfecta, pero lo fue por Cristo.Por tanto, al decir: "sino que lo que conduce ...", pone el segundo consecuente del segundo antecedente, diciendo: "sino que lo que conduce a elia es una esperanza mejor, sustituida en su lugar (por medio de un nuevo sacerdote), por la cual nos acercamos a Dios"; porque, si un nuevo sacerdote se levanta -éste es el antecedente- es por el poder de su vida inmortal; la introducción de una mejor esperanza... es el consecuente. "Nos ha regenerado con una viva esperanza, mediante la resurrección de Jesucristo" (1Pe 1). Asimismo, por Jesucristo nos acercamos a Dios, así como por el pecado nos apartamos de El. "Vuestras iniquidades han puesto un muro de separación entre vosotros y vuestro Dios; y vuestros pecados le han hecho volver su rostro de vosotros para no escucharos" (Is 59,2). Quien quita ese muro de separación y hace que nos acerquemos a Dios es ese nuevo sacerdote, es a saber, Cristo, que quita los pecados del mundo (1Jn 1).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El sumo sacerdocio eterno de Cristo

Se han dado ya varias indicaciones de que Jesús es el sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (cf. 5:6, 10; 6:20). Ese tema ahora se desarrolla cabalmente cuando el autor llega al corazón de su mensaje y comienza a alimentar a sus lectores con alimento sólido que produce la madurez espiritual (cf. 5:11-14). La primera parte de este capítulo trata del encuentro entre Abraham y Melquisedec en Gén. 14, enfocando el significado del sacerdocio de Melquisedec en ese contexto (1-10). La segunda parte del capítulo se dedica a la promesa específica del Sal. 110:4, tratando sobre el Mesías como sacerdote como Melquisedec y lo aplica al Señor Jesús (vv. 11-28). La perfección no fue posible bajo el sacerdocio levítico, pero el ministerio de Jesús como sumo sacerdocio reemplaza todo el sistema del AT sobre la forma de aproximarse a Dios, y perfecciona a los creyentes en una relación con él (vv. 11-19). El significado del juramento confirmando el sacerdocio del Mesías se examina (vv. 20-22) y luego se delinean las implicaciones de la promesa de que él será sacerdote para siempre (23-25). El capítulo termina mostrando cómo tal sumo sacerdote, en contraste con los del antiguo pacto, nos convenía en nuestra condición de pecadores (vv. 26-28). El cap. 7 es la tercera etapa en el desarrollo de la idea de que Jesús es el sumo sacerdote del nuevo pacto (cf. 2:17, 18; 4:14-5:10).

1-3 El Sal. 110:4 es el texto clave de este capítulo. Para indicar qué quiso decir el Salmo al hablar de un sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, Heb. vuelve a Gén. 14:18-20, subrayando sólo ciertos temas del relato allí. El nombre Melquisedec significa rey de justicia y el hecho de que era rey de Salem (que deriva del heb. shalom, paz) significa que era rey de paz. En nombre, por lo menos, él anticipó el reinado mesiánico de justicia y paz (p. ej. Isa. 9:6, 7; Heb. 1:8, 9). Más importante aun, él se identifica como sacerdote del Dios Altísimo, que bendijo a Abraham y recibió del gran antepasado o patriarca de Israel los diezmos de todo. Además, en el registro de la Escritura, Melquisedec fue sin padre ni madre ni genealogía, no tiene principio de días ni fin de vida. Aparece de la nada y desaparece sin dejar rastro. No tuvo predecesores ni sucesores. Dado que la legitimidad del sacerdocio de un hombre en el mundo antiguo dependía de tales cosas, el silencio de la Escritura al respecto es inusual. Melquisedec se asemeja al Hijo de Dios en el sentido de que plantea previamente su sacerdocio único y perpetuo. En términos técnicos, es un tipo o modelo de Cristo. El Sal. 110 tiene en vista la aparición de otro rey de Jerusalén (ciudad de Salem), ejerciendo un sacerdocio como el de Melquisedec, aparentemente no basado en una descendencia física de cualquier sacerdocio conocido, pero, sin embargo, designado divinamente. Heb. proclama que Jesucristo es el rey sacerdote prometido quien reina para siempre para bendecir a su pueblo (cf. 5:4-6; 7:13-17).

4-10 Tratando el tema del diezmo pagado por Abraham a Melquisedec, Heb. hace notar que la ley de Moisés requería que los descendientes de Leví que han recibido el sacerdocio tienen, según la ley, mandamiento de recibir los diezmos del pueblo (cf. Núm. 18:21-32). Sin embargo, ¡Melquisedec, cuya genealogía no es contada entre ellos, recibió los diezmos de Abraham, el antepasado de Leví! Por cierto, tan grande es Melquisedec que bendijo a Abraham, aquel a quien Dios había dado las promesas relativas a sus propósitos salvadores (cf. Heb. 6:13, 14). Como el que es menor es bendecido por el mayor (v. 7), esto pone a Melquisedec en una posición muy significativa. Los diezmos pagados al sacerdocio levítico eran recogidos por hombres que mueren, pero Abraham pagó un diezmo a alguien del cual se ha dado testimonio de que vive (v. 8), o sea que en el registro bíblico, Melquisedec se representa como alguien que no tenía fin de vida (v. 3), y esto sugiere que tenía un sacerdocio superior. Aun podría decirse que Leví, y por lo tanto los sacerdotes levíticos, pagaron tributo a Melquisedec por medio de Abraham. Esto nos prepara para el argumento en los vv. 11-19 de que el sacerdocio de Jesús es superior y reemplaza al sacerdocio levítico y su ministerio.

11, 12 Cuando el Sal. 110:4 habla sobre la necesidad de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec y que no fuese llamado según el orden de Aarón, se infiere que algo faltaba en el sacerdocio existente. De hecho, el sacerdocio que descendía de Aarón y que era ejercido por algunos levitas era incapaz de proveer la perfección. Por primera vez el lenguaje de la perfección (aplicado a Cristo en 2:10; 5:9; 7:28) se aplica a la situación de los creyentes. La ley de Moisés no hizo que nada fuese perfecto, pero en Jesucristo se introduce una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios (v. 19). Esta última referencia sugiere que el perfeccionamiento de los creyentes implica capacitándolos para acercarse a Dios o dándoles la posibilidad de gozarse de la certeza de una relación de nuevo pacto con Dios. Más se dirá luego sobre este importante concepto. En términos simples, el sacrificio de Cristo trata con el problema del pecado de un modo que no podían hacerlo el sacerdocio levítico y la ley de Moisés. Por cierto, la ley y el sacerdocio estaban tan relacionados que un cambio de sacerdocio significaba que habría también un cambio de ley (v. 12). Debe notarse que el autor de Heb. ve la ley como una serie de regulaciones de sacrificios y sacerdocios para el mantenimiento de la relación de Israel con Dios. Las limitaciones del sistema como un todo son bosquejadas en los caps. 9 y 10.

13-17 Sólo ciertas personas fueron autorizadas para servir en el altar, de acuerdo con la ley de Moisés (p. ej. Lev. 8 y 9; Núm. 1:47-54). Jesús nuestro Señor perteneció a la tribu de Judá y Moisés no dijo nada en cuanto al sacerdocio referente a esa tribu. De modo que, si Jesús es un sacerdote, debe pertenecer a otro orden. Al tratar esta objeción, el autor señala la predicción del Sal. 110:4 en cuanto a que el sacerdocio mesiánico sería según el orden de Melquisedec. Un descendiente de Leví llegaba a ser sacerdote conforme al mandamiento de la ley acerca del linaje carnal. Jesús llegó a ser sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, sobre la base del poder de una vida indestructible. Esta última expresión se entiende mejor como una referencia a la resurrección de Jesús y su exaltación celestial. El actuó claramente como sumo sacerdote del nuevo pacto sobre la tierra, cuando se ofreció como sacrificio perfecto por nuestros pecados. Pero era necesario que se le volviese a la vida para actuar como sacerdote para siempre, sirviendo en el santuario celestial, a la diestra de Dios (cf. 8:1, 2).

18, 19 El mandamiento anterior es la ley estableciendo el sacerdocio del AT sobre la base de una adecuada línea de antepasados y una pureza física. Era ineficaz e inútil porque la muerte impedía que aquellos sacerdotes pudieran permanecer en sus funciones (v. 23), y su propia debilidad hacía continuamente necesario que ellos sacrificaran por sus propios pecados así como por los pecados del pueblo (v. 27). Por cierto, la ley no perfeccionó nada (ver nota sobre 7:11, 12), porque era sólo una sombra de los bienes venideros (10:1). La regulación que establecía el sacerdocio del AT fue abrogada cuando Dios inauguró un nuevo sacerdocio y proveyó un sacrificio que pusiera fin a todos los sacrificios (cf. 10:5-10). Se introduce una esperanza mejor con el sumo sacerdocio de Jesús, por la cual nos acercamos a Dios. La certeza de una limpieza definitiva del pecado y de la posibilidad de continuar en una eterna relación con Dios está en el corazón de esta esperanza mejor.

20-23 La promesa de establecer el sacerdocio del Mesías fue confirmada con un juramento: Jehovah juró y no se retractará" (Sal. 110:4). Un juramento adjuntado a una promesa hace que la inmutabilidad de su consejo sea muy claro (6:17). Así se establece lo eterno del sacerdocio de Jesús. Por causa de este juramento se puede afirmar que Jesús ha sido hecho fiador de un pacto superior. Cuando el autor vuelve a tratar el tema de un pacto superior más adelante, describe a Jesús como el mediador de un nuevo pacto (8:6; 9:15; 12:24). Esto significa que él inaugura las bendiciones del pacto prometidas en Jer. 31:31-34 (citadas en 8:8-12). La palabra fiador (v. 22; DHH garantía) sugiere aun más: el ministerio sacerdotal de Jesús continúa certificando el hecho de que las bendiciones ya están disponibles. El pacto superior es la base para una esperanza superior para el cristiano.

23-25 El carácter único y eterno del sacerdocio de Cristo es el corazón del argumento en este complicado capítulo. Hubo muchos sacerdotes bajo el antiguo pacto, porque debido a la muerte no podían permanecer. Sin embargo, dado que el Cristo resucitado y ascendido permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. Continúa siendo el mismo (cf. 1:8-12; 13:8) y su función y obra sacerdotal son absolutas e inmutables. Las palabras por esto al comienzo del v. 25 introducen la consecuencia lógica de todo lo dicho. Aquí está la aplicación práctica de la enseñanza del autor sobre Jesús como sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Jesús puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios. La idea de acercarse o venir a Dios es algo destacado en Heb. (cf. 4:16; 7:19; 10:1, 22; 11:6; 12:18, 22). Expresa la idea de una relación con Dios. El sacerdocio del AT y su sistema de sacrificios sólo proveía esa relación imperfectamente, pero Jesús puede salvar por completo a los que se relacionan con Dios por medio de él. El lenguaje de la salvación aquí implica la liberación de la alternativa, que es el juicio de Dios (cf. 2:1-4; 9:27, 28; 10:26-31). De hecho, los cristianos pueden mirar a Jesús pidiendo ayuda en cualquier etapa de su peregrinaje terrenal, puesto que vive para siempre para interceder por ellos (cf. Rom. 8:34; 1 Jn. 2:1, 2). La figura del intercesor celestial se usa para enfatizar la disposición y capacidad de Cristo para continuar aplicándonos los beneficios de su sacrificio, hecho de una vez para siempre (cf. 2:18; 4:14-16; 10:19-22). Sin embargo, la figura no se debe llevar demasiado lejos. Jesús está sentado a la diestra de Dios, reclamando el cumplimiento de las promesas del pacto para sus hijos, no rogando la aceptación de ellos ante el trono del Padre.

26-28 Jesús satisface nuestra necesidad como sumo sacerdote en primer lugar porque es santo, inocente, puro. Estos tres adjetivos recuerdan la enseñanza de que él fue sin pecado (4:15), y explican por qué su sacrificio fue tan perfecto y no necesita ser repetido. Permaneció obediente a Dios durante una vida de pruebas. Como sumo sacerdote sin falta, se sacrificó por los pecados del pueblo de Dios una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo (27: cf. 9:14). Este es un nuevo pensamiento, que explica exactamente cómo obró la purificación (1:3) o pudo expiar los pecados del pueblo (2:17). Nótese el énfasis sobre una vez para siempre en la naturaleza de su sacrificio aquí y en 9:12, 26, 28; 10:10. A diferencia de los sumos sacerdotes del judaísmo, no tiene cada día la necesidad de ofrecer sacrificios, primero, por sus propios pecados y luego por los del pueblo. La perfección de su sacrificio se asocia con la perfección de la víctima. Jesús también satisface nuestra necesidad como sumo sacerdote porque ahora es apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos. Su exaltación celestial significa que él vive para siempre para aplicar los beneficios de su obra salvadora para nosotros (v. 25). La ley de Moisés designaba como sumos sacerdotes a hombres débiles, pero el juramento del Sal. 110:4 señala que el Hijo será sumo sacerdote de un orden diferente. El estaba calificado para cumplir este papel o hecho perfecto para siempre (v. 28; cf. notas sobre 2:10; 5:9) por medio de su vida obediente, su muerte de sacrificio y su entrada a la presencia celestial de Dios (como sugieren los vv. 26, 27).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VII.

[Melchisedec, and Christ.]

1 Christ Iesus is a Priest after the order of Melchisedec, 11 And so, farre more excellent then the Priests of Aarons order.
1 For this Melchisedec king of Salem, Priest of the most high God, who met Abraham returning from the slaughter of the Kings, and blessed him:
2 To whom also Abraham gaue a tenth part of all: first being by interpretation king of righteousnesse, and after that also king of Salem, which is, king of peace.
3 Without father, without mother, [ Greek: without pedigree.] without descent, hauing neither beginning of dayes nor end of life: but made like vnto the Sonne of God, abideth a Priest continually.
4 Now consider how great this man was, vnto who euen the patriarch Abraham gaue the tenth of the spoiles.
5 And verily they that are of the sonnes of Leui, who receiue the office of the Priesthood, haue a commandement to take Tithes of the people according to the Law, that is of their brethren, though they come out of the loines of Abraham:
6 But he whose [ Or, pedigree.] descent is not counted from them, receiued tithes of Abraham, and blessed him that had the promises.
7 And without all contradiction, the lesse is blessed of the better.
8 And here men that die receiue tithes: but there hee receiueth them, of whom it is witnessed that he liueth.
9 And as I may so say, Leui also who receiueth tithes, payed tithes in Abraham.
10 For hee was yet in the loynes of his Father when Melchisedec met him.
11 If therefore perfection were by the Leuiticall Priesthood (for vnder it the people receiued the Law) what further neede was there, that another Priest should rise after the order of Melchisedec, and not bee called after the order of Aaron?
12 For the Priesthood being chaunged, there is made of necessitie a change also of the Law.
13 For hee of whom these things are spoken, pertaineth to another tribe, of which no man gaue attendance at the Altar.

[Melchisedec, and Christ.]

14 For it is euident that our Lorde sprang out of Iuda, of which tribe Moses spake nothing cocerning Priesthood.
15 And it is yet farre more euident: for that after the similitude of Melchisedec there ariseth another Priest,
16 Who is made not after the Law of a carnall commandement, but after the power of an endles life.
17 For hee testifieth; Thou art a Priest for euer, after the order of Melchisedec.
18 For there is verily a disanulling of the commandement going before, for the weakenesse and vnprofitablenesse thereof.
19 For the Law made nothing perfect, [ Or, but it was the bringing in.] but the bringing in of a better hope did: by the which wee draw nigh vnto God.
20 And in as much as not without an othe he was made Priest,
21 (For those Priests were made [ Or, without swearing of an othe.] without an oath: but this with an oath, by him yt said vnto him, [ Psa_110:4 .] The Lord sware and wil not repent, thou art a Priest for euer after the order of Melchisedec)
22 By so much was Iesus made a suertie of a better Testament.
23 And they truely were many Priests, because they were not suffered to continue by reason of death.
24 But this man because hee continueth euer, hath an [ Or, which passeth not from one to another.] vnchangeable Priesthood.
25 Wherefore he is able also to saue them [ Or, euermore.] to the vttermost, that come vnto God by him, seeing hee euer liueth to make intercession for them.
26 For such an high Priest became vs, who is holy, harmelesse, vndefiled, separate from sinners, and made higher then the heauens.
27 Who needeth not daily, as those high Priests, to offer vp sacrifice, first for his owne sins and then for the peoples: for this he did once, when he offered vp himselfe.
28 For the Law maketh men high Priests which haue infirmitie, but the word of the othe which was since the Law, maketh the Sonne, who is [ Greek: perfected.] consecrated for euermore.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Melquisedec y Jesucristo. Es probable que este personaje del tiempo de Abrahán que aparece en Gén_14:18 y después en Sal_110:4 no nos diga nada a los lectores de hoy, y que la expresión «Jesucristo sacerdote según la línea de Melquisedec» nos parezca extraña e incomprensible. No olvidemos, sin embargo, que los destinatarios de la carta son judeocristianos y que, por tanto, estaban familiarizados y fascinados, como todos los judíos, por el misterio que envolvía a esta lejana personalidad sacerdotal del Antiguo Testamento. El predicador lo toma como imagen y figura del sacerdocio de Cristo para afirmar la superioridad y novedad absoluta de éste, en contraste y ruptura con el sacerdocio tradicional del Templo de Jerusalén.
Y así, va aplicando a Cristo todo lo que el texto de Gn 14 dice de Melquisedec «sacerdote del Dios Altísimo» (1). Primero se fija en sus títulos: «Rey de Justicia... Rey de Paz» (2). Aparece en escena misteriosamente «sin padre ni madre, sin genealogía, sin principio ni fin de su vida» (3). Así es el sacerdocio de Cristo, cuyos orígenes se pierden en el misterio de Dios. Pondera después la grandeza del sacerdote Melquisedec -es decir, de Cristo-, a quien el mismo Abrahán acata y reconoce al ofrecerle tributo y recibir su bendición, pues «nadie duda que el menor es bendecido por el mayor» (7). El Patriarca actuaba no solamente a título propio, sino como figura corporativa, es decir, representando a toda su descendencia, entre la que se encuentra la tribu de Leví, de la que provenía la clase sacerdotal del pueblo judío.
Compara ahora el sacerdocio levítico con el sacerdocio de Cristo y nuestro predicador afirma la superioridad absoluta de éste. Se fija especialmente en dos características: la eficacia y la duración. El sacerdocio levítico, con todas sus leyes de culto, no ha logrado relacionar plenamente a las personas con Dios, quedando así derogado «por inútil e ineficaz» (18). Así lo confirman las Escrituras al anunciar y prometer con juramento un sacerdote de otro orden, «una esperanza más valiosa, por la cual nos acercamos a Dios» (19). En cuanto al número y la duración, los sacerdotes levíticos eran muchos, se repartían el trabajo en turnos, morían y otros les sucedían. Nuestro sumo sacerdote es único y vive perpetuamente, como garantiza el juramento: «tú eres sacerdote para siempre» (21). Finalmente, los sacerdotes levíticos eran pecadores, debían ofrecer «cada día sacrificios, primero, por sus pecados» (27), mientras que el sumo sacerdote Jesús es «santo, inocente, sin mancha» (26), ofreciéndose a sí mismo en sacrificio, como víctima inmaculada «de una vez para siempre» (27). Así termina el predicador la presentación del Sumo Sacerdote Jesús, a quien ve ya anunciado en el misterioso y profético personaje Melquisedec.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— descendiente de Judá: A través de David que era, a su vez, descendiente de Judá (ver Mat 1:2; Mat 9:27; Luc 1:32; Luc 3:33; Rom 1:3; 2Ti 2:8; Apo 5:5).

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Según la ley del diezmo y la bendición, Melquisedec es superior a Abrahán y, por tanto, a Leví, su descendiente (vv. 4-10). En consecuencia, como el sacerdocio de Cristo es según el orden de Melquisedec, es superior al levítico. Además, el sacerdocio según el orden de Leví no podía conseguir que la Ley mosaica, a la que servía, cumpliera el designio de Dios y la salvación de los hombres (vv. 11-14). La Ley tuvo como tarea la de anunciar una ley mejor -la de Cristo-, llena de esperanza, que abre las puertas a la vida eterna (vv. 15-19). «En lugar de los preceptos antiguos hemos recibido ahora la esperanza de los bienes futuros, que nos hace ser la familia de Dios» (Teodoreto, Interp. ad Hb. in loc.).


Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_49:10; Mat_1:1 s; Mat_2:6; Rom_1:3; Apo_5:5

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_49:10; Mat_1:1 s; Mat_2:6; Rom_1:3; Apo_5:5

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Núm 24:17; Isa 11:1; Miq 5:2; Mat 2:6; Apo 5:5

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



La institución del sacerdocio según el orden de Melquisedec entrañaba dos consecuencias: la abrogación del sacerdocio levítico y la abolición de la ley de Moisés, que se basaba en él. Prueba evidente de la traslación del sacerdocio es el hecho de que el nuevo sacerdote, Jesu-Cristo, no pertenecía a la tribu de Levi. Pero la razón fundamental es la impotencia del sacerdocio levítico para dar la consumación de la santidad, que sólo podría comunicar un sacerdote eterno.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-2. Gen_14:17-20

10. Gen_14:17.

11. Sal. 1 1 0. 4.

Torres Amat (1825)



[1] Gen 14, 18.

[3] Sin que haya un sucesor.

[8] Y permanece, como figura de Cristo.

[16] Por esta razón, no es el sucesor de nadie ni nadie lo sucede a él.

[17] Sal 110 (109), 4.

[27] Aunque era inocente, se ofreció como víctima al eterno Padre por los pecados del mundo.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

περὶ ἱερέων οὐδὲν WH Treg NA28 ] οὐδὲν περὶ ἱερωσύνης RP

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

surgido... Lit. amanecerLuc 1:78.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 7.4 Gn 14.20.

[2] 7.17 Sal 110.4.

[3] 7.21 Sal 110.4.

[4] 7.27 Lv 9.7; 16.6.

[5] 7.27 Mc 10.45; 14.24; cf. Is 53.10.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Mt 1:1 *Rom 1:3 *Ap 5:5