Ver contexto
que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día como aquellos sumos sacerdotes, primero por sus propios pecados, luego por los del pueblo; y esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. (Hebreos 7, 27) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



38 (B) Jesús, sacerdote según el orden de Melquisedec (7,1-28).
(a) Melquisedec y el sacerdocio levítico (7,1-10). 1. Este versículo introduce un midrás sobre Gn 14,18-20 que sirve para demostrar la superioridad del sacerdocio de Jesús respecto al del AT mediante una exposición detallada de la semejanza entre Jesús y Melquisedec (véase J. A. Fitzmyer, ESBNT 221-43). El autor de Heb acepta la suposición de que Melquisedec era sacerdote del Dios de Israel (cf. Gn 14,22, donde «Yahvé» y «Dios Altísimo» están en apo(-)sición). 2. diezmo: El AT no deja claro quién pagó el diezmo a quién; al añadir «Abrahán» como sujeto del vb., el autor sigue una interpre(-)tación contemporánea (cf. lQapGn 22,17; Jo(-)sefo, Ant. 1.10.2 § 181), dado que resulta nece(-)sario para su argumentación. También acepta la etimología popular del nombre de Melquise(-)dec, «rey de paz» (ibid.). No se vuelve a men(-)cionar ninguna de estas peculiaridades; pro(-)bablemente se indican en este pasaje porque se considera a Melquisedec como prototipo de Jesús, el Mesías, y porque las bendiciones mesiánicas incluyen la justicia y la paz (cf. Is 9,5-6; 32,1.17). 3. Muchos comentaristas sostie(-)nen que en este punto el autor está citando un himno sobre Melquisedec. sin padre... fin de vi(-)da: El AT no habla de los antepasados, el naci(-)miento ni la muerte de Melquisedec. Según un principio de exégesis rabínica, lo que no se menciona en la Torá no existe (cf. Str-B 3.693-95). Ésta es una explicación parcial, pero pro(-)bablemente insuficiente, de que a Melquisedec se le atribuya vida eterna (véase P. J. Kobelski, Melchizedel and Melchiresa [CBQMS 10, Wa(-)shington 1981] 123). En llQMelq, Melquisedec aparece como un ser celestial «en la asamblea de Dios», que va a exigir venganza y a expiar por los pecados en un año jubilar (véase M. de Jonge y A. S. Van der Woude, NTS 12 [1965-66] 301-26). Aunque no se puede establecer la existencia de una influencia directa de ese tex(-)to sobre Heb (véanse J. A. Fitzmyer, ESBNT 267; Kobelski, Melchizedek 128), ambos docu(-)mentos presentan a Melquisedec como un ser celestial, y Kobelski conjetura que Sal 110,4 llevó en ambos a la atribución de eternidad a Melquisedec (ibid. 124). hecho semejante... sacerdote para siempre: La semejanza (el hecho de que Melquisedec sea un sacerdote eterno) se encuentra en lo que el AT dice de él (cf. Mof(-)fatt, Hebrews 93); así se considera a Melqui(-)sedec como prefiguración de Jesús (cf. Peterson, Hebrews and Perfection [--> 15 supra] 107; de manera parecida Vanhoye, Prétres anciens [-->28 supra] 175). La «eternidad» de Melqui(-)sedec brindaba al autor una tipología que cier(-)tamente se ajustaba a su propósito; pero, puesto que no le proporcionaba sólo una pre(-)figuración del sacerdocio de Jesús, sino tam(-)bién un contraste con el de los hijos de Leví (v. 8), creaba además un problema: ¿hay, enton(-)ces, dos sacerdotes eternos, Melquisedec y Je(-)sús? W. Loader indica que el autor pensaba en Melquisedec como un sacerdote todavía vivo, pero que no ejercía ninguna función sacerdo(-)tal (Sohn und Hoherpriester [->-21 supra] 214-15). Pero, ¿acaso un sacerdote que deja de desempeñar su función encaja en la compara(-)ción de Heb entre Melquisedec y Jesús? Ade(-)más, pese a la subordinación de Melquisedec a Jesús encontrada en la frase «[fue] hecho se(-)mejante al Hijo de Dios», idea sobre la cual Kobelski insiste con razón (Melchizedek 127, 129), dicha subordinación no elimina el sacer(-)docio eterno de Melquisedec. Quizá se deba concluir que la tipología Melquisedec-Jesús, pese a su utilidad para el autor de Heb, plan(-)tea también una dificultad de la que él simple(-)mente hizo caso omiso. Ciertamente hemos de estar de acuerdo con O. Michel en que para él el único sacerdocio eterno es el de Cristo (Hebraer 260). También conviene señalar que el uso que el autor hace del título «Hijo de Dios» al hablar de la semejanza entre Jesús y Melquisedec no significa que el objeto de con(-)sideración sea «el ser eterno del Hijo de Dios» (así Westcott, Hebrews 173) y no el Jesús en(-)carnado. Heb no atribuye al Hijo de Dios otro sacerdocio que el que le pertenece en virtud de su pasión y exaltación (cf. 5,5-10).
39 4-5. diezmo: La décima parte del bo(-)tín, que Abrahán pagó a Melquisedec, recuer(-)da al autor la décima parte de todos los pro(-)ductos de la tierra que los israelitas tenían que pagar a los sacerdotes levíticos (cf. Nm 18,20-32). Que tal pago se hace de acuerdo con la ley mosaica se declara explícitamente porque el autor dirá más tarde (7,12) que el sacerdocio y la ley están conectados tan estrechamente que la desaparición del sacerdocio lleva aparejada la desaparición de la ley. Aunque los demás ju(-)díos sean, como lo son, descendientes de Abra(-)hán, la superioridad de los sacerdotes es evi(-)dente porque éstos están autorizados a exigir diezmos de aquéllos. (Para «salir de las entra(-)ñas» de alguien como manera de expresar pro(-)cedencia respecto a él, véase Gn 35,11.) 6. Así mismo, la superioridad de Melquisedec res(-)pecto a Abrahán queda patente por el hecho de que aquél recibe el diezmo del patriarca. El relato de Gn no indica que Melquisedec tuvie(-)ra derecho alguno al diezmo que Abrahán le dio; fue puro don. Pero la suposición del autor es que, lo mismo que los demás israelitas esta(-)ban obligados a pagar diezmos a los sacerdo(-)tes, Abrahán pagó el suyo a Melquisedec en cumplimiento de una obligación. El hecho de que Abrahán fuera el receptor de las promesas de Dios se menciona para hacer aún más hin(-)capié en la superioridad de Melquisedec: reci(-)bió diezmos incluso del patriarca que gozaba de tan alto favor de Dios. 7. el que es inferiores bendecido por el que es superior: Pese al tono axiomático de estas palabras, esto contradice lo que se dice en el AT (cf. 2 Sm 14,22; Job 31,20) , pero posiblemente el autor no da un principio general, sino una norma litúrgica (véase O. Michel, Hebraer 267). Que la bendi(-)ción de Abrahán sea vista por el autor como una bendición otorgada al sacerdocio levítico por el sacerdote Melquisedec es explicación suficiente de por qué se ha de introducir en es(-)te punto una consideración litúrgica. 8. vive: La superioridad de Melquisedec consiste en que es «eterno», mientras que los sacerdotes levíticos, que reciben diezmos de los demás hebreos, son «hombres que mueren». 9-10. Le(-)ví, que percibe los diezmos... las entrañas de su padre: «Leví» equivale no sólo al hijo «históri(-)co» de Jacob, sino a la tribu sacerdotal des(-)cendiente de él.
40 (b) El sacerdocio levítico reemplaza(-)do (7,11-28). 11. si la perfección se alcanzara por el sacerdocio levítico: La perfección de la que se habla no es una consagración sacerdo(-)tal, como en 2,10; 5,9 y 7,28, sino la limpieza del pecado y la consiguiente aptitud para acer(-)carse a Dios (7,19). sobre cuya base recibió el pueblo la ley: La ley se dio a Israel como un medio de unión con Dios, y el sacerdocio era el instrumento por el cual la ley había de al(-)canzar su propósito. Spicq considera el princi(-)pio expresado por esta frase como el funda(-)mento de la argumentación entera de Heb (Hébreux 2.227). 12. cuando hay un cambio de sacerdocio... cambio de ley: No se trata de un tópico; es algo peculiar de la situación de Is(-)rael, donde el sacerdocio y la ley mosaica es(-)taban inseparablemente vinculados. 13. aquel de quien se dicen estas cosas: Jesús, el sacerdo(-)te según el orden de Melquisedec, de quien ha(-)bla Sal 110,4 (v. 17). 14. Judá... en relación con cuya tribu... de sacerdotes: El autor conoce y acepta la tradición de que Jesús era de la fa(-)milia de David (cf. Rom 1,3); no comparte la expectativa de Qumrán de un Mesías sacerdo(-)tal descendiente de Aarón y un Mesías real descendiente de Judá por David (véase R. E. Brown, CBQ 19 [1957] 53-82). No es seguro que el judaísmo abrigara una expectativa co(-)mo la del autor de Heb, pese a la afirmación de TestXIILev 8,14, «...de Judá saldrá un rey que fundará un nuevo sacerdocio». Se dice que ese sacerdocio es «de acuerdo con el mo(-)delo gentil», y H. C. Kee piensa que el texto alude «a los reyes-sacerdotes macabeos, con su desempeño cada vez más secular de ese do(-)ble papel» (cf. OTP 1.791 s. f.).
41 15-16. surge otro sacerdote a semejan(-)za de Melquisedec: El argumento es que el sacerdocio de Jesús ha sustituido al de los le(-)vitas. La «eternidad» de Melquisedec es clara(-)mente el punto principal de comparación en(-)tre él y Jesús, un mandamiento acerca de la carne: El requisito legal que aseguraba la su(-)cesión sacerdotal del AT la limitaba a los des(-)cendientes de Leví que eran de la familia de Aarón (cf. Nm 3,3.10). una vida indestructible: No la que Jesús posee debido a su divinidad (contra Westcott, Hebrews 185; Montefiore, Hebrews 125-26), sino la vida que posee debi(-)do a su resurrección; es sacerdote no por su «naturaleza divina», sino en virtud de su exal(-)tación (cf. 5,5-6). El autor no podía ignorar que Ex 40,15 afirma que el sacerdocio de Aarón va a ser eterno, pero no se ocupa de esa objeción a su argumento. El problema queda implícitamente resuelto por la contraposición establecida entre la vida transitoria de cada uno de los sacerdotes judíos y la vida eterna de Jesús (w. 23-24), y por el hecho de que el sa(-)cerdocio eterno de Jesús quedó confirmado por el juramento de Dios (vv. 20-21), mientras que el sacerdocio de Aarón no. Pero la razón principal para el cambio de sacerdocio era que el de Jesús había conseguido aquello de lo cual el del AT era incapaz: «Del hecho, aceptado por la fe, de que Jesús ha logrado la perfec(-)ción, el autor concluye la imperfección del sa(-)cerdocio levítico» (O. Kuss, Hebraer 95). 18. el mandamiento precedente queda abrogado... inutilidad: El mandamiento que instituía el sa(-)cerdocio del AT era inútil porque el sacerdocio por él establecido era impotente para limpiar al pueblo del pecado y unirlo con Dios. 19. in(-)troducción a una esperanza mejor... nos acerca(-)mos a Dios: La esperanza mejor se basa en el sacrificio consumado del Hijo de Dios, por el cual tenemos acceso al Padre (4,16). Conviene advertir la semejanza entre este versículo y 6,19-20. «Mejor» es un calificativo caracterís(-)tico de Heb al referirse al nuevo orden (cf. 1,4; 7,22; 8,6; 9,23; 10,34). «Acercarse a Dios» se aplica en el AT al ministerio sacerdotal; en Lv 10,3 se describe a los sacerdotes simplemente como «los que se acercan a Dios» (el vb. gr. es el mismo que en el presente texto). En este pa(-)saje se habla de la vida cristiana en términos sacerdotales; lo que el AT reservaba al sacer(-)docio se atribuye a todos los creyentes.
42 20. no sin que [Dios] hiciera un jura(-)mento: El sacerdocio de Jesús es superior al de los sacerdotes del AT por estar confirmado por el juramento de Dios (cf. Sal 110,4); por eso él es sacerdote para siempre y ellos no. 22. en la misma proporción Jesús se ha hecho fiador de una alianza mejor: La alianza del AT con la cual se contrasta esta «mejor» es la alianza mosaica (cf. 9,18-20), y el papel central de la ley en la vida de Israel se debe ver en el con(-)texto de esa alianza (cf. P. A. Riemann, IDBSup 192-97; L. Goppelt, Theology of the New Testament [Grand Rapids 1982] 2.256). Por consiguiente, si un cambio de sacerdocio en(-)traña un cambio de ley (7,12), con el nuevo sacerdocio de Jesús ha nacido una nueva alianza. Es «mejor» que la antigua porque per(-)manecerá mientras permanezca el sacerdocio en el cual se funda, y la eternidad de dicho sa(-)cerdocio ha quedado confirmada por el jura(-)mento de Dios. Así, Jesús, el sacerdote de esta alianza, es en persona el fiador de su per(-)manencia. 24. La palabra gr. aparabaton pue(-)de significar «permanente» o «inmutable»; el contexto, que habla del sacerdocio eterno de Jesús, parece apoyar el primer significado, pero ambas ideas están tan íntimamente relacio(-)nadas que, en cualquier caso, una entraña la otra. 25. de ahí que pueda salvar definitiva(-)mente a los que por él se llegan a Dios... para in(-)terceder en favor de ellos: La intercesión del Je(-)sús exaltado se ha interpretado como la consecuencia de su sacrificio consumado; se entiende como una obra sacerdotal, pero dife(-)rente del sacrificio, que se considera pasado y acabado; véase O. Cullmann, The Christology of the New Testament (Filadelfia 1959) 99-104 (trad. esp.: Cristología del Nuevo Testamento [Salamanca 1998]). La razón de esta opinión es principalmente que quienes la mantienen consideran que la obra de la expiación coinci(-)de con la muerte de Jesús en la cruz, un acon(-)tecimiento del pasado, evidentemente. Pero la comparación establecida en los capítulos si(-)guientes entre el sacrificio de Jesús y el ofreci(-)do por el sumo sacerdote el día de la expiación indica que el sacrificio de Jesús no se puede considerar limitado a su muerte; su exaltación forma parte esencial de él. Por consiguiente, el sacrificio no se puede considerar pasado, puesto que su momento culminante tiene lu(-)gar en el santuario celestial, donde quedan su(-)peradas las secuencias temporales. S. Lyonnet demostró que en el judaísmo tardío el sacrifi(-)cio expiatorio era considerado como interce(-)sión (Bib 40 [1959] 855-90); si en este versícu(-)lo se refleja esa idea, la intercesión del Exalta(-)do no se debe considerar consecuencia de su sacrificio, sino como la presencia eterna de és(-)te en el cielo. J. Moffatt, que no es partidario de esta opinión, admite que en este versículo «se utiliza un lenguaje que ha hecho pensar que en la skéné celestial se presenta u ofrece continuamente este sacrificio» (Hebrews xxxviii). La intercesión de Jesús se menciona tam(-)bién en Rom 8,34 con una formulación muy semejante a la de Heb.
43 26. Este versículo parece ser un himno en honor del Jesús exaltado, sumo sacerdote, que guarda correspondencia con el himno a Melquisedec del v. 3. separado de los pecadores: Esto se puede relacionar con una prescripción de la Misná (Yoma 1,1), la de que el sumo sacerdote se prepare para la ofrenda de los sa(-)crificios del día de la expiación separándose de su propia casa durante siete días (cf. Mi(-)chel, Hebraer 280). Pero la comparación pare(-)ce forzada, pues la separación de Jesús res(-)pecto a los pecadores no se presenta como una preparación para su sacrificio, sino que se co(-)necta con su ascensión, encumbrado sobre los cielos: Esto parece ser una referencia al paso de Jesús por los cielos intermedios hasta pe(-)netrar en el santuario celestial, la morada de Dios (4,14; 9,24; cf. H. Koester, HTR 55 [1962] 309). 27. No hay ninguna prescripción en la ley según la cual el sumo sacerdote tuviera que ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los del pue(-)blo. Esa prescripción sólo se aplicaba el día de la expiación (cf. Lv 16,6-19), y ninguna de las ofrendas cotidianas mandadas se ajusta a la descripción dada aquí (cf. Éx 29,38-42; Lv 6,1-6.7-11.12-16; Nm 28,3-8). Muchas son las so(-)luciones que se han propuesto para esta difi(-)cultad (véase Michel, Hebraer 281-83). Puede que la menos insatisfactoria sea la conjetura de O. Kuss, según la cual el autor, en su deseo de contraponer lo más llamativamente posible la insuficiencia de los sacrificios del AT y el sa(-)crificio absolutamente suficiente de Jesús, «escogió una formulación (cada día) que no se adapta exactamente a las circunstancias rea(-)les» (Hebraer 104). esto lo realizó... a sí mismo: Puesto que el autor acaba de decir que los su(-)mos sacerdotes ofrecían sacrificios en primer lugar por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, D. Peterson tiene razón al hablar de «cierta inexactitud técnica» cuando el autor pasa a decir en este momento que Jesús hizo «esto», lo cual, si se toma al pie de la letra, sig(-)nificaría que ofreció un sacrificio por sus pro(-)pios pecados, así como por los pecados del pueblo (Hebrews and Perfection [--> 15 supra] 117) . La opinión de que eso es lo que el autor quería decir ha sido defendida por G. W. Buchanan (Hebrews 129-31) y R. Williamson (.ExpTim 86 [1974-75] 4-8), que refieren 4,15, donde se declara que Jesús fue «sin pecado», no al conjunto de su vida, sino a su aceptación obediente de la muerte. Contra esa limitación del alcance de 4,15, véase D. Peterson, He(-)brews and Perfection 188-90. En este punto habla Heb por vez primera de la víctima del sacrificio de Jesús: él mismo. La absoluta sufi(-)ciencia de ese sacrificio se pone de relieve me(-)diante el «de una vez para siempre» (ephapax), un adv. que, junto con la forma simple hapax, aparece 11 veces en Heb. 28. la palabra del ju(-)ramento... después de la ley: El autor sale al pa(-)so de la posible objeción de que la ley mosaica deja de lado el sacerdocio del que habla Sal 110. Por el contrario, la promesa del nuevo sa(-)cerdocio no levítico llegó mucho tiempo des(-)pués de la ley que establecía el sacerdocio del AT, e instituye como sumo sacerdote no a los sumos sacerdotes débiles y transitorios del AT, sino al Hijo que ha sido consagrado sacerdote para siempre.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Melquisedec figura profética, 7:1-3
1 Pues este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo, 2 a quien dio las décimas de todo, se interpreta primero rey de justicia, y luego, también, rey de Salem, es decir, rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de sus días ni fin de su vida; asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

Comienza el autor a desarrollar lo que muy bien puede considerarse como tema central de la carta: superioridad del sacerdocio y del sacrificio de Cristo sobre el sacerdocio y sacrificio levíticos. La exposición ocupará casi cuatro íntegros capítulos (7:1-10:18). En la presente perícopa (7:1-3) es presentada la figura de Melquisedec, personaje que aparece como en el horizonte de la historia bíblica, entrando bruscamente en escena al encontrarse con Abraham (cf. Gen_14:17-20), y desapareciendo luego sin dejar más huellas que una alusión en Sal_110:4. Parece que todo invita a descubrir en él algo misterioso. Así lo va a hacer el autor de esta carta, relacionándolo con Cristo.
Primeramente nos ofrece los datos positivos que tenemos sobre Melquisedec: rey de Salem 425, sacerdote del Dios altísimo 426, que se encuentra con Abraham, a quien bendice y de quien recibe el diezmo de todo cuanto éste traía (v.1-2a). Es, en resumen, lo único que sabemos de él, tal como se nos cuenta en Gen_14:17-20. Estos datos positivos, bendiciendo a Abraham y recibiendo de él el diezmo de todo, los aprovechará luego el autor para probar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Leví (cf. v.4-10).
De momento, sin embargo, no se fija en eso, sino en estas otras dos cosas: significado etimológico de los nombres Melquisedec (= mi rey es justicia) y Salem (= paz), y la circunstancia de que no se indiquen antepasados ni descendientes de Melquisedec, así como tampoco nacimiento ni muerte (v.2b-3a). Evidentemente, el autor de la carta sabe muy bien que Melquisedec tuvo padres, y que nació y que murió; ni aquí trata de insinuar lo contrario427. Pero le interesa hacer notar el silencio de la Escritura sobre ese particular; silencio que no considera casual, sino dispuesto por Dios, para asemejarlo a su Hijo, del que quería que fuese tipo o figura. Así lo afirma resueltamente en la frase final, que sirve de conclusión a toda la perícopa: asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre (????????????? ?? ?? uico ??? ???? , ????? ?????? ??? ?? ???????? ). Y es de notar que no es Jesucristo el asemejado a Melquisedec, sino viceversa, Melquisedec asemejado a Jesucristo, que es el personaje principal, del mismo modo que el santuario terrestre ha de estar asemejado al celeste (cf. 8:5). El que se diga que Melquisedec permanece sacerdote para siempre, ha de referirse a ese carácter extratemporal que presenta la narración bíblica y a su función prefigurativa de Cristo, pues la ficticia y umbrátil eternidad de Melquisedec sugiere y representa la real eternidad del Hijo de Dios, sin principio de días en cuanto Dios y sin fin en su sacerdocio.

Melquisedec superior
? Abraham y a Leví, 7:4-10.
4 Y ved cuan grande es éste, a quien dio el patriarca Abraham el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los hijos de Leví que reciben el sacerdocio tienen a su favor un precepto de la Ley, en virtud del cual pueden recibir el diezmo del pueblo, esto es, de sus hermanos, no obstante ser también ellos de la estirpe de Abraham. 6 Pero aquel que no venía de Abraham recibió los diezmos de Abraham y bendijo a aquel a quien fueron hechas las promesas. 7 Ahora bien, no cabe duda que el menor es bendecido por el mayor. 8 Y aquí son ciertamente los hombres mortales los que reciben los diezmos, pero allí uno de quien se da testimonio que vive. 9 Y, por decirlo así, en Abraham, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los pagó; 10 porque aún se hallaba en la entraña de su padre cuando le salió al encuentro Melquisedec.

Presentada la persona de Melquisedec, tipo o figura de Cristo (v.1-3), se da ahora un nuevo paso en orden a probar la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de la tribu de Leví en la Ley mosaica (v.4-10). El argumento, dentro de la oscuridad propia de toda alegorización, es fácil de captar: si Melquisedec bendice y recibe diezmos de Abraham, es que le es superior, y a fortiori superior a sus descendientes, los sacerdotes hijos de Leví.
Para el desarrollo de esta argumentación, el autor comienza poniendo por delante la grandeza de Melquisedec, a quien Abraham, no obstante ser quien era428, le entrega el diezmo de todo (v.4.). También los sacerdotes descendientes de Leví429 recibían el diezmo de sus hermanos, a pesar de ser ellos igualmente hijos de Abraham: era un precepto de la Ley en homenaje a su dignidad sacerdotal (v.5; cf. Num_18:20-32). Pero el caso de Melquisedec es especial, pues, sin precepto alguno de la Ley, recibe el diezmo de Abraham mismo, es decir, de aquel precisamente a quien fueron hechas las promesas de salud para el mundo y por quien viene toda la grandeza a Israel (v.6; cf. 6:13). Señal, pues, de que la dignidad de Melquisedec es superior a la de Abraham. A la misma conclusión nos lleva el hecho de la bendición, pues quien bendice es superior al bendecido (v.7). Y si es superior a Abraham, a fortiori es superior a Leví, descendiente suyo, virtualmente incluido en Abraham cuando daba los diezmos a Melquisedec y recibía la bendición (v.8-10). En el v.8 se insinúa una nueva razón de la superioridad de Melquisedec sobre los sacerdotes descendientes de Leví, y es que éstos, aunque recibían diezmos, estaban sujetos a la muerte y habían de transmitir su sacerdocio de padres a hijos; en cambio Melquisedec no necesita transmitir su sacerdocio, pues, conforme a lo dicho antes (cf. v.3), vive para siempre.

El sacerdocio levítico sustituido por el de Cristo, 7:11-25.
11 Si, pues, la perfección viniera por el sacerdocio levítico, ya que sobre él estribaba la Ley dada al pueblo, ¿qué necesidad había de suscitar otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y no denominarlo según el orden de Aarón? 12 Porque, mudado el sacerdocio, de necesidad ha de mudarse también la Ley. 13 Pues bien: aquel de quien esto se dice, pertenece a otra tribu, de la cual ninguno se consagró al altar 14 Pues notorio es que Nuestro Señor nació de Judá, a cuya tribu nada dijo Moisés tocante al sacerdocio. 15 Y esto resulta todavía más evidente si, a semejanza de Melquisedec, se levanta otro sacerdote, 16 instituido, no según la regla de una prescripción carnal, sino según la pujanza de una vida indestructible; 17 pues de El se da este testimonio: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. 18 Con esto se anuncia la abrogación del precedente mandato, a causa de su ineficacia e inutilidad, 19 pues la Ley no llevó nada a la perfección, sino que fue sólo introducción a una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios. 20 Y por cuanto no fue hecho sin juramento pues aquéllos fueron constituidos sacerdotes sin juramento, 21 mas éste lo fue con juramento, por el que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre , 22 de tanta mejor alianza, se ha hecho fiador Jesús. 23 Y de aquéllos fueron muchos los hechos sacerdotes, por cuanto la muerte les impidió permanecer; 24 pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. 25 Por donde puede también salvar perfectamente a los que por El se acercan a Dios, siempre viviente para interceder por ellos.

Si hasta aquí el autor había hablado directamente de Melquisedec e indirectamente de Cristo (v.1-10), ahora comienza ya a hablar directamente de Cristo y sólo indirectamente de Melquisedec. En la presente perícopa (v. 11-25) afirma, en resumen, que el sacerdocio levítico ha sido abrogado y abrogada también la Ley mosaica, estrechamente ligada a él, siendo ambos, sacerdocio y Ley, reemplazados por otro sacerdocio más perfecto, el de Cristo, y otra obra religiosa, derivada de él, de mucha más elevación y virtud santificadora. Para probar el hecho de ese cambio de sacerdocio, se da gran importancia al texto de Sal_110:4, Que habla del sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec (cf. v.1 1.15.17.21), con lo que queda de manifiesto la continuidad con las dos perícopas anteriores.
La primera idea que se hace resaltar es la ineficacia del sacerdocio levítico para llevar las cosas a la perfección (????????? ), pues, en caso contrario, ninguna necesidad hubiera habido de cambio de sacerdocio (v.11). Evidentemente, el término perfección, que ya comentamos anteriormente (cf. 2:10), indica aquí plenitud en la consecución del ideal religioso, tal como nos lo ofrecerá luego el cristianismo, justificando al alma y llevándola hasta la intimidad de la unión con Dios (cf. Rom_8:3-4; Gal_3:23-25). Y si, dada su ineficacia, el sacerdocio levítico debía ser sustituido, de necesidad había de mudarse también la Ley (v.12), incapaz también ella de llevar nada a la perfección (v.19). Esta nueva afirmación, uniendo necesariamente al cambio de sacerdocio el cambio de Ley, pudiera parecer a alguno un poco extraña, pues en un pueblo o sociedad, sacerdocio y legislación son cosas muy distintas, sin que el cese de una incluya necesariamente el cese de la otra. Pero tengamos en cuenta que la nación hebrea era una sociedad teocrática, basada en el culto divino; y la Ley, sancionando ese culto, estaba necesariamente ligada al sacerdocio. Es lo que ya se indica en el v.11, al afirmar que la Ley dada al pueblo estribaba sobre el sacerdocio.
Pero ¿dónde consta que de hecho haya tenido lugar el cambio de sacerdocio ? La cuestión no está propuesta explícitamente, pero bulle claramente en la mente del autor y a ella trata de responder con la afirmación, repetida en varias formas, de que Dios, como se nos dice en Sal_110:4, suscitó otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, que no pertenecía a la tribu de Leví, sino a la de Judá, que no era la señalada por Moisés para las funciones sacerdotales (v.11.13.14.15.17.21.24), Esto significaba que Dios había hecho cambio de sacerdocio (cf. v.18). El nuevo sacerdote es Jesucristo (v. 14.22).
De este nuevo sacerdocio se señalan las principales características, que vamos a comentar brevemente. Es un sacerdocio, no según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec (v.11); poco después se dice a semejanza de Melquisedec (v.15). Evidentemente, en la mente del autor, ambas frases son equivalentes. Quiere, pues, decir que es un sacerdocio semejante, no al de Aarón, sino al de Melquisedec o, con frase más expresiva, tipo Melquisedec: que tiene las características del de Melquisedec (cf. v.3). Prácticamente es la misma idea que vuelve a repetirse en los v. 16-17, a decir que no se recibe por carnal sucesión de padres a hijos, como el de Aarón, sino que dura eternamente en la misma persona, tal como se afirma expresamente en el salmo no. También se dice de este nuevo sacerdocio que, mediante él, entramos en una esperanza mejor, pudiendo acercarnos a Dios con esa segura confianza que nace del perdón y de sentirse plenamente reconciliados con El (v.19; cf. Rom_5:1-2; Rom_8:14-15; Efe_2:18).
Otra característica del nuevo sacerdocio es que fue instituido por Dios con juramento, cosa que no había sucedido con el sacerdocio levítico (v.20-21; cf. Sal_110:4). Ello significa que se trata de un sacerdocio más excelente que el de Aarón, y de que se introduce una economía religiosa más perfecta (v.22; cf. Mat_26:28), pues sólo se jura en las decisiones de mayor importancia y cuando se quiere hacer resaltar la estabilidad. Esta estabilidad es la que luego el autor hace notar en los v.23-24, contraponiendo la indefectible permanencia del sacerdocio de Cristo, que goza de vida indestructible, a la multiplicidad de sacerdotes levíticos, a quienes la muerte impedía permanecer en sus funciones.
Consecuencia de esa permanencia indefectible de Cristo en el ejercicio de sus funciones sacerdotales, y que ha de servirnos de gran consuelo a los cristianos, es su poder para salvar perfectamente 43° a cuantos lo toman por mediador para acercarse a Dios, siempre viviente para interceder por ellos (v.25). Santo Tomás explica esta intercesión perpetua de Cristo a favor nuestro en el sentido de que en el cielo está continuamente mostrando al Padre su santa humanidad, ofrecida e inmolada por nosotros, al mismo tiempo que mantiene en su alma, a vista del Padre, el deseo ardiente de nuestra salvación que siempre tuvo.

Cristo
el gran sacerdote eternamente perfecto,Mat_7:26-28.
26 Tal convenía que fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y más alto que los cielos; 27 que no necesita, como los pontífices, ofrecer cada día víctimas, primero por sus propios pecados, luego por los del pueblo, pues esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo. 28 En suma, la Ley dio el sumo sacerdocio a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que sucedió a la Ley, lo dio al Hijo eternamente perfecto.

Estos versículos forman algo así como un himno en que prorrumpe la humanidad agradecida, que, por fin, ha encontrado al sumo sacerdote que necesitaba.
Se trata de presentar la figura de Cristo, nuestro gran sacerdote, enumerando compendiosamente sus principales cualidades o excelencias. Ya a los antiguos sacerdotes se exigía santidad y apartamiento de pecadores (cf. Lev_21:6-15); pero Jesucristo (v.26) superó inmensamente todo eso, siendo santo ya en su misma concepción (cf. Luc_1:35), inocente en su rectitud para con los hombres, inmaculado por su limpieza moral, apartado de los pecadores, no sólo porque nunca tuvo pecado, sino porque tampoco lo podía tener (cf. 4:15), en fin, más alto que los cielos por su trascendencia de todo orden, que lo coloca por encima de todas las criaturas 431.
Otra excelencia de nuestro sumo sacerdote, consecuencia, en gran parte, de lo anterior, es que no necesita ofrecer cada día víctimas por sus propios pecados, y después por el pueblo, como hacían los pontífices de la antigua Ley432; pecados propios no los tiene, y por el pueblo le bastó hacerlo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo (v.2y). Hay aquí una clara referencia al sacrificio de la cruz y a su eficacia inagotable, en contraste con los sacrificios del antiguo sacerdocio, continuamente repetidos, por impotentes para procurar la salud. En la nueva economía religiosa inaugurada por Cristo hay un solo sacrificio, el del Calvario, bastante por sí solo para dar la salud al mundo. Cierto que tenemos el sacrificio de la misa; pero el sacrificio de la misa, que cada día se celebra en la Iglesia, es el sacrificio mismo de la cruz, que, según mandato del mismo Jesucristo, se renueva continuamente de modo incruento y aplica a los hombres los méritos infinitos allí alcanzados.
Resumiendo y en son de triunfo, el autor hace notar (v.28) que mientras la Ley mosaica establecía como sumos sacerdotes a hombres débiles, que morían y estaban sujetos a miserias morales, la palabra del juramento (cf. v.20-21), que viene después de la Ley, como expresión última y definitiva del querer de Dios, constituye sumo sacerdote al Hijo eternamente perfecto (???? ??? ??? ????? ?????????????? ). Nótese la oposición entre hombres e Hijo, con lo que claramente se da a entender que Jesucristo no es mero hombre, es Hijo de Dios. En cuanto a la palabra perfecto, la hemos encontrado ya anteriormente aplicada a Cristo (cf. 2:10; 5:9), y creemos que debe mantenerse el mismo sentido. Cristo sería sumo sacerdote eternamente perfecto, en cuanto que en El se dan todas las condiciones que le hacen plenamente apto para desempeñar dicho oficio por siempre jamás.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 7

III. EL SACERDOCIO DE JESÚS SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC (7,1-28).

1. EL REY SACERDOTE MELQUISEDEC (7/01-03).

1 Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abraham, cuando éste regresaba de derrotar a los reyes y lo bendijo, 2 y Abraham, a su vez, le hizo partícipe del diezmo de todo. En primer lugar, Melquisedec significa «rey de justicia»; pero, además, es rey de Salem, lo cual quiere decir «rey de paz». 3 Aparece sin padre, sin madre, sin genealogía; no tiene comienzo ni final de su existencia. En esto se parece al Hijo de Dios: permanece sacerdote para siempre.

En Gen_14:17-20 leemos: «Después que (Abraham) volvió de derrotar a Codorlaomor y a los reyes que con él estaban, salióle al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, que es el valle del rey, y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios altísimo, bendijo a Abraham diciendo: "Bendito es Abraham del Dios altísimo, el dueño de cielos y tierra, y bendito sea el Dios altísimo, que ha puesto a tus enemigos en tus manos". Y le dio Abraham el diezmo de todo». Este pasaje y el de Psa_110:4 son los únicos en que aparece Melquisedec en el Antiguo Testamento. Escritores cristianos posteriores vieron en la oferta de pan y vino del rey sacerdote de Jerusalén un anuncio profético de la eucaristía 29.

La exposición de la carta a los Hebreos va en otra dirección. Para su autor, la misteriosa figura de Melquisedec tiene el valor de una figura de Cristo, Hijo de Dios y sumo sacerdote eterno. Aquí tenemos un ejemplo especialmente claro del método singular de exégesis del autor. Del hecho de que el Génesis, al mencionar al rey de Jerusalén, que era al mismo tiempo sacerdote de El Elyón, suprema divinidad cananea, no diga nada de su genealogía ni de su suerte posterior, concluye el autor que Melquisedec no había tenido padre ni madre, que no había nacido ni había muerto. Desde luego, con la misma razón se podrían interpretar como figuras del Hijo eterno de Dios otras muchas personas que sólo una vez se citan brevemente en el Antiguo Testamento. Que la elección recayera expresamente en Melquisedec se explica por su dignidad sacerdotal y por el hecho de que Abraham reconoció su soberanía pagándole el diezmo. Es posible que el autor de la carta a los Hebreos no fuera el primero que en la figura del rey sacerdote de Jerusalén presintió una especie de misterio metafísico. En efecto, las designaciones «sin padre, sin madre» no parecen proceder de una especulación genuinamente cristiana.

Jesús es el Hijo de Dios porque Dios es su Padre en un sentido muy particular, una verdad que en todo caso no resalta particularmente en nuestra carta. De la relación de padre a hijo sólo se insinúa algo en las citas de la Escritura tomadas de Psa_2:7 y 2Sa_7:14 (cf. Heb_1:5). No se llama nunca «Padre» de Jesucristo a Dios, cosa tan frecuente en san Pablo y en san Juan (cf., sin embargo, Heb_12:9 : «Padre de los espíritus»). Sería, por tanto, posible que el autor basara sus especulaciones en un concepto algo distinto de filiación divina. Sea de ello lo que fuere, lo que aquí importa no son precisamente los tipos y modelos conceptuales tomados de la historia de las religiones, sino la persona y la realidad de Cristo. A él debemos buscar en todas las figuras e historias del Antiguo Testamento, aunque los métodos actuales de exégesis de la Escritura son más sobrios y objetivos.

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29. Así también la liturgia romana asigna al sacrificio de Melquisedec un puesto de honor en el canon de la misa.

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2. MELQUISEDEC, SUPERIOR A ABRAHAM Y A LEVI (7/04-10).

4 Considerad la gran categoría de este hombre, a quien nada menos que Abraham, el patriarca, le dio el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los descendientes de Leví, que reciben el sacerdocio, tienen mandado por la ley recibir los diezmos de manos del pueblo, o sea, de sus hermanos, a pesar de que también ellos proceden de Abraham. 6 Pero, en cambio, uno que no pertenece a su linaje es el que ha recibido de Abraham el diezmo y ha bendecido al depositario de las promesas. 7 Está fuera de discusión que la bendición la da el superior al inferior. 8 Y, además, aquí los que reciben el diezmo son hombres que mueren, mientras que allí es uno de quien se atestigua que vive. 9 Y, por decirlo así, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los ha pagado antes en la persona de Abraham, 10 porque estaba en el poder generador del patriarca cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham.

Los versículos pueden dar fácilmente la sensación de que el autor polemiza contra dos de los representantes más destacados del judaísmo, contra Abraham y Leví. De hecho, durante mucho tiempo se creyó que los lectores de la carta habían sido judeocristianos que se habrían sentido arrastrados de nuevo hacia su antigua fe con su culto sacrificial. A éstos habría tenido que demostrar el autor la superioridad del sacerdocio cristiano según el orden de Melquisedec frente al culto levítico, a fin de preservarlos de recaer en el judaísmo. Por muy plausible que parezca esta solución, tropieza primeramente con la dificultad de que las partes exhortatorias (parenéticas) de la carta no polemizan nunca contra instituciones judías, sino que se limitan siempre a exhortar a una fe viva en Cristo y a poner en guardia contra la apostasía total. Otro argumento no menos importante en el mismo sentido es el hecho de que el autor, en su calidad de escriturista cristiano, parte de realidades atestiguadas en el Antiguo Testamento. Cuando él escribía, hacía ya tiempo que yacía en ruinas el templo de Jerusalén, y el sacerdocio judaico había ya prácticamente desaparecido. Lo que quedaba era la palabra de Dios, y de ella podía deducir el teólogo cristiano que mucho antes de que hubiera sacerdotes levíticos, su patriarca Abraham había sido bendecido por un sacerdote superior. El nuevo sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec -único del que entiende hablar la carta- es, por tanto, mas antiguo y mas ilustre que las generaciones de sacerdotes del Antiguo Testamento que descienden de Leví. El mismo Abraham se sometió a este sacerdocio eterno mediante el pago del diezmo.

3. SACERDOCIO Y LEY (7/11-19).

11 Ahora bien, si por el sacerdocio levítico se obtuviera perfección, porque a base de él había sido el pueblo legalmente constituido, ¿qué necesidad habría aún de que surgiera un sacerdote distinto, según el orden de Melquisedec, y que no se le considerara según el orden de Aarón? 12 Porque, cambiado el sacerdocio, por necesidad viene un cambio de ley. 13 Sin embargo, aquel a quien aluden estas cosas pertenece a una tribu distinta, de la que nadie se ha dedicado al altar. 14 Pues es bien patente que nuestro Señor ha salido de la tribu de Judá, a la cual nunca aludió Moisés al hablar de sacerdotes. 15 Y esto resulta todavía más claro si, a semejanza de Melquisedec, surge un sacerdote distinto, 16 el cual no fue constituido por una legislación de ordenanzas puramente humanas, sino por una fuerza de vida indestructible. 17 En efecto, de él se afirma solemnemente: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Psa_110:4). 18 De aquí resulta, por una parte, la abolición de un estatuto anterior a causa de su impotencia e ineficacia, 19 pues realmente la ley no ha llevado nada a la perfección, y por otra parte, la introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios.

Es tarea del sacerdocio conducir los hombres a la perfección30. Por la palabra teleiosis, difícil de traducir, entiende la carta el logro de la salvación eterna, el ingreso en el mundo futuro del lugar de reposo divino, del santuario celestial. Cuando el hombre alcanza su meta por la mediación del sacerdocio, está «consumado», es perfecto, es decir, perfecto también en sentido moral: se le han perdonado sus pecados, Dios lo ha santificado y consagrado a su servicio. Todos estos matices están implicados en la palabra, que en diversos lugares del Antiguo Testamento puede designar también la «consagración sacerdotal» (Lev_8:38; 2Ma_2:9). Ni el sacerdocio levítico ni la ley mosaica relacionada con él pudieron, sin embargo, acarrear la perfección.

Era por tanto necesario establecer otro sacerdocio, que no respondiera a las prescripciones genealógicas de la ley de Moisés. Con esto quedaba la ley herida en su nervio vital, se había demostrado débil e incapaz. Es, sin embargo, significativo que la carta no hable de una nueva ley, sino que a las «ordenanzas puramente humanas» contrapone una «fuerza de vida indestructible» y la «introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios». Con estas dos fórmulas se da magnífica expresión a la naturaleza del orden cristiano de la salvación y del culto. En él se trata de superar la muerte y el pecado, los poderes de perdición que nos impiden el libre acceso a Dios. Podría también decirse que el ser agradados con la «fuerza de vida indestructible» y con la posibilidad de «acercarnos a Dios» constituye la perfección, que en vano trató de conseguir la antigua ley con su sacerdocio levítico.

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30. Tal concepto -por cierto nada obvio- del sacerdocio presupone que el sacerdote es al mismo tiempo «mediador» y «fiador» de la nueva alianza y de sus promesas.

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4. FIADOR DE UNA ALIANZA MEJOR (7/20-25).

20 EI hecho es que aquí, no falta un juramento. Efectivamente, aquéllos han sido constituidos sacerdotes sin juramento, 21 mientras que éste lo ha sido con juramento, pronunciado por aquel que le dijo: «Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre» (Psa_110:4). 22 Y precisamente por eso, Jesús ha sido hecho fiador de una alianza mejor. 23 Además, aquéllos tuvieron que ser sacerdotes muy numerosos, porque la muerte les impedía permanecer en su cargo; 24 pero él, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que nunca pasa. 25 De ahí que definitivamente pueda salvar a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en favor de ellos.

Una vez hemos hablado ya del juramento de Dios, y esto en conexión con la promesa hecha a Abraham (cf. 6,13-17). Aquí cita el autor Sal 110, que refuerza con un juramento el sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec. Ya hemos visto que la imagen del juramento de Dios significa la inquebrantabilidad y el carácter definitivo de su promesa. ¿Qué decir ahora de las palabras de Dios que no van acompañadas de juramento? ¿Se da acaso en Dios una distinción análoga a la que existe entre el hablar corriente del hombre, en el que se puede ocultar engaño y mentira, y el juramento solemne, en cuya veracidad podemos apoyarnos incondicionalmente? 31. Es evidente que aquí no hay lugar a tales consideraciones. Sin embargo, la teoría del juramento de Dios fuerza al autor a emprender una cierta clasificación dentro del Antiguo Testamento. Hay aserciones, como, por ejemplo, la promesa hecha a Abraham, que son absolutamente seguras aunque no vayan acompañadas de juramento (cf. 6,17-18). Por el contrario, la ley de Moisés, anunciada «por medio de ángeles» (2,2), no la considera el autor como palabra directa e inmediata de Dios, sino como un orden transitorio, carnal y -por lo que se refiere a la consumación o «perfección»- inútil. Así, el sacerdocio levítico, instituido sin juramento, no podía tampoco entenderse como una institución divina eternamente valedera.

La alianza, a la que servía este sacerdocio con sus sacrificios, debía ser sustituida por otra «mejor» cuyo fiador es Jesús, instituido sacerdote mediante un juramento de Dios. Aquí nos encontramos por primera vez con el concepto de alianza (diatheke), que en los capítulos siguientes será como la palabra clave de la carta. Pero antes desarrolla todavía el autor un pensamiento ya conocido: el contraste entre muerte y vida, que caracteriza a los dos órdenes sacerdotales. Como los sacerdotes levíticos eran hombres mortales, hubo necesidad de que muchos de ellos desempeñaran el ministerio simultánea y sucesivamente. Jesús, en quien reside una fuerza de vida indestructible (7,16), es por toda la eternidad el único sacerdote de su orden. Tan definitiva, única e insustituible como su sacerdocio es también la salvación que proporciona a los que por él se acercan a Dios. La carta habla de «salvar», para insinuar que no está a nuestro arbitrio el que queramos o no volvernos a Dios: la muerte inevitable que amenaza a nuestra existencia desde el primer momento (2,15; 5,7), la convicción de que nuestra conciencia en vano se esfuerza por verse libre de la carga del pecado (9,9; 10,1-3) es lo que nos fuerza a buscar la faz de Dios.

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31. Contra esta distinción se pronuncia el sermón de la montaña en su antítesis de los juramentos (Mat_5:33-37).

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5. PERFECCIÓN DEL SUMO SACERDOTE CELESTIAL (7/26-28).

26 Tal es también el sumo sacerdote que nos convenía: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. 27 El no necesita, como los sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios, cada día, primero por los pecados propios, después por los del pueblo; porque esto lo hizo de una vez para siempre ofreciéndose a sí mismo. 28 En efecto, la ley constituye sacerdotes a hombres llenos de fragilidad; mientras que la palabra de aquel juramento, ulterior a la ley, constituye sacerdote al Hijo para siempre perfecto.

El capítulo séptimo se cierra con una alabanza casi hímnica del sumo sacerdote Jesús. Podríamos preguntarnos extrañados por qué precisamente a nosotros, pecadores y hombres mortales, nos «convenía» un sumo sacerdote tan santo y tan elevado por encima de todo lo terrenal. Cierto que la carta no quiere decir que tengamos derecho a tal sumo sacerdote o que sería indigno de nosotros el que fuéramos guiados por un sumo sacerdote que fuera pecador y mortal exactamente como nosotros. El sumo sacerdote celestial nos «convenía» más bien por la razón de que ningún otro hubiera podido ayudarnos. Sólo Jesús, que se interesó por los pecadores 32, sin ser él mismo pecador, y que venció a la muerte mediante su elevación a Dios, podía salvarnos. Ahora bien, los versículos no sólo cierran las consideraciones sobre la persona de Jesús, sacerdote según el orden de Melquisedec, y resumen el resultado de la contraposición entre ley y juramento, sino que al mismo tiempo sirven de transición a los capítulos siguientes que tratan de la oblación que hace de sí el sumo sacerdote celestial.

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32. El «separado de los pecadores» podría producir la impresión contraria de que Jesús, a la manera de los fariseos y los esenios, se hubiera distanciado recelosamente de los pecadores. Nuestra carta sólo quiere subrayar con estas palabras la ausencia de pecado en Jesús (cf. 4,15).



Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El sumo sacerdocio eterno de Cristo

Se han dado ya varias indicaciones de que Jesús es el sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (cf. 5:6, 10; 6:20). Ese tema ahora se desarrolla cabalmente cuando el autor llega al corazón de su mensaje y comienza a alimentar a sus lectores con alimento sólido que produce la madurez espiritual (cf. 5:11-14). La primera parte de este capítulo trata del encuentro entre Abraham y Melquisedec en Gén. 14, enfocando el significado del sacerdocio de Melquisedec en ese contexto (1-10). La segunda parte del capítulo se dedica a la promesa específica del Sal. 110:4, tratando sobre el Mesías como sacerdote como Melquisedec y lo aplica al Señor Jesús (vv. 11-28). La perfección no fue posible bajo el sacerdocio levítico, pero el ministerio de Jesús como sumo sacerdocio reemplaza todo el sistema del AT sobre la forma de aproximarse a Dios, y perfecciona a los creyentes en una relación con él (vv. 11-19). El significado del juramento confirmando el sacerdocio del Mesías se examina (vv. 20-22) y luego se delinean las implicaciones de la promesa de que él será sacerdote para siempre (23-25). El capítulo termina mostrando cómo tal sumo sacerdote, en contraste con los del antiguo pacto, nos convenía en nuestra condición de pecadores (vv. 26-28). El cap. 7 es la tercera etapa en el desarrollo de la idea de que Jesús es el sumo sacerdote del nuevo pacto (cf. 2:17, 18; 4:14-5:10).

1-3 El Sal. 110:4 es el texto clave de este capítulo. Para indicar qué quiso decir el Salmo al hablar de un sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, Heb. vuelve a Gén. 14:18-20, subrayando sólo ciertos temas del relato allí. El nombre Melquisedec significa rey de justicia y el hecho de que era rey de Salem (que deriva del heb. shalom, paz) significa que era rey de paz. En nombre, por lo menos, él anticipó el reinado mesiánico de justicia y paz (p. ej. Isa. 9:6, 7; Heb. 1:8, 9). Más importante aun, él se identifica como sacerdote del Dios Altísimo, que bendijo a Abraham y recibió del gran antepasado o patriarca de Israel los diezmos de todo. Además, en el registro de la Escritura, Melquisedec fue sin padre ni madre ni genealogía, no tiene principio de días ni fin de vida. Aparece de la nada y desaparece sin dejar rastro. No tuvo predecesores ni sucesores. Dado que la legitimidad del sacerdocio de un hombre en el mundo antiguo dependía de tales cosas, el silencio de la Escritura al respecto es inusual. Melquisedec se asemeja al Hijo de Dios en el sentido de que plantea previamente su sacerdocio único y perpetuo. En términos técnicos, es un tipo o modelo de Cristo. El Sal. 110 tiene en vista la aparición de otro rey de Jerusalén (ciudad de Salem), ejerciendo un sacerdocio como el de Melquisedec, aparentemente no basado en una descendencia física de cualquier sacerdocio conocido, pero, sin embargo, designado divinamente. Heb. proclama que Jesucristo es el rey sacerdote prometido quien reina para siempre para bendecir a su pueblo (cf. 5:4-6; 7:13-17).

4-10 Tratando el tema del diezmo pagado por Abraham a Melquisedec, Heb. hace notar que la ley de Moisés requería que los descendientes de Leví que han recibido el sacerdocio tienen, según la ley, mandamiento de recibir los diezmos del pueblo (cf. Núm. 18:21-32). Sin embargo, ¡Melquisedec, cuya genealogía no es contada entre ellos, recibió los diezmos de Abraham, el antepasado de Leví! Por cierto, tan grande es Melquisedec que bendijo a Abraham, aquel a quien Dios había dado las promesas relativas a sus propósitos salvadores (cf. Heb. 6:13, 14). Como el que es menor es bendecido por el mayor (v. 7), esto pone a Melquisedec en una posición muy significativa. Los diezmos pagados al sacerdocio levítico eran recogidos por hombres que mueren, pero Abraham pagó un diezmo a alguien del cual se ha dado testimonio de que vive (v. 8), o sea que en el registro bíblico, Melquisedec se representa como alguien que no tenía fin de vida (v. 3), y esto sugiere que tenía un sacerdocio superior. Aun podría decirse que Leví, y por lo tanto los sacerdotes levíticos, pagaron tributo a Melquisedec por medio de Abraham. Esto nos prepara para el argumento en los vv. 11-19 de que el sacerdocio de Jesús es superior y reemplaza al sacerdocio levítico y su ministerio.

11, 12 Cuando el Sal. 110:4 habla sobre la necesidad de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec y que no fuese llamado según el orden de Aarón, se infiere que algo faltaba en el sacerdocio existente. De hecho, el sacerdocio que descendía de Aarón y que era ejercido por algunos levitas era incapaz de proveer la perfección. Por primera vez el lenguaje de la perfección (aplicado a Cristo en 2:10; 5:9; 7:28) se aplica a la situación de los creyentes. La ley de Moisés no hizo que nada fuese perfecto, pero en Jesucristo se introduce una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios (v. 19). Esta última referencia sugiere que el perfeccionamiento de los creyentes implica capacitándolos para acercarse a Dios o dándoles la posibilidad de gozarse de la certeza de una relación de nuevo pacto con Dios. Más se dirá luego sobre este importante concepto. En términos simples, el sacrificio de Cristo trata con el problema del pecado de un modo que no podían hacerlo el sacerdocio levítico y la ley de Moisés. Por cierto, la ley y el sacerdocio estaban tan relacionados que un cambio de sacerdocio significaba que habría también un cambio de ley (v. 12). Debe notarse que el autor de Heb. ve la ley como una serie de regulaciones de sacrificios y sacerdocios para el mantenimiento de la relación de Israel con Dios. Las limitaciones del sistema como un todo son bosquejadas en los caps. 9 y 10.

13-17 Sólo ciertas personas fueron autorizadas para servir en el altar, de acuerdo con la ley de Moisés (p. ej. Lev. 8 y 9; Núm. 1:47-54). Jesús nuestro Señor perteneció a la tribu de Judá y Moisés no dijo nada en cuanto al sacerdocio referente a esa tribu. De modo que, si Jesús es un sacerdote, debe pertenecer a otro orden. Al tratar esta objeción, el autor señala la predicción del Sal. 110:4 en cuanto a que el sacerdocio mesiánico sería según el orden de Melquisedec. Un descendiente de Leví llegaba a ser sacerdote conforme al mandamiento de la ley acerca del linaje carnal. Jesús llegó a ser sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, sobre la base del poder de una vida indestructible. Esta última expresión se entiende mejor como una referencia a la resurrección de Jesús y su exaltación celestial. El actuó claramente como sumo sacerdote del nuevo pacto sobre la tierra, cuando se ofreció como sacrificio perfecto por nuestros pecados. Pero era necesario que se le volviese a la vida para actuar como sacerdote para siempre, sirviendo en el santuario celestial, a la diestra de Dios (cf. 8:1, 2).

18, 19 El mandamiento anterior es la ley estableciendo el sacerdocio del AT sobre la base de una adecuada línea de antepasados y una pureza física. Era ineficaz e inútil porque la muerte impedía que aquellos sacerdotes pudieran permanecer en sus funciones (v. 23), y su propia debilidad hacía continuamente necesario que ellos sacrificaran por sus propios pecados así como por los pecados del pueblo (v. 27). Por cierto, la ley no perfeccionó nada (ver nota sobre 7:11, 12), porque era sólo una sombra de los bienes venideros (10:1). La regulación que establecía el sacerdocio del AT fue abrogada cuando Dios inauguró un nuevo sacerdocio y proveyó un sacrificio que pusiera fin a todos los sacrificios (cf. 10:5-10). Se introduce una esperanza mejor con el sumo sacerdocio de Jesús, por la cual nos acercamos a Dios. La certeza de una limpieza definitiva del pecado y de la posibilidad de continuar en una eterna relación con Dios está en el corazón de esta esperanza mejor.

20-23 La promesa de establecer el sacerdocio del Mesías fue confirmada con un juramento: Jehovah juró y no se retractará" (Sal. 110:4). Un juramento adjuntado a una promesa hace que la inmutabilidad de su consejo sea muy claro (6:17). Así se establece lo eterno del sacerdocio de Jesús. Por causa de este juramento se puede afirmar que Jesús ha sido hecho fiador de un pacto superior. Cuando el autor vuelve a tratar el tema de un pacto superior más adelante, describe a Jesús como el mediador de un nuevo pacto (8:6; 9:15; 12:24). Esto significa que él inaugura las bendiciones del pacto prometidas en Jer. 31:31-34 (citadas en 8:8-12). La palabra fiador (v. 22; DHH garantía) sugiere aun más: el ministerio sacerdotal de Jesús continúa certificando el hecho de que las bendiciones ya están disponibles. El pacto superior es la base para una esperanza superior para el cristiano.

23-25 El carácter único y eterno del sacerdocio de Cristo es el corazón del argumento en este complicado capítulo. Hubo muchos sacerdotes bajo el antiguo pacto, porque debido a la muerte no podían permanecer. Sin embargo, dado que el Cristo resucitado y ascendido permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. Continúa siendo el mismo (cf. 1:8-12; 13:8) y su función y obra sacerdotal son absolutas e inmutables. Las palabras por esto al comienzo del v. 25 introducen la consecuencia lógica de todo lo dicho. Aquí está la aplicación práctica de la enseñanza del autor sobre Jesús como sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Jesús puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios. La idea de acercarse o venir a Dios es algo destacado en Heb. (cf. 4:16; 7:19; 10:1, 22; 11:6; 12:18, 22). Expresa la idea de una relación con Dios. El sacerdocio del AT y su sistema de sacrificios sólo proveía esa relación imperfectamente, pero Jesús puede salvar por completo a los que se relacionan con Dios por medio de él. El lenguaje de la salvación aquí implica la liberación de la alternativa, que es el juicio de Dios (cf. 2:1-4; 9:27, 28; 10:26-31). De hecho, los cristianos pueden mirar a Jesús pidiendo ayuda en cualquier etapa de su peregrinaje terrenal, puesto que vive para siempre para interceder por ellos (cf. Rom. 8:34; 1 Jn. 2:1, 2). La figura del intercesor celestial se usa para enfatizar la disposición y capacidad de Cristo para continuar aplicándonos los beneficios de su sacrificio, hecho de una vez para siempre (cf. 2:18; 4:14-16; 10:19-22). Sin embargo, la figura no se debe llevar demasiado lejos. Jesús está sentado a la diestra de Dios, reclamando el cumplimiento de las promesas del pacto para sus hijos, no rogando la aceptación de ellos ante el trono del Padre.

26-28 Jesús satisface nuestra necesidad como sumo sacerdote en primer lugar porque es santo, inocente, puro. Estos tres adjetivos recuerdan la enseñanza de que él fue sin pecado (4:15), y explican por qué su sacrificio fue tan perfecto y no necesita ser repetido. Permaneció obediente a Dios durante una vida de pruebas. Como sumo sacerdote sin falta, se sacrificó por los pecados del pueblo de Dios una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo (27: cf. 9:14). Este es un nuevo pensamiento, que explica exactamente cómo obró la purificación (1:3) o pudo expiar los pecados del pueblo (2:17). Nótese el énfasis sobre una vez para siempre en la naturaleza de su sacrificio aquí y en 9:12, 26, 28; 10:10. A diferencia de los sumos sacerdotes del judaísmo, no tiene cada día la necesidad de ofrecer sacrificios, primero, por sus propios pecados y luego por los del pueblo. La perfección de su sacrificio se asocia con la perfección de la víctima. Jesús también satisface nuestra necesidad como sumo sacerdote porque ahora es apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos. Su exaltación celestial significa que él vive para siempre para aplicar los beneficios de su obra salvadora para nosotros (v. 25). La ley de Moisés designaba como sumos sacerdotes a hombres débiles, pero el juramento del Sal. 110:4 señala que el Hijo será sumo sacerdote de un orden diferente. El estaba calificado para cumplir este papel o hecho perfecto para siempre (v. 28; cf. notas sobre 2:10; 5:9) por medio de su vida obediente, su muerte de sacrificio y su entrada a la presencia celestial de Dios (como sugieren los vv. 26, 27).

Comentario de Santo Toms de Aquino

Lección 4: Hebreos 7,20-28
Prueba que el sacerdocio de Cristo le hace ventaja al levítico por el juramento de Dios y la eternidad de su duración.20 Y además, este sacerdote, Jesucristo, no ha sido establecido sin juramento (porque, ciertamente los otros fueron instituidos sacerdotes sin juramento);21 mas Este lo fue con juramento, por Aquel que le dijo: juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote por toda la eternidad,22 por lo que es mucho más perfecto el testamento de que Jesús salió fiador.23 Además, aquellos sacerdotes fueron muchos, porque la muerte les impedía que durasen siempre;24 mas Este, como siempre permanece, posee eternamente el sacerdocio.25 De aquí es que puede perpetuamente salvar a los que por medio suyo se presentan a Dios, como que está siempre vivo para interceder por nosotros.26 A la verdad, tal como Este nos convenía que fuese nuestro pontífice: santo, inocente, inmaculado, segregado de los pecadores, y sublimado sobre los cielos;27 el cual no tiene necesidad, como los demás sacerdotes, de ofrecer cada día sacrificios, primeramente por sus pecados y después por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez sola, ofreciéndose a Sí mismo.28 Pues la Ley constituyó sacerdotes a hombres flacos, pero la palabra de Dios, confirmada con el juramento que ha hecho posteriormente a la Ley, estableció por pontífice a su Hijo, que es santo y perfecto eternamente.Probada de una parte, con la autoridad del Salmista, que el sacerdocio de Cristo no sólo aventaja, sino aun pone fuera de combate al levítico, prueba ahora lo mismo con las dos partes restantes de dicha autoridad: "¡uro el Señor" y "Tú eres sacerdote para siempre"; y hace el siguiente razonamiento: lo que se establece sin juramento tiene menos fuerza que lo que con juramento. Ahora bien, el sacerdocio de Cristo ha sido establecido, como es notorio, con juramento, porque dice: "lo juró el Señor". No así el sacerdocio de Aarón, como consta también por el Éxodo: "une contigo a tu hermano Aarón" (28,1). Luego...Cuanto a la mayor dice: "y además, este sacerdote, Jesucristo, no ha sido establecido sin juramento -porque, ciertamente, los otros fueron instituidos sacerdotes sin juramento; mas Este lo fue con juramento". Todo esto se pone para demostrar que el sacerdocio de Cristo tiene mayor firmeza, ya que -como va dicho- señal es de consejo divino inmutable toda promesa en el Antiguo Testamento hecha con juramento; y por habérsele hecho a David y Abraham esta promesa de Cristo con juramento, llámase Cristo de modo especial hijo de ellos (Mc. 1). Tal juramento indica que su potestad es eterna (Dn. 7) y que "su reino no tendrá fin" (Lc 1).-"Por lo que es mucho más perfecto el testamento de que Jesús salió fiador", porque su sacerdocio tiene más firmeza, como es notorio, pues fue establecido con juramento; razón por la cual es de esperar salga de él algo de más duración y calidad. De donde el texto anterior puede leerse hasta aquí con puntos suspensivos: que en cuanto no ha sido establecido sin juramento... tanto más perfecto es. Pero es de saber que el sacerdote es medianero entre Dios y el pueblo: "yo fui en aquel tiempo intérprete y medianero" (Dt. 5,5). Por tanto, ya que el intérprete es medianero, deber es del sacerdote reducir a concordia a Dios y al pueblo; lo cual se hacía a modo de pacto sobre bienes temporales, donde no descansaban sino afectos carnales, según aquello: "¿qué tengo yo en el cielo...?" (Sal XV). Por tal motivo fue menester sobreviniese otro sacerdote que saliese de fiador, esto es, que prometiese un testamento y un pacto mejor, a saber, de bienes espirituales y duraderos, y éste es Jesús. "He aquí que viene el tiempo, dice el Señor, en que Yo haré una nueva alianza con la casa de 1srael y con la casa de Judá; alianza, no como aquella que contraje con sus padres... mas ésta será la alianza que Yo haré... después que llegue aquel tiempo: imprimiré mi Ley en sus entrañas, y la grabaré en sus corazones; y Yo seré su Dios, y ellos serán el pueblo mío" (Jr 31,31; Mt 4).-"Además, aquellos sacerdotes fueron muchos..."Se vale de la otra cláusula que viene en el texto: "Tú eres sacerdote para siempre", e indica por qué se pone esta cláusula "para siempre", que le da pie para demostrar que el sacerdocio de Cristo es de mayor eficacia que el sacerdocio del Antiguo Testamento. Y demuestra la verdad de su sacerdocio en que la muerte les impedía que durasen siempre, ya que por fuerza tenían que morir. De aquí que muerto Aarón le sucedió Eleazar -como se ve en Números 20- y así en adelante. Y así como vemos en las cosas naturales, en que se significan las espirituales, que las incorruptibles -como ya se di¡o- no se multiplican dentro de la misma especie -de ahí que no haya sino sólo un sol; del mismo modo, por lo que hace al Antiguo Testamento, que fue imperfecto, en las cosas espirituales, multiplicáronse los sacerdotes; señal de que aquel sacerdocio era corruptible, porque las cosas incorruptibles -como queda dicho- no se multiplican dentro de la misma especie; pero este sacerdote, es a saber, Cristo, es inmortal, pues permanece para siempre, como el Verbo del Padre, eterno, de cuya eternidad redunda también la eternidad en su cuerpo, porque Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no vuelve a morir. Por consiguiente, "corno siempre permanece, posee eternamente el! sacerdocio"; por cuya razón sólo Cristo es verdadero sacerdote; los demás, ministros o servidores suyos (1Co 4).-"De aquí es que puede perpetuamente salvar a los que por medio suyo se presentan a Dios". Demuestra su eficacia y el modo en que es eficaz. La eficacia estriba en que la causa es siempre de más poder que su efecto; por tanto, una causa temporal no puede producir un efecto eterno. Ahora bien, el sacerdocio de Cristo es eterno; no así el levítico, como queda probado. Luego Cristo "puede perpetuamente salvar"; cosa que no pudiera hacer, si no tuviera un poder divino (Is 45).El modo está en "presentarse"; modo que describe por la excelencia del poder, de la naturaleza y de la piedad. Del poder, porque "se presenta por Sí mismo". Mas contra esto se objeta que el que se acerca a uno está a distancia de él, mas Cristo no está distante de Dios. Respondo: lo que el Apóstol quiere darnos a entender es la doble naturaleza de Cristo, es a saber, la humana -según la cual bien le cuadra acercarse, porque en ella está distante de Dios; pero ese acercamiento no es del estado de culpa al estado de gracia, sino por contemplación intelectual y afectiva y por consecución de la gloria-; y la divina, al decir que se acerca por Sí mismo a Dios; que, en caso de ser puro hombre, no pudiera por sí mismo acercarse (Jn 6). Por tanto, al decir el Apóstol que por Sí mismo se acerca, está demostrando el poder que tiene (Is 63). Luego se acerca en cuanto hombre, mas por Sí mismo en cuanto Dios.La excelencia de su naturaleza la demuestra diciendo: "siempre vivo"; pues de otra suerte su sacerdocio tuviera fin (Ap. 1).La excelencia de su piedad, al decir: "para interceder por nosotros"; que, aunque tan encumbrado y con poder tan grande, es júnto con eso de entrañas piadosas, porque intercede en favor nuestro (I.Co 2): a) mostrándole al Padre la humanidad que por nosotros tomó, b) haciendo patente el deseo que su alma santísima tuvo de nuestra salud, con que intercede por nosotros.Otra letra dice: "a los que por medio suyo se presentan a Dios", y entonces se refiere a los que salva, porque, en virtud de la fe que en El tienen, se acercan a Dios (Rm 5).-"A la verdad, tal como Este nos convenía que fuese nuestro pontífice..." De la excelencia de Cristo toma pie para demostrar la excelencia de su sacerdocio, haciendo ver: a) que la perfección de las condiciones que se requerían para el sacerdocio de la antigua ley, le ajusta cabalmente; b) sin tener sus imperfecciones. 4 son esas condiciones que debían hallarse en el sacerdote de la antigua ley:l- ser santo; "pues ofrecen el incienso del Señor y los panes de su Dios, y por tanto deben ser santos" (Lv. 21,6). Cristo tuvo perfecta esta santidad, que consiste en una pureza consagrada a Dios, desde el principio de su concepción (Lc 1; Mt 1).2- inocente. "Guarden mis preceptos, a fin de que no caigan en pecado" (Lv. 22,9). Propiamente dícese inocencia la pureza respecto del prójimo (Sal XV); y Cristo fue la misma inocencia, puesto que no hizo pecado (Sal 25).3- inmaculado, y esto por lo que mira a Sí. "Ninguno en las familias de tu prosapia que tuviere algún defecto en el cuerpo ofrecerá los panes a su Dios" (Lv. 21,17); mas de Cristo se dice en figura que "será un cordero sin tacha" (Ex. 12).4- "segregado de los pecadores". "No mezclará la sangre de su linaje con gente plebeya" (Lv. 21,15); y Cristo estuvo de todo punto segregado de los pecadores, lo cual es cierto en cuanto a llevar una vida como la llevan ellos (Sg 2); no así en el trato y conversación, porque "se ha dejado ver sobre la tierra y ha conversado con los hombres" (Br. 3,38); y esto en atención a ellos. "¿Cómo es que vuestro Maestro come con publícanos y pecadores?" (Mt 9,1 1). Y a tal grado llegó esa segregación que aun "traspuso los cielos", esto es, que la humana naturaleza fue sublimada en El sobre toda celeste criatura (He 3). Luego este sacerdote tiene harto y sobrado para llenar la medida.Por consiguiente, al decir: "el cual no tiene necesidad, como los demás sacerdotes, de ofrecer cada día sacrificios, primeramente por sus pecados y después por los del pueblo", aparta de El lo que tenía de imperfección el sacerdote legal, es a saber, la necesidad de un sacrificio de expiación, como se ve en Lv. 16: "inmolará un becerro por sí y un macho cabrío por el pueblo". Luego oraba por sí, y no una, sino muchas veces; cuya razón es "porque la Ley constituyó sacerdotes a hombres flacos" (Sg 9); pero "la palabra divina, confirmada con el juramento que ha hecho posteriormente a la Ley, constituyó al Hijo, que no tiene ninguna de estas imperfecciones, sino que es de todo punto perfecto y para siempre", es a saber, durará en su sacerdocio; pues no se ofreció por pecados suyos, sino por los nuestros solamente (Is 53). Ni muchas veces tampoco, sino una vez sola (1Pe 4); que para borrar los pecados de todo el género humano es sobrado y bastante un solo ofrecimiento suyo.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VII.

[Melchisedec, and Christ.]

1 Christ Iesus is a Priest after the order of Melchisedec, 11 And so, farre more excellent then the Priests of Aarons order.
1 For this Melchisedec king of Salem, Priest of the most high God, who met Abraham returning from the slaughter of the Kings, and blessed him:
2 To whom also Abraham gaue a tenth part of all: first being by interpretation king of righteousnesse, and after that also king of Salem, which is, king of peace.
3 Without father, without mother, [ Greek: without pedigree.] without descent, hauing neither beginning of dayes nor end of life: but made like vnto the Sonne of God, abideth a Priest continually.
4 Now consider how great this man was, vnto who euen the patriarch Abraham gaue the tenth of the spoiles.
5 And verily they that are of the sonnes of Leui, who receiue the office of the Priesthood, haue a commandement to take Tithes of the people according to the Law, that is of their brethren, though they come out of the loines of Abraham:
6 But he whose [ Or, pedigree.] descent is not counted from them, receiued tithes of Abraham, and blessed him that had the promises.
7 And without all contradiction, the lesse is blessed of the better.
8 And here men that die receiue tithes: but there hee receiueth them, of whom it is witnessed that he liueth.
9 And as I may so say, Leui also who receiueth tithes, payed tithes in Abraham.
10 For hee was yet in the loynes of his Father when Melchisedec met him.
11 If therefore perfection were by the Leuiticall Priesthood (for vnder it the people receiued the Law) what further neede was there, that another Priest should rise after the order of Melchisedec, and not bee called after the order of Aaron?
12 For the Priesthood being chaunged, there is made of necessitie a change also of the Law.
13 For hee of whom these things are spoken, pertaineth to another tribe, of which no man gaue attendance at the Altar.

[Melchisedec, and Christ.]

14 For it is euident that our Lorde sprang out of Iuda, of which tribe Moses spake nothing cocerning Priesthood.
15 And it is yet farre more euident: for that after the similitude of Melchisedec there ariseth another Priest,
16 Who is made not after the Law of a carnall commandement, but after the power of an endles life.
17 For hee testifieth; Thou art a Priest for euer, after the order of Melchisedec.
18 For there is verily a disanulling of the commandement going before, for the weakenesse and vnprofitablenesse thereof.
19 For the Law made nothing perfect, [ Or, but it was the bringing in.] but the bringing in of a better hope did: by the which wee draw nigh vnto God.
20 And in as much as not without an othe he was made Priest,
21 (For those Priests were made [ Or, without swearing of an othe.] without an oath: but this with an oath, by him yt said vnto him, [ Psa_110:4 .] The Lord sware and wil not repent, thou art a Priest for euer after the order of Melchisedec)
22 By so much was Iesus made a suertie of a better Testament.
23 And they truely were many Priests, because they were not suffered to continue by reason of death.
24 But this man because hee continueth euer, hath an [ Or, which passeth not from one to another.] vnchangeable Priesthood.
25 Wherefore he is able also to saue them [ Or, euermore.] to the vttermost, that come vnto God by him, seeing hee euer liueth to make intercession for them.
26 For such an high Priest became vs, who is holy, harmelesse, vndefiled, separate from sinners, and made higher then the heauens.
27 Who needeth not daily, as those high Priests, to offer vp sacrifice, first for his owne sins and then for the peoples: for this he did once, when he offered vp himselfe.
28 For the Law maketh men high Priests which haue infirmitie, but the word of the othe which was since the Law, maketh the Sonne, who is [ Greek: perfected.] consecrated for euermore.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Melquisedec y Jesucristo. Es probable que este personaje del tiempo de Abrahán que aparece en Gén_14:18 y después en Sal_110:4 no nos diga nada a los lectores de hoy, y que la expresión «Jesucristo sacerdote según la línea de Melquisedec» nos parezca extraña e incomprensible. No olvidemos, sin embargo, que los destinatarios de la carta son judeocristianos y que, por tanto, estaban familiarizados y fascinados, como todos los judíos, por el misterio que envolvía a esta lejana personalidad sacerdotal del Antiguo Testamento. El predicador lo toma como imagen y figura del sacerdocio de Cristo para afirmar la superioridad y novedad absoluta de éste, en contraste y ruptura con el sacerdocio tradicional del Templo de Jerusalén.
Y así, va aplicando a Cristo todo lo que el texto de Gn 14 dice de Melquisedec «sacerdote del Dios Altísimo» (1). Primero se fija en sus títulos: «Rey de Justicia... Rey de Paz» (2). Aparece en escena misteriosamente «sin padre ni madre, sin genealogía, sin principio ni fin de su vida» (3). Así es el sacerdocio de Cristo, cuyos orígenes se pierden en el misterio de Dios. Pondera después la grandeza del sacerdote Melquisedec -es decir, de Cristo-, a quien el mismo Abrahán acata y reconoce al ofrecerle tributo y recibir su bendición, pues «nadie duda que el menor es bendecido por el mayor» (7). El Patriarca actuaba no solamente a título propio, sino como figura corporativa, es decir, representando a toda su descendencia, entre la que se encuentra la tribu de Leví, de la que provenía la clase sacerdotal del pueblo judío.
Compara ahora el sacerdocio levítico con el sacerdocio de Cristo y nuestro predicador afirma la superioridad absoluta de éste. Se fija especialmente en dos características: la eficacia y la duración. El sacerdocio levítico, con todas sus leyes de culto, no ha logrado relacionar plenamente a las personas con Dios, quedando así derogado «por inútil e ineficaz» (18). Así lo confirman las Escrituras al anunciar y prometer con juramento un sacerdote de otro orden, «una esperanza más valiosa, por la cual nos acercamos a Dios» (19). En cuanto al número y la duración, los sacerdotes levíticos eran muchos, se repartían el trabajo en turnos, morían y otros les sucedían. Nuestro sumo sacerdote es único y vive perpetuamente, como garantiza el juramento: «tú eres sacerdote para siempre» (21). Finalmente, los sacerdotes levíticos eran pecadores, debían ofrecer «cada día sacrificios, primero, por sus pecados» (27), mientras que el sumo sacerdote Jesús es «santo, inocente, sin mancha» (26), ofreciéndose a sí mismo en sacrificio, como víctima inmaculada «de una vez para siempre» (27). Así termina el predicador la presentación del Sumo Sacerdote Jesús, a quien ve ya anunciado en el misterioso y profético personaje Melquisedec.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Heb_9:25-28; Heb_10:11+

[2] Heb_5:3+

NOTAS

7:27 Esta eficacia absoluta y definitiva del sacrificio de Cristo queda especialmente subrayada por Hb: en este sacrificio único, Heb_10:12, Heb_10:14, realizado «de una vez para siempre», Heb_7:27; Heb_9:12, Heb_9:26, Heb_9:28; Heb_10:10; ver Rom_6:10; 1Pe_3:18, se contrapone a los sacrificios de la antigua alianza, indefinidamente repetidos porque eran incapaces de procurar la salvación. Lo esencial en el sacrificio no es la muerte de la víctima o la consunción de las ofrendas, sino la aceptación por parte de Dios, Gál_4:4; ofreciéndose a sí mismo, Cristo ha sido acogido en el eôn divino, donde cada acto cobra un valor eterno.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Heb_9:25-28; Heb_10:11+

[2] Heb_5:3+

NOTAS

7:27 Esta eficacia absoluta y definitiva del sacrificio de Cristo queda especialmente subrayada por Hb: en este sacrificio único, Heb_10:12, Heb_10:14, realizado «de una vez para siempre», Heb_7:27; Heb_9:12, Heb_9:26, Heb_9:28; Heb_10:10; ver Rom_6:10; 1Pe_3:18, se contrapone a los sacrificios de la antigua alianza, indefinidamente repetidos porque eran incapaces de procurar la salvación. Lo esencial en el sacrificio no es la muerte de la víctima o la consunción de las ofrendas, sino la aceptación por parte de Dios, Gál_4:4; ofreciéndose a sí mismo, Cristo ha sido acogido en el eôn divino, donde cada acto cobra un valor eterno.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Efe 5:2; Heb 9:14; Heb 9:28; Heb 10:10; Heb 10:12

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El juramento divino añade un motivo más a la superioridad del sacerdocio de Cristo: su perpetuidad y su carácter único. Antes que Él hubo muchos sacerdotes, pero todos morían (v. 23) y tenían imperfecciones (v. 28). El sacerdocio único de Cristo se prolonga en el sacerdocio ministerial cristiano. «El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo» (CCE 1545).


Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Heb 5:3; Lev 9:7; Lev 16:6; Lev 16:15.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



DE UNA VEZ PARA SIEMPRE: en la nueva alianza no existe propiamente sino un solo sacrificio, el de Jesu-Cristo en la cruz; mas este único sacrificio se renueva y reproduce cada día incruentamente en la santa misa, en la cual el mismo Jesu-Cristo por ministerio de hombres inmola y ofrece la misma víctima, su cuerpo y su sangre, como lo enseña el concilio Tridentino (Denz 938.948) en conformidad con la Sagrada Escritura y con toda la tradición cristiana, recibida de los apóstoles.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo;e porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

e Lev 9:7.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-2. Gen_14:17-20

10. Gen_14:17.

11. Sal. 1 1 0. 4.

Torres Amat (1825)



[1] Gen 14, 18.

[3] Sin que haya un sucesor.

[8] Y permanece, como figura de Cristo.

[16] Por esta razón, no es el sucesor de nadie ni nadie lo sucede a él.

[17] Sal 110 (109), 4.

[27] Aunque era inocente, se ofreció como víctima al eterno Padre por los pecados del mundo.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 7.4 Gn 14.20.

[2] 7.17 Sal 110.4.

[3] 7.21 Sal 110.4.

[4] 7.27 Lv 9.7; 16.6.

[5] 7.27 Mc 10.45; 14.24; cf. Is 53.10.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

pueblo...Lev 9:7.