Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)
13 (I) Introducción al tiempo de la Iglesia (1,1-26). Todo el cap.
1 constituye una introducción al libro, puesto que fragua la co(-)nexión entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia, que es la razón fundamental por la que el opus lucano se divide en dos partes. La perspectiva dominante de la continuidad entre los dos períodos se pone de manifiesto en la misma estructura de este pasaje, que pasa di(-)rectamente de la referencia al primer volumen (vv. 1-2) a la narración del segundo (v. 3), sin introducimos al conjunto de los contenidos de éste que los w. 1-2 nos hacen prever. Si hubie(-)ra estructurado este prólogo mecánicamente de acuerdo con su forma, es decir, con unos sucesivos resúmenes de ambos libros (cf. P. van der Horst, ZNW 74 [1983] 17-18), Lucas hubiera dado la impresión de que estaba con(-)tándonos historias y épocas independientes, cuando lo que pretendía era mostrar que la primera fluye directa y coherentemente hacia la segunda. Así que el relato de Hechos co(-)mienza directamente en medio de la retros(-)pección sobre el relato de Jesús, sin ninguna introducción formal. El programa de Hechos puede aparecer, en el mejor de los casos sólo indirectamente, en el testamento final del
Ky(-)rios exaltado a los cielos (vv. 7-8), que es el pa(-)saje sobre el que recáe el peso principal de la sección (Pesch, «Anfang» [? 17 infra] 9).
El eje que une los períodos es, ciertamente, la secuencia formada por la pascua y la ascen(-)sión, cuya repetición en los vv. 3-14 resume y al mismo tiempo modifica el contenido de Lc 24,36-53, que ahora se presenta con los mati(-)ces más propios de un comienzo que de una conclusión. El hecho de que Lucas y Hechos coincidan, en parte, en el relato de la pascua, confirma que no son dos libros independien(-)tes que cuentan historias diferentes, sino que se trata de dos entregas, estrechamente conec(-)tadas, de una única historia (Dómer,
Heil 94-95). El paralelismo con Lc 24 nos garantiza que la cesura de esta primera sección no apa(-)rece hasta después del v. 14 (Schneider,
Apg.1. 187; Weiser,
Apg. 46-47), pues los w. 12-14 son un resumen de Lc 24,52-53. Al dividir el primer capítulo en dos partes, vv. 1-14 y vv. 15-16, nos damos cuenta de que estas dos seccio(-)nes presentan los dos pasos que son necesa(-)rios para incorporar el tiempo de la Iglesia en la más amplia trayectoria de la historia de la salvación: (1) preparación de los testigos y encargo de Cristo, que está a punto de partir; (2) su despliegue como comunidad sagrada, formalmente acreditada, reunida en torno al círculo reconstituido de los doce «testigos de su resurrección» (v. 22).
14 (A) Encargo a los testigos y Ascen(-)sión de Jesús (1,1-14).
(a) Prólogo (1,1-8).
1. primer libro: La partícula
men, al comienzo de la primera ora(-)ción, hace que el lector espere el correlativo
de, que, posteriormente, introdujera los nue(-)vos contenidos del libro. Sin embargo, el he(-)cho de que no se produzca no es una anoma(-)lía sintáctica (cf. el aislado
men en 3,21; 4,16; 27,21; 28,22); en ocasiones, a los prólogos se(-)cundarios les falta la correspondiente infor(-)mación del contenido sobre lo que sigue tras el resumen de lo que se había contado hasta ese momento (cf. Josefo,
Ant. 8.1.1 § 1-2; 13.1.1 § 1-2; Cadbury,
The Making 198-99). La recapitulación del evangelio desde el punto de vista de su intento de exhaustividad
(peri pantón) nos recuerda la presentación que ha(-)ce el evangelista de su proyecto en Lc 1,3
(parékolouthékoti anothen pasin). La totalidad del ministerio de Jesús, sus palabras y hechos, constituye el fundamento necesario y el punto de referencia de la gran misión que Hechos contará. Este dato ya nos sugiere que será ne(-)cesario prestar atención a los paralelos entre los dos libros y sus personajes principales pa(-)ra entender la argumentación desarrollada por el autor,
comenzó a hacer y enseñar: En vis(-)ta del énfasis que da Lucas al «comienzo» de la obra de Jesús, al que remite su relato y sus fuentes (Lc 1,2-3; 3,23; 23,5; Hch 1,22; 10,37), el verbo
érxato, «comenzó», no es un mero ple(-)onasmo (Schneider,
Apg. 1.19), sino que su(-)braya tanto el ministerio de Jesús en cuanto «comienzo» de la obra que va a continuar tras su ascensión (Marshall,
Acts 56), como el he(-)cho de que su primer relato ha cubierto total(-)mente su materia «desde el comienzo» (
Begin(-)nings 4.3). Este segundo sentido haría que esta recapitulación incluyera el término
a. quo y el término
ad quem entre los que Lucas enmarca el ministerio de Jesús, concretamente, su bau(-)tismo y su ascensión (Pesch, «Anfang» [?17 infra] 21; Roloff,
Apg. 19).
2. los apóstoles que había elegido: El vb.
exelexato evoca Lc 6,13, la elección de los Doce para ser nombrados «apóstoles», pero también se refiere claramen(-)te a Lc 24,44-49, donde el círculo más amplio de los «once y los que con ellos estaban» (24,33) recibió la instrucción final del Señor resucitado. Experimentamos aquí la intrigan(-)te alternancia del énfasis lucano que recae ora en el grupo más amplio de los testigos de la pascua (Lc 24,9.33; Hch 1,14-15; 2,1), ora en los Doce como «testigos fundamentales de su resurrección» (Hch 1,2.13.21-26; cf. Lohfink,
Sammlung 64-67; Dómer,
Heil 134). La asocia(-)ción concéntrica de los Doce y del cuerpo más amplio de discípulos, comenzada en Lc 6,17, no es en ningún momento interrumpida en la secuencia entre los acontecimientos de la pas(-)cua y pentecostés, pues representa una especie de anteproyecto de la Iglesia y certifica su li(-)naje directo con Israel (Lc 22,30).
fue llevado: A la minoritaria tradición de manuscritos del texto «occidental» contra
anelémphthe, como también a la mayoritaria contra Lc 24,51b (? Lucas, 43:198), le preocupaba la elimina(-)ción de las fechas aparentemente conflictivas de la ascensión (Benoit,
Jesús [? 17 infra] 1.237-40). Dado que el ptc.
enteilamenos se re(-)fiere a Lc 24,44-49,
anelémphthe se refiere, ciertamente, a la Ascensión de Jesús (Lc 24,50-53) , al igual que su ptc. en el v. 11. Cf. el mis(-)mo vb. aplicado a la Ascensión corporal en los LXX: 2 Re 2,9; 1 Mac 2,58; Eclo 48,9; 49,14. Como en el v. 22, aquí sirve para definir el lí(-)mite del tiempo de Jesús según el cálculo lu(-)cano (cf. Dupont,
Études 477-80).
15 3. vivo tras su pasión: En el punto en el que precisamente esperaríamos el progra(-)ma de este libro, nos encontramos con una oración, relativamente independiente, que prosigue la recapitulación del primer libro. El término «vivo» evoca las palabras del ángel en la tumba (Lc 24,5.23), y se convertirá en una expresión concisa del kerigma pascual en 25,19 (cf. Rom 14,9). Para la expresión com(-)pleta, cf. 9,41. El uso del infinitivo
paschein con la connotación de la experiencia completa de la pasión y muerte de Jesús es característi(-)camente lucano (Lc 22,15; 24,26.46; Hch 3,18; 17,3; 26,23). Pero cf. Heb 9,26; 13,12; 1 Pe 3,18.
con muchas pruebas convincentes: Todo el peso de las «pruebas» no debería recaer en las demostraciones físicas que hallamos en el relato pascual (Lc 24,39-43;
no obstante Loh(-)fink,
Himmelfahrt [-«17 infra] 152-53; Dónner,
Heil 112). La articulación de los ptc. «apareciéndoseles» y «hablándoles» refleja la estruc(-)tura de los dos relatos de aparición de Lc 24, en donde las palabras del Resucitado rescatan a los discípulos de la absoluta perplejidad que les había producido su aparición física (24,25-27.44-49; cf. Dillon,
Eye-Witnesses [?17 infra] 198-99).
durante cuarenta días: El número tie(-)ne claramente un significado simbólico, tanto si Lucas lo recogió de una tradición ya exis(-)tente relativa a la duración de las apariciones (Haenchen,
Acts 174; Pesch, «Anfang» [? 17 infra] 10.14), como si lo inventó él mismo (Lohfink,
Himmelfahrt [? 17 infra] 176-86; Weiser,
Apg. 49-50). Este período se entiende como un tiempo suficiente para la prepara(-)ción de los testigos (13,31); los LXX nos ofre(-)cen los antecedentes de este período redonde(-)ado de preparación, p.ej., Éx 24,18; 34,28 (Moisés); 1 Re 19,8 (Elías); Nm 13,25; 14,34. Cf. también 4 Esd 14,2;
2ApBar 76. Más próximo a este dato se encuentra el período de la tentación de Jesús, que precedió a su primera predicación (Lc 4,2.14-15), aunque el evange(-)lio no acentúa su aspecto preparatorio. El «reino de Dios» es un tema constante en la predicación de Jesús (Lc 4,43; 8,1; 9,11; 16,16), de los setenta y dos (Lc 10,9.11) y, posteriormente, de Pablo (Hch 19,8; 20,25; 28,23). Por consiguiente, tanto esta expresión como también la mención de los «40 días» realzan la tesis lucana de la continuidad directa que exis(-)te entre los dos tiempos del mismo mensaje salvífico (Dómer,
Heil 113). En el v. 5 («dentro de pocos días») se sugiere una relación entre estos 40 días y los 50 días de pentecostés.
4. mientras estaba comiendo con ellos'. Este senti(-)do del vb.
synalizo está garantizado por Lc 24,43 y Hch 10,41 (
synephagomen). El número singular y el ptc. presente (de la raíz
hals, «sal») que encontramos aquí desaprueba el significado alterno de «reunirse» (BAGD 791).
no salgáis de Jerusalén: cf. Lc 24,29. Jerusalén es el símbolo espacial de la continuidad entre el tiempo de Jesús y el de la Iglesia, al igual que los Doce y el permanente grupo de testi(-)gos de la pascua que se encontraban en torno a ellos personifican también esa continuidad. Al omitir la huida de los discípulos del lado de Jesús (Mc 14,50-52) y las disposiciones para las apariciones en Galilea (Mc 16,7; cf. Lc 24,7), Lucas convirtió a Jerusalén en el esce(-)nario de toda la secuencia transcurrida entre la pasión y pentecostés, y en el lugar estable de Jos principales portadores de la tradición, los Doce (cf. 2,43 Z.v.; 5,16.28; 8,14; 16,4), que per(-)manecerán allí incluso cuando la persecución disperse al resto de la comunidad (8,1). El ca(-)rácter central que Jerusalén tiene en la histo(-)ria lucana expresa la continuidad entre Israel y la Iglesia, con una particular referencia al papel histórico que la ciudad había jugado en el asesinato de los profetas (Lc 13,33-35; 18,31 [Mc 10,33]; Hch 13,27-28), lo que la converti(-)rá en el primer lugar de reunión del recluta(-)miento evangélico de los pecadores arrepenti(-)dos (Lc 24,27; Hch 2,36-41; 3,17-21), así como en lugar clave para el inicio de la misión cris(-)tiana fertilizada y unlversalizada por las suce(-)sivas persecuciones (cf. Lohfink,
Himmelfahrt [?17 infra] 264-65, citando Is 2,3; Dillon,
EyeWitnesses [? 17 infra] 214-15). Sobre las varia(-)ciones en la escritura gr. del nombre de la ciu(-)dad -bien con la transcripción del nombre sagrado de
Ierousalém, o con la forma helenizada
Hierosolyma, favorecida por autores pro(-)fanos gr. (posiblemente inspirada aquí, y en el v. 6, por el estilo formal del prólogo)-, cf. J. Je(-)remías,
ZNW 65 (1974) 273-76; I. de la Potterie,
RSR 69 (1981) 57-70.
la promesa del Padre: Completa y modifica Lc 24,49. El cumpli(-)miento de la «promesa» (
epangelia; cf. Gál 3,14; Ef 1,13) se anunciará en 2,33, como con(-)clusión del discurso que comenzó con su fun(-)damento en la profecía del AT (Jl 3,1-5/2,17-21). La misma «promesa» fue transformada en «logion» de Jesús en Lc 11,13.
que oísteis: La indicación no explícita de la transforma(-)ción del discurso indirecto en directo es una técnica de composición. Cf. Lc 5,14; Hch 14,22; 17,3; 23,22; 25,5, y los paralelos hele(-)nistas en J. van der Horst,
ZNW 74 (1983) 19-20. Los lectores han olvidado ya el esperado programa explícito del libro, pero, impercepti(-)blemente, se les está preparando para la pre(-)sentación indirecta del programa en los w. 6-8.
5. La «promesa» se expresa con el «logion» característico del Bautista en Mc 1,8 (cf. 11,16), que se actualiza mediante la adición de la frase «dentro de pocos días». La analogía entre el baño ritual del Bautista y la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos de Je(-)sús va desde el sentido literal del vb. («sumer(-)gir») al metafórico («dotar plenamente»), mo(-)dificando también el sentido de los dativos instrumentales (por lo cual, con lo cual). La conjunción del bautismo de agua y la efusión del Espíritu (cf. Ez 36,25-26; Jn 7,37-39) vol(-)verá a aparecer en 2,38; 8,14-16; 10,47-48; 19,5-6. El recurso a la profecía de Juan Bau(-)tista en conexión con Pentecostés, tanto aquí como en 11,16, demuestra precisamente su cumplimiento y hace de Juan Bautista el he(-)raldo de la Iglesia como también del Mesías.
16 6-8. El diálogo que hallamos en estos versículos constituye el centro de gravedad del prólogo. En ellos se plantea la siguiente cues(-)tión: ¿Qué ocurrirá en este nuevo período? La respuesta será el programa del nuevo libro, que se perfila en el esquema geográfico del v. 8b (Haenchen,
Acts 145-46; Pesch, «Anfang» [? 17 infra] 27). El núcleo del v. 7 procede de la tradición cristiana sobre la imposibilidad de concretar la fecha del último día (Mc 13,32; 1 Tes 5,1), y el v. 8, de nuevo, forma parte de la referencia cruzada al relato pascual (Lc 24,48-49). La forma del diálogo, con una cuestión adaptada a la respuesta y al posterior progra(-)ma del libro (v. 8), muestra que estos versícu(-)los son una creación propia de Lucas que no se refieren a ninguna tradición subyacente (Lohfink,
Himmelfahrt [? 17 infra] 154-58; Weiser,
Apg. 51-52).
6. La adaptación de la pre(-)gunta de los discípulos a la respuesta de Jesús se extiende a las tres fases de la respuesta co(-)rrectora como también a los presupuestos temporales, personales y espaciales de la pre(-)gunta (Dómer,
Heil 115-17). Así, la pregunta sobre el tiempo del gran restablecimiento que(-)da descalificada (v. 7); la pregunta sobre lo que hará el Señor se responde en los términos de lo que harán sus «testigos» guiados bajo la acción del Espíritu (v. 8a); y la pregunta por el restablecimiento del reino en Israel se refunde en la perspectiva de su misión «hasta los con(-)fines de la tierra» (b. 8b). Ciertamente, el re(-)traso de la parusía forma parte de la preocu(-)pación (Conzelmann,
TSL 175-96), pero no resulta correcto aislarla de las otros dos.
Los que estaban reunidos: El círculo de los testigos parece ampliarse más allá de los once elegidos (v. 2) hasta la galería más extensa (Lc 24,33), de la que serán elegidos los doce apóstoles (w. 21-22).
en este momento: La expresión «este momento» debe referirse a la frase «dentro de pocos días» que se encuentra en el v. 5. Se tra(-)ta del tiempo que comenzará en pentecostés; así que la pregunta se dirige al sentido de ese nuevo período, que será denominado «los últimos días» en 2,17 (Pesch, «Anfang» [? 17 infra] 28-29). El objetivo de este cambio no pa(-)rece ser, por tanto, la desescatologización del tiempo de la Iglesia (Lohfink,
Himmelfahrt [? 17 infra] 260-61)
restablecer el reino de Is(-)rael: cf. Jr 33,7; Sal 14,7; 85,2; Os 6,11; Eclo 48,10.
Apokathistanó, «restablecer», relaciona esta expectación con la «restauración de todas las cosas» de 3,21; de aquí que no puedan se(-)pararse
(no obstante Maddox,
Purpose 106-08). Para Lucas, la realización de «la espe(-)ranza de Israel», a la que Pablo también se consagrará (28,20), implica el acceso de los gentiles (15,14-19), y, por tanto, todo el proce(-)so de «los últimos días» (Lohfink,
Sammlung 79). 7. tiempos o momentos: Las dos palabras gr. (cf. 1 Tes 5,1) denotan, respectivamente, la duración temporal y sus momentos oportu(-)nos, que están bajo el dominio de Dios y más allá de la investigación humana. Esta combi(-)nación de las perspectivas temporales será posteriormente desplegada en 3,20-21, con un argumento casi paralelo a 1,6-11.
8. pero voso(-)tros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo: La estructura
ouch-alla, «no... sino que», de los w. 7-8, centra la cuestión en la tarea de los dis(-)cípulos, no en la localización de la parusía; así que es inexacto hablar del Espíritu como
Ersatz («sustitución») de la parusía, o afirmar, contra 2,17, que dejará de ser la «fuerza del tiempo final»
(no obstante Conzelmann,
Apg. 27; correctamente Schneider,
Apg. 1.202). La comparación de este «bautismo» del Espíritu con el rito de Juan Bautista (v. 5) muestra que se trata del equipamiento para la labor de «los últimos días», no de una mera inmunización contra el juicio (Kremer,
Pfingsbericht [? 17 infra] 186).
seréis mis testigos: El contenido completo de su testimonio se indicó en Lc 24,46-48, el relato evangélico donde se formu(-)la este compromiso. En él se incluye todo el testimonio cristológico de las Escrituras, con el, todavía futuro, elemento de la misión uni(-)versal en nombre de Jesús, que excluye toda interpretación del «testigo» como mero «com(-)probante de hechos»
(no obstante Lohfink,
Himmelfahrt [?17 infra] 267-70; Kránkl,
Jesús 167-75). El testimonio implica una representa(-)ción personal de Jesús de más amplio alcance, mediante la reconstrucción del «camino» de su vida (cf. 10,39; 13,31), especialmente su culminación en lucha mortal contra los diri(-)gentes de este mundo (Dómer,
Heil 135-36; Di(-)llon,
Eye-Witnesses [? 17 infra] 215-17). El he(-)cho de que la función del testigo sólo sea posi(-)ble con la donación de la fuerza del Espíritu justifica que se no se le mencione antes de Lc 24,48-49, e implica lo que claramente dirá 5,32: el «testigo» comparte la embajada del Se(-)ñor resucitado con el Espíritu Santo ante los hostiles tribunales del mundo (cf. Lc 12,12).
Jerusalén... hasta los confines de la tierra: Este panorama diseña, efectivamente, el movi(-)miento narrativo de Hechos, en el caso de que Roma, la capital imperial, pueda calificarse como «el confín de la tierra». Esta frase anti(-)cipa 13,47 con su cita de Is 49,6 (LXX) y su anuncio programático de la misión paulina a los gentiles. Roma, la capital del mundo paga(-)no y destino geográfico del relato lucano, está situada en el «confín de la tierra», en el senti(-)do religioso expresado en los versos paralelos de Is 49,6 (cf. Dupont,
Salvation 17-19).
17(b) La ascensión (1,9-14). El debate so(-)bre si Lucas recogió el dato de una ascensión visible de una tradición cristiana ya existente (así opinan Haenchen, Conzelmann, Schnei(-)der; R. Pesch, «Anfang» 16-19) o no (Lohfink,
Himmelfahrt 208-10.244.276; Kremer, Weiser) debe regirse por el reconocimiento de la dife(-)rencia que existe entre el antiguo kerigma de la exaltación de Cristo al cielo (Flp 2,9-11; Rom 8,34) y la interpretación que se hizo pos(-)teriormente en términos de un traslado corpo(-)ral (Lohfink,
Himmelfahrt 74-79). A esta últi(-)ma concepción pertenece la forma literaria cuyos numerosos componentes están repre(-)sentados en Lc 24,49-53 y Hch 1,9-12: el testa(-)mento del que parte, el escenario terrestre, la nube transportadora y la presencia de los án(-)geles que interpretan el acontecimiento. Este pasaje suena con el eco verbal directo de los relatos de la ascensión de Elías en 2 Re 2,9-13 y Eclo 48,9.12, y, conjuntamente con los pasa(-)jes del tercer evangelio que muestran paralelos con Elías, manifiesta la deuda que Lucas tenía con los grupos cristianos que celebraban el ministerio terreno de Jesús como clímax de la pintoresca tradición israelita de la profecía ca(-)rismática. Otras posibles huellas de la historia de la tradición de la ascensión se encuentran en Ef 4,8-10; 1 Tim 3,16; Jn 20,17; Berna 15,9.
9. cuando ellos miraban: Ésta es la primera de las cinco referencias que se hace a la visión de los testigos en sólo los w. 9-11. Lucas de(-)fiende la historicidad y visibilidad de la ascensión de Jesús y también la importancia de un elemento esencial del testimonio apostólico (v. 22; Lohfink,
Himmelfahrt 269-70); pero el he(-)cho de que se necesite la interpretación de los ángeles (como en Lc 24,4-7; cf. 24,25-27.44.49) nos confirma que la ascensión no se concibe como un acontecimiento que sucede total(-)mente «dentro de la historia» y que resulta accesible y comprensible en los términos establecidos por sus testigos.
10. dos hombres: Esta forma de referirse a los ángeles (cf. 10, 22.30), junto con la secuencia formada por el reproche y la explicación en su mensaje, sitúa este pasaje en estrecho paralelismo con Lc 24,4-9 (cf. Mc 16,5-8), sugiriéndonos fuer(-)temente su origen redaccional (Lohfink,
Himmelfahrt 195-98; Dónner,
Heil 120). Cf. también los «dos hombres» y «la nube» en la escena de la transfiguración (9,30.34 [cf. Mc 9,4.7]). El Jesús transfigurado, asistido por el Elías que en otro tiempo había sido elevado (¿y, posiblemente, también Moisés?), era ya entonces una prefiguración del Cristo ascen(-)dente: el último de los profetas en la definiti(-)va apoteosis.
11. vendrá del mismo modo: El punto de comparación parece ser el transpor(-)te mediante una nube, que iba a ser también el vehículo del Hijo del hombre en su venida (compárese el singular «nube» [Lc 21,27] con el pl. en Mc 13,26; Dn 7,13-14). La correspon(-)dencia entre la ascensión de Jesús y su paru(-)sía sugiere que estos acontecimientos se cir(-)cunscriben al período que ya está empezando y que acaba de programarse en el v. 8 (de aquí el reproche que hacen los ángeles). «La ascen(-)sión se convierte en la prefiguración de la pa(-)rusía», y así la conclusión del tiempo de Jesús anticipa la del tiempo de la Iglesia (Lohfink,
Himmelfahrt 262). La opinión según la cual la ascensión comienza un período caracterizado por la ausencia de Jesús (3,21), dando lugar a una «cristología de ausencia» en Hechos, que justifica la sustitución mediadora de su pre(-)sencia (así C. F. D. Moule,
StLA 179-80); Bovon,
Luc 144-45), parece infravalorar la efecti(-)va
praesentia Christi que Lucas subrayará al contar la actividad de sus testigos (cf. Kránkl,
Jesús 177-86; R. F. OToole,
Bib 62 [1981] 471-98).
12. el monte llamado de los Olivos: Este lugar y la Betania de Lc 24,50 estaban conti(-)guos, y según la geografía lucana son inter(-)cambiables. La importancia que el monte de los Olivos tenía en la escatología judía (cf. Zac 14,4) explica que se mencione posteriormente tras la evocación de la parusía en el v. 11.
la distancia de un camino sabático: E.d., una ex(-)tensión insignificante (ca. 800 m). Como en Lc 24,13, esta geografía relacional da la im(-)presión de que no se produce un cambio real de lugar. Jerusalén sigue siendo el escenario de todos los acontecimientos pascuales (Cadbury,
The Making 248; Lohfink,
Himmelfahrt 207).
13. De acuerdo con el modelo de alter(-)nancia ya percibido en el v. 2, se vuelve a in(-)troducir a los Doce, pero sólo en cuanto parte del grupo más amplio que se despliega en tor(-)no a ellos (vv. 14.15). La lista de los nombres es igual que la de Lc 6,14-16 (cf. Mc 3,16-19), excepto la ausencia de Judas y la diferencia en el orden. Encontramos en primer lugar a los tres apóstoles sobre los que se hablará en He(-)chos: Pedro, Juan (3,1-11; 4,13.19; 8,14; 12,2) y Santiago (12,2).
14. La primera sección del capítulo concluye con un sumario breve que presenta, de forma idealizada, una vida co(-)munitaria en armonía y oración (cf. Lc 24,53; -?Lucas, 43:198).
Homothymadon, «unáni(-)mes», es un estribillo que se repite en los su(-)marios (2,46; 4,24; 5,12). El grupo más amplio en torno a los Once recuerda Lc 23,49; 24,9-10.33. Ya oímos hablar de la madre y los her(-)manos de Jesús en Lc 8,19-21, pero no volve(-)remos a oír nada más de ellos en el resto de Hechos, con excepción de Santiago, que no se identificará con el hermano de Jesús (cf. Gál 1,19). En la espera del don del Espíritu Santo, la oración de esta asamblea plenaria ejemplifi(-)ca eficazmente lo que Jesús dice en Lc 11,13 (cf. Mt 7,11; cf. Schneider,
Apg. 1.207-08).
(Benoit, P.,
Jesús and the Gospel [Nueva York 1973] 1.209-53. Brown, S.,
PerspLA 99-111. Dillon, R.,
From Eye-Witnesses to Ministers of the Word [An(-)Bib 82, Roma 1978] 157-225. Dómer,
Heil 94-122. Fitzmyer, J. A., «The Ascensión of Christ and Pentecost»,
TS 45 [1984] 409-40. Grásser, E.,
TRu 42 [1977] 1-6. Kremer, J.,
Pfingstbericht und Pfingstgeschehen [SBS 63/4, Stuttgart 1973] 179-90. Lake, K.,
Beginnings 5.1-7.16-22. Lohfink, G.,
Die Himmel(-)fahrt Jesu [SANT 26, Múnich 1971], Pesch, R., «Der Anfang des Apostelgeschichte»,
EKKNT Vorarbeiten 3 [Zúrich 1971] 9-35. Van der Horst, P, «Hellenistic Parallels to the Acts... 1,1-26»,
ZNW 74 [1983] 17-26. Van Stempvoort, P., «The Interpretation of the As(-)censión in Luke and Acts»,
NTS 5 [1958-59] 30-42. Wilson,
Gentiles 88-107; «The Ascensión»,
ZNW 59 [1968] 269-81.)
18(B) El restablecimiento de los Doce (1,15-26). Esta perícopa está formada por dos componentes que se encuentran hábilmente relacionados: una tradición sobre la muerte de Judas (w. 18-20), cuyas variantes encontra(-)mos en Mt 27,3-30 y en un fragmento de Papías citado por Apolinar de Laodicea (
SQE 470), y el relato de la elección de su sucesor dentro del círculo de los Doce (vv. 23-26). La comparación con Mateo y Papías muestra que estos dos elementos no estaban relacionados antes de que Lucas escribiera su obra
(no obs(-)tante M. Wilcox,
NTS 19 [1972-73] 452; cf. Holz,
Untersuchungen, 46; Weiser,
Apg. 64-65). El nexo entre las dos tradiciones se realiza me(-)diante dos citas del Salterio en el v. 20, que, anunciadas en el v. 16, fueron retrasadas para actualizar la historia trágica de Judas. El dis(-)curso de Pedro (vv. 16-22) realiza la fusión de las dos historias, ofreciéndonos el primer ejemplo de un discurso de Hechos en sentido estricto. El aviso al lector se encuentra en los w. 21-22, en donde se presenta la teología lu(-)cana del apostolado.
15. aquellos días: El epi(-)sodio se ubica sutilmente entre la ascensión y pentecostés con la intención de resaltar la con(-)tinuidad entre los períodos delimitados por esos acontecimientos. Cf. la misma informa(-)ción temporal en otras escenas de elección (Lc 6,12; Hch 6,1).
se levantó Pedro: El ptc.
anastas, un pleonasmo al estilo de los LXX, indica frecuentemente que va a comenzar un discur(-)so (13,16; 15,7; cf.
statheis, 2,14). El rápido ac(-)ceso de Pedro al liderazgo se relaciona con el mandato de Jesús en Lc 22,32 (cf. Dietrich,
Petrusbild [? 19 infra] 173-74).
juntos: La frase
epi to auto, «en el mismo lugar», «unidos», for(-)ma parte del tejido de expresiones miméticas de los LXX que aparecen en este versículo, en(-)tre las que se incluyen también
anastas, en mesQ, y
onoma con el significado de persona.
ciento veinte: Este número no parece ser arbi(-)trario, considerando que lo que estaba en jue(-)go es el restablecimiento del número doce. Aunque Lucas no haya pensado en los «jefes de diez» del antiguo Israel (Éx 18,12; 1 Mac 3,55), esta estructura décupla de la asamblea apostólica en torno a sus líderes recuerda la relación de los Doce con el círculo más amplio de los discípulos cuando fueron elegidos (Lc 6,17). Lucas pretende demostrar la continui(-)dad con las doce tribus (Lohfink,
Sammlung 72; E. Grásser,
TRu 42 [1977] 8-9) precisa(-)mente en el instante en el que Pedro, «con los once» (2,14), se dirige a «toda la casa de Is(-)rael» (2,36).
16. hermanos: Se resalta el carác(-)ter de la asamblea como fraternidad, en cuan(-)to se trata de una referencia cruzada a Lc 23,22. El vocativo
andres con sustantivos en plural colocados en aposición es una caracte(-)rística estilística de los discursos de Hechos.
tenía que cumplirse la Escritura: El término
dei, «es necesario», combina en Lucas el senti(-)do gr. de una necesidad inexorable con la con(-)vicción bíblica de un Dios personal que, irre(-)sistible e incondicionalmente, controla los acontecimientos. La mención de David como autor y el imperfecto
edei se refieren al salmo del v. 20a (69,26), no al del v. 20b (109,8), cuyo cumplimiento aún no se había realizado (Du(-)pont,
Études 318-19). Tras el paréntesis del v. 17, se narran en los w. 18-19 los aconteci(-)mientos que cumplieron el Sal 69,26. Pero es(-)te versículo del salmo no puede quedarse ais(-)lado en cuanto profecía de David, pues daría la impresión de que nunca podría proveerse el lugar vacante; de aquí que se complemente con
(kai) el Sal 109,8, que genera una nueva necesidad no expresada por
edei. Esto exige el rápido
dei oun del v. 21, que forja una relación entre
edei (v. 16) y
dei (v. 21), emparejando la combinación de textos del v. 20 y fusionando en la perícopa los episodios de Judas y Matías (Dómer,
Heil 126). Todos estos elementos po(-)nen de manifiesto que se está siguiendo un plan de composición, no empalmando arbitra(-)riamente una serie de tradiciones (Dupont,
Études 315).
17. era uno de los nuestros: cf. Lc 22,3 (Mc 14,10). La conjunción
hoti tiene sen(-)tido causal, que apoya la aplicación de la Escritura de David a Judas y su propiedad, mientras que la auténtica cita se pospone fa(-)voreciendo un nuevo acercamiento a Judas y su tragedia.
18. cayendo de cabeza: No hay que buscar un extraño significado para
preñes. En Papías encontramos el término/?
res the is, «hin(-)chado» (cf. 28,6); pero esta versión desarrolla desorbitadamente el repugnante modo en que murió el traidor. Por supuesto, lo que encon(-)tramos en el fondo de todas las versiones es la opinión popular del terrible final que encuen(-)tran aquellas personas que han vivido de for(-)ma infame. Cf. 12,33; 2 Mac 9,7-12; Sab 4,19 (!); Eclo 10,9-18; Josefo,
Ant. 17.6.5 § 168-70 (Herodes);
Bell. 7.11.14 § 451-53;
Beginnings 5.29-38; Benoit,
Jesús 1.193-95.
19. en su pro(-)pia lengua: ¿Necesitamos algún dato más para demostrar que Pedro estaba más bien infor(-)mando a los lectores de Lucas que a sus pro(-)pios destinatarios?
akeldama: El término gr. es una transliteración del nombre ar.
haqél-déma (? Mateo, 42:158), cuya etiología se basa, en este caso, en la muerte de Judas dentro de su propiedad, no en su compra con el dinero de la traición (Mt). Se trata de la «sangre» del traidor; en Mateo, en cambio, se refiere a la sangre del traicionado.
20. El texto del primer salmo se encuentra entre las maldiciones que el justo sufriente del Sal 69 lanza contra sus enemigos; este salmo influirá además en la tradición de la pasión (vinagre). La tradición prelucana había cambiado las frases para adaptarlo a un solo enemigo y a la propiedad comprada (TM: «su recinto quede hecho un desierto, en sus [pl.] tiendas no haya quien ha(-)bite»), bien con ayuda de la versión de los LXX (Haenchen,
Acts 161) o sin ella (E. Nellessen,
BZ 19 [1975] 215-16).
su cargo: El Sal 109,8 (LXX) ofrecía el argumento de Escritu(-)ra que justificaba la sustitución de Judas en el apostolado
(episkopé). Este texto podría haber estado relacionado con una tradición original sobre Matías, al igual que su pareja lo estaba con la de Judas (E. Nellessen,
BZ 19 [1975] 217); o bien fue Lucas quien lo añadió como un
ductus que llevaba desde el destino de Ju(-)das hasta el ascenso de Matías (Schneider,
Apg. 1.214-15).
1921. La elección de Matías,
uno de los que nos acompañaron: G. Klein, cuya opinión se ha citado frecuentemente, caracterizó los w. 21-22 como la «Carta Magna del apostola(-)do de los doce»
(Die Zwólf Apostel [FRLANT 59, Gotinga 1961] 204) y atribuyó casi toda la concepción clásica de apóstol a la invención de Lucas (Haenchen,
Acts 124-25), asumiendo que su principal preocupación era definir la fuente de la autoridad y la tradición en la Igle(-)sia. Aunque Pablo no podría haber reivindica(-)do el status de apóstol si la norma de Lucas hubiese tenido vigencia en su época, Lucas no fue quien inició la restricción a los compa(-)ñeros terrenos de Jesús (cf. Mc 3,14; 6,7.30; Mt 10,2; Ap 21,14), ni tampoco se opone de forma contundente a la pretensión de Pablo (cf. 14,4.14). Su objetivo es distinto. Lo que quería era demostrar, mediante el apostolado de los Doce, la exacta continuidad entre las pretensiones de Jesús y las de la Iglesia sobre «toda la casa de Israel» (2,36; cf. vv. 2.15 su(-)pra; Lohñnk,
Sammlung 77-84). Las «entradas
y salidas» de Jesús con los Doce implicaba el fatídico camino hacia Jerusalén como marco de «todo cuanto hizo en el territorio de los ju(-)díos» (10,39), siguiendo la ley que rigió el des(-)tino de todos los profetas de Israel (Lc 13,33-35 [cf. Mt 23,37-39]). Ésta es la razón por la que aquellos que «caminaron con él desde Ga(-)lilea hasta Jerusalén» sean cualificados como «sus testigos ante el pueblo» (13,31, ¡discurso de Pablo!), llamándoles al arrepentimiento (10,41-43) y asumiendo el riesgo de su oposi(-)ción asesina contra todos los profetas (7,51 - 52).
22. comenzando desde: La delimitación del ministerio terreno de Jesús remite, de for(-)ma sintética, a los w. 1-5.
testigo de su resu(-)rrección: El paralelismo con 13,31 sugiere que podríamos sopesar esta frase con la de «testi(-)gos ante el pueblo» que encontramos allí. El requisito lucano para ser un
martys pascual (cf. 1 Cor 15,15), vgr., haber contemplado to(-)talmente las obras terrenas de Jesús, indica que, ante todo, no se trata de un testimonio ocular de la resurrección como
factum, sino de una confirmación de la identidad entre el Cristo resucitado y el Jesús terreno (Roloff,
Apg. 33-34; Schneider,
Apg. 1.225), mediante una abierta reconstrucción de la misión al «pueblo» de Israel realizada por Jesús (Dómer,
Heil 135-36). El «testimonio» como encarna(-)ción del
Christus praesens resucitado hace po(-)sible la aplicación posterior del término a Es(-)teban (22,20) y Pablo (22,15; 26,16), acusados por los judíos.
23. No volvemos a escuchar más el nombre de los candidatos en ninguna otra parte del NT. La detallada información sobre José Barsabás (tradición palestinense) burla al lector, que esperaba su elección (!).
24-25. La oración, como la de 4,24-30, reviste el argumento del autor con expresiones vene(-)rables, tales como «que conoces todos los co(-)razones» (cf. 15,8;
Beginnings 4.15).
el puesto: El matiz local acentúa el irónico contrapunto entre el oficio que Judas dejó vacante y el fu(-)nesto «territorio» que adquirió en su lugar.
este ministerio y apostolado: El
kai es epexegético y evoca el vocabulario del v. 17. Sin em(-)bargo, el apostolado como
diakonia (1 Cor 12,5.28; Ef 4,11-12) no se considera todavía un oficio eclesiástico. El «servicio» fundamental de los Doce es la «reunificación de Israel», que Jesús había iniciado y que estaba simbolizado, proféticamente, por su propio número (Loh(-)fink,
Sammlung 79).
26. echaron suertes: No se trataba de una elección mediante votación, pues «es Dios quien elige» mediante sorteo (Haenchen,
Acts 162). Cf. esta antigua institu(-)ción en Lv 16,7-10; G. Lohfink,
BZ 19 (1975) 247-49.
con los once apóstoles: El anacronismo resulta evidente al leer 1 Cor 15,5-8.
(Benoit,
Jesús, 1.189-207. Dietrich, W.,
Das Petrusbild der lukanischen Schriften [Stuttgart 1972] 166-94. Dómer,
Heil 122-38. Dupont,
Études 309-20. Holtz,
Untersuchungen 43-48. Lake, K.,
Beginnings 5.22-30. Nellesen, E., «Tradition und Schrift in der Perikope von der Erwáhlung des Mattias»,
BZ 19 [1975] 205-18.
Zeugnis für Jesús und das Wort [Bonn 1976] 128-78. Wilcox, M., «The Judas-Tradition in Acts 1,15-26»,
NTS 19 [1972-73] 438-52.)