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Vosotros sabéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; (Hechos 10, 37) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 10

SE CONVIERTE EL CENTURIÓN CORNELIO (10,1-11,18).

El que haya seguido hasta ahora el progreso de la narración, pronto echa de ver que en el cap. 10 llegamos a un punto culminante en el camino de la primitiva Iglesia. Así lo deja ya reconocer por sí sola la envergadura externa de la historia narrada en este capítulo. Añádase que en 11,1-18 una vez más se expone detenidamente todo el estado de cosas en forma de un informe personal dado por Pedro. Otra vez Pedro es la figura principal del relato. Se tiene la impresión de que las tres narraciones acerca de Pedro en 9,31-11,18 originalmente fueron transmitidas formando un conjunto coherente y así fueron incorporadas por san Lucas en su obra. Estas historias también están entrelazadas en el aspecto geográfico. Desde Lida, Pedro fue llamado a Jopa, luego desde Jopa a Cesarea. Las tres ciudades están cerca la una de la otra, en el territorio costero del país. Lo peculiar de este relato consiste en que la misión cristiana de Pedro encuentra por primera vez a un no judío y por medio de él se lleva a cabo la primera admisión de un pagano en la Iglesia. Se muestra cuán trascendental y grave fue este acontecimiento para la evolución de la Iglesia, en el llamado concilio de los apóstoles, en el cual se reguló, de acuerdo con los principios y en el terreno de la práctica, la misión al mundo pagano, y se reconoció la proclamación de la fe llevada a cabo por Pablo con exención de la ley. En la discusión sumamente animada se levantó Pedro y dijo: «Hermanos, vosotros sabéis que mucho tiempo hace fui yo escogido por Dios entre nosotros, para que los gentiles oyesen de mi boca la palabra evangélica y creyesen» (15,7s).

De hecho se trataba de un comienzo decisivo. Porque hasta ahora la predicación apostólica se dirigía exclusivamente a los judíos, sin que por eso se quiera decir que esta predicación sólo intentara formar una Iglesia judeocristiana. No tenemos ningún fundamento para no reputar como originales las trascendentales palabras de Jesús resucitado y su encargo de una misión universal. Pero antes que se cumpliera este encargo, tenía su fundamento en las leyes de la historia de la salvación que el Evangelio se ofreciese primeramente al pueblo, al que bajo la dirección misteriosa de Dios a través de los siglos está confiado un especial legado de la revelación. Desde un principio, la misión del mundo estaba ciertamente en la conciencia de la naciente Iglesia, pero desde un punto de vista puramente humano para llevar a término esta misión se interponían en el camino los mayores obstáculos, y éstos consistían en la barrera infranqueable que el judaísmo, mediante una larga educación del pueblo, había levantado entre sí y el mundo no judío. Sobre todo las llamadas leyes rituales con sus ideas dominantes de «puro» e «impuro» ejercían un tal poder incluso en los judíos que se habían hecho cristianos, que incluso a los apóstoles les resultó al principio difícil desprenderse de los conceptos arraigados. A esto se añadió la concepción judía de la circuncisión, a la que se atribuyó tal importancia en orden a la salvación, que un judío difícilmente podía concebir que fuera posible seguir el camino de la salvación sin que estuviera circuncidado.

El mismo Dios tuvo que intervenir para mostrar a la Iglesia la salida de esta obstrucción y para superar con la orden dada a Pedro las rígidas ideas de pureza e impureza. El camino que se indicó a Pedro para ir a Cesarea y ver al centurión Cornelio, resultó una decisión tan trascendental como la vocación de Saulo cerca de Damasco. Porque a Pablo se le concedió atravesar animosa y decididamente la estrechez del concepto judío de la salvación con un claro conocimiento de la voluntad salvadora de Dios, pudo realizar lo que fue mostrado primeramente a Pedro a manera de ejemplo.

De la minuciosidad y énfasis con que se expone la admisión de Cornelio, deducimos que se trataba de una primera decisión de esta clase. Con eso tocamos también la cuestión de cómo se relaciona nuestro suceso con el bautismo (narrado en el cap. 8) del tesorero etíope. Al hablar de esta historia ya hemos planteado brevemente la pregunta sin poderla contestar con seguridad. Se tiene la sensación de que para los Hechos de los apóstoles la conversión del etíope no parece ser ningún problema. Si el etíope hubiese sido el primer pagano que recibió el bautismo, se podría esperar que Felipe deliberara, como se ve con muchos pormenores en la historia de Cornelio. Por eso hemos dejado en suspenso la cuestión de si se ha de considerar al tesorero como pagano. Si él realmente hubiese sido pagano, podríamos contar con la posibilidad de que su encuentro con Felipe tuviera lugar después del bautismo de Cornelio. Porque los Hechos de los apóstoles solamente por interés literario -por causas prácticas- han narrado el bautismo del etíope en el sitio donde hoy día lo encontramos. Pero si alguien no se diera por satisfecho con esta suposición y estuviera convencido de que el etíope era pagano, y ya fue bautizado antes de Cornelio, aún se podría decir que la conversión del etíope al cristianismo por ser un asunto personal y privado (que sucedió literalmente al margen de la Iglesia, en la ruta solitaria) no tuvo ni mucho menos la gran importancia que se atribuyó a la conversión del centurión romano. Y con esto llegamos a un motivo especial, que hizo que la conversión de Cornelio fuera interesante y digna de atención para los Hechos de los apóstoles. Se trataba de un oficial del ejército romano, de él y de los suyos, como lo indican muy claramente los datos de 10,24 y 10,44 ss. Se tienen razones fundadas para suponer que este Cornelio pertenecía a la gens Cornelia, al linaje romano Cornelio. Sabemos que los Hechos de los apóstoles se escribieron con la mirada puesta en Roma y atendiendo de una manera especial a los lectores romanos. Así lo podemos siempre observar. ¿No había, pues, una ocasión propicia para que san Lucas en la historia de Cornelio no sólo pudiera informar de una decisión sobre principios causada por Dios en favor de la misión cristiana, sino que también informara de un acontecimiento que había de ser de sumo interés para los cristianos de Roma?

a) EL mensaje del centurión (Hch/10/01-08).

1 Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte Itálica, 2 piadoso y temeroso de Dios, él y toda su familia, que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios continuamente. 3 Este hombre vio claramente en una visión como alrededor de la hora nona del día, a un ángel de Dios que entraba en su casa y le decía: «Cornelio.» 4 Fijando su vista en él y, atemorizado, dijo: «¿Qué pasa?, Señor.» Y le respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios. 5 Envía, pues, hombres a Jopa, y haz venir a un tal Simón, de sobrenombre Pedro. 6 éste se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, cuya casa está al borde del mar.» 7 Apenas hubo desaparecido el ángel que le hablaba, cuando llamó a dos de sus servidores y a un soldado piadoso de los de su confianza; 8 se lo explicó todo y los envió a Jopa.

En estas líneas san Lucas nos presenta la imagen de un noble oficial. Conocemos la atención con que san Lucas describe en general a los representantes de este oficio, y sobre todo a los representantes de las tropas romanas y de la administración romana de ocupación. Recordemos al centurión de Cafarnaúm, a quien san Lucas hace resaltar por su actitud ejemplar (Luk_7:1 ss). Si se comparan esmeradamente los dos personajes, se nota el estilo literario con que el autor armoniza visiblemente las dos figuras. Los dos oficiales tienen sentimientos piadosos y temen a Dios, hacen buenas obras, se preocupan de sus subordinados, tienen profundo respeto al hombre de Dios, a quien llaman por medio de mensajeros para obtener su ayuda; a los dos se elogia y se otorga lo que desean. De nuevo entra en escena, como sucede a menudo en los escritos de Lucas, una aparición celestial. Se la llama «ángel de Dios». No tenemos derecho ni posibilidad de interpretar con más precisión este modo empleado por Dios para llamar a un hombre, ni traducirlo en conceptos de la psicología natural. Es una revelación de la divina voluntad y de la divina conducción. Dios habla al hombre en la forma de imágenes y representaciones vinculadas al tiempo. Es significativo el dato de la hora nona. Para los judíos la hora nona es la hora de oración. Se supone que el centurión se acomodaba a este horario. Parece que el centurión había formado parte del grupo de los llamados «temerosos de Dios». Había muchos en el mundo no judío. Adoraban al Dios de los judíos y se atenían a la fe judía sin convertirse formalmente al judaísmo. Así pues, este centurión era un hombre de oración. Y cuando oraba, así podemos suponerlo, se le comunicó la orden del cielo. «Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios», dice el ángel. No es necesario que se vea expresada en estas palabras una moral retributiva. No se trata de calcular tan sólo según el mérito, por mucho que se hagan resaltar las buenas obras de Cornelio. Toda la manera de ser propicia a calcular, propia de los fariseos, es ajena a este centurión. No enumera delante de Dios sus obras. Pero Dios contempla su generosa voluntad y le otorga su gracia salvadora. La obediencia de Cornelio a la voz del ángel y su humilde actitud a la llegada de Pedro (Luk_10:25 s) muestran cuán lejos está Cornelio de proceder con exigencias.

«Dos de sus servidores», probablemente dos esclavos, que estaban al servicio de la familia, y un soldado, cuyo ánimo piadoso se menciona adrede, van de viaje a Jopa con el encargo de buscar a Simón Pedro en casa del curtidor, y de pedirle que vaya a Cesarea. De nuevo la palabra de Dios está en camino. Este es un rasgo peculiar -como ya hemos visto- de los escritos de san Lucas. La palabra de Dios recorre su camino de una ciudad a otra. Siempre bajo las órdenes y la dirección del Espíritu. Pensemos en las órdenes dadas a Felipe, a Saulo, a Ananías y ahora a Cornelio, y en las que pronto se darán a Pedro.

b) Pedro recibe una orden (Hch/10/09-23).

9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, hacia la hora de sexta subió Pedro a la terraza para orar. 10 Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban, entró en éxtasis, 11 y vio el cielo abierto, y que descendía un recipiente como un mantel grande que era bajado por sus cuatro puntas a la tierra, 12 en el cual había toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo. 13 Y una voz se dirigió a él: «Anda, Pedro, mata y come.» 14 De ninguna manera, Señor -respondió Pedro-, nunca he comido yo nada profano o impuro. 15 Y de nuevo la voz se dirigió a él segunda vez: «Lo que Dios ha declarado puro, tú no lo llames profano.» 16 Esto se repitió hasta tres veces, y en seguida el mantel fue recogido al cielo.

Los Hechos de los apóstoles, como ya hemos visto muchas veces, son una historia del encuentro del cielo con la tierra. Lo humano y lo divino se compenetran en la Iglesia de Cristo, que se desarrolla dentro del tiempo y del espacio de la historia. Los hombres están llamados a la obra de la salvación, que se funda en la muerte y en la resurrección del Señor. Estos apóstoles y sus ayudantes son hombres. Necesitan una instrucción celestial y la gracia divina, si quieren cumplir lo que se les ha impuesto como misión y encargo. Esto se hace ostensible con singular claridad en el hecho que aquí se describe. Es un hecho real; así tenemos que confesarlo. Ninguno de los prodigios de que nos informan los Hechos de los apóstoles tiene en sí tantos rasgos de aspecto fabuloso como esta aparición, que Pedro presenció. Sin embargo no tenemos ninguna razón concluyente para negar la realidad de lo que Pedro presenció, con tal que no neguemos por principio cualquier posibilidad de que se manifieste el mundo espiritual y divino. Pueden encontrarse también en el relato rasgos populares, pero esto no justifica que se tome el conjunto como mero símbolo y ropaje de un pensamiento.

En Pedro está representada la Iglesia. La Iglesia en el viraje más decisivo de su historia. Hemos visto cómo hasta ahora esta Iglesia estaba estrechamente vinculada al judaísmo, a sus leyes de la religión y del culto. Esta unión era tan estrecha que Saulo -con el poder y el encargo de la suprema autoridad judía- de buena fe pudo considerar a la Iglesia como asunto del judaísmo y pudo proceder contra ella como traidora al judaísmo. Saulo escuchó el llamamiento del cielo, el mismo Señor le cierra el paso y le muestra la nueva dirección. Se le abre ya el horizonte de su obra.

Pedro sabe que es apóstol. Hasta ahora le vimos actuar con plena conciencia de su testimonio. Pero todavía es judío, judío en sus juicios y en sus acciones. Está ligado a las leyes religiosas del judaísmo con toda la pureza y fidelidad de que es capaz su alma. «Hacia la hora de sexta» Pedro sube a la terraza para retirarse a orar de acuerdo con la costumbre judía. «Por la tarde, mañana y mediodía, a él sube mi lamento y mi gemido y Dios mi voz escucha» (Psa_54:18). Pedro como judío que observa estrictamente la ley, atiende a las prescripciones alimentarias tomadas tan en serio por el judaísmo, a la diferencia entre «puro» e «impuro» establecida en la ley mosaica y en la teología rabínica. Y con una santa protesta Pedro rechaza la exhortación de la voz misteriosa exclamando: «De ninguna manera, Señor, nunca he comido yo nada profano o impuro.» La afirmación está hecha muy en serio y no es lícito escandalizarse ante tal interpretación de la ley. Casi radica en la esencia de la tradición religiosa que ésta ligue al hombre de una manera poco menos que inextricable a cosas y formas externas, que en último término le parece que sean como una parte de la fe que no se puede abandonar. ¡Cuán difícilmente los hombres pierden la rigidez que se forma con este concepto de la tradición, cuando se trata de llevar a los hombres a lo que es esencial!

En esta situación vemos a Pedro ante nosotros. Pedro ciertamente ha tenido noticia de la instrucción dada por Jesús que ha explicado: «Nada hay externo al hombre, que, al entrar en él, pueda contaminarlo; son las cosas que salen del interior del hombre las que lo contaminan» (Mar_7:15). Pedro había presenciado cómo Jesús emprendió el camino hacia la casa del centurión pagano de Cafarnaúm y cómo sanó a su criado (Luk_7:6 ss). Pedro ha escuchado los severos juicios de Jesús sobre las exterioridades del culto, como también nosotros los encontramos anotados en el Evangelio de san Lucas (Luk_11:39 ss). Pedro ha experimentado el prodigio del Espíritu Santo, y ha contemplado el principio del tiempo de salvación, y sin embargo le resulta difícil desprenderse clara y libremente de las maneras tradicionales de la ley judía.

El mismo Dios tiene que intervenir de nuevo y señalar los caminos que abren a la Iglesia la posibilidad de avanzar por todo el mundo con el mensaje de salvación. Esta intervención de Dios se lleva a cabo gradualmente, y es impresionante ver cómo Pedro bajo la dirección del Espíritu reconoce, con una claridad que aumenta sin cesar, la orden de que se trata. Una primera orden, cuyo significado sólo después es comprendido plenamente por Pedro, atañe a leyes sobre los alimentos. Se dice a propósito que en el mantel que descendía del cielo, había «toda clase» de animales. Esta expresión es un modismo popular, con el que no se hace referencia a todos los animales en particular, sino que solamente se quiere decir que estaban juntos sin distinción animales «puros» e «impuros». Y con la orden de comer sin vacilar se declara sin fuerza obligatoria la prescripción que hasta entonces estaba en vigor. Lo que Dios ha declarado puro, tú no lo llames profano, dice la voz. Estas palabras se pueden interpretar en el sentido de que ahora, por el mandato de comer de todo, ya nada es considerado como impuro. Pero también se podría seguir pensando y encontrar expresado el pensamiento de que todo lo que Dios ha creado, hay que considerarlo como puro desde un principio por ser criatura de Dios. Entonces tendríamos el mismo caso que en la cuestión del divorcio, en la cual Jesús pasando también por encima de la ley mosaica se remite a la ley primitiva de la creación (Mar_10:2 ss). Jesús ya ha rechazado la impureza de los manjares, por eso el evangelista observa expresamente: «Con lo cual declaraba puros todos los alimentos» (Mar_7:18b).

Así pues, se trata, en primer término, de las leyes acerca de los manjares, se trata de una cuestión, cuyo peso hoy día difícilmente nos podemos imaginar. Pero para Pedro se trata de algo más. él en seguida lo tendrá que reconocer. Sabemos que el judaísmo estrictamente fiel, como consecuencia de la cuestión sobre la impureza levítica y cultual, dio prescripciones estrictas para el trato con el mundo no judío. Al pagano se le consideraba como impuro. Había que evitar toda clase de participación en una mesa común. En las cartas de san Pablo nos enteramos de con cuánta amplitud esta cuestión influyó durante mucho tiempo en la más antigua misión cristiana. Sobre todo en la primera epístola a los Corintios se esfuerza el Apóstol por exponer con la ayuda de toda clase de reflexiones teológicas la licitud de comer la carne sacrificada en honor de los ídolos (1Cor 8-10). Y una vez más san Pablo habla de este tema con palabras muy firmes en la carta a los Gálatas, cuando informa cómo en Antioquía incluso frente a Pedro y Bernabé tuvo que evocar en la conciencia la libertad del cristiano (Gal_2:1 ss). Por tanto la cuestión de las leyes acerca de los manjares y la cuestión de los paganos estaban muy estrechamente relacionadas. La subsiguiente historia nos muestra que también en nuestro caso se trataba del encuentro del Evangelio con los paganos.

17 Mientras Pedro se preguntaba en sus adentros qué podría significar la visión que acababa de tener, los enviados de Cornelio, que venían preguntando por la casa de Simón, habían llegado al portal; 18 llamaron y trataban de averiguar si allí se hospedaba Simón, por sobrenombre Pedro. 19 En tanto Pedro le daba vueltas a la visión, dijo el Espíritu: Dos hombres te buscan; 20 baja y ve con ellos sin dudar en modo alguno, porque yo los he enviado. 21 Bajó, pues, Pedro y dijo a los hombres: «Yo soy el que buscáis. ¿Qué os ha traído por aquí?» 22 Ellos dijeron: «El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, muy bien considerado por todo el pueblo de los judíos, recibió de un ángel santo la orden de conducirte a su casa y de escuchar tus palabras.» 23 Los invitó a hospedarse con él. Al día siguiente partió con ellos, y algunos de los hermanos de Jopa lo acompañaron.

Es evidente que se nos da a conocer la armonía de la acción divina y de la humana. Por ambas partes se hace efectiva la orden del Espíritu, por parte de Cornelio y por parte de Pedro. Ambos coinciden en casa del curtidor Simón para que pueda haber una conducción rectilínea de acuerdo con el plan de Dios. Se advierte el conocimiento gradual con que Pedro obedece la orden. Porque en el fondo la actitud de Pedro es una obediencia, que le hace desprenderse de todo juicio propio y seguir la voluntad de Dios, que se manifiesta con claridad creciente. Pedro sabe que no se trata de él ni de su persona, sino del camino que ha de seguir la Iglesia, a la cual él subordina su propio querer. Todo esto no fue posible sin que se pusieran trabas y sin que se vacilara, como lo muestra no sólo la protesta inicial al mandato de comer de los animales, sino también la cavilosidad y reflexión, mencionadas dos veces, sobre el sentido de la extraña visión (Gal_10:17.19). Y de nuevo interviene el Espíritu y le ordena que vaya, «sin dudar en modo alguno», con los mensajeros del centurión. «Sin dudar en modo alguno», dice el Espíritu. Difícilmente podemos comprender el significado que tenían estas palabras para Pedro. Algo podemos adivinar, cuando más tarde vemos el desasosiego que este compañerismo produjo en la comunidad cristiana de Jerusalén, estricta observante de la ley (Gal_11:1).

Pedro percibe claramente las palabras decisivas: «Yo los he enviado.» En esta frase resuena la voz del Señor glorificado, que llamó y envió a sus apóstoles para que fueran sus testigos. Y como tantas veces sucedió cuando Pedro convivía con el Señor en este mundo, Pedro acata obediente la llamada. ¿Qué dijo Pedro en el lago de Genezaret, cuando Jesús le pidió que guiara mar adentro y echara las redes para pescar? «Maestro, toda la noche hemos estado bregando, pero no hemos pescado nada; sin embargo, en virtud de tu palabra, echaré las redes» (Luk_5:5).

Pedro está ante los tres hombres de Cesarea. Escucha su informe. En éste los mensajeros repiten lo que san Lucas ya ha comunicado al principio de la historia. De nuevo observamos con interés la manera literaria de repetir una misma cosa con una notable libertad de exposición. Aquí se añade a las palabras del ángel: «...y de escuchar tus palabras». Esta adición tiene para Pedro una importancia especial. Se siente llamado a ser medianero, a dar a conocer la palabra. «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Luk_5:29), había dicho Pedro ante el sanedrín. Ahora esta frase tiene validez en un sentido muy especial. Pedro hospeda a los recién llegados, y parte con ellos. «Lo que Dios ha declarado puro, tú no lo llames profano»: estas palabras ahora pueden cruzar por la mente de Pedro. Fue un paso audaz acoger a los paganos, fue una decisión trascendental acudir a los paganos con los mensajeros.

La Iglesia recorrió con Pedro este camino desde Jopa a Cesarea. Los hermanos de Jopa que fueron con él vienen a ser, en cierto modo, el símbolo de un comienzo decidido. Según 11,12 fueron seis los que acompañaron a Pedro. Habían de ser testigos de lo que iba a suceder en Cesarea. Y era conveniente que estuvieran presentes. De nuevo influye el factor humano. Y Pedro puede remitirse a estos «seis hermanos» y a su testimonio en la justificación que se hace necesaria (11,12).



c) Encuentro con Cornelio (Hch/10/24-33).

24 Al otro día llegó a Cesarea. Cornelio estaba esperándolos y había convocado a sus parientes y amigos íntimos. 25 A la llegada de Pedro, Cornelio salió a su encuentro y, arrojándose a sus pies, lo adoró. 26 Pedro le mandó levantarse diciendo: «Levántate, que yo también soy puro hombre.» 27 Y, conversando con él, entró y halló congregados a muchos, 28 a los cuales dijo: «Vosotros sabéis que está prohibido a un judío juntarse o acercarse a un extranjero y, sin embargo, Dios me ha hecho ver que a ningún hombre se debe considerar profano o impuro. 29 Por eso, al ser llamado, vine sin dudar; y ahora quisiera saber por qué me hicisteis llamar.»

Es una escena memorable. Después de lo que se ha dicho hasta ahora, esta escena no necesita ninguna explicación. Pero lo que resulta especialmente impresionante es el gran deseo que tenía Cornelio de obtener la salvación. Espera la venida de Pedro. Todo el paganismo, podríamos decir de una forma alusiva, espera en la persona de Cornelio el mensaje y la dádiva de la salvación. Con frecuencia se repetirá esta escena en la historia de la misión cristiana. Juntamente con Cornelio espera un gran número de personas. Probablemente todas eran paganas. Entre ellas quizás hubiera algunos «temerosos de Dios». Buscadores que tenían la índole espiritual de Cornelio. Había que precaverse de considerar siempre y en todas partes el paganismo (que la Iglesia de los primeros tiempos encontraba en el ámbito del helenismo) a la manera de una primitiva fe idolátrica. En el paganismo había mucha noble espiritualidad y verdadero carácter humano. Era un suelo preparado para recibir la palabra del Evangelio. Muchas veces era un suelo más preparado y predispuesto que el rígido y recusante judaísmo. ¿Qué dijo Jesús acerca del centurión de Cafarnaúm? «Ni en Israel encontré tanta fe» (Luk_7:9).

El centurión saluda a Pedro. Lo hace en la forma más sumisa de aquel tiempo, con la llamada proskynesis. ¿Lo había hecho ya en tiempos precedentes ante un hombre? Con esta postura se expresa la adoración de la divinidad. Cornelio ve en Pedro algo sobrenatural, aunque no se explique la idea que le domina. Pedro rechaza resueltamente el homenaje: «Levántate, que yo también soy puro hombre.» ¿Acaso recordó que en otro tiempo él también se había arrojado a los pies de otro, y había dicho balbuceando: «Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador» (Luk_5:8)? ¿O recordó la hora en que por ser hombre negó a Jesús de una manera tan ignominiosa en el patio de Caifás? ¿Y ahora se arrodilla ante él un oficial romano y se echa a sus pies? Pedro no lo puede soportar. También aquí vemos un ejemplo. Y parece como si la Iglesia siempre tenga que volver a este Pedro sin pretensiones. El culto personal y las maneras cortesanas fácilmente ocultan la mirada saludable hacia el camino que recorrió Jesús.

Pedro saluda a la gran asamblea. Tiene ante sí una escena inusitada. Para los reunidos podía ser inusitado que un judío se les acercara. Los que se habían congregado conocían la reserva de los judíos ante los extranjeros. Conocían la intolerancia de los judíos, su blindaje religioso. Pedro hace suyo este pensamiento y explica el hecho de su venida. Oímos con interés la interpretación que Pedro da a la visión de los animales puros e impuros. Ya no se trata de la cuestión de los manjares lícitos o ilícitos, sino de la cuestión básica de la misión universal. Para Pedro ya no existe la distinción judía entre puro e impuro. Ha caído la barrera que la Iglesia quiso retener y que impedía dar el paso al paganismo. Y Saulo, cuya vocación se cuenta, no sin motivo, antes del encuentro de Pedro con Cornelio, será quien recorrerá audaz y decididamente el camino y vencerá las últimas resistencias.

30 Díjole Cornelio: «Hace cuatro días, a esta misma hora, me encontraba haciendo la oración de nona en mi casa, cuando un hombre, en hábito radiante, se situó ante mí 31 y me dijo: "Cornelio, ha sida escuchada tu oración, y de tus limosnas se ha hecho memoria en la presencia de Dios; 32 envía, pues, a Jopa y haz llamar a Simón, de sobrenombre Pedro. éste se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, junto al mar." 33 Al instante mandé a buscarte, y tú has tenido la delicadeza de venir, y aquí estamos ahora todos nosotros en presencia de Dios para escuchar todo lo que te haya sido ordenado por el Señor.»

Pedro una vez más tiene noticia de la orden del Señor. El mismo Cornelio informa de lo que le ha sucedido. De acuerdo con la ideología de los no judíos se designa al ángel como «hombre, en hábito radiante». Una vez más se dice que la aparición tuvo lugar cuando Cornelio oraba. Se tiene la impresión de que la venida de la figura luminosa sea una respuesta inmediata del cielo al ruego del que ora, cuando -con una reproducción algo libre de las palabras del ángel (según se leen en 10,4)- se dice: «Ha sido escuchada tu oración, y de tus limosnas se ha hecho memoria en la presencia de Dios.» ¿Y qué rogaba el centurión? Buscaba la verdad y la salvación. Debió, pues, pedir -así lo podemos suponer- que se iluminara su espíritu, que se le indicase el camino de la verdad.

Ahora se le muestra el camino. Una alegre disposición se denota en las siguientes palabras: «Aquí estamos ahora todos nosotros en presencia de Dios para escuchar todo lo que te haya sido ordenado por el Señor.» El mensaje del Evangelio va al encuentro de Cornelio y de la comunidad que se había reunido con él. Es una auténtica comunidad. Una memorable comunidad de catecúmenos, tal como estará siempre ante los mensajeros de la fe en la ulterior historia de la Iglesia. Están congregados «en presencia de Dios». Este dato realza la comunidad por encima del nivel de todas las demás colectividades, por encima de la vida cotidiana y profana. Cornelio conoce la misión y el poder de Pedro. «Lo que te haya sido ordenado por el Señor», dice Cornelio a Pedro. Cornelio se refiere al poder de la Iglesia. La palabra de la salvación se ha confiado a la Iglesia, para que ésta ejerza una mediación válida y obligatoria.

d) La palabra de Pedro (Hch/10/34-43).

34 Y tomando Pedro la palabra, dijo: «En verdad ahora comprendo que no tiene Dios acepción de personas, 35 sino que de cualquier raza el que le teme y practica la justicia le es agradable; 36 tal es el mensaje que ha enviado a los hijos de Israel anunciando el Evangelio de paz por medio de Jesucristo. él es Señor de todos. 37 Vosotros conocéis lo que ha venido a ser un acontecimiento en toda Judea, a partir de Galilea, después del bautismo que Juan predicó: 38 Jesús de Nazaret, cómo Dios lo ungió con Espíritu Santo y poder, y pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. 39 Nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén, al cual incluso mataron colgándolo de un madero. 40 A éste, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible, 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos señalados de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de haber resucitado él de entre los muertos. 42 Y nos ordenó predicar al pueblo y dar testimonio de que él es el constituido juez de vivos y muertos por Dios. 43 Todos los profetas le dan testimonio de que por su nombre obtiene la remisión de los pecados todo el que cree en él.»

San Lucas nos propone la predicación de Pedro ante Cornelio y los suyos con una formulación sintética. Esta predicación nos muestra acertadamente los pensamientos fundamentales del kerygma de salvación ante los oyentes no judíos. En comparación con las precedentes predicaciones misionales de los apóstoles, la prueba de la Escritura pasa a segundo término, aunque puedan percibirse en el discurso claras asonancias con palabras del Antiguo Testamento81. En primer término está la acción salvadora de Jesús de Nazaret y el refrendo de su misión mediante su manera de actuar, sobre todo mediante la resurrección. El apóstol habla como mandatario de Jesucristo, Señor universal, y muestra el camino de la salvación en el hecho de volverse con fidelidad hacia Jesús.

Ya las palabras introductorias de Pedro tienen un profundo significado: «No tiene Dios acepción de personas.» Esta frase hace alusión a lSam 16,7, en que el Señor dice a Samuel: «No mires a su buena presencia, ni a su grande estatura, porque no es ése el que he escogido: y yo no juzgo por lo que aparece a la vista del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor ve el corazón.» Un sentido superior se inserta ahora en estas palabras, que se interpretan en el ámbito de la historia de la salvación. Cuando Dios ofrece la salvación, no se fija en lo que se fijan los hombres. Para Dios carecen de valor las diferencias de posición social, de sexo, de raza y nación, ni siquiera lo tiene -y en esto consiste el reconocimiento innovador de Pedro- la diferencia de confesión religiosa. «De cualquier raza, el que le teme y practica la justicia le es agradable.» Entendemos bien estas palabras que suenan con un acento audaz en grado inaudito. No se dicen en favor de una indiferencia religiosa, ni en el sentido de una apatía religiosa. Cuando Pedro pronuncia estas palabras, piensa en el camino salvador de la Iglesia, en cuyo nombre habla. Acerca de este camino de la salvación Pedro quiere decir que está abierto para todos sin distinción, para todos los que con profundo respeto ante el misterio de Dios y buscando la equidad y la justicia esperan con ansia llegar a este camino.

En estas palabras de Pedro se puede pensar que se está oyendo hablar a Pablo, cuyo gran deseo es difundir el mensaje de la universal voluntad salvadora de Dios. Se tendrían que leer la carta a los Romanos y la epístola a los Gálatas. ¿Qué dice en la carta a los Romanos? «No me avergüenzo del Evangelio: ya que es poder de Dios para salvar a todo el que cree; tanto al judío, primeramente, como también al griego» (Rom_1:16). Y en la misma epístola leemos: «Pero ahora, independientemente de la ley, ha quedado bien manifiesta la justicia de Dios, justicia de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo, llega a todos los que creen -pues no hay diferencia, ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios-... ¿Acaso Dios lo es de los judíos solamente? ¿No lo es también de los gentiles? ¡Sí! También lo es de los gentiles. Pues no hay más que un solo Dios, el cual justificará, en virtud de la fe, a los circuncidados y, por medio de la fe, a los no circuncidados» ( Rom_3:21 ss). En la carta a los Gálatas leemos: «Todos vosotros, en efecto, sois hijos de Dios a través de la fe en Cristo Jesús. Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay varón ni hembra; pues todos sois uno solo en Cristo Jesús» (Gal_3:26).

Para todos, pues, está abierto el camino salvador de Dios, y este camino de salvación es Cristo Jesús. El mensaje de Dios se transmite en primer lugar a los «hijos de Israel», se les anuncia la «paz» por medio de Jesucristo, la paz con Dios como la condición esencial para salvarse. Pero no por eso el camino de salvación está reservado a Israel, como quizás se podría concluir. Jesucristo y su obra de paz se extienden mucho más allá de las estrechas fronteras de Israel. «El es Señor de todos.» En esta frase se patentiza el universal poder salvífico del soberano del universo, del Todopoderoso, a quien se sometieron todas las cosas, tanto si se traduce como hemos hecho: «él es Señor de todos», es decir, de todos los hombres, incluso de todos los señores de la tierra, que muchas veces pretendieron el título de Kyrios o de Dominus, como si se interpreta la frase en el siguiente sentido: «él es Señor del universo.» Estas palabras tuvieron que hacer escuchar con atención a Cornelio y a sus huéspedes romanos y gentiles, a quienes el señorío de su César tenía que parecerles como la síntesis del poder político e incluso religioso.

Y ahora Pedro dirige la atención a la historia sin igual de este portador de la paz y «Señor de todos». El contenido del Evangelio se compendia con la máxima brevedad82. «Vosotros conocéis lo que ha venido a ser un acontecimiento en toda Judea...», puede decir Pedro. Es difícil que este modismo suponga que Cornelio y los suyos tengan conocimiento de los sucesos de la vida y de la muerte de Jesús por medio de mensajeros cristianos de la fe. Porque, como ya hemos explicado antes, es muy incierta la suposición de que Felipe llegara a Cesarea antes de la venida de Pedro, como muchos infieren de 8,40. Antes bien Pedro supone que en Cesarea, donde además residía el gobernador romano, se pudo tener conocimiento inmediato de lo que aconteció a Jesús. Esto es para nosotros un testimonio de cómo la historia de Jesús ya durante su vida mortal suscitó interés y llamó la atención. A este propósito recordemos que Pablo en el juicio oral ante el rey Agripa también da este testimonio, cuando dice: «Sabe de estas cosas el rey, a quien, por ello, hablo confiadamente, pues no puedo creer que nada de esto ignore, ya que no ha sucedido en ningún rincón oculto» (26,26).

Lo que Pedro pone de relieve en la actuación de Jesús recuerda de nuevo (como en 2,22 ss) la figura de Cristo del Evangelio de san Marcos, que desde la más antigua tradición se califica como reproducción de lo que Pedro predicaba, por lo cual se supone que fue escrito para los lectores romanos. El bautismo de Juan significa el principio del camino salvador de Jesús. Esto ya se nos puso en claro 1,21s, y lo podemos ver en la estructura de los cuatro evangelios. Con este bautismo se enlaza el hecho de que «Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder». En el verbo griego que significa «ungir» (khrio/ekhrisen) se contiene la raíz de la palabra «Cristo» (Khristos). «Dios ha hecho Señor y Mesías (Khristos) a este Jesús a quien vosotros crucificasteis», dijo Pedro a los oyentes judíos en el discurso del día de pentecostés (2,36).

El «Espíritu Santo» descendió sobre Jesús, cuando fue bautizado. De ello hablan los cuatro evangelios, especialmente el de san Lucas 83. Este dato es importante para los Hechos de los apóstoles y para su constante testimonio del Espíritu Santo. Porque no hay que disociar al Espíritu Santo de la persona y de la obra de Jesús, aunque en el lenguaje de los Hechos de los apóstoles esta realidad no haya sido expresada con una fórmula teológica.

Pedro tiene cuidado en coordinar la imagen que traza de Jesús, con las ideas religiosas de los oyentes no judíos, cuando dice que Jesús «pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo». Con esta frase se pone en primer término la actuación externa de Jesús, lo cual no significa que Pedro pase por alto el mensaje de salvación anunciado por Jesús, y ya antes indicado (10,36). Solamente vemos una vez más cuán vivo era desde el principio el interés por las «acciones de Jesús». Se le muestra «haciendo el bien», como Salvador del mundo oprimido por el poder del diablo. Se dirige la palabra al anhelo de salvación de un mundo doliente y angustiado. Sabemos que a los soberanos de aquel tiempo les gustaba hacerse llamar «bienhechores» o «beneméritos» (euergetes). También los llamaban «liberador» o «salvador» (soter). Este título arrogante se ha conservado en monedas e inscripciones. Querían ser dioses y se hicieron tributar honores divinos. El mundo romano aplicó también tales prácticas a sus Césares. Frente a ellos aparece Jesús de Nazaret como el verdadero bienhechor y el único Salvador. «él es Señor de todos», ha dicho Pedro con la mirada puesta en estos señores de la tierra. Y una vez más Pedro indica el motivo de la excelsa categoría de Jesús, cuando dice: «Porque Dios estaba con él.» Y ahora Pedro muestra el incomparable camino de este bienhechor y salvador. Pedro tiene derecho de hablar sobre este punto. «Nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén», puede decir Pedro, que incluye el testimonio de todas las cosas en este «nosotros». El testimonio de quienes «nos han acompañado todo el tiempo en que anduvo el Señor Jesús entre nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue arrebatado» (1,21s). De nuevo notamos la gran finalidad de la predicación apostólica, o sea, basar el Evangelio en la autenticidad de lo que se ha presenciado en el curso de la historia.

Y de nuevo, como en los precedentes ejemplos de la primitiva predicación cristiana, en las palabras de Pedro sobresalen la muerte y la resurrección de Jesús como los acontecimientos decisivos de la salvación. Resuenan en nuestros oídos fórmulas de confesión. Y una vez más se presentan los testigos de la realidad de la resurrección. Ellos le han visto, pudieron ser sus comensales. El Evangelio de san Lucas, así como el de san Juan, tiene conocimiento de este haber comido con Jesús resucitado 84. Es una comida misteriosa e inexplicable, porque se sustrae a toda experiencia la manera como puede comer y beber un cuerpo glorificado. Pero para los discípulos fue un signo de la presencia real del Señor ensalzado. Esta participación en la misma mesa sobrevivió en la celebración litúrgica de la cena del Señor, aunque del modo peculiar de la realidad sacramental. En la experiencia de la resurrección y en el encuentro con el Señor resucitado se funda la misión salvadora confiada a la Iglesia. Porque estos acontecimientos están encaminados a que todo el mundo pueda experimentar la salvación. La fe de los apóstoles y de la primitiva Iglesia exige que se transmita el mensaje a los hombres. «Y nos ordenó predicar al pueblo y dar testimonio de que él es el constituido juez de vivos y muertos por Dios», dice Pedro a Cornelio. Conocemos esta orden por las palabras de la gran misión (1,8) y por lo que san Lucas en el Evangelio (Luk_24:44 ss) recapitula como instrucción del Señor. En aquel pasaje del Evangelio también se lee que «en su nombre había de predicarse la conversión y para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén» (Luk_24:47). Así pues, cuando Pedro delante de Cornelio habla del «pueblo», no parece que haya que referir esta palabra solamente a Israel, sino a todos los hombres. Casi carecía de fundamento que en esta situación se hiciera resaltar de una forma tan sorprendente la posición privilegiada de Israel, aunque esta posición esté indicada en el versículo 36. ¿O bien Pedro quiso decir que el encargo misional de Jesús estaba en primer lugar dirigido al «pueblo» de Israel, pero que ahora Dios ha intervenido a propósito, para agraciar al paganismo con el mensaje de salvación? El texto apenas da pie a una tal interpretación.

Puede resultar sorprendente que Pedro nombre como contenido fundamental del mensaje la predicación sobre Jesús considerado bajo el aspecto de juez de vivos y muertos. En esta expresión escuchamos una antigua fórmula, que fue insertada en el credo de la primitiva Iglesia. Es interesante ver que también se encuentra esta declaración sobre el oficio judicial de Jesús en el discurso del Areópago, que es el más parecido a este discurso de Pedro. En aquel discurso de Pablo se dice: «Ya que ha establecido un día en el que habrá de juzgar al mundo entero según justicia por medio de un hombre a quien ha designado para que salga fiador suyo ante todos al resucitarlo de entre los muertos» (17,31). De esta manera la resurrección de Jesús y su oficio de juez son puestos en estrecha relación.

Con las palabras sobre el futuro juicio, en las que se manifiesta la expectación que la primitiva Iglesia tenía del tiempo final, la Iglesia no quiere angustiar a los hombres, sino mostrarles el camino de la salvación para salir airoso ante este tribunal. La declaración sobre el juicio se convierte en predicación sobre el tema de la salvación, y por tanto en la buena nueva en el verdadero sentido, cuando dicha declaración, tal como la hizo Pedro, hable de la fuerza salvadora de la fe en Jesucristo. Cristo otorga la «remisión de los pecados» a todos los que creen en su nombre, es decir, en la comunión con él basada en la fe.

Jesús es al mismo tiempo juez y salvador, pero presta su servicio salvador antes de desempeñar su oficio de juez. Por eso hablando de la remisión de los pecados, en la que se resume toda la actividad salvadora de Jesús, Pedro tiene cuidado en hacer resaltar que los vaticinios de los profetas a través de los siglos ya han señalado dicha remisión.

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81. Cf. 1Sa_16:7; Deu_21:22.

82. De una manera semejante a lo que sucede en 2,22-25.

83. Cf.Lc 3,22; 4,18.

84. Cf. Luk_24:30.43; Joh_21:5 ss.

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e) Bautismo de los paganos (Hch/10/44-48).

44 Todavía estaba Pedro diciendo estas cosas, cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra. 45 Y se maravillaron los creyentes de origen judío que habían venido con Pedro de que también sobre los gentiles se hubiera derramado el don del Espíritu Santo; 46 porque los oían hablar en lenguas y alabar la grandeza de Dios. Dijo entonces Pedro: 47 «¿Acaso puede alguien excluir del agua, de modo que no sean bautizados, a estos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?» 48 Ordenó, pues, que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Y le rogaron que se quedara con ellos unos días.

La historia de Cornelio es una providencia y dirección sin igual, desde arriba. Solamente así se puede entender el curso de los acontecimientos. El mismo Dios manifiesta qué giro tan trascendental se inicia en la obra de su salvación en el encuentro del apóstol con Cornelio. El mismo Dios corona con un amén el discurso de su mensajero. El día de pentecostés con la venida del Espíritu y con el prodigio de que los discípulos hablaran en otras lenguas impulsados por el Espíritu, el Señor resucitado y enaltecido se hizo ostensible en Jerusalén para mostrar a los hombres el comienzo de la obra salvífica de la Iglesia. Así ahora en Cesarea en la casa del centurión Cornelio tiene lugar un nuevo pentecostés, como señal de un nuevo principio. Se inicia la obra de la salvación con los paganos. De nuevo unos hombres son penetrados por el soplo del Espíritu. «Los oían hablar en lenguas y alabar la grandeza de Dios.» Son hombres que todavía no están bautizados, pero les ha conmovido el mensaje de salvación que Pedro les anuncia. Son hombres que tienen en el alma un ansia sincera de búsqueda y una disposición, la disposición de la fe, a la que está prometida la salvación. «Todavía estaba Pedro diciendo estas cosas, cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra.» ¿No es esto la demostración de la fuerza salvadora de la palabra que es plenitud del espíritu, y que es acogida con ánimo abierto por los oyentes dispuestos para la fe? Corresponde a una de las intuiciones más profundas de nuestro tiempo reconocer precisamente en la proclamación de la palabra su virtud salvadora y adentrarse en la conmemoración de este misterio. Tal consideración está llena de significado. En el contexto de nuestro relato el sentido de este milagro de Cesarea, similar al del día de pentecostés, consiste sobre todo en la función del signo, que para Pedro y para la Iglesia indicaba que se hallaba en el recto camino, cuando iba a Cesarea al encuentro del centurión pagano.

El acontecimiento era estimulante. Estimulante para la primitiva Iglesia aún muy encogida en la manera judaica de concebir la salvación. Este estímulo lo sintieron los acompañantes judeocristianos de Pedro, que vivieron el prodigio del Espíritu, y así -otra vez por especial providencia- pudieron ahora ser testigos de la señal que Dios había dado a su Iglesia. «Y se maravillaron los creyentes de origen judío que habían venido con Pedro de que también sobre los gentiles se hubiera derramado el don del Espíritu Santo.» También sobre los gentiles: eso era lo inaudito 85.

Pedro reconoce la señal del Espíritu. Pedro fue sacado por etapas del encogimiento de la manera judía de pensar, para distinguir ahora claramente en vista de este nuevo suceso de pentecostés el camino libre de la salvación para todos los hombres. Puesto que el mismo Dios otorgó el bautismo del Espíritu, la Iglesia no tiene derecho alguno de negar el bautismo con agua. Pedro expresa este conocimiento en forma de una pregunta. Esta recuerda la pregunta del tesorero etíope (8,36), y en ambas preguntas puede resonar algo del más vetusto rito bautismal y de la interrogación litúrgica del que ha de ser bautizado. Pero en la pregunta de Pedro ya se contiene la respuesta. El bautismo «en el nombre de Jesucristo» aporta a la Iglesia en Cornelio y los suyos no sólo un crecimiento externo en el número de miembros, sino también la apertura dichosa de un camino, en el que por primera vez puede cumplirse con la libertad del Espíritu el gran encargo del Señor sobre la salvación. La Iglesia ha venido a los gentiles, y es como un símbolo que Pedro después de prestar su servicio «se quedara con ellos unos días».

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85. El que tenga tiempo, lea la carta a los Romanos, y en los capítulos 9-11 reflexione sobre los pensamientos del apóstol san Pablo. con los cuales éste procura profundizar y exponer el misterio de la vocación de los judíos y de los paganos a la Iglesia.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



El centurión Cornelio, 10:1-8.
1 Había en Cesárea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica; 2 piadoso, temeroso de Dios con toda su casa, que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios continuamente. 3 Este, como a la hora de nona, vio claramente en visión a un ángel de Dios, que acercándose a él le decía: Cornelio. 4 El le miró, y sobrecogido de temor, dijo: ¿Qué quieres, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y limosnas han sido recordadas ante Dios. 5 Envía, pues, unos hombres a Joppe y haz que venga un cierto Simón, llamado Pedro, 6 que se hospeda en casa de Simón, el curtidor, cuya casa está junto al mar. 7 En cuanto desapareció el ángel que le hablaba, llamó a dos de sus domésticos y a un soldado, también piadoso, de sus asistentes, 8 y contándoles todo el suceso los envió a Joppe.

Hemos llegado al punto culminante del libro de los Hechos. Está claro que, a los ojos de Lucas, la conversión del centurión Cornelio, dado el realce con que la cuenta (10:1-11:18), no es un hecho aislado, sino un hecho de alcance universal, íntimamente ligado a la entrada de los gentiles en la Iglesia, como se afirmará de modo explícito en el concilio de Jerusalén (cf. 15:7.14). Se había predicado, es verdad, en Samaría (8:4-25), pero los samaritanos, aunque enemigos de los judíos (cf. Luc_9:53; Jua_4:9), estaban muy ligados a ellos por razones de origen, y se gloriaban de ser seguidores de Moisés. Ahora se abre una nueva fase en la historia de la Iglesia, de amplitud mucho más universal. Judíos y gentiles, sin necesidad de la circuncisión, podrán sentarse a la misma mesa y participar juntos de las bendiciones mesiánicas. Cornelio será el punto de partida. Así se lo hace saber el Espíritu Santo a Pedro (Jua_10:15.20.44), y así, a pesar de su repugnancia, obrará éste en consecuencia (Jua_10:14.28.47; Jua_11:8-17). Ni hay base para suponer, conforme hacen gran número de críticos, que todo este capítulo, de tanta importancia en relación con el universalismo de la Iglesia, sea pura creación de la comunidad primitiva y de Lucas, que buscaron apoyarse en Pedro.
Habitaba este centurión en Cesárea (v.1), ciudad que había sido edificada por Heredes el Grande en honor de Augusto, y que, a la sazón, era sede del procurador romano. Estaba a unos 100 kilómetros de Jerusalén, en la costa del Mediterráneo, y no debe confundirse con la otra Cesárea, llamada Cesárea de Filipo, junto al Hermón. Es natural que siendo sede del procurador tuviese amplia guarnición de soldados. Pertenecía Cornelio a la cohorte (cada cohorte incluía unos 600 hombres) denominada itálica (v.1), sin duda por estar formada por voluntarios itálicos. Era gentil de origen, pero piadoso y temeroso de Dios (v.2; cf. v.22.35), expresiones que le señalan como un simpatizante del judaismo (cf. 13:16.26.50; 17:4), aunque sin llegar a la condición de prosélito, pues ciertamente no estaba circuncidado (cf. 11:3). Algunos autores han sugerido la hipótesis de que quizás se trate del mismo centurión que asistió a la crucifixión de Cristo (cf. Mat_27:54); eso es posible, pero la hipótesis no tiene en su favor dato alguno positivo. En las mismas condiciones de Cornelio se encontraban, más o menos, todos los de su casa (cf. v.7.24; Mat_11:14).
A este centurión se aparece un ángel del Señor, ordenándole que envíe mensajeros a Joppe en busca de Pedro, y que escuche sus palabras (cf. v.5.22). Es de notar que la aparición se presenta como respuesta a su oración: Tus oraciones han sido recordadas..; envía, pues, mensajeros.. (v.4-5), lo que parece indicar que estaba pidiendo a Dios le manifestase el camino a seguir para serle aceptado. La oración tiene lugar a la hora de nona (v.3), precisamente la hora del sacrificio vespertino entre los judíos (cf. 3:1), lo que confirma su condición de simpatizante del judaísmo, a cuyas costumbres procuraba acomodarse.

Misteriosa visión de Pedro, 10:9-23.
9 Al día siguiente, mientras ellos caminaban y se acercaban a la ciudad, subió Pedro a la terraza para orar hacia la hora de sexta. 10 Sintió hambre y deseó comer; y mientras preparaban la comida le sobrevino un éxtasis. 11 Vio el cielo abierto, y que bajaba algo como un mantel grande, sostenido por las cuatro puntas, y que descendía sobre la tierra. 12 En él había todo género de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. 13 Oyó una voz que le decía: Levántate, Pedro, mata y come. 14 Dijo Pedro: De ninguna manera, Señor, que jamás he comido cosa alguna impura. 15 De nuevo le dijo la voz: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro. 16 Sucedió esto por tres veces, y luego el lienzo fue recogido al cielo. 17 Estaba Pedro dudoso y pensativo sobre lo que sería aquella visión que había tenido, cuando los hombres enviados por Cornelio llegaron a la puerta, preguntando por la casa de Simón; 18 y llamando, preguntaron si se hospedaba allí cierto Simón llamado Pedro. 19 Meditando Pedro sobre la visión, le dijo el Espíritu: 20 Ahí están unos hombres que te buscan. Levántate, pues, baja y vete con ellos sin vacilar, porque los he enviado yo. 21 Bajó Pedro y dijo a los hombres: Yo soy el que buscáis. ¿Qué es lo que os trae? 22 Ellos dijeron: El centurión Cornelio, varón justo y temeroso de Dios, que en todo el pueblo de los judíos es muy estimado, ha recibido de un santo ángel el mandato de hacerte llevar a su casa y escuchar tu palabra. 23 Pedro les invitó a entrar y los hospedó.

De Cesárea, de donde parten los mensajeros de Cornelio, hasta Joppe, donde residía Pedro, hay unos 50 kilómetros. Habían partido de Cesárea por la tarde (cf. v.3. 7), y, al día siguiente, hacia la hora de sexta, es decir, hacia mediodía, llegaban a Joppe (v.g).
Precisamente mientras ellos se estaban acercando a la ciudad, Pedro, hospedado en casa de Simón el curtidor, había subido a la terraza de la casa, y allí, como era costumbre entre los judíos (cf. 2Re_23:12; Jdt_8:5; Jer_19:13; Sof_1:5; Sal_55:18), había comenzado su oración (v.9). Durante esa oración, caído en éxtasis, ve una extraña visión, relacionada en cierto sentido con el hambre que entonces sentía: una especie de mantel que colgaba de lo alto, sobre el que había multitud de animales en completa mescolanza, al tiempo que oía una voz ordenándole que se levantase, matara y comiera (v. 1 1-13). La reacción de Pedro, muy parecida a la que en circunstancias semejantes había mostrado el profeta Ezequiel (cf. Eze_4:14), es tajante: De ninguna manera..; jamás he comido cosa alguna impura (v.14; cf. Lev_11:1-47). Pero de nuevo oye la voz: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro(v.16). ? así todavía una tercera vez (v.16).
Al salir del éxtasis, Pedro estaba pensativo y dudoso sobre el significado de aquella visión (v.1y). No era fácil comprender que se le pudiera mandar violar la Ley, que distinguía entre animales puros e impuros, de los que estaba prohibido comer (cf. Lev_11:1-47). La misma Sagrada Escritura alaba el gesto de Eleazar y el de los siete hermanos Macabeos, que prefirieron morir antes que violar esta ley (cf. 2 Mac 6:18-7:42). Pero a Pedro se le añadía: Lo que Dios ha purificado..,con lo que claramente parecía indicársele que quedaban abolidas esas prescripciones legales y que no había ya por qué distinguir entre alimentos puros e impuros. Además de este significado, que constituiría el sentido directo de la visión, Pedro debió pensar en la posibilidad de algún otro significado más profundo en orden a la relación entre judíos y gentiles, tanto más que la cuestión de los alimentos constituía precisamente el nudo gordiano de estas relaciones.
Mientras Pedro andaba con estos pensamientos, llaman a la puerta los mensajeros de Cornelio, y el Espíritu le ordena resueltamente: Ahí están unos hombres..; baja y vete con ellos sin vacilar, porque los he enviado yo (v. 18-20). Comienza la interpretación abierta del Espíritu Santo, que será quien vaya dirigiendo visiblemente toda la escena, hasta el punto de que Pedro, para justificarse luego ante los que critican su modo de proceder, no tendrá otra respuesta sino ¿quién era yo para oponerme a Dios? (9:17). Es natural, pues, que ante esa orden del Espíritu Santo, Pedro no sólo reciba a los mensajeros, sino que se atreva a hospedarlos en la misma casa (v.23), no obstante tratarse de incircuncisos, con los que no era lícito a ningún judío establecer convivencia 94.

Pedro en casa de Cornelia, 10:23-33.
23 Al día siguiente partió con ellos, acompañado de algunos hermanos de Joppe; 24 y al otro día entró en Cesárea, donde los esperaba Cornelio, que había invitado a todos sus parientes y amigos íntimos. 25 Así que entró Pedro, Cornelio le salió al encuentro, y postrándose a sus pies, le adoró. 26 Pedro le levantó diciendo: Levántate, que yo también soy hombre. 27 Conversando con él, entró y encontró allí a muchos reunidos, 28 a quienes dijo: Bien sabéis cuan ilícito es a un hombre judío llegarse a un extranjero o entrar en su casa, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debía llamar manchado o impuro, 29 por lo cual, sin vacilar he venido, obedeciendo el mandato. Decidme, pues, para qué me habéis llamado. 30 Cornelio contestó: Hace cuatro días, a esta hora de nona, orando yo en mi casa, vi a un varón vestido de refulgentes vestiduras, 31 que me dijo: Cornelio, ha sido escuchada tu oración y tus limosnas recordadas delante de Dios. 32 Envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón, el curtidor, junto al mar. 33 Al instante envié por ti, y tú te has dignado venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos en presencia de Dios, prontos a escuchar de ti lo ordenado por el Señor.

La salida de Pedro para Cesárea fue al día siguiente de haber llegado los mensajeros de Cornelio (v.23); Y no llegó en ese mismo día, sino al otro (v.24), con lo que se explica que Cornelio hable luego de cuatro días desde que había tenido lugar la visión (v.30), pues los días incompletos, según era entonces corriente, se contaban como completos (cf. Jua_2:19; 1Co_15:4).
Pedro se hace acompañar de algunos hermanos de Joppe (v.23), concretamente seis (cf. 11:12), sin duda para que fuesen testigos de todo, en previsión de las censuras que su modo de proceder podría provocar, como de hecho sucedió (cf. 11:1-3). Al llegar a Cesárea, el recibimiento que le hace Cornelio es de sumo respeto: postrándose a sus pies, le adoró (v.25). La expresión es un poco fuerte y, tratándose de un romano, actitud bastante extraña, pero se ve que Cornelio quiso acomodarse a la usanza hebrea en señal de particular deferencia y respeto (cf. Gen_33:3; 1Sa_24:9; Est_3:2), tanto más que, para él, Pedro era un enviado de Dios, anunciado de antemano (cf. ?.6; cf. Rev_19:10; Rev_22:8-9). Desde luego, no parece que en el gesto de Cornelio, a quien se alaba como piadoso y temeroso de Dios (v.2), hayamos de suponer intención alguna idolátrica, como en el caso de los licaonios con Saulo y Bernabé (cf. 14:12). Ni la respuesta de Pedro ordenándole levantarse, pues él también era hombre (v.26), exige necesariamente otra cosa.
Desde el primer momento, dada su manera de expresarse, Pedro demuestra conocer ya el significado profundo de la misteriosa visión tenida anteriormente, pues no habla de alimentos, sino de que Dios le ha mostrado que a ningún hombre debía llamar manchado o impuro y que por eso se ha atrevido a entrar en casa de Cornelio (v.28-29; cf. 15:9). Cuándo le hubiese mostrado Dios ese significado profundo de la visión, no se dice de modo explícito, pero es claro que fue al llegar los mensajeros de Cornelio y decirle el Espíritu Santo que los ha enviado él y que vaya con ellos (v.20). Pedro vio claro que la misteriosa visión era un símbolo por el que Dios le daba a entender que, frente a las prescripciones judías, no había ya por qué distinguir entre puro e impuro, trátese de animales o trátese de hombres. Al volver a oír de labios de Cornelio (v.30-32) lo mismo que le habían contado ya sus mensajeros (v.22), Pedro se ratifica en la misma idea.

Discurso de Pedro, 10:34-43.
34 Tomando entonces Pedro la palabra, dijo: En verdad reconozco que no hay en Dios acepción de personas, 35 sino que, en toda nación, el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto. 36 El ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la paz por Jesucristo, que es el Señor de todos. 37 Vosotros sabéis lo acontecido en toda Judea, comenzando por la Galilea, después del bautismo predicado por Juan; 38 esto es, cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo pasó haciendo bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El. 39 Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén, y de cómo le dieron muerte suspendiéndole de un madero. 40 Dios le resucitó al tercer día y les dio manifestarse, 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con El después de resucitado de entre los muertos. 42 Y nos ordenó predicar al pueblo y atestiguar que por Dios ha sido instituido juez de vivos y muertos. 43 De El dan testimonio todos los profetas, que dicen que por su nombre cuantos crean en El recibirán el perdón de los pecados.

Es éste el primer discurso de Pedro ante un auditorio no judío. La construcción gramatical en el texto original griego de los Hechos es bastante irregular. Probablemente esa incoherencia de las frases haya de atribuirse al propio Pedro, máxime si hubo de hablar en griego, lengua que no le era familiar 95. La autoridad de Pedro, así como la importancia de la escena, harían que esas frases quedasen bien grabadas en la memoria de los oyentes, y así llegasen a Lucas, quien las habría insertado en su relato sin atreverse a modificarlas en lo más mínimo.
Podemos distinguir en este discurso de Pedro: una especie de exordio, en que presenta la idea fundamental de aquel momento (v.34-36), y una exposición o resumen de la vida de Jesús (v.37-4i), a quien Dios constituye juez de vivos y muertos (v.42) y del que dan testimonio todos los profetas (v.43).
Por lo que respecta al discurso, la afirmación fundamental es clara: absoluta igualdad de todos los seres humanos ante Dios, trátese de esta o de aquella nación, de judíos o de gentiles (v.34-35). Incluso podemos ver insinuada la superioridad que, no obstante esa igualdad, compete en cierto sentido a los judíos, que tienen el privilegio de que a ellos haya sido destinado en primer lugar el mensaje evangélico (v.36; cf. 3:26; 13:46; Rom_1:16; Rom_3:2). Cuando Pedro dice: En verdad reconozco (Ýð Üëç åßáò êáôáëáìâÜíïìáé) que no hay en Dios acepción de personas (v.34), está claro, dado el contexto (cf. 10:14.28; 11:17), que se está refiriendo a una convicción adquirida entonces, merced a la misteriosa visión de Joppe (10:11-16), aclarada con el relato de lo acaecido a Cornelio (10:20-23). No que antes de ese momento Pedro creyese que había en Dios acepción de personas, prefiriendo injustamente unos a otros, lo cual sería contra la afirmación explícita de la Escritura (cf. Deu_10:17), sino que hasta entonces, al igual que los judíos en general, consideraba muy natural que Dios, dueño absoluto de sus dones, prefiriese la nación judía a todas las otras, puesto que así él lo había determinado (cf. Gen_17:7; Exo_19:4-6; Ecli 36:14).
Es cierto que ya Jesucristo, en varias ocasiones y de varias maneras, había dicho que todas las naciones estaban llamadas a formar parte de su reino (cf. Mat_8:11; Mar_16:15-16; Jua_10:16; Hec_1:8); es más, Pedro mismo en sus anteriores discursos daba por supuesta esta misma verdad, al afirmar que la bendición mesiánica estaba destinada no sólo a los judíos, sino también a los que están lejos (cf. 2:38) o, como dice en otra ocasión, a los judíos en primer lugar (cf. 3:26), con lo que daba a entender que también estaba destinado a otros, es decir, a los gentiles. Pero todo eso en nada se oponía a que, bajo el influjo de su formación judaica, siguiese estableciendo aún clara separación entre judíos y gentiles.
En efecto, tengamos en cuenta que ya en el Antiguo Testamento había profecías de índole universalista, anunciando que judíos y gentiles formarían un solo pueblo bajo la dirección del Mesías (cf. Isa_2:2-4; Isa_49:1-6; Joe_2:28; Amo_9:12; Miq_4:1). Los judíos, como es obvio, conocían perfectamente esas profecías, pero las interpretaban siempre en el sentido de que los gentiles habían de sujetarse a la circuncisión y observar la Ley mosaica. Ellos eran el pueblo único, superior a todos los otros, a quienes podían, sí, recibir en su seno, pero sólo en la medida en que consintiesen renunciar a su nacionalidad para hacerse judíos religiosa y nacionalmente. Y esta mentalidad seguía aun después de su conversión a Cristo. Para un judío, todo incircunciso, por muy simpatizante que fuera con el judaísmo, como era el caso de Cornelio (cf. 10:2.22), era considerado como impuro, con el que no se podía comer a la misma mesa. Y ésta era la idea que seguía teniendo Pedro hasta la visión divina, cuando lo de Cornelio (cf. 10:14.28; 11:5-17), la que tenían los fieles de Jerusalén (cf. 11:3), y la que bastante tiempo más tarde, cuando las cosas ya estaban claras, querían seguir manteniendo algunos judío-cristianos, que logran incluso intimidar a Pedro (cf. Gal_2:12). A cambiar esa mentalidad viene precisamente la visión celeste a, Pedro: que prescinda de esos prejuicios de pureza legal, pues lo que Dios ha purificado, no ha de llamarse impuro (cf. 10:15.18). En el concilio de Jerusalén, aludiendo a esta visión, Pedro concretará que es por la fe como Dios, sin necesidad de la circuncisión, ha purificado el corazón de los paganos (cf. 15:9).
Presentada, como exordio de su discurso, esta verdad fundamental, Pedro ofrece a continuación a sus oyentes un breve resumen de la vida pública de Jesucristo, insistiendo particularmente en el hecho de sus milagros 96 y de su muerte y resurrección (v.37-41). Les dice, además, que ellos, los apóstoles, testigos de su resurrección elegidos de antemano por Dios 97, han recibido el encargo de predicar al pueblo y de testificar que ese Jesús de Nazaret ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos (v.42). No dice que ha sido constituido Señor y Mesías, como en su primer discurso ante auditorio judío (cf. 2:36), sino juez de vivos y muertos, prerrogativa que para auditorio gentil era más fácil de entender. La expresión vivos y muertos, usada también en otros lugares de la Escritura (cf. 2Ti_4:1; 1Pe_4:5), pasará luego al Símbolo de los Apóstoles, y en ella podemos ver una confirmación de la doctrina expuesta por San Pablo de que los hombres de la última generación, que vivan en el momento de la parusía, no morirán (cf. 1Co_15:51; 1Te_4:15-17). De éstos que se hallen con vida, y de los muertos que habrán de resucitar para el juicio, ha sido constituido juez Jesucristo (cf. Mat_13:41-43; Jua_5:22).
Otra razón añade Pedro, exhortando a sus oyentes a creer en Jesucristo, y es el testimonio de los profetas (cf. Isa_49:6; Zac_9:9) de que por la fe en su nombre es como obtendremos la remisión de nuestros pecados o, lo que es lo mismo, la salud mesiánica (v.43). Nueva prueba de las excelsas prerrogativas de que está investido Jesús de Nazaret. A esta fe, necesaria para obtener la salud, había aludido ya Pedro en sus anteriores discursos ante auditorio judío (cf. 2:38; 3:16; 4:12).

Bautismo de los primeros gentiles, 10:44-48.
44 Aún estaba Pedro diciendo estas palabras, cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que oían la palabra; 45 quedando fuera de sí los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro de que el don del Espíritu Santo se derramase sobre los gentiles, 46 porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios. Entonces tomó Pedro la palabra: 47 ¿Podrá, acaso, alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? 48 Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase allí algunos días.

Con razón ha sido llamada esta escena el Pentecostés de los gentiles. Es Pedro mismo quien establece equiparación entre ambos fenómenos (cf. 10:47; 11:15; 15:8); ni creemos, contra lo que algunos afirman, que el hablar en lenguas de aquí (v.46) haya de interpretarse de diversa manera que el hablar en lenguas de entonces (2:4).
El Espíritu Santo desciende no sólo sobre Cornelio, sino sobre todos los de su casa, familia y servidumbre, que se hallaban más o menos en las mismas condiciones de su amo (cf. 10:2-7-24-33-44; 11:15). Hay otros varios lugares en que se alude a estos casos de conversión colectiva (cf. 16:15.31.34; 18:8; 1Co_1:16). El fenómeno tuvo lugar, a lo que parece, mientras Pedro estaba todavía hablando, es decir, antes de terminar su discurso (cf. 10:44; 11:15)· Los judío-cristianos que habían acompañado a Pedro desde Joppe (cf. 10:23; 11:12), no salían de su asombro, viendo que a los gentiles, sin necesidad de pasar antes por Moisés, así se concedían los dones del Espíritu Santo (v.45). No parece que entre estos que se asombran hayamos de incluir también a Pedro, pues las anteriores revelaciones le habían dado ya claramente a conocer que en Dios no había acepción de personas (cf. v. 15. 28. 34). Desde luego, el texto nada dice de él. Con todo, no cabe duda que esta nueva intervención del Espíritu fue también para Pedro una clara señal de cuál era la voluntad divina, obligándole más y más a dar el gran paso respecto de los gentiles. De hecho, el mismo Pedro lo reconoce así (10:47; 11:17).
Por lo que respecta al bautismo en el nombre de Jesucristo, que Pedro ordena administrar (v.48), remitimos a lo dicho al comentar 2:38. Notemos únicamente que no es Pedro quien bautiza, sino que encarga hacerlo, lo que parece indicar que los apóstoles habían confiado esa misión a otros (cf. 19:5; 1Co_1:14-17). Notemos también que es éste el único caso en que, antes del bautismo, habían recibido ya los recién convertidos al Espíritu Santo (v.44). Algunos añaden también el caso de Pablo (cf. 9:17-18), pero ya indicamos, al comentar ese pasaje, que el texto de los Hechos no está claro a este respecto. Es natural que la efusión del Espíritu fuese algo posterior al bautismo, que es la puerta de entrada en la Iglesia (cf. 2:38; 8, 1 6; 19:5-6); si no fue así en el caso de Cornelio, era porque quería Dios manifestar públicamente ante Pedro y los demás judíos asistentes a la escena que también los gentiles, sin necesidad de la circuncisión, podían ser agradables a sus ojos y entrar en la Iglesia. Por eso Pedro, ante tal testimonio, ordena bautizarlos, para que así queden agregados a la comunidad cristiana (cf. 10:47;)

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



58 (b) La conversión de Cornelio
y su Familia (10,1-11,18). La secuencia de Cornelio, que constituye el centro de todo el argumento de Lucas en Hechos, está formada por cinco escenas: (i) La visión de Cornelio, w. 1-8; (ii) la visión de Pedro, w. 9-16; (iii) la acogida de Pe(-)dro de los mensajeros del centurión en Jope, w. 17-23; (iv) las acciones en la casa de Corne(-)lio, w. 24-48; (v) el relato del acontecimiento que Pedro hace en Jerusalén, w. 11,1-18. M. Dibelius (Studies 109-22) opinaba que la tradi(-)ción original consistía en un relato pietista de conversión, similar al del etiópico del cap. 8, típico de las historias de destacadas conversiones que ayudaban a la edificación de las co(-)munidades primitivas. A esta leyenda antigua, Lucas añadió los dos discursos interpretativos (10,34-43; 11,15-18), la visión que tiene Pedro de los animales que se le ofrecen para comer (10,9-16) y el intruso «flashback» sobre la vi(-)sión en 10,27-29a (así también Weiser, Apg. 253-62). Por supuesto, los discursos son obra de Lucas, pero la visión es una tradición inde(-)pendiente que se contaba originalmente para disipiar el tabú dietético heredado de la tradi(-)ción, y que Lucas aplicó en este caso simbóli(-)camente al tabú sobre las personas (10,28b), elevando de este modo el episodio de Cornelio al status «clásico» o fundacional que tiene en 15,6-18. Este aspecto de la crítica de Dibelius ha sido rechazado por contribuciones más re(-)cientes que sostienen que la visión del apóstol es indispensable para la economía de todo el relato (K. Lóning, BZ 18 [1974] 3-6) y que de(-)pende completamente de la interpretación que recibe en este contexto, en el que se la rela(-)ciona estrechamente con el asunto de la res(-)ponsabilidad de Pedro en 11,3 y Gál 1,12 (K. Haacker, BZ 24 [1980] 240-41). También falta cierto consenso sobre el primero de los dos discursos, en el que la evidente ampliación del esquema kerigmático de los primitivos discur(-)sos petrinos constituye para algunos especia(-)listas una prueba de la procedencia prelucana del texto (P. Stuhlmacher, R. Guelich). Un ma(-)yor acuerdo existe sobre Lc 11,1-18, que se considera una recapitulación lucana del signi(-)ficado de la conversión del centurión, que lo convierte en un «clásico» precedente para to(-)da la Iglesia (15,7) y, de este modo, nos prepa(-)ra para la versión lucana del concilio de Jeru(-)salén (cap. 15; Conzelmann, Apg. 69).

59 (i) La visión de Cornelio (10,1-8). 1. Ce(-)sarea: Esta suntuosa ciudad portuaria helenis(-)ta, a unos 48 km al norte de Jope, fue la capi(-)tal de Palestina durante unos 600 años tras su construcción por Herodes el Grande en los años 37-34 a.C. Los prefectos y procuradores romanos, incluyendo Poncio Pilato (26-36 d.C.), establecieron aquí sus cuarteles generales y su residencia a partir del año 6 d.C., cuando co(-)menzaron a gobernar directamente Judea. La mención de la «cohorte itálica», sin embargo, parece un anacronismo, dado que el primer testimonio que tenemos de ella procede de Si(-)ria del ca. 69 d.C., y no hay pruebas de que hu(-)biese un destacamento de soldados romanos en Cesarea antes de la muerte de Agripa I (44 d.C.; cf. Josefo, Am?. 19.9.1-2 § 354-66). 2. reli(-)gioso y temeroso de Dios: El elogio del oficial es propio del estilo lucano (Weiser, Apg. 253-54) y está relacionado con la palabra de reconoci(-)miento con la que comienza el discurso de Pedro (vv. 34-35), en el que alcanza su plena expresión el trascendental significado de la conversión. Lucas es el único autor del NT que usa técnicamente la frase phoboumenos/sebomenos ton theon para designar a los miembros gentiles de la asamblea sinagogal (cf. 13,16.26; 17,4.17), y aunque no debiéramos aplicar este significado en ninguna otra parte (K. Lake, en Beginnings 5.86), la conexión de Cornelio con la sinagoga parece estar sugerida por su ob(-)servancia de la oración a la «hora de nona» (v. 3; cf. 3,1). 3. el ángel de Dios: Los seres celes(-)tiales dirigen la acción terrena a lo largo del relato sobre Cornelio, ilustrando, de este mo(-)do, .la verdad permanente del evento, es decir, que «Dios determinó» aceptar a los gentiles como su pueblo (15,14); por consiguiente, no se debe a la iniciativa humana. El relato vol(-)verá a contarnos esta misma visión en tres ocasiones (vv. 22.30-32; 11,13-14), revelando, mediante la repetición, su necesaria causali(-)dad desde el comienzo de los acontecimientos. 4-6. La intervención celestial consta de una se(-)rie de mandatos, pero da explicaciones; los seres humanos son instrumentos en una suce(-)sión de acontecimientos totalmente realizada desde lo alto (Haenchen, Acts 347; K. Lóning, BZ 18 [1974] 8). 4. han subido como memorial: Esta frase mimética equivale a «son recorda(-)das» (v. 31; cf. Eclo 50,16; Tob 12,12). La pie(-)dad del pagano se ve recompensada sin que tenga el derecho como miembro del pueblo elegido. 6. Simón, un curtidor: Conecta, aña(-)diendo algunos datos más, con 9,43, donde Lucas anticipó como contribución propia la tradición de Cornelio.

60 (ii) La visión de Pedro (10,9-16). 9.ya cerca de la ciudad: La sincronización (v. 17) viene del cielo y determina el tiempo de la acción narrativa. La oración es el preludio de la visión, como en 22,17; Lc 1,10; 3,21; 9,28-29; 22,41-43. 11. los cielos abiertos: cf. 7,56; Lc 3,21. Esta visión, como la del centurión, se ve(-)rá magnificada mediante su repetición (v. 28; 11,5-10). una especie de lienzo grande: En res(-)puesta al hambre que sentía Pedro (v. 10), pa(-)rece referirse a un cubierto, aunque resulta di(-)fícil imaginar los elementos que contenía. 12. cuadrúpedos, reptiles y aves: Esta lista evoca Gn 1,24(28.30; 6,20), que se había convertido, obviamente, en un tópico retórico (Rom 1,23). Se insinúa ya que una teología de la creación (Gn 1,31; 1 Tim 4,4) tenía que anular todos los tabúes dietéticos (Weiser, Apg. 264). 13. matay come: La «voz» ignora las estrictas normas de Lv 11,2-23 y Dt 14,3-20 contra la comida de ciertas especies de animales. 14. impura: El reparo de Pedro, que recuerda Ez 4,14, ignora, en la misma medida, que en el lienzo también había animales puros. Algunos especialistas (Haenchen, Lóning, Haacker) defienden que estos datos ponen de manifiesto que nunca se contó la visión como un relato independiente con el objetivo de eliminar las restricciones dietéticas, sino que sólo puede tener un senti(-)do figurado, es decir, que pretendía evitar las distinciones entre seres humanos puros e im(-)puros (v. 28). 15. declaró puro: El vb. causativo tiene un significado forense, como en Lv 13,13 (LXX). La visión no efectúa, sino que declara la pureza de todas las creaturas; ésta es su in(-)tención (cf. 15,9).

61 (iii) Acogida de los mensajeros (10,17-23a). En esta escena se unen los dos hilos ar(-)guméntales previos. 17. interiormente perplejo: Se clarifica ahora que la visión de Pedro es enigmática, tanto si fue o no entendida de es(-)te modo cuando se narró por primera vez (cf. K. Lóning, BZ 18 [1974] 11); la solución debe hallarse en la interpretación figurativa que Pe(-)dro aprende a partir de los acontecimientos posteriores (v. 28). 19. el Espíritu: Con el após(-)tol perplejo y los mensajeros buscándole, se necesita una nueva intervención de lo alto que una a los actores; de este modo, el control di(-)vino se entreteje puntualmente a lo largo de todo el relato. Extrañamente, quien habla no hace ninguna referencia a la visión anterior, lo que podría confirmar que se trata de una adi(-)ción que se introdujo posteriormente en el contexto (con los w. 17a. 19a). 23a. Resulta sorprendente que Pedro, que es un huesped, hospede a quienes lo visitan. Así el relato se concentra en sus protagonistas principales.

62 (iv) Acciones en la casa de Cornelio (10,23b-48). 23b. hermanos de Jope: En 11,12 se nos dice que eran seis, y serán importantes testigos favorables de lo que acontezca (19,45). 24. sus parientes y amigos íntimos: Si esta his(-)toria era una leyenda fundacional de la Iglesia local, éstos serían entonces, presumiblemente, los primeros cristianos de Cesarea (Haenchen, Acts 361). 25. se postró ante él: La postración ante el apóstol, que éste rechaza, se convertirá en gesto común de súplica en los Hechos apó(-)crifos (p.ej., HchPyllA), que no limitarán a sus héroes a la simple posición humana. Cf. 14,11 -15; 28,6. 27-29. Si mantenemos que la visión de Pedro es una adición ajena al relato más antiguo, entonces estos versículos, que inclu(-)yen la solución específica al enigma de la vi(-)sión (v. 28), también deben considerarse igual(-)mente adicionales (Dibelius, Studies 113; pero cf. Schneider, Apg. 2.72). 27. conversando con él: Hay poco espacio para esto, dada la pre(-)gunta de Pedro en el v. 29b. 28. no debo llamar vulgar o impuro a ningún hombre: El término anthrópon manifiesta el significado alegórico atribuido a los animales que vio Pedro. Los términos «vulgar o impuro» constituyen una endíadis; lo que es «vulgar» es accesible y está permitido a todos, de aquí el matiz de «profa(-)no» o «no santo». 29b. Esta pregunta podría reanudar el relato original desde el v. 26 (Di(-)belius). Como el v. 21, introduce la repitición de los w. 1-8 en forma de discurso directo, que, tras lo que Lucas nos ha contado ya, nos suena un tanto obtuso.

63 El discurso de Pedro (10,34-43). En ninguna otra parte se plantea más agudamen(-)te el problema de la relación entre tradición vs. redacción lucana que en este pasaje, que modifica tanto el comienzo como el final del esquema misión-discurso que conocemos ya por los caps. 2 y 3 (? 7 supra). En lugar de la clásica llamada al arrepentimiento, encontra(-)mos un kerigma del perdón universal auspi(-)ciado por quien ha sido constituido en juez del mundo (vv. 42-43), que se corresponde con la conclusión del discurso de Pablo a los ate(-)nienses gentiles (17,30-31) y el argumento de 1 Tes 1,10. Por adelantado, el kerigma ampliado sobre Jesús comienza con la idea de la «buena noticia» de Dios para Israel, basada en Is 52,7 (Nah 2,1), relacionando así el «evangelio» (ptc. euangelizomenos) con un relato esquemá(-)tico de la actividad terrena de Jesús tras el bautismo de Juan (v. 37), aunque Marcos (1,1) aplicara el término euangelion al relato de la vida pública. La cuestión central se une a la pregunta: ¿Representa este discurso un tipo de predicación tradicional del que surgirían los evangelios sinópticos (C. H. Dodd, New Testament Studies [Manchester 1953] 1-11; P. Stuhlmacher, en Das Evangelium [65 infra] 22-23.181-82; Guelich, «Gospel Genre» [?65 in(-)fra] 208-16), o es Lucas quien ha reelaborado el kerigma petrino siguiendo el diseño del evangelio narrativo en su propia versión lite(-)raria (Wilckens, Missionsreden 69; Weiser, Apg. 258-59)? La primera posición, probablemente, exagere demasiado la importancia del nivel de tradición tras el discurso, pues la mano de Lu(-)cas se adivina totalmente a lo largo de él (mu(-)cho mejor la propuesta de Roloff, Apg. 167-68). 34-35. El reconocimiento de Pedro conecta el discurso con la situación. Aunque algunos lo consideran el clímax de la leyenda original (Bauernfeind, Lóning), no obstante es(-)tá repleto de expresiones típicamente lucanas. acepción de personas: Sobre prosópolémptes, cf. comentario a Rom 2,11. El antónimo es kardiognóstés, «conocedor de los corazones» (15,8; cf. 1 Tes 2,4). El paradigma de pensa(-)miento universalista remite a Pablo. 36-37. La construcción gramatical no está clara. En lu(-)gar de hacer de «la palabra» el objeto del pos(-)terior «vosotros sabéis» (v. 37), o borrar el pro(-)nombre relativo on («que») como un error del copista, es mejor entenderlos como una aposi(-)ción a la proposición que se inicia con hoti, «que», en la oración anterior (v. 34), y, por tanto, en continuidad con la frase «verdade(-)ramente ahora comprendo» con la que co(-)mienza solemnemente el discurso de Pedro (Schneider, Apg. 2.75-76). El v. 37 es, por con(-)siguiente, una nueva oración. En todo caso, el contenido de «la palabra» es la confesión «él es el Señor de todos», que debe entenderse, a la luz de Rom 10,12, como el credo de los cris(-)tianos grecoparlantes que hicieron del Kyrios el nombre del aún no disponible Pantokratór (v. 42; cf. Hengel, Acts 104-05). anunciando la paz: La tradición de la profecía escatológica basada en Is 52,7 y 61,1 (v. 38) se aplicó al mi(-)nisterio de Jesús con un intensificado énfasis en el evangelio de Lucas (7,22; 4,17.20), y el encargo que dio a los discípulos como heral(-)dos de la «paz», dentro de la misma tradición, gozaba de una posición prominente en la ins(-)trucción para la misión (Lc 10,5-6). comenzan(-)do por Galilea: Junto al v. 39, constituye la de(-)limitación geográfica de la auténtica tradición sobre Jesús, que acreditaba para el testimonio apostólico (13,31), al igual que 1,22 lo hacía en términos cronológicos. La mención del bautis(-)mo tiene una particular relevancia para el «replay» del acontecimiento de Pentecostés en los vv. 44-46, dado que a Juan Bautista se le con(-)sideró el profeta de este acontecimiento en 1,5 (cf. 11,15-16). El kerigma de Pedro no es, por tanto, tan irrelevante en su contexto narrativo como Dibelius pensaba (Studies 162). 38. Dios lo ungió: La alusión a Is 61,1 evoca la investi(-)dura de Jesús con el «poder» del Espíritu en su bautismo (Lc 3,22; 4,14.18). Esta afirmación introduce los topoi de la tradición helenista so(-)bre el «hombre divinizado» (Conzelmann, Apg. 73), que presenta el ministerio de Jesús tal y como lo desarrollaban sus «testigos» (v. 39). Para ellos, como también para él (2,22), las acciones poderosas constituían la prueba de que Dios estaba salvando mediante unos agen(-)tes terrenales. 39. colgándolo: cf. 5,30. 40-41. le concedió que se manifestase: Lc 24,31.45 pre(-)senta un comentario sobre esta expresión po(-)co común, que sirve para centrar el kerigma en la acción soberana de Dios. Sobre la alternan(-)cia lucana entre los apóstoles y un círculo más amplio de testigos pascuales en la escena cen(-)tral, cf. comentario a 1,2. 42. al pueblo: Se rea(-)firma la especial responsabilidad de los Doce sobre Israel ho laos) (cf. 13,31; comentario so(-)bre 1,21). juez de vivos y muertos: La universa(-)lidad del jucio de Jesús, como la de su señorío (v. 36), es un motivo que resalta dentro del dis(-)curso y su principal punto de conexión con el contexto (de igual modo el v. 43: «todo el que cree»). 43. Este versículo completa la repro(-)ducción del texto de Lc 24,44-48.

64 Recepción del Espíritu y bautismo (10,44-48). 44. todavía estaba hablando: ¿Remi(-)te, por tanto, 11,15 a un estadio de la tradición de Cornelio en la que aún faltaba el discurso de Pedro? descendió: El vb. intensifica la acción inmediata del Espíritu, y, en consecuencia, su carácter de «don» (v. 45), que se otorga inde(-)pendiente incluso del bautismo (v. 48; cf. co(-)mentario sobre 8,14-17). 45. se hubiera derra(-)mado: Este vb. es una evocación explícita de la profecía de Joel que se aplicó al acontecimien(-)to de Pentecostés (2,17-18.33); en 11,15 se pon(-)drá de manifiesto la conexión que aquí está im(-)plícita (v. 47). 46. hablar en lenguas: La frase que sigue hace que este suceso sobrepase la mera glosolalia, como en 19,6 (cf. comentario sobre 2,4). 47. se puede negar: Aquí encontra(-)mos el blanco de las varias observaciones que se hacen en el relato acerca de que es Dios quien controla su acción. Si el Espíritu se mue(-)ve, a la institución sólo le queda seguirlo (cf. 11,17). 48. que se quedase: La estancia de Pedro crea el espacio y la ocasión para lo que sigue.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Pedro, Cornelio y la cuestión gentil

Es claro que este relato es de suma importancia para Lucas. Como ocurre con la de la conversión de Pablo, la cuenta en detalle y la repite (en los caps. 10 y 11) y también hace referencia a ella en el cap. 15. El episodio representa otro punto de cambio en la dirección y enfoque de la iglesia. Aunque es probable que el eunuco etíope fuera el primer convertido no judío al cristianismo (8:25-40), la conversión de Cornelio fue lo que despertó la controversia sobre los convertidos gentiles entre los cristianos judíos que probablemente no habían oído sobre Felipe y el eunuco. El relato sugiere que la comunidad cristiana en general, y Pedro en particular, no estaban preparados para la aceptación directa de convertidos gentiles y necesitaban ser convertidos. Lucas quiere que veamos la aceptación de la situación por la iglesia en el cap. 11 como formando el trasfondo para la decisión posterior del cap. 15.

Toda la historia puede dividirse fácilmente en escenas: 10:1-8, Cornelio en Cesarea; 9-23a, Pedro en Jope; 23b-48, encuentro de Pedro y Cornelio en Cesarea; 11:1-18, hechos subsecuentes, o sea cómo los líderes judíos trataron la cuestión de los gentiles.

1-8 La primera escena de esta compleja historia comienza con una presentación de Cornelio, como centurión. Este era un puesto de cierta limitada autoridad. Servía en la compañía llamada la Italiana, de la que sabemos poco. Un regimiento de 600 soldados se dividía en seis centurias que eran comandadas por un centurión.

Aunque era un militar romano, era piadoso y temeroso de Dios, junto con toda su familia. El término temeroso de Dios parece haber sido usado con frecuencia para un tipo de gente que creía, y en cierta medida seguía la religión judía, sin ser plenos conversos al judaísmo (ver 13:16, 26; 17:4, 17 al respecto; en BJ se dice más exactamente que adoraba a Dios, lo que presumiblemente se refiere a lo mismo). También puede referirse simplemente a una persona con sentido religioso (como en 2:5), pero en este lugar sería redundante si eso fuese todo lo que se quisiera decir. En breve, este hombre y su familia no eran judíos ni conversos al judaísmo, pero tampoco eran paganos que adoraban a otros dioses.

Como con Tabita en el capítulo anterior, las buenas obras de Cornelio merecen ser destacadas. Eran una evidencia de su fe así como de las buenas obras: hacía muchas obras de misericordia ... y oraba a Dios constantemente. Fue su fe devota y activa, no meras palabras sino sus oraciones y obras, lo que fue destacado por el visitante angelical. Es interesante que el ángel dijo a Cornelio que mandara hombres a Jope para hacer venir a cierto Simón, que tiene por sobrenombre Pedro, en vez de haberle dado las buenas nuevas entonces y allí. Dios tenía algo preparado para Pedro y la iglesia así como para Cornelio y su familia.

9-23a Entre tanto, en Jope Pedro subió a la azotea para orar. El techo debe haber sido plano y un buen lugar para estar a solas en oración. Lucas nos dice que le sobrevino un éxtasis como para que quede claro que a diferencia de la luz y el sonido que Pablo experimentó antes, ésta fue una visión que otra persona que estuviera al lado de Pedro en aquel techo no habría visto.

La visión misma era algo extraña. Un gran lienzo bajó conteniendo todo tipo de seres vivientes: cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo, o sea las tres clasificaciones del reino animal (ver la historia de Noé, Gén. 6:20). Por lo tanto, había animales que un judío no podía comer de acuerdo con las leyes al respecto (ver Lev. 11; 20:25). De modo que el mandato mata y come hizo que Pedro planteara su inocencia (cf. Eze. 4:14). La voz respondió: Lo que Dios ha purificado, no lo tengas tú por común. Todo el diálogo fue repetido otras dos veces; Pedro no era extraño a esas triples repeticiones (Juan 13:38; 21:15-17).

El se preguntó lo que pudiera ser la visión. Aunque Mar. 7:19 dice que Jesús declaró limpias todas las comidas, algunas traducciones ponen este comentario entre paréntesis. El significado del dicho de Jesús no era evidente en el contexto original, y sólo con el beneficio de la percepción tardía los discípulos pudieron ver la implicación de lo que él decía en aquel momento; por eso Pedro hizo estas protestas en esta historia años después.

Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí acerca de lo que pudiera ser la visión, llegaron los mensajeros de Cornelio. El Espíritu dio a Pedro claras instrucciones de que no tuviera dudas de ir con ellos. Por la relación inmediata de Cornelio con la visión, podemos ver que Dios tenía algo más para enseñar a Pedro que una lección sobre comida, por importante que eso fuese. Las relaciones entre gentiles y judíos estaban profundamente afectadas por el cambio en qué era lo que podrían considerar alimento puro los judíos cristianos. Dice I. Marshall: Existía un paso corto entre comprender que la comida gentil era limpia y reconocer que los mismos gentiles también lo eran. El Señor no abarcó esto en la visión de Pedro, porque tenía preparada una señal más dramática y maravillosa en 10:44.

23b-43 El hecho de que Cornelio se postró a sus pies no significa que procuraba adorarle (a diferencia de la situación en que se encontraron Pablo y Bernabé entre los paganos en 14:11-15), sino que era sólo una muestra de respeto. Esto hace que la insistencia de Pedro de ser tratado como igual resulte más fuerte (ver 3:12). Pedro (y Simón el curtidor) habían dado hospitalidad a los hombres de Cornelio en Jope y eso no era algo raro o prohibido por la ley judía. Sin embargo, era algo muy diferente que un judío aceptara hospitalidad de un gentil. Pedro ya había hecho el contacto y dijo a los que se habían reunido en casa de Cornelio que Dios le había mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo (28). Este pensamiento fue reiterado por Pedro después de que Cornelio repitió la historia de la visión que le había llevado a hacerlo venir (me doy cuenta de que Dios no hace distinción de personas) y nuevamente en el discurso (él es Señor de todos). En qué medida eso era nuevo para Pedro y para los otros cristianos judíos puede deducirse por todo lo que Dios hizo para hacer que aquello fuera captado, y por la seriedad de la discusión que se produjo luego según el cap. 11. Jesús había dicho a sus seguidores que hicieran discípulos a todas las naciones (Mat. 28:19), pero ellos deben haber pensado que eso incluía ocuparse primero de convertirles en judíos.

Cuando Pedro dijo: Dios ha enviado un mensaje a los hijos de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo, eso no implicaba un conocimiento o familiaridad detallados (36; cf. 2:22). El vosotros sabéis en 10:36, 37 debe leerse como si dijera ustedes han oído, y estas palabras tenían el propósito de presentar un contraste con el hecho de que Pedro estaba allí: somos testigos de todas las cosas que él hizo (39). De hecho, se presentan en este discurso más detalles sobre la vida y ministerio de Jesús que en cualquier otro de Hech.

Lo que recibe énfasis en la expresión le mataron no es la culpa de los judíos, sino la forma en que Dios invirtió el juicio humano sobre Jesús: le mataron ... pero Dios le levantó. (Como también en 2:23, 24.) La crucifixión una vez más se describe con las palabras colgándole sobre un madero (ver sobre 5:30). El hecho de que Jesús comiera y bebiera con ellos después que resucitó de entre los muertos se presenta como una prueba de que realmente resucitó y que no era un espíritu. Sin embargo, como en 1:4, también indica lo estrecho de la comunión en la mesa. Ahora Pedro estaba aceptando lo que antes era tabú al tener comunión en la mesa con los gentiles. Ciertamente debemos leer que él ha mandado a predicar al pueblo y ... todo aquel que cree en él (42, 43) con la situación de los gentiles en mente. (Sobre el uso de discursos en general por parte de Lucas, ver en 2:14.)

44-48 Pedro no había acabado aún de hablar cuando la respuesta de los gentiles fue confirmada por el don del Espíritu Santo, que se evidenció por medio del hablar en lenguas y glorificar a Dios ... Los creyentes de la circuncisión que estaban presentes, así como luego los de Jerusalén (11:15-18) lo tomaron como una señal de que esta gente debía ser aceptada en el cuerpo de Cristo. Y aparentemente era necesaria una señal tan fuerte porque los creyentes presentes quedaron asombrados de que el Espíritu Santo llegara también sobre los gentiles. Como en el relato del eunuco (8:36), hay una curiosa pregunta negativa sobre su bautismo: ¿Acaso puede alguno negar el agua para que no sean bautizados éstos ... ? Esto indica que a algunos debe haberles parecido que podía haber una posible objeción de que se bautizara a gente que no fuera plenamente judía (ver 11:18, cuando ya no hay más objeciones).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter X.

1 Cornelius a deuout man, 5 being commaunded by an Angel, sendeth for Peter: 11 Who by a vision, 15.20 is taught not to despise the Gentiles. 34 As he preacheth Christ to Cornelius and his companie, 44 The holy Ghost falleth on them, 48 and they are baptized.
1 There was a certaine man in Cesarea, called Cornelius, a Centurion of ye band called the Italian band,
2 A deuout man, and one that feared God with all his house, which gaue much almes to the people, and prayed to God alway.
3 He saw in a vision euidently, about the ninth houre of the day, an Angel of God comming in to him, and saying vnto him Cornelius.
4 And when he looked on him, hee was afraid, and said, What is it, Lord? And he said vnto him, Thy praiers and thine almes are come vp for a memorial before God.

[Peters vision. He goeth to Cornelius.]

5 And now send men to Ioppa, and call for one Simon, whose sirname is Peter.
6 Hee lodgeth with one Simon a Tanner, whose house is by the Sea side; he shall tell thee what thou oughtest to doe.
7 And when the Angel which spake vnto Cornelius, was departed, he called two of his houshold seruants, and a deuout souldier of them that waited on him continually.
8 And when he had declared all these things vnto them, he sent them to Ioppa.
9 On the morrow as they went on their iourney, and drew nigh vnto the citie, Peter went vp vpon the house to pray, about the sixth houre.
10 And he became very hungry, and would haue eaten: But while they made ready, he fell into a traunce,
11 And saw heauen opened, and a certaine vessell descending vnto him, as it had beene a great sheete, knit at the foure corners, and let downe to the earth:
12 Wherein were all maner of foure footed beasts of the earth, and wilde beasts, and creeping things, and foules of the ayre.
13 And there came a voyce to him, Rise, Peter: kill, and eate.
14 But Peter said, Not so, Lord; for I haue neuer eaten any thing that is common or vncleane.
15 And the voice spake vnto him againe the second time, What God hath cleansed, that call not thou common.
16 This was done thrise: & the vessel was receiued vp againe into heauen.
17 Now while Peter doubted in himselfe what this vision which he had seene, should meane: behold, the men which were sent from Cornelius, had made inquirie for Simons house, and stood before the gate,
18 And called, and asked whether Simon, which was sirnamed Peter, were lodged there.
19 While Peter thought on the vision, the spirit said vnto him, Behold, three men seeke thee.
20 Arise therefore, and get thee downe, and goe with them, doubting nothing: for I haue sent them.
21 Then Peter went downe to the men, which were sent vnto him from Cornelius, and said, Behold, I am hee,

[He goeth to Cornelius.]

whom ye seeke: what is the cause wherefore ye are come?
22 And they saide, Cornelius the Centurion, a iust man, and one that feareth God, and of good report among all the nation of the Iewes, was warned from God by an holy Angel, to send for thee into his house, and to heare words of thee.
23 Then called he them in, and lodged them: And on the morrowe Peter went away with them, and certaine brethren from Ioppa accopanied him.
24 And the morrow after they entred into Cesarea: and Cornelius waited for them, and had called together his kinsmen and neere friends.
25 And as Peter was comming in, Cornelius met him, and fell downe at his feete, and worshipped him.
26 But Peter tooke him vp, saying, Stand vp, I my selfe also am a man.
27 And as he talked with him, hee went in, and found many that were come together.
28 And he said vnto them, Ye know how that it is an vnlawfull thing for a man that is a Iewe, to keepe company or come vnto one of another nation: but God hath shewed me, that I should not call any man common or vncleane.
29 Therfore came I vnto you without gainesaying, as soone as I was sent for. I aske therefore, for what intent ye haue sent for me.
30 And Cornelius said, Foure daies agoe I was fasting vntill this houre, and at the ninth houre I prayed in my house, and behold, a man stood before me in bright clothing,
31 And said, Cornelius, thy prayer is heard, and thine almes are had in remembrance in the sight of God.
32 Send therfore to Ioppa, and call hither Simon, whose sirname is Peter; he is lodged in the house of one Simon a Tanner, by the Sea side, who when he cometh, shall speake vnto thee.
33 Immediately therefore I sent to thee, and thou hast well done, that thou art come. Now therefore are we all heere present before God, to heare all things that are comanded thee of God.
34 Then Peter opened his mouth, and said, [ Deu_10:17 ; Rom_2:11 ; 1Pe_1:17 .] Of a trueth I perceiue yt God is no respecter of persons:
35 But in euery nation, he that feareth him, and worketh righteousnesse, is accepted with him.

[Peters Sermon.]

36 The word which God sent vnto the children of Israel, preaching peace by Iesus Christ (he is Lord of all.)
37 That word (I say) you knowe which was published thorowout all Iudea, and began from Galilee, after the baptisme which Iohn preached:
38 How God anointed Iesus of Nazareth with the holy Ghost, and with power, who went about doing good, and healing all that were oppressed of the deuill: for God was with him.
39 And we are witnesses of all things which hee did both in the land of the Iewes, and in Hierusalem, whom they slew and hanged on a tree,
40 Him God raised vp the third day, and shewed him openly,
41 Not to all the people, but vnto witnesses, chosen before of God, euen to vs who did eate and drinke with him after he rose from the dead.
42 And he commanded vs to preach vnto the people, and to testifie that it is he which was ordeined of God to be the Iudge of quicke and dead.
43 [ Jer_31:34 ; Mic_7:18 .] To him giue all the Prophets witnesse, that through his Name whosoeuer beleeueth in him, shall receiue remission of sinnes.
44 While Peter yet spake these words, the holy Ghost fell on all them which heard the word.
45 And they of the circumcision which beleeued, were astonished, as many as came with Peter, because that on the Gentiles also was powred out the gift of the holy Ghost.
46 For they heard them speake with tongues, and magnifie God. Then answered Peter,
47 Can any man forbid water, that these should not bee baptized, which haue receiued the holy Ghost, as well as wee?
48 And hee commanded them to be baptized in the Name of the Lord. Then prayed they him to tarie certaine dayes.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La conversión del pagano Cornelio al cristianismo es uno de los puntos culminantes del libro de los Hechos. Es un acontecimiento de enorme importancia, que manifiesta la dimensión universal del Evangelio y hace ver que la fuerza del Espíritu Santo no conoce límites ni barreras. Por ello, como en otras ocasiones, Lucas lo narra dos veces: en este capítulo según el orden de los acontecimientos y con muchos detalles, que subrayan y ayudan a entender los puntos fundamentales, y en el siguiente (11,1-18) según la justificación de Pedro ante los hermanos de Jerusalén.

Comienza la narración presentando a Cornelio como un hombre piadoso y «temeroso de Dios» (vv. 2.4). Esta expresión posee un valor preciso y se usaba para designar a las personas que adoraban al Dios de la Biblia y practicaban los principales mandamientos de la Ley judía sin convertirse formalmente al judaísmo. Aunque los dones de Dios son inmerecidos, el ángel indica al centurión que, por sus obras, ha merecido el favor de Dios (cfr v. 4): «¿Veis cómo comienza la obra del Evangelio entre los gentiles? Por un hombre piadoso cuyas obras le han hecho digno de tal favor» (S. Juan Crisóstomo, Hom. in Act.

22,2).

Después el foco de la narración se desplaza a Pedro, quien recibe dos mandatos del Espíritu Santo: comer de los animales que se le presentan (cfr vv. 13-15) y acompañar a los que han venido a buscarle (cfr v. 20). De los dos mandatos, contrarios a la práctica judía habitual de Pedro, él sólo opone resistencia al primero. La reacción del Apóstol (cfr v. 14) ante la orden del Señor es la de un buen judío que ama y observa la ley divina aprendida desde joven. Ha practicado siempre los preceptos relativos a los alimentos y respetado la diferencia mosaica entre lo puro y lo impuro. Sin embargo, Pedro es dócil a las indicaciones del Espíritu: por eso, aunque la visión le tiene perplejo (cfr vv. 17.19), no opone resistencia a la orden de ir con los que le buscan.

Ya en casa de Cornelio, Pedro cae en la cuenta de que ha sido Dios quien ha guiado todos sus pasos (vv. 28-29). Cuando oye la explicación del centurión (cfr vv. 30-33) entiende (cfr v. 34) el pleno significado de lo que había oído en la enseñanza de Jesús y se da cuenta de que, en los planes salvadores de Dios, judíos y paganos son iguales. Este descubrimiento sencillo y capital ha requerido una especial intervención divina.

Sin embargo, la acción del Espíritu Santo va más lejos que la de los hombres. A Cornelio el ángel sólo le había dicho que mandara venir a Pedro y escuchara sus palabras (cfr vv. 5.22.33) y por eso Pedro, en un apretado discurso, síntesis de todo el Evangelio (vv. 37-43), predica la verdad de Cristo Jesús. Pero la iniciativa es ahora del Espíritu Santo quien, con manifestaciones semejantes a las de Pentecostés (cfr v. 46), se adelanta a la acción del Apóstol (cfr vv. 47-48). En vista de esto, Pedro manda bautizar a los primeros gentiles sin pedirles la circuncisión.


Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Luc_4:44+

[2] Isa_61:1; Mat_3:16+; Hch_1:8+; Hch_4:27+; Hch_2:22; Mat_4:1+; Mat_8:29+

NOTAS

10:37 (a) Los vv. Hch_10:37-42 forman un resumen de la historia evangélica, ver Hch_1:21-22; Hch_2:22+, que subraya los puntos que el mismo Lucas pone de relieve en su evangelio.

10:37 (b) Var.: «el comienzo».

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Luc_4:44+

[2] Isa_61:1; Mat_3:16+; Hch_1:8+; Hch_4:27+; Hch_2:22; Mat_4:1+; Mat_8:29+

NOTAS

10:37 (a) Los vv. Hch_10:37-42 forman un resumen de la historia evangélica, ver Hch_1:21-22; Hch_2:22+, que subraya los puntos que el mismo Lucas pone de relieve en su evangelio.

10:37 (b) Var.: «el comienzo».

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. La conversión de "Cornelio" no es solamente el caso de un individuo que abraza la fe, sino que tiene un alcance universal. Gracias a una revelación divina, Pedro comprende que los paganos deben ser incorporados a la Iglesia sin necesidad de someterse a las prescripciones de la Ley judía.

36. Isa_52:7.

38. Isa_61:1.

42. "Juez de vivos y muertos": Dios, al resucitar a Jesús, lo constituyó Juez soberano de todos los hombres, tanto de los que vivan en el momento de su Venida gloriosa, como de los que ya hayan muerto. Ver Mat_24:30; Jua_5:22, Jua_5:26-27; 1Co_15:51-53; 1 Tes. 4. 13 - 5. 10.

44. Se suele llamar a esta venida del Espíritu Santo "Pentecostés de los paganos". Ver 2. 1-4.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

En casa de Cornelio. Pedro comienza diciendo que Dios no hace distinciones entre personas, que acepta a cualquiera que sea bueno y honrado sin mirar la raza o nación de la que procede. Nosotros, hoy, podríamos añadir: ni tampoco la religión que profesa. Por fin parece que Pedro ha comprendido. Sus palabras repiten el testimonio que ya venía dando entre los judíos sobre la persona de Jesús, su muerte y resurrección. Sólo que esta vez el auditorio es distinto, pues los oyentes son paganos. Pedro les pone al corriente de todo lo sucedido acerca de Jesús hasta llegar a la resurrección, a los testigos de ella y al mensaje universal que implica: el perdón para todos los que crean.
«Pedro no había acabado de hablar» (44), dice el narrador, cuando el Espíritu Santo se derrama sobre los oyentes ante la sorpresa mayúscula de Pedro y su comitiva. Para Lucas, las palabras del apóstol son como «inspiradas» y portadoras del Espíritu. El cuadro no puede ser más sugerente: los creyentes-judíos junto a los paganos compartiendo ahora un solo y único Espíritu. Pedro saca las consecuencias y a través del bautismo que les administra en el acto, Cornelio, sus parientes y amigos son incorporados a la comunidad cristiana. Un paso fundamental fue dado en la historia naciente de la Iglesia.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*10:34-43 Junto con el de Hch 2:14-36, este discurso constituye la exposición más completa de la predicación kerigmática de Pedro y, aunque reelaborado por Lucas, refleja lo fundamental de la primera predicación cristiana: proclamación de la actividad salvífica de Jesús (Hch 10:34-41), mandato misionero (Hch 10:42), conformidad con las promesas (Hch 10:43).

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[o] Este nuevo discurso de Pedro retoma el esquema del discurso de Pentecostés. Parte del escándalo que constituyó el suplicio de Jesús, y muestra como Dios volvió el mal en bien. Nótese que, al dirigirse a un no judío, Pedro pone una distancia entre todo el pueblo (41) y los testigos que Dios había escogido. Seguramente quiere demostrar que la resurrección es un objeto de fe, pero además es una manera de demostrar que la Iglesia toma sus distancias frente al pueblo judío: ella ya es un pueblo elegido en el que el romano Cornelio tendrá su lugar. Otro elemento nuevo: el perdón de los pecados es recibido gracias al Nombre de Jesús.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Mat 3:6; Mat 4:12; Mat 4:17; Mar 1:4; Mar 1:14.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



En este breve compendio del discurso de San Pedro se traslucen tres elementos, que, aunque mezclados, no se confunden:
a) histórico: un resumen del Evangelio de Marcos;
b) doctrinal: fragmentos dispersos del Símbolo de los Apóstoles: Dios; Jesu-Cristo, Señor, crucificado, muerto, resucitado de entre los muertos; el Espíritu Santo, la remisión de los pecados ;
c) apologético: el testimonio apostólico de la mesianidad de Cristo, confirmado por el milagro y la profecía.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 10.2 Piadoso... adoraba a Dios: uno de los llamados "prosélitos", personas no judías que simpatizaban con el judaísmo y a quienes les estaba permitido participar en el culto de la sinagoga.

[2] 10.43 Is 33.24; 53.5-6; Jl 2.32.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἀρξάμενος WH Treg NA28 ] ἀρξάμενον RP

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I τὸ γενόμενον I] lo que sucedió.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

la noticia divulgada... Otra traducción posible: la cosa sucedida.

Torres Amat (1825)



[43] Jer 31, 34; Miq 7, 18.

Jünemann (1992)


37 e. Sabéis.