Ver contexto

Muerte de Herodes.
Estaba Herodes fuertemente irritado con los de Tiro y Sidón. Éstos, de común acuerdo, se le presentaron y habiéndose ganado a Blasto, camarlengo del rey, solicitaban hacer las paces, pues su país se abastecía del territorio del rey. (Hechos 12, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 12

V. HERODES AGRIPA PERSIGUE LA IGLESIA (12,1-25).

Como ya expusimos en la introducción, una parte esencial de los Hechos de los apóstoles concluye con el cap. 12, porque desde el cap. 13 se dirige claramente la atención a otro tema, a saber, la obra misional de Pablo. Aunque con fundadas razones hemos dividido los doce primeros capítulos en dos partes; sin embargo, frente al contenido de los capítulos 13-28, forman por sí mismos un conjunto homogéneo: ponen ante nuestra consideración el camino de la Iglesia desde Jerusalén hasta Antioquía con sus diferentes acontecimientos particulares y relatos colectivos. En la conclusión se nos muestra una vez más a Jerusalén y a la comunidad jerosolimitana en compañía de los apóstoles. Una vez más ante nuestra vista se presenta Pedro, con quien estuvo tan estrechamente enlazado el camino precedente de la Iglesia. Y una vez más se nos muestra la persecución de la Iglesia -que ya formaba parte de las secciones precedentes- y las amenazas contra la misma, pero al mismo tiempo también se nos muestra la ayuda de Dios y la índole invencible de la obra del Espíritu que al final se hace patente de una manera singularmente gráfica en la muerte atroz del perseguidor

I. PRODIGIOSA LIBERACIÓN DE PEDRO (12,1-17).

a) En la cárcel (Hch/12/01-04).

1 Por aquel entonces, echó mano el rey Herodes, para hacerles daño, a algunos de los que pertenecían a la Iglesia. 2 Había dado muerte por la espada a Santiago, el hermano de Juan. 3 Y viendo que esto era grato a los judíos, determinó prender también a Pedro. Eran los días de los ázimos. 4 Lo apresó y lo metió en la cárcel, entregándolo a cuatro piquetes, de cuatro soldados cada uno, para que lo custodiaran, con intención de hacerlo comparecer ante el pueblo pasada la pascua.

Del nombre de Herodes no se guarda buen recuerdo en la historia de Jesús y de su Iglesia. Conocemos a Herodes el Grande, que pretendió quitar la vida al niño de Belén. Por la actividad de Jesús conocemos al soberano de Galilea y Perea, que era uno de los hijos del primer Herodes y fue llamado Herodes Antipas. Por él fue sacrificado Juan el Bautista (Mar_6:14 ss), y en el proceso contra Jesús desempeñó un papel peculiar (Luk_23:8 ss). Y ahora tenemos ante nosotros otro Herodes, un nieto del primer Herodes; se llama Herodes-Agripa-I. Por ser favorito del emperador Calígula, desde el año 37 fue ascendiendo cada vez más en el poder hasta que en los años 41-44 tuvo como rey bajo su dominio todo el territorio de su abuelo. No es superfluo tener también presentes estos datos históricos para captar el mensaje del Nuevo Testamento. Nos muestran el fondo real de la historia y nos preservan de relegar los relatos de los Hechos de los apóstoles al terreno de la leyenda.

Por los testimonios que no están contenidos en la Biblia, conocemos cómo Herodes Agripa I supo ganarse la benevolencia del pueblo judío y sobre todo del partido farisaico, observando la manera de vivir de los fariseos. Por el afán de granjearse el aplauso del judaísmo, hostigó a la comunidad cristiana de Jerusalén, sobre todo a los apóstoles, a quienes por consejo de Gamaliel no se les había molestado desde el segundo juicio oral delante del sanedrín (Luk_5:34 ss). Santiago, el hijo de Zebedeo y hermano de Juan, es sacrificado por la espada. Fue el primer mártir entre los doce apóstoles. Pedro estaba amenazado de correr la misma suerte. Las palabras proféticas que Jesús en otro tiempo se había aplicado a sí mismo, pareció que iban a cumplirse: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Zec_13:7; Mat_26:31).

De nuevo era la pascua, como en la pasión de Jesús, y después de la fiesta se debía juzgar públicamente a Pedro y había de ser ejecutado. La estricta e intensa vigilancia del encarcelado muestra cuán trascendental era este caso para Herodes. De intento describe Lucas las disposiciones tomadas por el rey. Pero también lo hizo para que se mostrara de una manera más impresionante la impotencia terrenal ante el insuperable poder del Señor, que custodia a su Iglesia.

b) Liberación (Hch/12/05-12).

5 Pedro, pues, era guardado en la cárcel; pero en la Iglesia se hacía continua oración a Dios en favor de él. 6 Y cuando Herodes se disponía a hacerlo comparecer, en aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo en medio de dos soldados, sujeto con dos cadenas, y guardias ante la puerta custodiaban la cárcel. 7 En esto se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la celda, y, golpeando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Levántate en seguida.» Y se le cayeron las cadenas de las manos. 8 Y el ángel le dijo: «Ponte el cinturón y átate las sandalias.» El lo hizo así. Y le dijo el ángel: «Cúbrete con el manto y sígueme.» 9 Y saliendo, le seguía, y no sabía que era de verdad lo que estaba sucediendo por medio del ángel, más bien le parecía estar viendo una visión. 10 Atravesaron la primera y la segunda guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual espontáneamente se les abrió; saliendo, recorrieron un trozo de calle, y al instante el ángel se apartó de él. 11 Vuelto en sí Pedro, dijo: «Ahora realmente caigo en la cuenta de que ha enviado el Señor su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío.» 12 Y recapacitando, se encaminó a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos congregados y en oración.

En la primera parte de los Hechos de los apóstoles ya se nos informó de una liberación prodigiosa de la cárcel (5,19 ss). Entonces un «ángel del Señor» abrió a todos los apóstoles durante la noche las puertas de la cárcel y les dio la orden de predicar en el templo. Y en la tercera parte de nuestro libro volveremos a encontrar una historia parecida, cuando se nos diga que Pablo y Silas fueron liberados de la cárcel mediante un temblor inusitado (16, l9 ss). Así pues, el mismo Dios interviene tres veces para socorrer a sus mensajeros. El pensamiento crítico podría escandalizarse por estas cosas, que parecen increíbles. ¿Tenemos derecho a tomar todo esto solamente como símbolos, como la convicción (presentada en forma dramática y puesta en escena de un modo eficaz) de la primitiva Iglesia de que el poder auxiliador del cielo le asiste y de que la Iglesia es invencible? No faltan tales maneras de ver. Y sin embargo ¿por qué la ayuda de Dios no podía haber elegido, de hecho, estos caminos, cuando se trataba de asistir a su Iglesia oprimida? Conocemos a Jesús resucitado y su promesa. También creemos, después de todo, en la posibilidad del milagro. Pese a todas las objeciones, que de ordinario son el resultado de una manera unilateral y naturalista de pensar, deberíamos seguir aferrados a la verdad de tales acontecimientos. No obstante hemos de contar con la posibilidad de que en algún detalle concreto hayan concurrido influencias y móviles literarios.

Con respecto a las otras dos historias de liberación la escena de la comunidad orante es lo que sobresale especialmente en nuestro relato y lo que lo hace especialmente significativo. En la casa de la madre de Juan Marcos (casa que se supone que ya desde los días de Jesús era santa y familiar a la comunidad) están «muchos congregados y en oración». Es de suponer que también en otras partes se reunían grupos de la comunidad para orar con solicitud por los apóstoles y jefes amenazados. «Se hacía continua oración a Dios en favor de él.» San Lucas empieza su relato de la formación de la Iglesia con la escena de la comunidad orante (1,12 ss), siempre habla de que los fieles se reunían para orar91 y que la oración acompañaba las palabras y las acciones de la Iglesia 92. Ahora san Lucas muestra el poder de la comunidad orante de un modo que impresiona singularmente. Nos acordamos de cómo san Lucas ha expuesto en su Evangelio la perentoriedad y fuerza de la oración confiada. Conocemos el ejemplo del amigo impertinente (Luk_11:5-8), del padre y la petición de su hijo (Luk_11:11-13), de la viuda y su ruego incesante (Lc 18-1-8). El relato de la liberación que desciende a pormenores y presenta una descripción muy acertada, no necesita ninguna interpretación especial. Se tiene cuidado en mostrar la estrictísima vigilancia sobre el apóstol encarcelado, para que se manifieste con la mayor claridad posible la magnitud del prodigio y la superioridad del poder. La «luz» que «resplandeció» en la celda oscura es el símbolo de la proximidad de Dios. El hecho de que el ángel se cuide de cada pieza de la indumentaria es una indicación de cómo la ayuda divina se refiere a todo lo que es necesario al hombre. También se dice intencionadamente que el apóstol se da cuenta de la realidad cuando el ángel ya ha desaparecido. Cuando a continuación Pedro dice: «Ahora realmente caigo en la cuenta de que ha enviado el Señor su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío», estas palabras no sólo contienen una confesión del apóstol liberado, sino también una declaración significativa para nosotros, si interrogamos sobre la credibilidad del suceso.

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c) Entrevista con la comunidad (Hch/12/13-17).

13 Llamó a la puerta del vestíbulo, y se acercó a escuchar una muchacha llamada Rosa, 14 la cual reconoció la voz de Pedro; pero, por la alegría, no abrió el vestíbulo, sino que fue corriendo a avisar que Pedro estaba ante él. 15 Ellos le dijeron: «Tú estás loca.» Pero ella insistía en que era cierto. Decían ellos: «Será su ángel.» Pedro entre tanto continuaba llamando. 16 Por fin abrieron, y al verlo se maravillaron. 17 éI hizo señas con la mano para que se callaran y les refirió cómo el Señor le había sacado de la cárcel, y añadió: «Contádselo a Santiago y a los hermanos.» Salió y se fue a otro lugar.

Pedro está ante la puerta de la casa que desde hace mucho tiempo le es familiar. Conoce a María, la madre de Juan Marcos, conoce a todos los que ahora están reunidos dentro de la casa y todavía oran por él. Pedro más tarde nombra a este Marcos en su carta, cuando escribe: «Os saluda... mi hijo Marcos» (1Pe_5:13), y de este modo atestigua los lazos espirituales que le unen con la casa de esta María. Este Marcos será quien, como nos dice la tradición, sobre la base de los sermones de Pedro compone el Evangelio que conocemos y cuyos rasgos, característicos del apóstol, no se pueden desconocer. La Iglesia de Cristo no está desprendida de las relaciones y encuentros terrenales y humanos, en la hora oportuna necesita la solidaridad fraternal entre distintas personas. Así nos lo muestra de un modo gráfico Pedro que llama a la puerta. Así nos lo muestra también la muchacha Rosa que acude a la llamada y en seguida reconoce la voz familiar de Pedro, pero quedando alegremente sorprendida le deja fuera para comunicar la incomprensible noticia a los amigos que están dentro.

ANGEL-CUSTODIO:«Tú estás loca», se imaginan al principio. «Será su ángel», dicen luego y denotan la fe (que tienen los judíos) en que el celestial espíritu protector que Dios da por compañero a los hombres, es el fiel trasunto del hombre al que pertenece. De aquí también ha entrado a formar parte de la fe de la Iglesia la fe en el ángel de la guarda. ¡Qué impaciencia y conmoción debió penetrar en la casa, cuando continuaron oyendo que llamaban a la puerta! La abren, y quedan fuera de sí por el asombro. Pedro se ve rodeado de sincero júbilo. Pero él conoce el peligro que todavía le amenaza, hace en primer lugar solamente con la mano una señal para imponer silencio y refiere las cosas inconcebibles que le habían acontecido.

Tiene especial importancia que Pedro diga que el Señor le había sacado de la cárcel. Pedro sabe que fue el mismo Cristo Jesús, el Señor glorificado, el que estuvo cerca de su apóstol por medio del «ángel del Señor», y el que lo libró del peligro. Otra vez vemos en los Hechos de los apóstoles cuán viva era la fe en la presencia del Señor en la Iglesia, y cómo esta fe determinaba la conducta de la Iglesia. ¿No tendríamos que aprender de esta fe? ¿No sería entonces más vivo y profundo nuestro cristianismo?

Este informe que dio Pedro, pudo haberse grabado indeleblemente en los reunidos, y se puede suponer que en la descripción que hace Lucas se ha conservado la viveza y claridad con que Pedro ha contado lo que había ocurrido.

Contádselo a Santiago y a los hermanos. De estas palabras se han dado múltiples interpretaciones. ¿Quién es este Santiago? Sin duda es uno de los que desempeñaban un cargo importante en la comunidad de Jerusalén. Es el mismo que encontraremos también en el Concilio de los apóstoles (15,13 ss) como un defensor de la dirección conciliatoria en lo que se refiere a la misión entre los paganos exenta de la ley. Cuando Pablo regresó del tercer viaje misional (21,18), visitó a Santiago, quien le aconsejó que se purificara en el templo. Los judíos que abrigaban sentimientos hostiles, debían tranquilizarse con esta solución. En fin de cuentas es el mismo Santiago que Pablo menciona repetidas veces en la carta a los Gálatas: Es un «hermano del Señor» (Gal_1:19), es reputado como una de las «columnas» de la Iglesia (Gal_2:9), y es un defensor de la tendencia de la Iglesia judeocristiana a mantenerse fiel a la ley (Gal_2:12). No excluimos la posibilidad -sin querer negar la dificultad de la cuestión 93- de que este Santiago, que Pedro nombra en nuestro texto, hay que considerarlo como apóstol y como tal ocupó una posición especial en la dirección de la comunidad de Jerusalén.

Pedro no sólo menciona a Santiago, sino también a los «hermanos», con lo cual Pedro podría aludir a los otros apóstoles y además a los ancianos (o presbíteros), si es que estaban en Jerusalén. Pero ¿sobre qué versa esta información que debe darse a «Santiago y a los hermanos»? Sin duda, en primer lugar, se les ha de informar de lo que le ha sucedido a Pedro. La historia de su prodigiosa liberación. Pero, junto con esta historia, así pensamos nosotros, había que advertirles del peligro que amenazaba a los demás apóstoles. Mientras reinó Herodes Agripa I, estuvo en peligro la Iglesia, especialmente sus dirigentes, aunque fueran esmeradamente adictos a la ley judía, como se cuenta de Santiago. Santiago, el hermano de Juan, fue decapitado; Pedro se salvó del mismo fin. ¿Qué podía impedir a Agripa que siguiera el rastro de los demás jefes de la Iglesia y que los ejecutara para satisfacer a los judíos?

Carecería de fundamento que la información dada a «Santiago y a los hermanos» se interpretara en el sentido de que Pedro, con su partida de Jerusalén, transfiriese definitivamente a Santiago su ministerio, no solamente en Jerusalén, sino en toda la Iglesia, cuya dirección estaba vinculada a Jerusalén. En favor de esta interpretación no se puede encontrar ningún indicio en nuestro texto. Tampoco puede aducirse con fuerza convincente que Pablo atestigüe la preeminencia de Santiago sobre Pedro, cuando en la carta a los Gálatas (Gal_2:9) nombra a Santiago antes que a Cefas (Pedro) y Juan. Porque para el orden seguido por Pablo son decisivas otras razones, sobre todo la razón de que Pablo quiere hacer resaltar que incluso Santiago, que era reputado como representante de los partidarios de la ley, ha aprobado el punto de vista de la misión de los paganos liberada de la ley. No podemos pasar por alto que incluso en el concilio de los apóstoles, como informan los Hechos de los apóstoles (Gal_15:7 ss), Pedro aparece claramente como el primero de los apóstoles.

Salió y se fue a otro lugar. Aún era de noche cuando Pedro salió de Jerusalén. Su seguridad así lo exigía. Pedro procede de acuerdo con la orden dada por Jesús: «Cuando en una ciudad os persigan, huid a otra» (Mat_10:23). ¿A qué ciudad fue Pedro? ¿Por qué Lucas no la nombra? Esta omisión es contraria a la habitual manera de escribir de Lucas, quien regularmente en sus informes tiene especial interés en indicar el tiempo y el lugar. Recuérdese la historia de Felipe con sus datos precisos, el relato sobre Saulo, del que en último término se dice expresamente que primero fue conducido a Cesarea, desde donde se le hizo partir para Tarso (Mat_9:30). También en otras ocasiones, sobre todo en la descripción de los viajes de Pablo, encontramos una multitud de datos, que no siempre, ni mucho menos, parecen ser importantes para comprender el conjunto. Difícilmente se puede suponer que Lucas, aunque hubiese tomado todo el contenido de 12,1-25 de una tradición ya formada, no hubiese podido dar un dato más preciso.

¿No se debe tomar en consideración, más en serio de lo que suele ocurrir, la antigua tradición que encontramos en Eusebio 94 y que se funda en anteriores testimonios? Eusebio dice que Pedro se dirigió a Roma. ¿No fueron Cornelio y los suyos quienes pudieron poner a salvo a Pedro? No habría dificultad en apoyar esta solución con razones. Incluso la proximidad entre la historia de Cornelio y nuestro relato podría ser favorable a esta solución. Porque solamente así podría resultar comprensible que Lucas no mencione el nombre del lugar. Esta omisión hubiese sido más fácilmente posible, si se tratara de cualquier otra ciudad, aunque fuera Antioquía, en la que se podría pensar. Pero si se tiene en cuenta que Lucas, como ya dijimos, escribe para los lectores romanos, y si se pudiera partir sobre todo de la suposición que Lucas da su libro a la publicidad durante el proceso judicial contra Pablo, entonces sería muy inteligible que Lucas se mantenga reservado y omita el dato de que ya entonces el jefe de la Iglesia permaneció en Roma, aunque fuera de una forma pasajera. Nos damos perfectamente cuenta de la inseguridad de esta interpretación, pero creemos que hay que reflexionar de nuevo sobre ella.

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93. Muchas veces se encuentra expresada la opinión de que a este Santiago por ser «hermano del Señor» no hay que considerarlo como apóstol, porque «ni siquiera sus hermanos (los hermanos de Jesús) creían en él» (Joh_7:5). Solamente más tarde impresionados por los sucesos de la resurrección habían entrado a formar parte de la comunidad de Jesús. Pero ¿qué significa entonces la mención de «María, madre de Santiago el menor entre las mujeres que estaban cerca de la cruz (Mar_15:40)? ¿Por qué no es posible que el segundo Santiago, al que se enumera como «hijo de Alfeo» en la lista de los apóstoles (Mar_3:18), haya sido un pariente de Jesús, un «hermano del Señor»? La observación que se hace en el Evangelio de san Juan no se ha de tomar en un sentido exclusivo.

94. Historia eclesiástica II, 14,6.

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2. CASTIGO DEL PERSEGUIDOR (Hch/12/18-23).

18 Al hacerse de día, hubo alboroto no pequeño entre los soldados sobre qué habría sido de Pedro. 19 Herodes lo hizo buscar, y al no encontrarlo, interrogó a los guardianes y ordenó que fueran llevados al suplicio. Bajó de Judea a Cesarea y residía allí. 20 Estaba muy irritado contra los tirios y los sidonios. Estos, de común acuerdo, se presentaron ante él. Y habiéndose ganado a un tal Blasto, maestro de cámara del rey, pedían paz, dado que su región dependía económicamente de la casa real. 21 En el día prefijado, Herodes, ataviado con la vestidura real y sentado en su trono, los estaba arengando. 22 El pueblo clamaba: «Voz de un dios y no de un hombre es ésta.» 23 Y al instante lo hirió un ángel del Señor, por no haber dado gloria a Dios, y, comido por gusanos, expiró.

Nos puede sorprender que Lucas coloque esta historia sobre el fin de Herodes, cuando se concluye todo el relato de la formación de la primitiva Iglesia. Sin embargo, no puede reconocerse bien su intención. En todo el relato final del cap. 12, Herodes y la Iglesia están frente a frente. El peligro y la destrucción amenazan a la Iglesia. El primer apóstol es sacrificado como víctima del poder de Herodes y de la aprobación de muchos judíos. En la persona de Pedro se debía herir a la Iglesia en su cabeza visible. No sabemos qué alcance tenían los planes de aquel hombre. ¿Qué sentido hubiese tenido según los cálculos humanos que Herodes solamente hubiese quitado de en medio algunos dirigentes? Si la manera de proceder debía ser eficaz, la Iglesia tenía que ser aniquilada por completo. Pedro, con la ayuda de Dios, se evade de la mano mortífera del rey. El perseguidor castiga a los soldados. Herodes se retira a la ciudad donde tenía su residencia. ¿Reflexionó sobre la extraña evasión del apóstol? ¿Desistió por esta causa de seguir persiguiendo a la Iglesia? No lo sabemos. Pero para Lucas tiene importancia mostrar el fin de este hombre. Este fin es para Lucas un símbolo expresivo de la imposibilidad de vencer a la Iglesia, y un símbolo de la acción punitiva de Dios, que recae sobre todos los que obran contra su Iglesia. El castigo de Herodes es puesto en relación con un suceso externo.

La reconciliación con Tiro y Sidón se celebra con un acto solemne. El rey se presenta con el esplendor de su poder externo. Espera el aplauso de la multitud. Esta conoce la presunción de su soberano. Le tributa un honor divino. «Voz de un dios y no de un hombre es ésta», clama la multitud adulando indignamente al rey sentado en su trono. Pensemos brevemente en el contraste que ofrece otra escena, la bienvenida dada a Pedro por Cornelio, el centurión romano. Cornelio quiso tributar un honor divino al hombre de Dios. Y Pedro declina el honor diciendo: «Levántate, que yo también soy puro hombre» (10,26). Herodes, el ídolo del pueblo, experimenta la acción punitiva de aquel a quien rehúsa el honor, que sólo a él corresponde. Al instante le alcanza la respuesta del verdadero Señor. Herodes tiene un fin espantoso. No sabemos la índole de esta enfermedad, que se describe de un modo popular diciendo que Herodes murió «comido de gusanos». Sin embargo la descripción nos recuerda aquel castigo que en otro tiempo sufrió el rey de Siria Antíoco IV Epifanes por sus delitos contra el pueblo judío (2Ma_9:5 ss).

Puede ser interesante comparar este informe sobre el fin de Herodes con el que nos da Flavio Josefo95. Este autor nos hace reconocer la historicidad de la exposición de san Lucas, aunque Josefo relaciona el motivo de la petulante actuación del rey con los festivales en honra del emperador Claudio, que fueron celebrados en Cesarea probablemente el año 44. De la exposición del historiador judío citamos la siguiente descripción: «Cuando el rey, al amanecer del segundo día, se dirigió al teatro y los rayos del sol dieron en su vestido bordado en plata e hicieron irradiar su figura con un maravilloso fulgor, los aduladores le aclamaron desde todas partes, le llamaron dios y dijeron: "Sénos propicio. Aunque hasta ahora te hemos considerado como hombre, en adelante queremos venerar en ti algo superior a una naturaleza mortal." El rey consintió en silencio esta adulación blasfema. Pero acto seguido sus entrañas fueron despedazadas por terribles dolores, y al cabo de cinco días murió.»

No podemos decidir cuál de las dos exposiciones reproduce con más exactitud el hecho, pero en todo caso coinciden en los puntos esenciales. Porque el tratado de paz con Tiro y Sidón fácilmente se puede poner en relación con los juegos, que incluso podrían estar indicados en el versículo 21. Ambos informes refieren un castigo por la impía divinización (aporheosis), que Herodes consintió. Aunque san Lucas muestra este delito como causa de la intervención de Dios, sin embargo todo el contexto hace suponer que el autor también ve la represalia por lo que Herodes ha pecado contra la Iglesia de Dios y por tanto contra Cristo Jesús, el único y verdadero Señor.

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95. Antigüedades judías XIX, 8,2.

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3. PROGRESO DE LA IGLESIA (Hch/12/24-25).

24 La palabra del Señor crecía y se multiplicaba. 25 Bernabé y Saulo una vez cumplido su encargo regresaron de Jerusalén, llevándose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.

Una breve noticia concluye la descripción del nacimiento y desarrollo de la Iglesia. Es una visión de conjunto, como las que san Lucas siempre intercala entre los relatos particulares. La Iglesia continúa progresando, la «palabra del Señor» o, como se podría traducir según otra transmisión del texto, la «palabra de Dios» crece. Una vida indestructible se contiene en esta palabra. Es el poder vital del Señor resucitado y glorificado, es la fuerza del Espíritu Santo, que Jesús resucitado ha prometido a su Iglesia, cuando dio a los apóstoles el encargo de ser sus testigos desde Jerusalén hasta los confines de la tierra (1,8). Hemos seguido este testimonio de los apóstoles una etapa tras otra, hemos visto el poder que resultó eficaz por medio de la Iglesia, de su mensaje y de su virtud milagrosa. Hemos visto cómo los hombres escuchaban, se rendían a la palabra y le daban fe. También vemos cómo se opuso resistencia y persecución a este testimonio. Vimos cómo incluso desde el interior de la Iglesia amenazaban el peligro y el infortunio. La fuerza del Espíritu llenaba, fortalecía e iluminaba a la Iglesia en el camino que ella había seguido hasta entonces. Esta fuerza estará con la Iglesia -así nos lo mostrarán los siguientes capítulos- cuando se resuelva a recorrer el camino de la misión universal. En la última frase de la noticia intermedia ya vemos los hombres que están llamados a retransmitir el mensaje: Bernabé y Saulo, y con ellos el primo de Bernabé, Juan Marcos. La enumeración de estos nombres produce el efecto del anuncio de un programa. Bernabé y Saulo, los dos grandes amigos, recorren el camino de vuelta desde Jerusalén a Antioquía, y dentro de poco saldrán de esta última ciudad «para la obra a que los ha destinado el Espíritu Santo» (13,2).

El evangelio está constantemente en camino. Hasta aquí la intención de la obra de Lucas fue mostrarnos este avance del Evangelio. Lo que se pretende en todo lo que sigue es continuar mostrándonos cómo sigue progresando el mensaje de salvación.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Muerte de Santiago y prisión de Pedro, 12:1-5.
1 Por aquel tiempo, el rey Heredes se apoderó de algunos de la iglesia para atormentarlos. 2 Dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada. 3 Viendo que esto les caia bien a los judíos, llegó a apresar también a Pedro. 4 Era por los días de los ázimos y, tomandole, le metió en la cárcel, encargando su guarda a cuatro escuadras de a cuatro soldados con el propósito de exhibirle al pueblo después de la Pascua. 5 En efecto, Pedro era custodiado en la cárcel; pero la Iglesia oraba con mucho fervor a Dios por él.

La expresión por aquel tiempo (v.1), aunque algo imprecisa, indica cierta concatenación de lo que va a seguir con los hechos precedentes; y más aún, atendido el v.25, del que parece deducirse que, durante los hechos aquí narrados, los comisionados de Antioquía, Bernabé y Saulo (cf. 11:30), estaban en Jerusalén.
El Herodes aludido (v.1) es Heredes Agripa. I, nieto de Herodes el Grande, el asesino de los inocentes (Mat_2:16), y sobrino de Herodes Antipas, el que hizo matar a Juan Bautista (Mat_14:1-12). Era hijo de Aristóbulo, a quien su propio padre, Herodes el Grande, hizo matar en el año 7 a. C., cuando el pequeño Agripa tenía solamente tres años. Fue enviado a Roma con su madre Berenice, y educado en la corte imperial. Muerta su madre, llevó una vida desordenada y aventurera, hasta el punto de que Tiberio, poco antes de su muerte, en el año 37 d. C., le hizo encarcelar. Al subir al trono Calígula (a. 37-41), su compañero en el desenfreno, le colmó de beneficios y le nombró rey, dándole algunos territorios en la Palestina septentrional, que habían pertenecido a Filipo y Lisanias, como tetrarcas (cf. Luc_3:1). Poco después, en el año 39, al caer en desgracia Herodes Antipas, le agregó los territorios de Galilea y Perea. Más tarde, Claudio, en seguida de subir al trono, a piincipios del año 41, le añadió Judea y Samaría, de modo que prácticamente logra volver a reunir bajo su cetro todos los territorios que habían pertenecido a su abuelo, Herodes el Grande 106. Hijos suyos fueron Herodes Agripa II, Berenice y Drusila, personajes de quienes San Lucas hablará más adelante (cf. 24:24; 25:13).
Este era el hombre que iba a enfrentarse con la naciente Iglesia. Muy hábil para ganarse el favor de los poderosos, procuraba ganarse también las simpatías y afecto de sus subditos. Josefo cuenta a este respecto detalles muy interesantes 107. Parece que su persecución contra los cristianos, más que de animosidad personal contra ellos, procedía de este su deseo de congratularse más y más con los judíos (cf, v.3). Al contrario que en la anterior persecución, cuando la muerte de Esteban (cf. 8:1), parece que ahora se busca sobre todo a los apóstoles (v.2-3); sin duda que éstos, después de lo de Gornelio y de la predicación en Antioquía, admitiendo a los gentiles, se habían ido enajenando el apoyo popular, de que gozaban en un principio (cf. 2:47; 4:33; 5:13), de ahí ese viendo que esto era grato a los judíos (v.3). Quería ahora el pueblo que se fuera directamente a los jefes, pues la nueva religión se seguía difundiendo de manera alarmante y peligraban los privilegios de Israel.
Es curioso que San Lucas, que tan por menudo cuenta la muerte de Esteban cf. 6:8-7:60), no dé detalle alguno sobre la muerte de Santiago, contentándose con decir que fue ejecutado por la espada (v.2) es decir, decapitado. Probablemente ello es debido a una razón de tipo literario; es, a saber: la de no desviar la atención del lector del tema principal, que, en todo el pasaje, es Pedro. Este Santiago decapitado por Herodes es Santiago el Mayor, hermano de San Juan, y uno de los tres predilectos del Señor (cf. Mar_5:37; Mar_9:2; Mar_14:33)· No debe confundirse con Santiago el Menor, hijo de Alfeo (cf. Mat_10:3), del cual se hablará luego en el v.17. Fue el primero de los apóstoles que derramó su sangre por la fe; con su martirio queda cumplida la predicción del Señor de que bebería su cáliz (cf. Mat_20:23). Una venerable tradición lo considera como el primer evangelizador de España. Sin embargo, los testimonios son bastante tardíos 108, y, desde luego, resulta muy difícil creer que antes del año 44, fecha de su muerte, se predicase ya públicamente a los gentiles el evangelio en España, cuando vemos que San Lucas considera como una novedad lo de Antioquía (cf. 11:20-26), y que, incluso años más tarde, se discuta aún agriamente la cosa, que resolverá de modo definitivo el concilio de Jerusalén (cf. 15:1-29).
Por lo que respecta al encarcelamiento de Pedro, nos dice San Lucas que era por los días de los ázimos (v.4; cf. 20:6; Mat_26:17), es decir, durante las fiestas pascuales (14-21 de Nisán), llamadas también de los ázimos, porque en esos días estaba prohibido comer pan fermentado (cf. Exo_12:6-20). La guardia que Herodes manda poner en la cárcel es severísima, destinando cuatro escuadras de soldados al efecto (v.4). Cada escuadra se componía de cuatro soldados, dos de los cuales quedaban de guardia fuera de la puerta del calobozo (v.10), y los otros dos permanecían continuamente junto al preso (v.6). No todas las escuadras estaban de servicio al mismo tiempo, sino que, conforme era costumbre, se iban alternando de tres en tres horas, es decir, en cada una de las cuatro partes en que estaba dividido el día (prima, tercia, sexta y nona) y en cada una de las cuatro correspondientes vigilias de la noche. Sin duda, Herodes tomaba todas estas precauciones para evitar que se repitiera la inexplicable evasión llevada a cabo anteriormente por el mismo Pedro (cf. 5:19) y de la que seguramente estaba informado.
Pero mientras así era encarcelado Pedro y se tomaban todas esas precauciones, la Iglesia oraba con mucho fervor a Dios por él (v.5).

Liberación milagrosa de Pedro, 12:6-17.
6 La noche anterior al día en que Herodes se proponía exhibirle al pueblo, hallándose Pedro dormido entre dos soldados, sujeto con dos cadenas y guardada la puerta de la prisión por centinelas, 7 un ángel del Señor se presentó, y el calabozo se iluminó; y golpeando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto; y se cayeron las cadenas de sus manos 8 El ángel añadió: Cíñete y cálzate tus sandalias. Hízolo así. Y agregó: Envuélvete en tu manto y sigúe Mc. 9 Y salió en pos de él. No sabía Pedro si era realidad lo que el ángel hacía; más bien le parecía que fuese una visión. 10 Atravesando la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad. La puerta se les abrió por sí misma, y salieron y avanzaron por una calle, desapareciendo luego el ángel. 11 Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora me doy cuenta de que realmente el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío. 12 Reflexionando, se fue a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos reunidos y orando. 13 Golpeó la puerta del vestíbulo y salió una sierva llamada Rodé, 14 que, luego que conoció la voz de Pedro, fuera de sí de alegría, sin abrir la puerta, corrió a anunciar que Pedro estaba en el vestíbulo. 15 Ellos le dijeron: Estás loca. Insistía ella en que era así; y entonces dijeron: Es su ángel. 16 Pedro seguía golpeando, y cuando le abrieron y le conocieron, quedaron estupefactos. 17 Haciéndoles señal con la mano de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel, y añadió: Contad esto a Santiago y a los hermanos. Y salió, yéndose a otro lugar.

Toda esta escena de la liberación de Pedro es de un subidísimo realismo y está llena de colorido. Probablemente San Lucas recibió su información directamente del mismo Pedro; y, por lo que se refiere a los animados incidentes en casa de María, la madre de Juan Marcos (v.1a-17), muy bien pudo ser el mismo Marcos, sin duda testigo ocular, quien le contara todos esos pintorescos detalles.
De este Juan Marcos, primo de Bernabé (cf. Col_4:10), se vuelve a hablar luego en el v.25- Acompañará a Bernabé y Pablo al principio de su primer viaje apostólico (cf. 13:5); pero luego les abandonará, cuando los dos misioneros, dejando Chipre, pasan a Asia (cf. 13:13). Al comenzar el segundo viaje apostólico, Pablo no quiere llevarle consigo, a pesar de las instancias de Bernabé, por lo que se produjo cierto disentimiento entre ambos apóstoles, embarcándose para Chipre con Bernabé (cf. 15:37-39). Más tarde le volvemos a encontrar entre los colaboradores de San Pablo (cf. Col_4:10; Flm_1:24; 2Ti_4:11). También aparece como discípulo y colaborador de San Pedro (1Pe_5:13). Es el autor del segundo evangelio. Debía ser de familia algo acomodada, pues vemos que su madre poseía casa en Jerusalén, lo suficientemente amplia para que sirviera de lugar de reunión a los cristianos (v.12). Es probable que sea la misma casa en que, después de la ascensión del Señor, se reunían los apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (cf. 1:13).
A esta casa de María, madre de Juan Marcos, llega Pedro, una vez liberado de la prisión, probablemente la torre Antonia, lugar en que ciertamente fue encarcelado más tarde San Pablo (cf. 22:24). Es natural que los reunidos en casa de María, ante lo insólito del caso, no dieran crédito en seguida a lo que decía la criada. La exclamación es su ángel (v.15) llama un poco la atención. Parece suponer en aquellos cristianos la idea de ángeles que toman la voz de sus protegidos, una especie de doble espiritual. Desde luego, el judaismo, bajo cuyo influjo estaban aquellos primeros cristianos, tenía por aquella época una angelología muy desarrollada; aunque, por lo demás, también Jesucristo, en líneas generales, había hablado de ángeles destinados a la custodia de los seres humanos (cf. Mat_18:10).
Pedro, como es natural, no quiere detenerse en casa de María. Una medida de elemental prudencia exigía que saliese cuanto antes de Jerusalén. Por eso, después de avisar a los reunidos que cuenten todo a Santiago, él se fue a otro lugar (v.17). Este Santiago es indudablemente el mismo que luego vemos aparecer al frente de la iglesia de Jerusalén (Mat_15:13-21; Mat_21:18; 1Co_15:7; Gal_2:9-12) y a quien San Pablo llama hermano del Señor (Gal_1:19). Como ya explicamos al comentar 1:14, creemos que se trata del apóstol Santiago, llamado el Menor. No sabemos si estaba escondido en la ciudad o se había alejado de ella.
En cuanto a poder concretar ese otro lugar a que se dirige San Pedro, se han hecho muchas hipótesis. Lo más probable es que se trate de Antioquía o de Roma. Algunos prefieren Antioquía, pues bastantes testimonios antiguos y también la liturgia le consideran como el primer obispo de esa ciudad 109, y parece que hubo de ser en esta ocasión cuando fuera a residir allí. Desde luego, no cabe duda de que San Pedro estuvo en Antioquía (cf. Gal_2:11); pero que fuera precisamente en esta ocasión, eso ya no consta. El hecho de que no se le mencione luego entre los personajes de esa iglesia (cf. 13:1-3), más bien es argumento en contra. Lo más probable es que ese otro lugar sea Roma. Es precisamente la época en que nos encontramos. Ciertamente extraña que Lucas no cite a Roma por su nombre; pero, como en otras ocasiones parecidas (cf. Luc_9:56), quizás sea ello debido a una razón de tipo literario, la de no verse como obligado a continuar narrando hechos de Pedro. Despide así a su personaje, dejando sin señalar ese otro lugar; en adelante, el centro de sus narraciones será únicamente Pablo. Si vuelve a nombrar a Pedro es sólo incidentalmente y, desde luego, en relación con los hechos de Pablo (cf. 15:7-12). Advirtamos, sin embargo, que esa alusión incidental a Pedro es para nosotros de gran valor, demostrando que hacia el año 49, en el concilio apostólico, Pedro estaba de nuevo en Jerusalén. Es la última vez que su nombre aparece en los Hechos.

La muerte del perseguidor, 12:18-23.
18 Cuando se hizo de día, se produjo entre los soldados no pequeño alboroto por lo que habría sido de Pedro. 19 Herodes, le hizo buscar, y no hallándole, interrogó a los guardias y los mandó conducir al suplicio. Luego, bajando de la Judea, residió en Cesárea. 20 Estaba irritado contra los tirios y sidonios, que, de común acuerdo, se presentaron a él, y habiéndose ganado a Blasto, camarero del rey, le pidieron la reconciliación, por cuanto su región se abastecía del territorio del rey. 21 El día señalado, Herodes, vestido de las vestiduras reales, se sentó en su estrado y les dirigió la palabra. 22 Y el pueblo comenzó a gritar: Palabra de Dios y no de hombre. 23 Al instante le hirió el ángel de Señor, por cuanto no había glorificado a Dios, y, comido de gusanos, expiró.

El proceder de Herodes con los guardias, al enterarse que habían dejado escapar a Pedro (v.19), no debe extrañar. Era el habitual en estos casos (cf. 16:27; 27:42). Ciertamente que intentarían convencerle de que no había habido negligencia ni complicidad por parte de ellos, pero es natural que la cosa no fuera fácil. El hecho de que los soldados no parecen enterarse de lo acaecido hasta que se hizo de día (v.18), demuestra que la huida de Pedro debió tener lugar en la cuarta y última vigilia de la noche; pues, de lo contrario, los soldados del relevo siguiente se habrían dado cuenta de la ausencia del prisionero y habrían dado la voz de alarma antes de que se hiciese de día. El castigo, sin embargo, es probable que se aplicase a las cuatro escuadras de soldados (cf. v.4), pues ¿cómo constaba a Herodes con certeza en qué momento había escapado Pedro?
La bajada de Herodes a Cesárea (v.19) debió ser poco después de terminadas las fiestas de Pascua (cf. v.4). Cesárea, ciudad que ya nos es conocida por lo de Cornelio (cf. 10:1), era su residencia habitual, igual que lo fue luego de los procuradores romanos que le sucedieron en el gobierno de Judea (cf. 23:23-24; 25:1-4). En esta ciudad iba a acabar muy pronto sus días. San Lucas nos cuenta con bastante detalle las circunstancias de su muerte (v.2o-23). También Josefo se refiere a este mismo hecho de la muerte de Herodes en Cesárea 111. Entre uno y otro hay perfecta coincidencia en lo sustancial: un solemne acto público en que Herodes se presenta deslumbradoramente vestido, adulaciones por parte del pueblo (evidentemente no judíos) aclamándole como a un dios, agrado de Herodes ante esas aclamaciones blasfemas, súbita muerte del rey.
Hay, sin embargo, dos diferencias: la de que, según los Hechos, ese solemne acto público era una recepción a una embajada de tirios y sidonios, mientras que, según Josefo, eran unas fiestas en honor de Claudio; y la de que, según los Hechos, le hirió el ángel del Señor.. y expiró, mientras que, según Josefo, fue atacado súbitamente de fuertes dolores intestinales y, trasladado a su palacio, murió al cabo de cinco días de agonía. Pero, en realidad, ambas diferencias son fácilmente conciliables. En efecto, las fiestas en honor del emperador no solamente no excluían la legación de tiros y sidonios, sino que más bien eran una oportuna ocasión para recibir tal embajada; tendríamos únicamente que las fuentes de información son distintas en Josefo y en Lucas. Y en cuanto al ángel del Señor que hiere al rey, muy bien puede considerarse simplemente como una manera de hablar de Lucas, atribuyendo directamente a Dios, causa primera, lo que en nuestro lenguaje ordinario atribuimos a causas humanas, que es lo que haría Josefo. Ello es frecuente en la Biblia. Como, en fin de cuentas, es Dios quien en su admirable providencia salva la libertad humana lo mueve y orienta todo, los autores sagrados, que miran las cosas desde un plano muy alto, dan un salto hasta la causa primera, sin detenerse en la parte externa y visible de las causas segundas. Lo más probable, a juzgar por los datos que da Josefo, es que se trate de un ataque de apendicitis con determinadas complicaciones. Desde luego, Lucas nunca dice que ese ángel del Señor que hiere a Herodes fuese visible ni al rey ni a los espectadores; y el hecho de que le hiere al instante (ðáñá÷ñÞìá) de recibir los honores divinos, pero muere comido de gusanos, parece exigir algún intervalo de tiempo antes de la muerte 112.
Esta noticia de Josefo referente a la muerte de Herodes es para nosotros de un valor extraordinario, sobre todo por lo que respecta a cuestiones de cronología. Dice, en efecto, Josefo, en el lugar antes citado, que Herodes murió después de cumplirse tres años de su reinado sobre toda Judea, cuando estaba celebrando en su reino grandes fiestas en honor del emperador. Esto nos lleva claramente a la primavera verano del año 44. A principios de ese año había regresado Claudio triunfante de su expedición a las Islas Británicas, celebrándose en Roma grandes festejos en su honor 113. Estos festejos se fueron extendiendo luego a las diversas provincias del imperio, y es obvio que Herodes, como rey vasallo, hubiese de asociarse a la alegria general.
La embajada de tirios y sidonios, a que alude San Lucas (v.2O-21), habría tenido lugar durante esas fiestas. Al parecer, por lo que puede leerse entre líneas, los habitantes de Tiro y de Sidón, dos puertos de mucho tráfico en la antigüedad, tenían irritado a Herodes, probablemente por rivalidades comerciales con el puerto de Cesárea. Hasta es posible que, como represalia, Herodes hubiese puesto restricciones a la tradicional exportación a Fenicia del trigo de Palestina, que tan abundantemente se producía, particularmente en la llanura de Sarón (cf. Rev_5:9-11; Eze_27:17). Por eso, tratan ahora los tirios y sidonios de arreglar las cosas y llegar a una avenencia, debido a que su región se abastecía del territorio del rey (v.20).

Bernabé y Saulo regresan a Antioquía,Eze_12:24-25.
24 La palabra del Señor más y más se extendía y se difundía. 25 Bernabé y Saulo, cumplido su ministerio, volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.

Dos importantes noticias nos da San Lucas en esta breve perícopa: que la palabra del Señor se difundía más y más (v.24), y que Bernabé y Saulo, cumplido su ministerio, regresaron a Antioquía, llevando consigo a Juan Marcos (v.25).
La primera noticia es como un resumen de la situación antes de pasar a un nuevo tema, tal como acostumbra a hacer Lucas (cf. 6:7; 9:31). Con la muerte del perseguidor, la Iglesia ha recobrado la libertad. Sabemos, en efecto, que Claudio quiso entregar el reino de Herodes a su hijo Agripa II, joven de diecisiete años, a la sazón educándose en Roma, pero fue disuadido por sus consejeros y hubo de abandonar la idea 114, pasando de nuevo esos territorios a ser gobernados por procuradores, el primero de los cuales fue Guspio Fado (a.44-46). Las luchas más o menos manifiestas entre los judíos y los nuevos procuradores tuvieron como efecto el que la Iglesia gozase de más libertad.
En cuanto a la segunda noticia, claramente se ve la intención de Lucas de continuar la narración Deu_11:29-30. El hecho de que haya diferido la continuación hasta este momento induce a pensar que, durante los hechos anteriormente narrados (prisión de Pedro y muerte de Herodes), Bernabé y Saulo se hallaban en Jerusalén, y que su vuelta a Antioquía ha de colocarse, casi con toda certeza, en la segunda mitad del año 44 115. Probablemente fue en esta ocasión, estando en Jerusalén, cuando San Pablo tuvo la célebre visión a que alude en su segunda carta a los Corintios, que dice haberle acaecido catorce años antes (2Co_12:2-4). Esta carta, como en su lugar demostraremos, está escrita, según todos los indicios, a fines del año 57.


Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Herodes Agripa y la iglesia: el fin de una era

1-3 El rey Herodes de quien se habla es Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande. Una vez más vemos la actitud realista de Lucas en relación con el primer período de la iglesia cristiana. Nos habla no sólo de las liberaciones milagrosas de la prisión, sino también de los retrocesos y martirios como el de Jacobo, a quien se hizo matar a espada. Eso debe haber agradado a los judíos de Jerusalén, quienes ya no eran neutrales después del discurso de Esteban.

4-11 Se asignaron cuatro escuadras de cuatro soldados cada una como guardias para cada una de las vigilias de la noche, de modo que había cuatro hombres de turno en cada período. Pedro estaba durmiendo entre dos soldados y otros dos delante de la puerta vigilaban la cárcel. Se habían tomado esas cuidadosas precauciones, quizá porque las autoridades habían tenido problemas para retener a Pedro en el pasado (5:22-24).

Apareció un ángel del Señor y una luz resplandeció en la celda pero esto no bastó para despertar al apóstol dormido de modo que el ángel le dio un golpe con lo que finalmente lo logró. Sin embargo, a pesar del golpe y de que hubieran caído las cadenas y la orden de arreglarse las ropas, Pedro no comprendía que lo que hacía el ángel era realidad, sino que le parecía que veía una visión. Sólo cuando el ángel lo dejó y se encontró libre en las calles de Jerusalén, se dio cuenta de que realmente estaba despierto.

12-17 Pero aunque él lo creyó, tuvo problemas para convencer a los demás. Fue a la casa de María, que se identifica con una referencia a su hijo, probablemente por su importancia posterior en la historia de la iglesia (ver también 12:25; 13:5, 13; 15:36-40; era primo de Bernabé, Col. 4:10). Es el mismo Juan Marcos a quien se considera generalmente como autor del Evangelio que lleva su nombre. Rode, la criada que contestó a la puerta, reconoció la voz de Pedro pero de puro gozo no abrió la puerta sino que corrió adentro. La ironía del episodio es encantadora. Muchos estaban congregados y orando, siendo obvio que la situación de Pedro era uno de los temas que les ocupaban (5), sin embargo, a él lo dejaron en la calle mientras que los que estaban reunidos decían a Rode que estaba fuera de sus sentidos o que había visto al espíritu o ángel guardián de Pedro. (Había una creencia de que el espíritu o ángel guardián de una persona podía estar rondando por sí mismo o ser confundido con la persona; ver Mat. 14:26 para otro caso cuando se presumió la presencia de un espíritu al estar una persona en una situación improbable; ver Mat. 18:10 y Heb. 1:14, sobre la idea de ángeles guardianes.)

Cuando finalmente permitieron a Pedro que entrara, él les pidió que lo hicieran saber a Jacobo y a los hermanos. Jacobo, el hermano de Jesús, tenía una posición de autoridad en la iglesia (15:13; ver también 21:18). Cuando se dice que se fue a otro lugar, puede ser simplemente que Pedro buscó dónde esconderse. En ese momento no volvió a hablar valientemente como lo había hecho luego de su liberación milagrosa en 5:21. En este caso no tenía instrucciones de hacerlo y la situación en Jerusalén era muy diferente.

18, 19a No debe haber sido considerado demasiado cruel que Herodes interrogara a los guardias y los ejecutara. Era lo usual cuando perdían a un prisionero que se les aplicara el castigo que estaba destinado a aquél (ver 16:27; 27:42) y Herodes no hubiera tenido placer alguno en perder una oportunidad de mejorar su popularidad (12:3, 4).

19b-23 La historia de la muerte de Herodes Agripa parece relacionada sólo indirectamente con el interés principal del autor, que es la expansión y desarrollo de la iglesia. El contraste entre las acciones y actitudes de Herodes y las de los apóstoles es notorio. Se describe a Herodes en un momento particularmente triunfal: los que habían estado luchando en su contra pedían la paz y él se presentó vestido de sus vestiduras reales y se sentó en el tribunal y les arengaba con un discurso que fue recibido con entusiasmo. La exclamación ¡voz de un dios y no de un hombre! contrasta con las palabras de los apóstoles de que ellos siempre estaban prestos a decir que sólo eran hombres (3:12; 10:26; 14:15) que hablaban la palabra de Dios.

Los detalles de la muerte de Herodes son registrados con leves diferencias por Josefo, pero los relatos se complementan. El hecho de que Lucas mencione a un ángel del Señor no significa necesariamente que se trató de una muerte rápida y claramente sobrenatural, sino más bien que, en última instancia, Dios era responsable de lo que pudo haber parecido una muerte natural. La descripción de Herodes por Lucas de que fue comido de gusanos probablemente se relaciona con los dolores abdominales que se mencionan en el relato de Josefo.

24, 25 Contrastando con la declaración del pueblo de que Herodes era la voz de un dios, la verdadera palabra de Dios crecía y se multiplicaba. Bernabé, Saulo y Juan Marcos (ver sobre 12:12-17) volvieron a Antioquía desde Jerusalén.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XII.

1 King Herode persecuteth the Christians, killeth Iames, and imprisoneth Peter; whome an Angel deliuereth vpon the prayers of the Church. 20 In his pride taking to himselfe the honour due to God, he is stricken by an Angel, and dieth miserably. 24 After his death, the word of God prospereth.

[Peter imprisoned.]

1 Now about that time, Herode the King [ Or, began.] stretched foorth his hands, to vexe certaine of the Church.
2 And he killed Iames the brother of Iohn with the sword.
3 And because he saw it pleased the Iewes, hee proceeded further, to take Peter also. (Then were the dayes of vnleauened bread.)
4 And when hee had apprehended him, hee put him in prison, and deliuered him to foure quaternions of souldiers to keepe him, intending after Easter to bring him forth to the people.
5 Peter therefore was kept in prison, but prayer was made [ Or, instant and earnest prayer was made.] without ceasing of the Church vnto God for him.
6 And when Herode would haue brought him foorth, the same night Peter was sleeping betweene two Souldiers, bound with two chaines, and the Keepers before the doore kept the prison.
7 And beholde, the Angel of the Lord came vpon him, and a light shined in the prison: and hee smote Peter on the side, and raised him vp, saying, Arise vp quickely. And his chaines fell off from his hands.
8 And the Angel said vnto him, Girde thy selfe, and binde on thy sandales: And so he did. And he sayth vnto him, Cast thy garment about thee, and follow me.
9 And hee went out, and followed him, and wist not that it was true which was done by the Angel: but thought he saw a vision.
10 When they were past the first and the second ward, they came vnto the yron gate that leadeth vnto the citie, which opened to them of his owne accord: and they went out and passed on thorow one streete, and foorthwith the Angel departed from him.
11 And when Peter was come to himselfe, hee said, Now I know of a suretie, that the Lord hath sent his Angel, and hath deliuered mee out of the hand of Herode, and from all the expectation of the people of the Iewes.

[Herodes death.]

12 And when he had considered the thing, he came to the house of Mary the mother of Iohn whose sirname was Marke, where many were gathered together praying.
13 And as Peter knocked at the doore of the gate, a damosell came [ Or, to aske who was there.] to hearken, named Rhoda.
14 And when she knew Peters voice, she opened not the gate for gladnes, but ran in, and told how Peter stood before the gate.
15 And they said vnto her, Thou art mad. But she constantly affirmed that it was euen so. Then said they, It it his Angel.
16 But Peter continued knocking: and when they had opened the doore, and saw him, they were astonished.
17 But he beckening vnto them with the hand, to hold their peace, declared vnto them how the Lord had brought him out of the prison: And he said, Goe shew these things vnto Iames, and to the brethren. And he departed, and went into another place.
18 Now assoone as it was day, there was no smal stirre among the souldiers, what was become of Peter.
19 And when Herode had sought for him, and found him not, hee examined the keepers, and commanded that they should be put to death. And hee went downe from Iudea to Cesarea, & there abode.
20 And Herode [ Or, bare an hostile mind intending warre.] was highly displeased with them of Tyre and Sidon: but they came with one accord to him, and hauing made Blastus [ Greek: that was ouer the kings bed-chamber.] the kings chamberlaine their friend, desired peace, because their countrey was nourished by the kings countrey.
21 And vpon a set day Herod arayed in royall apparell, sate vpon his throne, and made an Oration vnto them.
22 And the people gaue a shout, saying, It is the voice of a God, and not of a man.
23 And immediatly the Angel of the Lord smote him, because hee gaue not God the glory, and hee was eaten of wormes, and gaue vp the ghost.
24 But the word of God grewe, and multiplied.
25 And Barnabas and Saul returned from Hierusalem, when they had fulfilled their [ Or, charge, Act_11:29-30 .] ministerie, and tooke with them Iohn, whose syrname was Marke.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



67(b) Persecución de Herodes y libera(-)ción de Pedro (12,1-25). La custodia divina del apóstol y la venganza contra el perseguidor constituyen el exquisito contrapunto de esta sección, que se ubica entre el envío y el regre(-)so de los enviados de Antioquía (de forma si(-)milar Mc 6,7-13,30). Su centro es el relato del rescate (vv. 6-11), que prosigue contando con entusiasmo los efectos del milagro entre los creyentes (vv. 12-17) y aquellos que lo apresa(-)ron (w. 18-19), enmarcado el conjunto por el relato del fatídico Agripa (w. 1-5.20-23). Tanto el rescate como la muerte del rey impío se na(-)rran con las formas convencionales de la lite(-)ratura de propaganda religiosa (Weiser, Apg. 284-86). 1. Herodes el rey: Herodes Agripa I, que era nieto de Herodes el Grande (? His(-)toria, 75:173). 2. Santiago: El hijo de Zebedeo (? Pensamiento del NT, 81:139). Llegados a es(-)te punto, con la misión a los judíos de Palesti(-)na que ya se nos ha contado, no se producirá una sucesión de Santiago en el círculo de los Doce al igual que sí ocurrió en el caso de Judas (1,15-26). 6-19. El rescate de Pedro, cuyo efec(-)to se intensifica por las «cuatro escuadras» que lo custodiaban (v. 4) y que se presagia en el da(-)to de la oración de la Iglesia (v. 5), pertenece al género de las liberaciones acontecidas median(-)te una epifanía divina, que manifiesta la vali(-)dez de una revelación en razón de su superio(-)ridad sobre los poderes de la naturaleza o del Estado que son humanamente insuperables (cf. 5,17-25; 16,25-34); Theissen, Miracle Stories [? 37 supra] 99.101). El colorido local y las referencias personales mediante la utilización de nombres propios (vv. 12-13) indican que es(-)ta historia llegó a Lucas junto con otras «his(-)torias sobre Pedro», y que fue, posiblemente, reelaborada por él al componer 5,17-25 (? 40 supra). 11. todo lo que esperaba el pueblo judío: Esta afirmación, que expresa la valoración que hace el autor del milagro, corrobora el desa(-)rrollo posterior del proceso que comenzó con la lapidación de Esteban: la deserción del «pueblo» que al principio acogió con alegría el ministerio apostólico (2,47; 5,13) en el seno del judaismo no creyente, v, con ello, la extensión del «verdadero Israel» a los gentiles (W. Radl, BZ 27 [1983] 83-84). 12. Juan, llamado Marcos: cf. 1,25; 15,37;? Mc 41,2. 17. comunicádselo a Santiago: Se trata del «hermano del Señor» (Gál 1,19), que emergerá como dirigente de la Iglesia de la Jerusalén al tiempo que van desa(-)pareciendo los apóstoles de las páginas de Lu(-)cas (cf. 15,13; 21,18; - Pensamiento del NT, 81:143). 20-23. Cf. la historia de la muerte de Herodes Agripa en Josefo, Ant. 19.8.2 § 343-54 (? Historia, 75:176). El destino del rey es pro(-)porcional, porque el pecado del perseguidor es igual que el pecado del que blasfema: la rivali(-)dad con Dios (5,39). 24-25. Contribución luca(-)na a la estructuración de la obra (cf. 11,30). 24. Un sumario sobre la prosperidad se alegra de la muerte del perseguidor (cf. 9,31). Puesto que tras la figura del rey se encontraba el judaismo no creyente (v. 3), el fin de su amenaza contra la Iglesia coincide con el fin de su confina(-)miento dentro del judaismo, que es lo que, en cierto modo, expresa simbólicamente la libera(-)ción de Pedro (W. Radl, BZ 27 [1983] 87). 25. Bernabé y Saulo regresaron: La conexión con 11, 30 requiere el complemento «de Jerusalén», pero los manuscritos se dividen entre «de» (ex o apo) y «a» (eis, que también puede significar «en» en griego neotestamentario); ? Pablo, 79:25. Dado que los mejores códices presentan eis, y tratándose de la lectio difficilior, podría(-)mos relacionarlo con plérosantes, «habiendo cumplido su misión en Jerusalén», dejando el vb. «regresaron» sin especificación de destino (como en 8,28; 20,3). Otros ejemplos en los que el infinitivo aor. de hypostrephein se deja sin complemento adverbial cuando la frase pre(-)posicional siguiente se construye atendiendo a un ptc. posterior, se encuentran en Lc 12,25; 10,17, ejemplos ambos de la libertad estilística utilizada por el autor (cf. Dupont, Études 235-41; también Haenchen, Schneider y Weiser).

(Dupont, Études 217-41. Hengel, Acts 99-107. Radl, W., «Befreiung aus dem Gefangnis», BZ 27 [1983] 81-96. Zingg, Wachsen 180-228.)

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "El rey Herodes": se trata de Herodes Agripa I, que reinó en Judea y Samaría entre los años 41 y 44, y era sobrino de Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea en tiempos de Jesús.

3. "Panes Ácimos": sobre esta Fiesta, ver Exo_12:15-20.

12. "Juan, llamado Marcos", primo de Bernabé, fue discípulo de los Apóstoles Pedro y Pablo (v. 25; 13. 5; 1Pe_5:13). La tradición reconoce en él al autor del segundo Evangelio.

15. "Su ángel": eco de una creencia popular que consideraba a los ángeles custodios como un doble de sus protegidos.

17. Cuando Pedro se alejó de Jerusalén, Santiago quedó al frente de la Iglesia madre. Se trata del "hermano del Señor" ( Gal_1:19), nombrado en 15. 13; 21. 18; 1Co_15:7. Sobre la actividad ulterior de Pedro, ver 15. 7-11; Gal_2:7-14. De todos modos, a partir de este relato, será Pablo quien ocupará el primer plano en el libro de los Hechos.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La muerte de Herodes Agripa I debió de ocurrir en Cesarea, el año 44, durante los juegos en honor de Claudio. La breve descripción de San Lucas coincide con la de Josefo.

«Cuando el rey, al amanecer del segundo día, se dirigió al teatro -escribe el historiador judío-, y los rayos del sol dieron en su vestido de plata e hicieron brillar su figura con espléndido fulgor, los aduladores le aclamaron, le llamaron dios y dijeron: Sénos propicio. Aunque hasta ahora te hemos considerado como hombre, en adelante queremos venerar en ti algo superior a una naturaleza mortal. (Flavio Josefo, Ant. iud. 19,344-345). El rey aceptó en silencio esta adulación blasfema. Pero acto seguido sus entrañas fueron despedazadas por terribles dolores y murió al cabo de cinco días. El doloroso e inesperado final del rey perseguidor de la Iglesia recuerda la muerte de Antíoco IV Epífanes, otro enemigo declarado de los elegidos de Dios y de la Ley divina: «El Señor Dios de Israel, que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable» (2 M 9,5).


Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*12 Los doce apóstoles, encabezados por Pedro, han dado en Jerusalén un testimonio fiel, que, según el criterio del Señor, implica la persecución y la muerte (véase Luc 6:22 s, Luc 6:26). De acuerdo con esto, la primera parte de Hechos concluye narrando la muerte de Santiago y la prisión y huida de Pedro.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 12.1 Herodes Nieto de Herodes el Grande (Mt 2.1) y padre de Agripa (Hch 25.13).

[2] 12.2 Santiago: hijo de Zebedeo (Lc 5.10) y uno de los doce apóstoles; cf. Mc 10.39.

[3] 12.12 Marcos: Cf. Hch 12.25; 13.5-13; 15.37-39; Col 4.10; 2 Ti 4.11; Flm 24; 1 P 5.13. Según la tradición, fue el autor del evangelio que lleva su nombre.

[4] 12.17 Santiago: no el apóstol, que ya había muerto (v. 2), sino el "hermano de Jesús" (Mt 13.55; Jn 7.3-5; Hch 1.14). Cf. también Hch 15.13,19; Gl 1.19; 2.9.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Muerte de Herodes. El relato narra el alboroto causado por la liberación del apóstol. El tirano, defraudado en su proyecto de ejecutarlo, hace pagar con la muerte a los guardias. Aunque fuera distante en el tiempo, el narrador quiere presentar aquí el fin teatral de Herodes Agripa como epílogo de la liberación de Pedro. El contraste es buscado: Pedro, encarcelado, Herodes, aclamado como un dios. El ángel del Señor libera a uno y hiere de muerte al otro. Su final está claramente presentado como castigo divino.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



El motivo de las contiendas de Agripa con los fenicios parece insinuarse al tener éstos para solicitar una avenencia con el rey, es a saber, QUE SU PAÍS ERA ABASTECIDO POR EL DEL REY. Habría puesto Agripa restricciones a la exportación del trigo de Palestina a Fenicia, probablemente como represalia contra semejantes restricciones impuestas por los fenicios, naturalmente comerciantes, contra Palestina.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Ma_9:5-28

NOTAS

12:20 Josefo da también una información de la apoteosis y la muerte de Agripa que completa la del libro de los Hechos.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Ma_9:5-28

NOTAS

12:20 Josefo da también una información de la apoteosis y la muerte de Agripa que completa la del libro de los Hechos.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— Tiro y Sidón: Ver segunda nota a Mat 11:21.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Mat 11:21

Jünemann (1992)


20 c. Trataban de desarmar las iras de él; cuyos dominios les suministraban los víveres de que ellos carecían.


Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

δὲ WH Treg NA28 ] + ὁ Ἡρῴδης RP

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I ἐπὶ τοῦ I] a cargo del.