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Llegan a Antioquía de Pisidia.
Pablo y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén, (Hechos 13, 13) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 13

Parte tercera

EL CAMINO DEL APÓSTOL PABLO DE ANTIOQUÍA A ROMA 13,1-28,31

I. PRIMER VIAJE MISIONAL (13,1-14,28).

1. SOLEMNE PARTIDA (Hch/13/01-03).

1 Había en la Iglesia de Antioquía profetas y maestros, Bernabé y Simeón llamado el Negro, Lucio el de Cirene y Manahén, hermano de leche de Herodes el tetrarca, y Saulo. 2 Mientras éstos celebraban el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: «Separadme a Bernabé y a Saulo, para la obra a que los tengo destinados.» 3 Entonces ayunaron y oraron, e imponiéndoles las manos, los dejaron partir.

Nuestro texto se halla en estrecha relación con la última frase del capítulo precedente: «Bernabé y Saulo, una vez cumplido su encargo, regresaron de Jerusalén, llevándose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos» (12,25). Al final de nuestro primer tomo de los Hechos de los apóstoles, decíamos sobre esta frase: La fuerza del Espíritu llenaba, fortalecía e iluminaba a la Iglesia en el camino que ella había seguido hasta entonces. Esta fuerza estará con la Iglesia -así nos lo mostrarán los siguientes capítulos cuando se resuelva a recorrer el camino de la misión universal. En la última frase de la noticia intermedia ya vemos los hombres que están llamados a retransmitir el mensaje: Bernabé y Saulo, y con ellos el primo de Bernabé, Juan Marcos. La enumeración de estos nombres produce el efecto del anuncio de un programa. Bernabé y Saulo, los dos grandes amigos, recorren el camino de vuelta desde Jerusalén a Antioquía, y dentro de poco saldrán de esta última ciudad «para la obra a que los ha destinado el Espíritu Santo» (13,2).

Cada vez que Lucas, al que consideramos autor de los Hechos de los apóstoles, comienza en su libro una parte nueva, menciona nominalmente los hombres que marcan la dirección en la serie de hechos que siguen a continuación. Así, al comienzo de su relato (1-13 y 1,26) presenta los nombres de los doce, a saber, los hombres con quienes guarda estrecha relación el desarrollo de la Iglesia madre de Jerusalén. Para caracterizar una nueva etapa, en 6,5, se menciona a los siete que influyeron de manera determinante en el crecimiento de la Iglesia hacia dentro y hacia fuera. Y ahora, al comienzo de la historia de la misión mundial se cita a cinco hombres que habían de tener importancia en la época decisiva de la Iglesia que entonces se iniciaba. Y una vez más observamos el procedimiento usado, sin duda, deliberadamente por Lucas, que consiste en destacar cada vez de entre los mencionados dos figuras, cuya acción se enfoca en el relato ulterior. Entre los doce hemos visto en primer término a Pedro y a Juan; entre los siete, se fijó el relato especialmente en Esteban y en Felipe, y ahora, de entre los cinco mencionados se resalta de nuevo a dos como los hombres representativos en las empresas subsiguientes: Bernabé y Saulo. Los otros tres, de los que no sabemos nada fuera de esta mención, quedan, aparentemente, olvidados y relegados a segundo término. Sólo aparentemente, decimos. En efecto, por el hecho de ser siquiera mencionados y presentados con la función de «profetas y maestros», se hace patente una organización fundamental de la Iglesia. Esta Iglesia, de la que hablan los Hechos de los apóstoles, no es un movimiento meramente espiritual, religioso, no es una magnitud invisible, sino que, pese a toda su orientación espiritual, es también una organización externa ligada a hombres determinados y sostenida por la especial responsabilidad de estos hombres. Vistas así las cosas, también Simeón el Negro y Lucio el de Cirene y Manahén, y con ellos la entera comunidad de Antioquía, están en estrecha relación con lo que se va a referir en los siguientes relatos.

Hay que decir unas palabras sobre esta comunidad de Antioquía. Según la tradición, es la patria de Lucas 4. Ya por esto se comprende el interés de los Hechos de los apóstoles por esta ciudad. En Antioquía se constituye la primera comunidad de cristianos procedentes del paganismo. En 11,19-30 se nos habla de su origen. Bernabé, judeocristiano helenista, procedente de Chipre (4,36), es enviado de Jerusalén a Antioquía para fundar allí la nueva cristiandad. Toma en Tarso al casi olvidado Saulo y le da participación en su trabajo de Antioquía. Ya antes, cuando Saulo se presentó por primera vez ante la comunidad cristiana de Jerusalén después de su vivencia de Damasco, había sido Bernabé el que, según 9,27 ss, había disipado los recelos de la cristiandad contra el perseguidor de otro tiempo y le había facilitado la acogida fraternal en el círculo jerosolimitano. Una profunda experiencia común unía, pues, a estos dos hombres. Y, según podemos conjeturar con razón, Lucas recibiría precisamente de estos dos hombres una impresión duradera tocante a su propio camino y a su propio modo de entender la salvación. Una vez más vemos aquí cuán importante es, para quien busca la verdad y ansía una patria espiritual, el contacto con personas que han experimentado en sí mismas la verdad y la salvación.

Antioquía viene a ser el importante punto de partida de la misión de los gentiles. De allí parte la misión de Bernabé y de Saulo, allá volverán éstos, y sobre todo Saulo, una y otra vez; allí informará éste de su actividad y de sus experiencias (14,26; 18,22), y allí, en el contacto de cristianos venidos del paganismo y de judeocristianos, estallará como espontáneamente esa disputa llevada adelante con pasión, en la que los judeocristianos, amarrados a una ortodoxia estrecha y a una rígida tradición, atacarán y combatirán la misión de los gentiles emancipada de la ley.

Así, debido al curso de los acontecimientos, esta ciudad adquiere una posición especial en la primitiva Iglesia y entra en una tensión no despreciable, pero fructífera, con Jerusalén y su Iglesia madre. Cierto que pronto Roma, capital del imperio romano, guardiana de la memoria de un Pedro y de un Pablo, dejará en la sombra el papel de Antioquía, y en la historia ulterior también Bizancio se desarrollará como un centro especial y entrará en competencia con Roma. Cierto también que en todos los tiempos, incluso en la escisión externa de la cristiandad, Jerusalén, pese a la pérdida de su puesto constitucional, conservará siempre su significado de ciudad santa de los comienzos para todos los que confiesan a Jesús, el Cristo.

En nuestro texto se nos recuerda claramente el misterio del Espíritu que sostiene y mueve a la comunidad. Es el Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor exaltado. Un objetivo especial de los Hechos de los apóstoles es el de testificar esta raíz de la vida de la Iglesia. La Iglesia primitiva es inconcebible sin la presencia de este Espíritu. Este Espíritu actúa especialmente ahora, pues se trata de los comienzos de la obra de la misión universal de los gentiles. El espíritu se manifiesta a la comunidad congregada en la oración litúrgica. Esto se efectuaba probablemente por medio de los profetas interpelados por él.

Bernabé y Saulo reciben la instrucción decisiva para la obra para la que los ha destinado el Espíritu. ¿Se insinúa con esto un llamamiento o vocación habida ya lugar anteriormente? ¿O se comunica aquí por primera vez lo que Dios había mantenido oculto como elección eterna? Aquí habrá que pensar en las palabras de Pablo en la carta a los Gálatas (1,15), donde dice, recordando el acontecimiento de Damasco: «Cuando aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que anunciara su Evangelio entre los gentiles, yo no fui corriendo a consultar con la carne ni a la sangre...»

¿Sintió Pablo ya entonces, en Damasco, su especial vocación? ¿Llevaba desde entonces en sí algo que sólo por la Iglesia movida por el Espíritu se le había de comunicar como encargo valedero? Por las cartas de Pablo, como también por los Hechos de los apóstoles, sabemos que precisamente en Saulo se hallaron siempre en cierta tensión la experiencia personal de Cristo y su encuadramiento en la Iglesia universal, pugnando constantemente por equilibrarse. En todo caso, los Hechos de los apóstoles tienen interés en mostrar el comienzo de la misión universal como consigna de la Iglesia guiada por el Espíritu, en lugar de atribuirla a la iniciativa de una sola persona.

Y así adquiere también su significado la imposición de las manos 5 de que aquí se habla. Aunque no podamos encuadrarla claramente en nuestro orden jurídico y dogmático de conceptos, no se puede, sin embargo, olvidar que la imposición de las manos impartida por la comunidad ayunante y orante, seguramente por medio de los «profetas y maestros», quiere significar algo más que un mero gesto de despedida. Con razón se puede suponer que con ella se trata de expresar una transmisión formal del ministerio y a la vez un signo eficaz de la comunicación de los dones del Espíritu necesarios para tal ministerio. Léase a este propósito 14,26, donde con referencia a esta misión se dice que los dos misioneros fueron «encomendados a la gracia de Dios» (cf. también 13,4). En todo caso, tiene importancia la participación de la comunidad en esta misión, aunque no se pueda reconocer, claramente en qué forma se llevó a cabo.

No sin razón nos detenemos en este texto exteriormente tan conciso. En él se contiene un enunciado fundamental para la teología de la Iglesia. Se hace patente la estructura esencial de la Iglesia. Esta aparece como la comunidad que se sabe ligada en la confesión del Señor glorificado y en la presencia de este Señor, juntamente con los «profetas y maestros» que despliegan su actividad en nombre de ella. En la oración litúrgica y en el ayuno se manifiesta la cohesión de la comunidad, tanto entre sí como también con el Señor glorificado. Esta Iglesia se sabe llamada a la obra de la misión. Aunque en los primeros tiempos los apóstoles sólo se cuidaban de la misión entre el pueblo judío y en ello estaban probablemente bajo la impresión de instrucciones de Jesús, tales como las de Mat_10:5; Mat_15:24-26 6, de ello no se puede concluir que aquella Iglesia no considerara la misión de los gentiles como encargo de Jesús y que sólo en fuerza de los acontecimientos se viera movida a dirigirse a los gentiles. La misión universal, no obstante la primera misión a Israel, provisional y condicionada por la historia de la salvación, está ya contenida en el mensaje de Jesús bien entendido, tal como lo testimonian los evangelios7.

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4. La noticia de que Lucas era oriundo de Antioquía se halla por primera vez en Eusebio. En favor de esta tradición había el singular interés que los Hechos de los apóstoles muestran por Antioquía y por los hombres que actúan allí, sobre todo por Bernabé y Pablo.

5. La imposición de las manos, atestiguada también en el Antiguo Testamento, se menciona en el Nuevo en conexión con curaciones (Mar_16:18; Mat_9:19, etc.), pero sobre todo como rito en relación con la comunicación del Espíritu (Act_8:17 ss; Act_9:12.17; Act_19:6) y con la transmisión de ministerios (Act_6:6; 1Ti_4:14; 1Ti_5:22; 2Ti_1:6).

6. En Mat_10:5, al comienzo del discurso de misión de Jesús, se halla esta instrucción: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en ciudad de samaritanos». En Mat_15:24, dice Jesús a la mujer cananea: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» El Evangelio de Mateo, escrito para judíos, quiere mostrar hasta qué punto la solicitud de Jesús iba dirigida en primer lugar a su pueblo. Con ello no se excluye la idea de una misión universal.

7. Que la misión de los gentiles formaba parte del plan salvífico de Jesús también según el evangelio de Mateo, lo muestran pasajes como 8,11: «Os digo, pues, que muchos vendrán de oriente y occidente a ponerse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, los hijos del reino serán arrojados a la obscuridad, allá fuera.» Pero sobre todo el gran encargo del Resucitado (Mat_28:16-20) remite a la misión universal de todos los pueblos.

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2. EN CHIPRE (Hch/13/04-12).

4 Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hacia Chipre, 5 Llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan de ayudante. 6 Atravesaron toda la isla hasta Pafos, y encontraron a cierto hombre, un mago, falso profeta judío, por nombre Barjesús, 7 que estaba al servicio del procónsul Sergio Paulo, hombre prudente. éste, llamando ante sí a Bernabé y a Saulo, mostró interés por escuchar la palabra de Dios. 8 Se les oponía Elimas, el mago -que así se traduce su nombre-, tratando de apartar de la fe al procónsul. 9 Pero Saulo -que también se llama Pablo- lleno del Espíritu Santo, fijando sus ojos en él 10 dijo: «Oh hombre, lleno de toda superchería y de toda vileza, hijo del diablo, enemigo de toda justicia. ¿No cesarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11 Ahora mismo caerá sobre ti la mano del Señor y quedarás ciego, sin poder ver el sol por cierto tiempo.» Y al instante le sobrevinieron oscuridad y tinieblas, y dando vueltas buscaba quien le llevara de la mano. 12 Viendo entonces el procónsul lo sucedido, abrazó la fe, maravillado de la doctrina del Señor.

El relato se abre de manera significativa con la referencia al Espíritu Santo. El Espíritu del Señor glorificado mueve a la Iglesia, a su Iglesia. La iniciativa humana alcanza validez y consumación en él. Así lo observaremos constantemente en los Hechos de los apóstoles. Con razón han sido llamados el «Evangelio del Espíritu Santo». Todo acontecer exterior será visto e interpretado a la luz de este misterio.

Lucas sabe muy bien de este acontecer exterior. Entre los evangelistas -y también los Hechos de los apóstoles son Evangelio-, Lucas muestra especial sentido e interés por lo histórico. Precisamente en la parte tercera del libro, su relato se basa en gran manera en información y conocimiento personal del mundo por el que van los caminos de la misión. Gracias a sus datos geográficos, es posible encuadrar con bastante probabilidad el itinerario de la misión de Pablo en el mapa de la cuenca mediterránea. El camino y la historia de la Iglesia tienen múltiples entrelazamientos con las circunstancias históricas. Chipre, patria de Bernabé (Mat_4:36), es la meta primera. Bernabé es todavía quien dirige, su nombre precede todavía al de Saulo. Pronto cambiará esta situación. El nombre del otro aparecerá cada vez más en primera línea. El amigo desinteresado, que había allanado el camino de la Iglesia al antiguo enemigo del Evangelio, ve cómo éste se va elevando por encima de él y cómo acaba por seguir su propio camino por su cuenta (como lo muestra gráficamente 15,36-40). Los méritos personales y los derechos adquiridos no deben interponerse en el camino cuando el Espíritu está en acción y llama a otro a mayores quehaceres por encima de nosotros.

Las sinagogas de los judíos, que entonces existían en todas las localidades de alguna importancia en torno al mar Mediterráneo, ofrecen también en Chipre la oportunidad preparada en la historia de la salvación a los pregoneros del Evangelio. También Pablo -no obstante la convicción de su misión de apóstol de los gentiles-, se dirigió, por principio, primeramente a los judíos. Pese a todas las desilusiones y fracasos, se atuvo firmemente a lo que declara en la carta a los Romanos (1,16): El Evangelio «es poder de Dios para salvar a todo el que cree: tanto al judío, primeramente, como también al griego». Y en la misma carta escribe: «Estoy hablando a vosotros, los gentiles: en el grado en que soy precisamente apóstol de los gentiles, hago honor a este servicio, para ver si con ello logro provocar celos en los de mi raza y así salvar siquiera a algunos de ellos» (11,13s). El mago que estaba al servicio del procónsul romano Sergio Paulo es una de esas figuras que producía el sincretismo entonces dominante en la mezcla de religiones y cultos orientales, judíos y helenísticos. Pensamos en Simón el Mago, con el que se encontró Pedro en Samaría (8,9-13). La designación de «falso profeta» insinúa que Barjesús predicaba una doctrina secreta y trataba de convencer mediante hechos llamativos. En todos los tiempos y en todos los ámbitos culturales se enfrenta el mensaje del Evangelio con fenómenos semejantes. Con ocasión de tales acontecimientos muestran los Hechos de los apóstoles la fuerza superior del Espíritu Santo, que en los mensajeros de la fe vence todas las fuerzas que se le oponen.

Llama la atención el que precisamente en 13,9 aparezcan juntos los dos nombres, Saulo y Pablo. En adelante sólo se hablará de Pablo, excepto en los pasajes 22,7.13 y 26,14, que remiten al acontecimiento de Damasco. ¿Por qué tal cambio precisamente en este lugar? No es probable que el Apóstol tomara aquí por primera vez el nombre de Pablo, como en consideración del nombre del procónsul Sergio Paulo. Ni tampoco habrá que decir que con el bautismo y la conversión, del Saulo surgiera un Pablo. Si así fuera, el cambio de nombre habría debido tener lugar en el cap. 9. Al contrario, el nombre de Saulo se halla todavía en los textos que siguen al relato de la conversión, exactamente hasta 13,9. Habrá más bien que suponer que el hombre de Tarso, dotado de la ciudadanía romana por nacimiento (16,37; 21,25-29), tenía desde el principio dos nombres, uno de los cuales, Saulo (Saúl: 9,4; 22,7.13; 26,14), notifica su origen judío de la tribu de Benjamín (Phi_3:5), mientras que el nombre de Pablo -que se halla también en todas las cartas del Apóstol- está en correspondencia con el ámbito cultural romanohelenístico. Son frecuentes los ejemplos de esta doble denominación en el judaísmo. Recordemos a Juan Marcos (Phi_12:25), Jesús Justo (Col_4:11).

Por qué en realidad se cambian los nombres precisamente a partir de 13,9, sólo se puede explicar por conjeturas. El Apóstol se halla en Chipre, y en particular ante el procónsul de Roma, por primera vez en contacto oficial con el mundo romano-helenístico. Así podía parecer obvio usar entonces únicamente el nombre por el que era generalmente conocido el Apóstol de la Iglesia primitiva. Se puede además contar con la posibilidad de que el autor de los Hechos de los apóstoles dispusiera en este pasaje de dos tradiciones diferentes, de modo que 13,9 se pueda considerar como punto de sutura de ambas. La sentencia pronunciada por Pablo contra el mago en la convicción de su misión apostólica y de la presencia del Espíritu Santo, es un signo del irresistible poder del Señor. La figura del mago que había quedado ciego y que, envuelto en la oscuridad, busca una mano que lo guíe, viene a ser símbolo de las tinieblas que caen sobre quien se opone a la oferta de la salvación y trata de impedir que los que buscan la luz vean la salvación. A esta figura se contrapone la del procónsul Sergio Paulo, que impresionado por aquel signo, alcanzó la fe y la salvación. En este hecho -como ya en anteriores pasajes- vuelve a aparecer gráficamente el significado de los milagros y de los signos. Tienen el mismo sentido que los relatos de milagros de los Evangelios, y no deberíamos pasar por alto que también en las cartas de Pablo se registran testimonios formulados enérgicamente, en favor de la indisoluble asociación de signos operados carismáticamente y de misión apostólica (Rom_15:19; I,Cor 2,5; Gal_3:5; 1Th_1:5, etc.). En conexión con esto hay que tener presente lo que Pablo dice en ICor 12-14 sobre los dones carismáticos del Espíritu.

En este encuentro con Sergio Paulo queremos hacer notar ya con cuánta premeditación se describe la atención y la buena disposición para la fe del funcionario romano, a diferencia del mago judío y de su resistencia hostil. Constantemente nos hallaremos con este motivo en la continuación del relato.

3. EN PISIDIA (1Th_13:13-52).

a) Predicación de Pablo en Antioquía (Hch/13/13-41).

13 Desde Pafos, Pablo y sus compañeros se hicieron a la vela y llegaron a Perge de Panfilia. Juan, separándose de ellos, se volvió a Jerusalén. 14 Ellos, después de atravesar Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia y, habiendo entrado en la sinagoga el día sábado, se sentaron. 15 Después de la lectura de la ley y de los profetas, les mandaron aviso los jefes de la sinagoga diciendo: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla. 16a Se levantó Pablo e, indicando silencio con la mano, dijo:

Fuera del encuentro con Sergio Paulo, poco se dice de la misión en Chipre. El interés va dirigido a la tierra firme de Asia Menor. ¿Es Pablo el que insiste en que se continúe el viaje? Llama la atención que sólo se hable de «Pablo y sus compañeros». Cada vez más claramente aparece él en cabeza. Juan Marcos, que en 13,5 se menciona como ayudante en la misión, no estaba posiblemente de acuerdo con el cambio del campo de trabajo. Al arribar a tierra firme se separa del grupo. ¿Se debió esto a solidaridad con su primo Bernabé (Col_4:10)? En efecto, éste fue el que quiso primero llevar a Chipre, su patria, el mensaje de salvación. No conocemos con certeza la razón que movió a Juan a separarse. Para Pablo debió ser una decisión muy dolorosa y molesta. Esto se desprende del hecho de que según 15,37 ss se negara a tomar otra vez a Juan como compañero de viaje. Entonces se refirió expresamente a su comportamiento en Panfilia. Tomó tan en serio su negativa, que incluso cargó con el desabrimiento de Bernabé y la separación de él.

Con pocas alusiones se nos muestra así lo humano incluso en la primitiva Iglesia. Disposiciones y temperamentos opuestos dan lugar a tensiones y situaciones insoportables. No es del caso calibrar precipitadamente el grado de culpa y de flaqueza. Es posible que no fuera fácil entenderse en toda situación con un hombre como Pablo. Este nos aparece en los Hechos de los apóstoles, y también en sus cartas, como un temperamento brioso y fogoso, convencido de la justeza de su decisión, violento en el diálogo con su interlocutor. Era un hombre con un carácter lleno de tensiones y de polaridades, solamente frenado por aquel que le dijo: «Duro es para ti dar coces contra el aguijón» (26,14). Podemos imaginarnos la situación del joven Juan Marcos cuando prefiere desentenderse de Pablo. Que el desabrimiento volvió a calmarse lo muestra más tarde la carta a los Colosenses (4,10), en la que se asegura que «Marcos, el primo de Bernabé», acompaña al Apóstol prisionero.

En Antioquía de Pisidia volvemos a ver a Pablo y a Bernabé en la sinagoga de los judíos. Bastará con leer Rom_9:2-5, para ver que Pablo no puede abandonar la solicitud por la salvación de su pueblo. Esto es más que solidaridad nacional judía; es más bien una actitud marcada por el convencimiento de la vocación de este pueblo en la historia de la salvación. Al fin y al cabo, él mismo había incurrido en otro tiempo en el error de una ortodoxia segura de sí misma, en el que todavía se hallan la mayoría de sus compatriotas, y en sí mismo había experimentado lo que significan tales como éstas: «Todas las demás cosas las considero como pérdida a causa de la excelencia del conocimiento de Cristo», y «la justicia por la fe en Cristo, la que proviene de Dios a base de la fe» (Phi_3:8 ss). Así a él, que «había prosperado en el judaísmo más que muchos compatriotas míos (de Pablo), siendo en extremo celoso de las tradiciones de mis padres» (Gal_1:14), le apremia ahora, dondequiera que se encuentra con judíos, darles testimonio del camino de salvación en Cristo Jesús.

Así, Pablo participa en el culto en Antioquía y oye las lecturas que le son tan familiares, «de la ley y de los profetas». Se leían para oyentes judíos. Pablo oía los textos con oídos cristianos. Oye lo transitorio e incumplido en ellos, ve y siente lo que él mismo consigna emocionadamente en 2Co_3:6 ss: Dios «nos capacitó para ser servidores de la nueva alianza, no de letra, sino de espíritu; pues la letra mata, mientras que el espíritu da vida. Pues si aquel servicio de la muerte, grabado con letras sobre piedras, fue glorioso, de suerte que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, a pesar de ser perecedera, ¿cuánto más glorioso será el servicio del espíritu?... Porque lo que entonces fue glorificado no quedó glorificado a este respecto, comparado con esta gloria tan extraordinaria... Hasta hoy, pues, cuantas veces se lee a Moisés, permanece el velo sobre sus corazones; pero "cuantas veces uno se vuelve al Señor, se quita el velo" (Ex 34.34)». Con esta clase de pensamientos en el alma pudo haber escuchado Pablo cuando desde su vivencia de Cristo y su experiencia de la salvación oía las palabras del lector de la sinagoga: exteriormente, como uno de los judíos congregados, pero interiormente muy distinto. Y comprendemos que aceptara inmediatamente la invitación de los jefes de la sinagoga y dirigiera a los reunidos una palabra de exhortación, como se pedía a los dos forasteros. Entre los oyentes había judíos de nacimiento, «hombres de Israel», y otros pertenecientes a la población no judía, que en calidad de temerosos de Dios simpatizaban con el culto judío y que en parte se habían adherido a la sinagoga como verdaderos prosélitos. Precisamente este grupo es importante, pues en él se revela la expectativa de salvación de los gentiles y asoma el campo de trabajo que ahora se abre y se va extendiendo más y más y ha de ser el propio del Apóstol de los gentiles.

16b «Hombres de Israel y los temerosos de Dios, oíd. 17 El Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres y exaltó al pueblo durante su destierro en el país de Egipto, y con brazo firme los sacó de él. 18 Cerca de cuarenta años aguantó su conducta en el desierto, 19 y habiendo exterminado a siete naciones en el país de Canaán, les dio su tierra en herencia 20 durante casi cuatrocientos cincuenta años. Después les proporcionó jueces, hasta el profeta Samuel. 21 Luego pidieron un rey, y Dios les concedió a Saúl, hijo de Cis, hombre de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. 22 Después de rechazar a éste, les suscitó a David por rey, del cual además dio testimonio diciendo: He hallado en David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que hará en todo mi voluntad (Psa_89:21; lSam 13,14). 23 De la descendencia de éste, según la promesa, Dios ha hecho salir para Israel un salvador, Jesús, 24 precedido por Juan, que predicó antes de su llegada un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel. 25 Y cuando estaba a punto de terminar su carrera, Juan decía: Yo no soy lo que pensáis que soy; sino que detrás de mí viene aquel de quien yo no soy digno de desatar la sandalia de sus pies (cf. Luk_3:16).

La forma en que se presenta la predicación de Pablo en la sinagoga se debe sin duda a la labor literaria de Lucas, como resulta de la comparación con la pieza correspondiente del sermón de Pedro en pentecostés y también con partes del discurso de Esteban ante el sanedrín (Luk_7:2-53). Sin embargo, conviene notar que cada relato lleva sus propios acentos, puestos eficazmente en consonancia con la situación respectiva.

En una densa mirada retrospectiva a las obras salvíficas de Dios en favor del pueblo elegido por él y liberado de la esclavitud, se muestra la línea de la historia de la salvación que conduce al verdadero «Salvador», a Jesús. La historia precristiana aparece marcadamente en lo que tiene de transitorio y pasajero. Deliberadamente se pone ante los ojos de los oyentes judíos la promesa del Salvador en la figura de David. Pero sobre todo se muestra claramente cómo el Dios del pueblo de Israel es el que dirige el curso de la historia y, por encima de toda insuficiencia humana conduce a la plenitud de los tiempos, al salvador Jesús. Conscientemente se sitúa Pablo sobre el fondo de historia de la salvación, sobre el que se sabe ligado con sus oyentes judíos. Desde esta situación común quiere despertar la atención hacia lo que va a proclamar tocante a este Salvador Jesús, verdadero cumplidor de la promesa. El carácter provisional y transitorio de lo precedente en comparación con la plena realidad salvífica aparece también claro en la figura del precursor Juan Bautista (cf. 1z5; Luk_1:22; Luk_10:37; Luk_18:25; Luk_19:3 s).

26 »Hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios: a nosotros ha sido enviado un mensaje de salvación. 27 Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes, al condenarlo, cumplieron, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado; 28 y sin encontrar causa alguna de muerte, pidieron a Pilato que lo condenara. 29 Cuando hubieron realizado todo lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz, y lo pusieron en un sepulcro. 30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, 31 y él se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora testigos suyos ante el pueblo. 32 Porque nosotros os anunciamos que la promesa hecha a los padres, 33 Dios la ha cumplido en favor de los hijos, que somos nosotros, suscitando a Jesús, como ya estaba escrito en el Salmo segundo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy (Psa_2:7). 34 Y que lo había de resucitar de entre los muertos de manera que no volviera a la corrupción, lo había dicho con estas palabras: Os daré lo santo, lo que no ha de fallar, prometido a David (Isa_55:3). 35 Y en otro lugar: No dejarás que tu santo experimente corrupción (Psa_16:10). 36 Ahora bien; David, después de haber servido durante su vida al designio de Dios, murió y fue a reunirse con sus padres y experimentó corrupción. 37 Pero este a quien Dios resucitó no experimentó corrupción.

La nueva interpelación, «hermanos» -con que se reanuda el discurso y que, como en el sermón de pentecostés (Psa_2:22), es característica del estilo de Lucas-, conduce al verdadero mensaje de salvación. El Apóstol se sabe unido con sus oyentes como con sus «hermanos» en Abraham. Aun en su calidad de cristiano, reconoce a Abraham. Por la carta a los Romanos (Psa_4:1-25) y también por la carta a los Gálatas (Psa_3:6-14) sabemos cuán profundamente comprende e interpreta la posición de Abraham en la historia de la salvación y su paternidad basada en la fe y extendida más allá del judaísmo. En razón de esta paternidad universal puede interpelar también como «hermanos», con un nuevo sentido de la palabra, a los gentiles «temerosos de Dios» que se hallan entre sus oyentes. También según Pablo es innegable la culpa de los judíos en la muerte de Jesús: así lo dice nuestro texto. Pero precisamente esta culpa está en una relación de profundo misterio con el hecho de que los judíos, con su modo de proceder, contribuyeron inconscientemente al cumplimiento de lo que había sido predicho por los profetas. Pablo insinúa un misterio insoluble para la razón humana, cuando dice: «Cuando hubieron realizado todo lo que de él estaba escrito... » Esto nos recuerda el discurso de pentecostés, cuando dice Pedro que Jesús «fue entregado según el plan definido y el previo designio de Dios» (Psa_2:23), como también lo que dice en 3,18: «Dios cumplió así lo que ya tenía anunciado por boca de todos los profetas: que su Mesías había de padecer.» La profesión de la conformidad de la pasión de Jesús con las Escrituras forma parte, desde el principio, del kerygma de la Iglesia. Esto lo proclaman también insistentemente las cartas de Pablo, en particular esta frase procedente de la tradición más primitiva: «Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras» (1Co_15:3).

Con la prueba de que en la pasión de Jesús se cumplió la Escritura, toca la predicación apostólica un punto de la mayor trascendencia. La muerte de Jesús debía demostrarse así como llena de sentido, como un hecho que, en definitiva, sólo se puede interpretar en función de la voluntad salvadora de Dios. Precisamente para judíos, cuya expectativa de salvación se basaba en muy diferentes representaciones del Mesías, significa la muerte de Jesús en cruz un obstáculo muy difícil de superar para aceptar el Evangelio. Si se lee 1Co_1:18-31, se verá cómo Pablo, con un profundo razonamiento, se esfuerza en despertar una inteligencia de la teología de la salvación, o sea de la cruz, que es «escándalo para los judíos y locura para los griegos».

Sin embargo, la verdadera interpretación de la cruz la dio el kerygma apostólico con el mensaje que nosotros entendemos como mensaje fundamental de la predicación neotestamentaria de la salvación: es el mensaje de la resurrección del Salvador muerto en el leño y depositado en el sepulcro. Una vez más la aserción de Pablo tiene afinidad con lo que en los capítulos precedentes se presenta como palabra de Pedro (1Co_2:24-35; 1Co_3:15; 1Co_10:39.43). Cuando se dice que «lo bajaron de la cruz y lo pusieron en el sepulcro» -sin dar a conocer, como en Luk_23:50-56, quiénes fueron los que lo hicieron-, se trata de resaltar así, en una fórmula plasmada en términos de profesión de fe, primero el hecho efectivo de la sepultura, y luego, con ello, la plena realidad de la muerte de Jesús.

Ahora bien, con esto empalma la confesión, decisiva para la fe, de que en este Jesús muerto y puesto en el sepulcro, se verificó el gran milagro de la vida: «Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.» Esta frase tan llena expresa ese misterio central, en el que hallan su razón y su validez todos los demás enunciados en la palabra de salvación. Precisamente con la resurrección de entre los muertos, que es más que una restitución a la existencia terrestre y significa más bien la acogida de Jesús en la gloria de Dios, cobró sentido, vino a ser beatificante y a convertirse en verdadero mensaje de salvación la palabra de la cruz que carecía de sentido y resultaba decepcionante.

Se comprende, pues, que esta predicación de Pablo -al igual que el discurso de pentecostés de Pedro- se detenga en exponer en detalle y en razonar este misterio fundamental del Evangelio. La Iglesia primitiva, pese a su convicción de lo inexplicable de la resurrección de Jesús, pone el mayor empeño en probar su realidad y credibilidad. Dos testimonios se asocian en su mensaje. Esto lo muestra también claramente el discurso de Pablo en este pasaje. Con razón se sitúa en primer lugar la referencia a esos testigos ante el pueblo, a los que el Resucitado se apareció «durante muchos días» 8.

Pensemos de nuevo en los términos en que está formulado el discurso de Pedro: «A éste Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible, no a todo el pueblo, sino a los testigos señalados de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de haber resucitado él de entre los muertos» (10,40). Y en su discurso de pentecostés aseveraba Pedro: «A este Jesús Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos de ello» (2,32). La importancia de las apariciones del Resucitado ante testigos concretamente determinables se muestra, de la manera más impresionante, en el testimonio más antiguo de la resurrección en el Nuevo Testamento, a saber, el que se halla en 1Co_15:3-17. Aquí Pablo, remitiendo explícitamente a la tradición que había recibido, enumera los testigos a quienes se apareció Jesús.

Al testimonio que se puede alcanzar históricamente, de aquellos a quienes se apareció el Resucitado, se añade, en la más estrecha asociación, como segunda motivación, el testimonio de los escritos del Antiguo Testamento, expuesto teológicamente. El Salmo segundo, interpretado más allá del sentido literal, en sentido del rey mesiánico de la salvación, se entiende repetidas veces en sentido cristológico en el Nuevo Testamento (cf. Luk_3:23; Luk_4:25 ss; Heb_1:5; Heb_5:5). Las palabras «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy» se entienden aquí, sin duda, en el sentido de la resurrección por cuanto que Cristo que reposa en el sepulcro vino llamado a nueva vida («engendrado») en la resurrección «por la gloria del Padre» (Rom_6:4). En realidad pudiera también ser que las palabras se debieran referir globalmente a la misión y dignidad de Jesús en su calidad de «Hijo de Dios» y por tanto sólo implícitamente a la resurrección. También se pueden relacionar con la generación por el Espíritu en la encarnación del «Hijo de Dios» (Luk_1:35; Mat_1:18 ss), si se parte del supuesto de que Jesús, en razón de su generación, está sustraído a la ley general de la corrupción y también, en cuanto a su cuerpo, está destinado a una existencia gloriosa. También el significado del salmo 16 en sentido de Jesús nos es familiar por el discurso de Pedro en pentecostés. Si se toma el texto del Antiguo Testamento griego, el de los setenta, que es el que emplea Pablo, entonces, en una exégesis libre, que respondía a la interpretación rabínica de la Escritura, no es imposible referir las palabras del salmo 16, por encima del sentido literal, a la preservación de Jesús de la corrupción y a su liberación del sepulcro. Para poder adoptar esta interpretación, el discurso de Pablo se apoya suplementariamente en Isa_53:3, cuyo texto y sentido, no resultan por cierto, claro en nuestro pasaje. El punto de enlace de estos dos textos de la Escritura está en el concepto de «santo», pudiéndose así pensar en enunciados, en los que Jesús viene llamado el «Santo» en sentido eminente (cf. Luk_1:35; Luk_4:35; Joh_6:69; Act_3:14).

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8. El número indeterminado de días no debe estar necesariamente en contradicción con los «cuarenta días» mencionados en 1,3. Lucas no trata de fijar matemáticamente la duración de las apariciones del Resucitado, aunque si se tienen en cuenta los cincuenta días después de pascua en que se fija la fiesta de pentecostés en 2,1, tenemos una confirmación material de los cuarenta días, en conexión con 1,5.

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38 »Sabed, pues, hermanos, que por medio de él os anuncia la remisión de los pecados, y que de todas aquellas cosas de las cuales no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, 39 es justificado por él todo el que cree. 40 Mirad, pues, no sobrevenga lo que está dicho en los profetas: 41 Ved, menospreciadores, admiraos y desapareced; porque voy a realizar en vuestros días una obra que no la creeríais si os la contaran (Hab_1:5).»

Para el pensar judío, las palabras de Pablo significan una provocación inaudita. La desvalorización de la ley es un ataque contra la tradición y organización teológica de la vida, profundamente enraizada entre los judíos. Pablo presiente la resistencia que necesariamente ha de suscitar entre sus oyentes. Así se comprende que inmediatamente pase a una enérgica amonestación y saque del contexto veterotestamentario unas palabras del profeta para referirlas como amenaza, en una exégesis acomodaticia, a aquellos que rechazan despectivamente la oferta de salvación en Cristo. Esto recuerda las palabras de Esteban, con las que su discurso ante el sanedrín se convierte en la más severa acusación (Hab_7:51 ss). No aparece claro a qué haya que referir las palabras del profeta relativas a la «obra» inaudita que es inminente. Parece haberse interpretado en sentido de la obra de la misión mundial que se inicia ahora con todo el poder del Espíritu, en la cual se verificará algo increíble para los judíos, a saber, que los gentiles experimenten la «justicia de Dios» «independientemente de la ley» (Rom_3:21). Esta interpretación no excluye que, con la mirada al futuro, se asocie también la idea de la victoria escatológica de Cristo al «final de los tiempos» (Mat_28:20).

b) Pablo y Bernabé se dirigen a los gentiles (Hch/13/42-52).

42 A la salida, les rogaban que el sábado siguiente volvieran a hablarles de estas cosas. 43 Y disuelta la reunión, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y a Bernabé, los cuales, conversando con ellos, trataban de persuadirlos a que permanecieran en la gracia de Dios. 44 Al sábado siguiente, casi toda la ciudad se congregó para escuchar la palabra de Dios. 45 Pero al ver los judíos la muchedumbre, se llenaron de envidia y contradecían con injurias las afirmaciones de Pablo. 46 Más y más enardecidos, Pablo y Bernabé decían: «A vosotros teníamos que dirigir primero la palabra de Dios; pero en vista de que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles. 47 Porque así nos lo ha ordenado el Señor: Te he constituido luz de los gentiles para que tú lleves la salvación hasta el fin de la tierra» (Isa_49:6). 48 Al oír esto los gentiles, se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron cuantos estaban destinados a la vida eterna. 49 La palabra del Señor se divulgaba por toda la región. 50 Pero los judíos instigaron a las mujeres temerosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, y levantaron una persecución contra Pablo y Bernabé, arrojándolos de sus confines. 51 Ellos, pues, sacudiéndose el polvo de sus pies contra aquéllos, se fueron a Iconio, 52 mientras los discípulos quedaban llenos de gozo y de Espíritu Santo.

Esta sección debe enfocarse como un todo, en el que se entrelazan motivos que son característicos de todos los relatos ulteriores sobre la actividad de Pablo. En el fondo se halla la tensión entre judíos y gentiles, tensión que se remonta a la historia veterotestamentaria del pueblo judío, pero que en el período que siguió al exilio alcanzó su punto culminante en los rabinos fariseos, que se aislaban de todo el mundo no judío. Cierto que el judaísmo tenía un fuerte interés misionero, pero éste radicaba en la estrecha conciencia de misión de una ortodoxia petrificada y de una intolerancia presuntuosa. Partiendo de este supuesto se ha de entender el estallido de la hostilidad contra Pablo y Bernabé. Diferentes motivos pudieron actuar conjuntamente, entre ellos, sin género de duda, el disgusto por el éxito sorprendente de los dos hombres entre la población pagana. Pero, después de todo, el motivo más hondo era la nueva doctrina de salvación dirigida contra la ley judía, que al mismo tiempo era una recusación de la organización mosaica, de la que formaban parte en primer lugar la circuncisión y las leyes cultuales.

¿Cómo se comportan los atacados? La vocación del judaísmo para la salvación prometida en el Antiguo Testamento viene reconocida plenamente por los mensajeros del Evangelio, incluso en esta situación de tensión. Como Pedro había dicho a los judíos en 3,26: «Para vosotros, los primeros, ha suscitado Dios a su siervo y lo ha enviado a bendeciros», así también se dice aquí: «A vosotros teníamos que dirigir primero la palabra de Dios.» Los Hechos de los apóstoles mostrarán constantemente cómo Pablo respeta este privilegio del judaísmo en la historia de la salvación, pero una y otra vez pasa por la amarga experiencia que aquí se ha mostrado gráficamente.

Quien haya reflexionado sobre las ideas de Rom 9-11 habrá experimentado cómo Pablo durante toda su vida estaba impresionado hasta lo más hondo por la cuestión de por qué Israel había rechazado la oferta de salvación y con ello había indicado al Evangelio el camino hacia los gentiles. Aquí, en Antioquía de Pisidia, podemos ver cómo se efectuó este paso del mensaje de salvación, de la sinagoga al mundo no judío. Nótese que en nuestro texto este mensaje viene designado dos veces como «palabra de Dios», e inmediatamente después, también dos veces, como «palabra del Señor». Las palabras de Isa_49:16, que allí van dirigidas al «Siervo de Yahveh» y que por la Iglesia primitiva vienen referidas a Jesús en su calidad de tal (cf. Act_3:13.26; Luk_2:32), aquí vienen puestas sorprendentemente por Pablo en boca de Jesús, el «Señor», para así hacer remontar a Dios, a través de Cristo, el encargo de misión de los gentiles confiado al Apóstol. Sería conveniente no considerar tal uso de la Escritura como pura arbitrariedad y más bien aprender aquí cuán profundas son al fin y al cabo para el creyente las conexiones internas latentes en la «palabra de Dios». Un rasgo especial de la imagen de la Iglesia de Cristo trazada en los Hechos de los apóstoles se hace patente en la frase con que se cierra nuestro relato: «Los discípulos quedaban llenos de gozo y de Espíritu Santo.» Constantemente nos encontramos con este gozo, como algo que distinguía de los otros a los hombres que eran creyentes en el verdadero sentido de la palabra. Este gozo provenía de la experiencia del mensaje de salvación y del «poder de Dios» (Rom_1:16) en él latente, y sobre todo del hecho de percatarse personalmente del misterio que en el Nuevo Testamento viene llamado «Espíritu Santo». Sin la proximidad eficiente de este misterio, sería inconcebible el origen y desarrollo de la Iglesia en el mundo de entonces, como nunca lo atestiguarán demasiado los Hechos de los apóstoles. Con este Espíritu deberá contar la Iglesia ininterrumpidamente, si quiere ser viva y comunicar vida.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



III. Difusión de la Iglesia en el Mundo Greco-Romano, 13:1-28:31.

Bernabé y Saulo, elegidos para el apostolado a los gentiles, 13:1-3.
1 Había en la iglesia de Antioquía profetas y doctores: Bernabé, Simeón, llamado Niger, y Lucio de Cirene; Manahem, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. 2 Un día, mientras celebraban la liturgia en honor del Señor y guardaban los ayunos, dijo el Espíritu Santo: Segregadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. 3 Entonces, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.

Comienza una nueva etapa en la historia de la Iglesia, con extensión de la predicación evangélica al mundo gentil. Propiamente esta etapa había comenzado ya con la predicación a los gentiles en Antioquía (11:20-26), después del arranque inicial dado por Pedro (10:1-11:18); pero es ahora, al iniciarse las grandes expediciones apostólicas a través del imperio romano, cuando de hecho esa predicación adquiere carácter plenamente universal.
La escena que aquí reproduce San Lucas (v.1-3) es el punto de partida para esas grandes expediciones. Nos hallamos en la iglesia de Antioquía, cuya fundación e importancia ya nos son conocidas (cf. 11:19-30). Bernabé y Saulo habían regresado de Jerusalén, cumplida la misión que se les había encomendado sobre las colectas (12:25). El Espíritu Santo, lo mismo que en otras ocasiones de importancia (cf. 2:4; 8:29; 10:19; 15:28; 16:6-7; 20:23), es también aquí quien toma la decisión. En efecto, mientras la iglesia se hallaba reunida, celebrando la liturgia 116 en honor del Señor (ëåéôïõñãïýíôùí äå áõôþí ôù Êõñßù) y ayunando, dice el Espíritu Santo a través de alguno de los profetas allí presentes: Segregadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (v.2). No se dice ahí explícitamente cuál es esa obra, pero por la continuación del relato se ve claramente que se trataba del apostolado entre los gentiles, y que así lo entendieron los allí reunidos (v.3). De Saulo ya Dios había revelado anteriormente que había sido elegido para este apostolado (cf. 9:15; 22:21; 26:17); de Bernabé nada sabíamos a este respecto, a no ser que queramos verlo insinuado en el hecho de haber sido elegido por los apóstoles para que fuese a Antioquía, una vez que se tuvo noticia de que había comenzado allí la predicación a los gentiles (cf. 11:22).
Ante esa orden del Espíritu Santo, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron (v.3). Probablemente, como parece insinuar ese después de orar y ayunar, esto se hizo en una reunión posterior, no en la misma en que habían recibido la orden del Espíritu Santo.
Hasta aquí, si nos quedamos en estas líneas generales, la cosa no ofrece grave dificultad. Pero hay en la narración de San Lucas algunos puntos oscuros, que han dado lugar a muchas discusiones, y que conviene analizar. Nos referimos sobre todo a poder concretar quiénes son esos profetas y doctores que parecen estar a la cabeza de la iglesia de Antioquía (v.1), y cuál es el significado de la imposición de manos sobre Pablo y Bernabé (v.3).
Referente a los profetas y doctores, se nos da el nombre de cinco, repartidos en dos grupos: uno de tres y otro de dos. Suponen algunos que los tres primeros serían profetas, y los dos últimos, doctores; pero nada podemos afirmar con certeza. Ocupa el primer lugar de la lista Bernabé, que debía ser algo así como el administrador apostólico de aquella iglesia (cf. 11:22-24); el último lo ocupa Saulo, el antiguo perseguidor convertido, que había sido llevado allí por Bernabé (cf. 11:25). De los otros tres (Simeón, Lucio y Manahem) nada sabemos, sino lo que aquí dice San Lucas. El hecho de que Lucio se presente como de Cirene da derecho a pensar que pertenezca al grupo de dispersados con ocasión de la muerte de Esteban que evangelizaron Antioquía (cf. 11:20). De Manahem se dice que era hermano de leche (óýíôñïöïò) del tetrarca Herodes, lo cual puede interpretarse, o en sentido más general de educado juntamente, o en sentido más estricto, en cuanto que su madre hubiera sido elegida para nodriza del pequeño Herodes. Evidentemente se trata de Herodes Antipas, el que aparece cuando la vida pública de Jesucristo (cf. Mar_6:14; Luc_23:8), único de los Herodes que llevó el título de tetrarca.
Supuestos estos datos, la cuestión fundamental, y fuertemente debatida, es la de determinar cuál es el cargo u oficio que late bajo los nombres profetas y doctores. De profetas, no de doctores, se habla también en 11:27-28 y 15:32. Parece que desarrollaban su misión sobre todo en la liturgia comunitaria, y eran designados con esos nombres por razón de su función: los que anuncian el mensaje bajo el impulso e iluminación del Espíritu (= profetas), y los dedicados a la instrucción cristiana ordinaria explicando la parádosis o tradición apostólica (= doctores). A ellos alude también Pablo (cf. 1Co_12:28; Efe_4:11) y la Didaché (Efe_13:1-3; Efe_15:1-2), obra perteneciente a la primera generación cristiana, no posterior quizá a los mismos evangelios sinópticos.
Según todos los indicios, estos profetas y doctores pertenecían al ministerio regular eclesiástico y, en definitiva, eran los que, junto con los apóstoles, llevaban en un principio la dirección de las comunidades. Hay un texto en la Didaché, que creo puede darnos bastante luz en toda esta cuestión. El texto viene a continuación de una instrucción relativa a la eucaristía, y dice así: Elegios, pues, obispos y diáconos dignos del Señor.., pues también ellos os administran el ministerio de los profetas y doctores. Y añade: No les despreciéis, pues ellos son los honorables entre vosotros, juntamente con los profetas y doctores (Efe_15:1-2). Parece claro que el autor de la Didaché, al menos por lo que se refiere a su comunidad, está escribiendo en el momento de transición del ministerio de profetas y doctores al de obispos y diáconos. No porque éstos hayan de excluir a aquéllos, sino porque aquéllos, ordinariamente de condición itinerante (cf. Did. 11:1-13:7), no estaban siempre de asiento en la comunidad, y para la fracción del pan se necesitaba algo más estabLc. De ahí ese: elegios, pues, .., a continuación de la instrucción sobre la eucaristía, y de ahí también ese: No les despreciéis.., pues los obispos y diáconos, por eso de ser clero indígena, nacido de la misma comunidad, tenían peligro de ser menos respetados que los profetas y doctores, generalmente misioneros ambulantes venidos de fuera. Tendríamos, pues, explicada la relación entre profetas-doctores de una parte, y obispos-diáconos de otra, no siendo éstos sino como prolongación y representantes de aquéllos en las iglesias locales. Del carácter sacerdotal de los profetas no parece caber duda, pues son llamados jefe de los sacerdotes, y podían celebrar la eucaristía lo mismo que los obispos (cf. Did. 10:7; 13:3).
En resumen, estos profetas y doctores que dirigen la liturgia comunitaria en Antioquía, no son simples carismáticos en el sentido que hoy suele darse a esta palabra personas privadas o públicas a quienes el Espíritu Santo favorece con gracias especiales 117 , sino personas que pertenecían al ministerio regular eclesiástico y que, aun sin estar favorecidas con gracias especiales, eran designadas con esos nombres por razón de la misión que desempeñaban. Claro está que eso no era obstáculo para que, en ocasiones, fuesen favorecidas también con dones especiales (cf. 11:28); mas eso era de carácter puramente transitorio, como lo era el don de lenguas o el don de hacer milagros, mientras que el ser profeta o doctor era de carácter permanente, y para eso bastaba lo que en lenguaje moderno llamaríamos hoy gracia de estado. En cabeza, antes que el profeta y el doctor, estaba el apóstol (cf. 1Co_12:28), encargado, a lo que parece, de difundir el Evangelio allí donde no había sido aún predicado (cf. Did. 11:3-6). Poco más adelante (cf. 14:4.34) vemos que Pablo y Bernabé son llamados apóstoles.
Referente a cuál sea el significado de la imposición de manos sobre Bernabé y Saulo (v.3), la opinión tradicional, con terminología al uso, ha querido ver en ese rito como su consagración episcopal, a fin de que pudiesen fundar nuevas iglesias y ordenar sacerdotes, como vemos que de hecho harán luego (cf. 14:23). Dicho rito vendría a tener el mismo significado que en 6:6, con la diferencia de que allí era en orden al diaconado, y aquí en orden al episcopado.
Sin embargo, conforme es opinión hoy bastante general entre los autores, más bien nos inclinamos, atendido el contexto, a que en este caso la imposición de manos no es para conferir ningún oficio o cargo permanente, sino que tiene un sentido mucho más general; es, a saber: el de implorar sobre Bernabé y Saulo la bendición de Dios en orden a la misión que iban a comenzar, algo semejante a cuando la imposición de manos de Jesucristo sobre los niños (cf. Mat_19:13-15) o la de los patriarcas sobre sus hijos (cf. Gén_48:14 :15), pidiendo la bendición de Dios sobre ellos en orden a su vida futura. Así parece exigirlo, además, el modo como termina San Lucas la descripción del viaje: Regresaron a Antioquía, de donde habían salido, encomendados a la gracia de Dios, para la obra que habían realizado (Mat_14:26). Desde luego, sería bastante extraño que Bernabé y Saulo careciesen de una potestad que ciertamente tendrían los otros profetas y doctores del grupo, puesto que se la conferían a ellos; tanto más, que Bernabé, primero en la lista, parece debía de ser el principal en la iglesia de Antioquía (cf. 11:22-26).
Una última pregunta: ¿quiénes son los que imponen las manos a Bernabé y a Saulo? ¿Son todos los fieles de la asamblea, o son sólo los profetas y doctores? Es evidente que en toda esta narración (v.1-3), aunque se supone la presencia de fieles, San Lucas, a quienes tiene directamente en el pensamiento es a los profetas y doctores del v.1, que serían los que celebraban la liturgia. y ayunaban (v.2), y los que después de orar y ayunar, imponen las manos a Bernabé y a Saulo y los despiden (v.3). Sin embargo, aunque Lucas no lo afirme explícitamente, es de suponer que, al menos por lo que se refiere a la oración y ayuno, sería también cosa de los fieles. Quizás haya de decirse lo mismo respecto de la imposición de manos.
Primer viaje misional de Pablo y Bernabé. 13:4-15:35

Evangelizan la isla de Chipre, 13:4-12.
4 Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron a Chipre, 5 En Sala mina predicaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, teniendo a Juan por auxiliar, 6 Luego atravesaron toda la isla hasta Pafos, y allí encontraron a un mago, falso profeta, judío, de nombre Barjesús. 7 Hallábase éste al servicio del procónsul Sergio Pablo, varón prudente, que hizo llamar a Bernabé y a Saulo, deseando oír la palabra de Dios. 8 Pero Eli más el mago, que eso significa este nombre , se le oponía y procuraba apartar de la fe al procónsul. 9 Mas Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavando en él los ojos, 10 le dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11 Ahora mismo la mano del Señor caerá sobre ti y quedarás ciego, sin ver la luz del sol por cierto tiempo. Al punto se apoderó de él la tiniebla y la oscuridad, y daba vueltas buscando quien le diera la mano. 12 Al verlo, creyó el procónsul, maravillado de la doctrina del Señor.

Comienza el primero de los tres grandes viajes misionales de Pablo. Al principio de este primer viaje, el jefe moral de la expedición parece ser Bernabé, nombrado siempre el primero (cf. 12:25; 13:1-2-7); Pero muy pronto los papeles se invierten, y Pablo aparecerá continuamente en cabeza (13:9-13-16-43-50). Llevan con ellos, en condición de auxiliar (v.5), a Juan Marcos, primo de Bernabé, y que ya nos es conocido (cf, 12:12.25). Probablemente estamos en el año 45, y el viaje durará hasta el 49.
La primera etapa del viaje será Chipre, patria de Bernabé (cf. 4:36). En esta isla eran muy numerosas las colonias judías, particularmente a partir de Herodes el Grande, que tomó en arriendo de Augusto las abundantes minas de cobre allí existentes, con cuya ocasión se trasladaron a la isla muchos judíos 118. Los misioneros, saliendo de Antioquía, habían embarcado rumbo a Chipre en Seleucia (v.4), considerada como el puerto de Antioquía, de la que distaba unos 25 kilómetros, y situada en la desembocadura del Orontes. Llegados a Salamina, el puerto principal de Chipre en la costa oriental, comienzan a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos (v.5). Tal será la táctica constante de Pablo: comenzar dirigiéndose primero a los judíos (cf. 13:14; 14:1; 16:13; 17:2.10.17; 18:4.19; 19:8; 28:17), y ello no sólo porque era una manera práctica de poder introducirse fácilmente en las nuevas ciudades adonde llegaba, sino en virtud del principio de que el don del Evangelio debía ser ofrecido en primer lugar a Israel, la nación depositaría de las promesas mesiánicas (cf. 2:39; 3:26; 13:46; 1 Rom 1:16).
No sarjemos si el resultado de la predicación en Salamina fue abundante, ni cuánto tiempo duró la predicación en esa ciudad. Tampoco sabemos si al atravesar de Salamina a Pafos (v.6), puerto occidental de Chipre, en el extremo opuesto de la isla, a unos 150 kilómetros de Salamina, se detuvieron a predicar en los pueblos que encontraban al paso. Es de suponer que sí, pues las colonias judías debían ser numerosas en todos esos lugares; pero la narración de San Lucas nada dice a este respecto.
De la predicación en Pafos tenemos ya datos más concretos. Era Pafos la capital política de la isla, residencia del procónsul romano, a la sazón un tal Sergio Pablo (v.7). Entre las personas de que estaba rodeado el procónsul 119 había un judío, de nombre Barjesús (= hijo de Jesús o Josué), considerado como mago (v.6). Parece que entre los griegos era conocido con el nombre de Elimas (v.8), probablemente forma griega del árabe alim (de donde el moderno ulema), que equivale a sabio o también mago, pues en Oriente el término mago no tenía el sentido peyorativo de charlatán o hechicero que hoy tiene entre nosotros, sino el de hombre instruido en las ciencias filosófico-naturales, conocedor de los secretos de la naturaleza. Si en la narración de San Lucas se le llama también falso profeta (v.6), ello es debido probablemente a que, en ocasiones, quizás, pretendiera derivar de su ciencia conclusiones de tipo religioso, presentándose como enviado de Dios y conocedor del futuro.
Este Barjesús se oponía abiertamente a la conversión del procónsul (v.8), que mostraba deseos de oír la palabra de Dios (v.7). La razón de esa oposición no se especifica. Quizás fuera simplemente por no perder su posición ante el procónsul, si éste se convertía; o quizás fuera por cuestión de principio, oponiendo, como judío, doctrina a doctrina, es decir, negando a Pablo que Jesús de Nazaret fuera el Mesías y exponiendo, a su vez, ante el procónsul las esperanzas mesiánicas tal como él y el pueblo judío las entendían. Desde luego, la reacción de Pablo contra él es fuerte (v.10); y no fueron sólo palabras, sino también hechos, haciendo que quedase ciego temporalmente (v.11; cf. Deu_28:29). La expresión hijo del diablo (v.10) quizás se la sugiriese a Pablo el nombre mismo del mago, como diciendo: más que Barjesús o hijo de salvación, lo que eres es Bar-Satán o hijo de perdición. Por lo demás, también Jesucristo llamó así a los judíos que se oponían a su predicación (cf. Jua_8:44).
El procónsul, a vista de lo acaecido, creyó (v.12). La opinión tradicional interpreta ese creyó en todo su amplio sentido, y no sólo como adhesión puramente intelectual, de tipo platónico, sin llevar las cosas a la práctica ni hacerse cristiano. Cierto que Lucas no dice que se bautizara, como hace en otras ocasiones (cf. 2:41; 18:8), ni quedan huellas en la historia antigua de la conversión de este personaje, que, sin duda, pertenecía a una de las principales familias del imperio; pero tampoco en otras ocasiones Lucas especifica lo del bautismo (cf. 4:4; 11:21), y el que no queden huellas de su conversión puede explicarse debido a que en esa época no había surgido aún en Roma la cuestión de los cristianos, y un noble, aunque fuese procónsul, podía hacerse cristiano o de cualquiera otra religión, sin que nadie se preocupara sobre el particular.
Es en esta ocasión, a partir del encuentro con el procónsul, cuando en la narración de los Hechos comienza a darse a Saulo el nombre de Pablo (v.6), que ya será el único nombre con que se le designará en adelante. Desde antiguo se ha discutido si es que toma este nombre por primera vez en recuerdo de la conversión de tan caracterizado personaje, o lo tenía ya de antes juntamente con el de Saulo. Parece mucho más probable esto último, pues era entonces frecuente entre los judíos, y orientales en general, el uso de doble nombre (cf. 12:12; 13:1; Col_4:11), uno hebreo, que se empleaba en familia, y otro greco-latino, para el trato con el mundo gentil. Tal debió de ser el caso de Pablo, quien, además del nombre hebreo Shaul, habría tenido ya desde el principio el nombre latino de Paulus. Esto para él era tanto más necesario cuanto que, por su condición de ciudadano romano (cf. 22:25-28), su nombre tenía que ser inscrito en los registros públicos, y no es fácil, dado el odio de los romanos contra los judíos, que tal inscripción se hiciese con nombre hebreo. Sin embargo, no habría comenzado a usar el nombre latino sino ahora, al iniciar sus grandes viajes apostólicos, en que tiene que ponerse en contacto con el mundo romano. Cumple así la norma que él mismo proclamará más tarde: me hice judío con los judíos.., gentil con los gentiles.., todo para todos, a fin de ganarlos a todos (1Co_9:20-22).
Carece de todo fundamento histórico la opinión sostenida por algunos autores, quienes, apoyándose en la etimología (paulus = pequeño), creen que Saulo quiso ser llamado Pablo por modestia y humildad. Tampoco tiene fundamento alguno la opinión reflejada en algunos apócrifos de que fue llamado así por ser de corta estatura.

Pasan los misioneros al Asia Menor,1Co_13:13-15.
13 De Pafos navegaron Pablo y los suyos, llegando a Perge de Panfilia, pero Juan se apartó de ellos y se volvió a Jerusalén. 14 Ellos, dejando atrás Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga en día de sábado, se sentaron, 15 Hecha la lectura de la Ley y de los Profetas, les invitaron los jefes de la sinagoga, diciendo: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación al pueblo, decidla.

Los misioneros, dejando Chipre, pasan al Asia Menor. Es de notar que Pablo aparece ya en cabeza de la expedición desde el primer momento (v. 13.16). La primera ciudad de que se hace mención en su recorrido es Perge de Panfilia (v.13), ciudad a unos 12 kilómetros del mar, situada a orillas del río Gestro. No sabemos si desembarcarían directamente en Perge, subiendo por el Cestro, o, de modo parecido a como harán a la vuelta (cf. 14:25), desembarcarían en Atalía, puerto principal de aquella región, y de allí subirían por tierra a Perge. Tampoco sabemos si se detuvieron a predicar en Perge, como vemos que ciertamente hicieron a la vuelta (cf. 14:25).
Más sea como fuere, allí debieron detenerse poco. Su plan era internarse más adentro, atravesando la cadena montañosa del Taurus. Esto debió de asustar a Juan Marcos, el cual, apartándose de ellos, se volvió a Jerusalén (v.13). Desde luego, se necesitaba valor para atravesar aquellas sierras, sin comodidad alguna, con caminos malísimos, expuestos al continuo peligro de salteadores y bandoleros; y este valor parece que faltó al joven Marcos. Acordándose sin duda de la tranquila casa de su madre en Jerusalén (cf. 12:12), decidió volverse allá. Algunos autores hablan de que quizás influyera también en su decisión el ver que Pablo había suplantado a Bernabé, su primo, como jefe de la expedición; pero no tenemos datos que confirmen esta suposición. Una cosa es cierta, y es que a Pablo no le sentó bien esta retirada de Marcos, pues luego, pensando en ella, no querrá admitirle como compañero en su segundo viaje misional (cf. 15:38).
Solos ya Pablo y Bernabé, dejando atrás Perge, llegan a Antioquia de Pisidia (v.14). La distancia entre Perge y Antioquia es de unos 16o kilómetros, y el viaje, a través de Jas escarpadas montañas del Taurus, debió de ser extraordinariamente penoso. En el recuento que Pablo hará más adelante de las penalidades sufridas por el Evangelio (cf. 2Co_11:23-28), es probable que ocupe un lugar preferente este viaje desde Perge a Antioquía. Se llamaba Antioquía de Pisidia para distinguirla de la homónima en Siria (cf. 13:1). Parece que en un principio perteneció a Frigia 120, pero después del establecimiento de la dominación romana y consiguientes cambios de fronteras debió de considerarse como formando parte de Pisidia, tal como se supone en los Hechos. Políticamente pertenecía a la provincia romana de Galacia, igual que las ciudades de Iconio, Derbe y Listra, evangelizadas poco después.
Como ya habían hecho en Chipre (cf. 13:5), y será táctica constante de Pablo, los misioneros se dirigen primero a los judíos entrando en la sinagoga en día de sábado (v.14). Era norma muy a propósito para empezar a dar a conocer sur doctrinas, pues la sinagoga era frecuentada no sólo por los judíos de raza, sino también por los no judíos que simpatizaban con la religión de Israel, y que se dividían en la clase inferior, de los temerosos de Dios (cf. 10:2; 13:16-50), y la superior, de los prosélitos fcf. 2:11; 6:5). No es probable que los dos viajeros llegasen a Antioquía precisamente el sábado; por tanto, la noticia de su llegada sería ya conocida de muchos, razón por la que, sin duda, acudirían más numerosos a la reunión sinagogal, curiosos de saber cuáles eran esas doctrinas nuevas que parece traían.
En la sinagoga, después de la recitación del Skema (Deu_6:4-9; Deu_11:13-21; Num_15:37-41), que era como un solemne acto de fe en el Dios verdadero, se leía un trozo de la Ley y otro de los Profetas; a continuación tenía lugar una plática u homilía, que, generalmente, versaba sobre el pasaje leído, y que podía ser pronunciada por cualquiera de los asistentes. El archisinagogo, que era quien presidía la reunión, acostumbraba a invitar a los que juzgaba mejor preparados, particularmente si eran forasteros. Ta! sucedió en el caso actual (v.15). Algo parecido había sucedido cuando Jesucristo se presentó por primera vez en su pueblo de Nazaret, después de haber dado comienzo a su vida pública fcf. Luc_4:16-22).

Discurso de Pablo en la sinagoga de Antioquia,Luc_13:16-41.
16 Entonces se levantó Pablo, y haciendo señal con la mano, dijo: Varones israelitas y vosotros los que teméis a Dios, escuchad: 17 El Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres y acrecentó al pueblo durante su estancia en la tierra de Egipto, y con brazo fuerte los sacó de ella.18 Durante unos cuarenta años los proveyó de alimento en el desierto;19 y destruyendo a siete naciones de la tierra de Cañan, se la dio en heredad 20 al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. Después les dio jueces, hasta el profeta Samuel. 21 Luego pidieron rey y les dio a Saúl, hijo de Gis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. 22 Rechazado éste, alzó por rey a David, de quien dio testimonio, diciendo: He hallado a David, hijo de Jesé, varón según mi corazón que hará en todo mi voluntad. 23 Del linaje de éste, según su promesa, suscitó Dios para Israel un salvador, Jesús, 24 precedido por Juan, que predicó antes de la llegada de aquél el bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. 25 Cuando Juan estaba para acabar su carrera, dijo: No soy yo el que vosotros pensáis: otro viene después de mí, a quien no soy digno de desatar el calzado. 26 Hermanos, hijos de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios: a nosotros se nos envía este mensaje de salud. 27 En efecto, los moradores de Jerusalén y sus príncipes, desconociendo a éste y también las voces de los profetas que se leen cada sábado, condenándole, las cumplieron, 28 y sin haber hallado ninguna causa de muerte, pidieron a Pilato que le quitase la vida. 29 Cumplido todo lo que de El estaba escrito, le bajaron del leño y le depositaron en un sepulcro, 30 pero Dios le resucitó de entre los muertos 31 y durante muchos días se apareció a los que con El habían subido de Galilea a Jerusalén, que son ahora sus testigos ante el pueblo. 32 Nosotros os anunciamos el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros padres, 33 que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy, 34 pues le resucitó de entre los muertos, para no volver a la corrupción. También dijo: Yo os cumpliré las promesas santas y firmes hechas a David. 35 Por lo cual, en otra parte, dice: No permitirás que tu Santo vea la corrupción. 36 Pues bien, David, habiendo hecho durante su vida la voluntad de Dios, se durmió y fue a reunirse con sus padres y experimentó la corrupción; 3? pero aquel a quien Dios ha resucitado, ése no vio la corrupción. 38 Sabed, pues, hermanos, que por éste se os anuncia la remisión de los pecados y de todo cuanto por la Ley de Moisés no podíais ser justificados. 39 Todo el que en El creyere será justificado. 40Mirad, pues, que no se cumpla en vosotros lo dicho por los profetas: 41 Mirad, menospreciadores, admiraos y anonadaos, porque voy a ejecutar en vuestros días una obra tal que no la creeríais si os la contaran.

Este discurso de Pablo es el primero de los que San Lucas nos ha conservado por escrito, y lo transmite con bastante más extensión que hará luego para discursos posteriores (cf. 14:1-3; 17:2-3; 18:4-5; 19:8). Parece quiere presentarlo como el discurso tipo, en compendio, de las predicaciones de Pablo ante auditorio judío.
El discurso tiene tres partes claramente señaladas por la repetición del apostrofe hermanos (v.26.38), que responde al inicial varones israelitas y los que teméis a Dios (v.16). La primera parte (v. 16-25) es un recuento de los admirables beneficios de Dios sobre Israel, desde Abraham hasta el Bautista. Era éste un exordio muy grato a los oídos judíos, y que vemos había sido empleado también por Esteban (cf. 7:1-43); con la diferencia de que Pablo evita toda alusión a la ingratitud de la nación elegida 121, mientras queEsteban hace de esa ingratitud precisamente su principal argumento. La segunda parte (v.26-37) es una demostración de la mesianidad de Jesucristo, rechazado por su pueblo, pero en quien se cumplen las profecías alusivas al Mesías. Toda esta segunda parte, salpicada de citas bíblicas, sigue un proceso muy parecido al empleado también en sus discursos por San Pedro (cf. 2:22-35; 3:13-26). Por fin, en una tercera parte (v.38-41), se sacan las consecuencias de lo dicho, es a saber, que es necesario creer en Jesucristo si queremos ser justificados, terminando con una grave advertencia tomada del profeta Habacuc (1:5) contra aquellos que no quieran creer (v.4i). Se refería Habacuc a los judíos sus contemporáneos, a quienes amenazaba con la invasión de los caldeos, si no se convertían al Señor, y San Pablo hace la aplicación a los tiempos presentes. La intención parece evidente: como entonces se mostraron sordos a la llamada de Dios, y Jerusalén fue tomada y los judíos enviados al destierro, así ahora, si no admiten el mensaje de bendicion, vendrá un nuevo y terrible castigo contra el pueblo elegido. De este castigo hablará luego más concretamente en sus cartas (cf. Rom_11:7-27; 1Te_2:16).
Tal es el esquema de este discurso de Pablo en Antioquía de Pisidia. Las ideas son típicamente paulinas. Son de notar sobre todo los v.38-39, afirmando que la justificación se obtiene por la fe en Jesús y no por las obras de la Ley (cf. 15:11; Rom_3:21-26; Gal_3:11).
En la segunda parte, que es la fundamental, la prueba evidente de la mesianidad de Jesús es su resurrección, testificada por los apóstoles y predicha ya en la Escritura (v.30-37). La cita del Sal_16:10 : No permitirás que tu Santo vea la corrupción, es la misma que en su discurso de Pentecostés hizo también San Pedro, y que ya entonces comentamos (cf. 2:25-31). Las otras dos citas (Sal_2:7; Isa_55:3) son propias de San Pablo, y no es fácil ver su relación a la resurrección. Parece que con la cita de Isaías: Yo os cumpliré las promesas santas y firmes hechas a David, San Pablo trata únicamente de preparar la verdadera prueba, que es la que va a dar en el versículo siguiente, como diciendo: Dios, según Isaías, cumplirá las promesas hechas a David; pues bien, una de éstas, conforme dice el mismo Dios en Sal_16:10, es que el Mesías será preservado de la corrupción. También pudiera ser que San Pablo esté pensando en que a David se le prometió no sólo que el Mesías nacería de su descendencia, sino que tendría un trono eterno (cf. 2Sa_7:12-13; Sal_88:29-38; Isa_9:7; Dan_7:14; Luc_1:32-33), lo cual supone, si es que Jesús era el Mesías, que no podía quedar en el sepulcro, sino que había de resucitar.
En cuanto a la cita del Sal_2:7 : Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy, se ha discutido mucho. Desde luego, se trata de un texto directamente mesiánico, pero ¿qué relación tiene con la resurrección? A primera vista parece que lo que el salmista afirma no es la resurrección de Cristo, sino su calidad de Hijo de Dios, y ésta la tiene desde el momento mismo de la encarnación. De hecho, muchos exegetas interpretan este v.33 como alusivo a la encarnación, dando al verbo áíßáôç ìé el sentido de suscitar, y traduciendo habiendo suscitado a Jesús.., y no resucitando a Jesús, como hemos traducido nosotros. Sería un caso parecido al Deu_3:22, que ya comentamos en su lugar. Sin embargo, dado el contexto de todo este pasaje, parece claro que San Pablo está aludiendo a la resurrección de Cristo, y en ese sentido interpreta el texto del salmista. Ni para eso hay que forzar nada las palabras del salmo. No se trata allí, a lo que creemos (cf. 2:36; 9:20), de afirmar la filiación natural divina del Mesías en su sentido ontológico, sino de proclamar su exaltación como rey universal de las naciones. Pues bien, San Pablo no hace más que concretar aquella exaltación del Mesías, aplicándola a la resurrección de Jesucristo. Y, en efecto, fue ésta como su entronización mesiánica, al entrar en la gloria del Padre y aparecer como Hijo de Dios (cf. Rom_1:4).

Efectos del discurso de Pablo,Rom_13:42-52.
42 A la salida, les rogaron que, al sábado siguiente, volviesen a hablarles de esto. 43 Disuelta la reunión, muchos judíos y prosélitos, adoradores de Dios, siguieron a Pablo y a Bernabé, que les hablaban para persuadirlos que permaneciesen en la gracia de Dios. 44 Al sábado siguiente, casi toda la ciudad se juntó para escuchar la palabra de Dios; 45 pero viendo los judíos a la muchedumbre, se llenaron de envidia e insultaban y contradecían a Pablo. 46 Mas Pablo y Bernabé respondían valientemente, diciendo: A vosotros os habíamos de hablar primero la palabra de Dios, mas puesto que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volveremos a los gentiles. 47 Porque así nos lo ordenó el Señor: Te he hecho luz de las gentes para ser su salud hasta los limites de la tierra. 48 Oyendo esto los gentiles se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, creyendo cuantos estaban ordenados a la vida eterna. 49 La palabra del Señor se difundía por toda la región; 50 pero los judíos concitaron a mujeres adoradoras de Dios y principales y a los primates de la ciudad, y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los rechazaron abiertamente. 51 Ellos, sacudiendo el polvo de sus pies contra aquéllos, se dirigieron a Iconio, 52 mientras los discípulos quedaban llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Parece que el discurso de Pablo en la sinagoga produjo grave impresión, y que no todo quedó claro; pues le ruegan que vuelva a hablarles sobre el asunto al sábado siguiente (v.42). Seguramente el punto que necesitaba de más aclaración era el que había tocado últimamente sobre la justificación por la fe en Jesús y no por las obras de la Ley (v.38-39). Consecuencias muy graves parecían deducirse de tales afirmaciones.
Al sábado siguiente se reunió casi toda la ciudad para escuchar a Pablo (v.44). Sin duda, a lo largo de la semana se había ido corriendo la noticia de lo interesante que resultaba el nuevo predicador y de su independencia frente a la Ley. Se presentaba rodeado ya de bastantes adictos, judíos y prosélitos 122, que, sin esperar a esta nueva reunión sinagogal del sábado, habían sido ulteriormente instruidos por él durante la semana (v.43). No se nos da el tema del discurso de Pablo; pero, a juzgar por la reacción tan distinta de judíos (v.45) y gentiles (v.48), parece claro que insistió en lo de la justificación por la fe en Jesús, quien, con su muerte y resurrección, había traído la redención a todos los hombres indistintamente, aboliendo de este modo la Ley de Moisés. Estas serán las ideas machaconamente repetidas en sus cartas, y es lógico que lo fueran también en sus predicaciones orales. Los judíos se dan cuenta de la gravedad de tales afirmaciones; pues, si la fe en Jesucristo tenía idéntico valor para todos y también los gentiles podían ser partícipes de los bienes mesiánicos sin pasar por la circuncisión y la Ley, caían automáticamente por su base todas aquellas prerrogativas religioso-raciales, de que tan orgullosos se mostraban (cf. 10:28.34). Por eso, viendo a la muchedumbre, se llenaron de envidia e insultaban y contradecían a Pablo (v.45; cf. 17:5).
Ante este proceder, Pablo proclama con valentía la solemne declaración que volverá a repetir en otras ocasiones: A vosotros os habíamos de anunciar primero la palabra de Dios, mas, puesto que la rechazáis.., nos volvemos a los gentiles (v.46; cf. 18:6; 19:8; 28:28). Esta preferencia cronológica de los judíos en la evan-gelización con respecto a los gentiles fue siempre respetada por Pablo, incluso después de esta declaración, y de ella ya hablamos al comentar 2:39 y 13:5. En apoyo de su decisión de pasarse a predicar a los gentiles, alude a una orden del Señor (v.47), que parece ser una cita algo libre de Isa_49:6. Cierto que el texto de Isaías se refiere al Mesías, no a Pablo, pero puede muy bien aplicarse a los predicadores del Evangelio, por medio de los cuales cumple el Mesías la profecía (cf. 1:8). También pudieran entenderse esas palabras, no como cita de Isaías, sino como dirigidas directamente a Pablo, aludiendo a la orden del Señor a raíz de su conversión (cf. 9:15; 26:17-18).
Esta solemne declaración de Pablo de abandonar a los judíos y volverse a los gentiles produjo en éstos gran alegría (v.48), viendo que se les abrían las puertas de la salvación sin las trabas mosaicas123. Parece, aunque el texto nada dice explícitamente, que la estancia de Pablo y Bernabé en Antioquía se prolongó bastante tiempo, quizás varios meses, pues, de lo contrario, no se explicaría fácilmente la frase de que la palabra del Señor se difundía por toda la región(v.49). Los judíos no permanecieron inactivos, sino que valiéndose de algunas mujeres de distinguida posición social, que estaban afiliadas al judaismo (í·50), logran influir en los magistrados para que se les expulse de la ciudad, promoviendo una sublevación popular contra los dos predicadores (v.50). Pablo y Bernabé hubieron de salir de allí, dirigiéndose a Iconio, pero no sin antes realizar el gesto simbólico de sacudir el polvo de sus pies contra sus perseguidores (v.5i; cf. 18:6), conforme a la recomendación de Jesús (cf. Mat_10:14; Mar_6:11; Lev_9:5; Lev_10:11).

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



68 (E) Primer viaje misionero de Pablo (13,1-14,28). Basándose en la elaboración li(-)teraria lucana de sus materias primas, se ha hecho habitual distinguir «tres viajes» en su relato de las misiones de Pablo (? Pablo, 79:28-45): (I) caps. 13-14, acompañado por Bernabé y limitado a Chipre y al sudeste de Asia Menor; (II) 15,40-18,22, en los más im(-)portantes lugares de Grecia, en los que aparece solamente Pablo como protagonista; (III) 18,23-21,16, no claramente articulado al co(-)mienzo, con incursiones en Asía Menor y Ma(-)cedonia, y terminando en Jerusalén. A dife(-)rencia de las misiones II y III, que están só(-)lidamente apoyadas en las cartas de Pablo (? Pablo, 79:6), nunca habla de la misión I (pero cf. Gál 1,21-23), ni nos informa de que rea(-)lizase un pleriplo misionero en compañía de Bernabé (pero cf. Gál 2,1). A partir de estos da(-)tos, algunos especialistas dudan de la histori(-)cidad de la misión I (Conzelmann, Schneider), pero la misma secuencia de lugares, Antioquía de Pisidia (13,14-50), Iconio (13,51-14,5) y Lis(-)tra (14,6-20), está atestiguada, independiente(-)mente de Lucas, en 2 Tim 3,11. A la vista de es(-)te residuo de un itinerario y de las diferentes tradiciones que Lucas encontró relacionadas con él, podemos defender la historicidad de la misión I, que, aunque fragmentariamente re(-)cogida, rellena el intervalo de los 13 años que se menciona en Gál 1,21; 2,1 (Hengel, Acts 108-10; Roloff, Apg. 194-95; Weiser, Apg. 308-10) . Por supuesto, esta sección no pretende transmitirnos una información, sino que sirve al lector de Lucas como una introducción al método y el programa de la actividad de Pablo («al judío primero, después al griego», cf. Rom 1,16) , y, de este modo, agudiza la cuestión cen(-)tral que tendrá que resolver el concilio de Je(-)rusalén (cap. 15).

69 (a) Preludio del viaje (13,1-3). 1. profe(-)tas y maestros: La lista de «profetas y maestros» residentes en la comunidad de Antioquía pro(-)cede de la tradición de Lucas, y está en confor(-)midad con las listas de las funciones en la di(-)rección de la comunidad que encontramos en Rom 12,6-7 y 1 Cor 12,28. Aparte de Bernabé y Saulo, los demás nos son desconocidos. La reti(-)cencia de Pablo con Antioquía, que encontra(-)mos en sus cartas en las que la ciudad se men(-)ciona solamente una vez, puede deberse a la decisiva bifurcación de caminos que se produjo allí (Gál 2,11-14). 2-3. Esta solemne y estilizada noticia de la delegación de los dos misioneros muestra claramente la mano de Lucas (Weiser, Apg. 304-05), pero descansa sobre la evidencia histórica de su relación como enviados antioquenos (Gál 2,1.9) y apóstoles compañeros (1 Cor 9,6; Hch 14,4.14). De hecho, con esta infor(-)mación sobre la vocación mediante el Espíritu se está recordando la primitiva fundamentación del apostolado como delegación del Se(-)ñor resucitado. 2. mientras celebraban el culto: El sentido cúltico de leitourgein, que significa «realizar un servicio religioso», es favorecido por la mimesis lucana de los LXX (cf. Éx 28,35.43; 29,30; Nm 18,2). La revelación se co(-)municaba mediante el oráculo profético en la asamblea reunida para el culto (cf. 1 Cor 14,26-33). 3. les impusieron las manos: Resulta difícil averiguar el significado que tenía este rito en este período, incluso en el caso de lo que enten(-)diéramos como un encargo realizado según el modelo rabínico del saliah, «emisario encarga(-)do» (? Pensamiento del NT, 81:150-52; no obstante J. Coppens, en Les Actes [ed. J. Kremer] 417-20). A lo máximo que podemos llegar es a comprenderlo como una bendición realizada por iguales (v. 1), no como un rito de ordena(-)ción (Schneider, Apg. 2.115). Como en otros ca(-)sos (6,6; 8,17; 19,6), Lucas aplica a este período la práctica ritual de su propio tiempo (Roloff, Apg. 194).

70(b) Contienda ganada por Pablo en Chi(-)pre (13,4-12). 4. enviados: El Espíritu Santo po(-)ne en marcha el viaje en el que, según la afir(-)mación final, Dios «abrió la puerta de la fe a los gentiles» (14,27). 4-5. Seleucia era el puerto de Antioquía, a 26 km de distancia, y Salamina era el puerto oriental de la isla de Chipre, patria de Bernabé (4,36). en las sinagogas: El programa que consistía en anunciar el evangelio «prime(-)ro a los judíos» (13,46) se romperá programáti(-)camente mediante la conversión del procónsul (v. 12). Juan como ayudante: Su modesto papel anticipa la ausencia de malestar en el v. 13. 6. mago: La misión encuentra su competencia en el terreno de la taumaturgia y de la adivinación, dos términos que estaban incluidos en el am(-)plio sentido que la palabra magos tenía en el he(-)lenismo (A. Nock, en Beginnings 5.175-82). El doble nombre del adversario (v. 8) y la doble mención pueden derivar de una fusión de tra(-)diciones (Dibelius, Studies 16), pero no necesa(-)riamente (Weiser, Apg. 313). 7. Sergio Pablo: El procónsul, que residía en la capital de la pro(-)vincia, Pafos, al parecer, tenía al hechicero en su séquito; pero en cuanto «hombre prudente» no está en buena compañía. El hecho de que es(-)tos hombres de gran relevancia aceptaran el evangelio servía como apología para presentar el cristianismo como un movimiento social(-)mente respetable (Haenchen, Acts 403). 8. Elimas: Desconocemos totalmente la etimología de este segundo nombre, pero el tema de la contienda no admite dudas; «caminos» de Dios (v. 10) vs. curanderismo. 9. Pablo: El cambio lu(-)cano del sobrenombre judío, Saulo, por el nom(-)bre romano (Pablo, 79:3) coincide con la pri(-)mera conversión de los viajes del misionero. El nombre «Saulo» volverá a aparecer posterior(-)mente, pero solamente en las referencias a su conversión (caps. 22.26). 9-11. lleno del Espíri(-)tu Santo: Pablo sucede ahora a Pedro y Esteban (4,8; 6,5) como modélico «portador del Espíri(-)tu». En primer lugar, ejerce el examen pneumá(-)tico del pecador (cf. 8,20-23), y, después, realiza como una especie de «milagro por violación de normas», subrayando la condena divina de la hechicería. Puesto que la ceguera del mago es, no obstante, limitada temporalmente («durante algún tiempo»), el milagro parece dirigirse al arrepentimiento más que a la retribución (cf. 5,5.10).
71 (c) Misión y rechazo en Antioquía de Pisidia (13,13-52). Los w. 13-14a, que mueven la escena a la zona continental de Asia Menor, co(-)locan también a Pablo en la posición de actor principal («Pablo y sus compañeros»). Los vv. 14b-43 y 44-52 forman un «episodio dramático» con dos escenas relacionadas que acontecen en dos sábados sucesivos (vv. 14.44). La primera es(-)cena presenta el único discurso misionero que Pablo dirige a unos destinatarios judíos (vv. 16-41); en la segunda se trae a «casi toda la ciudad» a escuchar a los misioneros, que ahora se en(-)cuentran con el blasfemo rechazo de los judíos y son obligados a abandonar la ciudad. El fuer(-)te contraste entre la deseosa audiencia de la pri(-)mera escena (w. 42-43) y los celosos antagonis(-)tas de la segunda (v. 45) no es explicado por el relato, porque su lógica es la misma que subyace al conjunto de Hechos: la Palabra se dirige primero a los judíos por exigencia históricosalvífica, y el rechazo de éstos genera la misión a los gentiles (v. 46). Lucas ilustra este teorema, heredado de Pablo (Rom 11,11-12), con un epi(-)sodio bipartito que abre la puerta a toda la sec(-)ción paulina de Hechos (cf. 18,6; 28,26-28; Radl, Paulus 92-94; Haenchen, Acts 417). En esta perspectiva, se aproxima bastante a la predica(-)ción inaugural de Jesús en Nazaret (Lc 4,16-30), que está estructurada similarmente: enseñanza en la sinagoga el sábado, contraste de reaccio(-)nes del público, argumento de escritura para justificar la misión fuera de Israel, huida del predicador de la ciudad. Ambos episodios enun(-)cian el programa del ministerio que inauguran, y su paralelismo implica la continuidad funda(-)mental entre los dos ministerios (Radl, Paulus 385-86).
(i) Puesta en escena y discurso (13,13-43). 13. Juan los dejó: cf. 15,37-38. 14. Antioquía de Pisidia: Centro administrativo de la provincia romana de Galacia, con una considerable comunidad judía, accesible desde Perge (170 km) mediante un complicado viaje por la montaña, entraron en la sinagoga: El hecho de que, invariablemente, sea éste el primer lugar que Pablo visita en una ciudad (9,20; 14,1; [16,13]; 17,1-2.10.17; 18,4.19; 19,8) tiene un probable fundamento histórico, pero para Lu(-)cas se ha convertido en una expresión estereo(-)tipada del teorema del v. 46. 15. una palabra de exhortación: El discurso tras las lecturas está en conformidad con la liturgia sinagogal. Cf. Heb 13,22.
72 El discurso de Pablo (13,16-41). El tex(-)to está netamente dividido en secciones que se distinguen por las reiteradas palabras de salu(-)tación (vv. 16.26.38); a partir de ellas encontra(-)mos (1) un resumen de historia del AT, la era de la promesa (vv. 16-25); (2) el kerigma sobre Jesús con el argumento de Escritura que de(-)muestra el cumplimiento de la promesa (vv. 26-37); (3) las llamadas conclusivas a la fe y al arrepentimiento (vv. 38-41), conforme al es(-)quema de los primeros discursos (2,38-40; 3,19-26). El resumen de AT nos recuerda la materia prima del discurso de Esteban (? 45 su(-)pra), aunque en este caso la elaboración luca(-)na se observa claramente en el énfasis armoni(-)zado sobre la acción de Dios como preludio al kerigma sobre Jesús que es característicamen(-)te teocéntrico. Además, la demarcación del pe(-)ríodo del AT tras el Bautista (vv. 24-25) es co(-)herente con los límites establecidos en Lc 16,16 (cf. Mt 11,13). El predicador, sin embar(-)go, no separa los dos períodos; el aconteci(-)miento Jesús pertenece a la historia de Israel (v. 23), y ésta es la razón por la que debe pro(-)clamarse a Israel «en primer lugar» (v. 46). Las «bisagras» de esta argumentación se encuen(-)tran en los w. 23.26.32-33.38 (Dupont, Études 359; Buss, Missionspredigt [?76 infra] 30), que funcionan como conexión, reasunción y actua(-)lización. Estos transforman la historia de la salvación recitada por Pablo en un kerigma pa(-)ra el presente; «la historia de Israel que llega directamente hasta la situación del predicador es una unidad viva», que se fundamenta en la fidelidad de Dios a su promesa (ibid. 25). En lugar de tratar algunos fragmentos de esta ar(-)gumentación como un sumario histórico (Kliesch) o una cadena de citas de la Escritura referidas a David (Bowker, Ellis), como claves de la idea general y origen del discurso, sería mejor considerarla, esencialmente, como una composición lucana en la que el autor ha he(-)cho un hábil uso de estos elementos tradicio(-)nales para forjar una declaración en la que Pa(-)blo puede ilustrar el «primer» principio de su actividad (v. 46; así Buss, Weiser).

73 La era de la promesa (w. 16-25). 16. los que teméis a Dios: En este contexto, esta frase tiene su sentido técnico (cf. comentario sobre 10,2): Se trata de los gentiles que fre(-)cuentan la sinagoga por congenialidad filosó(-)fica con el judaismo, pero que no están cir(-)cuncidados o no aceptan plenamente la ley de Moisés (cf. también v. 26). Este tipo de gente era una tierra particularmente fértil para la misión cristiana. 17. este pueblo, Israel: El adj. demostrativo convierte a la asamblea sinagogal en una representación de todo el «pueblo» (v. 15); Pablo comienza con el tema de su elec(-)ción, evocado en el vocativo honorífico «israe(-)litas» (v. 16). Así se establece el fundamentro del próton, «primero», del v. 46, haciéndose tí(-)pica de la focalización central del sermón so(-)bre la situación presente. 18. los cuidó: Los mss. oscilan entre el vb. etrophophorésen y el peyorativo etropophorésen, «aguantar con ellos, resignarse a ellos»; la diferencia se debe al cambio de una consonante iphi por pi). El primero se utiliza en Dt 1,31 (LXX), y está de acuerdo con el tono positivo del sumario luca(-)no (compárese con 7,2-49). 19. siete naciones: cf. Dt 7,1. 20. cuatrocientos cincuenta años: Por lo visto, se trata de un tiempo malo para toda la secuencia comenzada en el v. 17, que incluye los 400 años antes del éxodo (Gn 15,13) . 20b-22. Mientras que no se ha nom(-)brando a los patriarcas ni a los jueces, ahora es(-)cuchamos los nombres relacionados con el inicio de la dinastía real en Israel, cuya tradi(-)ción suministra el argumento central del dis(-)curso con elementos proféticos (w. 23.33-37). El papel de Samuel (cf. 3,24) en la inaugura(-)ción de la institución monárquica se iguala al de Juan Bautista, que anuncia a Jesús como conclusión de la trayectoria de los antiguos profetas (w. 24-25). 22. les suscitó a David: El uso del vb. egeirein sirve, junto con el v. 23, pa(-)ra convertir a David en un tipos de Jesús (v. 30). El testimonio de Dios sobre David combi(-)na el Sal 89,21 y 1 Sm 13,14, siendo este últi(-)mo texto una profecía de Samuel. 23. de su posteridad: La influencia de 2 Sm 7,12 es evi(-)dente; lo que está menos claro es que todo el sumario desde el v. 17 constituya un comenta(-)rio midrásico sobre el oráculo de Natán (así Lóvestamm, Dumais). fiel a su promesa: Pues(-)to que ésta fue dada a «los padres» (v. 32), no puede referirse solamente al oráculo de Natán (2 Sm 7). Incluye todas las promesas del AT sobre un «salvador», que encontró su reali(-)zación en la resurrección del descendiente de David (v. 33; 26,6-8; Buss, Missionspredigt [? 76 infra] 46). 24. antes de su venida: Lit. «ante el rostro de...», un ejemplo excelente de mimesis lucana (? 8 subra). 25. a punto ya Juan de terminar: Esta conclusión coincide con el ñnal de «la Ley y los Profetas», de acuerdo con Lc 16,16. Cf. 20,24; Lc 3,16.

74 El kerigma sobre Jesús (vv. 26-37). Nos introducimos ahora en un material que nos re(-)sulta bastante familiar por los discursos petrinos. 26. a nosotros: En correspondencia con «a Israel» en el v. 23, este versículo reitera la identidad de los destinatarios de la Palabra que se hizo en los w. 16-17. 27. Cf. comenta(-)rio sobre 3,17-18 (también 15,21). A diferencia de Pedro en Jerusalén, Pablo no puede acusar a los destinatarios de la Palabra de haber ma(-)tado a Jesús ni tampoco puede invitarlos al arrepentimiento por ello; de aquí la necesaria modificación que se hace del esquema en los w. 38-41. Aun con todo, Jerusalén actuó de acuerdo con un plan (Lc 13,33), en cuanto re(-)presentante de un pueblo constantemente de(-)sobediente (7,51-53; 15,10). 28. Cf. 3,13-14. 29. lo pusieron en una tumba: Este dato parece ig(-)norar la acción del piadoso José de Arimatea (Lc 23,53), pero la alusión a Dt 21,22-23, que hemos encontrado anteriormente (5,30; 10,39), probablemente estimuló la adición de la sepul(-)tura al descendimiento «desde el árbol» entre los hechos culpables de Jerusalén. El cambio de actor puede ser ahora retóricamente más efectivo en el v. 30. 31. Cf. comentario sobre 1, 21-22 (también 1,3). 33. Dios ha cumplido: La llamativa forma verbal en perfecto refleja el hecho de que para Lucas sólo existían dos eras en la historia, la de la promesa y la del cumpli(-)miento, y que todos los israelitas que vivían en esta última estaban incluidos en el «nosotros, sus descendientes», resucitando a Jesús: Refe(-)rencia evidente al acontecimiento de la Pascua (cf. 26,6-8), lo mismo que el Sal 2,7 (a pesar de Rese, Motive 81-86), cuya contribución al ke(-)rigma pascual puede observarse ya en Rom 1,4 (cf. Heb 1,5). Pablo cita el salmo como un paso en el razonamiento que muestra que la resu(-)rrección es el cumplimiento de la antigua pro(-)mesa en este descendiente davídico. El oráculo de Natán, en el que se promete la adopción fi(-)lial del descendiente (2 Sm 7,14), es el punto de apoyo de esta lógica (cf. v. 23). 34. las santas y auténticas (bendiciones): Este fragmento de Is 55,3 (LXX) podría unirse al Sal 16,10 (LXX) (v. 35) mediante la palabra gancho hosios, «san(-)to». Puesto que la cita es introducida por la afirmación de que el Resucitado «no volverá nunca más a la corrupción», debe asumirse, entonces, que las bendiciones de David in(-)cluían la promesa de Natán de que sus descen(-)dientes reinarían para siempre (1 Sm 7,13.16). «Yo os daré» reafirma que las bendiciones afectan a todo el pueblo (w. 23.33), no sólo al Resucitado; y en esto se apoya el nexo lógi(-)co con el v. 38. 36-37. Cf. comentario sobre 2,25-31.

75Exhortación (w. 38-41). 38. por este hombre: Aquí está el punto del nexo lógico afirmado por oun, «por tanto»: el here
dero re(-)sucitado de David es aquel «por quien» se pro(-)clama el perdón a los destinatarios (cf. 3,22-26; 26,33; Buss, Missionspredigt [? 76 infra] 124). El paralelismo entre dia toutou y en toutg (v. 39) sugiere que podemos dar el mis(-)mo sentido instrumental a ambos. Pablo, al predicar el perdón «en su nombre» para com(-)pletar el plan de salvación (Lc 24,47), actúa in persona Christi, al igual que en los milagros realizados en su nombre (3,12.16). con la ley de Moisés: A la ley no se le concede siquiera un poder de justificación parcial (no obstante P. Vielhauer, en StLA 41-42), pues esta oración explica el anuncio del «perdón de los pecados» realizado en la primera. Lucas está siendo bas(-)tante fiel a la tradición paulina, aunque no lle(-)ga a equiparar «justificación» y «perdón» (cf. Rom 6,7; 1 Cor 6,11; ? Teología paulina, 82:68-70.75). 41. El uso de Hab 1,5 para refor(-)zar la exhortación de Pablo constituye un anuncio de su amplio rechazo. La repetición redaccional del término «obra» (ergon) parece confirmar su referencia a la misión a los gen(-)tiles, justo antes de desarrollar la consecuen(-)cia del rechazo judío. 43. prosélitos temerosos de Dios: ¿No se mezcla en esta afirmación a dos grupos diferentes, es decir, a los converti(-)dos y los no convertidos (cf. comentario sobre v. 16)? Quizá, lo que Lucas deseaba era prepa(-)rarnos para el v. 46, especificando que sólo los judíos oyeron esta enseñanza en la sinagoga.

76(ii) Los misioneros asediados se dirigen a los gentiles (13,44-52). 44-48. La artificial hipersimplificación de esta escena resulta evi(-)dente incluso en una lectura superficial. Se ha elaborado a partir del programa del v. 46, que ha sido objetivo del historiador a través de to(-)do el episodio antioqueno. 45. envidia: Sobre el cambio de actitud judía, ?71 supra. 46. a vosotros primero: Toda la estructura discursiva de la intervención de Pablo ha ilustrado este programa divino de salvación. 47. Cf. comen(-)tario sobre 1,8, donde se aludió al texto isaiano aquí citado (Is 49,6 LXX) en el encargo del Resucitado. Obviamente, nos hallamos en el hito de la realización de su plan. 48. Una fra(-)se donde percibimos el estilo lucano par excellence. Cf. 2,47. 51. Cf. Lc 9,5; 10,11. Funciona, más bien, como elemento de la tipología clási(-)ca de la misión, puesto que no se ajusta real(-)mente al contexto en el que se encuentra (cf. v. 48; 14,21-22). Iconium: Capital de la provincia de Licaonia (moderna Konya), localizada a 140 km al sudeste de Antioquía de Pisidia.
(Bowker, J., «Speeches in Acts», NTS 14 [1967-68] 96-111. Buss, M., Die Missionspredigt des Apos(-)téis Paulus in Pisidischen Antiochien [Stuttgart 1980]. Dumais, M., en Les Actes [ed. J. Kremer] 467-74. Dupont, Études 337-59. Ellis, Prophecy [? 28 su(-)pra] 198-208. Holtz, Untersuchungen 131-45. Kliesch, Das heilgeschichtliche Credo [? 50 supra], Lóvestamm, E., Son and Saviour [Lund 1961]. OToole, R. E, «Acts 13,13-52», Bib 60 [1979] 361-72. Radl, Paulus 82-100. Rese, Motive 80-93. Schmitt, J., en Les Actes [ed. J. Kremer] 155-67.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIII.

[Elymas blind.]

1 Paul and Barnabas are chosen to goe to the Gentiles. 7 Of Sergius Paulus, and Elymas the sorcerer. 14 Paul preacheth at Antioch, that Iesus is Christ. 42 The Gentiles beleeue: 45 but the Iewes gainesay and blaspheme: 46 whereupon they turne to the Gentiles. 48 As many as were ordained to life, beleeued.
1 Nowe there were in the Church that was at Antioch, certaine Prophets and teachers: as Barnabas, and Simeon that was called Niger, and Lucius of Cyrene, and Manaen, which had bene [ Or, Herods foster brother.] brought vp with Herod the Tetrarch, and Saul.
2 As they ministred to the Lord, and fasted, the holy Ghost said, Separate me Barnabas and Saul, for the worke whereunto I haue called them.
3 And when they had fasted and prayed, and laid their handes on them, they sent them away.
4 So they being sent forth by the holy Ghost, departed vnto Seleucia, and from thence they sailed to Cyprus.
5 And when they were at Salamis, they preached the word of God in the Synagogues of the Iewes: and they had also Iohn to their Minister.
6 And when they had gone thorow the Ile vnto Paphos, they found a certaine sorcerer, a false prophet, a Iewe, whose name was Bariesus:
7 Which was with the deputie of the countrey Sergius Paulus, a prudent man: who called for Barnabas and Saul, and desired to heare the word of God.
8 But Elymas the sorcerer (for so is his name by interpretation) withstood them, seeking to turne away the deputy from the faith.
9 Then Saul (who also is called Paul) filled with the holy Ghost, set his eyes on him,
10 And said, O full of all subtilty and all mischiefe, thou child of the deuil, thou enemie of all righteousnesse, wilt thou not cease to peruert the right wayes of the Lord?
11 And now behold, the hand of the Lord is vpon thee, & thou shalt be blind, not seeing the Sunne for a season. And immediatly there fell on him a mist and a darkenes, and he went about, seeking some to lead him by the hand.

[Pauls sermon to the people.]

12 Then the Deputie when he sawe what was done, beleeued, being astonished at the doctrine of the Lord.
13 Now when Paul and his company loosed from Paphos, they came to Perga in Pamphylia: and Iohn departing from them, returned to Hierusalem.
14 But when they departed from Perga, they came to Antioch in Pisidia, and went into the synagogue on the Sabbath day, and sate downe.
15 And after the reading of the Law and the Prophets, the rulers of the synagogue sent vnto them, saying, Ye men and brethren, if ye haue any word of exhortation for the people, say on.
16 Then Paul stood vp, and beckning with his hand, said, Men of Israel, and ye that feare God, giue audience.
17 The God of this people of Israel chose our fathers, and exalted the people [ Exo_1:1 .] when they dwelt as strangers in the land of Egypt, [ Exo_13:14 .] and with an high arme brought he them out of it.
18 [ Exo_13:16 .] And about the time of fourtie yeeres [ Gr[illeg.]perhaps, for[illeg.], as a nurse beareth or feedeth her childe, Deu_1:31 ; 2Ma_7:27 , according to the Septuagint and so Chrysost.] suffered he their maners in the wildernesse.
19 And when he had destroyed seuen nations in the land of Chanaan, [ Jos_14:1 .] he diuided their land to them by lot:
20 And after that [ Jdg_3:9 .] he gaue vnto them iudges, about the space of foure hundred and fifty yeeres vntill Samuel the Prophet.
21 And afterward they desired a King, [ 1Sa_8:5 .] and God gaue vnto them Saul the sonne of Cis, a man of the tribe of Beniamin, by the space of fourty yeres.
22 And when he had remoued him, [ 1Sa_16:13 .] hee raised vp vnto them Dauid to be their king, to whom also he gaue testimonie, and said, [ Psa_89:21 .] I haue found Dauid the sonne of Iesse, a man after mine own heart, which shal fulfill all my wil.
23 [ Isa_11:1 .] Of this mans seed hath God, according to his promise, raised vnto Israel a Sauiour, Iesus:
24 [ Mat_3:1 .] When Iohn had first preached before his comming, the baptisme of repentance to all the people of Israel.
25 And as Iohn fulfilled his course, he said, [ Joh_1:20 .] Whom thinke ye that I am? I am not he. But behold, there commeth one after me, whose shooes of his feete I am not worthy to loose.
26 Men and brethren, children of the stocke of Abraham, and whosoeuer among you feareth God, to you is the

[Pauls sermon to the people.]

word of this saluation sent.
27 For they that dwell at Hierusalem, & their rulers, because they knew him not, nor yet the voices of the Prophets which are read euery Sabbath day, they haue fulfilled them in condemning him.
28 [ Mat_27:22 .] And though they found no cause of death in him, yet desired they Pilate that he should be slaine.
29 And when they had fulfilled all that was written of him, they tooke him downe from the tree, and layd him in a Sepulchre.
30 [ Mat_28:6 .] But God raised him fro the dead:
31 And he was seene many dayes of them which came vp with him from Galilee to Hierusalem, who are his witnesses vnto the people.
32 And we declare vnto you glad tidings, how that the promise which was made vnto the fathers,
33 God hath fulfilled the same vnto vs their children, in that he hath raised vp Iesus againe, as it is also written in the [ Psa_2:7 ; Heb_1:5 .] second Psalme: Thou art my Sonne, this day haue I begotten thee.
34 And as concerning that he raised him vp from the dead, now no more to returne to corruption, he said on this wise, [ Isa_55:3 .] I will giue you the sure [ Greek: ta[illeg.]sia , holy or iust things, which word the Septuagint both in the place of Isa_55:3 and in many others, vse for that which is in the Hebrew, Mercies.] mercies of Dauid.
35 Wherfore he saith also in another Psalme, [ Psa_16:11 .] Thou shalt not suffer thine holy one to see corruption.
36 For Dauid after he had serued his [ Or, after he had in his owne age serued the will of God.] owne generation by the will of God, [ 1Ki_2:10 .] fell on sleepe, and was laide vnto his fathers, and saw corruption:
37 But hee whom God raised againe, saw no corruption.
38 Be it knowen vnto you therefore, men and brethren, that through this man is preached vnto you the forgiuenesse of sinnes.
39 And by him all yt beleeue, are iustified from all things, from which ye could not be iustified by the Law of Moses.
40 Beware therefore, least that come vpon you which is spoken of [ Habac.1.5.] in the Prophets,
41 Behold, yee despisers, and wonder, and perish: for I worke a worke in your dayes, a worke which you shall in no wise beleeue, though a man declare it vnto you.
42 And when the Iewes were gone out of the Synagogue, the Gentiles besought that these words might

[Ordeined to life.]

be preached to them [ Or, in the weeke betweene, or in the Sabbath betweene.] the next Sabbath.
43 Now when the Congregation was broken vp, many of the Iewes, and religious Proselytes followed Paul and Barnabas, who speaking to them, perswaded them to continue in the grace of God.
44 And the next Sabbath day came almost the whole citie together to heare the word of God.
45 But when the Iewes saw the multitudes, they were filled with enuie, and spake against those things which were spoken by Paul, contradicting, and blaspheming.
46 Then Paul and Barnabas waxed bold, and said, It was necessary that the word of God should first haue bene spoken to you: but seeing yee put it from you, and iudge your selues vnworthy of euerlasting life, loe, we turne to the Gentiles.
47 For so hath the Lord comanded vs, saying, [ Isa_49:6 .] I haue set thee to bee a light of the Gentiles, that thou shouldest be for saluation vnto the ends of the earth.
48 And when the Gentiles heard this, they were glad, and glorified the word of the Lord: and as many as were ordeined to eternall life, beleeued.
49 And the word of the Lord was published throughout all the region.
50 But the Iewes stirred vp the deuout and honourable women, and the chiefe men of the citie, and raised persecution against Paul and Barnabas, and expelled them out of their coasts.
51 [ Mat_10:14 .] But they shooke off the dust of their feete against them, and came vnto Iconium.
52 And the disciples were filled with ioy, and with the holy Ghost.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia. Esta sección del cap. contiene el primer sermón o discurso registrado del apóstol Pablo (ver comentario sobre 2:14, cómo Lucas usaba los discursos en Hech.). Sin embargo, no fue el primer sermón que Dios dio a Pablo. La razón de que el autor nos dé un resumen de su contenido, más bien que una simple información como en 9:20, 21 señala al patrón para gran parte de la experiencia misionera posterior de Pablo. Al entrar a una comunidad, los cristianos hablaban primero en las sinagogas y sólo después que surgían problemas, comenzaban a trabajar entre los gentiles (ver p. ej. 14:1-6; 18:4-17; 19:8, 9) hasta que la oposición (por lo general pero no exclusivamente de parte de los judíos) los obligaba a dejarlo por completo.

13 Aquí el narrador se refiere al grupo como Pablo y sus compañeros aunque antes de esto, aun en el mensaje del Espíritu Santo a la iglesia de Antioquía (13:2), parece que Bernabé era reconocido como el líder y Pablo el compañero. El hecho de que Juan se separó de ellos, registrado aquí en forma muy sencilla, habría de ser causa de desacuerdo después (15:36-41). A partir de Col. 4:10, 11 y 2 Tim. 4:11, es claro que ambas partes se reconciliaron, pues ambas cartas fueron escritas después de los hechos que se registran aquí.

14 Antioquía de Pisidia era una de las muchas ciudades antiguas con ese nombre. Era llamada así porque estaba más cerca de Pisidia que la Antioquía de Galacia. 15 Era perfectamente natural que el líder de la sinagoga invitara a un rabino visitante a que presentara la homilía. Sin embargo, uno se siente tentado a tener pena por estos líderes en particular, que no tenían idea de lo que ocurriría por su insospechado ofrecimiento.

El discurso mismo puede verse como un desarrollo sobre la dispersión y elección de la gente. A menudo se piensa que fue predicado basándose en 2 Sam. 7:6-16, aunque el contexto no lo especifica.

16-25 Este discurso estaba dirigido no sólo a los judíos sino también a los gentiles que temían a Dios, que evidentemente también estaban en el culto de la sinagoga (ver sobre 10:1-8 para una discusión sobre los que son llamados temerosos de Dios). La primera y más larga sección del discurso fue un repaso de los hechos que precederán a la venida del Mesías. El primer párrafo se refiere a la elección de Israel hecha por Dios y el desplazamiento de las siete naciones de la tierra de Canaán en favor del pueblo escogido de Dios (aunque no lo ganaron por su conducta que Dios simplemente soportó). La segunda sección abarca el reemplazo de Saúl por David, el rey elegido por Dios. Un tercer tema, ya contemporáneo, es sobre Juan el Bautista, introducido con referencia a Jesús. El lector moderno puede perder el hecho revolucionario de que Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Arrepentimiento era una cosa, pero los judíos de su día habrán visto el bautismo como una parte de convertirse al judaísmo. El discurso implicaba que los que pensaban que ya eran judíos también necesitaban la conversión. Así el pueblo escogido ahora tenía él mismo que escoger o quizá ser desplazado. Juan era reverenciado por los judíos y su fama se había extendido ampliamente (ver Luc. 20:5-7, cuando los fariseos no temieron oponerse a Jesús, pero se acobardaron de hacer cualquier afirmación contra Juan; y Hech. 19:1-7, donde Pablo se encontró con discípulos de Juan en Efeso, lejos de Palestina). Por esta razón, los dichos de Juan mismo, respecto a ser desplazado por alguien mayor, tuvieron gran significado. Es posible que los oyentes de Pablo hayan tenido más conocimiento de Juan que de Jesús.

26-31 Después de repasar algo de historia, Pablo enfatizó que a nosotros ha sido enviado el mensaje. El aparente fracaso de Jesús en Jerusalén es enfrentado claramente y la inversión destacada en los discursos de Pedro (ver p. ej. 2:23, 24; 3:15; 4:10, 11) también aparece aquí. Pablo dijo que en efecto la decisión humana sobre Jesús era una cosa, pero que la de Dios sería algo bien diferente: sus enemigos lo habían ejecutado, pero Dios le levantó de entre los muertos.

32-37 Esto era buenas nuevas y se relacionaba con las promesas hechas a David. Como en el discurso de Pedro en 2:25-32, el argumento aquí gira sobre la promesa del Sal. 16:10 de que Dios no dejaría que su Santo vea corrupción. David mismo realmente vio corrupción, lo que puede significar que el Salmo estaba hablando de otra persona que no podía ser derrotada por la muerte. Pero aunque Pedro usó un argumento similar (que puede haber sido usado ampliamente por los primeros evangelistas), la diferencia en estilo es llamativa. Aquí Pablo mostró su formación rabínica usando cadenas de citas, así como por la variedad a lo largo del discurso. Una vez más, el tema era el desplazamiento: las promesas de David no fueron cumplidas sino hasta que vino Jesús.

38-41 Todo esto podía llevar buenas nuevas para los oyentes (como Pablo lo dijo a su auditorio: Sea conocido de vosotros que por medio de él se os anuncia el perdón de pecados), pero también fue la oportunidad de una advertencia directa: Mirad, pues, que no sobrevenga lo que está dicho en los Profetas. Los temas de la elección y el desplazamiento llevaron así a la clara demanda de la elección que debían hacer los oyentes en relación con Jesús a fin de evitar ser gente desplazada como pueblo de Dios. Eso se veía con mayor claridad por parte de aquellos gentiles que adoraban a Dios, quienes estaban esperando en cierta forma las promesas y la comunidad de Dios, mucho más fácilmente que los judíos de nacimiento que ahora se encontraban con la amenaza de la exclusión de algo que siempre consideraron suyo por don y por derecho. La cita de advertencia es de la versión gr. de Hab. 1:5, donde la palabra burladores reemplaza a la frase entre las naciones. Cualquiera que sea la traducción que se use, probablemente no era coincidencia que el contexto de la profecía concierna no sólo el juicio de Dios al pueblo escogido de Israel, sino también con la forma en que puede actuar (o actuará) por medio de los gentiles.

42 A pesar de la dureza del tono de Pablo al final del mensaje, la reacción fue extremadamente favorable: les rogaron que el sábado siguiente les hablasen de esos temas ... muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé. Los apóstoles les hablaron y les persuadieron a continuar.

Sin embargo, si ésa fue la reacción de la gente, la de los líderes fue menos cálida. 45 Como en Jerusalén, los judíos (con lo que Lucas quiere significar a los más influyentes en la comunidad judía, a juzgar por el v. 43) se llenaron de celos al ver las multitudes que eran atraídas por Pablo y Bernabé.

Sus palabras abusivas y su oposición fueron contestadas (46-48) de acuerdo con los lineamientos sugeridos por el discurso: la elección que esta gente llevó a su desplazamiento como pueblo de Dios: Ya que la habéis desechado ... he aquí, nos volvemos a los gentiles, que estaban dispuestos a escucharlos. Esta acción de volverse tenía que ver con la comunidad en particular más bien que con los judíos como raza. En 14:1 (como en toda ciudad posteriormente) Pablo fue primero a los judíos de la comunidad si había una sinagoga (ver 9:20-25; 13:5, 14; 14:1; 17:1, 2, 10; 17:17; 18:4, 19; 19:8). La frase de Lucas de que creyeron cuantos estaban designados para la vida eterna resulta una reorientación del equilibrio. Porque nunca se trata de la decisión de uno mismo lo que le salva, sino que siempre es el amor y la misericordia de Dios. Como ocurre con todos los pasajes que se refieren a la conversión de los gentiles, Lucas tiene dificultades para mostrar que lo que había ocurrido era de la iniciativa de Dios y que tenía su aprobación. La aceptación del Mesías judío por parte de los gentiles era a veces una sorpresa y otras una ofensa para los primeros cristianos, pero nada de ello tomó a Dios por sorpresa; siempre había planeado que fuera de ese modo, como muestra la cita del v. 47.

49 Cuando se dice que la palabra del Señor se difundía por toda la región probablemente deba verse como parte de la estrategia misionera de Pablo. Pareciera haber hecho su obra especialmente en áreas urbanas y permitía que la gente local llevara el mensaje a los pueblos y aldeas vecinos (quizá debido a la ubicación de las sinagogas y quizá en parte por las limitaciones del idioma; ver 14:11, 18). 50 Una vez más, a pesar del hecho de que tantos judíos habían seguido a los apóstoles, los opositores eran llamados simplemente los judíos para sugerir que eran personas influyentes que en algún sentido hablaban en nombre de la comunidad. Esta gente usó toda su influencia en los círculos altos para despertar la persecución contra los cristianos y finalmente los echaron de sus territorios. Un ejemplo posterior de una mujer distinguida era Drusila, la esposa judía del gobernador romano Félix (24:24). 51 Sacudir el polvo de sus pies era una ofensa. En su sentido más fuerte implicaba que el pueblo que estaban dejando estaba contaminado de alguna manera, pero probablemente no era más fuerte que decir en la actualidad: ¡Líbreme Dios! 52 Este rechazo no afectó ni su espíritu ni al Espíritu; siguieron llenos de gozo y del Espíritu Santo.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

En Antioquia de Pisidia. El equipo misionero llega a Antioquía de Pisidia y al sábado siguiente van directamente a la sinagoga. Allí, como era costumbre, invitaron a los forasteros a que tomaran la palabra y comentaran las dos lecturas que se habían proclamado, una tomada de la Ley y otra de los Profetas. Esta visita es muy semejante, en su forma y contenido, a la que hizo Jesús a la sinagoga de Nazaret, que también nos cuenta Lucas en su evangelio (cfr. Luc_4:16-30). La diferencia está en que Jesús fracasó en Nazaret y Pablo y Bernabé triunfaron rotundamente en Antioquía de Pisidia. Tanto es así, que los oyentes -entre los que se encontraban paganos simpatizantes con el judaísmo a quienes se les permitía acudir a las sinagogas- les invitaron a que hablaran el sábado siguiente.
Por lo visto, no esperaron al sábado, sino que estuvieron toda la semana pendiente de los labios de Pablo y Bernabé. Como era de esperar, al sábado siguiente había una gran multitud esperando oírles de nuevo. Lucas dice que toda la población estaba allí. Esto fue demasiado para los dirigentes judíos que, llenos de envidia, comenzaron a insultar y a contradecir a los dos misioneros. Es más, se aliaron con señoras de la «alta sociedad», precisa el narrador, quienes probablemente hicieron intervenir a las autoridades, y Pablo y Bernabé fueron expulsados de la ciudad. Éstos son los hechos. ¿Qué dijo Pablo en la sinagoga?
El tema del discurso de Pablo, el primero que recoge el libro de los Hechos, era de candente actualidad para los judíos que le escuchaban, como fueron ya antes los discursos de Pedro y Esteban. El pueblo judío tenía -y tiene- grabada en la memoria colectiva las grandes promesas hechas por Dios a lo largo de su historia a través de sus grandes personajes: los Patriarcas y los Profetas. Es un pueblo volcado hacia el futuro, que escudriña los signos de los tiempos para ver cuándo esas promesas se van a cumplir. Todas las promesas apuntan a un Salvador que tenía que venir. Pablo les dice que ese Salvador ya ha venido y es Jesús, muerto y resucitado. Para ello, al igual que Pedro y Esteban, Pablo repasa la historia de Israel con los ojos iluminados por la fe, y hace converger todas las promesas en el hecho de que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y que, en Él, el perdón y la salvación es ofrecida a todos sin distinción de raza o de nación.
¿Lo entendieron los judíos que le escuchaban? Lo extraordinario del caso de Antioquía de Pisidia fue que muchos paganos sí lo entendieron. Los judíos, sin embargo, en su gran mayoría, rechazaron el mensaje. Ante tal actitud, Pablo y Bernabé toman posición y la declaran abiertamente: desde ahora en adelante, la predicación del Evangelio a los paganos se convertirá en prioridad. Pablo ve en la conversión de los no judíos otra profecía que se cumple: «Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Isa_49:6). Lucas no quiere terminar el relato con el cuadro sombrío de la expulsión, por eso matiza que aunque fueron puestos en la frontera por las autoridades, en la ciudad quedaban los discípulos, llenos de alegría y del Espíritu Santo. La alegría fruto del Espíritu es uno de los temas favoritos de Lucas.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. El carisma de "doctor" capacita al que lo posee para dar a sus hermanos una enseñanza moral y doctrinal, normalmente fundada en la Escritura. Ver 1Co_12:28.

3. El rito de la "imposición de las manos" tiene diversos sentidos, según la intención y el momento. No siempre es un signo sacramental. En este caso es una señal exterior de lo que se ha pedido en la oración: que la gracia de Dios acompañe a los misioneros en medio de los paganos. Ver nota 1Ti_4:14.

4. "Seleucia" era el puerto de Antioquía de Siria.

5. "Salamina" estaba situada en la costa oriental de la isla de Chipre.

18. Deu_1:31.

19. Deu_7:1.

22. El texto combina muy libremente varios pasajes de la Escritura. Ver 1Sa_13:14; Sal_89:21.

25. Ver Mat_3:11.

33. Sal_2:7.

34. Isa_55:3.

35. Sal_16:10.

41. Hab_1:5.

47. Isa_49:6.

51. "Sacudiendo el polvo de sus pies": ver nota Mat_10:14.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Hch 12:12; Hch 12:25; Hch 13:5; Hch 15:37; Hch 15:39; Col 4:10; 2Ti 4:11; Flm 1:24

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 13.1 Antioquía: Véase 11.19 n.

[2] 13.1 Profetas: Hch 11.27 n.

[3] 13.1 Herodes: Herodes Antipas.

[4] 13.4 Seleucia: puerto que servía a la ciudad de Antioquía.

[5] 13.5 Juan: Juan Marcos: Véase 12.12 n.

[6] 13.9 Saulo, también llamado Pablo: Según la costumbre de su época, el apóstol tenía un nombre hebreo, Saulo, y otro romano, Pablo.

[7] 13.17 Ex 1.7; 12.51.

[8] 13.18 Nm 14.34; Dt 1.31.

[9] 13.19 Siete naciones: Cf. Dt 7.1.

[10] 13.19 Jos 14.1.

[11] 13.20 Unos 450 años: Cf. Gn 15.13 y Dt 2.7.

[12] 13.20 Jue 2.16; 1 S 3.20.

[13] 13.21 1 S 8.4-5,19.

[14] 13.21 1 S 10.20-21,24.

[15] 13.22 1 S 13.13-14; 16.12; Sal 89.20.

[16] 13.23 2 S 7.12-16; 22.51; Sal 132.11-13,17; cf. Hch 2.30.

[17] 13.25 Lc 3.16.

[18] 13.33 Sal 2.7.

[19] 13.34 Is 55.3.

[20] 13.35 Sal 16.10.

[21] 13.41 Hab 1.5 (gr.).

[22] 13.47 Cf. Is 42.6; 49.6.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*13:1-15:35 La primera sección de esta segunda parte de Hechos se centra en la misión de Bernabé y Saulo entre los gentiles -primer viaje de Pablo-, cuyo resultado fue la entrada masiva de los mismos en la Iglesia, sin circuncisión previa (Hch 13:1-52; Hch 14:1-28). El hecho provoca la protesta de un grupo de judíos, llamados judaizantes, convocándose por ello una reunión en Jerusalén, que sanciona aquella praxis (Hch 15:1-35).

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Se nos dice incidentalmente que Saulo ha cambiado su nombre y que ahora también se llama Pablo (v. 9). Éste será el nombre que conservará a partir de ahora en el Nuevo Testamento. La acción de Pablo sobre Barjesús-Elimas es uno de los pocos milagros punitivos del Nuevo Testamento. Los comentaristas hacen notar el carácter medicinal y pasajero de este castigo (cfr v. 11): «Pablo desea convertirle con un milagro análogo al que sirvió para convertirle a él. La frase hasta el tiempo señalado no es la palabra de uno que castiga sino de quien convierte». (S. Juan Crisóstomo, Hom. in Act.

28,1).


Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_15:38

Torres Amat (1825)



[31] 1 Cor 15, 6.

[38] Y que cualquiera que cree en él es justificado por él de todas las cosas de que no habéis podido ser justificado por la ley de Moisés.

[40] Hab 1, 5.

[47] Is 49, 6.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_15:38

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



PABLO Y LOS QUE CON ÉL IBAN: desde este momento aparece como jefe de la expedición.

|| PANFILIA: región meridional y costera del Asia Menor, al O. de Cilicia.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— Perge: Ciudad situada en la costa sur de Asia Menor y perteneciente a la provincia romana de Panfilia.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

περὶ WH Treg NA28 ] + τὸν RP

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

sus compañeros... Lit. los de alrededor de.