Ver contexto
Le tomaron y le llevaron al Areópago ; y le dijeron: «¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que tú expones? (Hechos 17, 19) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 17

4. EN TESALÓNICA (Hch/17/01-09).

a) Primeros éxitos (17,1-4).

1 Pasaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de judíos. 2 Según su costumbre, Pablo entró allí, y por tres sábados dialogó con ellos a partir de las Escrituras, 3 explicando y probando que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, y que «éste es el Mesías, este Jesús a quien yo os anuncio». 4 Algunos de entre ellos se dejaron persuadir y se agregaron a Pablo y a Silas, así como una gran muchedumbre de prosélitos griegos y no pocas mujeres principales.

De nuevo está el Evangelio en camino. La repulsa y la oposición se suceden apretadamente de lugar en lugar. Precisamente así es como se propaga el Evangelio. Por la vía Egnacia, la calzada imperial que desde el este conduce por Macedonia a Adria y cuyas etapas marca de nuevo a propósito Lucas, caminan los misioneros y se detienen en Tesalónica. Parece como si el imperio hubiese trazado su red tan ramificada de comunicaciones para preparar el camino al mensaje de la salvación. Aunque sabemos que el imperio ofreció a los pregoneros del Evangelio algo más que sus caminos. La experiencia por que pasa Pablo en Tesalónica se asemeja a lo que ya tenía experimentado antes. De nuevo se presenta en la sinagoga judía, de nuevo echa mano de la Sagrada Escritura veterotestamentaria para trazar por medio de ella la imagen del Mesías. La traza con los rasgos que lleva en sí mismo por su experiencia personal de Cristo. En los testimonios de las Escrituras ve al Salvador que sufrió y resucitó. No se aducen las pruebas en detalle, pero podemos atenernos a lo que conocemos por la predicación de Pedro (2,23 ss; 3,18) y finalmente por la predicación de Pablo en Antioquía de Pisidia (13,27 ss), en materia de pruebas de Escritura en la exégesis especial de la época. En esta profesión solemne: «Este es el Mesías, este Jesús a quien yo os anuncio», se resume todo lo que el kerygma apostó1ico trataba de testimoniar como punto esencial ante los oyentes judíos. Si leemos la primera carta a los Tesalonicenses, nos hallamos con un cuadro movido de los días en que Pablo ejerció su actividad en Tesalónica: «Cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no fue sólo con palabras, sino, además, con obras eficaces, es decir, con el Espíritu Santo y con convicción profunda. Como sabéis ésta fue nuestra actuación entre vosotros en provecho vuestro», dice en 1,5. Y en la misma carta (2,1s) leemos: «Bien sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue infructuosa. Al contrario, después de haber sido maltratados e injuriados en Filipos, como sabéis, tuvimos la osadía -apoyados en nuestro Dios- de proclamar entre vosotros el Evangelio de Dios, en medio de una fuerte oposición.» Habría que leer las dos cartas a los Tesalonicenses con todos sus detalles para que cobraran vida para nosotros las líneas de los Hechos de los apóstoles.

b) Perseguido por los judíos (17,5-9).

5 Envidiosos de esto los judíos, reunieron a unos cuantos vagabundos, maleantes y revoltosos, y amotinaron la ciudad. Situados ante la casa de Jasón, intentaban entregarlos al populacho. 6 Pero como no los encontraron, arrastraban a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, vociferando: «Estos son los agitadores del mundo entero, que han llegado hasta aquí, 7 y los hospeda Jasón; todos ellos actúan contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús.» 8 Y así alborotaron a la multitud y a las autoridades de la ciudad que oyeron esto. 9 Pero recibida fianza de Jasón y de los demás, los dejaron libres.

En la carta que hemos mencionado escribe Pablo: «Realmente, vosotros, hermanos, habéis seguido los pasos de las Iglesias de Dios, congregadas en el nombre de Cristo Jesús, que hay en Judea: también vosotros habéis recibido de vuestros compatriotas los mismos golpes que ellos sufrieron de los judíos. éstos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y nos persiguieron a nosotros, perdiendo, con todo ello, el favor de Dios y enfrentándose con todo el mundo, llegando hasta impedirnos predicar a los gentiles para que se salven. Así mantienen siempre llena la medida de sus pecados» (1Th_2:14 ss). Estas líneas se escribieron recordando la dolorosa experiencia de que habla nuestro texto. De nuevo tratan los judíos de obstaculizar la misión del Apóstol. Como en el proceso de Jesús, los dirigentes judíos trasladaban su acusación al plano político (Luk_23:2) y como lo habían hecho las gentes de Filipos, así lo intentaban ahora también los judíos de Tesalónica.

Puede sorprender que las autoridades de Tesalónica se dieran por satisfechas con una fianza de Jasón y no llevaran adelante la grave acusación. ¿Comprendieron los responsables las verdaderas razones que tenían los acusadores judíos, como Pilatos había penetrado las intenciones de las acusaciones contra Jesús (Mar_15:10) y como el procónsul Galión en Corinto no tomó en serio las recriminaciones de los judíos contra Pablo (Mar_18:14 ss)?

5. PERSECUCIÓN TAMBIéN EN BEREA (Hch/17/10-15).

10 En seguida, los hermanos, por la noche, despidieron a Pablo y a Silas hacia Berea, los cuales, apenas llegaron, se fueron derechos a la sinagoga de los judíos. 11 éstos eran de mejor condición que los de Tesalónica, puesto que recibieron con toda avidez la palabra, compulsando día tras día las Escrituras, para ver si era así. 12 Muchos, pues, de entre ellos abrazaron la fe, mujeres griegas distinguidas y no pocos hombres. 13 Pero, cuando supieran los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada por Pablo la palabra de Dios, también fueron allá, para agitar y sublevar las multitudes. 14 Entonces, los hermanos despidieron en seguida a Pablo para que se fuera hasta las orillas del mar. Silas y Timoteo, en tanto, permanecieron allí. 15 Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y, con orden para Silas y Timoteo de que cuanto antes se reunieran con él, regresaron.

El Apóstol debe abandonar Tesalónica sin poder llevar a término su obra. Por la carta que escribió desde Corinto a la comunidad sabemos cuánto sufrió su solicitud pastoral a causa de este suceso. En ella leemos: «En cuanto a nosotros, hermanos, separados de vosotros -material, no espiritualmente- por un poco de tiempo, redoblamos nuestros esfuerzos por realizar nuestro ardiente deseo de visitaros. Ciertamente estábamos empeñados en haceros esta visita, al menos yo, Pablo, una y otra vez. Pero se ha interpuesto Satán. Después de todo, ¿qué otra mejor esperanza, o alegría, o corona de gloria pudiéramos desear, sino vosotros mismos, ante nuestro Señor Jesús en su advenimiento? Sí, vosotros sois nuestra gloria y nuestra alegría» (1Th_2:17-20). Con tales sentimientos se despidió Pablo, apremiado por los hermanos, y buscó refugio en la apartada pequeña ciudad de Berea. También aquí le faltó el tiempo para entregarse al trabajo. Los judíos de la sinagoga de este lugar muestran verdadero celo por la salvación y examinan diligentemente el valor de la interpretación de los textos veterotestamentarios indicados por Pablo, y su referencia a Cristo Jesús. También los no judíos afectados a la sinagoga muestran sincero interés. Y una vez más Lucas, con la diligencia en él acostumbrada, menciona la actitud de apertura a la salvación observada en mujeres (cf. Luk_8:2 s; Luk_10:38 ss; Luk_23:49.55s).

A Pablo no le duró, por cierto, mucho tiempo la tranquilidad. Ni siquiera la distancia de 80 km impidió al odio de los judíos de Tesalónica llegar hasta Berea, como durante el primer viaje misionero habían ido los judíos de Antioquía de Iconio a Listra para apedrear a Pablo. Esta vez, sin embargo, alguien salvó a Pablo de aquella amenaza, sacándolo de la zona de peligro y encaminándolo hacia Atenas. Del estado de ánimo del Apóstol arrancado de su trabajo nos enteramos de nuevo por la carta a los Tesalonicenses, en la que escribe: «Por eso, no pudiendo ya más, decidimos quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo, nuestro hermano, colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para que os conforte y os consuele en vuestra fe, y para que nadie vacile en estas tribulaciones. Porque vosotros mismos sabéis muy bien que para eso estamos. Ya cuando estaba entre vosotros, os dijimos a tiempo que tendríamos que enfrentarnos con la lucha, como así ha pasado y lo estáis viendo. Por esto, no pudiendo ya más, envié a que se informaran sobre vuestra fe, no fuera que el tentador os hubiera tentado y todo mi esfuerzo hubiera resultado vano» (1Th_3:1-5).

¡Cuánto trabajo, cuánta solicitud pastoral y cuánta aflicción humana se oculta en estas sencillas líneas, en un hombre que con ardiente pasión se sentía apremiado a proclamar el mensaje de la salvación y pudo escribir de sí mismo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co_9:16). En verdad que este comienzo de la Iglesia en suelo europeo fue para Pablo una dolorosa cadena de amargas experiencias. Pero él sabía con quién sufría y por quién sufría. «Por eso me complazco, por amor de Cristo, en flaquezas, insultos, necesidades, persecuciones y angustias; porque cuando me siento débil, entonces soy fuerte» (2Co_12:10).

6. EN ATENAS (2Co_17:16-34).

a) Primer contacto con la ciudad (Hc/17/16-18).

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía su espíritu en su interior viendo la ciudad repleta de ídolos. 17 Discutía, pues, con los judíos y los prosélitos en la sinagoga, y cada día en el ágora con los que se tropezaba. 18 Incluso ciertos filósofos epicúreos y estoicos dialogaban con él, y algunos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Los otros, en cambio: «Parece ser predicador de divinidades extrañas», porque anunciaba a Jesús y la resurrección.

Una vez más los Hechos de los apóstoles ponen de manifiesto cómo el odio y la persecución proporcionan nuevas posibilidades al Evangelio. Pablo llega como fugitivo a Atenas. Aun cuando ha desaparecido de esta ciudad el esplendor de un Pericles y la fama de la escuela de Platón, sin embargo, todavía se le asocia la idea de riqueza cultural y de grandeza espiritual. Los múltiples monumentos dan testimonio de la búsqueda y ansia de hombres dotados de disposiciones religiosas, siquiera se manifieste esto en ideas y fines divergentes entre sí.

Pablo llega con el mensaje del Evangelio. ¡Encuentro memorable! Cierto que nuestro relato menciona también la sinagoga judía, a la que también en Atenas se dirige el Apóstol, fiel a sus más internos compromisos, pero aquí su verdadero interés va dirigido, a todas luces, a los no judíos, al mundo griego. Pablo da un ejemplo de cómo la proclamación de la salvación no debe circunscribirse a un grupo bien perfilado, formado religiosamente, sino que debe estar pronta a abrirse a todos los hombres, sea cual fuera la situación espiritual, cultural y social en que se encuentren.

Pablo no es una persona que aguarda que se presenten los hombres con sus preguntas, sino que se mezcla con las gentes en el ágora, el mercado, en el que, por cierto, más que de bienes económicos de consumo se trata de intercambio de cuestiones de política, de filosofía, de modo de vivir. Los rétores y sofistas todavía caracterizan la imagen espiritual a Atenas. El Apóstol procura entablar diálogo con epicúreos y estoicos, dos corrientes de tendencia diferente. Los epicúreos, empeñados en lo de tejas abajo, cultivando las satisfacciones refinadas de la vida, sin gran interés por lo que se refiere a Dios o a los dioses, buscaban en una concepción naturalista de la vida la felicidad del sabio serenado y el equilibrio imperturbado del alma. Los adeptos de la estoa representan ese tipo de hombres que trata de configurar la vida conforme a la filosofía y de vivir según la naturaleza, somete los afectos e impulsos a la razón, ve en Dios un ser que penetra el universo y que, conforme a un curso de las cosas fijado según un plan, lleva en sí las energías germinales de toda evolución.

¿No era un empeño desesperado anunciar a tales hombres el mensaje de Jesús y de la resurrección? La palabra de salvación del Evangelio, chocando con esta ideología y con esta concepción de la vida, ¿no rebotaría como las gotas de agua sobre el mármol de los templos paganos? Nuestro texto presenta de manera convincente la situación cuando dice que los unos, con una superioridad segura de sí, llamaban a Pablo «charlatán», y los otros -probablemente los representantes de la estoa- mostraban una reserva escéptica. Lo que Pablo, en su calidad de pregonero del Evangelio, experimentó en la plaza de Atenas, lo tiene ante los ojos como dolorosa experiencia de su actividad, cuando escribe en 1Co_1:20 ss: «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el investigador de las cosas de este mundo? ¿No convirtió Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y porque el mundo mediante su sabiduría, no conoció a Dios en la sabiduría de Dios, quiso Dios, por la necedad del mensaje de la predicación, salvar a los que tienen fe. Ahí están, por una parte, los judíos pidiendo señales, y los griegos, por otra, buscando sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos; necedad para los gentiles; mas, para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.»

b) Ante el Areópago (Hch/17/19-34).

19 Tomándole de la mano, lo condujeron al Areópago, mientras le decían: «¿Podemos saber cuál es esa doctrina nueva de que tú hablas? 20 Porque tú traes algo extraño a nuestros oídos. Nos gustaría saber lo que es» quiere decir.» 21 Los atenienses todos y los forasteros advenedizos no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad.

Pablo es conducido al Areópago. No se trata precisamente de una medida policíaca, sino de ocuparse, con tranquilidad, lejos de la barahúnda del mercado, de lo que tiene que decir el «predicador de divinidades extrañas». Con intención pone Lucas de relieve este Areópago. La palabra designaba en otro tiempo el prestigioso punto de reunión sobre la colina de Ares, pero con el tiempo se asoció más bien el nombre a las autoridades investidas de poderes judiciales, que se ocupaban también en la vigilancia de los discursos públicos. Si en nuestro pasaje adoptamos el segundo significado de la palabra, la situación en que se halla Pablo aparece como una hora memorable. Al mensajero del Evangelio le viene dada la posibilidad de anunciar su mensaje en un marco oficial de representantes de la cultura griega.

Algo extraño tiene que decirles este hombre de Tarso. ¿Era sincero el interés de ellos? El detalle sobre la curiosidad y el gusto de los atenienses por comunicarse novedades, no permite deducir una disposición auténtica con vistas a la salvación. El cuadro de este círculo de Atenas, tan amigo de divagaciones, puede hallarse en todos los tiempos. Se habla y se escribe sobre religión, se cultiva con afán la conversación ingeniosa sobre cuestiones teológicas, pero sin una voluntad auténtica ni interés por una verdad que comprometa ni por la entrega personal.

22 Pablo, entonces, de pie en medio del Areópago, dijo: «Hombres de Atenas, os veo en todo religiosos por demás. 23 Porque, al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he hallado hasta un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido." Pues eso que sin conocer veneráis, es lo que os anuncio yo. 24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos hechos a mano, 25 ni tiene que ser cuidado por manos de hombres, como si necesitara de algo, ya que es él quien da a todos vida, respiración y todas las cosas. 26 él hizo provenir de uno a todo el linaje humano para habitar sobre toda la faz de la tierra y fijó los tiempos determinados y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios, a ver si a tientas dan con él y lo encuentran, ya que en realidad no está lejos de cada uno de nosotros. 28 Porque en él vivimos, nos movemos y somos, como ya dijeron algunos de vuestros poetas: Porque incluso de su mismo linaje somos. 29 Siendo, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad pueda ser semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del pensamiento humano. 30 Pues bien, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, Dios ahora invita a los hombres a que todos y en todas partes se conviertan, 31 ya que ha establecido un día en el que habrá de juzgar al mundo entero según justicia por medio de un hombre a quien ha designado, para que salga fiador suyo ante todos, al haberlo resucitado de entre los muertos.»

El discurso en el Areópago, que en la forma en que ha sido transmitido es una obra literaria del autor de los Hechos de los apóstoles, reproduce en forma impresionante la situación en que se hallaba el Apóstol. Como ya otra vez en Listra (14,14 ss) había interesado el Apóstol la experiencia y concepción religiosa de los oyentes, a fin de anunciarles el mensaje del «Dios viviente», así lo hizo, en mayor grado todavía aquí. Tenemos ante nosotros una contrapartida del discurso de Pedro ante el círculo que rodeaba al centurión romano Cornelio (10,26-43). Aunque en el discurso en el Areópago presta más atención al pensar de los interpelados que en el discurso de Pedro. Si en nuestro discurso se echa de menos lo propiamente cristiano, hay que tener en cuenta que Pablo, según la exposición de nuestro texto, no pudo llegar al fin de su discurso, en el que con las palabras sobre la resurrección quería proponer el verdadero mensaje de salvación. Así se comprende también que en el discurso falta esa palabra que forma parte esencial del mensaje paulino, como en general del mensaje neotestamentario, la palabra «fe».

En el discurso de 17,22 ss, que se abre con el clásico «hombres de Atenas», Pablo a pesar de que «se consumía... en su interior viendo la ciudad repleta de ídolos» (17,16), encuentra unas palabras elogiosas para ponderar la religiosidad de sus oyentes. Se trata, con toda evidencia, de un recurso psicológico destinado a facilitar un contacto con su auditorio. En la predicación del Evangelio no se debería abordar a las personas con críticas negativas y juicios lesivos, sino que convendría estar dispuestos a ver y reconocer en su búsqueda y en sus empeños lo que para ellos es justo y sagrado. La Iglesia, en el concilio Vaticano II ha vuelto a mostrar esta actitud en su juicio sobre las religiones no cristianas. Sólo cuando el otro sienta que tenemos capacidad y voluntad de mostrarle respeto y comprensión, estará él también dispuesto a acoger nuestras palabras.

Pablo procede con tacto psicológico, sin embestir al oyente con eso que quiere anunciar. Dirige primero su atención al conocimiento de Dios. Sólo cuando la reverencia de Dios se posesiona del hombre, está éste dispuesto a escuchar también el mensaje que le habla en el Evangelio. Nuestro celo por la Iglesia ¿no adolece del efecto de que no pensamos suficientemente en este misterio fundamental de nuestra fe y nos perdemos demasiado en cuestiones secundarias y en problemas teológicos marginales? ¿No empleó Pablo un medio sumamente eficaz cuando refiriéndose al altar del Dios desconocido comenzó a interesar el ansia y la búsqueda de los hombres? No sabemos lo que pensaría el que puso en el altar la inscripción: «Al Dios desconocido.» ¿Estaba movido por el temor de pasar por alto a algún dios entre los numerosos dioses? ¿O se expresa en la inscripción la reverencia del mundo inaccesible de los dioses y de lo divino? 18 No queremos olvidar que ya mucho tiempo antes de Pablo pensadores griegos trataban de avanzar hacia una elevada concepción y enunciación de Dios.

Pablo interpreta la inscripción en sentido del Dios único, del que él sabe por la Biblia, en tanto que judío creyente, y sobre todo como cristiano por el contacto con Cristo glorificado. No habla con sabiduría de escuela, sino como heraldo y testigo. Y sin embargo, recurre a la capacidad mental de sus oyentes, cuando de la omnipotencia absoluta del Creador deduce la gloria soberana de Dios, que no está encerrado en los estrechos límites de templos e imágenes y que, estando exento de necesidades, se abre a todas las necesidades del hombre.

El pensamiento helenístico y el bíblico se entrelazan cuando Pablo hace remontar a Dios la «vida» y «la respiración» de todos los seres. Se nos recuerda el relato bíblico de la creación, pero al mismo tiempo parece que se alude a una interpretación popular del nombre de Zeus, que en un himno viene ensalzado como el «viviente» y como «aliento de todas las criaturas». Pensamos en el Adán bíblico cuando se dice que los hombres proceden «de uno». La fe bíblica y la creencia griega se encuentran cuando se dice que Dios dirige las suertes de los hombres y en medio del cambio de los tiempos y lugares los hace habitar «sobre toda la faz de la tierra». La expresión lucana está en consonancia con unas palabras de Isaías (24,17), se halla también en Luk_21:35.

La más profunda interpretación del sentido de la existencia humana se insinúa con expresa referencia a poetas griegos, cuando se dice que el que viene de Dios tiene un elevado cometido en buscar a Dios, tratar de dar con él a tientas, y encontrarlo 19. Aquí se expresan y se ponen a la luz de la revelación los múltiples intentos del mundo helenístico, de conocer y experimentar a Dios por caminos racionales y místicos. Aquí se habría podido esperar una alusión a la experiencia de Dios en Cristo Jesús, pero el Apóstol, conforme al plan del discurso, se contiene todavía, para seguir interesándose en el modo de pensar de sus oyentes.

En las palabras del Apóstol oímos como un eco de su gran contemporáneo, ·Séneca, que dice: «Dios está cerca de ti, está contigo y hasta está en ti. Por eso debes tú venerarlo en tu interior.» Aunque las palabras de poetas citadas por el Apóstol se apoyan en representaciones panteístas, él las toma y las interpreta en función de la experiencia de Dios en la Biblia y de la revelación de salvación en eI Evangelio 20.

Pensamos en frases de la carta a los Romanos cuando leemos: «Siendo, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad pueda ser semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del pensamiento humano.» Pablo, bajo el influjo del libro de la Sabiduría, entretejido de pensamientos helenistas, dice en Rom_1:19 ss: «Lo que puede conocerse de Dios está manifiesto entre ellos, ya que Dios se lo manifestó. En efecto, desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios, tanto su eterno poder como su deidad, se hacen claramente visibles, entendidas a través de sus obras; de suerte que ellos no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le dieron gloria como a tal Dios ni le mostraron gratitud; antes se extraviaron en sus varios razonamientos, y su insensato corazón quedó en tinieblas.»

En un juicio sorprendente llama el Apóstol «los tiempos de la ignorancia» a la época anterior del paganismo. Aun cuando reconoce las claras convicciones y profesiones de este paganismo, sin embargo en la idolatría tan propagada y multiforme sólo ve un error y un extravío, como también trata de mostrarlo en forma impresionante en su descripción del mundo no judío (Rom_1:18-32).

Y así como en la carta a los Romanos contrapone al sombrío cuadro de la humanidad extraviada y pecadora el confortante mensaje del tiempo de salvación que alborea (Rom_3:21 ss), así lo hace también aquí en Atenas. Habla de la llamada de Dios, que llama a todos los hombres a la conversión. Todavía no cita ningún nombre, pero habla de un «hombre», por el que «habrá de juzgar al mundo entero según su justicia». Nosotros sabemos a quién se refiere. Y sólo ahora, una vez que ha puesto en tensión la atención de sus oyentes, quiere pasar a proponer el mensaje del Evangelio y a hablar de aquel «a quien (Dios) ha designado, para que salga fiador suyo ante todos, al haberlo resucitado de entre los muertos». Una vez más, como generalmente en sus discursos y en sus cartas, pone ante los ojos de sus oyentes el signo de la resurrección de Jesús como base de la salvación y de la fe que salva, con lo cual el discurso ha llegado a un punto en el que debería seguir el mensaje completo; pero no puede llevarlo adelante porque sus oyentes no están dispuestos a seguir escuchándolo.

...............

18. De la antigüedad sólo se conocen con seguridad inscripciones de este género con la dedicatoria en plural: «A dioses desconocidos», lo cual, sin embargo, no excluye la fiabilidad de nuestra información: «Al dios desconocido.» Pero también esta formulación podría interpretarse en función de las concepciones politeístas. Pablo tiende con ella un puente hacia el concepto judío y cristiano de Dios para empalmar con él su mensaje cristiano de salvación.

19. Hasta qué punto está latente también en estos pensamientos el testimonio de la Biblia lo muestran textos veterotestamentarios, tales como Amo_9:12; Psa_14:2; Psa_53:3; Isa_65:1, etc. Aquí no se trata de un «buscar» a la manera de la investigación intelectual y del empeño científico, sino de una actitud de prontitud de la voluntad, de gratitud, de ansia de Dios y de lo divino.

20. En el v. 28a hay probablemente resonancias de poesía griega, quizá de un himno a Zeus, aunque también en este lugar se dejan oír a la vez pensamientos de la Biblia. La cita: «De su mismo linaje somos», que atribuye a «algunos» poetas griegos, está comprobada en Arato, que vivía en la corte de los Tolomeos, y también en un himno a Zeus del poeta Cleantes. No es posible determinar si Lucas, que fue quien dio forma al discurso, conocía la procedencia de estas palabras o solamente citaba versos que eran del dominio público

...............

32 Al oír «resurrección de muertos», unos se reían, y otros dijeron: «Te oiremos hablar de esto en otra ocasión.» 33 Así salió Pablo de en medio de ellos. 34 Algunos, adhiriéndose a él, abrazaron la fe; entre ellos, Dionisio el Areopagita, y una mujer por nombre Dámaris, y algunos otros con ellos.

En la primera carta a los Corintios escribe Pablo: «Sin embargo, entre los ya perfectos, usamos un lenguaje do sabiduría; pero no de una sabiduría de este mundo, ni de las fuerzas rectoras de este mundo, que están en vías de perecer; sino un lenguaje de sabiduría de Dios en el misterio, la que estaba oculta, y que Dios destinó desde el principio para nuestra gloria; la que ninguna de las fuerzas rectoras de este mundo conoció» (1Co_2:6 ss). Esto lo escribía el Apóstol partiendo de la experiencia por la que, en su calidad de predicador del Evangelio, hubo de pasar en los centros de cultura del mundo de entonces. Precisamente su aparición ante el Areópago es un ejemplo de esto. Cuando lo que mueve a los hombres a ocuparse con el mensaje de salvación es mera curiosidad y avidez de sensación, resulta difícil dar con lo que significa la fe.

En efecto, Jesús mismo había expresado esta experiencia en sus impresionantes palabras de Mat_11:25 ss: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra; porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así lo has querido tú. Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo.» ¿No se expresa aquí la penuria interior de que sufrimos los cristianos precisamente en nuestros días? ¿No hemos dado quizá demasiada importancia a los métodos de la investigación y del saber humanos en teología y en la interpretación del Evangelio? ¿Por qué los textos sagrados se nos disuelven en gran parte entre las manos, de modo que no nos conducen ya al misterio, que en definitiva sólo se descubre a la fe reverencial? No queremos decir nada contra el sentido y los fueros del empeño racional en torno al contenido del Evangelio. Sin embargo, puede darse muy fácilmente que nos hallemos ante una plétora de opiniones contrapuestas, que nos obstruyan el camino hacia la sabiduría de la fe.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



En Tesalónica, 17:1-9.
1 Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de judíos. 2 Según su costumbre, Pablo entró en ella, y por tres sábados discutió con ellos sobre las Escrituras, 3 explicándoselas y probando cómo era preciso que el Mesías padeciese y resucitase de entre los muertos, y que este Mesías es Jesús, a quien yo os anuncio. 4 Algunos de ellos se dejaron convencer, se incorporaron a Pablo y a Silas, y asimismo una gran muchedumbre de prosélitos griegos y no pocas mujeres principales. 5 Pero los judíos, movidos de envidia, reunieron algunos hombres malos de la calle, promovieron un alboroto en la ciudad y se presentaron ante la casa de Jasón buscando a Pablo y a Silas para llevarlos ante el pueblo. 6 Pero no hallándolos, arrastraron a Jasón y a algunos de los hermanos y los llevaron ante los politarcas, gritando: Estos son los que alborotan la tierra. Al llegar aquí han sido hospedados por Jasón, 7 y todos obran contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Con esto alborotaron a la plebe y a los politarcas que tales cosas oían; 9 pero habiendo recibido fianza de Jasón y de los demás, los dejaron ir libres.

De Filipos, siguiendo la vía Egnatia, los dos misioneros marchan a Tesalónica, pasando por Anfípolis y Apolonia (v.1). No parece que se detuvieran a predicar en estas dos últimas ciudades, y si se las menciona es sólo como etapas de viaje hasta Tesalónica, distante de Filipos unos 150 kilómetros.
Era Tesalónica ciudad de gran movimiento comercial, a cuyo puerto llegaban naves procedentes de todos los puntos del Mediterráneo. Era la sede del gobernador romano de la provincia de Macedonia. La ciudad había sido fundada por Casandro, en el 315 a. G., que le dio ese nombre en honor de su mujer Tesalónica, hermana de Alejandro Magno. Ya bajo el dominio romano, Augusto la había declarado ciudad libre, como recompensa por la ayuda que le prestó antes de la batalla de Filipos. Estaba gobernada, al igual que toda ciudad libre entre los romanos, por una asamblea popular (äÞìïå), a cuyo frente estaban cinco o seis magistrados, que San Lucas llama politarcas (v.6-8), término que no conocíamos por los autores profanos, pero que ahora las inscripciones arqueológicas han demostrado que era el usual en Macedonia y regiones limítrofes, con lo que se confirma la exactitud histórica de los Hechos y la buena información de San Lucas. Su población era una mezcla de griegos, romanos y judíos, en proporción que no es fácil determinar. Desde luego, la colonia judía debía de ser bastante numerosa, pues poseían una sinagoga (v.1). También en la actual Thessaloniki son muy numerosos los judíos, aunque procedentes en su mayoría de los expulsados de España por los Reyes Católicos.
Los dos misioneros se hospedaron en casa de un tal Jasón (v.6), personaje que debía de ser muy conocido, pues, al contrario que en otras ocasiones (cf. 18:2; 21:16), se introduce su nombre en el relato sin ninguna explicación (v.5). Es posible que sea aquel mismo del que San Pablo envía saludos a los romanos, escribiendo desde Gorinto, y que pone entre sus parientes, o sea, de la misma tribu (cf. Rom_16:21). A fin de no ser gravosos a nadie, trabajaban día y noche, como el mismo Pablo recordará más tarde (cf. 1Te_2:9; 2Te_3:8); y ni aun así debía sobrarles mucho, pues hubieron de aceptar ayuda material de los de Filipos (cf. Flp_4:16). Probablemente ese trabajo manual era el de fabricación de tiendas, igual que luego en Corinto (cf. 18:3).
Como de costumbre, Pablo comienza su predicación por los judíos, acudiendo durante tres sábados a la sinagoga para discutir con ellos sobre las Escrituras (v.2). En tres puntos insistía sobre todo: que el Mesías, contrariamente a las creencias tradicionales judías, tenía que padecer; que debía resucitar; y que ese Mesías era Jesús de Nazaret (v.3). El resultado fue que algunos de ellos se dejaron convencer, y se incorporaron a Pablo y Silas (v.4). Entre ellos habrá que poner a Segundo y a Aristarco, que, más adelante, aparecerán como colaboradores de San Pablo (cf. 20:4; Gol 4:10). Sin embargo, no debieron de ser muchos los convertidos, pues las dos cartas que luego escribirá Pablo a esta comunidad de Tesalónica dan la impresión de que estaba compuesta, si no exclusivamente, al menos en su inmensa mayoría, de cristianos procedentes del gentilismo (cf. 1Te_1:9; 1Te_2:14-16).
De éstos dice San Lucas que se convirtió una gran muchedumbre (v.4). No es probable que la conversión de esa muchedumbre haya tenido lugar únicamente durante ese período de los tres sábados aludidos antes (v.3-4). Creemos que esos tres sábados pueden referirse más bien al tiempo de discusión con los judíos, sin que ello implique necesariamente que la permanencia de Pablo en Tesalónica no fuese más larga. Habría sucedido aquí algo parecido a lo que sucedió en Antioquía de Pisidia (cf. 13:46-49) y sucederá también luego en Gorinto (cf. 18:6-7) Y en Efeso (cf. 19:8-10), es decir, que, rechazado por los judíos, Pablo habría seguido en Tesalónica dedicado a la predicación entre los gentiles; pues es difícil que en sólo tres semanas se hubiera formado esa comunidad cristiana tan floreciente, que suponen las cartas a los Tesalonicenses (cf. 1Te_1:3-8). Lucas, sin descender a detalles sobre esta segunda etapa de la labor misional de San Pablo, se habría contentado con añadir que se convirtió también una gran muchedumbre de prosélitos griegos 156 y no pocas mujeres principales.
No tardó, sin embargo, en surgir la persecución. Como antes en Antioquía de Pisidia (cf. 13:45), también ahora los judíos se llenan de envidia ante el éxito de la predicación de Pablo con los gentiles (v.5). Con pena lo recordará más tarde el Apóstol al escribir a los Tesalonicenses (1Te_2:16). Los hombres de que se valen para provocar el alboroto son esos maleantes, gente desocupada, que merodean por las plazas, dispuestos a ir con el que más pague. Ellos son los que, azuzados por los judíos, se dirigen a la casa de Jasón en busca de Pablo y de Silas, y, al no hallarlos, arrastran a Jasón y a algunos de los hermanos, llevándolos ante los politarcas o magistrados de la ciudad (v.5-6; cf. 19:31). Las acusaciones, que lanzan, a gritos, son graves: que perturban el orden (v.6; cf. 24:5) y que obran contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús (v.7; cf. 25:8). En sustancia son las mismas acusaciones que habían sido lanzadas ya contra Jesús mismo (cf. Luc_23:2; Jua_19:12). Es posible que Pablo, en sus predicaciones, hablara alguna vez de reino mesiánico (cf. 19:8; 28:23), o de alguna otra manera se refiriera a Jesús como rey; pero lo que él decía en sentido espiritual, sofísticamente lo convierten en acusación política. Los magistrados, sin embargo, no se precipitan, como antes habían hecho los de Filipos (cf. 16:22). Sin duda se dieron perfecta cuenta del valor de aquellas acusaciones en boca de gente maleante, que muestra tanto celo por la tranquilidad pública y por el César; y como, por otra parte, tampoco podían mostrarse indiferentes ante acusaciones tan graves, se contentan con exigir fianza de Jasón y de los demás, y los dejan ir libres (v.8-9). No se dice en qué consistió esa fianza; probablemente bastó una promesa formal, con depósito quizá de algún dinero, de que no perturbarían la paz pública ni maquinarían contra el Estado.
Con todo, para evitar nuevos desórdenes, aquella misma noche Pablo y Silas parten para Berea (v.10). Algo se debieron de calmar los ánimos, aunque no del todo; pues, a juzgar por lo que dice el Apóstol en su carta a los Tesalonicenses, la persecución debió de seguir (cf. 1Te_2:14).

En Berea,1Te_17:10-15.
10 Aquella misma noche los hermanos encaminaron a Pablo y a Silas para Berea. Así que llegaron, se fueron a la sinagoga de los judíos. 11 Eran éstos más nobles que los de Tesalónica, y recibieron con toda avidez la palabra, consultando diariamente las Escrituras para ver si era así. 12 Muchos de ellos creyeron, y además mujeres griegas de distinción y no pocos hombres. 13 Pero en cuanto supieron los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada por Pablo la palabra de Dios, vinieron allí y agitaron y alborotaron a la plebe. 14 Al instante los hermanos hicieron partir a Pablo, camino del mar, quedando allí Silas y Timoteo 15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas, recibiendo de él encargo para Silas y Timoteo de que se le reuniesen cuanto antes.

Es posible que la intención de Pablo fuera continuar sirviéndose de la vía Egnatia y, una vez evangelizada Tesalónica, seguir hasta Dirraquio y Roma (cf. Rom_1:13; Rom_15:22). Pero la manera como hubo de salir de aquella ciudad habría inducido a los fieles tesalonicenses a encaminarle hacia Berea (v.10), ciudad un poco a trasmano, oppidwn devium, como la llama Cicerón 157. Allí, al menos de momento, quedaba más en la sombra, libre de las persecuciones de sus enemigos.
Distaba Berea de Tesalónica unos 8o kilómetros. Un poco más al sur se hallaba el majestuoso Olimpo. Como de costumbre (cf. 13:5), Pablo comenzó por presentarse en la sinagoga, donde fue bien recibido; pues, al decir de San Lucas, los judíos de Berea eran más nobles de espíritu que los de Tesalónica y, ávidos de conocer la verdad, consultaban diariamente las Escrituras para ver si era así como Pablo decía (v.11).
No sabemos cuánto tiempo duró este apostolado tranquilo en Berea, Lo que sí se nos dice es que el trabajo fue fructífero, y no sólo se convirtieron muchos judíos, sino también mujeres griegas de distinción y no pocos hombres (v.1a). Entre ellos habrá que poner, sin duda, a Sópatros, que más tarde acompañará a Pablo en un viaje a Jerusalén (cf. 20:4). Pero la consabida persecución de parte de los judíos no podía faltar. Efectivamente, enterados los judíos de Tesalónica de que Pablo estaba predicando en Berea, envían allá comisionados que logran alborotar la ciudad (v.13). A fin de prevenir ulteriores complicaciones, los hermanos de Berea hacen partir a Pablo camino del mar, acompañándole hasta Atenas (v.14-15).
No es fácil concretar si este viaje hasta Atenas fue por mar o por tierra. La frase de San Lucas que en el texto hemos traducido por camino del mar (åùò åðß ôçí ×Üëáóáí) no resuelve la cuestión. Bien pudo ser que llegaran hasta el mar, como parece decir el texto, pero no para embarcarse, sino para tomar la vía que bajaba desde Tesalónica a lo largo de la costa y que luego se internaba en Tesalia y llegaba hasta Atenas 158. Así se explicaría mejor lo que se dice en el versículo siguiente de que los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas, pues tratándose de un viaje marítimo no se ve, una vez tomado el barco, qué razón de ser podía tener ese acompañamiento para tener que volver luego el punto de partida. Con todo, la mayoría de los autores se inclinan a suponer que el viaje fue por mar, dado que para éste bastaban tres días, mientras que por tierra se necesitaban al menos doce. No hay datos suficientes para una solución definitiva.
Una vez en Atenas, Pablo, al despedir a sus acompañantes, les encarga que dijeran a Silas y a Timoteo que vinieran cuanto antes a reunirse con él (v.15). Estos se habían quedado en Berea (v.14), no sabemos por qué. Quizá para terminar de organizar aquella comunidad y para seguir de cerca en contacto con la de Tesalónica, que Pablo llevaba tan en el corazón. Lo cierto es que ahora quiere que vayan cuanto antes a reunirse con él, y así lo encarga.
Pero ¿cuándo se reunieron de hecho con Pablo? Si atendemos a la narración de los Hechos, parece ser que no en Atenas, donde sólo se habla de Pablo (17:16.34; 18:1), sino más tarde, en Corinto (18:5). Sin embargo, a esto parece oponerse lo que el mismo Pablo dice en su carta a los Tesalonicenses: No pudiendo sufrir más, determinamos quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo.. para confirmaros y exhortaros en vuestra fe (1Te_3:1-2). Evidentemente se trata de esta estancia en Atenas que siguió a su salida de Berea, y parece claro que Timoteo estaba con él, pues dice que lo envían a Tesalónica, aun a trueque de quedar solos. Más aún, el plural enviamos a Timoteo.. nos inclinaría a suponer que también estaba Silas, pues la carta está escrita en nombre de los tres (cf. 1Te_1:1).
Diversas hipótesis se han propuesto a fin de armonizar estas noticias. Suponen muchos que Timoteo y Silas se reunieron efectivamente con Pablo en Atenas, conforme a la orden recibida; pero después Timoteo fue enviado a Tesalónica, y Silas a otra parte, quizá a Filipos o a Berea, volviendo luego a bajar juntos a encontrarse con el Apóstol, cuyo encuentro habría tenido lugar en Corinto. Desde luego, la hipótesis es posible. Con todo, la noticia de Lucas en 18:5, anunciando la llegada de Timoteo y Silas, parece hacer referencia claramente a 17:14-15, sin dejar lugar al encuentro de Atenas. Por eso, juzgamos más fundado explicar todo suponiendo una contraorden de Pablo, quien, ante nuevas noticias recibidas, habría mandado aviso a Timoteo de que, antes de venir a juntarse con él, fuera a Tesalónica a tranquilizar aquella iglesia. Algo parecido habría hecho con Silas. El plural enviamos (1Te_3:2) podría explicarse, aunque esté solamente refiriéndose a Pablo, como acontece en otros lugares (cf. 2Co_10:7-11; 2Co_13:1-6). La misma expresión: determinamos quedarnos solos.., tiene así mucha más fuerza que si incluimos también a Silas.

Pablo, en Atenas,2Co_17:16-21.
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos. 17 Disputaba en la sinagoga con los judíos y los prosélitos, y cada día discutía en la plaza con los que le salían al paso. 18 Ciertos filósofos, tanto epicúreos como estoicos, conferenciaban con él, y unos decían: ¿Qué es lo que propala este charlatán? Otros contestaban: Parece ser predicador de divinidades extranjeras; porque anunciaba a Jesús y la resurrección. 19 Y tomándole, le llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué nueva doctrina es esta que enseñas? 20Pues eso es muy extraño a nuestros oídos; queremos saber qué quieres decir con esas cosas. 21 Todos los atenienses y los forasteros allí domiciliados no se ocupan en otra cosa que en decir y oír novedades.

Esta página de los Hechos sobre la estancia de Pablo en Atenas es una de las descripciones más realistas que se conservan sobre la vida de la Atenas de entonces. Aunque había descendido mucho, pues ya no era ni siquiera capital de la provincia romana, la ciudad conservaba aún vestigios de su antigua grandeza. Por todas partes se veían monumentos, templos, estatuas, y a ella acudían extranjeros de todas las partes del mundo, amantes de la cultura 159.
En su agora famosa, situada a los pies del Areópago y próxima a la Acrópolis, se discutía de todo. Allí se encontraba el pórtico, la Estoa, que dio a los estoicos su nombre. De ellos, juntamente con los epicúreos, habla expresamente San Lucas (v.18). Eran dos escuelas filosóficas rivales, entonces muy en boga, los estoicos, que profesaban un panteísmo materialista, penetrados de una elevada idea del deber y aspirando a vivir de acuerdo con la razón, indiferentes ante el dolor, y los epicúreos, también materialistas, pero menos especulativos, que ponían el fin de la vida en buscar prudentemente el placer. A los atenienses agradaba oír estas discusiones de sus filósofos, acudiendo diariamente al agora, donde podían oír además las últimas novedades traídas por extranjeros que allí llegaban. La frase de San Lucas a este respecto, en total armonía con las fuentes profanas 160, es sumamente expresiva: Todos los atenienses y los forasteros allí domiciliados no se ocupan en otra cosa que en decir y oír novedades (v.21).
La impresión de San Pablo, al entrar en Atenas, fue de indignación y profundo dolor: se consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos (v.16). Todos aquellos templos, estatuas y monumentos no eran simplemente creaciones artísticas, como lo son hoy después de haber quedado vaciados de todo contenido religioso, sino que eran testimonios de la idolatría triunfante, ídolos en servicio activo, blasfemias permanentes contra el Dios verdadero, y eso no podía menos de exasperar su espíritu de apóstol de Cristo. Como de costumbre (cf. 13:5), Pablo comenzó su predicación en la sinagoga antes que en ningún otro lugar (v.17), pero parece que los resultados no debieron de ser muy espléndidos, pues el texto no añade dato alguno. Debió de tener más bien una acogida fría, dirigiéndose entonces al agora y hablando a todos los que les salían al paso (v.17). Tampoco en estos paseantes del agora debió de encontrar Pablo mucho entusiasmo, dado el silencio de la narración a este respecto y el escaso resultado final con que tuvo que salir de Atenas (cf. v.34). Los únicos que, a título de curiosidad, parecieron interesarse algo por la predicación de Pablo fueron algunos filósofos epicúreos y estoicos (v.18), a quienes debían de sonar a nuevo las cosas que Pablo decía. Se le designa con el despectivo nombre de charlatán 161, con el que parecen querer dar a entender que, aunque bien provisto de palabras, carecía de verdadero pensamiento filosófico. Sobre todo les sonaba a nuevo eso de Jesús y la resurrección, de que hablaba Pablo (v.18), viendo probablemente en esos dos términos (Jesús-Resurrección) una pareja normal de dioses, varón y hembra, análoga a tantas otras de las que poblaban sus templos. Por eso, para poder oírle mejor, libres del ruido de la multitud, le llevan al Areópago, colina situada al sur del agora, donde, según la leyenda, se habían reunido los dioses para juzgar a Marte y donde, en tiempos antiguos, tenía sus sesiones el tribunal supremo de Atenas 162. Es posible que este lugar, entonces solitario, sirviera a estos filósofos corrientemente para sus disputas filosóficas. Ahí va a tener Pablo su discurso. No parece que fueran muchos los oyentes, sino un pequeño grupo de filósofos epicúreos y estoicos que deseaban saber qué quería decir con esas cosas que predicaba en el agora (v. 18-20).

Discurso en el Areópago, 17:22-34.
22 Puesto en pie Pablo en medio del Areópago, dijo: Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos; 23 porque al pasar y contemplar los objetos de vuestro culto, he hallado un altar en el cual está escrito: Al dios desconocido. Pues eso que sin conocerlo veneráis es lo que yo os anuncio. 24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombre, 25 ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo El mismo quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26 El hizo de uno todo el linaje humano, para poblar toda la haz de la tierra; El fijó a los pueblos los tiempos establecidos y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios y siquiera a tientas le hallen, que no está lejos de nosotros, 28 porque en El vivimos y nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas han dicho: porque somos linaje suyo. 29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad es semejante al oro o a la plata o a la piedra, obra del arte y del pensamiento humano. 30 Dios, disimulando los tiempos de la ignorancia, intima ahora en todas partes a los hombres que todos se arrepientan, 31 por cuanto tiene fijado el día en que juzgará a la tierra con justicia, por medio de un Hombre, a quien ha constituido juez, acreditándole ante todos por su resurrección de entre los muertos. 32 Guando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír, otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez. 33 Así salió Pablo de en medio de ellos. 34 Algunos se adhirieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita y una mujer de nombre Damaris y otros más.

Es admirable este discurso de Pablo, lo mismo por la doctrina que contiene como por la habilidad con que la presenta. La conclusión a que trata de llegar será la misma de siempre, la de que sus oyentes crean en el mensaje de bendiciones traído por Jesucristo (v.31); pero aquí, al contrario que en sus discursos ante auditorio judío (cf. 13:16-41; 17:3), el camino no va a ser sobre la base de citas de Sagrada Escritura, sino a base de abrir los ojos ante el mundo que nos rodea, creado y ordenado maravillosamente por Dios,
Comienza, conforme era norma en la oratoria de entonces, con una caplatio benevolentiae, elogiando a sus oyentes como sumamente religiosos (v.22). Le da pie a ello la inscripción que al pasar por las calles de Atenas acababa de leer en un ara: Al dios desconocido (v.23). Esa misma inscripción le sirve también para entrar suavemente en materia: Eso que sin conocer veneráis es lo que yo os anuncio.162
Su discurso puede resumirse así: Dios, creador de todas las cosas y de los hombres, puede y debe ser conocido por éstos (v.24-28); pero, de hecho, los hombres no le han conocido, adorando en cambio estatuas de oro, de plata y de piedra (v.29). Son los tiempos de la ignorancia (v.30). Dios, sin embargo, y aquí deja Pablo el campo de la razón natural para entrar en el de la revelación sobrenatural, no se ha desentendido del mundo, sino que, fingiendo no ver esos tiempos de ignorancia para no tener que castigar, manda a todos los seres humanos que se arrepientan, enviando al mundo a Jesucristo, a quien ha constituido juez universal, cuya misión ha quedado garantizada por su resurrección de entre los muertos (v.30-31).
Las dos ideas fundamentales que Pablo hace resaltar en este discurso, conocimiento de Dios por la sola razón natural e importancia de la resurrección de Cristo para la credibilidad del Evangelio, las encontramos de nuevo claramente en sus cartas (cf. Rom_1:19-23; 1Co_15:14-15). También podemos ver en ellas, al menos insinuadas, esas otras ideas subalternas de la unidad de la especie humana y de la providencia de Dios en la historia, señalando a cada pueblo la duración de su existencia y los límites de sus dominios (v.26; cf. Rom_5:12-21; Efe_1:10-11). Parece que, mientras Pablo se mantuvo en el terreno filosófico, como fue a lo largo de toda la primera parte (v.24-29), sus oyentes le escucharon con más o menos curiosidad y atención. Incluso les agradarían esas citas de poetas griegos, de las que se vale para recalcar la idea de que Dios no está lejano a nosotros, como algo a que no es posible llegar, sino que vivimos como inmersos en él y somos linaje suyo v.13. Pero, al entrar en la segunda parte del discurso (v.30-31), que para Pablo era la más esencial, la cosa cambió totalmente. Comenzaba el elemento sobrenatural, y de esto aquellos orgullosos filósofos ni siquiera quisieron oír. La manera como lo cuenta San Lucas no puede ser más expresiva: Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír, otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez (v.32). Y Pablo ni siquiera pudo continuar el discurso.
La impresión que debió de causar en San Pablo este fracaso de Atenas tuvo que ser tremenda. Era la primera vez que se encontraba el mensaje cristiano con los representantes de la cultura paga-y el encuentro no pudo ser más desesperanzador. Pablo había intentado valerse incluso de las armas del buen decir, como lo muestran el exordio de su discurso y las alusiones a antiguos poetas griegos, y como resultado obtiene, no ya oposición y ataque, cosa que hubiera llevado mejor, sino la indiferencia más absoluta, con ese aire de superioridad despectiva que están rezumando aquellas frases: unos se echaron a reír, y otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez. A buen seguro que este fracaso de Atenas contribuyó grandemente a que, en adelante, rechace en su predicación como inútiles las artificiosas palabras y los persuasivos discursos de sabiduría humana, pues plugo a Dios salvar a los hombres por la locura de la predicación (cf. 1Co_1:17.21; 1Co_2:4).
A pesar del fracaso, todavía logró convertir algunos, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita y una mujer llamada Damaris (v.34). Nada más sabemos de esta mujer Damaris. Tampoco sabemos apenas nada de Dionisio Areopagita, quien, a juzgar por el sobrenombre, debía de ser miembro del Areópago. Eusebio dice que fue el primer obispo de Atenas 164, y una leyenda posterior lo identificó con otro Dionisio, obispo de París, martirizado en 250. Durante mucho tiempo se le atribuyeron diversos tratados teológico-místicos, que gozaron de gran difusión en la Edad Media, y que aparecen bajo su nombre; pero hoy está demostrado que esos escritos no son anteriores al siglo V.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



92
(ii) Pablo en Tesalónica y Berea (17,1-15). Viajamos con Pablo a unos 225 km en di(-)rección sudoeste a lo largo de la Via Egnatia, con la ayuda de la información de los w. la. 10a. 14a. 15. Lucas añadió a este hilo narra(-)tivo dos escenas, en Tesalónica y en Berea, res(-)pectivamente, ambas altamente esquemáticas y con una estructura paralela: comienzo habi(-)tual en la sinagoga, discusión sobre las Escri(-)turas, éxito (especialmente) con las mujeres de alta posición, estallido de la persecución por instigación de los judíos. Tenemos la impre(-)sión de que Lucas construye esquemáticamen(-)te sobre los escasos datos de la fuente, que in(-)cluía el itinerario y la tradición local sobre el sufrimiento de Jasón (cf. 1 Tes 2,14; Schneider, Apg. 2.222.23). 1. Anfípolis y Tesalónica (la moderna Salónica) eran capitales de distrito según la división romana de Macedonia en el 167 a.C. La última era la ciudad más grande e importante de la provincia (? 1 Tesalonicen(-)ses, 46:2). 2. siguiendo su costumbre: cf. co(-)mentario sobre 13,14. tres sábados: De la es(-)quematizaron de Lucas obtenemos una estancia máxima de un mes, lo que resulta di(-)fícilmente armonizable con 1 Tes 1,2-2,9; Flp 4,16. 3. les explicaba y probaba: En su argu(-)mentación, Pablo desarrolla una inferencia: parte de lo que Escritura decía sobre el desti(-)no del Mesías y lo aplica al único pretendiente que se ajustaba a este perfil (W. Kurz, CBQ 42 [1980] 179). Cf. 18,28; Lc 24,25-35.44-46. 4. se convencieron: El vb. Epeisthesan corresponde a la apelación lógica y expresa la concepción lu(-)cana de la fe pascual como adquisición de una nueva percepción sobre el plan divino de sal(-)vación manifestado plenamente en la Escritu(-)ra. Las mujeres «temerosas de Dios» siguen destacando en la tumultuosa historia de la mi(-)sión de Pablo (cf. 13,50; 16,13-14). 5. los ju(-)díos: Su comportamiento, motivación y poste(-)riores aliados confirman la consolidación del judaismo como enemigo del evangelio (cf. co(-)mentario sobre 12,1) y descalifican las acusa(-)ciones de los w. 6-7. 7. Cf. Lc 23,2-5; Mc 15,2-5. Lucas prosigue con su apologética política (cf. 16,37-39). 11. más educados: Los vv. 1-9 son el telón de fondo para el breve relato de Berea, que funciona solamente como contra(-)punto de la experiencia tesalonicense (J. Kre(-)mer, en Les Actes, 12). recibieron la palabra: Es decir, se hicieron creyentes (2,41; 8,14; 11,1). estudiaban las Escrituras: anakrinein tiene aquí el sentido de estudio crítico; en otros pasajes tiene el sentido de investigación judicial (4,9; 12,19; 24,8; 28,18). Los «más educados» con(-)vertidos de Berea se convierten en modelo de fe cristiana, a la que, con toda razón, pertene(-)ce el razonamiento crítico y el juicio responsa(-)ble (J. Kremer, ibid. 19-20). 14-15. Conforme Pablo avanza hacia Atenas, sus compañeros van quedando atrás, un dato que es contrario a 1 Tes 3,1-2, pero que, en su contexto, nos in(-)troduce a los vv. 16-34.93 (iii) Pablo en Atenas (17,16-34). Tal vez como ningún otro pasaje, éste nos muestra la fuerza del argumento histórico desarrollado mediante los «episodios dramáticos» (? 6 su(-)pra). La estructura y división están determina(-)das por la centralidad del discurso (vv. 22-31), para el que se prepara el escenario (vv. 16-21) y del que surge la conclusión (vv. 32-34). La palabra clave que expresa la duda de los filó(-)sofos es «extranjero» (vv. 18.20), a la que res(-)ponde el predicador con las palabras «desco(-)nocido», «desconocimiento» e «ignorancia» (vv. 23.30). El discurso, al anunciar al verda(-)dero Dios hasta entonces «desconocido», rea(-)liza una triple crítica desde un punto de vista compartido con la ilustración helenista: tem(-)plos (v. 24), sacrificios (v. 25) e ídolos (v. 29). Como M. Dibelius reconoció (Studies 57), el orador es interrumpido precisamente en el centro de su argumentación: «resucitándolo de entre los muertos» (v. 31), el asunto en el que la teodicea propedéutica alcanza al kerig(-)ma cristiano, y, de igual modo, el asunto en el que, como era de esperar, el kerigma repele a muchos de sus cultos destinatarios (Schnei(-)der, Apg. 2.223). Una vez más, no es Pablo quien está hablando a los pensadores paganos (no obstante Marshall, Acts 283), sino que es el mismo Lucas quien está instruyendo a sus lec(-)tores sobre la gran oportunidad y el gran obs(-)táculo de toda misión a la «intelligentsia» he(-)lenista. 16-21. El «panorama de la ciudad» de Atenas que se nos presenta supera la misma realidad, con cada de uno de sus elementos perfectamente calibrados con respecto al con(-)tenido del discurso: el vulgo devoto inquieto que visita los santuarios, los filósofos de las fa(-)mosas escuelas dialogando en el ágora, la in(-)troducción de nuevos dioses en el panteón, y una sed general de cosas nuevas y diferentes. Al pintar este cuadro, Lucas depende de la propia visión que se tenía en su época sobre la cultura clásica y su centro neurálgico, no de unas informaciones especiales sobre el minis(-)terio de Pablo. 16. tan sumida en la idolatría: Sobre impresiones similares que producía la ciudad, cf. Tito Livio, Hist. 45.27; Pausanias 1.17.7; Estrabón, Geogr. 9.1.16. 17. sinagoga: Más que como una referencia al programa de la misión, divinamente establecido, que he(-)mos observado anteriormente (13,14.46; 17,2), esta primera parada indica la cobertura judía bajo la que se ha desarrollado la adaptación de las ideas bíblicas y filosóficas realizada en el sermón (cf. W. Nauck, J. Dupont). plaza públi(-)ca: El ágora, cuyas famosas ruinas se encuen(-)tran al noroeste de la Acrópolis, era el centro comercial y administrativo de la ciudad, y el lugar de encuentro por excelencia para tratar todos los asuntos de la comunidad. 18. filóso(-)fos epicúreos y estoicos: No son meras figuras decorativas; sus doctrinas están recogidas en la crítica que hace el dicurso a la religión po(-)pular (Barrett, «Pauls Speech» 72). Con los discípulos de Epicuro (342-271 a.C.), el predi(-)cador comparte una apasionada oposición ala burda superstición de la gente (deisidaimonia; cf. v. 22) y la convicción de que los dioses no pueden ser manipulados por los seres huma(-)nos (v. 25). Con los estoicos, miembros de la escuela del «pórtico pintado» (stoa pokile), fundada por Zenón de Chipre (ca. 320 a.C.), comparte algunas ideas fundamentales, como la unidad de la humanidad (v. 26) y el paren(-)tesco natural de los seres humanos con Dios (v. 28). charlatán: Lit. «recolector de grano» (spermologos), como pájaro que pica de un la(-)do y otro, un término que crea la «atmósfera» para el encuentro, predicador de divinidades ex(-)tranjeras: Evoca la acusación hecha a Sócrates (Platón, Apol. 24b; Jenófanes, Mem. 1.1.1); el discurso responderá a ésta mediante el motivo de la «ignorancia» (vv. 23.30). Jesús y su resu(-)rrección: Se presagia aquí el clímax del discur(-)so (w. 30-31; Conzelmann, en StLa 224). ¿Se sugiere que los atenienses entendieron el sus(-)tantivo femenino anastasis, «resurrección», como el nombre de la consorte de la divinidad extranjera Jesús? 19. Areópago: La «colina de Ares», en la actualidad un promontorio rocoso pelado al oeste de la Acrópolis; antiguamente era el lugar de reunión del Consejo Supremo de Atenas, que también recibía el mismo nom(-)bre. Lucas se refiere más a la colina que al con(-)sejo, que, en sus días, se reunía en otro lugar, con funciones principalmente judiciales. El ptc. epilabomenoi significa «llevándolo» (9,27), no «agarrándolo» (16,19). Al discurso no sigue ninguna sentencia o veredicto; su marco es el de la disputa de escuela, no el de la defensa ju(-)dicial.

94El discurso de Pablo (vv. 22-31). Pues(-)to que la composición desarrolla un antiguo esquema que estaba formado por la conversión de la idolatría, la fe en la resurrección y el jui(-)cio/gobierno del mundo por el Resucitado (cf. 1 Tes 1,9-10; 1 Cor 8,6), la conclusión cristoló(-)gica no es un apéndice extraño a la teodicea (no obstante Schweizer, en StLA 213), sino el clímax de un kerigma de doble punta, ya pre(-)viamente fijado, destinado a los paganos, en el que la exhortación al monoteísmo, desarrolla(-)da por los apologetas judeohelenistas, consti(-)tuía la premisa fundamental para el anuncio de Cristo (Legrand, «Areopagus Speech» [? 95 infra] 324-45). La utilización de la teología na(-)tural como positiva antesala del evangelio con(-)trasta con su utilización paulina para condenar a la humanidad pecadora en Rom 1,18-32 (P. Vilhauer, en StLA 34-37). 22. extremadamen te religiosos: Aunque aparentemente parece estar alabando a la audiencia, esta calificación im(-)plica un oculto reproche que se insinuará en lo que sigue (cf. 25,19; comentario sobre el v. 18). 23. al dios desconocido: Las referencias litera(-)rias a los altares consagrados a los «dioses des(-)conocidos» (Pausanias 1.1.14; Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana 6.3.5) pueden haber ins(-)pirado a Lucas su refundición en singular, que suministra un ideal punto de apoyo para la de(-)fensa contra la acusación de «dioses extraños». 24. el mundo y todo lo que hay en él: Estas pre(-)dicaciones sobre Dios manifiestan la libertad del predicador, que mezcla conceptos griegos (universo unitario que abarca todo) y bíblicos (universo bipartito). Esta mezcla había sido ya realizada por apologetas judíos como Filón, Aristóbulo y el SeudoSalomón (Sab 9,9-10). Cf. 14,15; Is 42,5 (LXX). no habita en templos: Es(-)ta crítica se encontraba ya ex principiis en la Stoa, donde las ideas de Dios y del mundo eran coextensivas. La idea se encuentra en el AT (Is 66,1-2), pero el término cheiropoiétos, «hecho a mano», no se relaciona con los «templos» en los LXX. Cf. 7,48; Filón, De Vita Mosis 2.88. 25. Los estoicos, p.ej. Séneca, disputaban sobre la naturaleza de Dios y hasta del culto que se le daba (cf. Dibelius, Studies 53-54; Conzelmann, Apg. 107). da la vida y el aliento: cf. Is 42,5. La idea fundamental de que Dios, en cuanto crea(-)dor, es dador y no receptor, implica su libertad de toda necesidad, un pensamiento de la filo(-)sofía griega que remite a la escuela de Elea (Di(-)belius, Studies 42-43), pero que sólo aparece tardíamente en los LXX como premisa de la acción de gracias por el templo (2 Mac 14,35; 3 Mac 2,9). 26. hizo de uno: El contexto se opone a relacionar modalmente «él hizo» con «habi(-)tar» («él los hizo habitar»), sino que lo entien(-)de (en continuidad con el v. 24) en el sentido de «él creó», que, en consecuencia, rige los verbos «habitar» y «buscar» como infinitivos asindéticos de finalidad. Las perspectivas bíblica y es(-)toica se mezclan en ex henos, «de uno», que po(-)dría significar «un linaje» (neutro) o «un antepasado» (masculino). Prevalece la alusión al Génesis (Gn 1,27-28). los tiempos y los lími(-)tes: De acuerdo con la misma fusión de pers(-)pectivas, estos términos podrían referirse tanto a las épocas y territorios de las naciones de la tierra (punto de vista bíblico; cf. Dn 8; Dt 32,8; Schneider; Wilson, Gentiles 201-05) como al ci(-)clo de las estaciones y la zona habitable de la tierra (punto de vista filosófico; cf. Dibelius, Studies 29-34; Eltester, Haenchen, Weiser y la mayoría de los especialistas). El contexto y la comparación con 14,17 favorecen la última lectura. 27. con el fin de que buscaran a Dios: Claramente se refiere a la búsqueda intelectual del filósofo (Dibelius, Studies 32-33), no a la ex(-)presión con la que el AT se refiere a la obe(-)diencia y el culto (Dt 4,29 etc.). 28. uno de vuestros poetas: Es decir, Arato, en su Phaenomena, probablemente por influencia del anti(-)guo himno estoico de Cleantes (E. Lohse, New Testament Environment [Nashville 1976] 245). 29. La incongruencia de las imágenes de Dios esculpidas por su afinidad humana refleja de nuevo una mezcla de diferentes ideas: la judía, para la que el Creador no puede representarse en forma creada alguna; y la griega, para la que únicamente los seres vivos pueden representar a un Ser viviente (Conzelmann, en StLA 224). 30. los tiempos de la ignorancia: Como en los discursos a los judíos (3,17; 13,27), el kerigma conlleva el fin de la ignorancia al proponer una opción y confirmar el destino de cada uno en el juicio. 31. cf. 10,42; Sal 9,9; 96,13; 98,9. él ha dado una garantía: La pistis, que se entiende como «prueba» o «garantía», se aleja de su uso paulino referido a la confianza que renuncia a sí misma (Dibelius, Studies 62).

95Respuesta (w. 32-34). 32. La interrup(-)ción del orador antes de nombrar al Resucita(-)do confirma el origen literario del discurso (? 93 supra). 34. Este discurso, como otros de Hechos, termina con una audiencia dividida. Por tanto, no tiene por qué catalogarse como un fracaso con el objetivo de armonizarlo con 1 Cor 1,18-2,5 (Legrand, «Areopagus Speech» 339). Los nombres de los convertidos proce(-)den del registro de los viajes de Pablo.

(Barrett, C. K., «Paul's Speech on the Areopa(-)gus», New Testament Christianity for Africa and the World [ed. M. Glasswell, Londres 1974] 69-77. Calloud, J., «Paul devant lAréopage dAthénes», RSR 69 [1981] 209-48. Conzelmann, H., en StLA 217-30. Dibelius, Studies 26-83. Dupont, Études 157-60; «Lc discours á lAréopage», Bib 60 [1979] 530-46. Eltester, W., «Gott und die Natur in der Areopagrede», Neutestamentliche Studien [Fest. R. Bultmann, ed. W. Eltester, BZNW 21, Berlín 1954] 202-27. Le(-)grand, L., «The Areopagus Speech», La notion biblique de Dieu [ed. J. Coppens, Lovaina 1976] 337-50. Mussner, F., Praesentia Salutis [Dusseldorf 1967] 235-44. Nauck, W., «Die Tradition und Komposition der Areopagrede», ZTK 53 [1956] 11-52. Schneider, G. , «Apg 17,22-31», Kontinuitat und Einheit [? 85 supra] 173-78. Taeger, J., Der Mensch und sein Heil [Giittersloh 1982] 94-103. Wilckens, Missionsreden 81-91. Wilson, Gentiles 196-218.)

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Pablo en Atenas. Este episodio, especialmente el gran discurso en la colina de Marte (o el Areópago) a menudo se señala como un ejem plo brillante de estrategia misionera. Pablo, que usaba el AT tan notablemente en los discursos a los judíos (ver 13:16-41; 17:2), ahora citó poetas paganos para probar algunos de sus puntos (28). Por cierto, al gunos temen que pareciera que estaba argumentando que el Dios viviente era idéntico a alguno de los dioses que se adoraban en Atenas y a quienes se honraba con una estatua (23). Se ha argumentado que Lucas quiso mostrar que este intento de Pablo de usar estrategias y sabiduría mundanas fue un fracaso y que cambió su estilo en Corinto, la siguiente ciudad que visitó. Esto daría un énfasis muy especial a la decisión mencionada en 1 Cor. 2:2: Me propuse no saber nada entre vosotros sino a Jesucristo, y a él crucificado. Pero lejos de apoyar el paganismo, este discurso es realmente un ataque muy fuerte y muy judío contra la indolente complacencia de los atenienses. Pablo usó su conocimiento de Atenas y su cultura no para ponerse de acuerdo con ellos, sino para señalarles más claramente sus fracasos.

16, 17 Pablo rompió su esquema de ir primero a la sinagoga (9:20-25; 13:5, 14, 46; 14:1; 17:1, 2, 10; 18:4, 19; 19:8) porque su espíritu se enardecía ... al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. Por ello, siguió un curso paralelo: discutir en la sinagoga y en la plaza mayor (el lugar habitual de reunión para quienes gustaban discutir sobre asuntos como la filosofía, o escuchar los debates). 18 Y así fue como Pablo se encontró en una discusión con los epicúreos y estoicos. Estos tenían distintos enfoques prácticos de la vida. Los epicúreos enseñaban que se debe procurar la realización y eludir activamente la falta de placer. El papel de los dioses en la vida personal se veía como algo estrictamente marginal. Los estoicos pensaban que la realización se alcanzaba aceptando el curso de los he chos, inclusive el dolor y el sufrimiento. Estos debían ser soportados con tranquilidad, casi gratitud, dado que son parte de la naturaleza y son controlados por una necesidad divina impersonal o des tino. Ninguna de sus escuelas estaba ligada a los muchos dioses e ídolos, y el monoteísmo (aunque no el judaísmo puro) no habría sido considerado como imposible en teoría por alguna de esas filosofías.

Los debates en la plaza del mercado llevaron a más malentendidos que a iluminación. A lo sumo, Pablo fue considerado como un palabrero o más lit. como alguien que colecciona retazos, dado que deben haber encontrado ecos de fragmentos y piezas de sus sistemas en sus creencias. En el peor extremo, Pablo fue acusado de un delito serio: predicador de divinidades extranjeras (sin embargo, ver sobre v. 21). Este fue el mismo delito del cual había sido acusado el gran filósofo Sócrates, también en Atenas, unos 450 años antes y que lo llevó a la muerte. Los atenienses en la plaza de mer cado interpretaron mal el mensaje de Pablo en lo fundamental: pensaron que Jesús y resurrección se referían a dos dioses, quizá interpretando esos términos como curación y restauración. 19, 20 Le tomaron es una buena traducción del original, que tiene un atisbo de fuerza; la cortés forma de expresar la cuestión que sigue está relacionada con el hecho de que su aparición en aquella reunión no tenía el carácter de una invitación sino de un mandato. El Areópago es la forma griega de Colina de Marte. Es un topónimo en primer lugar, pero también la designación del concilio que se reunía allí. Probablemente Pablo no se presentó ante la reunión del concilio en sentido formal y oficial, dado que el público (incluyendo mujeres) parece haber estado presente (33, 34). 21 A pesar de lo serio de la acusación de predicar de dioses extranjeros (18), los atenienses estaban más interesados en ser informados sobre esa enseñanza exótica que en prevenir su expansión. En realidad eran ellos los recolectores de retazos (cf. v. 18).

22, 23 El discurso de Pablo puede ser mejor entendido como una réplica a la acusación de predicar de dioses entranjeros (18) que como una presentación inicial del evangelio (lo que ya había te nido lugar; 17, 18). Una defensa de ese tipo normalmente hubiera comenzado con una declaración positiva, con la intención de poner al auditorio en un marco mental amistoso (ver, p. ej. la apertura de Tér tulo, un orador profesional, 24:2-4), pero Pablo usó frases muy cautelosas y ambiguas y, si se reflexiona en ellas, aun su introducción fue un ataque velado. La observación de que sois de lo más religiosos en todas las cosas era en sí misma algo neutral y podía tener tanto el sentido de religioso en forma positiva como más negativamente en la línea de supersticiosos.

El altar con la inscripción AL DIOS NO CONOCIDO y la leyenda sobre su instalación provee el punto de partida para todo el discurso. La leyenda decía que una vez hubo una terrible plaga en la ciudad de Atenas y los intentos para apaciguar a los dioses y detener la plaga no tuvieron efecto. Uno de los sabios de ese tiempo trajo un rebaño de ovejas hasta la cima de la Colina de Marte y las liberó. En cada lugar en que se detenían, se estableció un altar al dios anónimo y se sacrificaba un animal. Se pretendió que este curso de acción fue efectivo y la ciudad recuperó su salubridad.

Cuando Lucas registra lo que Pablo dijo que ellos honraban a un dios sin conocerle y que ése era el que él anunciaba, algunos han entendido que estaba diciendo que esos paganos actuaban bien o sea que, en su ignorancia, estaban adorando al verdadero Dios todo el tiempo sin saberlo. Sin embargo, esto estaba lejos de su intención y hay tres puntos que deben quedar en la mente. Primero, esto forma la primera línea de la defensa de Pablo frente a la acusación en su contra, porque ¿cómo se podría acusarle de predicar a un dios extranjero contrario a la religión de ellos, si es que su religión incorporaba la adoración a dioses que ellos ni conocían? Segundo, la traducción confunde. El énfasis de la cláusula no está en la identidad del dios desconocido, sino en la ignorancia del culto. En la ciudad de los amantes de la sabiduría, Pablo puso el foco en la ignorancia que ellos admitieron sobre la identidad de Dios. Tercero, aunque este primer párrafo del discurso parece tener una orientación positiva, se debe tomar en el contexto del resto del dis curso; de hecho, Pablo estaba diciendo algo como Sí, pero ...

24-29 La segunda parte del discurso se movió en forma más clara para atacar el culto a los ídolos, usando argumentos que encontraban su paralelo en el pensamiento y escritos judíos sobre el tema. Pablo prosiguió yendo de su admitida ignorancia sobre la identidad del verdadero Dios a argumentar que ellos también ignoraban dónde mora (24), estaban errados sobre el tipo de culto que Dios quería de su parte (25-27), y se equivocaban sobre cómo debía pensarse sobre él o representarlo (28, 29). En resumen, todo lo referido a su religiosidad estaba equivocado excepto su admisión de ignorancia.

La declaración de Pablo de que la intención de Dios era que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palpasen y le hallasen puede ser vista también como si los paganos sólo tuvieran que extender la mano y tocar a Dios. De hecho, el lenguaje es el de una tragedia. La gramática refuerza que ésa es la voluntad de Dios y no lo que realmente ocurre. La palabra que se usa para la idea de buscar es muy gráfica y tiene el sentido de estar ten tando a ciegas. El resultado negativo se ve en la frase final: Aunque ... no está lejos de ninguno de nosotros más bien que dado que no está lejos ...

Aunque la expresión en él vivimos y nos movemos y somos está entre comillas bien puede tratarse más de una frase hecha de los paganos que de una cita exacta, dado que palabras de ese tipo se encuen tran en varios autores paganos. La frase somos linaje de él probablemente sea de un poema a Zeus del astrónomo Arato, aunque es posible que Pablo haya llegado a conocerla a través de un apologista judío. El punto del Apóstol no es que los poetas paganos sabían mucho sobre lo que está bien, sino que el pensamiento y la práctica paganos eran inconsecuentes y contradictorios en sí mismos.

30, 31 La parte final del discurso sólo puede verse correctamente en el contexto de toda la disputa. No tiene primariamente la intención de una elaboración teológica de la difícil cuestión de la situación de los que nunca han oído el evangelio. El discurso pretende referirse primordialmente al altar al dios no conocido (ver sobre vv. 22, 23). Este altar era una especie de culto precautorio; la adoración ofrecida a ese dios desconocido era con el fin de que la ciudad fuera librada de las catástrofes. Enfrentado con un hombre que argumentaba que to das estas precauciones estaban erradas y que por lo mismo presumiblemente eran ineficaces, cualquier buen pagano hubiera preguntado: Si estamos tan equivocados, ¿por qué no hay una catástrofe o una plaga? Es la pregunta que contesta el discurso. No había razón para una catástrofe, como ellos pensaban, por la ineficacia de su culto a los ídolos sino más bien por la misericordia de Dios al pasar por alto su ignorancia (nótese la vuelta al tema de la ignorancia). Ahora Dios quiere que todos los hombres, en todos los lugares, se arrepientan; la catástrofe no será alejada para siempre: ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo. La descripción más bien limitada de Jesús como el Hombre a quien ha designado probablemente haya sido un intento de evitar la impresión de que Jesús fuera sólo otro dios (ver sobre v. 18). De ese modo, asimismo, en vez de usar el sustantivo abstracto, resurrección, Pablo expuso claramente lo que quería decir con ello, demasiado claramente al parecer.

32 Una vez que los atenienses entendieron lo que Pablo quería decir realmente con resurrección, su discurso fue interrumpido abruptamente. Una cosa era la inmortalidad del alma divina, pero otra muy diferente que alguien creyera en la resucitación de cadáveres, lo que para los griegos habría parecido simplemente ingenuo y absurdo; por eso, unos se burlaban. La frase: Te oiremos acerca de esto en otra ocasión puede haber sido auténtica o sarcástica, pero hubo otro famoso caso en el que el concilio del Areópago evitó tomar una decisión ante un asesinato, postergando temporariamente el juicio ¡durante 100 años! 34 Unas pocas personas respondieron positivamente entre las cuales estaba Dionisio, un miembro del concilio.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVII.

1 Paul preacheth at Thessalonica, 4 where some beleeue, and others persecute him. 10 Hee is sent to Berea, and preacheth there. 13 Being persecuted at Thessalonica, 15 hee commeth to Athens, and disputeth, and preacheth the liuing God to them vnknowen, 34 whereby many are conuerted vnto Christ.
1 Now when they had passed thorow Amphipolis, and Apollonia, they came to Thessalonica, where was a synagogue of the Iewes.
2 And Paul, as his maner was, went in vnto them, and three Sabbath dayes reasoned with them out of the Scriptures,
3 Opening and alleadging, that Christ must needs haue suffered and risen againe from the dead: and that this Iesus whom I preach vnto you, is Christ.
4 And some of them beleeued, and consorted with Paul and Silas: and of the deuout Greekes a great multitude, and of the chiefe women not a few.
5 But the Iewes which beleeued not, mooued with enuie, tooke vnto them certaine lewd fellowes of the baser sort, and gathered a company, and

[Scriptures searched.]

set all the citie on an vprore, and assaulted the house of Iason, and sought to bring them out to the people.
6 And when they found them not, they drew Iason, and certaine brethren vnto the rulers of the citie, crying, These that haue turned the world vpside downe, are come hither also,
7 Whom Iason hath receiued: and these all doe contrary to the decrees of Cesar, saying, that there is another King, one Iesus.
8 And they troubled the people, and the rulers of the citie, when they heard these things.
9 And when they had taken securitie of Iason, and of the other, they let them goe.
10 And the brethren immediatly sent away Paul and Silas by night vnto Berea: who comming thither, went into the Synagogue of the Iewes.
11 These were more noble then those in Thessalonica, in that they receiued the word with all readinesse of minde, and searched the Scriptures dayly, whether those things were so.
12 Therefore many of them beleeued: also of honourable women which were Greekes, and of men not a few.
13 But when the Iewes of Thessalonica had knowledge that the word of God was preached of Paul at Berea, they came thither also, and stirred vp the people.
14 And then immediatly the brethren sent away Paul, to goe as it were to the sea: but Silas and Timotheus abode there still.
15 And they that conducted Paul, brought him vnto Athens, and receiuing a commaundement vnto Silas and Timotheus, for to come to him with all speed, they departed.
16 Now while Paul waited for them at Athens, his spirit was stirred in him, when hee saw the city [ Or, full of idoles.] wholy giuen to idolatrie.
17 Therefore disputed he in the Synagogue with the Iewes, and with the deuout persons, and in the market dayly with them that met with him.
18 Then certaine Philosophers of the Epicureans, and of the Stoikes, encountred him: and some said, What will this [ Or, base fellow.] babbler say? Othersome, He seemeth to be a setter foorth of strange gods: because hee preached vnto them Iesus, and the resurrection.

[Paul preacheth, and disputeth.]

19 And they tooke him, and brought him vnto [ Or, Mars-hill: It was the highest court in Athens.] Areopagus, saying, May we know what this new doctrine, whereof thou speakest, is?
20 For thou bringest certaine strange things to our eares: we would know therefore what these things meane.
21 (For all the Athenians and strangers which were there, spent their time in nothing else, but either to tell or to heare some new thing.)
22 Then Paul stood in the mids of [ Or, court of the Areopagites.] Mars-hill, and said, Yee men of Athens, I perceiue that in all things yee are too superstitious.
23 For as I passed by, and beheld your [ Or, gods that you worship, 2Th_2:4 .] deuotions, I found an Altar with this inscription, TO THE VNKNOWEN GOD. Whom therefore yee ignorantly worship, him declare I vnto you.
24 [ Act_7:48 .] God that made the world, and all things therein, seeing that hee is Lord of heauen and earth, dwelleth not in Temples made with hands:
25 Neither is worshipped with mens hands [ Psa_50:8 .] as though he needed any thing, seeing hee giueth to all, life and breath, and all things,
26 And hath made of one blood all nations of men, for to dwell on all the face of the earth, and hath determined the times before appointed, and the bounds of their habitation:
27 That they should seeke the Lord, if haply they might feele after him and finde him, though he be not farre from euery one of vs.
28 For in him we liue, and mooue, and haue our being, as certaine also of your owne Poets haue said, For we are also his offspring.
29 Forasmuch then as wee are the offspring of God, [ Isa_40:18 .] wee ought not to thinke that the Godhead is like vnto golde, or siluer, or stone grauen by arte, and mans deuice.
30 And the times of this ignorance God winked at, but now commandeth all men euery where to repent:
31 Because hee hath appointed a day in the which he will iudge the world in righteousnesse, by that man whom hee hath ordeined, whereof he [ Or, offered faith.] hath giuen assurance vnto all men, in that he hath raised him from the dead.
32 And when they heard of the resurrection of the dead, some mocked: and others said, Wee will heare thee againe

[Paul preacheth, and disputeth.]

of this matter.
33 So Paul departed from among them.
34 Howbeit, certaine men claue vnto him, and beleeued: among the which was Dionysius the Areopagite, and a woman named Damaris, and others with them.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El relato sobre la estancia de Pablo en Atenas es de una riqueza de matices admirable. El narrador apunta el celo del Apóstol y su manifestación en obras de evangelización con judíos (v. 17) y con paganos (v. 18). En toda la Tradición de la Iglesia, y muy particularmente en los inicios, se ha tenido presente que también los pueblos paganos han recibido una cierta manifestación de la Verdad que les prepara para aceptar a Cristo, única Verdad: «Yo confieso que mis oraciones y mis esfuerzos tienen como fin mostrarme cristiano, no porque las doctrinas de Platón sean del todo ajenas a Cristo, sino porque no son del todo semejantes, como tampoco las de los otros filósofos, estoicos, por ejemplo, poetas e historiadores. Porque cada uno habló bien, con base en la porción del Verbo seminal divino que le correspondió. Pero es evidente que quienes en puntos muy principales se contradicen unos a otros, no alcanzaron una ciencia segura ni una sabiduría irrefutable. Todo lo verdadero y bueno dicho por ellos nos pertenece a nosotros los cristianos (...). Los escritores profanos sólo oscuramente pudieron ver la realidad, gracias a la semilla del Verbo presente en ellos» (S. Justino, Apolog. 2,13,2-5).


La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

En Atenas. El relato de Atenas está entre los más importantes del libro de los Hechos. A través de los episodios anteriores Lucas ha ido preparando el terreno para este encuentro importantísimo de Pablo con las religiones paganas. Hasta ahora los predicadores cristianos se han enfrentado con el judaísmo y la ley, la magia (16,16-18; 19,12-16), con el politeísmo ingenuo (14,6-18). Ahora le toca a Pablo enfrentarse con una religiosidad marcada por la filosofía. A pesar de su decadencia económica y política, Atenas conservaba intacta su aureola cultural, aunque evocaba mucho más de lo que era. Los filósofos habían reinterpretado la mitología para transformarla en religión purificada. En aquel momento actuaban en Atenas «la Academia» de Platón; «los peripatéticos» de Aristóteles; «los epicúreos»; «los estoicos» y quizás también «los cínicos».

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*15:36-19:22 Segunda sección de la segunda parte del libro, que relata un largo periplo misionero, con diversas etapas y en el que Pablo evangelizó las ciudades griegas más importantes. La primera unidad (Hch 15:36-41; Hch 16:1-40; Hch 17:1-34; Hch 18:1-22) narra la evangelización de las ciudades importantes de Macedonia y Acaya: Filipos, Tesalónica, Atenas y Corinto; es lo que se conoce como segundo viaje de Pablo.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "Tesalónica" era la capital de la provincia romana de Macedonia. Allí había una colonia judía muy numerosa.

18. Estos "filósofos epicúreos y estoicos" representaban a las dos corrientes filosóficas más importantes de ese tiempo. Al oír la palabra "resurrección", pensaron que Pablo se refería a una diosa.

19. "Areópago" era el nombre de la colina situada al sur de la plaza pública llamada "Agora", y designaba también el Tribunal de Atenas.

23. Los paganos dedicaban altares a los "dioses desconocidos", para no atraer sobre sí el castigo de alguna divinidad ignorada.

28. "Nosotros somos también de su raza": este verso pertenece al poeta griego Arato, del siglo III a. C.

34. "Dionisio el Areopagita" era un miembro del Areópago.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

17:19 El nombre designa una colina situada al sur del ágora. También designa el consejo supremo de Atenas que en otro tiempo tenía allí sus sesiones. El texto puede entenderse de dos maneras: o los filósofos llevaron a Pablo «a (la colina del) Areópago», algo aparte, para oírle más cómodamente; o mejor, le llevaron «ante (el consejo del) Areópago».

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

17:19 El nombre designa una colina situada al sur del ágora. También designa el consejo supremo de Atenas que en otro tiempo tenía allí sus sesiones. El texto puede entenderse de dos maneras: o los filósofos llevaron a Pablo «a (la colina del) Areópago», algo aparte, para oírle más cómodamente; o mejor, le llevaron «ante (el consejo del) Areópago».

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 17.4 Adoraban a Dios: Véase 10.2 n.

[2] 17.19 Areópago: En la colina de este nombre se reunía, en sus inicios, el consejo de Atenas; después, el nombre se aplicó al consejo mismo.

[3] 17.28 Cita tomada del poema Fenómenos, del poeta Arato (siglo III a.C.).

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— Areópago: Es el nombre de una colina de Atenas que significa “colina de Ares”, el dios griego de la guerra. Pero la palabra pasó a designar el Consejo Supremo de la ciudad que, al menos en alguna época, celebró allí sus sesiones.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



EL AREÓPAGO o Collado de Marte era una colina situada al O. de Atenas, en que antiguamente se reunía el tribunal supremo, que fue también denominado Areópago. Se discute si Lucas entiende por Areópago la colina o el tribunal. Lo segundo parece más probable.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I Ἄρειον Πάγον I] Areópago.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

O a la sociedad de los filósofos más educados de la ciudad. En griego dice al Areópago.

Jünemann (1992)


19 c. «Campo de Marte», colina de Atenas donde en lo antiguo se había administrado justicia.
d. Sea.


Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

τε NA28 RP ] δὲ WH Treg