Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Pablo, en Corinto, 18:1-11.
1
Después de esto, Pablo se retiró de Atenas y vino a Corinto. 2
Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, recientemente llegado de Italia con Priscila, su mujer, a causa del decreto de Claudio que ordenaba salir de Roma a todos los judíos. Pablo se unió a ellos; 3
y como era del mismo oficio que ellos, se quedó en su casa y trabajaban juntos, pues eran ambos fabricantes de tiendas. 4
Los sábados disputaba en la sinagoga, persuadiendo a los judíos y a los griegos. 5
Mas luego que llegaron de Macedonia Silas y Timoteo, se dio del todo a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Mesías. 6
Como éstos le resistían y blasfemaban, sacudiendo sus vestiduras, les dijo: Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas; limpio soy yo de ella. Desde ahora me dirigiré a los gentiles. 7
Y salió, yéndose a la casa de un prosélito de nombre Ticio Justo, que vivía junto a la sinagoga. 8
Crispo, jefe de la sinagoga, con toda su casa, creyó en el Señor; y muchos corintios, oyendo la palabra, creían y se bautizaban. 9
Por la noche dijo el Señor a Pablo en una visión: No temas, sino habla y no calles; 10
yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte mal, porque tengo yo en esta ciudad un pueblo numeroso. n Moró allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la palabra de Dios. Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, era a la sazón una de las ciudades de más intenso movimiento comercial del mundo antiguo. A ello contribuía su privilegiada posición geográfica, pues, situada en el estrecho istmo que une a Grecia propiamente dicha con el Peioponeso, servía de verdadero lazo de unión entre Oriente y Occidente a través de sus dos puertos: el de
Cencreas, mirando a Asia, en el mar Egeo, y el de
Lequeo, mirando a Italia, en el mar Jónico. Para barcos de poco tonelaje se había hecho un pasaje terrestre adecuado, basándose en poleas y ruedas, pudiendo ser transportados de un puerto a otro sin necesidad de hacer el largo rodeo del Peloponeso 165. Nerón intentó hacer el corte del istmo y unir los dos mares a través de un canal, pero la obra quedó paralizada a los dos kilómetros 166, no llegando a realizarse dicho proyecto hasta fines del siglo pasado, en 1893.
En esta ciudad de dos mares, como la llaman los autores antiguos 167, parece que, en la época de San Pablo, había bastantes habitantes de origen latino. La antigua ciudad griega había sido totalmente arrasada por los romanos en el 146 a. C., al conquistar aquellas regiones, y sólo después de un siglo de desolación, en el 44, habla sido reedificada por un decreto de Julio César, acudiendo a ella gran número de colonos de origen itálico. Con todo, atraídos por su comercio, poco a poco se habían establecido también gentes griegas y de otras razas, comprendidos los judíos, que, al igual que en tantas otras ciudades, disponían al menos de una sinagoga. Junto a una vida comercial intensa reinaba la más desenfrenada corrupción de costumbres. En la cima del Acrocorinto estaba el templo de Afrodita, donde más de mil sacerdotisas, alojadas en confortables edificios adyacentes, ejercían la prostitución sagrada en honor de la diosa 168. Ya respecto de la antigua ciudad griega era proverbial la inmoralidad de Corinto, y los autores hablan de corintizar como sinónimo de vida licenciosa, y de enfermedad corintia para señalar ciertas consecuencias patológicas del vicio deshonesto. Y esta fama continuó. Podemos decir que Corinto era algo así como la capital de la lujuria en el mundo mediterráneo. A Corinto acudían, para gastar alegremente el dinero, gentes de las más apartadas regiones; de ahí el dicho proverbial recordado por Horacio: No todos pueden ir a Corinto, aplicado a quienes tienen que renunciar a una cosa por falta de dinero 169. No lejos de sus muros tenían lugar cada dos años los famosos juegos ístmicos (cf.
1Co_9:24-27), que, en ocasiones, podían hasta casi competir con los universalmente renombrados juegos olímpicos, celebrados cada cuatro años en la no lejana ciudad de Olimpia.
Tal era la ciudad en la que entraba San Pablo al salir de Atenas (v.1). Su estado de ánimo podemos verlo reflejado en aquellas palabras que él mismo escribirá más tarde a los corintios: Me presenté a vosotros en debilidad, temor y mucho temblor (
1Co_2:3). El fracaso de Atenas (cf. 17:32-33), la intranquilidad por la suerte de los tesalonicenses (cf.
1Te_3:1-2) y la extremada corrupción de la ciudad en que entraba, debieron, de momento, de acobardarle bastante. Quizá hasta pudiera pensarse también, para explicar este estado psicológico de abatimiento, en algún recrudecimiento de su misteriosa enfermedad aludida en
2Co_12:7-9.
Sea como fuere, San Pablo comienza por buscar medios de subsistencia, uniéndose en el trabajo a un matrimonio judío, Priscila y Aquila, que habían llegado de Roma expulsados por Claudio y se dedicaban a la fabricación de tiendas (v.2-3). Probablemente este matrimonio, dada la intimidad con que desde el principio parece unirse a ellos San Pablo, era ya cristiano. Si San Lucas recalca lo de judío es para explicar el porqué habían sido expulsados de Roma 17°. Debía de ser un matrimonio de condición económica bastante desahogada, pues luego lo vemos en Efeso (
2Co_18:18;
1Co_16:19) y Roma (
Rom_16:3-5;
2Ti_4:19), habitando en casas lo suficientemente espaciosas para poder ser utilizadas como lugar de reunión de los cristianos. El oficio de fabricantes de tiendas (óêçíïðïéïß) ha de entenderse probablemente como fabricantes de esas telas o tejidos toscos, aptos para tiendas, que los viajeros en Oriente solían llevar frecuentemente consigo para prepararse refugio durante la noche. A esta tela, fabricada de ordinario con pelos de cabra, se le daba a veces el nombre de
cilicio, debido a que su fabricación era algo muy extendido en Cilicia, patria de Pablo, donde abundaban mucho las cabras montesas de pelo áspero y duro, a propósito para esas telas. Allí, quizás en casa todavía de su padre, debió de aprender Pablo este oficio, que luego no se avergonzó de ejercer a lo largo de sus años de apostolado para no ser gravoso a sus evangelizados ni poner obstáculo a la difusión del Evangelio (cf. 20:34;
1Co_4:12;
1Co_9:12-18;
2Co_11:7-12;
2Co_12:13;
1Te_2:9;
2Te_3:8). Juzgamos menos probable la opinión de algunos autores, entre ellos San Juan Crisóstomo, que interpretan el óêçíïðïéüò como curtidor, es decir, preparador de pieles (óêõôïôüìïò) para la construcción de tiendas.
La predicación, en un principio, estuvo restringida sólo a la sinagoga (v.4), e incluso esto con ciertas limitaciones, como claramente lo da a entender lo que se dice a continuación, de que fue, una vez que llegaron de Macedonia Silas y Timoteo, cuando se dio del todo a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Mesías (v.5; cf. 2:36; 5:42; 8:5; 9:22; 17:3; 18:28; 26:23). No se dice el porqué de esa actividad misional
limitada; quizá fuera debido, al menos en parte, a ese estado psicológico de abatimiento a que aludimos antes, o también a la necesidad de continuo trabajo para ganarse el sustento. Ahora, al llegar de Macedonia (cf. 17:14-15) sus fieles colaboradores Silas y Timoteo, recobra nuevos ánimos con las buenas noticias que le traen de aquellas iglesias (cf.
1Te_3:5-8), e incluso puede gozar de más independencia del trabajo material, gracias a los subsidios enviados por la comunidad de Filipos (cf.
2Co_11:9;
Flp_4:15), que seguramente le trajeron también ellos. El resultado de su predicación a los judíos, sin embargo, debió de ser muy escaso, y Pablo, ante la resistencia agresiva de que es objeto, determina dejar la sinagoga y dirigirse hacia los gentiles, estableciendo su centro de acción en casa de un prosélito de nombre Ticio Justo (v.6-7).
En esta nueva etapa de su predicación, que no excluye a los judíos, parece que obtuvo resultados algo más lisonjeros. Entre los convertidos se nombra expresamente al archisinagogo Crispo con toda su familia y se alude, en general, a muchos corintios (v.8). Más tarde nos dará Pablo en sus cartas los nombres de algunos de ellos: Estéfanas, Fortunato, Acaico, Gayo, Erasto, Cloe y Febe (cf.
1Co_1:11.14.16;
1Co_16:17;
Rom_16:1.23). En su mayoría debían de ser de condición social humilde (cf.
1Co_1:26-29), y algunos incluso esclavos (cf.
1Co_7:21-22). Sin duda que, en medio de aquel ambiente tan corrompido de Corinto y con la enemiga encarnizada de los judíos, el apostolado debió de ser duro y proporcionaría enormes sinsabores a San Pablo. San Lucas no lo dice de manera explícita, pero suficientemente lo deja entender al hablar de la visión con que el Señor hubo de animar al Apóstol: No temas, sino habla y no calles; yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte mal, porque tengo yo en esta ciudad un pueblo numeroso (v.9-10). Confortado con esta visión, Pablo se anima a seguir predicando, y prolonga su estancia en Corinto. El texto habla de que moró allí un año y seis meses (v.11), y es probable que en este cómputo no estén incluidos los bastantes días (v.18) que continuó en la ciudad después de su acusación ante Gallón. Muchos autores, sin embargo, creen que el año y seis meses se
refiere a todo el tiempo de estancia en Corinto. Mas sea de eso lo que fuere, la estancia es, desde luego, prolongada, pues abarca
al menos año y medio.
La actividad misional de Pablo durante este largo período apenas nos es conocida. Parece que no sólo se limitó a Corinto, sino que se extendió también a otras ciudades fuera de la capital (cf.
2Co_1:1;
2Co_11:10). Durante esta permanencia en Corinto escribió las dos cartas a los Tesalonicenses, con un breve intervalo entre la primera y la segunda.
Es acusado ante Gallón,2Co_18:12-17.
12
Siendo Gallón procónsul de Acaya, se levantaron a una los judíos contra Pablo y le condujeron ante el tribunal, 13
diciendo: Este persuade a los hombres a dar culto a Dios de un modo contrario a la Ley. 14
Disponíase Pablo a hablar, cuando Galión dijo a los judíos: Si se tratase de una injusticia o de algún grave crimen, ¡oh judíos!, razón sería que os escuchase; 15
pero tratándose de cuestiones de doctrina, de nombres y de vuestra Ley, allá vosotros lo veáis, yo no quiero ser juez en tales cosas. 16
Y los echó del tribunal. 17
Entonces se echaron todos sobre Sostenes, el jefe de la sinagoga, y le golpearon delante del tribunal, sin que Galión se cuidase de ello. Esta comparecencia de Pablo ante Galión es un dato histórico de gran importancia para la cuestión cronológica de la vida del Apóstol. Lucio Junio Anneo Galión, hermano de Séneca, había nacido en Córdoba hacia el año 3 de la era cristiana. De él hablan varios autores antiguos, presentándolo como un hombre docto y de carácter afable, aunque de complexión enfermiza 171. Complicado en una conjuración contra Nerón, hubo de darse la muerte por orden de éste, poco después del suicidio de su hermano Séneca 172.
Respecto al tiempo de su proconsulado en Corinto tenemos datos bastante concretos gracias a una inscripción hallada en Delfos, que reproduce una carta del emperador Claudio a esta ciudad, confirmando sus antiguos privilegios. La carta está escrita en la 26.a aclamación imperial de Claudio y en tiempo en que Galión era procónsul de Acaya. De estos dos datos podemos deducir con bastante certeza que el encuentro de Pablo con Galión debió de tener lugar en la primavera-verano del año 52 173. Parece que Pablo llevaba ya en Corinto al menos año y medio (v.11), y, por tanto, su llegada a la ciudad debió de tener lugar a principios del 510 quizás a fines del 50. Los judíos, que ya desde un principio le habían declarado la guerra (v.6), quieren aprovecharse de la inexperiencia del nuevo procónsul que acababa de llegar, tomándole de sorpresa; algo parecido a lo que más adelante intentarán hacer con Porcio Festo los de Jerusalén (cf. 25:2).
La acusación de que obraba contra la ley (v.13), sin especificar de qué ley se trataba, la judía o la romana, era un tanto ambigua, confiando quizás con ello hacer más impresión en el procónsul, que, enseguida, había de pensar en la ley romana. Además, podían escudarse en que el que obraba contra la ley judía obraba también, en cierto sentido, contra la ley romana, en cuanto que la religión judía era una religión legal, protegida por las leyes romanas. Sin embargo, Galión no se prestó a estas ambigüedades, y llevó enseguida la cuestión a la ley judía, por lo que ni siquiera dejó hablar a Pablo, que se disponía a defenderse (v.14). Su respuesta, rehuyendo toda competencia en cuestiones de interpretación de la ley judía (v.14-15), es semejante a la de Pilato (cf.
Jua_18:31), aunque más razonada y más firMc. También Porcio Festo se expresará de modo parecido más adelante (cf. 25:18-19). La actitud de Galión está rezumando desprecio hacia los judíos, cosa que era bastante común entre los patricios romanos de entonces. Por eso, no se contenta con decir que no quiere ser juez en tales cuestiones (v.15), sino que los echa de su tribunal (v.16), y no hace caso de que allí mismo, en presencia suya, golpeen a Sostenes, el jefe de la sinagoga (v.17). Esto no quiere decir que apoyara las ideas profesadas por Pablo; a buen seguro que, para él, éste no era sino otro judío tan despreciable como los otros, englobado en ese desprecio general a toda la raza.
De Sostenes, el jefe de la sinagoga golpeado delante mismo del tribunal de Galión, nada más sabemos. Es posible que fuera el principal instigador de la acusación contra San Pablo y, por eso, fracasado tan ruidosamente el intento, contra él se desahogarán de modo especial las iras de los presentes. Tampoco sabemos quiénes son estos que se echan sobre él, si judíos o gentiles; más probable parece esto último, pues apenas es creíble que los judíos, por muy excitados que los supongamos ante el fracaso, golpeasen en público a su propio archisinagogo. Quizás la desgracia ayudó a Sostenes a convertirse a la nueva fe, si es que es él aquel Sostenes a quien San Pablo en otra ocasión llama hermano (
1Co_1:1).
Regreso a Antioquía,1Co_18:18-22.
18
Pablo, después de haber permanecido aún bastantes días, se despidió de los hermanos y navegó hacia Siria, yendo con él Priscila y Aquila, después de haberse rapado la cabeza en Cencreas, porque había hecho voto. 19
Llegados a Efeso, los dejó y él entró en la sinagoga, donde conferenció con los judíos. 20
Rogábanle éstos que se quedasen más tiempo, pero no consintió, 21
y despidiéndose de ellos, dijo: Si Dios quiere, volveré a vosotros. Partió de Efeso, 22
y desembarcando en Cesárea, después de subir y saludar a la iglesia, bajó a Antioquía. Después del encuentro con Gallón, Pablo se quedó todavía en Corinto bastantes días (v.18). Nada sabemos de las actividades desarrolladas durante este tiempo, pero es de creer que pudo moverse con libertad sin ser ya molestado por los judíos. Cuando consideró suficientemente asegurada la fundación de aquella iglesia, determinó regresar a Antioquía punto de partida de su expedición apostólica, ¿embarcándose para Siria (v.18). No sabemos si le acompañarían Timoteo y Silas. De Timoteo, que ciertamente acompañaba al Apóstol en Corinto (v.5), no se vuelve a hablar hasta el siguiente viaje apostólico de Pablo, cuando se encontraba en Efeso (cf. 19:22); de Silas ya no vuelven a hablar los Hechos, y parece que se encontraba en Roma hacia el año 63-64, cuando San Pedro escribió su primera carta (cf.
1Pe_5:12). Los que ciertamente le acompañaron hasta Efeso fueron Priscila y Aquila (v. 18-19).
La partida fue de Cencreas, el puerto oriental de Corinto Ahí, antes de partir, se rapó la cabeza, porque había hecho voto (v.18). La noticia no deja de ser curiosa y algo desconcertante. Parece, desde luego, que esa acción señalaba el cumplimiento del tiempo para el cual se había hecho el voto, y es casi seguro que se trata del voto del nazireato. De este voto se habla en
Num_6:1-21, y siempre fue tenido en gran estima por los israelitas (cf.
Jue_13:2-5;
1Sa_1:11;
1Ma_3:49;
Luc_1:15). Josefo habla de que era corriente entre los judíos, cuando sufrían alguna enfermedad o se encontraban en algún peligro, hacer voto, treinta días antes de aquel en que ofrecerían sacrificios, de abstenerse de vino y de cortarse el cabello. 174 Pasados esos treinta días, el nazir había de presentarse en el templo, cortando allí el cabello y ofreciendo determinados sacrificios. Sabemos que, incluso después de haberse convertido al cristianismo, muchos judíos seguían fieles a esa práctica (cf. 21:23-24). Parece que cuando el voto se había hecho en país extraño, lejano de Jerusalén, estaba permitido cortarse el cabello en el lugar de residencia y llevarlo luego a Jerusalén para ser quemado en el templo y ofrecer el sacrificio prescrito. Tal sería nuestro caso.
Pero ¿quién había hecho el voto? El texto no está claro a este respecto. Algunos autores creen que se trata de Aquila, que es el último mencionado; sin embargo, juzgamos mucho más probable que se trata de Pablo, que es el personaje principal y el que viene constituyendo el sujeto lógico de toda la narración. Además, si se tratase de Aquila, no vemos razón para que San Lucas hiciese notar ese dato, al que no le daría ninguna significación; mientras que si se trata de Pablo, es natural que lo haga notar, pues dicho voto sería la razón de por qué no consintió quedarse más tiempo en Efeso a pesar de la insistencia que le hacían (v.2o), dado que, a causa del voto, había de subir cuanto antes a Jerusalén 175. Desde luego, llama algo la atención el que Pablo, que tanto recalca en sus cartas nuestra independencia de la Ley, hiciese ese voto del nazireato; ello sólo prueba el profundo arraigo, también en él, de esa costumbre judía, que tampoco estaba prohibida al cristiano. Probablemente habría hecho ese voto en alguno de los momentos de persecución y desaliento, que tanto debieron de abundar durante su estancia en Corinto (cf. 18:9-10;
1Co_2:3).
Hay autores que relacionan el voto de que se habla aquí con el mencionado en 21:23-27, diciendo que probablemente se trata del mismo voto: hecho en Cencreas (18:18) y acabado de cumplir en Jerusalén (21:26-27). No parece sostenible esta hipótesis, si no es violentando los textos.
La parada en Efeso (v.1q) debió de ser motivada únicamente por exigencias de carga y descarga de la nave. Con todo, Pablo aprovechó la ocasión para presentarse en la sinagoga y conferenciar con los judíos (v.18). De nuevo en el mar, desembarcó en Cesárea y, después de subir y saludar a la iglesia, bajó a Antioquía (v.22). No se especifica cuál es ese iglesia, a la que Pablo sube a saludar, pero parece evidente que se trata de la iglesia de Jerusalén, la iglesia madre, a la que Pablo trató siempre con suma veneración (cf.
Gal_2:9-10;
Rom_15:25-27). Por lo demás, si se tratase simplemente de la iglesia de Cesárea, no es fácil que San Lucas hablara de subir, término técnico entre los judíos para indicar el viaje a Jerusalén, ciudad más elevada que el resto del país, ni que luego hablase de bajar, refiriéndose a Antioquía.
La estancia de Pablo en Jerusalén debió de ser breve. Muy pronto salió para Antioquía, ciudad de la que había partido para este largo recorrido misional. Estamos probablemente a fines del año 52 o principios del 53.
Tercer viaje misional de Pablo,Rom_18:23-28.
Pablo y Apolo,Rom_18:23-28.
23
Pasado algún tiempo, partió, y atravesando sucesivamente el país de Galacia y la Frigia, confirmaba a todos los discípulos. 24
Cierto judío de nombre Apolo, de origen alejandrino, varón elocuente, llegó a Efeso. Era muy perito en el conocimiento de las Escrituras. 25
Estaba bien informado del camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con exactitud lo que toca a Jesús; pero sólo conocía el bautismo de Juan. 26
Este, pues, comenzó a hablar con valentía en la sinagoga; pero Priscila y áquila que le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron más completamente el camino de Dios. 27
Queriendo pasar a Acaya, le animaron a ello los hermanos y escribieron a los discípulos para que le recibiesen. Llegado allí, aprovechó mucho por su gracia a los que habían creído, 28
porque vigorosamente contradecia a los judíos en público, demostrándoles por las Escrituras que Jesús era el Mesías. Terminado el segundo viaje misional, Pablo se detuvo algún tiempo en Antioquía (v.23), pero enseguida piensa en un tercer viaje. El centro va a ser Efeso, la capital de la provincia romana de Asia, que había visitado sólo brevísimamente al fin de su anterior viaje, y a la que había prometido volver (cf. 19-21). El camino seguido queda indicado en la frase atravesando sucesivamente el país de Galacia y la Frigia (v.23). Es la misma expresión, aunque en orden inverso, empleada ya por San Lucas con ocasión del segundo viaje (cf. 16:6). Como allí explicamos, somos de parecer que ese país de Galacia es la Galacia etnográfica o Galacia propiamente dicha, y no simplemente la provincia romana de Galacia, territorialmente mucho más amplia. Parece que Pablo, saliendo de Antioquía, en Siria, se dirigió directamente a Galacia, atravesando la cordillera del Taurus por las Ciliciae portea; pero, en vez de virar hacia la izquierda, en dirección a Derbe, como en el viaje anterior (cf. 16:1), continuó directamente hacia el norte, entrando en Galacia por su lado oriental. Esta segunda visita de Pablo a Galacia se halla confirmada en
Gal_4:13, donde Pablo recuerda a los Gálatas, que estaba enfermo cuando los evangelizó por primera vez (ôï ðñüôåñïí), expresión que supone haberles hecho ya una segunda visita, cuando escribió la carta. De Galacia se habría dirigido hacia el sudoeste, atravesando Frigia (v.23) y llegando así a Efeso.
Parece que la intención de Pablo en esta primera parte de su viaje misional, atravesando Galacia y Frigia, no fue la de fundar nuevas comunidades,
sino la de confirmar en la fe a las ya existentes (v.23). El laconismo de Lucas es extremado, limitándose a darnos escuetamente la noticia, sin añadir detalles de ninguna clase. No sabemos quiénes acompañarían al Apóstol. Sabemos que, una vez en Efeso, estaban con él Timoteo, Erasto, Gayo, Aristarco (
Gal_19:22-29) Y probablemente Tito (cf.
2Co_2:12-13;
2Co_7:6;
2Co_12:18); pero ¿le acompañaban ya desde Antioquía, al menos algunos de ellos? Imposible poder dar contestaciones categóricas. Lo que sí nos dice Lucas es que, mientras Pablo recorría estas regiones altas de Galacia y Frigia (cf. 19:1), un nuevo predicador, con el que sin duda Pablo no contaba, estaba ayudando a su obra de evangelización en Efeso y Corinto: Apolo, judío de origen alejandrino, varón elocuente, conocedor de las Escrituras (v.24).
Es interesante este caso de Apolo. San Lucas dice que estaba bien informado del camino del Señor y enseñaba con exactitud lo que toca a Jesús, pero que sólo conocía el bautismo de Juan (v.25). En otras palabras, era verdad lo que enseñaba sobre Jesús y su doctrina, pero
no era toda la verdad, hasta el punto de ignorar un elemento tan esencial como es el bautismo cristiano. Su formación cristiana debía ser muy parecida a la de esos discípulos que San Pablo encontrará en Efeso, y que tampoco conocían sino el bautismo de Juan (19:1-3). Es posible que este cristianismo incompleto de Apolo y de los discípulos de Efeso refleje el de la iglesia de Alejandría en esa época, que habría comenzado quizás con discípulos que habían escuchado en Palestina las predicaciones del Bautista, y que no conocían de Jesús sino unos cuantos hechos de su vida. Algunos textos del cuarto evangelio, escrito en Efeso a fines de siglo, sugieren también la idea de que seguían existiendo adeptos del Bautista, más o menos distanciados de los cristianos, por lo que el evangelista, a fin de conducirlos hasta el fin en la fe, tanto habría insistido en hacer resaltar el perfecto acuerdo entre el Bautista y Jesús y la subordinación de aquél a éste (cf.
Jua_1:15.29-36;
Jua_3:26-30;
Jua_5:33;
Jua_10:41). Más sea de esto lo que fuere, ciertamente la formación de Apolo era incompleta; por eso, Priscila y áquila, que oyeron sus razonamientos en la sinagoga de Efeso, le tomaron aparte y le expusieron más completamente el camino de Dios (v.26). Es de creer, aunque el texto nada dice, que, al igual que luego los discípulos que encuentra Pablo (
Jua_19:5), también aquí ahora Apolo fue bautizado, quizás por áquila mismo. Determinando después pasar a Acaya, no sabemos si por asuntos particulares
o para ejercer el apostolado, los fieles de Efeso escribieron a los de Corinto para que le recibiesen, siendo allí de gran utilidad a la iglesia (v.27-28). Estas cartas informativas o de recomendación eran frecuentes en la diáspora judía (cf. 28:21), y también entre los cristianos (cf.
Rom_16:1-2;
2Co_3:1;
Col_4:10).
A este Apolo se refiere varias veces San Pablo en sus cartas, siendo tenido por él en alta estima (cf.
1Co_1:12;
1Co_3:4-6.22;
1Co_4:6;
1Co_16:12;
Tit_3:13). Quizás debido a este su
importante papel en la difusión del Evangelio es por lo que San Lucas juzgó oportuno intercalar en los Hechos este episodio sobre él, interrumpiendo la narración del viaje del Apóstol.