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En Éfeso. Revuelta de los orfebres
Por entonces se produjo un tumulto no pequeño con motivo del Camino. (Hechos 19, 23) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 19

2. PABLO EN EFESO (19, 1-40).

a) Encuentro con discípulos de Juan (Hch/19/01-07).

1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones altas, llegó a éfeso y encontró a algunos discípulos, 2 a los cuales preguntó: «¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe?» Ellos le respondieron: «Ni siquiera hemos oído que exista un Espíritu Santo.» 3 Preguntóles de nuevo: «Pues ¿con qué bautismo habéis sido bautizados?» Respondieron: «Con el bautismo de Juan.» 4 Y dijo Pablo: «Juan bautizó con bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyeran en el que venía detrás de él, es decir, en Jesús.» 5 Al oírlo, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 E imponiéndoles Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban. 7 En en total unos doce hombres.

Si en el segundo viaje misionero del Apóstol estaba vedado ejercer la actividad en Asia y consiguientemente en éfeso, como se dice en 16,6 (cf. 18,21), ahora, en cambio, está abierto el camino en esta dirección. Durante tres años (19,8.10; 20,31) tomará Pablo la ciudad como centro de misión y al mismo tiempo tratará de ganar también para el Evangelio la tierra circundante. En este período surgieron las Iglesias de Colosas, Laodicea, Hierápolis (Col_4:13) y seguramente algunas otras. También con las comunidades fundadas anteriormente se mantuvo Pablo en animado contacto desde éfeso. Probablemente la carta a los Gálatas fue escrita en éfeso, y con toda seguridad la que llamamos primera a los Corintios. Según 1Co_5:9, ésta fue precedida por otro escrito que no se ha conservado. En 2Co_2:3 s; 2Co_7:8 s se hace alusión a la llamada «carta de las lágrimas»; según 2Co_12:14; 2Co_13:1 hay incluso que suponer que el Apóstol, durante su estancia en éfeso, hizo una breve visita a la comunidad de Corinto en una situación crítica, aunque de ello no se dice nada en los Hechos de los apóstoles. De todo esto se desprende que los tres años de éfeso fueron para Pablo mucho más movidos y llenos de preocupaciones de lo que se puede conjeturar por nuestro relato.

Esta ciudad, de gran importancia económica y cultural, estaba llena de una mezcolanza de gentes de diferentes razas y religiones. Entre ellos se cuentan también los doce hombres con quienes Pablo se encuentra en éfeso. Como Apolo, eran adeptos del Bautista, aunque no por ello dejaban de sentirse cristianos. Difícilmente se explica que no supieran nada del Espíritu Santo. Como discípulos del Bautista, e incluso como judíos, que seguramente eran, debían tener alguna noticia del Espíritu de Dios, siquiera fuera en el sentido que tiene esta expresión en el Antiguo Testamento. Así pues, su respuesta a la pregunta de Pablo habrá sin duda que entenderla en el sentido de que no sabían nada del Espíritu Santo, que como especial don salvífico del Señor exaltado está asociado con el mensaje de salvación del Evangelio. Y dado que este misterio del Espíritu está especialmente vinculado con el bautismo en Cristo, Pablo les pregunta por su bautismo y los hace bautizar «en el nombre del Señor Jesús».

Los discípulos efesinos de Juan reciben el bautismo en el nombre del Señor Jesús. Más desearíamos saber sobre el particular. ¿En qué consistía la instrucción bautismal? La fe en el Señor Jesús constituía sin duda alguna el núcleo de la confesión de fe. Ya en el discurso de Pedro en pentecostés se caracteriza el bautismo de la Iglesia como bautismo «en el nombre de Jesucristo» (2,38). ¿Se quiere con esto testimoniar una fórmula de la administración del bautismo en los primeros tiempos, o únicamente distinguir el bautismo cristiano de otros bautismos? No excluimos la posibilidad de que la fórmula del bautismo «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo», atestiguada en Mat_28:19, estuviera ya en uso antes de lo que parece.

Con el bautismo y, más en concreto, con la imposición de manos por Pablo, se manifiesta el misterio del Espíritu Santo. No es necesario aplicar a tales textos al modo escolástico el orden conceptual de la doctrina dogmática de los sacramentos. Como ya lo observábamos en el bautismo de pentecostés, no es terminante el enunciado de los Hechos de los apóstoles sobre la conexión entre el bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Sin embargo, en todos los pasajes se expresa claramente que el bautismo es el hecho fundamental ordenado al misterio del Espíritu. Al destacar especialmente en nuestro texto la imposición de manos por Pablo, se nos trae a la memoria a Pedro, que, según 8,14, en Samaria, juntamente con Juan, comunicó el Espíritu con la imposición de manos, a los bautizados por Felipe. También aquí muestra Lucas deliberadamente el paralelo entre Pablo y Pedro.

b) Actividad misionera (Hch/19/08-10).

8 Entraba en la sinagoga y hablaba con entereza. Y así, por espacio de tres meses, trataba del reino de Dios e intentaba convencer a los asistentes. 9 Pero como algunos se endurecieran y rechazaran el Camino, hablando mal delante de la concurrencia, él se apartó de ellos, separó a los discípulos y diariamente les hablaba en la escuela de Tirano. 10 Así lo hizo durante dos años, de forma que todos los habitantes de Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor.

El «reino de Dios» es el tema de la predicación de Pablo a los judíos de éfeso. A ellos les es familiar este concepto. La historia de Israel, tal como la describen los libros sagrados, es un único camino hacia el «reino o el reinado de Dios». Leyendo el sermón de Pablo en Antioquía de Pisidia (13,16 ss), podemos formarnos una idea del modo como también en la sinagoga de éfeso habló del reino de Dios. Desde el éxodo en la época faraónica hasta David y finalmente hasta Juan Bautista avanza el camino de la historia de la salvación hacia aquel en el que en la mitad de los tiempos se cumplió la promesa hecha a los padres. La muerte y resurrección de Jesús sería también en éfeso la sustancia del mensaje del Apóstol. Sus oyentes se harían conscientes de la tensión entre ley y fe. Si se puede suponer que la carta a los Gálatas se escribiera en éfeso, quizá en los primeros días de su actividad en esta ciudad, se podrá también conjeturar que los argumentos teológicos de este escrito polémico se desarrollarían en los enfrentamientos con los judíos.

Tres meses se dedicó Pablo a explicar en interpretar el sentido del «reino de Dios». Sin embargo, también en éfeso experimenta lo mismo que en otras partes. De nuevo, como en Corinto (18,6s), abandona la sinagoga y se traslada, para continuar la predicación, a la «escuela» de un cierto «Tirano», del que no tenemos otras noticias22. Que aun después de esta separación crearan los judíos gran dificultad al Apóstol, lo muestran las palabras de despedida a los presbíteros de éfeso en su viaje de regreso. Entonces dijo: «Vosotros sabéis muy bien cómo me he portado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que puse el pie en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, lágrimas y adversidades, ocasionadas por las insidias de los judíos» (20,1 8s).

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22. En lugar de «escuela» se podría traducir también «sala». Según una ampliación del texto, Pablo enseñaba allí «cinco horas» diarias, de las 11 a las 4 de la tarde. Esto significaría que Pablo había elegido deliberadamente las horas en que, por razón del calor. había una pausa en el trabajo y en los negocios, para sí y para sus oyentes (cf. 20,34).

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c) Prodigios ruidosos (Hch/19/11-22).

11 También obraba Dios milagros no corrientes por manos de Pablo, 12 hasta tal punto que se aplicaban a los enfermos pañuelos o delantales tocados por su piel, y desaparecían de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos. 13 Intentaron también algunos de los judíos exorcistas ambulantes invocar sobre los poseídos de malos espíritus el nombre del Señor Jesús diciendo: «Os conjuro por ese Jesús a quien predica Pablo.» 14 Eran los que esto hacían siete hijos de un tal Esceva, sumo sacerdote judío. 15 Pero, respondiendo el mal espíritu, les dijo: «A Jesús lo conozco; y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?» 16 y abalanzándose sobre ellos el hombre en quien residía el mal espíritu, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, hasta obligarlos a huir de aquella casa desnudos y maltrechos.

El lector notará por sí mismo el paralelo que se establece aquí con lo que en 5,12 ss se dice del poder curativo de Pedro. Allí se lee: «Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Hasta el extremo de sacar los enfermos a las plazas y ponerlos sobre lechos y camillas, para que, al paso de Pedro, siquiera su sombra cubriera a alguno de ellos.» Si Lucas, «el médico» (Col_4:14), refiere tales cosas, con ello se adhiere a la idea de la misteriosa fuerza curativa de determinados hombres llenos del Espíritu.

Cierto que a nosotros se nos hace difícil compartir la idea que entonces se tomaba en serio. ¿Obramos con razón? ¿Nos es lícito condenar la creencia en fuerzas misteriosas que se revelan en nuestros textos? ¿Tenemos derecho a negar la cooperación -ciertamente inexplicable- del Espíritu divino con las capacidades humanas, por el hecho de que tales cosas no se pueden clasificar dentro de las experiencias sujetas a normas científicas? ¿Ha muerto quizá en nosotros la facultad de experimentar el mundo de lo suprasensible incluso en lo sensible? ¿No escribió también Lucas en su Evangelio frases que hablan de las fuerzas misteriosas de Jesús? «Todo el pueblo quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que daba la salud a todos», leemos en Luk_6:19. En Luk_8:44 se habla de la mujer cuyo flujo de sangre cesó al contacto con las vestiduras de Jesús. ¿Hemos de atribuir tales noticias a la imaginación legendaria? ¿Hacemos así todavía justicia al testimonio del Evangelio? Tales pensamientos nos asaltan cuando leemos el relato de los exorcistas judíos. Es posible que tal o cual rasgo -hallado quizá ya en la tradición- se aparte de la objetividad de lo histórico y en la descripción detallada exprese demasiado la tendencia del conjunto. Pero ¿nos autoriza esto para negar totalmente la realidad del hecho? Que recorrían el país exorcistas judíos es cosa atestiguada por la historia; entre ellos se puede contar también la figura del mago Elimas Barjesús, del que se hablaba en 13,6s. Lo que quiere mostrarnos el caso de los «hijos de Esceva» -hombre del que no tenemos noticia alguna- es el poder victorioso de Jesús, que se demuestra presente y activo precisamente cuando alguien se cree, sin razón, capaz de disponer de este poder mediante manipulaciones externas. Cuando falta la verdadera fe en el poder curativo de Jesús y uno se rige únicamente por motivos extrínsecos egoístas, entonces el poder oculto en el nombre de Jesús se vuelve contra los que quieren abusar de él.

17 Esto fue un caso notorio a todos los judíos y griegos que habitaban en éfeso, e infundió pavor a todos, con lo que se engrandecía el nombre del Señor Jesús. 18 Y muchos de los que habían creído venían confesando y denunciando sus prácticas supersticiosas. 19 Y bastantes que practicaban artes mágicas, trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Y calcularon su precio en cincuenta mil monedas de plata. 20 Así, poderosamente, crecía y se fortalecía la palabra del Señor.

Al leer este texto se piensa espontáneamente en la historia de Simón el Mago. «Tenía embaucados de mucho tiempo atrás con sus artes mágicas (8,11) a «todos, chicos y grandes (8,10). Entonces le salió al encuentro otro poder, el poder del mensaje «del reino de Dios y del nombre de Jesucristo» (2,12), que desarmó a Simón, el cual se había hecho pasar por un «grande personaje» (8,9). Hay algo muy especial en la magia de la antigüedad. Todavía se conservan muchos de los textos y libros de encantamiento con sus extrañas fórmulas y conjuros. Son testimonios de una mentalidad primitiva de unos hombres que yerran y se engañan, que se debaten en la búsqueda de algo que no hallan. ¿Apuramos con esta enumeración la totalidad del misterio, que envuelve la mente del hombre primitivo? Una cosa se deduce con toda seguridad de nuestro texto: aquellos hombres que arrojaban al fuego sus libros de encantamiento reconocían, como Simón en Samaría, que el hombre que se abre al poder salvador de Cristo y a la fuerza del Espíritu Santo y confía en ella con fe, ya no tiene necesidad de los conjuros de dudosa eficacia de que hasta entonces procuraba servirse en un oscuro barrunto de lo misterioso. Tales testimonios de la acción del Espíritu de Cristo ¿no deberían inducirnos a reflexionar y a reanimar de nuevo nuestra fe recubierta por nuestro pensar racional?

¿No es significativo que estas acciones extraordinarias del Apóstol, sus curaciones, sus expulsiones de espíritus prepararan el camino al mensaje de salvación de Jesús y libraran así a los hombres de su abandono a poderes y representaciones oscuras? «Esto... infundió pavor a todos, con lo que se engrandecía el nombre del Señor Jesús... Así, poderosamente, crecía y se fortalecía la palabra del Señor.» Tales palabras suscitan en nosotros pensamientos inquietantes: nuestro testimonio de esta «palabra del Señor» ¿es todavía suficientemente «poderoso» para interesar eficazmente y mover a conversión y a dar frutos saludables a las personas que oyen nuestro testimonio teológico y kerygmático sobre Jesús?

21 Después de estas cosas, se propuso Pablo atravesar Macedonia y Acaya, y dirigirse a Jerusalén; porque se decía: «Después de estar allí, conviene que yo visite también Roma.» 22 Y envió a Macedonia dos de sus colaboradores, Timoteo y Erasto, mientras él permanecía algún tiempo en Asia.

De manera singular se intercala esta breve noticia en el relato. Todavía no ha terminado Pablo su tarea en éfeso, y ya se ocupa con nuevos planes. Ante sus ojos se extiende un imponente arco desde éfeso, por Macedonia, Grecia y Jerusalén hasta Roma. Una vez más quiere visitar sus fundaciones. Entre ellas está Filipos, su comunidad predilecta, pero sobre todo Corinto, que lo llena de preocupación. Leyendo las cartas a los Corintios se comprende que a Pablo le aguijonee el ansia de volver a estar personalmente allí. Las dos cartas testimonian a la vez que no era sólo la solicitud pastoral lo que le movía a emprender el viaje a Macedonia y Grecia, sino también un asunto muy concreto, a saber, el interés en hacer una colecta para los hermanos de Jerusalén. En 1Co_16:1-4 y sobre todo en 2Cor 8-9 se habla de ello apremiantemente 23. Para Pablo es todavía Jerusalén la iglesia madre de los cristianos.

Inesperadamente se menciona a Roma como meta especial. En 23,11 vuelve a ponerse ante los ojos del Apóstol. Allí dice «el Señor» a Pablo que se halla en prisión: «¡Animo! Como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es preciso que lo des también en Roma.» El entero relato de los Hechos de los apóstoles, con su variedad de etapas y experiencias, parece estar orientado a esta única meta: Roma. En su carta a los Romanos revela Pablo su ardiente ansia de encontrarse con la comunidad romana. Si los Hechos de los apóstoles adoptan de forma tan llamativa esta orientación hacia Roma, aunque Pablo sólo fue allá como prisionero, puede deberse esto a consideraciones con los lectores romanos, aunque quizá tuviera también por objeto influir en favor del Apóstol, que se hallaba en prisión preventiva en Roma, supuesto que Lucas escribiera su libro cuando todavía vivía Pablo. Ahora bien, actualmente la exégesis científica propende poco a esta hipótesis.

d) El motín de los plateros (Hch/19/23-40).

23 Sobrevino en aquella ocasión un contratiempo no pequeño en torno al Camino. 24 Porque un tal Demetrio, platero, que fabricaba templetes de Artemis en plata, procuraba a los artesanos una respetable ganancia. 25 Reunió a éstos y a todos los que trabajaban en dicho negocio, les dijo: «Señores, bien sabéis que en esta ganancia se funda nuestro bienestar; 26 y estáis viendo y oyendo cómo este Pablo ha convencido y seducido a una gran muchedumbre, no sólo de éfeso, sino de casi toda el Asia, diciendo que no son dioses los que se hacen a mano. 27 Y esto no sólo entraña el peligro de que se nos vaya a la ruina el negocio, sino también el de que sea estimado en nada el santuario de la gran diosa Artemis, e incluso esté a punto de ser privada de su majestad aquella a quien toda el Asia y el mundo entero venera.» 28 Al oír esto, enardecidos, comenzaron a gritar: «¡Grande es la Artemis de los efesios!» 29 Se llenó de confusión la ciudad y todos a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a los macedonios Gayo y Aristarco, compañeros de viaje de Pablo. 30 Quería Pablo meterse entre el gentío, pero no le dejaban los discípulos. 31 Algunos de los asiarcas, que eran amigos suyos, le mandaron aviso de que no se presentara en el teatro. 32 Cada uno gritaba una cosa distinta. Porque estaba revuelta la asamblea y los más no sabían por qué se hallaban reunidos. 33 De entre el gentío destacaron a un tal Alejandro, al que empujaban los judíos. Alejandro imponiendo silencio con la mano, intentaba defenderse ante el pueblo; 34 pero cuando cayeron en la cuenta de que era judío, se produjo un griterío unánime que clamaba por espacio de dos horas: «¡Grande es la Artemis de los efesios!» 35 Acalló a la multitud el secretario, diciendo: «Ciudadanos de éfeso, ¿qué hombre puede ignorar que la ciudad de éfeso se honra con la custodia del templo de la gran Artemis y de su imagen bajada del cielo? 36 Siendo esto indiscutible, conviene que os tranquilicéis y no hagáis nada precipitadamente. 37 Porque habéis traído a unos hombres que ni son sacrílegos, ni blasfemos contra nuestra diosa. 38 Que si Demetrio y sus compañeros artífices tienen algo contra alguien, públicas asambleas se celebran y procónsules hay: entablen proceso unos contra otros. 39 Y si algo más deseáis, en asamblea legal se debe resolver. 40 Si no, corremos peligro de ser culpados de sedición por lo de hoy, no habiendo razón alguna por la que podamos justificar este motín.» Y dicho esto, disolvió la reunión.

Esta sección ofrece una de las escenas descritas con especial prolijidad en los Hechos de los apóstoles. ¿Por qué tal prolijidad? Teológicamente, apenas si ofrece el texto algo especial. Y sin embargo, no querríamos vernos privados de esta pieza llena de colorido. Lucas es heleno, es amigo personal del Apóstol. Tiene interés en diseñar de la manera más gráfica posible el mundo con que se encuentra Pablo, y con él la Iglesia. Aun cuando el cuadro que aquí se nos ofrece acuse en gran manera los rasgos del autor, que sabe describir el hecho con vivacidad y eficacia, el hecho aquí expuesto, como tantas otras cosas en nuestro libro, debe estar basado en una información de toda confianza. ¿No es obvio suponer como garantes a los «macedonios Gayo y Aristarco», mencionados en 19,29 como testigos del hecho? En efecto, en 20,4 se nombra a Aristarco entre los acompañantes del Apóstol, entre los que, por tratarse de una sección «nosotros», hay que contar también a Lucas. Según 27,2, este Aristarco estaba también presente en el traslado de Pablo a Roma, y con él -como deducimos de la sección «nosotros», en conexión con Col_4:10.14- también Lucas. Así Lucas gozaba de buenas posibilidades de información segura sobre el motín de protesta de los plateros de Efeso.

Los testimonios de la literatura y de la arqueología confirman el extenso culto de la Artemis de los efesios, su imponente templo, el Artemision, celebrado como una de las siete maravillas del mundo, y su célebre efigie. En ésta se fundieron rasgos asiáticos de la frigia Cibeles, divinidad materna, con la diosa griega Artemis. Cierto que éfeso tenía todavía otros muchos santuarios, pero el templo de Artemis ofuscaba a todos los demás y atraía cada año con su embrujo a multitudes de peregrinos. La fe de aquellas gentes, alimentada con fuentes antiquísimas, sostenida por el ansia de salvación, buscaba un refugio en el esplendor estremecedor del templo y en su imagen rodeada de un halo legendario.

Y éste es el mundo con que se encuentra Pablo. No es un paganismo primitivo, como pensamos con frecuencia, sino un culto religioso íntimamente vinculado con la vida. Cierto que está asociado con una dudosa creencia mitológica, pero la seriedad y sinceridad de las gentes que entraban en el Artemision, acompañadas de sus preocupaciones y esperanzas, es cosa que no deberíamos poner en duda. Se comprende cuán difícil era la empresa del Apóstol, de anunciar a este mundo con tan honda raigambre religiosa su mensaje de salvación sobre Jesucristo, la cruz y la resurrección. ¿No debía parecer una empresa desesperada? Sin embargo, si su predicación tuvo tanto resultado, se debió en primer lugar a lo que se testimonia en las lineas precedentes: a la virtud del Espíritu Santo que le acompañaba, a sus prodigios ruidosos, a su poder sobre las enfermedades y los espíritus malignos, que rebasaba todo lo que narraban de su diosa los devotos de la Artemis de los efesios.

Lo segundo que resulta tan convincente en nuestro relato es el comportamiento interesado que se manifiesta en Demetrio y en sus compañeros, que explota de manera refinada y calculadora los sentimientos del contorno. En éfeso se había instalado una industria de objetos piadosos -que en todos los tiempos y en todas las culturas sabe posesionarse de las instituciones religiosas- para ofrecer a los peregrinos la oportunidad de procurarse recuerdos de la peregrinación con una reproducción reducida del Artemision y de la efigie de la diosa. Esto se comprende sin necesidad de grandes explicaciones. También es humanamente comprensible que al disminuir la demanda, se reuniera en una manifestación de protesta el gremio que se sentía perjudicado. Lo malo era, sin embargo, que Demetrio pretextara falsos motivos y con habilidad publicitaria pusiera en primer término la solicitud por la diosa Artemis. También en esto hace patente algo que no murió con él y con sus colegas en el negocio y que incluso perdura en nuestros días.

¡Cuántas veces se ha repetido también el cuadro del alborotado motín en el teatro de éfeso! Este se hallaba en el centro de la ciudad, podía contener unas 25.000 personas. Todavía se pueden ver los cimientos. ¿Contra quién protestaban aquellas gentes excitadas? Habían arrastrado a dos compañeros de Pablo. Un judío quiere hablar. ¿Quería quizá distanciarse de Pablo con un discurso en defensa propia? Así parece. Sin embargo, su intento fallido sólo sirve para desencadenar un tremendo griterío en favor de la diosa Artemis. Durante dos horas resonó estruendosamente en el recinto el clamor unánime. E1 anónimo «secretario» de la ciudad, sin duda uno de los funcionarios más destacados, acalló a la multitud con prudencia y energía. Halaga eficazmente el orgullo local de los efesios, toma en consideración su solicitud por el santuario de Artemis y, poniendo ponderadamente en guardia contra el rigor de la administración romana, remite a las vías legales normales para la solución de esta y otras cuestiones. ¿Cómo estaba dispuesto personalmente con respecto a Pablo? ¿Estaba en términos amistosos con él, como los «asiarcas» mencionados en 19,31, que como jefes de la administración provincial velaban por la tranquilidad y el orden en favor de Roma? ¿Tenía Lucas, al destacar el leal comportamiento de los funcionarios efesios la misma intención que cuando en otros casos habla de la buena voluntad de los órganos que están al servicio de la administración romana?

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23. Tocante a esta colecta hay que tener también en cuenta las declaraciones de la carta a los Romanos escrita en Corinto (cf. 15.25s).



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Pablo en Efeso, 19:1-20.
I En el tiempo en que Apolo se hallaba en Corinto, Pablo, atravesando las regiones altas, llegó a Efeso, donde halló algunos discípulos; 2 y les dijo: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe? Ellos le contestaron: Ni siquiera hemos oído del Espíritu Santo. 3 Díjoles él: ¿Pues qué bautismo habéis recibido? Ellos le respondieron: El bautismo de Juan. 4 Dijo Pablo: Juan bautizaba un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyese en el que venía detrás de él, esto es, en Jesús. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 E imponiéndoles Pablo las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban lenguas y profetizaban. 7 Eran unos doce hombres. 8 Entrando en la sinagoga habló con libertad por tres meses, conferenciando y discutiendo acerca del reino de Dios. 9 Pero así que algunos endurecidos e incrédulos comenzaron a maldecir del camino del Señor delante de la muchedumbre, se retiró de ellos, separando a los discípulos, y predicaba todos los días en la escuela de Tirano. 10 Esto hizo durante dos años, de manera que todos los habitantes de Asia oyeron la palabra del Señor, tanto los judíos como los griegos. 11 Obraba Dios por mano de Pablo milagros extraordinarios, 12 de suerte que hasta los pañuelos y delantales que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer de ellos las enfermedades y salir a los espíritus malignos. 13 Hasta algunos exorcistas judíos ambulantes llegaron a invocar sobre los que tenían espíritus malignos el nombre del Señor Jesús, diciendo: Os conjuro por Jesús, a quien Pablo predica. 14 Eran los que esto hacían siete hijos de Esceva, sumo sacerdote judío; 15 pero respondiendo el espíritu maligno, les dijo: Conozco a Jesús y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? 16 Y arrojándose sobre ellos aquel en quien estaba el espíritu maligno, se apoderó de unos y otros y los sujetó, de modo que desnudos y heridos tuvieron que huir de aquella casa. 17 Fue esto conocido de todos los judíos y griegos que moraban en Efeso, apoderándose de todos un gran temor y siendo glorificado el nombre del Señor Jesús. 18 Muchos de los que habían creído, venían, confesaban y manifestaban sus prácticas supersticiosas; 19 y bastantes de los que habían profesado las artes mágicas traían sus libros y los quemaban en público, llegando a calcularse el precio de los quemados en cincuenta mil monedas de plata; 20 tan poderosamente crecía y se robustecía la palabra del Señor.

Era Efeso, capital de la provincia romana de Asia, una de las ciudades más importantes del mundo de entonces, rivalizando con Corinto, Antioquía y Alejandría. A ella venían a confluir las grandes vías procedentes de las regiones interiores de Asia para su comunicación con Occidente, siendo con frecuencia llamada la gran metrópoli de Asia (Þ ðñþôç êáé ìåãßóôç ìçôñüðïëéò ôçò áóßáò).
Entre sus cosas más notables estaba el templo de Artemisa o Diana, considerado como una de las siete maravillas del mundo, verdadero centro de peregrinaciones, y que confería a esta ciudad una autoridad particular en la religiosidad pagana 176. También se distinguía por la abundancia de sus libros de magia, hasta el punto de que tal clase de libros eran conocidos vulgarmente con el nombre de escritos efesinos (ôá ÝöÝóéá ãñÜììáôá).
Cuando Pablo llegó a Efeso, Apolo no estaba ya en esta ciudad, sino en Corinto (v.1). Parece que el Apóstol tropezó muy pronto con esos discípulos que sólo conocían el bautismo de Juan, y que él acabó de instruir y bautizó (v.1-7). Su situación, en orden a formación religiosa, era muy semejante a la de Apolo (cf. 18:25), aunque no es de creer que formasen parte del mismo grupo, pues en ese caso apenas se concibe que no hubiesen sido ya adoctrinados por Apolo, una vez que lo fue él por Priscila y Aquila. Quizás habían llegado a Efeso posteriormente.
Pablo, en un primer momento, supone desde luego que estos discípulos han recibido ya el bautismo (cf. v.3), y su pregunta de si han recibido el Espíritu Santo (v.2) se refiere evidentemente a si han recibido además ese don del Espíritu, de que ya habló Pedro en su primer discurso del día de Pentecostés (cf. 2:38), y que en el caso de los samaritanos aparece claramente como algo separado del bautismo (cf. 8:16-20). Sobre la naturaleza de este don y su relación con el bautismo, hablamos ya al comentar esos dos pasajes. La respuesta de los interpelados: Ni siquiera hemos oído del Espíritu Santo (v.2), parece que va más lejos que la pregunta, como diciendo: no ya sólo nada sabemos que se comunique o no se comunique el Espíritu Santo, pero ni siquiera de su existencia. Sin embargo, se hace muy difícil admitir esa consecuencia, si es que tenían algún conocimiento, aunque fuera muy ligero, del Antiguo Testamento. Lo más probable es que se trate, no de la existencia, sino de la efusión de ese Espíritu, es decir, de la realización de las profecías mesiánicas (cf. 2:17-18.33).
Ante la respuesta de que sólo habían recibido el bautismo de Juan (v.3), Pablo completa la instrucción de esos discípulos, diciendo que el bautismo de Juan era sólo un bautismo de arrepentimiento (âÜðôéóìá ìåôáíïßáò), de carácter provisional, cuya finalidad era preparar al pueblo para recibir a Jesús y el bautismo cristiano. Así instruidos, los discípulos se bautizan (v.6); Después Pablo, en acto distinto, como en el caso de los samaritanos (8:16-20), impone las manos sobre los ya bautizados, descendiendo el Espíritu Santo sobre ellos, con la consiguiente manifestación de carismas (v.6).
Simultáneamente a estos hechos, Pablo comenzó, como de costumbre, su actuación en la sinagoga de los judíos, conferenciando y discutiendo acerca del reino de Dios; y así, durante tres meses (v.8). El resultado, como antes en Corinto (18:6), tampoco aquí fue halagüeño; y Pablo, dejando la sinagoga, se estableció en la escuela o auditorium de un tal Tirano, donde no ya sólo los sábados, como en la sinagoga, sino todos los días por espacio de dos años, predicó el reino de Dios, tanto a judíos como a griegos (v.9-10). La recensión occidental añade al final del v.g: desde la hora quinta hasta la décima (once de la mañana a cuatro de la tarde), noticia que puede muy bien ser auténtica, y ciertamente es muy verosímil, pues los antiguos eran muy madrugadores (cf. Mar_15:1.25), y esas serían las horas en que Tirano, terminadas sus lecciones, dejaba libre el local. De este Tirano, probablemente algún retórico griego, nada más sabemos; ni si cedía su escuela a Pablo gratuitamente o subalquilada. Es muy probable que el resto del tiempo lo dedicase Pablo a su trabajo manual (cf. 20:34).
El apostolado de Pablo en Efeso durante estos dos años debió de ser muy intenso. El mismo lo resumirá así más tarde, hablando a los presbíteros de esa iglesia: Vosotros sabéis bien cómo me conduje con vosotros todo el tiempo desde que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en tentaciones que me venían de las asechanzas de los judíos; cómo no omití nada de cuanto os fuera de provecho, predicándoos y enseñándoos en público y en privado, dando testimonio a judíos y a griegos sobre la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús (20:18-21). San Lucas apenas da detalles; pero claramente deja entender que fue un apostolado fecundo, de modo que sus frutos se notaron también fuera de Efeso, en otras ciudades de la provincia de Asia (v.10). Concuerda con esto lo que por estas fechas escribe Pablo mismo a los Corintios: Me quedaré en Efeso hasta Pentecostés, porque se me ha abierto una puerta grande y prometedora (1Co_16:8-9); era la puerta que daba hacia el interior de la provincia de Asia, cuya capital era Efeso, a la que constantemente acudían para sus negocios gentes de las otras ciudades de la provincia. Sin duda que muchas de estas gentes, instruidas por Pablo en Efeso, volverían a sus respectivos domicilios difundiendo allí lo que habían aprendido. Tal parece ser el caso de Epafras, fundador de la iglesia de Colosas (cf. Col_1:7; Col_4:12), y el de Filemón, cristiano hacendado de la misma ciudad (cf. Flm_1:1.19). Hasta es posible que, durante esta larga estancia en Efeso, Pablo mismo hiciera breves salidas a las ciudades vecinas para predicar la buena nueva; y si no él, podía mandar a alguno de sus colaboradores, como Timoteo, Erasto, Gayo, etc., que entonces le acompañaban (cf. v.22.29). Desde luego, debió de ser en esta época cuando se fundaron las iglesias de que se habla al principio del Apocalipsis (Ap 2:1-3:22; cf. 1Co_16:19).
Al éxito del apostolado contribuían, sin duda, los milagros extraordinarios que Dios obraba por mano de Pablo, de suerte que hasta los pañuelos y delantales que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer de ellos las enfermedades y salir a los espíritus malignos (v. 11-12; cf. 5:16; 16:18). Tratábase de esos grandes pañuelos usados en Oriente para secarse la frente o cubrirse la cabeza; y de los delantales que, sujetos a mitad del cuerpo, los trabajadores ponían delante para protegerse durante el trabajo. Con razón, algunos autores han visto aquí un argumento para defender el culto de las reliquias, que más tarde se desarrollará en la Iglesia, pues Dios se vale de esos objetos como instrumentos para obrar milagros por el hecho de estar relacionados con Pablo.
Este poder taumatúrgico de Pablo era demasiado llamativo para que no suscitase intentos de plagio. De hecho, así sucedió. Algunos exorcistas judíos, hijos de un tal Esceva, perteneciente a una de las familias sacerdotales de entre las que se solían elegir los sumos sacerdotes, visto el poder de Pablo sobre los demonios, se imaginaron que podían hacer lo mismo, con tal de emplear en sus exorcismos el nombre de aquel misterioso Jesús predicado por Pablo 177. Así lo intentan hacer (v.13-14), pero con resultados que no esperaban, de modo que, desnudos y heridos, tuvieron que huir de aquella casa (v.15-16).
El hecho fue público y conocido en toda la ciudad, tanto por los judíos como por los griegos, apoderándose de todos un gran temor, y convenciéndose de la gran potencia del nombre de Jesús, cuyos profanadores eran así castigados (v.17). Una consecuencia ulterior fue lo que a continuación cuenta San Lucas, de que muchos de los que habían creído venían y repudiaban abiertamente sus artes mágicas (v.18), uniéndose a ellos bastantes profesionales de la magia, seguramente paganos, que, impresionados por el caso, traían sus libros y los quemaban en público, dispuestos a dejar el oficio (v.19). Añade San Lucas que el precio de los escritos quemados se calculó en unas cincuenta mil monedas de plata (v.19), suma elevadísima, que corresponde a unas 46.000 pesetas oro. La cosa, sin embargo, no debe extrañar, dada la enorme difusión, como ya indicamos más arriba, que la magia y la superstición tenían en Efeso. Tratábase generalmente de pergaminos, papiros, tablillas, etc., que contenían fórmulas mágicas para infinidad de circunstancias de la vida, y que los devotos llevaban incluso, a veces, colgadas del cuello como amuletos 178. Parece que los neófitos cristianos seguían sin haberse desvinculados totalmente de esas prácticas, y fue el fracaso de los exorcistas judíos lo que les acabó de abrir los ojos en este punto.

Motín contra Pablo, 19-21-40.
21 Después de esto resolvió Pablo ir a Jerusalén, atravesando la Macedonia y la Acaya, porque se decía: Desde allí iré a Roma. 22 Enviando a Macedonia dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, él se detuvo algún tiempo en Asia. 23 Pero hubo por aquellos días un alboroto no pequeño, a propósito del camino del Señor, 24 ocasionado por un platero llamado Demetrio, que hacía en plata templos de Artemisa, que proporcionaban a los artífices no poca ganancia; 25 y convocándolos, así como a todos los obreros de este ramo, les dijo: Bien sabéis que nuestro negocio depende de este oficio. 26 Asimismo estáis viendo y oyendo que no sólo en Efeso, sino en casi toda el Asia, este Pablo ha persuadido y llevado tras sí una gran muchedumbre, diciendo que no son dioses los hechos por manos de hombres. 27 Esto no solamente es un peligro para nuestra industria, sino que es en descrédito del templo de la gran diosa Artemisa, que será reputada en nada y vendrá a quedar despojada de su majestad aquella a quien toda el Asia y el orbe veneran. 28 Al oír esto, se llenaron de ira y comenzaron a gritar, diciendo: Grande es la Artemisa de los efesios. 29 Toda la ciudad se llenó de confusión y a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a Gayo y Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. 30 Quería Pablo entrar allá, pero no se lo permitieron los discípulos. 31 Algunos de los asiarcas, que eran sus amigos, le mandaron recado rogándole que no se presentase en el teatro. 32 Unos gritaban una cosa y otros otra. Estaba la asamblea llena de confusión y muchos no sabían ni por qué se habían reunido. 33 En esto, empujado por los judíos, se destacó entre la multitud Alejandro, que con la mano hacía señas de que quería hablar al pueblo; 34 pero en cuanto supieron que era judío, todos a una levantaron la voz, y por espacio de dos horas estuvieron gritando: ¡Grande es la Artemisa de los efesios! 35 Habiendo logrado el secretario calmar a la muchedumbre, dijo: Efesios, ¿quién no sabe que la ciudad de Efeso es la guardiana de la gran Artemisa y de su estatua bajada del cielo? 36 Siendo esto incontestable, conviene que os aquietéis y no os precipitéis. 37 Porque habéis traído a estos hombres que ni son sacrilegos ni blasfemos contra vuestra diosa. 38 Si Demetrio y los de su profesión tienen alguna queja contra alguno, públicas asambleas se celebran y procónsules hay; que recurran a la justicia para defender cada uno su derecho. 39 Si algo más pretendéis, debe tratarse eso en una asamblea legal, 40 porque hay peligro de que seamos acusados de sedición por lo de este día, pues no hay motivo alguno para justificar esta reunión tumultuosa. Dicho esto, disolvió la asamblea.

Habían transcurrido dos años (v.10) y tres meses (v.8) de estancia en Efeso, cuando Pablo piensa en dejar la ciudad. Sus planes están perfectamente reflejados en los v.21-22: ir a Jerusalén, después de haber visitado las iglesias de Macedonia y Acaya, y luego partir para Roma; pero antes se detendrá todavía algún tiempo en Asia, enviando delante, camino de Macedonia, a dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto. Estas noticias se completan con lo que el mismo Pablo dice a los Romanos, de que la visita a Macedonia y Acaya era sobre todo para recoger limosnas en favor de los fieles de Jerusalén (Rom_15:25-28), y que la ida a Roma era ya un antiguo deseo suyo (Rom_1:13-15).
No sabemos con exactitud lo que se prolongaría este algún tiempo (v.22) que Pablo se detuvo en Efeso. Es probable que algunos meses, los cuales, añadidos a los dos años y tres meses anteriores, completarían el trienio, en números redondos, de que habla luego Pablo en su discurso de Mileto (cf. 20:31). Es durante estos meses cuando escribió la actual primera carta a los Corintios (cf. 1Co_16:1-9), aunque anteriormente les había ya escrito otra, hoy perdida (cf. 1Co_5:9). Parece que, durante estos meses, incluso hizo un rapidísimo viaje a Corinto, y a su vuelta escribió una carta severísima con muchas lágrimas (cf. 2Co_2:4-11; 2Co_7:8-12; 2Co_13:1-2), que tampoco se ha conservado.
Un incidente imprevisto aceleró su partida de Efeso, el motín de los plateros de la ciudad contra él (v.23-40). El relato de este incidente, unido a lo anterior con la vaga indicación cronológica por aquellos días (v.23; cf. 6:1), es una de las páginas más vividas de los Hechos, y de una precisión psicológica admirable: la arenga del platero Demetrio, que ve arruinado el negocio y sabe explotar el sentimiento religioso del pueblo hacia su diosa, la manifestación callejera en que muchos no saben ni por lo que concurren, la frustrada intervención del judío Alejandro para que el furor popular no envuelva a los judíos con los cristianos, el atinado discurso del secretario que logra calmar los ánimos de la muchedumbre.., son pinceladas tomadas de la vida real con acierto insuperabLc. Lucas no describe aquí como testigo ocular, pues entonces no se hallaba con el Apóstol en Efeso, pero pudo muy bien recoger estos datos de testigos oculares, tales como Aristarco (v.29), en cuya compañía hará luego el viaje a Roma (cf. 20:4; 27:2), o quizás de Pablo mismo.
Con razón se ha hecho notar, en alabanza de la exactitud histórica de Lucas, la espléndida confirmación que los descubrimientos arqueológicos han suministrado a esta página de los Hechos. Con frecuencia en inscripciones se mencionan corporaciones de obreros (óõíåñãáóßáé), que tenían gran influencia en la vida social de las ciudades griegas; de una de estas corporaciones en Efeso, la de los plateros, debía de ser jefe Demetrio. El objeto principal de su industria eran los templos en plata de Artemisa (v.24), es decir, miniaturas del templo de la diosa, que luego vendían a devotos y peregrinos. Son muchos los templos de esta clase, en barro o piedra, que se han encontrado en las excavaciones arqueológicas; si no se han encontrado en plata ni otros metales preciosos, ello es debido, sin duda, a que fueron desapareciendo ya en tiempos antiguos a causa de su valor intrínseco. También aparece siempre en las inscripciones el apelativo de grande (ìåãÜëç) ï máxima (ìÝãéóôç) dado a Artemisa, exactamente como la nombran siempre los Hechos (v.27.28.34.35). Igual se diga de la expresión guardiana (íåùêüñïò) de la gran Artemisa (v.35), título con que se designa a Efeso.
En cuanto a los nombres de asiarcas (v.3i) y de secretario (v.35), han recibido también espléndida confirmación en las inscripciones. El nombre asiarca (áóßá Üñ÷ù, que manda en Asia) era. el título con que se designaba a los magistrados que regulaban el culto y las fiestas religiosas de la provincia de Asia; con análogas funciones hallamos en la provincia de Galacia los galatarcas, en la de Bitinia los bitinarcas, etc. Eran personajes de gran importancia social, elegidos entre las personas más influyentes de la provincia; su cargo duraba un año, pero continuaban ostentando este título honorífico también después de haber cesado en sus funciones. El hecho de que algunos de los asiarcas fuesen amigos de Pablo (v.31), es indicio de la gran notoriedad de Pablo y del prestigio de que gozaba (cf. v. 10.17.26). El secretario o escriba (ãñáììáôåýò) era un alto funcionario, que tenía gran influencia en los acontecimientos de la ciudad, encargado no sólo de dar fe de los actos oficiales, sino de preparar leyes, decretos, y aun de dirigir los asuntos públicos, verdadero lazo de unión entre la ciudad y las autoridades imperiales, de las cuales la principal, en las provincias senatoriales como Asia, era el procónsul. También este secretario, al igual que algunos de los asiarcas, parece que sentía al menos cierta simpatía por el Apóstol, pues, aunque directamente no habla sino de Gayo y Aristarco (v.37), está claro que, con sus atinadas reflexiones, mira sobre todo a Pablo, que es contra quien se había provocado el alboroto.
El peligro en que Pablo se vio envuelto debió de ser muy grave, y a él parece que alude cuando escribe más tarde a los Corintios: No queremos, hermanos, que ignoréis la tribulación que nos sobrevino en Asia., al esperar tanto que desesperábamos ya de salir con vida.. y temimos como cierta la sentencia de muerte (2Co_1:8-9). Es probable que a este mismo incidente aluda también cuando, refiriéndose a Prisa y a Aquila, escribe a los Romanos: Por salvar mi vida expusieron su cabeza (Rom_16:4). Quizás este matrimonio, en cuya casa debía estar hospedado Pablo (cf. 18:3.19.26), logró arrancarle de la furia de los agitadores mediante alguna peligrosa estratagema cuando éstos iban en su busca y, al no poder llevarle a él, arrastraron consigo hacia el teatro a Gayo y Aristarco (v.29). Claro que también es posible que todos estos peligros a que Pablo alude, sean anteriores a este motín de los plateros, cosa que no podemos resolver de modo definitivo por falta de datos. Desde luego, ya antes del motín de los plateros debió de estar su vida en peligro (cf. 1Co_15:32); incluso es posible, como suponen bastantes autores, que Pablo pasara algún tiempo en la cárcel de Efeso, pues, escribiendo a los Corintios, habla de sus encarcelamientos en plural (2Co_11:23), Y cuando escribe a los Romanos manda saludos para Andrónico y Junia, mis compañeros de cautiverio (Rom_16:7); ahora bien, hasta la fecha en que fueron escritas estas dos cartas, la única prisión de Pablo que conocemos es la de Filióos (Rom_16:23-40). Con todo, por lo que toca a concretar una prisión del Apóstol en Efeso, las pruebas no son decisivas y, desde luego, caso de haber tenido lugar, este encarcelamiento debió de ser muy breve, pues, de lo contrario, difícilmente Lucas lo hubiera pasado por alto en su narración.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



99(ii) Pablo y los discípulos del Bautista (19,1-7). El episodio de Apolo ilumina esta, por otra parte, incomprensible situación, y vicever(-)sa. Dado que, de acuerdo con toda la tradición del evangelio, Lucas reconoce a Juan como precursor y heraldo de Jesús (v. 4), no puede admitir, en consecuencia, razón alguna que justifique la existencia de unos discípulos del Bautista que aplicasen a éste el reconocimien(-)to mesiánico que Juan reservó para Jesús (Lc 3.15-17; Kasemann, ENTT 142-43). Este fenó(-)meno sólo podría presentarse como expresión de un cristianismo inmaduro característico de «discípulos» (v. 1) que, como Apolo, conocían solamente el bautismo de Juan, pero que, a di(-)ferencia de él, no habían tenido la experiencia del Espíritu Santo (8,16) y que, por tanto, te(-)nían que experimentar el bautismo de Jesús. 1. las regiones montañosas: cf. 18,23, donde se interrumpió el itinerario de Pablo con el pa(-)réntesis sobre Apolo. La mención de Apolo en este versículo subraya su conexión con lo que sigue. 2. ni siquiera hemos oído hablar: Este ti(-)po de cristianismo, o incluso de secta bautista, es inconcebible. Se trata de una elaboración redaccional lucana: como en el caso de los samaritanos (8,15-16), estos «discípulos» tienen acceso al Espíritu Santo solamente con la en(-)trada en la comunión apostólica (Kasemann, ENTT 145). 3. en el bautismo de Juan: Circun(-)loquio lucano que se refiere al seguimiento del Bautista. Al igual que evitó cualquier sugeren(-)cia de una rivalidad entre Apolo y Pablo, la su(-)prime también aquí entre el movimiento de Juan y el de Jesús. Ambos estaban relaciona(-)dos en directa continuidad histórico-salvífica (v. 4), así que los seguidores de Juan se encon(-)traban ya en el «vestíbulo» de la Iglesia cris(-)tiana. 4. esto es, en Jesús: La interpretación cristiana aplicaba el anuncio del Bautista so(-)bre «el que tenía que venir» a Jesús, no a Yah(-)vé (13,25; Mc 1,7; Lc 3,16); de aquí que la fe en Jesús fuese exigida como acto de obediencia a Juan. 5-6. Cf. comentario sobre 8,14-17; 2,38. No sostiene que los seres humanos controlen o dispensen el Espíritu, sino que este don se otorga en la Iglesia, que comenzó en Jerusalén con la primera efusión del Espíritu (aconteci(-)miento que se evoca aquí) y que está represen(-)tada por los apóstoles (8,17) o por testigos acreditados (v. 6; Weiser, Apg. 518). hablar en lenguas: cf. 10,46 y el comentario sobre 2,4.

(Bócher, O. «Lukas und Johannes der Taufer», SNTU A/4 [1979] 27-44. Kasemann, E,, ENTT 136-48.)

100(iii) El poder de la palabra y milagros de Pablo en Efeso (19,8-20). La sección está for(-)mada por tres pequeñas unidades; las exterio(-)res tienen carácter de sumario (vv. 8-12.17-20), la interna presenta una anécdota prelucana con rasgos legendarios y cómicos (Dibelius, Studies 19). Las tres secciones reciben su uni(-)dad literaria de la relación entre la actividad taumatúrgica de Pablo y la conquista de sus ri(-)vales que se resume en los w. 18-20. El mate(-)rial muestra un gran colorido local, pero, dada la larga e importante misión de Pablo, la infor(-)mación sobre Éfeso no posee la calidad de la que se presenta sobre Corinto en el cap. 18 (Bornkamm, Paúl [? 97 supra] 78-79). 8. reino de Dios: Según el esquema histórico de Lc 16,16, éste se proclamó tras el ministerio de Juan Bautista, así que este tema resuena aquí intencionalmente tras el bautismo de sus discí(-)pulos. 9. el camino: Esta expresión sin matiz al(-)guno, que se aplica a la vida y la enseñanza cristiana, se encuentra en 9,2; 19,9.23; 22,4; 24,14.22. se apartó de ellos: Percibimos clara(-)mente la estilización esquemática realizada por Lucas: predicación en la sinagoga, oposi(-)ción, separación y nuevo foro. Todo el desarro(-)llo de la misión paulina se condensa así en sus fases individuales. Tirano: Fuera de aquí, no se conoce a este mecenas o maestro. A Pablo se le representa como un filósofo itinerante que ha(-)ce una parada para enseñar. 10. dos años: Esta larga estancia en Éfeso es una información fi(-)dedigna (? Pablo, 79:40-42), como también lo es el dato de que desde aquí se procedió a la evangelización de una extensa zona asiática (p.ej., Colosas, Laodicea, Hierápolis). Sin em(-)bargo, no hay lugar en la historia lineal lucana para la mención de los acontecimientos con(-)flictivos que se evocarían en la actividad lite(-)raria de este período: 1-2 Cor, Gál, Flp. 11-12. Como introducción a la anécdota sobre Esceva se encuentra este sumario que presenta al Pa(-)blo de la leyenda, apreciado por las generacio(-)nes posteriores, pero que no está en consonan(-)cia con la presentación que hace de sí mismo (cf. 2 Cor 10,10; Haenchen, Acts 562-63). Cf. 5,12-16, con el que este pasaje comparte el te(-)ma de la continuidad. 13-17. Puesto que sabe(-)mos, por otras noticias, que había exorcistas que invocaban el nombre de Jesús fuera del círculo de sus seguidores (Mc 9,38-40), el rela(-)to original podría no haber incluido a Pablo. Fuera de lo que se dice aquí, desconocemos quién era este sumo sacerdote de nombre lati(-)no, pero su posición aumenta la desgracia de sus siete hijos. Algunos elementos tópicos del género de los exorcismos experimentan en nuestro texto un nuevo giro: el demonio no co(-)noce a quienes van a vencerle, anuncia su de(-)rrota (v. 15) y la aclamación conclusiva (v. 17) nos informa de la paradójica victoria lograda por el mal uso del nombre. El hecho de que es(-)te nombre no sea automáticamente operativo por cualquiera que lo utilice manifiesta la dis(-)tancia entre el evangelio y la magia (Conzel(-)mann, Apg. 120). 18-20. El filo de esta recapi(-)tulación corta toda posibilidad de sincretismo cristiano. La popularidad de lo mágico y de los libros de fórmulas mágicas (Ephesia gramma(-)ta) estaba en consonancia con el genius loci de Éfeso (PW 5.2771-73).

101(iv) Tumulto de los orfebres y partida de Pablo (19,21-40). 21. Roma: El primer anun(-)cio del fatídico viaje de Pablo a Jerusalén y Ro(-)ma no es posterior al tumulto sino anterior; por otra parte, podría considerarse como la ra(-)zón por la que abandonó Éfeso (20,1). 22. a Macedonia: Él camino hacia el martirio y el en(-)vío de dos mensajeros evocan claramente el momento en el que Jesús se embarca en su viaje final según Lc 9,51-52. El discípulo y el maestro caminan juntos hacia su destino com(-)partido (Radl, Paulus 103-26). Los factores his(-)tóricos que mueven a hacer estos viajes (? Pa(-)blo, 79:43-44), como la agitación en Corinto (1 Cor 16,5-7) y la colecta para Jerusalén (Rom 15,25-28; 1 Cor 16,1-4), son absorbidos por la perspectiva teológica (dei; cf. 1,16) que impul(-)sa todo movimiento en el relato lucano. 23. un gran tumulto: Un «episodio dramático» (vv. 23-40), claramente sacado de contexto y animado típicamente por los discursos de sus persona(-)jes, sirve tanto para ilustrar las tribulaciones de Pablo en Éfeso como para calmarlas (cf. 1 Cor 15,32; 2 Cor 1,8-10). Aristarco (v. 29) cons(-)tituye un nexo con la historia real; en Flm 24 sele menciona como colaborador del apóstol que ya estaba en prisión; su presencia en este epi(-)sodio manifiesta que Lucas tenía noticia de otros terribles problemas que acontecieron en Éfeso y sobre los que no informó (cf. Bomkamm, Paul [? 97 supra] 79-84). En todo caso, parece estar en contra de la hipótesis de que Pablo, que aparece entre bastidores en el rela(-)to sobre Demetrio, no tuvo nada que ver en él (Weiser, Apg. 543-44; no obstante Roloff). 24. templos en plata de la diosa Artemisa: Se trata de modelos a escala del famoso templo de la diosa, que era una de las siete maravillas del mundo antiguo (cf. Estrabón, Geogr. 14.1.20). Sobre Artemisa, cf. Beginnings 5.251-56; R. Oster, JAC 19 (1976) 24-44. 25-27. El discurso de Demetrio. Lucas interviene ligeramente en es(-)te discurso con la idea de que la supervivencia del culto a la diosa depende del pingüe comer(-)cio desarrollado en tomo a éste (cf. 5,1-11;8, 18-20; 16,16-20). Al mismo tiempo, expresa el floreciente poder del evangelio (v. 20), que se ha convertido ya en una amenaza contra la su(-)pervivencia de los cultos paganos. Sobre el v. 26, cf. 17,24-25; el contenido del v. 27 suele compararse con la declaración que hace Plinio el Joven sobre el impacto del cristianismo en Asia (Ep. 10.96.10). 29. Gayo y Aristarco: cf. 20,4; sobre el último, cf. también 27,2; Flm 24; Col 4,10. 31. asiarcas: Se refiere a líderes o go(-)bernantes cuyas funciones desconocemos (cf. Beginnings 5.256-62); forman parte del colori(-)do local del relato y constituyen un argumento a favor de la posición social de Pablo. 33. Ale(-)jandro: Aunque no sabemos con certeza cuál era su intención, es posible que, puesto que pretendía hacer una defensa (apologeisthai), tratara de rechazar cualquier relación de los judíos con el acusado (cf. 16,20). 35-40. El dis(-)curso del magistrado de la ciudad. Esta autori(-)dad expresa claramente la argumentación apo(-)logética de Lucas: la fe cristiana no supone ninguna subversión del orden público o un sa(-)crilegio contra las otras religiones. El triunfo de Pablo en Éfeso culmina, por tanto, con este reconocimiento oficial de que no existe ningu(-)na causa judicial contra él (cf. 16,37-39; 18,12-17; 25-26; Plümacher, Lukas 100).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIX.

6 The holy Ghost is giuen by Pauls hands. 9 The Iewes blaspheme his doctrine, which is confirmed by miracles. 13 The Iewish exorcists 16 are beaten by the deuill. 19 Coniuring books are burnt. 24 Demetrius, for loue of gaine, raiseth an vprore against Paul, 35 which is appeased by the Towne-clerke.
1 And it came to passe, that while Apollos was at Corinth, Paul hauing passed thorow the vpper coasts, came to Ephesus, and finding certaine disciples,
2 He said vnto them, Haue ye receiued the holy Ghost since yee beleeued? And they saide vnto him, Wee haue not so much as heard whether there be any holy Ghost.
3 And he said vnto them, Unto what then were ye baptized? And they saide, Unto Iohns Baptisme.
4 [ Mat_3:11.] Then saide Paul, Iohn verely baptized with the baptisme of repentance, saying vnto the people, that they should beleeue on him which should come after him, that is, on Christ Iesus.
5 When they heard this, they were baptized in the Name of the Lord Iesus.
6 And when Paul had laide his hands vpon them, the holy Ghost came on them, and they spake with tongues, and prophecied.
7 And all ye men were about twelue.
8 And hee went into the Synagogue, and spake boldly for the space of three moneths, disputing and perswading the things concerning the Kingdome of God.

[Exorcists beaten.]

9 But when diuers were hardened, and beleeued not, but spake euill of that way before the multitude, he departed from them, and separated the disciples, disputing daily in the schoole of one Tyrannus.
10 And this continued by the space of two yeeres, so that all they which dwelt in Asia, heard the word of the Lord Iesus, both Iewes and Greeks.
11 And God wrought speciall miracles by the hands of Paul:
12 So that from his body were brought vnto the sicke handkerchiefs or aprons, and the diseases departed from them, and the euill spirits went out of them.
13 Then certaine of the vagabond Iewes, exorcistes, tooke vpon them to call ouer them which had euill spirits, the Name of the Lord Iesus, saying, We adiure you by Iesus whom Paul preacheth.
14 And there were seuen sonnes of one Sceua a Iewe, and chiefe of the Priests, which did so.
15 And the euill spirit answered, and said, Iesus I knowe, and Paul I know, but who are ye?
16 And the man in whom the euill spirit was, leapt on them, and ouercame them, and preuailed against them, so that they fled out of that house naked and wounded.
17 And this was knowen to all the Iewes and Greekes also dwelling at Ephesus, and feare fell on them all, and the Name of the Lord Iesus was magnified.
18 And many that beleeued came, and confessed, and shewed their deedes.
19 Many also of them which vsed curious arts, brought their bookes together and burned them before all men: and they counted the price of them, and found it fifty thousand pieces of siluer.
20 So mightily grew the word of God, and preuailed.
21 After these things were ended, Paul purposed in the spirit, when hee had passed thorow Macedonia and Athaia, to go to Hierusalem, saying, After I haue bin there, I must also see Rome.
22 So hee sent into Macedonia two of them that ministred vnto him, Timotheus and Erastus, but he himselfe stayed in Asia for a season.
23 And the same time there arose no small stirre about that way.

[Idolaters rage.]

24 For a certaine man named Demetrius, a siluer smith, which made siluer shrines for Diana, brought no small gaine vnto the craftsmen:
25 Whom he called together, with the workemen of like occupation, and said, Sirs, ye know that by this craft we haue our wealth.
26 Moreouer, ye see & heare, that not alone at Ephesus, but almost throughout all Asia, this Paul hath perswaded and turned away much people, saying, that they bee no gods, which are made with hands.
27 So that not only this our craft is in danger to be set at nought: but also that the Temple of the great goddesse Diana should be despised, and her magnificence should be destroyed, whom all Asia, and the world worshippeth.
28 And when they heard these sayings, they were ful of wrath, & cried out, saying, Great is Diana of ye Ephesians.
29 And the whole citie was filled with confusion, and hauing caught Gaius and Aristarchus men of Macedonia Pauls companions in trauaile, they rushed with one accord into the Theatre.
30 And when Paul would haue entred in vnto the people, the disciples suffered him not.
31 And certaine of the chiefe of Asia, which were his friends, sent vnto him, desiring him that he would not aduenture himselfe into the Theatre.
32 Some therefore cried one thing, and some another: for the assembly was confused, and the more part knew not wherefore they were come together.
33 And they drew Alexander out of the multitude, the Iewes putting him forward. And Alexander beckened with the hand, and would haue made his defence vnto the people.
34 But when they knew that he was a Iewe, all with one voyce about the space of two houres cried out, Great is Diana of the Ephesians.
35 And when the towne clarke had appeased the people, he said, Ye men of Ephesus, what man is there yt knoweth not how that the citie of the Ephesians is [ Greek: the temple keeper.] a worshipper of the great goddesse Diana, and of the image which fell downe from Iupiter?
36 Seeing then that these things cannot be spoken against, ye ought to be quiet, and to doe nothing rashly.

[The Lords Supper.]

37 For ye haue brought hither these men, which are neither robbers of Churches, nor yet blasphemers of your goddesse:
38 Wherefore if Demetrius, and the craftesmen which are with him, haue a matter against any man, [ Or, the Court dayes are kept.] the law is open, and there are deputies, let them implead one another.
39 But if yee enquire any thing concerning other matters, it shalbe determined in a [ Or, ordinary.] lawfull assembly.
40 For we are in danger to be called in question for this dayes vprore, there being no cause whereby we may giue an accompt of this concourse.
41 And when hee had thus spoken, he dismissed the assembly.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El tumulto en Efeso. El monto de dinero que representaba la quema de libros (19) debe haber causado por sí mismo una agitación entre la gente. Los que dependían de la venta de objetos religiosos para su sostén deben haber reflexionado sobre las implicaciones de una iglesia cristiana exitosa y creciente. Si Lucas retrata a los líderes judíos como llegando a ser oponentes al cristianismo por razones minúsculas como los celos personales, también retrata con trazos parecidos a los oponentes paganos. En 16:19 y 24:26 también se encuentran razones financieras detrás del trato a los cristianos, casos en los que sólo un soborno se interponía entre Pablo y la libertad.

23-27 El alboroto surgió por el discurso de Demetrio. Es claro que su motivación tenía raíces financieras: nuestra prosperidad proviene de este oficio. Pablo debe haber predicado en Efeso de acuerdo con criterios contra la idolatría tal como se encuentran en el discurso a los atenienses (ver sobre 17:16-35): no son dioses los que se hacen con las manos (ver también 1 Cor. 8:4-6). Sin embargo, la parte más efectiva del discurso de Demetrio fue su táctica de racionalizar y hacer que lo que realmente más le preocupaba, o sea la amenaza financiera, se convirtiera en preocupaciones socialmente más aceptables y más nobles como el orgullo del comercio y aun la dignidad cívica y la lealtad religiosa (que quizá debió haber sido la primera consideración).

28-34 El realismo del relato de Lucas es impactante. Si simplemente estuviera haciendo propaganda del cristianismo, no hay forma de que hubiera perdido esta oportunidad para que su héroe Pablo surgiera aquí con una victoria retórica como en Atenas. Al contrario, Gayo y Aristarco fueron apresados y a Pablo no se le permitió irse. La descripción de algunas de las autoridades de Asia como sus amigos es algo intrigante. De acuerdo con la forma de escribir de Lucas, parece improbable que fueran cristianos, pero deben haber sido sectores interesados como lo fue al principio Sergio Paulo (13:6-8). La descripción de la conducta de la turba en el v. 32 es perfecta. Quizá los judíos empujaron a Alejandro a hacer una defensa (33) a fin de distanciarse de los cristianos. La turba pagana tal vez no hubiera sido capaz de otro modo de distinguir entre estos dos grupos de ateos, como eran conocidos tanto judíos como cristianos porque ambos negaban la existencia de los dioses.

35-41 En forma muy parecida a Gamaliel en 5:33-40, el magistrado de la ciudad no estaba del lado de los cristianos, pero en ambos casos su fe en lo que sí creían tuvo un efecto calmante en los opositores. Cuando el enredador Demetrio planteó como nobles sus egoístas consideraciones, el funcionario en su discurso mostró a la multitud que sus innecesarios actos eran rudos y peligrosos. Con sabiduría, comenzó por hablar como estando de acuerdo con su orgullo cívico y religioso y dio a entender que quienes no aceptaban los hechos innegables sobre Artemisa más bien eran ignorantes que peligrosos, a menos que específicamente hubiesen cometido sacrilegio o blasfemado. (Había casos en el mundo antiguo cuando los templos alojaban una imagen caída del cielo o sea lo que hoy llamaríamos un meteorito.) El magistrado cortó el despliegue de orgullos cívico y religioso y se dirigió a la verdadera preocupación de Demetrio, o sea los problemas económicos. No negaba que se trataba de una preocupación legítima, pero señaló que se conceden audiencias si alguien deseara presentar acusaciones. Cuando se hubo referido a todos los problemas, el magistrado continuó señalando a la multitud que su reunión, que ya no tenía utilidad alguna, los ponía (incluyéndose a sí mismo) en pe ligro de que seamos acusados de sedición. Su discurso fue tan exitoso como brillante y así fue como pudo terminar con el incidente y despedir a la concurrencia.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Motín de los plateros. Si colocáramos los versículos 21s al final del capítulo, estarían mejor situados para servir de prólogo al último y definitivo viaje de Pablo, Roma. Antes, sin embargo, Lucas tiene que contarnos otro episodio que marcó la complicada misión de Pablo en Éfeso: una revuelta. En los versículos 23-40 Lucas compone una página magistral de sociología de masas, de religiosidad popular embebida de nacionalismo e intereses económicos. Parece que estamos leyendo una crónica de cualquiera de los periódicos de nuestros días sobre modernas manifestaciones o asambleas. La crisis surgió a causa del «Camino» o seguimiento de Jesús. Éfeso era famosa por su inmenso templo (120 metros de largo por 70 de ancho, rodeado de 128 columnas de 19 metros de altura), una de las maravillas del mundo de entonces, dedicado a la diosa de la fecundidad Artemis, adorada en toda la provincia de Asia.
Religión, nacionalismo y fuertes intereses económicos estaban estrechamente ligados. El jefe del sindicato de los plateros, un tal Demetrio, ve en la predicación de Pablo contra la idolatría un posible peligro para el negocio de producción de estatuillas y demás objetos religiosos de la diosa y provoca una manifestación multitudinaria, violenta, confusa e ilegal. Quieren linchar a Pablo y a sus compañeros. Los judíos, que también se sienten amenazados por ser críticos de los ídolos, entran en escena. La masa se precipita al teatro de la ciudad que tenía capacidad para 24.000 personas. Todos gritaban. Lucas anota que muchos de los presentes no sabían para qué estaban allí. Tras numerosas tentativas de mediación, las autoridades locales logran apaciguar a la masa y hacerla entrar en razón. Si Demetrio tiene una querella contra Pablo, ahí están los tribunales de justicia. Si la causa es grave, que lo decida una asamblea legal. Una revuelta ilegal sólo podrá traer las más graves consecuencias para la ciudad. Ahí quedo todo y el tumulto se disolvió.
Quizás la razón de Lucas en contarnos este episodio está en el interés constante del narrador por situar la misión de Pablo dentro de la legalidad romana. Más adelante serán oficiales del ejército romano los que salven la vida de Pablo en dos ocasiones (21,27-40; 23,12-24). El mismo Apóstol apelará al tribunal del César para salvar su vida (25,1-12).

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*19:23-28:31 La tercera sección de la segunda parte de Hechos narra el viaje de Pablo a Jerusalén y a Roma, como prisionero y testigo de Cristo; consta de cuatro bloques: viaje a Jerusalén por Macedonia y Acaya (Hch 19:23-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-26); prisión y testimonio en Jerusalén ante los judíos (Hch 21:27-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27); prisión y testimonio en Cesarea ante gobernadores y reyes (Hch 25:1-27; Hch 26:1-32); viaje a Roma y testimonio en dicha ciudad (Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El éxito del apostolado de Pablo en Éfeso se muestra no sólo porque provoca la preocupación en los plateros que veían así disminuir sus ganancias, sino también por su relación cordial con los magistrados de Éfeso: los asiarcas (v. 31). El texto pone en contraste la actitud interesada de Demetrio y los plateros con la actitud más ponderada del magistrado (vv. 35-40). En las palabras del magistrado se puede percibir que la excelencia del mensaje cristiano es capaz de impresionar favorablemente a quienes lo examinan con buen sentido.

Lucas menciona el término «Camino» (v. 23) para referirse al cristianismo y a la Iglesia (cfr 9,2; 22,4: 24,14.22). Probablemente era un término bastante usado por muchos cristianos de la época. Esta palabra «camino», tenía raigambre bíblica (cfr Dt 30,15-20), con el significado de conducta moral y religiosa e, incluso, de norma de conducta: «Se llama con razón camino a la predicación del Evangelio, pues es la ruta que conduce verdaderamente al Reino de los Cielos» (S. Juan Crisóstomo. Hom. in Act. 41,1).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. Los discípulos de Éfeso ignoraban que era necesaria la misión del Espíritu Santo para que se cumplieran las promesas mesiánicas. Ver 2. 17-18, 33.

9. "Tirano" era un profesor de filosofía o de retórica.

11. Ver nota 4. 33.

13. "Exorcistas": ver nota Mat_12:27.

18. Se trata de "prácticas" mágicas, a las que eran muy afectos los habitantes de Éfeso.

24. En Éfeso, "Diana", en griego Artemisa, era venerada como diosa de la fertilidad. Su "templo", el famoso Artemisión, era una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_9:2+

NOTAS

19:23 Este episodio, que procede de una fuente particular y que choca con el estilo habitual de Lucas, ha sido añadido artificialmente por él al relato de la evangelización de Éfeso.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_9:2+

NOTAS

19:23 Este episodio, que procede de una fuente particular y que choca con el estilo habitual de Lucas, ha sido añadido artificialmente por él al relato de la evangelización de Éfeso.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 19.4 Lc 3.3.

[2] 19.9 El Nuevo Camino: Véase 9.2 n.

[3] 19.24-28 Artemisa: llamada Diana entre los romanos, era la diosa de la fertilidad en Asia Menor; su templo en Éfeso era una de las Siete Maravillas del mundo antiguo.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Hch 9:2; Hch 19:9

Torres Amat (1825)



[29] Lugar donde se reunía el pueblo.

[31] Asiarcas o principales sacerdotes gentiles, que presidían los juegos, espectáculos y demás reuniones.

[35] El pueblo creía que aquella imagen no era obra de hombres, sino que había bajado del cielo.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Hch 9:2 (nota).